RAZON IUSFILOSOFICA y RAZÓN` HISTÓRICA

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DIEGO MEDINA MORALES
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RAZON IUSFILOSOFICA
y RAZÓN' HISTÓRICA
EXIGENCIAETICA, NECESIDAD JURIDICA
y RAZON HISTORICA
DE LA'EM.PRESA DE RECONQUISTA DE ESPAÑA
".
Granada/19a9
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Razón Iusfilosófica
y Razón Histórica
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C) LA DOMINACION LEGITIMA EN MAX WEBER
"
Está fuera de toda duda, e incluso parece ocioso decido, la
categoría científica de un tan prestigioso sociólogo, ampliamente
reconocido, como es Max WEBER. Nadie, creemos, negará tal
afirmación, ni la pondrá en duda. Max WEBER fue hombre de
ciencia, nunca activista político; sin embargo, no cabe la menor
duda de que el tema político siempre le preocupó, hasta tal punto
que dedicó gran parte de su 'vida y obra a intentar desvelar sus
muchos secretos. Múltiples fueron los temas por él estudiados, minuciosamen te analizados, en su más amp lía obra. Comunidad, sociedad, poder, dominación, economía, empresa, trabajo, legitimidad,
partidos, etnias, derecho, son algunos de los muchos temas que el
sabio alemán estudió.
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En la medida que, nosotros, estudiamos y pretendemos interpretar, siempre desde la vertiente filosófico un fenómeno histórico-social, no hemos podido resisitr la tentación de utilizar para
ello los conocimientos que Max WEBER nos ha transmitido.
Conocimientos ampliamente reconocidos y sustraidos, .segúnsu incesante recomendación, de todo lo que no sea rigor científico.
Este autor ha estudiado detenidamente el fenómeno de la dominación y analizado, claro está, aquellas circunstancias que presentándose en una relación de poder permiten afirmar la existencia de
dominación legítima. Hemos considerado que era conveniente, para
el objetivo -en cualquier caso científico e investigador- aquí perseguido, usar los criterios maxweberianos de legitimidad, tan difundidos y reconocidos hoy día y nada sospechosos de partidismos,
para así calificar, de una u otra forma, a las distintas fuerzas que
en el periodo histórico que comprende nuestra investigación, se
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disputaban la dominación de España. Esto nos permitirá comprender
mucho mejor por qué, en la praxis, triunfaron los españoles, y
fueron expulsados los musulmanes; no fue un capricho histórico;
así se deduce del análisis de los hechos a través de la doctrina
maxweberiana; la Razón Histórica así lo exigía.
Dos fuerzas, como hemos afirmado, se disputaban el dominio
del territorio hispano, una de ellas autóctona, otra invasora -venida desde afuera a través de un procedimiento fraudulento-, sólo
una sería considerada legítima, ¿cuál de ellas?, ¿qué motivos y
circunstancias produjeron tal resultado? Estas y otras son preguntas que quedan totalmente resueltas cuando se establece relación,
cuando se conectan, los datos históricos con la doctrina, acerca de
la dominación legítima, del sociólogo de Erfurt.
Define Max WEBER el poder, como «la probabilidad de imponer la propia voluntad, dentro de una relación social, aún contra
toda resistencia y cualquiera que sea el fundamento de esa probabilidad»235. Por otra parte, define la dominación como «la probabilidad de encontrar. obediencia a un mandato de determinado contenido entre personas dadas»236. La dominación, pues, significa la
probabilidad de que un mandato sea obedecido. «Debe entenderse
por «dominaci'ón», de acuerdo con la definición ya dada, la probabilidad de encontrar obediencia dentro de un grupo determinado
para mandatos específicos (o para toda clase de mandatos). No es,
por tanto, toda especie de probabilidad de ejercer «poden> o «influjo» sobre otros honibres»237. Quiere ésto decir que «poder» y
«dominación» son dos conceptos distintos para Max WEBER, y
que su relación es del género a la especie, pues si bien toda «do-
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Razón Jusfilosófica
Diego Medina Morales
235 MAX WEBER. Economía y Sociedad. Edición preparada. por
Johannes Wincke1mann. Traducción de Jose Medina Echevarria, Juan Rou,ra
Parella, Eugenio Imaz, Eduardo Garcia Máynez y Jose Ferrater Mora. FOndo
de Cultura Económica. México, cuarta reimpresión de la segunda edición.
