Ganar la República Civil

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 Ganar la República Civil
Juan Miguel Matheus1
INTRODUCCIÓN
Acaso ha sido Cicerón quien más hondamente ha reflexionado sobre el
significado de la vida republicana. Lo hizo, además, desde un sitial privilegiado.
Contempló la República romana a partir de su condición de filósofo, de literato, de
jurisconsulto y, no menos importante, a partir de su condición de ciudadano de
Roma.
Pero tal contemplación fue complementada de manera esencial por la acción.
La consciencia plena del valor de su ciudadanía lo empujó ineludiblemente al
terreno de la acción. Pasó naturalmente del espacio de lo privado al espacio de lo
público. Desde muy joven fue considerado el jurista más importante de Roma. Se
dedicaba al ejercicio privado de su profesión. Sin embargo, no fue por mucho
tiempo que ejerció el Derecho. Muy pronto comenzó a convertirse en el estadista
cuya vida es hoy legado moral de la humanidad. Llegó a ocupar distintos cargos de
servicio público hasta alcanzar el de mayor dignidad de su tiempo: Cónsul de Roma.
Cicerón fue, como coinciden los estudiosos, un siervo fiel de su patria.
Ahora bien, ¿qué nos sugiere esta doble condición de hombre contemplativo
y hombre de acción que caracterizó a Cicerón? ¿Qué debemos aprender de esa
dualidad existencial? ¿Qué nos dice lo anterior para Venezuela? Mucho. Es mucho
lo que sugiere, es mucho lo que debemos aprender, es mucho lo que nos dice. Pero
en especial, debe grabarse a fuego en nuestras almas una verdad imperecedera que es
reflejada con un brillo especial en vida del propio Cicerón: la República es, a un
tiempo, (i) un orden de contemplación en común de los valores del espíritu humano
y (ii) un orden de acción práctica, de lucha en común por la justicia. O dicho de otra
1
Discurso pronunciado en el acto de cierre de la segunda edición del programa La Juventud y el Destino de la Nación (2011-­‐2012), celebrado en el Hotel President de Caracas los días 22 y 23 de junio de 2012. 1 manera, quizás más sencilla: la República es un orden moral de contemplación y
acción para la vida en común.
Que sea un orden de contemplación significa que es un ámbito de vida
común en donde debe aspirarse –también en común, y sin esto carecería de sentido
y de finalidad– a (i) la búsqueda de la verdad y el bien, (ii) al encuentro de la verdad
y el bien, y, por último, (iii) al amor vivencial de la verdad y el bien. Repito: buscar,
encontrar y amar la verdad y el bien. O en otras palabras: la República, tal como la
concibió Cicerón –y con él figuras equivalentes de otros tiempos como, salvando las
distancias, Tomás Moro o, en el caso criollo, Juan Germán Roscio– es una
gravitación vital junto con otros –con todos, se podría decir– que nos lleva a acoger
en nuestras vidas lo bueno y lo verdadero.
Que sea un orden de acción práctica significa, por su parte, que no es una
realidad a priori, que no es algo dado necesariamente por la naturaleza a los hombres.
La República, por el contrario, es fruto del esfuerzo humano. Del actuar humano
libre, generoso y responsable. Nace y persiste en virtud de la lucha de los hombres
por la justicia. Se forja en el fragor de una lucha que es tanto individual como
colectiva. Es una lucha que, por el mismo orden de las cosas, es decir, por tener
como objeto a la justicia, es común, pues la justicia es la virtud propia de lo común.
En definitiva, se trata de un luchar por la justicia que, siguiendo lo que diría Platón
en su conocidísima obra El Político, ha de ser (i) prudente y (ii) decidida.
Quiero insistir en el carácter dual de la República, en su modo de ser con
unicidad en el que se hacen mejores las personas. Es (i) contemplación común de la
humanidad del hombre y vivencia de sus valores, pero también es (ii) dinamismo
actuante de esa misma humanidad articulada en común. No existe una verdadera
República sin la conjunción efectiva y permanente de ambas dimensiones. La
contemplación sin la acción puede llegar a ser cultivo de la interioridad humana,
pero no necesariamente construcción del espacio de lo público. Por su parte, la
acción sin la contemplación es mera afirmación de la voluntad. Es ímpetu
2 desplegado de las energías humanas, pero sin referentes morales, sin sentido de
finalidad. Las autocracias, por ejemplo, especialmente las totalitarias, son muestras
claras de acción decidida, muy decidida, pero vaciadas de contemplación. Por eso, el
de las autocracias no puede ser un orden de acción justa ni de acción por la justicia.
En este punto quiero aterrizar súbitamente todo lo que he explicado hasta
ahora, hacerlo palpable en la hora de pueblo que vivimos. Quiero ponerlo en
referencia con nuestra querida Venezuela. En nuestro país logramos, en el año 1958,
instaurar una República, es decir, construimos un orden moral de contemplación y
acción para la vida en común que, con las imperfecciones propias de la condición
humana y, en nuestro caso, a pesar de la huella de la historia autocrática de
Venezuela, nos permitió vivir en paz, en justicia y en libertad por varias décadas.
