News unión europea adoptar las medidas necesarias para dar cumplimiento a lo dispuesto en la Directiva antes del 11 de junio de 2010, fecha a partir de la cual quedó derogada la Directiva de crédito al consumo48. La quinta cuestión prejudicial ha sido declarada de naturaleza “hipotética”, puesto que la interpretación que se hace de ciertas disposiciones de la Directiva de crédito al consumo no presenta ninguna relación con el objeto del litigio principal. Por último, la sexta cuestión prejudicial también presenta un carácter hipotético en relación con el objeto del litigio principal. El Tribunal de Justicia declara que nada en el auto de remisión indica que el Juzgado de Primera Instancia núm. 2 de Sabadell, al dictar el auto de desestimación de la demanda en proceso monitorio, hubiese considerado como una práctica comercial desleal, en el sentido de la Directiva sobre las prácticas comerciales desleales, el hecho de que Banesto hubiera incluido —en el contrato de crédito que celebró con el Sr. Calderón Camino— una cláusula de intereses de demora como la controvertida en el litigio principal. 48 S entencia Banco Español de Crédito, S. A., apdos. 80 y 81. El cambio de lex societatis: una forma especial de transformación societaria (Comentario a la STJUE as. Vale Épitési kft) Francisco J. Garcimartín Catedrático de Derecho Internacional Privado. Universidad Autónoma de Madrid 1 Uno de los primeros y más claros planteamientos de esta idea puede verse en K. Schmidt, “Sitzverlegungsrichtlinie, Freizügigkeit und Gesellschaftsrechtspraxis”, Z. G. R., 1999, págs. 20 y ss. 2 Vid. con más referencias, F. Garcimartín, “Traslado del domicilio social: delimitación de los supuestos y régimen aplicable”, en F. Rodríguez Artigas (coord.), Modificaciones estructurales de las sociedad mercantiles, t. II, 2009, págs. 25-50. 3 Aunque en nuestro idioma parece un trabalenguas, voy a emplear el término acuñado por el Tribunal de Justicia para referirse a este tipo de operaciones: “transformación transfronteriza”. Fuente: Diario La Ley Nº 7976, 30 de Noviembre de 2012 En el contexto de una transformación transfronteriza de una sociedad, el Estado miembro de acogida puede establecer las normas pertinentes para tal operación y aplicar su Derecho nacional sobre transformaciones internas que regula la constitución y el funcionamiento de una sociedad. Sin embargo, el Tribunal de Justicia indica que la legislación nacional en este ámbito no puede eludir, de entrada, el principio de libertad de establecimiento y, por tanto, sus disposiciones que prohíben la transformación de una sociedad procedente de otro Estado miembro, a la vez que permiten transformarse a las sociedades nacionales, deben examinarse a la luz de este principio. La libertad de establecimiento ampara la posibilidad de realizar operaciones societarias de modificación estructural, v. gr. fusiones o transformaciones, entre sociedades de diferentes Estados miembros, si dichas operaciones están previstas para las sociedades nacionales. Tanto el Estado de origen, como el Estado de acogida quedan sometidos a esta exigencia. 1. INTRODUCCIÓN: CONTEXTO DE LA SENTENCIA El traslado del domicilio social al extranjero cuando conlleva un cambio de lex societatis puede analizarse como una transformación del tipo societario1. Las reglas del contrato social cambian. La sociedad deja de estar constituida bajo la Ley del Estado de origen y pasa a quedar sometida a la Ley del Estado de destino (o acogida, en el lenguaje europeo). Si ese cambio de lex societatis se produce con el mantenimiento de la personalidad jurídica (i. e. sin necesidad de disolución en el Estado de origen y constitución ex novo en el Estado de acogida), la operación equivale a una transformación societaria2. Una transformación internacional o transfronteriza3: se cambia de lex societatis pero conservando la personalidad jurídica. En el Derecho europeo no hay normas sobre este tipo de operaciones. Hay reglas sobre fusiones transfronterizas intraeuropeas (vid. Directiva 2005/56/CE, 26 oct. 2005, relativa a las fusiones transfronterizas de las sociedades de capital), que ofrecen una vía indirecta para obtener el mismo resultado, y hay reglas sobre UNIÓN EUROPEA 