¿Tenía Jesús Poderes Inherentes Para Obrar Milagros? (1)

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Sermones y Artículos Sobre Jesús de Nazaret -- 2
¿Tenía Jesús Poderes Inherentes Para Obrar Milagros?
(1)
Siempre que un tema se vuelve controversial, es inevitable que algunas personas se
quejen cuando el tema se le presta atención. Han surgido algunas preguntas sobre la
naturaleza de Jesús en años recientes. Una palabra o dos acerca de tales controversias
está en orden. Este artículo está diseñado para pesar los argumentos y señalar sus
consecuencias como las vemos, aunque algunos hermanos no comprendan las consecuencias de sus argumentos los cuales son mencionados. Mi propósito no es cuestionar
los motivos y las intenciones de la gente sino probar sus argumentos. Cuando son
mencionados los nombres, algunas personas ven «rojo» y brincan a la conclusión de
que el orador o escritor transfiere a todos los que estén en desacuerdo con él en algún
punto en alguna medida a las regiones infernales. No está fuera de orden advertir
de alguien que se haya apartado de la fe (1 Tim. 1:19-20; 6:5,21; 2 Juan 9-11). Los
nombres podrían también ser correctamente mencionados para identificar mas precisamente ciertas visiones y sus origines y para especificar las preguntas, cuestiones,
y problemas a los que se les presta atención. Mientras encuentro desagradable tener
que estar en desacuerdo con mis hermanos en Cristo en alguna ocasión, es imperativo
que «escudriñemos las Escrituras», para ver si estas cosas son así (Hch. 17:11). Tal
estudio algunas veces envuelve controversia pero estamos convencidos que puede ser
conducido en un plano alto y que el bien resultará a pesar de algún dolor que suframos
en el proceso de la controversia. El estudio abierto y la controversia no es sectario
sino que ayuda a detener el espíritu sectario. La discusión y debate abierto no crea
partidos, sino que los previene de formarse y crecer. El estudio abierto y la controversia
nos recuerda constantemente que nuestra lealtad es al Señor y a la verdad, no a algún
hombre, periódico, grupo, organización, escuela, o negocio (1 Cor. 4:6).
La Controversia de la Naturaleza de Jesús
Durante los últimos años, una controversia se ha encarnizado sobre la naturaleza de
Jesús. El tema de discusión se ha enfocado sobre la enseñanza de John Welch (y otros
pocos) de que, al hacerse hombre, Jesús se despojó a sí mismo de ciertos atributos de
deidad. Entre estos atributos de que se despojó a sí mismo, el hermano Welch afirma,
están su capacidad para obrar milagros por su propio poder inherente. El hermano
Welch afirma que Jesús obró milagros tal como lo hicieron los apóstoles — a través
del Espíritu Santo dándole este poder.
Ha sido hecha la afirmación de que Jesús renunció al «uso independiente» de sus
poderes. Si por esto alguien quiere decir que Jesús no pudo obrar un milagro sin la
aprobación divina del Padre, le pregunto ¿cuándo hizo en algún momento algo sin la
aprobación divina del Padre? Jesús no actuó fuera de la voluntad del Padre antes de
venir a la tierra, mucho menos mientras se apareció como hombre. El Padre, el Hijo,
y el Espíritu Santo siempre han actuado como uno.
La afirmación de que Jesús es deidad es una afirmación de que Jesús tiene los atributos de deidad. Afirmar creer en la deidad de Cristo mientras se niega que tiene los
atributos de deidad es una contradicción. Uno muestra la deidad de Cristo por medio
de mostrar que posee los atributos de deidad. La negación de que Jesús tiene poder
inherente para obrar milagros es un ataque contra su deidad, sea intencional o no.
Quisiera examinar el argumento de que Jesús renunció a su omnipotencia por medio de observar algunos de los pasajes usados para defender la afirmación. Cuando
la controversia hizo erupción por primera vez, estaba estudiando el comentario de
Juan usando el excelente comentario de Lenski. A media que lo leí, marqué varios
comentarios que considero usted los encontrará dignos de confianza y pertinentes a
esta discusión. Considerando que no respaldo toda posición que Lenski sostiene, creo
que estos comentarios con respecto a la naturaleza del Señor son útiles.
