A 75 AÑOS DE LA FUNDACIÓN DE LA FALANGE NACIONAL

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Cuadernos
De
Educación
Para
Líderes
Democráticos
Nº 1
A 75 AÑOS DE LA FUNDACIÓN
DE LA FALANGE NACIONAL
MARIANO RUIZ-ESQUIDE
RICARDO HORMAZÁBAL
RODOLFO FORTUNATTI
Santiago, enero de 2011
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En homenaje a Bernardo Leighton
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Índice
Pág.
Presentación
Nuestra historia y trayectoria
Chile del 2010
Aprender de los errores
Nuestra fe y esperanza
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Presentación
Cuadernos de Educación para Líderes Democráticos, CEL, es
una serie de publicaciones orientada a respaldar la formación de
líderes democráticos, solidarios, honestos y comprometidos con
la justicia social.
Su propósito es contribuir al desarrollo y fortalecimiento de una
democracia deliberativa donde el diálogo y la participación de
las personas y sus comunidades influyan decisivamente en la
formación de la política.
El CEL Nº 1, A 75 años de la Fundación de la Falange Nacional, que se ofrece a continuación, es un ensayo pensado con
ocasión de la conmemoración de un nuevo aniversario del movimiento, el 12 de octubre de 2010. Ha sido elaborado, por el
senador Mariano Ruiz-Esquide, el profesor de la Universidad
de Chile, Ricardo Hormazábal, y el doctor en Ciencias Políticas
y Sociología, Rodolfo Fortunatti.
Las opiniones vertidas por sus autores son de su exclusiva responsabilidad y, por lo tanto, liberan expresamente de cualquier
compromiso a la Universidad de Chile, a Cambio 21 y a los
medios de comunicación autorizados para publicarlas y difundirlas.
Rodolfo Fortunatti
Editor
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Nuestra historia y trayectoria
El día 12 de octubre de 1935, hace 75 años, se fundó la Falange
Nacional, una de las vertientes más poderosas de las que dieron
vida, en 1957, al PDC. Sus militantes se consideraban misioneros de una cruzada nacional que, con apego estricto a los ideales democráticos y basados en principios cristianos, libres de
integrismo religioso, se comprometían a construir un Orden
Nuevo. Así lo describió un observador:
“Habiendo luchado para derrocar una dictadura, los jóvenes
no podían tragar el desenfrenado liberalismo que dominaba al
Partido Conservador en lo social y económico”1.
El camino fue largo y complicado, pero porque fueron consecuentes, perseverantes y coherentes, el pueblo chileno les entregó su confianza en distintos niveles y grados. ¿Tenemos los
militantes de la DC del 2010 la misma actitud?
La respuesta mayoritaria pareciera ser negativa. La caricatura
de Quino que ilustra este documento pareciera representar
nuestra situación actual y la de otros partidos. Tenemos casi la
misma votación que tuvimos en 1957, y hemos regresado al
punto de partida de la discusión central que se abrió aquel año.
Había grandes acuerdos. En lo doctrinario, la filosofía cristiana
y la doctrina social de la Iglesia eran aceptadas en forma unánime, ayer y hoy. En 1935 y en 1957 se enfrentaban unitariamente a una jerarquía católica conservadora que ocultaba las
encíclicas sociales, aquellas que desde fines del siglo XIX denunciaban los abusos del capitalismo y sólo se referían a las
nefastas opciones que el marxismo ofrecía. Había una visión
compartida respecto a la necesidad de promover un partido no
confesional, a fin de no repetir la triste experiencia del partido
Conservador chileno. Un programa de profundización de la
democracia en todos los ámbitos, y de concreción de una justicia social real, era también compartido ampliamente. En la
década del 30, fuimos los primeros y únicos en hablar de Re1
El PDC chileno, George Grayson, página 108, editorial Fco de Aguirre, 1968.
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forma Agraria y los que la hicimos en los sesenta. La necesidad
de impulsar la integración latinoamericana para consolidar la
paz, dejar atrás las heridas del pasado y construir sociedades
más justas, era una aspiración compartida por todos los sectores. Las diferencias se daban en lo estratégico y en lo electoral.
¿Se construía un partido de centro o uno de vanguardia?