39 ® CISS grupo Wolters Kluwer 71 ENERO 2013 Una publicación realizada por Deloitte, en colaboración con CISS el traslado del domicilio en los supuestos de tipos europeos (Sociedad Anónima Europea, art. 8, Regl. 2157/2001, o Sociedad Cooperativa Europea, art. 7 del Regl. 1435/2003), pero no hay una norma europea que regule los traslados del domicilio al extranjero para las sociedades nacionales. Ahora bien, el silencio del Derecho europeo no implica que los Estados miembros tengan libertad absoluta para regular esa cuestión. El Tribunal de Justicia (TJUE), como “legislador negativo”, ha extraído ciertos límites y obligaciones para los legisladores nacionales a partir del principio de libertad de establecimiento que garantizan los artículos 49 y 54 del Tratado de Funcionamiento de la Unión Europea (TFUE). Aunque hay otros pronunciamientos que directa o indirectamente inciden en esa cuestión, las dos sentencias más relevantes son la Sentencia Cartesio (C-210/06) y la Sentencia Vale (C-378/10), que sirve de pie a este comentario. La primera se ocupaba de la “salida” de la sociedad de su Estado de origen (i. e. de la pérdida de su nacionalidad o lex societatis anterior). La segunda, de la “entrada” de la sociedad en el Estado de acogida (i. e. de la adquisición de su nueva nacionalidad o lex societatis). En la sentencia Cartesio, el TJUE confirmó su jurisprudencia tradicional, conforme a la cual corresponde a la Ley del Estado de origen de la sociedad determinar si un traslado del domicilio al extranjero conlleva un cambio de lex societatis. Por consiguiente concluyó: “los artículos 43 y 48 CE deben interpretarse en el sentido de que no se oponen a una normativa de un Estado miembro que impide a una sociedad constituida en virtud del Derecho nacional de ese Estado miembro trasladar su domicilio a otro Estado miembro manteniendo su condición de sociedad regida por el Derecho nacional del Estado miembro con arreglo a cuya legislación fue constituida”. Una sociedad húngara, como era el caso, para constituirse válidamente conforme al Derecho húngaro, debe tener su sede real en Hungría. Esto es, el criterio de conexión relevante para adquirir la “nacionalidad” húngara es el domicilio efectivo o sede real. En consecuencia, si la sociedad traslada dicha sede real al extranjero no puede seguir manteniendo su sujeción a la Ley húngara. Desde el punto de vista del Derecho húngaro, como Estado de constitución, puede decirse que ha perdido su “nacionalidad de origen”. Es importante subrayar la idea de que el poder de decisión lo tiene el Estado de origen, no el Estado de destino o acogida. El Derecho húngaro, como Estado de origen (i. e. Estado bajo cuya Ley se constituyó la sociedad) exige que “sus sociedades” tengan su domicilio estatutario y su sede real en Hungría. El traslado de la sede real al extranjero conlleva, desde el punto de vista del Derecho húngaro, un cambio de lex societatis. En consecuencia, la sociedad no puede “irse y quedarse”: no puede trasladar la sede real al extranjero pero conservar la nacionalidad húngara, que era lo que pretendía en el caso Cartesio4. Así lo afirma sin matices el TJUE. 4C artesio, no obstante, fue un supuesto extremadamente patológico, pues la sociedad húngara pretendía no solo trasladar su sede real a Italia, sino también su domicilio social (como “domicilio estatutario o registral”), pero mantener la sujeción a la Ley húngara. 5 Ch. Teichmann, “Der grenzüberschreitende Formwechsel ist spruchreif: das Urteil des EuGH in der Rs. Vale”, BB, 2012, págs. 2085 y ss. 40 UNIÓN EUROPEA En cambio, y por lo que respecta a la sede real, si el Derecho húngaro no hubiese puesto ningún reparo, el Estado de acogida debería haber aceptado esa situación. Como se suele recordar, las beneficiarias inmediatas del derecho de libre establecimiento no son las sociedades nacionales sino las sociedades extranjeras constituidas al amparo de la Ley de otro Estado miembro de la UE o del EEE5. Una sociedad puede trasladar su sede real al extranjero, conservado la nacionalidad (y el domicilio estatutario) del Estado miembro de origen, si la Ley de este lo permite. Y el Estado de destino no puede oponerse, ni tan siquiera si la sociedad no