cEREBRo Y UNIVERso - Servei de Publicacions de la UAB

Anuncio
David Jou
CEREBRO Y UNIVERSO
Dos cosmologías
1
001-218 Cerebro.indd 5
14/04/11 10:27
Director de la colección: Gonzalo Pontón Gijón
Consejo asesor:
José Manuel Blecua
Fàtima Bosch
Victòria Camps
Salvador Cardús
Ramon Pascual
Borja de Riquer
Joan Subirats
Jaume Terradas
© del texto: David Jou, 2011
© de esta edición: Edicions UAB, 2011
Edicions UAB
Servei de Publicacions de la Universitat Autònoma de Barcelona
Edifici A
08193 Bellaterra (Cerdanyola del Vallès)
Tel. 93 581 10 22 Fax 93 581 32 39
ISBN: 978-84-938717-0-3
Depósito legal: B. 11.076-2011
Impreso por Novoprint
Impreso en España - Printed in Spain
No se permite la reproducción total o parcial de este libro, ni su incorporación a un sistema informático, ni su transmisión en
cualquier forma o por cualquier medio, sea éste electrónico, mecánico, por fotocopia, por grabación u otros métodos, sin el
permiso previo y por escrito de los titulares del copyright.
001-218 Cerebro.indd 6
14/04/11 15:32
Índice
Prólogo: cerebro y universo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 9
Capítulo 1
Espacios y cartografías: galaxias y neuronas . . . . . . . . . .
La inmensidad del universo, condición necesaria para la vida . . .
Observaciones y cartografías . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Las estancias del laberinto . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
17
18
25
43
Capítulo 2
El vendaval de la información: redes neuronales
y leyes cósmicas . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Algunas ideas sobre información . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Redes neuronales y procesamiento de información . . . . . . . .
Información y cerebro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Información y universo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
..
..
..
..
..
51
52
58
67
75
Capítulo 3
Orígenes y dinamismo:
Big Bang, evolución, desarrollo . . . . . . . . . . . . . . . . . .
El dinamismo del espacio cósmico . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
La evolución del cerebro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
El desarrollo cerebral . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. . 87
. . 88
. 100
. 113
Capítulo 4
Materias oscuras: el universo invisible,
la acción de la glía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 123
El universo invisible . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 124
La influencia de la glía en la actividad y el desarrollo
del cerebro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 136
Capítulo 5
Efectos cuánticos en el universo y en el cerebro . . . . . .
La naturaleza de la realidad y la física cuántica . . . . . . . . . . . .
Física cuántica y cosmología . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Física cuántica y cerebro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
.
.
.
.
147
148
155
161
Capítulo 6
¿Qué quedará del universo? ¿Qué quedará de nosotros?
El futuro del universo . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Futuro del cerebro . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
¿Es posible que un ordenador alcance una vida eterna? . . . . .
.
.
.
.
171
172
180
189
Conclusión. Conciencia y cosmos . . . . . . . . . . . . . . . . .
Cuerpo, planeta, materia, energía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
Programa y memoria del universo. ¿Es el universo
un ordenador? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
De la información al significado, del cerebro a la conciencia .
¿Cuánto universo se necesita para un cerebro? ¿Cuánto
cerebro se necesita para una conciencia? . . . . . . . . . . . . .
¿Es el universo una mente? . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . .
. 195
. 196
. 198
. 203
. 205
. 207
Bibliografía . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . . 211
PRÓLOGO
Cerebro y universo
El espacio cósmico impresiona por su inmensidad, su transparencia, el brillo de sus estrellas y galaxias, la sensación de serenidad que se desprende de que sus cambios parezcan tan regulares
y sus realidades tan perdurables en comparación con nuestras
existencias efímeras y nuestras ambiciones desmesuradas. Cada
noche en que tenemos ocasión de contemplarlo podemos sentir los interrogantes de ese espacio vertiginoso, que nos inquieta y atemoriza o nos seduce y apacigua.
