Las lecturas platónicas de Michel Foucault - e

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UNIVERSIDAD CARLOS III DE MADRID
Departamento de Humanidades: Filosofía, Lenguaje y Literatura
TESIS DOCTORAL
Las Lecturas Platónicas de Michel Foucault.
Lenguaje, Ética y Política:
Parresía y el cuidado de sí en el Alcibíades,
el Eutifrón y el Laques
Rafael, La Escuela de Atenas, fresco, 1509-1511 (Stanza della Signatura, Palazzi Pontifici, Vaticano).
Autor:
Inácio Valentim
Director:
Antonio Gómez Ramos
Getafe, Madrid, Marzo de 2012
Pour les amis que l’on ne remerciera jamais suffisamment.
LAS LECTURAS PLATÓNICAS DE MICHEL FOUCAULT. LENGUAJE, ÉTICA Y POLÍTICA: PARRESÍA Y EL CUIDADO DE SÍ EN EL
ALCIBÍADES, EL EUTIFRÓN Y EL LAQUES • INÁCIO VALENTIM • TESE DOCTORAL
“Por consiguiente, mirando a la divinidad empleamos un espejo mucho mejor de
las cosas humanas para ver la facultad del alma, y de este modo nos vemos y nos
conocemos a nosotros mismos” (Alcibíades I 133c13-16)
“Al observar yo estas cosas y ver a los hombres que llevaban a la política, así
como las leyes y las costumbres, cuanto más atentamente lo estudiaba y más iba
avanzando en edad, tanto más difícil me parecía administrar bien los asuntos públicos”.
(Carta VII 125c4-d1)
“La parrêsia, en ce sens, est franchise, on pourrait dire: elle est profession de
vérité. Alors, je corrigerai cette définition courante du mot parrêsia en disant : ce n’est
pas simplement cette liberté de parole, c’est la franchise, c’est la profession de vérité”
(Foucault, Le gouvernement de soi et des autres, p., 171)
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INDICE
ÍNDICE
INTRODUCCIÓN
1
SECCIÓN PRIMERA
CAPÍTULO I: GNÔTHI SEAUTON Y EPIMELEIA HEAUTOU
9
1.
EL ALCEBÍADES I
9
2.
INTRODUCCIÓN
20
3.
SUJETO Y VERDAD.
38
4.
EPIMELEIA O LA ESPIRITUALIDAD.
53
5.
EL HOMBRE EN EPIMELEIA SOCRÁTICA Y EN EL SAPERE AUDE KANTIANO.
65
6.
EL MOMENTO SOCRÁTICO-PLATÓNICO Y LA APARICIÓN DE EPIMELEIA
HEAUTOU.
69
7.
LA PAIDEIA Y LA CUESTIÓN DE LA CULTURA DE SÍ.
77
8.
EL CONTEXTO DE LA APARICIÓN DEL IMPERATIVO SOCRÁTICO
(ALCIBÍADES 127E).
83
9.
LA PRÁCTICA DE SÍ Y LA AUTOFORMACIÓN DEL SUJETO.
93
10.
LA FORMA SOCRÁTICA DEL CUIDADO DE SÍ GENERA SOSPECHA.
95
CAPÍTULO II: “LA DETERMINACIÓN COMO CONOCIMIENTO DE
SÍ”.
1.
109
ARETÊ Y LA CUESTIÓN DE LA EDUCACIÓN Y LOS LÍMITES DE LA
TÉCNICA.
109
2.
LA NOCIÓN DE PROSOCHÈ EN EL CUIDADO DE SÍ.
127
3.
LA ESTÉTICA DE LA EXISTENCIA O LA CONSCIENCIA CÓSMICA
138
4.
“¿CÓMO PODRÍAMOS SABER CON MAYOR CLARIDAD LO QUE ES EN SÍ?”
164
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I
II
INDICE
5.
“LA INTERPRETACIÓN DEL CUIDADO DE SÍ EN LOS DOS PRIMEROS SIGLOS
DE NUESTRA ERA”
177
6.
ESTADO DE LA CUESTIÓN.
187
7.
NOTAS FINALES: EL CONTROL DE SÍ Y POR SÍ EN ALCIBÍADES
190
SECCIÓN SEGUNDA
CAPÍTULO I: ΠΑΡΡΗΣΊΑ Y SUS ORIGINES
194
1.
NOTA PRELIMINAR
194
2.
INTRODUCCIÓN
205
3.
ΈΠΟΣ “EL DECIR DEL MAESTRO EN DECIR, EL DECIR EXCELENTE”.
232
4.
QUÉ ES PARRESÍA?
259
5.
LA CUESTIÓN DE LA “VÉRIDICTION”.
291
6.
PARRESÍA PLATÓNICA Y PARRESÍA CÍNICA. PARRESÍA COMO UNA
303
PRÁCTICA FILOSÓFICA
CAPÍTULO II: “EL DISCURSO DE LA VERDAD EN EL ÁMBITO POLÍTICO Y
RELIGIOSO
312
1.
EL DIRIGENTE Y LA PARRESÍA. EL ALMA DEL PRÍNCIPE.
312
2.
LA PARRESÍA EN EL AMBIENTE RELIGIOSO CRISTIANO.
327
3.
¿DE QUÉ HA SERVIDO ESTE ESTUDIO DE LA PARRESÍA? ¿QUÉ NOS
APORTA HOY?
345
SECCIÓN TERCERA
CAPÍTULO I: EUTIFRÓN Y EL CONFLICTO ÉTICO-PRÁCTICO. “LA
OBLIGACIÓN DE DEFENDER A SU PADRE Y LA DE
1.
DEFENDER LA VIDA HUMANA”.
350
POR QUÉ HEMOS ELEGIDO EL EUTIFRÓN
350
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INDICE
2.
INTRODUCCIÓN Y NOTA SOBRE EL TEXTO
353
3.
EUTIFRÓN Y “LA DESCUALIFICACIÓN DEL ÁMBITO”
369
4.
LA SANTIDAD ABSOLUTA Y LA PLURALIDAD DE LOS DIOSES.
383
5.
“EL CONFLICTO ENTRE LA CIUDAD Y LA FAMILIA”
395
6.
LA ACUSACIÓN CONTRA EL GRAPHÉ PARANOMÓN Y CONTRA Y CONTRA
409
LA IMPIEDAD
7.
LA RELIGIÓN DE LA VIDA Y LA RELIGIÓN DEL DEBER: SÓCRATES Y
EUTIFRÓN.
422
CAPÍTULO II: RACIONALIDAD Y SOLIDARIDAD FAMILIAR
1.
2.
432
“LA DIVINIDAD SIEMPRE PREVALECE”. EL MALESTAR ANTE LA
RACIONALIDAD.
432
MÁS ALLÁ DE LA CREENCIA, DE LO PÍO: LA JUSTICIA
444
SECCIÓN CUARTA
CAPÍTULO I: EL LAQUES: ANDREA O LA EDUCACIÓN DEL
HOMBRE BUENO.
452
1.
NOTA SOBRE EL TEXTO.
452
2.
INTRODUCCIÓN
458
3.
LA PROBLEMÁTICA DE LA EDUCACIÓN.
467
4.
LAS DUDAS DE LAQUES SOBRE EL APRENDIZAJE DE LA HOPLOMACHÍA Y
SU VALOR EDUCATIVO.
5.
6.
478
UNO SOLAMENTE PUEDE SER BUENO TÉCNICAMENTE SI HACE BUENA SU
ALMA (184C-187D)
486
LA DEFINICIÓN DEL CORAJE
498
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III
IV
INDICE
CAPÍTULO II: QUÉ DICE EL LAQUES DE FOUCAULT, EL LAQUES
PARRESIÁTAS.
504
1.
INTRODUCCIÓN
504
2.
LA EULOGIA EN EL LAQUES.
510
3.
«DETOURNER SON REGARD DES CHOSES DU MONDE POUR LES REPORTER
VERS SOI».
515
4.
LA PARTICULARIDAD DEL LAQUES DE FOUCAULT
521
5.
“LE BIOS COMME OBJET DE LA PARRESIA SOCRATIQUE”
528
6.
EL DECIR PARRESIÁSTICO, EL DECIR DE LA LIBERTAD
537
CONCLUSIÓN
BIBLIOGRAFÍA
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INTRODUCCIÓN
INTRODUCCIÓN
La presente investigación tiene como tema central el estudio de la parresía, el
cuidado de sí y el conocimiento de sí, según las lecturas platónicas de Michel Foucault.
Se trata de tres conceptos que serán fundamentales para otra ética y otra política: una
concepción ético-política distinta de la concepción tradicional, sobre todo distinta de la
concepción sofística de la política y de la ética.
En esta nueva concepción de la política y de lo político, la ética será condición
indispensable para todas las áreas sociales, públicas y privadas, porque se ve vinculada
directamente con el individuo. Desde esta perspectiva, también será el campo de
enfrentamiento con el pensamiento tradicional y con las teorías que defienden un ideal
de vida según la ley natural u orden natural 1.
La nueva concepción de lo político y de la política imprimirá un nuevo ideal de
la persona y de individuo útil e indispensable para la ciudad. Es por ejemplo eso lo que
ocurrirá entre Sócrates y Alcibíades. La concepción de la persona indispensable y
necesaria para la ciudad en Alcibíades será rechazada por Sócrates no solamente con
justificaciones epistemológicas, sino también desde un punto de vista de la concepción
1
Cf Lledó, E. El origen del diálogo y la ética. Una introducción al pensamiento de Platón y
Aristóteles. Gredos, Biblioteca de la nueva cultura. Serie estudios clásicos, Madrid, 2011. pp. 6667. […].El asalto a la fortareza que defiende a la comunidad va a venir de un factor difícilmente
sumiso: el egoísmo. La teroría pedagógica de Platón y buena parte de su epistemología van a
significar la única defensa posible contra esta irrupción de la vida privada, contra este eco de
los viejos clanes que, desde el pasado, a través de la sangre, intentan mantener la desigualdad y,
con ella, el dominio. La fisura que el egoísmo abre en la retícula social sólo puede juntarse
planteando, con los regímenes políticos, una creadora función de unidad. Porque el egoísmo
contradice la esencia misma de la pólis, a no se que con la violencia se logre homonizar a los
ciudadanos convertiéndolos, otra vez, siervos.
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1
2
INTRODUCCIÓN
de aquello que merece ser designado o entendido por ética. Desde este punto de vista, el
planteamiento de nuestra investigación intentará al nivel de la teoría política y éticomoral, “problematizar con aquello que es sólido”, cuestionar lo ya fundado, lo ya
admitido; en este sentido, nuestro trabajo se plantea a partir de un horizonte que busca la
continuidad en la reproblematización de la realidad sin caer en el relativismo, porque
precisamente se ofrece una alternativa ético-moral.
Nuestra investigación, que está dividida en cuatro partes, empieza con una
reflexión sobre la interpretación foucaultiana del Alcibíades de Platón. En este estudio
empezaremos por destacar la problemática en torno a la cuestión de la autenticidad de la
obra (el diálogo Alcibíades), una problemática que aparece solamente en el segundo
cuarto del siglo XIX, con Schleiermacher cuestionando justamente la obra en toda su
profundidad. Abordamos las razones que conducirán a Schleiermacher a equivocarse
(en nuestra opinión) en su juicio en relación al referido diálogo. Antes de entrar en el
debate de la obra hemos querido especificar el contexto y los protagonistas de nuestro
estudio, y a este respecto hemos centrado la nota en Foucault y Pierre Hadot,
particularmente en la crítica que Hadot hace de la lectura de Foucault, su interpretación
del gnôthi seauton y del epimeleia heautou.
El conocimiento de sí y el cuidado de sí aparecen en la antigüedad como dos
momentos importantes para la educación ciudadana. Por eso mismo, el diálogo
Alcibíades ha servido para los neoplatónicos como el diálogo apropiado para una
introducción a la filosofía y al conocimiento de uno mismo. Durante mucho tiempo la
obra se ha presentado como una especie de breviario para los neoplatónicos y como una
puerta a la introducción a los estudios platónicos. No obstante, en lo que respecta al
diálogo, su tema central se desarrolla en torno al cuidado de sí, tema que surge
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INTRODUCCIÓN
precisamente cuando Sócrates descubre que Alcibíades tenía la intención de presentarse
como consejero de los atenienses, aun no sabiendo sobre qué los iba aconsejar. Esta
fragilidad formativa hace que Sócrates sugiera a Alcibíades que, antes de todo, tiene que
cuidar de sí mismo, tiene que conocerse a sí mismo, y tiene que conocer el objeto que
decide cuidar.
Este planteamiento socrático levanta serios problemas, porque ahora Alcibíades
no solamente tiene que cuidar de sí mismo, sino que también tiene que preguntarse qué
es esto que debe cuidar. A partir de este planteamiento, y con la ayuda del elenchos, las
posiciones se van dirimiendo poco a poco. Alcibíades se va descubriendo a sí mismo, su
ignorancia y sus límites, y eso le va acercando cada vez más a Sócrates. A partir de este
acercamiento entre Sócrates y Alcibíades vamos hacer un recorrido en la actualización
de la noción de epimeleia heautou y gnôthi seauton según la interpretación moderna.
Examinaremos su influencia y su desviación, y a este respecto destacaremos sobre todo
a Descartes, su papel en la subordinación del concepto de epimeleia heautou al de
gnôthi seauton a partir de la teoría de la certeza y del cogito. Este debate nos conducirá
a la problemática entre la filosofía y la espiritualidad, y nos hará volver a los momentos
iniciales del planteamiento del gnôthi seauton desde el punto de vista del mensaje
délfico y la propia interpretación del mensaje délfico en el interior de la filosofía como
modo de vida.
Esta interpretación nos conducirá también al momento socrático-platónico del
cuidado de sí en donde plantearemos una interpretación diferente. La epimeleia heautou
ya no será un principio de privilegio, sino de cura interior, de búsqueda interior y de
conocimiento de uno mismo. Este nuevo planteamiento exige por tanto una revisión
profunda del sentido de la ética, de los valores, y se presenta como un duro golpe contra
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4
INTRODUCCIÓN
la tradición sofística. Veremos también a través del análisis de la aretê que el nuevo
planteamiento ya no presenta la virtud, la aretê, como la capacidad para tener éxito, ser
excelente o para saber aparecer públicamente, sino como algo asociado intrínsecamente
al bien, a la justicia y a la ética. Naturalmente, la búsqueda de la justicia nos conducirá a
abordar la cuestión de la prosochè, la cuestión de la atención a uno mismo, la atención a
la rectitud de uno mismo y ahí nos apoyaremos en las interpretaciones de Hadot, sobre
todo en sus argumentos sobre la filosofía como modo de vida.
El análisis de la filosofía como modo de vida nos conduce al abordaje de la
cuestión de la estética de la existencia, una cuestión en donde Foucault y Hadot
divergen profundamente; Foucault llama estética de la existencia lo que Hadot llama o
designa como la consciencia cósmica. La concepción de estética tanto en Platón será
esencialmente ético-política. En es transversal a sus obras y en Foucault la veremos
entres casos en los discursos de Isócrates, Nicocles I, II-III en donde la vida del
gobernante se presenta como estética y política al mismo tiempo. La gloria política de
un gobernante es condicionada y es indisociable del valor estético (político-estético) y
es también en eso que consiste dice Foucault la acción de “assujetissement” que lleva no
a una historia de la ley moral sino más bien a la formación del sujeto moral, el sujeto
estético.
No obstante, la discusión sobre la estética de la existencia nos permitirá
introducir el tercer momento de la enseñanza del oráculo de Delfos en esta obra. La
cuestión de la identidad e identificación consigo mismo a través de algo que se parece a
uno mismo. Alcibíades es invitado a buscar dentro de él mismo aquello que pueda ser
parecido con su alma. Y finalmente en este capítulo de Alcibíades haremos un recorrido
sobre la interpretación del cuidado de sí en los dos primeros siglos de nuestra era, los
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INTRODUCCIÓN
cambios que el cuidado de sí ha sufrido en esta era neoclásica. Veremos que ya no es la
ciudad lo que cuenta para la tarea del cuidado de sí, como tampoco la política, sino el sí
mismo, el uno mismo. En esta era neoclásica se valorará las opiniones, los
pensamientos y la preparación para hacer frente a las vicisitudes y sobre todo, hay que
vivir estableciendo una mejor relación con uno mismo, esto es, se reactualiza la cuestión
de la estética de la existencia porque es ella, en última instancia, la que forma el ĕthos
de la persona. Ya no es la ciudad, ya no es la política, ya no es la ley ni la religión.
Ahora todo se define en base a la tekhnê y en particular, en base a la tekhnê tou biou.
Pero la tekhnê tou biou en la interpretación de Foucault tiene relación directa con
la parresía en cuanto franqueza, porque uno solamente puede llegar a ser parresiásta si
se da el trabajo de cuidar de sí mismo. El estudio de la parresía en sus más variadas
versiones será el segundo momento de nuestra investigación, siendo que nos
dedicaremos con más profundidad a la parresía filosófica, política y la parresía óntica.
En su momento veremos el lugar y las implicaciones de la polisemia de esta
expresión, no obstante, hay que señalar que para Foucault, tanto desde el punto de vista
filosófico como literario, la expresión parece ser utilizada por vez primera por Eurípides
en varios de sus textos (que nuestra investigación citará a su momento) para designar el
derecho de hablar libre y públicamente pero diciendo la verdad. En Platón la parresía
tomará otro significado, ya no será solamente derecho de hablar libre y públicamente y
sobre todo, este derecho ya no será reservado solamente a los nobles. En el estudio de la
parresía, y en algunas entrevistas (DE II, nº344, p., 1435ss.) Foucault ha tenido el
cuidado de señalar que sus investigaciones sobre la ética antigua no quiere decir y no
implica que ésta ética sea mejor que la ética moderna y contemporánea sino que su
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6
INTRODUCCIÓN
posición procura recordar las herencias y las desviaciones de los diferentes
planteamientos de las éticas modernas y contemporáneas.
En el estudio de la parresía, Foucault intenta también reflexionar sobre la
profundidad de la teoría política clásica y a este respecto señala en forma de critica a las
interpretaciones contemporáneas de estas teorías que la reduce muchas veces a una
disputa entre los demócratas y los anti demócratas. La investigación sobre la parresía
demuestra que había otro tipo de asentamiento teórico de la reflexión sobre la política y
lo político en la antigüedad.
La tercera parte de la investigación será dedicada al estudio del Eutifrón, la
reflexión sobre el conflicto ético-práctico y la dicotomía entre el deseo de ser fiel a la
ciudad (a la política y a las cosas públicas) y el de ser fiel a la familia. Hay que señalar
que no conocemos ningún trabajo exhaustivo de Foucault dedicado a el Eutifrón, no
obstante, en este estudio hemos decidido incorporarlo por la similitud de los temas que
tiene tanto con el Alcibíades (el papel de la divinidad y su relación con la política) como
con el Laques (el encuadramiento familiar y su relación con la política).
Alcibíades después de haber descubierto qué es lo que tiene que cuidar para ser
un bon consejero de los atenienses también descubre que el arte de la política es un arte
verdaderamente difícil en donde ni siempre la excelencia será condición suficiente si
uno no tiene apoyo de la divinidad para obtener fuerza suficiente y estar al margen de la
corrupción y llegar a tomar buenas decisiones. En el Eutifrón se reflexionará entre otros
puntos, en qué condición uno puede tener este apoyo, ¿qué hay que hacer para tenerlo, o
será verdad qué es necesario tenerlo? O será verdad que las divinidades pueden ser
ejemplo de integridad y de incorruptibilidad.
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INTRODUCCIÓN
Como hemos dicho, el Eutifrón también tiene esta relación con el Laques en lo
que respecta la reflexión sobre la compatibilidad de la vida familiar y el ejercicio de la
función pública. En el Laques veremos que no es incompatible pero siempre y cuando
en la vida familiar se den algunas condiciones indispensables, de hecho, el cuidado de sí
en el Laques será planteado de modo distinto de como ha sido planteado en el
Alcibíades.
En el Laques el lector puede llegar a pensar que se está repitiendo las citas, lo
que en realidad no corresponde a la verdad. Al tratarse de una interpretación
comparativa hemos tratado de hacer una crítica de lo que dice Platón del Laques, lo que
dicen los especialistas y lo que dice Foucault y esto puede hacer que la misma cita
aparezca en tres momentos distintos pudiendo incluso decir algo distinto en cada
momento de su aparición.
Hay que señalar también que nuestra investigación está centrada sobre el útimo
Foucault, el Foucault que se vuelve enteramente clásico (grecorromano). De ahí que, a
pesar que hemos intentado recorrer el conjunto de sus obras, no obstante, el groso de
nuestra investigación está dirigida directamente a las obras que dicen respecto a los
estudios del cuidado de sí y de la parresía. Las menciones o referencias a sus primeras
obras o a las obras intermedias tienen que ver siempre con nuestro intento de
contextualizar la génesis de la preocupación foucaultiana en relación con la cuestión del
cuidado de sí, de la parresía y de la eticidad en el espacio público y político.
Desde este punto de vista, creemos que Foucault innova no solamente la
cuestión de la subjetividad sino sobre todo, también innova en la relación entre la
política y la subjetivad. Sus investigaciones sobre la subjetividad permiten en el sentido
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SECCIÓN PRIMERA
platónico que el individuo se conecte consigo mismo, diga la verdad sobre sí mismo y
gestione su libertad de forma responsable. Por eso, dice Foucault, que para los griegos,
lo importante no era preguntar sobre de donde vengo, o sobre de donde venimos, sino
reflexionar sobre qué hago, qué hacemos con nuestra libertad y con nuestras
elecciones 2. Este planteamiento muestra la profonda crisis que atraviesan los modelos
tradicionales de la concepción de la subjetivad y de la política y pone por lo tanto de
manifiesto la urgencia de la necesidad de su renovación.
Pero, al mismo tiempo que los estudios y planteamientos foucaultianos revelan
la insuficiencia de los modelos tradicionales, también ofrecen nuevas posibilidades a
través de nuevos enfoques en la productividad de la subjetividad. En la perspectiva
foucaultiana el sujeto debe poder reflexionar y decidir qué hacer con sus sentimientos,
con sus pensamientos, con aquello que él es verdaderamente. Es a partir de este
planteamiento dice Foucault, que el sujeto asume su carácter constituyente en cuanto
sujeto. Y, es también eso que encontraremos en las figuras centrales de los diálogos que
hemos trabajado a la luz de la interpreatación foucaultiana en esta investigación. La
subjetividad vinculada a la vida fáctica: las técnicas de la existencia y la cuestión del
bios como el modelo parresiástico por excelencia. Con eso, Foucault sin negar que cada
época tiene su propio modelo histórico de la subjetividad, cuestiona y reflexiona sobre
los lugares de su constitutició.
SECCIÓN PRIMERA
2
Cf La República VIII, 562a-b ss. Se puede ver también a este respecto el comentáriode E. Lledó, cit., (El
origen del diálogo y la ética. Una introducción al pensamiento de Platón y de Aristóteles, pp., 72-73)
sobre las consecuencias de una falsa libertad.
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SECCIÓN PRIMERA
CAPÍTULO I: GNÔTHI SEAUTON Y EPIMELEIA HEAUTOU
1.
EL ALCEBÍADES I
I.1
Nota sobre el debate de la autenticidad de la obra y el entorno de la
investigación
Antes de entrar en el tema que nos interesa (el cuidado de sí) en el estudio de
este dialogo, quisiéramos hacer un apunte sobre la fecha y la autenticidad de la obra
Alcibíades. No es nuestro objetivo hacer un estudio sobre las mismas. Sin embargo,
sobre la autenticidad, hay que señalar que la duda sobre si este diálogo era o no de
Platón, aparece solamente con Schleiermacher en siglo XIX, cuestionando la fecha y el
estilo del diálogo 3 contribuyendo así a su retirada completa de las obras auténticas de
Platón. Pero los últimos estudios 4 dedicados a la obra rechazan por completo los
argumentos que conducirán a su retirada de la lista de las obras auténticas de Platón,
reclamando, el diálogo como una obra de Platón.
Como veremos en su momento, el diálogo Alcibíades fue considerado por los
especialistas antiguos, los neoplatónicos, como la obra principal para introducir a los
jóvenes en los estudios de la filosofía, de la política y del cuidado de sí. Para ellos, no
había ninguna duda de que esta obra era una obra platónica. Pero los estudios de
Schleiermacher en el siglo XIX, como señalamos, lanzarán dudas terribles sobre la obra
con consecuencias graves que implican su retirada de los diálogos de Platón. En la
edición castellana de Gredos, el diálogo aparece en el tomo VII (Dudosos, Apócrifos,
Cartas). La expresión dudosa muestra bien cómo de facto el diálogo no está del todo
3 Cf. Schleiermacher, Introduction to the dialogues of Plato. Tra. William Dobson, M.A. Cambridge,
London. 1836.
4 Cf. El Alcibíades, Introducción. pp., 17 y 21.
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10
SECCIÓN PRIMERA
rehabilitado. En sus estudios, Schleiermacher invoca como argumento para esta
inautenticidad, la forma, los estilos, la psicología del diálogo y el tipo de contenido que,
según él, no encaja con el estilo platónico. Schleiermacher piensa que el diálogo ha sido
escrito por un imitador experimentado en el arte de las letras y de la gramática.
Defiende este argumento con base en que tales prácticas eran comunes en la época en
que el diálogo ha sido escrito. A muchos autores neófitos 5 no les importaba entregar sus
obras con el nombre de un autor sumamente conocido, afirma Schleiermacher y es en
esta circunstancia, siempre según él, que parece haber surgido la obra Alcibíades 6. Al
iniciar el comentario sobre la obra, Schleiermacher alude a la fama y al valor atribuido a
este diálogo en los medios neoplatónicos, haciendo de él un manual importante para la
introducción de los jóvenes en los estudios platónicos, en la filosofía y en la política 7.
Pero Schleiermacher se distancia de esta apreciación y centra su crítica o sus análisis en
los aspectos técnicos de la obra. Analiza los aspectos literarios de la obra y su aspecto
epistémico, reconoce que varias cuestiones son colocadas, y abordadas y que varias
materias, al igual que en el estilo platónico, han sido abordadas en el diálogo. Pero este
abordaje es insuficiente en cuanto a contenido para ser atribuido y por lo tanto, a nivel
epistémico, la obra no puede ser considerada de Platón (329).
5 Cf. Schleiermacher. cit. p., 329.
6Cf. En todo caso, no será esta la posición de André Motte, uno de los grandes intérpretes de Platón. Cf.
El Alcibíades, introducción. p., 21. André Motte, apoyándose en un estudio de las nociones de epísteme y
téchné, llega a una serie de conclusiones según las cuales hay una concordancia perfecta entre el
Alcibíades I y los diálogos seguramente auténticos. El sentido general de ambos términos es el mismo en
una parte y en otra. Epísteme representa el conocimiento perfecto de un objeto y lo que le distingue
esencialmente de otras formas de conocimientos: es certeza. Sirve de fundamento a toda téchné que lo
actualice y cuya esencia propia es producir un Agathón determinado. «El cuidado de dar a ambos
términos un sentido preciso encuentra su explicación profunda en uno de los fundamentos de la filosofía
socrática y platónica, donde la virtud se presenta como una ciencia y la conducta moral como un arte. La
oposición entre téchné y phýsis también representa un elemento importante de la comparación: si se dan
disposiciones naturales, con las que hay que contar, es el arte basado en la ciencia verdadera el que
desempeña un papel decisivo en la conducta humana y la búsqueda de la felicidad. Supone la aplicación
y el ejercicio».
7
Cf. Schleiermacher. cit. pp. 328-329.
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SECCIÓN PRIMERA
Schleiermacher analiza también el aspecto escrito de la obra (330), al cual
califica de flotante y dispersa en comparación con los verdaderos diálogos platónicos 8.
En la misma línea de análisis muestra su desconcierto con la comparación o la
asimilación entre la virtud que Alcibíades debe de adquirir y la virtud de los persas y de
los espartanos 9. Para Schleiermacher, esta comparación es también una señal de que el
diálogo no es de Platón, porque justamente para él, la alusión a sôphrosûne no puede ser
8
Cf. Esta argumentación no nos parece la más correcta toda vez que en las obras de Platón existen
siempre muchas variedades de dispersión en los temas abordados y, según E. Lledó Íñigo, esto no es
solamente un problema de Platón sino de toda la literatura griega. Cf. Fedro, introducción. p., 295.
«Según se ha repetido insistentemente, es difícil determinar cuál es el tema sobre el que se organiza el
diálogo. Sin embargo, aunque en la mayoría de los escritos platónicos tal vez pueda verse, con claridad
el hilo argumental de la discusión, en un diálogo vivo, esta posible «ruptura de sistema» es coherente con
el discurrir de lo que se habla. Por tanto, el insistir en el supuesto desorden del Fedro implica
presuponer una sistematización absolutamente inadecuada, no sólo con los diálogos de Platón, sino con
toda la literatura antigua».
9
Cf. Ibid. pp., 330-331. «First of all then, we venture to prophesy that one thing in particular, if we can
trust to our own feelings in any respect, must strike an attentive reader already acquainted with the spirit
of Plato; that the dialogue upon a first perusal of it, will leave upon his mind an impression of singular
want of uniformity to which he is totally unaccustomed. Particular passages, very beautiful and genuinely
Platonic, may be found sparingly dispersed, and floating in a mass of worthless matter, consisting partly
of little broken dialogues busied about nothing, partly of long speeches. Of these, the first is so tedious
that the god, when, as it seems, he resolved especially to defer the colloquial meeting of Socrates and
Alcibiades until an opportunity had arrived for delivering these speeches, did neither of them any very
great service. The second, with a display of strange statistical notices, celebrates Persian and
Lacedaemonian virtues and riches; the virtues more in the manner of Xenophon than Plato; the riches
and luxurious pomp, for the reason that no irony can be discovered in these laudatory descriptions, in a
style throughout unsocratic. Accordingly, the reader will also feel himself utterly unsatisfied, and regret
that he has been compelled to wade through useless digressions raised upon the most trifling subjects,
and that on the contrary, most important matter is superficially passed over, or, so to speak, the cup is
broken before it is tasted. If then, after this first impression has been overcome, he thinks to inquire more
closely into the real meaning of the dialogue, if such there be, he will feel at a loss where to turn, and will
certainly allow first of all, that the work contains extremely little upon the subject which the second title
of it professes, I mean that it is to treat of the nature of man. Viewed from without, the whole bears in its
construction a kind of false resemblance to certain dialogues contained in our second part. For these, so
to speak, have first of all an external thema, expressly enunciated, and yet forming to a certain degree
only the shell of the whole, and then another concealed one, connected with the former, and containing
more profound results. And thus, in the present case, it might be considered as the external thema, that
Socrates is to prove to Alcibiades that he must acquire from him other kinds of knowledge previously to
devoting himself to the conduct of public affairs, and, on the other hand, all that Socrates brings into the
argument with a view to establishing this proof, might be taken to be the proper core of the dialogue. But
even the first point is not brought out pure and distinct; for in the first place, Socrates does not show that
he alone has the power of teaching Alcibiades what he stands in need of, and in the next, again, he goes
beyond this thema, and by way of conclusion, is induced to make some remarks upon education in
general».
LAS LECTURAS PLATÓNICAS DE MICHEL FOUCAULT. LENGUAJE, ÉTICA Y POLÍTICA: PARRESÍA Y EL CUIDADO DE SÍ EN EL
ALCIBÍADES, EL EUTIFRÓN Y EL LAQUES • INÁCIO VALENTIM • TESE DOCTORAL
11
12
SECCIÓN PRIMERA
platónica; esto es, en rigor sería más bien una visión de Jenofonte 10 que de Platón11.
Esto muestra, dice Schleiermacher, que este diálogo es una compilación de varias
materias por un autor experimentado, que aun así, no consigue profundizar en los temas
importantes y los aborda superficialmente y con muchas contradicciones (331) 12.
Desgraciadamente no podemos estar de acuerdo con esta interpretación de
10 Cf. Puede que la obstinación ética del Sócrates de Jenofonte haya podido confundir a Schleiermacher.
En efecto, Jenofonte, contrariamente a Platón, destaca más al carácter ético de Sócrates que las
preocupaciones por el saber, cómo será en Platón. Aristóteles parece defender también esta posición al
decir que los planteamientos del Sócrates verdadero, no el platónico, es sobre todo, un planteamiento
ético. El planteamiento deTerence Irwin (La ética de Platón, 2000. p., 35) en relación al Sócrates de
Jenofonte nos puede ayudar a comprender la fuente del equivoco de Shleiermacher. «Aunque demos un
lugar prioritario a Aristóteles, también debemos considerar otras fuentes de información sobre Sócrates.
Algunos de los principales rasgos del Sócrates aristotélico y del platónico pueden reconocerse en la
relación de Jenofonte. El Sócrates jenefóntico está preocupado por la ética, interroga a otras personas y
expresa algunas concepciones éticas parecidas a las del Sócrates platónico. Pero Jenofonte añade una
dosis de consejos éticos y prácticos positivos, junto con una actitud convencionalmente piadosa hacia la
religión tradicional, mientras que le quita al Sócrates platónico la frecuente negación de conocimiento.
Tanto los agregados como las sustracciones coinciden con la propia concepción religiosa y moral de
Jenofonte y se adecuan a su estrategia general para defender a Sócrates. Tenemos buenas razones para
preferir las evidencias de Platón y de Aristóteles».
11
Cf. Aquí también hay que señalar que pensamos que Schleiermacher no estuvo acertado en su
interpretación, ya que la preocupación por y con la prudencia será uno de los temas transversales a la
filosofía platónica como se puede constatar en este comentario de E. Lledó. Cf. cit. p., 297. «La reducción
a este planteamiento utilitario que habría podido tener una cierta aceptación como defensa de la
sophrosyne, (el subrayado es nuestro) aparece en escrito de Lisias dentro de unos límites en los que no
cabe ninguna teoría del amor, ninguna análisis de este dinamismo que conmueve una buena parte de la
filosofía platónica». Este mismo concepto estará en el centro del Cármides con función de excelencia
moral y tal como también aparece en Homero Iliada XXI 462 y esta misma interpretación es defendida
por A. E. Taylor en The Man and his work, Londres 1960.
12
Cf. Aquí también no podemos entender la interpretación de Schleiermacher porque si es verdad que el
Sócrates de Jenofonte valora mucho la cuestión del cuidado de sí, no es menos verdad que este sí no está
valorado con la misma profundidad en que lo hace Platón. En Platón el cuidado de sí es transversal a
todas sus obras, en Jenofonte este cuidado de sí está orientado sobre todo a la integridad de uno mismo, al
cuidado de las amistades, al dominio sobre uno mismo o al autodominio (enkráteia) y a la conservación
de las amistades. Cf. Recuerdos, I2, 1-8, II 1-12; I3, 5-15; IV 5. Jenofonte, como Platón y como cualquier
griego, consideran el autodominio como una virtud principal. Sin embargo en el análisis del cuidado de sí,
Platón va más lejos, y en Alcibíades justamente la cuestión será de saber o de procurar saber qué es este sí
mismo; esto es, Platón excede con eso la cuestión de una mera recomendación de prudencia en
sôphrosûne y en enkráteia.
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SECCIÓN PRIMERA
Schleiermacher. Es verdad que Jenofonte en el Recuerdos 13, al plantear la cuestión de la
educación para los gobernantes, las compara con la de los persas pero su comparación
no es desde el punto de vista de sôphrosunê sino de enkráteia, el autodominio. Pero el
hecho que en el Alcibíades la comparación sea hecha con sôphrosunê no permite
deducir que la obra no sea de Platón y que pueda ser con mayor probabilidad de
Jenofonte 14. También es conocida la admiración y el cariño que Jenofonte tenia, por los
persas, pues éstos tienen una presencia constante en sus obras, destacando
particularmente en la Ciropedia. En el Económica 15, Jenofonte empieza justamente el
libro IV haciendo mención del joven Ciro, de quien se decía que velaba en persona por
los cultivos, que cuidaba personalmente de sus jardines y que todo eso le ha ayudado a
saber dirigir a los hombres, y que esta práctica ha permitido que ninguno de sus
soldados hayan desertado en los campos de combate. Todos estos datos pueden
13
Cf. Recuerdos, II 1, 3, 4, 6, 10-11. Y también me parecía que diciendo tales cosas animaba a los que
estaban con él a ejercitar el dominio de sí mismo en el apetito por la comida y la bebida, en la lujuria, en
el sueño, en el frio, en el calor y en la fatiga. […]. «Dime, Aristipo, si tuvieras que acoger a dos jóvenes y
educarlos, uno para que fuera capaz de gobernar y el otro para que no pretendiera mando alguno,
¿cómo educarías a uno y a otro?» […]. «Y qué me dices de tener control de los placeres del sexo para no
verse impedido de actuar, si fuera necesario?». «¿Y qué hay de la capacidad de no rehuir las fatigas y de
someterse, antes bien, voluntario a ellas? ¿A quién de los dos se lo aprestaríamos?» También eso,
respondió Aristipo, «al que se educa para gobernar». «Y aprender, si hay, una ciencia adecuada para
aventajar a los rivales, ¿qué? ¿A quién convendríamos que se la aprestáramos?» « ¡Por Zeus!, con
mucho al que se educa para gobernar, porque sin tales conocimientos ningún provecho sacará de los
otros». […].«¿No te parece entonces que quien va a gobernar debe ejercitarse y soportar con facilidad
esas cosas?». […].«¿Quieres en este caso, que examinemos estas cosas?». […]. Pues bien, en primer
lugar, de los pueblos que conocemos en Asia, los persas gobiernan y son gobernados los sirios, los frigios
y los lidios. (…). Pues bien, de todos estos pueblos, ¿ cuáles crees tú» que viven más a gusto? O de los
griegos, entre los que tú mismo te cuentas, ¿quiénes te parece que viven más a gusto: los que dominan o
los dominados?».
14
Cf. Puede también que el equívoco de Schleiermacher al decir que la obra podría ser más de Jenofonte
que de Platón tenga que ver con el hecho, como es sabido de la gran admiración que Jenofonte tenía por
los persas y en particular por Ciro, a quien nombraba siempre como el Gran Rey (Banquete. 4, 12).
Recordar también que esta admiración por los persas y por los espartanos, llevará a Jenofonte a dedicar
una obra a Ciro, la (Ciropedia) y otra al rey Agesilao de Esparta a quien dedicó justamente una elogiosa
biografía titulada precisamente Agesilao. En algunas ocasiones Jenofonte se refiere simplemente al rey de
los persas como Regio o con el calificativo regio (Banquete. I 8), justamente para expresar su admiración
por el rey y su saber, por la belleza de su realeza de la cual decía que era la única digna de tal nombre.
15
Cf. Jenofonte, Económica, IV, 18-25.
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SECCIÓN PRIMERA
realmente haber confundido a Schleiermacher a la hora de pronunciarse sobre el
Alcibíades.
Schleiermacher se muestra también escéptico en cuanto a la cuestión central del
dialogo, el cuidado de sí, el conocimiento de sí, porque según él, el autor del diálogo ni
siquiera ha sido capaz de abordarlo convenientemente 16. Todas estas observaciones
discontinuas en el diálogo hacen que Schleiermacher decline la obra como un trabajo
autentico de Platón, destacando sobre todo su baja calidad y su dispersión en los asuntos
abordados. Schleiermacher se había equivocado al decir que el Fedro era uno de los
primeros diálogos que Platón había escrito 17, y que el Hipias Menor no era un diálogo
auténtico de Platón. La cuestión que planteamos es la de saber si no le ha pasado lo
mismo con el Alcibíades al decir que no es una obra autentica de Platón.
Ahora bien, como hemos señalado, hoy día, estas críticas de Schleiermacher son
puestas duramente en causa por los especialistas platónicos. Las nuevas investigaciones
de varios autores especialistas de Platón y de la filosofía antigua ponen en
causa/rechazan por completo los comentarios de Schleiermacher que conducirían a la
retirada de la obra del catálogo de los escritos auténticos de Platón.
16
Cf. Schleiermacher. cit., p., 33. «Accordingly, if we are to name something as the proper subject-matter
of the dialogue, scarcely anything else remains but the insight into the nature of the god-head, which is
recommended as a means for the knowledge of man, but our dialogue is incapable of discussing this
subject except in the most meager style; so that the morsel seems in fact not worth the whole apparatus,
independent of the fact, that the particular members of this apparatus are not in any way connected with
it. Neither in the composition, generally, does any trace appear of such an inward relation of every detail
to one single point as we find elsewhere in Plato. It is equally in vain to look here for the strict dogmatic
connection which we find in the Sophist and Philebus, or even for that apparent passiveness of Socrates
in the conduct of the dialogue, under which every thing seems so much the more to grow purely out of the
subject it».
17
Cf. El Fedro, introducción, cit. p., 292 «Tal vez el adjetivo «juvenil» (meirakiodes) que transmite, en el
mismo pasaje, Diógenes, a propósito del «problema» que aborda el Fedro, podría haber llevado a
Schleiermacher a defender, ya en el siglo XIX, la tesis de que era, efectivamente el Fedro, si no el
primero, uno de los primeros escritos de Platón en el que se hacía una especie de programa de lo que iba a
desarrollarse posteriormente. Cuesta trabajo pensar que tan eminente conocedor de Platón hubiera podido
sostener semejante tesis; pero ello es prueba de los cambios en los paradigmas hermenéuticos que
condicionan la historiografía filosófica», (el subrayado es nuestro).
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SECCIÓN PRIMERA
Charles Young, uno de los defensores de la autenticidad del diálogo, cree
justamente que fue escrito por Platón en el año 390, s. Para otra defensora de su
autenticidad, Julia Annas, es con el diálogo Alcibíades que Platón “empieza” un trabajo
sobre la idea de sophrosyne – (sensatez) que después será continuado en el Cármides 18.
El argumento de Annas parece razonable si tamaños como punto de partida del diálogo
la pretensión de Alcibíades y la disuasión de Sócrates. En efecto, Alcibíades quiere
presentarse como consejero de los atenienses sin siquiera saber sobre qué él podrá ser
consejero, es decir, no tiene claro sobre qué asunto podrá aconsejar a los atenienses y en
esto, Sócrates le pide prudencia, esto es, le pide sensatez; además, la expresión
sôphrosûne aparecerá en el diálogo en el ámbito comparativo entre la educación de
Alcibíades y la educación de los príncipes persas, que como ya vimos, es uno de los
puntos de discordia de Schleiermacher. La expresión aparece en términos comparativos
como algo que Alcibíades tiene que adquirir para poder enfrentar a los adversarios
exteriores. El enfoque de Annas también tiene sentido desde el punto de vista
conceptual y del contenido. El llamamiento a la sensatez es traducido en Alcibíades
como una invocación al cuidado de sí y a la lectura o a la interpretación del oráculo de
Delfos que, tal como veremos en su momento, incidirá mucho en la cuestión de sensatez
y de prudencia. Por lo tanto, de acuerdo con estos nuevos estudios sobre el diálogo, la
cuestión abierta por Schleiermacher (referente al estilo) parece perder rigor en la cual se
ha basado para retirar el diálogo de las obras auténticas de Platón.
Otro defensor del diálogo, Nicholas Denyer, piensa que la obra ha sido escrita en
350 d.C, y sitúa la escritura de la obra después del regreso de Platón de Sicilia. Su
argumento es que la experiencia negativa de Platón en Sicilia, el disgusto que Platón ha
18
Cf. Julia Annas, "Self-knowledge in Early Plato." In Platonic Investigations, ed. Dominic J. O'Meara,
pp. 111-138. Washington: Catholic University of America Press, 1985.
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16
SECCIÓN PRIMERA
tenido con la política (Carta VII, 325 ss.) del tirano Dionisio, le ha empujado a escribir
una obra sobre la política, y el tema central va a ser justamente el control de sí y la
parresía sobre uno mismo. Como veremos en su momento, Foucault destaca la
diferencia entre la parresía de Dión y la parresía de Dionisio. La preocupación por una
polis bien gobernada 19 o bien dirigida será por lo tanto el tono central de la obra. El
gobernante tiene que ser no solamente alguien que es capaz de escuchar u oír parresía
sino, sobre todo, alguien capaz de decir o de producir parresía sobre sí mismo.
El tirano de Siracusa no lo era, dice Denyer, razón por la cual cuando Sócrates, a
través del daimón, descubre la intención de Alcibíades de presentarse como consejero
de los atenienses, se preocupa por él y por la pólis. Y, como veremos, esta preocupación
socrática solamente aparece porque Alcibíades estaba bien intencionado, a pesar de su
falta de formación en “ciencias políticas”, esto es, a pesar de su desconocimiento en
teoría y práctica de gobernabilidad.
El tema central será, por tanto, cómo convertir a Alcibíades en un buen
gobernante 20. Le dice Sócrates a Alcibíades, sólo yo puedo satisfacer tus aspiraciones y
19
Cf.Lledó, Emilio. cit., El origen del diálogo y la ética. Una introducción al pensamiento de
Platón y de Aristóteles. Gredos, biblioteca de la nueva cultura. Serie estudos clásicos. Madrid,
2011, p., 60. «Tal vez, lo más importante de la obra intelectual de Platón consistió en dar una
respuesta también política a este primer círculo de problemas con los que se enfrentó. Su vida
intelectual estuvo continuamente motivada por el tema de la organización de la ciudad. La
fundación de la Academia significó un momento culminante, al poder preparar en ella, con
reflexión, la crítica y la adquisición de conocimiento, a los gobernantes de un futuro en el que
no cupiese la injusticia se puede penetrar en el sentido de su filosofía. [] La filosofía sugia en
Platón como una necesidad profunda de dar respuesta al reto de una sociedad desorganizada;
pero para ello era preciso que comenzase, en el individuo mismo, una especie de reorganización
interior. Pólis y psyché eran, pues, las dos vertientes de un mismo problema: hacer una ciudad
de individuos que plasmasen en ella sus ideales de conocimiento y armonía, y organizarla a la
par, comunitariamente, era cuidar para que, autárquica ella, colaborase en al autarquía y
libertad de sus habitantes».
20 Cf. Ibid. p., 61. A pesar de toda la larga lucha por llegar a una constitución justa, el
desorden político que los griegos del siglo V observaban había llevado a Platón al escepticismo
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SECCIÓN PRIMERA
esta satisfacción pasa necesariamente, antes de todo, por un conocimiento de sí. Como
tendremos oportunidad de ver, el conocimiento de sí será dirigido al cuidado de sí.
A nosotros, en este trabajo, nos interesa sobre todo discutir estos dos conceptos:
¿qué es conocimiento de sí?, y ¿qué es el cuidado de sí? Nuestras fuentes de partida
serán Platón y Michel Foucault, y en lo que respecta a Foucault, haremos una lectura
comparativa, es decir, intentaremos exponer las lecturas de Foucault paralelamente con
las críticas que ha recibido de estas lecturas (de su lectura), esto es, de las
interpretaciones que ha hecho de sus lecturas sobre el “conócete a ti mismo” y sobre el
“cuidado de sí”. Quiere esto decir que nos movemos en un contexto de debate entre
Michel Foucault y los historiadores de filosofía antigua. Pero nuestro objetivo no es
entrar o moverse en este contexto de las polémicas entre Michel Foucault y los
historiadores de la filosofía antigua. Para estar al margen de este debate, hemos elegido
a alguien cuyos trabajos y cuyo aprecio por Michel Foucault y su trabajo son
indiscutibles. Tratase de Pierre Hadot, un importante historiador de filosofía antigua,
gracias a cuyos trabajos Michel Foucault se ha interesado por el mundo antiguo 21 (la
que trasnmite la páginas de Gorgias, (483b-484a) y a intentar superarlo con las de la República.
Parecía como si un duro destino, el destino que se filtra por el discurso de Calicles, hubiese
hecho que en el centro de toda constitución política, de toda organización social, acabase
levantándose la tesis de la violencia y del dominio. «Frente al manifiesto naturalista que
arruina, según Platón, los fundamentos de la politía y el bios, […].».
21
Cf. Michel Foucault philosophe. Rencontre internationale. Paris 9,10, 11 janvier 1988. Des travaux /
Seuil. p., 261. «M. Foucault a évoqué, dans la préface de L’Usage des plaisirs et dans un chapitre du
Souci de soi [SS], mon article «Exercices spirituels» paru dans l’Annuaire de la 5e Section de l’École
pratique des hautes études pour l’année 1975-1976, et reproduit dans mon livre Exercices spirituels et
philosophie antique que, paru en 1981, vient d’être réédité en 1987. La description que j’y donnais de la
philosophie comme art de vivre, comme style de vie, comme manière de vivre, l’effort que je faisais aussi,
dans cette étude, pour expliquer pourquoi la philosophie moderne avait oublié cette tradition et était
devenue presque exclusivement un discours théorique, l’idée que j’y esquissais, et que j’ai développée
ensuite dans mon livre Exercices spirituels, idée selon laquelle le christianisme a repris à son compte
certaines techniques d’exercices spirituels pratiqué dans l’Antiquité, tout cela a retenu, me semble-t-il,
l’attention de M. Foucault» .(El subrayado es nuestro).
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18
SECCIÓN PRIMERA
filosofía griega y latina- la moral, la ética…). Hadot también ha sido invitado y
admitido en el Collège de France a propuesta de Foucault entre otros. Por tanto,
hablamos de un ambiente entre dos personas en donde la crítica es epistémica y sana 22.
Hadot pondrá en tela de juicio, el concepto del yo y del sí mismo defendido por
Foucault. Pero como le subraya Vernant 23 (también él historiador de la filosofía
antigua), no es el yo, porque esta categoría no existe en los griegos; al contrario, dice
Vernant, Foucault defiende y habla del sí mismo: “el alma de Sócrates no es el
individuo psicológico, sino más bien un daimón impersonal o supra personal en
Sócrates” 24. Hadot critica también a Foucault por ignorar en su estudio del cuidado de
sí, la cuestión cosmológica, o mejor, por no asociar su estudio del “soi même” a un
cuidado cósmico. No obstante, pensamos que Foucault, que en nuestro entender, es muy
platónico en este estudio, y en esta línea, él estructura la vida de las personas con la
propia cosmología. Como dirá Sócrates en Eutifrón, “mi trabajo es el hombre”. Desde
este punto de vista, la cosmología solamente tiene sentido si considera al hombre para el
bien, es decir, para que sepa cuidar de sí mismo.
Así, con estos dos autores, nos centraremos en analizar exhaustivamente el
problema del cuidado de sí en el mundo antiguo y en particular en el contexto de la
filosofía platónica. Como subraya Paul Veyne, la afinidad entre Foucault y la moral
22
Cf. Arnold. I. Davidson, Ethics as Ascetics in the Cambridge Companion to Foucault, 2007. cit. p., 124.
«My second goal, not unrelated to my first, is to place Foucault’s work in the context of writings by
historians of ancient thought: Paul Veyne, Georges Dumézil and especially Pierre Hadot, with whom
Foucault engaged in intense, if sometimes submerged, intellectual exchange. These writers, as well as
others such as Jean-Pierre Vernant, in turn discuss Foucault’s work in terms that help us to see how it can
be elaborated and criticized in philosophically fruitful ways». En la misma línea, Frédéric Gros
comentando “la situation du cours” nos recuerda que no se puede en este debate con los historiadores
criticar a Foucault de no haber citado bibliografías relacionadas con las materias que estaba a trabajar,
toda vez que, dice Gros, cuando Foucault realizaba esta investigación, no existían dichas bibliografías.
Asimismo, refuerza Gros, Foucault ha sido pionero en estas investigaciones (cf. L’herméneutique du
sujet. p., 501).
23
Cf. Michel Foucault philosophe, cit., p., 269.
24
Cf. Abide, p., 269.
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SECCIÓN PRIMERA
antigua se limita a centrarse sobre todo en el cuidado de sí 25. Será pues en este contexto
que trabajaremos las lecturas de Platón por Michel Foucault, procurar este sí mismo de
que hablan Platón y Foucault, particularmente en la reinterpretación que Foucault hace
del cuidado de sí en cuanto un estilo o el estilo de existencia. Aquí también hay que
destacar que según Veyne, el estudio sobre el estilo de la existencia será justamente en
el momento de la muerte de Foucault, el tema central de su trabajo 26. Y, dice Paul
Veyne, no hay que tomar el término “estilo” como una distinción sino desde su
significado en griego, en donde un artista era antes de todo un artesano, y una obra de
arte era antes de todo una obra. Este “mis au jour” de Veyne nos servirá también para
defender a Foucault en su debate con Hadot en relación a la cuestión de la estética de la
existencia. Asimismo, Foucault al emprender este camino no tenía como interés o fin
último cambiar o reactivar la moral antigua, sino sobre todo, aprovechar y usar bien un
elemento de esta moral que según él podría tener cabida en la práctica de la moral
contemporánea 27.
25
Cf. Paul Veyne; Catherine Porter; Arnold I. Davidson. The Final Foucault and His Ethics. Critical
Inquiry, p., 3. Vol. 20, No. 1. (Autumn, 1993), pp. 1-9. «Foucault's affinity with ancient morality is
reduced to the modern reappearance of a single card in a completely new hand: the card of the selfworking on the self, an aestheticization of the subject, in two very different moralities and two very
different societies».
26
Cf. Ibid., pp. 1-9.
27
Cf. Ibid. pp., 8-9. «The idea of styles of existence played a major role in Foucault's conversations and
doubtless in his inner life during the final months of a life that only he knew to be threatened. Style does
not mean distinction here; the word is to be taken in the sense of the Greeks, for whom an artist was first
of all an artisan and a work of art was first of all a work. Greek ethics is quite dead, and Foucault judged
it as undesirable as it would be impossible to resuscitate this ethics both considered one of its elements,
namely, the idea of a work of the self on the self, to be capable of reacquiring a contemporary meaning,
in the manner of one of those pagan temple columns that one occasionally sees reutilized in more recent
structures. We can guess at what might emerge from this diagnosis: the self, taking itself as a work to be
accomplished, could sustain an ethics that is no longer supported by either tradition or reason; as an
artist of itself, the self would enjoy that autonomy that modernity can no longer do without. "Everything
has disappeared," said Medea, "but I have one thing left: myself." Finally, if the self-frees us from the
idea that between morality and society, or what we call by those names, there is an analytic or necessary
link, then it is no longer necessary to wait for the revolution to begin to realize ourselves: the self is the
new strategic possibility. Foucault, who knew how to see things on a large scale, nonetheless did not
claim to be delivering a fully armed ethics; such academic exploits see med to him to have died along
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SECCIÓN PRIMERA
2.
INTRODUCCIÓN
El cuidado de sí parece ser el núcleo central de toda la filosofía socrático-
platónica. La importancia de este concepto en el interior del pensamiento de Platón
justifica las variadísimas veces que ésta idea aparece en diversas obras de Platón,
haciendo de ella el filón transversal que recoge toda la doctrina y todo el pensamiento
platónico. Como le dice Giovanni Reale (1999, 176), incluso en una de las obras en
donde Platón da a luz su teoría de las ideas (Fedón), lo que aparece en esta obra no es
tanto la cuestión de la inmortalidad del alma, sino, la cuestión del cuidado de sí, el
cuidado del alma (cura dell’anima). Y Reale insiste:
Se noi prendessimo in considerazione solo l’Apologia come documento del
pensiero di Socrate, saremmo in grado di intendere in modo preciso il suo
messaggio filosófico de fondo, che tutte le altre fonti non fanno che confermare:
Socrate 28 presenta la “cura dell’anima” come il nucleo del suo messaggio
etico, e quindi come il nucleo essenziale del suo pensiero filosofico 29.
Nuestro análisis del cuidado de sí no se centrará sobre la Apología, a pesar de la
importancia del cuidado de sí en este diálogo. Nuestro análisis se centra sobre todo en
Alcibíades y en otros textos de Platón que hemos elegido. Sin embargo, el
with the old philosophy. But he did suggest a way out. He took the rest of his strategy with him. But he
would not have claimed in any case to have supplied a true or definitive solution, for humanity is
constantly on the move, to such an extent that each current solution so on reveals that it too involves
dangers; every solution is soon imperfect, and this will always be so: a philosopher is someone who,
facing each new present circumstance, diagnoses the new danger and points to a new way out. With this
very new conception of philosophy, classical truth is dead, yet from the modern historicist confusion the
idea of the present can be disengaged».
28
Cf. El subrayado es nuestro.
29
Cf. Giovanni Reale, Corpo, anima e salute. Il concetto di uomo da Omero a Platone. Rafaello Cortina
Editore, Milano, 19991ª. p., 183. «Si tomaramos solamente la Apología como el documento del
pensamiento de Sócrates, seriamos capaces de comprender de manera exacta, su mensaje filosófico de
fondo, que las otras fuentes no han hecho que confirmar: Sócrates presenta el “cuidado de sí” como el
núcleo de su mensaje ético y, por consiguiente, como el núcleo esencial de su pensamiento filosófico».
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SECCIÓN PRIMERA
planteamiento de Reale nos parece muy oportuno para empezar éste tiempo que
queremos dedicar al estudio de la teoría del cuidado de sí en el pensamiento de Platón.
La cita de Reale nos dice que si prestamos atención a la lectura de la Apología
comprenderemos no solamente todo el mensaje ético de Sócrates, sino también el
núcleo de su pensamiento filosófico. No obstante, nos parece que tanto la Apología
como el relato del entorno de los últimos instantes de la vida de Sócrates no hace más
que repetir lo que él ya había dicho en otras ocasiones, es decir, reafirmar la doctrina del
cuidado de sí 30. Asimismo, se puede decir que Sócrates manifiesta también su fidelidad
a esta doctrina en los últimos instantes de su vida. Por eso, de acuerdo con los
comentadores antiguos, Alcibíades nos parece el lugar central para discutir la cuestión
del cuidado de sí en Platón, nos parece el lugar ideal para discutir la cuestión de la
fundación del cuidado de sí.
El primer Alcibíades de Platón es, en la opinión de Plutarco, de Olimpiodoro y
de Proclo, el texto principal para la introducción a una lectura de Platón. Estos autores
dan como argumento para esta afirmación el hecho de que Alcibíades 31 es la obra
platónica en donde se dedica exclusiva y exhaustivamente a la cuestión del
conocimiento de sí 32, a la cuestión de la esencia de uno mismo, que para ellos es el
30
Cf. El Fedón, introducción. p., 15. «Mientras que en el Gorgias se había dejado claro que el filósofo
rechazaba la vida inauténtica de un político práctico, en el Fedón se comienza por destacar cómo es la
existencia que el auténtico filósofo elige. Ya antes (p. ej. en la Apología 29d, 30a) Sócrates había
expuesto que lo fundamental era la therapeía tês psychês «el cuidado del alma».
31
Cf. Proclus, Sur le premier Alcibiade de Platon. T, I. texte établi et traduit par A. Ph. Segonds. Ed,
Belles Lettres, Paris 1985. pp., 4-5. “C’est par là, donc, que nous aussi devons commencer, suivant ainsi
l’ordre du dieu. Et il faut rechercher dans lequel principalement de ses dialogues Platon a pour but la
considération de notre essence, pour que de ce dialogue nous fassions le tout premier point de départ des
écrits de Platon. Eh bien, donc, pourrons-nous en indiquer un autre de préférence à Alcibiade et à
l’entretien de Socrate qui y est rapporté? [….]. En quel autre scrute-t-on aussi complètement ce que veut
dire l’inscription de Delphes?”.
32 Cf. El Fedro., 229e-230ª (es ridículo que aquel que desea conocer las otras cosas se ignora a sí
mismo).
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camino principal por donde pasan todos los otros caminos 33. Para estos autores todo el
género humano trae dentro de sí un Alcibíades 34, esto es, una ambición y una
ambigüedad 35. Lo que defienden estos autores es que el conocimiento de sí, el
conocimiento de uno mismo debe proceder de todo tipo de actividades, y debe también
ser la prioridad del género humano por encima de cualquier otro problema. Esta opinión
también es compartida por los especialistas y traductores castellanos del Alcibíades 36.
Desde esta perspectiva se puede por tanto comprender por qué en la antigüedad
filosófica griega el tema de epimeleia heautou aparece no solamente como una noción
filosófica muy importante, sino también como principio y como imperativo práctico por
donde se construye la ética y toda la eticidad antigua. Naturalmente, con Platón, la
33Cf. Proclus, Sur le premier Alcibíades. T, I éd. c. p., 5. « […], c’est Socrate en personne qui déclare
que les principes du perfectionnement dépendent de la considération de nous-mêmes, alors tu ne saurais
plus douter que c’est aussi par-là que tous// ceux qui veulent se perfectionner doivent commencer. En
effet, chacun de nous et chacun des hommes, que plus clairement, qui plus obscurément, est en proie aux
mêmes passions que le fils de Clignais. Et en effet, nous ne connaissons pas nous-mêmes […], Et nous
avons besoin du même secours qu’Alcibiade pour nous débarrasser de notre vaine prétention et prendre
soin de nous-mêmes de la façon qui convient».
34 Cf. Foucault. Tecnologías del yo y otros textos afines. Introducción de Miguel Morey. Ediciones
Paidós Ibérica, S.A. I.C.E. de la Universidad Autónoma de Barcelona. Barcelona, 1996. p., 55-56. «Los
neoplatónicos de los siglos II y IV a.C. muestran la significación concedida a este diálogo y la
importancia que asumió en la tradición clásica. Querían organizar los diálogos platónicos a la vez como
pedagogía y matriz del saber enciclopédico. Consideraban el Alcibíades como el primer diálogo de
Platón, era el primer en leerse y el primer en estudiarse. Era el arche. En el siglo II Albino dijo que cada
joven dotado que quisiera mantenerse alejado de la política y practicar las virtudes, debía estudiar el
Alcibíades. Este diálogo servía de punto de partida y de programa para toda la filosofía platónica. «El
cuidado de sí» era el primer principio».
36
Cf. Juan Zaragoza y Pilar Gómez Cardó, Alcibíades in introducción. «Es el más importante de los
diálogos relacionados con la estancia de Platón en Mégara. Su autenticidad nunca fue puesta en duda en
la antigüedad, que lo tuvo en gran aprecio, fue muy leído en círculos socráticos y se convirtió en el
prototipo de las charlas ficticias entre Sócrates y Alcibíades: Antístenes, Esquines de Efeto y Jenofonte se
inspiraron en él probablemente para componer los diversos diálogos en los que aparecen estos dos
personajes. Los discípulos de la Academia lo presentaban como una especie de breviario de iniciación a
la filosofía de su maestro. Así se mantuvo como objeto de estudio hasta los neoplatónicos. Fue comentado
por Proclo y Olimpiodoro, comentarios que todavía se conservan».
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noción aparecerá como el principio positivo de la ética socrática 37, algo nuevo, algo
diferente de lo que se vivía y se practicaba en lo que toca a los aspectos éticos 38 en la
antigüedad, como tendremos la oportunidad de ver en su momento.
El diálogo Alcibíades que nos proponemos analizar se presenta, en las palabras
de Foucault 39, como el texto donde se hace verdadero análisis del cuidado de si 40, un
verdadero asunto político 41, un texto en donde se ha puesto explícitamente la máxima
délfica 42. Por eso, la pregunta de trabajo en este texto consistirá en intentar saber, ¿qué
quiere decir cuidado de sí y en qué consiste su fundamentación y cuál es, según
Foucault, su utilidad ético-político desde el punto de vista de la nueva epistemología de
la política instaurada por Sócrates. Las lecturas de Platón por Foucault reflejan la
37
Cf. Foucault, Les techniques de soi. Dits et écrits II. En adelante, DE II. Nº 363. p., 1606. «Socrate dit
trois choses importantes concernant la manière dont il invite les autres à s’occuper d’eux-mêmes: 1) sa
mission lui a été confiée par les dieux et il ne l’abandonnera qu’à son denier soupire; 2) il n’exige aucune
récompense pour cette tâche; il est désintéressé; il l’accomplit par bonté; 3) sa mission est utile pour la
cité – plus utile que la victoire militaire des Athéniens à Olympe - , parce qu’en apprenant aux hommes à
s’occuper d’eux-mêmes il leur apprend à s’occuper de la cité».
38 Cf. Epimeleia heautou como una actuación privilegiada, como realización de los privilegios.
39 Cf. L’herméneutique du sujet, cours de Collège de France 1981-1982, Gallimard, Paris 1982. En
delante HS, Frédéric Gros, «Résumé du cours», p.474. «Le point de départ d’une étude consacrée au
souci de soi est tout naturellement l’Alcibiade. Trois questions y apparaissent, concernant le rapport du
souci avec la politique, avec la pédagogie et avec la connaissance de soi».
40 Cf. Ibid, HS, «Clase de 6 de Enero1ª hora 1982». p.32.
41 Cf. En las palabras de Ángel Gabilondo, Alcibíades aparece como el diálogo en donde se funda la
filosofía como metafísica (cf. o. c. p., 22.)
42 Cf. Tecnologías del yo y otros textos afines. o. c. p., 51. «En los textos griegos y romanos, la
exhortación al deber de conocerse a sí mismo estaba siempre asociada con el otro principio de tener que
preocuparse de sí, y fue esta necesidad de preocuparse de sí la que provocó que la máxima délfica se
pusiera en práctica. Esto ha estado implícito en toda la cultura griega y romana, y explícito desde el
Alcibíades de Platón. En los diálogos socráticos, en Jenofonte, Hipócrates y en la tradición neoplatónica
desde Albino, uno tenía que preocuparse de sí mismo. Tenía que ocuparse uno mismo de sí mismo antes
de que el principio délfico fuera puesto en práctica. Se produjo una subordinación del segundo principio
al primero».
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preocupación ética y los interrogantes que han acompañado toda su vida 43. El estudio
sobre Alcibíades revela magistralmente su interés en cuidar la relación entre la ética y la
cuestión de la subjetividad.
Y justamente en lo que toca a la cuestión de la subjetividad, veremos que es el
propio Alcibíades quien después de ser confrontado por Sócrates, asume que su interés
es tornarse un consejero de los atenienses 44, un consejero político. Esta pretensión va a
provocar una primera reacción de Sócrates, que consistirá en querer saber qué va a
hacer Alcibíades para ser consejero de los atenienses y cuál es su formación para
pretender una empresa tan alta, una función pública tan elevada 45. En eso, los dos
interlocutores se tomaran un tiempo para discutir sobre justicia y utilidad, sobre el
conocimiento de sí y el cuidado del alma; después que Sócrates oiga las pretensiones de
Alcibíades, le manifestará su inquietud. Esta inquietud de Sócrates tiene que ver
justamente con la reacción realística de la filosofía diseñada por él después de haberla
rescatado de los fantasmas dejados por pitagorismos y de los delirios místicos de
43 Cf. James Bernauer. Par-delà vie et mort. In Michel Foucault philosophe, rencontre internationale,
Paris 9, 10, 11 Janvier 1988. Edition du Seuil, Paris 1989, p., 315. «1) Qu’est-il nécessaire de penser
aujourd’hui, par opposition à ce que la tradition considère comme digne d’être pensé? Quel doit être la
substance de la pensée? 2) lorsqu’on examine ce domaine, quel mode d’appréhension doit-on cherché?
Quel mode de subjectivation le penseur doit-il adopter? 3) Selon quelle méthodologie la recherche de ce
mode d’appréhension doit-elle s’effectuer? A quelles pratiques d’ascétisme doit-elle se soumettre afin de
pouvoir penser différemment? 4) Quel est le but que l’on poursuit à travers la définition de la substance,
du mode de subjectivation et de la pratique de l’ascétisme? En explorant ces questions au fil de son
œuvre, Foucault a réussi à élaborer une vaste enquête éthique sur l’activité de la pensée elle-même».
44 Cf. El, Alcibíades, 106c4-e.
45 . Cf. También Jenofonte trabaja esta cuestión, lo que muestra que, efectivamente para Sócrates, los
asuntos políticos son de gran importancia y deben de ser bien valorado en la ciudad, particularmente, los
candidatos a los asuntos políticos tienen que ser bien elegidos y, sobre todo, tiene que ser gente muy bien
intencionada. Cf. Recuerdos I 5, 1-2 «Señores, si nos surge una guerra y quisiéramos elegir a un hombre
bajo cuyo mando pudiéramos ante todo salvarnos y reducir al enemigo, ¿acaso elegiríamos a uno que
descubriéramos que está dominado por el estómago, por el vino, por los placeres del sexo, por la fatiga o
por el sueño? ¿Cómo podríamos pensar que un tipo así nos iba a salvar o iba a someter al enemigo? Y si
estamos en el final de la vida y quisiéramos confiar a alguien la educación de los hijos varones o la
salvaguarda de las hijas mozas o la conservación de la hacienda, ¿acaso consideraríamos más digno de
confianza para esto al que carece de autodominio?».
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Empédocles, como lo hace ver Plutarco 46. Así, de la preocupación de Sócrates, se
formulará nuestra hipótesis, esto es: es necesario que Alcibíades tenga, ante todo,
dominio sobre sí mismo, dominio sobre su alma, dominio sobre aquello en lo cual
pretende tornarse consejero de los atenienses 47. Tiene primero que ocuparse de sí
mismo 48. Nuestra hipótesis está marcada sobre todo por el rechazo de Sócrates a la
propuesta inicial de Alcibíades. Un rechazo educativo y formativo, hecho justamente a
través de las exhortaciones con el carácter de élenjos, esto es, de verificación y de
examinar el candidato, como lo subraya Proclo:
Las exhortaciones 49, por lo tanto, las disuasiones, las refutaciones, los
procedimientos de la mayéutica, los elogios y los peloteó juegan el papel de
condiciones sine qua non: sin ellos, en efecto, es imposible de conocerse a sí
mismo. Tenemos la necesidad de la exhortación para el bien verdadero y de la
disuasión para evitar los grandes males; de la mayéutica para traer a la luz las
razones incorruptibles; de la refutación para ser purificado de la doble
ignorancia 50.
Proclo presenta aquí cuatro orientaciones importantes para el conocimiento o
auto-conocimiento del candidato que se pone en búsqueda de la verdad. Pero la verdad
46 Cf. Cf. Plutarque, Œuvres Morales. (Du destin – Le démon de Socrate – De l’exil – Consolation à
sa femme) T. VIII, traités 42-45. Texte établi et traduit par Jean Hani. Ed. Les Belles Lettres. Paris, 1980,
p., 84 (9) 580c. « […], quand il prit en mains la philosophie, que Pythagore et ses disciples avaient
laissée pleine de fantômes, de fables et de superstitions, et qu’Empédocle au surplus avait complètement
livrée aux délires mystiques, Socrate l’accoutuma en quelque sorte à regarder la réalité avec bon sens et
à faire appel à une prudente raison dans la recherche de vérité».
47 Cf El. Alcibíades, 118a3-8
48 Cf.Tecnologías del yo. o. c. p., 50. «El precepto «ocuparse de uno mismo» era, para los griegos, uno
de los principales principios de las ciudades, una de las reglas más importantes para la conducta social y
personal y para el arte de la vida. A nosotros, esta noción se nos ha vuelto ahora más bien oscura y
desdibujada. Cuando se pregunta cuál es el principio moral más importante en la filosofía antigua, la
respuesta inmediata no es «Cuidarse de sí mismo», sino el principio délfico gnôthi seauton («Conócete a
ti mismo»)».
49 El subrayado es nuestro.
50 Cf. Proclus, Sur le premier Alcibíades de Platón. Ed, c. p., 7. «Les exhortations, donc, les dissuasions,
les réfutations, les procédés de la maïeutique, les éloges et les blâmes jouent le rôle de conditions sine
qua non : sans eux, en effet, impossible de se connaître soi-même. On a besoin d’exhortation au bien
véritable et de dissuasion pour être détourné des maux véritables ; de maïeutique pour produire au jour
les raisons perverties ; de réfutation pour être purifié de la double ignorance».
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es que estos cuatro «principios» de auto-conocimiento pueden ser y deben ser
extensibles a todos los hombres, y, de manera particular, a los hombres que tienen la
pretensión de jugar un papel importante en la comunidad política, en su comunidad
política. Como está bien patente en el texto, cada uno de estos principios tiene un papel
muy importante en la formación del individuo, particularmente en la formación del
individuo candidato al gobierno de la ciudad.
En su trayectoria política, el candidato debe tener en serio las exhortaciones que
le serán hechas porque tienen justamente como fin proporcionarle el crecimiento, su
desarrollo para conseguir el bien verdadero. Debe también tener en cuenta las
disuasiones, porque sirven para ponerle freno en su marcha negativa, en sus
planteamientos negativos, en sus planteamientos arriesgados 51 y precipitados. Y,
finalmente, el candidato al auto-conocimiento tiene que tomar en serio las refutaciones
y la mayéutica; debe tener en cuenta las refutaciones porque le van a poner en contacto
con su doble ignorancia 52 (la ignorancia que se ignora) : 1ª); “una que consiste en no
saber algo y darse cuenta de ello: 2ª); la otra consiste en creer saber lo que en realidad
51 Cf. Conferir las diversas etapas en que el daimón interviene para disuadir a Sócrates de participar o de
tomar iniciativa para algo.
52 Cf. Juan Zaragoza y Pilar Gómez Cardó. o.c. p., 18. «Alcibíades reconoce su ignorancia. Para
justificar la turbación del joven, Sócrates aclara que hay dos clases de ignorancia: una consiste en no
saber algo y darse cuenta de ello; la otra consiste en creer saber lo que en realidad no se sabe. Es esta
última la que produce la confusión del alma y los errores de comportamiento. Es tanto más importante en
cuanto que afecta a los temas más graves (tà mégista). Es el mal de la mayoría de los políticos de la
época, con muy pocas excepciones, Pericles entre ellas. Alcibíades toma al pie de la letra esta afirmación
de Sócrates y dice que si los hombres políticos de Atenas conviven con esta misma ignorancia (amathia),
poco importa que él se instruya (manthánein) ni se ejercite (askeîn), pues los superará a todos con sus
aptitudes naturales (phýsis). Sócrates le hace ver que las únicas riquezas que los griegos pueden hacer
prevalecer son la aplicación y la ciencia (epimeleia te kaì sophía). Se enfrentan dos realidades: por una
parte, la ciencia (téchne o sophía) objeto de aprendizaje (manthánein), y el interés (epimeleia)
necesario para adquirirla y ejercerla (askeîn)». Por otra parte, la physis, conjunto de disposiciones
personales del alma y del cuerpo, que se adquieren al nacer y pueden mejorase con la educación (trophé
kaì paideía) y que desempeñan un papel en la adquisición dela virtud».
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no se sabe.”; y debe tener en cuenta la mayéutica porque le permitirá traer algo nuevo a
la luz, le posibilitará revelar el ser en potencia que él es, particularmente el ser bueno 53.
Hay que tener en cuenta los principios que mencionamos antes y, efectivamente,
vemos su puesta en marcha, su realización, en la actitud de Sócrates respecto a
Alcibíades, así como en relación a la obediencia de Sócrates a su daimón. Es un asunto
político y los asuntos políticos son los más importantes para Platón, como dice Alan
Bloom, afirmación que también comparte Eduard Delruelle 54. Aquí, en Alcibíades, esta
afirmación de Bloom parece tomar cuerpo: el asunto parece serio, tanto que, en el
comienzo del diálogo, Sócrates le dice que no ha hablado 55 con él durante todos estos
años justamente porque su daimón no le ha autorizado 56. El daimón (el espíritu
guardián), como sabemos, es esta conciencia interior, la voz interior que actúa sobre
todo para vetar o para autorizar, es la voz que no deja a Sócrates cometer los errores y
que sólo le permite actuar para decir la verdad, y sobre todo, para rescatar la verdad. Por
53 Cf. Pierre Hadot, Qu’est-ce que la philosophie antique. Gallimard, 1985.
54 Cf. Euduard Delruelle, Metamorfose do sujeito. A ética filosófica de Sócrates a Foucault. Tr. Susana
Silva. Ed. Instituto Piaget, Lisboa, 2009.p., 40. «A ciência política, sugere ele, é um assunto demasiado
sério para ficar entregue a uma assemblea versátil que oscila ao sabor de discursos, cada um mais
demagógico do que o outro».
55 La importancia de las recomendaciones, de las refutaciones. El por qué hay que tener en cuenta estas
recomendaciones, estos principios.
56 Cf. El Alcibíades. (105e-7). Aquí destacar sobre todo la forma segura de hablar por parte de Sócrates a
Alcibíades: “Porque de la misma manera que tú tienes la esperanza de demostrarle a la ciudad que lo
vales todo para ella y de esa manera conseguirás al punto pleno poderes, también yo tengo la esperanza de
ser muy poderoso a tu lado, demostrando que para ti lo valgo todo, hasta el punto que ni tutor, ni tus
parientes ni persona alguna son capaces de conseguirte el poder que deseas, excepto yo, con la ayuda del
dios, por supuesto».
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eso, es importante percibir por qué sólo ahora 57 esta voz autoriza a Sócrates para hablar
con Alcibíades. El comienzo del dialogo también presenta una lectura dietética 58, o
mejor, exige una lectura dietética. ¿Qué ha pasado con los amigos de Alcibíades?
¿Por qué le han abandonado? Sí, porque la cuestión es ésta. Sócrates le dice:
57 Cf. En la interpretación de Foucault, como veremos más adelante, el daimón autoriza a Sócrates a
hablar con Alcibíades a partir del momento que éste cambie su postura interior, cuando empieza a pensar
en los demás. Sin embargo Proclo tiene otra interpretación, o mejor, la interpretación de Proclo tiene que
ver con la psicología infantil, esto es, Alcibíades siempre ha vivido como un niño grande hasta el día en
que ha conocido la ciencia, esto es, Sócrates. Por eso dice Proclo, cuando el daimón acepta que Sócrates
hable con él, lo hace porque Alcibíades estaba en condiciones de recibir y percibir la ciencia y la razón
(Proc., t II, p., 225); Isócrates, Discursos I, Busiris (XI), nota 7, p., 187. Introd. Trad y notas de Juan
Manuel Guzmán Hermida. Gredos, Madrid, 19791ª. Jaeger, Paideia, p., 953, «destaca cómo las escuelas
del siglo IV. a. C. hacían discípulos de Sócrates a Critias y Alcibíades con la intención de desacreditar al
maestro acusándole de espíritu antidemocrático».
58 Cf. Foucault, Historia de la sexualidad II. cit., p., 107 y sq; la dietética se presenta como una práctica
de régimen que engloba las más diversas áreas de la naturaleza humana. Empezó primero por ser una
práctica de recomendaciones médicas para cuidar de los alimentos a tomar a fin de mantenerse en buena
salud. Estas recomendaciones hechas por Hipócrates, también tenían ligación con la divinidad a través de
la cura protagonizada por el dios Asclepios, el dios sanador. Más tarde estas recomendaciones serán
también dirigidas a los aspectos sexuales, la dietética de los placeres, los riesgos y peligros que se supone
en el acto sexual, el desgaste que el acto sexual supone, su conducción a la muerte prematura por aquel
que no tiene medida, el esclavo del acto sexual. A nosotros aquí siempre que utilizamos el termo dietética
será en el sentido platónico- foucaultiano, esto es, de la desconfianza política del cuidado excesivo del
cuerpo y del buen mantenimiento del alma (Rep., III, 409a, IX, 591 c-d; Aristóteles- Política VIII, 16,
1335b, y VIII, 4, 1338b-1339a; Jenofonte, Recuerdos de Sócrates, III, 12). Los críticos entre, ellos Platón
(Rep. III, 406a-407b, 407 c-e) concebían cierto tipo de dietética como una existencia mal llevada y que
buscaba prolongarse a través del cuidado excesivo del cuerpo (110). La versión de la dietética defendida
por Platón, será la concepción del régimen como un arte de vivir, es decir, que no es solamente del cuerpo
que se hay que cuidar sino sobre todo del alma. Es verdad que la problematización del régimen está
centrado en el cuerpo, sin embargo, el ideal es que ésta problematización atañe toda la esfera humana y de
hecho, los pitagóricos conseguirán que sea así, sobre todo, que sea centrada en el cuidado del alma. Se
valora mucho la cuestión de la justa medida en el cuidado del cuerpo. Por ej. Sócrates criticará a los
tebanos y siracusanos su ausencia de medida en el cuidado del cuerpo, pierden mucho tiempo en cuidar
del cuerpo en lugar de cuidar del alma y participar en las actividades de la polis. Nos referimos a la
dietética en su sentido placentero, a la critica que Sócrates formulará a los que se acercan a los jóvenes
para aprovecharse de su estado físico sin preocuparse por su alma ni tampoco en hacerles hombres
virtuosos. En su crítica Sócrates procura hacer de la dietética lo que hace al nivel del cuidado de sí, esto
es, que la dietética no sea solamente una práctica de los privilegiados sino de todo el hombre libre y que
sea un arte y estrategia de vivir, esto es, que se transforme en una técnica de existencia. Con este
planteamiento, Sócrates retoma los principios planteados por la concepción de la dietética en Hipócrates
(Hipócrates, Del régimen, I, 2, 1) que consistía en escribir correctamente acerca de la dieta humana, en
ser capaz de conocer y reconocer la naturaleza humana en general. Y es eso que Sócrates pedirá a
Alcibíades, al decirle, si tú quieres ser consejero de los atenienses, entonces tienes que conocer el objeto
de tu consejería, esto es, tienes que conocer el hombre en su profundidad no solamente su cuerpo. “La
buena administración del cuerpo, para volverse un arte de vida, debe pasar por una puesta por escrito
realizada por el sujeto acerca de sí mismo; por medio de ésta podrá adquirir su autonomía y escoger con
plena conciencia entre lo que es bueno y lo que es malo para él” (cf. El uso de los placeres. p. 119). La
dietética debería reflejar no solamente la belleza corporal sino sobre todo, la escritura de uno mismo en su
vida cotidiana a través de la práctica de la moralidad.
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Hijo de Clinias, creo que te sorprende 59 que, después de haber sido yo el
primero en enamorarme de ti, sea el único en no abandonarte cuando los
demás 60 lo han hecho, a pesar de que, mientras ellos te estuvieran
importunando con su conversación, yo a lo largo de tantos años ni siquiera te
dirigí la palabra 61.
Interpela Sócrates a Alcibíades. Esta interpelación no nos conduce solamente al
campo de la dietética, sino que también responde a las preocupaciones planteadas por la
dietética y por la propia ética del cuidado de sí y del otro. Foucault destaca que en el
campo de la dietética, Alcibíades rechazó al comienzo a todos sus amantes porque él
mismo quería estar en la situación de dominador y no de dominado 62; “no quiso ser
dominado en su juventud pero ahora desea dominar a los demás”, y es a partir de este
momento que Sócrates interviene para hablar con él, porque ahora la intención de
Alcibíades toca a toda la ciudad y es también en eso que se juega el cuidado de sí
socrático en relación a Alcibíades; se combina la “ambición política con el amor
filosófico”.
Sócrates hará también del cuidado del cuerpo una especie de campo de batalla
contra los que se aprovechan del cuerpo y su belleza, así como de la ingenuidad de los
chicos. Critica con eso a las prácticas que eran habituales entre los tebanos y entre los
59 Cf. Proclo asocia esta expresión con el principio de la filosofía, esto es, con la admiración (Teeteto,
155d2-5), también se puede ver Hesíodo, Teo., 265-266. Para Proclo la admiración por parte de
Alcibíades revela que él tiene en él el principio filosófico y además, es este principio que le permite tener
conciencia y noción de que tiene que librarse de los amantes groseros y quedar fascinado con la filosofía.