mantiene un vínculo efectivo con aquel Estado. Una sociedad holandesa, por ejemplo, puede trasladar su sede real a la República Federal Alemana, manteniendo su estatuto jurídico de sociedad holandesa y el Derecho alemán no puede negarse a reconocerle dicho estatuto (vid. Sentencia Überseering, C-208/00). News unión europea El poder de decisión, como decimos, lo tiene el Estado de origen. Este, en definitiva, puede oponerse a que la sociedad traslade el criterio de conexión relevante —la sede real, en el caso del Derecho húngaro— al extranjero y pretenda conservar su lex societatis original. Ahora bien, no puede oponerse a que cambie de lex societatis. Por este motivo, en el asunto Cartesio, el TJUE ya anunció que el Estado miembro de origen no puede imponer “la disolución y la liquidación de esa sociedad, impidiendo que esta se transforme en una sociedad de Derecho nacional del otro Estado miembro, siempre que ese Derecho lo permita” (apdo. 112). Esta última frase se remitía al Estado de acogida (i. e. quería decir “siempre que el Derecho del Estado de acogida lo permita”). Precisamente este es el aspecto del cual se ocupa el TJUE en la Sentencia Vale Épitési kft. 2. HECHOS Vale Costruzioni Srl se constituyó originalmente en Italia, como sociedad de responsabilidad limitada, el 27 de septiembre de 2000. Al cabo de los años, decidió trasladar su domicilio social a Hungría, con el consiguiente cambio de nacionalidad y lex societatis. Al parecer, su intención era trasladar a ese Estado tanto el domicilio social como su actividad principal, por lo que no se plantea el clásico conflicto entre los modelos de sede real y de constitución (en gran medida, dicho sea de paso, resuelto por decisiones anteriores del TJUE, en particular, en los casos Centros C-212/97, Überseering C-208/00 e Inspire ArtC-167/01). La diferencia fundamental con el asunto Cartesio es que, en este nuevo asunto, la sociedad no quiere conservar su lex societatis anterior, i. e. la Ley italiana, sino que pretende sujetarse a la lex societatis correspondiente a su nuevo domicilio social, i. e. la Ley húngara. Además, su intención es que ese cambio se produzca con el mantenimiento de su personalidad jurídica, esto es, sin necesidad de disolverse y liquidarse en Italia, y a continuación constituirse ex novo en Hungría. Desde el punto de vista registral, esa operación implicaba la cancelación de su inscripción en Italia y la nueva inscripción en el Registro de Sociedades húngaro. En la solicitud de inscripción, el representante de Vale solicita, además, que se haga constar que la nueva sociedad húngara es la sucesora legal de la sociedad italiana. Las autoridades judiciales húngaras competentes deniegan la inscripción. Jugando con la afirmación que hizo el TJUE en el asunto Cartesio, i. e. su referencia a que “el Derecho del Estado miembro de acogida lo permita”, su argumento fundamental es muy claro y sencillo: el Derecho húngaro, como Ley del Estado miembro de acogida, tiene la facultad de decidir las condiciones de adquisición de la “nacionalidad húngara” y, en este supuesto, no lo permite. La sociedad italiana no puede trasladar su domicilio social a Hungría y transformarse en sociedad húngara, ya que las normas húngaras sobre transformaciones sociales solamente prevén esta posibilidad para las situaciones internas, esto es, para cambios del tipo societario (transformaciones) de sociedades húngaras, no de sociedades extranjeras. Por el mismo motivo —añade la autoridad judicial húngara— tampoco la normativa registral nacional permite hacer constar a la sociedad italiana como “predecesora legal” de la sociedad húngara. 3. RAZONAMIENTO DEL TJUE El TJUE es igualmente claro en su repuesta: resulta contraria a los artículos sobre libertad de establecimiento del TFUE una normativa nacional que, a la vez que prevé para las sociedades nacionales la facultad de transformarse, no permite, de manera general, la transformación de una sociedad de otro Estado miembro en una sociedad nacional. El Estado de acogida, por consiguiente, debe aceptar el UNIÓN EUROPEA 41 ® CISS grupo Wolters Kluwer 71 ENERO 2013 Una publicación realizada por Deloitte, en colaboración con CISS cambio de lex societatis (i. e. la transformación transfronteriza sin pérdida de la personalidad jurídica). El razonamiento que sigue el Tribunal para llegar a esa conclusión es el habitual ante este tipo de cuestiones. Primero: afirma que la normativa húngara sobre transformaciones sociales debe respetar los artículos 49 y 54 TFUE. Segundo: entiende que dicha normativa constituye un obstáculo a la libertad de establecimiento que garantizan estos preceptos. Y, tercero: comprueba que es un obstáculo injustificado. 