En cambio, no tenemos tan presente el espacio del cerebro, encerrado en nuestra cabeza, aunque nos sea tan próximo,
tan íntimo, tan inmediato. No pensamos en él al contemplar el
firmamento, aunque en realidad se agita y nos agita en la visión
y las emociones de los grandes cielos estrellados y en las aventuras internas de los sueños y las pesadillas. Aunque no vemos
nuestro cerebro en directo, desde hace pocas décadas nuevas
técnicas físicas nos permiten observar imágenes suyas parpadeando en pantallas, iluminándose y apagándose diferentes regiones de su espacio según escuchemos, miremos, recordemos
o hablemos. Como ocurrió hace siglos con los telescopios, las
nuevas técnicas nos abren nuevos espacios, y pocos espacios
resultan tan apasionantes como el del cerebro, tan vinculado a
la mente y la conciencia, misterioso e insondable como el cielo
9
001-218 Cerebro.indd 9
14/04/11 10:27
10
C E R E B RO Y U N I V E R S O
nocturno. Ya no nos hallamos ante el agobio angustioso del
cerebro de un difunto, diseccionado minuciosa y trabajosamente por los exploradores de la neuroanatomía, sino ante una
danza viva de destellos procedente de nuestro interior bajo el
estímulo de imágenes, sonidos, recuerdos o deseos.
Esas experiencias suscitan nueva curiosidad por la cartografía y el funcionamiento del cerebro. A ello se ha sumado la
creciente familiaridad con los ordenadores, no sólo como instrumentos de cálculo, comunicación o juego, sino también
como fuente de metáforas y de análisis, como un campamento
base desde donde partir hacia las cordilleras y recovecos del cerebro en busca de las constelaciones de la mente. Así, por la
visualización, la reflexión, la analogía, la resonancia, nos vemos
impulsados a admirar y analizar no sólo el universo exterior
sino también el interior. Esta curiosidad básica es la motivación
y el eje del presente libro.
Por otro lado, no sólo observamos el universo con telescopios muy diversos, sino también lo simulamos con ordenadores. Algunas de las estrategias informáticas usadas para ello se
inspiran, por cierto, en versiones simplificadas del funcionamiento de redes neuronales. Todo ello abre una nueva sensibilidad hacia el orden del universo y las leyes de su funcionamiento. Reglas relativamente simples conducen a imágenes tan
ricas, tan variadas, tan parecidas a veces a las observaciones, que
es difícil ignorar o menospreciar la fascinación suscitada por el
ordenador. Además de permitirnos visualizar procesos que no
podemos observar directamente, como por ejemplo la formación de las galaxias, nos permiten acelerar o ralentizar el paso
del tiempo, observar a cámara lenta fenómenos rapidísimos o
comprimir millones de años en unos pocos minutos. Ello nos
abre nuevas perspectivas sobre la regularidad, la periodicidad, la
simetría, y nos descubre un universo dinámica y estructuralmente más rico de lo que imaginábamos. Tratar los aspectos
computacionales del universo, pues, resulta natural en la física
001-218 Cerebro.indd 10
14/04/11 10:27
PRÓLOGO
11
actual y suscita la pregunta por las relaciones entre la computación cósmica y la computación biológica.
Aquí tratamos cerebro y universo en paralelo: sus estructuras, los métodos de observación, sus expansiones y crecimientos, el procesamiento de información, el posible papel de la física cuántica en uno y otro, las perspectivas de su futuro.
Procuramos que no sean dos narraciones yuxtapuestas sino que
haya intersecciones y diálogo entre ambas, ya que en ello estriba el aliciente de comparar aspectos de la realidad. Procuramos
no forzar las comparaciones pero aprovechamos tantos paralelismos como nos sea posible para comunicar con cierta amenidad algunos aspectos de cosmología y de neurobiología. Destacamos los aspectos más esenciales para nuestro propósito, sin
describir minuciosamente los detalles cosmológicos y neurológicos, que dispersarían nuestra atención y requerirían un volumen desmesurado. El cerebro es tan complicado, que disponer
de diversas perspectivas sobre él es imprescindible para valorar
su riqueza y su grandeza, pero sin llegar a adentrarse en los
frondosos e innumerables detalles de especialización.
