1 PLATÓN O LOS IDEALES POLÍTICOS Lo primero de todo a la

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Historia de la Filosofía. Tema 2. Platón o los ideales políticos
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PLATÓN O LOS IDEALES POLÍTICOS
Lo primero de todo a la hora de estudiar Platón y el platonismo es resaltar que nos
encontramos con el primer filósofo de la historia en el que encontramos un sistema completo de
pensamiento en el que se plantean la casi totalidad de las cuestiones que se han seguido
discutiendo a lo largo de la historia de la filosofía.
La producción filosófica de Platón es muy amplia y abarca el primer gran sistema
filosófico, ya que elabora:- una ontología (la teoría de las ideas o de las formas
separadas), - una teoría del conocimiento (la anámnesis o reminiscencia, los grados del
conocimiento y la dialéctica ascendente y descendente), - una teoría del alma (entendida
como principio vital y condición del conocimiento, dividida en tres partes que se
corresponden con tres tendencias o facultades: razón, voluntad y pasiones); - una teoría
ética y una teoría política (el Estado ideal gobernado por los filósofos, y dividido en tres
grandes clases: los artesanos o trabajadores, los guardianes y los gobernantes filósofos,
que se corresponden con las tres partes del alma), y- una teoría estética y una cosmología
(en la que establece un isomorfismo entre el cosmos, el hombre y la polis).
Además, la forma misma de plantear la filosofía marca definitivamente la historia de
todo el pensamiento occidental, hasta el punto que se ha dicho que «toda la historia de la
filosofía no es más que un conjunto de notas a pie de página de la obra de Platón»
(Whitehead), y muchos son también los pensadores que han visto en la gigantesca obra
de este autor el gran enemigo a abatir para formar otra filosofía distinta, una filosofía que
no someta el mundo real a una hipotético mundo sobrenatural (Nietzsche).
El contexto político de Platón: Guerra del Peloponeso y el régimen de los Treinta Tiranos,
junto con la restauración de la democracia, es fundamental a la hora de comprender la filosofía
platónica, especialmente en lo que se refiere a la ética política. Es como si quisiéramos entender
en Literatura a la Generación del 98 sin hacer referencia a la catástrofe de Cuba y la pérdida de
todas las colonias españolas en el mundo.
Tanto por su pertenencia a una familia muy relacionada con la política de Atenas,
como por vocación, Platón parecía estar destinado a dedicarse a la acción política. Pero, si
bien es cierto que dos de sus parientes más próximos (Cármides y Critias) participaron
activamente en la dictadura de los treinta tiranos, y si bien es cierto también que Platón
pertenecía a una clase social que se había ido distanciando de los postulados
democráticos atenienses, en cambio no es cierto que el mismo Platón mantuviese
actitudes beligerantemente antidemocráticas durante su juventud. Su padrastro Pirilampo,
con quien Platón vivió más años que con su padre Aristón, había sido amigo del
demócrata Pericles, y la educación de Platón no se orientó hacia un sentido
manifiestamente antidemocrático, de manera que la influencia de Pirilampo contrapesaba
la de sus parientes maternos. De hecho, durante la dictadura de los treinta, sus parientes
Critias y Cármides le instaron a participar en tareas de gobierno, pero Platón declinó
participar en ellas y hacerse cómplice de una política que ya entonces calificó de injusta.
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Pero la posterior restauración de la democracia tampoco satisfizo a Platón, ya que bajo
ella, y mediante una acusación falsa, se ejecutó a Sócrates, el maestro y amigo de Platón,
al cual consideraba el hombre más justo. Por ello, viendo los nefastos resultados de una
dirección política que llevaba a la sociedad a la ruina moral y engendraba la injusticia (la
dictadura injusta, en un caso, y la demagogia que condujo a la muerte de Sócrates, en otro
caso), Platón orientó su pensamiento en el sentido de encontrar un fundamento sólido para
conseguir instaurar un orden justo. Como su maestro Sócrates, consideraba que sólo el
conocimiento de la justicia puede hacernos más justos, y el fundamento de la justicia y la
posibilidad de su conocimiento deben encontrarse a partir de la filosofía. De todas
maneras, aunque Platón renunció a la política activa en su ciudad, no abandonó nunca el
proyecto general de instaurar un Estado ideal
Sus fundamentos filosóficos los extrae, en primer lugar de su maestro Sócrates, al que dedica
bastantes de sus diálogos. Especialmente en el periodo socrático: Apología de Sócrates, Critón
(trata el tema de la importancia del cumplimiento de las leyes); Laques (valentía), Lisis (la
amistad) y Protágoras (sobre la virtud y el saber). Tiene un amplio conocimiento de los filósofos
presocráticos, como podemos ver en el Fedón (sobre la inmortalidad del alma) y una gran
influencia de Heráclito (en el Banquete, sobre el amor y la belleza, Crátilo, sobre el lenguaje,
Teeteto, sobre la ciencia o el verdadero conocimiento y Sofista), así mismo recibe influencia de
Parménides a quien dedica un diálogo entero con su nombre en el que hace una exposición
crítica de la “teoría de las ideas”.
Los diálogos de Platón:
La lista de los siguientes diálogos constituyen la obra escrita de Platón o Corpus
platonicum, al que hay que añadir unas cartas (de las que , por lo menos, la VII y la VIII
se consideran auténticas). Generalmente, los diálogos platónicos se clasifican
atendiendo a la cuatro etapas siguientes:
Etapa socrática o de juventud: Apología; Ion; Critón; Protágoras; Laques;
Trasímaco; Lisis; Cármides; Eutifrón. Diálogos que tratan temas socráticos y se centran
en definiciones de conceptos como la piedad, la mentira, la amistad, la virtud y si ésta
puede o no enseñarse. En la Apología Platón defiende la figura de Sócrates. Todavía no
aparece la teoría de las ideas.
Etapa de transición (388-385):Gorgias; Menón; Eutidemo; Hipias Menor; Crátilo;
Hipias Mayor; Menéxeno.Diálogos escritos después de su primer viaje a Sicilia (388387), su estancia en Cirene, y la fundación de la Academia (387). Aparecen, junto con
temas todavía socráticos, temas propiamente platónicos. También aparecen temas
órficos de influencia pitagórica: la inmortalidad del alma, primeras alusiones a las ideas y
a la reminiscencia, y estudios sobre el lenguaje.
Época de madurez (385-391): Banquete; Fedón; República; Fedro. La teoría de
las ideas aparece plenamente desarrollada. Entre los temas tratados destacan: los
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argumentos de la inmortalidad del alma, la teoría de la reminiscencia, la dialéctica
ascendente y el amor, y la filosofía política. De entre los textos conocidos destacan: el
mito de la caverna, la metáfora de la línea y el mito del carro alado.
Época de vejez (391-360): Teeteto; Parménides; Sofista; Político; Filebo; Timeo;
Critias; Leyes; Epínomis. Época de sus otros dos viajes a Sicilia. Revisión de la teoría de
las ideas, que pierde dimensión ontológica en favor de una interpretación lógica.
Sócrates deja de ser el personaje principal. Estudio de las dificultades de la teoría de las
ideas: tema de lo uno y lo múltiple, teoría de la participación. La dialéctica como división
de conceptos. Desarrollo de la cosmología platónica: el demiurgo, el alma del mundo, el
devenir, la causa final. Revisión de la teoría política que culmina en una concepción
matizada del justo medio.
Puesto que los distintos diálogos no están fechados, la agrupación y el orden
que se han presentado podrían ser distintos. No obstante, ésta es la clasificación
generalmente admitida en la actualidad, a la que se ha llegado mediante estudios que
toman en consideración: a) referencias de los diálogos a sucesos históricos conocidos,
b) referencias de unos diálogos a otros, c) relación de dependencia respecto de otras
obras de la época cuya fecha nos es conocida y d) criterios filosóficos y estilísticos
referentes a los contenidos internos de los diálogos. De ahí se infiere que partes de
algunos de ellos, como el caso de la República, por ejemplo, fueron escritos en distintas
épocas.
La necesidad de difundir las concepciones filosóficas fue la única motivación que
impulsó a Platón a escribir, pero resaltando siempre su desconfianza con respecto a la
escritura que, a diferencia del auténtico diálogo hablado, tiende a inmovilizar el
pensamiento. En la Carta VII Platón también muestra su reticencia a poner por escrito
sus enseñanzas y su saber: «todo hombre serio se guardará mucho de poner por escrito
cuestiones serias». Además, mediante el uso del diálogo como recurso literario para
exponer sus ideas, Platón rendía homenaje a su maestro Sócrates, que había hecho del
diálogo el método de la filosofía.