3.1. Alcance de la libertad de establecimiento En primer lugar, el TJUE afirma que la legislación húngara sobre transformaciones sociales no es inmune a las normas europeas sobre libertad de establecimiento. Es cierto que, en este punto, el Tribunal parte con el lastre de algún pronunciamiento anterior. Hasta ahora, la jurisprudencia del TJUE había insistido en esas dos ideas que hemos señalado más arriba: i) que un Estado miembro debe reconocer a las sociedades constituidas al amparo de la Ley de otro Estado miembro (asuntos Centros C-212/97; Überseering C-208/00; o Inspire Art C-167/01), ii) pero que cada Estado miembro es libre para determinar qué requisitos debe cumplir una sociedad para constituirse conforme a su propia Ley (asuntos Cartesio, C-210/06; National Grid Indus BV C-371/10). Obligación de reconocer a las sociedades extranjeras, pero libertad para decidir qué requisitos debe cumplir una sociedad si quiere constituirse como sociedad nacional y, en su caso, mantener esta condición. En palabras del TJUE: “Un Estado miembro dispone indiscutiblemente de la facultad de definir tanto el criterio de conexión que se exige a una sociedad para que pueda considerarse constituida de conformidad con su Derecho nacional [...] como el requerido para mantener posteriormente tal condición” (Cartesio, apdo. 110). Las autoridades húngaras se agarran a esta afirmación. Su argumento es que, conforme a esa jurisprudencia, corresponde a la Ley húngara determinar los requisitos que debe cumplir una sociedad para constituirse como sociedad húngara (i. e. adquirir la nacionalidad de ese Estado) y, por consiguiente, también para determinar si una sociedad italiana puede cambiar de lex societatis y someterse a la lex societatis húngara. No habría diferencia real entre una constitución ex novo bajo la Ley húngara y una constitución por transformación transfronteriza. Por ello, nada habría que objetar a su negativa para permitir ese cambio. 6 Vid. R. Arenas, “Transferencia intraeuropea de la sede de dirección de la empresa: Derecho privado, fiscalidad y libertad de establecimiento”, Diario La Ley, 30 de abril de 2012, págs. 1 y ss. 42 UNIÓN EUROPEA El Tribunal refuta esta conclusión. Señala que la jurisprudencia anterior no significa que las normas del Estado de acogida queden inmunes en todo caso a las libertades europeas, sino sencillamente que la Ley del Estado de constitución es la que determina la existencia a la sociedad como tal y sus presupuestos. Cada Estado aplica sus normas nacionales, pero esto no implica que estas normas queden al margen del Derecho europeo. También en boca del Tribunal, “[...] no puede entenderse que la expresión siempre que ese Derecho lo permita, que figura al final del apartado 112 de la sentencia Cartesio [...] pretende que la normativa del Estado miembro de acogida sobre transformación de sociedades eluda, de entrada, las reglas sobre la libertad de establecimiento, sino que simplemente refleja la consideración de que una sociedad creada en virtud de un ordenamiento jurídico nacional solo tiene existencia a través de la legislación nacional que de este modo permite la constitución de la sociedad, si se cumplen los requisitos establecidos para ello”. El TJUE había apuntado ya algo parecido en el caso National Grid Indus BV (C-371/10, párr. 29-31)6. Por ello, “[...] procede concluir que una normativa nacional que, a la vez que prevé para las sociedades nacionales la facultad de transformarse, no permite la transformación de una News unión europea sociedad de otro Estado miembro, está comprendida en el ámbito de aplicación de los artículos 49 y 54 TFUE”. No puede ocultarse, como hemos advertido, que esta afirmación del Tribunal matiza el punto