60 Cf. Hay una preocupación constante de Sócrates en relación al entorno de los chicos jóvenes. Sócrates
no veía con buenos ojos la pretensión de los enamorados de estos chicos, de estos adolescentes y criticaba
sobre todo a aquellos adultos que usaban la persuasión para convencer a los chicos adolescentes a
enamorarse o a costarse con ellos. Podemos ver en esta cita de Jenofonte que tipo de significado tenía la
persuasión con el carácter sexual en el alma de estos jóvenes. Cf. Jenofonte, Banquete, 8, 20. «[:].
Encima, por el hecho de que no usa la fuerza, sino la persuasión, todavía es más despreciable, pues el
que usa la fuerza se demuestra perverso, pero el que usa la persuasión corrompe el alma de quien se deja
persuadir».
61 Cf. Alc., 103a-7.
62 Cf. Tecnologías del yo. o. c. p., 57.
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lacedemonios. Esta crítica será transversal a toda la obra platónica, incluso en los
diálogos que relatan los últimos momentos de su vida (cf. por ejemplo el Fedón) y
estará también presente en los escritos de Jenofonte (El Banquete 8).
En el campo ético, Sócrates le dice a Alcibíades que a pesar de no hablar con él,
no se ha cansado de observarle de lejos y de examinarle 63, y gracias a su observación es
capaz de decirle por qué sus amigos le han dejado. Sócrates hace ver a Alcibíades que
una razón de ello es su mal comportamiento con sus amigos o sus amantes y
admiradores 64. Él tiene la pretensión de no necesitar nunca a nadie porque tiene
demasiada ventaja con respecto a su grupo de amigos; ventaja que empieza con la
hermosura de su cuerpo, su estado familiar, su red social, el hecho de ser un protegido
de Pericles.
Todo eso hacía que, en el plan ético, Alcibíades no tratara bien a sus
admiradores, ya que se sentía bastante importante con respecto a ellos. El acercamiento
de Sócrates venía disminuir esta pretensión de Alcibíades, porque Sócrates le hace ver
que al final, él no era tan importante como pensaba, esto es, que también él necesita de
las otras personas. El acercamiento de Sócrates se da por lo tanto en un momento
importante, se da en el momento en que Alcibíades decide hacerse consejero de los
atenienses, o mejor, se prepara para ser el consejero de los atenienses. Sólo a partir de
este momento Sócrates es autorizado por su daimón a hablar con él. El asunto es serio y,
al igual que en Apología y en Gorgias, el daimón socrático juega con el tiempo seguro,
el tiempo decisivo. El tiempo que va más allá del simple querer socrático. El tiempo que
no acepta los fallos. Es por lo tanto, en nombre de esta interdicción de fallos que pueden
63 Cf. Esta expresión va ser muy importante a lo largo de ésta reflexión sobre el texto de Alcibíades
64 Cf. El Alcibíades.104c8-10b6.
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SECCIÓN PRIMERA
tener una gran implicación a nivel público, que el daimón va a autorizar Sócrates para
hablar con Alcibíades. Sócrates se acerca así a Alcibíades para enseñarle el verdadero
arte de hacer política. Alcibíades tiene que aprender una epistéme de la política 65,
aprender la ciencia de sí mismo y la ciencia de la política, dice Proclo 66.
Antes de cuidar de los demás hay que cuidar primero de sí mismo, porque esto
es el paso más importante antes de ponerse en camino para desempeñar las funciones
públicas. Según Foucault, para los griegos, el hombre político que sepa cuidar de sí
mismo puede con más facilidad comprender a los demás y cuidarles como a sí mismo.
Este no es propiamente un argumento de innovación foucaultiano, sino un pensamiento
que atraviesa toda la cultura política griega y, de modo particular en el pensamiento de
Platón y en Aristóteles. Pero para nosotros, este planteamiento foucaultiano hace que
hayamos elegido Alcibíades y algunos textos de Platón para hacer el estudio del cuidado
de sí a partir precisamente de una lectura platónica de Michel Foucault. También en el
marco de este planteamiento de estudio de Foucault, valoraremos la cuestión del
tiempo: el tiempo esperado por Sócrates antes de hablar con Alcibíades. Un tiempo que
también se encuadra en la línea del cuidado de sí, cuidado del otro.
Mientras tú eras bastante joven, antes de que te desbordaran tantas esperanzas,
en mi opinión el dios no permitía que te hablara para evitar que lo hiciera
inútilmente. Ahora me ha dejado en libertad porque ya estás dispuesto a
escucharme 67.
65 Cf. Es muy importante esta interpelación de Sócrates a Alcibíades y pensamos que tiene también hoy
una importancia capital. Alcibíades después de descubrir que no tiene ningún conocimiento técnico en
relación a las cosas que se había propuesto antes para ser consejero, decide serlo en materia de guerra y
paz, en materia de la política general, porque para él estas cosas no necesitarían una formación específica
o técnica. Pero estaba equivocado y Sócrates le hace ver justamente que tales dominios eran de capital
importancia de modo que, el que va a ejercer las dichas funciones tiene que tener un conocimiento
suficiente de la técnica, condición esencial para ejercer bien esta función. Más adelante intentaremos
discutir qué es la técnica para Sócrates.
66 Cf. Proclo, cit., p., 221.
67 Cf. Ibid., 105e7-11.
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SECCIÓN PRIMERA
Todas las palabras de Sócrates demuestran que él tiene un completo dominio de
Alcibíades, demuestran que lo conoce bien. Por eso le dice que él es mucho más
importante para él que cualquiera de su familia, su tutor incluido 68, porque domina su
alma 69. Y este dominio también se muestra en el hecho de que Sócrates conoce el
tiempo de Alcibíades, conoce sus cualidades. Es por tanto este conocimiento lo que
permite cuestionarlo. El planteamiento de Sócrates a Alcibíades ha sido decirle eso: «tú
quieres ser consejero de los atenienses, pero para ser consejero hay que serlo en algo
que dominas, algo que no me parece ser dispensable para los atenienses»:
Tú has aprendido, en lo que yo recuerdo, a leer y escribir, a tocar la cítara y a
luchar; no quisiste, en cambio, aprender a tocar la flauta. Esto es lo que tú
sabes, a no ser que hayas aprendido algo sin que yo me enterara. Pienso que en
este caso sería sin salir de casa ni de día ni de noche 70.
Por eso, la cuestión que en el fondo Sócrates plantea a Alcibíades es:
Entonces, ¿a propósito de qué tema de discusión tendrás ocasión de levantarte
para dar un buen consejo? 71.
¿Qué es lo que tú sabes hacer para que los atenienses sientan que eres
verdaderamente indispensable y que te puedan aceptar como consejero72?
68 Cf. Ibid., 105e y sq.
69 Cf. Es interesante constatar como en el Banquete, 215e1-8, es el propio Alcibíades quien compara a
Sócrates con Pericles y asume que en las palabras de Pericles no se alborotaba su alma, ni se irritaba en la
idea de que vivía como esclavo, mientras que en relación a las palabras de Sócrates, muchas veces se ha
dado cuenta de que no valía la pena (continuar) vivir en las condiciones que vivía.
70 Cf. Ibíd., 106e5-10.
71 Cf. Ibíd.,107c-3-5
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Es por lo tanto, desde este planteamiento, que Sócrates le pregunta: ¿«Has
aprendido algo que yo no sepa, pero que sin embargo pueda ser importante para los
atenienses»? La respuesta de Alcibíades es sincera: “No, porque no he recibido más
enseñanza que éstas”. En realidad, todo lo que él sabía es lo que Sócrates había dicho,
había mencionado 73. Desde esta perspectiva queda definitivamente claro que para ser
consejero de los atenienses según la visión epistémica de la política socrática,
Alcibíades tiene que aprender algo más antes de presentarse como consejero de los
atenienses 74.
¿Qué hay por lo tanto que aprender 75? Hay que aprender a cuidar de sí mismo. Y
aquí tenemos un contraste con el Protágoras, dice Foucault. En el Protágoras parece
que todo debe ser hecho con prisa porque no hay tiempo, y la gente tiene que aprender
muy rápidamente a practicar la virtud, la justicia, mientras que aquí en Alcibíades,
afirma Foucault, el tono es otro, porque Sócrates dice a Alcibíades, “no te preocupes,
tienes tiempo para cuidar de ti mismo”, toma tu tiempo (dia kronou). Tienes tiempo
72Cf. Aquí creemos que es necesario destacar la función educativa, o mejor, el contexto de la educación
en la Grecia antigua. Desde punto de vista del concepto de esta educación, Alcibíades puede presentarse
como consejero de los atenienses porque tiene condiciones para tal. (Cf. Jean-Pierre Vernant, Mythe et
pensé chez les grecs. Paris, Maspero, 1965. p., 405). Segund Vernant, la educacion reposaba no en las
lecturas de los textos escritos sino más en la escucha de los cantos poéticos transmitidos con sus
acompañamientos musicales que se hacía de generación en generación. De modo que, el conjunto del
saber se resumía en el conocimiento de la tradición épica (Alc. 112b1-c.) y dice Vernant, es en este
cántico que se concentra todo lo que un griego debe saber sobre el hombre y sobre su pasado. Alcibíades
desde este punto de vista puede presentarse como candidato a consejero político. Pero no puede desde
punto de vista de la nueva visión política socrática porque no tiene lo esencial. No tiene la tekhnê, que en
su momento ya veremos lo que es.
73 Cf. El Alcibíades. 106e11.
74 Cf. Ibíd., 107a-c.
75 Cf. Ibíd., 127e5-7. «A responder las preguntas, Alcibíades. Y si así lo haces, si dios quiere y en tanto
haya que fiarse de mis presentimientos, nos encontraremos mejor tú y yo».
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para gobernarte a ti antes de gobernar a los otros, pero primero tienes que conocerte a ti
mismo 76.
Hemos visto el tiempo socrático, su distancia para no comprometerse a sí mismo
y tampoco comprometer a Alcibíades si el momento no es el adecuado para su
intervención. Ahora lo vemos otra vez invitar a Alcibíades a aprender a cuidar de sí
dentro del tiempo a partir de una subjetivación de sí mismo, a través de la relación con
él mismo 77. La invitación parece incentivar a Alcibíades a empezar un diálogo consigo
mismo con el fin de aprender a conocerse a sí mismo, para poder conocer al hombre que
se propone convertirse en consejero. A este respecto, Sócrates le hace ver que los
consejos tienen que ser dados por quién sabe, y no por una persona rica, como él
pensaba. Alcibíades quiere ser consejero de los atenienses, sobre sus asuntos (asuntos
de la ciudad), y ya vimos que desde el punto de vista de la concepción epistémica de la
política socrática, con base en los conocimientos actuales, Alcibíades no puede ser
consejero. No puede porque no tiene ningún conocimiento técnico, a diferencia de sus
76 Cf. Subjectivité et vérité, Nº 304, DE II, p., 1032. «L’Alcibiade de Platon peut être considéré comme
point de départ: la question du «souci de soi-même» - epimeleia heautou – apparaît dans ce texte comme
le cadre général à l’intérieur duquel l’impératif de la connaissance de soi prend sa signification. La série
d’études qu’il est possible d’envisager à partir de là pourrait former ainsi une histoire du «souci de soimême», entendu comme expérience, ainsi aussi comme technique élaborant et transformant cette
expérience».
77 Cf. Ibid., DE II, nº 304, p., 1033. «L’histoire du «souci» et des «techniques» de soi serait donc une
manière de faire l’histoire de la subjectivité : non plus, cependant, à travers les partages entre fous et
non-fous, malades et non-malades, délinquants et non-délinquants, non plus à travers la constitution de
champs d’objectivité scientifique donnant place au sujet vivant, parlant, travaillant ; mais à travers la
mise en place et les transformations dans notre culture des «rapports à soi-même», avec leur armature
technique et leur effets de savoir».
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SECCIÓN PRIMERA
rivales 78 externos, los de Persia y de Esparta, que sí tenían el conocimiento técnico 79. Y
sabemos que la epistéme 80 es una un concepto que marca las diferencias, según
Sócrates, entre el saber de la multitud y el saber técnico en el sentido platónico.
Alcibíades no disponiendo de este conocimiento técnico, decide entonces ser consejero
solamente en los asuntos de guerra, de paz y la política general 81. Pero aun así, eso
exige que él sepa la diferencia entre lo útil, lo justo y lo injusto.
El problema reside sin embargo en que todo esto Alcibíades no lo sabe porque
nunca ha tenido interés en buscarlo y, sobre todo, porque él estaba convencido de que lo
sabía 82. Para él, no hay que ser técnico para saber hacer u opinar sobre lo justo y lo
injusto, y tampoco sobre lo útil, a pesar de reconocer que la justicia es lo más
importante de todo 83. Él piensa que la sabiduría popular se encarga de dar a las personas
78 Cf. Proclo habla de “sus auxiliares” y la expresión nos parece que no tiene en cuenta la posibilidad de
existencia de los concurrentes internos de Alcibíades, toda vez que todos estarían de acuerdo con él y se
quedarían simplemente en condición de ayudantes de Alcibíades sin aspiración política. Por eso
utilizaremos la expresión “adversarios” internos y externos que Foucault utiliza para señalizar que no hay
una unidimensionalidad en esta ambición política. Alcibíades no tiene garantizado su puesto, quiere
interna y quiere externamente. También Sócrates habla de los rivales externos porque son aquellos que en
el fondo Alcibíades, tiene que superar a través de un aprendizaje de aplicación y del saber (124b-4).
Naturalmente, los griegos, que son los conciudadanos de Alcibíades no entran aquí como adversarios
porque también ellos carecen de la formación, técnica como Alcibíades (110d8-111b1), y en este aspecto
se puede comprender la interpretación de Proclo, al reducir el pueblo a la categoría de auxiliares, ya que
no tendrá (el pueblo) la posibilidad de formarse y competir con los persas y espartanos.
79 Cf. Con particular atención para la preparación física (phýsis). Este será también uno de los puntos
sobre el que se formulará la diferencia entre el cuidado de sí socrático-platónico y el cuidado de sí
estoico.
80 Cf. Siempre que utilizamos esta expresión lo haremos en el sentido griego (saber, conocimiento) y no
en el sentido foucaultiano.
81 Cf. El Alcibíades. o. c., 107d3-4.
82 Cf. Ibíd, 109 d-113b.
83 Cf. Ibíd, 109b
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esta educación, por eso, dirá a Sócrates que ha aprendido todo con el pueblo, así como
ha aprendido a hablar griego 84.
Pero la cuestión es que el lenguaje y la justicia son dos cosas diferentes. No
basta conocer el lenguaje, saber hablar griego, para ser justo o para saber hacer justicia,
es preciso mucho más que eso 85. Es preciso comprender la definición, saber la
definición de lo que es justo y lo que es la justicia. Es lo que Sócrates le va a hacer ver.
Sócrates retoma también con eso un tema discutido en Crátilo, la cuestión de los
significados de las palabras y de los nombres. Pero aquí, en el Alcibíades, la fuerza de la
vergüenza conduce a Alcibíades a admitir que es vergonzoso que un consejero político
no sepa realmente definir lo que es la justicia o lo que es lo mejor 86. Sin embargo,
Alcibíades acepta a medias, esto es, él piensa que la función principal del consejero de
los atenienses no es tanto conocer lo justo, la justicia, sino sobre todo, lo útil para
ellos 87, una posición que en la interpretación de Goldschmidt 88 es muy cercana del Polo
del Gorgias, que defiende que el fin de la política es preservar la conquista adquirida, es
decir, preservar y salvar lo que es útil.
84 Cf. Cf. Ibid, 110d-e. Aquí Sócrates hace ver a Alcibíades que efectivamente el pueblo puede enseñar la
lengua pero no la justicia, porque en lo que toca la justicia nunca hay un acuerdo entre la gente, toda vez
que cada uno desea que la justicia sea aquello que le conviene (111e). Por eso le dice Sócrates a
Alcibíades, tú has elegido un maestro que no es serio. Ver también la nota en donde se habla de la
posición de Vernant en relación a la educación en Grecia antes de Sócrates.
85 Cf. Juan Zaragoza y Pilar Gómez Cordó. o. c. p., 18. «Sócrates se presenta de entrada como el
auxiliar indispensable en las ambiciones políticas del joven, a quien no pueden bastarle sus privilegios
naturales ni la posición social de que desfruta. Para dar consejos a la asamblea del pueblo, se necesitan
conocimientos precisos. Para ello hay que tener un maestro y conciencia de la propia ignorancia.
Alcibíades sólo ha frecuentado maestros de gramática, cítara y lucha: ¿podrá tomar la palabra en tema
de guerra y paz, y en general los que interesan a la ciudad? Para precisar, Sócrates le da una lección de
método: las guerras surgen de un disentimiento sobre lo justo y lo injusto, cuyo conocimiento hay que
tener».
86 Cf. El Alcibíades 109a1-5.
87Cf. Ibíd., 113d.
88Cf. Goldschmidt, V. Les dialogues de Platon, Structure et méthode dialectique. Presses Universitaires
de France. 1re…3e trimestre, Paris, 1947, (318).
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SECCIÓN PRIMERA
Esta posición, lejos de salvar a Alcibíades, le complica todavía más, al igual que
ha sucedido con la cuestión de la justicia. Aquí, en lo que dice respecto a lo útil, él
nunca lo ha aprendido, no sabe ontológicamente lo que es, 89 según lo cree Sócrates; por
eso Sócrates ni siquiera le va a pedir que se lo explique directamente 90. La discusión en
el ámbito axiológico va a permitir a Sócrates afirmarse como un gran maestro para
Alcibíades 91, ya que al final descubre que aquello que concebía como valioso no pasa
de un equívoco, y a través de Sócrates también descubre el verdadero valor que es
exigido a un político, a un consejero político. La sabiduría socrática deja a Alcibíades
descolocado, dice Proclo, y despierta en él una gran admiración por su maestro.
Presentemente, Sócrates ha suscitado en Alcibíades una admiración todavía
mayor: En efecto, tú me pareces ahora, dice Alcibíades, aún más admirable que
cuando me seguías en silencio 92. Por consiguiente, tanto cuando es silencioso
como cuando habla, el sabio es digno de admiración por aquellos que tienen
una naturaleza parecida 93.
Como veremos en su momento, el cambio de actitud producido en Alcibíades
será sobre todo influenciado por la perspicacia del trabajo socrático, y es esta
perspicacia lo que suscitará también la gran admiración y la confianza de Alcibíades en
89 Cf. El Alcibíades. cit. 113e-114e.
90 Cf. Ibid., 114d-e.
91 Cf. Terence Irwin. La ética de Platón. Tr. Ana Isabel Stellino. Ed. Universidad Nacional Autónoma de
México, 2000, p., 22. «Sócrates sostiene que la forma de interrogación sistemática que practica le
permite asegurarse el asentimiento de sus interlocutores a posturas morales que éstos rechazaban
firmemente, a menudo indignados, antes de enfrentarse a sus preguntas. El interrogatorio no es sólo la
vía por la que Sócrates alcanza casualmente su conclusión en esta oportunidad; el hecho de que se llegue
a la conclusión a través este tipo de interrogatorio forma parte de los motivos que Sócrates nos ofrece
para creer en esa conclusión. Afirma que los argumentos no son meramente los que le impresionan a él,
sino los que en verdad convencen a un interlocutor normal que aborda las preguntas de la manera
correcta».
92 Cf. Ibid., 106a.
93 Cf. Proclus, p., 228. «Présentement donc, Socrate a suscité en Alcibiade une admiration plus grande:
Tu me parais, maintenant, dit-il, en effet, plus admirable que lorsque tu me suivais en silence. Par
conséquent, aussi bien lorsqu’il est silencieux que lorsqu’il parle, le sage est digne d’admiration pour
ceux qui ont une nature semblable».
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SECCIÓN PRIMERA
Sócrates. La confianza y la admiración tienen que ver con el desarrollo por parte de
Alcibíades de la idea del cuidado de sí mismo
Asimismo, en este texto, nos dedicaremos esencialmente a analizar y contestar a
tres preguntas formuladas por Foucault a partir de la lectura del texto de Alcibíades para
interpretar lo que es el cuidado de sí y su función. Las preguntas a que nos referimos
son éstas:
■
¿Cómo es que Sócrates y Alcibíades empiezan a hablar del cuidado de sí
mismo en el diálogo?
■
¿Qué es este sí-mismo?
■
¿En qué debe consistir esta ocupación, este cuidado, esta epimeleia?
■
El análisis de estas tres preguntas será un tema recurrente en todo el texto y es
también a través de este análisis que se fundará esencialmente la comprensión
de la cuestión del cuidado de sí y de la nueva educación política y moral
introducida por Sócrates.
3.
SUJETO Y VERDAD.
Έλεγκος 94-, este famoso método socrático de examinar las propuestas y las
opiniones de sus interlocutores a través de preguntas que muchas veces suelen
desestabilizar sus pretendidos conocimientos, estará en la base y en el origen del nuevo
94 Cf. José Antonio Caballero López en introducción y notas de Jenofonte (Apol, Banquete y Recuerdos
de Sócrates). cit. p., 60. «El sustantivo élenkhos posee con frecuencia un significa más especializado y en
el ámbito de la dialéctica se refiere al método refutativo que solían emplear Sócrates y los socráticos y
que consistía en someter al interlocutor a un interrogatorio para hacerle caer en contradicción y
reconocer que no sabe aquello que creía saber».
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SECCIÓN PRIMERA
diálogo entre sujeto y verdad instaurado por Sócrates. En Jenofonte, más que en Platón,
este método estará al servicio de la educación moral 95.
Sócrates utilizará este método no sólo con la intención de demostrar 96 el
conocimiento (esta será sobre todo la vía platónica del elenchos), sino también con el
fin de mostrarles que efectivamente no saben lo que dicen saber, también es de
invitarles a pensar en las preguntas antes de responderlas. El hecho de incitarles a
pensar en las preguntas más que a contestarlas, les hace salir de los tópicos y de los
conocimientos padrones. La salida de este entorno del saber no-saber les abre la puerta
para un principio de la dialéctica de sí, les permite desarrollar más un dialogo de sí para
sí y, naturalmente,- un diálogo del sujeto con su propia verdad. A partir de este
planteamiento, la persona descubre que primero de todo, es a ella misma a quien tiene
que decir la verdad 97, preguntarse a sí misma sobre su saber, sobre su realidad. En este
sentido, el elenchos socrático va al encuentro tres de las principales recomendaciones
délficas de prudencia.
95 Cf. Jenofonte, (Apología, Banquete, Recuerdos de Sócrates), Recuerdos de Sócrates, I, 4 (nota 71).
Introducción y notas de José Antonio Caballero López. Alianza Editorial, Madrid 2009. «El élenkhos, ese
modelo de «refutación» que consiste en someter a interrogatorio a sus interlocutores para hacer caer en
la cuenta de su error de razonamiento y que en Jenofonte está puesto al servicio de la educación y de la
moral: Cuando Sócrates refuta a alguien no sólo es para demostrarle su error de razonamiento, sino
también para reconvenirle y dirigirle a la virtud. También en Apología 1 y en Recuerdos IV 3,2, Jenofonte
alude a relatos de otros que tienen a Sócrates por protagonista (…)».
96 Cf. Irwin. cit. p., 42. «En el Cármides, asegura que ignora lo que es la templanza, pero indaga
(zetein). El propósito del interrogatorio y de la refutación consiste en investigar la verdad, y de
deshacerse de la falsa presunción de conocimiento forma parte de esta indagación (Cár. 166c7-c2).
Sócrates no sugiere que el elenco simplemente se limite a revelar la ignorancia ni que se requiera de otro
método para descubrír la verdad; piensa que el éxito o el fracaso de una definición tentativa que se pone
bajo interrogatorio muestra su verdad o su falsedad».
97 Cf. Ibid., cit, p., 44. «Esta exigencia de sinceridad pretende distinguir la argumentación socrática de
la forma “erística” (“contenciosa”) de argumentación expuesta en el Eutidemo. La erística no le permite
al interlocutor ninguna oportunidad genuina de manifestar sus opiniones. Como el interrogador exige
una respuesta de si o no, le impide al interlocutor añadir salvedades que expresarían mejor sus
creencias. En muchos casos el interlocutor es refutado independientemente de la respuesta que ofrezca. Si
sospecháramos que Sócrates confirma los temas en discusión por medio de alguna de estas tácticas, no
tendríamos motivos para pensar que hace algún progreso en la comprensión de las virtudes. Sócrates
rechaza las tácticas erísticas: espera que sus interlocutores observen los conflictos que van descubriendo
y los resuelvan a la luz de lo que realmente creen».
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SECCIÓN PRIMERA
No obstante, como se puede ver en la Apología, el elenchos va más allá de una
simple recomendación porque puede abrir la puerta a un drama sobre sí mismo. En él ya
no basta solamente ser prudente, es preciso sobre todo ser verdadero, conocer la verdad
y obrar por y con la verdad. Naturalmente, el planteamiento no es tan sencillo como
puede parecer al inicio, porque como él propio Sócrates le reconocerá en el Teeteto 98, él
no da ninguna respuesta, sino que es el propio interlocutor quien encuentra su camino
gracias a las preguntas formuladas por Sócrates. Sin embargo, dice Irwin, para saber si
la actitud de Sócrates está justificada en este su intento de traer la luz sobre la
ignorancia de sus interlocutores, hay primero que conocer los propios planteamientos de
los interlocutores 99. A través de las aporías Sócrates deja una inquietud en el interior de
su interlocutor, plantea problemas de varias naturalezas; problemas a los cuales, de
acuerdo con el método que lleva a uno mismo a construir un diálogo consigo mismo,
permite resituarse prudentemente en la línea de la verdad.
Por ejemplo, de acuerdo con el primer precepto del oráculo de Delfos, asociado
al «gnôthi seauton», se exigía a los que iban a pedir, que examinasen bien lo que
deseaban pedir. Sócrates, al retomar este precepto, lo aborda desde dos puntos de vista,
que en su momento tendremos la oportunidad de examinar. El punto de vista del sujeto
y el punto de vista de aquello sobre lo cual el sujeto practica su acción. El planteamiento
de esta cuestión obliga a un examen, obliga al sujeto a conocer su verdad. Es así que en
98 Cf. El Teeteto, 150c-e.
99 Cf. Irwin, cit. p., 45. «Para ver si los supuestos de Sócrates son justificados, necesitamos identificar
los principios que guían a los interlocutores cuando responden a las preguntas del Filósofo. Sócrates no
enumerar estos “principios rectores” del elenco, así que debemos tratar de descubrirlos gradualmente y
examinarlos. Por el momento basta observar que si el elenco sigue estos principios rectores, y Sócrates
los acepta, éste tiene buenos motivos para asegurar que el elenco permite hacer progresos en el campo
moral y que justifica las aseveraciones éticas definidas».
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SECCIÓN PRIMERA
la Apología 100 Sócrates decide investigar sobre si él era, de hecho, el más sabio de entre
los atenienses; y él tenía la noción de que no lo era. Para certificar sobre el oráculo de
Delfos, también decidió investigar a los que tenían fama de ser sabios. Con esta
investigación él llega a la verdad, pero llega a ella a través del diálogo del sujeto
consigo mismo, a través del diálogo entre el sujeto y su verdad. Un diálogo que implica
la transformación de uno mismo, como le sugiere Paddy Dolan:
Subjectivity is seen here as constructed through specific techniques connected
to specific discourses and knowledges and implemented in specific places. Each
has its own history and so attempts to connect across spaces are considered by
Rose to conflate separate domains of activity 101.
Este movimiento permite no solamente encontrar la ignorancia que se ignora,
sino que también permite rescatarla a partir de la consciencia del nuevo saber adquirido
y de la transformación de sí. El rescate de la ignorancia que se ignora es representado
como el diálogo del sujeto con su verdad, que conduce no solamente a práctica de su
libertad, sino que también conduce a una práctica de la parresía. Hierón de Jenofonte
es, por ejemplo, un texto, o una situación en donde se puede constatar a la vez, la
práctica de la libertad y la práctica de la parresía, el sujeto que dice verdad, sobre sí
mismo. Esto implica que el sujeto que contacta con su verdad, tiene primero que entrar
en sí mismo, no en el sentido de autoanálisis o de una mirada introspectiva 102, sino más
en el sentido de tener consciencia del límite, de la «finitud social» y de evaluación de su
100 Cf. La Apología, 21b.
101 Cf. Paddy Dolan. In Foucault Studies, Nº8, pp. 8-27, February 2010. p. 14.
102 Cf. La interpretación de Pierre Hadot es diferente. Para él, la palabra del oráculo invitaba a que la
gente se pusiese en contacto con su interioridad en el sentido de introspección, pero Foucault, Vernant,
Vlastos o Strauss no interpretan el «gnôthi seauton» como una lectura de la interioridad, entrar dentro de
uno mismo. También Taylor a su vez, afirma que “el lenguaje interior/exterior no figura en Platón ni, de
hecho, en ninguno de los moralistas antiguos” Cf. Taylor, Fuentes del yo. La construction de l’identidad
moderna. Paidós, Barcelana, 19961ª. p., 159; Cf. Pierre Hadot, Exercices spirituel et philosophie Antique.
Albin Michel, Paris 2002. p., 281-282.
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modo de vida. Esto porque, según Epíteto y Eduard Delruelle, en la causa está la
necesidad de determinar sus acciones, no solamente a través de su querer, su voluntad,
sino sobre todo a través de su modo de vida 103. Un modo de vida de subjetivación que
es presentado por Rose de la siguiente manera:
Perhaps, rather than narrativizing the ways of being human, we need to
spatialize being. Such a spatialization would render being intelligible in terms
of the localization of repertoires of habits, routines and images of selfunderstanding and self-cultivation within specific domains of thought, action
and value – libraries and studies, bedrooms and bathhouses, markets and
department stores, living rooms and coffee houses 104.
El planteamiento de Rose, al igual que de Foucault, muestra que la emergencia
de la subjetividad está muy ligada al espacio físico 105. También es desde este punto de
vista, esto es, desde el punto de vista de la inscripción de gnôthi seauton en el tiemplo
de Delfos, dice Foucault, que nos vemos delante de aquella que será la cuestión
103 Cf. Eduard Delruelle. Ed.c., p., 43. «Trata-se, de evidentemente, de algo completamente diferente
dessa espécie de introspecção psicológica que hoje somos convidados a realizar quando nos dizem: «seja
você mesmo», «descubra a verdade dentro de si», «parta à descoberta do seu inconsciente», etc. O
cuidado de si socrático é um cuidado racional de excelência, é a busca ponderada de uma forma bela de
existência. O sujeito faz de si mesmo uma espécie de escultura ou pintura. “A todo aquele que queira
iniciar-se na filosofia, Sócrates faz uma promessa: se pensardes por vós memos e se cuidardes de vós
mesmos sereis mais felizes e mais livres».
104 Cf. Paddy Dolan, o.c., In Foucault Studies, p., 14; Nikolas Rose,‛ Authority and the Genealogy of
Subjectivity. p., 304.
105 Cf. La Apología, 29d7-e2. «Mi buen amigo, siendo ateniense, de la ciudad más grande y más
prestigiada en sabiduría y poder, ¿no te avergüenzas de preocuparte de cómo tiendas las mayores
riquezas y la mayor fama y los mayores honores, y, en cambio no te preocupas ni interesas por la
inteligencia, la verdad y por cómo tu alma va a ser lo mejor posible?». También en Jenofonte podemos
encontrar esta preocupación de Sócrates en su diálogo con Antifonte. Antifonte piensa justamente que
Sócrates ha sacado de la filosofía lo contrario de que debería ser. Esto es, para él la filosofía debe
enseñar y ayudar a la gente a ser feliz, pero justamente, la vida de Sócrates refleja lo contrario de todo
eso. Cf. Recuerdos. I 6, 2-3. «Sócrates, yo pensaba que los que se dedican a la filosofía deberían ser más
felices, pero me parece que tú has sacado de la filosofía lo contrario. Al menos vives de tal manera que ni
un esclavo resistiría en casa de un amo con un régimen así: comes las comidas y bebes las bebidas de
peor calidad; llevas puesta una ropa que no sólo es mala sino que es la misma en inverno y en verano, y
vas por la vida descalzo y sin túnica. Además, no aceptas dinero, que alegra a los que lo reciben y que a
los que ya lo poseen les permite vivir con más libertad y más a gusto. En consecuencia, si, de la misma
manera que los maestros de otras actividades hacen a sus discípulos émulos suyos, así también vas tú
dejar a los que están contigo considérate un maestro de mala fortuna».
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SECCIÓN PRIMERA
fundadora de la relación entre el sujeto y la verdad 106. Lo que estaba escrito en esta
fórmula no era el conocimiento de sí, como tampoco era el conocimiento de sí como
fundamento moral y ni siquiera como algo relacionado con el dios. Desde la perspectiva
de Epíteto, esta frase estaba escrita en el lugar que representa el centro de la comunidad
humana, el lugar en donde todos los hombres son invitados a pasar, para empezar a
pensar en ellos.
¿Qué representa este lugar para Epíteto y para los griegos? Pues bien, representa
el centro de la verdad y, por eso mismo, representa el lugar más importante de la
humanidad 107, el espacio físico referencial de la subjetividad para el buen griego. Sin
embargo, Epíteto tiene consciencia de la oscuridad de esta frase, gnôthi seauton (III, 1,
18), una frase que nadie comprende, dice él, pero que pretendía hacer que los hombres
tomasen consciencia de ellos mismos 108, una consciencia que no es egoísta. Epíteto sabe
de la dureza de este oficio, el oficio de decir la verdad, sabe que a la gente no le gusta
que se le diga la verdad. Desde esta perspectiva, presenta a Sócrates como testigo, el
que dice la verdad, pero a quien nadie escucha. El “conócete a ti mismo”, que aparece
en Epíteto ligado a Sócrates, ya tiene el significado de alguien que se dedica al cuidado
de los demás.
Socrate réussissait-il à persuader tous ceux qui venaient à lui de prendre soin
d’eux-mêmes? 109.
106 Cf. HS, «Clase de 6 de Enero 1982», p., 5.
107 Cf. Épictéte, Entretiens, III, 16-20. Tr. J. Souillé, Les Belles Lettres, Paris 1963. p., 8.
108 Cf. Eduard Delruelle. cit., p., 43. «Como se puede ver, no hay aquí cualquier prescripción del
egoísmo o de auto-recogimiento. Al contrario, la preocupación ética con el si es indisociable de la
preocupación política con la ciudad. Un ciudadano que no cuide de sí mismo, de su pensamiento, de su
alma, arriesgase a dar poca atención al interés general. Cuidar de sí, es reflexionar sobre sí mismo,
examinar lo que es o no importante en la vida y determinar el verdadero valor de las cosas.».
109 Epíteto. III, 1, 19. « ¿Será que Sócrates convencía a los que iban hablar con él que cuiden de ellos
mismos?».
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Sabemos que esta pregunta ha sido respondida por Sócrates en el inicio de la
Apología, pero aquí, Epíteto ya asocia prácticamente a Sócrates con la función de cuidar
a los otros, epimeleia heautou. Sin embargo, la frase «conócete a ti mismo» que estaba
escrita a la entrada del templo de Delfos, formaba parte de un conjunto de
recomendaciones de prudencia que eran presentadas a todos los que iban al templo para
contactar y consultar con el oráculo. Desde este punto de vista, el “conócete” se inscribe
en una línea vulgar de recomendaciones de la práctica de prudencia que era común en la
antigua Grecia. Esta práctica no ligaba al sujeto con la verdad o a la verdad y, en
muchos casos, se limitaba a temas que tenían que ver con la prudencia y el cumplimento
de los privilegios, como lo veremos más adelante.
Para Epíteto, esta frase estaba escrita en este lugar para invitar a los hombres a la
perfección, al descubrimiento de la perfección. Descubrimiento que es realizado a través
del trabajo. Así, Sócrates es presentado justamente por Epíteto como ejemplo
paradigmático de alguien que conduce a los hombres al encuentro de esta perfección
(Entretiens, III, 1, 22) 110. Es también en esta línea que Sócrates enseña, dice Epíteto,
que no basta con saber de memoria el «conócete a ti mismo», sino que es necesario
trabajar la belleza del objeto que este “conócete a ti mismo” anuncia.
Sache donc qu’en te rendant tel, tu te rendras également beau; mais, tant que tu
négligeras ces vertus, tu seras nécessairement laid, quelque artifice dont tu
puisses user pour paraître beau 111.
110 Cf. La Apología, 30, a-c.
111 Cf. Épictéte, Entretiens, III, 1, 16-20. cit., p., 6. « Sepa por lo tanto, que al tornarte como tal, tú te
haces igualmente bello; pero, mientras descuides estas virtudes, aunque hayas utilizado algunos artificios
para parecerte bello, tú serás necesariamente feo».
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SECCIÓN PRIMERA
Esta frase de Epíteto tiene todo el sentido en este diálogo de Alcibíades, toda vez
que también va a estar en juego el trabajo que él tiene que hacer para desarrollar la
belleza de su alma, la formación responsable de su alma. Y a este respecto, Proclo va
más lejos, o es más radical.
Porque si decimos que el diálogo tiene como fin el cuidado de sí mismo y el
conocimiento de sí, no hay duda de que estamos delante una afirmación
correcta, pero debemos tener presente en espíritu que el cuidado de sí mismo//
solamente puede constituir para nosotros nuestro fin y nuestro bien a partir de
la demostración del diálogo 112, y el problema examinado en el diálogo, sobre lo
cual se hacen todos estos razonamientos, es el de conocerse a sí mismo 113.
A partir del “gnôthi seauton”, Sócrates no solamente va a crear un diálogo entre
sujeto y verdad, sino que también, va a hacer que el hombre sea maestro de sí mismo, a
partir del conocimiento de sí. Desde el punto de vista del “gnôthi seauton” que dice,
Foucault, citando la interpretación de Roscher:
Au moment où tu viens poser des questions à l’oracle, examine bien en toimême les questions que tu as à poser, que tu veux poser ; et puisque tu dois bien
réduire au maximum le nombre de tes questions et ne pas en poser trop, fais
donc attention à ce que tu as besoins de savoir 114.
112 Cf. A este respecto, Foucault hace un análisis profundizado (Tecnologías del yo, p., 56) intentando
saber de primeras cómo se ha introducido la cuestión del cuidado de sí en el diálogo; también se coloca la
cuestión de saber, cuáles son las razones o motivaciones que llevaran a Sócrates y a Alcibíades a abordar
la problemática del cuidado de sí. En todo caso, como ya ha sido demostrado en la introducción, la
cuestión aparece justamente a partir de la duda de Sócrates en relación la aprehensión de Alcibíades, su
voluntad de tornase consejero de los atenienses. Esta desconfianza conduce a una cosa ya esperada, por lo
menos por Sócrates: Alcibíades no tiene condiciones para postular al cargo que desea. Sócrates le hace
ver que a su alrededor tiene adversarios internos y externos, y en lo que toca a los adversarios externos, él
no tiene de momento como competir con ellos, porque estos contrariamente a la educación política de
Alcibíades, la reciben desde niños. Después de esta revelación, Alcibíades quiere saber qué debe hacer,
entonces Sócrates sugiere que tome cuenta de sí mismo, que cuide de sí mismo.
113 Cf. Proclus. cit.,. p., 8. «Car si on dit que le dialogue a pour but le souci de soi-même et la
connaissance de ce soi, sans doute est-ce là une affirmation correcte, mais on doit avoir présent à l’esprit
que le soin de soi-même ne // doit constituer pour nous notre fin et notre bien qu’au terme des
démonstrations du dialogue, et le problème examiné dans le dialogue, en vue duquel se font tous ces
raisonnements, c’est de se connaître soi-même»
114 Cf. HS, «Clase de 6 de Enero 1982», pp., 5-6. «En el momento que tú vienes cuestionar al oráculo,
examina bien en ti mismo las cuestiones que tú tienes que hacer; y como tú debes reducir el número de
tus cuestiones al máximo, tienes que poner atención en aquello que tú necesitas saber».
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SECCIÓN PRIMERA
Aquí, en este análisis o interpretación de Roscher, hay sobre todo que destacar
dos expresiones: «examine en toi-même» y « fais donc attention». Al inicio vimos como
elenchos está en el origen del diálogo entre sujeto y su verdad o entre sujeto y verdad.
Sócrates, al exigir a su interlocutor un examen más cabal de sí, le obliga a dialogar
consigo mismo 115 desde el punto de vista de su verdad 116 (la verdad del sujeto), y es en
base a este diálogo consigo mismo que se establece una relación entre el sujeto y su
verdad. A partir de ahora, el sujeto tiene que, o debe tener, certeza sobre su verdad, debe
tener certeza sobre si el conocimiento que le ha sido atribuido corresponde a la verdad
efectiva. Por eso, cuando el oráculo dice, presta atención a aquello que necesitas saber,
lo dice en el sentido, «concéntrate en lo esencial». Este concéntrate en lo esencial lo
encontramos ya cuando Sócrates dice a Alcibíades, «no te preocupes». Y ¿por qué no te
preocupes? No te preocupes por aprender, sino, sobre todo, por cuidar de ti, porque es lo
que te interesa más, es lo que más importa para ti en este momento. No tengas prisa por
aprender, cómo será en Protágoras, sino en prestar atención (Prosochès), en lo que
debes hacer para cambiar tu situación de presente y futura.
115 Cf. Irwin. cit. p., 43. «Sócrates no sugiere que se dedique a dos actividades diferentes: el
interrogatorio a través del elenco y la exhortación a poner mayor cuidado en la observación de la virtud,
sino que el elenco es en sí mismo un medio para persuadir a las personas de que se preocupen por la
virtud. Expresa esta misma opinión en el Critón. Asegura llegar a sus concepciones sobre la justicia
“dejándome convencer únicamente por el argumento (logos) que me parece el mejor en cada ocasión que
lo discuto” (logizomenō(i)); que me parece el mejor en cada ocasión que aceptó anteriormente (Cri.
46b3-c6, 48b4-6, 48d8-49a2, 49a4-b6, 49c10-e3). Cree que la argumentación por medio del elenco le
proporciona a él, y no sólo al interlocutor cuyas opiniones se examinan, buenos motivos para admitir las
conclusiones y actuar de acuerdo con ellas».
116 Cf. Apología, 29e3-30a1. «Y si alguno de vosotros discute y dice que se preocupa, no pienso dejarlo
al momento y marcharme, sino que le voy a interrogar, a examinar y a refutar, y, si me parece que no ha
adquirido la virtud y dice que sí, le reprocharé que tiene en menos lo digno de más y tiene en mucho lo
que vale poco». Esta posición de Sócrates es igual al planteamiento que hemos visto con Proclo (p., 3)
como la construcción de la subjetivad tiene que pasar necesariamente por la escucha de la alteridad, la
escucha del opinión del otro sobre uno mismo. Esta escucha que puede ser representada por las
exhortaciones, refutaciones o disuasiones puede permitir al sujeto de contactar con su verdad y hacer el
conocimiento de sí mismo.
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SECCIÓN PRIMERA
En la Apología, Sócrates parece suponer que las conclusiones de un elenco
deben tomarse seriamente en el sentido antedicho, pues indica que participar
en el elenco constituye un medio de reforma moral. Pregunta a las personas si
no les avergüenza consagrar sus fuerzas a acumular posesiones, mientras hacer
caso omiso del cuidado de su alma. Si los interlocutores dicen que sí se ocupan
del cuidado de su alma, Sócrates los interrogará; si afirman que poseen la
virtud, cuando en realidad no es así, los criticará por trastocar sus valores
(29d7-30a2). Sócrates defiende una “vida sometida a examen”, que incluya la
discusión diaria de la virtud; este género de vida constituye el mayor bien de
los seres humanos (38a1-6) 117 .
En la misma línea, también Foucault utiliza la interpretación de Defradas 118,
según el cual, el “gnôthi seauton” del oráculo de Delfos quiere alertar a las personas del
hecho que no pasan de mortales, que ellas no son dioses, y que por eso no pueden
presumir mucho de sus fuerzas ni deben arriesgarse a enfrentar a las fuerzas divinas119.
Así en este registro se continúa hablando o presentando el «conócete a ti mismo» como
un precepto de prudencia y, según Leo Strauss y Vernant, como una noción de la
consciencia del límite. Una consciencia que es adquirida naturalmente en el contexto del
diálogo entre sujeto y verdad. Es sólo dentro de este planteamiento que se puede
explicar y comprender las palabras del oráculo y sus recomendaciones.
Se puede ver en estas palabras de Epíteto 120 la importancia de decir la verdad a
sí mismo y al que viene a nuestro encuentro. Epíteto destaca sobre todo el hecho de que
aquel que va al encuentro del otro pueda disfrutar de la corrección de aquel a quien él
consulta. Esto es, el que consulta a otro espera de él la verdad. Espera la verdad porque
117 Cf. Irwin. cit. p., 43.
118 Cf. HS, cit., «Clase de 6 de Enero 1982», p., 6.
119 Cf. Foucault, Tecnologías del yo. o. c. p., 51.
120 Cf. Épictéte, Entretiens, III, 1, 10-11. cit., p., 7.«Sur ce, je ne sais plus comment te parler, car, si je te
dis ce que je pense, je vais te froisser et tu t’en iras peut être pour ne plus revenir. Et si je ne te le dis pas,
vois quelle sera mon attitude car tu viens à moi pour en retirer quelque profit, et moi je ne suis te servirai
en rien; tu viens à moi comme à un philosophe, et moi je ne te tiendrai aucunement le langage du
philosophe. De plus, comme ce serait agir cruellement en vers toi que de te laisse sans correction».
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SECCIÓN PRIMERA
nosotros también esperamos que aquellos a quienes consultamos nos digan la verdad,
sobre todo en el campo público: hacerlo mejor que el otro, hacerlo mejor que nuestro
vecino, dice Vernant comentando el conócete a ti mismo 121. Para Vernant, la
integración del sujeto en el mundo implica una forma de relación particular consigo
mismo y con los demás, y es también desde este punto de vista que el «gnôthi seauton»
no es una llamada a entrar dentro de sí mismo para «alcanzar por introspección un yo
oculto», un yo escondido.
En la misma línea, Foucault destaca que, en la antigua Grecia, la gente estaba
más preocupada por su condición moral, su conducta moral, por su ética en la relación
consigo mismo y con los otros, que con los problemas religiosos 122. Así, desde este
punto de vista, la máxima del oráculo era, antes de todo, una apelación a que cada uno
asuma sus límites, reconozca sus límites. Vernant mantiene que esta recomendación del
oráculo será llevada a cabo y vivida intensamente por él Sócrates de Platón de una
manera extrema, una vivencia que se hará sentir a partir de las enseñanzas del proprio
Sócrates. Para Vernant, Sócrates vive esta enseñanza cuando pide a su interlocutor que:
conozca lo que es realmente; que conozca lo que en él es él mismo, esto es, su
alma, su psykhé 123 .
En la misma línea, pero analizando el saber del interlocutor desde el punto de
vista del elenchos y de las opiniones populares, Irwin dice esto de Sócrates:
Sócrates no pretende, como Aristóteles, seguir el procedimiento dialéctico que
parte de las opiniones comunes. Dirige sus argumentos hacia un interlocutor
particular y, en ocasiones, reconoce que el punto de visa de este interlocutor
121 Cf. Jean-Pierre Vernant, Mythe et pensé chez les grecs. Paris, Maspero, 1965. pp., 183-184.
122 Cf. Dits et écrits II, cit., Nº 344. P., 1430.
123 Cf. Vernant, Mythe et pensée chez les grecs. cit, p., 183.
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SECCIÓN PRIMERA
puede no ser de aceptación general (Cri. 49c11-d5). Aun así, nos resultará útil
comenzar con una idea de las opiniones e interrogantes morales que la mayoría
tendría en mente al abordar los argumentos socráticos. Sócrates no puede
pasar por alto las opiniones comunes si afirma, como lo hace, que los
resultados de sus argumentos le proporcionan buenos motivos para considerar
sus propias concepciones morales como correctas (Cri. 46b3-c6). Si los
argumentos dependieran de la elección de interlocutores condescendientes, y
tomasen un rumbo completamente distinto si Sócrates partiera de puntos de
vista menos idiosincrásicos, no confirmarían una sólida justificación de las
concepciones de este último.
Aún más, si Sócrates pensara que existen ciertas posturas morales muy
difundidas, a las que se opone pero que no puede refutar, tendría que objetar la
manera en que se caracteriza a sí mismo. Afirma que va por ahí discutiendo
con todos los que se cruzan en su camino, “persuadiéndoos, jóvenes y viejos, de
que no pongáis tanta o más atención en vuestros cuerpos o posesiones como la
que ponéis en vuestras almas, a fin de volverlas lo mejor posible” (Ap. 30a7b3). Si Sócrates recorre el mundo discutiendo (como asegura) con todos los que
se cruzan en su camino, pero se abstiene de discutir con las personas que
rechazan algunas de sus controvertidas premisas, entonces su interés es mucho
menos universal de lo que aparenta.
Lo principal es que si Sócrates tuviera que admitir que sus afirmaciones
morales más que importantes no pueden se defendidas frente a oponentes que
se basan en las opiniones comunes, volvería su propia exhortación a examinar
la vida que uno lleva (Ap. 38a). Si, por el contrario, es capaz de defender sus
controvertidos postulados frente a interlocutores que inicialmente se inclinan a
rechazarlos, demostrará que sus afirmaciones deben tomarse en serio.
Tenemos, pues, que considerar no sólo su manera de confrontar los puntos de
vista que discute, sino también si aborda todas las cuestiones que debe discutir.
Para comprender cuáles son estas cuestiones, es preciso hacernos una idea de
las opiniones comunes en torno a los principales temas que se tratan en los
diálogos 124.
Y es eso lo que va a acontecer con Alcibíades cuando Sócrates le dice, «no te
preocupes, todavía tienes tiempo para cuidar de ti125, todavía tienes tiempo para
examinar la vida que llevas cuidando de ti». Este «cuidado de ti mismo» que en su
momento tendremos ocasión y posibilidad de discutir y analizar, llevará a Alcibíades a
cambiar sus primeros planes (gracias a un trabajo o gracias a los efectos del elenchos).
124
Cf. Irwin. cit. pp., 62-3.
125 Cf. El Alcibíades, 127e
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Sin embargo, hay que señalar que el «conócete a ti mismo» produce paradojas, y que
estas mismas paradojas conducirán a la valoración del gnôthi seauton y a la devaluación
de epimeleia heautou 126. Foucault destaca el hecho de que durante la historia del
pensamiento, y particularmente del pensamiento filosófico, el gnôthi seauton se ha
tomado de diferentes formas para decir la misma cosa y que durante este proceso
también se ha subvalorado la epimeleia heautou. Naturalmente, esta subvaloración tiene
sobre todo que ver, dice Foucault, con el llamado momento cartesiano 127, ya que la
actitud cartesiana analiza el conocimiento de sí como la forma de la consciencia 128.
Al colocar el principio de la evidencia como una entrada directa para el ser,
Descartes parece alcanzar directamente el principio délfico de «conócete a ti mismo»,
pero no le alcanza 129 porque, según, Vernant, el cogito cartesiano era extraño para el el
hombre griego y el conocimiento que tiene de sí mismo; y era también extraño para la
propia experiencia que este hombre tiene del mundo, toda vez que, concluye Vernant,
ninguno de los dos se hace en la interioridad de la consciencia de la subjetividad 130. Sin
embargo, el problema cartesiano elimina la cuestión de la duda y, desde esta
perspectiva, va al encuentro del gnôthi seauton, que es:
“piensa bien en aquello que vas a pedir, fíjate bien. Asegúrate sobre aquello
que tú quieres”.
126 Cf. HS, cit., «Clase de 6 de Enero 1982», p., 14.
127 Cf. Ibid., HS., p., 15.
128 Cf. Tecnologías del yo. cit. p., 54. «Desde el siglo XVI, la crítica a la moral establecida ha sido
emprendía en nombre de la importancia que tiene el reconocimiento y el conocimiento del yo. por este
motivo, resulta difícil considerar el interés por uno mismo como compatible con la moralidad. El
«Conócete a ti mismo» ha oscurecido al «Preocúpate de ti mismo», porque nuestra moralidad insiste en
que lo que se debe rechazar es el sujeto».
129 Cf. Vernant, Mythe et pensé chez les grecs. cit., p., 183.
130 Cf. Ibid. p., 183.
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SECCIÓN PRIMERA
En este planteamiento, juega una parte importante el actuar del individuo en el
campo de la seguridad, en el campo de la reflexión y de la certeza. Desde esta
perspectiva, Descartes contribuyó mucho a la suplantación de epimeleia heautou por
gnôthi seauton, toda vez que la gran verdad del «conócete a ti mismo» estaba
justamente en el hecho de que este precepto tenía como pretensión llevar directamente
al reconocimiento de sus límites y al encuentro con la “verdad” de “sí mismo” y con la
“certeza de su verdad”.
Con Descartes, la rehabilitación de la certeza y el énfasis en el conocimiento
como primera necesidad de todo, ha contribuido al mismo tiempo a la descalificación
del cuidado de sí mismo, epimeleia heautou 131; aquí se afirma, con el momento
cartesiano, que el sujeto solamente puede tener acceso a la verdad a través del “sabercerteza”: el conocimiento y las condiciones de acceso a la verdad. Es decir, el
conocimiento se hace y se da a través del estudio y de la moral; de modo que, para que
el individuo se conozca, epimeleia heautou ya no es importante o ya no resulta
imprescindible.
El momento cartesiano en lugar de solucionar el problema del saber en lo que
toca al cuidado de sí, no hace más que crearlo. Al reducir el saber y el conocimiento a
certeza, o a una forma de certeza y, sobre todo, a evidencia 132, contribuyó a desacreditar
131 Cf.HS, cit., «Clase de 6 de Enero 1982», p., 19.
132 Cf. Derrida, L’écriture et la différence. Edition du Seul, Paris, 1967. pp., 78-89. «Et comment est-ce
que je pourrais nier que ces mains et ce corps soient à moi? Si ce n’est que je me compare à ces
insensés, de qui…, etc.» «Et je ne serai pas moins extravagant si je me réglais sur leurs exemples…». Y
Derrida comentando esta afirmación de Descartes en respuesta a Foucault (o contra Foucault), o por lo
menos contra la asignación del conocimiento sensible que Foucault critica a Descartes, dice lo siguiente:
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y minimizar el cuidado de sí. Pero la pregunta que Foucault hará en la redacción de
Aufklarung, que además será en otro contexto, es similar a la pregunta que
encontraremos en su momento formulada por Sócrates a Alcibíades.
¿sabes bien hasta dónde puedes saber?, razona tanto como quieras, pero
¿sabes bien hasta dónde puedes razonar sin peligro?». La crítica dirá que
nuestra libertad se juega menos en lo que emprendemos, con más o menos
coraje, que en la idea que nos hacemos de nuestro conocimiento y de sus límites
y que, en consciencia, en lugar de dejar que otro diga «obedece», es en ese
momento, cuando nos hayamos hecho el propio conocimiento una idea justa,
cuando podremos descubrir el principio de la autonomía y cuando ya no
tendremos que oír el obedece; más bien, el obedece se fundará sobre la
autonomía misma 133.
La cuestión aquí planteada sobre el saber y la autonomía nos parece de capital
importancia, porque se presenta no solamente como transversal, sino también como
fundamental para tener conciencia de su límite. Recordar sumariamente que una de las
interpretaciones que estaba vinculada al oráculo de Delfos en lo que toca a “gnôthi
seauton” se refería a la autonomía del consultante y a su conciencia del límite. Y la
«On voit quel est le sens pédagogique du sed forte qui commande tout ce paragraphe. C’est le «mais
peut-être» de l’objection feinte. Descartes vient de dire que toutes les connaissances d’origine sensible
peuvent le tromper. Il feint de s’adresser l’objection étonnée du non-philosophe imaginaire qu’une telle
audace effraie et qui lui dit : non, pas toutes les connaissances sensibles, sans quoi vous seriez fou et il
serai déraisonnable de se régler sur les fous, de nous proposer un discours de fou. Descartes se fait
l’écho de cette objection: puisque je suis là, que j’écris, que vous m’entendez, je ne suis pas fou, ni vous,
et ni sommes entre gens sensés. L’exemple de la folie n’est donc pas révélateur de la fragilité de l’idée
sensible. Soit. Descartes acquiesce à ce point de vue naturel ou plutôt il feint de se reposer dans ce
confort naturel pour mieux et plus radicalement et plus définitivement s’en déloger et inquiéter son
interlocuteur. (..). Descartes développe alors cette hypothèse qui ruinera tous les fondements sensibles de
la connaissance et ne mettra à nu que les fondements intellectuels de la certitude. […]. Dès qu’il a atteint
cette pointe, Descartes cherche à se rassurer, à garantir le Cogito lui-même en Dieu, à identifier l’acte du
Cogito avec l’acte d’une raison raisonnable. Et le fait dès qu’il profère et réfléchit le Cogito. C’est-à dire,
dès qu’il doit temporaliser le Cogito qui ne vaut lui-même que dans l’instant de l’intuition, de la pensée
attentive à elle-même, dans ce pois ou cette pointe de l’instant».
133 Cf. Foucault, Sobre la Ilustración. In estudios preliminares de Javier de la Higuera. Tra. Javier de la
Higuera, Eduardo Bello y Antonio Campillo. 2ª edición, 2006 y reimpresión, 2007. Tecnos, Madrid, 2007.
p. 13.
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crítica que Foucault plantea justamente aquí sobre la Ilustración 134 es ser consciente del
límite del saber, y eso, respecto al texto que estamos a tratar, implica que antes de tener
esta conciencia, hay necesariamente que hacer un trabajo en lo que toca al cuidado de sí,
un trabajo en lo que toca al sujeto y su verdad.
4.
EPIMELEIA O LA ESPIRITUALIDAD.
El momento cartesiano, con su ausencia de duda, ha contribuido a reducir
epimeleia 135 a un rincón de la espiritualidad, al mismo tiempo que le cierra el camino de
la verdad 136. La espiritualidad, dice Foucault, no acredita que el sujeto en sí sea capaz, y
niega que él tenga derecho o que pueda conocer la verdad por sí sola. Niega que la
verdad pueda ser dada al sujeto simplemente porque sea sujeto. Es dada porque el sujeto
está asociado a algo más, a la transformación.
Por ello, para tener derecho a esta misma verdad, así como para adquirirla, el
sujeto debe hacer modificaciones y cambios en sí mismo. Él tiene que poner en riesgo
su propia vida. La verdad viene de arriba y hay que sufrir mutaciones para recibirla y
134 Cf. Ibíd. ”La Aufklarung, consiste en reconocer los límites del conocimiento”. p., 14.
135 Cf. El Alcibíades, 134b-c; HS, Frédéric Gros, «Résumé du cours »,. p., 475. «Le terme même de
epimeleia ne désigne pas simplement une attitude de conscience ou une forme d’attention qu’on porterait
sur soi-même; il désigne une occupation réglée, un travail avec ses procédés et ses objectifs Xénophon,
par exemple, emploie le mot epimeleia pour désigner le travail du maître de maison qui dirige son
exploitation agricole. C’est un mot qu’on utilise aussi pour désigner les devoirs rituels qu’on rend aux
dieux et aux morts. L’activité du souverain que veille sur son peuple et dirige la cité est par Dion de
Prusse appelée epimeleia. Il faudra donc comprendre quand les philosophes et moralistes
recommanderont de se soucier de soi (epimeleisthai heautû) qu’ils ne conseillent pas simplement de faire
attention à soi-même, et d’éviter les fautes ou les dangers ou de se tenir à l’abri. C’est à tout un domaine
d’activités complexes et réglées qu’ils se réfèrent. On peut dire que, dans toute la philosophie antique, le
souci de soi a été considéré à la fois comme un devoir et comme une technique, une obligation
fondamentale et un ensemble de procédés soigneusement élaborés».
136 Cf. HS, cit., «Clase de 6 de Enero 1982». p., 16. Hay sin embargo que decir que esta afirmación será
rechazada por Pierre Hadot, como veremos en su momento. El propio Foucault hará una rectificación (cf.,
Les enchiques de si, DE II. nº 363., p., 1611) pero no ha hecho ninguna rectificación en relación a la
acusación que ha hecho a Descartes. Deja claro simplemente que el gnôthi seauton era muy valorada por
Sócrates y por Platón, y que la cuestión de la epimeleia heautou será sobre todo una cuestión desarrollada
por los neoplatónicos, pero que sin embargo, la valoración socrático-platónica del gnôthi seauton estaba
orientada esencialmente para la epimeleia heautou.
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SECCIÓN PRIMERA
estas mutaciones pasan por ejemplo por dos momentos: pasan por el amor y pasan por
el trabajo 137, esto es, por erôs y por askêsis. Para la espiritualidad, la verdad es aquello
que ilumina al sujeto y da la tranquilidad a su alma. Foucault defiende que, en la
antigüedad, la cuestión de cómo tener acceso a la verdad y la cuestión de la
espiritualidad no estaban separadas, no eran distintas 138. Desde esta perspectiva, dice,
Descartes 139 y Kant 140 también contribuirán al aislamiento de epimeleia heautou141,
particularmente cuando, dice Foucault, Descartes afirma que la filosofía es por sí sola,
auto-suficiente para el conocimiento, es por sí sola auto-suficiente para el saber, y el
137 Cf. HS, cit., «Clase de 6 de Enero 19821ª hora», p., 17.
138 Cf. Ibíd., HS, «Clase de 6 de Enero 19821ª hora». p., 18.
139 Cf. Afirmación también compartida por Paul Ricoeur (cf. José María Rubio Ferreres, Verdad y
Sujeto: de Heidegger a Ricoeur. In “El valor de la verdad. Hermenéutica, semántica, política.” editorial
Comares, Granada, 2000. pp. 164-168)
140 Cf. Hay que señalar sin embargo, que la posición de Descartes en esta materia es diferente de aquella
de Kant. Kant consigue pasar por encima de la cuestión de los límites del conocimiento para abordar la
cuestión de la naturaleza humana, el hombre y su presente, en la cual aborda también la cuestión de la
minoría o de la minoridad del hombre. Una minoridad que tiene justamente que ver con las cualidades de
los varios saberes que el hombre tiene de sí mismo. Este planteamiento kantiano nos parece muy
importante para este texto de Alcibíades, toda vez que una de las cuestiones centrales del texto será
justamente, por un lado, la caída de Alcibíades en cuanto ser que conoce, en cuanto persona que cree
conocer, que cree saber política y hacer política; y por otro, la toma de conciencia del hombre que él es, la
toma de conciencia de la persona que él es y al cual él debe cuidar. De ahí la llamada de atención de
Sócrates a Alcibíades. “No te preocupes, todavía tienes tiempo para cuidar de ti mismo”.
141 Cf. HS, cit., «Clase de 6 de Enero 19822ª hora», p., 27.
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sujeto inmoral también puede conocer la verdad 142. Desde este punto de vista se puede
decir que el corte con epimeleia se ha hecho, entre otros, con la regla de la evidencia143
y con el descubrimiento del cogito 144 de Descartes 145.
La visión de Hadot es completamente contraria a la de Foucault en este punto.
Hadot piensa justamente que Descartes ha traído una novedad positiva a pesar de sus
límites, límites además que tienen que ver con toda la influencia negativa anterior.
Sostiene que la filosofía universitaria anterior a Descartes y a partir de la cual Descartes
trabajará, no es una forma de vida, esto es, está distanciada del concepto de epimeleia
142 Cf. Francesco Paolo Adorno, La tâche de l’intellectuel. In Frédéric Gros, Foucault, le courage de la
vérité. Puff, Paris, 2002, pp., 55-56. «Les conséquences morales de ce changement se comprennent
immédiatement : Descartes considère qu’il est tout à fait possible qu’un sujet immoral ait accès à la
vérité : «Je peux être immoral et connaître la vérité. (Dits et Écrits, IV, pp. 410-411.)». Pour la
philosophie grecque en revanche, le rapport à la vérité est immédiatement moral : un individu dont on
reconnaît l’immoralité ne peut pas connaître le vrai cette différence est due au fait que la légitimité et la
validité d’une opinion, pour les Grecs, ne se manifestent pas dans le respect d’un critère inhérent aux
procédures d’énonciation elles-mêmes ; elles trouvent le critère de leur vérité à l’ extérieur d’ellesmêmes, dans la correspondance visible que s’établi entre le dire et el faire l’accès à la vérité requérait
pour les Grecs une transformation du sujet telle qu’elle le rendait moralement digne d’être considéré
comme sujet véridique. Pour Foucault le terme de comparaison négative est toujours Descartes : «Avant
que Descartes n’atteigne une évidence indubitablement claire et distincte, il n’est pas du tout certain que
ce qu’il croit soit effectivement vrai. En revanche, dans la conception grecque de la parrhêsia, il ne paraît
pas y avoir de problèmes quant à l’acquisition de la vérité, car, le fait de posséder la vérité est garanti
par la possession de certaines qualités morales : le fait de posséder ces qualités morales représente la
preuve qu’il a accès à la vérité, et vice versa. (R. Bordei, «Dire la verità»in M. Foucault, Discorso e
verità nella Grecia antica, Roma, Donzelli, 1996, p. XIII.)».
143 Cf. DE II, p., 1449. À propos de la généalogie de l’éthique, un aperçu du travail en cours.«S’il est
vrai que la philosophie grecque a fondé une rationalité dans laquelle nous nous reconnaissons, elle
soutenait toujours qu’un sujet ne pouvait pas avoir accès à la vérité à moins de réaliser d’abord sur lui
un certain travail qui le rendrait susceptible de connaître la vérité. Le lien entre l’accès à la vérité et le
travail d’élaboration de soi par soi est essentiel dans la pensée ancienne et dans la pensée esthétique.
Je pense que Descartes a rompu cela en disant: «Pour accéder à la vérité, il suffit que je sois n’importe
quel sujet capable de voir ce que est évident.» L’évidence est substituée à l’ascèse au point de jonction
entre le rapport à soi et le rapport aux autres, le rapport au monde. Le rapport à soi n’a plus besoin
d’être ascétique pour être en rapport avec la vérité».
144 Cf. También Heidegger hará esta misma crítica a Descartes en su El ser y tiempo. Dice Heidegger:
«Siguiendo una orientación historiográfica, puede ilustrarse así la mira de la analítica existenciaria:
Descartes, a quien se atribuye el descubrimiento del cogito sum como base inicial del moderno filosofar,
investigó el cogitare del ego –dentro de ciertos límites. En cambio, deja por completo sin dilucidar el
sum, a pesar de haberlo sentado tan originalmente como el cogito. La analítica plantea la cuestión
ontológica del ser del sum. Únicamente determinado este ser, resulta apresable la forma de ser de las
cogitaciones». Martin Heidegger, El ser y tiempo, Fondo de Cultura Económico. Tra. José Gaos, 200814ª,
México. p., 58.
145 Cf. HS, cit., «Clase de 6 de Enero 19822ª hora», p., 28.
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heautou 146; en otras palabras, era una filosofía presentada en forma de discursos
filosóficos y no en forma de vida filosófica, esto es, la transformación de sí. Sin
embargo Hadot reconoce que Descartes y toda la filosofía moderna han funcionado en
el ámbito de la filosofía como discurso filosófico y no como modo de vida, como
transformación de uno mismo 147, porque no ha podido evitar cometer los mismos
errores que han cometido la escolástica. Pero Hadot subraya que estos errores de los
modernos no quieren decir en absoluto que esta filosofía no haya tenido su momento de
contacto o de vivencia con el sentido de la filosofía de la antigüedad, la filosofía como
modo de vida. Pero insiste Hadot que no se puede situar la ruptura o la influencia
negativa del «conócete a ti mismo» sobre la «epimeleia heautou» a partir de Descartes.
Otro punto de divergencia entre M. Foucault y yo se sitúa a propósito de la
cuestión: ¿a partir de qué momento la filosofía ha dejado de ser vivida como un
trabajo de sí y sobre sí, o sobre uno mismo (ya sea para realizar una obra de
arte o para sobrepasar en la universidad)? Por mi parte, yo pienso que esta
ruptura debe ser situada en la Edad Medía, momento en que la filosofía se ha
146 Cf. Ángel Gabilondo y Fernando Fuentes Megías. Michel Foucault, discurso y verdad en la antigua
Grecia. Paidós I.C.E./U.A.B, 2004, Barcelona. pp., 26-27. «Foucault ha tematizado explícitamente,
siempre según su peculiar modo, el cuidado de sí (epimeleia heautoû) más como una incorporación que
como un despliegue de alguna supuesta interioridad. Vinculado a una serie de técnicas y de
procedimientos, consiste en un simple conocimiento de sí, y menos aún en cualquier forma de
introspección. Antes bien, la acción responde a todo un conjunto de actividades que incluyen tanto el
ejercicio físico como la escritura, la lectura o la meditación y que exigen articular nuestros espacios y
nuestro tiempo hasta conformar un modo de vida. Ello comporta un alcance político, ya que trastorna los
entornos, implica a los otros y se ofrece desafiante, con independencia de la voluntad explícita de que sea
así, respecto de modelos previamente definidos. Quien cuida de sí mismo resulta insurrecto, […]. Y en el
cuidado de sí cobra una singular importancia el cuidado de la palabra, más exactamente del decir cómo
decir verdadero».
147 Cf. Hadot. Exercices spirituels et philosophie antique. cit., pp., 297-298. «L’université scolastique
dominée par la théologie continuera à fonctionner jusqu’à la fin du XVIIIe siècle, mais du XVIe au XVIIIe
siècle l’activité philosophique véritablement créatrice se développera en dehors de la université avec
Descartes, Spinoza, Malebranche, Leibniz. La philosophie conquerra son autonomie à l’égard de la
théologie, mais ce mouvement que été né en réaction contre la scolastique médiévale se situera sur le
même terrain qu’elle. On posera au discours philosophique théorique un autre discours théorique.
A partir de la fin du XVIIIe siècle, la philosophie nouvelle fait son entrée dans l’université avec Wolff,
Kant, Fichte, Schelling et Hegel, et désormais la philosophie, à quelques rares exceptions près, comme
Schopenhauer ou Nietzsche, est liée indissolublement à l’université, comme on le voit avec Bergson,
Husserl ou Heidegger. Le fait a son importance. La philosophie, réduite, nous l’avons vu, au discours
philosophique, se développe définitivement dans un autre environnement, dans une autre atmosphère que
la philosophie antique. Dans la philosophie universitaire, la philosophie n’est évidemment plus une
manière de vivre, un genre de vie, à moins qu’elle ne soit le genre de vie du professeur de philosophie ».
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hecho auxiliar de la teología, y también con la integración de los ejercicios
espirituales en la vida cristiana, tornándose independiente de la vida filosófica;
la filosofía moderna ha descubierto poco a poco particularmente la concepción
antigua. Foucault, al revés, hace a Descartes responsable de esta ruptura, […].
Yo no estoy en absoluto seguro que sea exactamente así. Descartes ha escrito
precisamente las meditaciones: La palabra es muy importante. Y a propósito de
estas meditaciones, él aconseja a sus lectores a emplear algunos meses o
algunas semanas a «meditar» sobre la primera y la segunda, en las cuales
habla de la duda universal, y después de la naturaleza del “espíritu” 148. Esto
muestra bien que también para Descartes la evidencia sólo puede ser percibida
gracias a un ejercicio espiritual 149.
Esta afirmación o esta crítica de Hadot nos parece un poco descolocadas e
incomprensibles. En efecto, cuando Foucault habla de la ruptura a través de Descartes,
hace desde el punto de vista de la evidencia tal cual ella es conocida, o tal cual ella se da
a conocer en la conciencia 150 sin ninguna duda posible, y además, esta evidencia tenía el
carácter de conocimiento de un objeto que no acepta dudas. No habla de la ruptura de
Descartes como un ad inicium de todo este proceso, y lo dice bien claro.
Cuando yo digo «yo creo que esto se ha roto definitivamente», inútil deciros
que no lo creo en absoluto, precisamente teniendo en cuenta todo interés del
debate, se puede ver que los vínculos no se han roto bruscamente como por un
golpe de cuchillo.
[…]. La ruptura no se ha hecho así. Ella no se ha hecho el día que Descartes
ha puesto la regla de la evidencia, o el día que ha descubierto el Cogito, etc. El
148 Cf. Hadot, Ed. c. Exercices spirituels et philosophie antique. p., 310; Descartes, Réponse aux
secondes objections (contra les … Méditations), dans ch. Adam et P. Tanney (éd.), Œuvres de Descartes,
IX, 1, pp. 103-104
149 Cf. Ibid., c., pp., 310-311. «Un autre point de divergence entre M. Foucault et moi se situe à propos
de la question: à partir de quel moment la philosophie a-t-elle cessé d’être vécue comme un travail de soi
sur soi (que ce soit pour réaliser une œuvre d’art ou pour se dépassé dans l’université)? Pour ma part, je
pense que cette rupture doit se situer au Moyen Âge au moment où la philosophie est devenue l’auxiliaire
de la théologie et où les exercices spirituels ont été intégrés à la vie chrétienne et son devenus
indépendants de la vie philosophique; la philosophie moderne a découvert peu à peu et partiellement la
conception antique. Foucault, au contraire, rend Descartes responsable de cette rupture, […]. Je ne suis
pas tout à fait sûr que cela soit exact. Descartes a précisément écrit des Méditations : le mot est très
important. Et à propos de ces Méditations, il conseille à ses lecteurs d’employer quelques mois ou au
moins quelques semaines à «méditer» la première et la seconde, dans lesquelles il parle du doute
universel, puis de la nature de l’esprit. Cela montre bien que pour Descartes aussi l’évidence ne peut être
perçue que grâce à un exercices spirituel».
150 Cf. HS, cit., pp., 16; 184.
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trabajo ya había sido empezado hace mucho para desconectar el principio de
un acceso a la verdad que se hace únicamente a partir del sujeto que conoce y,
por otro lado, la necesidad espiritual de un trabajo del sujeto sobre él mismo,
que se transforma esperando de la verdad su iluminación y su transformación.
La disociación había empezado hace mucho y un rincón había sido encontrado
entre estos dos elementos. ¿Y piensan que este rincón debía ser encontrado de
lado de la ciencia? En absoluto. Tiene que ser procurado del lado de la
teología 151.
Foucault coloca el acento justamente en la teología representada por el
pensamiento intelectual vehiculado en la Edad Media, tal como lo hace Hadot. Por eso,
nos parece, que la crítica formulada por Hadot en este punto no es justa, porque al final
los dos están en la misma línea en lo que toca el planteamiento del origen de este
conflicto, así como también están en la misma línea en lo que toca a la cita que hacen de
Espinoza en relación a la cuestión de la verdad, o los caminos de la inserción del sujeto
con su verdad. Hadot cita la Ética, mientras que Foucault cita los primeros párrafos del
Tratado sobre el entendimiento. La diferencia nos parece sin embargo estar en la
interpretación del Cogito como la instancia del saber que no admite duda, el saber de la
certeza 152. Por lo demás en este punto en concreto, nos parece que tanto Foucault como
151 Cf. Ibid. p., 27-28. «Quand je dis «je crois que ça été définitivement rompu» inutile de vous dire que
je n’en crois pas un mot, que précisément tout l’intérêt de la chose, c’est que les liens n’ont pas été
brusquement rompus comme par un coup de couteau.
[…]. La coupure ne s’est pas faite comme cela. Elle ne s’est pas faite le jour où Descartes a posé la règle
de l’évidence, ou découvert le Cogito, etc. Il y avait bien longtemps que le travail avait été entamé pour
déconnecter le principe d’un accès à la vérité que se ferait dans le terme du seul sujet connaissant et,
d’autre part, la nécessité spirituel d’un travail du sujet sur lui-même, se transformant et attendant de la
vérité son illumination et sa transfiguration. Il y avait longtemps que la dissociation commençait à se
faire et qu’un coin avait été placé entre ces deux éléments. Et le coin bien entendu il faut le chercher du
côté de la science? Pas du tout. Il faut le chercher du côté de la théologie».
152 Cf. Francesco Paolo Adorno, La tâche de l’intellectuel. cit. pp. 54-55. «En efecto, según Foucault,
con Descartes una cierta manera de poner en relación a l sujeto y la verdad llega a su fin. La filosofía,
desde Platón, siguió dos caminos paralelos, el de estilización de la existencia y el del examen del sujeto
del conocimiento, protagonizados por dos manieras diferentes de interpretar el sí. Con Descartes, la
reflexión se vuelca casi exclusivamente direccionada al segundo momento. En detrimento de la
estilización de la existencia, «el conocimiento de sí (el sujeto pensante) tomó una importancia cada vez
mayor como el primer fundamento del saber (Las técnicas de sí, in Dits et Écrits, IV, p. 789)».
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Hadot están de acuerdo en que este corte de que habla 153 Foucault ya había sido
empezado antes de Descartes a través del endurecimiento de la teología, gracias a su
toma de posición como centro principal de la reflexión occidental a través de su
racionalidad, en donde el sujeto aparece como conocedor y donde Dios aparece como
creador, como el más alto punto de su perfección, como su realización última y como
modelo principal de este conocimiento 154. Así, la correspondencia entre un Dios que
conoce todo y el sujeto objeto de este conocimiento o susceptible de conocer a partir de
la orientación de la fe, permitirá que el pensamiento occidental, y en particular, el
pensamiento filosófico, se desvíe de la epimeleia heautou que había tenido antes en la
filosofía antigua la misión espiritual de hacer pensar 155. Con el cristianismo,
el ocuparse de sí empezó a ser visto como una forma de amor de sí, una forma
de egoísmo o de interés individual en contradicción con el amor que era
necesario dar a los otros 156.
Foucault aísla así dos relaciones entre el sujeto y verdad. La primera relación, más filosófica propiamente
hablando, interpreta el principio délfico a partir de una forma epistemológica; la segunda que él se
propone a definir como espiritualidad, coloca al contrario el problema de transformación que el sujeto
debe efectuar sobre sí mismo para poder tener acceso a la verdad. Más precisamente, la espiritualidad
«postula que tal como es el sujeto no es capaz de la verdad, mas tal como es, la verdad es capaz de
transfigurar y de salvar el sujeto». Con Descartes sin embargo, entramos en la «edad moderna de las
relaciones entre el sujeto y verdad» en la cual se afirma que «tal como es el sujeto, es capaz de de la
verdad, mas tal como es la verdad no es capaz de salvar el sujeto». Dicho de otra manera, «en la cultura
europea, y esto hasta el siglo XVI, la cuestión que estaba en el orden del día era: “¿Cuál es el trabajo
que debo efectuar sobre mí mismo a fin de ser capaz y digno de acceder a la verdad?”».
153 Cf. Ibíd., p.28. Foucault sitúa esta ruptura a partir del siglo V y en el conflicto que ha travesado todo
el cristianismo hasta el siglo XVII.
154 Cf. Aidid., p., 28.
155 Cf. Aquí hay divergencia. Hadot no concordará con esta posición. Para él, las Meditaciones
cartesianas son justamente testigos contra lo que dice Foucault, «no es un asar por ejemplo que si
Descartes intitula una de sus obras Meditaciones. Ellas son efectivamente las meditaciones (meditativo
en el sentido de ejercicio) según el espíritu de la filosofía cristiana de San Agustín, y Descartes las
recomienda como práctica durante algún tiempo», cf. ed. c. p. 299.
156 Cf. DE II., cit., Nº 356. p., 1531.
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El cuidado de sí, desde esta perspectiva, toma como camino prioritario la
renunciación de sí y la negación de sí para poder ganar la vida eterna 157. Pero para los
griegos, dice Foucault, buscar su salvación, la salvación de su alma, implica sacrificios,
ejercicios (askêsis), y significa cuidar correctamente de sí, participar en la actividades
de la ciudad, ser un agente político, mientras que para los cristianos va a ser lo
contrario: buscar su salvación implica renunciar a sí mismo 158, pero una renuncia no a la
manera socrática. Así, epimeleia heautou sale perjudicada sobre todo a partir del
conflicto que ha atravesado el cristianismo desde el siglo V hasta el siglo XVII, un
conflicto que puso frente a frente la espiritualidad contra la teología 159.
El Fausto de Goethe, por ejemplo, servirá para demostrar que no había un
conflicto entre la espiritualidad y la ciencia sino, más bien, entre la espiritualidad y la
teología, como ya lo hemos dicho. Todo este proceso histórico del conflicto teológico-
157 Cf. Foucault también muestra que aún antes de la era cristiana, pero en el campo bíblico, ya había un
desentendimiento, una desconfianza en relación a epimeleia heautou, y a este respecto presenta esta
narración de Filón de Alejandría: «Otro ejemplo proviene de un texto alejandrino. Sobre la vida
contemplativa, de Filón de Alejandría. Describe un oscuro y enigmático grupo en la periferia entre la
cultura helenística y la hebraica, llamado los Therapeutae, y marcado por su religiosidad. Se trataba de
una comunidad austera, consagrada a la lectura, a la meditación conciliadora, a la oración individual y
colectiva, y a las reuniones y banquetes espirituales (ágape, «fiesta»). Estas prácticas procedían de la
principal tarea: el cuidado de sí (De Vita cont. 36)». Foucault, Tecnologías del yo. o. c. p., 53; cf. Hannah
Arendt. La vida del espíritu. Paidós. Barcelona, 2002. P., 162. «En los tiempos anteriores al cristianismo
esta noción continuó siendo válida (se refiere a la noción de espectador) para la escuela de la antigüedad
tardía, cuando la vida en el mundo dejó de considerarse una bendición y dedicarse a los asuntos
humanos ya no se veía como una distracción frente a actividades más divinas, sino que pasó a percibirse
como peligrosa y aburrida en sí misma. Mantenerse al margen de las cuestiones políticas significaba
ocupar una posición ajena al tumulto y las miserias de lo humano y sus inevitables cambios»
158 Cf. Toda la doctrina evangélica es una doctrina de renuncia y de abnegación de sí mismo. Una
despreocupación con el mundo, con la “casa presente”. La doctrina evangélica es una entrega al futuro, a
la vida que viene, a los tiempos que han de llegar. En Mateo 5 (Las bienaventuranzas), encontramos el
paradigma del mensaje evangélico.
159 Cf. Ibíd. La clase de 24 de febrero de 1982 a la 2ª hora, p., 301.
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espiritual 160 permite decir que la teoría cartesiana del cogito viene simplemente a
completar una cadena que ya había sido empezado antes de Descartes 161, una cadena
representada por la oposición teológica a la espiritualidad. El “momento cartesiano” es
presidido por una importante cuestión colocada en el siglo XVII y que tiene que ver con
la relación entre las condiciones de la espiritualidad y el problema de inserción de los
métodos para llegar a la verdad 162. Los primeros párrafos del “Tratado de la reforma
del entendimiento” de Spinoza ilustran bien que no había un conflicto entre la ciencia y
la espiritualidad, sino más entre la teología y la espiritualidad 163.
160 Cf. Christian Jambet, Constitution du sujet et pratique spirituelle. In, Michel Foucault philosophe.
Rencontre internationale, Paris, 9, 10,11 Janvier 1988. Edition du Seuil, Paris, 1988. p. 284. «Quelle est
alors la grande différence entre ce «souci de soi» et celui que M. Foucault nous a appris à reconnaître
chez les théoriciens de l’éthique gréco-latine? Ramenée à ses éléments essentiels, elle nous paraît tenir à
ceci: chez Platon, ou chez les stoïciens, même si l’âme se guide sur un principe extérieur à elle, la Raison
universelle, ou bien l’Un ineffable, c’est en elle que subissent toutes les ressources dont elle a besoin pour
progresser. Mieux: elle est le sujet intégralement suffisant de ce progrès. A son niveau, elle trouve le guide
de sa propre liberté: l’«hégémonique», selon les stoïciens, ou cette bonne partie de l’âme qui ne sautait
volontairement désirer le mal. Tandis que pour les maîtres du sufisme, c’est l’Autre qui est le principe de
l’arrachement de l’âme à ses passions: le sujet du travail de soi sur soi est la beauté divine, l’unité
divine, toujours en position d’altérité radicale. C’est pourquoi le résultat que doit d’abord rechercher
l’apprenti spirituel est, paradoxalement, non le retour à soi, mais l’oubli de l’amour propre. Il reste,
cependant, que cet oubli de soi, l’oubli de l’âme oppressive, reconduit à la possession de l’âme apaisée:
il y a donc bien enfin retour à soi. L’Autre pur, l’unité divine, n’est conquis par la contemplation que dans
l’unité de soi-même où l’âme éprouve, ensemble, son évanouissement et sa surexistence.».