La relación entre universo y cerebro —especialmente el
cerebro humano, capaz de conocer diversos aspectos generales
del universo— está plagada de interrogantes, espontáneos o sofisticados, no sabemos si esenciales o anecdóticos. Podemos
considerar que el cerebro es una anécdota infinitesimal en un
universo inmenso o, al contrario, que la existencia de un órgano capaz de conocimiento forma parte de la lógica del cosmos,
sea desde una perspectiva mítica de resonancias entre microcosmos y macrocosmos, sea desde una perspectiva filosófica, en
que un universo sin conciencia sería menos pleno que con
conciencia, o religiosa, en que un Dios creador hubiera hecho
este mundo para que surja la capacidad de conocer la Creación
y de llegarse a unir con Él en ese conocimiento. En el libro del
Génesis, la posibilidad de comprensión del mundo estaría relacionada con la creación de los humanos «a imagen y semejanza»
001-218 Cerebro.indd 11
14/04/11 10:27
12
C E R E B RO Y U N I V E R S O
del Creador. En el Timeo de Platón, la forma redonda de la cabeza se relaciona con la forma redonda del universo para observarlo y comprenderlo mejor. En las conjeturas herméticas, alquímicas y cabalísticas, los paralelismos entre el macrocosmos
del universo y el microcosmos del cuerpo humano eran abordados con audacia especulativa y despreocupada imaginación.
En la mística, el espíritu se lanza a una fusión de la pequeñez
individual con la inmensidad cósmica o divina, saltando por
encima de desproporciones y distancias. En todos esos casos, y
en otros muchos, la posibilidad de comprender el Cosmos es
considerada algo esencial de lo más profundo del universo.
Cerebro y universo sugieren dos maneras diferentes de
considerar la razón. Desde la perspectiva biológica, la existencia del cerebro humano, capaz de razonar, es un mero accidente en una evolución sin finalidad. La razón sería un producto
emergente casual de ese órgano fortuito, un producto curioso,
ya que no sería indispensable para la supervivencia. En efecto,
la capacidad de elaborar matemáticas, o música, o poesía, no
resulta imprescindible para la supervivencia biológica de la especie humana, aunque la facilita. Bastaba con una cierta superioridad de ingenio sobre especies más fuertes, más voraces,
más rápidas, más agresivas, para poderse defender y alimentar.
Con unos pocos talentos cazadores y recolectores hubiera bastado para sobrevivir, pero la razón sobrepasa ampliamente ese
estadio. Cosas parecidas han ocurrido en muchas ocasiones a lo
largo de la evolución: órganos aparecidos gracias a otorgar una
cierta ventaja en un campo específico son aprovechados después en otras tareas imprevistas en que confieren ventajas todavía mayores. Evolutivamente, la razón, como la vida misma, es
un misterio. En todo caso, esos interrogantes filosóficos no nos
paralizan en la incertidumbre, sino que estimulan el placer de
seguir pensando e investigando.
Desde la física, la idea sobre la razón es muy diferente que en
biología. La física nos descubre algunos aspectos de una razón mu-
001-218 Cerebro.indd 12
14/04/11 10:27
PRÓLOGO
13
cho más amplia que la razón humana y que consiste en un conjunto de leyes sutilmente estructuradas que existían desde el comienzo
mismo del universo, antes del más mínimo indicio de vida. Dicha
razón cósmica, además, es necesaria para la existencia de la vida y
de nuestro universo, aunque no se puede descartar la posibilidad
de que el universo mismo sea una fluctuación fortuita en el marco
de esas leyes. Esas dos visiones de la razón conducen a preguntarse
por qué la razón accesible al cerebro es capaz de contactar con la
razón del cosmos, o al menos con algunas leyes suficientemente
generales que nos permiten deducir la existencia, la cronología o la
posición de tantos acontecimientos. A eso se refería Einstein cuando comentaba que lo más incomprensible del universo es que sea
comprensible.
Subyace a esto la pregunta de si las matemáticas nos revelan
un orden real del mundo, preexistente a los humanos e independiente de ellos, o si son una creación más o menos arbitraria
de la razón humana. Este debate dura desde hace siglos, con
posiciones encontradas. Para algunos, en la línea del pensamiento platónico, las matemáticas forman parte de un orden
lógico anterior a los humanos, necesario para la existencia de la
vida y de la razón humana, y los matemáticos lo van descubriendo, con dificultades y placeres extraordinarios. Para otros,
en cambio, los matemáticos crean las matemáticas, es decir, inventan unos esquemas intelectuales suficientemente resistentes
y eficaces para describir algunos aspectos del mundo. En una
visión evolutiva, esas construcciones intelectuales irían compitiendo entre sí según su fertilidad y elegancia, su eficacia en
describir el mundo y eliminar contradicciones internas. Sin
embargo, no es fácil tomar partido decididamente por una de
esas posibilidades, dada la sorprendente eficacia de las matemáticas en anticipar con precisión asombrosa aspectos de la realidad que nunca habían sido accesibles a los humanos. Esa capacidad de avanzarse en siglos a observaciones de realidades
desconocidas es un desbordamiento difícil de explicar. Consta-
001-218 Cerebro.indd 13
14/04/11 10:27
14
C E R E B RO Y U N I V E R S O
tamos su existencia, y nos puede maravillar y sorprender o dejarnos indiferentes, pero por ahora excede nuestra capacidad de
respuesta.
