E ra una noche de Año Nuevo envuelta en la neblina, la ciudad estaba desierta y atestada de gente a la vez: los rostros y las formas surgían de repente de la penumbra, imprevisibles e inevitables como el destino. Caras bobas y sonrientes me rondaban, ensombrecidas por gorros o sombreros horrendos; los coches que pasaban junto a la acera rociaban a los transeúntes con el agua negra y gélida de los charcos. De vez en cuando alguien hacía sonar junto a mi oído una enorme trompeta de papel adornada con flecos, cuyo estruendo me llenaba de malos presentimientos como si viera la pesadilla de la resurrección, y entonces estallaban también petardos echando chispas a mis pies. Tenía que llegar a una dirección en el centro, a una dirección conspirativa, por así decirlo, donde una serie de intelectuales de la misma laya celebraban la oposición polaca, la última edición de samisdat y el año nuevo que llegaba. Quien sabe cómo, B se convirtió en el centro de la reunión esa Nochevieja, cosa que él no podía querer. ¿O lo quería tal vez? ¿Cómo fue a parar allí? Imre Kertész - Liquidación Día de Libro 23 de abril de 2014