161 Cf. Foucault, Sobre la Ilustración. cit., p.,. 6. «Para hacer la historia de esta actitud crítica hay
muchos caminos. Quisiera simplemente sugerirles éste, que es un camino posible, una vez más, entre
muchos otros. Propondría la variación siguiente: la pastoral cristiana, o la iglesia cristiana en tanto que
desplegaba una actividad precisa y específicamente pastoral, ha desarrollado la idea –singular, creo, y
extraña completamente a la cultura antigua- de que cada individuo, cualesquiera que sean su edad, su
estatuto, y esto de un extremo al otro de su vida y hasta en el detalle de sus acciones, debía ser
gobernado y debía dejarse gobernar, es decir, dirigir hacia su salvación, por alguien a quien lo liga una
relación global y al mismo tiempo meticulosa, detallada, de obediencia. Y esta operación de dirección
hacia la salvación en una relación de obediencia a alguien debe hacerse en una triple relación con la
verdad: verdad entendida como dogma; verdad también en la medida en que esta dirección implica un
cierto modo de conocimiento particular y individualizante de los individuos; y, por último, en la medida
en que esta dirección se despliega como una técnica reflexiva que comporta unas reglas generales, unos
conocimientos particulares, unos preceptos, unos métodos de examen, de confesiones, de entrevistas,
etc».
162 Cf. HS. cit., p., 29.
163 Cf. Spinoza, B, Traité de la réforme de l’entendement. Tr. Alexandre Koyré, Paris, Librairie
Philosophique J. Vrin, 1984. Nº 11-16. pp., 10-14.
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SECCIÓN PRIMERA
La cuestión del acceso a la verdad ha sido discutida siempre en su campo
ontológico, el campo del ser. El sujeto que conoce la verdad tiene que ser el sujeto que
es transformado 164, el sujeto que se ha dejado transformar. La transformación pasa entre
otras cosas, por los ritos de iniciación y por la purificación 165. Nadie que no haya sido
purificado puede tener acceso a la verdad, ni a la verdad dada por Dios ni a la verdad
adquirida por el saber. Sin embargo, hay que decir también que había franjas que no
solamente rechazaban los caminos de la transformación de estas supuestas verdades,
sino que también rechazaban ser gobernadas a la luz de esta verdad 166.
No obstante, en lo que toca las prácticas de la verdad, queremos destacar entre
los ejemplos presentados por Foucault, dos que nos parecen muy importantes para
comprender la espiritualidad en su relación con la verdad. El primer ejemplo es el de la
concentración del alma 167. En el Protágoras vemos Sócrates preguntarle a Hipócrates
cómo se atreve a entregar su alma a Protágoras. Este mismo discurso sobre la
concentración del alma también se repetirá en Fedón, 67c, 70a, 83a. Foucault hace
alusión a la forma según la cual también el propio Platón conocía y practicaba estas
técnicas pitagóricas del cuidado de sí, y destaca que estas prácticas también serán
164 Cf. HS. p., 184. «En me connaissant moi-même, j’accède à un être qui est la vérité, et dont la vérité
transforme l’être que je suis et m’assimile à Dieu. L’homoiôsis tô theô est là. Vous voyez ce que je veux
dire. Alors qu’il est bien évident que la connaissance de type cartésien ne pourra pas être définie comme
l’accès à la vérité: mais ça sera la connaissance d’un domaine d’objets. Alors là, si vous voulez, la notion
de connaissance de l’objet vient se substituer à la notion d’accès à la vérité.».
165 Cf. Foucault, HS, cit., «Clase de 13 de Enero 19821ª hora», p., 47.
166 Cf. Foucault, Sobre la Ilustración. In estudios preliminar de Javier de la Higuera. o. c., pp. 7-8.
«Ahora bien, de esta gubernamentalización, que me parece bastante característica de esas sociedades del
Occidente europeo en el siglo XVI, no puede ser disociada, me parece, la cuestión de «cómo no ser
gobernado»”, […]. Quiero decir que, en esta gran inquietud acerca de la manera de gobernar y en la
búsqueda de las maneras de gobernar, se encuentra una cuestión perpetua que sería: «cómo no ser
gobernado de esa forma, por éste, en nombre de estos principios, en vista de tales objetivos y por medio
de tales procedimientos, no de esa forma, no para eso, no por ellos». Foucault destaca en (o.c., p., 9) que
el hecho de negarse ser gobernado por las formas o maneras que eran aceptadas por todos era considerado
como un acto contra las Escrituras, era una afronta a la verdad de la Biblia o de las Escrituras y de la
palabra de Dios.
167 Cf. El Protágoras, 312c.
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SECCIÓN PRIMERA
seguidas por el neo-platonismo, el estoicismo y el epicureísmo 168. El alma que produce
la verdad es aquella que no es dispersa y que no se pierde en las cosas inútiles.
El ejemplo de Protágoras muestra naturalmente como Sócrates se indigna
cuando Hipócrates decide entregar su alma al Protágoras, y la indignación de Sócrates
tiene que ver con el hecho que Protágoras ni siquiera sabe tener en cuenta su propia
alma, de modo que tampoco sabrá hacerlo con el alma de los demás 169.
El segundo ejemplo es de los anacoretas, su retirada del mundo para poder vivir
la verdad interior. Para Foucault, ellos practican una técnica de la ausencia visible, esto
es, su manera de ver el mundo es como si de hecho no lo vieran a ver. Todo lo que les
interesaba era su mundo espiritual, un mundo espiritual que es protegido por las
penitencias que hacen, una práctica muchas veces heredada del pitagorismo 170. Pero sea
como sea, todas estas prácticas confluyen en la pregunta central de los siglos XV y XVI
y que consiste en saber simplemente “cómo gobernarse” a sí y a mismo y los otros 171.
Se debate, por lo tanto, sobre las condiciones que deben ser impuestas al sujeto
para tener acceso a la verdad y cuál es la garantía de que estas condiciones impuestas al
sujeto puedan proporcionar aquello que es procurado 172, esto es, el bien supremo. La
epimeleia es, por ello, sustituida no solamente por la noción del conocimiento en cuanto
certeza, sino que también es sustituida por la noción racional del bien. Al margen de
esta sustitución, también se destacan dos consecuencia, para el sujeto, que según
168 Cf. HS, cit., «Clase de 13 de Enero 19821ª hora», p., 50.
169 Cf. El Protágoras 314e. La preocupación de Sócrates tiene que ver con el hecho de que Protágoras
parecía tener prisa mientras hablaba a su audiencia, y eso para Sócrates refleja una ausencia del dominio
de uno mismo y del control de su propia alma.
170 Cf. Ibíd., HS «La clase de 17 de marzo de 1981ª hora», p., 395.
171 Cf. Foucault, Sobre la Ilustración. In estudios preliminar de Javier de la Higuera. o. c., p. 7.
172 Cf. Spinoza, B, Traité de la réforme de l’entendement. cit., Nº 26. p., 22.
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SECCIÓN PRIMERA
Foucault, han sido muy bien trabajadas por Lacan: se trata de la cuestión del precio que
el sujeto tiene que pagar para decir la verdad y la cuestión del precio de los efectos que
todo eso tiene sobre él por haber dicho la verdad 173. Desde nuestro punto de vista, esto
no nos parece propiamente una novedad, porque nos parece que es la propia esencia del
acto de la parresía. Hay sin embargo que decir, desde el punto de vista de aquello que
Foucault denomina como la “crítica”, que las cosas cambiarán a partir de la reflexión
crítica:
“[…]el sujeto se atribuye el derecho de interrogar a la verdad acerca de sus
efectos de poder y al poder acerca de sus discursos de verdad; […]. La crítica
tendrá esencialmente como función la desujeción en el juego de lo que se
podría denominar, con una palabra, la política de la verdad”174.
Todavía, dentro de la problemática del decir la verdad desde el punto de vista de
la razón, esto es, la razón como el que tiene la última verdad, Foucault desarrollará, en
el segundo volumen de “Dits et écrits 175”, un estudio sobre sus efectos nefastos en la
política y, particularmente, sobre por qué los hombres del siglo XIX empezaron a
desconfiar del posible dominio de la razón en política. Para Foucault, el abordaje del
texto de Alcibíades hace aparecer la más antigua cuestión relacionada profundamente
con epimeleia heautou, esto es, su forma general de la espiritualidad. El texto viene por
eso en esta línea de la reflexión sobre el cuidado de sí, traer la reorganización progresiva
del cuidado de sí. En el fondo, el texto de Alcibíades en este aspecto viene a responder y
coincide con el cuidado de sí tema que también ha sido tratado en la Apología y en
Laques.
173 Cf. HS, cit., «Clase de 6 de Enero 19822ª hora», p., 31.
174 Foucault, Sobre la Ilustración. In estudios preliminar de Javier de la Higuera. o. c., p. 10.
175 Cf. DE II. cit., Nº 291. p., 953.
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SECCIÓN PRIMERA
5.
EL HOMBRE EN EPIMELEIA SOCRÁTICA Y EN EL SAPERE AUDE KANTIANO.
La preocupación por el hombre parece unir estos dos momentos de pensamientos
y de acontecimientos filosóficos tan lejanos uno del otro. En Eutifrón, Sócrates confiesa
a éste que su verdadero problema es el hombre, el cuidado del hombre. A su vez, Kant
al abordar el problema del conocimiento, hace hincapié en mostrar que el verdadero
problema humano no es el conocimiento, sino más bien, lo que el hombre hace con este
conocimiento. Así, el coraje de saber (sapere aude), o “atrévete a pensar”, sería el
momento de discutir el hombre en su diversas formas de adquirir estos saberes. Un
momento que, según Julián Sauquillo, representa la etapa en que la razón consigue su
madurez a través de la formulación kantiana de Was ist Aufklarung?
“[…], A partir de la formulación de esta pregunta, la filosofía se planteó como
indagación en torno a tres manifestaciones de la realidad: el pensamiento
científico, su plasmación técnica y la organización política.
Tras la crítica kantiana, el sujeto enunciativo de la verdad queda fijado al
espacio mediador de su finitud. La tarea de la filosofía no consiste en enunciar
la esencia última de las cosas, en alumbrar el conocimiento, sino en indagar las
condiciones de posibilidad en que se produjo el saber 176.
En este sentido, el movimiento kantiano se coincide con epimeleia socrática 177,
con la moralidad estoica y con la moralidad epicúrea a partir de la constitución del
sujeto como entidad moral y racional que crea no solamente sus leyes, sino que también
las universaliza 178. Lo que en realidad retira al hombre de su estado de minoría o de
minoridad, según este lenguaje kantiana es el conocimiento, el saber verdadero. Para
Kant, es la capacidad del hombre de reflexionar sobre sí mismo y sobre los
176 Cf. Sauquillo, Julián, Para leer a Foucault, Madrid, Alianza Editorial, 2001, págs. 11-176. (18).
177 Cf. Aquí ver sobre todo, la función de Elenchos socrático y la cuestión de veridificación de si en
Michel Foucault.
178 Cf. Foucault, Les mots et les choses. Editions Gallimard, Paris 1966, p., 339.
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acontecimientos presentes que acompañan su realidad lo que estará en la base de su
liberación de la minoridad.
“[…], es la reflexión, es la toma de conciencia, es la elucidación de lo
silenciado, la palabra restituida de lo que es mudo, la revelación al mundo de
esta parte de sombra que retira al hombre de sí mismo, es la reanimación de lo
inerte, es todo eso que constituye a sí mismo el contenido y la forma de la
ética.179”.
Naturalmente este planteamiento va al encuentro de la preocupación socrática
manifestada no solamente en Alcibíades, sino también en otros escritos, entre ellos la
Apología 30a y sq. El encuentro entre el saber socrático y el sapere aude kantiano
también tiene lugar en el plan ético-político. Como lo subraya Foucault, el
conocimiento del hombre está íntimamente ligado a la ética y a la política y, sobre todo,
está ligado en hacer que el otro del hombre se torne igual al uno mismo 180. Desde esta
perspectiva, el sapere aude también se encuadra perfectamente en el diálogo de
Alcibíades a través de la interpretación del presente, o mejor, a través de la ontología
del presente. Alcibíades es invitado a conocer al hombre que él se propone a aconsejar,
pero eso supone que primero tiene que conocerse a sí mismo. Es todo este proceso lo
que conduce a Alcibíades finalmente a una actividad política no solamente digna de este
nombre, sino que también le dignifica a él como hombre político y como sujeto ético y
moral. Al hacer este recorrido, él se torna igual a sí mismo, esto es, toca lo más
profundo de la teoría del pensamiento socrático, la cuestión de la función del alma y su
papel en el juego político.
179 Cf. Ibid . p.,339. «C’est la réflexion, c’est la prise de conscience, c’est l’élucidation du silencieux, la
parole restituée à ce qui est muet, la venue au jour de cette part d’ombre qui retire l’homme à lui-même,
c’est la réanimation de l’inerte, c’est tout cela qui constitue à soi seul le contenu et la forme de l’éthique».
180 Cf. Ibid., p., 339.
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SECCIÓN PRIMERA
En el plan socrático es el alma lo que nos hace igual a nosotros mismos y es
más, nos hace tornar semejantes a dios. Como veremos en Alcibíades, será el
conocimiento de su alma lo que le permitirá actuar como un buen político, como alguien
que conoce la justicia, y como un buen consejero de los atenienses. En el otro diálogo,
en el Teeteto 181, gracias a su conocimiento filosófico, el político puede aproximarse a
una semejanza a dios a partir de su actuar positivo y justo.
En el sapere aude kantiano presentado por Foucault, el conocimiento es
propuesto en dos vertientes positivas de la disposición moral de la humanidad, lo que se
manifiesta permanentemente en lo siguiente:
Esta causa moral presenta dos vertientes: primero, la del derecho de todo
pueblo a no ser obstaculizado por poder alguno a la hora de darse la
constitución civil que le parezca más oportuna; segundo, la del objetivo (que al
mismo tiempo es un deber) de que aquella constitución sólo sea jurídica y
moralmente buena en sí, cuando su naturaleza sea tal que pueda evitar por
principio la guerrea ofensiva […] 182.
Recordar justamente que, en el Critón, Sócrates se quejará de la ausencia de una
constitución que debería permita no solamente el desarrollo de un proceso justo, así
como también prever las condiciones finales de dicho proceso. Pero sea como sea aquí,
el análisis kantiano tiene todo sentido cuando es puesta en diálogo con el Alcibíades de
Platón. Como veremos en el apartado siguiente, Alcibíades tiene adversarios internos, y
181 Cf. El Teeteto 176b. cit; Michel-Pierre Edmond, Le philosophe-roi. Platon et la politique. Edition
Payot, Paris, 2006, p 17. “Jamais le mal ne pourra disparaître, car il subsistera toujours quelque chose
que tiendra tête au Bien; et puisque le mal ne peut avoir son siège parmi les dieux, il fait inéluctablement
sa ronde autour de la nature mortelle que a son lieu ici-bas. Aussi nous faut-il au plus vite décoller du
monde terrestre pour le ciel et, ce faisant, nous nous rendrons semblables au divin (homoiôsis theô)
autant qu’il est en notre pouvoir (dunaton). Devenir semblables à lui consiste à devenir justes (dikaion)
pieux (osions) dans la clarté de l’esprit (phronèsis) […]. C’est à d’un homme ou, tout au contraire, sa
nullité”.
182 Cf. Kant, El conflicto de las facultades. trad. Española en I. Kant, Ideas para una historia universal en
clave cosmopolita y otros escritos sobre Filosofía de la Historia. trad. de C. Roldán y R. Rodríguez
Aramayo, Tecnos, Madrid, 1987, p., 88.
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SECCIÓN PRIMERA
externos y necesita de un conocimiento político suficiente para poder hacerles frente.
Como dice Sócrates, la ausencia de la tekhnê constituye la condición de inferioridad de
Alcibíades en relación a ellos, particularmente en relación a los adversarios exteriores
(Persia y Esparta). Podemos decir que es esta falta de tekhnê lo que Kant llama
condición de minoría, cuya superación acontece solamente con la adquisición del saber,
y será eso lo propondrá Sócrates a Alcibíades para superar a sus adversarios internos y
externos a partir de un cuidado de sí mismo y a partir de la adquisición de la tekhnê.
El texto kantiano también cobra sentido aquí en lo que dice respecto a la
constitución política porque, justamente, Sócrates recuerda a Alcibíades como ha sido
muerto su padre, y la principal razón de su muerte según Sócrates es que no había una
constitución política ni jurídica (la noción clara del estabelecimiento del justo y del
injusto) 183, lo que favoreció existencia de un estado de naturaleza, de lucha de todos
contra todos en donde lo que cuenta es el límite de mi “puissance” en el sentido
espinoziano de la expresión. Alcibíades tiene por eso que preguntarse a sí mismo, ¿qué
se pasa con consigo
hoy, qué cosa debo hacer ahora? Tiene que centrarse en el
presente, cuestionar el presente, en donde él y sus posibles súbditos se encuentran.
Alcibíades tiene que interrogar la actualidad en cuanto evento que se propone dirigir y
representar. Su acción, su voluntad de dirigir, ya no están solamente ligadas al origen o
a la identificación con el resto de grupo, con la “comunidad humana”; él tiene que
presentarse como otro “nous”, como una ruptura que crea un nuevo tipo de pensamiento
a través de una estética de la existencia y a través de la problematización de la
actualidad y de la contestación del modelo antiguo del gobierno de sí y de los otros.
183 Cf. El Alcibíades, 112c.
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SECCIÓN PRIMERA
Dice Foucault, hay que preguntar cuál es el sentido y significado de la actualidad, del
presente, ¿para qué sirve el presente de Alcibíades?
Naturalmente, el presente de Alcibíades sirve para progresar, no en el sentido de
Protágoras, como ya ha sido dicho, sino más bien en el sentido de tomar conciencia del
sí y de cuidar de este sí mismo. Alcibíades tiene que analizar en análisis el sentido del
progreso, echar un vistazo a su pasado, a su presente y, finalmente, proyectar su futuro
siempre con la perspectiva de progresar para lo mejor. Pero para Sócrates, el progreso
está en el alma. ¿Cómo recibe las cosas? ¿Cómo transformarlas? Y finalmente, ¿cómo
tornarlas en una realidad de la vivencia cotidiana? Es desde esta lógica que Alcibíades
llegará a la conclusión de que al final no estaba en lo cierto y que había pasado mucho
tiempo en la ignorancia. Y aquí llegamos al punto álgido porque Alcibíades asume su
falta de saber, asume la ausencia del conocimiento en su vida práctica y en su día-a-día.
El hecho de asumir su ignorancia también despierta en Alcibíades un entusiasmo
para aprender a fin de a mejorar su condición, siguiendo con eso la propuesta socrática:
“Todavía tienes tiempo para aprender a cuidar de ti mismo”.
6.
EL
MOMENTO SOCRÁTICO- PLATÓNICO Y LA APARICIÓN DE EPIMELEIA
HEAUTOU.
El momento socrático-platónico de la epimeleia empieza sobre todo con el texto
de Alcibíades, con la segunda parte del texto (124a-135b). Sin embargo, hay que aclarar
que el imperativo positivo “cuidar de sí mismo”, no era una recomendación intelectual o
un consejo que una persona sabia y anciana daba a un chico, sino que era una vieja
sentencia dentro del mundo griego y de la cultura griega, particularmente de Lacedonia.
Foucault apoya esta afirmación a partir de un texto de Plutarco en donde reporta un
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SECCIÓN PRIMERA
diálogo entre Alexandridas 184, un habitante de Lacedonia y de Esparta, y otra persona.
Este diálogo entre Alexandridas y su compañero que Plutarco cita, tiene que ver con la
moral como una tentativa de la ética de existencia 185, y es desde esta perspectiva que
esta persona le a Alexandridas pregunta por qué los espartanos y lacedonios tienen
muchas tierras pero no las cultivan. Entonces Alexandridas responde: “Eh bien, tout
simplement pour pouvoir nous occuper de noûs-mêmes” 186.
Esta afirmación de Alexandridas, de que no cultivan la tierra porque tienen que
ocuparse de ellos mismos, dice Foucault, no tiene nada que ver con la filosofía, porque
esta gente, la gente de Esparta y de Lacedonia, no se dedicaban al trabajo intelectual.
Por ello, la acción de decir que no cultivamos la tierra porque queremos dedicarnos a
ocuparnos de nosotros mismos es simplemente una reproducción y una afirmación de
un modo de existencia ligada a un privilegio político 187, ya que no tiene ningún sentido
tener a los hilotes como personas que trabajan para ellos y no ocuparse de ellos mismos.
Ocuparse de ellos mismos sería por lo tanto una forma de activar sus privilegios
sociales, sus privilegios políticos y económicos.
184 Cf. Plutarque, Œuvres Morales, Tome III, 15 et 16. Tr. De François Furhmann, Les Belles Lettres,
Paris, 1998. pp., 171-172.
185 Cf. DE II., cit., Nº 344. p., 1430.
186 Cf. HS, cit., «Clase de 6 de Enero 19822ªhora». p., 33.
187 Cf. Humberto Cubides Cipagauta, Foucault y el sujeto político. cit. p. 40. «Una segunda
característica de la constitución ética clásica está relacionada con el hecho de que el dominio de sí y el
dominio de los demás están considerados de acuerdo con el mismo esquema, debido a que el individuo
debe gobernarse a sí mismo como gobierna la casa y como gobierna la ciudad: se trata de tres prácticas
del mismo tipo. En consecuencia, la askêsis moral hace parte de la paideía del hombre libre que tiene
una función por cumplir con la ciudad y con los demás. Por esto mismo, ocuparse de sí es básicamente
un comportamiento de elite, como se expresa en los escritos de Platón y Aristóteles: es una conducta, y
un deber, propios de aquellos privilegiados que están destinados a gobernar, entre otras razones, porque
supone tener cierta capacidad, disponer de tiempo, cultura y de la orientación de un maestro. Además,
tiene como efecto y propósito hacer de aquel individuo que puede ocuparse de sí alguien sobresaliente
con respecto a la masa. Por otra parte, la necesaria presencia del maestro supone una condición
formadora y una relación pedagógica, o más bien de paideia, pues cuidar de sí no se entiende meramente
como una acción de “aprendizaje”, sino como una forma de cultura que gira alrededor del mismo
principio de cuidar de sí».
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SECCIÓN PRIMERA
Por eso mismo, dice Foucault, cuando Sócrates va a retomar la cuestión de
epimeleia heautou, va hacerlo ya desde una práctica, desde una tradición ya existente188.
Asimismo, el primer paso de este encuentro con Alcibíades consiste en la constatación
por parte de Sócrates de que Alcibíades es presa de una preocupación (Alcibíades, 105a
-105e). ¿De qué se trata? El drama de sí en relación a su situación social y familiar, y su
interés en ser quien a partir de ahora domine a los demás, esto es, convertirse en
consejero de los atenienses (Alcibíades 104b y sq) 189. Todos los amigos de Alcibíades
se marcharon. El orgullo y la edad no han ayudado, pero Sócrates es el único que se
queda con él, no para adularle, sino más bien porque ha descubierto que tiene un
problema y decide ayudarle. Es por eso que le dirige la palabra por primera vez. La
preocupación de Alcibíades tiene que ver con que quiere ser alguien que dirige al
pueblo, es su principal preocupación. Su intención es la de transformar su estatuto de
privilegiado familiar a través de una acción política que debe consumarse como el
consejero de la ciudad. El acto de ignorar su belleza, no utilizarla para atraer a los
demás, sino más bien dejarla de lado y pensar únicamente en la ciudad, en la polis, hace,
dice Foucault, que el dios haya dicho a Sócrates: “ahora sí, ya puedes ir a hablar con él,
toda vez que ha cambiado su poder erótico o de erôs para pensar en la polis”.
Así, el cuidado de sí en este texto de Alcibíades, nace a partir del momento que
existe una preocupación de transformar la cuestión estatutaria, el privilegio estatuario en
el gobierno de los demás 190. Foucault piensa que el cuidado de sí parece ser una actitud
recurrente en Sócrates, porque además de los textos de Platón, también aparece en el
texto de Jenofonte. En Jenofonte, el interlocutor, Cármides, es una persona madura y
188 CF. HS. cit., «Clase de 6 de Enero 19822ª hora». p., 33.
189 Cf. Ibíd., «Clase de 613de Enero 19821ª», p., 50.
190 CF. Ibíd., «Clase de 6 de Enero 1982», p., 34.
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sabia, pero sin embargo, su timidez le impide tomar la palabra en público. Por eso,
Sócrates le dirá: «aplica tu espíritu a ti mismo, toma consciencia de tus cualidades, y
solamente así podrás participar en la vida política”. Mientras que, al revés, Alcibíades
que no es maduro y tampoco muy sabio, decide lanzarse a la política sin ninguna
preparación. Sea como fuera, dice Foucault, los efectos de Sócrates en ellos es el
mismo; el de cuidarles y de hacer que ellos mismos cuiden de sí mismos. Por eso, en
relación a Alcibíades, Sócrates le va a alertar: “es verdad que tú quieres gobernar la
ciudad, más para eso, tienes que tener en cuenta a dos tipos de rivales: a los rivales
internos y a los rivales externos” (Alc., 119a-124b) 191.
En relación a los rivales internos, Sócrates se refiere a la posibilidad de que haya
más gente dentro de la ciudad que quiera el mismo puesto que Alcibíades, esto es, ser
consejero de los atenienses. Alcibíades tiene por ello que contar con esta certeza o con
esta concurrencia. Después, también tiene que contar con otra adversidad el día que
empiece a gobernar la ciudad, porque ahí encontrará a los rivales externos,
representados por los países limítrofes, Esparta y Persia, países que, según el aviso que
Sócrates da a Alcibíades, son mucho más fuertes que Atenas, pueden ganar a Atenas.
Todo eso sería un gran problema para él como gobernante. Sócrates presenta a
Alcibíades aquello que para él puede constituir una dificultad. Alcibíades no tiene las
riquezas que tiene el rey de los persas, como tampoco tiene la educación que tienen los
persas y los lacedonios. Lo mismo se puede decir de la educación de los espartanos, no
como modelo, sino más bien como calidad de perseverancia y de cómo hace bien a la
191 Cf. Aquí, Sócrates le pide a Alcibíades que le cite una única persona que haya tenido contacto con
Pericles y que de este contacto haya salido bien formada para desempeñar funciones políticas o públicas.
El propósito de este paso es mostrarle a Alcibíades que no le basta que ser el protegido de Pericles para
ser un buen orador y político. Al revés, cita a otros estadistas que sin embargo han dejado hojas
educativas y funciones políticas y públicas en las personas que han contactado con ellos. Alcibíades debe
por lo tanto olvidar su pasado y pensar en el presente, cómo invertir su situación de minoridad intelectual
en relación a sus adversarios exteriores.
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grandeza del alma de los adolescentes, con la dureza de su educación. Sin embargo,
Sócrates destaca más la calidad de la educación de los persas, la buena educación
dedicada al rey y al príncipe desde su infancia, en donde se da relevancia sobre todo, a
cuatro tipos de profesores. El profesor de la sabiduría (sophia), el profesor de justicia
(dikaiosunê), el profesor de la templanza (sôphrosûne) y, finalmente, el profesor del
coraje (andreia). Alcibíades ha de competir, por lo tanto confrontado con la buena
calidad de la educación de sus rivales externos, particularmente la de los persas, y tiene
que enfrentarse a eso, tiene que preguntarse cómo ha sido su formación, su educación.
En lo que dice respecto a la formulación de esta pregunta, esto es, la
confrontación de la realidad de Alcibíades con sus rivales exteriores, tiene un gran
problema: no posee la educación de sus rivales porque, después de la muerte de sus
padres, ha sido tutelado por Pericles, pero éste ni si quiera ha podido educar a sus
propios hijos 192, dice Sócrates; él tiene dos hijos que no valen nada, y como si esto no
bastara, para su mala suerte, también Alcibíades ha sido entregado a un esclavo 193 que,
en las palabras de Sócrates, además de ser viejo, también es un gran monumento de
ignorancia. Por eso, Alcibíades, al no tener ni la misma riqueza ni la misma educación
que sus rivales, es necesario que piense un poco, que reflexione sobre él mismo, lo que
en el lenguaje de Foucault significa que es necesario que se dé al trabajo de conocerse a
sí mismo 194, esto es, que se dé al trabajo de vivir el principio délfico, “gnôthi seauton”
(Alcibíades, 124b). Foucault alerta del hecho de que este gnôthi seauton aparezca con
192Cf. Este tema también aparecerá en Laques 179a-b.
193 Cf. Zopire Thrace.
194 Cf. Timothy O’Leary, Foucault and the Art of Ethics. Continuum, London, 2002. p., 46. «The
education of Alcibiades, Socrates suggests, needs to be supplemented by the acquisition of this skill, or
what Foucault would call this ‘technique‘, which is the art of caring for the self. Needless to say,
Alcibiades’s first reaction is to demand to know what this care is which he must take; because Socrates’
words are ‘remarkably like the truth’. Before answering this question, however, Socrates insists that we
need to know the true nature of the self».
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un significado débil, porque aparece en el sentido de consejo y no del cuidado de sí
socrático. El hecho es que Alcibíades tiene que reflexionar sobre él mismo y compararse
con los otros reyes o príncipes. Es por ello que en esta fase del diálogo el gnôthi seauton
es una actualización de la prudencia y no epimeleia heautou.
El gnôthi seauton representa aquí la condición de inferioridad de Alcibíades
frente a sus rivales de Persia y de Esparta. Alcibíades se encuentra en una condición de
doble inferioridad, porque no es rico ni tiene una buena educación, y a esto se añade,
que no tiene como cambiar esta situación porque le falta lo esencial para la actividad
política. Le falta la tekhnê (Alcibíades 125d) 195. La tekhnê es la única que puede
permitirle superar la condición de inferioridad de partida, pero él no la tiene, y por eso
no puede competir con sus rivales. Así que, de partida, Alcibíades no puede gobernar la
ciudad y no puede presentarse en condición de igualdad con sus rivales. Esta
demostración de la inferioridad en relación a sus rivales, dice Foucault, Sócrates lo hace
de acuerdo con la manera platónica, que consiste en preguntarle a Alcibíades, ¿qué es
gobernar bien la ciudad? ¿en qué consiste el buen gobierno de la ciudad y cómo se
reconoce? Después de una larga lista de interrogaciones, Alcibíades terminará diciendo
que el buen gobierno de la ciudad es aquel en donde hay concordia entre sus ciudadanos
(Alcibíades, 126c) 196. Pero el problema es que Sócrates al preguntar otra vez a
Alcibíades qué es la concordia, él no sabe responder. No sabe lo que es, tampoco sabe
195 Cf. HS. cit., «Clase de 6 de Enero 19822ª hora», pp., 36-37.
196Conviene recordar que ya antes en 108e5-109a4 Alcibíades tenía problemas para definir para qué
servirían sus consejos en materia de guerra y de paz, porque él mismo no sabía para qué sirven la guerra y
la paz en la ciudad, razón por la cual Sócrates le critica preguntándole: «cómo osas decir que eres un buen
consejero en materia de la paz y de la guerra, cuando tú ignoras el fin de la guerra?». El propio
Alcibíades asume que es vergonzoso saber hablar de la medicina y no de la política, esto es, no saber
hablar del fin del político, no saber explicar para qué sirve la política. Pero la cuestión es que así como él
no sabe nada de la política, tampoco lo sabe sobre la medicina, esto es, en lo que toca a las ciencias, él no
sabía nada en absoluto, por eso era capaz de hablar de todo sin decir nada que tenga substancia sobre
aquello de que habla y la prueba de eso lo vemos en (109b9 y 109c12). Aquí para él lo justo es lo que el
pueblo diga que es así.
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para qué sirve. Esta ignorancia en relación a aquello que él mismo había definido como
el buen gobierno de la ciudad le llena de vergüenza, pero también le permite
encontrarse, y por eso dice:
Pero, ¡por los dioses!, Sócrates, ya ni siquiera yo mismo sé lo que digo, y es
posible que sin darme cuenta haya estado hace tiempo en una situación muy
vergonzosa. 197.
Después de esta confesión, Sócrates no parece querer ser benevolente con él,
vuelve a cargarle con una batería de preguntas, sobre todo de preguntas éticas. Le
pregunta si no le inquieta descubrir que vive en una ignorancia vergonzosa y,
particularmente, si no le inquieta descubrir que ni siquiera sabe lo que dice. Pero aun
así, hay una puerta abierta para Alcibíades, esto es, Sócrates le ofrece una salida porque
le dice, «si esto que te sucede ahora te hubiera sucedido en los cincuenta años198, qué
habrías hecho»? Esta pregunta dice explícitamente que todavía tiene la posibilidad de
aprender. Por eso, Sócrates añade, «tú estás justamente en una edad en donde se puede
percibir eso» 199. ¿Percibir qué, o darse cuenta de qué? Pues bien, percibir que todavía
puede tomar cuenta de sí mismo, epimelêthênai sautou, que puede cuidar de él mismo y
que puede responder por él mismo, por sí mismo. De este modo, dice Foucault, el
cuidado de sí aparece como el ejercicio del poder, el poder tal cual lo hemos visto con
Alexandridas a través de una aplicación estatutaria del privilegio: «nosotros no
197 Cf.El Alcibíades, 127d6-9.
198 Cf. Esquilo, Tragedias (Agamenón, 1620). Tr. Bernardo Perea Morales. Introducción general de
Manuel Fernández-Galiano. Editorial Gredos, Madrid 1986. Aquí en este pasaje de Agamenón de Esquilo,
Egisto al responder a Corifeo, colocará exactamente el problema entre la enseñanza,-el aprendizaje y la
edad (viejo como eres, aprenderás como es duro ser enseñado en tu edad, cuando el orden es ser
prudente). Parece, por lo tanto, ser una idea generalizada la de que hay una edad límite para aprender a
ser prudente y a cuidar de sí. Naturalmente esta idea será lo contrario de lo que se vivirá en la tradición
latina del cuidado de sí y será también una contradicción misma del cuidado de sí socrático toda vez que
en Apología, 30a, Sócrates afirma que su misión es enseñar a los jóvenes y a los viejos a cuidar de sí
mismo.
199 Cf. El Alcibíades. ed. c. 127e.
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trabajamos las tierras porque tenemos a los hilotes para hacerlo, por ello nos ocupamos
de nosotros mismos 200». Sin embargo, en Alcibíades, el cuidado de sí no aparece como
un privilegio, sino como una condición que va más allá de la situación estatutaria. Este
más allá ha sido manifestado por Alcibíades a partir del momento en que ha usado su
alma en lugar de su erôs para persuadir positivamente a los otros, para trabajar en
honor de la ciudad y por la ciudad. Dicho de otra forma, con esta actitud, Alcibíades se
pone a hacer política sin necesitar del apoyo de su pasado familiar. Ocuparse de sí
mismo, aparece aquí para subordinar dos polos: el polo del privilegio y el polo de la
acción política.
Como lo hemos visto con Alexandridas, no es posible ocuparse de sí mismo ahí
donde hay sólo la repetición de un consejo de prudencia o ahí donde hay reactivación de
los privilegios. Es por ello que para rescatar la acción política y el privilegio, el
candidato, el consejero o el cargo político tienen primero que ocuparse de sí mismos en
el sentido de actuar para sí para el bien de la polis 201. Es desde esta condición, la de
actuar para el bien de la polis, en lo que se centrará, dice Foucault, el cuidado de sí en
Alcibíades. Alcibíades se ve obligado a ocuparse de sí mismo; ¿por qué? Pues porque le
falta la educación para hacer lo que desea hacer. La falta de formación de Alcibíades es
algo normal a toda Atenas. No es, solamente Alcibíades quien tiene problemas de
educación, es el pueblo Ateniense, como intentaremos demostrar en epígrafe siguiente.
200 Cf. HS, Frédéric Gros, « Résumé du cours», p., 474. «Ocuparse de sí mismo es un privilegio; es la
marca de una superioridad social, en oposición a aquellos que deben ocuparse de los otros para servirles
o todavía ocuparse de un trabajo para poder vivir, para tener una forma de vivir. La ventaja que tiene el
hecho de ser rico, la salud, el buen nacimiento, se traduce en el hecho de que tenemos la posibilidad de
ocuparnos de uno mismo».
201 Cf. HS, cit., «Clase de 6 de Enero 19822ª hora», p., 38.
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SECCIÓN PRIMERA
7.
LA PAIDEIA Y LA CUESTIÓN DE LA CULTURA DE SÍ.
El primer fallo, o primer problema en la educación de Alcibíades, tiene que ver
con su aspecto pedagógico 202. El maestro que ha sido consignado a Alcibíades no sabía
absolutamente nada. Como ya hemos dicho, era un esclavo anciano, pero sobre todo, era
un ignorante. Y este hecho choca desde luego con la pretensión política de Alcibíades.
No se puede entregar o dejar la educación de un joven como él en las manos de un
esclavo ignorante porque esto implica cortarle la carrera y la ambición política. La
educación es una cosa seria, y debería por eso ser muy bien cuidada.
El otro momento de la crítica destacada por Foucault tiene que ver con el amor,
erôs. El déficit en la educación de Alcibíades no le ha permitido ver o descubrir quién
era la gente que iba a hablar con él, o la gente que buscaba mantener una relación de
amor con él. El planteamiento de Foucault es que todos los hombres que se han
acercado a Alcibíades lo han hecho simplemente por causa de su cuerpo, por causa de
su belleza, y no por causa de su alma; y este hecho podría ser evitado si él hubiera
tenido un buen maestro y una buena educación 203. Aquí es necesario decir que Hadot no
comparte la posición de Foucault y presenta precisamente el amor homosexual como
202 Cf. Foucault, La tecnologías del yo. cit. p., 60. «[…]. En segundo lugar, existe el problema de la
relación entre estar ocupado consigo mismo y la pedagogía. Para Sócrates, ocuparse uno de sí mismo es
el deber de un hombre joven, pero más tarde, durante el período helenístico, se considera como una
obligación permanente que dura toda una vida».
203 Cf. Ibíd. p., 61. «[…]. En cuarto lugar, se plantea el problema de la relación entre el cuidado de sí y
el amor filosófico, o la relación con un maestro».
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elemento principal de la educación 204, de modo que, en la opinión de Hadot, los
amantes de Alcibíades no serían necesariamente personas que buscaban únicamente
aprovecharse de su cuerpo, sino que también el contacto que Alcibíades mantiene con
ellos tiene un componente educativo.
No obstante, coincidimos más con la argumentación de Foucault que con la de
Hadot, toda vez que el propio texto citado de Hadot es explicito cuando se refiere a que
la educación de estos jóvenes nobles estaba bajo la dirección de los más viejos y Hadot
habla de «sous la direction d’un aîné», (cf. la nota anterior). Además la argumentación
de Foucault puede ser comprobado con el propio texto:
Hijo de Clinias, creo que te sorprende que, después de haber sido yo el primero
en enamórame de ti, sea el único en no abandonarte cuando los demás lo han
hecho, a pesar de que, mientras ellos te estuvieron importunando con su
conversación, yo a lo largo de tantos años ni siquiera te dirigí la palabra205.
En el texto de Alcibíades no se trata solamente de la educación o del
acompañamiento del proceso educativo de Alcibíades por los más viejos (un aîné ou
pour les aînés). Trátase de que esta persona de origen noble estaba siendo educada y
formada por un esclavo anciano e ignorante. También hay que subrayar que la cuestión
no estaba en el hecho de que su maestro sea un esclavo, ya que los esclavos con
formación podían dar formación si había una solicitación para ello. El problema
principal aquí es que este esclavo en concreto no estaba cualificado para ser formador,
204 Cf. Pierre Hadot, Exercices Spirituels et philosophie antique. Ed. Albin Michel, Paris, 2002. p. 121;
H.-I. Morrou, Histoire de l’éducation dans l’Antiquité, Paris, 1971 (6ª éd.), ch. III, «De la pédérastie
comme éducation». “Précisons tout de suite que l’amour qui est ici en question est amour homosexuel,
précisément parce qu’il est un amour éducateur. Dans la Grèce du temps de Socrate, l’amour masculin
est un souvenir et une survivance de l’éducation guerrière archaïque, dans laquelle le jeune noble se
formait aux vertus aristocratiques, dans le cadre d’une amitié virile, sous la direction d’un aîné. La
relation maitre-disciple est conçue à l’époque sophistique, sur le modèle de cette relation archaïque, et
s’exprime volontiers dans une terminologie érotique. La part de la rhétorique et de la fiction littéraire
dans cette manière de parler ne doit jamais être oubliée”.
205 Cf. El Alcibíades, 103a-6.
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SECCIÓN PRIMERA
para ser un educador. Creemos que es este motivo de la preocupación no solamente de
Sócrates, sino también de Foucault: el desprecio, o la falta de cuidado y en la formación
de un potencial candidato a los asuntos políticos atenienses.
Otra cosa importante que también merece ser señalado aquí, es el choque frontal
entre la concepción de educación según Sócrates y la concepción de la educación
tradicional, la educación homérica 206, la epopeya y otros tantos que ya hemos aludido
con Vernant y que también está patente aquí en Hadot. Nos parece, que además de
señalar que el maestro de Alcibíades era un esclavo anciano e ignorante, razón por la
cual Sócrates critica su educación, también hay que explicar o decir que tampoco él
valoraba la educación tradicional fundamentada en la homerosofia, justamente porque
para él esta educación no aportaba el saber. Repetir no es saber, dirá Sócrates al rapsoda
Ión en el diálogo del mismo nombre y Sócrates continuará con esta posición
intransigente en relación a homerosofia en la República 207 terminando precisamente con
la expulsión de los poetas de la ciudad, porque, dice él, no contribuyen a la formación
de los jóvenes en la ciudad, no contribuyen a la formación de los jóvenes para la
política, dirá Allan Bloom comentando la República. Subrayar que también aquí, en el
diálogo Alcibíades, Sócrates le critica cuando éste le dice que ha aprendido todo con el
pueblo, una observación que muestra la desconfianza socrática en relación a la
educación popular. Nos parece que todas estas cosas no deben ser destinadas a fin de
comprender el rechazo de Sócrates a la educación recibida por Alcibíades.
206 Cf. Jenofonte, el Banquete 4,6. «A continuación intervino Nicerato: «Os pido que me escuchéis en
qué seréis mejores si estáis conmigo. Sabéis sin duda que el sapientísimo Homero ha escrito sobre casi
todos los temas humanos. Quienquiera de vosotros que desee hacerse administrador o político o
estratego o igual que Aquiles, Néstor u Odiseo, que me atienda, porque todo eso lo conozco».
207 Cf. Sócrates será fiel a esta intransigencia hasta el momento de la muerte. Cf. Fedón.
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SECCIÓN PRIMERA
Por eso, la interpretación de Foucault, que además viene en la línea de Sócrates,
procura hacer un abordaje de la ausencia de encuadramiento concreto en la anterior de
la educación de Alcibíades. La gente con que se relaciona Alcibíades nunca tuvo la
intención de hacerle cuidar de sí mismo208, de hacerle interesarse por sí mismo 209, y
Foucault muestra, con la ayuda del texto, el hecho de que todos le han abandonado
cuando él ha perdido su juventud 210, cuando su cuerpo (esta relación dietética) ha
dejado de gustarles. Eso podría haber sido evitado gracias a un buen maestro.
La crítica de Foucault es que si Alcibíades hubiera tenido un buen maestro, éste
sabría que habitualmente en Grecia los adultos perseguían los jóvenes mientras están en
su plena juventud, pero les dejan cuando entran en la fase crítica de sus vidas, en la fase
en que ya no están acompañados 211. Esta crítica tiene pleno sentido, por ejemplo, desde
208 Cf. Tecnologías del yo. cit. p., 59. «El cuidado de sí consiste en el conocimiento de sí. El conocerse a
sí mismo se convierte en el objeto de la búsqueda del cuidado de sí. La ocupación consigo mismo y las
actividades políticas están relacionadas».
209 Cf. Este hecho puede ser comprobado en el Banquete, el tipo de persona que era Alcibíades, o por lo
menos, la imagen que hacía pasar de sí junto a sus colegas y amigos. Ahí encontramos que la propia
personalidad de Alcibíades no permitía a sus interlocutores que le dedicaran mucho tiempo, el tiempo de
cuidarle, en el sentido socrático y délfico.
210 Cf. Esta crítica es más explícita en los textos de Jenofonte, por ejemplo en el Banquete 8, 12-15, y en
el 14-15 se dice: « (…), la flor de la juventud, como sabéis, pasa pronto de sazón y, cuando ésta falta,
necesariamente también se marchita con ella el afecto; pero es el alma cuanto más tiempo avanza hacia
la sabiduría, más merecedora se hace de ser amada. Además, en el disfrute de la belleza física se da una
especie de hartazgo, de manera que lo mismo que se siente con la saciedad en las comidas se siente
precisamente también con los amados».
211 Cf. HS, cit., «Clase de 13 de Enero 19821ª hora», p., 45.
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SECCIÓN PRIMERA
el punto de vista del comentario de Jenofonte en La República de os Lacedemonios 212.
Por eso, al ser abandonados, los alumnos adolecen de una falta de formación para los
asuntos políticos, algo necesario, pero con lo cual no están familiarizados; por ello, la
cuestión del cuidado de sí aquí ya no será ocuparse de los otros o gobernar a los otros,
sino más bien ser gobernado, ocuparse de sí mismo. Así, la necesidad del cuidado de sí
de Alcibíades se explica también a la luz de un déficit pedagógico. Es su ambición
política lo que le permite ver al final que, a nivel pedagógico, no tenía la formación para
ser un hombre político. Por eso, el primer paso va a ser solucionar este déficit
pedagógico, condición sin la cual no puede ser político en el nuevo marco socrático del
entendimiento de la función política.
Y, visto que él todavía es joven, va a poder superar este obstáculo del déficit
pedagógico. No tiene todavía cincuenta años, por eso puede aprender. Ya no está con
los pedagogos, pero continúa atravesando una etapa dura y crítica; por eso mismo va a
tener que aprender solo a ocuparse de sí mismo 213. Como ya ha sido dicho, este paso
revela una contradicción con el texto de Apología 30ª. Ahí la epimeleia heautou aparece
como una necesidad de toda la existencia, esto es, de toda la función de la existencia
humana, mientras que aquí, en Alcibíades, aparece como un momento necesario en la
212 Cf. Jenofonte, Obras menores. Hierón – Agesilao - La República de los Lacedemonios – Los Ingresos
públicos – El jefe de la caballería – De la equitación – De la caza. Pseudo Jenofonte, La República de los
Atenienses. Intr. Trad y notas de Orlando Guntiñas Tuñon. Gredos, Madrid, 1984, (III, 2-4). «Cuando
pasan de la infancia a la adolescencia, en esa edad los demás griegos les suprimen los pedagogos, les
suprimen los maestros y nadie manda ya en ellos, sino que los dejan independientes. Licurgo, en cambio,
tomó también decisiones contrarias a ellos; pues, como se daba cuenta de que es muy grande el orgullo
que surge en esos años y que, en especial, la insolencia emerge por encima de todo, y aparecen con más
intensidad los deseos de placeres, les impuso en dicha edad gran cantidad de tareas y les procuró una
ocupación continua, y, añadiendo, además, que si alguno se rehuía estas cosas, no obtendría en adelante
ningún privilegio, consiguió que no tanto las autoridades, como los últimos de cada uno de ellos,
trataran de que no se desacreditasen totalmente en la ciudad por cobardía. Además de eso, con la
intención de que el sentido del respeto surgiera con fuerza en ellos les ordenó mantener las manos dentro
del manto incluso en las calles, marchar en silencio y no mirar en torno, sino ver solamente lo que tenían
delante de sus pies».
213 Cf. HS, cit., «Clase de 6 de Enero 19822ª hora», p., 38.
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SECCIÓN PRIMERA
formación de los jóvenes. Esta necesidad del cuidado de sí que aparece en el texto de
Alcibíades, surge justamente a partir del momento en que él se da cuenta de que al final
no conoce la naturaleza del objeto que él se propone, esto es, aconsejar a los demás. Él
no sabe qué es la justicia porque no sabe lo qué es la concordia, no sabe qué es el
bienestar, como tampoco sabe lo que es un buen gobierno. Sin embargo, se propone ser
el representante de la justicia y de la concordia entre los ciudadanos.
Así, la ignorancia del objeto de su estudio, o mejor, de aquello que él quiere
ocuparse, levanta dos cuestiones, coloca dos problemas:
Primero, el problema de saber qué es ocuparse de sí mismo, cuando le ha sido
dicho, «tienes que ocuparte de ti mismo». ¿Qué quiere decir eso? Pues bien
dice Foucault, lo que se quiere decir es que tú Alcibíades, tienes que ocuparte
de la naturaleza del sujeto que hay dentro de ti, tienes que prestar atención a la
naturaleza de este sujeto, tienes que ocuparte de ti mismo. Pero primero tienes
que saber qué quiere decir este sí mismo [(Alcibíades, 129b)]; [(auto to auto)].
Alcibíades tiene que saber qué quiere decir este pronombre reflexivo. Tiene que
descubrir qué es este sujeto sobre lo cual todo debe ser dirigido, todo debe ser
retornado u orientado 214.
El segundo problema que se presenta consiste en saber cómo es que este
ocuparse de sí mismo puede ayudar a Alcibíades a resolver el problema de la tekhnê, y
ahí la cuestión va a ser la de tener la capacidad para abrirse, para permitir que este sí
mismo tome la condición de viabilidad del buen gobierno 215. Es preciso llegar a conocer
este sí mismo, pero ¿cómo, en qué medida esto puede ser posible o se torna posible?
214 Cf. Tecnologías del yo. cit. p., 58. «El sentido más tardío desplaza la pregunta desde « ¿Qué es este sí
mismo?» hasta « ¿Cuál es el marco en el que podré encontrar mi identidad?».
215 Cf. HS, cit., «Clase de 6 de Enero 19822ª hora», p., 40.
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SECCIÓN PRIMERA
En el Banquete de Platón, Diotime 216 afirma que el amor es fecundo y creativo
y que en él hay dos tipos de fecundidades, la del cuerpo (que se preocupa por que
nazcan los niños) y el del alma (que busca hacerse inmortal en las obras de la
inteligencia, ya sean de carácter literario o técnico). Lo interesante en esta distinción
entre el amor de la carne o del cuerpo y el amor del alma, es que, dice Diotime, este
último conduce al dominio de sí mismo y a la justicia. Este dominio de sí no se da en el
cuerpo sino en el alma; y es más, este dominio puede ser «ejercido en las organizaciones
de las ciudades o en las instituciones». El sí mismo que Alcibíades tiene que descubrir o
encontrar tiene que ver con eso, tiene que ver con el alma y con la posibilidad que
ofrece para el ejercicio de las funciones públicas. Alcibíades va tomar la función de un
educador, por eso tiene que ocupar y cuidar de la fecundidad de su alma 217.
8.
EL
CONTEXTO
DE
LA
APARICIÓN
DEL
IMPERATIVO
SOCRÁTICO
(ALCIBÍADES 127E).
El segundo problema que se le presenta a Alcibíades (abordado en el epígrafe
anterior), el imperativo socrático, aparece dentro de tres contextos: surge primeramente
en el Elenchos, esto es, en el marco del examen de sí; después en el marco de la
cuestión de la educación hereditaria, sobre todo su ligación con la pedagogía y con el
derecho político (lo veremos en la comparación entre Alcibíades y sus adversarios
exteriores); y, finalmente, aparece en el marco de la cuestión de la educación
dietética 218, como ya ha sido demostrado atendiendo a las relaciones entre Alcibíades su
maestro y sus amantes.
216 Cf. El Banquete, 208e.
217 Cf. Pierre Hadot, Qu’est-ce que la philosophie antique? Edition Gallimard, Paris, 18995. p., 92
218 Cf. HS. cit., «Clase de 6 de Enero 1982», pp 40; 47.
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SECCIÓN PRIMERA
A través de elenchos, Alcibíades descubre que al final no sabe nada. Al inicio él
pensaba que iba a ser fácil responder a las cuestiones de Sócrates, pensaba que
conseguiría entre otros, responder y definir lo que significa un buen gobierno en la
ciudad, y además afirma que el buen gobierno es aquel en donde hay concordia 219 en la
ciudad y entre sus ciudadanos.
Pero, con el elenchos, él descubre no solamente que al final ni siquiera sabe lo
que es la concordia, sino que también descubre que al final no sabía que no sabía nada,
esto es, descubre finalmente la ignorancia que se ignora.
Este descubrimiento le deja perplejo y con admiración (thauma). Y con eso se
cumple justamente el objetivo del elenchos: después de haber examinado 220 el
pretendido saber del interlocutor, le obliga a eliminar estas mismas falsas creencias del
saber y despertar en é, el deseo de conocer y también poder provocar espanto y
admiración.
Pero como ya lo hemos dicho antes, Sócrates, después de haber rechazado o
examinado la posición de Alcibíades, le deja una puerta abierta al decirle, “no te
preocupes, tienes tiempo”.
Aquí hay que referir o comparar este “tienes tiempo”; el enfoque que Foucault
hace, por ejemplo, en Protágoras, en donde el “no hay tiempo” significa, debes
aprender todas las técnicas que constituyen los medios no solamente para la
219 Cf. Es muy importante comprender la insistencia o la posición de Alcibíades en lo que se refiere a la
concordia. En efecto, la concordia no aparece solamente en Platón (Alc.) como el mayor bien para la
ciudad sino que también aparece en Jenofonte (Recuerdos IV 4, 16-17) y tiene justamente que ver con el
trauma o el sentimiento bastante negativo que el griego tiene de la guerra civil.
220 Cf. Thomas C. Brickhouse, Nicholas D. Smith, Plato’s Socrates, New York, Oxford university press,
1993.p.5.
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gobernación de la ciudad, sino también para la obediencia de las leyes de la ciudad y su
vivencia cotidiana. Aquí, en Alcibíades, el enfoque es otro.
Tienes tiempo, es verdad, porque todavía ni siquiera tienes cincuenta años, pero
esta edad que tú tienes no es para que aprendas las técnicas de gobernar a la ciudad o a
los otros. Por lo tanto, tienes tiempo, es verdad, pero tienes tiempo para cuidar de ti
mismo antes de cuidar de los otros o antes de ponerte a gobernar a los otros 221.
El “tienes tiempo” aquí es la condición a través de la cual Alcibíades puede
quebrar el ciclo de la ignorancia que pende sobre él.
Tu ignores; mais tu es jeune; donc tu as le temps, non pas d’apprendre, mais:
de t’occuper de toi 222.
Es aquí que entra el imperativo socrático del cuidado de sí, y entra justamente en
su tentativa de moldear “el tienes que aprender”, que sería una consecuencia natural
221 Cf. Se puede comparar aquí este tienes tiempo para cuidar de ti mismo en Alcibíades con el tiempo
de escuela, el tiempo filosófico que aparece en Teeteto en un artículo de Antonio Gómez Ramos. Los dos
tiempos, el tiempo de Alcibíades y el tiempo de Teodoro en Teeteto son completamente diferentes del
tiempo que aparece en Protágoras, el tiempo que pasa de prisa, el tiempo sin tiempo, es decir, el tiempo
que nos incita a aprender pero sin aprender. Cf Antonio Gómez Ramos. “Tiempo de formación. Ser quien
eres. Ensayos para una educación democrática”, in Jabobo Muñoz y Francisco José Martín (ed). El texto
de la vida: debate con Emilio Lledó. Biblioteca Nueva, 2010. pp., 12-13. « En un momento –
aparentemente marginal- del Teeteto, Sócrates le advierte a su interlocutor, Teodoro, de que la dirección
que acaban de tomar en su diálogo les podría llevar muy lejos, a lo que Teodoro responde “¿Es que
acaso no tenemos tiempo libre?” (Oukoun scholen agomen) (172 c2). Por supuesto que tienen tiempo
libre, dice Sócrates. Ellos, Teodoro y Sócrates, no son como los oradores y sofistas que hablan y discuten
como empleados ante un tribunal, apremiados por el tiempo de la clepsidra y sometidos al tema y los
modos que les dictan los tribunales y sus clientes. Ellos tienen todo el tiempo del mundo, pueden
demorarse en los argumentos, repasarlos y repetirlos, abrir nuevas vías en su discusión y dejarlas
abiertas; mientras que “quienes han rodado desde jóvenes por tribunales y lugares semejantes parecen
haber sido educados como criados, si los comparas con hombres libres, educados en la filosofía y en esta
clase de ocupaciones” (172 d). A diferencia de los filósofos, los sofistas (o los actores ante los
espectadores) son esclavos del tiempo, se ven obligados a abreviar temporal y lógicamente sus
argumentos, de modo que hablan, justamente contra-reloj, y “dirigiéndose a un amo que se sienta con la
demanda en las manos” (172 e). Se parecen a una “carrera por la propia vida”, se vuelven violentos y
sagaces, saben cómo adular a su señor, y acaban diciendo falsedades eficaces ante el tribunal, ya que no
tienen tiempo para decir la verdad. En cambio, el filósofo, el hombre libre, no está asediado por el reloj,
y siempre tiene tiempo: no es que sea eterno, o intemporal como un dios, sino que su tiempo no es
cronométrico, ni puede ser cronometrado, sujetándolo a imperativos externos; más bien, es un tiempo
flexible, que se adapta elásticamente al discurso y al pensamiento del filósofo».
222 Cf. HS, cit., «Clase de 13 de Enero 19821ª hora», p.45.
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para superar algo que antes desconocíamos, pero que, en la fase actual, tenemos
consciencia de su ignorancia y estamos dispuestos a superarla. Lo que sucede es que el
imperativo socrático no presenta “el tienes que aprender” como la primera condición de
superar el acto ignorado del cual, hoy, ahora, tenemos consciencia. El imperativo
presenta como primera condición un camino pedagógico ligado a la paideia, que es
ocuparse de sí mismo y la cultura de sí que incluye la educación y el aprendizaje.
Es por eso que desde esta perspectiva, dice Foucault, apenas Sócrates dice a
Alcibíades, “no te preocupes, ahora tienes que ocuparte de ti mismo”, le entra una duda
y enseguida le dice otra vez:
C’est très gentil de s’occuper de soi-même, mais on risque fort de se tromper.
On risque fort de ne pas très bien savoir ce qu’il faut quand on veut s’occuper
de soi-même et, au lieu d’obéir [en] aveugle à ce principe : «soucions-nous de
nous-mêmes», il faut tout de même interroger: «ti esti tó hautou
epimeleisthai”» 223 (qu’est-ce que s’occuper de soi-même) 224.
Aquí el abordaje de Foucault nos lleva a la diferencia que él ya había hecho
antes, entre el cuidado de sí socrático, y el cuidado de sí, por ejemplo con los de
Esparta, como en el caso de Alexandridas. El planteamiento en esta pregunta socrática,
“¿qué es ocuparse de sí mismo?”, es un planteamiento que busca el sujeto profundo de
la cosa, este sujeto que nos impide obedecer ciegamente a los principios de privilegios
ligados al cuidado de sí mismo, al mismo tiempo que se distancia y se diferencia del
simple cuidado material de la cosa, razón por la cual Sócrates va a decir que el cuidado
223 Cf. El Alcibíades, 127e-129a.
224 Cf. HS, cit., «Clase de 13 de Enero 19821ª hora», p.51. « Es muy gentil ocuparse de uno mismo, pero
corremos fuerte riesgo de equivocarnos. Corremos el riesgo de no saber bien qué es necesario cuando
uno quiere ocuparse de sí mismo, de modo que, en lugar de obedecer ciegamente a este principio
“preocupémonos de nosotros mismos”, en todo caso, es necesario interrogar; “ti estí to heautou
epimelesthai” (qué es ocuparse de sí mismo)».
Esta misma preocupación volverá en el 132c y sq.
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del que se habla no es de la misma naturaleza que, por ejemplo, el cuidado que el
zapatero 225 tiene por sus zapatos o en hacer sus zapatos, y tampoco es igual con el que
el médico tiene con los pies de sus pacientes o que el maestro de la gimnasia tiene con
el cuerpo 226 de sus alumnos.
Y visto que ninguno de estos especialistas sabe en realidad qué es lo que quiere
decir ocuparse de sí mismo, surge por lo tanto la cuestión de saber, en realidad, quién
puede saberlo. ¿Quién es aquel en el cual podemos confiar que sabe lo que es ocuparse
de sí mismo? Y aquí, para encontrar este especialista, nos guiaremos por la forma en
cómo el texto es dividido, una división hecha de acuerdo con lo que es la prioridad para
Alcibíades en cuanto hombre candidato a tornarse político o consejero de los atenienses.
Desde esta perspectiva el texto tomará dos direcciones:
La primera dirección que tomará el texto será la de dialogar con el precepto del
imperativo délfico-socrático, «le soi-même», gnônai seauton (Alcibíades, 129a)227. ¿Y
en qué consiste este diálogo con este principio o precepto? Sócrates y Alcibíades llegan
a la necesidad de hacer uso de este principio después del reconocimiento de Alcibíades
de sus limitaciones en relación a los adversarios exteriores. Ahí Sócrates aprovecha y le
dice, bueno, tú tienes consciencia, mira a ver primero si lo más importante de todo no
sería que tú te conocieras mejor a ti mismo antes de dirigirte a la ciudad, antes de ser
consejero de los atenienses.
225 Cf. Tecnologías del yo. cit. p., 59. «Cuando uno se preocupa del cuerpo, uno no se preocupa de sí. El
sí no es el vestir, ni los instrumentos, ni las posesiones. Ha de encontrarse en el principio que usa esos
instrumentos, un principio que no es del cuerpo sino del alma. Uno ha de preocuparse por el alma: ésta es
la principal actividad en el cuidado de sí. El cuidado de sí es el cuidado de la actividad y no del alma
como substancia».
226 Cf. HS. cit., «Clase de 13 de Enero 19821ª hora», p.51, Alcibíades, 128b y sq.
227 Cf. Ibíd.,. p., 51.
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Una llamada de atención sin ninguna importancia particular, dice Foucault,
porque está en el registro de los consejos de la prudencia común a los atenienses. Sin
embargo hay una cuestión que se pone sobre la mesa, que es la de saber qué quiere decir
«soi-même», qué quiere decir este pronombre reflexivo “heautou”. Hay que descubrir
la relación que Alcibíades tiene, quiere con el sujeto, quiere con el objeto, toda vez que
él es sujeto del cuidado y el objeto del cuidado es el mismo 228. Es a partir de este
descubrimiento que podremos comprender el momento en que gnônai seauton deja de
ser una recomendación de prudencia para pasar a tener o a tomar el sentido del cuidado
de sí socrático, que quiere decir en este caso, “tienes que ocuparte de tu alma” (el
Alcibíades 132c y el Crátilo, 440c). Sócrates llega a la conclusión de que Alcibíades
debe ocuparse de su alma de una forma muy extraña, extraña por ejemplo en relación a
la República y otros diálogos platónicos, en donde se discute la cuestión de la justicia y
a partir de ella se llega al alma, o mejor, el alma es presentada como un modelo de la
justicia, dice Foucault 229 (la República, II, 368d y 369). Pero aquí, en Alcibíades, el
proceso es inverso, porque lo que se procura es saber qué es la concordia en la ciudad,
¿cómo conseguir en la ciudad?, y qué es el gobierno justo. Es pues, en la búsqueda del
gobierno justo y de la concordia en la ciudad, que se hace una analogía con el alma
individual, el alma de cada uno de los miembros de la ciudad. Es desde este punto de
vista que Alcibíades responderá a la pregunta “qu’est-ce que c’est moi-même”, como
228 Cf. Ibíd., p., 52
229 Cf. Ibíd., p., 53
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“yo soy mi alma 230”. En segundo lugar, Sócrates ha instado a Alcibíades a preguntarse
qué significa este sí mismo que él había de cuidar, y ahora tenemos la respuesta. El sí
mismo que él debe cuidar es su propia alma 231, alma como actividad y no como una
substancia. Recordar aquí que también hemos llegado a la misma conclusión con
Vernant cuando explica qué significa “gnôthi seauton”.
Esta respuesta nos lleva a encontrar el sujeto de la cuestión, dice Foucault, toda
vez que lo que está en causa es justamente encontrar el sujeto que Alcibíades tiene
primer que cuidar. Este sujeto de la acción que tiene que ser aislado de las otras cosas.
A pesar de estar aislado, se sirve de todo lo que el hombre hace, en este caso concreto,
de todo aquello que Alcibíades es capaz de hacer. Su uso del lenguaje para y como
consejero de los atenienses, solamente puede estar en conformidad con el exterior, con
la realidad exterior, si su alma también lo está, esto es, si ella se conoce por ella misma
y si tiene dominio sobre ella misma y sobre la actividad política que se propone ejercer.
Sin embargo, Foucault llama la atención sobre el hecho que esta alma de que se habla
aquí, en Alcibíades, sea diferente del concepto de alma que habitualmente aparece en
Platón. Por ejemplo, el alma de la que se habla aquí es diferente de aquella que aparece
230 Cf. Ibid., HS, p., 400, «Clase de 6 de 17 de Marzo de 19821ª hora». «Et alors toute la seconde partie
de l’Alcibiade était donc consacrée à cette question: qu’est-ce que c’est occuper de soi-même? Qu’est-ce
que c’est d’abord que ce soi-même dont on doit s’occuper? Réponse: c’est l’âme. Et en quoi doit
consister ce souci qui s’adresse à l’âme? Eh bien, ce souci qui s’adresse à l’âme, il était décrit dans
l’Alcibiade comme étant essentiellement la connaissance de l’âme par elle-même, la connaissance de soi.
L’âme, en se regardant dans cet élément qui constitue sa partie essentielle, à savoir le noûs, (cf. p. 415, la
partie de l’âme la plus élevée, l’intellect, en tant qu’il accomplit des actes spirituels proprement divins ;
cf. Timeo, 51e) devait se reconnaître, c’est-à-dire: reconnaître à la fois sa nature divine et la divinité de la
pensée. C’est en ce sens que le dialogue de l’Alcibiade montre, ou plutôt effectue dans son déroulement
ce que l’on pourrait appeler le «recouvrement» proprement platonicien, recouvrement de l’epimeleia
heautou par le gnôthi seauton (du souci de soi par la connaissance de soi). C’est la connaissance de soi,
c’est l’impératif «connais-toi toi-même» qui recouvre entièrement et occupe toute la place dégagée par
l’impératif «soucie-toi de toi-même». «Soucie-toi de toi-même» voudra dire finalement, «connais-toi toimême». Connais-toi, connais la nature de ton âme, fais que ton âme se contemple elle-même dans ce noûs
et se reconnaisse dans sa divinité essentielle. C’était ce qu’on trouvait dans l’Alcibiade».
231 Cf. Ibid., «Clase de 13 de Enero 19822ª hora», p., 54.
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en Fedón 232, una alma prisionera, o aquella que aparece en el Fedro 233, una alma
perdida que precisa ser conducida por el buen camino. Tampoco es el alma concebida
como una forma de arquitectura, como aparece en la República 234. El alma de la que se
trata aquí, es el alma en cuanto sujeto que desarrolla una acción, el alma khrêsis, el alma
que se sirve o está sirviendo de algo para desarrollar su acción 235. Desde este punto de
vista, Alcibíades, al tener que ocuparse de su alma, tiene que hacerlo en cuanto sujeto
que desarrolla su acción sobre una o varias cosas. El alma de la que él tiene que
ocuparse no es una substancia, una materia, se trata más bien del el cuidado integral y
global de él mismo en cuanto una estética y una ética de la existencia 236. Es también
desde esta perspectiva que el cuidado de sí socrático va a poder ser diferente de otras
prácticas que pueden tener una apariencia del cuidado de sí 237, por ejemplo, las
actividades del médico, el dueño de la casa o la práctica de la actitud de los enamorados.
¿Por qué decimos que, a pesar de todo, las actitudes de estas personas no pueden
ser consideradas como un cuidado de sí desde su punto de vista socrático?
■
Pues porque, por ejemplo, en relación al médico, cuando él se pone enfermo,
en cuanto médico, sabe y conoce el diagnóstico y por eso mismo puede
prescribirse la medicación para su cura para cuidarse a sí mismo. Pero este
cuidado de sí no es el mismo que aquel del cual que Sócrates nos habla. Lo
que hace el médico es cuidar de su cuerpo y no del sujeto de su cuerpo, o no
del sujeto de este cuerpo enfermo. Cuando él se examina a sí mismo, esta
práctica del examen no es igual que el examen que implica el cuidado de sí,
232Cf. El Fedón, 64c-65a.
233 Cf. El, Fedro, 264a-d.
234 Cf. La República, 443d-e.
235 Cf. HS, cit., «Clase de 13 de Enero 19822ª hora», p., 55.
236 Cf. Jorge Dávila, in Foucault et la philosophie antique, sous la direction de Frédéric Gros et Carlos
Lévy. EditIon Kimé, 2003, Paris. p., 195.
237 Cf. El Alcibíades, 131a-132b.
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porque la razón de este examen es su acción de cuidar de su cuerpo enfermo
y no su alma en cuanto elemento fundamental que dirige todo su cuerpo. Él se
ocupa del cuerpo, el cuerpo que para él es un elemento de uso. Aquí es
curioso recordar como antes Sócrates ya había dicho a Alcibíades, “yo te
amo, mientras que los otros aman tus cosas 238”, esto es, yo he amado tu alma,
y en el lenguaje de Vernant se podría decir, “yo he amado aquello que tú eres
en realidad, aquello que te representa y te identifica. Yo he amado tu alma”.
Por eso, dice Foucault, desde este punto de vista, hay que tener en cuenta que
no hay solamente diferencia del fin y del objeto entre la técnica del cuidado
del médico que orienta su saber para cuidar de él mismo, y la técnica del
cuidado de sí socrático que cuida del alma en cuanto sujeto de la acción
practicada. También hay que tener en cuenta que las técnicas de estos dos
cuidados de sí son también diferentes en su naturaleza 239.
■
En segundo plano, Foucault presenta el cuidado de sí en un aspecto
económico. El cuidado de un buen padre de familia, de un buen propietario o
de un buen dueño de casa. La pregunta de Sócrates es: cuando esta gente se
ocupa de sus cosas, de sus bienes, de sus propiedades, ¿podemos decir que se
están ocupando de sí mismos? Y la respuesta es, naturalmente, no.
■
En tercer y último lugar, Foucault pregunta si los pretendientes de Alcibíades
se ocupaban de él. En todo caso, ya hemos abordado esta problemática. Sin
embargo, Foucault, siguiendo la respuesta de Sócrates, destaca que ellos sólo
cuidaban de la belleza (la parte dietética) de Alcibíades, y es por eso que le
abandonan en cuanto empieza a estar cargado de edad 240. Ocuparse de
Alcibíades significaría tomar cuenta de su alma, ocuparse de ella en cuanto
sujeto de acción.
■
Así, la espera de Sócrates antes de hablar con Alcibíades puede ser
interpretada como una epimeleia heautou, particularmente, en el ámbito del
cuidado que un maestro tiene con sus alumnos. Como dice Foucault, el
238 Cf. Ibid., 131e10-11.
239 Cf. HS, cit., «Clase de 13 de Enero 19821ª hora», p., 57.
240 Cf. El Alcibíades, 131a-132b.
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maestro es quien se preocupa por la inquietud que el sujeto tiene con respecto
a sí mismo. No hay cuidado de sí en la ausencia de un maestro 241. El maestro
es movido por el amor que tiene por sus alumnos y se preocupa con sus
preocupaciones, y eso Sócrates se lo hace ver a Alcibíades. Le hace ver que
está interesado en su preocupación y no en su physis, e incluso le dice que
sólo él estaba en condición de ayudarle, y que su tutor Pericles no hubiese
podido ayudarle. Destacar aún que a propósito de la relación entre Sócrates y
Alcibíades, Hadot hace una importante interpretación sobre ello. Muestra que,
efectivamente el amor irónico de Sócrates consiste en fingir que estaba
enamorado físicamente de Alcibíades, siendo que el fin último de su actitud
era el de ayudarle 242. A este respecto, es el propio Alcibíades quien le
reconoce en el Banquete 243. Al igual que en el Banquete, también en el
diálogo que lleva su nombre él es ayudado por Sócrates a descubrir aquello
que es importante para él.
Así, después de descubrir qué es a sí mismo a quien tiene que cuidar, ahora
también tiene que descubrir qué es “le souci de soi”, ¿qué es esta inquietud de sí, esta
epimeleia? Y visto que esto es importante no solamente, para Sócrates y Alcibíades,
sino que también lo es para todos los atenienses, entonces será necesario saber en qué
consistirá, cuáles son sus modalidades y qué forma deben tener y tomar. Y ¿por qué es
importante? Pues, porque, dice Foucault, lo que está en juego es esto:
241 Cf. HS, cit., «Clase de 13 de Enero 19821ª hora», p. 58.
242 Cf. Pierre Hadot. o. c. Exercices Spirituels et philosophie Antique. p., 122. «L’ironie amoureuse de
Socrate consiste évidemment à feindre d’être amoureux, jusqu’à ce que celui qu’il poursuit de ses
assiduités, par le renversement de l’ironie, devienne lui-même amoureux. C’est ce que raconte Alcibiade
dans son éloge à Socrate. Trompé par les nombreuses déclarations que lui a faites Socrate, Alcibiade,
croyant que c’est sérieux, a invité un soir Socrate pour le séduire. Il s’est glissé dans son lit, il l’a enlacé.
Et voilà que Socrate est resté parfaitement maître de soi et ne s’est pas du tout laissé séduire».
243 Cf.El Banquete, 117-118; 215e, 218a, 222b. «Depuis ce temps, c’est moi que suis réduit en
esclavage, je suis dans l’état d’un homme mordu par une vipère. Car c’est au cœur ou à l’âme ou de
quelque autre nom qu’il faille appeler cela, c’est là que m’ont atteint la dent, la morsure des discours
philosophiques. Quand je l’entends, le cœur me bat bien plus qu’aux corybantes dans leurs transports,
ses paroles font couler mes larmes […] Je ne suis pas le seul envers qui il se soit conduit de la sorte.
Mais également Charmide […] Euthydème […] et d’autres en très grand nombre qu’il berne en faisant
l’amoureux alors qu’il tient plutôt le rôle du bien-aimé que celui d’aimer».
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SECCIÓN PRIMERA
Si je dois me soucier de moi-même, c’est pour devenir capable de gouverner les
autres et de régir la cité. Il faut donc que le souci de moi soit tel qu’il délivre,
en même temps, l’art (la tekhnê, le savoir-faire) que me permettra de bien
gouverner les autres 244.
Foucault vuelve a tocar la cuestión de la educación, que es una cuestión en la
que, como sabemos, Alcibíades tiene graves limitaciones. Y en la línea de la paideia ya
reclamada, el cuidado de sí tiene que reflejar justamente todo este componente que
expresa a la vez la técnica y el buen saber. Subrayar aquí que la necesidad de Alcibíades
de tener todo eso ya no es solamente para poder rivalizar con sus adversarios externos,
sino para poder responder al imperativo pedagógico, o mejor, a la necesidad pedagógica
inherente a alguien que va a tener en sus manos el destino de una gran multitud. Es por
ello que al responder a este imperativo pedagógico también surge otra cuestión que
tiene que ver con saber en qué consistirá esta ocupación, esta epimeleia, dice Foucault.
El cuidado de sí se presenta, por eso, como el elemento de la tradición platónica
y neo-platónica en donde se cumple, o en donde se realiza, el conocimiento de sí245, en
el sentido de que sólo aquel que tiene cuidado de “sí mismo” puede llegar a tener el
conocimiento general de sí mismo toda vez que primero se ha preguntado qué es el sí
mismo, de qué trata este sí mismo del cual el individuo ha de ocuparse.
9.
LA PRÁCTICA DE SÍ Y LA AUTOFORMACIÓN DEL SUJETO.
Como hemos visto, Alcibíades ya ha tenido la posibilidad de dialogar, o mejor,
de comprender qué es “la connaissance de soi” y qué es “le souci de soi”. Desde esta
244 Cf. HS, «Clase de 13 de Enero 19821ª hora», p., 51. «Si tengo que ocuparme de mí mismo, será para
poder ser capaz de gobernar a los otros y gobernar la ciudad. Es por ello necesario que el cuidado de mí
mismo sea, al mismo tiempo, el arte (la tekhnê, le savoir-faire) que me permita gobernar bien los otros».
245 Cf. Anissa Castel-Bouchouchi, in Foucault et la philosophie antique, sous la direction de Frédéric
Gros et Carlos Lévy. cit., p., 184.
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perspectiva del conocimiento de estos dos movimientos internos, le toca ahora no
solamente hacer una práctica de sí, sino que también le toca ampliar la autoformación
del sujeto, su sujeto. A partir de ahora él tendrá que elaborar un nuevo modo de ser o de
vivir según el modo de ser propicio para la función política que quiere desarrollar. En el
fondo, esta práctica de sí que se le propone a Alcibíades, exige que él sea un hombre
transformado, un hombre que camina en dirección de su liberación. Esta liberación de
que se habla aquí, no tiene nada que ver con el hecho de distanciarse de los procesos
represivos 246, de una imposición exterior, sino más bien tiene que ver con la propia
práctica de la libertad, esto es, vivir según su anhelo, vivir según la ética, vivir en
conformidad con la práctica reflexionada de la libertad. Una práctica que tiene
justamente que ver con la cuestión del cuidado de sí, toda vez que, para los griegos,
conducirse bien en la vida implica que se viva bien el cuidado de sí. Se trata de por un
lado, ocuparse bien de sí mismo para se conocer el gnôthi seauton, y por otro, de
formarse, superarse a sí mismo, superar y dominar los aspectos que pueden poner en
causa el control de sí 247.
La práctica de sí conducirá a Alcibíades a mirarse a sí mismo, a poner sus ojos
en sí mismo primero, para encontrarse y después reconocerse. Es un planteamiento que
será fundamental para la formación de su sujeto. A partir de ahora, en lo que refiere
respecto a la práctica de sí, el cuidado de sí se transforma en una especie de conversión
del poder, esto es, Alcibíades tiene que aprender a ejercer el poder sobre él mismo para
que sus acciones públicas y el ejercicio de su poder público puedan estar en el marco
político deseado. Según Sócrates, esto es lo que puede hacer un gobernante para evitar
246 Cf. DE II. cit., Nº 356. pp., 1528-1529.
247 Cf. Ibid., p., 1531.
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la tiranía, porque es el ejercicio correcto del poder sobre uno mismo lo que va reglar el
poder sobre los otros. La práctica de sí hace del sujeto un sujeto activo y transforma el
cuidado de sí en una condición pedagógica, ética e antropológica para aquel que desea
gobernar a los otros.
10.
LA FORMA SOCRÁTICA DEL CUIDADO DE SÍ GENERA SOSPECHA.
La labor de Sócrates en la polis estaba esencialmente centrada en enseñarle a la
gente a cuidar de ella misma, nos dice Giovanni Reale, y eso puede ser comprobado en
la Apología, como ya tuvimos oportunidad de decir en su momento, y puede también
ser encontrado en estas palabras de Irwin.
En la Apología, Sócrates afirma que anda por ahí estudiando a las personas
para comprobar si saben o que profesan saber y si toman la virtud tan
seriamente como deberían (Ap. 21b9-c8, 29d2-30a4), y Nicias describe esto
como una actividad característica de Sócrates (La. 187e6-188a3). Al atribuirle
este rasgo, Platón implica que Sócrates practicaba el tipo de examen
presentado en los diálogos […] 248.
Sin embargo, este trabajo arduo y continuo parece no dar fruto o, por lo menos,
parece no interesarle a la gente y, sobre todo, parece ser el reflejo del fracaso de la
eticidad frente al desafío de la sofística y su comercio del saber. La propia condena a
muerte de Sócrates se presenta como una paradoja del fracaso de su planteamiento para
la ciudad, es decir, su muerte se refleja en términos oficiales para la polis como algo
desestabilizador para las instituciones. De hecho, en uno de los autos de la condena,
Sócrates es presentado como un desestabilizador de la polis, no solamente porque
corrompe a la juventud, sino, sobre todo, porque transforma el argumento más débil en
el argumento más fuerte (Apología, 19b4-7), es decir, invierte el concepto tradicional de
248 Cf. Irwin. cit. p., 22.
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juzgar las cosas 249. A eso, también hay que añadir que el cuidado de sí protagonizado y
defendido por Sócrates levanta, o mejor, coloca dos problemas en torno a su
personalidad 250, y es sobre eso que nos centraremos en este epígrafe. Primer problema,
Sócrates es presentado como un atopos. Según problema, Sócrates es presentado como
un creador de las aporías.
Dos problemas que obligan a los atenienses en general y a los responsables
políticos en particular a sospechar de las enseñanzas de Sócrates. ¿Qué puede traer de
bueno para la ciudad un hombre que se define como atopos, un “sin lugar” y un
“desconcertante” 251 como él mismo afirma en Teeteto. Este problema, esto es, el de
hecho que Sócrates se defina como un atopos, según dice Pierre Hadot, hace que:
Sus conciudadanos no puedan comprender su invitación a poner en cuestión
todos sus valores, aunque sea sólo rupturas radicales con la vida cotidiana, con
los hábitos y con las convenciones de la vida corriente, con el mundo que para
ellos es familiar252.
249 Cf. Esta actitud nos obliga a preguntarnos, como hace Irwin, si Sócrates es un filósofo moral
constructivo. Como veremos más adelante en el Memorablia de Jenofonte, Hipias plantará a Sócrates una
pregunta de esta naturaleza, esto es, la de saber qué opina él, qué es lo que trae de nuevo para la ciudad.
Hipias intenta mostrarle a Sócrates que no hace más que preguntar y refutar, pero nunca da soluciones.
Cf. Irwin cit. p., 39. « ¿Es Sócrates un filósofo moral constructivo? La idea de que no es sino un crítico
negativo de las opiniones morales de los demás parecería una conclusión admisible a partir de los
diálogos socráticos. En estos diálogos, su método de argumentación característico consiste en una serie
sistemática de preguntas y contra preguntas (elenco) a diferentes interlocutores que sostienen alguna
tesis moral positiva. Este interrogatorio conduce normalmente a la refutación del interlocutor».
250 Cf. Hadot, Exercices spirituels et ph. cit. p., 64. « […] En la medida misma en que implica la
práctica de ejercicios espirituales, la existencia filosófica supone un apartamiento de la cotidianeidad; se
trata de una conversión, de un cambio absoluto de visión, de estilo de vida, de comportamiento. […]. La
práctica de los ejercicios espirituales implicaba la total inversión de los valores aceptados; había que
renunciar a los falsos valores, a las riquezas, honores, y placeres para abrazar los auténticos valores, la
virtud, la contemplación, la simplicidad vital, una sencilla felicidad por el mero hecho de existir. Este
enfrentamiento radical explicaba evidentemente las reacciones de los no-filósofos: desde la burla, de la
que encontramos rastro en las obras de los cómicos, hasta una declarada hostilidad, que llegaría a
provocar la muerte de Sócrates».
