CAPÍTULO 7 Desde la farsa electoral hasta la fuga de Batista A juzgar por el testimonio escrito disponible, el derrumbe del régimen batistiano, entre el 3 de noviembre y el 31 de diciembre, constituyó un proceso de vertiginoso, sorprendente e inapelable desenlace para los funcionarios norteamericanos. En un informe redactado y enviado por el primer Secretario de la Embajada norteamericana en Cuba y jefe de la Sección Política, John L. Topping, más de dos meses después del triunfo de la Revolución —el 23 de marzo de 1959—, al Departamento de Estado, en el cual intentaba explicar la caída de la dictadura de Batista, confesaba con franqueza: La salida precipitada de Fulgencio Batista y el colapso de su régimen el 1ro. de enero de 1959, han sido desde entonces temas de conjetura y especulación. La opinión más sostenida por los observadores de la escena cubana era que el curso de los acontecimientos favorecía a los revolucionarios (en diciembre de 1958), y que resultaba probable que el régimen de Batista cayera en un futuro bastante cercano. También se pensaba que Batista haría todo el esfuerzo posible por mantenerse en el poder hasta la terminación de su mandato presidencial, el 24 de febrero de 1959. La mayor parte de los observadores estimaban que existía una buena posibilidad para lograrlo, y que el período crítico, probablemente incluyendo la desaparición de su régimen, ocurriría en los días inmediatos posteriores a la inauguración de su sucesor, Andrés Rivero Agüero. El colapso del régimen era esperado y pronosticado, pero el 163 plazo y la rapidez del acontecimiento constituyeron hasta cierto punto una sorpresa.1 Muchos de los documentos reflejan la frustración y el desconcierto de esos funcionarios norteamericanos ante el fracaso de la política del Gobierno de los Estados Unidos hacia Cuba en sus intentos por impedir el triunfo de la Revolución. En los primeros días después de la farsa electoral hubo un intento por estructurar una estrategia similar a la seguida durante el año, pero a partir de lograr que el “presidente electo” Andrés Rivero Agüero tomara la iniciativa política y presentara un plan que le permitiera a los Estados Unidos extenderle todo su apoyo, sin enfrentar un repudio generalizado. Esta alternativa demostró ser inoperante en breve tiempo. A continuación, se pretendió en vano acelerar la salida de Batista y su sustitución por una Junta Cívico-Militar, lo que también resultó un fracaso, en un período aún más corto. De ahí en adelante, el Gobierno norteamericano intentó identificar una “tercera fuerza” u “hombre fuerte” que bloqueara la llegada al poder el Movimiento 26 de Julio dirigido por Fidel Castro, gestión esta que también se malogró. De manera paralela, se había iniciado un proyecto destinado a lograr una “mediación latinoamericana”, pero por la lentitud con que este se desarrolló, apenas se puso en marcha el 31 de diciembre de 1958, cuando Batista huía. La realidad del caso era que, para finales de noviembre, a los Estados Unidos no le quedaban recursos viables, salvo la intervención militar directa, lo cual era posible desde el punto de vista material, pero resultaba muy peligroso en términos políticos. El primer paso dado por el embajador norteamericano Earl E. T. Smith fue el de invitar a Rivero Agüero, el 15 de noviembre, a un almuerzo en su residencia con el objetivo de analizar con él sus planes para solucionar la situación revolucionaria. El político batistiano delineó a grandes rasgos un proyecto, que consistía en la convocatoria a una asamblea constituyente en el primer año de su mandato y, si era necesario, acortaría a dos años su período presidencial, en vez de los cuatro para los que había sido “elegido”. Expresó que no podía negociar con el movimiento revolucionario y que a Fidel Castro debían matarlo o capturarlo. Cuando el Embajador le preguntó si creía que eso se podía lograr antes del 24 de febrero, Rivero Agüero respondió, como es lógico, que eso solo se lograría si los Estados Unidos suministraban al Ejército el armamento necesario. Ambos exploraron la conveniencia de que Rivero Agüero viajase de un modo informal a los Estados Unidos a finales de diciembre, como solía hacer todos los 1 Despacho número 1060 de la Embajada norteamericana en La Habana al Departamento de Estado, del 23 de marzo de 1959, en Department of State: Foreign Relations of the United States, 1958-1960, vol. VI, Cuba, United States Government Printing Office, Washington, 1991, p. 434. 164 años durante las Navidades, con el fin de presentar su plan y sondear la posición del Gobierno norteamericano. El Embajador, sin embargo, alertó que dada su nueva condición de “Presidente electo”, el Departamento de Estado debía ser consultado sobre la conveniencia de esa visita. Rivero Agüero, por su parte, indicó que Batista no estaba de acuerdo con la idea, pero él había preferido examinar tentativamente el asunto con Smith. El tema quedó pendiente para una decisión posterior.2 Al día siguiente, Batista se entrevistó con Smith e intentó de nuevo utilizar la protección del acueducto de Yateras como instrumento de extorsión para obtener lo que, en su opinión, podía salvarlo: una nueva venta de armas que patentizara el apoyo de los Estados Unidos o una intervención militar norteamericana. En esta ocasión, argumentó que en esa localidad el Ejército mantenía una guarnición de 100 hombres, pero que estaban aislados y mal equipados, lo que los convertía en “carnada” para los rebeldes, quienes querrían tomar el acueducto por motivos de propaganda. El Dictador le dijo al Embajador que existían tres alternativas: 1. Que los Estados Unidos le vendieran el armamento necesario para la defensa de la instalación; 2. que se retirara el personal militar cubano y se dejara un grupo de custodios civiles, pero con comunicación con la base; o 3. mantener allí los soldados, a sabiendas de que no estaban preparados y podrían resultar “sacrificados”.3 En su mensaje al Departamento de Estado sobre esta entrevista con Batista, Smith terminó con esta advertencia apocalíptica: “Teniendo en cuenta los acontecimientos recientes que incluyeron la pérdida de vidas americanas, el sabotaje de bienes americanos, la expoliación de americanos, el secuestro de americanos, y el hecho de que el Gobierno de Cuba es a quién pedimos protección, favor indicarme qué respuesta debo dar al Presidente”.4 Al día siguiente, el Departamento de Estado contestó que las dos primeras opciones eran inaceptables y que el Gobierno de los Estados Unidos prefería la tercera.5 El 18 de noviembre, Ricardo Artigas, un exilado cubano vinculado al 2 Memorándum sobre una conversación entre el embajador norteamericano Earl E. T. Smith y el presidente electo Andrés Rivero Agüero, del 15 de diciembre de 1958, en Ibídem, pp. 252-256. 3 Cable cifrado número 507 de la Embajada norteamericana en La Habana al Departamento de Estado, del 16 de noviembre de 1958, en Ibídem, p. 257. 4 Ibídem. 5 Ibídem, p. 257. 6 Participó desde el inicio en las conspiraciones castrenses contra el presidente Carlos Prío Socarrás, en 1952. Jorge García Tuñón pronto entró en contradicción con Batista, quien lo envió como Agregado Militar a Chile, desde donde más tarde pasó al exilio en los Estados Unidos. 165 general Jorge García Tuñón,6 visitó en Washington al director de la Oficina de Asuntos del Caribe y México en el Departamento de Estado William Wieland, diciendo que venía a nombre del militar cubano para transmitirle la opinión que aquel tenía de que la única salida posible para la situación en Cuba era un golpe de Estado militar apoyado por civiles. A tales efectos, García Tuñón pensaba regresar a La Habana y buscar apoyo entre los oficiales “sin manchas”, pero para que esta maniobra tuviera éxito, era necesario contar con el “apoyo moral discreto” de los Estados Unidos. Según informó Wieland a sus superiores, al preguntarle a Artigas qué implicaba la fórmula en cuestión, este le sugirió que los oficiales de las misiones militares norteamericanas en Cuba podían proponer “discreta e informalmente” a los militares cubanos la idea de que “debía haber un cambio de Gobierno”. El funcionario norteamericano afirmó haberle dicho a su interlocutor que el Gobierno de los Estados Unidos “no tenía intenciones de intervenir en la pelea cubana”.7 Esta última aseveración resulta paradójica, teniendo en cuenta que dos días después, el 20 de noviembre, el propio Wieland instruyó a Edward S. Little, quien había sustituido a C. Allan Stewart como subdirector de la Oficina de Asuntos del Caribe y México, que analizara la posibilidad de que se persuadiera a Rivero Agüero para que le enviara una carta a Batista, en la cual solicitara la convocatoria a elecciones para una asamblea constituyente uno o dos meses después de producirse la transferencia de poderes. Como se ve, para Wieland el concepto de “no intervención” tenía un significado muy peculiar.8 Ese mismo mes, el embajador Smith viajó a Washington para realizar consultas. El día 22 de noviembre se produjo una reunión en el Departamento de Estado con su presencia y la del secretario de Estado Adjunto para Asuntos Interamericanos Roy Rubottom, el vicesecretario de esa instancia William P. Snow, además de William Wieland, Terrance G. Leonhardy, Edward S. Little y Robert A. Stevenson. Este último analista en la División de Investigación y Análisis para las Repúblicas Americanas. Smith inició el cónclave informando de su almuerzo con Rivero Agüero y sugiriendo que se debía respaldar su proyecto. Rubottom expresó la opinión de que ese proyecto solo podía tener éxito si se daban una serie de condiciones, entre las cuales incluyó que: Batista debía retirarse totalmente de la escena política; las diferentes agrupaciones cívicas, los partidos de 7 Memorándum sobre la conversación entre el director de la Oficina de Asuntos del Caribe y México William Wieland y Ricardo Artígas, del 18 de noviembre de 1958, en Ibídem, p. 259. 8 Memorándum del director de la Oficina de Asuntos del Caribe y México William Wieland al subdirector de esa Oficina Edward S. Little, del 30 de noviembre de 1958, en Ibídem, p. 261. 