Otro aspecto de interés es si la inteligencia humana es única en el cosmos, o no, y qué ocurrirá cuando nuestra especie
desaparezca o evolucione. Si evoluciona, ¿lo hará hacia una razón más amplia y profunda o se desvanecerá ante un alud de
información sin sentido? Si desaparece, ¿quedará el cosmos
desprovisto para siempre más de inteligencia? O bien ¿se podrá
construir una inteligencia artificial, robots que viajen a planetas
lejanos y que sean capaces de construir copias mejoradas de sí
mismos? ¿Podrán tales robots resistir durante muchos millones
de años las temperaturas cada vez más frías del cosmos en expansión y seguir desarrollando alguna actividad? ¿Conservarán
algún recuerdo de los humanos que les hicieron existir?
Nada podemos decir con certeza de esas cosas. Sin embargo, tanto la cosmología como las neurociencias han ido progresando rápidamente y resulta atractivo pensar en el cerebro
como un universo interior, en diálogo con el universo exterior
que nos rodea. Como mínimo, estimula a conocer mejor ambos espacios, y nos conduce a algunas líneas de frontera: el papel de la información en la cosmología física —basada hasta
ahora en la materia y la energía—, o la acción de las células de
glía —unas diez veces más abundantes que las neuronas— sobre la memoria o la capacidad de procesamiento del cerebro.
En uno de mis libros anteriores, Reescribiendo el Génesis. De la
gloria de Dios al sabotaje del universo, traté siete grandes fronteras de la
cosmología y tracé un paralelismo entre sus preguntas básicas y los
interrogantes planteados en otros momentos históricos. La línea
básica del libro era, como en éste, nuestra relación con el universo,
pero a través de la indagación por el origen. Las siete fronteras eran
las fluctuaciones del vacío cuántico como posible origen del universo, la geometría de las dimensiones ocultas de la teoría de supercuerdas, las rupturas de simetrías de las leyes cósmicas, los valo-
001-218 Cerebro.indd 14
14/04/11 10:27
PRÓLOGO
15
res de las constantes físicas, la materia oscura, la abundancia de vida
en el universo, y la energía oscura. Acompañé cada una de esas
fronteras con una referencia cultural: el primer capítulo del Génesis
(la agitación primordial), el Timeo de Platón (el esplendor de la
geometría), los gnósticos (la imperfección del universo), la cábala
(los diez números o sefirot como principios interpuestos entre Dios
y la Creación), Newton (la gravedad como protagonista cósmico),
Darwin (el origen de las especies) y Einstein (el dinamismo del espacio-tiempo). En dicho libro había un paralelismo entre humanismo y ciencia, entre el universo de nuestras preguntas y el cosmos del firmamento observable. En el presente libro, el paralelismo
adopta una vía diferente: la de grandes fronteras del presente.
Me complace agradecer los estímulos que me han llevado a
interesarme por la cosmología y por la biofísica, más allá de mi
especialidad de investigación en física fuera del equilibrio, y
dentro de un marco de diálogo humanístico. Conversaciones
con Walter Mayerstein, Adolf Tobeña, Lluís Barraquer, con
colegas del Departamento de Física de la Universitat Autònoma de Barcelona, del patronato de la Fundació Joan Maragall y
del proyecto Science, Theology and the Ontological Question, invitaciones a dar conferencias y cursos, a traducir libros
—entre los cuales varios de Stephen Hawking—, están en el
origen del presente libro. La diversidad de mis actividades docentes en la UAB, y en especial una asignatura interdisciplinar
de Introducción a la Ciencia, donde intervienen cosmología y
neurobiología, física cuántica y biología molecular, el origen
de la vida y el futuro del planeta, ha sido propicia a la preparación del presente libro. Finalmente, el interés de Gonzalo Pontón ha permitido que vagos proyectos y difusas ilusiones se fueran transformando en textos concretos.