251 Cf. El Teeteto, 149a.
252 Cf. Pierre Hadot, Qu’est-ce que la philosophie antique? Edition cit. p., 67. «Ses concitoyens ne
peuvent percevoir son invitation à remettre en question toutes leurs valeurs, mêmes, que comme une
ruptures radicale avec la vie quotidienne, avec les habitudes et les conventions de vie courante, avec le
monde que leur est familier».
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Los atenienses no pueden comprender por qué un hombre que no es capaz de
tener un compromiso 253 con la ciudad se atreve a enseñarla a cuidar de ella 254 y
cuestionan a Sócrates justamente a partir de aquello que para ellos es importante en su
día a día, en sus modos de vida, y exigen que, por lo menos, él tenga una posición clara
con relación a los asuntos de la ciudad 255. En las “Aves”, Aristófanes, uno de los
muchos críticos de Sócrates, se presenta como porta-voz de la corriente que está harta
de las doctrinas socráticas, burlándose de ella y de su compromiso con la ciudad.
Naturalmente, para Sócrates, su posición y su compromiso con la ciudad y con la vida
de los atenienses eran bastante claros. Sin embargo, no lo era para el resto de las
personas que no formaba parte del círculo de amigos y discípulos de Sócrates, basta
para eso ver lo que dice Hipias de Jenofonte.
253 Cf. Naturalmente aquí hay que decir que es una comprensión muy equivocada acerca de Sócrates y
de sus actividades en cuanto ciudadano de Atenas, porque es justamente en nombre de su compromiso
con la ciudad que él muere respetando naturalmente las leyes de la polis. Cf. Critón y Apología 33b y 31
a-b.
254 Cf. Giovanni Reale. cit. p., 203. «Aristofane non poteva certo lasciarsi sfuggire l’occasIone di
mettere in burla anche la tesi socratica della “cura dell’anima”, che, come abbiamo visto nel capitolo
precedente, era il fulcro della di lui protrettica. La “cura dell’anima” posta al di sopra della cura del
coro nel beffardo gioco drammaturgico diventa una sorta di “cura dimagrante” che fa diventare dei
“mezzi morti».
“Aristófanes seguramente no podía dejar que la ocasión de burlarse también de la tesis socrática del
“cuidado del alma” se escapara, la cual, como hemos visto en el capítulo precedente, era el centro de su
protretica. El “cuidado del alma” puesto por encima del cuidado del coro en el irónico juego
dramatúrgico se convierte en una especia de “cura adelgazante” que convierte en “medio muertos”.
255 Cf. Irwin. cit. P., 214. «En los diálogos de juventud Sócrates se apoya en el elenco, pero por lo
general no explica qué o lleva a suponer que tiene derecho a apoyarse en éste. En el Gorgias Platón se
muestra más consciente del asunto, e intenta defender algunos de los principios rectores de la indagación
socrática. En el Menón esta conciencia es incluso mayor, pues examina parte de los supuestos básicos
que subyacen tanto en el método de Sócrates como en su concepción de la virtud. […]. En los diálogos de
la juventud Sócrates está pronto a dar por sentado que ciertas cosas son virtudes y se funda en supuestos
muy controvertidos con respecto a cómo debe ser una virtud; pero nunca intenta justificar estos
supuestos planteando la interrogante general que se formula en el Menón».
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“Il y a assez longtemps que tu te moques des autres en interrogeant et en
réfutant toujours, sans vouloir jamais rendre de compte à personne ni exposer
ton opinion 256”.
Sócrates, en Teeteto, 150c5-10, se referirá justamente a esta acusación aquí
patente en Hipias de Jenofonte. Todo este enredo, todo este sentimiento aquí aclarado
por Jenofonte,
muestra bien cómo era perceptible la resistencia de Alcibíades en
relación a Sócrates, una resistencia además que el propio Alcibíades reconoce en estas
palabras:
Y esto, Sócrates, no dirás que es verdad. Incluso todavía ahora soy plenamente
consciente de que si quisiera prestarle oído no resistiría, sino que me pasaría lo
mismo, pues me obliga a reconocer que, a pesar de estar falto de muchas cosas,
aún me descuido de mí mismo y me ocupo de los asuntos de los atenienses 257.
Es el propio Alcibíades quien al final reconoce que alberga deficiencias en
muchos puntos y en muchas cosas, pero aun así no acepta que primero de todo tiene que
ocuparse de sí mismo antes de ocuparse de las cosas públicas. Naturalmente, la
negación y la resistencia de Alcibíades tiene que ver con la propia dinámica cultural y
política del momento, que por cierto, Hadot justifica de esta manera:
On entrevoit ici la portée politique de ce renversement des valeurs, de ce
changement des normes directrices de la vie. Le souci de la destinée
individuelle ne peut manquer de provoquer un conflit avec la cité. Ce sera le
sens profond du procès et de la mort de Socrate. L’ironie socratique devient
256 Cf. Jenofonte, Memorablia, IV, 4, 10.
257 Cf. El Banquete, 216a2-7.
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dramatique lorsque nous la voyons, grâces au témoignage de l’Apologie de
Socrate, s’exercer, en quelque sorte, sa condamnation à mort 258.
Hay un conflicto inevitable entre el individuo y la ciudad en su tentativa de
cuidar personalmente de sí. Porque la tentativa individual del cuidado de sí representa
para la ciudad un acto de egoísmo y el olvido de los demás. También como ya ha sido
subrayado, esta será la forma en que el cristianismo entenderá el cuidado de sí. La
comunidad nunca podrá contar con aquel que en lugar de salvar su vida la pierde porque
ha dedicado demasiado tiempo a cuidar de sí mismo sin pensar en los demás. Pero, a
pesar de todo, hay que recordar que, desde el punto de vista socrático, la vida es esto
mismo, esto es, consiste en hacer un llamamiento continuado de la existencia y para «el
ser» de la existencia del individuo. La manera socrática de cuidar y de vivir la vida era
esto, poner en marcha el elenchos para rescatar lo humano perdido o perturbado del
hombre. Es en eso en lo que consiste el «sérieux de l’existence» socrático, como lo
subraya Kierkegaard.
Es también desde este punto de vista que, sin embargo, hay que decir que la
crítica de Hipias no es consistente cuando afirma que Sócrates no contesta a nadie, no
tiene opinión y se limita a gozar con las personas. Esta crítica no es consistente porque
justamente Sócrates utiliza el cuestionamiento como una forma del cuidado de sí. Como
hemos dicho en su momento, el “elenchos” juega y tiene como propósito la función de
258 Cf. Hadot, éd. cit., Exercices Spirituels et philosophie antique, p., 117. «Se ve aquí la importancia
política de esta inversión de valores, de estas normas que guían el cambio de vida. La preocupación por
el destino individual no podía dejar de causar un conflicto con la ciudad. Este será el significado
profundo del proceso y muerte de Sócrates. La ironía socrática se vuelve dramática cuando lo vemos,
gracias al testimonio de la Apología de Sócrates, de alguna manera, fue condenado a norte»; Hegel,
Leçon sur l’histoire de la philosophie. Tr. Fr. Garninron, Paris, 1986. p., 333 sq. «Aucun peuple et moins
encore un peuple libre, d’une liberté comme celle du peuple athénien, n’a à reconnaître un tribunal de la
conscience moral».
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situar a las personas, o mejor, situar a los interlocutores de Sócrates, en lo que toca a su
saber real 259.
No nos parece por tanto que Sócrates no exponga sus opiniones, como dice
Hipias de Jenofonte, sino que con sus cuestionamientos él conduce a su interlocutor a
descubrir la realidad que ignoraba 260. Por eso, a la acusación de Hipias de Jenofonte,
Sócrates responde:
Je ne cesse pas de faire voir ce qui me paraît être juste. À défaut de la parole, je
le fais voir par mes actes 261.
Hadot, comentando el saber socrático y el cuidado de sí, hace ver que lo esencial
de este saber reside justamente en el valor absoluto de la intención moral y en la
certidumbre que procura la elección de este valor 262. Este planteamiento de Hadot nos
259 Cf. Irwin. cit. p., 217. «En los diálogos de juventud los interlocutores convienen de inmediato en
responder a la pregunta de “¿Qué es?” (La. 190c6, 190e4; cfr. HMa 286c8); concuerdan en que es
razonable buscar cierta explicación para una virtud. Les lleva más tiempo advertir que el tipo de
explicación correcta es una definición socrática, que ofrece la única descripción de F por la cual todas
las F son F».
260 Cf. Ibíd. pp., 207-8. «Platón pretende que la elección de interlocutores apoya su afirmación de que el
elenco llega a resultados positivos y de que ofrece buenas razones para pensar en que estos resultados
son verdaderos. También hace esta afirmación en los diálogos breves; en el Critón se presenta la
exposición más clara del papel constructivo del elenco y, con ella, proporciona un punto de partida para
los temas y argumentos del Gorgias. Ninguno de los diálogos breves explica de qué manera podría
Sócrates sustentar estas afirmaciones.
El Gorgias, no obstante, trata de sustentarlas. Sócrates dice haber probado que sus conclusiones son
verdaderas, no sólo que este interlocutor particular deba aceptarlas. En su discusión con Polo asegura
haber “demostrado” (apodeiknunai) la verdad de sus afirmaciones refutando los argumentos de Polo
para rechazarlas (G. 479e, 480e3). Le dice a Calicles que, si los dos llegan a un acuerdo, este acuerdo
llegará a la verdad (487e6-7). Cuando concluye su refutación a Calicles, señala que ha probado con
argumentos férreos y diamantinos que su postura es verdadera, y apoya esto diciendo que, si bien ignora
cómo son las cosas, nadie ha logrado discrepar con su postura sin caer en el ridículo (G. 508e6-509b1)».
261 Cf. Jenofonte, Memorablia. IV, 4,10; Cf. Hadot. Ed. c. Exercices spirituels et philosophie antique.
pp., 292-293. «Les exigences du discours, à la fois logiques et pédagogiques, obligent à faire ces
distinctions. Mais la philosophie elle-même, c’est-à-dire le mode de vie philosophique, n’est plus une
théorie divisée en parties mais un acte unique qui consiste à vivre la logique, la physique et l’éthique. On
ne fait plus alors la théorie de la logique, c’est-à-dire du bien parler et du bien penser, mais on pense et
on parle bien, on ne fait plus la théorie du monde physique, mais on contemple le cosmos, on ne fait plus
la théorie de l’action moral, mais on agit d’une manière droite et juste».
262 Cf. Pierre Hadot, Qu’est-ce que la philosophie antique? cit. p., 64.
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parece muy importante aquí, porque viene justamente al encuentro de la actitud de
Alcibíades. Recordar que el daimón sólo permite a Sócrates hablar con él a partir del
momento en que descubre que Alcibíades tenía algo bueno dentro de él, esto es, a partir
del momento que Alcibíades decide actuar en la política, no gracia a su eros o a su
privilegio familiar, sino gracias a la askêsis 263 y a su voluntad de hacer política, de hacer
justicia, y esto a pesar de no saber con rigor lo que es la justicia.
La actitud de Alcibíades será, por tanto, la actitud de alguien que decide
examinar su modo de vida, a pesar de la resistencia con que hace este examen. Hay una
voluntad de hacer el bien y para Sócrates eso es lo que cuenta, eso es lo más
importante 264. La disponibilidad de Alcibíades para hacer algo, para hacer política bien
intencionada ya es por si sola un cambio de su interioridad. Tanto Foucault como Hadot
hacen ver que hay un progreso, hay un acercamiento entre Sócrates y Alcibíades. En el
Banquete es Alcibíades quien desea la muerte de Sócrates, no solamente porque no
soportaba la omnipresencia de éste en todos los asuntos, sino también porque no suporta
que Sócrates sea el centro de atención. Pero ya en el diálogo de su nombre (Alcibíades),
es él mismo quien desea morir si por ventura no consiguiera hacer lo que desea, esto es,
practicar la justicia a través del actuar político como jefe y consejero de los atenienses.
263 Cf. Davidson, Ethics as Ascetics. .cit. p., 130. «In trying to recapture the different form in which the
care of the self has appeared, it is essential to understand not only the ways in which the self-became an
object of concern, but also the ways in which one went beyond oneself, relating the self to something
grander than itself. The spiritual exercises of ancient philosophy, that philosophical askésis so central to
Foucault’s last works, could, at one and the same time, result in an intense preoccupation with the self
and in a sort of dilation of the self that realized the true magnitude of the soul».
264 Cf. Pierre Hadot, Qu’est-ce que la philosophie antique?. cit., p. 65.« À ses yeux, il n’y a qu’un mal,
c’est le mal moral, il n’y a qu’un seul bien, une seule valeur, c’est la volonté de faire le bien, ce que
suppose que l’on ne refuse pas d’examiner sans cesse rigoureusement sa manière de vivre, afin de voir si
elle est toujours dirigée et inspirée par cette volonté de faire le bien. On peut dire, jusqu’à un certain
point, que ce qui intéresse Socrate, ce n’est pas de définir ce que peut être le contenu théorique et
objective de la moralité : ce qu’il faut faire, mais de savoir si l’on veut réellement et concrètement faire
ce que l’on considère comme juste et bien : comment il faut agir».
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Hay que añadir y decir también que cuando Sócrates se dice de sí mismo un
atopos, lo dice en alusión a sus enseñanzas, esto es, intenta mostrar que él no ocupará el
lugar del maestro, sino un lugar paradójico, un no-lugar 265. Es desde este lugar que él
formulará sus preguntas, proponiendo a su interlocutor hacer camino con él desde los
planteamientos de estas preguntas y no desde sus respuestas. Este planteamiento va a
hacer que el interlocutor adquiera la capacidad de pensar por sí mismo y encontrar la
verdad que está dentro de él 266, y eso hará que el interlocutor pueda vivir sin sus
maestros. En realidad eso es en el fondo lo que Sócrates quería ofrecer a cada
interlocutor, adquirir el saber y llevar una vida independiente, sin tener que depender de
sus maestros, como le dice en el Teeteto:
Sin embargo, los que tienen trato conmigo, aunque parecen algunos muy
ignorantes al principio, en cuanto avanza nuestra relación, todos hacen
admirables progresos, si el dios se lo concede, como ellos mismos y cualquier
otra persona puede ver. Y es evidente que no aprenden nunca nada de mí, pues
son ellos mismos y por sí mismos los que descubren y engendran muchos bellos
pensamientos 267.
Sócrates nunca ha tenido una enseñanza magistral 268, razón por la cual dice
siempre que no sabe nada. Tampoco habla nunca de sus maestros, y siempre que se
refiere a ellos, ha invocado la razón económica como el argumento principal para no
haber tenido esta educación como se puede comprobar en Laques. Naturalmente, en
relación a esta cuestión, Plutarco presenta otra justificación. Para él, el oráculo había
ordenado al padre de Sócrates que dejara niño hacer todo que su espíritu le ordenara. No
debía ser violentado ni reprimido, porque tenía dentro de él un guía que le conduciría
265 Cf. Eduard Delruelle. Ed.cit., 41.
266 Cf. Ibid.
267 Cf. El Teeteto, 150d
268 Cf. El Laques, 186b8-c5.
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durante toda la vida, y este guía valía más que mil maestros y más que mil
pedagogos 269. Hay sin embargo que referir que el propio Sócrates de Alcibíades
contradice el Sócrates de Laques, y sin embargo, confirma la interpretación de
Plutarco 270. Pero sea como sea, la manifestación o la presentación de Sócrates como un
atopos debe también ser comprendido en este sentido, en el sentido de alguien que no
reclama para sí ninguna maestría pero que, sin embargo, rechaza el saber presentado por
los sofistas como un «savoir-faire»
Así, la crítica que ve a Sócrates como un atopos (definición que él mismo
también se da a sí); va desapareciendo en el contacto que él va manteniendo con sus
interlocutores como él mismo hace ver en el Teeteto. Poco a poco se descubre que el
hecho de decir “soy un atopos” no quiere decir “no tomo parte en las responsabilidades
de la ciudad”; al contrario, quiere simplemente decir “soy un desconcertante”; en el
sentido de hacer ver a los otros que tienen que replantear las creencias de sus saberes.
Por tanto, desde este punto de vista, dice Hadot:
Le souci de soi est donc indissolublement souci de la cité et souci des autres,
comme on le voit par l’exemple de Socrate lui-même, dont toute la raison de
vivre est de s’occuper des autres. Il y a chez Socrate 271 un aspect à la fois
269 Cf. Plutarque, Œuvres Morales. (Du destin – Le démon de Socrate – De l’exil – Consolation à sa
femme) T. VIII, traités 42-45. cit., pp., 106-107; (20) 589e.
270 Cf El Alcibíades, 124b5-c11. «Alc: ¿Pero qué es a lo que hay que aplicarse, Sócrates? ¿Puedes
explicármelo? porque parece que estás diciendo la verdad como nunca.
Sóc: Puedo explicártelo, pero debemos hacer una reflexión común sobre la manera de perfeccionadnos.
Porque lo que yo digo sobre cómo hay que educarse no es distinto para ti que para mí. Sólo hay entre
nosotros una diferencia.
Alc: ¿Cuál es?
Sóc: Que mi tutor es mejor y más sabio que Pericles, que es el tuyo.
Alc: ¿Y quién es ese tutor tuyo, Sócrates?
Sóc: Es un dios, Alcibíades, el mismo que no me permitía hasta este día hablar contigo. Por la confianza
que tengo en él, te digo que únicamente se manifestará a ti a través de mí».
271 Cf. La Apol., 33b y31 a-b.
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«missionnaire» et «populaire» que l’on retrouvera d’ailleurs dans certaines
philosophies de l’époque hellénistique 272.
Con eso se muestra en este primer punto que la condición de atopos de Sócrates
también está asociada a la manera de cuidar él de sí mismo al mismo, tiempo que cuida
de la generalidad de la ciudad, como dice en la Apología. Además, Sócrates era un
“atopos singular”. Él tenía familia, tenía mujer e hijos, compartía con sus amigos. Es
decir, tenía referencia concreta que le ligaban con la ciudad y sus gentes 273.
El segundo punto que provoca la sospecha de la epimeleia socrática a los
ciudadanos atenienses tiene que ver con el hecho de que él mismo se reconoce como un
creador de las aporías 274. Aquí también se coloca la misma pregunta: ¿Cómo es posible
que este hombre, que dice a propósito de él mismo que nada sabe, se atreve a hablar de
la ciudad y del cuidado de sí en la ciudad?, el que dice de propósito que nada sabe.
Al anunciarse como un creador de las aporías, se define como alguien que se
limita a presentar cuestiones sobre las cuales no se puede decidir, alguien cuyo interés
es solamente crear paradojas y causar rupturas o negar la continuidad a través de los
planteamientos de las cuestiones: cuestiones sobre las cuales no se puede decidir, pero
sobre las cuales se tiene que decidir, razón por la cual Hipias de Jenofonte le pregunta,
¿en qué quedamos? Hay que tomar partido y hay que plantear las respuestas, ya que
estas mismas cuestiones no pueden ser superadas sino a través de las decisiones. El
propio Jenofonte afirma que Sócrates era alguien que solamente formulaba las
272 Cf. Pierre Hadot, Qu’est-ce que la philosophie antique?. Ed. cit., p., 68. « El cuidado de uno mismo
es indindisolublemente el cuidado de la ciudad y la preocupación para con los demás, como lo vemos en
el ejemplo mismo de Sócrates, cuya única razón de vivir es cuidar de los demás. Hay en Sócrates un
aspecto "misionero" y "popular", que se encuentra también en algunas filosofías de la época
helenística».
273 Cf. Ed. cit., p. 67.
274 Cf. El Teeteto, 149 a.
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cuestiones, pero que nunca las contestaba 275. También Aristóteles comparte esta
afirmación 276, alegando por su parte que Sócrates no contestaba porque no sabía las
respuestas de las preguntas que hacía a sus interlocutores. Y va más lejos que Jenofonte,
pues dice Aristóteles que para responder es necesario saber, las respuestas, hace falta
saber las respuestas mientras que para interrogar no solamente no hace falta saber sino
que también la acción de interrogar es un principio de curiosidad sobre la cosa
ignorada 277.
Esta afirmación de Aristóteles nos permite ver que en lo que toca a los
acusadores de Sócrates en este campo aporético, su conciencia aporética es presidida
por una apelación a la autoridad de Sócrates: quieren saber sus respuestas. Se puede por
tanto comprender la sospecha de los atenienses en relación a la figura de Sócrates en lo
que dice respecto a sus enseñanzas y al cuidado de sí que él proponía. En efecto, se
puede siempre preguntar, ¿qué utilidad puede tener la interrogación si su fin último no
es él de dar respuesta ni proporcionar el saber para aquellos que lo necesitan? La crítica
que se formula a Sócrates será la de acusarle de ser alguien que suscita a propósito la
inquietud en interior de las personas a través de sus aporías. La aporía “es la ausencia
del camino”. pero es también lo que nos impide concluir la marcha. Se pregunta
entonces para qué sirve, cuáles son sus ventajas en este diálogo que Sócrates establece
con la ciudad a partir de sus interlocutores. No obstante, en el ámbito de la formación, la
aporía refleja esto, o mejor, debe transmitir lo siguiente:
La vraie formation est toujours orale, parce que seule la parole permet le
dialogue, c’est-à-dire la possibilité pour le disciple de découvrir lui-même la
275 Cf. Jenofonte, Mem. ed. c., IV, 9-10.
276 Cf. Aristóteles, Sofistica. El. 34. 183b7 sq.
277 Cf. Ibíd., 11. 173a, 23-24, 30-32.
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vérité dans le jeu des questions et des réponses, la possibilité aussi pour le
maître d’adopter son enseignement aux besoins du disciple 278.
Así, desde esta perspectiva presentada por Hadot, se podría aún preguntar si con
esta ausencia de la respuesta, la aporía no sería justamente el motor de la marcha que el
sistema socrático necesita. Como hemos visto con elenchos, Sócrates se propone ayudar
a las personas a ocuparse de ellas mismas a través de un examen de sí. Desde esta
perspectiva, nos parece que Sócrates, al decir que era un causador de las aporías, está
diciendo, “yo no soy respuesta o yo no doy respuesta”, sino que “incentivo e invito a la
búsqueda de la mejor respuesta a través del desconcierto de uno mismo”. De hecho, la
aporía “no es la cuestión, sino la imposibilidad de responderla 279”. Esta imposibilidad
pretende demostrar que, en realidad, el interlocutor no tiene la respuesta porque
justamente está en posición de un falso saber 280, o nunca ha tenido dicho saber, o
todavía no lo ha pensado, como ha sido demostrado, por ejemplo, en el caso de
Alcibíades. Este nuestro planteamiento queda aún más claro con esta explicación de
Proclo:
En outre, il vaut la peine d’examiner la manière dont les interrogations sont
faites 281. Socrate, en effet, ne demande pas: «Est-ce que tu donneras des
conseils sur la question de savoir si l’art de la cithare doit exister dans la cité
ou l’art de la lutte?» ou: Comment doivent-ils lutter? De fait, l’homme politique
ne donnera pas de conseils sur les arts particuliers, sauf pour rapporter leur
bien à l’état et examiner l’utilité qui en découle, mais quant à leur usage et aux
raisonnements qui les concernent, il les abandonnera aux praticiens. […], Et
c’est en visant cette fin que le bon conseiller fera des propositions sur les arts
278 Cf. Hadot, Ed. cit. Exercices Spiritueles et philo. pp., 275-276. «La verdadera formación es siempre
oral, porque solamente la palabra permite el diálogo, es decir, la posibilidad para el discípulo de
descubrir él mismo la verdad en el juego de preguntas y respuestas, y la posibilidad de que también el
maestro pueda adaptar su enseñanza a las necesidades del discípulo».
279 Cf. Pierre Aubenque, Sócrates y la aporía ontológica. In Azafa. Rev. Filosofía. Ed. Universidad de
Salamanca, 6,2004. pp. 17-28. (18).
280 Cf. El Sofista ,244a.
281 Cf. Ol., 64.23-65.10
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SECCIÓN PRIMERA
particuliers: quels il laissera aux praticiens le soin de dire comment il faut
pratiquer chaque art et les activités de chacun. Par conséquent, il donnera des
conseils sur la question de savoir s’il doit y avoir une mantique ou non, mais
refusera de pratiquer la mantique; il connaitra de la question de savoir si la
cité doit admettre la médicine ou non, mais fera du médecin le conseiller dans
les questions médicales; même chose pour l’architecture et pour chacun des
autres arts 282.
Esta es la cuestión que se le presenta a Alcibíades, la cuestión política, o mejor,
la cuestión del saber político. « ¿Qué sabes tú hacer políticamente para que la gente, los
ateniense,s puedan confiar en ti?». En este texto de Proclo está patente que el político o
el candidato a la política debe tener no solamente un saber específico ligado a la
política, sino que también debe estar capacitado para juzgar cuándo el saber particular
puede ser conveniente para la utilidad pública. Pero el juicio que se hace sobre los
saberes particulares no debe ser confundido con la actividad política (Alc.107a1; c2). Tú
sabes, conoces las reglas para escribir, para tocar la citara y los ejercicios de la oratoria,
pero nada de eso es la política. Tú necesitas de algo que es político y este algo lo tienes
que aprender. Por tanto, aquí, las preguntas aporéticas tienen sus valores específicos y
no admiten una eventual evasión de la responsabilidad. Y hay que decir también que la
cuestión aporética de Sócrates que lleva a los atenienses a poner en duda la sinceridad
sobre su cuidado de sí o de sus enseñanzas sobre el cuidado de sí, también puede ser
leído desde el punto de vista de la ironía (República I, 337a) socrática, al mismo tiempo
que también se puede realizar algunas preguntas usando esta misma ironía, como por
282 Cf. Proclo,.cit. pp. 259-260. « Además, vale la pena examinar cómo las preguntas se hacen. Sócrates,
en efecto, no le preguntad, "¿Será que tú das consejos acerca de si el arte del arpa debe existir en la
ciudad o el arte de la lucha?" O: ¿Cómo se debe luchar? De hecho, el hombre político no va a dar
consejos específicos sobre artes, excepto para informar de su bien al Estado y examinar la utilidad que
de ahí resulta, pero en cuanto a su uso y los planteamientos que les dicen respecto, él los abandona a los
particulares. [...] Y es buscando este fin que el buen consejero hará propuesta sobre las artes
particulares: él va a dejar a los pragmáticos el cuidado de decir cómo se puede practicar cada una de las
artes y sus respectivas actividades. Por consiguiente, dará consejo en lo que se refiere a si debe haber o
no una mantica, conocerá la cuestión de saber si la ciudad debe o no aceptar la medicina, aunque hará
del médico el consejero de los asuntos medicinales; lo mismo sobre la arquitectura y sobre cada una de
las otras artes».
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SECCIÓN PRIMERA
ejemplo: ¿quién es este hombre reconocido por todos como maestro pero que sin
embargo persiste en decir que no sabe nada? ¿Cuál es el peso y la influencia del
Sócrates que se dice no saber nada de la ciudad y de sus asuntos, pero que, sin
embargo, no para de hablar de ellos, no para de dar opiniones? Esta preocupación
también manifestada en Memorablia de Jenofonte, se repite también en algunos
diálogos de Platón 283. El método aporético parece constituir el tono de la excelencia en
el saber socrático, al mismo tiempo que no deja suscitar su cuestionamiento a los
conciudadanos.
To his immediate circle Socrates had been a paradigm of the excellence he
investigated. The strangeness of his life and the tragedy of his death were
challenges to inquiry. No less provoking were divergences in the interpretation
of his role and attitudes by those who had known him. Was Socrates a hedonist,
or en enemy of pleasure? Did he intend his profession of ignorance to be taken
seriously? Where did he stand on political involvement? On such questions the
Socrates literature gave ambiguous responses. Yet it was unanimous in
regarding Socrates as model of how a philosopher should conduct himself 284.
La cuestión que se puede plantear es la de saber si acaso no es propio de la
aporía crear la ambigüedad, la incertidumbre, la sospecha, etc. Naturalmente, la aporía
no ayuda a superar la cuestión de la sospecha ni de la ambigüedad, porque puede exigir
que el interlocutor tenga que elegir entre varias respuestas posibles, y eso no le interesa.
También puede suceder que no se pueda dar una respuesta fundada, esto es, “una
respuesta que no remita a otra cuestión”. Sin embargo, aunque no hubiera que elegir ni
dar una respuesta que remitiera a otra cuestión, la verdad es que deja brecha abierta, la
brecha de desconcierto, la misma brecha que también se encuentra en el tercer momento
de elenchos, la de la admiración que después anima al interlocutor a aprender a rehacer
283 Cf. La Republica, 337a (Gorgias, 489e; Teeteto 150c).
284 Cf. A. A. Long, in The Cambridge History of Hellenistic philosophy. Ed by Keimpe Algra, Jonathan
Barnes, Jaap Mansfeld and Malcolm Schofield. Cambridge university press, reprinted 2007. pp., 621-622.
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SECCIÓN PRIMERA
todo su concepto del saber. Desde este punto de vista, el planteamiento aporético de
Sócrates supone que la respuesta es dada o puede ser dada a través de los elementos que
componen el debate, las preguntas. Aquí, por tanto, se trata de un abordaje psicológico,
una forma extraña de decir al otro, «no estás en lo cierto», e invitarle a mirar por qué
efectivamente no está en lo cierto. Por eso, cuando Sócrates se define como alguien que
provoca o causa la aporía, esta aporía pretende únicamente causar duda en relación a las
cuestiones esenciales y desvelar algo nuevo, algo que está ahí, pero que, sin embargo,
escapa a la realidad de las personas.
CAPÍTULO II: “LA DETERMINACIÓN COMO CONOCIMIENTO DE SÍ”.
1.
ARETÊ Y LA CUESTIÓN DE LA EDUCACIÓN Y LOS LÍMITES DE LA TÉCNICA.
Desde el comienzo, la noción de aretê está estrictamente ligada a la cuestión de
la educación, nos dice Werner Jaeger. Esta ligación tiene naturalmente que ver con el
fin último de los creadores de la paideia y sus influencias en el espacio público. El
concepto de aretê que encontramos en Alcibíades ha sufrido la influencia de la mutación
social, o mejor, está condicionado por la influyen de los cambios sociales, y estos
condicionalismos también influyeron en la manera de su realización. Así, cuando
Alcibíades plantea ser consejero de los atenienses, su planteamiento está hecho desde el
punto de vista de la concepción vigente de aretê.
El planteamiento socrático con Alcibíades va a ser por tanto el de intentar ver
con él qué tipo de educación conduce a aretê, y este planteamiento, Sócrates le va a
hacer a través de una llamada de atención a Alcibíades: «preguntate qué es esto de
cuidar de ti mismo, qué es esto que tú quieres cuidar». Esta llamada de atención tiene
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desde luego, como objetivo, destruir no solamente la concepción vigente de paideia, de
aretê sino también la propia idea de aretê que Alcibíades tenía 285. Como hemos visto,
Alcibíades pensaba que ya había adquirido la excelencia porque venía de una familia de
nobles 286, porque es bello y joven, y porque sabe hablar. La cuestión de la educación en
él siempre ha sido tratada de una manera muy peculiar y muy extraña. Este contexto de
extrañeza y confusión en la educación de Alcibíades no era un problema exclusivamente
suyo sino que era lo más normal en la educación en el espacio democrático de su
285 Cf. Detienne, L’invention de la mythologie. Gallimard, Paris, 1981. pp 50-51. «Quand Platon, au
commencement du IVe siècle, s’en prend dans la République à la poésie en général ainsi qu’à Homère, il
met en cause non pas une œuvre figée par le livre ou un texte écrit pour des philologues mais le fondateur
d’une paideia, d’un système culturel plus ou moins conçu comme une encyclopédie du savoir collectif,
transmis par la bouche et par l’oreille, exécuté musicalement et mémorisé à l’aide de formules rythmées.
Cette culture poétique provoque dans l’âme ou dans l’esprit de ceux qui l’écoutent et la partagent des
émotions et des sentiments vivement réprouvés par la philosophie des Idées».
286 Cf. Giovanni Pascucci. Storia della letteratua greca. Ed. Sansoni. Firenze, 1948. pp., 348-349. «Il
fondamento della normale cultura ateniense era costituito sinora dall’insegnamento scolastico oltre che
dall‘apprendimento della scritura e della poesia (brani di Omero e di Esiodo tramandati a memoria) :
tale sistema di educazione, collaudato da una lunga serie di generazioni, in cui la continuità della
tradizIone familiare e l’abito all’esercizio politico gelosamente mantenuto nelle mani della classe
nobiliare sopperivano alla riconosciuta deficenza della scuola, si era venuto gradualmente completando
nel corso del V sec. Per l’appassIonata partecipazione del pubblico alle rappresentazioni drammatiche in
occasione delle feste dIonisiache. I poeti tragici proponevano sulla scena problemi di natura eticoreligiosa, davan l’esempio di pubblici dibattiti, infervoravano gli spettatori con quella loro abilità nel
discutere il pro e il contro delle umane ragioni da cui scaturiva l’azione dei loro personaggi, (…) : in tal
senso essi erano veramente maestri del loro popolo. Ma si trattava d’insegnamento non sistematico volto
essenzialmente alla ricerca di un approfondimento interiore più che alle necessità della vita pratica, di
cui la stessa stilizzazione poetica sembrava sminuir l’efficacia».
“El fundamento de la cultura normal de Atenas estaba constituido también por la enseñanza escolástica,
además del aprendizaje de la escritura y de la poesía (fragmentos de Homero y Esiodo transmitidos de
memoria): este sistema de educación, desarrollado a lo largo de una serie de generaciones, en el que la
continuidad de la tradición familiar y la costumbre del ejercicio político (que estaba celosamente
conservado en las manos de la clase nobiliaria) preveian a la reconocida deficiencia de la escuela, se
había ido desarrollando a lo largo del siglo V por la interesada participación del publico a las
representaciones dramáticas en ocasión de las fiestas dionisíacas. Los poetas trágicos ponían en escena
problemas de naturaleza ético-religiosa, daban el ejemplo de debates públicos, acaloraban el público con
la habilidad que ellos tenían en discutir pros y contras de los argumentos humanos, desde los cuales
nacía la acción de sus personajes: en este sentido ellos eran de verdad los maestros de su pueblo. Sin
embargo se trataba de una enseñanza no sistemática, dirigida sobre todo hacia la búsqueda de un
riguroso estudio interior, más que a las necesidades de la vida práctica, de la cual la misma estilización
poética parecía disminuir la eficacia”.
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tiempo 287. En efecto, el propio concepto de educación que conduce a aretê no era
consensual 288, los nobles querían guardar la transmisión de aretê que se hacía en
conformidad con sus maneras, esto es, en conformidad con la nobleza; querían
distanciarse de la recepción de aretê campesina heredada de la tradición de Hesíodo 289
en donde la virtud ya no está solamente al alcance de los nobles, como en Homero. En
Hesíodo, a pesar de la dureza de la virtud, ésta puede ser conseguida por cualquier
persona. Pero los nobles tampoco querían que la concepción de la educación que
conducía a aretê fuese compartido en el espacio democrático. Hay por tanto aquí una
visión tripartita de la educación, pero un tripartidismo conflictual. Sin embargo, el gran
problema en este caso es que este conflicto exterior no acontece en uno mismo, y la
ausencia de consenso no permite a las personas darse cuenta de su ignorancia, y es esto
lo que genera lo que hemos llamado, la doble ignorancia, la ignorancia que se ignora.
“[…] car, bien que par nature nous possédions une notion innée du juste, nous
ne nous tournons pas vers nous-mêmes et nous ne pouvons donc pas en
retrouver une connaissance distincte ; et c’est là la cause de notre prétention de
savoir, et cette prétention nous expose à être réfuté290”.
La educación vigente en el espacio de Alcibíades, la educación a la vez
democrática y noble, no tenía en cuenta esta interioridad de la persona, y es también por
eso que era más desventajosa que la educación aristocrática, dice Jaeger (1964; 334).
287 Cf. El Alcibíades, 118b5-c1. «! Ay Alcibíades, qué desgracia la tuya! Aunque yo vacilaba en
calificarla, sin embargo, como estamos solos, debo hablar. Porque estás conviviendo con la ignorancia,
querido, con la peor de todas, tal como te está delatando nuestro razonamiento, e incluso tú mismo. Por
eso te lanzas a la política antes de recibir formación en ella. Y no eres tú solo el que padece esta
desgracia, sino también la mayoría de los que gestionan los asuntos de nuestra ciudad, excepto unos
pocos, y entre ellos tal vez tu tutor Pericles».
288 Cf. Werner Jaeger, Paideia. Tr. André et Simonne Devyver. Gallimard, Paris, 1964. p., 334.
289 Cf. Trabajo y días, vv. 287-292. «La maldad, en abundancia incluso, uno la puede escoger. Con
facilidad: es el camino y muy cerca habita. Pero, ante la virtud, sudor colocaron los dioses inmortales:
largo y escapado es hasta ella el sendero y áspero al principio; mas cuando a la cumbre se llega, fácil de
seguida se hace, por duro que fuera».
290 Cf. Proclo. Ed. cit .p., 12.
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SECCIÓN PRIMERA
Este espacio no estaba habilitado para ofrecer a los educandos una forma general de
educación que incluyera la educación física y espiritual, así como tampoco tenía las
condiciones suficientes como para que el educando adquiriese el deseo de aspirar a la
virtud. De hecho, hemos visto que el daimón sólo autoriza a Sócrates a hablar con
Alcibíades a partir del momento en que éste recurre al uso correcto de sí, esto es,
cuando deja de lado su capacidad de influencia y su calidad del hombre noble. La
preocupación que lleva el daimón a autorizar a Sócrates a ayudar a Alcibíades
representa, de una cierta manera, el momento de la ruptura de Alcibíades con la
recepción del poder que se hace a través del concepto de nobleza de sangre, un concepto
que también era asociado, o mejor, tenía correlación con una buena educación, una
buena preparación. Pero todo eso cambia cuando Alcibíades deja de pensar que a él le
basta ser noble para poder ser un buen consejero de los atenienses y empieza a pensar en
sí únicamente, esto es, se ve simplemente como hombre libre que quiere el bien para su
ciudad; y, con eso, él se libera de un prejuicio antiguo.
Alcibíades se ha liberado de un prejuicio antiguo, y eso ha sido bien visto por el
daimón. En efecto, dice Jaeger, el estado ateniense «ha hecho que todo ciudadano que
ha nacido libre sea considerado miembro de la comunidad ática tornándole apto a
servirle291», y esto quiere decir que Alcibíades, en cuanto ciudadano libre, estaba
capacitado para servir a la ciudad de acuerdo con esta tradición. Pero como ya hemos
visto, no lo estaba según la nueva visión de la educación socrática (119c) necesaria para
un buen gobernante. No obstante, la educación de Alcibíades, así como la educación de
cualquier ateniense, no podía ser hecha, no podía acontecer fuera de un contexto
291 Cf. W. Jaeger.. cit., p., 334.
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político 292. La educación no es una práctica individual, esto es, no es una actividad
individual, «ella es esencialmente la obra de la comunidad (…) y es la comunidad que
determina/condiciona el comportamiento del individuo». La crítica a la educación de
Alcibíades por parte de Sócrates es, por tanto, y sobre todo, una crítica al sistema
político, al sistema comunitario en donde Alcibíades ha sido educado, y es también eso
lo que hace que Sócrates le diga a Alcibíades, «yo soy el único que te puede dar lo que
procuras» y «espero ser el todopoderoso junto a ti» cuando finalmente te des cuenta de
que yo soy de un valor inapreciable y que te puedo dar lo que nadie te puede dar, ni
siquiera tu tutor o tus parientes. Aquí, Sócrates pone en causa todas las estructuras
jerárquicas que tienen influencia sobre la educación de Alcibíades (tutor, parientes y el
entorno social y cultural). Esto es importante, porque toca en el corazón de la fragilidad
del sistema educativo que ha formado a Alcibíades como hombre y como ciudadano
candidato al cargo político.
No obstante, también se puede decir que Sócrates puede que sea muy injusto con
toda esta jerarquía que ha dado formación al joven Alcibíades y, de modo particular, tal
vez sea injusto con Pericles a partir de la crítica que formula a la educación de
Alcibíades. Sabemos por el propio Alcibíades (118e) que la culpa de su estado actual, la
culpa de su falta de aretê, no depende en absoluto de Pericles, sino de él mismo:
«cuanto a mí, yo creo que es mi culpa: yo no le doy oído». Alcibíades asume aquí su
culpa y su responsabilidad en el fallo de su educación, esto es, él admite que no siempre
ha puesto en práctica las recomendaciones de su maestro. Esta confesión de Alcibíades
292 Cf. Aristóteles, Política, VIII, 1. Trad de García Gual y Pérez Jiménez, Alianza. p., 306, 1337a.
«Desde luego nadie va a discutir que el legislador debe tratar muy en especial de la educación de los
jóvenes. Y, en efecto, si no se hace así en las ciudades se daña su constitución política, ya que la
educación debe adaptarse a ella. El carácter particular de cada régimen suele preservar su constitución
política como la ha establecido en su origen; es decir, el carácter democrático, la democracia, y el
carácter oligárquico, la oligarquía. Siempre el carácter mejor es responsable de la constitución mejor».
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SECCIÓN PRIMERA
es bastante grave si lo miramos desde el punto de vista de la tradición de la paideia. En
efecto, dice Jaeger (1964; 31), la educación consistía en un mandamiento tal como
«Honra a los dioses, Honra a tu padre y tu madre, Respeta al extranjero» y el
conocimiento de estos mandamientos implicaba a su vez el conocimiento de uno mismo
y el dominio de la técnica293; y aquí vemos a Alcibíades asumir que no la tiene porque
no ha escuchado a su maestro, no ha obedecido a su maestro.
También hay que decir que Pericles no era el único responsable de la educación
de Alcibíades; él compartía esta tarea o esta responsabilidad con su hermano
Ariphron 294 y con el viejo esclavo de quien Sócrates dice que era un monumento de
ignorancia. Pericles aparece a los ojos de todos como el tutor de Alcibíades, o como el
principal mentor, justamente porque éste así lo quiere. Para él, tener a Pericles como
tutor era un gran honor y también la manera más fácil para llegar a los cargos políticos o
conquistar la admiración de los demás. Esta actitud de Alcibíades tiene justamente que
ver con lo que hemos llamado la pertinencia a la comunidad política, esto es, tal sistema
político es la referencia de mi pertinencia, de mi formación, o tal líder político ha sido
referencia de mi educación o en mi educación.
Sin embargo, la crítica de Sócrates no deja de tener su valor, sobre todo, porque
es hecha con el fin de ofrecerle a Alcibíades una solución para cubrir las debilidades de
su educación anterior, esto es, las debilidades sobre su formación en “ciencias
políticas”, ya que el elemento principal de la educación para los griegos era la
formación de los ciudadanos para servir a la polis, para estar al servicio de la polis. Y es
293 Cf. Con eso también se puede comprender porque a Alcibíades le falta la técnica que los espartos y
los persas tenían y él no. Como vimos, en esta sociedad los niños tenían a partir de los seis años 4
maestros que empezaban a introducirles en materia de sabiduría, de prudencia, de coraje y de justicia.
Ellos obedecían a sus maestros. Aquí al contrario, Alcibíades dice que no le ha hecho.
294 Cf. Plutarco. Alcibíades, 1.2; Cambridge Greek and Latin Classics. Ed.c. pp., 88-89.
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SECCIÓN PRIMERA
también desde este punto de vista que no se puede admitir, en el campo político, que la
herencia política de aretê se haga simplemente a través de la sangre, dice Jaeger. Esta
vía ya no se justifica toda vez que la nueva polis, al instituir las gimnásticas, ganó a la
aristocracia la batalla por el dominio del aretê físico, En el caso concreto de Alcibíades,
o en lo que toca a Alcibíades, se tratará del dominio de la excelencia de la dietética295.
Ya no son solamente los nobles quienes pueden cuidar de sus cuerpos, cualquier
hombre libre lo puede hacer. También la nueva polis exige a los nobles que tengan las
condiciones mínimas para desarrollar funciones políticas en la polis las calidades
morales e intelectuales. De hecho, Eurípides lo decía claramente en Ion al plantear que
los nobles podrían perder sus derechos de parresía (de uso público de la palabra para
opinar sobre los asuntos de la ciudad, el derecho de pronunciar la verdad públicamente
que era concedida únicamente a los ciudadanos bien nacidos), si en su vida cotidiana no
se comportasen con eticidad. Si hay algo de sospechoso, de vergonzoso o de deshonor
sobre ellos, esta sospecha podría constituir un motivo para la pérdida de su derecho de
parresía.
La intervención de Sócrates en la vida de Alcibíades acontece también en un
momento en que la Grecia experimenta un cambio convulsivo, un proceso de
295 Cf. hay que señalar que sobre este punto, el cuidado del cuerpo, Hannah Arendt (2002: 152) tiene una
posición según la cual, «cuantas menos horas necesitaba uno para cuidar de su cuerpo, más tiempo tenía
para dedicarse a tal ocupación divina, acercándose de este modo mucho más al estilo de vida de los
dioses». Esta parece ser también la posición del Sócrates de Platón, particularmente en el Alcibíades y en
el Fedón, y es también la posición del Sócrates de Jenofonte en el Banquete 8, 23-26. «Voy a explicar
ahora que es impropia de un hombre libre la relación con quien ama el cuerpo más que el alma. En
efecto, quien enseña a hablar y actuar como es debido recibiría honores justificadamente, como Quirón y
Fénix los recibieran de Aquiles; pero quien está ansioso del cuerpo podría ser tratado en buena lógica
como un mendigo, pues siempre va detrás pidiendo y suplicando un beso o alguna otra caricia. Y no os
sorprendáis si hablo de manera un tanto atrevida, pues el vino, por un lado me excita y el Amor que
siempre convive conmigo me aguijonea, por otro, para hablar con libertad contra el Amor que es su
rival. Creo, pues, verdaderamente que quien presta atención a la belleza corporal se parece a quien
arrienda un terreno. Éste, en efecto, no se preocupa de que su valor sea mayor, sino de que las cosechas
le den la mayor cantidad de frutos posibles. En cambio, al que aspira a la amistad se parece más al que
posee un campo propio, pues trae lo que pueda de todas partes para dar más valor a aquello que ama».
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SECCIÓN PRIMERA
transformación de la aristocracia de castas hacia la aristocracia de espíritu. Alcibíades
tiene que conquistar a los atenienses mediante su poder intelectual, mediante la lucidez
de su espíritu, y no por los privilegios debido a su origen. La presencia de Sócrates en la
educación de Alcibíades también se explica por el hecho de que, según una tradición
sofistica, la verdadera educación no era administrada al pueblo sino a los jefes de los
pueblos, a aquellos que van a tener en el futuro que desarrollar la función de «métier de
l’homme de l’État», o dicho de otra manera, la vocación política.
Leurs élèves furent ceux qui désiraient faire carrière politique et devenir
éventuellement les chefs de leurs cités. Un homme que nourrissait une telle
ambition, ne pouvait satisfaire aux exigences de l’époque en se contentant de
réaliser, à l’exemple d’Aristide, le vieil idéal politique de justice, ce devoir
commun à tous les citoyens 296. Il ne s’agissait plus pour lui d’obéir aux lois,
mais de créer des lois capables d’orienter l’État. Pour cela, l’expérience
précieuse que donne une longue pratique de la politique ne suffisait pas : un
aperçu général sur la nature véritable de la vie humaine était indispensable297.
Todo este enredo muestra de hecho que estamos en presencia de una
transformación radical en lo que toca a la paideia política y a la educación política. Este
texto de Jaeger muestra y documenta bien las razones que a nuestros ojos explican los
motivos por los cuales Sócrates se muestra escéptico cuanto a la educación de
Alcibíades y, sobre todo, cuanto a «l’expérience précieuse que donne une longue
pratique de la politique». Vemos que esto ya no es suficiente, ya no basta que
Alcibíades diga que ha tenido a Pericles como tutor o que se ha beneficiado de su
experiencia. Es necesario que, de una manera muy particular, él conozca el objeto de su
trabajo, esto es, es preciso que conozca a los hombres que desea dirigir y dar consejos.
De hecho, el primer Alcibíades también tiene como subtítulo «sobre el hombre», esto
296 Cf. Es esto lo que también será planteado en el diálogo Protágoras. La justicia como aquello que
todos deben aprender porque es lo que hace de ligación entre todos en la polis.
297 Cf. Jaeger. cit., p., 337.
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SECCIÓN PRIMERA
es, el YO que reflexiona sobre el objeto de su actividad. Él tiene que poder prever lo
justo y lo injusto en los hombres y eso es un trabajo del espíritu, no una habilidad
adquirida por herencia.
Sócrates también va a introducir otra novedad en relación al concepto vigente de
aretê: va a disociar aretê de su acepción política atribuida por los sofistas, esto es, la
capacidad intelectual y el arte de la oratoria. Para él, el político, el buen político, ya no
será aquel que sabe hablar bien, sino más bien aquel que actúa con ética, aquel que
conoce en verdad el objeto de su actuar, lo justo y lo injusto. Por eso, cuando Alcibíades
le dice «pero yo sé hablar griego (…) sé lo que todo mundo sabe porque lo he aprendido
con el pueblo», Sócrates responde ridiculizando a Alcibíades: «te equivocas»; le dice
eso como si le quisiera decir; y “una cosa es hablar, saber la lengua, y otra cosa es saber
y conocer lo justo y lo injusto”. Y es también la razón por la que Sócrates le dice,
refiriéndose al pueblo, que no solamente ha tenido muy malos profesores, sino que
también estos malos profesores nunca podrán estar de acuerdo en asuntos de justicia o
de moral.
La nueva polis, esto es, la polis que le ha sido arrebatada a los aristócratas y a los
nobles y que a partir de ahora pertenece al ciudadano libre, al hombre democrático, no
tiene en cuenta la calidad moral del individuo, como tampoco le preocupa la moralidad
dentro de la polis. Ahora lo que cuenta es la revelación intelectual del candidato al
gobierno, y eso tiene que ver, dice Jaeger, con que “el intento de los sofistas en enseñar
aretê política era la consecuencia directa de un cambio radical en interior de la
estructura del Estado”. Pericles es justamente el ejemplo que Jaeger da al explicar
como, de hecho, la transición que se hizo de la antigua ciudad-Estado hacia el Estado
imperial de Pericles, ha comportado cambios radicales que envolvían muchas
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SECCIÓN PRIMERA
«energías» pero que, al mismo tiempo, ignoraban toda la moralidad 298, o que la única
moralidad posible eran las reglas de la democracia, las reglas del pueblo. Se puede
entonces percibir por qué razón Alcibíades invoca estas reglas (el pueblo) como uno de
los componentes de su educación. Pero el problema es que Alcibíades tenía un saber
enciclopédico y un saber formal que había recibido de la educación clásica sofistica y,
como sabemos por Sócrates, los sofistas no estaban habilitados para ofrecer dichos
saberes, o mejor, sus saberes eran vacíos y por eso mismo, no podían haberle dado ni un
saber enciclopédico (la formación intelectual), ni el saber formal (que comportaba las
más variadas formaciones). No obstante, los dos saberes tenían, como fin último, la
educación del espíritu del candidato al gobierno, dice Jaeger (1964: 340). Esta
afirmación de Jaeger puede ser comprobada en el diálogo Laques: el planteamiento de
Lisímaco y Melesias a Nicias y Laques es justamente el de saber cómo obtener la
eficacia en la educación del espíritu de sus hijos, cómo hacer que sean personas con
coraje y cómo, a partir del coraje, pueden adquirir una buena educación para poder
cuidar no solamente de las cosas públicas, sino también de ellos mismos.
Esta preocupación de Lisímaco y de Melesias revelan los límites de la técnica
ante la profundidad del cuidado de sí. Alcibíades, como sabemos, ha sido invitado en un
primer momento a adquirir la técnica, y en un según momento a superar la técnica, a
superar el «savoir-faire» con esta llamada de atención: «pregúntate qué es aquello que
tú vas a cuidar». Y teniendo en cuenta que el subtítulo del libro es «sobre el hombre»,
entonces también se podría decir que las recomendaciones de Sócrates querían decirle a
298 Cf. Hay que decir que de acuerdo con la descripción y el elogio que Tucídides hace de Pericles en el
libro II. 65. 8 sq se puede en todo caso encontrar una preocupación de la moral legislativa por parte de
Pericles no solamente en gobernar la ciudad mas sobre todo en hacer que el pueblo sea gobernado a través
de la regla de la ciudad, esto es, en nombre de la democracia, sólo podía gobernar el primero ciudadano.
Y, naturalmente, Sócrates formulará una dura crítica en contra de esta moral, justamente porque no tiene
en cuenta la componente ética que está más allá de la legislación.
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Alcibíades: «pregúntate qué es este hombre que tú quieres cuidar». Y el paso siguiente a
esta llamada de atención sería: «sólo podrás cuidarles o conocerles si te conoces a ti
mismo, si cuidas de ti mismo». Para cuidar de los demás hay que tener la técnica, pero
la nueva técnica y no la antigua. «Si tu objeto son los hombres», entonces hay que
conocerles a partir de una técnica concreta, a partir de una epísteme que dice respecto a
su esencia, a su sentimiento, o aún a su conciencia moral 299 (eîdos). Y tratándose de la
técnica moral, tal conocimiento implica el dominio de la verdadera definición de
eîdos 300 del Bien, de la Virtud y de la Justicia. Pero sabemos que Alcibíades no tiene
nada de eso y no sabe nada de eso.
De ahí que es muy importante la novedad que Sócrates va a introducir, no
solamente en lo que toca a la paideia, sino también en la interpretación de la técnica. En
el caso de Alcibíades vimos que la técnica exigida por Sócrates no se identifica
solamente con la ciencia, sino también con la phronésis, esto es, con la prudencia. La
identificación con la phronésis tiene que ver también con el hecho de que Sócrates
desconfía del saber de los sofistas, en la ciencia de los sofistas (además, no les interesa
la ciencia) en lo que toca la moralidad y la eticidad. Por eso Alcibíades es invitado a
analizar con prudencia todo lo que aprendió con ellos, y este análisis desde la prudencia
tiene que ver con lo que él tiene que cuestionarse: «pregúntate a ti mismo qué es esto de
299 Cf. Giovanni Reale. cit. p., 192. « Nettamente al di sopra di tutti questi valori (“salute”, “bellezza”,
“richezza onesta”, “giovinezza”), che sono legati prevalentemente alla dimensIone del físico, con
Socrate si pongono i valori della psiche, la sua arete, la conoscenza (del bene e del male) e ciò che
questa comporta nella vita dell’uomo. Il compito che il filosofo si era proposto era quello di esortarte gli
uomini al riconoscimento e alla conquista di tali nuovi valori dell’anima».
“Totalmente por encima de todos estos valores (“salud”, “belleza”, “riqueza honesta”, “juventud”), que
estan ligados sobre todo a la dimensIon de lo fisico, con Socrates se ponen los valores de la psyque, su
arete, el conocimiento (del bien y del mal) y todo lo que este conlleva en la vida del hombre. La tarea que
el filosofo se habia propuesto era la de exortar a los hombres a reconocer y conquistar estos nuevos
valores del alma”.
300 Cf. Dinucci, Aldo in Anais de Filosofia Clássica. Vol. 2 nº 4, 2008. p., 30.
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SECCIÓN PRIMERA
cuidar de sí». A través de esta lógica de prudencia, Alcibíades es introducido en el
lenguaje de la sabiduría algo, que la técnica sofistica no le ofrecía. A partir de ahora, la
técnica está ligada al concepto del Bien, de la justicia y de la virtud 301. Alcibíades, para
ser un verdadero político, tiene que conocer estos conceptos y trabajar en función de
ellos. Es este trabajo lo que va a crear la ruptura fundamental con la antigua concepción
de la técnica, la técnica como la búsqueda de la excelencia vacía, la técnica que en su
conquista del espacio público ignora la ética, y la técnica como un simple savoir-faire.
Con este cambio hermenéutico, Sócrates quiebra la continuidad del significado
de la palabra tekhnê, ya que ahora será un técnico tanto quien trabaja con sus manos
como quien lo hace intelectualmente. La técnica aquí en Sócrates será utilizada para
representar no solamente un saber intelectual sino, sobre todo, para designar un saber
del actuar político con vista a proporcionar un bien mayor a un mayor número de las
personas 302, poniendo en confronto la epistéme, la ética y la estética y contrastando así
con lo que podía ser técnica en los otros dominios de las actividades manuales e
intelectuales 303. Así también lo entenderá de Aristóteles en la crítica que formula al
concepto de educación de los nobles y, de modo particular en su tentativa de imitar a los
301 Cf. Jaeger, Paideia. cit; Giovanne Reale. cit. p., 162. «Jaeger scriveva: “Ed ecco ora qualcosa di
nuovo […] portavi dal pensioro di Socrate: ed è il mondo interiore”. L’areté della quale egli parla è un
valore proprio dell anima. Ma, che cos’è l’‘anima’ o, come la parola greca e socratica, che cos’è
‘psyche’? […]. Quello che colpisce è che quando Socrate, in Platone come in altri Socratici, pronuncia
questa parola‘anima’ vi pone sempre come un fortissimo accento e sembra avvolgerla in un tono
appassIonato e urgente, quasi di evocazione. Labbro greco non aveva mai, primma di lui, pronunziato
così questa parola. […]: e il vero è che qui per la prima volta nel mondo della civiltà occidentale, ci si
presenta quello che noi ancora oggi talvolta chiamiamo con la stessa parola (…)».
302 Cf. El Hipias Menor, 375d 5-7; 376b 3-7; Aldo Dinucci. o.c. p., 31. Aquí Sócrates le va a mostrar a
Hipias que efectivamente para ser detentor de Aretê, dice Dinucci, « es necesario conocer la definición de
eidos de la técnica a través de cual se consigue aretê; es necesario conocer la definición de eidos de
aretê (quiere decir, conocer la respuesta correcta a la pregunta: ti estí aretê?), Sócrates hace de la
phronésis una técnica y una epísteme – algo que es totalmente nueva entre los griegos».
303 Cf:Vernant, Mythe et pensé chez les grecs. Ed .c. p., 302. «Étrangère au domaine de la politique
comme à celui de la religion, l’activité artisanale répond à une exigence de pure économie. L’artisan est
au service d’autrui. Travaille pour vendre le produit qu’il a fabriqué – en vue de l’argent - - il se situe
dans l’État au niveau de la fonction économique de l’échange».
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lacedemonios. La crítica de Aristóteles se dirige contra la preocupación educativa
presentada en el Laques: el coraje como la buena educación y la buena educación como
el arte de hacer la guerra. Esta educación es negativa a los ojos de Aristóteles, y lo dice
en este contexto:
Un legislador debe grabar profundamente em el espírito de su Pueblo la idea
de que aquello que es bueno para cada uno en particular es igualmente bueno
para el Estado; que no es conveniente dedicarse a los ejercitos militares con la
intención de sujetar aquellos que no lo merecen; que los ejercícios deben tener
por finalidad defenderse a si próprio de la sevidumbre(…).La finalidad no es
dominar todo el mundo, sino solamente a los que no son capaces de usar bien
su libertad y por ello merecen la servidumbre por causa de su malvadez.
Estamos aquí ante aquello que es el problema clave en esta problemática de
Alcibíades: la cuestión de tornarse un legislador justo, un legislador que se ocupa de la
cuestión de la concordia en la ciudad, la cuestión de una comunión de paz entre todos
sus miembros. Sabemos que él tiene esta intención pero que no tiene idea de lo que es
eso: no sabe qué es la justicia y tampoco sabe qué es la concordia, precisamente porque
ha tenido esta educación que Aristóteles acaba de criticar, una educación que también
Sócrates ya había criticado fuertemente en Gorgias refiriéndose al comportamiento
belicoso de Pericles y de Tucídides 304. La idea aquí es que hay que romper con la
concepción de la técnica sofística 305 y habilitar una nueva técnica, la que permite al
304 Cf. En el Banquete (8, 39) de Jenofonte, esta posición crítica en relación a Pericles será distinta.
Pericles y otros históricos de la Grecia son justamente alabados y recordados en calidad de buenos
consejeros y buenos legisladores del Estado. «Así pues, si quieres agradarle, debes examinar qué tipo de
conocimiento hicieron a Temístocles capaz de liberar a Grecia; debes examinar qué tipo de sabiduría
llevó a Pericles a ser considerado el mejor consejero de su patria; debes mirar también cómo pensó
Solón para promulgar las mejores leyes para ciudad, y debes preguntarte qué tipo de entrenamientos
lleva a los lacedemonios a parecer los mejores caudillos militares».
305 Cf. Vernant, éd. c, pp., 303 «Chez la plupart des sophistes, le savoir revêt la forme de recettes qui
peuvent être codifiées et enseignée. Le problème de l’action, pour eux, ne concerne plus les fins à
reconnaître, les valeurs à définir; il se pose en termes de purs moyens: quels sont les règles du succès, les
procédés de réussite dans les divers domaines de la vie? Toutes les sciences, toutes les normes pratiques,
la morale, la politique, la religion seront ainsi envisagée, dans une perspective «instrumentaliste»,
comme des techniques d’action au service des individus ou des cités».
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individuo cuidar de sí, no solamente en el plan material e intelectual sino, sobre todo, en
el plan moral y ético. Lo que vemos en esta cita de Vernant es que la técnica, en cuanto
aretê, no se presenta como valor sino como medio, como instrumento para conseguir
una materialidad. La “técnica-excelencia” aspira en el contexto de la sofística dominar
las reglas del éxito306, construir la regla de la apariencia 307 en la vida pública y en los
dominios públicos. Para ellos, la verdadera excelencia consiste en la instrumentalización
de todo, y consiste de una manera muy particular en la omisión de los debates sobre los
valores éticos. Por eso mismo se contentaban en construir la eticidad a partir de medias
verdades. Asimismo, dice Jaeger, cada vez que tenían que pronunciarse o abordar un
asunto político no hacían más que pintarle de medias verdades, lo mismo pasaba en la
educación.
En revancha, il est visible que toutes les fois que, forts de leur culture récente,
ils voulurent dépasser le domaine de l’éducation formelle ou factuelle, que
toutes les fois qu’ils s’attaquèrent au cours de leur instructions politique aux
questions plus complexes de la moralité et de l’État, ils risquèrent d’enseigner
des demi-vérités. Comment en eût-il été autrement avec une méthode qui ne se
basait ni sur une véritable réflexion politique, ni sur une recherche
consciencieuse de la vérité pour elle-même? C’est sur ce point que, plus tard,
306 Cf.El Gorgias, 447c; Protágoras, 318e y sq. «En cambio, al acudir a mí aprenderá sólo aquello por
lo que viene. Mi enseñanza es la buena administración de los bienes familiares, de modo que pueda él
dirigir óptimamente su casa, y acerca de los asuntos políticos, para que pueda ser él el más capaz de la
ciudad, tanto en el obrar como en el decir».
307 Cf. En Hannah Arendt (2002: 153) también encontramos esta visión en donde todo el entorno del
kalon no es visto como algo innato, sino más bien como algo creado y que se inventa a través de la
actuación. Y era esta manera de tratar o de representar lo bello lo que llevaba las personas a una posición
de contemplación y de admiración por la apariencia y por lo suceso de la apariencia. «Todo lo que
aparecía – la naturaleza y el orden armónico del cosmos, las cosas llegadas a ser por sí mismas y
aquellas a las que la mano humana había «llevado a ser» (agein eisēnt ausian ) (P latón, Sofista 219b)
(la definicion platónica de fabricación [to poiein]), así como aquello que producía la virtud humana
(aretê) en el ámbito de los asuntos humanos - , todo esto estaba allí en primer lugar para ser
contemplado y admirado. Lo que llevaba a los hombres a una posición de mera contemplación era el
kalon, la pura belleza de las apariencias, de forma que «la idea superior del bien» residía en lo más
luminoso del ser (tau ontos phanataton), y la virtud humana, el kalon k’agathon, no se juzgaba como una
cualidad innata o una intención del actor, ni por las consecuencias de sus actos; la virtud era lo que
nosotros llamaríamos «virtuosismo».
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SECCIÓN PRIMERA
Platon et Aristote combattront l’ensemble du système de la culture sophistique
et qu’ils l’ébranleront jusqu’en ses fondement 308.
El combate que Platón y Aristóteles harán contra la enseñanza sofista no se
limitará solamente a sus saberes o sus pretensiones de saber sino, sobre todo, a la moral
y a su pretensión de enseñar la aretê. Esta preocupación por parte de Platón como de
Aristóteles muestra bien que, efectivamente, el concepto de aretê ha cambiado, y que la
lucha para su cambio se ha intensificado. A partir de ahora la aretê será, esencialmente,
una calidad moral además de intelectual. También esta nueva fase de Aretê será
acompañada por una reformulación de la ciencia. Hasta ahora, la enseñanza sofistica
había podido afirmarse en los círculos intelectuales en Atenas, a diferencia de la ciencia
física de los jónicos, “gracias” a sus efectos prácticos. Para ellos, así como para los
poetas, “la filosofía no era separable de la vida”, y por eso su preocupación era darle a
la gente el carácter práctico de los discursos filosóficos, pero también de la vida
filosófica 309, aunque este último esté completamente en desacuerdo con la esencia
filosófica de la actividad sofística. Está en desacuerdo porque justamente la enseñanza
que ofrecen ignora no solamente la eticidad, sino también el saber rigoroso, la ciencia.
Así la falta de atención a la ciencia nos parece ser el otro reparo que debe
merecer la crítica hacia los sofistas. Para ellos, lo importante es practicar su arte y no la
búsqueda de la ciencia. Este principio les aparta completamente de la preocupación
ética en el campo de la educación, lo que favorecerá que, tengan como uno de sus
objetivos la conquista del éxito a través de su «técnica política», la cultura política, que
308 Cf. W. Jaeger. o. cit. II. III. p., 341.
309 Cf. Para Hadot, la vida filosófica comporta esencialmente la moral y la ética en el cotidiano de uno
mismo.
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según Protágoras es la única cultura universal deseable 310. Protágoras también afirma
que la educación que imparte es diferente de la educación dada por los otros sofistas,
porque ellos dan a los jóvenes una enseñanza generalizada y muy aburrida, mientras que
él solamente da la cultura y la técnica política que es indispensable para la buena
convivencia en la ciudad. Sabemos que esta buena convivencia tiene que ver con la
justicia, algo que Alcibíades no ha aprendido, aunque piense que es aquello que permite
la concordia en la ciudad. Ya sabemos de qué va la justicia para Protágoras; sin
embargo, su posición es aclaradora en relación al contenido de la educación que era
administrada en este círculo sofistico y que tenía por nombre la técnica o arte 311.
Protágoras intenta a toda costa distanciar su enseñanza de estas técnicas que sus
compañeros sofistas enseñaban a los jóvenes candidatos a los cargos políticos. Al no
tener en miente procurar la ciencia sino el arte, aun cuando este arte significa técnica
310 Cf. El Protágoras, 318e-319 a.
311 Cf. El análisis de José Luis Pardo Sobre el Fedro nos parece aquí muy importante para comprender la
insistencia de Sócrates en criticar la pretensión del saber de los sofistas, en este caso concreto, de Fedro,
la crítica a la escritura no en cuanto escritura, sino la escritura en cuanto instrumento que trae algo
vergonzoso. «Las palabras de Thamus al final del diálogo son inequívocas: la escritura, lejos de
conservar la memoria, la corrompe y promueve el olvido. Pero estas palabras –y la crítica de la escritura
que comportan- sólo parecen contradictorias (es decir, sólo parece contradictorio que alguien escriba en
contra de la escritura) si no se ponen en relación con el principio del diálogo y con sus antecedentes (es
decir, con la dificultad de aprender la virtud y con la posibilidad de enseñar a amar): lo que Sócrates
quiere recordarle a Fedro al final, citando la diatriba de Thamus contra la escritura, es lo mismo que
había creído adivinar cuando, al principio, criticaba el escrito de Lisias sobre el arte del amor, y esto es,
a saber, que quien no sabe de memoria –by heart, de corazón- lo que es la virtud, no podrá aprenderlo en
ningún escrito de logógrafo alguno, que la virtud no se aprende sino practicándola, siendo virtuoso, que
un saber acerca de la virtud que no consista en ser uno mismo virtuoso no es un saber digno de ese
nombre, así como quien no ama de memoria (de corazón) no aprenderá a amar por mucho que lea el
escrito de Lisias». Cf. José Luis Pardo. La regla del juego. Círculo de Lectores, Barcelona, 2004. p., 34;
cf. Derrida, Jacques. La diseminación. Trad. José María Arancibia. Fundamento, Madrid, 2007. p., 105 (el
hecho de esconder el escrito de Lisias debajo del manto está relacionado con la memoria, es decir, está
relacionado con el hecho que todavía Fedro no ha aprendido por completo el texto); 108 (la escritura está
relacionada con la moral en sus más variados significados y con lo conveniente y lo inconveniente (274bc).
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SECCIÓN PRIMERA
política, los sofistas abdican 312 de la construcción de uno mismo como sujeto ético, y
esta abdicación va en contra de su pretensión de libertad y de justicia o, por lo menos,
su libertad y su justicia se centran en su propio interés; libertad y justicia de muchos en
la ciudad, pero no la libertad y la justicia de uno individualmente, y como sabemos por
Aristóteles, una ciudad no puede sostenerse con o en este tipo de razonamiento: es
preferible la libertad y la justicia de uno individualmente que la libertad y la justica de
muchos en la ciudad. Dicho de otra manera, es mejor la constitución de uno mismo
como sujeto ético, la actuación de uno mismo a partir de su libertad responsable porque
es esta actuación responsable, de uno mismo lo que construye una ciudad virtuosa.
Una ciudad es virtuosa cuando los ciudadanos que participan en su gobierno
son ellos mismo virtuosos; ahora bien, en nuestro Estado todos los ciudadanos
participan en el gobierno. Por consiguiente, la cuestión que hemos de
considerar a continuación es de qué manera un hombre llega a ser virtuoso.
Pues aun en el caso de que fuera posible que los ciudadanos fueran virtuosos
colectivamente sin serlo individualmente, esto último es preferible, puesto que
el que cada individuo sea virtuoso entraña como consecuencia la virtud
colectiva de todos 313.
Esta posición de Aristóteles nos permite comprender el contexto masificador de
la educación de Alcibíades. El propio Alcibíades dirá a Sócrates, «yo sé hacer lo que
todo el mundo hace», una afirmación que a su vez revela la ausencia de diferencia ética
312 Cf. El acto de abdicar del proceso de la construcción de uno mismo en el ámbito de la sofistica,
consiste justamente, como muestra o señala el texto de José Luis Pardo, en intentar inculcar
conscientemente a los otros, lo que ellos mismos (los sofistas) no tienen, es decir, intentar vender a los
demás la virtud, la aretê, cuando en realidad, ni siquiera tienen este mismo aretê o el conocimiento del
amor. Cf. cit., La regla del juego. pp., 42-43. «[:].la escritura que pretende partir de cero, escribir o leer
como si no hubiera un antes, como si no hubiera Otro, como si no hubiera una regla implícita sino que se
pudiera inventar explícitamente y de la nada, sin memoria de aquello de lo que escribe (y que
necesariamente la precede), la escritura d quienes pretenden escribir acerca de la virtud era, la quienes
se pretende solamente escritura y quiere inventarse el amor o la virtud despreciando esa armadura o
hechura fuera de la cual las cosas dejan de ser lo que son y nosotros dejamos de ser quienes somos, es
forzosamente ininteligible e inútil, además de imposible y ridícula, como esas silenciosas letras que tanto
ofenden a Thamus o como las logografías que Sócrates desdeña. La escritura que no tiene antes, que no
escribe de algo que la precede, tampoco tiene después (no podrás ser leída y entendida)».
313 Cf Aristóteles, Política, VIII, 14, 1332a.
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SECCIÓN PRIMERA
en este espacio educativo y la falta de protección de los lugares de emergencia de la
verdad, porque no permite la constitución de uno mismo como sujeto ético. Esta
ausencia de la diferenciación ética y la falta de protección de los lugares de la
emergencia de la verdad van a afectar mucho a la paideia y a la educación, no solamente
en este espacio democrático sino, también, y sobre todo en el círculo de la sofística.
Había una preocupación para que el ciudadano estableciese una relación de libertad en
su entorno o con sus colegas, pero no había la misma preocupación para que el mismo
ciudadano desarrollase la libertad responsable consigo mismo, y eso era crucial para el
mantenimiento del espacio público, pero también para el propio equilibrio de la persona,
elemento necesario en su convivencia con los demás en la sociedad.
La libertad que es necesario instaurar y preservar es con toda seguridad
aquella de los ciudadanos en su conjunto, pero también es, para cada uno, una
determinada forma de relación del individuo consigo mismo. La construcción
de la ciudad, el carácter de las leyes, las formas de la educación, la manera
como se conducen los jefes, son evidentemente, factores importantes para el
comportamiento de los ciudadanos; pero a su vez, la libertad de los individuos,
entendida como el dominio que son capaces de ejercer sobre sí mismos, es
indispensable para el Estado por entero. […]. La actitud del individuo respecto
de sí mismo, la forma en que asegura su propia libertad respecto de sus deseos,
la forma de soberanía que ejerce sobre sí son un elemento constitutivo de
felicidad y del buen orden de la ciudad314.
El buen orden de la ciudad también depende de la buena gestión del deseo de
uno mismo. Esta interdependencia entre el orden público y las actividades privadas
revela la necesidad del equilibrio que hay que tener sobre uno mismo. Este
planteamiento será un enfoque completamente nuevo toda vez que había estado fuera
del sistema educativo de la sofística. Este enfoque nuevo, este planteamiento nuevo, trae
no solamente una nueva concepción de arte y de aretê, sino que también esta crea un
314 Cf. Foucault, Historia de la sexualidad II. El uso de los placeres. Tr y ed. Julia Varela y Fernando
Alvarez-Uría, Siglo. Madrid, 2009. p., 88.
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SECCIÓN PRIMERA
arte de sí que va a «adoptar su propia figura en su relación con la paideia 315». En este
contexto, la meta ya no será las teorías del arte de la política de Protágoras, ya no será el
éxito o el dominio del espacio público, ya no será la omnipresencia y ausencia de los
límites de uno mismo316. La meta será la conducta moral, la buena conducta moral, y en
base a ella será definida la nueva aretê. La verdadera excelencia está ahora desprovista
de las técnicas de las palabras y se reviste de honradez, de honestidad y de eticidad. El
hombre excelente, el hombre de aretê, es el hombre ético. En el fondo aquí volvemos al
carácter de la parresía de Eurípides, en donde sólo puede producir la parresía el
hombre honrado; sólo puede tener derecho a hablar de la verdad el hombre que vive en
la verdad y en la eticidad. Este hombre es la persona que ha sido formada en un
binomio: el dueño de sí y de los otros, o el dueño de los otros, es un binomio
concomitante, toda vez que, tanto el responsable político como el pueblo, utilizan los
ejercicios, - askêsis 317 para procurar la aretê. Estos ejercicios que conducen a la aretê
exigen e implican que la persona deba tener o mantener una atención muy particular
consigo misma, esto es, tiene que desarrollar la capacidad de prosochè.
2.
LA NOCIÓN DE PROSOCHÈ EN EL CUIDADO DE SÍ.
Retomamos aquí aquella que ha sido la expresión clave en la interpretación
délfica de los varios autores que hemos citado y que también juega un papel de una gran
315 Cf. Ibid. p., 86.
316 Cf. Indro Montanelli, Storia dei greci. p., 270. «[…]. Ognuno era il próprio comandante il proprio
gregario, il proprio legislatore, il proprio carabiniere, il proprio medico, il proprio sacerdote e il proprio
filosofo. E in questa completezza dell’uomo sta il fascino e il valore della cività greca,[…]. Omero
chiamava aretè questa caratteristica dei suoi compatrioti e la considerava la loro suprema virtù.».
317 Cf. Historia de la sexualidad II. El uso de los placeres. cit p., 85. «La askêsis moral forma parte de
la paideia del hombre libre que tiene un papel que desempeñar en la ciudad y en relación con los demás;
no necesita utilizar procedimientos distintos; la gimnástica y las pruebas de resistencia, la música y el
aprendizaje de los ritmos viriles y vigorosos, la práctica de caza y de las armas, el cuidado de conducirse
bien en público, la adquisición del aidos que hace que uno se respete a sí mismo a través del respeto que
se tiene a los demás –todo esto es a la vez formación del hombre que ha de ser útil a su ciudad y ejercicio
moral del que quiere adquirir un dominio sobre sí mismo».
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SECCIÓN PRIMERA
importancia en este diálogo de Alcibíades. La noción de atención a uno mismo
(prosochè), la atención a sí mismo como clave del cuidado de sí y del conocimiento de
sí mismo, condición indispensable en la nueva teoría de Sócrates para que uno llegue a
ser responsable político 318. En Pierre Hadot, la noción tiene el significado de
vigilancia 319 y del despertar continuo del espíritu 320, «une conscience de soi toujours
éveillée» 321, y este despertar continuo se transforma en una regla de vida permitiendo a
las personas hacer distinción y saber que tienen un dominio sobre lo que depende de
ellas, al tiempo que saben que no tienen control sobre lo que no depende de ellas. Esta
llamada de atención es recurrente en a todo el movimiento délfico. Sin embargo hay que
recordar que Foucault y Hadot no hacen la misma interpretación, esto es, no comparten
el fondo de la interpretación, pues, mientras que para Foucault el llamamiento délfico se
inscribe en el planteamiento de las recomendaciones de prudencia y de la consciencia
del límite, para Hadot será al revés, la perspectiva de Hadot será inscrita en el deber de
actuar al servicio de la comunidad humana.
Así, la noción de prosochè será para Hadot una noción modeladora destinada a
garantizar el fin de este actuar para el bien de la comunidad humana. En ella se inscribe
también la noción de justicia y de equidad, sobre las cuales Alcibíades quiere trabajar y
318 Cf. Leary. O. Timothy, O. Foucault and the Art of Ethics o. c. p., 47. «The answers the text offers to
these questions are, in Foucault’s view indicative of the Classical culture of the self, and also serve as
useful points of comparison with later developments, especially in the imperial era. In answer to the first
question – ‘what is the relation between care of the self and political life?’ – the dialogue suggests that in
the Classical era (or, at least in the Socratic tradition), being practiced in caring for self was a necessary
prerequisite for political life».
319 Cf. Hadot hace su interpretación esencialmente desde el punto de vista del estoicismo y desde el
punto de vista de la filosofía como modo de vida.
320 Cf. Foucault también comparte esta idea de «qu’éveille» de la conciencia. cf. Tecnologías del yo. o. c.
p., 67. «Puesto que debemos prestar atención a nosotros mismos a lo largo de toda la vida, el objetivo ya
no es el prepararse para la vida adulta, o para otra vida, sino el prepararse para cierta realización
completa de la vida. Esta realización es completa justamente en el momento anterior a la muerte. Esta
noción, de una proximidad feliz a la muerte –de la senectud como realización-, representa una inversión
de los valores tradicionales griegos de la juventud».
321 Cf. Hadot,. Exercices spirituels et philosophie antique. cit p., 26.
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SECCIÓN PRIMERA
legislar, «la justicia será la existencia de la concordia en la ciudad», entre todos sus
miembros, había dicho Alcibíades. Pero para que eso acontezca, cada miembro tiene
que prestar atención a sí mismo, algo que hasta este momento Alcibíades no sabía hacer,
y ni siquiera sabía que era importante, razón por la cual se queda intrigado cuando
Sócrates le dice «presta atención a ti mismo», esto es, «cuida de ti mismo». El “ti
mismo” que es presentado a Alcibíades no es una invitación a aislarse, a quedarse en su
propio mundo, al contrario, es una apelación a practicar un esfuerzo común, «una
comunidad de investigación, de ayuda mutua y de apoyo espiritual», porque es lo que se
constituye la filosofía antigua y su aspecto práctico, dice Hadot. Esta interpretación de
Hadot hace recordar el momento en que el daimón da su autorización a Sócrates para
hablar con Alcibíades. Como ya ha sido dicho en su momento, Sócrates solamente ha
sido autorizado a dirigirle palabra a partir del momento en que éste ha decidido actuar
desde una perspectiva que tiene en cuenta a la comunidad, esto es, cuando él ha dejado
de pensar que podía influenciar a los otros por su eros o por su condición social.
El cuidado de sí apoyado en el prosochè (atención a sí mismo o consigo mismo),
ayuda a distanciarse de las «pasiones políticas» que pueden invadir el corazón y permite
al candidato centrar su atención en aquello que es lo más importante, en aquello que es
indispensable para él y para la comunidad, toda vez que, como ha sido dicho antes, nos
permite tener control sobre las cosas que dependen de nosotros y nos ayuda a tomar con
distancia y desinterés lo que no depende de nosotros. Este planteamiento lleva a que
cada persona dentro de la comunidad aspire a una transformación de sí mismo para el
bien de la comunidad. Por eso es muy importante para Sócrates que Alcibíades tenga
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SECCIÓN PRIMERA
dominio sobre él mismo antes de plantearse a dirigir la ciudad políticamente 322. Desde
este punto de vista él es invitado a incorporar la regla de vida (kanon), esto es, tiene que
activar la capacidad de vigilancia constante, lo que requiere no solamente el control de
sus acciones exteriores, sino también las interiores (pensamiento y deseos). Esto
requiere una ruptura con su pasado, e implica que tiene que empezar a entrar en la
nueva fase de la constitución de la verdad, entrar en la nueva fase de las técnicas de la
constitución de la verdad.
Esta fase de la verificación de sí a la cual Alcibíades es invitado a entrar va a
obligarle a reeducar toda su existencia corporal y espiritual, «su imaginación y su
afectividad tienen que ser asociadas al ejercicio del pensamiento» 323; esto es, es
necesario, utilizando aquí el lenguaje de Marco Aurelio, que él “se imite delante de sus
propios ojos”, en otras palabras, que sea el espejo de su propia vivencia. Es un
llamamiento o un planteamiento que está estrictamente ligado con la necesidad de hacer
de la propia vida un kanon. Esto implica el conocimiento de sí 324, implica el trabajo
sobre uno mismo. El trabajo sobre uno mismo es acompañado por una revelación
diferenciadora: la revelación sobre uno mismo, esto es, sobre el YO; y la revelación
sobre la profesión de uno mismo y que muchas veces termina por desempeñar la
función de uno mismo, identificándonos simplemente con ella. La nueva capa de
322 Cf. Historia de la sexualidad II. pp. 84-85. «El joven Critóbulo afirma que en adelante está en
condiciones de dominarse a sí mismo y de ya no dejarse llevar por sus deseos y sus placeres (y Sócrates
le recuerda que éstos son como domésticos sobre los que hay que conservar la autoridad); ha llegado
pues el momento para él de casarse y de asegurar con su esposa la dirección de la casa, y este gobierno
doméstico –entendido como gestión de un hogar y explotación de un campo, mantenimiento o evolución
del patrimonio-, Jenofonte pondera, una y otra vez, que constituye, si uno se consagra a él como es
debido, un notable entrenamiento físico y moral para quien quiere ejercer sus deberes cívicos, asentar su
autoridad pública y asumir las tareas de mando».