Todas las obras de Platón, excepto la Apología de Sócrates, en la que expone la
defensa que Sócrates hizo ante el tribunal que lo condenaría a muerte, están escritas en
forma de diálogo. Este método de exposición, además de su valor pedagógico, permitía
a Platón seguir desarrollando el método socrático y, al mismo tiempo, era una manera de
enfrentar las tesis que quería sustentar con posibles objeciones a ellas. Los diálogos de
Platón presentan casi siempre una conversación entre diversos personajes de su época
y, en general, Sócrates es el interlocutor principal. Excepto en algunos diálogos de su
primera época, en los que Platón narra escenas reales, no se trata de diálogos
realmente acontecidos que Platón se limite a narrar, sino que son ficciones creadas por
Platón para desarrollar su pensamiento. Además, a excepción de los primeros diálogos
que escribió, la figura de Sócrates no es tampoco realmente la del Sócrates histórico,
sino que Platón se sirve de la figura de su maestro para exponer sus propias tesis. Las
obras de Platón, además de estar escritas en esta forma dialogada, de gran belleza
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literaria, están continuamente repletas de narraciones a modo de ejemplos que son
conocidas como los «mitos» platónicos, «alegorías» o «metáforas». A través de estos
«mitos» y «alegorías» Platón expresa algunas de sus ideas fundamentales. De entre
ellas son especialmente importantes el «mito del auriga», que se halla en el Fedro, y que
sirve a Platón para exponer su teoría sobre el alma; el «mito de Eros» (en el Banquete),
en el que expone su teoría sobre el amor (un dios intermedio: ver texto ) y el deseo de
poseer lo absoluto; el ejemplo del «esclavo» (en el Menon), que expone la teoría del
conocimiento como reminiscencia o recuerdo; la «metáfora de la línea», y la importante
«alegoría de la caverna», que se encuentran en la obra principal de Platón: la República,
textos en los que, además de ofrecernos una imagen de su teoría del conocimiento,
también son ilustrativas de la ontología platónica. Es importante destacar que estos
textos, justamente por tratarse de «mitos» o «alegorías», deben ser siempre
interpretados, y su significado no debe nunca tomarse en sentido literal. Esto plantea un
problema para el historiador de la filosofía, ya que a veces es difícil saber cómo deben
interpretarse estos textos, máxime cuando Platón, además de publicar estos diálogos
que admiten diversos niveles de interpretación, y que están dirigidos a un público amplio,
en sus clases en la Academia, dirigidas sólo a sus alumnos más aventajados, exponía
tesis que no publicó. Así, hay una enseñanza escrita y una enseñanza oral de Platón, de
la cual sólo tenemos un vago conocimiento por algunas alusiones de algunos de sus
discípulos, como Aristóteles, por ejemplo. Además, en las obras de Platón se ve una
evolución de su pensamiento e incluso, en algunos casos, rectificaciones o matizaciones
de tesis que había mantenido anteriormente.
Haremos una modificación en el orden de la exposición con el fin de poner en relación de
una manera más clara los distintos temas del platonismo.
Seguiremos, pues, el siguiente orden: 1º La Teoría Antropológica; 2º La Teoría delas
Ideas; 3º La Teoría del Conocimiento; y 4º La Teoría Política.
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I. LA TEORÍA ANTROPOLÓGICA
Platón concibe el ser humano como un ser dual, compuesto de alma y cuerpo, dando poca
importancia al cuerpo, presentándolo siempre con connotaciones negativas, como prisión
material del alma de la que ésta aspira a liberarse. La vida que lleve el hombre en este mundo
influirá, sin embargo, en el destino posterior de su alma (ver posteriormente la antropología
agustiniana y su influencia en el mundo luterano).
Pero antes de analizar la doctrina del alma de Platón, debemos partir de la base de qué se
entiende por alma, con el fin de aclarar conceptos y delimitar el campo del estudio filosófico.
Alma o ánima (del latín anima, de la misma raíz que el griego ánemos, viento) Por
alma, y con el mismo significado que spiritus (en griego psikhé, soplo, aliento, vida), se
entiende por lo común el principio vital del cuerpo, o el principio inmaterial que se
considera origen de la vida material, de la sensibilidad y del psiquismo del hombre. A
veces se da este nombre a la mente humana, o también se la llama espíritu.
El concepto de alma surge a partir de la pregunta que el hombre se ha hecho
sobre sí mismo, sobre el núcleo íntimo de su naturaleza, y es un concepto que se vincula
simultáneamente a dos cuestiones distintas: por una parte, la naturaleza de la vida,
caracterizada por el automovimiento y la reproducción y, por otra, la naturaleza de los
actos intelectivos. Desde la primera perspectiva el alma se concibe principalmente como
principio vital (los seres vivos están animados y para muchos el alma sobrevive al
cuerpo); desde la segunda perspectiva, que puede compatibilizarse con la anterior -no
sin ciertas dificultades-, el alma es el principio de la racionalidad, el principio explicativo
del pensamiento, la sensibilidad, los afectos y la voluntad. A su vez, si se parte de la
concepción del alma entendida como principio vital, debería poderse hablar de un alma
de los seres vivos no racionales, incluidas las plantas. Es la cuestión suscitada bajo el
problema del alma de los brutos o alma de los animales. Si, en cambio, se parte de la
concepción del alma entendida como principio de racionalidad, se manifiesta en toda su
claridad el grave problema de las relaciones entre el alma y el cuerpo, o problema de la
relación mente-cuerpo.
LA DOCTRINA DEL ALMA
Platón desarrolla una concepción dualista del hombre que opone el alma al cuerpo. Trata
el tema del alma fundamentalmente en el Libro IV de la República, en el Fedón y en Fedro.
Esta concepción dualista del ser humano se corresponde con su dualismo
ontológico. Platón defiende un claro dualismo ontológico al afirmar que la realidad está
dividida en dos ámbitos totalmente distintos: el conjunto de las cosas espaciotemporales, mutables y abocadas a la muerte, al que da el nombre de Mundo Sensible, y
el conjunto de entidades no espaciales ni temporales, inmutables y eternas, al que da el
nombre de Mundo Inteligible o Mundo de las Ideas.
Aunque los dos mundos tienen existencia y realidad, es el Mundo Inteligible el
fundamental y primero, mientras que el Mundo Sensible tiene ser e inteligibilidad en la
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medida en que participa o imita al Mundo de las Ideas. Platón utiliza en ocasiones la
expresión "Mundo visible" para referirse al Mundo Sensible.
Platón interpreta el alma principalmente en dos sentidos: el alma como aquello que
permite a los seres vivos realizar actividades vitales, y, en el caso del alma humana, como el
principio divino e inmortal que nos faculta para el conocimiento y la vida buena.
Al igual que todos los griegos, Platón, consideró que el alma es el principio que anima los
cuerpos de los seres vivos, que les da vida y movimiento. Pero lo peculiar de su concepción se
muestra en su visión del alma como principio de racionalidad y dotada de carácter divino. Para
este autor el alma es la parte más excelente del hombre, gracias a ella podemos alcanzar la
ciencia y realizar acciones buenas; el alma―al menos la parte más excelente― nos vincula con
el mundo divino y está dotada de un destino inmortal.
En correspondencia con su dualismo ontológico, Platón defiende un claro dualismo
antropológico: creerá que en el hombre encontramos dos principios opuestos: el cuerpo que nos
vincula con la realidad material y pertenece al Mundo Sensible, y el alma que es el principio
inmaterial, divino e inmortal y que nos vincula con el Mundo de las Ideas.
Para Platón el hombre se identifica más con el alma que con el compuesto de alma y
cuerpo por lo que creyó que la encarnación del alma es una situación transitoria y contraria a su
destino. La idea del cuerpo como el origen del mal y la ignorancia y del alma como lo bueno y la
dimensión positiva del hombre se concreta en su concepción del cuerpo como cárcel del alma.
Como veremos posteriormente, al analizar la teoría política de Platón, fundamenta la
división de la sociedad en tres clases sociales en la naturaleza tripartita del alma.
EL ALMA, PARTES Y RELACIONES CON LA ÉTICA Y LA POLÍTICA
RELACIÓN CON
TIPOS
alma racional
(inmortal)
alma irascible
(¿inmortal?)
alma concupiscible
(mortal)
PARTES DEL
MITO DEL CARRO
CUERPO
ALADO
cerebro
Auriga
pecho
abdomen
LA VIRTUD
EL TEMA DE LAS
CLASES SOCIALES
prudencia (fronesis)
Gobernantes
fortaleza (andreia)
Guerreros
caballo malo, feo y
templanza
Artesanos o
desbocado
(sophrosine)
trabajadores
caballo bueno,
hermoso y dócil
Alma Concupiscible
Parte mortal del alma humana responsable de las pasiones, placeres y deseos sensibles
(apetitos)
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En el "mito del carro alado", Platón representa el alma concupiscible con la metáfora del caballo
malo, poco dócil y que dirige al carro hacia el mundo sensible. Es la parte del alma humana más
relacionada con el cuerpo y en ella se encuentran los placeres sensibles y los apetitos o deseos
sensibles(deseos sexuales, apetitos por la comida, la fama, la riqueza...). Por estar tan íntimamente
ligada al cuerpo se destruye cuando éste muere. La sitúa en el abdomen(hígado).
Alma Irascible
Parte del alma humana en donde se sitúan la voluntad y el valor (pasiones nobles)
El "mito del carro alado" representa el alma irascible con la metáfora del caballo bueno y dócil a
las instrucciones del auriga. Gracias a esta parte el auriga puede seguir a los dioses hacia el mundo de
las Ideas y la contemplación de la Idea de Bien. En el alma irascible se encuentra la voluntad, el valor y
la fortaleza. Platón no defiende con claridad ni su mortalidad ni su inmortalidad. La sitúa en el pecho(el
corazón).
Alma Racional
Parte superior del alma humana, inmortal y divina. Gracias a ella alcanzamos el conocimiento y
la vida buena (razón)
El "mito del carro alado" representa el alma racional con la metáfora del auriga. Es la parte más
excelente del alma, se identifica con la razón y nos faculta para el conocimiento y la realización del bien y
la justicia. Es un principio divino y dotado de inmortalidad. La sitúa en la cabeza (el cerebro).
Mito del Carro Alado
Alegoría que utiliza Platón para describir las partes del alma y el afán humano por el
conocimiento y el ser.
En el diálogo “Fedro” Platón trata la cuestión del la esencia y partes del alma. Comienza
señalando que parece más adecuada, dada la dificultad del tema, la exposición alegórica que la
investigación racional e inmediatamente nos presenta el mito del carro alado. Veamos un
resumen literal del mismo: el alma es como una fuerza natural que mantienen unidos un carro y
su auriga, sostenidos por alas. Los caballos y los aurigas de los dioses son todos ellos buenos; los
de los hombres no. En nuestro caso, el auriga guía una pareja de caballos, uno hermoso y bueno,
otro feo y malo, por lo que para nosotros la conducción resultará dura y difícil.