1979. pago 43.
y Razón Histórica
179
minacióm> es una forma de «poder», no toda forma de «poden>
puede llamarse «dominación».
De acuerdo con lo hasta ahora expuesto, podemos afirmar sin
temor a equivocamos, que a partir del 711 en Espaila existen dos
poderes, porque ambos aspiran a imponer su propia voluntad contra
toda resistencia; mas sólo uno de ellos se manifestará en la forma
de dominación, al sólo ser éste el que consiga captar obediencia
dentro del grupo determinado que constituye la población española.
Sólo en este sentido puede explicarse el fenómeno.
Como afirma Max WEBER el fundamento de toda dominación
es la legitimidad238. Sólo se puede considerar que existe dominación cuando la probabilidad de que el mandato sea obedecido se
debe a su caracter de dominación legítima. Por 10 que, siendo de
esta manera, podemos afirmar que es imprescindible un mínimo de
voluntad de obediencia de los dominados para que pueda existir
una relación auténtica de dominación; sin voluntad de obediencia
no existe dominación. No suponen en este sentido, la dominación,
imposición de voluntad, sino reconocimiento.
Como se puede comprobar, Max WEBER reviste de una especial importancia, cuando los estudia, a los conceptos de legitimidad
y obediencia; de ellos, en cierto modo, depende la viabilidad de
toda dominación, es más, ellos son los que convierten al «poder»
en «dominación» cuando concurren en aquél. Siendo así, es préciso
conocer el significado que este autor da a tales conceptos, en la
medida, además, que nos van a ser útiles a nuestro trabajo.
«La legitimidad de una dominación debe considerarse sólo como'
una probabilidad, la de ser tratada prácticamente como tal y
mantenida en una proporción importante» 239.De esta manera, legítima sera sólo la dominación que es considerada como «auténtica»,
es decir y sirva de reiteración, la considerada legítima por los
236 Ibid.
238 Ibid.
237 Ibid., pago 170.
239 Ibid.,
pago 171.
180
Razón fusfl/osóflea
Diego Medina Morales
destinatarios de la misma. En cierta manera, se trata del mismo
requisito de validez Que proponen las corrientes realistas del
derecho para Que el ordenamiento jurídico sea considerado válid0240. En definitiva, para Que una dominación pueda llamarse
legítima, lo fundamental es que opere como tal, o lo Quees igual, .
Que suscite un especial deber de obediencia en el destinatario de
la misma. «'Obediencia' significa que la acción del Que obedece
transcurre como si el contenido del mandato se hubiera convertido,
por si mismo, es decir sin necesidad de unos especiales medios, en
máxima de su conducta; yeso únicamente en méritos de la relación
formal, de la obediencia, sin tener en cuenta la propia opinión
sobre el valor o desvalor de mandato como tal»241.
Con arreglo a lo hasta ahora expuesto, lo fundamental para
Que una dominación sea considerada legítima, según siempre de
acuerdo a las directrices maxweberianas, es su real operatividad,
es decir, Que en el mundo de lo real opere e inspire obediencia.
Como diría el propici Max WEBER «Que sea tratada prácticamente
como tal y mantenída en una proporción importante»242.