323 Cf. Hadot. Execirces Spirituels. cit p., 28.
324 Cf. Heidegger, El ser y tiempo. op. cit., p., 350. «El “ser sí mismo” sólo puede leerse
existenciariamente en el “poder ser sí mismo” propio, es decir, en la propiedad del ser del “ser ahí”
como cura. Sólo ella aclara la constancia del “sí mismo”como presunta persistencia de este sujeto».
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prosochè va por eso ser muy importante en este diálogo de Alcibíades con su verdad. Es
preciso prestar atención, conocerse a sí mismo y diferenciar el sí mismo de su profesión.
Sóc: Luego están muy lejos de conocerse a sí mismos los agricultores y demás
artesanos, pues ni conocen sus cosas, al parecer, y en los oficios que profesan
todavía están más lejos de ellas. Conocen, en efecto, lo que pertenece al
cuerpo, con lo que éste se mantiene 325.
Como ha sido dicho en otro momento, hubo una invitación para que Alcibíades
adquiriese la sabiduría de la técnica para poder competir con sus rivales internos y
externos. En este momento estamos vendo que Sócrates le está haciendo una nueva
invitación, una invitación a adquirir la sabiduría espiritual, la sabiduría que le permitirá
poner frente a frente el yo, que es el sí mismo, y el falso yo, que consiste en cierta forma
en una profesionalización del yo o de uno mismo, el yo de la técnica exteriorizada, o el
yo de la paideia antigua. Tiene que dejar de lado este yo y desarrollar el yo verdadero, el
yo que constituye su anhelo 326. En este nuevo yo, o en este yo que Sócrates le está
ayudando a descubrir, la sabiduría consiste en conocerse a sí mismo y no en base a una
profesión, le dice Sócrates a Alcibíades. A su vez, Proclo hace una importante
distinción entre lo que llama o designa por «tes affaires» y «sur toi-même».
Sur tes affaires et sur toi-même 327 définit à nouveau Alcibiade par l’âme (Tò dè
eis tà sà prágmata kaì eis sé pálin en psyche tòn Alkibiáden [Alcibíades]
aforízetai): en effet, par affaires il nomme ses activités se dirigeant vers
l’extérieur (l’administration de l’Etat et l’acquisition du pouvoir), mais il pose
comme son vrai moi l’âme et sa perfection 328.
325 Cf. El Alcibíades 131a9-b.
326 Cf. Heidegger, El ser y el tiempo. op. cit., p., 350. «El “sí mismo” que desemboza la silenciosidad de
la existencia resuelta es la base fenoménica original de la cuestión del ser “yo”. únicamente el buscar la
orientación fenoménica en el sentido del ser del “poder ser sí mismo ».
327 El subrayado es nuestro porque en el texto original de Proclo está en cursiva.
328 Cf. Proclo, T,II. o.c., p., 221
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Con este juego de palabras (ver subrayado arriba), Proclo deja claro la diferencia
entre el yo verdadero y la profesionalización del yo, el yo que es definido a partir de
aquello o de lo que hacemos 329. Alcibíades será por tanto invitado a conocer el primer
yo, el que es esencial para él y para aquello que él quiere hacer en la ciudad. Este
conocimiento le será dado por el método que ahora estamos intentando analizar
(prosochè). Con este método, Alcibíades es invitado a conocerse como un “no sabio”,
como alguien que todavía no tiene la espiritualidad. El «tienes que prestar atención a ti
mismo» es aquí igual a tienes que «conocerte a ti mismo» y que Hadot interpreta aquí
no como conocerse en el sentido de “sophos”, sino más bien como «philo-sophos»330,
en el sentido de alguien que está o que se pone en marcha hacia la sabiduría. Así, tiene
todo sentido la propuesta de Plutarco, de Olimpiodoro y de Proclo al presentar
Alcibíades a como la obra principal para empezar una lectura de Platón. Esta obra nos
coloca delante de la propuesta socrática de la «transformación de la visión del mundo y
una metamorfosis del ser» 331 a través de la atención que el individuo se presta a sí.
Esta atención, prosochè, nos permite contemplar y admirar la belleza de nuestra
alma o del alma de aquel que está delante de nosotros. Es esta atención al interlocutor lo
que va a permitir a Sócrates decir a Alcibíades:
«Pues éste es el motivo, que únicamente yo te amo, mientras que los otros aman
tus cosas. Pero a tus cosas se les termina la primavera, mientras que tú empiezas a
329 Cf. Para la constitución de uno mismo como sujeto de la verdad y sujeto moral, Foucault seguirá el
análisis de Proclo, pero Hadot ya no lo hará y además criticará esta manera de Foucault de comprender o
de interpretar el yo, (cf. Exercices spirituels y philosophie Antique, pp., 320-332.)
330 Cf Hadot. Ed.c. Exercices S. Ph.p., 41.
331 Cf. Ibid. p., 77.
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florecer332», que es igual que a decirle «yo he amado a tu alma, he conocido la belleza
de tu alma», esto es, «yo he contactado directamente con el centro, con la razón de tu
existencia». El prosochè también puede estar en el origen del progreso: el hecho de
prestar más atención a uno mismo en momento presente puede indicar que estamos a
progresando porque muestra que no somos negligentes con nuestras responsabilidades
y, sobre todo, muestras que somos consciente de nuestra debilidades, y es eso lo que
provoca esta exclamación de Alcibíades: «ahora veo que he pasado mucho tiempo en la
ignorancia». Todo este enredo nos conduce al centro del movimiento délfico, o por lo
menos, al centro de la interpretación de los tres momentos délficos: «nada de exceso,
nada de promesas y conócete a ti mismo».
Este examen constante, además de traer o de actualizar la conciencia del límite,
también permite la determinación de uno mismo como sujeto moral y establece una
relación sana con los demás. Como está claro aquí, la templanza 333 juega un papel
estabilizador muy importante en este enredo. En realidad, los tres momentos de la
reflexión délfica están fuertemente marcadas por la templanza al permitir el dominio de
sí, sobre todo, al permitir que a partir del prosochè y de la templanza334 aparezca la
consciencia del otro, el otro que tiene que ser respetado. Foucault presenta y coloca
aquí, en esta nota, el valor de la templanza al mismo nivel que la prudencia y la justicia;
justamente, porque el motivo principal del movimiento délfico era la prudencia, que a
332 Cf. El Alcibíades, 131e10-13.
333 Cf. Historia de la sexualidad II. Ed. c. p., 99; Jenofonte, Recuerdos de Sócrates, IV, 5, 11. «[…]
Jenofonte mostraba que el hombre de templanza era también el hombre de la dialéctica –capaz de
mandar y de discutir, capaz de ser el mejor-, ya que, como lo explica Sócrates en los Recuerdos, “sólo los
hombres temperantes son capaces de considerar entre las cosas aquellas que son las mejores,
clasificarlas por géneros en la teoría y en la práctica, escoger las buenas y abstenerse de las malas».
334 Cf. Ibíd. p., 90; República, IX, 580c. «La templanza entendida como uno de los aspectos de la
soberanía sobre sí es, no menos que la justicia, el valor o la prudencia, una virtud calificadora de quien
ha de ejercer su señorío sobre los demás. El hombre de temple más real reina sobre sí mismo (basilikos,
basileyõn beaytou)».
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su vez conducía a la justicia con uno mismo y con los demás a partir de la conciencia de
los límites. Una conciencia de los límites que permite a uno mismo ganar su soberanía.
En Alcibíades, lo que Sócrates va a hacer es justamente permitirle la creación de su
soberanía, la creación de su autonomía, la verdadera autonomía. Con eso también se
supera el reto del movimiento délfico. Ya no se está solamente en un estado de
prudencia délfico, sino también de autodeterminación y de creación de uno mismo
como sujeto moral 335.
La prosochè pone el hombre en contacto con su ser verdadero, dice Hadot,
porque lo pone en contacto con consigo mismo, pero también con algo que es exterior e
interior a él. Esta doble función hace que prosochè sea uno de los conceptos clave para
comprender y entender la filosofía como modo de vida. Un modo vida que es exigido a
Alcibíades a través de estos términos o a partir de esta pregunta:
¿Qué sabes hacer tú para que los atenienses te puedan elegir como su
consejero?.
Esta es la pregunta que Sócrates le ha hecho a Alcibíades. Tú quieres ser
consejero de los atenienses, pero en tu día a día, ¿qué has hecho de especial para que la
gente pueda tener confianza en ti? En la práctica cotidiana, ¿que tienes tú para
ofrecerles? Con eso Alcibíades es llevado a ver que debe no solamente tener una
atención consigo mismo, sino también con los otros 336. Como ya ha sido subrayado en
su momento, el cuidado de uno mismo implica también el cuidado de los demás. Sin
335 Cf. El Alcibíades, 124a8-b4. «En vista de ello, mi querido amigo, hazme caso a mí y la máxima de
Delfos «conócete a ti mismo», ya que tus rivales son éstos y no los que tú crees, rivales a los que no
podríamos superar por otro medio que con la aplicación y el saber. Porque si tú careces de estas dos
cosas, también te verás privado de llegar a ser famoso entre los griegos y los bárbaros, lo que, si no me
equivoco, estás ansiando más que ninguna otra cosa en el mundo [..]».
336 Cf. Marc Aurèle, Pensée, VI, 7. «N’aie de joie et de repos qu’en une seule chose: progresser d’une
action faite pour autrui à une autre action faite pour autrui, accompagnée du souvenir de Dieu»
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embargo, Alcibíades aquí tiene que hacer un trabajo más profundo, tiene que entrar en sí
mismo. No entrar en sí mismo en cuanto trabajo psicológico de una lectura de la
conciencia, ya lo hemos dicho, sino en cuanto descubrir su verdadera identidad y poner
este sí mismo en contacto con el objeto que él se propone a estudiar. Por eso Sócrates le
pregunta, qué tiene de especial para ofrecirle a los atenienses. Prosochè en cuanto
dogma filosófico de la vida filosófica sirve de momento clave para que Alcibíades vea
si efectivamente tiene condiciones para responder a la pregunta de Sócrates, así como
para que él vea y sienta dentro de él mismo si tiene o no condiciones para ser consejero
de los atenienses. En la prosochè las ideas de Alcibíades serán por lo tanto puestas en
contacto con lo siguiente:
Cherche-t-elle les diverses vertus? Est-elle en progrès? A-t-elle par exemple
totalement réprimé la passion de la colère ou de la tristesse, de la crainte, de
l’amour de la gloire? Quelle est sa manière de donner et de recevoir, de juger
de la vérité? Cette suite de question (…) se situe tout à fait dans la tradition
philosophique de l’examen de conscience, tel qu’avait été recommandé par la
tradition pythagoriciens, les épicuriens, les stoïciens, notamment Sénèque et
Épictète et d’autres philosophes encore, comme Plutarque ou Galien 337.
Prosochè lleva a Alcibíades en una dirección en la cual él tiene que conducir a
Alcibíades a reflexionar sobre aquello que él es y sobre aquello que hace. Esta búsqueda
histórica de sí tiene también como objetivo una arqueología de la problematización de
sí, una problematización de uno mismo338 virada hacia la búsqueda de la verdad sobre
uno mismo. Es esta cadena de información lo que, en el fondo, conduce al problema
ético y al problema de la subjetivación o de la subjetivad 339. Este problema ético, para
337 Cf. Hadot. Ed. cit. Exercíce .Spirituel. p., 88.
338 Cf. Jean François Pradeau, «Le sujet ancien d’une éthique moderne. À propos des exercices spirituels
anciens dans l’Histoire de la sexualité de Michel Foucault» in Fréderic Gros, Foucault, le courage de la
vérité. Puff, Paris, 2002, p., 131.
339 Cf. Ibid., p., 132.
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SECCIÓN PRIMERA
Hadot, ya sabemos que no es un problema individual, o mejor, no es un problema
solamente individual, toda vez que los problemas éticos están ligados a la cuestión de la
consciencia de sí, y para Hadot, la cuestión de la consciencia no es solamente una
cuestión moral, sino, sobre todo, una cuestión cósmica.
Mais cette conscience de soi n’est pas seulement une conscience morale, elle est
aussi une conscience cosmique : L’homme «attentif» vit sans cesse en présence
de Dieu dans le «souvenir de Dieu», consentant joyeusement à la volonté de la
Raison universelle et voyant toutes choses avec le regard même de Dieu340.
Hadot presenta también una noción de prosochè muy importante y muy parecida
a la que Sócrates exhorta a Alcibíades a poseer 341. Una atención a uno mismo que nos
permite conectar con nuestro espíritu y nuestra alma, pero que, sin embargo, es diferente
de nosotros, esto es, de nuestro cuerpo, y que tampoco puede ser equiparada con el
trabajo que hacemos 342. Es como si con esta atención a uno mismo, dos mundos si
tuvieran lugar dentro de uno mismo, toda vez que Hadot habla de “nuestro espíritu y
nuestra alma, y no por lo que es de nosotros, es decir, nuestro cuerpo”. Esta distinción
que hace Hadot, nos conduce a Alcibíades 127e y132c, en donde se plantea la cuestión
de cómo cuidar de sí y, sobre todo, cómo descubrir o cómo saber qué es este sí mismo
que queremos cuidar. Como hemos visto en su momento, la interpretación de Foucault a
este paso es el siguiente: es bueno que uno cuida de sí mismo, pero hay que preguntarse
340 Cf. Hadot, Exercices spirituels et ph.. cit. p., 82.
341 Cf. El Alcibíades, 130a-132d.
342 Cf. Hadot, Exercices spirituel et ph. cit. p., 83. «Esta atención para consigo mismo consiste a su
juicio en despertar en nosotros los principios racionales de pensamientos y acción que Dios ha dispuesto
en nuestra alma, en verla por nosotros mismos, es decir, por nuestro espíritu y nuestra alma, y no por lo
que es de nosotros, es decir, nuestro cuerpo, o eso que se encuentra alrededor nuestro, es decir, que
poseemos. Consiste también en prestar atención a la belleza de nuestra alma, en el continuo examen de
nuestra consciencia y en el conocimiento de nosotros mismos. De este modo podremos enderezar los
juicios sobre el conocimiento de nosotros mismos: si nos creemos ricos y nobles, deberemos recordar que
estamos hechos de barro y preguntarnos dónde están ahora los hombres célebres que nos precedieron. Si
por el contrario somos pobres y despreciados habremos de tomar consciencia de las riquezas y
maravillas que nos ofrece el cosmos: nuestro cuerpo, la tierra, el cielo, los astros, y pensaremos en
nuestra vocación divina. Puede reconocerse con facilidad el carácter filosófico de este asunto».
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SECCIÓN PRIMERA
qué es este sí mismo que uno quiere cuidar. Para Foucault, este pasaje (127e), como ya
ha sido mencionado, es de capital importancia para comprender el diálogo. Es en este
pasaje que Foucault centra tres de las cuestiones más importantes en el diálogo 343:
■
¿Cómo es que Sócrates y Alcibíades empiezan a hablar del cuidado de sí
mismo en el diálogo?
■
¿Qué es este sí mismo?
■
¿En qué debe consistir esta ocupación, este cuidado, esta epimeleia?
Todas estas cuestiones ya han sido contestadas y van siendo contestadas a lo
largo del texto. Ya hemos visto precisamente que estas preguntas surgen a partir del
momento en que Alcibíades presta atención a sí mismo y descubre que al final había
pasado mucho tiempo en la ignorancia (127d6-9) y que creía saber algo que en realidad
no sabía. A partir del momento en que toma consciencia de este estado, se crea una
ruptura, y por ello Sócrates le plantea estas preguntas. Además, antes de plantéaselas,
Sócrates le dice; bueno, estás de suerte, porque con la edad que tienes ahora 344 es
cuando uno se tiene que dar cuenta, porque te habría sido difícil poner remedio si te
hubieras dado cuenta a los cincuenta años. De ahí también la importancia en la
insistencia que Hadot hace para mostrar que el prosochè ha de ser algo que se realice de
manera puntual, en un momento dado sino más bien al contrario, ha de ser algo
continuado, un ejercicio que se debe de hacer toda la vida, porque nos permite
343 Cf. HS, cit., «Clase de 6 de Enero de 19822ª hora», p., 51.
344 Cf. En Séneca (cf. De la brevedad de la vida. Nº,5. pp., 250-251 (cf. la nota 10, p., 254.)
encontraremos la misma preocupación ligada a la cuestión de la edad, lo que quiere decir que estamos no
solamente delante de una tradición popular, sino también delante de una preocupación intelectual. Sin
embargo, en Séneca la cuestión se refiere a la edad del cese de los cargos de los ejercicios públicos, en la
función pública.
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conectarnos con nosotros mismos. Y en este aspecto, sería justamente una crítica a la
educación que no ha tenido Alcibíades.
3.
LA ESTÉTICA DE LA EXISTENCIA O LA CONSCIENCIA CÓSMICA
¿El cuidado de sí es también una estética de la existencia 345, o es, sobre todo,
una consciencia cósmica?
Este es un punto en donde Foucault y Hadot divergen profundamente. Desde
luego, en ¿qué consisten estos dos planteamientos? ¿Qué es la estética de la existencia?
¿ Y qué es la consciencia cósmica del cuidado de sí? ¿Y qué papel juegan estos dos
conceptos en este diálogo de Alcibíades?
Antes de avanzar en el debate, hay que decir que para Foucault, la estética de la
existencia es una reflexión sobre los modos de vida, sobre la elección que uno mismo
345 Cf. La estética de la existencia también aparece a veces como «technique de vie», como «technique
d’existence» y como «tecnologie de soi», cf. nº 304, p., 1034. Foucault hace una importante aclaración:
cuando estas técnicas surgen en la Grecia clásica así como en Roma, su principal objetivo era el de
permitir o garantizar una formación para una buena sucesión política. Su surgimiento no está ligado a la
cuestión del más allá, a la cuestión de la vida después de la muerte, es decir, su aparición no tiene relación
con la divinidad, sino más bien con el ejercicio práctico de la vida en la ciudad, con la formación del
hombre honesto para los ejercicios de la actividades política en la ciudad, y Foucault le dice en lo
siguiente:
«Il est certain en effet que la «technologie de soi» - réflexion sur les modes de vie, sur les choix
d’existence, sur la façon de régler sa conduite, de se fixer à soi-même des fins et des moyens – a connu
dans la période hellénistique et romain un très grand développement au point d’avoir absorbé une bonne
parte de l’activité philosophique. […]. Ce gouvernement de soi, avec les techniques qui lui sont propres,
prend place «entre» les institutions pédagogiques et les religions de salut. […] même s’il est vrai que la
question de la formation des futurs citoyens semble avoir suscité plus d’intérêt et de réflexion dans la
Grèce classique, et la question de la survie et de l’au-delà plus d’anxiété à des époques plus tardives.».
cf. nº 304. pp., 1034-1035.
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SECCIÓN PRIMERA
hace sobre su existencia (DE. II, nº 304. p., 1034) 346. Estas prácticas estaban en un
primer momento (en el ambiento griego) muy relacionadas con la cuestión de
aphrodisia y con las prácticas médicas. La existencia, además de ser ética y moral, tiene
también que ser saludable y placentera. La dificultad para comprender la estética de la
existencia, dice Foucault, consiste justamente en que el concepto de placer (aphrodisia)
ha sido mal traducido y asimilado con la sexualidad, razón por la cual Foucault plantea
la cuestión de saber cómo es posible, que, en vísperas del desarrollo del cristianismo, las
técnicas de vida, las técnicas de existencia filosóficas y medicas se hayan convertido en
instrumentos reguladores de las prácticas sexuales. El cambio se produjo, por tanto,
insiste Foucault, cuando se decidió reglamentar y prohibir algo que estaba ligado a la
formación de uno mismo a través de las técnicas de vida, a través de la estética de la
existencia. El gobierno de uno mismo, dice Foucault, es importante para la ética y para
moral, y ha sido también muy importante en el aspecto sexual en el periodo helenístico
y romano, en lo que toca a la cuestión de la fidelidad a la pareja y a la monogamia. La
estética de la existencia se presenta también como un lugar de ejercicio de uno mismo,
porque nadie que no haya aprendido a hacer ejercicio (askêsis) puede llegar a tener una
profesión 347. Asimismo, cuando Foucault vuelve a la estética de la existencia, se refiere
a ella como el lugar de resistencia, como el lugar del cuidado de sí, y vuelve a ella para
346 Cf. La estética de la existencia podía también ser concebida desde el punto de vista de la búsqueda de
la integridad en el día a día, como se puede ver en este texto de Banquete II 4de Jenofonte. «Por lo
demás, el que se unge de perfume, sea esclavo o libre, al instante huele todo igual. En cambio, los olores
procedentes de fatigas de hombres libres precisan ante todo nobles dedicaciones durante mucho tiempo,
si van a ser agradables y dignos de hombres libres.» Lincón dijo entonces; «Desde luego eso podría
servir para hombres jóvenes; pero nosotros, que ya no vamos a los gimnasios, ¿a qué deberemos oler?».
«A integridad por Zeus!», respondió Sócrates. « ¿Y dónde se podría conseguir ese ungüento?» «No, ¡ por
Zeus!», dijo, «no en casa de los perfumistas». « ¿Dónde entonces?» «Teognis lo dijo:» «De los buenos
aprenderás cosas buenas, pero si con los malos te mezclas, arruinarás incluso la razón que hay en ti».;
cf. Banquete 8, 2-5.
347 Cf. DE. II. Nº 329. p., 1236.
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SECCIÓN PRIMERA
explicar a partir de qué momento ha habido una ruptura con la continuidad de las
técnicas de existencia.
Así, en este contexto, para Foucault, la estética de la existencia se presenta como
el lugar de resistencia de tres elementos 348:del saber, del poder y de la subjetividad349.
Esta práctica de resistente se hace continuamente a través de la interrogación sobre uno
mismo 350 y “de una constitución de sí mismo”. Este enredo, como ya hemos visto,
conduce según Foucault 351 a una formación o a una transformación del individuo como
sujeto moral, es decir, esta práctica rompe con un estilo de vida necesario y
estandarizado por la costumbre y la tradición, y sugiere una nueva forma de vivencia
que implica el propio riesgo de la vida del individuo. A partir de ahora, para aquel que
348 Cf. María Cecilia Colombani, Foucault y lo político. o. c. pp., 25-26 «Foucault hace ontología. Una
ontología de nosotros mismos en relación al saber, al poder y al deseo. Por la primera, nos constituimos
como sujetos de conocimientos y la ontología histórica en relación con la verdad; por la segunda nos
convertimos en sujetos que actúan sobre otros sujetos y padecen el poder; de allí que se trata de una
ontología histórica de nosotros mismos en relación a los juegos de poder que se despliegan en un campo
de sujeción; en la tercera nos convertimos en sujetos de deseo, problemática que nos lleva a convertirnos
en sujetos morales; de allí que se trate de una ontología histórica de nosotros mismos en torno a nuestra
subjetividad»
349 Cf. James Bernaruer, Par-delà vie et mort, in Michel Foucault philosophe. .cit p., 313. «L’éthique
philosophe que propose Foucault – son esthétique de l’existence (bios) – est sa manière de résister à ce
régime de rapports entre savoir, pouvoir, et subjectivité, qui s’instaure parallèlement à une
herméneutique dans laquelle le soi figure le lieu de l’affrontement entre la vie (zôè) et la mort. […]. Ainsi
que le pensais les Cyniques, auxquels Foucault vouait une si grande admiration, c’est la création d’une
«autre vie» qui est digne de mémoire, non pas parce qu’elle se conforme à un ordre idéal et nécessaire,
mais parce qu’elle donne forme à une présence à partir d’une multiplicité de vérités que l’individu
affronte personnellement. Ce n’est pas l’expression des doctrines philosophiques qui constitue le centre
de cet éthos philosophique, de cet engagement parrhésiastique dans l’histoire ; répondant à la crise
d’une politique de l’affrontement entre la vie et la mort, c’est la pratique d’une interrogation et d’une
constitution du soi sur le mode étique qui définit toute une série de d’options nouvelles pour un choix
moral et politique».
350 Cf. En Platón la interrogación sobre uno mismo para llegar a vivir esta estética de la existencia, como
es el caso aquí en Alcibíades, se hace desde el punto de vista de proporcionar a sí mismo un conocimiento
de sí y el cuidado de sí mismo. En Jenofonte, la interrogación aspira como ya ha sido referido, la
adquisición de la integridad (cf. Banquete III, 4). Y Jenofonte emplea justamente la expresión
kalokagathía para designar el conjunto de virtudes de aquel que vive según lo que Foucault renombrará
por la estética de la existencia. (cf. Banquete I 1), el modo de vida del hombre íntegro (kalòs kagathós).
351 Cf. James Bernaruer, cit. p., 314. «Son interrogation éthique n’est pas seulement une analyse des
vérités qui déterminent nos conditions morales et du désir que nous avons de ces vérités : c’est un mode
de constitution de soi, un processus dans lequel «l’individu circonscrit la part de lui-même qui constitue
l’objet de cette pratique morale, définit sa position par rapport au précepte qu’il suit, se fixe en certain
mode d’être»
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se torna un sujeto moral, su vida tiene que ser verdadera y ser digna de buenos
recuerdos. Este condicionalismo implica naturalmente una ruptura con las normas
viciadas del exterior para poder crear nuevas normas y tener como referencia el nuevo
sentido de la vida digna 352. A partir de ahora, es la práctica de la interrogación de sí y la
constitución de sí, una práctica hecha con la ayuda de la memoria 353 y de la consciencia,
lo que va a poder responder a la política de enfrentamiento entre la vida y la muerte,
entre la presencia y ausencia en los asuntos de la ciudad. La palabra tiene que ir
acompañada con los actos de la memoria, esto es, los actos tienen que justificar la
palabra y poder hablar en nombre de la palabra. Es esto lo que encontramos, por
ejemplo en la respuesta de Sócrates a Jenofonte.
Je ne cesse pas de faire voir ce qui me paraît être juste. À défaut de la parole, je
le fais voir par mes actes 354.
Mi vida es ahora explicada por mis actos 355, y no a través de una acción
filosófica o de una vida filosófica, y sobre todo, no a través de los debates de la
352 Cf. La estética de la existencia en cuanto una vida ciudadana justa, implica dolor y sufrimiento en el
cumplimento de su práctica diaria. En Jenofonte (Recuerdos II 1, 13-14) está patente el debate entre la
vida buena de la ciudadanía y sus implicaciones dolorosas, a tal punto que algunos prefieren vivir como
extranjeros para no tener que responsabilizarse mucho de cara a sus actuaciones, porque en cuanto
extranjeros, no tienen las obligaciones que tienen los ciudadanos. «…(:).¿O es que te ha pasado
inadvertido que unos recogen el trigo que otros han sembrado, cortan los árboles que otros han plantado
y asedian por todos los medios a los más débiles que se niegan a servirles, hasta que los convencen de
preferir ser esclavos a luchar contra los más poderosos? Y también en su vida privada, ¿ no sabes que los
valientes y poderosos esclavizan a los cobardes y débiles y se provechan de ellos?» «Pero yo
ciertamente», dijo Aristipo, «para no sufrir estas cosas, no me encierro en una ciudadanía, sino que en
todas partes soy extranjero». Y Sócrates dijo: «Eso que dices es sin duda una hábil treta; pues, desde que
murieron Sinis, Escirón y Procruste, nadie hace daño ya a los extranjeros, (…)».
353 Cf. María Cecilia Colombani, Foucault y lo político. Prometeo libros. Buenos Aires, 2008. p., 224.
«La solidaridad entre memoria y el tiempo es decisiva en la medida en que el tiempo es el topos de
inscripción de los acontecimientos vividos, de las palabras escuchadas, de los principios aprendidos, los
cuales, por su valor, exigen ser guardados y recordados. La memoria es ese fulax de lo que merece ser
recordado para, a su vez ser evaluado».
354 Cf. Jenofonte. Memorablia. IV. 4,10 , I 5, 6.
355 Cf. Jenofonte, Apol, 5. «Yo sé, en efecto, cosa que es de lo más agradable, que mi vida entera la he
vivido de manera piadosa y justa».
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sofística, en donde al individuo le interesa simplemente defender su punto de vista
subjetivo 356. La estética de la existencia al presentarse como una resistencia en la
relación entre el saber, el poder y a la subjetividad, se presenta como un lugar de la
renovación de la vida en la polis. La estética de la existencia también se presenta como
una ética de la consciencia a partir de su enfoque en la búsqueda de la verdad por la
verdad, esto es, gracias a la actitud que aspira la verdad como su único fin y su único
objetivo. En este sentido para Foucault, la “démarche” que Sócrates hará a Alcibíades,
será el de intentar que él se pregunte por su verdad y que interrogue a su verdad, que
interrogue el honor de su verdad, el honor de su nombre a través de la memoria 357, si
efectivamente él es capaz de presentarse y ser consejero de los atenienses en su actual
estado.
“¿Qué sabes tú hacer para que los atenienses te puedan elegir como su
consejero? 358”.
La respuesta que se espera por parte de Alcibíades es una respuesta que invite a
una constitución de sí desde la nueva axiología socrática. Alcibíades tiene que sacar de
sí mismo la potencialidad que le diferencie de los demás, tiene que hacer valer la
posibilidad de la diferenciación ética. Esto exige que lo que él vaya a dar a los otros sea
356 Cf. M. Pohlenz, La liberté grecque. Nature et évolution d’un idéal de vie. Editaron Payot, Paris,
1956, p., 77.
357 Cf. María Cecilia Colombani, cit. p., 225. «Como aquella polaridad que sostuviera el pensamiento
mítico, aletheia y lethe, donde Mnemosyne aparecía como “una omnisciencia de carácter adivinatorio,
la única que sabe lo que fue, lo que es y lo que será”, (véase, Marcel Detienne, Los maestros de la verdad
en la Grecia Arcaica, capitulo II.) esta memoria profana, no ya sacralizada, permite tener registro de la
totalidad del bios y contribuir a que se convierta en una obra bella. Así entendida, esta memoria
instrumental, aliada de la razón, se conecta con otra dimensión de la Memoria, en tanto Nombre y
Honor. Esta memoria que vehiculiza la espistrophe heautou, vehiculiza también una Memoria, en tanto
buen nombre y reputación. En última instancia, la memoria ilustre de quien se ha constituido como sujeto
moral».
358 Cf. Ibíd., p., 227. «Las “prácticas sobre sí” implican entonces una deconstrucción de las prácticas
del biopoder, intentan abrir formas diferentes de pensarnos más allá de las prácticas y los efectos de
verdad del biopoder».
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lo que ellos no tienen. Él tiene que dar a los atenienses, entre otras cosas, la posibilidad
ética, la noción ética de la vida honrada. Él tiene que preguntarse a sí mismo si la tiene,
porque también es honradez optar a los cargos públicos y privados solamente en
aquellas cosas en las que nos sentimos capaces, por aquello que sabemos, aquello que
dominamos o que conocemos, y esto no parece ser el caso de Alcibíades en este
momento. No tiene conocimiento para ser jefe, y sin embargo quiere serlo.
Sóc: O sea, no son murallas ni trirremes ni arsenales lo que necesitan las
ciudades, Alcibíades, para ser felices, ni siquiera mucha población ni grandeza,
si carecen de virtud.
Alc: Está claro que no.
Sóc: Por ello, si vas a conducir los asuntos de la ciudad de manera correcta y
conveniente, tendrás que hacer partícipe de la virtud a los ciudadanos.
Alc: Desde luego.
Sóc: Pero ¿se podría hacer partícipe de algo que no se tiene?
Alc: En absoluto.
Sóc: Entonces, en primer lugar tienes que adquirir la virtud, y también
quienquiera que esté dispuesto a gobernar y cuidar no sólo de sus asuntos en
particular y de sí mismo, sino también de la ciudad y de sus intereses.
Alc: Tienes razón.
Sóc: Por consiguiente, para lo que tienes que prepararte no es para un mando
y un poder con los que puedas hacer lo que quieras contigo y con la ciudad,
sino para la justicia y la sabiduría 359.
La virtud, para todo hombre que quieres gobernar, cuidar o curar. Este es el
nuevo imperativo para la vida pública ateniense, y es este nuevo imperativo lo que
Foucault denomina «tekhnê tou biou», esto es, la estética de la existencia que había
aparecido en otro momento como una condición de resistencia, aparece ahora como el
valor que soporta esta resistencia, como el valor que lucha contra el dominio abusivo
del saber, contra el dominio abusivo del poder y contra el dominio abusivo de la
359Cf. El Alcibíades, 134b6-27.
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subjetividad. Aquí, en esta cita de Alcibíades, también vemos que esta tekhne tou biou
toma la forma de epimeleia el cuidar y curar. Así, el nuevo gobernante juega el papel no
solamente de alguien que tiene que alumbrar y vigilar a los demás, sino sobre todo de
curar a los demás (cuidar no solamente a su persona y su interés privado sino también
el Estado y lo que pertenece al Estado). Asimismo, aquel que se presenta como
candidato, debe tener en cuenta que también juega un papel semejante al médico 360, ya
que el Estado, puede recurrir a él para sanar sus enfermedades. Por eso en su vida tiene
que tener una constancia de rectitud, una solidez ética, la ética justamente como el
remedio para curar la enfermedad del Estado. A Alcibíades le ha sido exigido por parte
Sócrates un cambio radical, pero un cambio que sugiere una continuidad en la estética
de la existencia con único intuito de trazar una diferenciación ética con los demás. Para
Sócrates, era la obligación del maestro, o por lo menos debería ser la obligación del
maestro y del buen amigo, ayudar y alertar. Es eso lo que vemos en la exhortación de
Seneca a Lucílio.
La perseverancia con que te esfuerzas, renunciando a todo lo demás, en la
empresa única de ser mejor cada día, recibe mi aprobación y me llena de
placer, y no solamente te exhorto a que te mantengas en ella, antes te lo ruego.
Te advierto que no hagas aquellas cosa en forma que aparezcan ostensibles a
los demás em tu exterior o en el género de tu vida, a manera de aquellos que lo
que desean no es aprovechar sino ser visto. 361.
En la estética de la existencia, Foucault transforma también la «investigación
filosófica en un problema esencialmente ético» a partir de la «problematización» que
tiene lugar durante el enfrentamiento que el sujeto moral libra en la práctica de sí con
los tres ejes que ya hemos mencionados (el saber, el poder y la subjetividad). Aquí, en
360 Cf. El Alcibíades 107b 12.
361 Cf. Seneca, Cartas A Lucílio, 5,1-2.
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este enfrentamiento, la ética del pensamiento va desarrollar un papel muy importante,
como lo subraya James Bernauer. No hay ninguna imposición, el candidato, en este
caso concreto, Alcibíades, es invitado a iniciar una investigación intelectual a través de
una responsabilización ética; es invitado a poner en diálogo la memoria, el olvido362 y
la temporalidad, esto es, es invitado a poner en marcha el uso responsable de su libertad,
el uso responsable del actuar con libertad. Para Sócrates, solamente la libertad
responsable debería permitir a Alcibíades de presentarse como consejero de los
atenienses. En este sentido, la estética de la existencia en Alcibíades toma la forma de
una crítica del presente. El momento actual de Alcibíades, su intención de convertirse
en consejero de los atenienses, estará entonces condicionada por su transformación del
momento presente, por la superación de su ignorancia ética. Tiene que preguntarse si la
vida que lleva es digna de ser recordada, si es digna de ser imitada y de ser mencionada
como ejemplar. Alcibíades tiene que preguntarse qué tipos de saberes son necesarios
para vivir dignamente la epimeleia heautou, y su pregunta tiene que ser planteada en el
ámbito de la resistencia, esto es, en el ámbito de la estética de la existencia. ¿Qué puedo
hacer para cuidar continuamente a mi yo 363? Como sugiere María Cecilia Colombani:
362 Cf. María Cecilia Colombani. o. c. p., 224. «El olvido aparece como una negación de la propia
temporalidad. El hombre que es incapaz de hacer de su vida un objeto bello, que ignora la dimensión
poética de la existencia y que relega o posterga la epimeleia heautou, olvida, obtura su propia dimensión
temporal porque ignora los beneficios de toda praxis problematiza dora».
363 Cf. Ángel Gabilondo y Fernando Fuentes Megías. cit., pp., 20-21. «En estas técnicas de sí se halla
implícita la idea de que la existencia del individuo es una auténtica obra de arte, la más sublime a la que
el hombre puede conceder su dedicación, y que requiere , como cualquier obra de arte, un aprendizaje
detallado de los mecanismos que permiten realizarla en toda su grandeza. Para Foucault, esa idea no
tenía vigor únicamente en el mundo grecolatino, sino que es en nuestra compleja actualidad donde más
fuerza cobra.
Cuidarnos de nuestras conductas, de las relaciones con nosotros mismos y con los otros supone también
una determinada recreación. Tiene carácter de una autentica misión, una tarea reglada, una ocupación
con sus procedimientos y sus objetivos. Su función es prácticamente curativa y terapéutica y conlleva, a
la par, como hemos señalado, el cuidado del y con el lenguaje».
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“Se trata de una tecnología correccional que busca maximizar el rendimiento
racional de los sujetos. La vida del hombre, como topos narrativo, puesta a
disposición de una teleología estética: hacer de la vida un objeto bello364”.
Hadot no acepta este planteamiento y rechaza sobre todo la forma en como
Foucault presenta el yo del cuidado de sí, un yo demasiado yo, y que por eso mismo no
tiene sentido ni para el griego, como tampoco lo tiene para los latinos. Para Hadot, la
cuestión del yo tiene que ser contemplada en su dimensión cósmica, y no tanto en su
dimensión individual. Hadot se distancia así de Foucault con este planteamiento.
Rechaza que el sabio antiguo encuentre placer en un yo individual, un yo aislado. Al
contrario, para él el sabio antiguo intenta transcender el yo individual en provecho del
yo colectivo, y por eso mismo, dice Hadot, el proyecto foucaultiano del yo se presenta
bastante limitado y estrecho para obtener una comprensión de la realidad del yo en la
antigüedad365. El yo no puede estar limitado a la mera representación individual o a las
reivindicaciones de los deseos, esto en lo que toca al tercer punto de las resistencias de
la estética de la existencia, es decir, la cuestión de la subjetividad y de los deseos de uno
mismo. Esta crítica formulada por Hadot a través de la noción cósmica asociada a la
física como ejercicio espiritual, así como su idea de sabiduría es, según Arnold I.
364 María Cecilia Colombani, cit., p., 224.
365 Cf. Hadot, Exercices spirituels et ph. cit. p., 345. «Esta dimensión cósmica que rodea la figura del
sabio de la Antigüedad resulta fundamental: me parece por tanto que Michel Foucault se deja llevar por
la inexactitud histórica y a la vez por cierto proyecto «ético» demasiado restringido e insuficiente cuando
relaciona las «prácticas» filosóficas antiguas y esa «estética de la existencia» por él mismo preconizada
con el cultivo del yo. Es cierto que la sabiduría antigua propugna en parte esa «atención al yo» dentro de
un proceso de conversión de uno mismo; pero este ejercicio no pretende que el individual constituya
mayor motivo de placer para el sabio, como piensa Foucault, sino más bien dejar atrás ese yo a fin de
situarse en un plano universal, a fin de reingresar en esa Totalidad del mundo de la que forma parte,
racional o materialmente. De este modo tenemos que el proyecto ético que propone Foucault al hombre
contemporáneo, el de una «estética de la existencia» influida por lo que a su juicio sería «la atención al
yo por parte de los filósofos antiguos», me parece en exceso limitado al no tomar suficientemente en
consideración la dimensión cósmica inherente a la sabiduría, no suponiendo así mucho más que una
versión moderna del dandismo».
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Davidson366, uno de los aspectos más importantes de la filosofía de Hadot, razón por la
cual nos parece aquí de extrema importancia la respuesta y la crítica que él formula
contra Foucault.
La crítica de Hadot, contrariamente a Foucault, se centra sobre todo en que los
antiguos nunca abrirán manos en lo que toca el cuidado del destino individual a través
del Todo universal. Este “souci du destin individuel” a través del pensamiento del
cosmos universal era, para los griegos clásicos, la fuente del progreso espiritual (287) y
la “afirmación intransigente de la exigencia moral”. Así, para Hadot, la moral del yo se
construye en su carácter universal, y no en su particularidad individualista. Desde esta
perspectiva, la estética de la existencia solamente tiene razón de ser si se orienta hacia la
universalidad del Todo cósmica. No tiene ningún sentido tener una estética de la
existencia para mí si mí existencia ignora el carácter universal de la comunidad 367, esto
es, mi necesidad de existir en cuanto persona dentro de la comunidad. El yo demasiado
yo para Hadot nos pone ante el problema de cómo poder conciliar el cuidado de la
justicia con el esfuerzo espiritual. Como ya ha sido comentado en su momento, para
Hadot, la tarea del desarrollo individual del yo, el cuidado individual del yo, es
incompatible con la vida política de la comunidad, mientras que, para Foucault, esto es
366 Cf. Ibid., p., 13.
367 Cf. Foucault no ignora el carácter esencial de la comunidad; todo lo contrario, está en el centro de la
ética dibujada por Foucault. Cf. John Rajchman, Lacan, Foucault y la Cuestión de la Ética. Tr. Pedro
González. Epele. México, 2001. pp., 112-113. «La cuestión de la comunidad se encuentra en el centro de
la ética de Foucault: se refiere a los vínculos tanto afectivos como políticos, que tenemos unos con otros;
sobre quiénes somos y quiénes podemos ser. Al subrayar la “subjetividad “y la “subjetivación” no tenía
el propósito de abandonar una ética social o colectiva a favor de una ética individual o privada. Se
proponía, más bien, volver a pensar en la gran cuestión de la “comunidad”: la de saber cómo y por qué
los seres humanos se unen, cómo y por qué se relacionan unos con otros; la de la pasión o del eros de
nuestra identidad. (…).
No se trata de considerar que la antigua cuestión ética de cómo vivir mejor se plantee en el plan
individual o colectivo. Es más bien una cuestión de los tipos de vida individual y colectiva de los que
somos capaces en una época y lugar dados, y de las relaciones que suponen con las formas particulares
de gobierno y autogobiernos, con el saber y saber sobre uno mismo».
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fundamental para el desarrollo responsable de la comunidad. Es una incompatibilidad
dialéctica en la medida en que exige de sí mismo una superación, una ruptura y una
educación para aceptar los diversos estadios de esta ruptura. Desde esta perspectiva, el
nuevo impulso que Sócrates da a la paideia y a la educación política confirma a la vez
esta incompatibilidad necesaria y superada. Hay una nueva forma de tratar el individuo,
de concebir el individuo y de acoger el individuo, así como hay también una nueva
forma de hacer política y de pensar política. De esta forma, lo que parece ser
incompatible con la realización individual en la comunidad, en la ciudad política se
presenta como fundamental para la propia existencia sólida de esta comunidad, aún a
costa del trabajo del filósofo y de la incomprensión de su trabajo en la ciudad en la
medida en que este trabajo puede implicar la pérdida de su propia vida. Pero antes de
perder su vida, el filósofo tiene que enfrentar a la ciudad no como un Todo, a sus
miembros individuales, exhortándolos uno a uno hasta el día de su muerte. En esta
visión de Hadot, la muerte por enfrentamiento a los males de la ciudad no será el
momento álgido de la estética de la existencia, sino una prueba de la insuficiencia de la
acción del diálogo que muestra los límites del lenguaje, la imposibilidad del lenguaje
para presentar la existencia, la imposibilidad de la palabra para expresar la existencia, la
experiencia de la existencia 368.
Nos parece que, de acuerdo con esta cita de la página 129, Hadot y Foucault se
encuentran nuevamente, se ponen de acuerdo nuevo, en lo que toca a la influencia del
368 Cf. Hadot, Exercices spirituels et ph. cit. p., 129. «La tâche du dialogue consiste même
essentiellement à montrer les limites du langage, l’impossibilité pour le langage de communiquer
l’expérience moral et existentielle. Mais le dialogue lui-même en tant qu’événement, en tant qu’activité
spirituelle, a déjà été une expérience morale et existentielle. C’est que la philosophie socratique n’est pas
élaboration solitaire d’un système, mais éveil de conscience, accession à un niveau d’être qui ne peuvent
se réaliser que dans une relation de personne à personne. Eros lui aussi, comme Socrate l’ironique,
n’enseigne rien, car il est ignorant: il ne rend pas plus savant, mais il rend autre. Lui aussi est
maïeutique. Il aide les âmes à s’engendrer elles-mêmes».
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trabajo individual en el seno de la comunidad. En las palabras de Hadot es perceptible el
movimiento socrático de la Apología: la cuestión de la exhortación, la cuestión de la
toma de consciencia, la cuestión de la solidaridad y de la dádiva 369 a los demás o por los
demás a través de la enseñanza, a través de la “procreación” intelectual y espiritual, es
decir, a través de la mayéutica (Teeteto 150a-c). Es también desde esta perspectiva que
Hadot presenta el diálogo socrático como una experiencia moral existencial estéril, toda
vez que es incompatible con la ciudad, y esta incompatibilidad conduce a su muerte.
Nos parece que Foucault tiene en cuenta a estas consideraciones y por eso propone el
camino individual para la estética de la existencia y para un trabajo más consolidado
para la comunidad 370. La propuesta de Sócrates a Alcibíades parece confirmar esta
iniciativa de Foucault. Alcibíades tiene primero que cuidar de sí mismo, contestar a las
preguntas, cuestionar su “espacio de referencia” y solamente en función de eso sabrá si
puede o no ejercer el cargo que propone, porque como le dice el propio Hadot:
Seule la décision morale de l’homme lui donnera sa valeur définitive. Mais cet
élément, irrationnel et inexplicable, est inséparable de l’existence (1982, 89).
Pensamos justamente que es de esta decisión moral y de la calidad de su valor
definitivo de lo que se trata cuando Foucault formula la estética de la existencia como
resistencia a aquello que está estandarizado; a la ausencia de interrogantes sobre el
saber, sobre el poder y sobre el subjetivismo y la naturaleza de los placeres. El núcleo
369 Cf. Ibid., p., 310. «Dans le platonisme, mais tout aussi bien dans l’épicurisme et le stoïcisme, la
libération de l’angoisse s’obtient donc par un mouvement dans lequel on passe de la subjectivité
individuelle et passionnelle à l’objectivité de la perspective universelle. Il s’agit, non pas d’une
construction d’un moi, comme œuvre d’art, mais au contraire d’un dépassement du moi, ou tout au moins
d’un exercice par lequel le moi se situe dans la totalité et s’éprouve comme partie de cette totalité».
370 Cf. Aquí hay sobre todo que prestar atención al concepto de comunidad en el lenguaje de Foucault.
Tener en cuenta particularmente que, para Foucault, la comunidad no es una entidad unidimensional, sino
sobre todo un entorno multifacética en donde la recreación y la adaptación de uno mismo se hace
continuamente.
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central de la problemática de Alcibíades jugará en torno a eso: Alcibíades cambiará su
primera decisión a favor de los consejos que ha recibido de Sócrates, y este cambio
tiene que ver sobre todo con el nuevo planteamiento moral, que por cierto influirá sobre
el valor definitivo que va a dar a su capacidad, su técnica y su propia integridad moral
para presentarse como consejero de los atenienses. Su toma de consciencia ha supuesto
un trabajo interior y un trabajo sobre sí mismo, ha supuesto una nueva tecnología de sí,
una invención de sí mismo, una admiración y una contemplación de sí mismo y esto
suscita otra crítica de Hadot .Hadot critica a Foucault por pensar que para los griegos de
la antigüedad la estética de la existencia era semejante a una forma de invención 371 de
uno mismo, o de creación de uno mismo y le critica también por su interpretación, su
comprensión de la expresión “estética”. Según él, el significado de este concepto, la
manera en que era entendida por los antiguos no tiene nada que ver con la interpretación
que ha adquirido para los modernos 372. Mientras que para la Grecia clásica la estética no
era solamente lo bello sino también lo bueno, sobre todo, este último 373; para la
modernidad es, al revés, la estética es lo bello. Foucault parece por tanto, según Hadot,
presentar únicamente la vida como una obra de arte desde el punto de vista de lo bello, y
371 Cf. DE II, De l’amitié comme mode de vie. Nº 293, cit., p., 984.
372 Cf. Hadot. Exercices spirituels et ph. cit. p., 308. «Le mot «esthétique» évoque en effet pour nous
autres modernes des résonances très différentes de celles que le mot «beauté» (Kalon, kallos) avait dans
l’Antiquité. En effet, les modernes ont tendance à se représenter le beau comme une réalité autonome
indépendante du bien et du mal, alors que pour les Grecs, au contraire, le mot, appliqué aux hommes,
implique normalement la valeur morale, par exemple dans les textes de Platon et de Xénophon, cité par
M. Foucault (L’Usage des plaisirs, pp., 103-105). En fait, ce que les philosophes de l’Antiquité
recherchent, n’est pas premièrement la beauté (kalon), mais le bien (agathon); […] Et tout spécialement,
dans le platonisme et le stoïcisme, le bien est la valeur suprême : «Les âmes des valeurs méprisent l’être
à cause du bien, lorsqu’elles se portent spontanément au danger, pour la patrie, pour ceux qu’ils aiment,
ou pour la vertu.» C’est pourquoi, au lieu de parler de «culture de soi», il vaudrait mieux parler de
transformation, de transfiguration, de «dépassement de soi». Pour décrire cet état, on ne peut que éluder
le terme «sagesse» qui, me semble-t-il, n’apparaît que rarement, sinon jamais, chez M. Foucault. La
sagesse est l’état auquel peut-être le philosophe ne parviendra jamais, mais auquel il tend, en s’efforçant
de se transformer lui-même pour se dépasser».
373 Cf. Alcibíades, 125a-d, Sócrates compara el Bien a un arte. El Bien aparece como arte en su estadio
puro. Lo que es bello no puede no ser bueno.
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no de lo bueno, lo que desde esta perspectiva implica una contradicción en el
planteamiento moral y ético. De acuerdo con los textos de Foucault 374, la crítica de
Hadot no nos parece acertada 375 en este punto. La vida como obra de arte de que habla
Foucault, no es solamente la vida como estética, la emanación de lo bello, sino que
también es la vida como agathon, el bien 376, este bien que debe ser justamente el centro
de la vida en cuanto obra de arte efímera, pero que necesita ser recordada no en su
efimiridad, sino en el conjunto del bien que este tiempo efímero ha podido captar, vivir
o hacer vivir. Por ejemplo, a las personas que no conseguían controlar sus impulsos
374 Cf. DE II, Sexualité et solitude, nº 295, p., 990. T. II. «Ce dont je me suis rendu compte peu à peu,
c’est qu’il existe dans toutes les sociétés un autre type de techniques : celles qui permettent à des
individus d’effectuer, par eux-mêmes, un certain nombre d’opérations sur leur corps, leur âmes, leurs
pensées, leurs conduites, et ce de manière à produire en eux une transformation, une modification, et à
atteindre un certain état de perfection, de bonheur, de pureté, de pouvoir surnaturel. Appelons ces
techniques les techniques de soi».
375 Cf. DE II À propos de la généalogie de l’éthique: un aperçu du travail en cours. nº 344.p. 1434.
«Dans cette idée d’une tekhnê tou biou, plusieurs choses m’intéressent. D’une part, cette idée, dont nous
sommes maintenant un peu éloignés, que l’œuvre que nous avons à faire n’est pas seulement, n’est pas
principalement une chose (un objet, un texte, une fortune, une invention, une institution) que nous
laisserions derrière nous, mais tout simplement notre vie et nous-mêmes. Pour nous, il n’y a d’œuvre et
d’art que là où quelque chose échappe à la mortalité de son créateur. Pour les anciens, la tekhnê tou
biou s’appliquait au contraire à cette chose passagère qu’est la vie de celui qui la mettait en œuvre,
quitte, dans le meilleur des cas, à laisser derrière soi le sillage d’une réputation au la marque d’une
réputation. Que la vie, parce qu’elle est mortelle, ait à être une œuvre d’art, […].
D’autre part, dans ce thème d’une tekhnê tou biou, il me semble qu’il y a eu une évolution au cours de
l’Antiquité. Déjà Socrate faisait remarquer que cet art devait avant tout être dominé par le souci de soi.
Mais, dans l’Alcibiade, c’était pour pouvoir être un bon citoyen, et pour être capable de gouverner les
autres, qu’il fallait «prendre soin de soi-même».
376 Cf. Cit. Lacan Foucault y la cuestión de la ática. p., 122. «Tal vez hoy, pensaba Foucault, podríamos
retomar esta cuestión de la “vida bella” en relación con los vínculos de una experiencia crítica que no se
limita a lo que Baudelaire llamaba “arte”. Podríamos pensarla a partir de la “comunidad critica” y del
tipo de libertad que ella experimenta.
(…)En este sentido, la comunidad crítica es una “comunidad libre” y la pasión del “vinculo” crítico es
la pasión de ser libre. Como tal, continuaría con el antiguo tema ético según el cual el arte de llevar una
vida noble o bella era el arte de ser o de volverse libre. “[La] función crítica de la filosofía dimana,
hasta cierto punto, del imperativo socrático [:]… fundaméntate en libertad, mediante el dominio de ti”»;
cf. Michel Foucault, “¿Qué es la ilustración?”, en Ángel Gabilondo, p., 344.; “La ética del cuidado de sí
como práctica de la libertad” en Ibíd., p., 415.
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sexuales, los griegos le trataban por personas feas 377 y desgraciadas, y este hecho hacía
que estas personas tuvieran una mala reputación. También desde esta perspectiva se
puede comprender el sentido de la expresión invención o creación de uno mismo:
porque desde lo más profundo de mi libertad decido hacer algo que es digno de ser
recordado por ser bueno y necesario, no solamente para mí, sino para toda la
comunidad, la conversión política de Alcibíades, por ejemplo.
Por eso, aquí hay que decir que, a pesar de todo, la crítica de Hadot no difiere en
esencia del planteamiento de Foucault sobre este tema 378. Nos parece que Hadot se ha
limitado a criticar el hecho de que Foucault haya dado más importancia al estilo de vida
y a los criterios que componen este estilo de vida que a la transformación que conduce a
estos estilos de vida, una transformación que equivaldría a aquello que él denomina
como “le dépassement de soi”. Pero este “dépassemente de soi” nos parece que es
justamente aquello que Foucault designa como la transformación y la determinación de
la substancia ética, es decir, la manera en como el individuo se da forma a una parte de
sí como materia o elemento principal de su conducta moral, siendo que esta conducta
moral tiene como objetivo siempre el buen fin de la comunidad, el fin del grupo. Hadot
377 Cf. Ibid. DE.II. p., 1435. Aquí la expresión «feo/a» no refiere solamente a la estética física. Está aquí
en calidad de una descripción moral de alguien que no consigue controlar su necesidad sexual y que se
hace esclavo de esta necesidad. Por eso, al hablar de la estética de la existencia, Foucault no habla
solamente de las calidades físicas, de los aspectos físicos, sino también de los aspectos morales. Además,
la estética, en lo que toca a la sexualidad va acompañada de la moderación toda vez que, dice Foucault,
para los griegos lo que interesa no es con quien se practica el sexo, hombre o mujer, sino la cantidad de
veces que hay el sexo. Es la cantidad, que es la medida moral del acto sexual, y no el género de aquel con
quien se pratica el sexo. La reputación, es decir, la medida de la aceptación moral, se encuentra dentro de
la cantidad, de asiduidad y de la duración temporal.
378 Cf. El uso de los placeres, cit., p., 9. «Pero al plantear esta cuestión muy general, y al planteársela a
la cultura griega y grecolatina, mi di cuenta de que esta problematización estaba ligada a un conjunto de
prácticas que tuvieran ciertamente una importancia considerable en nuestras sociedades: es lo que
podríamos llamar “las artes de la existencia”. Por ellas hay que entender las prácticas sensatas y
voluntarias por las que los hombres no sólo se fijan reglas de conducta, sino que buscan transformarse a
sí mismos (cf. la crítica de Hadot, p., 308), modificarse en su ser singular y hacer de su vida una obra
que presente ciertos valores estéticos y responde a ciertos criterios de estilo. Estas “artes de existencia”,
estas “técnicas de sí” sin duda han perdido una parte de su importancia y de su autonomía, una vez
integradas, con el cristianismo, al ejercicio de un poder…».
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no acepta que estas prácticas sean nombradas o designadas como “cultura de sí” y
prefiere que sean llamadas, “transformación” y “transfiguración”, lo que a su vez da lo
mismo en términos del contenido substancial de aquello que Foucault propone. Este
estadio de transformación y de determinación de la substancia ética es un estadio de
“Éxodo”, un momento de salida de uno mismo para rehacerse desde del nuevo prisma
de la vivencia ética. Así es, por ejemplo, en la práctica de la parresía, en donde esta
transformación incluye el riesgo de enfrentamiento con la comunidad 379 o con la
persona sobre quien recae la parresía. Es decir, en lenguaje de Hadot, tiene lugar un
“dépasse à soi-même” a través de una práctica correcta de libertad. La crítica de Hadot
también puede ser comprendida por su preocupación en hacer que la existencia sea
siempre asociada a un modo de vida filosófica, es decir, a la ética como la buena
práctica de lo vivido. Pero como ya hemos visto, en esta preocupación de Foucault, la
templanza y la askêsis juegan un papel importante porque imponen un orden interno y
se presentan como un marco de la libertad responsable, es decir, sirven como elementos
de constancia para uno mismo y dentro de uno mismo. Es esta constancia lo que permite
379 Cf. Volviendo a la definicion substancial del concepto de comunidad en Foucault, y sobre todo para
comprender la distancia que le separa del concepto de comunidad en Hadot, John Rajchman nos ofrece lo
siguiente en las pp., 114-115: «Podemos distinguir tres tipos de “comunidad” o de “vinculo”, o tres
acepciones de estos términos en la filosofía crítica de Foucault. En primer lugar la comunidad dada, que
consta de las relaciones que podemos establecer con nosotros mismos y con los demás en tal o cual
sistema de reconocimiento. Se trata del tipo de vínculo que las personas piensan que tienen unas con
otras. Esta idea se arraiga en una “existencia material” o institucional. Pero eso no significa que sea
determinada ni que se nos presente con una fuerza insuperable; más bien nos ofrece la magnitud de lo
que se nos opondría si nos propusiéramos enfrentarla o modificarla. Pues, en segundo lugar, está la
comunidad tácita. Los medios que unos y otros inventan para identificarse se sostienen en la comunidad
propia de cada uno. Todos deben estar dispuestos a hacer su parte para mantener los sistemas, definirlos
y delimitarlos; deben desempeñar su papel en un “juego” cuya inteligibilidad y límites se dan por
sentados. La comunidad tácita de un sistema de reconocimiento es todo aquello que las personas deben
hacer para que éste mantenga su dominio sobre ellos. (…). La “comunidad dada” se acepta o se tolera
porque no se ve qué otra cosa sería posible. Así, aceptarla es más que considerarla justa o legítima, y
encontrarla inaceptable o intolerable, es más que encontrarla injusta, incluso si el hecho de verse
expuesto a sus injusticias ocultas ayuda quizá a verla así.
En tercer lugar, cuando un sistema de identificación se juzga inaceptable, aparece la comunidad crítica.
La posibilidad de la comunidad crítica aparece cuando la interrupción, negación o inversión de las
formas de la comunidad dada llevan a la exposición de la comunidad tácita en la que se sostiene. […]».
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garantizar el equilibrio cuando en un dado momento la subjetividad tiene que cambiar
en función del estilo del dominio de uno mismo reconocido y adoptado 380. Pero aun así,
en este estadio, gracia a la templanza, la ética del cuidado de sí continuará siendo
presentada como el fin del trabajo de la “substancia ética 381”, es decir, los estilos de los
dominios pueden cambiar, pero no la substancia ética, esto es, la voluntad de
transformarse o autotransformarse no cambia. La voluntad de “se dépasser à soimême”, la voluntad de autogenerarse no cambia.
El despliegue de Alcibíades muestra justamente este contraste: los cambios del
modo de subjetivación, del espacio de subjetivación, pero no el cambio de la substancia
de la eticidad 382. Por ejemplo, lo que quería Alcibíades era llegar a ser consejero de los
atenienses y ejercer bien este cargo; tiene una idea del bien un tanto confusa, no
380 Cf. Jean-François Pradeau. cit. p., 138.
381 Cf. DE II. À propos de la généalogie de l’éthique: un aperçu du travail en cours. cit. nº 344, p., 1438.
«Pour les Grecs, la substance éthique, c’étaient des actes liés dans leur unité au plaisir et au désir ;
c’étaient ce qu’ils appelaient les aphrodisia ; lesquels étaient aussi différents de la «chair» chrétienne
que de la sexualité. […].Lorsqu’un philosophe était amoureux d’un garçon mais ne le touchait pas, son
attitude avait une aoute valeur moral. La substance éthique de sa conduite, c’était l’acte lié au plaisir et
au désir. Pour saint Augustin, il est très clair que, lorsqu’il se souvient de ses affections de jeune homme,
ce qui le tracasse, c’est de savoir exactement le type de désir qu’il éprouvait. C’est une tout autre
substance éthique.
Le deuxième aspect du rapport à soi, c’est ce que j’appelle le modo d’assujettissement, c’est-à-dire le
mode selon lequel les individus ont à reconnaître les obligations morales qui s’imposent à eux. Est-ce par
exemple la loi divine qui est révélé dans un texte? Est-ce une loi naturelle, qui est dans chaque cas la
même pour tout être vivant? Est-ce une loi rationnelle? Est-ce un principe esthétique d’existence?». Con
esta explicación también estamos delante de una demostración de que al final la estética de la existencia
no se refería solamente al cuerpo, a la belleza del cuerpo, sino también a su aspecto moral.
382 En el abordaje de la mayéutica en el Teeteto, 150a-152a se puede ver como esta substancia de la
eticidad está ligada al anhelo, de uno mismo, aquello que en nosotros no cambia, razón por la cual
Sócrates ha apostado por este arte de mayéutica para poder devolver al hombre aquello que él tiene pero
que sin embargo desconoce. El cuerpo se presenta aquí en esta lectura mayéutica como el lugar del
cambio de espacio de subjetivación que tiene que ser dejado, que debe ser abandonado para poder
consagrarse enteramente a la cuestión del estudio del alma, a la cuestión de cómo salvar el alma del
hombre. Sócrates argumenta que nadie es malo por su voluntad, es decir, que en fondo el hombre es
bueno, y por ello le compete a él como comadrona mostrarle al hombre este su estadio de bondad, hacer
nacer en él un nuevo aliento. Naturalmente esta acción de nacimiento se hace de acuerdo con los métodos
socráticos: la interrogación, examinación y la cuestión de veridificación de los contenidos. Esta acción de
dar luz consiste en interrogar a los jóvenes sobre la pretensión de sus saberes. Es también eso lo que
hemos encontrado en Alcibíades a través de la pregunta: ¿Qué sabes tú hacer para que los atenienses te
elijan como su representante, como su consejero? Y, ¿sobre qué podrás darles consejos?
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obstante, está dispuesto a ejercer una idea del bien, a llevar a cabo una idea del bien, es
decir, que está dispuesto a trabajar sobre su substancia ética. Pues bien, es este bien, esta
idea lo que va a ser reorientado por Sócrates, esta substancia constante lo que va a ser
redirigida. La constancia de la substancia de la eticidad tiene que ver con nuestro
anhelo, con nuestra identidad. Es ella lo que nos permite cuestionarnos y encontrar
respuestas a las preguntas que se nos plantea383. Este cuestionamiento384 es algo, dice
Foucault, que está patente en cada cultura385 y en cada uno de nosotros, e implica una
obligación con la verdad, la verdad con uno mismo, la verdad en nuestra forma de vivir
la vida a fin de poder ser ejemplo vivo para los demás. Foucault toma como ejemplo
Nicocles386 e Isócrates; Nicocles es fiel a su mujer por la sencilla razón de que debe
dar ejemplo a las personas que están a su cargo, bajo su responsabilidad. Este ejemplo
no trata solamente una cuestión de la estética, de la bella física. Se trata, sobre todo, de
un asunto estético en el sentido moral y en el sentido político387, dice Foucault. Para
que la gente me respete y me siga tiene que ver en mí algo particular y especial. Es
también por eso que en su momento Sócrates le preguntaba a Alcibíades si tenía algo
especial que le favoreciera para que los atenienses le eligiesen como su consejero.
383 Cf. Charles Taylor, Fuentes del yo. Paidós, Barcelona, 1996, p., 44.
384 DE II. À propos de la généalogie de l’éthique: un aperçu du travail en cours. cit. nº 344. p., 1439.
«Qu’allons-nous faire, soit pour atténuer nos désir et les modérer, soit pour comprendre qui nous
sommes, soit pour supprimer nos désir, soit pour nous servir de notre désir sexuel afin de réaliser
certains objectifs, comme avoir des enfants, toute cette élaboration de nous-mêmes qui a pour but en
comportement moral».
385 Cf. DE II, De l’amitié comme mode de vie. cit. nº 293 p., 990.
386 Cf. Ibid., DE II. nº 344. p., 1438.
387 Cf. Isócrates, Nicocles, 41; 29. «Los buenos soberanos deben esforzarse en hacer que reine un
espíritu de concordia no sólo en los Estados que dirigen, sino también en su propia casa y en los
dominios que habitan , pues toda esta obra demanda dominio de sí y justicia. []. Ejerce tu autoridad
sobre ti mismo (archĕ saytou) al igual que sobre los demás y considera que la conducta más digna de un
rey es no ser esclavo de ningún placer y propios compatriotas».
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En la estética de la existencia Foucault plantea una cuestión ética muy
importante: ¿qué tipo de seres queremos ser cuando practicamos o cuando hacemos una
acción moral? Dicho de otra manera, ¿qué debemos hacer de nosotros mismos388? Este
planteamiento implica cuestionar todo el sistema de vida de uno mismo, la manera de
reflexionar y de pensar la vida, el entorno, las preferencias y las prioridades. La ética
entendida como la existencia digna se presenta como el eje alrededor del cual gira esta
pregunta. La pregunta refleja también lo profundo de la libertad: ¿qué debemos hacer de
nosotros mismos? ¿De qué manera te parece bien inventar la propia existencia? ¿De qué
manera te parece digno hacer de la vida una obra de arte? 389 A cada paso, a cada
pregunta, está patente el reflejo de la libertad como elemento responsable para hacer de
la existencia una estética digna de ser recordada y de ser inmortalizada 390. La expresión
la “vida como una obra de arte” levanta muchas dudas y muchas contestaciones por
parte de Hadot. Sin embargo Foucault parece explicar aquí con claridad lo que quería
decir en verdad y, sobre todo, a partir de qué momento dicha expresión es criticada y
denostada. Naturalmente, el cristianismo aparece como el primer momento que
colisiona con el significado originario de la expresión “hacer de la vida una obra de
arte” o “vivir la vida como una obra de arte”. La trama aquí, dice Foucault, es descubrir
388 Cf. Frédéric Gros, Foucault et la philosophie antique. o. c. p., 13.
389 Cf. DE II. À propos de la généalogie de l’éthique: un aperçu du travail en cours. cit. nº 344, p., 1443.
«Dans ce qu’on pourrait appeler le culte contemporain de soi, l’enjeu, c’est de découvrir son vrai moi en
le séparant de ce qui pourrait le rendre obscur ou l’aliéner, en déchiffrant sa vérité grâce à un savoir
psychologique ou à un travail psychanalytique. Aussi, non seulement je n’identifie pas la culture antique
de soi, mais je pense qu’ils sont diamétralement opposés.
Ce que c’est passé, c’est précisément un renversement de la culture classique de soi. Il s’est produit dans
le christianisme lorsque l’idée d’un soi auquel il fallait renoncer – parce qu’en s’attachant à soi-même on
se opposait à la volonté de Dieu – s’est substituée à l’idée d’un soi à construire et à créer comme une
œuvre d’art».
390 Cf. Ibid. DE.II. nº 344. p., 1439« […].Par exemple, devons-nous devenir pur, immortel, libre, maître
de nous-mêmes, etc.? c’est ce qu’on pourrait appeler la téléologie morale. Dans ce que nous appelons la
morale, il n’y a pas simplement le comportement effectif des gens, il n’y a pas que des codes et de règles
de conduite, il y a aussi ce rapport à soi […].».
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el verdadero yo y no permitir que sea oscurecido o alienado por otro tipo de
entendimiento, vivencias o captaciones del yo: la renunciación cristiana, por ejemplo,
puede llegar a ser una de estas tramas toda vez que se centra mucho en la cuestión de la
pureza y de la purificación. Para el mundo antiguo, la cuestión de la purificación no
tenía la importancia que posteriormente el cristianismo le ha dado; cierto, que había una
práctica “puritana” en el pitagorismo, dice Foucault, pero no tan acentuada como en el
cristianismo, y este acento en el cristianismo transformó poco a poco la cuestión de la
estética de la existencia en una cuestión de purificación y pureza.
Si es verdad que en el mundo antiguo la cuestión de la virginidad tenía
importancia, particularmente en materia de religión 391, también es menos que esta
importancia no implicaba directamente la cuestión moral, toda vez que la religión no se
interesaba por la cuestión de la integridad de sí en relación a los demás, sino en el
dominio de uno mismo en relación a sí mismo. Es en este dominio que se funda el
verdadero yo, que por cierto, también es contrario al nuevo yo cristiano 392, fundado este
último en la renuncia de uno mismo para ganar la verdad eterna y la vida eterna; en este
sentido, la vida que tengo delante de mí no puede ser concebida como una obra de arte,
porque mi presente está condicionado por el juicio del futuro, el juicio del más allá, que
a su vez me da un espacio “estrecho” en donde no puedo vivir mi libertad sin vigilancia,
es decir, mi vivir no puede ser otro que vivir según las Escrituras y según las verdades
predeterminadas. Esa lógica del vivir es contraria a la de la estética de la existencia
391 Cf. Ibid., p., 1445.
392 Cf. Ibid, .p. 1445. «Ce nouveau «moi» chrétien devait être l’objet d’un examen constant parce qu’il
était ontologiquement marqué par la concupiscence et les désirs de la chair. À partir de ce moment, le
problème n’était pas d’instaurer un rapport achevé à soi-même, mais, au contraire, il fallait se déchiffrer
soi-même et renoncer à soi.
Par conséquent, entre le paganisme et le christianisme, l’opposition n’est pas celle de la tolérance et de
l’austérité, mais celle d’une forme d’austérité que est liée à une esthétique de l’existence et d’autres
formes d’austérité qui sont liées à la nécessité de renoncer à soi en déchiffrant sa propre vérité».
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según la cual, la vida es algo que hay que saborearse, sentir el placer de vivir, y donde la
medida del bien vivir es justamente “la maîtrise de soi-même”, lo que a su vez conduce
al respecto por los demás393. Es diferente de ese estilo que me hace vivir atentamente
sabiendo que tengo que prestar cuentas posteriormente a alguien, porque la fe que
profeso, la creencia que adhiero, me dice que vivir es precisamente eso. Este estilo de
vida, contrariamente al estilo pagano, no conduce directamente al otro, es decir, yo no
voy al otro directamente por mi propia iniciativa, por mi propia libertad, y el otro para
mí no es un fin, sino un medio, un medio para llegar a Dios, para contactar
positivamente con Dios. Por eso, de acuerdo con lo expuesto, el estilo de vida cristiana,
abre una cuestión existencial:
¿Qué harías tú de tu hermano, de tu prójimo, del otro, si no existiera
esencialmente como medio para que tú puedas llegar a Dios?
Es una pregunta subyacente en las Escrituras y casi imperceptible y sin embargo,
recurrente a ellas. En el Antiguo Testamento aparece en el momento central del castigo
o del “destino” de Caín: “¿Qué has hecho? Se oye la sangre de tu hermano clamar a mí
desde el suelo. Pues bien: maldito seas, lejos de este suelo que abrió su boca para
recibir de tu mano la sangre de tu hermano” 394 Y en el Nuevo Testamento surge en
forma afirmativa en el día del juicio final: “Os aseguro que cuanto hicisteis a uno de
estos hermanos míos más pequeños, a mí lo hicisteis” 395. Esto nos parece, en definitiva
condicionar la estética de la vida cristiana a una vida que tiene que ser justificada, no
desde el punto de vista ontológico, sino desde el punto de vista teológico y de la
creencia, desde punto de vista de una obediencia a un mando esencialmente exterior. La
393 Cf. Ibid., p., 1439.
394Cf. Gen, 4, 10-11.
395 Cf. Mt, 25, 40.
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austeridad que se impone no es una austeridad que conduce a la liberación de uno
mismo, sino más bien a la dependencia eterna de uno mismo a una Voluntad
Superior 396, y por ello, la libertad no es una libertad genuina, sino hecha en los moldes
de los pactos contractualitas. La eternidad de la vida no se gana sino porque he seguido
estrictamente las reglas del pacto. Se puede por ello, desde este punto de vista,
comprender porque, para la estética cristiana, la vida no es o no puede ser entendida
totalmente como una obra de arte genuina, como ocurre para el griego. La estética de la
existencia cristiana ignora el placer de uno mismo, el placer que uno puede obtener de sí
mismo.
Naturalmente, este placer no es narcisista, sino que expresa la posibilidad de
desfrutar de uno mismo; la estética de la existencia cristiana hace una interdicción a este
tipo de placer y lo interpreta como una forma de egoísmo o de interés no comunitario.
Con esta lectura, el cristianismo reduce también la cuestión de la epimeleia heautou,
dice Foucault, a una cuestión de epimeleia tôn allôn – el cuidado de los otros 397. A
partir de ahí, la moral empieza a distanciarse cada vez más de la ética y se identifica con
los códigos de conductas 398. Contrariamente para los griegos, existe libertad para
396 Cf. DE II. À propos de la généalogie de l’éthique: un aperçu du travail en cours. cit. nº 344. p., 1447.
«Dans l’un de ces Entretiens, Épictète recommande de pratiquer une sorte de «méditation-promenade»
quand on déambule dans la rue, il convient à propos des objets ou des personnes qu’on rencontre, de
s’examiner soi-même pour savoir si on est impressionné, si on se laisse émouvoir, si on a l’âme ébranlée
par la puissance d’un consul, la beauté d’une femme. Or, dans la spiritualité catholique du XVIIe siècle,
vous trouvez aussi des exercices de ce genre : se promener, ouvrir les yeux autour de soi ; mais il ne s’agit
pas de faire l’épreuve de la souveraineté qu’on exerce sur soi ; on peut plutôt y reconnaître la toutepuissance de Dieu, la souveraineté qu’il exerce sur toutes choses et sur toute âme».
397 Cf. Ibid., p., 1448.
398 Cf. DE II, Une esthétique de l’existence. cit nº 357. p., 1550. «Avec le christianisme, on a vu
s’instaurer lentement, progressivement un changement par rapport aux morales antiques, qui étaient
essentiellement une pratique, un style de liberté. Naturellement, il y avait aussi certaines normes de
comportement qui réglaient la conduite de chacun. Mais la volonté d’être un sujet moral, la recherche
d’une éthique de l’existence étaient principalement, dans l’Antiquité, un effort pour affirmer sa liberté et
pour donner à sa propre vie une certaine forme dans laquelle on pouvait se reconnaître, être reconnue
par les autres, et la postérité même pouvait trouver un exemple.
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obedecer y para cuestionar el código de conducta, y es eso lo que permite salvaguardar
el espacio individual de la creación y lo que hace, también, que los pensadores como
Sócrates entren en colisión con las instituciones 399. En el cristianismo pasa al revés. El
espacio individual de la creación y de la libertad 400 genuina desaparece para dar lugar a
un espacio controlador exterior a uno mismo401. La libertad como motor dinamizador de
la vida como obra del arte desaparece para dar lugar a un concepto de obediencia 402, de
Cette élaboration de sa propre vie comme une œuvre d’art personnelle, même si elle obéissait à des
canons collectif, était au centre, il me semble, de l’expérience moral, de la volonté de la morale dans
l’Antiquité, alors que, dans le christianisme, avec la religion du texte, l’idée d’une volonté de Dieu, le
principe d’une obéissance, la morale prenait beaucoup plus la forme d’un code de règles (seulement
certaines pratiques ascétiques étaient plus liées à l’exercice d’une liberté personnelle)».
399 Cf. Indro Montanelli. Storia dei greci. cit. pp., 254-255. «[…]. Però, come filosofo, aveva posto
l’esigenza che queste leggi fossero in tono com la giustizia e aveva spinto i suoi seguaci a controllare
razionalmente che ciò avvevisse. Per lui il citadino esemplare era quello che obbediva quando riceveva
un ordine dall’autorità, ma che prima di riceverlo e dopo averlo adempiuto discuteva se l’ordine era
bueno e se l’autorità lo aveva bene formulato. Egli non si piccava affatto di saperlo, ma rivendicava il
diritto di indagarlo e perciò aveva impiantato tutto il suo metodo sulle domanda. «Ti estì?», chiedeva.
«Cos’ è questo?» Ricercava i concetti generali e tentava di raggiungerli attraverso le indizIoni […].
El suo scopo era chiaro: preparare una classe politica illuminata che governasse secondo giustizia, dopo
aver bem bene imparato che cosa la giustizia sai.».
400 Cf. HS, cit., «Clase de 17 de Marzo 19821ª hora», p., 405. «Faire de sa vie l’objet d’une tekhnê, faire
de sa vie par conséquent une œuvre – œuvre qui soit (comme doit l’être tout ce qui est produit par une
bonne tekhnê, une tekhnê raisonnable) belle et bonne – implique nécessairement la liberté et le choix de
celui que utilise sa tekhnê. Si une tekhnê devait être un corpus de règles auxquelles il faille se soumettre
de bout en bout, de minute en minute, d’instant en instant, s’il n’y avait pas justement cette liberté du
sujet, faisant jouer sa tekhnê en fonction de son objectif, du désir, de sa volonté de faire une œuvre belle,
il n’y aurait pas de perfection de la vie. Je crois que c’est un élément important a bien saisir, parce que
justement c’est une des lignes de clivage entre ces exercices philosophiques et les exercices chrétiens. Il
ne faut pas oublier, justement, qu’un des grands éléments de la spiritualité chrétienne sera que la vie doit
être la vie «réglée». La regula vitaie (la règle de vie) est essentielle».
401 Cf. Hay que señalar que esta visión de obediencia y de austeridad cristiana está muy cerca de las
interrogaciones de Epíteto en Entretien, III, III, 7-11. pp., 199-200.
402 Cf. HS, cit., «Clase de 17 de Marzo de 19821ª hora», p., 406. « […], celui qui veut faire œuvre de vie,
celui qui veut utiliser comme il faut la tekhnê tou biou, ce qu’il doit avoir dans la tête, ce n’est pas
tellement la trame, le tissu, l’épais feutrage d’une régularité qui le suit perpétuellement, à laquelle il
devrait se soumettre. Ni l’obéissance à la règle, ni l’obéissance tout court ne peuvent, dans l’esprit d’un
Romain et d’un Grec, constituer [une] œuvre belle. L’œuvre belle, c’est celle qui obéit à l’idée d’une
certaine forma (un certain style, une certaine forme de vie). C’est la raison, sans doute, pour laquelle
vous ne trouverez absolument pas dans l’ascétique des philosophes ce même catalogue si précis de tous
les exercices à faire, à chaque moment de la vie, à chaque moment de la journée, que vous trouvez chez
les chrétiens».
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providencia 403 y de austeridad para con lo divino. Lo que pasa, dice Foucault, es que en
la actualidad, esta moral, es decir, la idea de una moral como obediencia, está invitada a
desaparecer, de modo que el retorno a la moral como estética de la existencia se
presenta como la alternativa a este espacio vacío dejado por la moral cristiana.
Retorno a la escritura de uno mismo como responsable de su destino, en donde
la libertad será, en última instancia, juez de la práctica responsable en los actos del día a
día 404. En esta escritura de uno mismo, la austeridad tendrá que ver con la consciencia
de la necesidad del bien para con uno mismo y para con la comunidad. Por eso mismo,
la explicación del acto tiene una ligación intrínseca con la necesidad de hacerse mejor,
tornarse mejor y vivir la buena vida. La búsqueda obligatoria de ser mejor no será ya
porque dios quiere que así sea, sino porque es la única forma, o la mejor manera, de ser
403 Cf. Aquí hay que decir que el cristianismo se presenta aquí como una copia del estoicismo. Cf.
Séneca, La providencia.
404 Cf. Ronviene recordar aquí que Hadot no acepta esta interpretación. Para él no puede haber la
escritura de uno mismo y ni siquiera la escritura de uno mismo puede ser tomada como un sí mismo o
como una formación de sí mismo, de uno mismo (329), sino solo como la posibilidad de cambiar el yo y
de universalizarlo en el tiempo y espacio (330). Aquí tampoco comprendemos ni compartimos la visión
de Hadot, sobre todo, porque no se distancia de la interpretación esencial de Foucault, la escritura como el
ojo del otro, como representación del otro, como creación del otro, como creación e invención de una
compañía. La construcción de uno mismo de que habla Foucault a partir de las escrituras tiene que ver
con la recepción de los discursos en las correspondencias porque ahí están en diálogo dos almas deseosas
de construirse positivamente (cf. Séneca, Carta a Lucílio, 7, 8; cf. Michel Foucault, O que é un autor, pp.,
150-153) Foucault presenta justamente la escritura aquí como un acto de mostrarse, de presentarse, y
como acto de ser el ojo del otro, a través de una acción que consiste en darse a ver, en darse a conocer por
el otro, un acto de transparencia y una acción de renovación en vista al crecimiento interior y la
constitución de uno mismo como sujeto moral. Hadot presenta una visión del otro muy vinculada a la
Naturaleza, pero nos parece que esta visión de la naturaleza viene después de la consciencia de la
existencia de uno mismo, de la valorización de uno mismo, es decir, del equilibrio entre uno mismo y la
naturaleza, el equilibrio entre uno mismo y las ofertas de la naturaleza (cf. Marco Aurelio. Pensamientos.
Cartas. Testimonios. VII, 54; IX, 6; VIII, 7). Es una visión también presente en Séneca en Diálogos, la
filosofía como terapia y como camino de perfección. Introducciones, tras y notas de Matías López López.
Prólogo de Agustín García Calvo. Edición de la Universidad de Lleida, 2000, p., 224 (De la brevedad de
la vida, 1,2). Epíteto también dirá lo mismo (equilibrio entre el alma y la naturaleza) en Entretiens, III,
III, cap. V, 3 p., 199 y a su vez, en la Vita Antonii, santo Atanasio va aún más lejos en relación a la
importancia de la escritura y la constitución de uno mismo, aquí la escritura es presentada como un
testigo que permite evitar la práctica del mal, porque a nadie se le ocurriría hacerlo con un testigo delante
de él, (Cf. L’écriture de soi, DE II, Nº 329., pp., 1234-1235, 1244, 1245), por ello, dice Atanasio,
«écrivant no pensées comme si nous devIons nous les communiquer mutuellement, nous nous garderons
mieux des pensés impures par honte de les avoir connues. Que l’écriture remplace les regards des
compagnons d’ascèse». Destacar aquí, sobre todo, la función de la escritura como sustituta de los
compañeros de penitencia, proporcionando “el respecto humano y la vergüenza” de practicar el mal.