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Explicación de Pasajes Usados Para Defender la Posición
1. Hechos 10:38. Lucas registra, «... Dios ungió con el Espíritu Santo y con poder
a Jesús de Nazaret, y cómo éste anduvo haciendo bienes y sanando a todos los oprimidos por el diablo, porque Dios estaba con él» (Hechos 10:38). Este pasaje es usado
para probar que Jesús no pudo obrar milagros hasta que Dios lo ungió con el poder
por medio de enviar al Espíritu Santo. Este pasaje debe ser interpretado en armonía
con aquellos que afirman la habilidad de Jesús para obrar milagros, tales como Juan
10:18 donde Jesús dijo de su vida en la tierra, «Nadie me la quita, sino que yo de mí
mismo la pongo. Tengo poder para ponerla, y tengo poder para volverla a tomar.
Este mandamiento recibí de mi Padre». En Mateo 8, un leproso vino a Jesús y dijo,
«Señor, si quieres, puedes limpiarme». Jesús respondió, «Quiero; sé limpio ...» (8:23). Estos pasajes muestran que Jesús tenía poder inherente para obrar milagros.
Un mejor entendimiento de Hechos 10:38 es interpretarlo en la misma forma como
interpretamos la narración de la creación. El Padre, el Hijo y el Espíritu Santo obraron
conjuntamente en la creación. Génesis 1:1-2 relata que Dios creó los cielos y la tierra; la
actividad del Espíritu Santo también es mencionada (Comp. Gén. 1:1-2). No obstante,
el Nuevo Testamento afirma claramente que Jesús fue el agente activo de la creación
(Jn. 1:3; Col. 1:16). En forma similar, todos los miembros de la Deidad obraron en la
redención. Si podemos entender la creación sin negar la omnipotencia inherente de
cada uno de los miembros de la Deidad, también deberíamos ser capaces de entender
cómo obraron los tres conjuntamente durante el ministerio terrenal de Jesús sin negar
la omnipotencia de alguno. El punto a entender es que la Deidad obra en perfecta
unidad, nunca un miembro actúa unilateral o independientemente de los otros.
La unidad de la Deidad en la ejecución de los milagros también es vista en la ejecución de los milagros después que Jesús ascendió a los cielos. Pablo escribió, “Ahora
bien, hay diversidad de dones, pero el Espíritu es el mismo. Y hay diversidad de
ministerios, pero el Señor es el mismo. Y hay diversidad de operaciones, pero Dios,
que hace todas las cosas en todos, es el mismo” (1 Cor. 12:4-6). En estos versículos,
Pablo afirma que los nueve dones espirituales diferentes procedían de un sólo Espíritu,
servían al un sólo Señor (Jesús) y eran la ejecución de un sólo Dios. Si podemos entender la unidad de la Deidad en el ejecución de los milagros a través de los apóstoles
y profetas, también deberíamos ser capaces de comprender que el Padre, el Hijo, y el
Espíritu Santo eran uno en todo lo que Jesús hizo. La declaración de Jesús de que no
actuó solo en lo que hizo son declaraciones de su unidad con el Padre y el Espíritu
Santo, no pruebas de que carecía de omnipotencia.
2. Hechos 2:22. Lucas dijo, “Varones israelitas, oíd estas palabras: Jesús nazareno,
varón aprobado por Dios entre vosotros con las maravillas, prodigios y señales que
Dios hizo entre vosotros por medio de él, como vosotros mismos sabéis” (Hch. 2:22).
Este pasaje debe ser entendido exactamente como Hechos 10:38, que está afirmando
la unidad de la Deidad.
3. Juan 5:30-31. El contexto de este pasaje es la sanidad de Jesús del hombre
impotente en el estanque de Betesda. No sólo Jesús sanó milagrosamente al hombre,
también conocía su historia (5:6, una evidencia de su omnisciencia). Los Judíos lo
acusaron de pecado porque le dijo al hombre que tomara su lecho y andara en día de
Reposo, lo cual consideraron que era una violación de la ley del Día de Reposo. Jesús
respondió diciendo, “Mi Padre hasta ahora trabaja, y yo trabajo” (5:17). Los Judíos
entendieron correctamente que esto era una afirmación de Jesús siendo igual a Dios
(5:18). Jesús argumentó, “... No puede el Hijo hacer nada por sí mismo, sino lo que ve
hacer al Padre; porque todo lo que el Padre hace, también lo hace el Hijo igualmente.