166 la oposición y la Iglesia Católica debían respaldar el plan, y que los militares debían aceptarlo. Asimismo, manifestó su criterio de que Rivero Agüero tendría que comenzar a dar pasos en ese sentido, aún antes de su “inauguración”, el 24 de febrero. Entre tanto, no sería conveniente un viaje de este a los Estados Unidos. El Secretario de Estado Adjunto concluyó diciendo que de lo que sí no cabía duda ninguna era de que “el Departamento se sentiría muy desalentado con la perspectiva de la toma del poder por parte del Movimiento 26 de Julio”.9 Durante un almuerzo que siguió a la reunión, Wieland sugirió a Smith la conveniencia de que se mantuviera en contacto con sus homólogos del continente en La Habana, pues, según argumentó, era importante, desde el punto de vista de la opinión pública hemisférica, la aceptación latinoamericana, además de la de los Estados Unidos, de cualquier solución.10 El día 24 de noviembre, la Junta Nacional de Inteligencia, integrada no solo por la CIA, sino también por el resto de las instituciones que forman la llamada “comunidad de inteligencia” de los Estados Unidos —entre ellas, los Servicios de Inteligencia del Departamento de Estado, del Ejército, de la Marina de Guerra, de la Fuerza Aérea y del Estado Mayor Conjunto—, emitió un Estimado Nacional Especial de Inteligencia,11 con la clasificación SNIE 85-58, sobre “La situación en Cuba” y sus perspectivas para los meses subsiguientes. Conviene reproducir textualmente los dos párrafos de conclusiones de este documento, cuya importancia no debe ser subestimada. 1. Las elecciones nacionales del 3 de noviembre y la eventual inauguración de Rivero Agüero, el 24 de febrero, han tenido poca trascendencia para el callejón sin salida político y militar en Cuba. El dirigente rebelde Fidel Castro continúa su campaña de guerra de guerrillas, pero este movimiento, junto a otros grupos de la oposición existentes, probablemente no pueda derrocar al Gobierno en los meses próximos inmediatos. Por otra parte, las fuerzas armadas cubanas no pueden aniquilar al movimiento guerrillero, a no ser que sean mejor entrenadas, avitualladas y equipadas, y más moti9 Memorándum sobre una conversación en el Departamento de Estado, del 22 de noviembre de 1958, en Ibídem, p. 264. 10 Ibídem, p. 264. Es conveniente subrayar este planteamiento de Wieland, porque, según se verá más adelante, una de las vías que intentarían utilizar los Estados Unidos para bloquear el triunfo de la Revolución sería la de involucrar a un grupo de personalidades latinoamericanas en un intento de mediación. 11 Este tipo de documento no se preparaba regularmente, sino solo en aquellas ocasiones en que una situación o problema determinado era considerado por la comunidad de inteligencia como “muy crítico”. Entonces se emitía un breve documento que alertaba a la alta dirección del país. 167 vadas, y a no ser que las fuerzas rebeldes en efecto sean aisladas de fuentes externas de suministro. 2. Las Fuerzas Armadas cubanas, sin embargo, siguen siendo el elemento más importante capaz de romper el punto muerto político, si deponen al régimen y establecen una Junta. Si se produjera una brusca intensificación de la oposición popular o laboral al régimen, es posible que un grupo de los militares pueda llevar a cabo tal acción. Resulta muy poco probable que una Junta dominada por militares pueda restablecer la paz en Cuba dentro del período de este estimado, a no ser que su membresía y sus acciones sean de tal naturaleza, que logren convencer a la oposición revolucionaria de que está en disposición de cederle una influencia significativa en el Gobierno Provisional.12 Como se puede comprobar, este pronóstico, si bien reconocía que el Ejército de Batista no podría derrotar a la guerrilla, cometía el error de vaticinar que el movimiento revolucionario no estaba en condiciones de alcanzar la victoria en el futuro inmediato, apenas 37 días antes de que ello se materializara. El estimado partía de un criterio exagerado acerca del papel de los militares, sin percatarse de hasta qué punto había llegado la desmoralización en las filas del Ejército batistiano. Es interesante resaltar que los jefes de Inteligencia del Ejército y de la Fuerza Aérea aprobaron el documento, pero sugirieron infructuosamente hacerle algunas modificaciones, entre las que se destacaba la apreciación siguiente: “No hemos podido identificar un liderazgo en ciernes en el Ejército cubano capaz de derrocar al régimen de Batista en el período que cubre este estimado”.13 Por venir de oficiales superiores de dos servicios que tenían representantes en Cuba a través de los agregados y las misiones militares, esta valoración resulta significativa. El 25 de noviembre, se produjo una nueva conversación entre Rivero Agüero y Smith, en la cual este le trasladó al político batistiano las conclusiones a que habían llegado en Washington, durante la reunión celebrada tres días antes. Como la respuesta del Departamento de Estado no había sido favorable a un viaje del nuevo Presidente, Smith sugirió que, en su lugar, enviara a un emisario personal. Después de meditarlo, Rivero Agüero planteó la eventualidad de encargarle esa misión al ex primer Ministro del gobierno de Batista Jorge García Montes, con lo que estuvo de acuerdo el Embajador. Pero lo más importante de esta reunión fue que, a diferencia de su encuentro anterior, en esta ocasión el sucesor del Dictador no puso tanto 12 Estimado Nacional Especial de Inteligencia “La situación en Cuba”, SNIE 85-58, del 24 de noviembre de 1958, en Department of State: Ob. cit., pp. 265-266. 13 Ibídem, p. 266. 168 énfasis en sus planes políticos, como en la necesidad de que se llevaran acabo “operaciones militares exitosas”, que redujeran la amenaza rebelde antes de su asunción del poder. Añadió que ese era un problema que Batista tendría que dejarle resuelto o en vías de solución. Smith comprendió el mensaje que le transmitía Rivero Agüero y así se lo hizo saber.14 Al día siguiente de su reunión con Rivero Agüero, el 26 de noviembre, Smith recibió el cable cifrado número 292 del Departamento de Estado, firmado por el secretario de Estado John Foster Dulles, en el cual se resumía lo acordado en la reunión del 22 de noviembre, en Washington. Se le indicaba al Embajador que debía transmitir al Gobierno cubano que el apoyo material de los Estados Unidos dependería del respaldo que, para sus planes, el gobierno de Rivero Agüero recibiera de las organizaciones cívicas, la Iglesia Católica y las Fuerzas Armadas. Los funcionarios en Washington estimaban que un hecho determinante en el logro de ese sostén era que Batista abandonara el país y se alejara de la escena política. La naturaleza y envergadura de la ayuda de los Estados Unidos serían estudiadas a la luz de los logros de Rivero Agüero. Finalmente, retomando la recomendación de Wieland, se instruía de manera formal a Smith que mantuviera una coordinación discreta con los jefes de las misiones diplomáticas en otros países del hemisferio, cuyas opiniones eran importantes.15 En sus memorias, Wayne Smith le dio mucha importancia a este mensaje. Alegó que el Embajador había violado las instrucciones, al transmitirle a Batista y a Rivero Agüero señales opuestas. Según él, el Embajador dio largas al mensaje hasta que no le quedó más remedio que comunicarlo el 17 de diciembre, o sea, tres semanas después de recibirlo.16 Una nueva intentona para provocar un incidente alrededor del acueducto de Yateras que posibilitara la intervención militar norteamericana se gestó el 28 de noviembre. Alegando que el suministro de agua a la Base Naval de Guantánamo se había interrumpido de modo parcial durante los días 23, 25 y 27, el Departamento de Marina solicitó al Departamento de Estado su consentimiento para que el nuevo jefe de la instalación, contralmirante Frank W. Fenno Jr. , enviara un destacamento de marines hasta Yateras.17 14 Memorándum sobre una conversación entre el embajador norteamericano Earl E. T. Smith y el presidente electo Andrés Rivero Agüero, del 25 de noviembre de 1958, en Ibídem, pp. 266-269. 15 Cable cifrado número 292 del Departamento de Estado a la Embajada norteamericana en La Habana, del 26 de noviembre de 1958, en Ibídem, p. 270. 16 Wayne Smith: The Closest of Enemies: A Personal and Diplomatic Account of U.S.Cuban Relations since 1957, W.W. Norton & Company, Nueva York, 1987, p. 35. 17 Memorándum preparado por el Buró de Inteligencia e Investigaciones del Departamento de Estado, del 28 de noviembre de 1958, en Department of State: Ob. cit., p. 272. 169 Por su parte, el 29 de noviembre, Smith informó que Batista estaba dispuesto a enviar una compañía de soldados, pero ponía como condiciones que estos pudieran desembarcar en la Base y, después de avituallarse allí, dirigirse hasta el acueducto “guiados” por personal militar norteamericano con el cual quedarían en contacto a través de equipos de comunicaciones puestos a su disposición por la jefatura. Ese mismo día, el Departamento de Estado emitió una nota de prensa en la que calificaba de “graves” los incidentes y demandaba que se pusiera fin y no se repitieran esos actos irresponsables. Se esperaba que esta declaración de tono amenazante sirviera de alerta para enviar los marines, en caso de no resolverse la situación.18 Con posterioridad, el propio Departamento de Estado comunicó a la Embajada, por medio del cable cifrado número 314, del 2 de diciembre, que no se autorizaría el plan propuesto por Batista.19 El mismo día 28, un comité integrado por ejecutivos norteamericanos en Cuba —los mayores beneficiarios del sistema neocolonial— se reunió con el embajador Smith, quien en el mes de abril había constituido con ellos un grupo consultivo que lo asesoraría y apoyaría en sus funciones.20 Participaron en esa reunión representantes de la Portland Cement Company, de la Moa Bay Mining Company, del First National Bank of Boston, de la ESSO Standard Oil, de la Cuban-American Metals Distributors Inc., y de Víveres, S. A., la subsidiaria cubana de la cadena de comercio Woolworth’s. Según Smith informó a Washington, los hombres de negocios le habían trasladado sus opiniones, que se resumían en cuatro puntos: 1. La situación cubana se deteriora muy rápidamente. Si los Estados Unidos no le dan un fuerte apoyo, Batista no puede sobrevivir hasta el 24 de febrero, ni siquiera llegaría hasta el 1ro. de enero. Incluso con ese apoyo, es dudoso que pueda terminar su mandato. 2. El movimiento está inspirado y dominado por los comunistas. 3. Un triunfo del movimiento de Castro provocará un derramamiento de sangre que dejará pequeña la sangrienta secuela provocada por el derrocamiento de Machado. Los Estados Unidos, por su propio interés y por el de los cubanos que los miran en busca de ayuda, no deben esperar pacientemente que esto ocurra. 4. Ya que resulta inconcebible que los Estados Unidos ayuden a Castro, y como probablemente ya es tarde para ayudar a Batista, los Estados Unidos deben promover y conceder ayuda completa y efectiva, incluyendo armas, a una Junta Cívico-Militar. El grupo estima 18 Véase Nota Editorial número 166, en Ibídem, p. 273. 19 Cable cifrado número 314 del Departamento de Estado a la Embajada norteamericana en La Habana, del 2 de diciembre de 1958, en Department of State: Ob. cit., pp. 275-276. 20 No queda claro de quién partió la iniciativa para esta reunión. 