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hombre y persona con los otros en la comunidad, en la polis. En esta búsqueda de la
estética de la existencia o de uno mismo, los actos y los pensamientos van de la mano y
en lo que toca a la escritura de sí mismo, la necesidad de cuidar del pensamiento puede
llegar a tener más fuerza que los propios actos realizados o vividos, ya que, de acuerdo
con la perspectiva de Atanasio, hay que disciplinar el pensamiento a través de la
revelación de la intimidad de uno mismo, es decir, hay que practicar 405, hay que hacer
ejercicio, porque solamente el acto del ejercicio transforma la vida en una obra de arte,
tekhnê tou biou. Esta tekhnê tou biou es diferente de los ejercicios espirituales que serán
practicados por la religiosidad cristiana 406, dice Foucault, el trabajo de la hupomnêmata
no es perseguir lo indecible, no es decir lo no dicho, sin más captar lo ya dicho con un
único fin, la constitución de sí mismo. Desde esta perspectiva, al escribirse a sí mismo,
al relatarse a sí mismo, el practicante de este acto ejecuta una acción de “inspector de sí
mismo”, una acción de “veilleur” de sí mismo. Desde esta lectura, el nuevo cuidado de
sí mismo implica adquirir una nueva experiencia, dice Foucault 407. A Alcibíades
también se le ha exigido una nueva experiencia de sí mismo (123e), una nueva escritura
405 Cf. DEII, L’écriture de soi. cit, nº 329,. p., 1238. «Et il faut pour cela qu’ils ne soient pas simplement
logés comme dans une armoire aux souvenir mais profondément implantés dans l’âme, «fichés en elle»
dit Sénèque, et qu’ils fassent ainsi partie de nous-même: bref, que l’âme les fasse non seulement siens,
mais soi». Y aquí se destaca, en lenguaje de Séneca, la cuestión de la escritura como uno mismo, como
parte integrante del uno mismo.
406 Cf. Ibid., nº 329. p., 1238. «Aussi personnels qu’ils soient, ces hupomnêmata ne doivent pas
cependant être compris comme des journaux intimes, ou comme ces récits d’expérience spirituelle
(tentation, luttes, chutes et victoires) qu’on pourra trouver dans la littérature chrétienne ultérieure. Il ne
constitue pas un «récit de soi-même»; ils n’ont pas pour objectif de faire venir à la lumière du jour les
arcana conscietiae dont l’aveu – oral ou écrit – à valeur purificatrice. Le mouvement qu’ils cherchent à
effectuer est inverse de celui-là: il s’agit non de poursuivre l’indicible, non de révéler le caché, non de
dire le non-dit, mais de capter au contraire le déjà-dit ; rassembler ce qu’on a pu entendre ou lire, et cela
pour une fin qui n’est de moins que la constitution de soi».
407 Cf. DE II, Les techniques de soi. cit, nº 363. p., 1612. «Le nouveau souci de soi implique une
nouvelle expérience de soi. On peut voir quelle forme prend cette nouvelle expérience de soi au 1er et IIe
siècle, où l’introspection devient de plus en plus fouillée. Un rapport se noue entre l’écriture et la
vigilance. On prête attention aux nuances de la vie, aux états d’âme et à la lecture, et l’acte d’écriture
intensifie et approfondit l’expérience de soi».
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de sí mismo 408, en el sentido que Epíteto da a la expresión, y en el sentido délfico,
ocuparse de sí mismo (124a-b) a fin de que la muerte o la enfermedad le pillen haciendo
cosas buenas.
Se puede decir que en Alcibíades se cruzan dos tipos del cuidado de sí: el
cuidado de sí platónico, en donde él tiene que descubrir la verdad a través de las
interrogaciones a sí mismo o a través de las interrogaciones de su maestro para desvelar
la verdad que se esconde en él mismo, y extemporáneamente o diacrónicamente, el
cuidado de sí estoico, en donde tiene que poner en práctica el logoi, las enseñanzas de
su maestro, transformarlas en reglas y conducta de vida 409. Es a lo largo de esta especie
de “cruzamiento” que también es invitado a escribirse a sí mismo, a hacer de su vida
una obra de arte y las practicar de la tekhnê tou biou. Gracias a estas prácticas o a estas
técnicas de la existencia, en Alcibíades, las dos versiones de la política se unifican en
una sola, esto es, la política como práctica (en su versión sofística), la política como
conquista del espacio público, la política como éxito, y la política como saber (en su
versión socrático-platónica), se funden en un único objetivo: la necesidad de una
408 Cf. Hu que recordar que para los antiguos, esto es, en la Grecia clásica, la escritura no era
necesariamente el elemento principal para el cuidado de uno mismo. Cf. Le retour de la morale, nº 354.
DE. p., 1519. El cuidado de uno mismo era esencialmente corpóreo y físico en la línea de la aphrodisia,
es decir, de los placeres así como su relación con la dietética. Naturalmente, como ya hemos visto, esta
concepción del cuidado de uno mismo va a cambiar a partir de la nueva concepción socrática del
concepto de uno mismo, el sí mismo, sobre todo, con la pregunta que formula a Alcibíades. ¿Qué es éste
sí mismo que hay que cuidar? La escritura como cuidado de uno mismo empieza aparecer en la época
imperial y en los comienzos del cristianismo.
409 Cf. Se puede decir que en Alcibíades se cruzan dos tipos de cuidado de sí, el platónico y el estoico.
Lo mismo ya no se puede decir en lo que toca al conocimiento de sí mismo, ya que el conocimiento de sí
mismo en Platón tiene una carga divina a partir del reconocimiento de sí mismo como un elemento
divino, es decir, está organizado alrededor de un principio que contiene elemento divino, está organizado
a partir de un principio en lo cual el individuo es visto como parte de lo divino, como un elemento de lo
divino (cf. HS, p., 401). Esto es, la posibilidad del alma de autocontemplarse a través del noûs y
reconocerse en su divinidad esencial. Este estoicismo, este proceso, esta concepción del conocimiento de
sí mismo, no acontece. El askêsis en el estoicismo tendrá como objetivo principal el conocimiento de uno
mismo como dominio de uno mismo, como preocupación permanente de superarse de la quedas, de las
fragilidades (cf. HS, 403), y no se preocupa con uno mismo como elemento divino, como ocurre en el
platonismo. Al contrario, conecta con el platonismo en lo toca a la asimilación del hombre a lo divino,
homoiôsis tô theô .
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epísteme para hacer la buena política. Alcibíades tiene que superar el estado de práctica,
es decir, tiene que liberarse de las circunstancias asociativas. Por ejemplo, el hecho de
decirle a Sócrates, he aprendido con el pueblo, o el hecho de pensar que si los hombres
políticos de Atenas conviven con la ignorancia también él debería convivir con ella sin
problema. Por medio de la estética de la existencia, Alcibíades pasa a otro nivel, el de
pensar la política como un saber fundamental para el bien de la ciudad. Un saber que
tiene que ser adquirido para capacitar al que se presenta como político para ejercer estas
funciones con honradez y responsabilidad. Es lo que acontece cuando Alcibíades es
invitado a analizar su saber, cuando las interrogaciones de Sócrates conducen a que él
cuestione la solidez de su saber. Las muchas interrogaciones que Sócrates ha hecho
sobre la justicia, sobre la concordia, sobre lo bello, lo justo y lo injusto, la comparación
con los otros reyes, los de Persia y los de Esparta, tienen sobre todo que ver con la
necesidad de tornarle consciente de su fragilidad epistémica; es decir, todo eso sirve
como momento de transición de una concepción de la política vista como practica
exhibicionista y de éxito hacia la política como saber, cuyo objetivo es mejorar la vida
de los demás y la propia vida.
4.
“¿CÓMO PODRÍAMOS SABER CON MAYOR CLARIDAD LO QUE ES EN SÍ?”
La pregunta formulada en este epígrafe nos envía directamente al tercer
momento de la referencia a las palabras del oráculo de Delfos. Y, en este tercero
momento, Sócrates no se contenta solamente con referir al oráculo de Delfos, sino que
los dos interlocutores intentan profundizar la cuestión del oráculo, procuran ahondar la
intención del oráculo, de ahí la pregunta de Sócrates a Alcibíades:
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¿Cómo podríamos saber con mayor claridad lo que es en sí? 410.
La manifestación de inquietud de Sócrates a Alcibíades viene después de una
pregunta anterior formulada por Sócrates en el 129b, que por lo visto quedó mal
solucionada por los dos, y la pregunta era esta: ¿Cómo podría encontrarse la auténtica
realidad? Dicho de otra manera, ¿qué es la realidad? ¿Qué es aquello que, al ser
conocido por Alcibíades, Alcibíades pasaría a conocerse a sí mismo? 411 El
planteamiento que Sócrates había hecho antes a Alcibíades consistía en decirle que es
más fácil cuidarse de sí mismo cuando uno se conoce a sí mismo, pero en esta
explicación, lo que es este “sí mismo” no ha quedado claro para Alcibíades. Alcibíades
no puede comprender que en la misma persona coexista distintamente el sujeto (al que
Sócrates designa por la cosa en sí en el 130d3-8) y el objeto al mismo tiempo 412, a pesar
de decirle a Sócrates que le estaba entendiendo 413. Esta actitud de Alcibíades, la actitud
de decirle a Sócrates que le está entendiendo cuando no es así, revela también la
ausencia del prosochè necesario a sí mismo en lo que toca a las cosas importantes y por
consiguiente, muestra a un Alcibíades todavía muy ilusionado con el poder y con la
grandeza de su nombre. Por eso mismo Sócrates le dirá que lo que le interesa es
simplemente llenar toda la humanidad con su nombre y su poder (cf. 105c y sq).
410 Cf El Alcibíades 132c6-7.
411 Cf. A eso le llamará Heidegger, la pregunta que interroga por el ser:
Si ha de hacerse expresamente la pregunta que interroga por el ser, y ha de hacérsela en forma de “ver a
través” de ella plenamente, el desarrollo de esta pregunta con arreglo a lo dilucidado hasta aquí pide que
se expliquen los modos del “dirigir la vista” al ser, del “comprender” y “apresar en conceptos” el sentido;
pide que se haga posible la recta elección del ente ejemplar, que se ponga de manifiesto la genuina forma
de acceso a este ente. “Dirigir la vista”, “comprender y “conceptos”, “elegir”, “acceso” son modos de
conducirse constitutivos del preguntar y, por tanto, ellos mismos modos de ser de un determinado ente, y
aquel ente que somos en cada caso nosotros mismo, los que preguntamos. Desarrollar la pregunta que
interroga por el ser quiere, según esto, decir: hacer “ver a través” de un ente –el que pregunta- bajo el
punto de vista de su ser. El preguntar de esta pregunta está, en cuanto modo de ser de un ente, él mismo
determinado esencialmente por aquello por lo que se pregunta en él –por el ser. op. cit. pp., 16-17.
412 Cf. Ibíd., 129c4-5.
413 Cf. Ibíd., 129c21.
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Por eso, con esta pregunta, “¿Cómo podríamos saber con mayor claridad lo que
es en sí? 414” Sócrates renueva la ya conocida preocupación que tiene por el desarrollo
de la interioridad de Alcibíades y su formación como sujeto ético. Por eso mismo, en
lugar de repetir literalmente las palabras del oráculo de Delfos, le hará esta sugerencia:
Reflexionemos juntos. Imagínate que el precepto dirige su consejo a nuestros
ojos como si fuesen hombres y les dijera: «mírate a ti mismo». ¿Cómo
entenderíamos el consejo? No pensaríamos que aconsejaba mirar a algo en lo
que los ojos iban a verse a sí mismos 415.
“Mírate a ti mismo”. ¿Qué hay entonces que mirar? ¿Qué debe Alcibíades ver en
sí y de sí mismo para poder saber quién es él? De ahí allí la pregunta: “¿Cómo
podríamos saber con mayor claridad lo que es en sí?”. En esta tentativa de saber lo que
somos en realidad, Sócrates pone en paralelo dos tipos de mirada: por un lado, la mirada
del ojo que es aquel que Alcibíades conoce, sabe de su existencia, y por otro lado, la
mirada del alma, que es aquella que él todavía no conoce pero que, sin embargo, es en
ella donde es invitado a entrar, descubrirse y conocerse a sí mismo 416. También es esta
particularidad lo que diferencia este tercer aparecimiento del gnôthi seauton de los dos
anterioress, dice Foucault.
En realidad, la primera vez que aparece el “conócete a ti mismo” (124a9-b y sq)
aparece en el ámbito de la recomendación de prudencia, como ya ha sido dicho en su
momento. Alcibíades es invitado, en el ámbito de una vida prudente, a poseer dos cosas,
414 Cf. El Alcibíades 132c6-7.
415 Cf. El Alcibíades 132d5-9, p., 79.
416 Cf. Heidegger, El ser y tiempo. cit., pp., 17-18. «En el hacer la pregunta que interroga por el sentido
del ser no puede haber ningún circulus in probando, porque en el responderla no se trata de una
fundamentación, sino de un poner en libertad un fondo que muestra este fondo.
En la pregunta que interroga por el sentido del ser no hay un circulus in probando, pero sí una notable
“retro-o pro-ferencia” de aquello de que se pregunta (el ser) al que preguntar mismo como modo de ser
de un ente».
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aplicación y saber, para poder hacer frente a sus adversarios externos. Es desde esta
perspectiva que Sócrates le dice, “hazme caso a mí y a la máxima de Delfos «conócete a
ti mismo»”.
El segundo momento de su aparición (129a y sq) tiene lugar cuando es
presentado en el ámbito metodológico, dice Foucault 417, porque tiene que ver con una
situación en donde Sócrates sugiere a Alcibíades que se pregunte a sí mismo qué es este
sí mismo que uno tiene que cuidar. ¿Qué significado tiene esta inscripción en el templo
de Delfos? ¿Será que su interpretación estaba al alcance de todos 418, o no? Por lo tanto,
aquí estamos en el campo metodológico, y no en el campo ético-óntico, como ocurrirá
en el tercera aparición (132c y sq) o en la tercera referencia del oráculo de Delfos.
En esta tercera referencia (132c), el “conócete a ti mismo” toma esencialmente
el rumbo socrático a través de una visión ético-óntica y se distancia de las
recomendaciones habituales de prudencia. Ahora la exigencia es otra: saber en qué debe
consistir este “cuidado de sí mismo”, “este ocuparse de sí mismo”, dice Foucault. Este
planteamiento ya no es el de la recomendación de prudencia, y tampoco es de la
metodología. Saber en qué debe constituir este cuidado de sí apela a la responsabilidad
de uno para consigo mismo, obliga a una conexión con uno mismo que va más allá de
las recomendaciones y metodologías.
En esta tercera referencia, dice Foucault, tenemos el gnôthi seauton en todo su
esplendor y en toda su plenitud, porque ocuparse de uno mismo es igual que conocerse
417 Cf. HS, cit., «Clase de 13 de Enero 19822ª hora», p., 66.
418 Cf. Épictète, Entretiens, III, III, 18. p., 187. Ahí encontraremos la misma preocupación por saber si
todo el que iba al templo comprendía la inscripción que había la entrada del templo, «conócete a ti
mismo». Es decir que había ya esta preocupación por que la gente no se contentase en repetir lo que
estaba escrito en la inscripción, sino comprendiese la inscripción, comprendiese la voluntad del oráculo.
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a sí mismo. También en esta tercera referencia del gnôthi seauton se puede constatar su
estrecha relación con epimeleia heautou. Foucault muestra aquí 419 que hay un
paralelismo entre ambos conceptos, y que este paralelismo conduce al encuentro de los
dos. Muestra también cuan importante era para Platón la cuestión del conocimiento de
uno mismo, gnôthi seauton. Por eso mismo, todos los ejercicios de concentración que
encontraremos en Fedón y en el Banquete, los ejercicios de concentración del alma,
intenta el cuidado de uno mismo a través del conocimiento de sí mismo. Este
amontonamiento (enchevêtrement), como lo llama Foucault, muestra la complicidad
que hay entre estos dos conceptos fundamentales en la ética y en la estética de la
existencia de los antiguos. “Es para conocerse a sí mismo que debemos encerrarnos en
nosotros mismos - dice Foucault -; es para conocernos a nosotros mismos que debemos
liberarnos de las sensaciones que nos ilusionan, y es para conocerse a sí mismo que
debemos establecer nuestra alma en un estado fijación inmóvil que no la permita
desviarse con las cosas de fuera 420”. Aquí estamos ante un solapamiento entre conocerse
a sí mismo y cuidar de sí mismo.
Pero la grande preocupación de Foucault, de momento, es saber cómo conocerse
a sí mismo y en qué consiste este conocimiento, y esto quiere decir que hay que retornar
a la pregunta: “¿Cómo podríamos saber con mayor claridad lo que es en sí?”. Retomar
la pregunta nos obliga también a volver a la cuestión de los paralelismos entre la mirada
del ojo y la mirada del alma, pero que aquí el ojo servirá para aclarar la mirada del alma.
El planteamiento será, por lo tanto, saber cómo el ojo se hace para mirar, “en qué
419 Cf. HS, cit., «Clase de 13 de Enero de19822ª hora», pp., 66-68.
420 Cf. Ibid., p., 66.
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condiciones y cuándo”, pregunta Foucault. El espejo 421 será el ejemplo del ojo que se
mira, el ojo que se ve a sí mismo tal cual es, es decir, la identidad de la naturaleza es
condición suficiente para que el conocimiento pueda surgir. El ojo que se ve en su
semblante y se reconoce en él da origen automáticamente al conocimiento de sí en éste
semblante, “la identitié de nature”, como lo llama Foucault, es “la surface de
réfléxion”, en donde el individuo se puede conocer y reconocer aquello que él es. Por
eso, a la pregunta, “¿Cómo podríamos saber con mayor claridad lo que es en sí?”,
Sócrates responde lazando una invitación a Alcibíades: “Mírate a ti mismo”, Alcibíades
132d5-9. Es decir, alude al principio de la visión en donde el ojo solamente puede ser
visto por otro ojo, captado por otro ojo. A partir de esta interpretación, el diálogo entra
en una línea metafísica, y los dos ojos serán comparados al encuentro entre dos
almas 422. Alcibíades tiene que ser mirado por Alcibíades, esto es, por su propia alma,
pero esta alma no será un alma normal, será dios mismo en cuanto la única entidad
capaz de aportar una mirada más luminosa que la reflexión del espejo; en otras palabras,
el alma en la cual él debe fijarse tiene que ser aquélla que compone su parte divina, esto
es, la parte divina de Alcibíades. Y es a partir de este alma que su pensamiento y su
saber van ahora a hablarle, a decirle en qué estado se encuentra, y es gracias a este
proceso que él podrá finalmente contactar sin limitaciones con su alma, es en este
proceso que podrá hacerse ver por dios que es el alma por excelencia Y a causa de este
encuentro, Alcibíades podrá a partir de ahora hacerse diagnosticar por él mismo.
421 Cf. Ibid., p., 68.
422 Cf. HS, «Clase de 13 de Enero de 19822ª hora», p., 68. «[…],l’âme ne se verra qu’en dirigeant son
regard vers un élément qui sera de même nature qu’elle, et plus précisément: en regardant l’élément de
même nature que l’âme, en tournant, en appliquant son regard vers le principe même qui fait la nature de
l’âme, c’est-à-dire la pensée et le savoir (to phronein, to eidenai (Alcibiade 133b6-10)»
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SECCIÓN PRIMERA
Sócrates interroga a Alcibíades haciéndole ver que no puede haber una parte más
divina en el hombre que aquella en donde se encuentra el saber y la razón (133c). De ahí
allí la importancia, para aquel que quiere hacer política o desarrollar cargos públicos,
tener en cuenta lo que esto implica, no sólo para él, sino también para la polis. Es esta
parte divina lo que a través del saber y de la razón, va a hacer que Alcibíades conozca
no solamente qué es este sí mismo, porque ya sabe que se trata del alma, sino que ahora
con la ayuda del saber y de la razón, va a saber en qué consiste justamente este sí
mismo 423. El sí mismo de Alcibíades tiene ahora que conectar con esta alma divina que
brilla más que cualquier cosa, más que el espejo y más que la propia mirada del ojo, y
con ella sabrá finalmente en qué consiste. Estamos aquí delante de la constante tentativa
platónica de poner en el mismo rango la divinidad y el bien absoluto 424. El alma
transparente es el alma pura, pero aún así, la luminosidad de ésta alma es inferior a
aquélla que contacta con dios, que se vuelve o semejante a dios. Con eso llegamos al
punto culminante de la explicación sobre ¿en qué consiste este sí mismo que Alcibíades
tiene que cuidar?
“[…], pour s’occuper de soi, il faut se connaître soi-même; pour se connaître
soi-même, il faut se regarder dans un élément qui est le même que soi; il faut
regarder dans cet élément ce qui est le principe même du savoir et de la
connaissance; et ce principe même du savoir et de la connaissance, c’est
l’élément divin. Il faut donc se regarder dans l’élément divin pour se connaître
soi-même: il faut connaître le divin pour se reconnaître soi-même”.
423 Cf.HS, cit., «Clase de 13 de Enero de 19822ª hora», p., 69 « […], pour s’occuper de soi, il faut se
connaître soi-même; pour se connaître soi-même, il faut se regarder dans un élément qui est le même que
soi ; il faut regarder dans cet élément ce qui est le principe même du savoir et de la connaissance; et ce
principe même du savoir et de la connaissance, c’est l’élément divin. Il faut donc se regarder dans
l’élément divin pour se connaître soi-même: il faut connaître le divin pour se reconnaître soi-même».
424 Cf. Este pasaje (133c) No está generalmente aceptado como auténtico, no parece ser literalmente de
Platón, dice Foucault. Puede que sea una invención de los neo-platónicos, particularmente de los neoplatónicos cristianos, como es el caso de Eusebio de Cesárea in «La preparación évangélique», libro XI,
cap. 27. Trad., G. Favrelle, Paris, Éd. du Cerf, 1982, p. 178-191.
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SECCIÓN PRIMERA
Hay que mirar este principio del saber y del conocimiento, porque es la clave
para saber en qué consiste el sí mismo que Alcibíades tiene que cuidar. La sabiduría que
Alcibíades tiene que ganar para reducir o suprimir su condición de inferioridad en
relación a los persas y a los espartanos está ahí en la asimilación de este principio, el
saber y la razón, y esto supone en la transformación completa de Alcibíades, para
asemejarse al alma divina. Poner en marcha a estos principios significa conquistar la
ciudad y jugar un papel muy importante, algo que nadie había hecho antes. Volviendo al
tema de la doble ignorancia de que hablaba Sócrates, es preciso apuntar que era
justamente esa segunda ignorancia lo que los políticos que anteceden a Alcibíades jamás
tuvieran en cuenta. El propio Alcibíades había dicho a Sócrates que no hacía falta
aprender para ser político, ya que sus antecesores también pudieron ser políticos sin
tener que aprender las cosas que Sócrates le estaba sugiriendo. Con eso, Alcibíades se
posicionaba al lado de aquello que Sócrates llamaba la peor ignorancia, la de alguien
que no sabe pero que, sin embargo persiste en creer que sabe (118b). Al trabajar a partir
del conocimiento del divino, dice Foucault, este movimiento en donde hacemos nuestro
conocimiento va a permitir que el alma conquiste la sabiduría 425. Después de ser
equipada de saber y de prudencia, el alma podrá distinguir entre el bien y el mal y como
tiene esta facultad, puede al mismo tiempo volver al mundo sensible, porque ya sabe
conducirse correctamente. Por eso mismo, también sabrá gobernar la ciudad.
El pasaje 133b6-c no nos permite solamente saber en qué consiste este sí mismo,
sino que también nos permite saber qué es conocerse a sí mismo. Allí encontramos o
descubrimos que el conocimiento de sí mismo es el conocimiento del divino 426, el
425 Cf. HS, cit., «Clase de 13 de Enero de 19822ª hora», p., 69.
426 Cf. Ibid., p., 70.
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conocimiento de la sabiduría, y es, sobre todo, la regla para que uno pueda conducirse
correctamente y en honradez. Este entorno de conocimiento permite que el candidato al
gobierno de la ciudad pueda efectivamente gobernar por estar protegido por este saber
divino y porque, dice Foucault, ha hecho este movimiento ascendente del alma para
después descender 427. Alcibíades, protegido por este movimiento divino, decide hacer
una promesa a Sócrates en señal de reconocimiento por su trabajo y por descubrir que
finalmente se puede definir como un hombre libre (135c10 y sq). Así lo la dice a
Sócrates:
Pues ésta es la situación: voy a empezar a preocuparme de la justicia 428.
Je vais commencer dès à présent à epimelesthai – à «m’appliquer», à «me
préoccuper de»…de moi-même ? Non: «de la justice (dikaiosunês) 429.
Estamos delante de un gran cambio. En efecto, en 113d Alcibíades había dicho a
Sócrates que era preferible lo útil a lo justo y que, de hecho, muchos atenienses
priorizan lo útil sobre de lo justo. Ahora aquí vemos un cambio total, ya que Alcibíades
asume espontáneamente que va a empezar a preocuparse de la justicia o por la justicia.
Foucault hace una observación en relación a este cambio radical. En efecto, dice él, el
diálogo estaba esencialmente centrado sobre el cuidado de sí y ahora toma este rumbo
paradójico con Alcibíades a diciéndose a dedicarse exclusivamente a la justicia. Y
continúa, la cuestión es que no hay diferencia entre cuidado de sí y la justicia. La
primera parte del diálogo empieza justamente cuestionando las pretensiones de
Alcibíades para el mando en la polis ateniense en materia de la justicia, es decir,
427 Cf. Ibid., p., 70.
428 Cf. El Alcibíades 135e3-4.
429 Cf. HS, cit., «Clase de 13 de Enero de 19822ª hora», p., 70.
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preguntándole qué consejos daría a los atenienses. Alcibíades como jefe, tiene que
representar sobre todo la imagen de la justicia y de la rectitud. Pero eso puede ser hecho
solamente por alguien que, haya cuidado de sí verdaderamente. Recordar que Foucault
ya había destacado que para los griegos, el jefe justo es justamente aquel que ha cuidado
suficientemente de sí, ya que éste no deliberadamente practicar el mal contra sus
compañeros. A propósito de esto Foucault había citado la actitud de Nicocles 430, de
Isócrates, un jefe que se ocupa de sí mismo y esta actitud se refleja en su relación con
sus súbditos, ya que ocuparse de sí mismo, es igual que ocuparse de la justicia, ocuparse
de aquel elemento divino que está en nosotros o que nos hace divino. Por eso, el retorno
de Alcibíades a la cuestión de la justicia es un retorno positivo 431, dice Foucault, así
como un acierto para el diálogo, que supo llevar paralelamente dos cuestiones
fundamentales de la ética y la política.
La pregunta de partida o de arranque del texto tenía que ver con la preocupación
de Alcibíades por saber cómo podría hacer para convertirse en un buen gobernante.
Sócrates le había dicho que nadie podría darle esta capacidad, ni su familia, ni tan
siquiera su tutor Pericles. Alcibíades podría por tanto ser un buen político, pero sólo con
430 Cf. Nicocles, 31. cit. «Da tu propia ponderación (sõphrosinĕ) como ejemplo a los demás y recuerda
que las costumbre (ĕthos) de un pueblo se parece a las de quien lo gobierna. Tendrás el testimonio del
valor de tu autoridad real cuando compruebes que tus súbditos han adquirido un mayor bienestar y
costumbres más civilizadas (eyporõterous kaiōphronesterous
s
gignomenous) gracias a tu actividad
(epimeleia)».
431 Cf. HS, cit., «Clase de 13 de Enero de 19822ª hora», p., 70. «[…], convaincre Alcibiade, qu’il doit
s’occuper de lui-même; définir pour Alcibiade ce dont il doit s’occuper: de l’âme; expliquer à Alcibiade
comment il doit s’occuper de son âme : en tournant son regard vers le divin où se trouve le principe de la
sagesse; [de telle sorte que,] lorsqu’il regardera en direction de lui-même, il y découvrira le divin; et il y
découvrira par conséquent l’essence même de la sagesse (dikaiosunê), ou, inversement, lorsqu’il
regardera dans la direction de l’essence de la sagesse (dikaiosunê),(sôphrosunê) il verra en même temps
l’élément divin; l’élément qui est ce en quoi il se connaît et se reconnaît, puisque c’est dans l’élément de
l’identique que le divin reflète ce que je suis. Par conséquent, s’occuper de soi-même ou s’occuper de la
justice revient au même, et le jeu du dialogue consiste, en partant de la question: «Comment est-ce que je
vais pouvoir devenir un bon gouvernant?», à conduire Alcibiade au précepte «occupe-toi de toi-même»,
et développant ce qu’est et ce que doit être ce précepte «occupe-toi de toi-même», le sens qu’il faut lui
donner, on y découvre que «s’occuper de soi-même», c’et s’occuper de la justice. Et c’est ce à quoi
Alcibiade, à la fin du dialogue, s’engage».
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la mediación de Sócrates (105d-106a). Esta afirmación despierta en Alcibíades,
naturalmente con la ayuda de Sócrates, el interés por ocuparse de sí mismo, conocerse a
sí mismo como condición principal para poder desarrollar bien la función de un buen
gobernante, visto que como ya hemos dicho, ocuparse de sí mismo es igual que
ocuparse de su alma, ocuparse de la justicia. Desde esta perspectiva, es decir, la de
ocuparse de sí mismo para poder ser un buen político, muestra que había una estrecha
relación entre ocuparse de sí y la función política, o mejor, era exigida a la función
política, y al gobernante en particular, las técnicas del cuidado de sí. El cuidado de sí
aparece por eso como un imperativo para los gobernantes, algo que tienen que tener
para poder cuidar a la ciudad, a la polis, como debe de ser. Eso es muy importante
porque, en efecto, si en la Apología 29d-30b;36c encontramos a Sócrates que nos dice
que su misión es la de hacer que todo el mundo se ocupe de sí mismo, pero hay que
señalar como además y está ilustrado por Plutarco cuando habla de Alexandridas, que el
cuidado de sí puede ser visto como algo dado o solamente alcanzable por las élites,
como dice Foucault; es preciso tener tiempo y dinero para poder cuidar cabalmente de
sí, y es preciso también ver que el objetivo del cuidado de sí es de hacer que el
individuo al que se cuida sea el mejor posible, que sea diferente del resto del pueblo, del
hoi polloi (cf. Critón, 44b-49c). Estas dos dificultades, limiten el acceso a la aspiración
política para aquellos que no tienen tempo, dinero ni tampoco formación, dejando de
este modo la posibilidad de optar a un cargo público solamente a las personas con
formación, esto es, con la excelencia. Naturalmente, la excelencia aquí, en la
perspectiva socrática, ya será diferente de la perspectiva tradicional, como ya ha sido
dicho. La excelencia será liberada de la moral tradicional y estará más ligada a la ética y
a la pedagogía.
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Sócrates se preocupaba por la cuestión pedagógica porque, para él, Atenas
adolecía de una falta de pedagogos para hacer frente a las necesidades de la ciudad y de
las personas. Por eso, la cuestión del cuidado de sí será también un intento de satisfacer
la propia necesidad de dinamizar el sistema pedagógico de la pólis. A partir de ahora,
como ya ha sido señalado, el cuidado de sí será extensible a todas las edades, será una
obligación permanente, dice Foucault, que debe durar toda la vida 432. A partir de ahora
la edad crucial, la edad principal para ocuparse de sí mismo ya no será la adolescencia o
la juventud, sino la edad de la madurez. Si el cuidado de sí en la juventud 433 significa o
implica una preparación dice Epicúreo 434, en la madurez 435 implica un regreso la
juventud, un recobrar de nuevo las fuerzas, una preparación para la vejez. Este recobrar
las fuerzas para preparar la vejez implica una atención y una superación particular de la
cuestión de la pedagogía que tiene que ser seguida y acompañada durante toda la vida
para dar consistencia a la formación de uno mismo. Todo eso, en el campo político, crea
dos mundos: por un lado, el mundo de los que pueden tener (teniendo en cuenta tiempo,
dinero y otras posibilidad) esta formación, esta buena formación que, a pesar de estar
432 Cf. HS, cit., «Clase de 20 de Enero de 19821ª hora», p., 85.
433 Cf. Ibid., «Clase de 13 de Enero de 19822ª hora», p., 74. «Ce n’est plus la sortie de l’adolescence,
c’est le développement de la maturité qui va être l’âge privilégié où le souci de soi est nécessaire. Avec
pour conséquence que ce que prépare le souci de soi, ce n’est pas, comme c’était le cas pour
l’adolescent, l’entrée dans la vie adulte et dans la vie civique. Ce n’est pas pour devenir le citoyen, ou
plutôt le chef dont on a besoin, que le jeune homme va s’occuper de lui [-même]. L’adulte doit s’occuper
de lui-même – pour préparer quoi? Sa vieillesse. Pour préparer l’accomplissement de la vie dans cet âge
où la vie elle-même sera accomplie et comme suspendue, et qui sera la vieillesse. Le souci de soi comme
préparation à la vieillesse se dégage très nettement du souci de soi comme substitut pédagogique, comme
complément pédagogique pour préparer à la vie».
434 Cf. HS, cit., «Clase de 20 de Enero 19821ª hora», p., 98; «Épicure à Ménécée», in Diogène Laërce,
Vie, doctrines et sentences des philosophes illustres, t. II. trad. R. Gneaille, Paris, Garnier-Flammarion,
1965, p. 258.
435 Cf. Frédéric Gros in Résumé du cours (HS), pp., 476-477. «À partir du moment où l’application à soi
est devenue une pratique adulte qu’on doit exercer toute sa vie, son rôle pédagogique tend à s’effacer et
d’autres fonctions s’affirment.
D’abord une fonction critique. La pratique de soi doit permettre de se défaire de toutes les mauvaises
habitudes, de toutes les opinions fausses qu’on peut recevoir de la foule, ou de des mauvaises maîtres,
mais aussi des parents et de l’entourage. «Désapprendre» (de-discere) est une des tâches importantes de
la culture de soi».
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destinada a todos, es factible solamente para algunos; y por otro lado, el mundo de los
especialistas, aquellos que han podido no solamente recibir esta buena formación, sino
que tienen la posibilidad de ponerla en práctica. Por eso, la generalización del cuidado
de sí a nivel político será una generalización contradictoria consigo misma, porque se
propone a dar a todos lo que sólo algunos podrán conseguir o recibir.
Sea como sea, el cuidado de sí platónico se diferencia en tres puntos
fundamentales, dice Foucault de los otros tipos de cuidado de sí, incluso del de los
estoicos, de los cínicos y del epicureísmo: primero de todo, el cuidado de sí en Platón y
en los neo-platónicos se caracteriza por el conocimiento de sí mismo, el conocimiento
de uno mismo. El conocimiento de sí parece ser la piedra fundamental para el cuidado
de sí en estos sistemas. Segundo, este conocimiento de sí da y permite el acceso a la
verdad 436; es la puerta de entrada para poder encontrar la verdad sobre sí mismo y la
verdad general 437. Tercero, el acceso a la verdad permite conectar y reconocer lo que
hay en uno mismo como elemento divino 438. Uno mismo como elemento divino y lo
divino como uno mismo, lo que permite que tengamos una entrada directa, un contacto
privilegiado con la verdad.
436 Cf. HS, Frédéric Gros, « Résumé du cours», p., 481. «On a donc là tout en ensemble de techniques
qui ont pour but de lier la vérité et le sujet. Mais il faut bien comprendre : il ne s’agit pas de découvrir
une vérité dans le sujet ni de faire de l’âme le lieu où réside, par une parenté d’essence ou par un droit
d’origine, la vérité ; il ne s’agit pas non plus de faire de l’âme l’objet d’un discours vrai. Nous sommes
encore très loin de ce que serait une herméneutique du sujet. Il s’agit tout au contraire d’armer le sujet
d’une vérité qu’il ne connaissait pas et qui ne résidait pas en lui; il s’agit de faire de cette vérité apprise,
mémorisée, progressivement mise en application, un quasi-sujet qui règne souverainement en nous».
437 Cf. HS, cit., «Clase de 13 de Enero de 19822ª hora», p., 75.
438 Cf. Ibid., p., 75. «Se connaître, connaître le divin, reconnaître le divin en soi-même : cela est, je crois,
fondamental dans la forme platonicienne et néo-platonicienne du souci de soi. Ces éléments-là, on ne les
trouvera pas – en tous cas pas distribuées et organisés comme ça - dans les autres formes [du souci de
soi], épicurienne, stoïcienne ou même pythagoricienne, malgré toutes les interférences qu’il a pu y avoir
entre les mouvements néo-pythagoriciens et néo-platoniciens par la suite».
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SECCIÓN PRIMERA
5.
“LA INTERPRETACIÓN DEL CUIDADO DE SÍ EN LOS DOS PRIMEROS SIGLOS DE
NUESTRA ERA”
Los primeros dos siglos de nuestra era parecen ser los siglos del oro en la
interpretación del cuidado de sí. Durante estos dos primeros siglos, la interpretación del
cuidado de sí sufrirá un gran cambio radical. Habrá una nueva configuración en la
nocion del cuidado de sí. En efecto, en el Alcibíades, el cuidado de sí estaba sobre todo
caracterizado por tres aspectos, esencialmente para tres condiciones, dice Foucault:
Consistía primeramente en saber quién debe ocuparse de sí mismo. Hemos visto
que quien debe ocuparse de sí mismo eran sobre todo los jóvenes aristócratas que el
destino ligaba a las funciones políticas, es decir, los que tienen la obligación de
ocuparse en el futuro de los demás, y por eso mismo tienen primero que ocuparse de
ellos mismos. No obstante, también hemos dicho que este tipo de ocuparse de sí mismo,
en el momento que referimos, no tiene nada que ver con el ocuparse de sí mismo que
conoceremos con Sócrates.
Segunda condición o segunda determinación: el cuidado de sí o el ocuparse de sí
tiene que ver con la preparación, obtener una preparación mejor para poder desarrollar
convenientemente el poder, y a así jugar un papel importante de responsabilidad
política.
En tercero y último lugar, el cuidado de sí aparece como sinónimo del
conocimiento de uno mismo, el conocimiento de sí mismo, el dominio de sí mismo.
Según Foucault, estas tres condiciones desaparecen en el época imperial, esto es,
en los primeros dos siglos de nuestra era. Sin embargo, hay que señalar, insiste
Foucault, que estas tres condiciones ya comenzaban a desaparecer en la obra de Platón,
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SECCIÓN PRIMERA
en este caso concreto, en el diálogo de Alcibíades. No obstante, esta tendencia gana
mucho más fuerza a partir de los primeros dos siglos. El cuidado de sí se transforma en
un imperativo y en un principio general que ya no exige condiciones estatutarias 439 y ya
no tiene como fin último la función de cuidarse para poder gobernar a los otros; ya no
tiene como objetivo a la pólis, a los cargos públicos, sino que ahora apuntará hacia el
bien propio, hacia la formación de uno mismo para su propia autoformación. En la
época imperial, la ciudad y la política (pero sin ninguna infravaloraración de la
política 440), en cuanto mediación del cuidado de sí, desaparecen (2001:81) para dar
lugar únicamente al sí mismo como y en cuanto objeto del cuidado de sí. También en
esta época neoclásica, el cuidado de sí ya no es sinónimo del conocimiento de sí, esto
es, el conocimiento de sí ya no juega un papel importante en la interpretación del
cuidado de sí, y este cambio tiene que ver con la cuestión del vocabulario en la
expresión epimeleisthai 441. La expresión epimeleia/epimeleisthai ya no toma el
significado de una actitud del espíritu, sino de un cierto tipo de actividad que implica
vigilancia continua, aplicación y cumplimento de las reglas. También encontraremos
esta modificación en el vocabulario cristiano del siglo IV, dice Foucault, en donde
epimeleia se presenta como ejercicio, particularmente, como ejercicio ascético que
439 Cf. HS, cit. «Clase de 20 de Enero 19821ª hora», p., 80.
440 Cf. Histoire de la sexualité III. Le souci de soi. pp., 120-121. «Dans le nouveau jeu politique, exercer
le pouvoir se trouve relativisé de deux façon. D’une part, même si par sa naissance on est destiné aux
charges, on ne s’identifie plus assez à son statut pour considérer qu’il va tout à fait de soi qu’on les
accepte; ou en tout cas, si beaucoup de raisons, et les meilleures, poussent à la vie publique et politique,
il est bon de le faire justement pour ces raisons et comme conséquences d’un acte personnel de volonté.
Le traité que Plutarque adresse au jeune Ménémaque est de ce point de vue caractéristique: il condamne
l’attitude que ferait de la politique une activité occasionnelle; mais il refuse d’en faire la conséquence, en
quelque sorte nécessaire et naturelle, d’un statut. Il ne faut pas, dit-il, considérer l’activité politique
comme une sorte de loisir (sholē) auquel on se livrerait parce qu’on n’a rien d’autre à faire et parce que
les circonstances sont favorables, quitte à l’abandonner dès que les difficultés se présentent. La politique,
c’est «une vie» et une «pratique» (bios kai praxis). Mais à celle-ci on ne peut se livrer que par un choix
libre et volontaire».
441 Cf. HS, «Clase de 20 de Enero de19821ª hora». cit., p., 82.
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SECCIÓN PRIMERA
puede por ejemplo ser relacionada de cierta forma con metanoia, esto es, con la
conversión, atención a uno mismo y, en último caso, cuidar de uno mismo.
El cuidado de sí es presentado también en esta fase neoclásica, como algo
medicinal o muy cercano a la medicina 442, algo ligado al cuidado médico, y también
como algo jurídico 443, dice Foucault 444, reivindicar el derecho que uno tiene sobre sí
mismo y deshacerse de sus deudas, liberarse y emanciparse. La epimeleia heautou
también toma forma, particularmente con Marco Aurelio 445, como algo religioso a
través de la invocación al derecho de hacer un culto del sí mismo. Toda este confusión,
todas estas expresiones, dice Foucault, revelan un cambio en la forma de concebir el
sentido y el significado del cuidado de sí. Este nuevo cambio se hace desde dos puntos
de vistas o desde dos perspectivas diferentes a partir de la propia generalización del
concepto epimeleia heautou:
La primera transformación de esta generalización se hace desde dentro, esto es,
desde la vida del propio individuo, y esto obliga a que se plantee la cuestión de saber si
tiene que ser así o no. Es decir, ¿el cuidado de sí debe o no debe, tiene o no tiene que ser
co-extesinble a la vida del individuo? Desde luego que sí. En su momento habíamos
visto con Hadot cuan es importante es para los antiguos que la filosofía sea definida
como un modo de vida, y no tanto como simples discursos filosóficos. Pues bien, aquí
en la mismo línea, Foucault retoma la problematización, pero desde el punto de vista de
442 Cf. Histoire de la sexualité III. Le souci de soi. p., 78. «Dans la culture de soi, la montée du souci
médical paraît bien s’être traduite par une certaine forme, à la fois particulière et intense, d’attention au
corps. Cette attention est très différente de ce qu’avait pu être la valorisation de la vigueur physique à
une époque où la gymnastique, l’entraînement sportif et militaire faisaient partie intégrante de la
formation d’un homme libre».
443 Cf. Séneca, Cartas A Lucilio, 1
444 Cf. HS, cit., «Clase de 20 de Enero de19821ª hora», p., 83.
445 Cf. Marco Aurelio. Pensamientos. Cartas. Testimonios. cit. pp., 32; 62. III, 9; V, 21.
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SECCIÓN PRIMERA
la vida como una obra de arte 446, algo que también ya hemos debatido, esto es, desde el
punto de vista de las técnicas de la existencia (tekhnê tou biou). A partir de esta
conexión, el cuidado de sí se presenta como algo co-extensible al individuo, a todo
individuo, a toda persona. Esta co-extensibilidad rompe 447 con algo antiguo, rompe con
el cuidado de sí como algo estatutario, como el privilegio de algunos. Por lo mismo,
también su temporalidad se ve desubicada. Ya no hay un momento, un instante para
empezar a cuidar de sí 448. Ahora todo está ligado a la persona desde sus primeros días,
ella tiene que saber que tiene la obligación de cuidarse. Desde esta perspectiva y de
acuerdo con la carta de Epicúreo a Meneceu, el objetivo de la nueva filosofía es el de
proporcionar la felicidad a uno mismo a través del cuidado de sí. Naturalmente, aquí no
estamos lejos de los planteamientos socráticos, en donde el objetivo principal era el de
hacer lo bueno a uno mismo y, consecuentemente, ser feliz. Ser feliz y ser bueno
parecen tener los mismos objetivos. El hombre feliz, el que práctica la felicidad
(eudaimonía), es el hombre de bien, el que práctica el bien (Agathón) y
consecuentemente, este también un hombre bello (kalon). Este triángulo, felicidad,
bondad, belleza -, de igual manera que ha sido de gran importancia para Sócrates,
también lo será en la época imperial o neoclásica. La cura interior y la salvación de uno
mismo dependerán exclusivamente de estos tres elementos.
A partir de ahora, la epimeleia heautou tomará el rumbo de un retiro dentro de
uno mismo, anakhôrêsis eis heauton, para tomar cuenta, o mejor, para cuidar de la
446 Cf. También habíamos visto la misma interpretación con André Motte en la introducción del
Alcibíades edición castellana, p., 21, la conducta moral como un arte.
447 .En realidad, no rompe, sino más bien, actualiza algo que ya había aflorado con Sócrates (cf.
Apología 29d-30b) en su intención de exhortar a todos los hombres, niños o adultos a que sus almas
fueran lo mejor posible.
448 Habíamos visto que los niños persas empezaban a partir de los 6 años a tener maestros para diferentes
áreas a fin de poder ser buenos gobernantes o dirigentes. Ahora todos deben cuidarse independientemente
de tener como objetivo ser gobernantes o no.
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SECCIÓN PRIMERA
propia alma, epimeleia tés psukhês 449. Esta postura será completamente diferente a lo
que hemos visto en el Alcibíades. En efecto, en el Alcibíades, los jóvenes que eran
invitados a tomar cuenta de ellos mismos eran los que no se habían podido beneficiar de
tal cosa junto a sus familiares, o junto a sus tutores, como era el caso de Alcibíades con
su tutor Pericles. Pero aquí el planteamiento será inverso. En realidad, si en el entorno
socrático-platónico los jóvenes iban a pedirle consejos a Sócrates por tener conciencia
de su insuficiencia formativa o pedagógica (cf. Laques), ahora al contrario, son personas
mayores los que deciden de cuidar de sus almas, y muchas de ellas solventes, con la
vida resuelta. Ya no son niños o adolescentes los que se deben de cuidar, ahora, es todo
el mundo. Este cambio va tener consecuencias. El hecho de trasladar el cuidado de sí,
que estaba sobre todo centrado en el periodo de adolescencia 450, para al periodo de
madurez de uno mismo, va cambiar el tipo de crítica y la visión crítica del propio
cuidado de sí. Ahora será una crítica no solamente consigo mismo, sino también a la
vida de los demás, la vida que los otros llevan. En esta nueva fase, en la fase neoclásica
del cuidado de sí, si bien es verdad que también se puede ver o se puede encontrar una
actitud formadora en el cuidado de sí, no será menos verdad que la principal actitud del
cuidado de sí en esta nueva fase estará sobre todo dedicado a la crítica.
Como hemos visto a lo largo de este recorrido, en el Alcibíades, la crítica está
ligada sobre todo a la cuestión de la ignorancia. Es decir, Sócrates formula su
449 Cf. HS, «Clase de 20 de Enero de 19821ª hora», p., 88.
450 Cf. Jenofonte describe la adolescencia como el periodo o el momento en el cual los jóvenes, al
hacerse autónomos, revelan si se inclinarán en la vida por el camino de la virtud o del vicio (cf. cit.
Recuerdos II 1, 21). Esto muestra, como lo decíamos en su momento, la importancia que tiene el cuidado
de sí en esta edad y, sobre todo, el seguimiento para saber si efectivamente durante este tiempo de
aprendizaje los jóvenes habían efectivamente adquirido lo que era esencial para las actividades públicas.
Como vimos, Alcibíades no ha tenido eso, es decir, no le han sido suficientemente bien enseñadas las
cosas, porque según dice Sócrates, tenía como tutor por un lado, un esclavo ignorante, y por otro, el
propio Pericles, que ni siquiera sabía educar a sus dos hijos
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SECCIÓN PRIMERA
preocupación en relación a la pretensión de Alcibíades de ser consejero de los
atenienses. Hace ver a Alcibíades que no estaba preparado para el cargo al que deseaba
optar porque ni siquiera sabía o conocía el objeto de su responsabilidad, esto es, no
sabía sobre qué iba a ser consejero de los atenienses, ignora el objeto de su labor. Por
eso, en esta fase socrática, la critica que encontramos se centra en a presentar la
ignorancia de Alcibíades. El centro es, por ello, la preparación de Alcibíades para ser un
buen gobernante y alguien capaz de desarrollar bien sus actividades sociales. Esta visión
desaparecerá en la época neoclásica. La educación que la gente recibirá no tendrá el
mismo significado en la interpretación de epimeleia heautoû, Ya no es la ciudad que la
gente tiene como prioridad. En esta nueva fase, la educación se centrará sobre todo en
hacer que la gente se adapte a las circunstancias mundanas que pueden tocarles
(Foucault: 201, 91). En este contexto, lo que se intenta dar a la gente es la
paraskheuê/instuctio, esto es, la instrucción para hacer frente a las adversidades y para
evitar los mismos errores del pasado. Aquí, la práctica de sí ya no es “formationsavoir”, dice Foucault, sino más bien “correction-libération”. Se puede modo de
ejemplo, y desde este punto de vista, comprender la carta de Séneca a Lucílio. Ejemplo
comprender la carta 50 de Seneca a Lucílio:
He recibido tu carta muchos meses después de habérmela enviado. Por ello
consideré innecesario preguntar al mensajero sobre tus actividades. Tiene, en
verdad, una memoria muy feliz cuando la emplea. Con todo, espero que tú
vivas ahora de tal suerte que, dondequiera te halles, pueda saber lo que haces.
Y ¿qué otra cosa haces sino mejorarte de día en día, abandonar alguno de tus
errores, darte cuenta que están en ti los defectos que piensas que están en las
cosas? De hecho atribuimos al lugar y al tiempo algunos de nuestros defectos,
mas éstos a cualquier sitio que nos traslademos nos han de acompañar” 451.
451 Cf. Séneca, Epístolas Morales a Lucilio (Libros I-LX, Epístolas 1-80). Introducción , traducción y
notas de Ismael Roca Meliá. Editorial Gredos, 20083ª, Madrid. (50, 1).
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SECCIÓN PRIMERA
Séneca no trata a Lucilio desde el punto de vista de formación-savoir, sino más
bien desde un horizonte de corrección, instrucción y liberación. Lucilio tiene que dar
cuenta de sus limitaciones y no pensar que el mal está en el espacio físico. De hecho,
esta cuestión del espacio físico aquí abordado por Séneca será retomado en un segundo
momento de la perspectiva del cuidado de sí en la época neoclásica, y establecerá
también una ruptura con el cuidado de sí socrático-platónico.
Tres puntos se destacarán en esta nueva fase. Primer punto, la cuestión del
espacio físico: ya no hace falta retirarse lejos, huir de la gente, evitar los problemas. Ya
nada de eso es visto como garantía de la serenidad del alma para poder cuidar de uno
mismo. Lo que cuenta ahora es cómo gestionamos nosotros mismos nuestra alma en
cualquier lugar, porque en el fundo los problemas son nuestros, y no de los lugares por
donde pasamos.
Pero el lugar no contribuye gran cosa al sosiego interior: es el alma la que
para sí valora todas las cosas. He visto en una quinta alegre y deliciosa
moradores entristecidos; he visto en plena soledad personas con aire de
atareadas. Por lo tanto, no tienes por qué pensar que te hallas poco bien
dispuesto porque no estás en la Campania. Y bien, ¿por qué no estás? Dirige
constantemente tus pensamientos hacia acá 452.
La segunda cuestión es la cuestión de salud, que aparece como elemento
importante para el cuidado de sí (cuerpo sano en mente sana). Aquí hay un cambio
brusco con el cuidado de sí respecto al platonismo en donde el arte del cuerpo era
completamente opuesto al arte de la mente. Esta oposición tiene gran importancia, por
ejemplo en el Menón, para trazar la diferencia entre los griegos, los lacedemonios y los
tebanos en lo que toca a la concepción del cuidado del alma. Esta diferencia también
estará presente en el Alcibíades, en donde Sócrates formula duras críticas en relación a
452 Cf. Ibid., 55, 8.
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SECCIÓN PRIMERA
su educación, y sobre todo, demostrando que en esta educación no hubo preocupación
por el cuidado de su alma, sino por su cuerpo. Por eso, en el momento en que
Alcibíades decide presentarse como consejero de los atenienses, Sócrates le hace ver
que le falta el cuidado de alma, el cuidado de sí. En otras palabras, se presenta como
objeto específico del cuidado de sí. En la fase neoclásica, el cuerpo será reintegrado en
la tarea del cuidado de sí. Vimos en su momento justamente el papel de la dietética, su
lugar en la formación del equilibrio en el desarrollo de uno mismo y vimos que el
cuerpo se presenta como el lugar de la medida del equilibro. En esta nueva fase, el
cuerpo será presentado como el lugar de la preocupación, y por eso mismo, preocuparse
del cuerpo implicará también el preocuparse del alma. Sólo se puede preocuparse de su
alma él aquel tiene salud física, y por ello hay que cuidar esta salud haciendo ejercicios
diarios:
“Vuelvo ahora mismo de mi paseo en litera no menos cansado que si hubiera
recorrido a pie todo el trayecto que he hecho sentado. Porque constituye
también una fatiga ser llevado largo tiempo en la litera, y no sé si aquélla no se
acentúa más aún, puesto que ello va contra la naturaleza, que nos proporcionó
unos pies para que caminásemos por nosotros mismos, unos ojos para que
viésemos por nosotros mismos. La debilidad nos la han ocasionado los deleites
y hemos perdido la posibilidad de aquello que largo tiempo hemos rechazado.
No obstante, tenía necesidad de sacudir los huesos, ora para expulsar la bilis
que se había alojado en mi garganta, ora para que el balanceo que experimenté
que me había sido útil, aligerase la misma respiración que me resultaba, no sé
por qué motivo, demasiado pesada. […]. 453.
Pero en esta nueva etapa del cuidado de sí, es sobre todo en la vejez donde se
centra el cuidado de sí. La vejez será, por lo tanto, la tercera etapa fuerte del cambio que
se hace en la era neoclásica en este segundo punto que estamos abordando. Ya
Jenofonte, en “La república de los Lacedemonios”, hace un rasgado elogio a la forma en
como los espartos y lacedemonios tratan a sus ancianos, un trato que, según él los
453 Cf. Ibid., 55, 1-2.
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atenienses no compartían. Pero en la época neoclásica esta consideración, y junto a un
nuevo valor atribuido a la vejez, será retomada, sobre todo por los latinos, en particular
por el estoicismo latino, y de modo particular, entre la segunda y la tercera stoa. Si bien
es verdad que en la antigüedad griega la vejez es reconocida como una edad de
madurez, no es menos verdad que esta edad también es vista como un estado de
debilidad, de limitaciones; la vejez era un instrumento de honor, pero era un
instrumento no deseable, dice Foucault. En la época neoclásica la vejez se transforma en
el centro del cuidado de sí, el lugar por excelencia para practicar este cuidado. El
anciano después de liberarse de todos los deseos físicos y políticos, después de haber
adquirido todas las experiencias, se convierte en la referencia de la libertad y de la
persona libre, así como en un ejemplo de soberanía hacia a uno mismo por la sencilla
razón de que él no espera nada de los demás. Ahora, en esta fase, la vejez ya no es vista
como un tiempo, como un estado o como el fin de la vida. Ahora la vejez es un objetivo
positivo de la vida, se presenta como objetivo positivo de la existencia de uno mismo.
Apresúrate, pues, queridísimo Lucilio, y piensa en qué medida tendrías que
incrementar tu celeridad, si el enemigo te hostigase por la espalda, si
sospechases que se está acercando la caballería y que pisa las huellas de los
fugitivos. Esto es una realidad: se te acosa. Date prisa y escabúllete; retírate a
un puesto seguro y después piensa cuán hermosa es la gesta de consumar la
vida antes de la muerte, para luego esperar con calma el tiempo que a uno le
resta de vida, sin reservar nada para sí, una vez afianzado en la posesión de la
vida feliz, que no resulta más feliz porque sea más larga.
¡Oh!, ¡cuándo llegará el tiempo en que comprendas que el tiempo en nada te
afecta, en que te halles sereno y tranquilo, sin preocuparte del mañana, y en la
suma plenitud de ti mismo! ¿Quieres saber qué es lo que vuelve a los hombres
codiciosos del futuro? Ninguno tiene el dominio de sí mismo 454. […].
Te deseo el domino de ti mismo, que tu espíritu, al que un pensamiento
fluctuante ha perturbado, se mantenga firme y esté seguro, que encuentre
satisfacción en sí mismo y que, una vez reconocidos los bienes verdaderos, cuyo
454. «Expresa el abandono en que tenemos nuestros valores más íntimos, siendo así que hemos de
hacernos dueños de nosotros mismos».
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reconocimiento lleva emparejada su posesión, no tenga necesidad de que se le
prolongue la existencia. Aquel que vive después de haber consumado su vida ha
superado por fin, las necesidades, y se halla exonerado y libre 455.
Los enemigos de que habla Séneca en esta carta a Lucilio son los accidentes, las
contrariedades de la vida, dice Foucault, que pueden aparecer en cualquier momento, en
la juventud o en la vejez y cuando es así, no es el espacio físico lo que nos puede
solucionar el problema, sino la manera en como planteamos las soluciones. Sin
embargo, la vejez se presenta como el mejor momento para encontrar estas soluciones,
justamente porque el anciano puede contar con la experiencia del pasado. Por ello,
Séneca invita a Lucilio a apresurarse para llegar al lugar que le puede garantizar un
abrigo seguro, le invita apresurarse a llegar a la vejez. A partir de ahora es necesario
vivir para ser anciano, es necesario desear ser mayor, porque justamente en la vejez se
puede encontrar la tranquilidad del alma, se puede encontrar la alegría de ser uno
mismo. Naturalmente todo este encuentro con uno mismo en esta fase de la vejez
implica un trabajo anterior, un trabajo continuo. La aspiración a la vejez nos tiene que
hacer vivir como si nuestra vida ya hubiera terminado (Foucault: 201, 107). Asimismo,
la vejez camina lado a lado con la muerte, cada instante de la vida se presenta como el
último momento de nuestra vida. En esto también entra el diálogo entre la inmortalidad
y el cuidado de sí en este periodo neoclásico. El ejercicio de la muerte, la meditación
sobre la muerte o de la muerte, se presenta como una práctica de la muerte. Ahora, en
esta fase, estamos bastante lejos dice Foucault, del cuidado de sí recomendado a
Alcibíades. Ya no se dice, “si quieres gobernar a los otros tienes que cuidar de ti
mismo”; a partir de ahora, el imperativo es otro: “cuida de ti mismo y punto”.
455 Cf. Seneca, Epístolas Morales a Lucilio, cit., 32, 3-5.
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SECCIÓN PRIMERA
6.
ESTADO DE LA CUESTIÓN.
Llegados a este punto, creemos que es el momento de preguntar si efectivamente
el cuidado de sí ha sido verdaderamente universalizado en el mundo antiguo. Sabemos
que hubo grandes cambios, pero, ¿será que estos cambios implican la universalización
del cuidado de sí? De Sócrates a la era neoclásica, la cuestión del cuidado de sí ha sido
abordada de diferentes maneras. Sócrates empezó por intentar universalizarla en
Apología, al decir que iba a enseñar a todos, jóvenes y viejos, a cuidar de ellos mismos.
Pero sabemos que en el contexto griego sólo puede cuidar de sí mismo el que tiene
tiempo de sobra y medios económicos. La respuesta de Alexandridas (no cultivamos la
tierra para poder cuidar de nosotros mismos) relatada por Plutarco, muestra bien como
efectivamente sólo los privilegiados podían cuidar de ellos mismo toda vez que sólo
ellos disponen del tiempo suplementar. Sabemos también que hay una gran diferencia
entre el cuidado de sí anterior a Sócrates, el cuidado de sí socrático-platónico, y el
cuidado de sí postsocrático, pero nuestro interés aquí es justamente cuestionar si en
cualquiera de estos tres momentos hubo una verdadera universalización del cuidado de
sí.
Desde el punto de vista de Foucault, que es también el nuestro, no hubo
rigorosamente universalización de este principio, su universalización no ha salido del
parámetro de la ficción. Y la razón para que fuera sólo una ficción es clara: sólo los
privilegiados podían darse el lujo de cuidar de ellos mismos, de encontrar el tiempo
suficiente para cuidar de ellos mismos, porque tenían el dinero y porque tenían el poder
sobre los demás, sobre sus esclavos o sobre sus conciudadanos. Por ello, el intento de la
puesta en marcha de su universalización se limitó únicamente a una elite, a un número
muy restringido. En el tiempo de Sócrates, el cuidado de sí se presenta como un
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privilegio elitista, sobre todo entre los lacedemonios y tebanos 456. En la era
postsocrática, y de modo particular, en la era imperial o neoclásica, el elemento
principal que refleja el privilegio del individuo se hace notar a través de skholê o otium,
este tiempo que refleja la autonomía del individuo ante a los demás, individuo se
justifica solamente ante a sí mismo.
A ese tiempo libre, a ese tiempo de los libres, o libertad para con el propio
tiempo, que no tiene que rendir cuentas a ningún amo, ni empleador, es a lo
que los griegos llamaban ocio, skholê, de donde viene la palabra escuela. El
tiempo de la skholê, el tiempo de la escuela, es el tiempo dedicado a sí mismo,
al cultivo de sí mismo, a filosofar en busca de la verdad, es un tiempo libre
porque no está sometido a los mandatos de otros ni al ritmo de los negocios, de
la actividad jurídica o económica457.
Desde esta perspectiva, se puede percibir por qué la universalización del cuidado
de sí no podía de ninguna manera ser una realidad. No toda gente estaba en condiciones
de no ser “sometido a los mandatos de otros”. También por esta lectura se puede
entender por qué razón, en la era neoclásica, la vejez pasó a ser el centro de atención, el
momento principal del cuidado de sí mismo: justamente porque el anciano es aquel que
no tiene que prestar cuentas a nadie, no tiene amo ni tutor, y su dinero, su jubilación o
propiedad le permite dedicarse a las prácticas del cuidado de sí. Y, como dice Foucault:
On ne peut pas s’occuper de soi sans avoir, devant soi, à côté de soi, une vie
telle que l’on peut – pardonnez-moi l’expression - se payer le luxe de la skholê
ou de l’otium458.
Por lo tanto, la skholê o el otium eran condiciones impedían la universalización
del cuidado de sí, al tiempo que se postulaban también como un principio de exclusión
456 Cf. Se puede conferir a este respecto el debate en el Fedón en torno al cuidado del cuerpo entre los
tebanos y lacedemonios.
457 Cf. Gómez Ramos, Antonio. cit., p., 13.
458 Cf. HS, cit., «Clase de 20 de Enero 19822ª hora», p., 109.
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ante aquellos que no hacían uso de esta práctica. Asimismo, aquellos que practicaban el
cuidado de sí formaban una especie de secta en interior de la comunidad. Además de ser
una skholê, también era una especie de organización, de fraternidad, de cofradía, dice
Foucault. En su momento hemos visto precisamente como Filón de Alexandria459
presentaba a los practicantes del cuidado de sí como un grupo aparte, un grupo de
terapia, un grupo raro que no se junta con nadie. Por eso, cuando se habla de la
generalización del principio del cuidado de sí en el mundo antiguo, esta generalización
sólo puede tener sentido si se trata de analizarlo en cuanto principio sectario. Este
principio sectario es también un principio polarizado, porque podemos encontrar
personas que se dedican al cuidado de sí entre los nobles, y los ricos, pero también
podemos encontrar personas que se dedican al cuidado de sí entre las clases más pobres
y entre los esclavos, precisamente, porque entre los esclavos había gente muy culta, dice
Foucault. No obstante, entre las clases pobres, el cuidado de sí estaba relacionado con
las prácticas religiosas y con grupos bastante institucionalizados. Aquí el cuidado de sí
es completamente diferente, ya que el carácter del culto impedía que las personas se
volcasen profundamente en un trabajo de sí para sí. Es por eso, que con rigor, no se
puede hablar propiamente del cuidado de sí en estos medios o en esta franja de la
populación. Sus prácticas del cuidado de sí estaban más relacionadas con la amistad que
con el cuidado profundo de uno mismo tal como hemos visto en el momento socráticoplatónico o en la época imperial.
Sin embargo hay que señalar que en este medio desfavorable, pero religioso,
había dos tipos de grupos, siendo que todos ellos se parecen sobre todo por tener como
hilo conductor la práctica religiosa. Encontramos en algunos de ellos un intento
459 Cf. Philon de Alexandria, De Vita contemplativa, 4 70M-477.
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constante por aplicar “la maîtrise de soi sur soi”, esto es, la enkráteia, que para ellos
tiene como objetivo ayudar a ver las cosas de una manera clara; intentaban conseguir
esta ayuda a partir de sus reuniones semanales, el llamado “séptimo día”, en donde
además del intento de cuidar del alma (epimeleia tês psukhês), también dedicaban
tiempo a cuidar de su cuerpo 460, todo eso para poder ver claro porque dios así lo
recomendaba.
En resumen, haciendo balance de la situación, se puede destacar que el cuidado
de sí, a pesar de todo, nunca se ha universalizado verdaderamente en la antigüedad, ni
durante el tiempo de Sócrates, ni durante la época neoclásica. Recordamos por ejemplo
a Epíteto, que en su intento de luchar por la universalización de dicho principio,
utilizaba a Sócrates como paradigma, a quien cubría de alabanzas por haber interpelado
a muchos jóvenes en la calle para ayudarles a cuidar de ellos mismos. Epíteto461
centraba estas alabanzas justamente en el hecho de que, a pesar de las dificultades de
este trabajo de interpelar a las personas con intento de universalizar el principio, aun así,
Sócrates no había desistido de hacerlo terminando por conseguir que algunos de estos
jóvenes prestaran atención a su prédica.
7.
NOTAS FINALES: EL CONTROL DE SÍ Y POR SÍ EN ALCIBÍADES
A lo largo de nuestro recorrido, hemos visto cómo el cuidado de sí ha ido
recogiendo formas diversas según el entorno en donde se desarrollase. Sin embargo, en
todos estos recorridos, una nota se hace constante: la importancia que este tema tenía
para la gente, su lugar en la vida de la gente. En un primer momento esta noción se
presenta como un sustituto esencial para la educación deficitaria de los jóvenes, y se
460 Cf. IBID, 473M, 10
461 Cf. Epíteto, Entretiens, III, 1, 18-19. cit.
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SECCIÓN PRIMERA
convierte sobre todo para aquellos que aspiran a cargos políticos, en el instrumento
necesario para certificar su idoneidad. No obstante, la noción del cuidado de sí
evolucionó hasta el punto de transcender su marco inicial, esto es, pasa de estar limitada
a una educación particular, a tomar el rumbo de una educación o preparación para
enfrentar las cosas de la vida. Desde esta perspectiva, epimeleia heautou se presenta
como una educación que nos prepara para todos los aspectos de la vida, que nos hace
vivir para nosotros mismos a fin de vivir para los demás.
Epimeleia heautou se presenta también como línea divisoria entre los buenos y
los malos, entre los que saben vivir la vida y los que ignoran el sentido último de la
vida. Los cambios introducidos en el interior de la etimología o de la expresión
epimeleia heautou, implican también una actitud pragmática ante la vida, y por ello
mismo, las vicisitudes, las contrariedades de la vida, son encaradas como momentos y
elementos de aprendizaje que ayudan a fortalecer a uno mismo en el camino de la
madurez de la existencia. Asimismo, para Epíteto y Séneca, las personas malas, las
personas que nos hacen sufrir, las personas que nos insultan, no hacen más que
ayudarnos a ser mejores, toda vez que nuestra contención ante estos insultos y malas
acciones nos vuelven buenos y nos hacen ir por en el camino recto, el camino de la vida.
La práctica del cuidado de sí nos hace partícipes en la transfiguración del mal, porque a
partir del autodominio conseguimos controlar nuestro dolor como insultados o
humillados. Estas acciones también están escritas por Dios desde la perspectiva estoica
del cuidado de sí en el orden del mundo, y hay que aceptarlas como parte del sentido de
la vida, esto es, con pragmatismo y con enkráteia. Hay que aceptarlas no solamente con
un sentido profundo de autodominio de sí, sino sobre todo, porque, al estar escritas por
Dios, están en sí mismas bien organizadas y llenas de razón de ser. Tal aceptación
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representa también una señal de reconciliación entre el hombre y Dios: el hombre que a
partir del sufrimiento redime su culpa, su exceso de búsqueda de protagonismo, que
pone en causa la magnitud de Dios, y Dios por su parte que acepta la expiación del
hombre a través del sufrimiento, que en el fondo desempeña en papel de la
representatividad de la finitud humana. En el sufrimiento, el hombre expresa sus límites
y reconoce su inferioridad ante Dios. No obstante, es eso mismo lo que le hace grande,
dice Foucault, porque al reconocer estas limitaciones, se reconcilia con Dios y se redime
de sus males.
Asimismo, insiste Foucault 462, por más presente que un griego o un romano
pueda tener la idea de la ciudad, por más importante que pueda ser para él la idea de la
ley, nonos, y por más ampliamente que sea difundida la idea de la religión, no obstante,
ninguno de estos tres pilares serán capaces de ayudar a un griego a decir lo que debe de
ser concretamente durante toda su vida y, sobre todo, estos tres pilares no pueden nunca
determinar lo que debe de hacer con su vida. El imperativo político, el imperativo
normativo y la práctica religiosa no responden al anhelo profundo de un griego. Pero las
técnicas de la existencia (tekhnê tou biou) sí lo hacen. Ellas llenan el vacío dejado por la
ciudad, las leyes y la religión, dice Foucault. Desde este punto de vista, la práctica de la
libertad ya no está solamente en la ciudad, en las leyes o en la religión, sino que está
sobre todo en las técnicas de uno mismo, en el arte de uno mismo, en la forma en como
uno mismo decide vivir su vida, decide llevar su vida. Desde esta perspectiva, la
epimeleia heautou se presenta como el lugar de inscripción de las técnicas de la
existencia. Sólo ella puede abrir el camino para desarrollar las técnicas que uno necesita
para vivir, y sólo ella puede permitir hacer de la vida una especie de objeto racional. A
462 Cf. HS. cit., 429.
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SECCIÓN PRIMERA
partir de ahora, el ocuparse de sí ya no tiene solamente que ver con la cuestión de vivir
mejor sino, también y sobre todo, con la cuestión de vivir estableciendo una relación lo
mejor posible con uno mismo. Es la reconciliación con uno mismo. Es la búsqueda
antes que todo, de un orden en el interior de uno mismo. En su momento hemos visto
que Sócrates recomendaba eso a Alcibíades. Ya no es solamente saber gobernar a los
otros, sino también saber gobernarse a sí mismo.
Como vimos en el Alcibíades, este gobernarse a sí mismo implica un
conocimiento de sí lo que a su vez implica el conocimiento de la naturaleza del alma y
una identificación con aquello que más se parece al alma. Es la comprensión y la
captación de este elemento que más se parece al alma lo que conducirá a Alcibíades a la
experiencia de la verdad. La conexión con esta experiencia de la verdad se hace gracias
a la memoria. La memoria nos ayuda a conocernos y a reconocer lo que hemos
conocido en otro tiempo. La identidad se presenta, por lo tanto, como un elemento
importante y crucial de la subjetividad en este estudio de Alcibíades, y es la memoria y
la identidad lo que nos permite también contestar a la pregunta, ¿qué es esto que tú
tienes que conocer? No obstante, como hemos dicho, todos estos planteamientos
desaparecerán en los primeros dos siglos de nuestra era. Hemos visto que en dos siglos
la esencia de epimeleia heautou se centra en el movimiento del pensamiento, en las
representaciones y las opiniones que acompañan a este pensamiento, mientras que para
Platón la esencia se centra en uno mismo.
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SECCIÓN SEGUNDA
SECCIÓN SEGUNDA
CAPÍTULO I: ΠΑΡΡΗΣΊΑ Y SUS ORIGINES
1.
NOTA PRELIMINAR
No se trata aquí de definir los conceptos o el concepto de παρρησία. Tampoco se
trata de reflexionar (lo haremos en su momento) sobre su origen. En cambio, es nuestro
interés aquí elucidar sobre la ausencia del consenso y la pluralidad en el uso del término
parresía. También es nuestro objetivo presentar aquello que va a ser el marco principal
de esta investigación sobre la parresía.
La ausencia de homogeneidad en torno término parresía constituye una de sus
principales dificultades a la hora de comprender verdaderamente el acto parresiástico
por excelencia. ¿Qué quiere decir comprender verdaderamente el acto parresiástico?
Quiere decir que tendríamos que definir qué es la parresía 463. Pero ya hemos dicho que
no lo haremos ahora, sino en el apartado consagrado a su definición. Aquí interesa
mostrar que la multiplicidad de los significados del término revela de por sí y en sí
cómo la parresía ha sido importante, no sólo en el ámbito de la política efectiva, sino
también en la construcción de uno mismo como sujeto libre, ético y autónomo.
La construcción de algo, la libertad de o por, la autonomía, incluye en sí mismo
una oposición a o de. En este caso, la parresía como función, como el lugar o como la
463 Cf. Foucault, Discurso y verdad en la antigua Grecia. Introducción de Ángel Gabilondo y Fernando
Fuentes Megías. Paidos, Barcelona, 2004, pp., 33-34. «Existen tres formas de la palabra: la forma
nominal «parresía»; la forma verbal «parresiázomai»; y existe también la palabra «parrêsiastês»-que no
es muy frecuente y no se encuentra en los textos clásicos-. Antes bien, se la puede encontrar sólo en el
período grecorromano –Plutarco y Luciano, por ejemplo-. En un diálogo de Luciano, El pescador o Los
resucitados, uno de los personajes lleva también el nombre de «Parresíades».
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SECCIÓN SEGUNDA
verdadera casa de todos en donde todos se realizan 464, se presenta como un centro
distribuidor de oposición contra todo aquello que no es ético 465 (ver en su momento el
Ión 466 de Eurípides). Nuestra investigación parresiástica se centrará a analizar la
oposición a aquello que, en el ámbito de la parresía no es ético en su aspecto político,
en su aspecto religioso, en su aspecto filosófico en oposición a la retórica y en su
aspecto psicopedagógico bajo la dirección de la filosofía. Todas estas denominaciones
son, por lo tanto, testigos de su multiplicidad y de su no homogeneidad.
464 Cf. La Repu, VIII. 557b5-8 « ¿No sucede que son primeramente libres los ciudadanos, y que en el
Estado abunda la libertad, particularmente la libertad de palabra y la libertad de hacer en el Estado lo
que a cada uno le da la gana?».
465 Tener en cuenta la cuestión de la parresía como función del decir la verdad y el parresiástas como el
sujeto que produce la verdad desde la crítica y la autocrítica social haciendo pender sobre él el peligro por
haber hablado.
466 Cf. Discurso y verdad. cit. pp., 65-66. «No me centraré en los aspectos políticos y mitológicos de la
tragedia, sino en el tema del desplazamiento del lugar de revelación de la verdad de Delfos a Atenas.
Como saben, el oráculo de Delfos era considerado el lugar de Grecia en el que los dioses señalaban la
verdad a los seres humanos a través de las palabras de la Pitia. Pero en esta obra vemos un
desplazamiento muy explícito de la verdad oracular de Delfos a Atenas: Atenas se convierte en el lugar
donde aparece ahora la verdad. Y, como parte de ese desplazamiento, la verdad no es ya revelada por los
dioses a los seres humanos (como en Delfos), sino que es revelada a los seres humanos por otros seres
humanos, mediante la parresía ateniense».
Es muy importante este análisis de Foucault porque podemos encontrar su extensividad en la Apología de
Platón. Sócrates, se dirige a la ciudad de Atenas para explicar y justificar los motivos de su condena a la
muerte, y en una de sus justificaciones alega justamente que el oráculo de Delfos no estaba en lo cierto en
relación a la gente que dice que tenía saber, y él mismo se encarga de mostrar y de enseñar a la gente
como adquirir este saber, esto es, él se encarga de revelar a los seres humanos la verdad, incluso ayudando
al propio dios a hacer su trabajo, como dirá en la Ap. El análisis de Foucault también tiene interés desde
el punto de vista de la permeancia de Delfos como lugar mítico de profecía y de adivinación. Sabemos
que Epíteto llamaba a este lugar el centro del mundo, el lugar que todo hombre viviente debe visitar (o
por lo menos debe prestar atención). Por eso, al señalar el Ión como el lugar del desplazamiento de todos
estos privilegios délficos de la verdad para Atenas, en donde la verdad ya no será revelada por los dioses
sino por los hombres (lo veremos con Vernant y con Detienne), muestra también que en este
desplazamiento va a estar el inicio de la construcción de la subjetividad de uno mismo y de la eticidad
pública. También sabemos que en el cuadro de la palabra mágico-religiosa la verdad es siempre aquello
que el dios quiere, y no necesariamente la verdad en si en cuanto verdad. Justamente en el diálogo entre
Creúsa e Ion, (365-377) éste dirá a Creúsa «llegaríamos al colmo de la estupidez si obligáramos a los
dioses a decir contra su voluntad lo que no quieren».
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La parresía empieza primero por ser una actividad individual de la ética
particular 467 antes de tornarse en un instrumento político 468 contestada por la filosofía469
467 Ésta no será por ejemplo la lectura o la interpretación de Hack, para quien la parresía empieza por ser
ante todo una actividad política. Nosotros, pensamos que ella es la exigencia de la eticidad individual para
que uno pueda ejercer la actividad política; apenas puede ejercer esta actividad política el que vive o tiene
parresía. Por lo tanto, en este caso, el ejercicio de la política vendría después que uno haya cumplido con
la primera parte, esto es, después que se haya visto que efectivamente él tiene condiciones éticas. En el
Ión de Eurípides esta formulación está clara. Ión sólo acepta ejercer política si conoce la verdad sobre su
nacimiento. Es decir, el individuo tiene que estar consciente de su eticidad, como dirá él mismo, “no
quiero que se rían de mí” por eso no podemos estar de acuerdo con la interpretación que coloca la ética
como un desdoblamiento de la parresía política. Tampoco podemos concordar con la interpretación que le
configura en Platón y en Aristóteles apenas en la cuestión o a partir de las amistades. ¿Qué serian por lo
tanto la República, el Laques o el Gorgias? La parresía en cuanto oposición a la isonomia e isêgoria se
presentará justamente como una actividad ética entorno a la cual la política tiene que o debe ser
modelada. Así será en Eurípides, en Aristófanes, en Isócrates y por supuesto en Platón y Aristóteles. La
parresía no es sólo un derecho, pero sobre todo, un deber moral en la pólis y para con la pólis. En
Eurípides, la parresía aparece en seis diálogos (en las Fenicias, en el Hipólito, en el Bacante, en el
Electra, en el Ión y en el Orestes), pero como señala Foucault en el (Discurso y verdad en la antigua
Grecia p., 53):
«En las cuatro primeras obras, la parresía no constituye un tema o un motivo importante; pero la
palabra misma aparece generalmente dentro de un contexto preciso que ayuda a nuestra comprensión de
su significado. En las dos últimas obras –Ión y Orestes- la parresía asume un papel muy importante. En
realidad, creo que el Ión está completamente dedicado al problema de la parresía, pues persigue la
cuestión: ¿quién tiene el derecho, el deber y el valor de decir la verdad? Este problema parresiástico es
planteado en el Ión en el marco de las relaciones entre los dioses y los humanos. En el Orestes –que fue
escrito diez años después, y es, por tanto, una de las últimas obras de Eurípides- el papel de la parresía
no es ni con mucho tan importante. Pero, a pesar de ello, la tragedia contiene todavía una escena
parresiástica que merece atención en tanto que está directamente relacionada con las cuestiones políticas
que se planteaban los atenienses en aquellos momentos. Ahí, en esa escena parresiástica, hay una
transición en cuanto a la cuestión de la parresía tal como aparece en el contexto de las instituciones
humanas. Concretamente, la parresía es vista al mismo tiempo como un asunto político y como una
cuestión filosófica».
Quisiéramos llamar atención sobre la siguiente idea de Foucault «hay una transición en cuanto a la
cuestión de la parresía tal como aparece en el contexto de las instituciones humanas», eso muestra que la
parresía no aparece primero en las politeias como se defiende comúnmente, sino en el entorno familiar,
en los primeros lugares de la creación de la eticidad y desde ahí se hace un traslado hacia a las
instituciones políticas. Se puede ver a este respecto la Hécuba, particularmente la eticidad de Políxena. En
el Alcibíades hemos visto justamente igual procedimiento por parte de Sócrates al preguntarle “¿Qué
tienes tú para ofrecer a los atenienses para que ellos te puedan elegir como su consejero? ¿qué sabes hacer
tú? ¿Cuál es tú experiencia?”. Por lo tanto, el desempeño político está condicionado por la excelencia,
pero para la nueva excelencia y no para la excelencia utilitarista (usamos aquí expresión utilitarista en un
sentido distinto de la eudaimonía socrática y aristotélica. La usamos en cuanto a fin que no tiene en
cuenta a los medios), una excelencia utilitarista que no aparece apenas en el cuadro sofístico, con lo que
la parresía se enfrentará al nivel de la retórica, sino también que ha aparecido incluso en los textos de
Eurípides, Electra, p. e. Clitemnestra después de asumir que las cosas en relación a Agamenón le han
salido fuera de mano, Electra le pregunta, entonces porque no haces volver Orestes y ella contesta, cuido
de mis intereses. Por lo tanto, la presencia de Orestes no sería de utilidad para ella y para sus aspiraciones.
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desde el punto de vista de la eticidad 470. La parresía de Solón frente a Pisistratos, la
parresía de Ión 471 frente a Juto, la parresía de Sócrates frente a la ciudad de Atenas, la
parresía de Platón frente al tirano de Siracusa, la parresía de Dión frente a un familiar,
el tirano de Siracusa, la parresía de Diógenes frente al príncipe Felipe.
468 Cf. Hack, Viviana, Parresía: Semantizaciones en el Nuevo testamento. Circe nº 11/2007/ISSN.
1514.3333 (Impresa)/ISSN 1851.1724 (En línea), pp. 153-161. «Kyttel y Friedrich (1967: IX, 877ss)
señalan distintas acepciones de παρρησία, según se emplea en la vida política, en la vida privada o como
concepto ético. En la vida política, remontan su uso hasta Eurípides y Aristófanes, en el sentido de
“libertad de palabra” (IX, 879). En la vida privada, derivan su empleo del uso político y lo relacionan con
la (amistad) de Platón y Aristóteles (IX, 885s.) Como concepto ético,παρρησία penetra en el vocabulario
de la filosofía popular helenística a través de la escuela cínica, unida al concepto de (libertad), lo cual la
define como “característica del hombre moralmente libre” (IX, 888-890)».