¿Buscábamos unos caminos electorales y políticos solos, o nos
aliábamos con la derecha o con la izquierda? Eduardo Frei
Montalva pidió por carta el apoyo de los partidos Conservador
y Liberal para su candidatura presidencial de 1958. El primero
se lo dio, pero el segundo, por un hecho fortuito, se lo negó,
impidiendo el acuerdo que habría llevado a la DC a ser otro
partido más de centro-derecha, como hay muchos en el mundo.
La polarización que produjo la Revolución cubana en los años
sesenta, y la nueva estrategia que desplegó Estados Unidos para
enfrentar a la desparecida Unión Soviética, nos convirtieron en
el partido que propició el cambio profundo de la ideología capitalista y de las estructuras culturales, económicas y políticas
que consagraban “el desorden establecido”, según denunciaba
la Iglesia Católica en esa década. Crecimos porque fuimos la
fuerza del cambio, la fuerza de la justicia social con impecables
títulos democráticos. Porque fuimos fuerza emancipadora. Porque conquistamos la dignidad del campesino, impulsamos el
ascenso social de los más pobres, promovimos los Centros de
madres, las Juntas de Vecinos, y las organizaciones culturales y
deportivas. Por iniciativa de nuestro querido Radomiro Tomic,
creamos la Junta de Auxilio Escolar y Becas, proyecto que fue
aceptado por Alessandri, y ampliado por el Presidente Frei.
Interpretamos los anhelos y creamos oportunidades de progreso
para la clase media: el SERMENA en Salud, las asociaciones
de Ahorro y Préstamo para la vivienda, la reforma educacional
y la ampliación de recursos y el arancel diferenciado en las
Universidades. Asimismo, promovimos el Estatuto Docente
para los profesores, y brindamos a los jóvenes la oportunidad
de convertirse en actores de su propio futuro. Concretamos
acuerdos de integración tan valiosos como el Pacto Andino, y
fuimos firmes defensores de las instancias internacionales regionales y universales para superar los conflictos que generaba
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la Guerra Fría. Defendimos una política antiimperialista y rechazamos las intervenciones de Estados Unidos y de la Unión
Soviética en diferentes puntos del globo. Por eso, el desarrollo
de acciones comunes en nuestro continente despertaron la furiosa reacción de Nixon y Kissinger, quienes con la ayuda de
sectores de derecha y de uniformados chilenos, promovieron un
golpe de Estado en 1969 en contra de nuestro Gobierno, intento
que fracasó por el gran rechazo interno que generó y por el
apoyo de sectores políticos europeos y americanos gravitantes.
Leímos acertadamente los condicionantes internacionales y
nacionales de fines de nuestro Gobierno, el de nuestro inolvidable Eduardo Frei Montalva, cruelmente asesinado por la dictadura de Pinochet. Por ello, propusimos la unidad política y
social del pueblo, que la izquierda dirigente de entonces rechazó de una manera irresponsable.
¿Cuánto dolor le habríamos ahorrado a la Patria si nos hubiesen
acompañado en la propuesta?
Incluso cuando perdimos la elección presidencial de 1970, ganamos el futuro. Derrotamos a los marxistas y a la derecha en
las organizaciones estudiantiles de enseñanza media de todo el
país, y reforzamos nuestra presencia en las universidades. Ganamos la CUT nacional y varias regionales, así como el gremio
de la salud, y nos hicimos influyentes en los Colegios Profesionales. Fuimos oposición popular, constructiva y serena, hasta
que la polarización creciente hizo explotar la democracia.
Las diferencias que tuvimos respecto del Golpe de Estado, se
fueron acotando en una lucha común por los derechos humanos
y la reconquista de la democracia. Ninguna otra fuerza política
jugó un papel tan relevante en ese proceso. Los jóvenes, los
profesionales, los trabajadores, los intelectuales, confiaron en
nuestro liderazgo para defender los derechos conculcados y
respaldaron nuestras propuestas de lucha pacífica para retomar
el camino civilizado. Encabezamos los dos primeros gobiernos
democráticos, siendo claves para pagar las deudas pendientes
en derechos humanos y atraso económico. Adicionalmente,
aprendiendo del pasado, fuimos solidarios y abiertos con nues-
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tros aliados y leales adversarios de la derecha y del Partido
Comunista.