170 que la Junta probablemente esté en mejores condiciones para recabar amplio apoyo popular y debilitar a Castro si incluyese algunos de los mejores elementos del presente Gobierno de Cuba, de la oposición política y de los grupos cívicos que ahora apoyan a Castro.21 Aunque se aclaraba que no había evidencia nueva alguna de que el Movimiento 26 de Julio estuviera dominado por los comunistas, se enfatizaba que había acuerdo unánime en el punto dos, reforzado por la “experta” opinión de G.W. Potts, representante de la ESSO Standard Oil en Cuba, quien afirmó que el último comunicado del Movimiento 26 de Julio era extraordinariamente similar a uno emitido por el gobierno de Jacobo Arbenz, en Guatemala, donde él había trabajado antes de venir a Cuba. En relación con el punto tres, resultaba evidente que, ni para los hombres de negocios norteamericanos ni para su Embajador, la inclusión en una eventual Junta Cívico-Militar de personas pertenecientes o estrechamente vinculadas al Movimiento 26 de Julio y otros grupos revolucionarios era una opción aceptable, por eso la fórmula: “grupos cívicos que ahora apoyan a Castro”. Ello subraya el carácter contrarrevolucionario de esa propuesta El embajador Smith, convencido aún de que apoyar a Rivero Agüero podía ser una alternativa viable a esas alturas, aclaró en su mensaje al Departamento de Estado que no estaba muy de acuerdo con todo y, en específico, que era muy pronto todavía para estar seguro acerca del punto uno. Sus argumentos son muy interesantes, pues demuestran hasta qué grado estaba comprometido con Batista. Por ello, cuestionó la promoción de una Junta Cívico-Militar, al considerar ese recurso “peligroso” y “de éxito incierto”. Más sorprendente aún, lo calificó, en primer lugar, de “no pacífico”22 y, en segundo, de “inconstitucional”.23 Por estas razones, Smith se atrevió a proponer que se hicieran gestiones para que Batista entregara la presidencia a Rivero Agüero lo más pronto posible, después de lo cual, y garantizado el apoyo de los militares a este, los Estados Unidos le brindarían su apoyo total.24 Según el Embajador norteamericano, los miembros del grupo asesor de hombres de negocios recomendaron que solicitara permiso para trasladarse a Washington, con el objetivo de realizar consultas y presentar estos puntos de vista. Smith lo informó en el cable cifrado número 571 al De21 Departamento de Estado: Ob. cit., p. 276. 22 Este argumento es paradójico, pues el propio Embajador reconocía que apoyar a Andrés Rivero Agüero significaba la continuación de la guerra. 23 Al Embajador no parecía preocuparle el hecho de que Batista había llegado y se había mantenido en el poder por medios inconstitucionales. 24 Cable cifrado número 570 de la Embajada norteamericana en La Habana al Departamento de Estado, del 2 de diciembre de 1958, en Department of State: Ob. cit., p. 277. 171 partamento de Estado, diciendo que había desestimado esta idea, teniendo en cuenta que hacía escasamente dos semanas había estado en la capital norteamericana.25 Para su sorpresa, se le indicó que viajara el 4 de diciembre, aunque el motivo de su traslado fue otro: la llamada, y controvertida, “Misión Pawley”. Sin que el Embajador lo supiera, en Washington se estaba gestando, desde finales de noviembre, una maniobra destinada a acelerar la salida de Batista para sustituirlo con una Junta Cívico-Militar. Este iba a ser el primero y el más importante, taimado y controvertido intento de bloquear al Movimiento 26 de Julio y el triunfo revolucionario por medio de un golpe de Estado. Fue una artimaña que reflejaba muy bien el talante y las características personales de su aparente autor intelectual y ejecutor, el millonario William D., El Tigre Volador, Pawley. Si bien no existen documentos oficiales al respecto, ningún funcionario ni institución del Gobierno norteamericano desmintió la versión que el propio Pawley dio por primera vez, en 1960, en unas audiencias llevadas a cabo por el Comité Judicial del Senado. Por el contrario, el volumen VI correspondiente a las relaciones con Cuba, en el período 1958-1960, de la colección publicada por el Departamento de Estado: Foreign Relations of the United States, da cuenta de estas gestiones, otorgándole así un carácter gubernamental a lo que constituyó en su momento, a ojos vista, una iniciativa “privada”.26 Este relato comienza diciendo: “A finales de noviembre se adoptó un plan para enviar a Batista, como emisario secreto, al ex embajador en Perú y Brasil, William D. Pawley”.27 Si por esta formulación no queda claro quién dentro del Gobierno de los Estados Unidos tomó la iniciativa, de lo que sí no puede caber duda es de que el Departamento de Estado y la CIA tuvieron mucho que ver con ello. En lo que al Departamento de Estado respecta, su papel en la organización de la llamada “Misión Pawley” fue reconocido, el 23 de diciembre de 1958, por su secretario Interino Christian Herter, en una nota dirigida al presidente Dwight D. Eisenhower, en la que se afirma: “a principios del presente mes enviamos a La Habana a un ciudadano privado americano 25 Cable cifrado número 571 de la Embajada norteamericana en La Habana al Departamento de Estado, del 2 de diciembre de 1958, en Ibídem. 26 Véanse las tres notas editoriales que con los números 164, 173 y 175 aparecen en Ibídem, pp. 271, 281-282 y 283-284. Consúltese también el excelente recuento que hizo Enrique Cirules en su obra: El imperio de La Habana, Casa de las Américas, La Habana, 1993, pp. 237-243 sobre este enrevesado affaire, cuyos intríngulis no fueron ajenos a los turbios manejos de la mafia norteamericana en Cuba, a los cuales estaba ligado Pawley. 27 Nota Editorial número 164, en Department of State: Ob. cit., p. 271. 172 de alta jerarquía, quien ha conocido al presidente Batista por más de 30 años, donde, sin que pudiera atribuírsele al Gobierno de los Estados Unidos, estuvo varias horas encareciéndole a Batista que adoptara una solución política constructiva a la presente crisis”.28 En lo que se refiere a la CIA, el jefe de la División del Hemisferio Occidental de la Dirección de Planes de la CIA coronel J. C. King, al presentar su testimonio ante la Comisión Taylor designada por el presidente John F. Kennedy, el 21 de abril de 1961, para investigar las causas del fracaso de Playa Girón, reconoció que la Agencia había participado en la organización de la Misión Pawley, en la cual él y el jefe de la Estación CIA en La Habana, James A. Noel, estuvieron involucrados.29 El embajador Smith relató en sus memorias lo que sabía sobre este asunto y aceptó que tuvo la aprobación oficial de las más altas esferas del Gobierno, a pesar de que él personalmente tuvo conocimiento de ello el 27 de noviembre —y no le dio suficiente importancia en ese momento—, a través de Mario Lazo, un abogado del bufete de Jorge Cubas, quien era contacto regular de la Estación CIA en La Habana.30 En su libro, Wayne Smith también reconoció la veracidad de la historia de Pawley, agregando que, con excepción de James A. Noel, nadie más en la Embajada supo por adelantado de la existencia de este complot.31 Típico producto del sistema norteamericano, William D. Pawley se había hecho millonario a partir de nebulosos negocios de bienes raíces en La Florida, durante la década de los años veintes. Luego inició aerolíneas en Cuba y China que más tarde vendió a la Pan American Airways. Por 28 Memorándum del secretario de Estado Interino Christian Herter al presidente Dwight D. Eisenhower, del 23 de diciembre de 1958, en Ibídem, p. 306. 29 Memorándum “First Meeting of General Maxwell Taylor’s Board of Inquiry on Cuban Operations Conducted by CIA”, April 23, 1961. Citado en James G. Blight (compilador): The Bay of Pigs: New Evidence from Documents and Testimony of the Anti-Castro Resistance, Brigade 2506 and the Kennedy Administration, Volumen 2, Lectura de fuentes primarias. Conferencia de académicos, ex funcionarios de la administración Kennedy, la Casa Blanca, la Agencia Central de Inteligencia, el Departamento de Estado y antiguos integrantes de la contrarrevolución cubana. Llevada a cabo en la Plantación Musgrove, Isla de St. Simons, Georgia, del 31 de mayo al 2 de junio de 1996. Patrocinada conjuntamente por: El Archivo de Seguridad Nacional, Washington, D. C., y el Centro para el Desarrollo de la Política Exterior del Instituto Thomas J. Watson Jr. Para Estudios Internacionales de la Universidad de Brown, con apoyo de la Fundación Arca y la Fundación Hohn D. and Catherine T. MacArthur, 1996. 30 Earl E.T. Smith: The Fourth Floor: An Account of the Castro Communist Revolution, Random House, Nueva York, 1962, pp. 164-165. Para confirmar lo aseverado sobre Mario Lazo, véanse las palabras de encomio que sobre él incluye en su libro el inspector General de la CIA, Lyman B. Kirkpatrick: The Real CIA, The Macmillan Company, Nueva York, 1968, p. 181. 31 Wayne Smith: The Closest of Enemies: A Personal and Diplomatic Account of U.S.Cuban Relations since 1957, W.W. Norton & Company, Nueva York, 1987, p. 34. 173 su contribución al esfuerzo bélico con la creación de los llamados “Tigres Voladores”, equipo de norteamericanos que se desempeñaron como pilotos de combate para el gobierno de Chiang Kai-Shek, en China, durante la agresión japonesa —antes de la entrada de los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial— el presidente Harry Truman lo había designado Embajador, primero en Perú y después en Brasil, a finales de la década de los cuarentas. Pawley, que había pasado su juventud en Cuba cuando su padre le vendía suministros a la Base Naval de Guantánamo, tenía varios negocios en la Isla, entre ellos, una compañía de ómnibus. Conocía a Batista. Pero, más importante aún, era amigo del presidente Dwight D. Eisenhower, a cuya campaña había hecho grandes contribuciones. Eisenhower lo consideraba un experto en asuntos de América Latina y apreciaba sus consejos, al igual que los del coronel J. C. King.32 Aunque Pawley había servido como embajador durante la administración de Truman, era republicano con una fuerte propensión hacia las posiciones del macartismo. Su visión acerca de la situación en Cuba era muy cercana a la del embajador Smith, pero como conocía mejor el país, estaba convencido de que no se podía jugar la carta de Rivero Agüero. Según testificó ante el Senado, a finales de noviembre en 1960, después de participar en un foro público en Miami, invitó a su casa en esa ciudad al vicesecretario de Estado Adjunto William P. Snow, al ex secretario de Estado Adjunto para Asuntos Interamericanos Henry Holland y al coronel J. C. King, y les dio sus opiniones: Les dije que para tratar de salvar el lugar (Cuba) ahora debíamos ver si podíamos ir allí y convencer a Batista de que capitulara y entregara el poder a un gobierno depositario inamistoso hacia él, pero satisfactorio para nosotros, al cual pudiéramos reconocer inmediatamente y darle ayuda militar a fin de que Fidel Castro no llegara al poder, y ellos consideraron que (la idea) tenía suficientes méritos como para justificar que viajara con ellos al día siguiente y me reuniera en el Departamento de Estado y en la Agencia Central de Inteligencia.33 Según Thomas G. Paterson, quien tomó datos de las memorias inéditas 32 Thomas G. Paterson: Contesting Castro: The United States and the Triumph of the Cuban Revolution, Oxford University Press, Nueva York, 1994, pp. 206-207. Warren Hinckle y William W. Turner: The Fish is Red: The Story of the Secret War Against Castro, Harper & Row, Nueva York, 1981, p. 33. 