El alma tiene como tarea el cuidado de lo que es inanimado y recorre todo el cielo.
Cuando es perfecta vuela por las alturas y administra todo el mundo; en cambio la que ha
perdido las alas es arrastrada hasta que se apodera de algo sólido donde se establece tomando un
cuerpo terrestre. A causa de la fuerza del alma, este cuerpo parece moverse a sí mismo y ambos
―cuerpo y alma― reciben el nombre de ser viviente.
La fuerza del ala consiste en llevar hacia arriba lo pesado, elevándose hacia el lugar en
donde habitan los dioses. Lo divino es hermoso, sabio y bueno y esto es lo que más alimenta y
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hace crecer las alas; en cambio lo vergonzoso, lo malo y todas las demás cosas contrarias a
aquellas las consume y las hace perecer. Dirigidas por Zeus, las almas de los dioses y las de los
hombres marchan por el cielo ordenando y cuidando todo. Después de realizar su tarea van a
buscar su alimento hacia el mundo supraceleste, hacia la realidad que se encuentra más allá de la
bóveda del cielo. En ese lugar se halla la Justicia, la esencia cuyo ser es realmente ser, el ser
incoloro, intangible, cuya esencia es sólo vista por el entendimiento, piloto del alma, y alrededor
de la que crece el verdadero Saber, pero no la ciencia de lo que nace y muere, de lo relativo, sino
la ciencia de lo que es verdaderamente ser.
Las almas de los dioses, dado que son conducidas por dos caballos buenos y dóciles,
ascienden sin problemas. La mente de los dioses se nutre de un saber y entender puro por lo que
al ver lo que allí se encuentra, se alimenta, se llena de contento y descansa hasta que el
movimiento, en su ronda, la vuelve a su sitio. Las almas de los hombres suben con dificultad
pues el caballo que tiene mala constitución es pesado e inclina y fatiga al auriga que no lo ha
alimentado convenientemente. Así se encuentra el alma con su dura y fatigosa prueba.
De las almas humanas, la que mejor ha seguido al dios y más se le parece consigue ver
algo, otras no pueden alcanzar la visión del ser, por lo que les queda la opinión por alimento, “el
porqué de todo este empeño por divisar dónde está la llanura de la Verdad, se debe a que el pasto
adecuado para la mejor parte del alma es el que viene del prado que allí hay, y el que la
naturaleza del ala, que hace ligera al alma, de él se nutre.” Las almas que no han podido
vislumbrar nada de lo que allí se encuentra se van gravitando llenas de olvido y dejadez, pierden
las alas y caen a tierra.
Las siguientes tesis resumen la interpretación más sencilla del mito:
el alma es el principio de vida gracias al cual los seres vivos pueden realizar los
movimientos que le son propios;
las cosas naturales están dirigidas y controladas por la divinidad (hipótesis
providencialista y teleológica que luego encontraremos en gran parte de la
filosofía posterior);
el alma humana participa de algún modo de la naturaleza divina, pero también de
un principio opuesto que la pervierte y la hace caer al mundo de la finitud,
contingencia y muerte;
la parte más excelente del alma humana es semejante ala mente de los dioses y,
como la de ellos, se nutre del conocimiento;
frente a la realidad física, más allá de la Naturaleza, en el “ámbito supraceleste”,
se encuentra la auténtica realidad, el ser verdadero caracterizado como la esencia
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que permanece siempre idéntica a sí misma, que carece de propiedades físicas
(“incolora e intangible”) y se ofrece sólo al entendimiento (dualismo ontológico);
nuestro destino está en ese mundo perfecto, mundo al que se llega básicamente
mediante la Ciencia de lo absoluto (la filosofía o dialéctica) no mediante el
conocimiento de lo relativo y mudable (la opinión);
cuando se encarna, el alma olvida aquello que ha conseguido vislumbrar en el
mundo supraceleste (rudimentos de la teoría de la reminiscencia);
es habitual también buscar la correspondencia de las partes del alma con los
elementos que aparecen en el mito del carro alado: el auriga representa la parte
racional, destinada a la dirección de la vida humana, al conocimiento y lo más
divino que se encuentra en nosotros; el caballo bueno representa la parte irascible,
aquello que permite al alma la realización de acciones buenas y bellas; el caballo
malo y rebelde representa la parte concupiscible, aquello que fomenta en nosotros
deseos y pasiones y que nos impulsa hacia el ámbito de lo sensible.
Este mito resume perfectamente la propuesta que recorre la totalidad de la filosofía
platónica: realizar en esta vida y de forma radical la belleza, verdad y bondad (dado que “lo
divino es hermoso, sabio y bueno y esto es lo que más alimenta y hace crecer las alas”).
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II. LA TEORÍA DE LAS IDEAS
Al hablar del dualismo antropológico de Platón, hicimos referencia a un dualismo
ontológico del que vamos a hablar brevemente.
El dualismo platónico
Con la separación entre el mundo sensorial y el mundo que nos ofrece la razón,
Platón divide la realidad en dos grandes ámbitos: el mundo visible o sensible, que es
mutable,
cambiante,
sometido
al
devenir
y
que,
por
tanto,
nunca
«es»
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propiamente(Crátilo, 439b-440d., ver texto ); y el mundo inteligible, el mundo de las
ideas que sólo es accesible por la razón, y que es intemporal, inespacial y, por tanto,
inmutable. El mundo sensible, entonces, es sólo la mera representación del mundo de
las ideas. Representación en todos los sentidos de la palabra, es decir, como en la
representación teatral, en la que los personajes (las cosas del mundo sensible),
siguiendo el guión de una obra, la re-presentan (la vuelven a hacer presente, la traen a
la presencia). Así, de la misma manera que diversos actores particulares y en distintas
épocas pueden representar la misma obra, la realidad física es como la representación
continuamente cambiante de la realidad superior y eterna del mundo de las ideas. El
mundo intemporal (eterno) de las ideas se temporaliza (se hace presente) en el mundo
material. Esta representación, a su vez, está jerarquizada, de modo que hay una gran
cadena jerárquica entre el mundo sensible y el mundo de las ideas. En el extremo de la
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Platón: el ser y el movimiento, crítica de Heráclito
Sócrates.--Cuál es el método a seguir para conocer o descubrir la naturaleza de los seres, es una cuestión que puede
sobrepasar mi capacidad y la tuya. Lo importante es reconocer que no es en los nombres, sino en las cosas mismas,
donde hay que estudiar y buscar las cosas.
Crátilo. --A mí me parece que es así, Sócrates.
--Procuremos además no dejarnos inducir a error por el gran número de palabras que se refieren a un objeto común. Los
que han creado estos nombres lo han hecho en la creencia de que todas las cosas están en un movimiento y un pasar
perpetuos. Porque me parece que esto era lo que creían. Pero puede ocurrir que no sea así, y que los autores de estos
nombres se hayan dejado arrastrar por un torbellino al que nos llevan con ellos. Examina, en efecto, admirable Crátilo, un
pensamiento que a menudo viene a mi mente como un sueño: lo bello, lo bueno, y todas las demás cosas de esta clase,
¿hay que decir que existen en sí, o que no existen?
--En cuanto a lo que a mí se refiere, Sócrates, creo que existen.
--No se trata de ver si existe un rostro bello, o algún objeto de esta naturaleza: todo esto me parece en un fluir perpetuo.
Sino lo bello en sí, ¿hay que decir que es eternamente tal como es?
--Necesariamente.
--¿Cómo una cosa puede existir si pasa sin cesar? Si está un instante de la misma manera, está claro que durante este
tiempo no pasa. Así pues, si está siempre de la misma manera y es siempre la misma, ¿cómo podría cambiar o moverse,
sin apartarse de su esencia?
--No podría.
--Además, una cosa siempre en movimiento nadie la podría conocer. Mientras nos acercásemos para conocerla, se
convertiría en otra y de otra naturaleza, de modo que no podríamos saber lo que es ni cómo es. Ningún conocimiento
puede conocer lo que conoce, si este objeto no tiene ningún carácter determinado.
--Es como dices.
--No puede tampoco decirse que haya algún conocimiento, Crátilo, si todo cambia sin cesar y si nada permanece.
Porque si esto que llamamos conocimiento no deja de ser conocimiento, el conocimiento permanece y hay conocimiento.
Pero si la forma misma del conocimiento cambia, entonces otra forma sucede a aquélla, y no hay conocimiento. Del
mismo modo se prueba que tampoco habrá nadie que conozca ni nada que sea conocido. Si por el contrario el que
conoce existe, si lo que es conocido existe, no veo qué parecido tienen todos los objetos que acabamos de nombrar con
el pasar y el movimiento. ¿Son así estos objetos, o son de otro modo, es decir, como pretenden los seguidores de
Heráclito y otros muchos? Es un punto que no es fácil dilucidar. Pero no es propio de un hombre sensato inclinarse por
las palabras y entregarles a sí mismo y su alma, ni tenerles a ellas y a sus autores una confianza absoluta, y afirmar,
como si lo supiese, que no hay nada estable, que todo se disuelve como el barro, que las cosas se parecen a alguien
enfermo de catarro y son arrastradas en un movimiento y un pasar perpetuos. Tal vez es así, Crátilo, tal vez es de otro
modo. Es necesario pues examinar este punto con valentía y con el mayor cuidado sin admitir nada a la ligera. Tú aún
eres joven y estás en la flor de la edad. Comunícame, si hay lugar a ello, lo que averigües.
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Crátilo, 439b 440d. (R. Verneaux, Textos de los grandes filósofos. Edad antigua, Herder, Barcelona 1982, p.17-19).