de partida de decisiones anteriores7. El razonamiento del TJUE arranca de un doble presupuesto. En primer lugar, una sociedad nacional solo existe sí y en la medida en que es reconocida como tal por la Ley nacional de un Estado miembro. El Derecho de la UE no “crea” ni “reconoce” sociedades. Como afirmó el TJUE en el asunto Daily Mail (C-81/87): las sociedades son criaturas del Derecho y, en el estado actual del Derecho comunitario, criaturas del Derecho nacional. Solo existen en virtud de las diferentes legislaciones nacionales que determinan su incorporación y funcionamiento. En segundo lugar, y como corolario de lo anterior, el Estado de constitución (=Estado de origen) puede fijar los requisitos para que una sociedad adquiera y mantenga su nacionalidad. Cada Estado miembro determina qué condiciones debe cumplir una sociedad para adquirir la nacionalidad de dicho Estado. Sin embargo, y aquí vienen los matices, el contenido de esos requisitos o condiciones debe respetar las exigencias del Derecho europeo. Estos requisitos no siempre y en todo caso son una “cuestión previa” que quede extramuros de las exigencias del TFUE. Dicho esto, el TJUE acepta que el Estado miembro de constitución puede exigir que la sociedad tenga su sede real dentro del territorio de dicho Estado (asuntos Cartesio C-210/06 o National Grid Indus BV C-371/10). Pero estas normas nacionales deben respetar los principios y libertades que garantiza el TFUE y, en particular, no pueden ser discriminatorias. No pueden impedir que una sociedad extranjera se transforme en sociedad nacional de un determinado tipo, cuando permite esta transformación a las sociedades nacionales. Naturalmente, la sociedad extranjera deberá cumplir con el resto de los requisitos que se les exige a las nacionales en cuanto a formalidades de constitución, registro, reglas de capital o fijación de la sede real. 7 Vid. también, Teichmann, loc. cit., pág. 2087. 8 Al contrario, parece que no queda amparada por la libertad de establecimiento la mera “constitución” de la sociedad bajo la Ley de un Estado miembro, sin algún tipo de vinculación efectiva o real con dicho Estado, vid. G. H. Roth; “Das Ende der Briefkstengründung? – Vale contra Centros”, Z. I. P., 36/2012, págs. 1744 y ss. Naturalmente, y pese a lo que se apunta en este último trabajo, esto no significa una ruptura de la jurisprudencia anterior. Si el Estado de constitución reconoce esa posibilidad a la sociedad, los demás Estados miembros deben pasar por ello. La libertad de establecimiento, en definitiva, no concede directamente a los socios un derecho subjetivo a elegir el Estado miembro de constitución que quieran. Esta cuestión sigue en manos de cada Estado miembro. Pero la competencia es “exclusiva” del Estado de constitución: si la Ley nacional de este lo permite (i. e. permite que los socios la elijan aunque la sociedad no tenga un vínculo real con ese Estado), la libertad de establecimiento sí obliga a los demás Estados miembros a respetar esa elección. El Estado de origen (o constitución) decide qué condiciones debe cumplir una sociedad para constituirse conforme a su Ley nacional, y puede exigir que localice en su territorio la Administración central, un mero establecimiento o nada más que un domicilio estatutario o registral. Ahora bien, una vez constituida de conformidad con esa Ley, los demás Estados miembros donde la sociedad vaya a establecerse deben reconocerla como sociedad de aquel Estado. En definitiva, y tras esta nueva decisión, la posición del TJUE puede resumirse en tres ideas: i) que cada Estado miembro tiene autonomía para determinar qué requisitos o condiciones debe cumplir una sociedad para constituirse conforme a su propia Ley (i. e. la Ley de dicho Estado, asuntos Cartesio, C-210/06; National Grid Indus BV C-371/10), incluyendo la exigencia o no de que la sociedad fije su sede real en el territorio de dicho Estado. Se trata de una “cuestión previa” al TFUE; ii) que, sin embargo, estos requisitos o condiciones no pueden eludir, de entrada, las reglas sobre libertad de establecimiento que garantiza el TFUE (asunto Vale C-378/10) y, en particular, no pueden ser discriminatorios; iii) y que, en cualquier caso, un Estado