33 Communist Threat to the Caribbean: Hearings Before the Subcommittee to Investigate the Administration of the Internal Security Act and Other Internal Security Laws of the Committee on the Judiciary, United States Senate, Eighty Sixth Congress, Second Session (Washington: U.S. Government Printing Office, 1960, Part 10, pages 738-739). Citado en la Nota Editorial número 164, en Department of State: Ob. cit., p. 271. 174 de Pawley, a las que tuvo acceso a través de la viuda de este, la gestión fue autorizada directamente por el presidente Eisenhower y el secretario de Estado Jonh Foster Dulles. Este último habló por teléfono con el millonario, pues estaba ingresado a causa del cáncer que lo llevó a la muerte al año siguiente. El viaje fue planeado, organizado y ejecutado por el enviado, en estrecha coordinación con el Departamento de Estado y la CIA. La esencia del plan residía en manifestarle a Batista que podría ir a los Estados Unidos y asilarse con su familia y sus seguidores más cercanos, en Daytona Beach, La Florida, donde el Tirano tenía varias propiedades. Se garantizaría que no hubieran represalias contra los batistianos en Cuba. La Junta Cívico-Militar que lo sucedería estaría integrada, fundamentalmente, por militares y se comprometería a convocar a elecciones en 18 meses. Según Pawley, la clave del plan era que él tenía autorización para hablar en nombre del Presidente, pues de lo contrario era imposible obtener el consentimiento de Batista. Sin embargo, a última hora, Rubottom le informó que no podía revelarle a nadie que su misión se llevaba a cabo con la bendición de Eisenhower.34 Para evitarle a Smith una situación embarazosa se le llamó en consulta a Washington, del 4 al 12 de diciembre. El día 10, cuando ya se había producido el contacto con Batista, el vicesubsecretario de Estado Robert Murphy le informó de manera oficial de la Misión Pawley, aunque no le reveló el nombre de la persona que llevaba el mensaje a Batista. El Embajador dijo haber dado su consentimiento al plan, después que, en una segunda entrevista con Murphy, este le dio seguridades, según lo acordado, de que los integrantes de la Junta Cívico-Militar serían previamente aprobados por Batista.35 El día 6 de diciembre, antes de que Pawley viajara, el tema de Cuba fue tocado de nuevo por Allen W. Dulles en la Trescientas Ochenta y Nueve Reunión Regular del Consejo de Seguridad Nacional. El Jefe de la CIA no pudo evitar hacerlo en un tono pesimista: El Sr. Dulles creía que la situación revolucionaria en Cuba se estaba tornando con rapidez más crítica. El gobierno de Batista ha venido perdiendo terreno en su lucha contra los rebeldes de Castro. Las firmas de negocios estaban siendo seriamente obstaculizadas y muchas operacio34 Véase Thomas G. Paterson: Ob. cit., p. 208. A falta de documentos oficiales que precisen los motivos de esta decisión, solo se puede especular sobre ella. Este es el tipo de operación que atraía a Eisenhower, pues se parecía al derrocamiento revolucionario de Mossadegh, por la CIA, en Irán, en 1953. Sin embargo, no debe olvidarse que lo que más fascinaba al Presidente era el método conocido como “negativa plausible”, razón por la cual estaba obsesionado con que no se conociera que él aprobaba este tipo de acciones encubiertas. 35 Earl E.T. Smith: Ob. cit., p. 168. 175 nes se estaban cerrando por completo. En resumen, cada vez resulta menos probable que Batista pueda restablecer el control de la situación.36 Pawley viajó a Cuba el día 7 de diciembre y se entrevistó el 8 con el ministro de Estado Gonzalo Güell, por cuyo intermedio solicitó la audiencia con el Tirano. Al inicio Batista se negó a recibirlo, pero por fin lo hizo el 9 en la noche, después que Pawley, incumpliendo las orientaciones que había recibido, le insinuó a Güell que estaba en Cuba por instrucciones del presidente Eisenhower. En su entrevista con el Dictador, Pawley delineó el plan y sugirió los nombres de “los cinco hombres que el Gobierno de los Estados Unidos había aprobado”37 para formar la Junta que debía asumir el poder: coronel Ramón Barquín, general Martín Díaz Tamayo, mayor Enrique Borbonet, José, Pepín, Bosch, dueño de la empresa Bacardí y uno más cuyo nombre Pawley no recordó.38 Pawley le dijo al Dictador que, si él daba su consentimiento, estaba convencido de que el Gobierno norteamericano aprobaría ese plan.39 Para desaliento de Pawley, Batista se negó a aceptar la oferta, alegando que no podía traicionar la lealtad de sus seguidores e incumplir con lo establecido constitucionalmente. Con posterioridad, el millonario argumentó que el fracaso se debió a que le retiraron su credencial más importante: poder decir que hablaba en nombre del presidente Eisenhower. Llegó a contar que cuando volvió a ver a Batista, durante el exilio de este en República Dominicana, y le reveló que su misión en diciembre de 1958 tenía la aprobación de la Casa Blanca, el ex Dictador le respondió: “¡Si solo me lo hubieras podido decir!”40 Wayne Smith estima que al no recibir Pawley instrucciones para revelar que hablaba en nombre de Eisenhower, le permitió a Batista “detectar inmediatamente la naturaleza ambigua y semioficial de la Misión de Pawley”, dándole así la coartada perfecta para no aceptarla.41 Aunque las explicaciones anteriores tienen mérito, vale recordar que Batista, como buen conocedor de los norteamericanos, debe haber estado consciente de que Pawley no podía venir a La Habana y solicitar una 36 Véase Nota Editorial número 173, en Department of State: Ob. cit., p. 281. 37 Esta frase está tomada textualmente en Ibídem. 38 El quinto nombre podría ser el del general Eulogio Cantillo o el de un general de apellido Sosa, a juzgar por el testimonio del embajador Smith en sus memorias. Earl E.T. Smith: Ob. cit., p. 166. 39 En esta versión coinciden las fuentes siguientes: Thomas G. Paterson: Ob. cit., p. 209. Earl E. T. Smith: Ob. cit., pp. 164-166. Wayne Smith: Ob. cit., pp. 34-35. Véase también las notas editoriales números 173 y 175 que aparecen en Department of State: Ob. cit., pp. 281-282, 283-284. 40 Thomas G. Paterson: Ob. cit, p. 210. 41 Wayne Smith: Ob. cit., p. 34. 176 reunión con él sin contar con apoyo oficial, no solo porque Pawlley era el emisario, sino, sobre todo, porque el Embajador había estado en Washington hacía menos de 15 días y fue llamado de nuevo en consultas sin que al parecer mediara motivo alguno. En todo caso, el plan estaba condenado al fracaso, pues a esas alturas una Junta Cívico-Militar no era una salida viable, porque la dirección de la Revolución estaba consciente del peligro e impediría cualquier maniobra enemiga. Según apunta Thomas G. Paterson, el 12 de diciembre, el Comandante en Jefe Fidel Castro, habló por Radio Rebelde y afirmó: “Los cubanos somos capaces de hallar soluciones a nuestros problemas y no toleraremos la intervención de una potencia extranjera”.42 Ello parecía indicar, incluso, que el líder del Movimiento 26 de Julio estaba al tanto de esa maniobra en específico. El mismo 12 de diciembre, el presidente Eisenhower recibió una información sobre los resultados de la Misión Pawley en los términos siguientes: Informes sensitivos desde La Habana indican que algunos de los amigos de Batista le han instado a que deje el lugar a una Junta que prepare el camino para una solución pacífica de la situación. Hasta ahora Batista se ha resistido a estos esfuerzos sobre la base de su responsabilidad constitucional y de su responsabilidad moral de entregarle el gobierno a Rivero Agüero. Contactos de (menos de una línea sin desclasificar) están descontentos ante la reticencia de Batista para dejar el poder. 43 El 8 de diciembre, antes de conocerse el fracaso de Pawley, el Departamento de Estado tomó una nueva iniciativa con respecto a la situación cubana encaminada a impedir el triunfo revolucionario, esta vez por medio de una “mediación latinoamericana”. Ese día, con la firma del entonces secretario de Estado Interino Christian Herter —a causa de la enfermedad que llevaría a Jonh Foster Dulles a la muerte al año siguiente—, se envió un cable circular a todas las misiones diplomáticas de los Estados Unidos 42 Thomas G. Paterson: Ob. cit, p. 209. El académico norteamericano citó el Informe Diario, del Servicio de Información sobre Transmisiones Extranjeras de la Agencia de Información de los Estados Unidos correspondiente a ese día. 43 Memorándum “Sinopsis de material del Departamento de Estado y de Inteligencia informado al Presidente”, del 12 de diciembre. Citado en Nota Editorial número 173, en Department of State: Ob. cit., pp. 281-282. Esta críptica anotación en un documento tan secreto como el Diario del Presidente, hecha por su propio hijo, Jonh S. D. Eisenhower, coronel del Ejército de los Estados Unidos asignado como ayudante en la oficina de su padre, muestra hasta que punto Eisenhower estaba obcecado por mantener en el más absoluto secreto las operaciones encubiertas, incluso obstaculizando la tarea posterior de investigación histórica, al no reflejar la realidad exacta en un documento que tenía seguramente la más alta clasificación. 177 en el hemisferio, instruyéndolas para que contactaran “informalmente” a miembros destacados de los gobiernos ante los cuales estaban acreditadas, con el fin de obtener “comentarios que quieran hacer acerca de la situación actual en Cuba, sobre actitudes hacia los grupos opuestos en el conflicto, y sus pronósticos para el futuro”. Pero “especialmente” se quería saber “si a la luz de la política de no intervención de los Estados Unidos, hay algún sentimiento de responsabilidad hemisférica en ocuparse de la deteriorada situación cubana, que ha creado problemas humanitarios y complicaciones internacionales”.44 El mismo día en que Pawley se entrevistó con Batista —el 9 de diciembre—, llegó a Cuba Allen J. Ellender, senador del Partido Demócrata por el Estado de Luisiana.45 La Embajada, al informar sobre su visita, se vio obligada a lamentar que, en sus declaraciones a la prensa, el parlamentario norteamericano hiciera tantas alabanzas al régimen de Batista. El Diario privado que mantuvo el Senador durante su visita demuestra la superficialidad de sus análisis, entre ellos esta alucinante expresión de lo que yo considero como “síndrome de la fruta madura”: “Los cubanos nos consideran como sus hermanos mayores. Las masas saludarían una intervención real nuestra, pero por supuesto, eso es imposible”.46 Para el régimen, una visita como la del senador Ellender era muy propicia. El embajador Nicolás Arroyo no desperdició la oportunidad de utilizarla a favor de Batista, en una entrevista que sostuvo, el 15 de diciembre, con Roy Rubottom en el Departamento de Estado, donde afirmó “el Gobierno cubano estaba muy complacido porque un hombre tan poderoso, independiente e influyente” dijera al Gobierno norteamericano lo “favorablemente impresionado” que estaba con la situación en Cuba. Arroyo abogó porque los Estados Unidos reanudaran el envío de equipo bélico “a un Gobierno amigo que necesita esas armas para acabar con unos bandidos”.47 El primer ministro y canciller Gonzalo Güell también trasladó ese mensaje a Daniel M. Braddock —a la sazón encargado de 44 Cable cifrado número 751 del Departamento de Estado a algunas misiones diplomáticas en las repúblicas américanas, del 8 de diciembre de 1958, en Department of State: Ob. cit., p. 280. Resulta obvia la velada amenaza de intervención, en caso de que no hubiera reacción ante esta petición. 