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cadena se hallan las ideas, la auténtica realidad, de la que el mundo sensible es una
representación. Ahora bien, esta concepción vaga y general debe precisarse. ¿Qué son
propiamente las ideas?, ¿cómo debe entenderse más precisamente la relación entre
ellas y el mundo sensible? y ¿cómo podemos conocer estas ideas ya que no son
sensoriales y, por tanto, no podemos tener experiencia de ellas, aunque, como
verdadero objeto del conocimiento, han de tener una realidad propia? Las respuestas a
estas cuestiones forman el cuerpo de la filosofía platónica que despliegan la teoría
general de las ideas, es decir, su ontología y su gnoseología, que desembocan en una
cosmología, una estética, una ética y una teoría política, cerrando así el círculo del
sistema platónico.
Platón afirma que la posibilidad de un conocimiento verdadero apoyado en verdades
absolutas hace necesaria la existencia de realidades inmutables ya que un conocimiento que
tenga por objeto algo cambiante no es verdadero conocimiento.
El mundo de las ideas, verdadera realidad.
Tras las apariencias cambiantes de las cosas, Platón va a esforzarse por encontrar una
realidad absoluta cuyo conocimiento le parece necesario para dar una base sólida a la moral y a
la política y escapar así al relativismo de los sofistas.
Platón situará esta realidad en un mundo de esencias eternas, invisibles y dotadas de un
modo de existencia diferente al de las cosas concretas (ver dualismo ontológico). Se trata de un
mundo de valores y de “modelos ideales” independientes de la opinión de los hombres, a los que
llamará “Ideas” o “Formas”, que se imponen a todo espíritu razonable y constituyen el objeto del
conocimiento verdadero.
Concepto y características de las Ideas.
Toda la filosofía platónica gira alrededor de las términos griegos "idéa" (Idea),"êidos"
(Idea o Forma),"morphé" (Forma). Según Platón, todas las cosas del mundo material han sido
creadas a partir de unas formas, moldes, arquetipos o paradigmas que denomina Ideas. No hay
que confundirlas ideas en nuestro sentido ordinario ―algo así como los pensamientos o
conceptos que tenemos sobre las cosas― con las Ideas en el sentido platónico. Las Ideas son
entidades independientes de la mente humana ―aunque el hombre no exista, ellas existen― y
constituyen la auténtica realidad. Son aespaciales, atemporales y eternas. Las cosas temporales y
mutables son un pálido reflejo de ellas. En un sentido amplio, podemos definirlas Ideas como las
esencias independientes: la Idea de Belleza es la esencia de la belleza, la Idea de Virtud la
esencia de todas las acciones virtuosas, la Idea de Cuadrado la esencia de las figuras cuadradas...
pero las Ideas o esencias no están en las cosas como una de sus partes físicas ―no están en el
Historia de la Filosofía. Tema 2. Platón o los ideales políticos
12
mundo físico― sino fuera de ellas (eso es lo que quiere decir "independientes"), en el Mundo
Inteligible. No son de naturaleza material, pero tampoco puros conceptos mentales. Ni tampoco
son cualidades propias de las cosas.
Insistir es que las Ideas de las que habla Platón no deben confundirse nunca con los
contenidos de nuestra mente. La noción de idea como contenido mental aparecerá más tarde, en
la filosofía cartesiana (ver Descartes). Para Platón las ideas existen independientemente de si son
o no pensadas, tienen realidad propia, independiente de las cosas y separadas de ellas, e incluso
son más reales que las cosas del mundo sensible2
2
Fedón, l00a-c.
--Voy a explicarme más claramente, dijo Sócrates, pues creo que aún no me comprendes.
--No, por Zeus, dijo Cebes, no te comprendo muy bien.
--Sin embargo, dijo Sócrates, no digo nada nuevo, nada que no haya dicho en mil ocasiones. Para explicarte el método
que he utilizado en la búsqueda de las causas, vuelvo primero a lo que tanto he repetido. Así pues digo que existe una
belleza en sí y por sí, un bien, una grandeza, y así todo lo demás. Si me concedes la existencia de estas cosas, espero
demostrarte por medio de ellas por qué el alma es inmortal.
--Te lo concedo, dijo Cebes, no podrías acabar pronto tu demostración.
--Fíjate bien en lo que va a seguir, y ve si no estás de acuerdo conmigo. Me parece que si hay alguna cosa bella,
además de lo bello en sí, sólo puede ser bella porque participa en esta misma belleza; y así todas las demás cosas. ¿Me
concedes esta causa? Sí, te la concedo.
--Entonces, no comprendo todas estas otras causas sabias. Si alguien me dice que lo que hace que una cosa sea bella,
es la vivacidad de sus colores o la proporción de sus partes, o cualquier otra cosa semejante, dejo de lado todas estas
razones que no hacen más que ofuscarme, y respondo sin ceremonia y sin arte, y tal vez demasiado simplemente, que
nada la hace bella sino la presencia o la comunicación de esta belleza en sí, sea cual fuere el modo cómo esta
comunicación se produzca. Pues yo no afirmo nada después de esto. Afirmo solamente que es por la belleza que son
bellas todas las cosas bellas. Mientras me mantenga en este principio, no creo que pueda equivocarme, y estoy
persuadido de que puedo responder con toda seguridad que las cosas bellas son bellas por la presencia de la belleza.
¿No te parece así también?
--Perfectamente.
--Del mismo modo, ¿no son grandes las cosas grandes por la grandeza, y las pequeñas no lo son por la pequeñez?
--Sí.
República, 507a_c.
--Primero es necesario, dije yo, que nos pongamos de acuerdo y os recuerdo lo que ya se ha dicho tantas veces.
--¿Y qué es?, preguntó.
--Hay muchas cosas bellas, y muchas buenas, e igualmente otras cuya existencia afirmamos y que distinguimos por el
lenguaje.
--Sí, en efecto.
--Afirmamos también la existencia de lo bello en sí, del bien en sí, e igualmente, para todas las cosas que decimos
múltiples afirmamos que a cada una corresponde una idea que es única y que llamamos su esencia.
--Es verdad.
--Y decimos de las cosas múltiples que son objeto de los sentidos, no del espíritu, mientras que las ideas son el objeto
del espíritu, no de los sentidos.
--Perfectamente.
República, 508c_509b.
--Cuando los ojos se dirigen hacia objetos que no están iluminados por la luz del día, sino por los astros de la noche,
hallan dificultad en distinguirlos, parecen hasta un cierto punto afectos de ceguera.
--Así es.
--En cambio, cuando contemplan objetos iluminados por el sol, los ven distintamente y manifiestan la facultad de ver de
que están dotados.
--Sin duda.
--Comprende que lo mismo le pasa al alma. Cuando dirige su mirada a lo que está iluminado por la verdad y por el ser, lo
comprende y lo conoce, y muestra que está dotada de inteligencia. Pero cuando vuelve su mirada hacia lo que está
mezclado de oscuridad. no tiene más que opiniones, y pasa sin cesar de la una a la otra; parece haber perdido la
inteligencia.
--Así es.
--Así pues, ten por cierto que lo que comunica a los objetos conocidos la verdad. y al alma la facultad de conocer, es la
idea del bien. Comprende que esta idea es la causa de la ciencia y de la verdad, en tanto que entran en el conocimiento.
Y por bellas que sean la ciencia y la verdad, no te equivocarás si piensas que la idea del bien es distinta de ellas y las
supera en belleza. En efecto. igual que en el mundo visible tenemos razón al pensar que la luz y la vista tienen analogía
Historia de la Filosofía. Tema 2. Platón o los ideales políticos
13
El mundo de las ideas, que es más real que el mundo sensible, es el modelo o paradigma
del mundo sensible, que es sólo una continua y cambiante representación suya, y es este mundo
el que permite la existencia de la ciencia. De la misma manera que la botánica no estudia este
pino o aquel ciprés, sino que estudia las coníferas y, más en general, todos los vegetales; la
filosofía como ciencia suprema ha de tener como objeto no las cosas particulares del mundo
sensible, sino las ideas, es decir, los fundamentos.
Platón admite Ideas que son formas matemáticas –igualdad, unidad, pluralidad...-,
también otras que son valores –justicia, bondad, belleza...-, y por fin, otras que son formas de
cosas naturales –agua, fuego, hombre...
Jerarquización de las Ideas y el Cosmos.
La relación que se establece entre el mundo de las Ideas y el mundo sensible es, según la
primera formulación de la teoría de las ideas, una relación de copia, de imitación (mimesis), y
esta imitación se da porque las ideas están presentes en las cosas (Fedón). En el Timeo también
afirma Platón que el cosmos es una mímesis o imitación de las ideas realizada por el demiurgo3,
con el sol. y sería insensato decir que son el sol, también en el mundo inteligible debemos ver que la ciencia v la verdad
tienen analogía con el bien. Pero nos equivocaríamos si tomásemos a la una o la otra por el bien mismo que es de un
valor mucho más elevado.
--Su belleza, dijo. debe estar por encima de toda expresión, porque produce la ciencia y la verdad y es aún más bello que
ellas.
--Reconocerás, según creo, que el sol no sólo hace visibles las cosas visibles, sino que además les da la génesis, el
crecimiento y el alimento, sin ser él la génesis.
--Sí.
--Igualmente reconocerás que los objetos cognoscibles no sólo tienen del bien lo que los hace cognoscibles, sino
además su existencia y su esencia, aunque el bien mismo no sea esencia, sino algo que supera en mucho la esencia en
dignidad y en poder.
--¡Gran Apolo!, gritó Glaucón burlándose. ¡esto es algo maravilloso! Tú tienes también la culpa. repliqué, ¿por qué me
obligas a decir lo que pienso sobre este asunto?
