Sábado 21 de febrero de 2009 Contacte con laopiniondemurcia.es | RSS NOTICIAS HEMEROTECA » Opinion PORTADA ACTUALIDAD DEPORTES ECONOMÍA Firmas del día EN ESTA WEB OPINIÓN Cartas a la directora GENTE Y OCIO Encuestas laopinióndemurcia.es » Opinion Blogs Humor SERVICIOS Atención al lector BUSCADOR VIVIENDA DIGO YO Bohemio radical Alejandro Sawa Operación comprar alquilar VOTE ESTA NOTICIA JOSÉ ANTONIO ATANET Celebramos (?), lloramos por mejor decir, el centésimo obituario del gran Alejandro Sawa, héroe, mártir y cuasi virgen -apenas publicó en vida cuatro novelas perfectamente olvidables, salvo quizá su última y póstuma Iluminaciones en la sombra, reeditada ahora por Nórdica Libros con prólogo cariñosísimo de Rubén Darío, esmeradamente anotada por Andrés Trapiello-, quijote, digo, de la literatura y de la suprema dignidad de este oficio propio de botarates. Espolvoreó, eso sí, innumerables artículos en la prensa hispana y francesa -era bilingüe- que tampoco merecían pasar a la historia si no fuera por el magnífico y verídico retrato que Valle-Inclán, su devoto, hizo de él en Luces de Bohemia mediante el personaje de Max Estrella. De él y de sus discípulos de bohemia modernista, gente ilustre como el citado Darío, y otros sumidos en el vertedero de la historia como Dorio de Gadex, Salvador Rueda, Emilio Carrere, Gómez Carrillo, José Nakens o Paco Villaespesa, todos ellos víctimas de la inanición y el alcoholismo. Este Alejandro, de raíz helénica como su propio nombre y el de su hija, Helena, indican, era un ejemplar humano magnífico: "Era a la sazón un hermoso tipo de caballero airoso, con cierta afectación, melena flotante al modo de Alfonso Daudet. Su sonrisa era semidulce, irónica. Estaba impregnado de literatura. Hablaba en libro. Era gallardamente teatral. ¡Poor Alexander!" (Darío). Mas no siempre fue tan pobre. De hecho su abuelo y su padre fueron prósperos comerciantes en Carmona, Sevilla -allí nació el 11-2-1866 Alejandro en la misma calle cantada por Antonio Machado, "aquel huerto claro donde florece el limonero"-, trasladándose después a Málaga con su familia, donde cursó el bachillerato con resultados mediocres, pues se chupaba las clases para leer mirando al puerto a los poetas románticos, Espronceda, Bécquer y Lamartine, consiguiendo a duras penas matricularse en la Universidad de Granada en asignaturas tan contradictorias como Literatura Española y Derecho Romano. En 1879, ahíto de provincianismo, se traslada a Madrid, estación obligada a la gloria -creía él-, pertrechado de cartas recomendatorias que se revelaron eficaces, pues consiguió enseguida un puesto burocrático en el ministerio de Gobernación, despacho número 20, con un salario anual de 5.000 duros que, unidos a los veinte mensuales cobrados de el diario El Globo, lo situaba en posición envidiable, "un personaje en ciernes" según su propia expresión. Pocos meses después colabora también en los periódicos La República y El Globo. Pero el parnaso madrileño pronto se le quedó corto a Alex. Eso del horario ministerial, el artículo puntual, el garbancismo madrileño, lo aburría en profundidad. Él anhelaba codearse con Víctor Hugo, aquel monstruo creativo y libidinoso -copuló a diario hasta su muerte en 1885- del que se jactó haber estampado un beso en la frente y no haberse vuelto a lavar la boca desde entonces, imposibilidad anacrónica, pues el sevillano arribó a París en 1890, siendo, por el contrario cierto, que se codeó con la flor de un Zola, un Mallarmé, una condesa de Zarzal amante y mecenas o, sobre todo, un Paul Verlaine, cuyo cadáver aun caliente veló consternado. Tuvo ocasión entonces de viajar a Londres, participar el los saraos de Hyde Park y el Bar de la Cometa, a Ginebra y a la ciudad-balneario de Spa para recuperarse de sus excesos con el ajenjo. El suceso más decisivo de la estancia parisina fue su enamoramiento y matrimonio con Jeanne Poirier, dama estilizada, sabia como gala en las artes amatorias, que lo siguió a pesar de todos los pesares, que fueron muchos, hasta aquella muerte misérrima y gloriosa, engrandecida por la ceguera -un tributo a Venus, o sea al puterío desbocado-, abandonado como estuvo por los editores cutres, en singular Pueyo, los periódicos precarios y, sobre todo, por los amigos ilustres como Rubén, el cual se negó a abonarle seis artículos de encargo aparecidos bajo la firma del gurú modernista en La Nación, de Buenos Aires. Consagró Alejandro con su mujer y su hija un sotabanco o cuartucho en una casa de vecinos sita en calle Las Negras, negrísima miseria, hasta el punto de que cuando un jovencísimo Rafael Cansinos lo visitó en demanda de amparo, encontróse al escritor envuelto en sábanas por tener empeñados los pantalones (La novela de un literato, Alianza Editorial). La consunción total, a los 44 años, de este modelo de olímpico amor al arte está reflejado, como queda dicho, en el genial esperpento de don Ramón. Mas quien mejor retrató a Alejandro fue Manuel Machado en un poema antológico: "Jamás hombre más nacido/ para el placer, fue al dolor/ más derecho". COMPARTIR ENVIAR PÁGINA » IMPRIMIR PÁGINA » AUMENTAR TEXTO » REDUCIR TEXTO » ¿qué es esto? Comente esta noticia Envíenos desde aquí su comentario Texto: Tipo de inmueble viviendas obra nueva habitación oficinas locales o naves garajes Provincia g madrid málaga mallorca melilla menorca murcia Anunciese gratis El portal immobiliario de LA SELECCIÓN DE LOS LECTORES LO ÚLTIMO LO MÁS LEÍDO LO MÁS VOTADO 1. Dario Franceschini elegido nuevo líder del Partido Demócrata 2. Un "Obama" causa sensación entre la multitud del Carnaval de Río de Janeiro 3. El punk en español revoluciona la escena "underground" portuguesa 4. Robredo supera a Acasuso y es finalista 5. 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