La dominación resulta de esta manera resumida en el interes
de obediencia, un interes de obediencia Queradica o puede radicar
en distintos motivos o fundamentos. Las dominaciones pueden ser
obedecidas, por tanto están o pueden estar legitimadas, en orden a
tres motivos o tipos de legitimación. Max WEBER clasifica y
define los citados tipos en los siguientes términos:
240Efectivamente, los autores de la citada corriente filosófico- jurídica consideran que el derecho tiene un requisito imprescindible de validez,
que se identifica con la obediencia que las normas encuentran en sus déstiriatarios. Véase OLIVECRONA, K., El derecho como hecho, \La!bor,
Barcelona 1980., pags. 109 Yss. ROSS, A. Sobre el Derecho y la Justicia, Editorial Universitaria, Buenos Aires, cuarta edición, 1977, pags. 54 y
ss,
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« 1, De carácter racional: Que descansa en la creencia en la
legalidad de ordenaciones estatuidas y de los derechos de mando
de los llamados por esas ordenaciones a ejercer la autoridad (autoridad legal).
2. De carácter tradicional: Que descansa en la creencia cotidiana en la santidad de las tradiciones Que rigieron desde lejanos
tiempos y en la legitimidad de los señalados por esa tradición para
ejercer la autoridad (autoridad tradicional).
3. De caracter carismático: Que descansa en la entrega extracotidiana a la santidad, heroismo o ejemplaridad de una persona
y a las ordenaciones por ella creadas o reveladas (llamada) (autoridad carismática).
En el caso de la autoridad legal se obedecen la ordenaciones
impersonales y objetivas legalmente estatuidos y las personas por
ellas designadas, en méritos éstas de la legalidad formal de sus
disposiciones dentro del círculo de su competencia. En el caso de
la autoridad tradicional se obedece a la persona del señor llamado
por la tradición y vinculado por ella (en su ámbito) por motivos de
piedad (pietas), en el círculo de 'lo que es consetudinario. En el
caso de la autoridad carismática se obedece al caudillo carismáticamente calificado por razones de confianza personal en la revelación, heroicidad ó ejemplaridad, dentro del círculo en Que la fé en
su carisma tiene validez»243.
Sólo son tres los tipos de dominación legítima Que se pueden
presentar: legal, tradicional y carismática; éstos son sin embargo
los Que e,l prestigiado sociólogo llama «tipos ideales», Quiere ello
decir Que en la realidad histórica es dificil que los podamos encontrar en absoluta pureza, siendo así, Que sólo se ajustarán, mejor O peor, a uno o varios de los tres tipos ideales. En la medida
en Que una dominación, histórica-real, se ajuste a uno de los citados tipos, y sólo en tal caso, se podrá considerar legítima.
241 MAX WEBER, Op. cit., pago 172.
242 Ibid., pago ] 71.
y Ra::ón HislÓ¡'iea
243 Ibid.,
pags.
172-173.
182
Diego Medilla Morales
Para estar en condiciones de responder a las preguntas que al
comienzo de este epígrafe planteábamos, para desvelar que fue 10
que dió legitimidad a la dominación hispana -muchas veces llamada
también cristiana- y cuales fueron los motivos por los que la dominación musulmana nunca fué reconocida como legítima, aún hemos de profundizar un poco más en el estudio que de la legitimidad estamos realizando sirviéndonos de la doctrina maxweberiana.
Sólo cuando sepamos donde radica la validez de cada uno de los
llamados tipos de dominación legítima, estaremos en condiciones
de dar una respuesta.
Según el autor que venimos citando la dominación legal descansa en la validez de las siguientes ideas, entrelazadas entre si:
«1. Que todo derecho, «pactado u otorgado», puede ser estatuido de modo racional -racional con arreglo a fines o racional
con arreglo a valores (o ambas cosas)-, con la pretensión de ser
respetado, por lo menos, por los miembros de la asociación; y tam,bién regularmente por aquellas personas que dentro del ámbito de
poder de la asociación (en las territoriales: dentro de su dominio
territorial) realicen acciones sociales o entren en relaciones sociales declaradas importantes por la asociación.
2. Que todo derecho según su esencia es un cosmos de regias abstractas, por lo general estatuidas intencionalmente; que la
judicatura implica la aplicación de esas reglas al caso concreto; y
que la administración supone el cuidado racional de los intereses
previstos por las ordenaciones de la asociación, dentro de los límites de las normas jurídicas y según principios señalables que
tienden a la aprobación o por 10 menos carecen de la desaprobación de las ordenaciones de la asociación.