miembro debe reconocer a las sociedades constituidas al amparo de la Ley de otro Estado miembro, tenga o no su sede real en este último, como sociedades de dicho Estado (asuntos Centros C-212/97; Überseering C-208/00; o Inspire Art C-167/01). El reconocimiento de sociedades extranjeras (de otro Estado miembro) no es una “cuestión previa” al TFUE. 3.2. Obstáculo injustificado al ejercicio de la libertad de establecimiento Volviendo a la sentencia Vale, y tras afirmar que los requisitos o condiciones para someterse a la Ley húngara no quedan extramuros del TFUE, el TJUE considera que la normativa húngara constituye un evidente obstáculo a la libertad de establecimiento. Esta libertad implica el ejercicio efectivo de una actividad económica por medio de una instalación permanente en el Estado de acogida por una duración indeterminada (“una implantación real de la sociedad de que se trate en ese Estado y el ejercicio de una actividad económica efectiva en este”, pfo. 34, vid. anteriormente Cadbury-Schweppes, C-196/04)8. De los hechos se deriva que tal era la pretensión de la sociedad Vale Épitési: no pretendía un mero traslado del UNIÓN EUROPEA 43 ® CISS grupo Wolters Kluwer 71 ENERO 2013 Una publicación realizada por Deloitte, en colaboración con CISS domicilio estatutario o registral, sino de este y de su dirección o sede efectiva. Pues bien, parece claro que la normativa húngara constituye un obstáculo al efectivo ejercicio de dicha actividad en la medida en que no permite a las sociedades extranjeras la transformación del tipo social, pese a permitírselo a las nacionales. El razonamiento asume implícitamente algo que no requiere mucha argumentación: que la transformación en una sociedad nacional facilita el ejercicio de la libertad de establecimiento. El razonamiento es análogo al hecho en el caso SEVIC (C-411/03, párr. 22 y 23), donde el TJUE concluyó que constituye un obstáculo a la libertad de establecimiento una normativa nacional que contempla la posibilidad de fusiones entre dos sociedades nacionales, pero no entre sociedades nacionales y sociedades de otro Estado miembro. De este razonamiento podría deducirse, a sensu contrario, que si el traslado del domicilio social no fuese acompañado de un establecimiento efectivo o que si la Ley húngara no conociese la posibilidad de transformación del tipo social para las sociedades internas, no hubiese amparado la pretensión de la sociedad Vale. Sobre esto, no obstante, volveremos más adelante. En tercer lugar, el TJUE entiende que estamos ante un obstáculo no justificado. Por un lado, la inexistencia de normas europeas sobre transformaciones sociales transfronterizas no es suficiente para denegar la aplicación extensiva o analógica de las normas internas, con las adaptaciones que puedan ser pertinentes. Los artículos 49 y 54 tienen efecto directo. Por consiguiente, la pasividad del legislador europeo no es excusa para los Estados. El ejercicio de las libertades comunitarias no está condicionado a una actuación positiva del legislador europeo, por aconsejable que esta sea. Por otro lado, si bien es cierto —como reconoce el TJUE— que se puedan poner obstáculos a las libertades europeas en aras a la protección de los intereses de acreedores, socios minoritarios o trabajadores, al prohibir con carácter absoluto esa transformación transfronteriza, la medida resulta desproporcionada9. Va más allá de lo que es necesario para proteger dichos intereses. 3.3. Cuestiones registrales 9 Repárese, no obstante, que la sede natural para adoptar medidas de protección a acreedores o accionistas minoritarios es la Ley del Estado de origen, infra. 10 Vid., por ejemplo, C. Timmermans, “Impact of EU Law on International Company Law”, Eur. Rev. Priv. L. 2010, págs. 549 y ss., pág. 558; P. Paschalidis, Freedom of Establishment and Private International Law for Corporations, 2011, págs. 92-103. 