A lo largo de esta larga lucha, algunos nos abandonaron. En
1969, el MAPU, por su opción marxista leninista. En 1971, la
Izquierda Cristiana y su inconsecuencia política ―impostura
ideológica la calificó por entonces el maestro Jaime Castillo
Velasco―, y, después del 11 de septiembre de 1973, los que
respaldaron la dictadura de Pinochet, contradiciendo el ser más
profundo de nuestro pensamiento e historia. Recientemente, un
pequeño número de los nuestros, siguiendo personalismos y
ambiciones desmedidas han pactado con la derecha que hoy
gobierna.
¿Cuál es el denominador común de todos ellos? Sólo el fracaso.
La caída, pues no hay posibilidades en Chile de construir una
fuerza poderosa de cambio, inspirada en el humanismo cristiano, fuera de la Democracia Cristiana.
Chile del 2010
Esta etapa histórica requiere respuestas apropiadas a problemas
urgentes.
En primer lugar, los desafíos del cambio de época que vivimos
y que se expresan en el debilitamiento del sentido de solidaridad, de participación, de justicia social, en la creciente desigualdad entre una minoría que se enriquece de manera desproporcionada, y todos los demás sectores mayoritarios que viven
con creciente dificultad.
En segundo lugar, las tendencias conservadoras resurgen con
fuerza en amplios círculos de la Iglesia, con gran poder económico y político. Hay un progresivo abandono del gran avance
que el catolicismo construyó con el Cardenal Raúl Silva Henríquez y que inundó de aire fresco el tiempo dictatorial. Por ello
se valoran más los esfuerzos y aportes relevantes de algunos
sacerdotes y obispos que reman contra esa corriente.
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En tercer lugar, los partidos políticos aparecen ausentes de la
promoción de proyectos nacionales que trasciendan el oportunismo personal, y se perciben como plataformas de poder personal o grupal, con dependencia perversa de grupos empresariales que los manipulan para servir sus intereses. Se ha perdido el
perfil propio de las fuerzas que, como la Democracia Cristiana,
tienen principios y propuestas válidas, según lo demuestran los
acuerdos del Quinto Congreso celebrado el 2007, lamentablemente no implementados por ser opuestos a los dogmas liberales de algunos políticos y tecnócratas con gran influencia en las
altas esferas de nuestros últimos gobiernos.
Aprender de los errores
Estudiar las razones de nuestra derrota electoral del 2009 es
imperioso; para aprender, no para recriminar. Algunos camaradas sostienen que nuestra crisis se debe al hecho de que no
habríamos sabido dar respuesta a los cambios que nosotros
mismos impulsamos en los últimos veinte años, y que la Democracia Cristiana no habría sido capaz de entender que existe una
clase media que rechaza la intervención del Estado, y que sólo
aspira a que se la deje progresar por sí misma. Así se puede leer
en el siguiente fragmento:
“La realidad de una mayor autonomía de las personas y de la
sociedad civil (y la demanda en un mismo sentido de una menor injerencia del Estado en el plano económico) parece ir
acompañada de la aceptación explícita o implícita de una economía abierta, de mercado… Estos cambios culturales han
acentuado el individualismo y el consumismo”
El autor consigna que esto es resistido por partidos como la DC
chilena.2 .Para estos camaradas otro elemento nuevo es
“… el protagonismo de un actor empresarial caracterizado por
una elevada autoestima, que reclama (y ya lo ha conseguido de
muchas maneras) una nueva legitimidad social. Este sector
social, no se aviene con el ethos cultural de la DC” 3.
2
3
Walker, Ignacio, El futuro de la DC, 1999 y artículos más recientes
Ignacio Walker P., El futuro de la DC, 1999, páginas141 a 143.
11
Ellos critican que la DC se oponga a esto “producto de toda
una historia y de cierta conformación ideológica y sociocultural”. Citando un reportaje de la revista Capital, afirman:
“La nueva clase media no es hija de la antigua, ya que sus rasgos son muy distintos y se diría que es hija de la generación
espontánea asociada a la dinámica del desarrollo.”
En síntesis, la DC sería responsable de haber perdido casi un
millón de votos por oponerse a una economía abierta de mercado, y por no sintonizar con los cambios culturales que
“… han acentuado el individualismo y el consumismo y por no
aceptar el desmedido poder de los empresarios.”
Estos sectores, que han formado parte activa de todos los gobiernos, que tienen un trabajo transversal con fuerzas liberales
concertacionistas, y que, incluso, han ocupado cargos relevantes en el Partido, han criticado a la Democracia Cristiana por no
haber sido capaz de representar adecuadamente a los empresarios, porque nos habríamos quedado pegados en un discurso
anti-empresarial. En nuestra opinión se equivocan profundamente.