__________________________________________________
Hipias Mayor, 287c-d, Fedón, l00a-c, República, 507a_c, República, 508c_509b. (R. Verneaux, Textos de los grandes
filósofos. Edad antigua, Herder, Barcelona 1982, p. 24-26).
3
Demiurgo: Término que en el griego antiguo se aplicaba al trabajador o artesano en general, al que hace los trabajos en el
pueblo, y que Platón aplica en el Timeo, al artífice del universo, al dios ordenador de mundo, que propiamente no crea, sino que,
como hacían los dioses de las cosmogonías, impone el orden a partir del caos. El artífice o el obrero no crea los materiales con que
obra, sino que los dispone para un buen fin; del mismo modo, el demiurgo platónico no crea de la nada, sino que dispone de un
material preexistente, la materia y el receptáculo, y con ellos él, «la más perfecta y mejor de las causas», construye el universo a
semejanza de las ideas (paradeígma); por esto el universo ha de ser forzosamente bello y bueno
(Ahora bien: según yo veo las cosas, se pueden en primer lugar establecer las siguientes divisiones. ¿Cuál es el ser eterno que no
nace jamás y cuál es aquel que nace siempre y no existe nunca? El primero es aprehendido por la inteligencia y el raciocinio, pues
es constantemente idéntico a sí mismo. El segundo es objeto de la opinión unida a la sensación irracional, ya que nace y muere,
pero no existe jamás realmente.
Todo lo que nace, nace necesariamente por la acción de una causa, pues es imposible que, sea lo que sea, pueda nacer sin
causa. Así, pues, todas las veces que el demiurgo, con sus ojos sin cesar puestos en lo que es idéntico a sí, se sirve de un modelo
de tal clase, todas las veces que él se esfuerza por realizar en su obra la forma y las propiedades de aquello, todo lo que de esta
manera produce es necesariamente bello y bueno.. [...]
Ahora bien: según hemos dicho, es necesario que todo lo que ha nacido haya nacido por la acción de una causa determinada. Sin
embargo, descubrir al autor y al padre de este Cosmos es una gran hazaña y, una vez se lo ha descubierto, es imposible divulgarlo
de modo que llegue a todo el mundo.
Pero es necesario aún, tratando del Cosmos, preguntarse según cuál de los dos modelos lo ha hecho el que lo ha realizado, si lo
ha hecho de acuerdo con el modelo que es idéntico a sí y uniforme, o si lo ha hecho según el modelo generado o nacido. Ahora
bien: si el Cosmos es bello y el demiurgo es bueno, es evidente que pone sus miradas en el modelo eterno. En caso contrario,
cosa que no nos cabe suponer, habría mirado al modelo nacido. Es absolutamente evidente para todos que ha tenido en cuenta el
modelo eterno. Pues el Cosmos es lo más bello de todo lo que ha sido producido, y el demiurgo es la más perfecta y mejor de las
Historia de la Filosofía. Tema 2. Platón o los ideales políticos
14
de manera que las cosas son imitaciones de las ideas eternas. Pero la reflexión sobre los
problemas suscitados por las relaciones entre la multiplicidad de las cosas particulares y la
unidad de las ideas conduce a Platón a afirmar que las cosas del mundo participan de las ideas.
Esta participación no debe entenderse como si cada cosa particular, cada una de las mesas, por
ejemplo, participe de la única idea de mesa como parte de ésta, y que la idea sea la unión de cada
una de las partes. Esto no es posible porque la idea es única. Pero aunque cada una de las ideas
sea única, es a la vez múltiple. La afirmación según la cual cada idea es única y múltiple debe
entenderse como una jerarquización de las ideas, es decir, la idea de gato, por ejemplo, es única,
pero está subsumida en la idea más general de animal, la cual a su vez está incluida en la idea de
ser vivo, etc. Cada idea de orden inferior está incluida en otra idea de orden superior, la cual, a su
vez, incluye otras ideas al mismo tiempo que está contenida dentro de una idea de orden
superior. Esta jerarquización de las ideas culmina en la idea suprema, la idea de Bien. Dicha idea
no debe entenderse en su sentido meramente moral, sino que la idea de Bien es equivalente a la
de Orden, y es un principio de inteligibilidad o de racionalidad, por ello podemos decir de una
cosa que está “bien” en la medida en que realiza todas las funciones que se son propias según sus
fines. Así, la idea de Bien como culminación de todas las ideas indica que todas ellas están
ordenadas jerárquicamente según un orden, y es la que permite que, e el mundo de las ideas, todo
cuanto es sea como debe ser, es decir, según su orden. Ahora bien, entonces la relación entre el
mundo de las ideas y el mundo sensible no debe entenderse como una mera copia. En los últimos
diálogos (ver texto al final de la sección) Platón rechaza la posibilidad de que existan ideas de
todas las cosas y tiende más bien a considerar que las ideas son esencias objetivas, realmente
existentes, independientes de la mente humana, y que son el fundamento del conocimiento, a la
que vez que las bases ontológicas del conjunto del mundo sensible, pero no es necesario afirmar
que hay ideas de todas las cosas sino sólo es preciso aceptar la existencia de algunas clases de
causas. Y, en consecuencia, el Cosmos hecho en estas condiciones ha sido producido de acuerdo con lo que es objeto de
intelección y reflexión y es idéntico a sí mismo. (Timeo, 28c).
Existe, pues, al principio, el «modelo» (las ideas) y la «copia del modelo». El primero es el «ser eterno que no nace jamás», y el
segundo el ser «que nace y muere, pero no existe jamás realmente». Éste comprende el «receptáculo» -«la madre y receptáculo
de todo lo que nace y es generado»-, el espacio o el conjunto de la materia informe, y los elementos materiales (tierra, aire, fuego y
agua) en forma de cualidades susceptibles de transformarse unas en otras.
El demiurgo da forma geométrica a las cualidades primarias (la de los sólidos regulares), que se transforman en los elementos
primarios del universo, según la tradición presocrática, que arranca sobre todo de Empédocles. De éstos proceden las sustancias
que constituyen el mundo que vemos, que el demiurgo ha conformado según los modelos de todas las cosas. Al mundo así
constituido el artífice le impone un alma; pues todo lo vivo ha de tener un principio de vida. El alma del mundo se compone de la
mezcla de lo que es propio del mundo de las ideas y de lo que es propio del mundo copia de las ideas: de «identidad» (lo mismo) y
«diferencia» (lo otro) y de la mezcla de ambas (ver lo mismo y lo otro), por lo que se compone de tres sustancias. Finalmente, para
que la copia sea lo más semejante posible a la realidad, fabrica también el demiurgo una copia de la eternidad: el tiempo, «imagen
eterna que progresa según la serie de los números».
El concepto de demiurgo no es en Platón más que un artificio mitológico con el que personifica la inteligibilidad del universo. La
imagen, muy difundida en la literatura poética, apenas ha tenido -neoplatónicos aparte- eco filosófico en unos pocos filósofos: J.S.
Mill, por ejemplo, llama demiurgo a Dios por el hecho de que su poder está limitado por la materia de aquello que crea.
Historia de la Filosofía. Tema 2. Platón o los ideales políticos
15
ideas: la idea de Bien, la de la Belleza, la Verdad y la Simetría; las ideas éticas y las virtudes
fundamentales (justicia, sabiduría, templanza, fortaleza) y las ideas de las relaciones y entidades
matemáticas y lógicas (mayor que, menor que, igual a...) El mundo sensible está organizado en
base a estas ideas a los géneros supremos del ser, sin los cuales no sólo no sería inteligible, sino
que no sería ni tan solo un Caos.
--Parménides se expresó en estos términos: Eres digno de elogio, Sócrates, por tu entusiasmo
por las investigaciones filosóficas. Pero, dime, ¿distingues efectivamente, como dices, por una
parte las ideas en sí, y por otra parte lo que participa de ellas? Y ¿crees que existe una semejanza
en sí, aparte de la semejanza que poseemos; y lo mismo la unidad, la multiplicidad y todo lo que
acabas de oír expresar a Zenón?
--Sí, respondió Sócrates.
--Tal vez, continuó Parménides, ¿hay alguna idea en sí de lo justo, de lo bello, del bien y de
todas las cosas de esta clase?
--Con seguridad, respondió Sócrates.
--¿Y habría también una idea del hombre separada de nosotros y de todos en cuanto existentes
concretos, una idea en sí del hombre, del fuego o del agua?
--Ésta es, Parménides, una cuestión que a menudo me ha preocupado; no sabía si había que
decir lo mismo de estas cosas que de las otras.
--Y ¿estás en la misma duda, Sócrates, respecto de éstas que podrían parecerte ridículas, como
pelo, fango, basura, en fin, todo lo más abyecto y vil que quieras? ¿Crees que hay que admitir o
que no hay que admitir para cada una de estas cosas unas ideas separadas de lo que tocamos
con nuestras manos?
--De ningún modo, respondió Sócrates. Estos objetos no son nada más que lo que vemos;
suponerles una idea sería, me temo, una cosa demasiado extraña. Sin embargo, a veces me
acude a la mente el que toda cosa podría muy bien tener igualmente su idea. Pero cuando me
asalta este pensamiento me apresuro a huir de él, por miedo de ir a caer en un abismo sin fondo.
Me refugio pues junto a estas otras cosas cuyas ideas hemos reconocido que existen, y me
entrego enteramente a su estudio.
--Esto es porque aún eres joven, Sócrates, replicó Parménides. La filosofía aún no se ha
adueñado de ti como lo hará, si no me equivoco, cuando no desdeñarás ninguna de estas cosas.
Actualmente, a causa de tu edad, te preocupas de la opinión de los hombres. Pero, dime, ¿crees
que hay unas ideas de las que obtienen su denominación las cosas que participan de ellas. como
por ejemplo, lo que participa de la semejanza es semejante; lo que participa de la grandeza,
grande; y lo que participa de la belleza y la justicia, justo y bello?
