El recurso de apelación denuncia en primer lugar indefensión en el

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El recurso de apelación denuncia en primer lugar indefensión en el trámite del
recurso de reforma y solicita la nulidad de lo actuado. No es proporcionada tal
declaración habida cuenta de la escasa virtualidad práctica del recurso de reforma y de
la posibilidad de pronunciamiento sobre el fondo en esta apelación que no se ha
producido indefensión alguna, pues ha permitido la aportación de pruebas documentales
incluso en el acto de la vista y en ella ha informado con plena libertad el letrado que
defiende los intereses del apelante. Así pues si el Tribunal puede formular su juicio
sobre la resolución administrativa impugnada inicialmente y los autos que la declaran
ajustada a Derecho, y puede resolver sobre el fondo, carece de sentido que decida
meramente que por el Juzgado de Vigilancia se dicte nuevo auto resolviendo el recurso
de reforma, con un altísimo porcentaje de posibilidades de que el nuevo auto no difiriera
del eventualmente anulado y por tanto de tornar, pero dentro de meses, el conocimiento
de la apelación a este Tribunal, y con la certeza -que ya no es porcentaje de
posibilidades- de que ese auto del Juzgado de Vigilancia, por definición y por la
necesidad de que la consecuencia sea posterior a la causa, se produciría tiempo más
tarde que el auto de este Tribunal declarara la nulidad sin entrar en el fondo de los
hechos.
Para mejor resolver sobre el fondo deben sentarse unas premisas muy sencillas:
La ejecución de las penas de libertad se orienta a la reinserción y reeducación (artículo 1
de la L.G.Penitenciaria). Esas penas han de ejecutarse según un sistema de
individualización científica, separado en grados (art. 72.1 de la ley); en ningún caso se
mantendrá a un interno en un grado inferior cuando por la evolución de su tratamiento
se haga merecedor a su progresión (art. 72.4) Y el tratamiento penitenciario se define
precisamente como el conjunto de actividades directamente dirigidas a la reeducación y
reinserción social de los penados (art. 59.1) y se basará en los principios de estudio
científico de la personalidad, diagnóstico de la misma y pronóstico de futuro,
individualización, complejidad, programación y continuidad (art. 62). Para la
individualización del tratamiento, tras la observación del penado se realizará su
clasificación destinándole al establecimiento cuyo régimen sea más adecuado al
tratamiento que se haya señalado (art. 63 de la ley) y siempre que de la observación y
clasificación correspondiente de un interno resulte estar en condiciones para ello podrá
ser situado incluso desde el primer momento en grado superior (art. 72.3).
Pues bien todos los mandatos de la ley se cumplen en la propuesta por
unanimidad de la Junta de Tratamiento de clasificar al penado en tercer grado. El
estudio es extenso, pormenorizado, detallado, acompañado de informes del psicólogo, el
educador, la trabajadora social. Se atiende en él al delito cometido y pena impuesta, a la
personalidad del sujeto, a la conducta post-delictual del mismo, a la intimidación sufrida
por el proceso y la pena parcialmente cumplida, a su inserción laboral y familiar, a las
grandes posibilidades de hacer vida honrada en el futuro y las escasas de reincidir en la
actividad delictiva.
Tras esa propuesta nacida de la observación y el estudio del órgano que por así
decirlo goza de la inmediación -del contacto directo y personal con el preso- (por
utilizar un concepto ya pulido y claro el Derecho procesal) cual es la Junta de
Tratamiento, la Dirección General de Instituciones Penitenciarias y resuelve la
clasificación en segundo grado en un impreso normalizado con la siguiente motivación:
"De la valoración de las variables intervinientes en el proceso de clasificación
penitenciaria enumeradas en el art. 102.2 del Reglamento Penitenciario se estima que
éstas no concurren de manera favorablemente calificadas como exige el art. 104.3 para
justificar, de momento, una resolución en el sentido formulado en la propuesta por los
siguientes motivos: La gravedad del delito por el que cumple condena y el escaso
tiempo de internamiento efectivo en prisión en relación con el total de la condena, hasta
el punto de que todavía no ha superado la cuarta parte, son datos que aconsejan la
asignación inicial a un régimen ordinario" (resolución de 27 de Abril de Abril de 1998).
En esta resolución se habla de valoración pero no se dice desde qué criterios se
hace, se dice que no concurren con intensidad suficiente las variables intervinientes en
el proceso de clasificación pero no se dice por qué y se recurre a motivos genéricos cual
la gravedad del delito sin el mínimo descenso a la personalización del tratamiento, y en
lo poco que se individualiza -escaso tiempo de internamiento en prisión- se hace para
utilizar una razón que, como se ha dicho, la ley no tiene por tal. Es una resolución
fundada en criterios generales o de política penitenciaria que podrían comprender
indicaciones tales como la no concesión del tercer grado a los delincuentes contra la
libertad sexual, pero no es una resolución jurídicamente fundada.
Porque, en efecto, el interno está preso por delito de agresión sexual, su condena
es de seis años de prisión, y no puede negarse la gravedad de su acción. Pero los hechos
ocurrieron hace cuatro años, el interno ha estado en libertad provisional, ha ingresado
voluntariamente en prisión cuando la sentencia derivó inexorablemente firme y
ejecutoria, se ha preocupado, incluso pese a errores de terceros en el descuento de su
nómina de satisfacer la responsabilidad civil, goza de buen ambiente familiar tiene
asegurado su trabajo en régimen de semilibertad y los informes de la prisión no pueden
ser mejores ni más explícitos. En tales condiciones sólo el miedo puede paralizar la
concesión del tercer grado al interno, miedo a una improbabilísima pero terriblemente
dolorosa reiteración del delito, miedo a ese sector de opinión que, en tales casos,
convierte a la Administración o al Juez en cooperador con el delincuente y en
corresponsable de la infracción, miedo al propio sentimiento de culpa por el sufrimiento
de terceros inocentes evitable si lo que “ a posteriori” se revela inexorablemente como
un error, se hubiera mostrado como tal a “a priori”. El Tribunal, tras años de ocuparse
de la segunda instancia penitenciaria, siente continuamente ese miedo y al mismo
tiempo es consciente de que, si se deja vencer por él, será incapaz de cumplir la función
que constitucional y legalmente se le asigna. Por eso cuando se cumplen las previsiones
legales y el riesgo es mínimo según todos los informes, nada debe evitar la aplicación
de la Ley. Debe pues estimarse el recurso y acordarse la clasificación del interno en
tercer grado penitenciario en los términos propuestos por la Junta de Tratamiento del
Centro y con efectos en cuanto le sea favorable de la fecha de la resolución de la
Administración que se impugna junto a los autos del Juzgado de Vigilancia
Penitenciaria que la confirman.
AUTO 6/99 12.1.99 JVP Nº2 EXP. 1480/98.
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