3.
Que el soberano legal típico, la «persona puesta a la
cabeza», en tanto que ordena y manda, obedece por su parte al
orden impersonal por el que orienta sus disposiciones.
Lo cual vale para el soberano legal que no es «funcionario»,
por ejemplo: el presidente de un Estado.
Razón Iusfilosófica
y Razón Histórica
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4. Que -tal como se expresa habitualmente- el que obedece
sólo lo hace en cuanto miembro de la asociación y sólo obedece al
'derecho'»244.
De todo ello concluimos que lo que caracteriza al tipo de
dominación lega1245es que sus destinatarios, cuando obedecen, lo
hacen en reconocimiento a la racionalidad de un conjunto de disposiciones estatuidas y no de la persona del soberano legal típico,
que es aceptado sólo por haber sido designado en virtud de las
citadas disposiciones y su racionalidad246.
244Ibid. Pags. 173-174. En relación al punto numero 3 WEBER añade que «domina la idea de que los miembros de la asociación, en tanto que
obedecen al soberano, no lo hacen por atención a su persona, sino que
obedecen a aquel orden impersonal; y que sólo están obligados a la obediencia dentro de la competenciá limitada, racional y objetiva, a él otorgada por dicho orden».
245No han de confundirse dominación legal y dominación legítima,
pues aquella es sólo una de las formas en la que ésta se puede presentar;
por otra parte no siempre que aparezca un «poden), pretendidamente basado en un aparente «orden legal», podrá hablarse de dominación legítima
legal. «Legalidad» y «legitimidad» son categorias distintas (Vid. Carl
SCHMITT. Legalidad y legitimidad. Donde advierte que la divergencia
histórico-real entre estos dos términos comenzó con el llamado principio
de legitimidad de la restauración monárquica de 1814-1815. Introducción a
la edición alemana de 1968, pags. XXV y XXVI; trad. castellana de José
Díaz García, Madrid, Aguilar, 1971.), un poder puede legitimarse en base a
unas leyes (dominación legítima legal) pero sólo cuando éstas sean reconocidas como tales por los destinatarios, sin lo cual esa legalidad no serviría como causa Iegitimadora del poder.
246Refiriéndose a este tipo de dominación Max WEBER, en la página
707 de su ya citado libro, dice que «Su idea básica es : que cualquier derecho pueda crearse y modificarse por medio de un estatuto sancionado
correctamente en cuanto a la forma. La asociación dominante es elegida o
nombrada, y ella misma y todas sus partes son servicios. Un servicio (parcial) heterónomo y heterocéfalo suele designarse como autoridad. El equipo
administrativo consta de funcionarios nombrados por el señor, y los subordinados son miembros de la asociación. «<ciudadanos», «camaradas»).
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Diego Medina Morales
Se puede hablar de dominación tradicional, «cuando su legitimidad descansa en la santidad de ordenaciones y poderes de mando
heredados de tiempos lejanos, «desde tiempo inmemorial», creyéndose en ella en méritos de esa Santidad. El señor o los señores
estan determinados en virtud de reglas tradicionalmente recibidas.
La «asociación de dominación», en el caso más sencillo, es primariamente una «asociación de piedad» determinada por una comunidad de educación. El soberano no es un «superior», sino un señor
personal, su cuadro administrativo no está constituido por «funcionarios» sino por «servidores», los dominados no son «miem bros» de
la asociación sino 1) «compañeros tradicionales» 2) «sÚbditos». Las
relaciones del cuadro administrativo para con el soberano no se
determinan por el deber objetivo del cargo sino por la fidelidad
personal del servidor.