--Sí, dijo Sócrates.
--Y todo lo que participa de una idea, ¿participa de la idea entera, o solamente de una parte de la
idea? ¿O bien habrá otro modo de participación, aparte de estos dos?
--¿Cómo sería posible? respondió Sócrates.
--Pues bien, ¿crees que la idea está toda entera en cada uno de los objetos que de ella
participan, aún siendo una? ¿O cuál es tu opinión?
--¿Y por qué la idea no había de ser una? replicó Sócrates.
--Así ¿la idea una e idéntica estaría a la vez entera en muchas cosas separadas las unas de las
otras, y por consiguiente, estaría separada de sí misma?
--De ningún modo, replicó Sócrates. Igual que el día, aún siendo un solo y mismo día, está al
mismo tiempo en muchos lugares sin estar por ello separado de sí mismo, así también cada una
de las ideas estará en muchas cosas a la vez sin dejar de ser una sola y misma idea.
--Es ésta, Sócrates, una manera muy ingeniosa de hacer que la misma cosa esté en muchos
lugares a la vez. Es como si dijeses que un manto, con el que se cubriese a la vez a muchos
hombres, está entero sobre muchos. ¿No es más o menos lo que quieres decir?
--Tal vez.
--¿El manto estaría entero encima de cada uno, o bien sólo una parte de él?
--Una parte.
--Por consiguiente, Sócrates, las ideas están divididas, y los objetos que participan de las ideas
sólo participan de una parte de cada una; cada una pues no está entera en cada objeto, sino solo
una parte de ella.
--Esto parece claro.
--Así pues, ¿querrás decir, Sócrates, que la idea que es una, se divide realmente y que no es por
ello menos una?
Historia de la Filosofía. Tema 2. Platón o los ideales políticos
16
--De ningún modo.
--Piensa pues. Si divides la grandeza en sí, y si cada una de las cosas que son grandes, es
grande por una parte de la grandeza más pequeña que la grandeza en sí, ¿no será esto un
absurdo manifiesto?
--Sin duda.
--Y entonces, un objeto que sólo participase de una pequeña parte de la igualdad, ¿podría por
esta partecita, menor que la igualdad en sí, ser igual a otra cosa?
--Esto es imposible.
--[...]
--Pero, por último, Sócrates, ¿de qué, modo quieres que las cosas participen de las ideas, si no
pueden participar ni de su parte ni de su totalidad?
--Por Zeus, respondió Sócrates, esta cuestión no me parece fácil de resolver.
--¿Qué pensarás ahora de esto?
--¿De qué?
--Si no me equivoco, toda idea te parece una por la siguiente razón: cuando muchos objetos te
parecen grandes, si los miras todos a la vez, te parece que hay en todos un solo y mismo carácter,
de donde concluyes que la grandeza es una.
--Es cierto, dijo Sócrates.
--Pero si tú encierras a la vez en tu pensamiento la grandeza en si y los objetos grandes, ¿no
ves aparecer aún otra grandeza con un solo y mismo carácter que hace que todas estas cosas
parezcan grandes?
--Así parece.
--Así pues, por encima de la grandeza en si y de los objetos que participan de ella, surge aún
otra idea por la que todo esto es grande; y ya no tendrás en cada idea una unidad, sino una
multiplicidad infinita.
--Pero, Parménides, replicó Sócrates, tal vez cada una de estas ideas no es más que un
pensamiento que no puede existir en otro lugar que en el alma. En este caso, cada idea sería una
y no habría las dificultades de las que estábamos hablando.
--¿Cómo? ¿Cada pensamiento sería uno sin ser el pensamiento de nada?
--Esto es imposible.
--¿Sería pues el pensamiento de algo?
--Sí.
--¿De algo que es, o que no es?
--Que es.
--¿Y este pensamiento no es el de una cierta cosa una, concebida como la forma única de una
multitud de cosas?
--Sí.
--Pero, lo que es así pensado como uno, ¿no será precisamente la idea siempre una e idéntica a
sí misma en todas las cosas?
--Parece evidente.
--Así pues, dijo Parménides, si, como pretendes, las cosas en general participan de las ideas,
¿no es necesario admitir o que todo está hecho de pensamientos y que todo piensa, o bien que
todo, aunque es pensado, no piensa?
--Pero esto no tiene sentido, Parménides. Según mi parecer, es más bien del modo siguiente.
Las ideas están en la realidad como unos modelos; los demás objetos son semejantes a ellas y
son sus copias, y la participación de las cosas en las ideas no es otra cosa que la semejanza.
--Así pues, replicó Parménides, cuando una cosa se asemeja a la idea, ¿es posible que esta
idea no sea semejante a su copia en la medida misma en que ésta se le parece? ¿0 hay algún
medio de hacer que lo semejante no sea semejante a lo semejante?
--No lo hay.
--¿No es de toda necesidad que lo semejante participe de la misma idea de su semejante?
--Sí, es necesario.
--Y aquello por cuya participación los semejantes se hacen semejantes ¿no es la idea?
--Sin duda.
--Por tanto es imposible que una cosa sea semejante a la idea, y que la idea sea semejante a
otra cosa. Si no es así, por encima de la idea surgirá otra idea, y si ésta a su vez se asemeja a
algo, surgirá otra idea aún; y siempre nacerá una nueva idea, si la idea se hace semejante a lo que
participa de ella.
--Lo que dices es muy cierto.
--Así pues no es por la semejanza que las cosas participan de las ideas, hay que buscar otro
modo de participación.
Historia de la Filosofía. Tema 2. Platón o los ideales políticos
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--Así parece.
--Ya ves, pues, Sócrates. con qué dificultades se tropieza cuando se afirma que hay unas ideas
existentes en sí aparte de las cosas.
--Ya lo veo.
--Y sin embargo, piensa que aún no has rozado, por así decirlo, la gran dificultad que surge si
sostienes que para cada cosa hay una idea aparte.
--¿Y cómo es?, replicó Sócrates.
--Entre muchas otras dificultades, la mayor es ésta: Si alguien dijese que las ideas, tales como
deben ser según nuestra manera de pensar, no pueden ser conocidas, no podría probársele que
se equivoca, a menos que no tuviese mucha experiencia en esta clase de discusiones y además
estuviese mal dotado por la naturaleza. De otro modo, no se podría refutar al que negase que las
ideas pueden ser conocidas.
--¿Y por qué, Parménides? preguntó Sócrates.
--Porque tú y todos los que atribuyen a cada cosa particular una esencia existente en sí,
convendréis ante todo, si no me equivoco, que ninguna de estas esencias está en nosotros.
--En efecto, respondió Sócrates, ¿cómo podría entonces existir en si?
--Dices bien. Así pues, aquellas ideas que son lo que son por sus relaciones recíprocas poseen
su esencia de sus relaciones las unas con las otras, y no de sus relaciones con las copias que se
hallan ante nosotros. Y a su vez las copias que tienen los mismos nombres que las ideas existen
por sus relaciones entre ellas, y no con las ideas que tienen estos nombres.
--¿Qué quieres decir? preguntó Sócrates.
--Suponiendo que uno de nosotros sea el dueño o el esclavo de otro, no será el esclavo del
dueño en sí, ni el dueño del esclavo en sí; como es hombre, será el dueño o el esclavo de un
hombre. Igualmente la dominación en sí es dominación en relación con la esclavitud en sí, y la
esclavitud en sí en relación a la dominación en si. Lo que está entre nosotros no se refiere a las
ideas, ni las ideas a nosotros; pero, lo repito, las ideas se refieren las unas a las otras, y las cosas
de nuestro mundo igualmente las unas a las otras. ¿Comprendes lo que digo?
--Perfectamente, respondió Sócrates.
--¿La ciencia en sí es pues la ciencia de la verdad en sí?
--Así es.
--¿Cada ciencia en sí será pues también la ciencia de un ser en sí?
--Sin duda.
--¿Y la ciencia que hay entre nosotros no será la ciencia de la verdad que hay entre nosotros? Y
por consiguiente, cada una de las ciencias que hay entre nosotros ¿no será la ciencia de una de
las cosas que hay entre nosotros?
--Necesariamente.
--Pero ¿estás de acuerdo en que no poseemos las ideas en sí mismas, y que no pueden estar
entre nosotros?
--Sí.
--¿Y no es sólo por la idea de la ciencia que son conocidas las ideas en sí?
--Así es.
--¿Y no poseemos esta idea de la ciencia?
--No.
--Por consiguiente, no conocemos ninguna de las ideas, porque no participamos de la ciencia en
sí.
--Parece que no las conocemos.
--Por tanto, es incognoscible para nosotros lo bello en si, el bien en sí, y todas estas cosas que
reconocíamos como ideas existentes por sí.
--Me das miedo.
--Pues ahora viene algo más grave aún.
--¿Qué es?
--¿Me concederás que. si hay una ciencia en sí, debe ser mucho más exacta y más perfecta que
la ciencia que hay en nosotros, e igualmente en lo que se refiere a la belleza y todo lo demás?
--Sí.
--Y atribuirías la ciencia perfecta a Dios, más que a cualquier otro, suponiendo que otros
participasen de la ciencia en sí?
--Necesariamente.
--Y Dios, poseyendo la ciencia en sí, ¿podrá conocer lo que hay entre nosotros?
--¿Por qué no?
--Porque hemos reconocido, Sócrates, replicó Parménides, que las ideas no se refieren a las
cosas de nuestro mundo, ni las cosas de nuestro mundo a las ideas. sino las unas y las otras entre
sí.
Historia de la Filosofía. Tema 2. Platón o los ideales políticos
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--En efecto. Io hemos reconocido.