Hoy, sin embargo, nos encontramos ante un desgarre traumático. Se ha
impuesto entre nosotros –uso el verbo deliberadamente– un modo de entender la
vida política del hombre que cercena la posibilidad de contemplar vivencialmente
los valores del espíritu humano que hacen cobrar sentido a una República.
Presenciamos, por el contrario, un orden de acción decidida. Una acción decidida
por la injusticia. Se cumple entre nosotros aquello que sostendría Platón: que el
tirano, si bien es el último en prudencia y justicia, no es superado por nadie en el
obrar firme, en el empeño de esclavizar.
Lo anterior significa una verdad dolorosa. En Venezuela no hay auténtica
República ni vida republicana. No por lo menos en el sentido que he descrito antes:
contemplación para la acción común por la justicia. Podría haberla en sentido
nominal, formal o, quizá, de manera hueca en el verbo vacío de quienes detentan el
poder en Venezuela.
No solo es que perdimos la democracia, la cual, por supuesto, perdimos. Ello
en sí mismo no sería tan grave si se mantuvieran las condiciones de justicia en
Venezuela, en el sentido de que la democracia no es un fin en sí mismo. El
3 problema, lo que verdaderamente debe llevarnos a la acción, es que perdimos la
democracia y, después de ella, perdimos la República.
Esta presentación tiene por título ¨Ganar la República civil¨. Tenemos que
hablar sobre cómo vamos recuperar un orden para la contemplación y la acción
común por la justicia en Venezuela. Ello, como se comprenderá, es imposible en
una conferencia de esta naturaleza. Sin embargo, intentaré esbozar algunas ideas
gruesas al respecto. Para hacerlo dividiré mi exposición en tres partes. Primero,
trataré sobre el concepto clásico de República y sobre sus características. Luego, en
segundo lugar, intentaré caracterizar, por contraste con las notas que definen a una
verdadera República, qué es lo que padecemos hoy en día en Venezuela. Y por
último, transmitiré algunas ideas sobre las que pienso deben ser las líneas de nuestra
acción política orientada a ganar la República civil. Comencemos, entonces, por lo
primero, por el concepto de República y por sus características.
SOBRE EL CONCEPTO DE REPÚBLICA. SUS CARACTERÍSTICAS
El concepto clásico de República también se lo debemos a Cicerón. En su
célebre libro titulado, precisamente, La República, este se pregunta a sí mismo: ¿Qué
es la República? Y contesta: la cosa del pueblo (res-publicae). A continuación sigue el
interrogatorio consigo mismo. Dice: ¿Y qué es el pueblo? A lo que responde: el
pueblo es la muchedumbre agrupada en torno a la justicia.
Esta definición constituye, por sí misma, un programa ético. La República es
en la práctica un marco moral para las relaciones humanas en la ciudad, para la
ordenación de lo común de acuerdo a la virtud de la justicia. Aquí debemos hacer
tres consideraciones. Del concepto de República derivan tres aspectos esenciales: el
primero es la idea de totalidad: la República nos incluye a todos. El segundo,
podríamos llamarlo de subjetividad. El pueblo cobra existencia para la acción
colectiva como un sujeto, se articula para actuar en lo común. Y lo tercero, es algo
que podría ser referido como la limitación de la subjetividad del pueblo. El pueblo,
4 aunque articulado para la acción, debe someterse a cauces morales. Por eso debe
agruparse en torno a la justicia, como señaló Cicerón. De lo contrario sería
meramente muchedumbre, pero no sujeto de vida republicana.
Esta última consideración nos pone frente a una verdad que vivió y denunció
Agustín de Hipona frente a la crisis moral de la República romana que a él le tocó
presenciar. Las Repúblicas, advierte Agustín, pueden dejar de existir, pueden dejar
de ser. ¿Y cuándo deja de existir una República? Precisamente, deja de hacerlo
cuando el pueblo –bien por causa externa, bien por causa interna– se desarticula.
Cuando no se agrupa en torno a la justicia, cuando la injusticia se convierte en la
medida de lo humano, cuando son la fuerza y la voluntad, y no la justicia y la razón,
la vara de la convivencia en ciudad. En ese momento cesa la existencia de la
República. Pero también cesa la existencia del pueblo (no de la sociedad). Las
muchedumbres se devuelven, así, a un estadio inferior de vida moral que es la mera
agregación de sujetos individuales o de grupos no eslabonados para la acción
común.
Ahora bien, para que una República sea tal deben suscitarse algunas
condiciones que, de manera conjunta, hagan posible la vida republicana. Nótese que
deben darse de manera conjunta, no de manera alternativa. Ellas son:
1. Virtud y calidad humanas.
2. La primacía de la verdad sobre el poder.
3. La rectitud del discurso público.
4. El gobierno de la ley, no de los hombres.
5 5. El derecho a existir del adversario.
6. La primacía de lo civil frente a lo militar.
LA NO-REPÚBLICA EN VENEZUELA
Visto todo lo anterior, nuevamente aparece la pregunta: ¿hay República en
Venezuela? La respuesta es que, más allá de la letra muerta de la Constitución y del
cinismo del régimen, no hay vida republicana en nuestro país. La República dejó de
existir.