El Ión de Eurípides es sin duda una obra política, pero aquí, la parresía antecede a la política. El contexto
político del Ión tiene que ver como dice Foucault con lo siguiente:
«El marco mitológico de la obra se refiere a la fundación legendaria de Atenas. De acuerdo con el mito
ático, Erecteo fue el primer rey de Atenas –nacido hijo de la Tierra y vuelto a la Tierra al morir-. Erecteo
personifica así aquello de lo que los atenienses estaban tan orgullosos, a saber, su autoctonía: que ellos
brotaron literalmente del suelo ateniense. En 418 a. C., en el momento en que la obra fue escrita,
semejante referencia mitológica tenía significado político. Eurípides deseaba recordar a su auditorio que
los atenienses eran nativos del suelo de Atenas; pero a través del personaje de Juto –marido de Creúsa,
la hija de Erecteo, y extranjero en Atenas, dado que procede de Pitia-, Eurípides quería también indicar
a su auditorio que los atenienses están relacionados, a través de este matrimonio, con la gente del
Peloponeso, y concretamente con Acaya –cuyo nombre proviene de uno de los hijos de Juto y Creúsa:
Aqueo-. Así pues, la explicación de Eurípides de la naturaleza panhelénica de la genealogía ateniense
hace a Ión hijo de Apolo y Creúsa –hija del antiguo rey de Atenas, Erecteo-. ». cf. Discurso y verdad en
la antigua Grecia, p., 64; cf. p., 65, nota 9. [Sobre el significado Político de Ión, A. S. Owen escribe «Su
objeto es proporcionar razones al imperio ateniense para que permanezca unido y hacer sentir a la
condición doria del Peloponeso que el pasado remoto puede justificar su alianza con Atenas»] A. S.
Owen («Introducción» a Euripides, Ion, Oxford, Clarendon Press, 1957, pág. XXii).
469 Cf. Foucault, Discurso y verdad en la antigua Grecia. cit., p., 47. «En la tradición socráticoplatónica, la parresía y la retórica se encuentran en fuerte oposición; y esa oposición aparece muy
claramente en el Gorgias, por ejemplo, en el que se encuentra la palabra «parresía (Gorgias, 461e,
487a-e, 491e). El discurso largo y continuo es un recurso retórico o sofístico, mientras que el diálogo
mediante preguntas y respuestas es típico de la parresía; es decir, dialogar es una técnica importante
para llevar a cabo el juego parresiástico».
470 Cf. La Rep. VIII, 567b2-9 «-Entonces algunos de los que han colaborado para establecerlo y que
tienen poder hablan francamente con él o entre sí, censurando lo que sucede, al menos los que se da el
caso de que son los más viriles. Por consiguiente, el tirano debe eliminar a todos éstos, si es que va a
gobernar, hasta que no quede nadie de valor entre sus amigos y enemigos».
471 Cf. Discurso y verdad. cit. p., 73. «El motivo principal de Ión se refiere a la lucha humana por la
verdad contra el silencio del dios: los seres humanos deben lograr, por ellos mismos, descubrir y contar
la verdad. Apolo no dice la verdad, no revela lo que conoce perfectamente, engaña a los mortales con su
silencio o cuenta puras mentiras, no es lo bastante valiente para hablar él mismo, y utiliza su poder, su
libertad y su superioridad para ocultar lo que ha hecho. Apolo es el anti- parrasiastés».
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Segundo, la parresía también puede ser institucional, en este caso, autocrática.
Es el caso de la parresía de Pericles frente a la Asamblea, es el caso de la actitud de
Clitemnestra 472 al dar oportunidad a Electra 473 de defenderse con parresía 474; es el caso
de la parresía del tirano de Siracusa frente a Platón y Dión; y es el caso de la parresía
de Creúsa frente a Juto; y es el caso de la parresía de Yocasta frente a Edipo. La crítica
clásica en este caso es que la parresía política necesita siempre una mediación
filosófica, es decir, es el filósofo, este ser benevolente, este individuo que disponibiliza
su vida para el bien de la ciudad, quien por eso mismo decide enfrentar el poder de la
muerte al decir la verdad sobre el poder. La parresía se asemeja en este caso, por lo
tanto, al cuidado de sí y juega un papel de la autonomía del individuo, no sólo frente al
poder sino también frente al tipo de decir y frente a un concepto vago de la libertad.
472 Cf. Hay que señalar que Clitemnestra será fiel a su promesa de no hacer daño a Electra, no obstante,
Electra ya no será fiel a la parresía de Clitemnestra. La matará después que ésta haya confesado su
crimen, la muerte de Agamenón. Por eso dice Foucault (Discurso y verdad, p., 63), el contrato
parresiástico establecido entre Clitemnestra y Electra se ha convertido en una trampa subversiva contra
Clitemnestra. Aquí, no es el superior que manda matar al inferior después de haber escuchado su parresía,
es el inferior que mata al superior después de su confesión.
473 Cf. Eur. El. 1050; Camerote, Alberto. Parrhesia libere parole alle origini della democracia, p., 3
474 La posición de Clitemnestra es muy importante porque presenta la parresía como la verdad ciega,
esto es, la verdad que busca como última instancia la realización de la justicia (aunque su justicia aquí sea
una pura venganza); por eso dirá que, hay que decir la verdad y hay que poder contraponer y denunciar el
criminen incluso cuando éste es cometido por aquel que comanda. Como dice Camerote, en esta actitud
de Clitemnestra se puede ver una actitud del poder contra el poder, y en él también se puede leer una
verdadera manifestación de la libertad. La actitud de Clitemnestra permitirá a Electra no tener miedo del
otro poder (al propio poder malévolo de Clitemnestra), no tener miedo (El. 1055) de proferir la parresía
porque hay un poder que está atento a la voluntad de la actuación del poder negativo. A eso llamaremos
en su momento junto con Foucault, el doble dolor del acto parresiástico. Dolor de aquel que dice la
verdad (porque la verdad tiene sus efectos negativos: la rabia, el deseo de venganza, la voluntad de
silenciar al que no trae la buena noticia para él poder,…) y dolor de aquel que recibe (la sensación de ser
humillado, de ser despreciado, de ser ninguneado, de ser desafiado,…) o que escucha la verdad, (El.
1057).
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Desde este punto de vista, la parresía será una oposición a la isêgoria 475 y a la
isonomia, es decir, la parresía será una oposición frente a un movimiento pasional y
constitucional de coger palabra libremente (perjudicando los espacios de emergencia de
la verdad. Esta actitud merecerá la queja de Solón contra Pisistratos en la Asamblea y
será también la queja de Isócrates contra la calidad democrática de Atenas de Pericles,
su concepto de libertad de palabra); será también una oposición contra la igualación de
condiciones toda vez que esto omite la diferenciación ética. Platón reservará todo el
libro VIII de la República a esta problemática para explicar no sólo el origen de la
democracia sino también las fuentes de su decadencia.
Pero la dificultad para entender la parresía no es sólo la cuestión que tiene que
ver con la ausencia de consenso sobre su significado. La cuestión del tiempo (kairós)
también es importante, como señala Demócrito 476 . Hay que saber cuál es el momento
exacto para que el tiempo valore la actuación como una actuación parresiástica. La
eleutheria parresiástica dependerá mucho del acierto de este tiempo. Y es aquí donde se
da la gran diferencia entre la eleutheria parresiástica y la eleutheria democrática. La
eleutheria parresiástica tendrá que ver con este instante de belleza, pero también de
tensión, lo bello (kalòs), en el sentido de aquel que es justo y bueno (agathon) y, por lo
tanto, que se inquieta y se revuelve ante aquello que no es justo. En cambio la
eleutheria democrática es apenas una suma de protestas y de manifestaciones, como
dice Isócrates. La parresía, según Eurípides, es bella, pero congelleva costes porque
tiene tensión (que cosa bella es la parresía hecha de verdad y de tensión). Esta visión
475 Contrariamente a la isêgoria, que es un derecho constitucional, la parresía es y se presenta, sobre
todo como un deber moral, una obligación con la propia eticidad. La formación del sí de uno mismo. En
este aspecto la parresía no se opone apenas a la isêgoria, sino también a la tiranidad. Cf. Cameroto,
Alberto. Parrhesia libere parole alle origini della democracia. p., 3.
476 Cf. Demócrito. 68 B 226 D.-K
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parresiástica será puesta duramente en causa por algún sector de la parresía cristiana
(católica). protagonizada por algunos padres de la Iglesia: Gregorio de Nice, Gregorio
de Nanzianzeno, Agathon y, más tarde, por sus seguidores, como Dorothée de Gaza477.
Contrariamente a Eurípides, algunos padres de la Iglesia preguntarán qué cosa puede ser
peor que una parresía y contestarán, la parresía sólo puede ser peor que ella misma.
No se trata aquí de un ataque a la parresía negativa por parte de estos padres. Se
trata simplemente (para ellos) de la inutilidad de la parresía en cuanto “libertas 478” y en
cuanto derecho de hablar y a decir la verdad contra un superior. La parresía es así vista
como orgullo que conduce a la perdición. Y en esto también consiste la contradicción,
incluso en interior del movimiento cristiano, ante parresiástica.
¿Por qué contradicción? Porque todo el anuncio del Evangelio constituye un acto
parresiástico, esto es, un acto de valentía. En los Hechos de los apóstoles tenemos
justamente varias narraciones de escenas de parresía:
Saulo andaba con ellos por Jerusalén, predicando valientemente en el nombre
del Señor479.
El término parresía es traducida litúrgicamente por valentía y, de hecho, en su
momento veremos que la parresía es también esta valentía que aquí se trata. También
en los Evangelios encontramos muchas referencias a esta libertad de palabra, a esta
477 Cf. CV, p., 306; Dorothée de Gaza, Œuvres spirituelles, Instructions, IV, 52, 1665A, Paris, Éd. du
Cerf, 1963, p., 233.
478 Hay una famosa recomendación de Agathon a un joven monje que quiere saber qué puede hacer para
vivir con los hermanos (otros monjes) y Agathon le contesta: «guarda siempre la mentalidad del
extranjero que has tenido desde el primer día para que no te tornes muy libre como ellos o con ellos».
Cf.CV, p., 305; Les Apophtemes des Pères, t. II & CV, nº 107, trad. A Guy, Paris, Éd. Du Cerf, coll.
«Sources chrétienne», 2003, p. 351.
479 Cf. Hch 9,28; La parresía apostólica. CHD. 162.
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valentía del espíritu por parte de Jesús, al desafiar no sólo las autoridades, sino también
a la tradición y costumbres de su pueblo o de su gente.
¿No es ése a quien quieren matar? Mirad cómo habla con toda libertad y no le
dicen nada 480.
Esta parresía, en la cual será fundada en cierto sentido el cristianismo gracias a
los engeños de Pablo, es la que será puesta en duda posteriormente por muchos
pensadores cristianos de la patrística. La parresía de la patrística será “totalmente”481
opuesta a la parresía de Filón de Alexandria (parresía judaica-helénica) 482, simiopuesta
a la parresía evangélica, y opuesta a la parresía apostólica. Así, estamos, como
decíamos al inicio, ante una multiplicidad de registros del término la parresía y, por
consiguiente, ante una ausencia de homogeneidad en cuanto a su significado.
En nuestra investigación nos centraremos, sobre todo, en el sentido ético-político
y óntico de la parresía 483 no sólo en la pólis, sino también en uno mismo. Sabemos por
Eurípides 484 que no se puede no decir la verdad (el privilegio de los ciudadanos 485 en
480 Cf. Jn 7,25.
481 Hay que señalar que también dentro de la patrística hay parresía en su sentido griego, tal es el caso
de la visión parresiástica de San Jerónimo, así como la de San Juan Crisóstomo, entre otros. Por lo tanto,
cuando nos referimos a interpretación totalmente opuestas, pensamos sobre todo en la noción de parresía
de los padres ascetas, la parresía entre la segunda y la tercera fase de la patrística.
482 La oposición será más en la forma que en el contenido. Las dos parresía son parresía proféticas, sin
embargo, están muy cerca de la parresía tradicional, la parresía griega, la parresía política y óntica. Pero
también tienen su distancia: esta parresía ya no es horizontal, ahora es una parresía vertical, una
revelación (en la Apología también la parresía de Sócrates es gnoseológica, epistémica y “teológica”),
una abertura del corazón y una transparencia del alma que se abre a la mirada de Dios.
483 En lo que dice respecto a la parte óntico-ética de la parresía, analizaremos transversalmente el modo
de decir: ¿qué decir?, ¿cómo decir?, ¿Cuándo decir? La cuestión del kairos. Estas interrogaciones también
constituirán aquello que llamaremos los problemas éticos-ónticos que tienen que ver con la calidad moral
y la actitud moral, ĕthos del individuo por una parte, como dice Foucault, y las técnicas que son
indispensables para transmitir este discurso ético.
484 Señalar aquí que la expresión parresía aparecerá más veces en Eurípides que en Platón, razón por la
cual también los textos de Eurípides son muy importantes para nuestro estudio.
485 Cf. Eur. Fen. 392.
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oposición a la esclavitud del no ciudadano, esto es, a aquellos que no pueden usufrutuar
de la palabra 486) en la pólis 487, pero sabemos por Sócrates que esta verdad de la pólis
sólo es posible si hay un trabajo en el interior de cada uno 488, de cada miembro de la
pólis. La parresía en su diversidad se presentará también como una condición de doble
escucha: la escucha del maestro a su discípulo y la escucha del discípulo a su maestro.
Estas idas y venidas generan la instauración de la verdad en el acto del diálogo y por eso
mismo, en él nace la franqueza.
En el Alcibíades vimos justamente como Epíteto le decía a alguien, “si tu vienes
a mí es para que yo te pueda decir la verdad tal cual como cuando yo me voy a ti
también es para que me digas la verdad”. La parresía se presenta por lo tanto como una
escucha sincera, un diálogo honesto entre el que escucha y pregunta y el que contesta la
pregunta.
La ética y la moral será por eso el centro de atención en el marco de la vida
social griega. Esta preocupación aumenta sobre todo, porque el hombre todavía es
dependiente de la voluntad de los dioses. Todo el discurso de la tragedia revela
justamente esta posición vulnerable del hombre ante dios y ante el týche.
No ha sido nuestra intención en este apartado definir el significado de la parresía
sino sobre todo, traer luz sobre la ausencia de su homogeneidad y sentido plural. Hemos
postulado aquí también el marco principal de nuestra investigación: la eticidad y la
autonomía individual y colectiva contra la tiranidad a partir de diversos niveles de la
486 Cf. Eur. Hip. 424.
487 Cf. Eur. Supl. 438s.
488 La modalidad platónica de la parresía y del conocimiento de sí concede una importancia capital al
conocimiento de uno mismo a través de la contemplación de sí y en sí, como hemos visto en el
Alcibíades, a través de un reconocimiento ontológico del alma.
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parresía: la parresía política, la parresía religiosa, la parresía retórica (negativa), la
parresía psicopedagógica. Quiere eso decir que contraponemos la parresía en cuanto
función a la tiranidad, en donde el parresiástas, en cuanto sujeto, se presenta como
alguien a quien no le importa correr el riesgo del peligro.
En los diálogos de Eurípides vimos como progresivamente fueron desplazándose
de los lugares de la verdad 489. La verdad ya no está sólo en Delfos; ya no está sobre
todo en Delfos, ahora está también en Atenas y, sobre todo, está en el hombre490. Ha
489 Cf. Nietzsche. El pensamiento trágico de los griegos. Escritos póstumos 1870-1871.Bajo la dirección
de Jacobo Muñoz. Editorial Biblioteca Nueva S. L., Madrid, 2004, p., 100. «Con Eurípides el espectador
entró en el escenario y el hombre en la realidad de la vida cotidiana. El espejo que antes sólo había de
vuelto los rasgos de grandeza y atrevimiento se volvió más fiel y con ello más vulgar. El esplendor de las
ropas se hizo en cierto modo más transparente, la máscara sólo media máscara, y las formas de la
cotidianidad se hicieran claramente más evidente».
490 Cf. Ibid., pp., 150-151. «El hombre de la vida cotidiana llegó a través de él desde el espacio del
espectador hasta la escena, ese espejo donde anteriormente sólo se expresaban los rasgos grandes y
atrevidos, y que ahora mostraba esa penosa fidelidad que reproduce también concienzudamente las
líneas fallidas de la naturaleza. Odiseo, el griego tipo del arte antiguo, cayó ahora lentamente entre las
manos de los nuevos poetas, hasta convertirse en la figura del graeculos, que a partir de ahora, como
esclavo doméstico, bonachón e ingenioso, se sitúa en el punto central del interés dramático. Aquello que
Eurípides computó como su mérito en las Ranas de Aristófanes, a saber, que había liberado el arte
trágico de su obesidad mediante sus remedios caseros, eso es todo lo que se puede rastrear en sus héroes
trágicos».
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sido así en Eurípides, ha sido así en Sócrates, y ha sido así en la parresía evangélica, en
donde también la verdad no está ya en los montes santos de Jerusalén donde todos
deben subir para adorar al Dios santo, sino que ahora la verdad está en el espíritu y en
sus adoradores.
Hemos rechazado la idea de la parresía primeramente como una actividad
política. Proponemos o defendemos la idea (con base en los textos de Eurípides, Platón
y la interpretación de Foucault), de la parresía como una posición ético-polítca conditio
sine qua non se puede hacer política en su verdadero sentido platónico. En la parresía,
la política tiene como punto de partida la ética y, como punto de devenir, llegar a ser
política, la ética. Todo el diálogo Gorgias puede elucidar mejor nuestra posición, ya que
ahí encontramos la erística y la retórica como la propia negación de la política.
Pensamos que la liberación de que habla Aristófanes y Nietzsche aquí tiene que ver justamente con el
prejuicio euripidiano de la supremacía “ética” y “moral” de la nobleza sobre los demás. Desde este punto
de vista, Nietzsche se equivoca al decir que con Eurípides, la palabra es dada al pueblo o llegó al pueblo.
Lo que Eurípides ha hecho a partir de la divulgación de la palabra, es solamente abrir el espacio de
transparencia o la obligación de transparencia a todo mundo. Se trata aquí de la pérdida del derecho o del
principio de no justificación como señala Vernant. Para Eurípides, los nobles que usan de la palabra
política tienen obligación de ser transparentes moralmente no solamente entre ellos, sino también para
con sus gobernados. En esto consiste la legitimidad de su parresía. Pero esa exigencia no ha implicado
para él conceder palabra a todos. Sabemos que Isócrates justamente hará una dura crítica a las
instituciones democráticas a este respeto y a algunas figuras importante como Pericles y Tucídides y
sabemos también que en uno de sus discursos a Nicocles, la enseñanza de cómo gobernar o de cómo ser
un buen gobernante, consta, justamente como uno de estos principios de gobernabilidad, la transparencia
con los gobernados. Pero insistimos, en ningún caso esta transparencia implicaba para estos
“conservadores” la toma de palabra por parte del pueblo y ni siquiera implicaba una total transparencia en
caso por ejemplo de Isócrates, véase su opinión sobre la retórica o sobre la excelencia. Sea como sea, ya
en el Crepúsculo de los ídolos 5, (46), Nietzsche rectifica y dirá que es con Sócrates que la aristocracia
perderá su primacía en la ciudad, una vez que con Sócrates él la dialéctica gana protagonismo sobre el
elitismo aristocrático. Dice Nietzsche, «antes de Sócrates la gente, en la buena sociedad, repudiaba los
modales dialecticos: eran considerados como malos modales, comprometían a uno». Sabemos que
Nietzsche no tiene razón, una vez que la política y todo el espacio político antes de Sócrates era
conquistado sobre todo a partir de la dialéctica y lo que Sócrates va a hacer es justamente es intentar crear
otros tipos de condiciones para que uno llegue a la política sin la necesidad de ser un buen dialéctico.
Desde el punto de vista de Nietzsche, parece que Sócrates gana esta batalla, una vez que dice Nietzsche,
el dialéctico era una persona que nadie tomaba en serio, era un payaso (V, 46), no obstante, para él,
Sócrates «fue el payaso que se hizo tomar en serio». Más allá del anti socratismo y anti platonismo de
Nietzsche, pensamos que la idea u opinión que emite aquí sobre Sócrates está muy influenciada por
pensadores como Aristófanes para quien Sócrates también era un sofista y un dialéctico.
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Es la invocación a la eticidad lo que puede permitir la realización de la política,
algo que ni la retórica, ni tampoco la isêgoria permiten. La parresía como el lugar de
eticidad puede provocar el desplazamiento de la parresía institucional, transformando la
tiranidad o permitiéndola una nueva visión de cara al parresiásta. Es el caso de
Clitemnestra frente a Electra, a pesar de la parresía engañosa de esta última; la trampa
parresiástica, como dice Foucault. En todo eso, el tiempo, kairós, será de importancia
capital para interpretar los actos parresiásticos, para permitir que uno llegue a decir que
tal acto es parresiástico.
2.
INTRODUCCIÓN
En la vida social griega, el problema de la justicia y del saber ha estado siempre
en el centro de todo. Incluso entre los presocráticos que se han dedicado a la cuestión de
la naturaleza, también en sus estudios estaba presente la preocupación sobre la cuestión
de la justicia y del orden. De Homero 491 a Platón, pocas son las obras que abordan
491 Cf.Horn, Cristoph, L’arte della vita nell’antichità. Felicità e morale da Socrate ai neoplatonici.
Edizione italiana a cura di Emidio Spinelli. Carrochi editore. Roma, 2004. pp 28-29. « Certo, nella
filosofia antica viene spesso sollevata la questione di cosa significhi per l’uomo vivere e agire
adeguatamente, in modo giusto e buono. Senza dubbio non si tratta semplicemente di testi mitologici o
religiosi; i testi antichi di filosofia morale si distinguono per la loro forma razionale dal modo in cui le
questioni relative al comportamento corretto vengano presentate negli scritti dell’antico Oriente nei
poemi omereci o in Esiodo: essi discutono esemplificando determinate posizioni sul piano argomentativo,
non alla luce di autorità o tradizioni. Non mancano tuttavia di mostrare una comunanza con forme
prefilosofiche di valutazIone del comportamento: i testi etici dell’antichità possiedono prevalentemente
un carattere volto all’aiuto e al consiglio» .
“En la filosofía antigua siempre se plantea la cuestión del significado que tiene para el hombre el vivir
bien y el actuar adecuadamente, de manera correcta y justa. Sin duda no se trata simplemente de textos
mitológicos o religiosos; los antiguos textos de filosofía moral se distinguen por su forma racional de la
manera en que las cuestiones relativas al comportamiento correcto son presentadas en los textos escritos
del antiguo Oriente, en los poemas homéricos o en Hesíodo: estos últimos debaten ejemplificando
determinadas posiciones en lo argumentativo, apartando a las autoridades y a las tradiciones. Sin
embargo, no faltan en demonstrar rasgos comunes con formas pre filosóficas de evaluación del
comportamiento: los textos éticos de la antigüedad poseen principalmente un carácter de tipo
aconsejador y caritativo.”
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profundamente sobre el saber u otras áreas y que no hayan hecho mención a la cuestión
de la justicia. En Píndaro, la cuestión de la justicia se presenta bajo la forma de
preocupación con la excelencia humana, la preocupación con la excelencia del
hombre 492. Esta consciencia de la justicia también permitió el planteamiento de la
cuestión de la pólis, ¿por qué debe de existir?, ¿para qué debe de existir? y, ¿cómo debe
de existir? La multiplicidad de estos planteamientos coloca en el punto de mira muchos
problemas no solamente en el ámbito de la justicia, sino también de la pólis, su función
y sus límites. La pólis se construye, por lo tanto, en su inicio, con una polémica moral
muy fuerte 493; polémica basa sobre todo en el confrontamiento entre el hombre y
dios 494, así mismo en la transición de la búsqueda de la verdad a partir de la transición
de un cierto tipo de lenguaje a otro 495, esto es, la transición de la palabra mágico-
En el capítulo de esta investigación dedicada a Alcibíades, particularmente en lo que toca el gnôthi
seauton, vimos cómo se encuadra lo expuesto aquí, principalmente lo expuesto en la última frase del
texto citado. La interpretación délfica, la interpretación del oráculo de Delfos, estará basado sobre todo en
la cuestión de ayuda y de consejos, la cuestión de las recomendaciones y las reglas de prudencia.
492 Cf. Nussbaum, Martha C. La fragilidad del bien. Fortuna y ética en la tragedia y la filosofía griega.
p., 27; Píndaro, Nemea, VIII, 40-2.
493 Cf. Ibi., p., 27. «Esta trayectoria presupone, tanto por parte del autor como de sus lectores y oyentes,
la idea de que la excelencia de una persona buena le es propia, pudiéndosele pedir cuentas de su
posesión y de su ejercicio».
494 Nussbaum hablará (36) a este respecto de un heroico intento de “Platón en los diálogos intermedios
para salvar la vida humana haciéndola inmune a la fortuna”. La teoría de la ciencia del razonamiento
práctico presentada por Platón en Protágoras servirá justamente, según Nussbaum (37), para rechazar el
dominio de la fortuna sobre uno mismo y, de esta forma, Platón retoma y responde lo que el pensamiento
trágico no ha podido responder o no ha podido solucionar.
495 Cf. Detienne, Marcel, Los maestros de verdad en la Grecia arcaica. Prefacio de Pierre Vidal-Naquet.
Versión castellana de Juan José Herrera. Taurus Ediciones, Madrid 1983, p., 19.
«Definir el significado pre racional de la “verdad”, supone intentar responder a una serie de preguntas,
de las cuales son las siguientes las más importantes: ¿Cómo se dibuja en el pensamiento mítico la
configuración de Alétheia? ¿Cuál es, en el pensamiento religioso, el estatuto de la palabra? ¿Cómo y por
qué un tipo de palabra eficaz es sustituido por un tipo de palabra con problemas específicos: relación
entre la palabra y la realidad, entre la palabra y lo ajeno a ella? ¿Cuáles son los valores que, sufriendo
enteramente un cambio de significación, continúan imponiéndose de un sistema de pensamiento al otro,
del mito a la razón?».
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religiosa 496 a la palabra-diálogo. Sin embargo, esta transición no se desarrollará al
margen del planteamiento sobre la cuestión del libre albedrío; ¿debe el hombre
emanciparse y ser dueño de sí o debe seguir siendo una propiedad del týche 497, de los
dioses 498 y hacer siempre lo que ellos quieren 499? En Agamenón, este dilema de cómo
496 Cf. El orden del discurso. Tra. Alberto González Troyano4ª. Tusquets Editora, Barcelona, 2008. pp.,
19-20. «[…]. Pues todavía en los poetas griegos del siglo VI, el discurso verdadero –en el más intenso y
valorado sentido de la palabra-, el discurso verdadero por el cual se tenía respecto y terror, aquel al que
era necesario someterse porque reinaba, era el discurso pronunciado por quien tenía el derecho y según
el ritual requerido; era el discurso que decidía la justicia y atribuía a cada uno su parte; era el discurso
que, profetizando el porvenir, no sólo anunciaba lo que iba a pasar, sino que contribuía a su realización,
arrastraba consigo la adhesión de los hombres y se engazaba así con el destino. Ahora bien, he aquí que
un siglo más tarde la verdad superior no residía ya más en lo que era el discurso o en lo que hacía, sino
que residía en lo que decía: llegó un día en que la verdad se desplazó del acto ritualizado, eficaz y justo,
de enunciación, hacia el enunciado mismo: hacia su sentido, su forma, su objeto, su relación con su
referencia. Entre Hesíodo y Platón se establece cierta separación, disociando el discurso verdadero y el
discurso falso; separación nueva, pues en lo sucesivo el discurso verdadero ya no será el discurso
precioso y deseable, pues ya no será el discurso ligado al ejercicio del poder. El sofista ha sido
expulsado».
497 Cf. Nussbaum. cit., p., 31. «Lo que acontece a una persona por fortuna es lo que no le ocurre por su
propia intervención activa, lo que simplemente le sucede, en oposición a lo que hace. En general,
eliminar la fortuna de la vida humana equivaldría a poner esa vida, o al menos sus aspectos más
importantes, bajo el dominio del agente (o de los elementos que componen su ser que él identifica
consigo mismo), suprimiendo la dependencia de lo exterior que aparece reflejada en el símil de la
planta».
498 Cf. De Romilly, Jacqueline, La Grecia antigua contra la violencia. Tra. Jordi Terré. Ed. Gredos,
Madrid 2010. p., «Si, en el siglo V a. C., hubo escritos de tendencia racionalista, que ponían al hombre y
sus posibilidades en el centro de toda las cuestiones, la civilización griega en su conjunto, sin embargo,
está constantemente atravesada por el pensamiento de la acción divina. Está obsesionada por la
diferencia entre los hombres y los dioses. Está poblada por ritos y tradiciones que ponen en presencia a
dioses y seres humanos. Ahora bien, si podemos comprobar, en la evolución de las ideas morales en
Grecia, un aumento progresivo de todas las formas de benignidad, la esfera de los dioses no parece ser,
desde luego, un mundo de benignidad. La mitología griega está formada por un entramado de violencias
sin número. La acción divina se presenta como una serie de intervenciones brutales y más o menos
arbitrarias, y las obras literarias no dejan de reflejar el temblor de los hombres ante el pensamiento de
esas violencias siempre posibles».
499 Cf. Nussbaum., cit, pp., 27-28. « (...), el poeta ruega que se le conceda morir como ha vivido, es
decir, como alguien que «alabó lo digno de elogio y sembró la acusación contra los malvados.» La
excelencia de la persona buena es como la planta joven: crece en el mundo débil y quebradiza, en
necesidad constante de alimento exterior. Para desarrollarse bien, la vida debe proceder de una buena
cepa. Pero además necesita, para mantenerse sana y perfecta, una meteorología favorable (rocío y lluvia
suaves, ausencia de heladas repentinas y de vientos fuertes), y la dedicación de cuidadores solícitos e
inteligentes. Lo mismo sucede con los seres humanos».
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librarse de la primacía de la palabra mágico-religiosa sobre el destino del hombre, está
expresada de una manera muy dramática 500. No obstante, Nussbaum parece ofrecernos
una alternativa que va más allá de este cerco del destino y de týche, y la alternativa será
justamente una alternativa platónica 501. A su vez, la palabra-diálogo recorre el camino
inverso. Ella se inscribe en el tiempo de los hombres y protagoniza el ideal de la
igualdad entre los hombres. El derecho a que todos puedan disfrutar de la palabra y usar
la parresía positiva.
Será en las asambleas militares donde, por vez primera, la participación del
grupo militar funda el valor de una palabra. Será allí donde se prepara el
futuro estatuto de la palabra jurídica o de la palabra filosófica, de la palabra
que se somete a la «publicidad» y que obtiene su fuerza del asentimiento de un
grupo social.
Esta visión de la excelencia sufrirá un cambio con Sócrates. Uno tiene que ser bueno no tanto para poder
agradarle a los dioses sino para cuidar de sí mismo. Es esto que encontraremos en el Eutifrón. Sócrates le
pregunta a Eutifrón si la piedad es buena porque a los dioses les gustan los hombres piadosos o si al
contrario, la piedad es buena en sí misma y por eso a los dioses le gustan los hombres piadosos. Es un
cambio brusco. Ahora (con Sócrates) uno se tiene que cuidar desde dentro y no desde fuera. Vivir bien
para agradar a los dioses es cuidarse desde fuera y tiene una similitud con lo que hemos visto en el
Alcibíades en relación al cuidado espartano, en relación al cuidado de Alexandridas. No obstante, el
poema de Píndaro comentado por Nussbaum nos parece interesante en la medida que se preocupa
justamente en mostrar como las mentiras pueden corromper el mundo. En este sentido hay un encuentro
con la labor que Sócrates dedicará después a la sofística, a partir de su insistencia en verificar lo que han
dicho, lo que van diciendo en sus enseñanzas.
500 Cf. Esquilo, Oresteia (I): Agamenón. Clásicos de Grecia y Roma, Alianza Editorial, Madrid, 2001.
(205-215). «entonces el soberano de mayor edad así habló elevando la voz: [Gravoso destino es el no
obedecer, más gravoso si degüello a mi hija, adorno de la casa, manchando las paternas manos con
chorro de sangre virginal junto al altar. ¿Cuál de esta posibilidad no entraña males? ¿Cómo voy
abandonar la nave faltando a la alianza? Un sacrificio que calme los vientos y sangre virginal es lícito
que ella anhele con ardor, con extremo. ¡Sea, pues, para bien]».
501 Cf. Nussbaum. cit., p., 30. «Si esta imagen pasiva de la vid se nos antoja incompatible con
determinadas aspiraciones que albergamos respecto de nosotros mismos en cuanto agentes humanos (y
es probable que los destinatarios griegos del poema pensaran lo mismo), nos queda el consuelo de que,
hasta ahora, Píndaro parece haber olvidado algo. Con independencia de cuánto se asemejen a forma de
vida inferiores, somos sin duda diferentes en un aspecto crucial: la razón. Podemos deliberar y elegir,
elaborar un plan y jerarquizar nuestras metas, decir activamente qué cosas tienen valor y en qué grado.
Todo eso debe de servir para algo. Aunque no puede negarse que, en gran parte, somos seres
necesitados, confusos, incontrolados, enraizados en la tierra e indefensos bajo la lluvia, hay en nosotros
algo puro y puramente activo, que podemos llamar «divino, inmortal, inteligible, unitario, indisoluble e
invariable (Fedón, 80b.)». parece que este elemento racional podría gobernar y guiar el resto de nuestra
persona, salvándonos así de vivir a merced de la fortuna».
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En este mismo ambiente hacen su aparición nociones que dibujan el campo de
la persuasión. Aquel que sabe decir bien su parecer, sabe hacerse escuchar:
conoce las palabras que ganan el asentimiento, que hacen ceder los corazones,
que entrañan la adhesión 502.
Con Platón, esta perspectiva aquí presentada por Detienne ganará cuerpo, sobre
todo gracias al planteamiento que hace en defensa del hombre, por el rescate del
hombre 503. El hombre estará en el centro del debate y es por ello también que Sócrates
se presenta como creador y fundador de la moral filosófica 504. La moral filosófica
comienza con él 505. Empieza con el llamado “el problema socrático”. Sócrates asumirá
claramente su compromiso con el hombre en Eutifrón:
Quizá tú das la impresión de dejarte ver poco y no querer enseñar tu propia
sabiduría. En cambio yo temo que, a causa de mi interés por los hombres, dé a
los atenienses la impresión de que lo que tengo se lo digo a todos los hombres
con profusión, no sólo sin remuneración sino incluso pagando yo si alguien
quisiera oírme gustosamente. Si, ciertamente, según ahora decía, fueran a
reírse de mí, como tú dices que se ríen de ti, sería desagradable pasar el tiempo
502 Cf. Detienne, Marcel, Los maestros de verdad en la Grecia arcaica. cit. p., 99.
503 Cf. Echeverría, Rafael. Ontología del lenguaje.- Google-libros. p., 309. «Uno de los méritos más
importantes de Sócrates, en la historia de la filosofía, es el haberla reorientado hacia la gran temática de
la vida humana. Como argumenta adecuadamente, Gregory Vlastos, la filosofía de Sócrates es por sobre
todo una filosofía moral, en la que los temas de la vida humana y el de bien vivir ocupan un lugar
central. Heráclito, ya había iniciado este giro hacia el alma humana. Sin embargo, Sócrates lo realiza
con una radicalidad que no tenía precedente.
Los filósofos presocráticos se habían volcado por entero en un esfuerzo por comprender el universo, lo
que los griegos llamaran physis. De allí que Aristóteles los calificara posteriormente como phisikoi
(físicos) y para diferenciarse de ellos propusiera el término metafísica (lo que está más allá de la física).
(…) Sócrates, en cambio, lleva la preocupación de la filosofía al tema de la vida y al de las virtudes que
permiten a los seres humanos no sólo a ser efectivos ciudadanos, sino, por sobre todo, vivir bien. Este es
el núcleo de la preocupación socrática».
504 Cf. Ibid. p., 309. «Pero Sócrates, como nos lo demuestra convincentemente Vlastos, no fue un
metafísico, no fue un filósofo comprometido centralmente con la aprehensión del ser y su verdad, como lo
serán Platón y Aristóteles. Su compromiso filosófico fundamental consistía en la indagación rigorosa del
bien vivir».
505 Cf.Benson. H. Hugh “Socrates and the beginning of moral philosophy” in From the Beginning to
Plato. Edited by C.C.W. Taylor. Routledge History of Philosophy Volume 1. London and New York,
2003. p., 323.
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en el tribunal bromeando y riendo. Pero, si lo toman en serio, es incierto ya
dónde acabará 506 esto, excepto para vosotros, los adivinos 507.
Este planteamiento aborda a fondo el problema de la παρρησία en cuanto a la
actividad de todo decir. O mejor: con Sócrates se reabre el problema de la parresía
positiva, que ya había sido abordada por algunos pensadores anteriores y
contemporáneos a él. Se sabe que en el mundo homérico, la cuestión de justicia estaba
centralizada sobre todo en el poder del rey, si bien que, con algunas concesiones, puede
llegar a ser extensible a algunos varones, de manera particular a los varones de buena
familia 508. Esta concentración de privilegio en una sola camada o grupo, va a obligar a
pensadores como Eurípides a procurar alternativas o formas para limitar los daños
morales y políticos que pueden advenir del abuso de los privilegios.
En Eutifrón, como veremos en su momento, hay justamente una preocupación
no solamente para limitar el privilegio del poder sino, sobre todo, para reflexionar sobre
qué tipo de cuestiones o de desacuerdos pueden obligar al mismo tiempo a los hombres
y a los dioses (porque hay cuestiones sobre las que incluso los dioses discrepan) a
506 Cf. Nussbaum. cit., p., 29. «El problema se torna más complejo si se considera otra sugerencia de la
imagen poética, a saber, que la peculiar belleza de la excelencia humana reside justamente en su
vulnerabilidad. La delicadez de una planta no es la dureza deslumbrante de una gema. Aquí parecen
coexistir dos tipos de valor, tal vez incompatibles. Quizá la belleza del verdadero amor humano tampoco
sea del mismo tipo que la belleza del amor que puede suscitarse entre los dioses inmortales».
Esto va a ser el fondo de la cuestión en Eutifrón: saber por qué razón los dioses se interesan por lo bello,
por la piedad si es que se interesan.
507 Cf. El Eutifrón, 3d4-10.
508 Cf. Torres, Salvador Mas, Ethos y Pólis. Una historia de la filosofía práctica en la Grecia clásica.
Estimo, S. A. Madrid, 2003. pp., 47-48«En el mundo homérico no sólo los reyes discriminan o
disciernen: en un momento dado de su disputa con Agamenón, Aquiles se refiere al cetro que «empuñan
los aqueos que administran justicia y guardan las leyes de Zeus» (Ilíada I, 237-239). El texto indica con
claridad que la tarea de impartir justicia, de discriminar entre thémistes en litigio, no sólo es propia de
los reyes sino que también alcanza a algunos varones particularmente prominentes».
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enfadarse verdaderamente 509 los unos con los otros. El eudaimonía (vivir y actuar bien
según Aristóteles) estará siempre en el origen del doble conflicto: conflicto entre el
hombre con el hombre y conflicto entre el dios contra el dios. La eudaimonía 510, en su
versión parresiástica, también aparece como la cuestión principal que puede llevar a este
enfado entre los hombres, por un lado, y entre los dioses por otro, porque se trata de la
509Cf.Horn, Cristoph. cit., p., 28. «Nell’età moderna l’idea di un significato della filosofia orientate alla
prassi existenciale è passata considerevolmente in secondo piano. Con “filosofia pratica” s’intende una
disciplina in cui vengano analizzati comportamenti e norme di comportamento. La filosofia pratica,
dunque, si distingue da quella teorica non perché formativa del comportamento ma perché indaga, tra
l’altro, esigenze normative o prescrittive, ossia ordini di comportamento, in base alla loro struttura e
fondazione ». « La tesi di Foucault è, senza dubbio, degna di considerazione: si può mostrare come
Cartesio sia stato il primo filosofo a concepire l’idea di mettere in dubbio, in linea di principio,
l’esistenza dei corpi materiali (incluso quello che è correlato all’io pensante) e l’esistenza di ciò che è
extrapsichico (cfr. Burnyat, 1982). Per la prima volta Cartesio ha posto l’io dell’introspezione in
contrapposizione alla persona corporea e al mondo materiale nella sua totalità. Effettivamente, l’idea di
una cura filosofica di sé sembra essere stata constretta sulla difensiva non durante l’alto medioevo, bensì
soltanto nella prima età moderna».
Es también desde aquí que se ha plateado el debate o uno de los muchos confrontamiento entre Foucault y
Hadot que hemos desarrollado en el Alcibíades. Desde esta cita el confronto se hará en torno a la crítica y
en defensa de Descartes. Recordar que Foucault criticará a Descartes, señala como uno de aquellos que ha
desvinculado la filosofía como modo de vida, como cuidado de sí mismo, mientras que Hadot lo ha
defendido de estas acusaciones. Esta crítica también está presente en Heidegger en su “El ser y tiempo” y
esta cita de Cristoph Horn no hace que retomar la preocupación heideggeriana en lo que toca a la cuestión
del olvido del ser por la sociedad Occidental y Heidegger habla justamente de la ausencia de
preocupación por la cuestión que interroga por el ser. También Horn, citando a Foucault en este debate
que le opone a Hadot en relación a la cuestión del cuidado de sí y el papel de Descartes, asume
claramente la posición foucaultiano diciendo en las pp., 215-216:
«La tesis de Foucault es, sin duda, digna de consideración: se puede demostrar como Descartes ha sido
el primer filosofo en concebir la idea de poner en duda, en línea de principio, la existencia de los cuerpos
materiales (incluso todo lo que está relacionado con el yo pensante) y la existencia de todo aquello que
es extra psíquico (cfr. Burnyat, 1982). Por primera vez Descartes ha puesto en contraposición el yo de la
introspección con la persona corporal y con el mundo material en su totalidad. En realidad, la idea de un
cuidado filosófico de sí mismo parece haber sido obligado a defenderse solamente en la primera Edad
Moderna, y no durante la Alta Edad Media».
Como hemos señalado, este confronto ha sido analizado de manera exhaustiva en la interpretación del
cuidado de sí y conocimiento de sí en el Alcibíades I
510 La eudaimonía en este aspecto o contexto ya no será apenas una cuestión de encarar el riesgo de la
independencia como el precio que supone ser libre de los terceros, sino que también se presenta como un
lugar de criterios o como instrumento de criterios. Es desde el punto de vista del criterio que uno puede
llegar a ser o a vivir la eudaimonía, esto es, uno puede llegar a vivir y actuar bien. Desde esta lectura se
diseña una especie de conflicto o de interrogante entre la eudaimonía y la excelencia.
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cuestión del saber 511, de la ética, de la moral, de la política, del lenguaje 512 y del
derecho. La reflexión de estas cuestiones es una reflexión centrada en el humano, en el
día a día del hombre y en su constitución como sujeto ético 513. El planteamiento de la
parresía 514 en Eurípides no da una prioridad singular a la cuestión de la ciudad (la
511 Cf. Nussbaum, cit., pp., 35-36. «Los límites del conocer humano circunscriben el conocimiento y el
discurso ético; y un tema importante dentro del discurso moral debe ser la determinación de una actitud
humana correcta frente a ellos. Por ambas razones, consideramos que en nuestra investigación ética
debemos referirnos a determinados problemas relativos a los primeros principios, la verdad y las
exigencias del discurso».
512 Cf. Ibid., pp., 44-45. «(…) Iris Murdoch, quien se distingue entre los filósofos anglonorteamericanos
contemporáneos por ser también una eminente escritora, afirma que el estilo filosófico, que busca la
verdad y el saber y no el puro entretenimiento, debe permanecer limpio de toda seducción no intelectual:
(…).
Sin embargo, con ello olvida una cuestión sobre la naturaleza de la búsqueda de la sabiduría: ¿qué
partes de la persona participan (o deben participar) en ella y cómo se relacionan entre sí? Platón,
principal creador del estilo al que se refiere Murdoch, no ignoró dicha cuestión. Pensaba que la
«sencillez» y «la parquedad» expresaban una concepción ética determinada, y que para hacer justicia a
otra diferente debía utilizarse un estilo asimismo distinto».
513 Cf. Horn, cit., p., 29. « Neidialoghi di Platone questa connessione fra teoria etica e raccomandazione
di comportamento è piu directa».
514 Cf. GS. p., 69. «Maintenant, vous avez toute une série de d’autres usages du mot parrêsia, qui se
rapport moins à cette structure générale de la cité qu’au statut même des individus, [comme cela]
apparaît assez clairement dans plusieurs textes d’Euripide. Premièrement, vous trouvez, dans la tragédie
qui s’appelle Ion, aux vers 668-675, le texte suivant: «Si je ne trouve point celle qui m’enfanta, la vie
m’est impossible; et, s’il m’était permis de faire un vœu, puisse-t-elle être Athénienne cette femme [cette
femme qui m’enfanta et que je cherche; M. F.] afin que je tienne de ma mère le droit de parler librement
[hôs moi genêtai mêtrothen parrêsia: afin que la parrêsia me vienne du côté de ma mère; M. F.] Qu’un
étranger entre dans une ville où la race est sans tache, si la loi même en fait un citoyen, sa langue restera
serve; il n’y a point le droit de tout dire [ouk ekhei parrêsian: il n’a pas la parrêsia; M. F.]».
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SECCIÓN SEGUNDA
En el ámbito de la parresía euripidiana, vemos a Ión intentar descubrir su nacimiento, su ciudad y vemos
que desea sobre todo que su madre sea una mujer de Atenas, porque sólo esa posibilidad (ser descendente
de padres que hayan nacido en Atenas) le permitiría tener derecho a hacer uso de la palabra (Ion 672). Ión
podría seguir los consejos de Juto, ir con él a Atenas, tomar palabra en la asamblea y ser su sustituto, pero
desde el punto de vista de la parresía euripidiana no puede hacerlo, porque eso significaría desde luego
perder toda posibilidad de usar de la palabra una vez que estaría faltando a la verdad y, de modo
particular, a la eticidad. Otra observación importante a hacer aquí, es que no le basta a Ión encontrar a esta
mujer que está buscando, y así como tampoco es suficiente el hecho de que ella sea ateniense. Tiene que
ser ateniense, pero tiene que ser de la camada de la población que tiene derecho a hablar, los que son
considerados ciudadanos (y aquí estamos ante una parresía no totalmente política sino sobre todo, elitista
y de los privilegiados, y exclusivista) por derecho. En la interpretación euripidiana de Foucault, Ión dice
implícitamente que no puede hablar porque las reglas del precedente no lo permiten. Hay politeia
(constitución), y esta politeia no ha sido alterada ni por un tirano ni por el despotismo, y las reglas de esta
politeia dicen que nadie que no sea ateniense (y ciudadano) puede tomar la palabra públicamente en la
asamblea. Estas reglas tampoco prevén que se pueda integrar abusivamente a los extranjeros en la ciudad
y a la gente que no son verdaderos ciudadanos. Atenas es una ciudad sin mancha e Ión no quiere ser su
primera mancha, no quiere ser su deshonor y tampoco su vergüenza, por eso dirá: no sé hablar ¿cómo voy
a tomar palabra en la asamblea? Los poetas, los políticos y los demiurgos se reirán de mí. ¿Cómo voy a
convivir con una madrasta que privada de su descendencia propia, nunca verá con buenos ojos mi
presencia en casa, tampoco me aceptará como heredero del trono. Esto es, “aunque tú me lleves a Atenas,
aunque me des la ciudadanía, sin embargo, mi boca continua a ser esclava, mi boca es esclava”: [to ge
stoma doulon] (Ión 673-675): porque no sé hablar. Esto muestra, en este aspecto, dice Foucault, que hay
una restricción total sobre el discurso político, y con eso se ve claramente como efectivamente la parresía
de Eurípides será mucho más elitista que la parresía de Sócrates. Aquí, llamar atención justamente para
una interpretación precisa y aclaradora de Foucault en relación a estos dos momentos que referimos atrás.
La descripción de la vida política ateniense, las tres clases de ciudadanos atenienses a quien ciertamente
Ión no caería bien, y la cuestión de la tiranía como el engaño político (En cuanto a la tiranía, tan en vano
elogiada, su rostro es agradable pero por dentro es doloroso. ¿cómo puede ser feliz y afortunado quien
arrastra su existencia en el terror y la sospecha de que va a sufrir violencia?) (621-632). Estos dos
momentos, esta incursión sobre la realidad política, dice Foucault, a pesar de su gran importancia, no
obstante, está al margen del diálogo, del centro del diálogo, pues dice él, el problema del diálogo, o (el
problema de Ión es descubrir quién es su madre para poder llegar a Atenas sin deshonra ni ansiedad)
DV, p., 79. Estamos aquí ante una preocupación puramente parresiástica y ética inscrita dentro de un
contexto político, pero no necesariamente político. Ión quiere la legitimidad para probablemente hacer, en
caso de que sea necesario, lo que ha hecho Solón en la Asamblea. Pero sin la legitimidad no podrá
hacerlo. Lo que empieza por ser una parresía elitista se va ganando poco a poco una naturaleza en forma
de recomendación de aquello que todo el hombre debe hacer.
Además de Ión, encontramos también esta preocupación, esta parresía elitista en las Fenicias 391s.- Allí
Polinice lamenta el hecho de estar lejos y, sobre todo, el hecho de haber sido privado de su madre Yocasta
y no haber experimentado la parresía en su compañía. Es una realidad dura para él, una realidad vivida
como si se tratara de una esclavitud (Fin 392).
En Sócrates existirá la posibilidad de que todos aquellos que saben (los filósofos) produzcan la parresía.
En Eurípides al contrario, la parresía será sólo un derecho de los nobles y de los bien nacidos. La
parresía en Eurípides supone siempre el ejercicio de una cierta ascendencia política o social. Por eso,
cuando Ión dice que quiere tener la parresía por parte de su madre, dice Foucault (LGS, 276) no quiere
decir que quiere volver a Atenas como ciudadanos, como los otros ciudadanos, sino que quiere volver,
pero estando él en primera línea, en destaque, quiere ser el (prôton zugon). Tucídides, como vimos en el
Alcibíades, también decía esto de Pericles, que él era el primer ciudadano entre los atenienses. Por lo
tanto, en Eurípides, la parresía todavía no tiene completamente este significado agonístico en donde
tendría que experimentar los peligros del decir política, como socorrerá después con Sócrates y otros
parresiástas.
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cuestión política) sino sobre todo a la cuestión ética 515 y a la cuestión de la
ejemplaridad, ya no solamente en el espacio público, sino también en la vida individual
y privada 516. Desde esta perspectiva Eurípides (que por cierto es, según Martha C.
Nussbaum, un defensor de la oligarquía y la nobleza) 517 va a exigir que los nobles se
constituyan ellos mismos, incluso como sujetos éticos para poder ejercer sus derechos y
privilegios sobre los otros. De acuerdo con este punto de vista se puede preguntar si
Sócrates es el verdadero creador de la moral filosófica, ya que vemos que hay rastro de
eso en Eurípides y probablemente antes de él. Pero estaríamos cometiendo error si
dijéramos que el problema ya había sido planteado antes de él 518. En efecto, el
515 Cf. Nietzsche. El pensamiento trágico de los griegos. cit., p., 101. «A través de él la comedia se soltó
la lengua, mientras que hasta Eurípides no se sabía de qué modo lo cotidiano podía hablar
decorosamente sobre el escenario. La condición media del burgués, sobre la que Eurípides construyó
todas sus esperanzas políticas, encontró ahora la palabra, mientras que hasta ese momento, en la
tragedia el semidiós, había sido los maestros del habla».
516 En la Hécuba de Eurípides por ejemplo, la posición de Políxena es una posición manifiestamente
reveladora de la eticidad y de la ejemplaridad que Eurípides exige a los nobles. Retenida cautiva
juntamente con su madre y hermano, Políxena prefiere la muerte que continuar esclava y en sus
alegaciones deja claro que a un noble le es preferible morir que vivir como un esclavo. Hécuba al
comentar el mensaje del mensajero, se refiere justamente a esta perennidad del carácter noble que no
muda aunque la situación sea trágica para él o para ella, como ha sido el caso de Políxena. «Si uno
aprende bien eso, conoce también lo deshonroso, aprendiéndolo con la regla de lo bueno». La eticidad en
Eurípides, tal como en Sócrates, no admite que las contingencias exteriores condicionen la fidelidad a uno
mismo. El agente tiene que ser fiel a sí mismo independientemente del posicionamiento de las acciones
exteriores. Pero Hécuba, contrariamente a su hija Políxena, no conseguirá llevar adelante este
planteamiento y se dejará corromper por dureza de la situación. Subrayar aquí que el espacio ético
euripidiano es un espacio fuera del espacio, esto es, fuera de la pólis. Los personajes éticos euripidianos
están todos en destierro o en tránsito o en las situaciones de inseguridad espacial. Pero tienen algo en
común: el intento de volver a la pólis o de permanecer en la pólis con la eticidad. Pero Hécuba y Electra
criarán una discontinuidad en este planteamiento, con aquello que Foucault denomina trampas
parresiásticas. No obstante como señala muy bien Nussbaum (502), Tucídides en III. 82-3, demostrará en
su relato que las personas buenas perderán el carácter de bondad durante la guerra civil de tres años que
asoló Corcira.
517 Cf. Nussbaum, cit., p., 235.g
518 Cf. Nussbaum, cit., p., 497. «Mucho antes de Platón, existía en el pensamiento ético griego una
arraigada tradición según la cual los acuerdos y prácticas morales se basaban en normas fijadas
eternamente en la naturaleza de las cosas. Con frecuencia (aunque no siempre) esto es lo que se quiere
decir cuando se afirma que los valores éticos existen «por naturaleza», independientemente de nosotros y
nuestras forma de vida. Esta idea de la condición extra-humana del valor (a menudo asociada con el
relato de sus orígenes asimismo extra-humanos) justificaba la firmeza e inviolabilidad que se pretendía
atribuir a las obligaciones éticas más graves. Entre otras cosas, implicaba que dichas obligaciones no
pueden ser desatendidas ni anuladas por la intervención humana.
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planteamiento anterior a Sócrates era un planteamiento ambiguo, y la ambigüedad
residía en la propia noción de “moral filosófica”. Es por eso que la aparición
aparecimiento de la cuestión socrática suscita rivalidad en aquellos que hasta la fecha
detentaban el marco de moralistas y de sabios (Protágoras, Gorgias…). Se sabe también
que en el entorno pitagórico y en el fragmento de Demócrito, algo parecido a la moral
filosófica se ha desarrollado, pero nada igual a la armazón epistémica y axiológica que
le dará Sócrates en sus días. La moralidad filosófica de Sócrates es constituida desde el
punto de vista epistémico, algo que nadie antes de él había hecho. Esta moralidad tiene
como fin únicamente el bien y la regla del bien 519. Autores como Vlastos o A. Bloom
defienden justamente que los primeros diálogos platónicos son exclusivamente escritos
sobre filosofía moral:
[For example, according to Vlastos, the Socrates of Plato’s early dialogue is
exclusively a ‘moral philosopher and metaphysician and epistemologist and
También significaba que nuestras relación ética fundamental no se establece con entidades inestables
como las personas o las ciudades, sino con algo más firme que nosotros».
El Proemio de Parménides parece naturalmente decir lo opuesto expuesto aquí por Nussbaum. hay una
manifiesta ambigüedad, no apenas en las relaciones humanas sino también en concebir aquello que es
justo o no y en la propia interpretación de los dioses sobre lo justo y no justo.
«Están allí las puertas de la Noche;
Allí también las puertas de la sendas del Día;
y, enmarcándolas,
pétreo dintel, pétreo umbral;
y se cierran, etéreas, con la ingentes hojas;
sólo la Justicia,
la de los múltiples castigos,
guarda las llaves de uso ambiguo». Cf. Los presocráticos, colección popular 177. Trad y notas Juan
David García Bacca. México 19844ª. Fondo de cultura económica (Parménides Proemio IV; cf. VI).
En el Proemio IX, la recomendación de la diosa es clarísima en relación al hombre o en relación a la
opinión de los mortales “en quien fe verdadera no descansa”, dice la diosa. Por lo tanto, estamos aquí ante
una realidad en donde nada es constante, en donde todo puede ser violado no apenas por el hombre sino
también por el propio dios.
519Cf. Benson, Socrates and the beginning of moral philosophy. cit., p., 324.
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philosopher of science and philosopher of language and philosopher of religion
and philosopher of education and philosopher of art’ 520].
Volveremos a este punto más adelante, pero de momento hay que centrarse en la
parresía, contextualizar su momento histórico de aparición, su función, su
transformación por Platón, y la interpretación que Michel Foucault hace de ella en el
contexto socrático-platónico.
De acuerdo con Foucault, la discusión ética o política entorno a la expresión
parresía 521 aparece por vez primera en los textos de Eurípides (c. 484-407 a. C) con el
significado de derecho de hablar, derecho de tomar la palabra públicamente en las
asambleas 522 para opinar sobre los asuntos de la ciudad y sobre los intereses de la
ciudad 523. Pero en Eurípides, este derecho de hablar sólo es concedido a los ciudadanos
bien nacidos, constituyendo por eso mismo privilegio de algunos. Sin embargo, estos
ciudadanos pueden perder el referido derecho 524 si se probar que hay algo de
520 Cf. Ibid. p., 325.
521 Cf. Caminohaciadios.com/162. Parresía es una palabra de origen griego, que se forma de la suma de
dos términos: pas, que significa 'todo', y rhesis, que significa 'habla'. El sentido de esa palabra se refiere
sobre todo para designar la libertad al hablar, con valentía y sin ambigüedades. ΠΑΡΡΗΣΊΑ (παν = todo +
ρησις / ρημα = locución / discurso).
522 Decir aquí justamente que en muchos textos de Eurípides que hemos trabajado en esta investigación,
la parresía si es verdad que aparece con el significado de derecho de hablar, ni siempre este derecho de
hablar es un derecho de ejercer palabra públicamente, sino un derecho para decir verdad.
523 Cf. Foucault, Le courage de la Vérité, (a partir de ahora siempre citaremos esto libro por CV) p., 33.
524 Cf. Torres, Ethos y Pólis. cit. pp., 22-23. «También se ha discutido intensamente si en la
configuración de tales valores tienen más importancia las virtudes competitivas (como, por ejemplo, el
valor individual en la batalla) o las cooperativas (el trabajo en común para alcanzar la justica). Adkins,
por ejemplo, ve en Homero una ética muy competitiva (cf. A. W. H. Adkins, 1960; tb. 1971); cabe replicar
que los valores competitivos son aristocráticos y que las acciones de los nobles están sujetas a sanciones
sociales en cuya raíz se encuentra una ética cooperativa (cf. A. A. Long, 1970). Pero tanto unas virtudes
como otras, tanto las competitivas como las cooperativas, no aparecen formuladas en abstracto, sino
encarnadas en los héroes y en sus acciones e interrelaciones».
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sospechoso, de deshonroso o de vergonzoso 525 sobre ellos o contra ellos 526. Este
planteamiento permite que la palabra y la práctica de la verdad sean transformadas en el
instrumento principal de la actividad política a través de una supervisión constante que
la comunidad “ejerce sobre la creación del espíritu”. En este contexto, subraya Vernant,
nadie puede invocar su situación de privilegiado o de mandatario divino para no dar
explicación o justificar sus actos.
En adelante, la discusión, la argumentación, la polémica, pasa a ser las reglas
del juego intelectual, así como del juego político. La supervisión constante de
la comunidad se ejerce sobre las creaciones del espíritu lo mismo que sobre las
magistraturas del Estado. La ley de la pólis, en contraposición al poder
absoluto del monarca, exige que las unas y las otras sean igualmente sometidas
a “rendiciones de cuentas”, euthynai. No se imponen ya por la fuerza de un
prestigio personal o religioso; tienen que demostrar su rectitud mediante
procedimientos de orden dialéctico527. La palabra constituía, dentro del cuadro
de la ciudad, el instrumento de la vida política 528.
525 Cf. Ibid, cit., 28-29 «Al igual que en el episodio de las falsas nupcias, un conflicto privado tiene
consecuencias públicas, pues al conducirse de este modo Agamenón se ha mostrado como un mal rey –
dêmobóros basiléus, «rey devora pueblos», lo insulta Alquiles en el verso 231 de este primer canto de
Ilíada- que no ha sido justo con Aquiles por privarlo del botín que le corresponde de manera legítima y
haberlo insultado públicamente: en ambos casos, al afrentar gravemente el honor de Aquiles, ha
quebrado gravemente ese código heroico que es parte fundamental del orden homérico. La violación del
orden tiene como consecuencia inmediata el castigo: no sólo sucede que sin el concurso del pélida será
imposible tomar Troya, la perturbación del orden social en el bando de los aqueos también se sigue de la
acción de Agamenón. Aquiles reconoce que Agamenón tiene más poder (krátos) que él, si bien añade que
eso no le justifica para privar a su «igual de lo que corresponde» (cf. Ilíada XVI, 54-55). Aquiles plantea
el problema en términos de justicia, Agamenón en términos de la soberanía que se considera que Aquiles
discute».
526 Cf. CV. cit., 34.
527 Cf. Nietzsche, El pensamiento trágico de los griegos. cit., p., 113. «Como es sabido, el diálogo no es
originario en la tragedia. Sólo desde que hubo dos actores, por tanto relativamente tarde, se desarrolló el
diálogo. Previamente había existido algo parecido en el intercambio de discurso entre el héroe y el
corifeo, pero por supuesto, ahí era imposible la subordinación de uno al otro en la lucha dialéctica. Pero,
tan pronto como dos protagonistas igualmente cualificados se enfrentaron, entonces surgió, según un
antiguo instinto griego, la contienda, y desde luego la contienda basada en palabras y razones (…)».
Esto que dice Nietzsche también puede ser encontrado en Homero (Ilíada, canto I, 190-210), pero en su
momento volveremos a esta cita de Homero.
528 Cf. VERNANT, Jean-Pierre, Los orígenes del pensamiento griego. Tr.: Marino Ayerra. Editorial
universitaria de Buenos Aires.: 12a. Argentina 1991, pp. 11-107 (40).
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Desde esta perspectiva, el objetivo de nuestro análisis en este primer capitulo
consistirá en indagar con Foucault, a partir de qué punto de vista Platón ha cambiado la
idea de la parresía y cómo se ha formalizado este cambio. Intentaremos también
demostrar la estricta relación entre parresía e epimeleia heautou. En este sentido, el
texto de la Apología, el Gorgias, la República y el Fedro serán muy importantes para
comprender la ligación, la ruptura y el cambio producido desde diálogo con el poder y
con la retórica.
No obstante, hay que señalar que la parresía será el momento culminante de las
preocupaciones de Foucault en relación a la cuestión de la voluntad de la verdad en los
discursos. La parresía viene matizar las preocupaciones discutidas en El orden del
discurso y Arqueología del saber o la Locura en la edad clásica. Si en estas tres obras
citadas Foucault discute los saberes que marginalizan a través de su lenguaje, en la
parresía, la discusión se centrará justamente en el coraje para enfrentar el discurso que
falta a la verdad y en este aspecto, la retórica estará en la mira principal de esta crítica.
Durante mucho tiempo la retórica 529 ha desempeñado un papel muy importante
en la vida ateniense. En el proceso de Sócrates por ejemplo, el discurso platónico es
529 De Romilly, Jacqueline. Los grandes sofistas de la Atenas de Pericles. Tr. Pilar Giralt Gorina. Gredos,
Madrid, 2010, p., 67. «Para los atenienses del siglo v a. C., y en general los griegos de la época clásica,
ser «hábil en la palabra» o saber «hablar bien» era un mérito esencial que había que adquirir: el
individuo, en aquella época, podía hacerse oír directamente y todas las grandes decisiones se tomaban
en los debates públicos; la palabra era un medio de acción privilegiado y lo fue todavía más a medida
que progresaba la democracia. No es de extrañar, por lo tanto, que este arte de la oratoria, esta retórica,
figurase entre los primeros objetivos reivindicados por la enseñanza de los sofistas. Cuando, al principio
del Protágoras de Platón, el joven neófito que corre a confiarse al maestro debe decir lo que éste le
enseña, no encuentra de momento otra explicación que: Protágoras «da habilidad para hablar» (312d)».
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confrontado con dos tipos de problemas: el problema del saber y el problema de la
moral 530, y en el interior de estos problemas estaba la retórica.
Cuando se dio dicho proceso, las leyes atenienses ya no estaban en el dominio de
los sacerdotes o de los reyes, sino de los “magistrados” y contaba con la participación
popular que incluía el uso de la palabra desde el punto de vista retórico. Por eso, tiene
mucho sentido ver la importancia de la insistencia de Sócrates sobre la cuestión del
discurso, de la ética y de la verdad en el uso de la palabra en este confrontamiento entre
la moral y el saber. De hecho, en su toma de palabra para dirigirse a la ciudad de
Atenas 531, Sócrates fue incapaz de convencer al tribunal de que se debería disociar la
función del discurso de un acto de persuasión (peithó), y, por eso mismo, fue condenado
por no haber logrado convencer al tribunal y a la audiencia. Sus adversarios vierón en
esta condena no solamente una derrota sobre su enseñanza, sino que también se podía
concluir por demostración de la misma que la moral verdadera y la ética no son del
dominio de la política y del espacio público, sino del lenguaje.
El hecho de convencer a la multitud y al adversario era una legitimación de la
conquista del espacio público. La política es así, desde este punto de vista, reducida a la
530 Cf. Arendt, Hannanh La vida del espíritu. Edición Paidós Ibérica, S. A. Barcelona, 2002. P., 160. «El
criterio del discurso filosófico es homoiôsis (por oposición a doxa u opinión) […]; cf. Conford, F.M.,
Plato’s Theory of Knowledje, Nueva Yorque, 1957, p., 189 (tra. Cast.: La teoría platónica del
conocimiento, Barcelona, Paidós, 1982. p., 176).
531 Cf. Apología, 37a4-7.
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dimensión de los efectos del poder de la palabra 532, y a través de ella construye los
principios de su soberanía 533, al mismo tiempo que se sirve también como la roca para
sacar adelante el deseo del poder 534.
No obstante, será también desde este punto de vista de la palabra que Sócrates
instaurará la destrucción de la antigua política y fundará o creará una nueva epísteme en
la relación entre la palabra y la política, basada sobre todo ya no en los argumentos de
orden 535 defendidos por los sofistas sino en los fundamentos éticos, transcendentes y en
la escritura de uno mismo desde punto de vista óntico, como lo subraya Castoriadis:
En otro momento dije que Platón desempeñó un papel muy considerable en lo
que podemos llamar la destrucción del mundo griego. En efecto, transformó a
532 En las Nubes, (Las Ranas, Pluto) Edición de Francisco Rodríguez Adrados y Juan Rodríguez
Somolinos. Cátedra Letras universales, Madrid 20096ª. Aristófanes no hesitará en incluir a Sócrates entre
los sofistas. Describe la escuela de Sócrates a la cual llama “Pensadero” en donde se aprende a tonar más
fuerte un juicio o racionamiento más débil. Presenta justamente como ejemplo un señor mayor
(Estrepsiádes) que ha ido a esta escuela de Sócrates para aprender a hablar y también para aprender como
huir de pagar sus deudas a los acreedores (Las Nubes, 425 s). La situación de Estrepsiádes también
muestra lo que habíamos referido en el Alcibíades sobre la cuestión de aprender cuando uno es viejo,
cuando uno es mayor. En efecto, Estrepsiádes será expulso del pensadero justamente porque su condición
de viejo ya no le permite aprender las técnicas enseñadas por Sócrates en su escuela, razón por la cual
tendrá que volver a intentar convencer a su hijo para que vaya aprender estas técnicas del uso de la
palabra. Aquí también se ve como Aristófanes era injusto con Sócrates.
533 Cf. Torres. cit., p., 21-22. «Por ejemplo, la posibilidad y capacidad de ejercer el poder no descansa
en la soberanía como hecho abstracto, sino en la circunstancia concreta de poseer unas cualidades
personales, en ocasiones concedidas y avaladas por los mismos dioses».
534 Cf. Orden del discurso. cit., p., 24. «si el discurso verdadero ya no es, en efecto, desde los griegos, el
que responde al deseo o el que ejerce el poder; en la voluntad de verdad, en la voluntad de decir ese
discurso verdadero, ¿qué es por tanto lo que está en juego sino el deseo y el poder? El discurso
verdadero, al que la necesidad de su forma exime del deseo y libera del poder, no puede reconocer la
voluntad de verdad que lo que lo atraviesa; y la voluntad de verdad se nos ha impuesto desde hace mucho
tiempo es tal que no puede dejar de enmascarar la verdad que quiere».
535 Cf. Torres, cit., p., 21. «En el Trabajo y días Hesíodo narra acontecimientos que le son presentes; la
Ilíada y la Odisea se sitúan en el pasado y evocan un mundo perdido en el que las jerarquías sociales, las
relaciones dentro de un mismo estamento, las conductas y las categorías morales, aunque conocían
conflictos, eran sin embargo homogéneas: no había divergencia entre apariencia y realidad. El
campamiento de los aqueos en Troya puede considerarse como un modelo de ese orden homogéneo ya
huido, que Homero recrea en sus poemas y que toma pie en el dominio del aidôs, el respeto temeroso por
la opinión que las acciones propias merezcan ante los demás».
Se puede desde esta perspectiva comprender la feroz defensa de los sofistas por una moral establecida
solamente desde el orden público y no a partir de la eticidad y se puede también comprender la
preocupación de Critón en relación al des respeto de la opinión pública por parte de Sócrates, es decir, en
relación a falta de acuerdo entre la opinión de Sócrates y de la mayoría.
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los ojos de la historia lo que habría podido ser una destrucción de hecho en
una destrucción aparentemente de derecho. A saber, si la democracia ateniense
finalmente se derrumbó, fue en definitiva porque ese derrumbamiento estaba en
el orden de las cosas, no en el sentido de Heródoto cuando decía: «Todo lo que
es grande debe volverse pequeño» y recíprocamente, sino porque era un
régimen viciado en su fundamento, un régimen dominado por la multitud
ignorante, la multitud apasionada y pasional y no por el sabio o la sabiduría, el
justo o la justicia. Así, la caída de la democracia ateniense no es una tragedia
histórica; se convierte en un caso de justicia filosófica inmanente.
Por un lado, Platón llevó esto a cabo de un modo positivo, por decirlo de algún
modo: al poner en primer plano la idea de que puede y debe haber una
epistéme de la política, un saber seguro y cierto que permita orientarse en el
dominio político; que esta epistéme de la política se apoya finalmente en un
saber trascendente; y que incluso se apoya sobre la trascendencia misma 536”.
En la segunda digresión de Apología (35e-38b) podemos encontrar bien
justificado este argumento de Castoriadis. En efecto, en este pasaje de Apología
Sócrates defiende el argumento de que efectivamente, la única cosa que es exigida a una
parresía política, es decir, la actividad política de la palabra, consiste en que su
evaluación se empeñe en ver si los actos son justos o injustos. Esto es, decir la verdad,
practicar la justicia para el mayor bien de un gran número.
Este decir la verdad política, consistía en hacer que cada uno se preocupara de
ser él mismo lo mejor y lo más sensato posible. En este sentido, el planteamiento de
Sócrates se sostiene desde el punto de vista del concepto de epimeleia heautou, el
preocuparse consigo mismo y cuidarse para poder ofrecer a la ciudad aquello que hay de
mejor en nosotros. Desde punto de vista político, esto será una gran novedad, y será
desde esta base que Sócrates fundará la nueva episteme de la política. En 36b6, Sócrates
recuerda a los atenienses que él mismo es un benefactor de la ciudad, se ofrece a la
ciudad, da sus préstamos a la ciudad (su benefactoría se apoya sobre un mandato de la
536 Cf. CASTORIADIS, Cornelius, Sobre el Político en Platón. Tr. Horacio Pons. Prefacio de Pierre VidalNaquet. Presentación de Pascal Verney. Editorial Trotta, Madrid 2004, pp. 23-191 (23).
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transcendencia, justificada a partir de su ligación con el dios), porque había abandonado
las cosas que la mayoría se preocupaba en hacer para dedicarse exclusivamente a
proporcionar la felicidad a la ciudad. Desde este planteamiento, se puede, por ejemplo,
comparar la parresía política de Solón con la parresía óntica de Sócrates.
Cuando Sócrates va a actuar en la Apología en el ámbito de la parresía política,
su intento de cambio, su intento de proporcionar a la ciudad una forma de ser feliz,
implicará correr el riesgo de no ser comprendido, de no ser entendido y
consecuentemente, ser condenado a la muerte 537. He sido “condenado por no querer
deciros lo que os habría sido más agradable 538”. Este pasaje de Apología (38d2-9)
puede ser comparado con el de la Carta VII. Hay un encuentro, pero un encuentro de
oposición con la Carta VII 32d4. En la parresía de la Apología 38d2-9, Sócrates afirma
haber sido condenado no por falta de palabras, sino por haber tenido el coraje de decir la
verdad. Esto es, por haber puesto en práctica la función de la parresía. En la Carta VII
328d4, el interlocutor de Platón hace un camino inverso, “vengo a ti no porque me
faltan los hoplitas, sino el discurso verdadero”. La finalidad profunda de estos dos
movimientos es la misma, aparecer en el espacio público a través del lenguaje que
contiene la verdad para el bien de la ciudad. Es desde este punto de vista de vivir por la
verdad que Sócrates también va a rechazar la propuesta de Critón en el diálogo del
mismo nombre. El deber de la verdad y con la verdad a través de la justicia se pondrá
por encima de la propia vida en Critón y en la Apología (Apología 38e6).
537 Cf. Apología, 31e1-7. «En efecto, no hay hombre que pueda conservar la vida, si se opone
noblemente a vosotros o a cualquier otro pueblo y se trata de impedir que sucedan en la ciudad muchas
cosas injustas e ilegales; por el contrario, es necesario que el que, en realidad, lucha por la justicia, si
pretende vivir un poco de tiempo, actúe privada y no públicamente».
538 Cf. Ibíd. 38d8.
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Naturalmente el argumento de Critón parece valido si partimos del principio de
que Sócrates, no siendo un hombre político 539, en principio no tiene obligación de
pensar en la ciudad. Pero hay un problema en lo que respeta a Sócrates, en la
concepción del modelo de justicia en Platón y en Sócrates. Platón alega en Protágoras
(324e-325e) que la construcción de la justicia es cosa de todos. Es la virtud que une a
todos los hombres. Es aquello de que toda la comunidad necesita independientemente
de ser un hombre político o no. Así, desde este punto de vista, Sócrates se ve
comprometido a no huir de la ciudad, porque no se trata sólo de hacer daño a algunos
como lo piensa Critón, sino de hacer daño al corazón de la ciudad, a la razón última de
la ciudad esto es, a la justicia. Por lo tanto, a partir de ahí, lo que cuenta no es la opinión
de la mayoría, el daño que se puede hacer a la mayoría, sino el daño que se puede hacer
a lo cierto, a la justicia. Desde esta perspectiva dice Castoriadis:
Es Platón quien invierte por completo la concepción griega de la justicia como
cuestión constantemente abierta en la ciudad: ¿Quién debe dar qué u quién
debe tener qué?, lo cual plantea permanentemente el problema de la
distribución entre los ciudadanos y al mismo tiempo abre así el camino a una
interrogación. Platón, entonces, invierte esa definición y hace de la justicia lo
que podríamos llamar, y lo que por otra parte se llamó en los tiempos
modernos, una propiedad holista u holística, una propiedad de todos 540.
Así, Platón va a intentar plantear un nuevo orden político desde la liberación del
concepto de justicia y de discurso. Desde este concepto, se puede saber lo que es la
política y lo que no es para. Platón, como para Aristóteles, la política tiene como
objetivo facultar una vida virtuosa a sus ciudadanos; por eso mismo, el discurso político
539 Aquí utilizamos la afirmación de que Sócrates es un hombre no político porque él mismo lo dice en
muchas ocasiones (Apología 31c6-d y s.) que no lo hace porque su demonio se oponía a su entrada en la
política, o al desempeño del cargos políticos. Las razones para eso son variadas, según consta en las citas
que aquí indicamos (Apología 23b8-9, 32e1 s; Gorgias 511a4 s.).
540Cf. CASTORIADIS, Cornelius. O. cit. P., 24.
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tiene que ser conforme a este patrón de buena vida, que debe empezar, desde luego, por
la virtud 541 y la justicia dentro de la pólis 542. Esto implica que se debe romper con la
noción de la retórica como el arte de convencer la mayoría con o sin engaño y mirarla
desde el punto de vista de la moral, de la autoridad, del cumplimiento del deber y de la
justicia en política. En la arquitectura de la República de Platón esto significaría que
cada uno tiene que estar en su sitio, independientemente de si está a gusto o no. La
felicidad individual es subordinada a la felicidad colectiva:
¿Y ello qué es? –Preguntó Glaucón-. Que se queden allí –dije- y no accedan a
bajar de nuevo junto a aquellos prisioneros, ni a participar de sus trabajos, ni
tampoco en sus honores, sea mucho o poco lo que éstos valgan. Pero entonces
–dijo- ¿les perjudicaremos y haremos que vivan peor, siéndoles posible el vivir
mejor? Te has vuelto a olvidar [alusión a 219 a] de que a la ley no le interesa
nada que haya en la ciudad una clase que goce de particular felicidad, sino que
se esfuerza en que ello suceda a la ciudad 543.
541 Cf. Torres. cit., p. 261. «Según Aristóteles la vida más preferible es aquélla de acuerdo con la virtud y
con suficientes recursos; también está claro que la felicidad del individuo y la de la comunidad es la
misma: los que opinan que la primera consiste en la riqueza dirán que una pólis rica es asimismo feliz, los
que envidian al tirano creerán que una pólis que gobierne sobre el mayor número es la más feliz, los que
piensan que la felicidad consiste en la virtud sostendrán que la pólis virtuosa es igualmente feliz. La
felicidad, señala Aristóteles, no reside en ninguna de las dos primeras posibilidades; resta la vida de
acuerdo con la virtud».
542Cf. Ibid., cit. pp., 22-23. «La palabra pólis aparece 235 veces a lo largo de los poemas homéricos,
pero sólo en tres ocasiones significa «ciudadela», que es el significado etimológico de la palabra (cf.
Ilíada IV, 514; XXII, 144; 433-434). Habitualmente Homero la emplea en un sentido urbano para
referirse a un asentamiento en torno a una ciudadela (cf. D. R. Cole, 1976, pp. 7-142). El desplazamiento
y la extensión del sentido urbano al político es fácilmente comprensible, pues los asentamientos en torno
a las ciudadelas eran centros de poder. Aunque en Homero la pólis ya no puede tener este sentido político
(cf. Como cuando Odiseo la asocia con el término gaia y la contrasta con la palabra astu (Od. Vi, 176178), no es todavía sujeto político; existe como asentamiento urbano y como los habitantes de ese
asentamiento, pero todavía no es sujeto de acciones. Posteriormente, la pólis sí que hará muchas cosas:
legislar (cf. Aristófanes, Avispas 467), prohibir (cf. Eurípides, Fen. 1657), dar su consentimiento (cf.
Sófocles, Edipo. Col. 431-467), declarar inocente (cf. Eurípides, Heracles. 1012), asumir el riesgo de
algún peligro (cf. Eurípides, Heracl. 503-504), etc. […]. Es cierto que diferencia de lo que sucede entre
los Cíclopes, que no tienen ni Asamblea ni leyes. En otros pasajes de Homero pueden encontrarse
algunos de los rasgos que posteriormente serán propio de la pólis clásica: hay una Asamblea que se
ocupa de los asuntos públicos (cf. Ilíada I, 54-305; II, 94-934, VII, 345-379; Odisea ii, 6-257, xxv, 420463), una autoridad judicial (cf. Ilíada XVIII, 497-508;Od. vii 74, xix, 109-104), o un centro urbano con
edificios públicos. Más que pólis en sentido estricto hay una serie de valores que proporcionan cohesión
social y política»
543Cf. Ibid, p., 263; República 519d-520a.
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SECCIÓN SEGUNDA
Estas palabras de la República merecerán duras críticas por parte de
Aristóteles 544, para quien la felicidad de muchos no puede obnubilar la felicidad
individual. Pero, para Platón, dice Torres:
El asunto está claro: los filósofos gobernantes deben sacrificar su propia
felicidad en beneficio del bien de la comunidad; el conflicto entre la felicidad
del individuo y el bien de la comunidad adquiere la forma de una antinomia
que sólo se resuelve por la subordinación de la primera al segundo 545.
Platón lleva al límite la idea del bien común, le otorga una primacía que puede
implicar la anulación de las particularidades individuales. En la Apología y en el Critón,
Sócrates muestra efectivamente que no se limita a enseñar tales teorías, sino que
también las vive. En la Ap. se presenta como siendo él mismo una dadiva para la ciudad
y como alguien que acepta hacer lo que nadie quiere hacer por la ciudad. Y en el Critón
no acepta cambiar su vida por una fuga vergonzosa de la cárcel, y la razón de su rechazo
no era el orgullo humano, sino el sentido político y ético de la justicia. Naturalmente,
esta coherencia, esta armonía entre lo dicho y lo vivido, provocaba miedo en sus
adversarios
En su proceso condenatorio, el miedo de sus adversarios consistía en que él era
un hombre peligroso a nivel de la parresía, porque hablaba mejor que nadie y era capaz
de convencer a todos (Apología 17a5 ss.). Esto quiere decir que ellos mismos reconocen
que Sócrates, al hablar, no habla solamente para convencer sino para decir la verdad.
Pero la verdad de Sócrates no es la verdad que conviene a la ciudad, según ellos. En el
Fedro encontramos, por ejemplo como Fedro por vergüenza tiene que esconder su
discurso debajo de una manta, porque justamente no es algo que es digno de ser
544Cf. Política, 1264b 21-21.
545Cf. Torres. cit., 263.
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conocido; y no es digno de ver la luz porque no transmite la verdad. En contrapartida,
en el proceso condenatorio de Sócrates encontramos un Sócrates que se compromete no
solamente a hablar bien, sino sobre todo a decir solamente la verdad. Y Sócrates
esclarece que, al hablar, no solamente va a decir la verdad, sino que también, al decirla
no la mezclará con buenas palabras, bellas palabras para engañar o persuadir a las
personas (Ibíd. 17b8-c1-5).
Este posicionamiento muestra efectivamente que Platón sabía que la retórica era
la única vía a través de la cual los ciudadanos atenienses podían tener acceso a la
política. Sabía también que “nadie que no estuviera capacitado para hablar en público
podía dedicarse a la política” 546. Este condicionamiento llevaba hacia la política,
muchas veces, no a las personas con buena moral o de buenas intenciones, sino a las
personas con habilidad para hablar. Por ejemplo, Menón, a pesar de ser un crítico de los
sofistas, manifestó a Sócrates su admiración por Gorgias, porque “lo que él cree es que
hay que hacer hábiles a las personas en el hablar” 547. Por lo tanto, la tarea de Platónde plantear una ruptura con eso que ya era para los atenienses no solamente una
aspiración generalizada, sino también una necesidad para aquellos que tienen la política
como su objetivo-, no podía dejar de ser comprendida por los intelectuales de su tiempo
como una tentativa de subversión del orden político y moral vigente. Esto era grave, ya
que por vez primera, a través de Platón:
hay un intento de fundar en el derecho y la razón la jerarquía de la ciudad. A
saber, algo que se apoya en la naturaleza diferente de los individuos que
componen la ciudad 548.
546Cf. El Gorgias, introducción, p. 11, Vol., II, Gredos.
547 Cfr. El Menón, 95c2-6.
548 Cf. CASTORIADIS,. cit., 24
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El hecho de criticar abiertamente la idea de que la oratoria, por parte de
Sócrates, no podía ser tomado como el sinónimo del conocimiento del justo y del
injusto (Gorgias 471d-472b), era una manifestación clara de la tentativa de subvertir los
valores políticos adquiridos en Atenas de su tiempo. Su posicionamiento era, por lo
tanto, susceptible de sanción porque iba en contra de un orden político establecido.