--Así pues, si la dominación y la ciencia perfectas pertenecen a Dios, su dominación no se
ejercerá nunca sobre nosotros y su ciencia no nos conocerá jamás, ni conocerá nada de todo lo
que hay entre nosotros. Pero igual que el dominio que tenemos sobre nosotros no nos da ningún
dominio sobre los dioses, y que nuestra ciencia no conoce nada de las cosas divinas, del mismo
modo y por la misma razón no pueden, aunque sean dioses, ni ser nuestros dueños ni conocer las
cosas humanas.
--Pero, dijo Sócrates. ¿no es muy raro privar a Dios del conocimiento?
--Sin embargo, Sócrates, contestó Parménides, esto debe ocurrir necesariamente si las ideas de
los seres subsisten en sí mismas y si se intenta determinar la naturaleza de cada una de ellas. De
suerte que el que oiga sostener esta doctrina podrá afirmar o que no hay tales ideas, o que, si
existen, no pueden ser conocidas por la naturaleza humana. Y será esta una dificultad muy seria,
y, como decíamos hace poco, será muy difícil convencer de que se equivoca al que haya hecho
esta afirmación. Se necesitaría un hombre excepcionalmente bien dotado para comprender que
para cada cosa existe un género y una esencia en sí y por sí. Y se necesitaría un hombre aún más
admirable para descubrir todo esto y enseñárselo a otro con las explicaciones convenientes.
--Convengo contigo, Parménides, dijo Sócrates. Soy de tu parecer.
--Sin embargo, dijo Parménides, si considerando todo lo que acabamos de decir y todo lo que
aún podría decirse, negásemos la existencia a estas ideas de los seres, y no afirmásemos que
para cada realidad hay una idea, no sabríamos ya a dónde dirigir el pensamiento, porque ya no
tendríamos para cada ser una idea subsistente siempre la misma; sería destruir enteramente la
fuerza de la dialéctica. Y me parece que ya te has dado cuenta de esto.
--Es verdad lo que dices, respondió Sócrates.
--¿Qué partido tomarás tú, pues, respecto de la filosofía, y de qué lado te volverás en esta
incertidumbre?
--Por ahora no lo veo.
__________________________________________________
Parménides, 130a_135c. (R. Verneaux, Textos de los grandes filósofos. Edad antigua, Herder,
Barcelona 1982, p.48-53).
Historia de la Filosofía. Tema 2. Platón o los ideales políticos
19
III. TEORÍA DEL CONOCIMIENTO
En paralelo con el dualismo ontológico y antropológico de los que hemos hablado anteriormente,
y en especial, con el primero, Platón concibe dos tipos de conocimiento: el conocimiento sensible, al que
llama opinión (doxa) y el conocimiento intelectual, al que llama ciencia o inteligencia (episteme).
Platón considera pues, que las impresiones sensibles, al ser cambiantes (influencia del todo
fluye de Heráclito), no nos pueden proporcionar un objeto cierto de conocimiento. En contra del
relativismo de los sofistas (en especial Protágoras), quiere demostrar que la ciencia no se reduce a
sensación, que frente a las apariencias sensibles que son cambiantes y subjetivas, se encuentran los
objetos que capta la inteligencia cuya significación es invariable y objetiva.
El conocimiento de estas realidades no se obtiene a partir de las sensación, sino del
pensamiento. Eso es lo que significa cuando dice que son inteligibles.
Realidad
Física
(cosas)
Inteligible
(ideas)
Sensorial
(opinión)
Intelectual
(ciencia)
Conocimiento
El conocimiento como recuerdo
Recordemos el Mito del Carro Alado del diálogo Fedro. En él Platón afirma que el alma antes de
encarnarse ha contemplado el mundo de las Ideas. Por alguna causa, el alma ha salido de ese mundo
de las Ideas y ha llegado a su estado actual, encarnada en un cuerpo. Ese cambio violento hace que
olvide todo lo referente a esa primera y decisiva experiencia. Sin embargo, el olvido no es total ni
definitivo. Al contacto con la realidad “recuerda” aspectos de lo que contempló antes de las
reencarnaciones: la verdadera realidad.
Ésta es la denominada teoría de la reminiscencia según la cual conocer es recordar.
En el diálogo "Menón", y con ocasión del estudio de la virtud, Platón presenta la teoría de la
reminiscencia ―o anamnesia―. Esta teoría se resume en la idea de que conocer es recordar.
Seguramente Platón no defendía este punto de vista respecto de los conocimientos particulares como
los relativos a hechos concretos (por ejemplo, el conocimiento perceptivo del tipo "mi mesa es
negra")sino respecto de los conocimientos estrictos dotados de universalidad y necesidad,
conocimientos como los matemáticos y los que pueda descubrir la dialéctica.
Platón consideró que estos conocimientos tan excelentes no pueden explicarse a partir de la
experiencia meramente empírica o perceptiva y defendió una peculiar visión innatista: cuando
conocemos una verdad de este tipo en realidad no estamos aprendiendo algo nuevo sino que nuestra
alma recuerda una verdad a la que tuvo acceso antes de encarnarse y vivir en este mundo material,
nuestra alma recuerda algo que conoció cuando vivía en el mundo de las Ideas. Brevemente: la teoría de
la reminiscencia defiende la extraña tesis de que el alma vive sin el cuerpo en el mundo de las Ideas,
percibe las distintas Ideas y sus relaciones, se encarna, olvida dicho conocimiento, y, gracias a la
intervención de un maestro, consigue rememorar ese conocimiento olvidado. Esto es lo que ocurre con
Historia de la Filosofía. Tema 2. Platón o los ideales políticos
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el esclavo que en el diálogo "Menón" logra, gracias a las oportunas preguntas de Sócrates, demostrar un
teorema matemático.
La teoría de la reminiscencia es el complemento de la teoría socrática del conocimiento y de la
enseñanza: enseñar no es introducir un conocimiento en la mente de un sujeto sino incitar al alumno a
que descubra en su interior una verdad.
En el diálogo Fedón, Platón utiliza la teoría de la reminiscencia como argumento a favor de la
inmortalidad del alma.
" Cebes, interrumpiendo a Sócrates le dijo:
- lo que dices en un resultado necesario de otro principio que te he oído muchas veces
sentar como cierto, a saber: que nuestra ciencia no es más que una reminiscencia. Si este principio
es verdadero, es de toda necesidad que hayamos aprendido en otro tiempo las cosas de que nos
acordamos en éste; y esto es imposible si nuestra alma no existe antes de aparecer bajo esta
forma humana. Esta es una nueva prueba de que nuestra alma es inmortal.
Simmias, interrumpiendo a Cebes, le dijo:
- ¿Cómo se puede demostrar este principio? Recuérdamelo, porque en este momento no
caigo en ello.
- Hay una demostración muy preciosa- respondió Cebes- y es que todos los hombres, si
se los interroga bien, todo lo encuentran sin salir de sí mismos, cosa que no podría suceder si en
sí mismos no tuvieran las luces de la recta razón. En prueba de ello, no hay más que ponerles
delante figuras de geometría u otras cosas de la misma naturaleza, y se ve patentemente esta
verdad.
- Si no te das por convencido con esta experiencia, Simmias-replicó Sócrates-,mira si por
este otro camino asientes a nuestro parecer.¿Tienes dificultad en creer que aprender no es más
que acordarse?
- No mucha-respondió Simmias-; pero lo que precísamente quiero es llegar al fondo de
ese recuerdo de que hablamos; y aunque gracias a lo que ha dicho Cebes, hago alguna memoria
y comienzo a creer, no me impide esto el escuchar con gusto las pruebas que tú quieres darnos.
-Hélas aquí-replicó Sócrates-. Estamos conformes todos en que, para acordarse, es
preciso haber sabido antes la cosa de que uno se acuerda. -seguramente.
-¿Convenimos igualmente en que cuando la ciencia se produce de cierto modo es una
reminiscencia? Al decir de cierto modo, quiero dar a entender, por ejemplo, como cuando un
hombre, viendo u oyendo alguna cosa, o percibiéndola por cualquier otro de sus sentidos, no
conoce sólo esta cosa percibida, sino que al mismo tiempo piensa en otro."
Platón, Fedón
El conocimiento como ascenso hacia el bien. El Mito de la Caverna
Mito con el que Platón describe nuestra situación respecto del conocimiento: al igual que los
prisioneros de la caverna que sólo ven las sombras de los objetos, nosotros vivimos en la
ignorancia cuando nuestras preocupaciones se refieren al mundo que se ofrece a los sentidos.
Sólo la filosofía puede liberarnos y permitirnos salir de la caverna al mundo verdadero o Mundo
de las Ideas.
En el libro VII de“República” (514a-516d), Platón presenta el mito de la caverna.
Es, sin duda, el mito más importante y conocido de este autor. Platón dice expresamente que el mito
quiere ser una metáfora “de nuestra naturaleza respecto de su educación y de su falta de educación”, es
decir, sirve para ilustrar cuestiones relativas a la teoría del conocimiento. Pero tiene también claras
implicaciones en otros dominios de la filosofía como la ontología, la antropología e incluso la política y la
ética; algunos intérpretes han visto también implicaciones religiosas.
La descripción del mito tal y como lo narra Platón en“República” se articula en varias partes:
1. Descripción dela situación de los prisioneros en la caverna.
2. Descripción del proceso deliberación de uno de ellos y de su acceso al mundo superior o
verdadero.