Porque el Padre ama al Hijo, y le muestra todas las cosas que él hace ...” (5:18-19).
Nótese estas afirmaciones por parte de Jesús: (a) El ve lo que el Padre hace; (b) El
hace lo que el Padre hace; (c) El Padre muestra al Hijo todo lo que él hace. En el v.21,
el Hijo afirma su habilidad para resucitar a los muertos diciendo, “Porque como el
Padre levanta a los muertos, y les da vida, así también a los que quiere da vida”. La
referencia a la voluntad de Jesús (“a los que quiere”) demuestra el poder inherente de
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Cristo. Afirmó para sí mismo ser el juez de la humanidad (5:22). En el v.23, declaró
que los hombres deben honrar al Hijo exactamente como honran al Padre, una afirmación atrevida y audaz de su igualdad con el Padre y de su omnipotencia. Cualquier
cosa que Jesús quiso decir en los v.30-31 no debe ser interpretada para que contienda
con estas valientes declaraciones.
En los v.30-31 Jesús dijo, “No puedo yo hacer nada por mí mismo; según oigo,
así juzgo; y mi juicio es justo, porque no busco mi voluntad, sino la voluntad del que
me envió, la del Padre. Si yo doy testimonio acerca de mí mismo, mi testimonio no
es verdadero”. Este pasaje ha sido interpretado por el hermano Welch y varios otros
queriendo decir que Jesús no podía obrar milagros sin Dios dándole el poder. Esto
no es lo que Jesús está afirmando. Lo que estaba diciendo era esto: Nada de lo que
estaba haciendo emanó de su propia voluntad e iniciativa. No actuó fuera de la voluntad divina, como un David Koresh; más bien, hizo la voluntad del Padre en todas
las cosas. Lenski explica correctamente esta idea sobre Juan 5:19 diciendo: “La
mismísima relación del Hijo al Padre hace sencillamente imposible (ou dunatai) que
Jesús hiciera (poiein, ahora o siempre) algo ‘de sí mismo’, aph’ heautou, de manera
que la cosa emanaría de él sólo y sería hecha por él sólo, y separado y aparte de la
voluntad del Padre -- así como los Judíos lo acusaron de que estaba quebrantando la
ley de Dios sobre el Día de Reposo” (379). Sobre los v.30-31, nos refiere al comentario
sobre 5:19 (400) y añade, “Ni una sola palabra que Jesús pronuncie en la declaración
de juicio, ya sea sobre los hombres, creyentes o incrédulos, o sobre asuntos o personas
de cualquier clase, o sobre su propia persona y obra, jamás se desvía de, o choca con
la palabra de su Padre” (401). La Deidad está perfectamente unida en toda su obra
En vista de que este versículo y varios que le siguen son idénticos en naturaleza,
necesito añadir esta nota para mencionar la similitud de las palabras habladas por
Jesús con referencia a él mismo con aquellas habladas acerca del Espíritu Santo. Si
las palabras “Jesús no habló por su propia cuenta” (Juan 12:49) prueban que había
renunciado a su omnipotencia, deben significar la misma cosa cuando habló de la obra
del Espíritu Santo. En Juan 16:13, Jesús dijo, “Pero cuando venga el Espíritu de verdad,
el os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará
todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir”. Lenski observó, “En
cuanto a la fuente del Espíritu sería exactamente como Jesús, 12:49; 14:10; compare
7:16; 8:28; 14:24. ‘No por su propia cuenta’ es, por supuesto, una imposibilidad del
Espíritu Santo como lo es para Jesús. Simplemente detiene una noción humana de
que cualquier cosa viniendo del Espíritu pudiera ser una invención de Suya propia.
Un espíritu que hablara ‘por su propia cuenta’ no podría ser ‘el Espíritu de verdad’
sino que sería el espíritu de falsedad, como el que habló a Eva a través de la serpiente,
8:44” (1091). Si una persona puede entender que “no hablaría por su propia cuenta”
no es una negación de la omnipotencia del Espíritu Santo, sino una afirmación de la
unidad de la Deidad sobre lo que está siendo revelado, debería ser capaz de ver que
lo mismo es verdad cuando se habla de Cristo. Hay perfecta unidad en todas las
acciones y operaciones de la Deidad.