001-218 Cerebro.indd 15
14/04/11 10:27
CAPÍTULO 1
Espacios y cartografías:
galaxias y neuronas
El espacio cósmico y el espacio del cerebro son, con el del genoma, los tres espacios más fascinantes de la actualidad. La Tierra nos parece cada vez más pequeña, a causa de un crecimiento
acelerado de la población, y de grandes flujos de comunicación, de capitales, de mercancías y de personas. Quizás por ello,
los espacios que suscitan más ardientemente el impulso de exploración y de aventura ya no son las selvas, las islas desconocidas o las fuentes misteriosas de algunos grandes ríos, sino los
que la ciencia y la tecnología nos van abriendo. Su exploración
mediante nuevas técnicas ha ido ampliando y enriqueciendo
nuestra percepción y nos ha abierto nuevas capacidades de acción e incluso de colonización de dichos espacios.
La cartografía del cerebro, como la del firmamento, ha ido
emergiendo a lo largo de siglos, pero rodeada del desasosiego,
el temor y la incomodidad que produce manipular un órgano
de un cuerpo difunto. A ojo desnudo, pero con atención obsesiva y esmerada, se identificaron en el firmamento constelaciones y nebulosas; también a ojo desnudo y con no menos atención, pero de forma más clandestina y secreta, observando su
rugosa superficie o hurgando en su interior gelatinoso, se localizaron en el cerebro formas llamativas y regiones singulares.
Los que contemplaban el firmamento dieron nombre a las
17
001-218 Cerebro.indd 17
14/04/11 10:27
18
C E R E B RO Y U N I V E R S O
constelaciones según las formas que su imaginación les hacía
ver en ellas: Libra (balanza), Cáncer (cangrejo), Piscis (Pez),
Capricornio, Escorpio... Los que exploraban los recovecos recónditos del cerebro hicieron lo mismo: hipocampo (caballito
de mar), amígdala (almendra), tálamo (cama), locus coeruleus
(lugar cerúleo), locus niger (lugar negro)...
Llegado el momento, el telescopio óptico hizo avanzar la
astronomía y el microscopio impulsó, algo después, la histología. Aparecieron mundos nuevos y fascinantes: lunas alrededor
de los planetas, mosaicos de células formando los tejidos, formas y precisiones que ensancharon la realidad y la imaginación.
Pero más allá de la astronomía óptica, la exploración de otras
señales —radioondas y rayos X, por ejemplo— ha permitido
nuevas observaciones y una mejor comprensión de la dinámica
galáctica. Asimismo, el desarrollo de nuevas técnicas físicas
—emisión de positrones, resonancia magnética— ha abierto
visiones inéditas sobre la dinámica del cerebro. En vivo, en directo, de forma indolora y no invasiva, esas técnicas han convertido el cerebro en un nuevo universo abierto a la contemplación y las investigaciones. Las sutilezas de los sensores físicos
nos revelan nuevos aspectos del macrocosmos que nos rodea y
del microcosmos en que hunde sus raíces nuestra conciencia.
La inmensidad del universo,
condición necesaria para la vida
El universo observable tiene un radio de unos trece mil setecientos millones de años-luz; el cerebro humano, un volumen
de aproximadamente un litro. La diferencia abismal entre estos
órdenes de magnitud parece desautorizar cualquier comparación entre cerebro y universo. Por eso, antes que nada, se impone una reflexión para ver hasta qué punto es posible calificar
de cosmología interna el estudio del espacio del cerebro.
001-218 Cerebro.indd 18
14/04/11 10:27
Espacios y cartografías: galaxias y neuronas 19
De hecho, la gran magnitud del cosmos es una condición
necesaria para la existencia del cerebro. En efecto, el tamaño
mínimo que debe tener un universo para poder contener una
bacteria es de unos seis mil millones de años-luz, y el tamaño
mínimo para contener un cerebro capaz de inteligencia es de
unos diez mil millones de años-luz. Estas afirmaciones resultan
sorprendentes, ya que el tamaño de una bacteria es del orden de
unas pocas micras, por lo cual parece que un universo de unos
pocos metros o unos pocos kilómetros bastaría y sobraría para
contener una bacteria, o un cerebro. Sin embargo, una bacteria, o un cerebro, están compuestos de carbono, nitrógeno,
oxígeno, y otros átomos que no existían en el universo joven.