3. Breve interpretación del mito.
I. DESCRIPCIÓN DE LA SITUACIÓN DE LOS PRISIONEROS
Nos pide Platón imaginar que nosotros somos como unos prisioneros que habitan una caverna
subterránea. Estos prisioneros desde niños están encadenados e inmóviles de tal modo que sólo pueden
mirar y ver el fondo de la estancia. Detrás de ellos y en un plano más elevado hay un fuego que la
ilumina; entre el fuego y los prisioneros hay un camino más alto al borde del cual se encuentra una pared
o tabique, como el biombo que los titiriteros levantan delante del público para mostrar, por encima de él,
los muñecos. Por el camino desfilan unos individuos, algunos de los cuales hablan, portando unas
esculturas que representan distintos objetos: unos figuras de animales, otros de árboles y objetos
Historia de la Filosofía. Tema 2. Platón o los ideales políticos
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artificiales, etc. Dado que entre los individuos que pasean por el camino y los prisioneros se encuentra la
pared, sobre el fondo sólo se proyectan las sombras de los objetos portados por dichos individuos.
En esta situación los prisioneros creerían que las sombras que ven y el eco de las voces que
oyen son la realidad.
II. PROCESO DELIBERACIÓN DEL CAUTIVO
A. Subida hacia el mundo exterior: acceso hacia el mundo verdadero.
1.En el mundo subterráneo.
Supongamos, dice Platón, que a uno de los prisioneros, “de acuerdo con su naturaleza” le
liberásemos y obligásemos a levantarse, volver hacia la luz y mirar hacia el otro lado de la caverna. El
prisionero sería incapaz de percibir las cosas cuyas sombras había visto antes. Se encontraría confuso y
creería que las sombras que antes percibía son más verdaderas o reales que las cosas que ahora ve. Si
se le forzara a mirar hacia la luz misma le dolerían los ojos y trataría de volver su mirada hacia los
objetos antes percibidos.
2. En el mundo exterior.
Si a la fuerza se le arrastrara hacia el exterior sentiría dolor y, acostumbrado a la oscuridad, no
podría percibir nada. En el mundo exterior le sería más fácil mirar primero las sombras, después los
reflejos de los hombres y de los objetos en el agua, luego los hombres y los objetos mismos. A
continuación contemplaría de noche lo que hay en el cielo y la luz de los astros y la luna. Finalmente
percibiría el sol, pero no en imágenes sino en sí y por sí. Después de esto concluiría, con respecto al sol,
que es lo que produce las estaciones y los años, que gobierna todo en el ámbito visible y que de algún
modo es causa de las cosas que ellos habían visto.
Al recordar su antigua morada, la sabiduría allí existente y a sus compañeros de cautiverio, se
sentiría feliz y los compadecería. En el mundo subterráneo los prisioneros se dan honores y elogios unos
a otros, y recompensas a aquel que percibe con más agudeza las sombras, al que mejor recuerda el
orden en la sucesión de la sombras y al que es capaz de adivinar las que van a pasar. Esa vida le
parecería insoportable.
B. Regreso al mundo subterráneo, exigencia moral de ayuda a sus compañeros.
1. Confusión vital por la oscuridad de la caverna.
Si descendiera y ocupara de nuevo su asiento tendría ofuscados los ojos por las tinieblas, sería
incapaz de discriminar las sombras, los demás lo harían mejor que él, se reirían de él y dirían que por
haber subido hasta lo alto se le han estropeado los ojos y que no vale la pena marchar hacia arriba.
2. Burla y persecución.
Si intentase desatarlos y conducirlos hacia la luz se burlarían de él, lo perseguirían y lo matarían.
III. INTERPRETACIÓN
A. Comparación de las realidades.
Debemos comparar la región visible con la morada-prisión y la luz del fuego que hay en ella con
el poder del sol.
B. Comparación delos procesos.
El ascenso y contemplación de las cosas de arriba es semejante al camino del alma hacia el
ámbito inteligible.
C. Valor de la Idea del Bien.
Objeto último y más difícil del mundo cognoscible: la Idea del Bien. Idea del Bien: causa de todas
las cosas rectas y bellas; en el mundo visible ha engendrado la luz y al sol, y en el ámbito inteligible es la
productora de la verdad y de la inteligencia; es la realidad que es necesario ver para poder obrar con
sabiduría tanto en lo privado como en lo público.
El siguiente cuadro puede ilustrar las variadas e importantes consecuencias de este mito en la
filosofía platónica:
Historia de la Filosofía. Tema 2. Platón o los ideales políticos
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SÍMBOLOS DEL MITO DE LA CAVERNA Y SU INTERPRETACIÓN
DIMENSIÓN ANTROPOLÓGICA
SÍMBOLOS DEL MITO
INTERPRETACIÓN EN LA VIDA REAL
prisioneros
el hombre en la medida en que vive inserto en el mundo sensible y sus
valores
conocimiento de sí mismos como
siendo meras sombras
identificación de la realidad humana con el cuerpo
liberación del prisionero
liberación del hombre y descubrimiento del mundo verdadero
(Mundo de las Ideas)
el cautivo pierde las cadenas,
reconoce los objetos en la caverna,
sube al mundo exterior y reconoce
los objetos del mundo exterior
el filósofo libera moral e intelectualmente su alma de las limitaciones y
ataduras del cuerpo y del mundo sensible y asciende al mundo de las Ideas;
práctica de la dialéctica o filosofía
conocimiento de sí mismo en el
mundo exterior
tras el ejercicio de la filosofía, identificación de la realidad humana con el
alma
DIMENSIÓN ONTOLÓGICA Y EPISTEMOLÓGICA
SÍMBOLOS DEL MITO
INTERPRETACIÓN EN LA VIDA REAL
TIPO DE REALIDAD
TIPO DE REALIDAD
TIPO DE SABER
MUNDO SUBTERRÁNEO
MUNDO QUE SE DA A LOS SENTIDOS (o
mundo sensible)
OPINIÓN
las sombras en el fondo de la
caverna
las sombras y los reflejos de los objetos
conjetura
los objetos de la caverna
los objetos naturales y artificiales
la luz del fuego
el sol
MUNDO EXTERIOR
MUNDO INTELIGIBLE O MUNDO DE LAS
IDEAS
CIENCIA
las sombras y reflejos en el agua de
las cosas exteriores
las ideas matemáticas
pensamiento discursivo
las cosas exteriores mismas y, por la
noche, la luna y los objetos celestes
las Ideas superiores
el sol mismo
la Idea de Bien
creencia
inteligencia
conocimiento como subida al mundo conocimiento o ciencia estricta o filosofía como“ascensión al ser” (al mundo
exterior
de las Ideas)
DIMENSIÓN MORAL Y POLÍTICA DEL MITO
SÍMBOLOS DEL MITO
necesidad en el proceso de liberación
del prisionero (por eso Platón emplea
con frecuencia expresiones del tipo
“si le forzáramos”, “si a la fuerza se le
arrastrara”)
INTERPRETACIÓN EN LA VIDA REAL
•
•
el destino del hombre no es el mundo físico sino el mundo absoluto y
divino de las Ideas, por lo que es necesaria la dialéctica o filosofía
para el cumplimiento de dicho destino;
legitimidad del autoritarismo ilustrado platónico
el prisionero liberado baja de nuevo
al mundo de la caverna
el filósofo no puede limitarse a la mera contemplación de las ideas; tiene la
obligación moral de volver su mirada hacia el mundo y ayudar a la liberación
de las demás personas
el prisionero liberado que es
perseguido y asesinado por sus
compañeros
el proceso y muerte de Sócrates y de todos aquellos que insisten en mostrar
la verdad a los hombres
comprensión del papel que tiene el
comprensión del papel que tiene la Idea del Bien como el principio que crea,
sol en la vida, realidad y gobierno de
da inteligibilidad a la realidad e ilumina la vida moral y política
las cosas
Los grados de conocimiento.
En el libro VI de la República, Platón desarrolla el tema del conocimiento mediante la Analogía
de la Línea. A través de ella, Platón representa los géneros de realidad (Mundo sensible e inteligible),
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los tipos de conocimiento (Conocimiento sensible u opinión y conocimiento inteligible o cognoscible) y
sus especies o grados. (ver cuadro página 47 del libro).
Platón distingue dos géneros fundamentales de conocimiento: la ciencia (epistéme) y la Opinión.
A su vez, el tipo de conocimiento que denomina ciencia se divide en ciencia en sentido estricto
[conocimiento o noesis] (o inteligencia, noûs o dialéctica o filosofía-) y pensamiento discursivo, y la
Opinión en creencia y conjetura.
CIENCIA (O EPISTÉME): Conocimiento perfecto, referido al Mundo de las Ideas, consecuencia del
ejercicio de la razón.
La noción actual de ciencia no coincide totalmente con la platónica: para este filósofo la ciencia
era el conocimiento estricto (universal y necesario) de lo absoluto, de lo eterno (que identificaba con las
Ideas) y una tarea eminentemente racional. Sólo la ciencia que llamamos matemática coincide casi
totalmente con esta forma de entender la ciencia, pero muchos conocimientos que ahora llamamos
científicos caerían en lo que Platón denomina mera opinión; por ejemplo, los que apenas son algo más
que meras especulaciones en un caso, o generalizaciones empíricas en otro, como la sociología, la
psicología, la economía... Por el contrario, la física teórica estaría a medio camino entre la opinión y la
ciencia, dado su carácter eminentemente matemático y racional.
OPINIÓN: La "opinión" o "doxa" es el título que da Platón a una de las formas de conocimiento.
Este conocimiento se fundamenta en la percepción, se refiere al Mundo Sensible, es decir a las
cosas espacio-temporales, a las entidades corporales, y, en la escala de los conocimientos, es el
género de conocimiento inferior.
La opinión se divide a su vez en dos especies o tipos de conocimiento: la conjetura,
imaginación (eikasia), que es el conocimiento que tenemos de las cosas cuando vemos sus sombras o
reflejos, y la creencia (pistis), que es el conocimiento que tenemos delas cosas cuando las percibimos
directamente y nos formamos un juicio de ellas.
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