4.1 De los Reales Sitios. Fueron los Reales Sitios en el siglo XVIII, como lo habían sido durante los Austrias, lugares ceremoniales y rituales de la Monarquía Hispánica, aunque acabaran siendo notablemente ampliados o transformados en muchos casos. En estos tiempos de la casa de Borbón, de Felipe V a Fernando VI, de Carlos III a Carlos IV, esos lugares estacionales y simbólicos constituyeron también una especie de nuevo autorretrato cotidiano y político de la propia imagen del monarca, incluso de la forma de ser rey en España, de Aranjuez al Escorial, del Buen Retiro a La Granja de San Ildefonso, entre otros. Esas características los convirtieron, como es fácil suponer, en lugares privilegiados del arte cortesano, es decir, de lugares en los que las nuevas orientaciones de las artes y la arquitectura más pendientes de la cultura cosmopolita europea encontraron el ámbito idóneo para convertirse en laboratorios de confrontación con las tradiciones del pasado, los hábitos nacionales y con la misma historia de esos ámbitos y de sus obras y edificios. En ellos, los arquitectos de la época no sólo resolvieron las demandas de representación de los monarcas en términos arquitectónicos y ornamentales, sino que los usaron como un espejo cuya superficie reflejaba la imagen de numerosas novedades de la cultura arquitectónica europea, tanto francesa como italiana. Sirvieron como lugar de confirmación y de ensayo, pero también para codificar nuevos lenguajes y formas de proyectar, así como de dibujar, marcando de forma muy significativa los hábitos locales y ayudando a transformarlos y difundirlos sobre todo por medio de Academia de San Fernando de Madrid. Además, no puede olvidarse que, durante todo el siglo, El Escorial acabaría constituyendo un espacio de referencia decisivo para la definición de una posible arquitectura nacional, entendida al margen de otros clasicismos, incluidos los que la propia Roma planteaba de forma casi hegemónica, aunque poderosamente corregida por las maneras nacionales francesas, cuya influencia en España fue también indudable.