44 UNIÓN EUROPEA Por último, el TJUE resuelve los problemas registrales a partir de la aplicación de los principios de equivalencia y efectividad. Al no existir un Derecho derivado que regule las transformaciones transfronterizas y no ser suficiente la aplicación directa de los artículos 49 y 54 TFUE (pues de ellos no se derivan normas precisas), deben aplicarse a las normas nacionales, pero sometidas a esos dos principios. Se aplican las normas nacionales previstas para los supuestos internos equivalentes (principio de equivalencia) siempre que no hagan imposible o excesivamente difícil el ejercicio de los derechos garantizados por la normativa europea (principio de efectividad). Por consiguiente, el TJUE afirma que en el caso de las transformaciones transfronterizas debe elaborarse un balance y un inventario de activos, al igual que en las internas. Y, asimismo, que en la hoja registral de la nueva sociedad debe constar la mención a su predecesora legal, la sociedad italiana, tal y como se hace también en las transformaciones internas. Por último, en virtud del principio de efectividad, el TJUE impone a las autoridades húngaras la necesidad de tener debidamente en cuenta los documentos procedentes de las autoridades italianas que acrediten que dicha sociedad cumplió efectivamente las condiciones del Derecho italiano para trasladar su domicilio social al extranjero. 4. VALORACIÓN Y CONCLUSIONES La resolución del Tribunal era relativamente previsible a la vista de su jurisprudencia anterior10. La libertad de establecimiento ampara la posibilidad de realizar operaciones societarias de modificación estructural (i. e. fusiones o transformaciones, entre News unión europea sociedades de diferentes Estados miembros), si dichas operaciones están previstas para las sociedades nacionales. Tanto el Estado de origen como el Estado de acogida quedan sometidos a esta exigencia. En relación con las transformaciones derivadas de un traslado del domicilio, si de algo sirve esta decisión es para poner de relieve lo incomprensible que resulta la negativa de la Comisión Europea para elaborar una Directiva sobre esa cuestión (vid. Decisión de la Comisión de noviembre de 2007, abortando la continuación de los trabajos sobre una 14.ª Directiva relativa al traslado de sede, de noviembre de 2007, en http://ec.europa.eu/governance/impact/ia_carried_out/cia_2007_ en.htm#markt). Es cierto que hay ordenamientos que han regulado este tipo de operaciones societarias; entre ellos, el Derecho español (arts. 92 a 103 de la Ley de Modificaciones Estructurales). No obstante, la coordinación entre ordenamientos no surge espontáneamente y el recurso a la aplicación de las normas nacionales previstas para las transformaciones internas no es siempre apropiado. Así lo reconoce el propio TJUE (vid. cdo. 37.º: “[...] las fusiones transfronterizas plantean problemas específicos, lo que también puede decirse de las transformaciones transfronterizas [...]”). En las transformaciones internas no hay cambio ni de Ley ni de registro nacional, como sí sucede en la internacionales, lo que puede justificar la adopción de salvaguardas particulares en relación con los sujetos implicados [socios minoritarios, acreedores o trabajadores; siempre, eso sí, que se respete el principio de proporcionalidad11], pero fundamentalmente de mecanismos de coordinación registral. Las bases están en la Resolución del Parlamento Europeo, de 12 de febrero de 2012, donde de nuevo se recomienda a la Comisión Europea la presentación una propuesta de Directiva regulando este tipo de operaciones, y se apuntan los principios sobre las que debe descansar su contenido (en www.europarl.europa.eu)12. Parece razonable pensar que la Comisión atenderá finalmente esta recomendación. 11 Vid. arts. 99 y 100 de la Ley de Modificaciones Estructurales. 12 Hay que leer la versión inglesa del texto, pues en la española hay errores gruesos de traducción, vid. i. e. recomendación 4 III. Para concluir, no está de más volver un momento a la vieja polémica entre los modelos de sede real y de constitución para insistir en lo absurdo de mantener aquél para las sociedades nacionales dentro de la UE, como sigue sucediendo en algunos Derechos nacionales de los Estados miembros. Es cierto que el Tribunal de Justicia ha entendido que los artículos 49 y 54 TFUE no determinan qué requisitos debe cumplir una sociedad para existir válidamente conforme a la Ley del “Estado de origen”. Esto es, cada Estado miembro determina bajo qué condiciones una sociedad puede constituirse