4. Juan 6:38. Jesús dijo, “Porque he descendido del cielo, no para hacer mi voluntad,
sino la voluntad del que me envió”. El contexto de este pasaje es la alimentación de
los 5000 con cinco panes y dos peces y el subsecuente milagro de andar sobre el agua
y la milagrosa transportación del bote. Todos estos milagros fueron obrados por Jesús
como evidencia de que él es el Hijo de Dios. Este pasaje está afirmando la misma idea
que fue mencionada en Juan 5:30-31. Jesús no actuó sin la autoridad divina y por su
propia iniciativa, como lo hijo José Smith. Lenski comenta nuevamente, “Solamente
entonces es incredulidad en Jesús justificada cuando es capaz de probar que Jesús
está haciendo solamente su voluntad y no la voluntad del Padre” (467). Totalmente
lo contrario, Jesús está afirmando que los milagros que obró y las palabras que habló
no eran las palabras de un hombre hablando sin la autoridad divina; estaba afirmando
que estaba haciendo la voluntad del Padre. Audazmente estaba afirmando la perfecta
armonía entre el Padre y él mismo y de esta manera, la unidad de la Deidad.
5. Juan 7:16-18,28. Este pasaje registra la visita de Jesús a Jerusalén en la fiesta de
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los Tabernáculos. Los Judíos estaban listos para matar a Jesús, pero Jesús como Dios
omnipotente estaba en total control de la situación. Dijo que su muerte no ocurriría
en esa hora porque su tiempo aún no había llegado (7:6,30). Jesús controla al mundo
y sus operaciones (Col. 1:16). No renunció a ese control, para dejar al mundo sin un
sustentador, cuando se hizo hombre.
En estos pasajes, Jesús dijo, “Mi doctrina no es mía, sino de aquel que me envió. El
que quiera hacer la voluntad de Dios, conocerá si la doctrina es de Dios, o si yo hablo
por mi propia cuenta. El que habla por su propia cuenta, su propia gloria busca; pero
el que busca la gloria del que le envió, éste es verdadero, y no hay en él injusticia”
(Jn. 7:16-18). En el v.28, añadió, “A mí me conocéis, y sabéis de dónde soy; y no he
venido de mí mismo, pero el que me envió es verdadero, a quien vosotros no conocéis”.
Como los dos pasajes anteriores, este pasaje no está afirmando que Jesús ha derivado
la autoridad y el poder, sino afirmando que solamente está enseñando eso que es la
voluntad del Padre. Lenski explica, “El rasgo maravilloso acerca de la doctrina que
Jesús enseñó es que no es suya en absoluto, en el sentido de que él mismo, como algún
filósofo humano, la hubiera inventado, la hubiera producido de su propio cerebro humano” (542). En la enseñanza, como en todo lo demás, la Deidad está perfectamente
unidad, y Jesús prueba a sí mismo ser Dios en la carne.
6. Juan 8:28. Jesús dijo, “Cuando hayáis levantado al Hijo del Hombre, entonces
conoceréis que yo soy, y que nada hago por mí mismo, sino que según me enseñó el
Padre, así hablo”. Como los pasajes anteriores, este pasaje afirma la unidad de Jesús
y el Padre, no una desigualdad de los dos. Nótese las audaces afirmaciones de este
texto: (a) El Hijo del Hombre sabía que sería levantado en la crucifixión (una evidencia
de su omnisciencia); (b) afirmó que era el mismo “Yo soy” como fue mencionado en
8:24 (“conoceréis que Yo soy”); (c) afirmó que fue enseñado del Padre.
Este pasaje no puede ser separado de su contexto que afirma: (a) Conocer a Jesús
es conocer también al Padre (8:19); (b) Su conocimiento es de origen divino (8.23;
el hermano Welch ha escrito que al convertirse en hombre Jesús también dejó detrás
su omnisciencia y que a medida que se acercaba a la muerte estaba inseguro acerca
de la existencia de Dios, de lo que estaba más allá de este mundo terrenal y cosas
semejantes. Este pasaje demuestra el conocimiento de Jesús de quién era él); (c) Su
afirmación de que era el “Yo soy” (8:24); (d) había escuchado al Padre hablar (8:26).
Lo que Jesús estaba diciendo en su declaración de que “nada hago por mí mismo” es
que él no actuaba fuera de la voluntad de Padre. Mientras prueba a sí mismo que es
una persona en la Deidad, Jesús enseña la perfecta unidad y armonía de la Deidad.