No se obedece a disposiciones estatuidas, sino a la persona
llamada por la tradición o por el soberano tradicionalmente determinado: y los mandatos de esta persona son legítimos de dos maneras:
a) en parte por la fuerza de la tradición que señala inequívocamente el contenido de los ordenamientos, así como su
amplitud y sentido tal como son creidos, y cuya conmoción por
causa de una transgresión de los límites tradicionales prodría ser
peligrosa para la propia situación tradicional del imperante;
b) en parte por arbitrio libre del señor al cual la tradición
le demarca el ámbito correspondiente.
Se obedece, no a la persona en virtud de su derecho propio sino a la
regla estatuida, la cual establece al propio tiempo a quién y en que medida se debe obedecer. También el que ordena obedece, al emitir una orden, a una regla: a la «ley» o al «reglamento» de una norma formalmente
abstracta. El tipo del que ordena es el «superiof», cuyo derecho de mando
está legitimado por una regla estatuida, en el marco de una «competencia»
concreta, cuyas delimitación y especialización se fundan en la utilidad objetiva y en las exigencias profesionales puestas a la actividad del funcionario»,
Razón Iusfilosófica y Razón Histórica
Este arbitrio tradicional descansa primeramente
ción, por principio, de la obediencia por piedad.
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en la limita-
Existe por consiguiente el doble reino:
a) de la acción del imperante materialmente vinculada por la
tradición.
b) de la acción del imperante materialmente libre de la
tradición.
Dentro de este último el soberano puede dispensar a su «favor» otorgando o reiterando su gracia libérrima por inclinaciones o
antipatías personales o por decisión puramente personal, particularmente también la comprada mediante regalos -la fuente de los
«arbitrios»-. En la medida en que el soberano procede según principios, son éstos los de la justicia y equidad, con un contenido
ético material, o los de la conveniencia utilitaria, pero no -como
en la dominación legal- principios formales. De hecho el ejercicio
de la dominación se orienta por lo que, de acuerdo con la costumbre, está permitido al señor (y a su cuadro administrativo) frente
a la obediencia tradicional de los súbditos, de modo que no provoque su resistencia. Esta resistencia se dirige, cuando surge, contra
la persona del señor (o de los servidores) que desatendió los límites tradicionales del poder, pero no contra el sistema como tal
«<revolución tradicionalista»).
En el tipo puro de dominación tradicional es imposible la
«creación» deliberada, por declaración, de nuevos principios jurídicos o administrativos. Nuevas creaciones efectivas sólo pueden
ser legitimadas por considerarse válidas de antaño y ser reconocidas por la «sabiduría» tradicional. Sólo cuentan como elementos
de orientación en la declaración del derecho los testimonios de la
tradición: «precedentes y jurisprudencia»241.
247Max WEBER. Op. cit., pags. 180 y 181. Hemos decidido reproducir este largo párrafo del autor, sin glosario, debido a la más que suficiente claridad con que está expresado, ello nos hace considerar el riesgo de
redundancia en el que incurririamos.
--186
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y Razón Histórica
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calidad de la persona250.
Queda claro que la dominación tradicional descansa no en la
obediencia a disposiciones estatuidas, sino en la creencia de la
santidad de las tradiciones y la legitimidad de los llamados por
ellas a ejercer la autoridad. No cabe duda que el fundamento de
tal tipo de dominación radica en la fidelidad hacia las tradiciones
y así lo piensa Max WEBER al afirmar que «toda clase de 'superioridad' que con éxito asume autoridad legítima en virtud simplemente de habituación inveterada pertenece a la misma categoría,
aunque no presente una caracterización tan clara»248.
Afirma, también, el sociólogo que «si falta de un modo permanente la corroboración, si el agradecido carismático parece
abandonado de su dios o de su fuerza mágica o heróica, le falla el
éxito de modo duradero y, sobre todo, si su jefatura no aporta
ningún bienestar a los dominados, entonces hay la probabilidad de
que su autoridad carismática se disipe. Este es el sentido genuinamente carismático del imperio 'por la gracia de Dios'»251.
La dominación carismática obedece a una entrega por las cualidades extracotidianas de una personalidad, que se dice tiene «carisma» .