bajo su propio Derecho y, por consiguiente, los Estados miembros pueden mantener —como condición para la constitución válida de un sociedad conforme a su Derecho— que la sociedad tenga el domicilio social en su territorio (lo cual es perfectamente razonable y sucede así en todos los ordenamientos jurídicos) o incluso también la sede real en su territorio. Así, por ejemplo, y como sucede en el Derecho húngaro, sería conforme con el Derecho europeo una regla del Estado miembro “A” que dijese que para constituirse como sociedad de “A” es condición necesaria tener tanto el domicilio social como la sede real dentro del territorio de “A”. Compatible con el Derecho europeo pero, naturalmente, absurda: una vez que se impone un principio de reconocimiento mutuo, los argumentos a favor del modelo de sede real se difuminan hasta desaparecer. El legislador alemán lo ha entendido perfectamente y en la Gesetz zur Modernisierung des GMBH-Rechts und zur Bekämpfung von Missbräuchen (MoMIG) se ha apartado de su modelo anterior de sede real puro permitiendo ahora que las sociedades que tengan su sede real en el extranjero puedan constituirse conforme al Derecho alemán. En efecto, el fundamento del llamado “modelo de sede real” es evitar que aquellas sociedades cuya actividad principal se localiza en el Estado “A” eludan las normas societarias de dicho Estado constituyéndose bajo una Ley extranjera. Si esto van a UNIÓN EUROPEA 45 ® CISS grupo Wolters Kluwer 71 ENERO 2013 Una publicación realizada por Deloitte, en colaboración con CISS poder hacerlo de todos modos —al menos, dentro del Espacio Económico Europeo— resulta a todas luces absurdo imponer a aquellas sociedades que voluntariamente quieran constituirse bajo la Ley de “A” que tengan su establecimiento principal en el territorio de “A”. Es tirar piedras contra el propio tejado. La cuestión que queda abierta es si aquel principio funciona igual cuando se trata de constituciones ex novo y cuando se trata de transformaciones transfronterizas. En el primer supuesto, esto es, cuando la sociedad se quiere constituir por primera vez como tal al amparo de una Ley nacional, la jurisprudencia del TJUE parece bastante clara: cada Ley nacional fija las condiciones. Y, entre estas, puede incluirse la localización de la sede real en el territorio de dicho Estado. Como acabamos de decir, por absurdo que parezca, el Derecho húngaro puede exigir, para constituirse como sociedad húngara, que la sede real de la sociedad se encuentre en Hungría. La duda es si puede mantener esta misma exigencia cuando no se trata de una adquisición “originaria”, sino “derivada” de la nacionalidad. Esto es, cuando una sociedad ya constituida al amparo de la Ley de otro Estado miembro quiere someterse a la Ley húngara, ¿debe trasladar su sede principal (real) también a Hungría o bastaría que abriese en este país una agencia o establecimiento permanente (para poder invocar, así, las normas del TFUE sobre libertad de establecimiento)? En el caso Vale esto no se ha planteado, pero parece que la respuesta correcta sería la segunda: condicionar la transformación transfronteriza a un traslado de la sede principal (como sede real) a Hungría no es discriminatorio, pero sí constituye un obstáculo desproporcionado a la libertad de establecimiento. Si esto es así, el absurdo de mantener un modelo de sede real se acentúa. Para evitar el requisito de la sede real que exige el Derecho húngaro basta “entrar desde otro Estado miembro”. No se puede constituir ex novo una sociedad bajo la Ley húngara si no se ha fijado la Administración central en Hungría. Pero se puede constituir bajo la Ley de otro Estado miembro y luego transformarse en sociedad húngara, dejando la sede real en el primero, simplemente abriendo un pequeño establecimiento en aquel país (pues la libertad de establecimiento permite naturalmente la apertura de sucursales, agencias, etc.). Se puede hacer indirectamente, lo que no se puede hacer es directamente. Otra inconsistencia más de mantener el modelo de sede real para las sociedades que se quieren constituir conforme al Derecho nacional dentro de la UE. ¡Allá cada cual! Fuente: Diario La Ley Nº 7992, 28 de Diciembre de 2012 46 UNIÓN EUROPEA