45 Thomas G. Paterson: Ob. cit, p. 211. Ellender era propietario de tierras cañeras en Luisiana, su estado natal, representaba los intereses azucareros de esa región. Su oposición al sistema de cuotas que le garantizaba a Cuba una exportación fija al mercado norteamericano era notoria. 46 Fragmento del Diario de Allen J. Ellender. Citado en Department of State: Ob. cit., p. 288. 47 Memorándum sobre una conversación en el Departamento de Estado, del 15 de diciembre de 1958, en Ibídem, p. 291. 178 Negocios por motivo de la ausencia del embajador Smith— durante una entrevista sostenida el 10 de diciembre.48 Según Wayne Smith, en calidad de Ministro Consejero y segundo hombre de la Misión Diplomática de los Estados Unidos en La Habana, Braddock, aprovechó la ocasión para trasladarle al Gobierno cubano la esencia de lo instruido a Smith por el cable cifrado número 292, del 26 de noviembre.49 En la información que Braddock envió al Departamento de Estado, afirmaba: “Güell dijo que para consolidar al nuevo Gobierno y, especialmente, para retener el apoyo de las Fuerzas Armadas y la Policía, era indispensable que Batista mantuviera un papel activo ‘durante tres meses o seis’ después que el nuevo Gobierno tomara el poder”.50 El político batistiano añadió que, “sin Batista, aún si hubiera una Junta Militar, se produciría una quiebra del orden interno, acompañada de un gran derramamiento de sangre”.51 El Diplomático no pudo evitar comentarle al Canciller cubano lo que ya en esa fecha era evidente para todo el mundo dentro y fuera de Cuba: “Batista es el motivo de la discordia y mientras se mantenga en una posición de poder resulta improbable que elementos responsables que apoyan al Movimiento 26 de Julio puedan ser atraídos por Rivero Agüero”.52 Braddock terminó diciéndole a Güell que, de acuerdo a la información que poseía la Embajada, la situación se había vuelto seria y le preguntó si, en su opinión, el Gobierno vigente podría mantenerse hasta el 24 de febrero. Aunque el Ministro le respondió que sí, reconoció que su criterio podía estar matizado por el hecho de que él era “un hombre leal a Batista”.53 El propio 10 de diciembre, los desvelos del Departamento de Estado en buscarle una “salida latinoamericana” a la crisis en Cuba comenzaron a dar algún resultado, cuando se recibió un mensaje del embajador de los Estados Unidos en Ecuador, Christian Ravndal, en el cual informaba que el canciller ecuatoriano Carlos Tobar había reaccionado de manera positi48 Cable cifrado número 596 de la Embajada norteamericana en La Habana al Departamento de Estado, en Ibídem, p. 282-283. 49 Wayne Smith: Ob. cit., pp. 35-36. Wayne Smith alegó haber recibido esta información de su colega de servicio John Topping, a la sazón primer Secretario de la Embajada en Cuba y subalterno directo de Braddock, como Jefe de la Sección Política. Recuérdese que el embajador Smith acusaba a la Sección Política, junto a la Estación CIA en La Habana, de manifestar simpatías por los revolucionarios. 50 Cable cifrado número 596 de la Embajada norteamericana en La Habana al Departamento de Estado, en Department of State: Ob. cit., p. 282. 51 Ibídem. Dado que Gonzalo Güell era uno de los hombres de mayor confianza del Dictador, se puede pensar que por esta vía se estaba intentando reiterar la respuesta de Batista a Pawley. 52 Ibídem, p. 282. 53 Ibídem, p. 283. 179 va a sus gestiones y se había ofrecido para “sondear a Batista, de manera estrictamente confidencial, sobre la posibilidad de un acercamiento conciliador por parte de las Repúblicas Americanas”.54 Si la respuesta era afirmativa, Ecuador pediría el apoyo de otros dos países para iniciar las gestiones. Washington le respondió positivamente a Ravndal, añadiendo que el ex presidente panameño, Arnulfo Arias, entonces Embajador ante la OEA, tenía ideas similares por lo que se recomendaba que Panamá fuera incluido como uno de los dos países sugeridos por Tobar. El 15 de diciembre, la Embajada de los Estados Unidos en Quito comunicó al Departamento de Estado que el canciller Carlos Tobar había comenzado a realizar las gestiones a través de la Embajada cubana en la capital ecuatoriana. 55 El 16 de diciembre, la comunidad de inteligencia de los Estados Unidos no tuvo más remedio que revisar su Estimado Nacional Especial de Inteligencia “La situación en Cuba”, y emitió un nuevo documento con la designación SNIE 85/1-58 y el título de “Acontecimientos en Cuba después de mediados de noviembre”.56 En esta ocasión no hubo opiniones discrepantes y la minuta tenía ocho conclusiones en lugar de las dos que tenía el Estimado anterior. Los espías norteamericanos comenzaron a admitir que la posición del régimen de Batista se había deteriorado aún más rápidamente que lo anticipado en el Estimado Nacional Especial de Inteligencia “La situación en Cuba”, SNIE 85-58, del 24 de noviembre de 1958. Después de describir las victorias alcanzadas por el Ejército Rebelde en Oriente, Las Villas y Pinar del Río, se reconoció que dentro de las Fuerzas Armadas existía una atmósfera de insatisfacción y desaliento, y que en ellas se observaban señales crecientes de desmoralización. Se manejó de nuevo el argumento del baño de sangre: “Hay una creciente aprensión de que Castro llegará muy pronto al poder con consecuencias sangrientas y desastrosas para Cuba como consecuencia de las condiciones anárquicas que probablemente prevalecerán durante algún tiempo después”.57 El documento se refería a las nefastas consecuencias que para la economía nacional tenía la guerra. 54 Cable cifrado número 177 de la Embajada norteamericana en Quito al Departamento de Estado, del 10 de diciembre de 1958, en Ibídem, p. 289. 55 Cable cifrado número 185 de la Embajada norteamericana en Quito al Departamento de Estado, del 15 de diciembre de 1958, en Ibídem, p. 293. Otra reacción a esta gestión provino de República Dominicana, donde el dictador Rafael Leónidas Trujillo, compinche de tropelías de su homólogo Fulgencio Batista, le dijo al Embajador norteamericano que lo que debían hacer los Estados Unidos era apoyar con todas sus fuerzas al “Gobierno constitucional” de Cuba para evitar la llegada al poder de Fidel Castro y “sus comunistas”, que habían recibido 9 000 000 de dólares de ayuda soviética. 56 Estimado Nacional Especial de Inteligencia “Acontecimientos Cuba después de mediados de noviembre”, SNIE 85/1-58, del 16 de diciembre de 1958, en Ibídem, pp. 295-297. 57 Ibídem, p. 295. 180 Con respecto a la transferencia de poderes, en el nuevo documento se señalaba, además, que ni Rivero Agüero ni Batista habían dado los pasos requeridos para resolver la situación caótica interna. En él se señalaba también la alternativa de un golpe de Estado y se afirmaba que en Cuba existía un sentimiento extendido, sobre todo en los círculos de negocios, favorable al establecimiento de una Junta Civíco-Militar. Sin embargo, se planteaba que, como resultado del fracaso de una supuesta conspiración contra Batista, el 27 de noviembre, dos de los generales que podían formar parte de la Junta, Martín Díaz Tamayo y Euloquio Cantillo Porras, habían sido arrestados o estaban siendo vigilados estrictamente. Por esta razón, no quedaba claro de dónde podría salir el liderazgo necesario.58 Al profundizar en las eventuales perspectivas que tendría el acceso al poder de una Junta Cívico-Militar, los redactores del documento apreciaron que ese sería el medio más efectivo para salir de la situación, pero subrayaron que ello no significaría el restablecimiento de la paz y la estabilidad en Cuba, ya que la Junta tendría que enfrentar al Movimiento 26 de Julio. “Para anular al movimiento de Castro por la fuerza”, alertaron, “la Junta requeriría equipos y suministros militares en gran escala, como los que se le han negado a Batista, y aún en ese caso el resultado podría estar en duda durante algún tiempo”.59 Por este motivo, se llegó a inferir que para lograr una rápida pacificación en Cuba, la Junta tendría que ofrecer una solución política satisfactoria para Fidel Castro. El documento señalaba que, de no mediar un golpe de Estado, la guerra civil podría ampliarse en un futuro, lo que solo podía conducir “al fortalecimiento de la posición política de Castro”. Y concluía: “Si la desmoralización del Ejército llega a tal punto que ni siquiera una Junta Militar fuera capaz de controlar la situación, o si Castro eventualmente ganase la guerra civil, resulta muy probable que sobrevendrá un período prolongado de inestabilidad y desorden (...) con la consecuente amenaza para la vida y los bienes americanos y de otros en Cuba”.60 El 17 de diciembre de 1958, el embajador Smith sostuvo su última reunión con Fulgencio Batista, cumpliendo las instrucciones que le había impartido Rubottom en la mañana del día 14. Lo curioso de esta entrevista es que, como señaló el profesor Thomas G. Paterson: “los estudiosos de la oficina histórica del Departamento de Estado no han logrado locali58 Ibídem, p. 296. 59 Ibídem, p. 296. Este argumento es sorprendente, pues los redactores del Documento tenían que conocer que Batista estaba recibiendo armamento de otras fuentes, como se lo había informado con cierta satisfacción el embajador Nicolás Arroyo a Roy Rubottom durante su entrevista del día anterior (el 15 de diciembre). 60 Ibídem, p. 297. 