Cuando el universo tenía tres minutos, sólo estaba formado por
hidrógeno y helio. Los otros átomos se formaron por fusión
nuclear en estrellas, cuya explosión los esparció como polvo
interestelar de sus galaxias. A partir de ese polvo, se formó una
nueva generación de estrellas, muchas de las cuales acompañadas por planetas formados por esos átomos pesados.
En algunos de esos planetas, con condiciones físico-químicas apropiadas, se inició una evolución prebiótica de reacciones
químicas que condujo a células vivas. Todos esos procesos —la
formación de estrellas, la formación de núcleos pesados dentro
de las estrellas, la formación de una segunda o tercera generación de estrellas y la evolución prebiótica— han durado entre
cinco y seis mil millones de años. Como el universo está en
expansión, durante ese largo intervalo su tamaño ha ido creciendo. En concreto, el horizonte del universo visible ha crecido con la velocidad de la luz y su radio es del orden de la edad
del universo multiplicada por la velocidad de la luz. Si se ha
requerido un tiempo de unos cinco o seis mil millones de años
para la formación de las primeras células, ello significa que el
radio del universo debió haber alcanzado un radio de unos cinco o seis mil millones de años-luz cuando apareció la primera
célula.
001-218 Cerebro.indd 19
14/04/11 10:27
20
C E R E B RO Y U N I V E R S O
Como para llegar a una especie inteligente se ha necesitado, al menos en nuestro planeta, unos cuatro mil millones de
años adicionales de evolución, se sigue que para que pueda
existir un cerebro capaz de albergar inteligencia es necesario un
universo del orden de diez mil millones de años-luz: la inmensidad del universo es condición necesaria para la existencia del
cerebro.
Resulta interesante, asimismo, que hayamos podido observar, con telescopios muy potentes y antenas de microondas, los
confines del universo observable. Eso no significa que conoz-
La exploración del universo ha ido avanzando a medida que contaba
con nuevos métodos de observación que permitían alcanzar mayores
distancias y detectar objetos más tenues. Actualmente se han podido
observar miles de millones de galaxias. Fotografía: CC rmforall
001-218 Cerebro.indd 20
14/04/11 10:27
Espacios y cartografías: galaxias y neuronas 21
camos todo su contenido: por ejemplo, la materia que conocemos sólo forma el cinco por ciento del universo a que tenemos
acceso, y la materia oscura y la energía oscura, dos componentes de los cuáles sólo conocemos los efectos pero no la constitución, forman el noventa y cinco por ciento restante. Tampoco
sabemos mucho de los otros sistemas planetarios, aunque ya
llevamos observados algo más de doscientos, con unos quinientos planetas en total, desde 1996. A pesar de ese desconocimiento, que hayamos podido alcanzar a observar los límites
máximos del universo que nos resulta accesible es una proeza
del cerebro humano, no en su individualidad, sino colectivamente, interaccionando mediante la palabra, los números, la
cultura, la ciencia.
La perspectiva de la interacción
Para algunos pensadores, el espacio es una relación, más que
una entidad objetiva. Lo creen así filósofos como Leibniz, y ha
inspirado a algunos científicos, como Einstein. En efecto, para
Einstein fue una decepción que sus ecuaciones para el espaciotiempo de la relatividad general admitieran solución para una
sola partícula; habría preferido que sólo hubieran admitido la
existencia del espacio para dos o más partículas, como relación
dinámica entre ellas.
Si nos fijamos en las consecuencias físicas de la distancia entre dos cuerpos, más que en el valor concreto que se pueda asignar a esa distancia, observamos que para que dos galaxias no interaccionen deben estar muy separadas entre sí, algunos millones
de años-luz, ya que la fuerza de la gravitación decrece de manera relativamente lenta con la distancia. En cambio, las neuronas
interaccionan a través de pequeñas separaciones, las sinapsis,
pero no todas las neuronas están conectadas entre sí. Los patrones de conexión en redes neuronales son complejos, dinámicos,
determinados en parte por los genes y abiertos, aún en mayor
001-218 Cerebro.indd 21
14/04/11 10:27
Descargar