Así pues, lo que caracteriza a este tipo de dominación es que
suscita obediencia por razones de personalidad y confianza hacia
un líder252.
Debe entenderse por «carisma» la cualidad, que pasa por extraordinaria (condicionada magicamente en sp origen, lo mismo si
se trata de profetas, que de hechiceros, árbitros, jefes de cacería
Q caudillos militares); de una personalidad, por cuya virtud se la
considera en posesión de fuerzas sobrenaturales o sobrehumanas -o
por lo menos específicamente extracotidianas y no asequibles a
cualquier otro-, o como enviados del dios, o como ejemplar y, en
consecuencia, como jefe, caudillo, guía o líder. El modo como habría de valorarse «objetivamente» la cualidad en cuestión, sea
desde un punto de vista ético, estético u otro cualquiera, es cosa
del todo indiferente en lo que atafíe a nuestro concepto, pues lo
que importa es cómo se valora «por los dominados» carismáticos,
por los «adeptos»249.
Si bien, Max WEBER afirma que sólo hay «carisma» cuando
hay reconocimiento del mismo por parte de los dominados, lo que
nos parece lógico, no obstante advierte la diferencia que existe
entre ésto, que es un requisito, y el fundamento, que radica en la
248 Ibid., pago 710.
249 Ibid., pago 193.
Hasta aquí el estudio de los tipos de dominación tal y como
los expone en su obra el prestigioso sociólogo alemán.
Hemos venido sosteniendo en este trabajo que el poder islámico- musulmán nunca fue reconocido legítimo por losespañoles, no
tuvo legitimidad durante el periodo que.ocupó parte de España. No
250Ibid., pag 194. Dice: «Ahora bien, el reconocimiento (en el carisma genuino) no es el fundamento de la legitimidad, sino un deber de los
llamados, en méritos de la vocación y de la corroboración, a reconocer esa
cualidad- Este «reconocimiento»
es, psicológicamente, una entrega plenamente personal y llena de fe surgida del entusiasmo o de la indigencia y la
esperanza» .
251 Ibid.
252 Ibid. Pago 711 en la que dice este autor que la dominación carismática se legitima «en virtud de devoción efectiva a la persona del señor y
a sus dotes sobrenaturales (carisma) y, en particular: facultades mágicas,
revelaciones o heroísmo, poder intelectual u oratorio. Lo siempre nuevo, lo
extracotidiano, lo nunca visto y la entrega emotiva que provocan constituyen aquí la fuente de la devoción personal. Sus tipos más puros son el
dominio del profeta, del héroe guerrero y del gran demagogo. La asociación
de dominio es la comunicación en la comunidad o en el séquito. El tipo del
que manda es el caudil1o».
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11
188
-
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Diego Medi1!a Morales
es ésta una afirmación gratuita; hemos sentado las bases teóricas
que nos permiten llegar a tal conclusión, pues, como vamos a ver,
este pOder253 nunca tuvo la categoría de dominación, al no ser
reconocidas por la población española ni sus leyes, ni sus tradiciones, y adolecer' de un líder carismático que supiera ganarse a esa
misma población. Los españoles prefirieron, como por otra parte
parece lógico y esperable, refrendar y defender la legitimidad autóctona, entiéndase la de siempre, que vendría representada, como
es no menos de esperar, en la dominación de los reconquistadores,
quienes indudablemente fueron reconocidos como legítimos, al ser
reconocida la santidad de sus tradiciones, continuación indubitable
de las amenazadas y no sólo teóricamente, por el Islam, de las que
eran herederos -etnia, lengua, religión y derecho, fundamentalmente- y fieles defensores. Entre otros motivos por elementales razones de supervivencia social.
253 Lo llamamos «poder» en tanto que este término significa en Max
WEBER, recuérdese, «La proba bilidad de imponer la propia volun tad den tro
de una relación social, aún contra toda resistencia y cualquiera que sea el
fundamento de esa probabilidad». Op. cit., pago 43. Lo que nunca se le podría llamar es dominación.
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