181 zar un registro contemporáneo de tan importante conversación”.61 Tampoco se ha hallado documento alguno en el que se refleje con exactitud qué instruyó Rubottom a Smith. Según se afirma en el repertorio que sirve de base a nuestra investigación, “el acercamiento se hizo, aparentemente, con instrucciones del Departamento de Estado”.62 Se depende entonces de lo relatado por el Embajador en sus memorias y por el propio Batista en su libro publicado en los Estados Unidos.63 Al solicitar la entrevista a través de Güell, Smith le dijo: “Es mi desagradable deber informar al Presidente de la República que los Estados Unidos ya no apoyarán al actual Gobierno de Cuba y que mi Gobierno considera que el Presidente ha perdido el control efectivo”.64 Después de transmitir directamente el mensaje a Batista, en la noche del 17 de diciembre, en presencia de Gonzalo Güell, el Embajador dijo que, en opinión del Departamento de Estado, lo único que podía salvar la situación era su partida con la mayor brevedad posible, luego de garantizar una transferencia ordenada del poder. El Dictador le preguntó si estaba aún vigente la oferta de irse a Daytona Beach. La respuesta de Smith fue negativa. Su Gobierno estimaba que lo mejor era que se fuera para España con su familia. Batista también intentó discutir con el Embajador la composición eventual de la Junta Militar que lo sustituiría, a lo que Smith no accedió. Aunque el Tirano no dio una respuesta en ese momento, al día siguiente envió a Güell para que confirmara de nuevo con Smith el contenido del mensaje. Era evidente que Batista ya planeaba su fuga, pues de lo contrario no se hubiera interesado por saber si los Estados Unidos lo recibirían en su territorio.65 El 18 de diciembre se celebró la Trescientas Noventa y Una Reunión Regular del Consejo de Seguridad Nacional, en la cual se trató otra vez el tema de Cuba. En esa oportunidad, Allen W. Dulles admitió que la situación era “crítica” y que no parecía haber otra salida que un triunfo revolucionario, a no ser que una Junta Militar asumiera el poder y cambiara la tendencia favorable a los rebeldes. El presidente Eisenhower sugirió una vez más que quizás se debía inducir a Batista para que entregara el poder a su sucesor. Dulles alertó que un paso como ese debería hacerse de manera tal, que pareciera un golpe contra Batista, a lo que el Presidente 61 Thomas G. Paterson: Ob. cit., p. 213. 62 Nota Editoria número 185, en Department of State: Ob. cit., p. 298. 63 Earl E.T. Smith: Ob. cit. Fulgencio Batista: Cuba Betrayed, Vantage Press, Nueva York, 1962. 64 Earl E.T. Smith: Ob. cit., p. 169. 65 Thomas G. Paterson: Ob. cit., p. 213. Earl E.T. Smith: Ob. cit., pp. 169-174. Wayne Smith: Ob. cit., p. 36. Véase también la Nota Editorial número 185, en Department of State: Ob. cit., pp. 298-299. 182 asintió. Eisenhower también señaló que le era difícil entender cómo era que las fuerzas rebeldes habían ganado poderío tan rápido.66 Smith no pudo ocultar en sus memorias el disgusto con que había cumplido las instrucciones recibidas y las simpatías que sentía por Batista, y realizó un último intento para lograr que el Dictador llegara hasta el final de su mandato. Se valió de una supuesta gestión que estaba realizando la Iglesia Católica, con el apoyo del nuncio apostólico monseñor Luis Centoz, para lograr una salida negociada con las siguientes propuestas realizadas por él al Departamento de Estado, el 19 de diciembre: creación de un Gobierno Provisional que asumiera el poder el 24 de febrero y convocara a elecciones seis meses después, y apelación a la OEA para que designara un comité de tres o cinco países o personalidades que supervisaran una tregua y el proceso electoral con el apoyo moral de los Estados Unidos.67 Esta iniciativa no tuvo ningún éxito, a pesar de que el Departamento de Estado instruyó a Smith para que la apoyara sin comprometerse. Como señaló Thomas G. Paterson: “las únicas herramientas que le quedaban a los funcionarios de los Estados Unidos —y bastante dudosas, por cierto— eran los exilados y los oficiales del Ejército cubano que estaban de acuerdo conque Batista tenía que ser expulsado para prevenir el triunfo de Castro”.68 Sin embargo, ya la suerte estaba prácticamente echada, pues las estrepitosas derrotas del Ejército de Batista en la batalla de Santa Clara y en la toma de Santiago eran inminentes. Así se constató en la Trescientas Noventa y Dos Reunión Regular del Consejo de Seguridad Nacional, celebrada el 23 de diciembre. En esa ocasión, el tema de Cuba fue debatido con mayor amplitud que en ocasiones anteriores. Como era usual, Allen W. Dulles comenzó manifestando una apreciación de la situación que, según él, estaba empeorando cada vez más. Al analizar las perspectivas de un triunfo revolucionario, el Director de la CIA dijo que los comunistas parecían haber penetrado al movimiento de Castro, por lo que si el Movimiento 26 de Julio triunfaba, era de esperarse “la participación de elementos comunistas en el Gobierno”.69 Durante el examen subsiguiente del tema, el Presidente preguntó si el Departamento de Estado había pedido al Departamento de Defensa que 66 Memorándum de la discusión en la Trescientas Noventa y Una Reunión Regular del Consejo de Seguridad Nacional, del 18 de diciembre de 1958, en Department of State: Ob. cit., p. 300. 67 Cable cifrado número 624 de la Embajada norteamericana en La Habana al Departamento de Estado, del 19 de diciembre de 1958, en Ibídem, p. 301. 68 Thomas G. Paterson: Ob. cit., p. 214. 69 Memorándum de la discusión en la Trescientas Noventa y Dos Reunión Regular del Consejo de Seguridad Nacional, del 23 de diciembre de 1958, en Department of State: Ob. cit., p. 302. 183 estudiara la acción militar que pudiera ser necesaria en Cuba. El secretario de Estado Interino Christian Herter respondió que lo único que se había hecho era analizar la eventual evacuación de los ciudadanos norteamericanos. Después de la intervención de Herter, se produjo un intercambio entre el subsecretario de Defensa Donald A. Quarles y el fiscal General William B. Rogers acerca de las medidas que se estaban tomando para impedir el envío de armas a los rebeldes. Rogers, respondiendo a una pregunta del vicepresidente Richard Nixon, aclaró que se estaba deteniendo y procesando a todo cubano que violara las leyes de neutralidad.70 El Presidente se cuestionó si había algún aspirante cubano al poder que ellos pudieran apoyar. Dulles fue partidario de impedir la victoria de Fidel Castro. Eisenhower aseguró: “esta es la primera vez que esa declaración se hace en el Consejo de Seguridad Nacional”.71 Nixon acotó que “sería indeseable enfrentar el riesgo de un dominio comunista en Cuba, que tiene uno de los partidos más fuertes de América Latina”.72 Herter consideró que había una opinión unánime en el sentido de que no era deseable la llegada de Fidel Castro al poder. El Presidente juzgó esperanzadora la alternativa de una “tercera fuerza” que crecería en fortaleza e influencia si se organizaba alrededor de un hombre capaz y se le proveyera de dinero y armamentos. Como resultado del debate, se decidió que el Secretario de Estado tomara la iniciativa de estudiar la situación, conjuntamente con los departamentos de Defensa y Justicia, y también con la CIA, a fin de que se elaboraran “los planes de contingencia necesarios”.73 El propio 23 de diciembre, Herter envió al Presidente un memorándum resumiendo las cuestiones principales de la situación en Cuba y de la política que había seguido y estaba siguiendo el Departamento de Estado hacia la Isla.74 Este documento es significativo, porque trata de explicar lo 70 Ibídem. 71 Ibídem, pp. 302-303. Es difícil conocer el verdadero sentido de esta aseveración del Presidente, como se verá más adelante, pues eso era precisamente lo que los Estados Unidos venían haciendo desde hacía meses. Puede ser que Eisenhower, obstinado en mantener la política de negativa plausible a toda costa, estuviera alertando a su Jefe de Inteligencia de que ese tipo de planteamiento no se debía hacer en reuniones formales de las cuales se levantaba acta. 72 Ibídem, p. 303. 73 Ibídem. 74 Memorándum del secretario de Estado Interino Christin Herter al presidente Dwigh D. Eisenhower, del 23 de diciembre de 1958 en Ibídem, pp. 304-307. Thomas G. Paterson: Ob. cit., p. 220. No queda claro por qué se redactó y envió este documento al Primer Mandatario. Tampoco puede determinarse si se hizo con vista a la Trescientas Noventa y Dos Reunión Regular del Consejo de Seguridad Nacional o como resultado de ella, ya que ambas tienen la misma fecha. Paterson, sin aclarar por qué, considera que se hizo como resultado de la referida reunión del Consejo de Seguridad Nacional, aunque esto parece discutible. 184 que estaba pasando en aquellos momentos y detalla algunas de las iniciativas que se habían tomado, incluyendo la Misión Pawley, aunque sin mencionar el nombre de su protagonista. En él se reconoció francamente el objetivo que perseguía la política desarrollada por los Estados Unidos en los términos siguientes: El Departamento ha llegado a la conclusión de que cualquier solución en Cuba requiere que Batista abandone el poder, ya sea como Jefe de Estado o como la autoridad detrás de un sucesor títere. Probablemente, también debería abandonar el país. Muchos cubanos responsables comparten este punto de vista. Está claro que el Departamento no quiere ver el acceso de Castro a la dirección del Gobierno...75 Después de referirse a los distintos intentos realizados para lograr convencer a Batista de su necesaria renuncia y a las gestiones que se estaban haciendo a través del Nuncio Apostólico y del ex presidente panameño Arnulfo Arias para lograr una tregua y la formación de un gobierno alternativo, el Jefe de la Diplomacia Norteamericana afirmó: En resumen, no creemos que Batista tenga posibilidad alguna de establecer a su sucesor firme y pacíficamente en el Gobierno, el 24 de febrero de 1959. Por tanto, estamos tratando de fomentar, por todos los medios disponibles sin llegar a una intervención abierta, una solución política en Cuba que (mantenga al movimiento de Castro fuera del poder), garantice la exclusión efectiva del poder de los odiados elementos del régimen batistiano, permita al presidente Batista y a su familia retirarse de la escena cubana de una forma protegida, y que resulte en un Gobierno basado ampliamente en el consentimiento y el apoyo populares. Por sobre todas las cosas, queremos ayudar a evitar la pavorosa violencia de masas que acompañó a la caída de Machado en 1933, y que los cubanos esperan que ocurra de manera inevitable. 76 Este párrafo contiene claras contradicciones y un alto nivel de cinismo y doble moral. Resulta evidente que se pretendía brindar la mayor protección posible al Dictador, pero lo que no reconoció el alto funcionario era que un Gobierno basado ampliamente en el consentimiento y el apoyo populares solo podría lograrse si se comprometía a hacer justicia y sancio75 Department of State: Ob. cit., p. 306. 76 Ibídem, p. 307. Morris H. Morley: Imperial State and Revolution. The United States and Cuba, 1952-1986, Cambridge University Press, Cambridge, Inglaterra, 1987, p. 64. Las palabras subrayadas no están desclasificadas en el documento publicado por el Departamento de Estado, pero el profesor Morris H. Morley las obtuvo gracias a la Ley de Libertad de Información. 