Nuestra trayectoria demuestra que hemos sido impulsores de la
modernización económica. Revela que hemos estimulado el
desarrollo de los empresarios en los diversos ámbitos, abriéndoles espacios más allá de nuestras fronteras, como ocurrió en los
Gobiernos de Frei Montalva, Aylwin y Frei R-T. ¡Cómo olvidar
que nos opusimos con fuerza a la estatización masiva y al margen de la ley!
Otra cosa es que hayamos sido, seamos, y sigamos siendo partidarios del respeto a los derechos de los trabajadores, a su derecho a participar en las ganancias y a recibir un salario digno.
A sindicalizarse y negociar colectivamente. Por cierto que nos
duele que después de 20 años de gobiernos concertacionistas
hoy exista más concentración económica que nunca, peor distribución del ingreso, más usura en la Banca, menos trabajado-
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res sindicalizados y menos negociaciones colectivas que en los
propios tiempos de la dictadura.
Por ello, creemos que la pérdida de votos y la derrota electoral
tienen otra explicación. El 29 por ciento que obtuvo Eduardo
Frei en la primera vuelta del 2009, se debe a un juicio crítico de
los ciudadanos sobre el actuar del Gobierno, que él defendió
con coherencia y responsabilidad políticas. Digamos las cosas
como son. Esa clase media que aporta en impuestos casi dos
meses de sueldo cada año al Estado, debe además pagar la educación de sus hijos, el creciente costo de la salud y enfrentar el
drama de vivir con pensiones equivalentes al 30% de lo que
gana en actividad. ¡Esa clase media nos cuestiona por haberla
abandonado!
Los gobiernos concertacionistas, especialmente los últimos dos,
más allá de los logros relevantes alcanzados en diversos ámbitos, han sido los mejores para los grandes empresarios, y la
concepción neoliberal de sus equipos económicos nos ha enajenado la confianza de la clase media instruida, de los jóvenes y
de los trabajadores, sin obtener la adhesión de los beneficiados
principales y de su clientela, que votan arrogantemente por la
derecha. Nuestros antiguos votantes anulan o votan en blanco,
sumándose a casi tres millones de chilenos que se niegan a inscribirse.
La realidad muestra que estos cambios han sido promovidos
por nuestros gobiernos, por la influencia decisiva que los sectores ideológicos liberales o neoliberales han tenido en ellos, y no
porque se hayan aplicado las ideas que los partidos han propuesto. Ningún acuerdo del Congreso del PDC de 2007 se implementó en materia de Salud, Educación, Previsión, participación, mejor distribución del ingreso, rebaja de impuestos para
las regiones, las PYMES, la clase media y alzas de impuestos
para los más ricos. Incluso más, estos sectores se opusieron a
que el programa de Eduardo Frei Ruiz-Tagle incluyera un alza
de impuestos, que hoy, hasta la derecha ha debido aceptar. Adicionalmente, los más preclaros representantes del neoliberalismo concertacionista, y democratacristiano en particular, ocupan
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cargos destacados en la Banca, los seguros, las AFP y las Isapres.
La actual directiva del PDC, legitimada en una votación en la
que participaron poco más de 20 mil personas, no tiene un perfil liberal homogéneo, pues integra a diversos sectores. Pero
¿sentirá su núcleo liberal la tentación de imponer una línea
política basada en una ideología que, como ellos mismos señalan, no es vista con agrado por la militancia? Una conducta de
este tipo, ahondaría la crisis y haría más difícil la búsqueda de
soluciones. La orientación doctrinaria, la definición estratégica
y el tipo de partido que debemos ser, requieren ser definidos de
un modo racional, democrático y muy participativo.
Somos partidarios de un partido de militantes, y no de uno de
clientela. Nos interpreta un partido de vanguardia, y no uno de
administración. Nos motiva un partido de proyectos valóricos,
con respuestas programáticas serias y fundadas que, teniendo
como horizonte el Bien Común, privilegie los intereses de los
sectores populares y de la clase media, y no sirva como instrumento de los intereses de los poderosos. La Democracia Cristiana es un partido de gente honesta, que no puede ser manejada
por los que tienen dinero o se ponen al servicio de esa minoría.