¿Y qué caracteriza, entonces, al régimen que hay en Venezuela? Lo caracterizan,
precisamente, los elementos que niegan y desdicen de la vida republicana:
1. Vicio y vileza.
2. La corrupción del poder.
3. La corrupción del discurso público.
4. El gobierno de un hombre, que no de la ley.
5. La dominación del adversario.
6 6. Militarismo.
EL CAMINO PARA GANAR LA REPÚBLICA CIVIL
Llegados a este punto nos preguntamos: ¿cómo se concreta la respuesta del
joven político, del corazón del joven político, en la lucha por ganar la República
civil? ¿Cuál es el cauce de acción por el cual debe discurrir el ejercicio de mi
vocación política en el año 2012?
Estas preguntas pueden ser enmarcadas por una imagen platónica. En el
Critón, Platón crea un diálogo entre Sócrates y las Leyes de Atenas. Estas últimas lo
interpelan y le preguntan si acaso es capaz de atentar en contra de ellas, de
maltratarlas, de actuar impíamente.
Imaginemos por un segundo que la República de Venezuela, la que
perdimos, o la que está por venir, la que construiremos, se encarna, se colocan de
pie ante nosotros y nos hablan de la siguiente manera: Y tú, joven político,
esperanza de Venezuela: ¿qué vas a hacer aquí y ahora para ganarme un nuevo
espacio en la vida de los venezolanos? ¿En qué emplearás tu tiempo para que sea la
justicia y no la barbarie lo que ordene la convivencia en el país? ¿Qué disposiciones
interiores vas a cultivar en tu alma para ser generoso, para consagrarte sin medida en
la construcción de un orden moral que nos haga retomar el rumbo histórico y vivir
en libertad, con paz y con justicia?
Las respuestas, obviamente, deben ser radicales. Debemos llegar a fondo y
movernos a un compromiso sincero que desde ahora debe ser para toda la vida.
Nosotros no vinimos a la política circunstancialmente. No estamos en lo público
por afición. Hemos descubierto una vocación, la vocación política, que tiene
carácter profesional y que debe ser cultivada de una manera delicada, cual tesoro.
Porque, entendámonos bien. Este año, que es crucial, no solo está en juego
ganar una elección o no. Se ventila la posibilidad de crear la crisis de patria que nos
7 permita aspirar a reconstruir moralmente a Venezuela. Pero la plenitud de nuestra
vocación política no se alcanza, no podría alcanzarse, el 7 de octubre.
Ninguno de nosotros está aquí solo para ganar una elección, por importante,
que sea. El programa que se nos presenta en el horizonte de nuestra vocación
política, de nuestros días como servidores públicos, es el de ganar, consolidar,
fortalecer y mantener una República civil. Se trata de una obra de toda la vida, en
cuyo cumplimiento residirá, no lo dudo, buena parte de nuestra felicidad.
En este sentido, creo son varias las tareas que debemos asumir para colocar
nuestras vidas en función de la salud de la República:
1. Comenzar el camino de la virtud heroica.
2. Tomar el poder.
3. No renegar de nuestros errores como pueblo. Aprender de ellos.
4. Cultivar una visión trascendente de la política.
5. Cultivar la esperanza.
Termino con una cita que siempre ha estado presente ante mi conciencia. Me ha
ayudado en todo momento, especialmente cuando siento desánimo frente al
cumplimiento del deber. Son unas palabras de un psicólogo norteamericano llamado
William James, a propósito de los frutos de la formación intelectual. Dice: ¨No
permitáis que ningún joven esté ansioso acerca del resultado final de su educación.
8 Cualquiera que sea la línea de su especialidad, si se mantiene fielmente ocupado cada
hora del día laborable puede dejar, sin riesgo alguno, que el resultado aparezca por sí
mismo. Puede contar con perfecta certeza, que se despertará una bonita mañana
para encontrarse a sí mismo como uno de los hombres competentes de su
generación¨.
Intentemos aplicarnos esas palabras a nosotros mismos en el contexto de
nuestras vidas de servicio político. Sería algo así: ¨No nos permitamos estar ansiosos
acerca de los frutos de nuestra vocación política. Y menos por frutos de poder.
Cualquiera que sea nuestro partido político, cualquiera que sea nuestro Estado de
procedencia, si nos mantenemos fielmente sirviendo cada hora del día laborable, si
nos mantenemos luchando por la verdad y la justicia cada instante de nuestra
existencia, si nos aferramos esperanzada y firmemente a la convicción de que el mal
no prevalece sobre el bien, podemos dejar, sin riesgo alguno, que el resultado
aparezca por sí mismo. Podemos contar, con perfecta certeza, que nos
despertaremos una bonita mañana para encontrarnos entre los hombres y mujeres
que han alcanzado plenitud y felicidad en el servicio público, entre los hombres y
mujeres que han entregado su vida a ganar una República civil para los
venezolanos¨.
Ello es una aventura posible. Ello es una aventura necesaria. Ello es lo que
Venezuela espera de los jóvenes de JDN.
Muchas gracias.
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