185 nar a los que habían llenado al país de sangre y sufrimiento, y entre ellos, en primer lugar, al propio Fulgencio Batista. Solo el movimiento revolucionario encabezado por Fidel Castro, al que los Estados Unidos estaban empeñados en mantener fuera del poder, se había comprometido con tal propósito y contaba con la simpatía y la confianza de la inmensa mayoría del pueblo para lograrlo. Al día siguiente, 24 de diciembre, el asesor Especial de Seguridad Nacional del Presidente, Gordon Gray, mantuvo una reunión con Eisenhower en la cual se quejó de la forma en que se había discutido el tema de Cuba en el Consejo de Seguridad Nacional. “Señalé al Presidente que no estaba informado de lo que estaba pasando, pero que no había presionado por obtener alguna directiva en la reunión, porque no me quedaba claro si no existían algunos programas que habían sido aprobados ya”.77 Eisenhower reconoció que la situación se les había escapado un poco de las manos.78 Todo parece indicar, que, como resultado de esta queja de su Asesor, el 26 de diciembre, tres días después de la Trescientas Noventa y Dos Reunión Regular del Consejo Nacional de Seguridad y de recibir el memorándum de Herter, el presidente Eisenhower convocó a una reunión especial con Allen W. Dulles, John S. D. Eisenhower, Andrew Goodpaster (secretario General de la Casa Blanca) y Gordon Gray, en la que se volvió a tratar el tema de Cuba.79 El Primer Mandatario se quejó de que “por una razón u otra los principales elementos de la situación cubana no le habían sido presentados”, y agregó que hablaría con el secretario de Estado Dulles para lograr una “mejor coordinación”. Finalmente, orientó que no quería que los asuntos específicos de las operaciones encubiertas fueran presentados ante el Consejo de Seguridad Nacional.80 Coincido con Thomas G. Paterson en que era falso que el Presidente no hubiera sido informado de manera adecuada sobre lo acontecido en Cuba. “La evidencia documental muestra que la CIA, el Departamento de Estado y sus propios asesores en la Casa Blanca lo mantuvieron informado acerca de los acontecimientos cubanos. Sin embargo, no le transmitieron la severidad e inmediatez de la crisis cubana —quizás porque creían que alguno de los complots contra Castro tendría resultado”.81 Habría que añadir que, probablemente, Eisenhower recibiera mucha más información que la publicada hasta entonces. Lo que sí parece haber sucedido es que los funcionarios norteamericanos tenían una percepción falsa de la realidad cubana, a pesar de todos los servicios de inteligencia con que contaban. 77 78 79 80 81 Thomas G. Paterson: Ob. cit., p. 220. Ibídem. No se aclara si este fue el único tema de la conferencia. Nota Editorial número 191, en Department of State: Ob. cit., p. 311. Thomas G. Paterson: Ob. cit., p. 219. 186 El Presidente no tenía ningún interés en que se divulgaran los distintos planes en los cuales estaba envuelta la CIA para buscar “la tercera fuerza” a la que hizo referencia en la reunión del Consejo de Seguridad Nacional del 23 de diciembre. A pesar de la poca información disponible, no cabe ninguna duda de que existieron varios intentos en este sentido. El profesor Thomas G. Paterson identifica cuatro.82 El primer intento tuvo lugar a mediados de diciembre y estuvo encabezado por el general Francisco Tabernilla, quien previamente había conversado con el embajador Smith. Este intento fracasó cuando se sondeó a la dirección del movimiento revolucionario para conocer si aceptaría una tregua sobre la base de una Junta Cívico-Militar en la que estarían representados el general Eulogio Cantillo, el doctor Manuel Urrutia, el coronel Ramón Barquín o el mayor Enrique Borbonet, y dos civiles a designar por Fidel Castro. Esta propuesta fue rechazada de plano. Cantillo, por su parte, también mantuvo contactos con la CIA, durante todas las maniobras y conspiraciones que desarrolló a finales de diciembre, con el objetivo de promover una Junta Militar —con él mismo a la cabeza— para neutralizar así al Movimiento 26 de Julio. El segundo intento fue una maniobra de la CIA en coordinación con Justo Carrillo, jefe de la Agrupación Montecristi.83 En su ya mencionado testimonio ante la Comisión Taylor, el coronel J. C. King reconoció que la Agencia había contactado a Carrillo a finales de noviembre con el objetivo de apoyarlo en una intentona para impedir el triunfo de la Revolución. La idea era liberar al coronel Ramón Barquín de la prisión en Isla de Pinos y llevarlo a La Habana, donde asumiría la Jefatura de las Fuerzas Armadas y llamaría a Carrillo para que asumiera la Presidencia Provisional de la República.84 El tercer complot tenía como centro a Eloy Gutiérrez Menoyo y al Segundo Frente Nacional del Escambray. El proyecto consistía en fortalecer este grupo a través del ex presidente Carlos Prío Socarrás para que Gutiérrez Menoyo lograra llegar a La Habana y tomara el poder antes de que lo hicieran las fuerzas del Movimiento 26 de Julio. El cuarto intento giró en torno a Manuel Antonio, Tony, de Varona, quien intentó “tomar” Camagüey entrando ilegalmente al país por esa provincia con un cargamento de armas para sus “seguidores” y se alojó en la casa principal del King Ranch para allí, y con el apoyo de las tropas del Ejército batistiano en la capital provincial, hacerse fuerte antes de que 82 Thomas G. Paterson: Ob. cit., pp. 216-219, 223-225. 83 La Agrupación Montecristi representaba la parte civil del Movimiento Militar 4 de Abril, también conocido como los “puros”. 84 Thomas G. Paterson: Ob. cit., pp. 217-218, 223-224. James G. Blight: Ob. cit. (s. p.). 187 llegaran los combatientes rebeldes desde Oriente.85 Todas estas conspiraciones fracasaron y no fue precisamente, por la falta de recursos o de interés de la CIA. Durante la última semana de diciembre de 1958, “la confusión, la incertidumbre, la derrota y el desaliento se apoderaron de los más altos niveles del Gobierno de los Estados Unidos”.86 Era evidente que la situación se les iba de las manos, y no solo un “poco”, como había reconocido Eisenhower. El 29 de diciembre, aproximadamente 48 horas antes de la fuga de Batista, durante una reunión de alto nivel con el secretario de Estado Interino Christian Herter, Rubottom reconoció que los acontecimientos estaban ocurriendo con rapidez y que la posición de Batista se estaba deteriorando, por lo que era muy probable que no duraría hasta el 24 de febrero, cuando su sucesor debía tomar el poder. Sorprendentemente, Robottom dijo desconocer si ya se había formado un Gobierno Provisional y si este había sido reconocido por algún país latinoamericano.87 La confusión era tal, que cuando ese mismo día se recibió un mensaje del embajador norteamericano en República Dominicana Joseph S. Farland, donde informaba del contacto que había sostenido con Gonzalo Güell, quien se encontraba de visita en la entonces Ciudad Trujillo —hoy Santo Domingo—, sin que se explicaran los motivos de su viaje, a nadie en el Departamento de Estado parece habérsele ocurrido pensar que se estaba preparando la fuga del Dictador.88 En la tarde del 29 de diciembre, se recibió un cable del Embajador norteamericano en Quito indicando que el canciller Tobar había recibido la respuesta afirmativa de Batista para iniciar “la mediación latinoamericana”.89 Al parecer, estimulados por esta contestación favorable, los funcionarios del Departamento de Estado se dieron a la tarea de preparar un largo memorándum en el que se recogían las cuestiones esenciales de lo que los Estados Unidos pretendían con esta iniciativa.90 Por supuesto, no hubo tiempo alguno para ponerla en marcha, porque dos días después 85 Thomas G. Paterson: Ob. cit., pp. 216-219. 86 Ibídem, p. 219. 87 Minutas de la reunión diaria de contacto del secretario de Estado Interino Christian Herter con los principales funcionarios del Departamento, del 29 de diciembre de 1958, en Department of State: Ob. cit., p. 313. 88 Cable cifrado número 239 de la Embajada norteamericana en Santo Domingo al Departamento de Estado, del 29 de diciembre de 1958, en Ibídem, pp. 313-314. 89 Cable cifrado número 203 de la Embajada norteamericana en Quito al Departamento de Estado, del 29 de diciembre de 1958, en Ibídem, pp. 314-315. 90 Memorándum del director de la Oficina de Asuntos de Centroamérica y Panamá C. Allan Stewart al secretario de Estado Adjunto para Asuntos Interamericanos Roy Rubottom, del 29 de diciembre de 1958, en Ibídem, pp. 316-320. 188 cayó Batista y triunfó la Revolución Cubana. Sin embargo, vale destacar que en ese extenso documento se consideraba que había plazo suficiente como para formar un grupo de embajadores latinoamericanos en la OEA, al cual se le daría una breve oportunidad para discutir el asunto de la mediación, antes de poner en práctica un enrevesado plan que incluía una tregua y un plebiscito supervisado por la ONU.91 Esa propuesta demuestra hasta que punto los funcionarios del Departamento de Estado habían perdido toda noción de lo que estaba pasando en Cuba. El 30 de diciembre, la alta jerarquía del Pentágono comenzó a manifestar gran preocupación. Esa mañana, el secretario de Defensa Adjunto para Asuntos de Seguridad Internacional John N. Irwin llamó a Herter para interesarse por los pasos que debía dar el Departamento de Estado en cumplimiento de lo acordado en la Trescientas Noventa y Dos Reunión Regular del Consejo de Seguridad Nacional, del 23 de diciembre. Como resultado de esa gestión, Herter convocó a una reunión para las 4:00 p. m. del 31 de diciembre, con el objetivo de analizar la situación en Cuba. A ella asistieron: Herter, Murphy y Rubottom, por el Departamento de Estado; Gordon Gray, por la Casa Blanca; John N. Irwin y Robert H. Knight, por el Departamento de Defensa; el almirante Arleigh Burke, por el Estado Mayor Conjunto; el general C. P. Cabell y el coronel J. C. King, por la CIA, y el contralmirante A. S. Hayward Jr., por el Departamento de Marina. A pesar de la presencia de tan altos funcionarios, la reunión se desarrolló de forma caótica y desorientada. 92 Después de la exposición inicial de Rubottom, Gray planteó la preocupación de Eisenhower en el sentido de que, durante la última reunión del Consejo de Seguridad Nacional, se había dicho que “nuestro Gobierno estaba unido en contra de Fidel Castro” y que esa era “la primera ocasión en que él, el Presidente, había escuchado” semejante planteamiento. Por ello, el Asesor Especial de Seguridad Nacional de la Casa Blanca quería saber si esa era en realidad la posición del Gobierno. Rubottom, cuyo obscuro discurso burocrático era bien conocido, respondió con un circunloquio: “Los Estados Unidos han estado tratando que Batista reconozca que él, Batista, no puede derrotar a Castro como tal, pero que se necesita una tercera fuerza para derrotar a Castro políticamente”.93 A continuación, se produjo el análisis de las distintas alternativas que se presentaban para apoyar la denominada “tercera fuerza”. Rubottom se refirió a tres grupos distintos. • En primer lugar, mencionó a los alzados en Las Villas, en aparente referencia al Segundo Frente Nacional del Escambray y su jefe, Eloy 91 Ibídem, p.317. 