En esta concepción no son aceptables las actitudes de parlamentarios que actúan por sí solos, que tienen una concepción
clientelística y de señores feudales. En estos días se aprecia que
el problema no está radicado sólo en el partido, sino que es
transversal. Personas libres que optan por asumir una misión y
que están dispuestas cumplir con los requisitos que se exigen y
a prepararse para desempeñarla, aportando a la definición del
camino, tanto cuando se gana como cuando se pierde.
Los Bomberos, la Defensa Civil, la Cruz Roja y otras entidades
no aceptan a cualquiera y exigen estar disponibles para cumplir
con los requisitos exigidos para tan digna tarea. Si la política es
una de las más hermosas expresiones de la caridad cristiana,
en la que se opta libremente por participar, y los valores y la
filosofía democrática legitiman a una organización que usa la
democracia interna para estudiar y debatir propuestas, ¿por qué
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no exigir a sus militantes conductas acordes con principios y
programas democráticamente adoptados?
Sin odiosidades ni agresiones, optamos por un partido de militantes activos en el mundo real, en las organizaciones existentes, y en las que se creen. Educándose para servir a su prójimo,
siendo los primeros en ofrecerse para las tareas, y los últimos
para disputar los cargos. Abiertos para mostrar el origen de los
recursos que usan, y categóricos para rechazar y denunciar los
intentos de corrupción.
La Concertación necesita un cambio profundo en sus propuestas y en la manera de relacionarse. En lo programático, y hasta
que no se celebre el 6ª Congreso del PDC, deben aplicarse las
propuestas que nuestro Frente de Profesionales elaboró para la
campaña presidencial, y que no fueron mayormente consideradas. Allí se plantean propuestas contra los abusos del sistema
de Isapres, recientemente abordados en una sentencia del Tribunal Constitucional. Promovemos la reforma del sistema previsional que presenta jubilaciones promedio de $171.000, cerca
de un tercio de las que paga el antiguo sistema, a un costo usurario, partiendo por una AFP del Estado. Necesitamos ampliar
el Servicio País a los profesionales de la Tercera edad que están
en condiciones de aportar su experiencia en las zonas pobres y
fortalecer sus misérrimas pensiones. Abrir espacios a los jóvenes ampliando las becas en la educación superior, rebajando
sustancialmente la tasa de interés de los préstamos universitarios y estimulando los Pueblos Jóvenes, donde con subsidios
para viviendas, capacitación y adaptación, cambiamos el horizonte de los matrimonios jóvenes, reduciendo los riesgos sociales que enfrentan y que es un estímulo fuerte para la delincuencia y drogadicción.
Necesitamos renovar nuestro compromiso con las organizaciones sociales, asumiendo sus legítimas demandas y dándoles
derecho a voto por derecho propio en nuestras Juntas Nacionales, Regionales y de todo nivel, como era antes de la dictadura.
En especial, debemos participar activamente en la defensa del
empleo, ante los más de 4 mil despidos que el Gobierno de de-
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recha ya ha concretado, y ante los miles que se avecinan al final
del año.
Debemos enfrentar los monopolios de los medios de comunicación, aprovechando las nuevas condiciones que genera la opción por la TV digital. Debemos estimular y respaldar las acciones que las universidades que tienen concesiones vitalicias
se involucren activamente en el medio y, junto a TVN refuercen el pluralismo y a la cultura. Optamos claramente por incrementar los fondos para el desarrollo de las regiones, utilizando los más de US$ 50.0000 millones de dólares que las AFP
toman de los ahorros de los trabajadores para especular en el
exterior.
Asimismo, debemos dar satisfacción a los requerimientos de
energía del desarrollo chileno, mediante el estímulo a las energías renovables, no contaminantes ni de alto riesgo para las actuales y futuras generaciones. Debemos reforzar nuestra política de integración latinoamericana, con primera prioridad con
los países limítrofes, enfatizando medidas que faciliten el intercambio humano y comercial. La promoción de la democracia,
de la paz y de los Derechos Humanos en todo el mundo, debe
seguir teniendo un papel especial en nuestras acciones.
En lo interno, el PDC necesita profundizar el diálogo y fomentar la reactivación de nuestras estructuras comunales, punto de
encuentro de nuestra variada composición y factor de irradiación en el medio local. En los dos años que vienen no hay
elecciones, por lo que se facilita la realización de encuentros
para definir las políticas nacionales, regionales y comunales,
culminando con el Sexto Congreso que, conforme a los Estatutos, corresponde celebrar el próximo año.