7. Juan 12:49-50. El contexto de este pasaje es la última semana de vida de Jesús.
Había entrado a Jerusalén en Domingo. Estaba enterado de que su hora había llegado
(12:23). (Nótese la omnisciencia de Jesús y el control total [note su omnipotencia] de
las circunstancias alrededor de su muerte. Las circunstancias de su muerte no eran
inciertas; Dios el Hijo controló la hora de su muerte). Jesús citó un pasaje considerando
a los Judíos incrédulos a pesar de sus milagros (12:40-41) y Juan añade que este fue
escrito por Isaías “cuando vio la gloria del Señor” (12:41). Este pasaje es una cita
de Isaías 6 cuando Isaías vio el trono de Dios. Juan identificó a Jesús como el Dios
a quien él vio, una clara afirmación de la deidad de Jesús. En el v.48, afirmó que sus
palabras juzgarán a los hombres en el día postrero, ¡una declaración muy fuerte de un
hombre común y corriente!
En los v.49-50, Jesús dijo, “Porque yo no he hablado por mi propia cuenta; el Padre
que me envió, él me dio mandamiento de lo que he de decir, y de lo que he de hablar.
Y sé que su mandamiento es vida eterna. Así pues, lo que yo habló, lo hablo como
el Padre me lo ha dicho”. Como los pasajes anteriores, este texto no está negando el
poder inherente de Jesús, sino negando que está actuando fuera de la voluntad divina
de su Padre. Este pasaje afirma la deidad de Jesús: (a) El conoce lo que el Padre
habla; (b) habla lo que el Padre habla. A diferencia de los apóstoles y profetas cuyas
palabras eran las palabras de Dios solamente cuando hablaron bajo inspiración, cada
palabra que Jesús habló era la palabra de Dios porque él era Dios. En hablar, enseñar,
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y mandar, la Deidad está perfectamente unida.
8. Juan 14:10. No seamos indiferentes al contexto de este pasaje. Jesús se había
reunido con los doce en la noche de su traición. Les mandó a creer en el exactamente
como creyeron en el Padre (14:1). Anunció que debía irse a preparar lugar para ellos
(14:2). Afirmó que verlo a él era ver al Padre (14:9). Luego añadió, “¿No crees que yo
soy en el Padre, y el Padre en mí? Las palabras que yo os hablo, no las habló por mi
propia cuenta, sino que el Padre que mora en mí, él hace las obras” (Jn. 14:10). Este
pasaje afirma claramente que (a) Jesús está en el Padre y (b) el Padre está en Jesús.
Nuevamente, enfatizó que su enseñanza no era el producto de simple razonamiento
y filosofía humana; sus palabras eran la divina voluntad de Dios. Antes que negar
el poder inherente de Jesús, estas palabras están afirmando una total unidad con la
voluntad de Dios. Lenski comenta:
Las mismas declaraciones (rhemata no logoi) con las que Jesús expresa su pensamiento
(por tanto lego) las declara (por tanto lalo) no “por su propia cuenta”, como siendo
inventadas como las declaraciones de los hombres por sus propias mentes. Esta negación implica la afirmación: Mis declaraciones se derivan del Padre; ellas son realmente
suyas. Esto es clara evidencia de la unidad de Jesús con el Padre. Cada vez que Jesús
abre su boca (lalo, rhemata) para decir algo (lego) es el Padre quien habla a través de su
boca. No que Jesús sea un fonógrafo o un autómata ... Esta unidad e identidad de aún
las mismas declaraciones evidencia una unidad de las dos personas implicadas. Para
Jesús no es como los profetas que debían decir, “Así dice el Señor”, mostrando que
Dios los usa solamente como instrumentos y mensajeros. Completamente lo opuesto.
Cuando Jesús abre sus labios, ciertamente, habla (lalo y lego), cada palabra y declaración es realmente suya; pero lo que él dice y las palabras que emplea, cada palabra y
declaración, son los propios pensamientos y palabras del Padre. Los dos hablan como
uno porque ellos son uno, Jesús en el Padre, el Padre en Jesús (985).
Es evidente de estos pasajes que algunos hermanos citan en afirmación que Jesús se
despojó a sí mismo completamente de los poderes y prerrogativas de la deidad, realmente afirman que Jesús es totalmente divino y que la Deidad obra en perfecta armonía.
[Guardian of Truth, Vol. 37, Pág. 386,
Mike Willis].
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