O.J.D.: 241528 E.G.M.: 728000 58 Fecha: 17/05/2010 Sección: CULTURA Páginas: 58 Tarifa (€): 8173 CULTURAyESPECTÁCULOS LUNES 17š5š2010 ABC Los gustos reunidos ÓPERA «L’incoronazione di Poppea» Poppea (Danielle de Niese) y Nerón (Philippe Jarousky), en un momento del ensayo JAVIER DEL REAL Monteverdi: «L'Incoronazione di Poppea». Int.: D. de Niese (Poppea), P. Jaroussky (Nerón), M. E. Cencic (Ottone), A. Bonitatibus (Ottavia), R. Burt (Arnalta), A. Abete (Séneca), Les Arts Florissants. Dir. esc.: P. L. Pizzi. Dir. mus: W. Christie. Lugar: Teatro Real. Fecha: 16-V ALBERTO GONZÁLEZ LAPUENTE Todavía discute la ciencia musical cuánto dejó escrito Monteverdi en «L'incoronazione di Poppea» y qué cantidad es de otros autores, las voces que han de usarse y los instrumentos adecuados. Y mientras se solucionan estos y otros detalles, la práctica obliga a tomar decisiones. En el Teatro Real, donde ayer se estrenó una nueva producción para cerrar el ciclo Monteverdi/Pizzi/Christie, se observan varias. Tiene su importancia la de dar el papel de Nerón a un contratenor como Philippe Jauroussky pues se consigue que llegado el gran dúo final la voz se funda con la de Danielle de Niese en una exquisita unidad cargada de simbolismo. Momento de mucha sustancia reafirmado por el casi siempre elegante Pier Luigi Pizzi que deja a los cantantes a solas sobre un telón negro. Es verdad que son muchas las ocasiones en las que el mejor paisaje es la música. También, la decisión vocal le da juego al director de escena para añadir personales «comentarios argumentales», ya puede ser la guardia sado-gay de Nerón, la acaramelada escena de este con el poeta Lucano, o el travestismo algo pasado de la Nodriza. Cuestión de gustos, sin duda, en una escenificación de dudosa ambigüedad, por otra parte llevada con maestría y estupenda definición de los ambientes a partir de un escenario giratorio que colabora a equilibrar lo que la obra tiene de drama histórico y de verosímil conflicto personal. Aunque para demostrar esto último el Real ha reunido un reparto que, salvo contadas excepciones, tiene mucha, mucha calidad. La de los protagonistas ya está apuntada pero va más lejos porque ambos son estupendos actores además de grandes cantantes, con personalidad, ductilidad para el afecto y emoción en el mensaje. Sus dúos lo demuestran. Merece la pena, y sin agotar la relación, recordar a Max Emanuel Cencic contratenor grave de mucha solidez; a Anna Bonitatibus de variados recursos vocales y gran proyección, y a Ana Quintans portadora de un singular encanto. Ellos y otros hacen posible que la atención se dirija al escenario, que es siempre una buena receta. Incluso William Christie y Les Arts Florissants que, desde el foso proporcionan una homogénea y colaboradora corrección muy de agradecer.