Particular relevancia tiene la política que definamos para fortalecer la Concertación ya que, si lo hacemos bien, podemos derrotar a la derecha en la próxima elección presidencial. No es
un secreto que muchos militantes de los partidos aliados no
votaron por Frei y que apoyaron a candidatos de otras fuerzas,
cuando sólo había un DC en la lista. Más allá de la leal y madura conducta de dirigentes concertacionistas de esos partidos, es
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necesario que nuestros aliados comprendan que impulsar con
todos los medios el debilitamiento de la DC produce un resultado negativo para toda la Concertación y no consigue abatir a
la DC. Las elecciones del año pasado lo prueban. La derrota de
Frei permite que se elija democráticamente al primer gobierno
de derecha en 50 años. La falta de apoyo a la DC no le impide a
nuestro partido elegir un gran número de senadores y diputados, viéndose afectada la Concertación que no logra el doblaje
en ningún distrito, facilitando así un gran logro para el PC que
elige 3 diputados. La conclusión es clara: debilitar a la DC es
un grave error que facilitaría la permanencia de la derecha en el
Gobierno.
Tampoco nos parece que la solución a los problemas de personalismo que vivimos pase por realizar primarias en todos los
casos. El acuerdo dado por la actual dirección del PDC a ese
criterio debe ser cambiado, ya que produciría un efecto muy
negativo en las próximas elecciones municipales, afectando las
legítimas expectativas de nuestros actuales Alcaldes o de las
personas que compitan en las comunas en que su máxima autoridad es DC. Todos estos años hemos aplicado el criterio del
que tiene mantiene, con la flexibilidad necesaria para enfrentar
situaciones especiales, ética, políticas o de otra índole. Un
acuerdo como el que se firmó el 5 de octubre pasado no fortalece a la Concertación; sólo crea un modelo para facilitar el tres
contra uno, o cuatro a uno, si se involucra al PC de una manera
no apropiada, lo que le hace daño a todos, pero, principalmente,
a la DC, profundizando las dificultades. Nadie puede tener dudas. Somos concertacionistas, por edad ―Mariano y Ricardo
desde 1969―, pero no renunciaremos jamás a aplicar criterios
políticos para enfrentar situaciones de esa índole, y una DC
fuerte es requisito esencial para la fortaleza concertacionista.
Nuestra fe y esperanza
Hacia fines de los años sesenta, construimos un tríptico que nos
dio fuerzas para vencer la adversidad y ganar para el Partido
Demócrata Cristiano un lugar de privilegio en el corazón y la
mente de los jóvenes, los trabajadores y los profesionales. Como orientación esencial que nos fortalezca espiritualmente, lo
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actualizaríamos para dar una respuesta clara a una pregunta
precisa: ¿Que es ser DC?
 Doctrinariamente, es ser cristianos, inspirados en el concepto de amor al prójimo como idea central;
 Ideológicamente, es ser comunitarios, promotores de un
cambio cultural, social y económico para promover personas solidarias y organizaciones activas ; y
 Políticamente, es ser actor en una fuerza de vanguardia, que
estudia, critica, propone, anuncia y construye cada día el
presente y el futuro.
Para resolver democrática y fraternalmente las legítimas discrepancias, necesitamos el Congreso del Partido. Para escucharnos con afecto y argumentos. Para decidir, con fundamentos y
con la participación informada y activa de los militantes, la
orientación del Partido en los próximos 4 años.
Por ello, de manera respetuosa y pública exhortamos la Directiva Nacional del PDC para que de los pasos necesarios para
convocar al Sexto Congreso Nacional de la Democracia Cristiana para octubre o noviembre del 2011, y se elija desde ya su
Comisión Organizadora.
Si las ideas que defendemos pierden en el próximo Congreso,
acataremos, como siempre, la voluntad mayoritaria y seguiremos trabajando en las áreas en que la vida nos lleve para tratar
de ganar en el próximo. Esperamos que si son otros los que
pierden hagan lo mismo.
Recogiendo el llamado del Obispado Latinoamericano, con
alegría, con fe y sobre todo con mucha esperanza, los invitamos
a ser anunciadores de buenas nuevas y no profetas de desastres.
Chile, 12 de octubre de 2010, en el 75° Aniversario de la fundación de la Falange Nacional.
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