92 Memorándum sobre una reunión en la oficina del subsecretario de Estado Christian Herter, del 31 de diciembre de 1958, en Ibídem, pp. 323-328. 93 Ibídem, p. 324. 189 Gutiérrez Menoyo, quien dijo estaba vinculado a Carlos Prío y a Tony de Varona. • En segundo lugar, sugirió que debían trabajar también con José Miró Cardona y el Conjunto de Agrupaciones Cívicas que lo tenían como dirigente. • En tercer lugar, se realizó un debate en torno a De Varona, a quien se le consideró como una buena alternativa junto con Miró, ya que ambos estaban trabajando unidos en Miami.94 Cabell alertó que estos grupos no formaban aún un frente unido que pudiera oponerse con efectividad al movimiento revolucionario. Después de varios intercambios en los cuales se examinó, entre otros asuntos, la significación de que se informara que la familia de Batista había viajado a Nueva York, Gray volvió a la carga y preguntó si era riguroso decir que el Departamento de Estado trataría de impedir que Fidel Castro llegara al poder. Paradójicamente, Herter, desdiciendo lo que había planteado en otras reuniones —y por escrito— y contradiciendo lo que su subordinado Rubottom acababa de explicar, contestó: “no, este no es el caso”.95 De manera asombrosa, nadie objetó lo dicho y la reunión siguió su curso confuso. Después que el almirante Burke manifestó que le parecía muy tarde para detener a Fidel Castro, Gray expresó “que si eso era o no era verdad dependía de lo que el Gobierno de los Estados Unidos hicieran para impedir que Castro tomara el poder”.96 Cabell subrayó de nuevo que el problema estaba en identificar la tercera fuerza, pues una vez identificada, ella serviría como centro aglutinante, además de que debía haber alguna capacidad para mantener a Fidel Castro a raya, mientras se fomentaba la pujanza de esa fuerza. El único funcionario que planteó algo sensato fue Irwin, quien se preguntó si no se debía ser más cauteloso con Castro, so riesgo de alienarlo aún más de los Estados Unidos. El almirante Burke mencionó que se estaba preparando un destacamento de marines que estarían listos para desembarcar en Cuba tan pronto se les diera la orden. A tales efectos, propuso que se instruyera al Comando Naval del Atlántico (CINCLANT) que se aprontara para la eventualidad de una intervención con vistas a rescatar a los ciudadanos norteamericanos que estuvieran en peligro. Herter, sin embargo, dijo que se debía expurgar toda mención a una eventual intervención en el mensaje y que los marines debían ser embarcados en los navíos con la mayor 94 Ibídem, p. 325. 95 Ibídem, p. 326. 96 Ibídem. 190 discreción posible. Por último, alertó que se debía mantener el más estricto secreto sobre lo allí discutido.97 La reunión terminaba cuando se recibió un cable urgente del embajador Smith en el que decía que Batista le había preguntado el nombre de los individuos que, según el Departamento de Estado, deberían formar parte de la Junta Cívico-Militar. Esta consulta provocó un intercambio alucinante. Burke fue del criterio de que no se debía dar ningún nombre, porque ello pondría en peligro las vidas de los que se mencionaran. Entonces “hubo alguna discusión acerca de si Castro debía ser miembro de la Junta y la conclusión general fue que, por el poder que tenía, debía ser parte de ella”.98 En ese mismo momento se informó que Batista tenía un avión listo para abandonar el país y que probablemente se iría a República Dominicana. Con esa nota finalizó la reunión.99 Como un último episodio que demuestra el nivel de desconcierto del Departamento de Estado con lo que estaba sucediendo en Cuba, vale la pena citar el párrafo final del cable cifrado número 404, que el propio 31 de diciembre, a las 9:41 p. m., se le enviara a la Embajada de los Estados Unidos en Cuba. Téngase en cuenta que, según se consigna, fue redactado por Wieland, Little y Stevenson, aprobado por Snow, Rubottom y Murphy, y firmado por Herter: El Departamento reitera la esperanza que ha expresado frecuentemente en el pasado, de que el Gobierno de Cuba puede todavía obtener la colaboración de elementos influyentes y respetables que representen a la mayoría de los sectores nacionales de la sociedad, con el fin de lograr una solución política constructiva aceptable para el pueblo de Cuba, facilitando así una transición ordenada que ponga fin a la grave amenaza actual a la economía y a la estabilidad política cubanas.100 Unas horas después, el 1ro. de enero de 1959, a las 6:00 a. m., el embajador Smith comunicó al Departamento de Estado que dos horas antes, a las 4:00 a.m. de ese día, Batista había huido a Santo Domingo acompañado por su familia, Andrés Rivero Agüero, Gonzalo Güell y por otros seguidores cercanos.101 Según el cable cifrado número 665, el gene97 Ibídem, p. 328. 98 Ibídem. 99 Ibídem. 100 Cable cifrado número 404 del Departamento de Estado a la Embajada norteamericana en La Habana, del 31 de diciembre de 1958, en Ibídem, p. 331. 101 Earl E.T. Smith: Ob. cit., p. 178. En su libro, el Embajador dice haber tenido noticia firme de la fuga de Batista 24 horas antes de que esta se produjera. Si así fue, nunca alertó al Departamento de Estado, con lo cual los norteamericanos se hubieran ahorrado la paradójica reunión del 31 de diciembre, con todas sus descabelladas y contradictorias elucubraciones. 191 ral Eulogio Cantillo había asumido el mando de las Fuerzas Armadas y pedido al magistrado más antiguo del Tribunal Supremo de Justicia, doctor Carlos M. Piedra, que asumiera interinamente “el control de los elementos civiles del Gobierno”.102 Aunque no existe constancia escrita de que esta maniobra de Cantillo se hiciera en coordinación con la CIA o los representantes militares de los Estados Unidos en Cuba, esa hipótesis no puede desecharse, conociéndose las estrechas relaciones que la alta jerarquía castrense cubana mantenía con esas instituciones imperiales. Se cerraba de esta forma toda una etapa nefasta de la historia de Cuba y de las relaciones cubano-norteamericanas. Como se puede apreciar, las causas del rotundo fracaso de la política injerencista norteamericana en Cuba, en 1958, fueron múltiples y complejas. Debe enfatizarse, en primer lugar, en la caducidad del régimen neocolonial impuesto a los cubanos. Lo sorprendente en este caso es que, a pesar de todos los medios políticos, económicos, militares, diplomáticos y de seguridad con que contaban los Estados Unidos, su Gobierno no fue capaz de percatarse de lo que sucedía y de que la solución a la crisis cubana tenía que ser inevitablemente radical. Como se demuestra en el presente ensayo, no fue si no hasta diciembre de 1958, cuando el Departamento de Estado y la Agencia Central de Inteligencia advirtieron que era ilusoria la salida electoral que habían previsto a finales de 1957. Esta percepción errónea de la realidad cubana se debía en alto grado a la arrogancia con la cual los procónsules norteamericanos habían intervenido en la política cubana. Pero a ello contribuyó también el hecho innegable de que los estrechos vínculos establecidos con la oligarquía cubana entorpecían la visión que de Cuba tenían. Esta relación estaba basada en un claro compromiso mutuo: a cambio de que la clase dominante en Cuba legitimara el dominio económico y político norteamericano sobre el país, Washington la apoyaba y la sostenía a todo trance. Ello, sin embargo, tenía un importante inconveniente, hasta los más preclaros representantes de los Estados Unidos se equivocaban al suponer que la mayoría de los cubanos aceptaban el status quo neocolonial por rendirle significativas beneficios económicos, como afirmó Philip W. Bonsal en sus memorias. Otro factor de indudable importancia lo constituyó el hábil manejo que Batista le dio a las contradicciones presentes entre el embajador Earl E. T. Smith y la Misión Militar de un lado, y los formuladores de política en el Departamento de Estado y en la Agencia Central de Inteligencia, del otro. El Dictador, consciente de que esos conflictos existían, maniobró de manera tal, que le permitió ganar tiempo y prolongar su estancia en el poder todo el tiempo que pudo, incluso más allá de lo viable. 102 Cable cifrado número 665 de la la Embajada norteamericana en La Habana al Departamento de Estado, del 1ro. de enero de 1959, en Department of State: Ob. cit., p. 333. 192 Aunque los funcionarios norteamericanos estuvieron siempre conscientes de que un triunfo popular no era lo más conveniente a sus intereses, el hecho de que la dirección de la Revolución supo ocultar sus más radicales objetivos contribuyó a que no se impusiera la línea política más peligrosa, la sustentada por el Pentágono, que estuvo dispuesto a desencadenar una intervención militar favorable a Batista en varias ocasiones. Este también fue un factor de peso en el fracaso norteamericano. La obsesión con el comunismo, típica de la década de los cincuentas, tanto en la política interna como externa de los Estados Unidos, contribuyó a la percepción errónea del carácter y los objetivos de la Revolución. Víctimas de su propia propaganda, los órganos de inteligencia norteamericanos buscaban constantemente evidencias de “la influencia de Moscú” para determinar la posición a adoptar ante cualquier fuerza política. Como el movimiento popular no estuvo hegemonizado por ningún grupo al que se le pudiera imputar tal acusación, ello reforzó la idea de que, cualquiera que fuese el desenlace de la crisis cubana, la diplomacia de Washington podría resolver el problema a un mínimo costo. El fracaso en Cuba tuvo profundas repercusiones ulteriores. El desafío del triunfo revolucionario condujo a los Estados Unidos a llevar a cabo tres líneas de acción diferentes. • En primer lugar, se aprestó a neutralizar la Revolución Cubana, mediante el envío a La Habana de un hábil diplomático de carrera que ya había tenido éxito en moderar el proceso boliviano. No obstante, al frustrarse rápidamente esta táctica, la administración de Eisenhower optó por la entronización de un plan multifacético destinado a derrocar al nuevo Gobierno. Ello condujo a un nuevo descalabro: la derrota de Playa Girón, en abril de 1961. • El segundo lugar, la Revolución Cubana obligó a los Estados Unidos a revisar su política hacia América Latina, como parte de lo cual se introdujeron planes de ayuda al desarrollo, primero por la propia administración de Eisenhower, y después por la de John F. Kennedy que, en 1961, propició la Alianza para el Progreso. • En tercer lugar, impedir una “segunda Cuba” se convirtió en un objetivo obsesivo del Gobierno norteamericano, que promovió fuertes programas de contrainsurgencia. Para Cuba, el fracaso de los Estados Unidos fue el inicio de un nuevo camino, libre ya de la intromisión norteamericana en sus asuntos internos. La soberanía nacional fue definitivamente implantada y ello permitió al país ser dueño absoluto de su propio destino. 193