Podía ser tomado como una enseñanza desestabilizadora de la pólis y, para eso,
cualquier acusación contra Sócrates podía servir, bastaba con que ella pueda ser
demostrada por la retórica convencional y no por la retórica que Sócrates quería aportar
al nuevo orden político. Es por eso que la acusación presentada por Meleto contra
Sócrates 549, a pesar de tener una apariencia ridícula, terminó logrando su condenación a
muerte.
En su declaración a los atenienses presentes en el momento del juicio, Sócrates
hace remarcar que esta acusación no era reciente y tampoco era justa por dos
motivos 550: primero, porque ya llevaban acusándole cuando la gran mayoría de la
audiencia todavía era niños o jóvenes, razón suficiente para deformar junto de estos
niños o jóvenes la verdadera idea de sus enseñanzas (Ibídem 18c3-7).
Segundo, Sócrates hace ver que en la mayoría de las veces el acusado nunca
estaba presente cuando que era acusado; y peor aún, casi nunca podía saber quién le
acusaba ni saber su nombre (Ibídem 18c-7-d1). En los dos casos, lo que se quiere
549 Cf. La Apología, 19b4-7.
550 . Esta observación de Sócrates era una crítica directa a la retórica y a la parresía negativa utilizada
por los sofistas para llegar a sus fines o para lograr sus objetivos. También se puede reconocer en esta
crítica de Sócrates las palabras de Isócrates, su crítica a la parresía de las instituciones democráticas
(Discurso sobre la paz, 13). Isócrates habla de cómo las instituciones democráticas están dominadas por
las personas sin escrúpulos, los borrachos, los mentirosos. El dominio aquí referido por Isócrates tiene
que ver con que las personalidades o individualidades políticas prefieren las opiniones de estas personas
de calle, los borrachos, los ladrones y los mentirosos justamente porque ellos no ponen en causa las
palabras y los actos de los políticos, no les cuestionan sobre sus actividades.
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mostrar es el choque entre la ética, la moral y el coste de la tentativa política de decir la
verdad. Y es también en torno a esto que se constituirá el problema socrático o el
problema ético-político de Sócrates que habíamos mencionado más arriba:
Le problème socratique, c’est bien: comment enseigner la vertu et comment
donner aux jeunes gens les qualités et les connaissances nécessaires, que ce soit
pour bien vivre, que ce soit aussi pour gouverner comme il faut la cité?551.
Elenchos
Prosochès
Epimeleia heautou –
Gnôthi seauton
Reconocimiento de
ignorancia
De acuerdo con este esquema 552, hay sobre todo que subrayar que la virtud que
Sócrates pretende enseñar no tiene nada que ver con la concepción de la virtud
551 Cf. CV. cit. p., 27. «El problema socrático es de saber cómo enseñar la virtud y cómo dar a los
jóvenes las calidades y los conocimientos necesarios, tratándose de vivir bien, o de gobernar como se
debe».
552. Este esquema ha sido desarrollado en el capítulo I (Alcibíades) de esta investigación a partir de
gnôthi seauton, epimeleia heautou, elenchos, prosechès…
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vigente 553 en el momento que él enfrenta el proceso condenatorio. La virtud en este
momento era justamente la capacidad de producir y de lgrar suceso, poco o nada
importaban los medios legales (éticos) para la obtención del suceso 554. En este campo
también Sócrates ponía en causa la forma estructural de la moral, al dejar caer o dar a
entender que carecía de un planteamiento y de una fundamentación ética. Naturalmente
lo que Sócrates buscaba en esta crítica era sobre todo la retórica y su arte de hablar y de
producir la verdad 555. También desde este enfoque, dice Foucault, Sócrates se
presentará como un “parrèsiaste” por excelencia (Foucault, 2008: 287) alguien que dice
la verdad fuera de todas las técnicas o tekhnê de las palabras. Así, la retórica desde el
punto de vista de Sócrates, no puede entrar en ninguna de los cuatro 556 grandes modos o
modelos de decir la verdad que estaba vigente en los finales del siglo V e inicio del
siglo IV en la cultura griega. La parresía socrática se enfrenta también a la retórica
sobre todo, porque ésta, al no tener una base referencial a la verdad, reduce todo a una
cuestión o situación de relativismo y transforma la verdad simplemente en una instancia
553 Cf. Scott J. Senn, Virtue as the sole intrinsic good in Plato’s early dialogues, in Oxford Studies in
ancient philosophy. Volume XXVIII, Summer 2005. Pp., 1-2. «When Socrates speaks of virtue, he is
commonly-now almost universally-interpreted as having in mind a sort of practical wisdom, or some
other power or disposition to act correctly. This assumption has led most commentators in recent decades
to conclude that for Socrates virtue is simply a highly reliable, if not necessary and sufficient,
instrumental mean to happiness. The conclusion is expressed most succinctly by Terry Penner: for
Socrates ‘the goodness of good human being is goodness at something, namely, getting happiness’. (I call
this conclusion the Traditional Interpretation). This in turn has led most commentators to conclude either
that Socrates had no particular view about what constitutes happiness or that he simply fails to express
(or to express adequately).
It is on this last point that Gregory Vlastos famously parted ways with most scholars, arguing forcefully
that for Socrates virtue has ‘supreme’ intrinsic value, being therefore the major constituent of happiness.
None de less, Vlastos evidently disagreed so little with the Traditional Interpretation that he had very
little to say about the nature of virtue».
554 Cf. El Hipias Mayor «Pero lo bello ante un tribunal, o ante el Consejo o cualquier otra magistratura
en la que se produzca el debate, convencer y retirarse llevando no estas nimiedades, sino los propios
bienes y los de los amigos. A esto hay que consagrarse, mandando a paseo todas estas insignificancias, a
fin de no parecer muy necio, al estar metido, como ahora, en tonterías y vaciedades».
555 Cf. GS. pp. 286-296.
556 Cf. CV. cit. p., 28. «Celui du prophète et du destin, celui de la sagesse et de l’être, celui de
l’enseignement et de la tekhnê, et celui de la parrêsia avec l’êthos».
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del juego de las palabras y del juego gramatical o de la constitución lingüística,
ignorando por eso mismo la parte ética y la propia constitución del individuo en cuanto
sujeto moral y ético de la pólis.
Contrariamente a la retórica, la parresía se preocupa de la cuestión de la
“véridiction”, esto es, comprobar efectivamente que lo que está dicho, que lo que ha
sido dicho, tiene consistencia de verdad, corresponde a la verdad. Esta iniciativa por
parte de la parresía, crea otro tipo de hombre, el hombre racional, el hombre que usa la
racionalidad para contrastar lo dicho, lo comunicable y lo promulgado. También aquí
Sócrates aparece como aquel que ha abierto este camino, por desafiar el oráculo de
Delfos, los dichos de Delfos sobre él y su supuesto saber 557!
Desde este punto de vista, la parresía socrática rompe con la parresía religiosa,
es decir, rompe con la instancia de la palabra mágico-religiosa que tenía como objetivo
revelar una verdad oculta y que debe ser incuestionable. Con esta ruptura también se
crea, dentro de la parresía, una especie de paradoja que tiene que ver con la libertad de
“franc-parleur”, la eleutheria y la verdad del “franc-parleur”, la parresía. Esta paradoja
se verá trágicamente no solamente reducida, sino también rechazada en algún sector de
la patrística, como ya ha sido referido. Algunos autores verán en la parresía una
impostura y vanidad y llegaran a decir que no puede haber nada peor que la parresía.
Sin embargo, hay que señalar que dentro (y fuera) del propio cristianismo hubo varios
tipos de parresía, es decir, que la parresía ha tenido su evolución.
557 Aquí al decir que Sócrates aparece como aquel que ha abierto este camino, no ignoramos la presencia
y la existencia de la problemática en los pensadores anteriores o contemporáneos a él. Lo que queremos
decir es efectivamente que Sócrates ha hecho una nueva formulación para poder tratar con las
divinidades. No ha seguido por ejemplos los planteamientos de Trasímaco para quien a la divinidad no le
interesa los asuntos humanos, sino no habría descuidado de un asunto tan importante para el hombre, la
cuestión de la justicia. No ha seguido a Parménides, Eurípides, Protágoras, Antifón para quienes, la
divinidad no existe y cuando da impresión de existir es siempre aleatoria en sus decisiones. La
formulación socrática será de otra naturaleza completamente distinta
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Se puede naturalmente preguntar, dice Foucault, en la modernidad, en nuestros
días, en la actualidad ¿qué queda de la parresía? O si todavía ¿hay parresía?558
Naturalmente, la parresía en cuanto parresía ha dejado de existir en la modernidad.
Nadie se plantea hacer un acto “parresiástico”. Podemos encontrar de una forma difusa
la presencia de la parresía en las modalidades educativa, profética, filosófica y política
pero su existencia en estas instancias en la contemporaneidad se limita simplemente a
una ocurrencia accidental y no como algo buscado o procurado deliberadamente, dice
Foucault 559. La modernidad, a pesar de su intento de distanciarse de la retórica, de la
concepción de la retórica tradicional debido al prejuicio que recae sobre ella 560, sin
embargo, el fin del uso de su lenguaje se aproxima más a esta retórica tradicional al
centrarse, sobre todo, en publicitar su objetivo y no en incidir sobre su eticidad.
Nosotros aquí en esta nuestra lectura parresiástica de Platón a partir de Foucault,
vamos centrarnos sobre todo en analizar, exponer y explicar las tesis siguientes: el lugar
de la parresía política, lingüística, filosófica, religiosa y pedagógica. El objetivo será,
por lo tanto, ver cómo a partir de la parresía era posible constituir o formar un sujeto
558 Cf. Ibid. cit. p., 29.
559 Cf. Ibid. cit. «Et l’époque moderne, me direz-vous? Je n’en sais trop rien. Ce serait sans doute à
analyser. On pourrait peut-être se dire - mais ce sont des hypothèses, pas même des hypothèses : des
propos presque incohérents – que vous retrouverez bien la modalité du dire-vrai prophétique dans un
certain nombre de discours politiques, de discours révolutionnaires. Dans la société moderne, le discours
révolutionnaire, comme tout discours prophétique, parle au nom de quelqu’un d’autre, parle pour dire un
avenir, avenir qui a déjà, jusqu’à un certain point, la forme du destin. Quant à la modalité ontologique du
dire-vrai qui dit l’être des choses, elle se retrouverait sans doute dans une certaine modalité de discours
philosophique. La modalité technicienne du dire-vrai s’organise beaucoup plus autour de la science que
de l’enseignement, ou en tout cas autour d’un complexe constitué par les institutions de science et de
recherche et les institutions d’enseignement. Et la modalité parrhésiastique, je crois que justement elle a,
comme telle, disparu et on ne la retrouve plus que greffée et prenant appui sur l’une de ces trois
modalités».
560 Cf. Pujante, David. El hijo de la persuasión. Quintiliano y el estatuto retórico. Ier, Logroño ,1999. p.,
22. «Podemos decir, resumiendo, que lo que llega a nuestros días de esta historia que arrastra a lo largo
de siglos de cultura occidental es el general prejuicio según el cual la retórica, la disciplina por
excelencia de los sofistas, no es más que un conjunto de recursos literarios puestos al servicio de un
discurso de persuasión, cuyo objetivo es conseguir el éxito por encima de cualquier valor de carácter
intelectual o moral. Si esto es así, sin duda en nuestra actualidad contamos con un discurso que cumple
ese perfil, el de la publicidad».
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autónomo que se cuidada de sí, e indagar también sobre la relación de complicidad entre
la verdad y este sujeto autónomo capaz de cuidar de sí mismo. Desde este punto de
vista, nos parece que la ruptura con el lenguaje del saber oficial y de la moral va a ser
indispensable para empezar a construir la parresía dentro de la pólis y,
consecuentemente, dentro de cada uno mismo en el interior de los habitantes de la pólis.
Hay que cuestionar el épos oficial, el prototipo del decir excelente y con ello, también
abrir la posibilidad para que cada uno cuestione no sólo su proprio épos, sino también el
modelo paradigmático del épos que desea seguir.
En el apartado que acabamos de analizar hemos visto como la pólis se constituye
inicialmente con una polémica moral muy fuerte. La parresía aparece como una
alternativa para limitar los daños morales y políticos de las personas influyentes. En esta
línea de pensamiento, para Eurípides, los nobles serán obligados a practicar la parresía
en su vida cotidiana. En Platón, la parresía servirá sobre todo como instrumento
político y ético para liberar el concepto de la justicia, de la moral, y de la ética, pero
sobre todo, para crear el nuevo concepto del hombre político y ético de la ciudad. Este
nuevo planteamiento va a chocar con el antiguo épos y va a hacer que la vida del
parresiásta sea cada vez menos una vida vivible en la ciudad. El decir parresiástico no
acepta vivir en el contexto de la verdad aletheia, la verdad revelada; el decir
parresiástico es un decir humano y usa el lenguaje humano, para interpelar el humano
decir.
3.
ΈΠΟΣ “EL DECIR DEL MAESTRO EN DECIR, EL DECIR EXCELENTE”.
La presencia de Sócrates en el espacio cultural ateniense no podía dejar de ser un
momento trágico para él y para la propia cultura ateniense, o mejor, para los
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representantes de los espacios culturales atenienses. Al presentarse como alguien que
pretende revisar la excelencia de los maestros en decir561, revisar el decir excelente de
estos maestros, no hace otra cosa que proponer y comprar guerra ya no solamente contra
estos maestros sino también contra la cultura y la tradición. Su posición parece logo de
entrada, una posición tendente a desautorización de la verdad a estos maestros y sus
enseñanzas. Y, peor sin embargo, en este caso, es que el propio Sócrates no parece
ofrecer alternativa. Critica, pero en cambio no propone nada, o por lo menos no propone
algo que a los ojos de atenienses sea factible, sea exequible, y eso hará con que reciba
duras críticas, por ej, de sus contemporáneos, particularmente, de los intelectuales y
políticos, como hemos visto en Alcibíades cuando hemos abordado la cuestión de las
aporías y de Sócrates como atopos. Aquí interesa sobre todo ver en qué medida Sócrates
abre o protagoniza una ruptura con los maestros en decir, el decir excelente, o los
maestros de la verdad en el espacio cultural ateniense. Sócrates muestra una
preocupación ante el engaño de uno mismo en su decir, y con eso también abre una
ruptura:
A partir de 427e comienza el diálogo con Crátilo: «… creo que hay que volver
a analizar mis palabras, pues lo más odioso es dejarse engañar por uno
mismo», afirma Sócrates a modo de preámbulo, dando así a entender la
necesidad de matizar las conclusiones obtenidas de la discusión con
Hermógenes. Sócrates parte en este momento de la posibilidad de hablar
561 Salvador Mas Torres muestra justamente en el Crátilo como Sócrates ha comprado la guerra con los
maestros del decir. Su posición desafiadora hace recordar algunas de las teorías de justicia defendidas por
Trasímaco, Glaucon y Adiamanto en la República (la justicia como convención y como la ley del más
fuerte). Aquí en el Crátilo la cuestión del lenguaje como espacio de perfección coloca un problema para
Sócrates y suscita su rechazo de cara a la postura de Hermógenes y de Crátilo, que ven en el lenguaje una
exactitud (384a) que está ligada a la cuestión de la convención y del ordenamiento del nomoteta.
«En su refutación de Hermógenes, Sócrates reduce al absurdo la teoría convencionalista: en el límite la
convención tendría que ser individual, pues cada sujeto particular podría establecer la suya propia.
Platón reconduce el convencionalismo extremo, mostrando así que el mismo concepto de lenguaje exige
que las palabras no puedan modificarse arbitrariamente (por convención)». Frente al convencionalista,
Sócrates parte de que «las cosas poseen un ser propio consistente (…) que son en sí y con relación a su
propio ser conforme a su naturaleza (386e)». Cf. Mas Torres Salvador, Historia de la filosofía antigua.
Grecia y el helenismo, Uned Cuadernos, 6a reimpresión, Madrid 2009. pp., 51-52. .
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SECCIÓN SEGUNDA
falsamente: frente a lo que piensa Crátilo, puede que haya nombres
incorrectamente puestos. Para el radical naturalista Crátilo emplear un
nombre inadecuado no es hablar falsamente, es emitir un ruido sin sentido: ni
tan siquiera habría lenguaje 562.
Hay que señalar que el propio decir de los maestros en decir, el decir excelente,
constituye en sí mismo una forma, un marco de ruptura. La ruptura con un mundo
cultural anterior, el mundo micénico, la ruptura y la superación de la “edad obscura” del
pensamiento, ej. círculos, pinturas sobre vasos, arcos… 563. El decir excelente se
presenta en este sentido, como una nueva forma de decir, como un marco en donde se
puede decir mejor lo que hay para decir y en el interior de este decir excelente se crea
un canon de las formas “alèthurgiques” de decir verdad, de formar verdad. En este
sentido el épos564, figura como la forma más elevada de aquellos que dicen lo cierto,
de aquellos que dicen el excelente decir, con quienes Platón –Sócrates, trabará un duro
combate con la intención de desmitificar la incontestabilidad de la excelencia de su
decir.
El control total del nuevo decir sobre el espacio público, el decir que ha
suplantado el espacio micénico, nunca había sido verdaderamente cuestionado antes de
la llegada de Sócrates. Cada épos de los maestros era incontestablemente una verdad
562 Cf. Mas Torres, Historia de la filosofía antigua, cit., p., 53.
563 Cf. Marzoa, Martínez, Felipe. Historia de la Filosofía Antigua. Akal. Madrid 200102ª. p., 54.
564 Cf. Ibid. p., 12. «[…] épos, sin perder su capacidad de significar en general el decir, pasa a ser la
palabra con la que se designa un decir caracterizado por una determinada combinación de sílabas
largas y breves, pausas y continuidades, etc., el hexámetro dactílico, así como por algunas otras marcas y
notas; decimos que ello es una apariencia de especialización, porque el que a eso se le llame en sentido
estricto el épos sugiere que no se lo considera como meramente una clase entre otras dentro del decir;
más bien se trata de algo así como el decir excelente, el decir del maestro en decir, el decir de quien
mejor dice; de hecho se trata de Homero, y, como bien puede verse, en este contexto no es defecto, sino
todo lo contrario, el que la cuestión de la “persona” del poeta se nos escape por completo; de lo que se
trata es de aquello que a ojos del hablante mismo que así emplea las palabras aparece como el punto de
partida y substrato esencial de todo el decir no trivial, de todo aquel decir en el que el carácter del decir
es relevante, decir que, además del épos en sentido estricto, abarcará también la elegía, el yambo, la
melodía, el canto coral, la tragedia […]».
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SECCIÓN SEGUNDA
incuestionable, un decir de quien sabe, un decir de quien domina lo que dice. Un decir
de quien no dice lo trivial, y ahí estaba, a la vez, lo grave de este decir y la constitución
o la transformación en monumento de la verdad de aquel que decía, aquel que
pronunciaba el épos, la palabra que no es trivial565, lo decir que se aparta de la
trivialidad, y por lo tanto, la intocabilidad de los que no tienen opiniones triviales y que
no dicen cosas triviales.
Pero hay algo más: cuando Homero dice un zapato (o una copa o el viento del
Este o la leche llenando los cántaros), en este decir suena todo eso que en el
tranquilo caminar meramente queda atrás como sustentante; suenan el cielo y
la tierra, los dioses y los hombres; y entonces estamos ante el decir del maestro
en decir, ante el decir relevante y excelente. […]. Seguimos estando en algo que
nada tiene que ver con formular enunciado acerca del zapato; lo que sí ocurre
es que se emplean palabras, no de cualquier manera, sino-como ya hemos
sugerido- con un metro, tañendo la lira, etc.; ello comporta, desde luego la
posibilidad, incluso la necesidad, de que también se empleen palabras sólo
empleándolas, sin que propiamente suene nada, lo cual ya no es Homero, sino
el hablante cotidiano566.
Por lo tanto, lo grave aquí no es el decir en sí, sino la omnisciencia de aquel que
dice: «en este decir suena todo eso que en el tranquilo caminar meramente queda atrás
como sustentante; suenan el cielo y la tierra, los dioses y los hombres; y entonces
estamos ante el decir del maestro en decir, ante el decir relevante y excelente». En la
República X hablando del artista, Sócrates le comparará a este tipo de hombre que es
capaz de hacer todo, capaz de crearse a sí mismo, e incluso capaz de crear a Dios y aquí
estaríamos ya no en el marco del decir excelente, sino del decir sin límite y del decir que
rechaza todo tipo de criterios que intenta hacer un abordaje a la luz de la epistemología
565 Aquí es interesante justamente ver el comentario que Mas Torres (historia de la filosofía antigua, 54)
hace sobre la polémica entre Platón y Dionisio el tirano de Siracusa en la Carta VII 341c-d.
566 Cf. Ibid. p., 15.
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y de la veridificación567. El decir sin límites y sin criterios ya no es solamente un anti
épos, sino que se constituye también en un instrumento que fuerza el épos, que viola el
épos y será justamente en este forzar el épos que nascerán otros tipos de decir, tal como
la historia568 en donde el que dice la historia es el único autorizado a decir que ha
hecho la verificación de lo dicho y por lo tanto, puede decir el juego de lo verificado.
Así, seguimos sin seguimos sin posibilidad de contrastar con la verdad. La
verdad la tiene uno, el que conoce. Este conocer la verdad o la adquisición de la verdad
será completamente diferente del que encontraremos en Sócrates en su diálogo con
Critón. Como veremos en su momento, el conflicto entre Sócrates y la sofística residía
justamente, entre otras cosas, en la concepción de aquello que es verdad, aquello que es
cognoscible y enseñable. Como ya hemos señalado, el hecho de que la sofística no
produce la trivialidad constituye por sí mismo un hecho que proporciona su
intocabilidad, porque la ruptura le hace él, la verdad la dice él, y es también a su cargo
que está la responsabilidad de velar para que los espacios públicos no sean
contaminados con lo trivial. Él es, por lo tanto, el que salva la cultura de lo trivial, él es:
“[…]: el maestro en decir, al que por abreviar estamos llamando “el poeta”, es
el que dice las cosas haciendo sonar lo inquietante, lo desarraigante que
constituye el ser de cada cosa; por ello el poeta sólo dice rompiendo en cada
momento con la trivialidad en la que el decir siempre ya y siempre de nuevo ha
caído, y por eso nunca deja los contenidos tal como trivialmente los encuentra;
el que todo esté lleno de dioses ha caído siempre ya en la trivialidad de la
yuxtaposición de este dios y aquel dios y aquel otro dios, en la cual,
567 Usamos aquí esta expresión en el sentido foucaultiano, es decir, con el sentido de fiscalizar algo
dicho, algo contado, en el sentido de verificar algo que es asumido como verdadero. Nos parece que la
expresión no existe ni en francés ni en castellano de modo que la usaremos como un extranjerismo.
568 Cf. Ibid. p., 16. « […], en jónico historíe, y hoy los estudiosos de la literatura suelen decir “prosa
jónica”. La historia es la actividad o actitud del (h) ístor, y éste el que “ve” y/o “ha visto”, el que
“sabe”, percibe, inquiere y averigua».
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precisamente porque es trivialidad, se ha perdido lo divino mismo; hace falta
siempre de nuevo que alguien diga cada cosa de la manera no trivial 569.
El poeta es, por lo tanto, este alguien que dice lo nuevo, lo nuevo que ya no
solamente escapa a la trivialidad, sino que corrige e impide la existencia del espacio
trivial. Sin embargo, este «nuevo» que escapa el espacio trivial, este «nuevo» que
combate la trivialidad y el decir incorrecto, no deja de ser un nuevo extraño. ¿Extraño
por qué? Pues, extraño por su distancia con la Alétheia 570. Alétheia es la ruptura con lo
que permanece oculto, la ruptura con lo que todavía está para revelar, en cierta forma,
Alétheia rechaza lo que quiere continuar en el estado del devenir y de la eternidad del
obscuro. Desde esta perspectiva, la Alétheia es una instancia de la parresía, en cuanto
revelación que duele, como revelación que desenmarcara lo oscuro, lo incierto y lo
inapropiado. Pero este incierto e lo inapropiado no son tenidos en cuenta en el ámbito
poético, porque eso implicaría una puesta en marcha de la cuestión de los criterios, y
rompería con el esquema epistemológico de la sofística y, por consiguiente, de la
autoridad de la sofística. La puesta en marcha de los criterios rompería también con la
idea de una pólis defendida por los poetas y los sofistas. La pólis en cuanto construcción
del espacio, del lugar, y particularmente del lugar que no es obvio 571, pero que, sin
“embargo, tiene que ser organizado” y sostenido, tiene que ser el espacio del hombre.
569Cf. Ibid. p., 33.
570Aquí usamos una concepción de Alétheia diferente de aquella usada en el espacio de la palabra
mágico-religiosa en donde lo anunciado abre siempre posibilidad para varias interpretaciones, sin
responsabilizar el que anuncia, o al comando del anuncio.
571 Justamente en Marcel Detienne, Alétheia en cuanto verdad revelada nunca es obvia. Su anuncio nuca
puede ser tomado o considerado como algo seguro de acontecer. En este contexto el que anuncia nunca es
culpable si lo que anuncia no acontece, no se realiza. Le cabe siempre dar la última explicación como que
no habéis entendido lo que he dicho, lo que he comunicado.
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Ahora bien, el concepto de hombre para el griego, tal como nos alerta J.
Ferguson572, solamente se puede decir tratándose de su relación con la sociedad;
significa, Hombre en la Sociedad. Desde esta perspectiva, la lucha de Sócrates con los
sofistas tendrá, al mismo tiempo, dos finalidades: salvar al hombre y salvar la sociedad.
Como hemos dicho en la introducción, la sociedad ateniense estaba dominada por la
palabra, por el uso de la palabra. Pero sabemos que para Sócrates no es necesario hablar
si en mi habla no tengo intención de decir la verdad. Será una dificultad para Sócrates.
¿Por qué? Pues porque la sociedad ateniense no estaba configurada para que en su habla
la verdad fuese el primer y último objetivo, una vez que cualquier tipo de habla
implicaba el riesgo que uno corre. Y, por lo tanto, para disminuir el riesgo, el habla ha
dejado de tener la verdad en su centro; lo importante es la victoria que uno consigue con
su habla, no importa el precio de la victoria, lo importante es lo que se gana con hecho
de hablar. En su momento hemos visto, con Vernant y Detienne, como la práctica del
discurso no estaba disociada de la práctica del poder o por lo menos, de la adquisición
del poder. Foucault, en la misma Línea, nos dice lo mismo:
Parler, c’est exercer un pouvoir, parler, c’est risquer son pouvoir, parler, c’est
risquer de réussir ou de tout perdre. Et là il y a encore quelque chose de très
intéressant, que le socratisme et le platonisme ont complètement écarté : le
parler, le logos, enfin, à partir de Socrate, n’est plus l’exercice d’un pouvoir ;
c’est un logos qui n’est qu’un exercice de mémoire. Ce passage du pouvoir à la
mémoire est quelque chose de très important 573.
El poder de la palabra estará condicionado ahora a la práctica de la memoria, en
el sentido euripidiano, a la práctica de la vivencia de lo dicho. El orador ya no puede
572 Cf. J. Fergunson. Plato’s Republic Book X, p., 29.
573 Cf. DE, I, Nº 139. La vérité et les formes juridiques, p., 1500. «Hablar, es ejercer un poder, hablar, es
arriesgar su poder, hablar, es arriesgarse a ganarlo todo o a perderlo todo. Y aquí hay también algo muy
interesante, que el socratismo y el platonismo han puesto completamente de lado: el hablar, el logos, en
fin, a partir de Sócrates ya no figura como un ejercicio del poder; es un logos que actúa apenas como un
ejercicio de memoria. Este paso de poder para memoria es algo muy interesante».
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decir, “yo he dicho caballo pero como el caballo no puede pasar por mi boca, entonces
no es posible que yo haya dicho caballo”. Hasta hora el sofista no se preocupaba con las
contradicciones de sus discursos. Pero la perdida de la retórica, la perdida de la poesía, y
la pérdida del logos como ejercicio del poder, van a hacer cambiar las cosas. El cambio
por sí sólo es un peligro, porque va traer otros modelos que no sean solamente la
retórica, la poesía o el ejercicio del poder. Por ello, dice Sócrates, hay que reflexionar
sobre el logos, hay que dejar de lado los otros estudios e investigar y aplicarse a este 574.
En el Alcibíades vimos qué quiere decir aplicarse en el sentido socráticoplatónico. De momento, hay que subrayar que en esta lucha contra la educación
sofística, la educación homérica va a hacer que en la República Sócrates formule, en el
libro VII, una importante reorientación del sistema educativo, algo que había ya
empezado en el libro III. Y, como subraya E.A.Havelock 575, la República de Platón es
un importante ataque al sistema de educación en la Grecia arcaica, por lo tanto, un
ataque dirigido al épos de los excelentes, el épos de los poetas y sofistas. La nueva
teoría platónica va a instaurar una desunión entre lo bello y lo verdadero. Lo bello deja
de ser necesariamente verdadero si no se compone de la verdad en el sentido práctico,
esto es, si no incorpora lo bueno. Con ello también, se pone en causa una de las
calidades del épos, que es producir lo bello, decir lo bello y plantear lo bello.
En la República, pero también en el Fedro, este debate será de gran importancia.
Las dos obras intentarán poner límites a lo bello de la poesía, a lo bello de lo bien
hablado, de lo bien dicho, de lo bien representado y escrito. Sin embargo como lo
574 Cf. La Rep.618b-c.
575 Cf. Preface to Plato, cap. I, p., 13.
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subraya Heidegger, hay que saber qué es lo bello en estas obras, qué es lo que llamamos
bello en esta obras.
Para comprender correctamente lo que aquí se dice acerca de lo bello es
decisivo saber en qué contexto y en qué ámbito se llega a hablar de él. Para
determinarlo en primer lugar de modo negativo: no se trata de lo bello ni en el
contexto de la pregunta por el arte ni en el contexto explícito de la pregunta por
la verdad, sino en el ámbito de la pregunta originaria por la relación del
hombre al ente en cuanto tal. Pero precisamente porque se reflexiona sobre lo
bello en ese ámbito cuestionante, sale a la luz su conexión con la verdad y con
el arte 576.
El épos que produce lo bello es ahora examinado a partir del ámbito de su
relación con el hombre 577. Su estética debe también tener algo que decir al hombre y
algo que decir al ente en cuanto tal, en cuanto ente. Este planteamiento, como ya ha sido
subrayado, es un planteamiento que impone criterios, que impone la pregunta sobre el
ser, no ya desde el puno de vista naturalista, o de la physis sino de la ética y de la
ontología. Hay que preguntar por la cuestión que interroga por el ser, dirá Heidegger. Y
es a eso a lo que se enfrenta la sofística a partir del planteamiento del nuevo épos. En lo
bello hay que poder mirar al hombre, hay que encontrar al hombre. Hemos visto eso en
el Alcibíades a través de la analogía de la mirada, del alma y del espejo, la similitud con
dios, el parecerse con dios a partir de lo bello, de lo bien vivido, bien cuidado. En otras
palabras, a través del cuidado de sí. Es este cuidado de sí lo que permite, por ejemplo, a
Sócrates en el Fedro decir esto:
Toda alma humana, surgiendo desde sí, ya ha avistado el ente en su ser, o (de
otro modo) no habría llegado nunca a esta forma de vida 578.
576 Cf. Heidegger. Nietzsche I. cit., p., 183.
577 Cf. El Fedro, 249e.
578 Cf. El Fedro, 249e; Heidegger, Nietzsche I, p., 183.
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Pero, ¿qué es el ente en su ser?, y ¿de qué forma de vida se está hablando? Pues
bien, el ente en sí es lo que encontramos, por ejemplo en el Teeteto, el homoiôsis tô
theô¡y la forma de vida es aquella del cuidado de sí, aquella de decir la verdad y vivir
por la la verdad. La forma, o el principio de confrontar a sí mismo con la realidad, con
lo vivido. La forma de la vergüenza cuando no estamos en lo cierto. Esto le hemos visto
en el Fedro, cuando decide esconder el discurso de Lisis, y lo hemos visto en su
momento en el Alcibíades, cuando asume que había estado mucho tiempo en la
ignorancia y por eso le pide a Sócrates, o mejor, pregunta a Sócrates lo que debe hacer
para convertirse en un hombre mejor para sí mismo y para la ciudad.
En el nuevo épos que es propuesto en el Fedro, y de modo general en toda la
doctrina platónica, se pregunta que es el hombre, y en función de eso, en función de la
respuesta, se descubre que sólo puede ser hombre al que aspira a la similitud con dios, a
la búsqueda de la perfección, a la búsqueda de lo mejor, no en el sentido antiguo (de
aquel que es capaz de aparecerse y de convencer), el sentido sofístico, sino en el sentido
nuevo, el sentido platónico (de aquel que es capaz de cuidar de sí y conocer a sí mismo).
Para que el hombre pueda ser este hombre que está aquí que vive y vive
corporalmente, tiene que haber ya avistado el ser. ¿Por qué? ¿Qué es entonces
el hombre? Esto no se dice expresamente, sino se lo supone de modo implícito:
el hombre es aquel ser que se comporta respecto del ente en cuanto tal. Pero no
podría serlo, es decir, el ente o podría mostrárselo como ente, si no tuviera ya
siempre previamente el ser en la mirada por medio de la «teoría». El «alma»
del hombre tiene que haber contemplado el ser, pues el ser no es captable por
los «sentidos» 579.
Desde el punto de vista socrático-platónico, solamente es posible la
contemplación del ser por el alma del hombre si ella está en la verdad, si está en lo
579 Cf. Nietzsche I. cit., pp., 183-184.
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cierto. Por eso, solamente el decir desde lo cierto puede permitir esta conexión. A partir
de ahí se puede aducir que el decir excelente socrático es un decir pedagógico, un decir
que libera un decir pedagógico en el verdadero sentido. Al centrarse en el hombre,
permite que él establezca una conexión consigo mismo, una conexión con su ser y con
su entorno.
“[…]. Si no supiéramos qué significa mismidad y oposición, no podríamos
nunca relacionarnos con nosotros mismos como siendo lo mismo en cada caso,
no estaríamos nunca con nosotros mismos y no seriamos nunca nosotros
mismos. Si no supiéramos qué significan orden y ley, qué significan ajuste y
estructura, no seriamos capaces de ajustar ni construir nada, de erigir nada ni
mantenerlo en la existencia. Esta forma de vida llamada hombre sería
simplemente imposible si en él no reinara ya, desde el fondo y más allá de todo,
la mirada dirigida al ser 580”.
El nuevo épos no enseña solamente a mirar el cuerpo, a mirar lo visible; enseña
a mirar lo más interior, lo más interior que solamente puede ser contactado a partir de la
dificultad y a partir de los ejercicios. Por eso, dice Heidegger citando el Fedro,
solamente muy pocas personas consiguen tener una mirada completa, la mayoría se
queda a la mitad.
Puesto que la mirada dirigida al ser está desterrada al cuerpo, el ser no puede
contemplarse nunca puramente en su esplendor inalterado sino sólo en ocasión
de que salga al encuentro tal o cual ente. Por ello puede decirse en general de
la mirada al ser del alma huma, (…), «apenas y sólo con dificultad contempla
el ente (en cuanto tal) (248a)». Esto hace que para la mayoría sea tan penoso
saber acerca del ser 581.
Encontramos justamente en la definición del hombre de Protágoras esta
dificultad para saber acerca del ser, para conocer el ser. La dificultad que tiene sobre
580 Cf. Ibid. p., 184.
581 Cf. Ibid., p., 184; cf. El Fedro, 248a.
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todo con la ausencia de criterio. Recordar aquí de paso la definición que Protágoras da a
su idea del hombre, el hombre medida:
De todas las [i.e: de todo aquello con lo que tratamos] medidas es el hombre;
de lo ente [es medida el hombre] en cuanto a que ello es a que es tal como es,
de lo no ente [es media el hombre] en cuanto a que ello no es 582.
Aquí estamos ante un ejemplo típico de un decir excelente, pero una excelencia
sin criterio. La definición quiere decir algo más o menos así, dice Felipe Martínez
Marzoa:
que, tal como las cosas aparecen para mí, así son para mí y, tal como aparecen
para ti, así son para ti; el formularlo de esta manera comporta que por
“aparecer” estamos entendiendo una presencia que se define como tal
polémicamente en contra de cualquier establecimiento de criterios […] 583.
Esta definición polémica tiene que ver con los fundamentos de la sofística, que
consisten justamente en ocultar lo cierto y, en cierto modo, marginalizar y omitir los
criterios que ayudan a descubrir lo cierto, es decir, los criterios que ayudan a
desenmascarar la trama del engaño sofístico. Aquí, en esta definición del hombre de
Protágoras, vemos como la expresión «aparecer» tiene como finalidad impedir la
firmeza en términos epistémicos de la cuestión del contenido. Se dice implícitamente lo
que no se sabe, pero no se lo asume explícitamente y, con eso, también se construye una
582 Cf (B1); Marzoa, Historia de la filosofía antigua. cit., p., 78.
583 Cf. Ibid., p., 78.
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teoría del saber sobre lo que se dice saber sabiendo justamente que se desconoce lo que
se afirma saber 584.
La posición del sofista es, pues, la de interpretar la cuestión global como, de
todos modos, cuestión del ente, no aceptar la distancia de la cuestión de en qué
consiste ser, consiguientemente, como hemos visto, rechazar la posibilidad de
criterios y, por lo tanto, asumir la ausencia de decisión firme incluso en lo que
ser refiere a lo ente, o, si se prefiere decirlo así, quedarse incluso sin lo ente, en
el sentido de que no hay nada de lo que podamos decir que ello precisamente
es 585.
Esta cita nos ilustra bien el grado del relativismo sofístico, pero un relativismo
que tampoco es consistente porque se afirma en función de los intereses del hablante y
en función de su capacidad de influencia. Estos intereses hacen que el ser, lo esencial en
el discurso, sea silenciado, olvidado y ocultado. Como consecuencia este silencio y este
olvido hace que la mayoría de los hombres caen en la rutina cotidiana de quedar a
medias! En este quedarse a medias, muchos se encuentran a gusto en este medio camino
porque, justamente, se sienten justificados. Esto será el extrañamiento de Isócrates, que
no comprendía cómo era posible que los atenienses eligiesen tan mal a sus responsables,
sus representantes políticos, a personas sin fondo ético ni perspectivas políticas viables
para la ciudad. Según Sócrates en el Fedro y según Heidegger, todo eso tendrá que ver
con el hecho de que el ocultamiento del ser conlleva al ataque del olvido. El ser que se
584 Cf. Nietzsche, El pensamiento trágico de los griegos. p., 133. «Pero establecer la mesura como
exigencia sólo es posible allí donde la medida, el límite, resultan reconocibles. Para mantenerse dentro
de unos límites hay que conocerlos. De ahí la recomendación apolínea: γώθι σεαυτόν (conócete a ti
mismo). Pero el único espejo en el que los apolíneos griegos podían verse, es decir, conocerse, era el
mundo de las divinidades olímpicas. Pero aquí reconocía su propio ser envuelto de esa bella apariencia
del sueño. La mesura, en cuyo juego se movía el nuevo mundo de las divinidades (frente al de los
derribados titanes) era la medida de la belleza. El límite en el que el griego se tenía que mantener era el
de la bella apariencia. El fin más íntimo de una cultura vuelta hacia la apariencia y la medida sólo puede
serlo el encubrimiento de la verdad. Al incasable investigador en su servicio se le recordaba igual que al
poderoso Titán la advertencia μηδέν άγαν (nada de exceso). En Prometeo se le muestra a lo griego un
ejemplo de cuán funestamente actúa una excesiva pretensión hacia el conocimiento humano, tanto para
el que lo pretende como para el que lo recibe».
585 Cf. Ibid., p., 79.
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oculta en el lenguaje no-lenguaje, en la palabra no-palabra, es atacado en eso mismo por
el olvido. Estas no-palabras y no-lenguajes hacen que uno se olvide de ser
verdaderamente lo que debe de ser.
Ahora bien, cuanto más cae la mayor parte de los hombres en la vida cotidiana
en la apariencia del caso y en las opiniones corrientes acerca del ente,
sintiéndose bien en ello y encontrándose así justificados, tanto, «se oculta»
para ellos el ser (…). La consecuencia que tiene entre los hombres este
ocultamiento del ser es que resultan atacados por, ese ocultamiento del ser que
genera el parecer de no hay algo así como ser. (…). La mayoría se hunde en el
olvido del ser a pesar de que, o más bien porque, siempre se mueven entre lo
que les sale al encuentro inmediatamente. Porque esto no es lo que es sino
solamente aquello «de lo que ahora decimos que es» (249c). Lo que aquí y
ahora, de este u otro modo nos afecta y requiere en cada caso como algo
particular sólo es, en la medida en que se puede decir que es, algo que se
asemeja al ser. Sólo es un parecer ser. Pero que quienes permanecen
abandonados al olvido del ser no saben ni siquiera que este parecer es un
parecer 586.
Esto es, en efecto, lo que Sócrates intenta a menudo demostrar de la sofística.
Mostrar que sus formas de decir se alejan de la realidad del ser porque se presentan
incompatibles con la verdadera naturaleza del ser. En este aspecto, el trabajo de
Sócrates resulta muy difícil porque la sofística ni siquiera sabe cuál es la verdadera
naturaleza del ser, pues tal como lo hemos visto en esta cita de Heidegger, e incluso en
el propio diálogo el Fedro, la mayor parte de los hombre, se quedan a medio camino, y
lo que les impide llegar a conocer la naturaleza del ser que anuncian o dicen conocer. El
ser se queda por eso para ellos en un terreno relativista. El ser es para ti lo que parece
ser y es para mí lo que parece ser 587. El ser ya no es lo que es o lo que debe de ser.
586 Cf. Nietzsche I. cit., pp., 184-185.
587 Cf. El pensamiento trágico de los griegos. p., 136. «En el actor reconocemos de nuevo al hombre
dionisíaco, al poeta instintivo que danza y canta, pero en cuanto representado como hombre dionisíaco.
Trata de aproximarse a ese modelo en el estremecimiento de los sublime, o en la conmoción de la risa. Va
más allá de la belleza, pero no busca realmente la verdad, sino más bien hacia la verosimilitud. (El
símbolo, como signo de la verdad)».
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Desde esta perspectiva, el lenguaje que enseña, el verdadero lenguaje que libera, el decir
excelente, es un decir obnubilado, un decir disléxico.
La gente dice y produce lo que no está en lo dicho, lo que no está en el origen
verdadero del decir. De este modo, el épos que ha superado el estado micénico de lo
dicho, pintoresco, de lo dicho del dibujo, para tornarse en referencia se transforma en
una regresión del decir verdadero, y se queda sobre todo en el parecer, se queda en la
representación del dibujo.
El quedarse en el dibujo, en la representatividad, tiene que ver, dice el Sócrates
del Fedro (250a5), con el hecho de que queda verdaderamente poca gente con la
capacidad de pensar.
Pocas hay, pues, que tengan suficiente memoria. Pero estas, cuando ven algo
semejante a las de allí, se quedan como traspuestas, sin poder ser dueñas de sí
mismas, y sin saber qué es lo que les está pasando, al no percibirlo con
propiedad. De la justicia, pues, y de la sensatez y de cuánto hay de valioso para
las almas no queda resplandor alguno en las imitaciones aquí abajo, y sólo con
esfuerzo y a través de órganos poco claros les es dado a unos pocos,
apoyándose en las imágenes, intuir el género de lo representado588.
En su momento, hemos visto que esta capacidad de captar lo esencial en cada
momento implica trabajo y exige una práctica y que este trabajo, este ejercicio (su
dureza) hace que apenas poca gente se disponga a ir hasta final del camino. Heidegger,
por ejemplo a este respecto habla, de una cierta condición peculiar (185) especial, es
decir que es necesario tener condición especial para enfrentar el reto de ir hasta final del
camino. Condiciones que por lo tanto nosotros aquí traducimos e interpretamos como
askêsis, esto es, como la necesidad de la asiduidad en el ejercicio del ser. La
588 Cf. El Fedro, 250a6-b5.
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peculiaridad del ser bueno nace justamente con la constancia y la fidelidad al askêsis
que mejora el hombre.
El nuevo lenguaje del ser consigo mismo en profundidad que Sócrates quiere
instaurar implica una posición perturbable y paradójica incluso para el propio ser de uno
mismo, ya que eso implicaría dirigir la mirada o mirar para sí mismo no como algo
“equipado”, dice Heidegger, como algo dado a sí, al hombre, sino como algo que le
pertenece, que está en él.
Este planteamiento también está presenta en el Teeteto, y se hace ver en la
respuesta de Sócrates a su interlocutor. Al contestar o al informar sobre su trabajo, dice
apenas que no enseñaba a nadie sino que se limitaba a hacer salir lo que uno tiene
dentro, lo que uno trae dentro de sí. Y, por lo tanto, su trabajo es traer a la luz lo que
todo el hombre tiene, conciencializar a la gente sobre la existencia de este algo que
tienen dentro de ellas. Su intento es de libertar lo que está obnubilado, lo que está
entrañado por la oscuridad, lo que es prisionero de sí mismo. El épos nuevo, el épos
verdadero será y tendrá como misión hacer esto que Sócrates ha planteado.
Esta determinación va crear problemas porque el propio Sócrates reúne todas las
condiciones para que su decir sea un decir trivial, un decir banal, un lugar común. Como
sabemos, él nunca ha asumido la posición de un maestro, “nunca ha formulado una
respuesta”589 en relación a sus preguntas y siempre se ha presentado como un atopos,
un sin lugar, y por lo tanto, un indigente que no se compromete con nadie, por lo menos
así ha sido interpretado por sus conterráneos. Sabemos que esta interpretación no
589 Aquí nos remitimos al diálogo de Sócrates con Hipias en la interpretación de Jenofonte como ya ha
sido subrayado en el capítulo de Alcibíades.
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corresponde a la más mínima verdad, porque él ha participado en las responsabilidades
públicas, como se indica en la Apología, ha hecho el servicio militar (…) etc., etc.
No obstante, éste hombre que reúne todo para ser trivial provoca un gran alarido
con sus intervenciones públicas. No enseña nada 590, pero dice a todos lo que tienen que
hacer; no después de abandonar el consejo que ha referido en la Apología, no ha hecho
más política, pero no se cansa de hablar de la política, así, dice Felipe Marzoa:
El que de Sócrates partan cosas diversas y ante él se produzcan reacciones
diversas no es que Sócrates haya enseñado o algo y eso que él ha enseñado sea
interpretado de diversas maneras o ante ello se tengan diversas actitudes; lo
que ocurre es que Sócrates no enseña nada, simplemente anda por ahí, y,
además, su andar por ahí no comporta ni rasgo alguno espectacular ni ninguna
otra pretensión especial; no es un maestro; no es un dirigente, no es un rebelde,
no hace nada excepcional, no funda nada, no promete nada, no sabe nada; no
es rico ni especialmente pobre, ni poderoso, ni especialmente desvalido; parece
reunir todas las condiciones para ser un hombre trivial. Inquieta terriblemente
¿Por qué? 591.
Pues, porque cuestiona duramente las fuentes del saber. Interroga duramente la
suficiencia de los maestros del saber, la autoridad epistémica de los “maestros de la
verdad en la Grecia arcaica”. Eso será la razón principal para que efectivamente él
llegue a provocar la inquietud en las personas, de modo particular en estas personas.
Una relectura rápida del Apología o de la Carta VII de Platón permitiría por ejemplo ver
con más claridad esta realidad y ahí estaríamos justamente ante un verdadero acto
parresiástico. El primero acto de su parresía se inscribe justamente en su recusa de la
noción del saber. Atención, la recusa del saber por parte de Sócrates no puede ni debe
ser entendida en su totalidad, es decir, Sócrates no rechaza por completo esta noción de
590 No enseña nada es aquí usado en el sentido sofístico, porque efectivamente en la Apología asumirá
que siempre ha enseñado públicamente en el ágora.
591 Cf Marzoa, Historia de la filosofía antigua. cit., p., 83.
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saber. Seguramente comparte algo de este saber (como le muestra Marzoa) y como se
puede ver a lo largo de muchos diálogos. Hay siempre un punto de acuerdo inicial o
final. La crítica principal reside sobre todo en la falta de criterios en relación a este
saber, como ya ha sido dicho en su momento.
Para Sócrates esa noción es justamente el problema, esto es, Sócrates,
ciertamente, comparte la noción de este saber, comparte desde luego (pues
habla griego) el que “saber” quiera decir destreza, pericia, saber-habérselascon, comparte también (...) el que ese saber lo sea “de la pólis”, incluso puede
compartir el que sea “retórica”, pero todos estos puntos en común adquieren
un sentido distinto por cuanto la noción de ese saber, para Sócrates,
precisamente el problema, y el reside justamente en que ese saber no podrá ser
como un saber cosas. (…). Será destreza, pericia, saber-habérselas-con, y lo
será en lo tocante a la pólis, pero, precisamente porque la pólis no es cosa
alguna, sino el ámbito o el espacio, la abertura en la cual tiene lugar toda cosa,
la pericia en lo tocante a la pólis no podrá tener carácter positivo que tiene el
zapatero; no puede haber una pericia universal; si hay una pericia universal
éste ha de ser algo radicalmente distinto de una pericia positiva592.
Esta crítica a universalidad de la pericia será cuestión en la República (X 599c-e)
como tendremos ocasión de ver en el apartado dedicado a la cuestión de la
veridificación. Sócrates dirá, no te pregunto Homero se eres médico, ni a ti ni a
cualquier otro poeta, dicho de otro modo, no voy a preguntarte ni a ti ni los de tu
escuela, tus seguidores. No os preguntaré sobre los asuntos de la medicina o de otra
naturaleza. Lo que preguntaré es sobre la política. ¿Qué has hecho?, ¿a quién has
formado con tus teorías? Estamos ante un ataque contra las más variadas formas de
decir, el épos que se quiere universal pero sin ningún criterio, sin ninguna preocupación
por la verdad. Por eso, este tipo de épos no puede ser positivo. Para ser positivo tiene
que implicar esto:
592 Cf. .Ibid., p., 84.
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SECCIÓN SEGUNDA
¿qué quiere decir eso de que no es una destreza positiva? Por de pronto quiere
decir que sólo puede ser diestro en los asuntos de la pólis alguien para quien de
lo que se trata no es de conseguir éxito, de lograr algo que uno se propone,
etc., y esto se mantiene en el estricto sentido de quien no sea capaz de esa
distancia podrá a lo sumo hacerse la ilusión de que consigue lo que se propone
o la de que sabe qué es lo que se propone; igualmente, sólo puede ser diestro en
convencer el que no se propone convencer ni es el portador de alguna tesis de
la cual haya de convencer 593.
Se ve aquí la cuestión de la continua preocupación con la cuestión del parecer,
aquello que nos aleja de la realidad, que nos a fasta del ser como ya ha sido referenciado
en el caso del Fedro. El aparecer que nos deja al medio camino, que nos ofrece la
realidad que no es, la cosa que no es. En este sentido, él saber que Sócrates va a ofrecer
será un saber de ruptura opuesto al todo saber, o la pretensión de saberlo todo. El fin
último ya no será saberlo todo, sino saberlo en verdad, saber verdaderamente lo que se
dice saber.
El saber global o destreza global tiene la condición de continuada ruptura
frente al carácter positivo de todo saber de una u otras cosas 594.
Aquí por lo tanto se diseña un nuevo marco. Un marco justamente de una nueva
ruptura. Hasta aquí hubo ruptura con el mundo micénico, a partir de ahora tiene que
haber una nueva ruptura. La ruptura con el mundo del decir clásico, el decir excelente,
en el sentido de influencia, de éxito y de convencer. Hay que introducir nuevas
preguntas, las preguntas que el positivismo sofístico siempre ha rechazado hacer.
Así, Sócrates pregunta en efecto en qué consiste ser válido, ser bueno, ser
valioso, en definitiva en qué consiste ser, “qué es ser bueno”, “qué es ser…”,
en definitiva “qué es ser”, y sostiene que “tiene que” haber una respuesta;
593 Cf. Ibid., p., 84.
594 Cf. Ibid., pp., 84-85.
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siempre seguirá “teniendo que” haberla, cada intento de respuesta será
refutado 595.
En su momento, hemos visto que, en la Grecia presocrática, el decir no era una
esfera especial, esto es, no implicaba rigorosamente decir lo cierto, sino decir la cosa.
Sabemos por Protágoras, qué tipo de definición los sofistas daban a la cosa y hemos
analizado la cuestión de la ausencia de criterios y la adulteración del espacio de la
veridificación.
En el rango homérico, hemos visto como este decir ha sufrido mutaciones a
partir de su transición de la época micénica a la época clásica y sofística. En esta fase, el
decir poético, de acuerdo con su tradición homérica y sofística, ha ganado una mayor
relevancia en relación a otros decires, y esto también explica por qué el rapsoda que en
el fondo también se ejerce como un poeta en su decir, sin embargo, ha tardado mucho
más tiempo para conquistar su espacio como referencia de saber. Él era el prototipo de
la no producción de este tipo de decir, ya que no producía, se limitaba simplemente a
repetir lo ya dicho, lo ya creado por el poeta y en esto consistía su creación.
El profesor Felipe Martínez Marzoa, coloca una cuestión crucial sobre la
veridificación del decir, esto es: cómo es posible que un decir pueda ser a la vez erróneo
o equivocado 596, y la respuesta que ofrece es que justamente este decir tiene que ser
fiscalizado por otro decir, esto es, debería haber posibilidad de veridificación del
primero decir.
“[…]: sea cual sea el modo en que el problema se despliegue, en todo caso al
carácter engañoso de un decir habrá de pertenecer el que el mismo pudiera en
595 Cf. Ibid., pp., 85-86.
596Cf. Marzoa, Felipe Martínez Muestras de Platón. Abada Editores. Serie Lecturas, Filosofía (directo
Félix Duque). Madrid, 2007. p., 13.
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algún momento ser desmentido, y sólo podría serlo por otro decir; pero, para
que un decir desmienta a otro, es por de pronto imprescindible que en ambos,
en uno y otro de ellos, no se diga lo mismo y, sin embargo, se diga «de» (acerca
de) lo mismo; así, pues, a la referencia griega del decir, a eso que habíamos
llamado «la cosa», es inherente una articulación dual, un «qué» y un «de qué».
El acontecimiento, el quid, el contenido, el asunto, la cosa, es siempre «algo
por lo que se refiere a algo», «algo de algo» 597”.
En el inicio de Ión encontramos justamente esta articulación dual de que habla
Marzoa. [Sócrates, después de escuchar a Ión], que por cierto venia de conquistar un
premio 598 en cuanto rapsoda por su participación en el concurso (los juegos de los
rapsodos). Pero ahora en presencia de Sócrates, todo su conocimiento será discutido.
Esto es, su decir será confrontado con otro tipo de decir. A partir de este
confrontamiento, el primer decir, el decir antiguo, será corregido por el nuevo decir.
Pero nos parece que el peligro no termina ahí, esto es, la garantía del buen
funcionamiento no deberá limitarse sólo a eso porque se puede siempre preguntar quién
es el que controla o fiscaliza el nuevo decir, el decir socrático.
En el Teeteto encontramos la respuesta, aunque ella sea también transversal a
toda obra platónica 599. Sin embargo, aquí (en el Teeteto) encontramos que, en el nuevo
decir, es uno mismo el que da respuesta, sobre su realidad600. Y ni siempre a uno le
apetece aceptar o admitir estas respuestas sobre todo cuando ellas tienen como
fundamento cuestionar toda la formulación anterior, aquello que uno presumía saber.
597Cf. Ibid., pp., 13-14.
598Cf. Ion, 530b.
599 Cf. Pierre-Maxime Schuhl, Études platoniciennes. Presses universitaires de France, 19601ª. p., 16.
«On sait en effet que Socrate n’écrivit rein, préférant agir sur les esprits par des conversations, ou plutôt
par des interrogations qui s’adaptaient aux cas de ses divers interlocuteurs, pour forcer chacun d’eux à
prendre conscience de sa nature profonde et de ses aspirations véritables».
600 Desde el punto de vista relativista, se puede siempre preguntar o plantear la cuestión del rigor. Porque
si ahora efectivamente es uno quien tiene que dar su propia respuesta, entonces no se puede negar o
rechazar la respuesta sofística. Pero aquí se asume de partida que la respuesta sofística continua siendo ser
no respuesta, sigue sin ser adaptable para los nuevos tiempos, porque todavía guarda el hiatos del decir no
decir.
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Ahora bien, si al examinar alguna de tus afirmaciones, considero que se trata
de algo imaginario y desprovisto de verdad, y, en consecuencia, lo desecho y lo
dejo a un lado, no te irrites como las primerizas, cuando se trata de sus niños.
Pues, mi admirado amigo, hasta tal punto se ha enfadado mucha gente conmigo
que les ha faltado poco para morderme, en cuanto los he desposeído de
cualquier tontería. No creen que hago esto con buena voluntad, ya que están
lejos de saber que no hay Dios que albergue mala intención respecto a los
hombres. Les pasa desapercibido que yo no puedo hacer una cosa así con mala
intención y que no se me permite ser indulgente con lo falso ni obscurecer lo
verdadero.
Así es que vuelve al principio, Teeteto, e intenta decir qué es realmente el
saber. No digas que no puedes 601, pues, si Dios quiere y te portas como un
hombre serás capaz de hacerlo 602.
La verdad sobre uno mismo será por lo tanto el espacio de encuentro y de
corrección entre el decir antiguo y el nuevo decir. En el nuevo decir, uno tiene que tener
coraje de molestarse a sí mismo a través de un acto parresiástico consigo mismo, decir
verdad a uno mismo. Es esto lo que le pide Sócrates a Teeteto: “intenta decir qué es
realmente el saber. No digas que no puedes”. Dítelo tú a ti mismo, pero dilo no con el
antiguo criterio, que no hay, que no existe. Dilo con el nuevo criterio, dilo con eticidad.
Lo mismo se le pide a Ión, que se dice especialista en Homero pero que, sin embargo,
no se reconoce especialista en Hesíodo. Si Homero y Hesíodo dicen lo mismo, ¿cómo
podrá ser entonces especialista de uno y no del otro?
¿Cómo es, pues que tú eres experto en Homero y no en Hesíodo o en alguno de
los otros poetas? ¿O es que Homero habla de cosas distintas de las que hablan
601 Cf. Pierre-Maxime. cit, p., 17. «Insistons sur ceci: Platon n’admettait pas n’importe qui comme
auditeur à l’Académie. Il exigeait, par exemple, de ceux qui voulaient l’écouter, la possession de
connaissances mathématiques sans lesquelles ils auraient été incapables de comprendre les sens véritable
et la portée de ses paroles. ˂Que nul n’entre ici, prescrivai t-il s’il n’est géomètre.> Il ne se souciait pas
davantage d’avoir comme lecteurs des esprits mal préparés à saisir sa pensé et par là même susceptibles
de la déformer dangereusement».
Hay que recuerdar aquí que en el prefacio a las Meditaciones I, Descartes dice claramente que la razón
por que decide escribir en latín y no en francés es para que los menos preparados no le puedan leer. Esta
actitud, según él permite evitar toda confusión, evita poner la disposición de quien no sabe algo que le
pueda confundir con un sabio.
602 Cf. El Teeteto, 151c2-d8.
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todos los otros poetas? ¿No trata la mayoría de las veces de guerra, de las
mutuas relaciones entre hombres buenos y malos, entre artesanos y hombres
sin oficio? No habla también de cómo se relacionan los dioses entre sí y de su
trato con los hombres, de los fenómenos del cielo y del infierno, del nacimiento
de los dioses y de los héroes? 603.
Las preguntas aquí planteadas en el Ión serán las mismas (que ya hemos referido
en su momento), sobre las cuales Sócrates dirá en la República X, 599b11-c, que no va
a hacer ninguna pregunta a Homero. No va a preguntar sobre las otras especialidades,
sino sobre el trabajo que Homero y otros poetas han hecho para el hombre y para la
ciudad. En el Teeteto, 151c2-d8, designa por tonterías estas mismas preguntas que dice
aquí no preguntar a Homero y los suyos. No obstante, el que dice conocer a Homero
debe poder contestar las preocupaciones de Sócrates en relación justamente al saber
homérico o en relación a la escuela homérica. Estas preguntas tienen como objetivo no
solamente descubrir la ignorancia de los homéricos, sino también de trazar sus
limitaciones, de enfrentarles a con sus limitaciones. La confrontación con la realidad y
sus limitaciones, originan que el hombre homérico no sea ya un hombre ilimitado en
relación a su decir, a su saber y sus capacidades. En la República X 596b12-c9
encontramos este hombre en una fase de ilimitación, es un hombre que puede crear y
fabricar todo incluso hasta mismo el dios, la tierra y los cielos, un súper-hombre.
- Mira ahora qué nombre darás a este artesano.
- ¿A qué artesano?
- Al que produce todas aquellas cosas que hace cada uno de los trabajadores
manuales.
- Hablas de un hombre hábil y sorprendente.
- Espera, y pronto dirás más que eso. Pues este mismo artesano es capaz, no
solo de hacer todos los muebles, sino también de producir todas las plantas,
603 Cf. El Ión, 531c-d.
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todos, los animales y él mismo; y además de éstos, fabrica la tierra y el cielo
los dioses y cuanto hay en el cielo y en el Hades bajo tierra604.
Este hombre cuyo poder y saber es ilimitado está ahora confrontado con una
situación de veridificación. La misma situación de veridificación que también pasa en el
Ión, que tiene que probar que conoce no apenas a Homero sino también a otros poetas,
los que dicen lo mismo que él, los que tienen el mismo decir.
“[…]; de manera que la posibilidad de una especialización «en Homero»
cuestionaría el carácter de tékhne tanto de lo que hay en el especialista en
cuestión como de lo que hay en Homero. Pero además, por la otra parte, está el
que, al referirnos a una hipotética tékhne de la que Homero sería un ejemplo o
un punto de referencia, lo que hacemos no es sino recordar aquella terrible
pretensión de un decir en el que lo relevante sería el decir mismo, por lo tanto
de una pericia que lo sería en aquello que siempre ya está ocurriendo, en
aquello que está ocurriendo sea lo que fuere lo que esté ocurriendo 605”.
“[sea lo que fuere lo que esté ocurriendo]”. Es por ejemplo eso mismo lo que
encontramos en el inicio del Protágoras. En su encuentro con Sócrates, Hipócrates le
habla de su deseo de encontrarse con Protágoras y le describe como aquel que tiene
conocimiento sobre todas las cosas, el sapientísimo 606, [sea lo que fuere lo que esté
ocurriendo], él siempre tendrá una respuesta. Pero no encontramos eso sólo en
Protágoras, sino también en Jenofonte, en el Banquete y en los Recuerdos de Sócrates,
en donde Homero es también presentado por los interlocutores homéricos de Sócrates
como aquel que sabe de todo, que posee el saber sobre todas las cosas. Este es el
hombre al que también ya nos hemos referido en la República X. Sabemos que este
hombre, su decir, no ha sido sólo criticado por Sócrates. Aristófanes dedica toda Las
Nubes o una buena parte de ella a un ataque cerrado contra los sofistas y su sistema
604 Cf. La República X 596b12-c9.
605 Cf. Muestras de Platón. cit., pp., 15-16.
606Cf. El Protágoras, 310e7.
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educativo, en donde el proprio Sócrates 607 está incluido como uno de ellos. Toda esta
multiplicidad del decir que confronta el centro ya se presenta como un síntoma de
reclamación de la novedad y, sobre todo, de la necesidad de corroboración de lo dicho.
Esta corroboración de lo dicho también obliga a que se pregunte cómo es que el épos
sofístico ha conseguido suplantar a los otros épos. En su momento hemos visto su
caracterización, su representación y su toma de posición referencial después de
suplantar el estado micénico y eso permite o:
“[…], hace, pues, que las más diversas competencias (la del médico, la del
auriga, la del conductor de ejércitos) hayan de comparecer en el decir de
alguien que, a la vez y por definición, no es ni auriga ni conductor de ejército
ni médico ni…, sino… ¿exactamente qué? En el «Ión» la aporía se presenta
considerando centralmente no a Homero mismo, sino su recepción. Una vez
visto que ha de ser posible en general el que un decir pueda desmentir a otro,
por lo tanto el que un decir sea más fuerte que otro, una vez que incluso hemos
explicado al menos una de las condiciones para que tal cosa pueda ocurrir,
entonces, el entender el decir en cuanto entender la cosa, que se exige de quien
haya de poder efectuar (ejercitar) ese decir, comporta también poder apreciar
la aptitud y competencia del decir en cuestión; y, en efecto, Ión considera que
de su propia competencia de rapsodo forma parte el poder válidamente
«elogia» a Homero; ahora bien, tratándose de un decir en el que en un
momento un auriga conduce el carro en una maniobra difícil, en otro un
experto médico cura, en otro un estratego conduce el ejército, ¿cómo puede
válidamente apreciar ese decir alguien, en este caso el rapsodo, cuya
competencia por definición no es ni la medicina ni la estrategia ni el arte de
auriga? 608”.
Y aquí está la pregunta central del nuevo épos. ¿Con qué autoridad los diversos
saberes tienen que aparecer en el decir de la sofística? Su aparición en el decir de la
sofística implicará verdaderamente que el sofista tiene o requiere estos saberes, estos
conocimientos? Ya sabemos que no, por eso mismo Platón va a proponer una
607 El propio Sócrates hará alusión a eso en la Apología. Se referirá a la comedia de Aristófanes como
algo que él no entiende, así como también dirá no entender al personaje que éste le ha dado, el Sócrates
que dice muchas necedades (Ap. 19c1-5).
608Cf. Muestras de Platón. o. p. c., pp., 16-17.
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SECCIÓN SEGUNDA
reformulación de la cultura ateniense en todos los sentidos, y sobre todo, empezando
por la práctica cultural, la práctica lingüística.
Esta preocupación socrática de cambiar las cosas va a ser el eje de la acusación
que conducirá a su muerte. Será acusado de transformar el argumento más débil en el
más fuerte. Desde el punto de vista de la crítica que él formula a la dialéctica sofística,
se puede perfectamente comprender el argumento de sus acusadores, porque eso implica
que él les está quitando la autoridad, ya no solamente de saber sino del propio poder,
aquello que les hace ser los más fuertes, los más poderosos 609. El enfrentamiento con
Ión (y con todos los rapsodos) es también una cuestión de desestabilización del orden
público, porque tiene como segunda intención una intención interna cambiar la
percepción oficial del saber y, por eso mismo, cambiar también las leyes participando
activamente en este intento de cambio. En el Político se ve, p. ej,. como intentará llevar
a cabo, a través del extranjero, su idea de que es necesario cambiar las leyes usando
como paradoja los ejemplos de la prescripción médica.
Extr. – De lo siguiente: supongamos, por ejemplo, el caso de un médico, o
también de un maestro de gimnasia, que está por ausentarse y permanecerá
lejos de sus pacientes –al menos eso piensa- por largo tiempo; si supone que
sus discípulos o pacientes no recordarán sus prescripciones, ¿no querría
dejarles indicaciones por escrito? ¿O no lo crees?
J. Sóc. – Así es.
Extr. – Pero ¿qué ocurriría si regresase al cabo de una ausencia más breve de
la prevista? ¿No crees que se animaría a sustituir por otras aquellas
indicaciones que había dejado por escrito, si se hubiera dado una condición
más favorable en los enfermos, causada por los vientos o por cualquier otro
fenómeno procedente de Zeus (…) ¿O bien sostendría a pies juntillas que no se
deben transgredir las antiguas normas ni impartir otras indicaciones y que el
enfermo no puede atreverse a actuar contra la letra escrita, todo ello en la
609 Cf. Pierre-Maxime Schuhl, Études platoniciennes. cit. p., 72
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convicción de que sólo eso es lo medicinal y saludable y lo que se da en
cambio, de otro modo, es nocivo y ajeno al arte? 610.
La refutación tiene justamente que ver con la ausencia de la parresía en las
respuestas. Tiene que ver con el hecho que las respuestas todavía esconden algo, por
ignorancia y por vergüenza, como la que hemos visto en el Fedro. Para salir de este
estado hay que hacer un trabajo parresiástico, hay que preguntarse qué es la parresía,
quien puede ser el parresiásta y cuál es su función en la pólis y en la vida de cada uno.
En el Alcibíades hemos visto como Sócrates, con su cuidado de sí, resultaba ser
un atopos desconcertante. Este mismo desconcierto se hace sentir en el nuevo épos que
él está instaurando ahora como hemos visto en este apartado. Éste épos es en sí mismo
subversivo e incompatible con la forma del decir antiguo. Al nuevo épos ya no le
interesa apenas decir, sino decir lo cierto, decir lo ético. Así, el épos antiguo ya no
puede guardar su carácter de intocabilidad y de omnipresencia cultural o sapiencial. El
épos socrático dice que nadie puede saberlo todo. Esta demarcación de límites y de
criterios abre la cuestión sobre la reflexión del planteamiento parresiástico. Alguien que
dice la verdad no puede acreditar que uno puede saberlo todo. Hay que molestarse a uno
mismo diciendo lo cierto. Nadie que no dice lo cierto a sí mismo podrá decirlo a los
demás. La parresía es, por eso mismo, el dolor del doble dolor, como lo veremos en el
siguiente apartado.
610 Cf. El Político 295b11-d8.
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SECCIÓN SEGUNDA
4.
QUÉ ES PARRESÍA 611?
Una pequeña advertencia: La parresía que vamos a intentar definir en este
apartado es una parresía esencialmente política. Su actuación será distinta de la parresía
filosófica, religiosa y pedagógica. No obstante, por ser una parresía política, su marco
de acción se interconectará constantemente con la parresía lingüística, que en última
instancia, en el caso de la parresía positiva, su uso correcto se transforma en el marco
positivo de la parresía política.
Desde luego cualquier acto de la parresía política se opone en su génesis, a la
retórica. La parresía se preocupa de lo opuesto a la retórica. El verdadero acto
parresiástico se preocupa sobre todo en traer a la luz la verdad en cuanto orientación
principal para la construcción de la eticidad, mientras que el verdadero acto retórico
consiste esencialmente en convencer o persuadir al interlocutor, no con la verdad, sino
también, si es posible, con el engaño. Por lo tanto, la retórica se define a sí misma como
el puro arte de hablar, el manejo conveniente de la palabra y del discurso. Al contrario,
la parresía se define no desde el punto de vista del contenido o del objeto sino sobre
todo, desde el punto de vista de la verdad. La verdad es el núcleo principal de la parresía
en cuanto una práctica específica del discurso verdadero, aunque eso implique el riesgo
611 Cf. Michel Foucault, Discurso y verdad en la antigua Grecia. Intr. Ángel Gabilondo y Fernando
Fuentes Megías. Paidos. Barcelona, 2004. pp., 35-36. «Existen tres formas de la palabra: la forma
nominal «parresía»; la forma verbal «parresiázomai»; y existe también la palabra «parresíatés»- que no
es muy frecuente y no se la puede encontrar en los textos clásicos-. Antes bien, se la puede encontrar sólo
en el período grecorromano –Plutarco y Luciano, por ejemplo-. En un dialogo de Lucia, El pescador o
Los resucitados, uno de los personajes lleva también el nombre de «parresíades».
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SECCIÓN SEGUNDA
de la propia vida 612. La Carta VII de Platón es un ejemplo de cómo justamente la
verdadera parresía se produce a sabiendas del riesgo que corre la vida del parresiásta.
Por eso dice Foucault la parresía es:
La parrêsia est donc: en deux mots, le courage de la vérité chez celui qui parle
et prend le risque de dire, en dépit de tout, toute la vérité qu’il pense, mais c’est
aussi le courage de l’interlocuteur qui accepte de recevoir comme vraie la
vérité blessante qu’il entend 613.
Foucault ofrece aquí una definición de la parresía que se opone radicalmente a la
retórica. En la parresía, el interlocutor o el productor de la parresía se envuelve en la
materia de la producción de la verdad; hay una relación entre aquel que habla y aquel
que dice la verdad. En la retórica, esta conexión no existe. No hay relación entre hablar
y decir verdad. El parresiásta, en cambio, gana credibilidad a través de la manifestación
de su verdad, a través del riesgo que corre al pronunciar la verdad; y es de este riesgo
que también sale el reconocimiento de su acción de verdad. Foucault denomina
“alèthurgiques” a las formas que envuelven el estado de la producción de la verdad
parresiástica. Estas formas abren el debate, primero en el interior de aquel que produce
la verdad, el grado de su legitimidad en el momento de producir la verdad sobre los
otros o sobre el otro. Desde esta perspectiva, la parresía nos pone frente en una
dialéctica en donde se cruzan el sujeto y la verdad. Al analizar la parresía, Foucault deja
612 Cf. HS, p., 357. « [...], ce qui va définir la parrhêsia comme une pratique particulière du discours
vrai, c’est quoi? Eh bien, ce sont les règles de prudence, les règles d’habilité, les conditions qui font
qu’on doit dire la vérité à tel moment, sous telle forme, dans telles conditions, à tel individu dans la
mesure, et dans la mesure seulement, où il est capable de la recevoir, de la recevoir au mieux au moment,
où [il] est. C’est-à-dire que ce qui définit essentiellement les règles de la parrhêsia, c’est le kairos, c’est
l’occasion, l’occasion étant exactement la situation des individus les uns par rapport aux autres et le
moment que l’on choisit pour dire cette vérité».
613 Foucault. Le courage de la vérité. Le gouvernement de soi et des autres II. Cours au Collège de
France. 1984. Seuil/Gallimard, Janvier 2009. p., 14. «La parresía es por lo tanto: en dos palabras, el
coraje de la verdad en aquel que habla y se arriesga, a pesar de todo en su decir, a decir toda la verdad
que piensa, ella es también el coraje del interlocutor que acepta recibir como verdadero la verdad
hiriente que él escucha.»
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de lado el viejo método tradicional centrado en ver la verdad que se produce sobre el
sujeto. En el estudio de la parresía, el planteamiento será el de analizar la verdad que el
sujeto produce sobre sí mismo. Como hemos visto en el capítulo dedicado a Alcibíades,
había una preocupación de valorizar mucho la cuestión de decir verdad sobre uno
mismo, porque ésta era la llave para adentrarse en el cuidado de sí. En la parresía, la
relación entre el sujeto y la verdad es de capital importancia. En efecto, Foucault,
contestando a un interlocutor (asistente de su seminario), le hace ver que la parresía no
es sólo la libertad de palabra, como se suele definir en términos generales.
L’auditeur me dit qu’il n’est pas très satisfait de ce que j’ai dit sur la parrêsia,
et il me renvoie à une définition qu’on pourrait dire en quelque sorte canonique
de la parrêsia, la quelle, me dit-il, signifie d’une façon générale toute forme de
liberté de parole ; et deuxièmement, dans le cadre de la cité démocratique et au
sens politique du terme, la parrêsia est cette liberté de parole qui est donnée à
tout citoyen, au seul citoyen bien sûr mais à tous les citoyens, mêmes s’ils sont
pauvres. Alors sur ces deux aspects de la définition de la parrêsia, je voudrais
rappeler ceci 614.
¿Y qué es esto que Foucault quiere recordarnos o recordar a su oyente? Hemos
visto en su momento que la parresía tiene una conexión indisoluble con la verdad y
que, en este aspecto, ella implica tener el coraje de arriesgar la propia vida para decir la
verdad. Aquí Foucault va a intentar recordarnos que ella no es apenas este coraje de la
verdad, sino sobre todo, la profesión de la verdad, la inseparabilidad con la verdad. En
este sentido la parresía no puede ser apenas la libertad de palabra, mas sobre todo, la
614 Cf. GS. cit., p., 171. «El oyente me dice que no está completamente satisfecho con lo que he dicho
sobre la parresía y me recomienda a una definición de la parresía que podemos considerar canónica de
una cierta manera, la cual, insiste el auditor, significa generalmente toda forma de libertad de palabra ;
en segundo lugar, en lo que respecta a la ciudad democrática y en el sentido político de la expresión, la
parresía es ésta libertad de palabra concedida a todo ciudadano, sólo al ciudadano, pero a todos
ciudadanos, aunque sean pobres. Quería por lo tanto, recordar esto sobre éstos dos aspectos de la
definición de la parresía».
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franqueza en el uso de la palabra 615. A partir de esta corrección que Foucault hace en la
definición general de la parresía, queda claro que apenas solo algunos pueden ser
parresiástas. Estos algunos son también aquellos que hicieran un trabajo interior en ellos
mismos y con ellos mismos. De aquí también se ve la relación directa entre la parresía y
la construcción del sujeto en cuanto entidad autónomo que cuida de sí mismo. Esta
construcción no será buscada o encontrada directamente en el campo de la parresía
política, sino en el campo ético-óntico. Es desde allí que se formulará la cuestión de
decir la verdad sobre uno mismo no ya desde el punto de vista político (la parresía de
Solón por ejemplo) sino desde el punto de vista de interrogar por aquello que uno debe
cuidar (la parresía de Sócrates en la Apología y la parresía de Alcibíades). Uno tiene que
decir la verdad sobre sí mismo.
La cuestión de decir verdad sobre uno mismo implicaba una serie de prácticas de
meditación y de examen de consciencia, prácticas heredadas sobre todo, dice Foucault a
los pitagóricos y más tarde a los estoicos sobre todo a partir de sus correspondencias.
Estas prácticas estaban presentes también, en los movimientos que defendían una forma
concreta de la escritura de sí, a través de los cuadernos de notas 616, los denominados
hupomnêmata. Estas series de prácticas indican que, efectivamente, la parresía estaba
muy relacionada con la cuestión del cuidado de sí.
615 Cf. Ibid. pp., 171-172. «La parrêsia, en ce sens, est franchise, on pourrait dire: elle est profession de
vérité. Alors, je corrigerai cette définition courante du mot parrêsia en disant : ce n’est pas simplement
cette liberté de parole, c’est la franchise, c’est la profession de vérité. Cela étant dit, il va de soi que cette
notion, ce terme de parrêsia est parfois, souvent même employé dans un sens tout à fait courant et en
dehors de tout contexte, de toute armature technique ou politique».
616 Cf. Discurso y verdad. cit., 21. «Cuadernos de nuestras conductas, de las relaciones con nosotros
mismo y con los otros supone también una determinada recreación. Tiene el carácter de una auténtica
misión, una tarea reglada, una ocupación con sus procedimientos y sus objetivos. Su función es
prácticamente curativa y terapéutica y conlleva, a la par, como hemos señalado, el cuidado del y con el
lenguaje. Y ello supone el juego de la parresía que permite que el sujeto de la enunciación y el sujeto de
la conducta se encuentren y, a su modo, coincidan. De ahí que en esta decidida posición se abra la
necesidad de inventar nuevas posibilidades, de experimentar la propia existencia, de darle un estilo».
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Asimismo, sólo puede ser parresiásta aquel que ha podido cuidar de sí mismo,
aquel que se ha preocupado por conocerse a sí mismo; desde este punto de vista, dice
Foucault, sería totalmente legítimo asociar estas preocupaciones al principio socrático 617
del gnôthi seauton 618 orientado en sentido más amplio a la cuestión de epimeleia
heautou 619. Así, la parresía se construye en el interior de estas dos prácticas a través del
movimiento de la cultura de uno mismo 620 como atención y preocupación con la salud
del otro que está a mi lado. Asimismo, la llegada de la confesión cristiana en el siglo
XIII, su preocupación con la salud del alma del otro, no hace que participar y
complementarse con algo que ya estaba en uso y que ya era preocupación en la
antigüedad clásica, afirma Foucault. Pero, aun así esta preocupación por la salud del
alma del otro que me permite decir verdad sobre mí mismo presenta un problema.
Y, el problema consiste en que este “otro” es una es vago, puede ser cualquiera,
no tiene estatuto de privilegio. Su único estatuto está relacionado con la obligación de
617 Cf. Alexander Nehamas, El arte de vivir, reflexiones socráticas de Platón a Foucault. Tra. Jorge
Brioso. Pre-textos. Valencia, 20051ª. p., 254. «Según Foucault, fue Sócrates quien por primera vez
extendió el concepto y la práctica de la parresía a la comunicación entre individuos, uno de los cuales –
el que dice la verdad- es usualmente (como pasaba frecuentemente en el contexto político también) de un
rango inferior a su interlocutor. Esta confrontación entre individuos constituye un nuevo modo de decir la
verdad, es el modo de decir la verdad asociado no con la política sino con lo que hemos llegado a
conocer como filosofía. En la persona de Sócrates, la filosofía emergió como la actividad a través de la
cual un individuo confronta a otro con una importante verdad que frecuentemente no es bien recibida.
La filosofía, de acuerdo con la interpretación de Foucault, empezó no tanto como un esfuerzo para
presentar algunas doctrinas generales acerca del mundo o nuestro conocimiento de él: su propósito era,
más bien, cambiar la vida de las personas a un nivel individual. La opinión de que la filosofía fue en los
tiempos antiguos primariamente un modo de vida y no una actividad teórica ha sido convincentemente
expresa da por Pierre Hadot, quien tuvo una considerable influencia sobre el propio pensamiento de
Foucault».
618Cf. Paul Schollemeier, Socrates and self-knowledge, in Ann Ward, Socrates, Reason or unreason as
the foundation of European identity. Cambridge scholars publishing, UK, 2007. p., 58. «What is more,
you may perchance have noticed that we have returned to the Delphic oracle and its now troublesome
injunction. Our ability to know ourselves would seem to be rather dubious. Through Socrates the oracle is
apparently telling us something about human knowledge. The consternation of his jury, Socrates professes
his belief that the oracle meant for him to be taken as an example for us all. What she appears to be
saying, he asserts, is that our wisdom is worth little or nothing (Apology 22e-23b) ».
619 La noción de epimeleia heautoû ha sido desarrollada suficientemente en el capítulo dedicado a
Alcibíades.
620 Cf. CV. cit., p., 6.
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que, efectivamente, “el otro” tiene que ser una persona seria, esto según Galeno. Pero
para Foucault, este “otro” que nos permite decir la verdad sobre nosotros mismos
también puede ser una persona en formación u sin ninguna madurez política o social.
No obstante, independientemente de esta panoplia de la metamorfosis de este “otro” que
me permite decir verdad sobre mí mismo, independientemente de su formación o
madurez, dice Foucault, este otro tiene que tener algo característico que le distingue de
los demás: tiene que ser un parrêsiatês, tiene que ser un franc-parleur621.
El franc-parleur 622 se presenta como el elemento constitutivo del decir verdad,
ya no solamente sobre sí mismo, sino que, a partir de ahora, su actitud le hace encarnar
la función de la verdad como algo en lo cual él se representa, se constituye. La verdad
se transforma para él como un juego peligroso, un modo de pensar arriesgado en el que
tiene que tomar parte, donde tiene que jugar y luchar frente a otros, como decía
Heidegger, para que su lucha sea efectiva.
el rigor y el carácter vinculante del pensar tienen que experimentar en las
cosas mismas una fundamentación que era desconocida en la filosofía anterior.
Pues sólo así se genera la posibilidad de que una posición fundamental se
afirme frente a otra y de que la lucha sea una efectiva lucha y ese modo el
efectivo origen de la verdad. Los nuevos pensadores tienen que ser tentadores,
621 Cf. Ibid, cit. p., 8. « Mais, quelle que soit l’incertitude ou, si vous voulez, la polyvalence, les
différents aspects et profils sous lesquels on peut voir apparaître cet autre si nécessaire à dire la vérité
sur soi-même, si ces profils sont nombreux, s’il est polyvalent ou si son rôle même – entre médecine,
politique, pédagogie – n’est pas toujours facile à saisir, de toute façon, quel que soit son profil, cet autre,
indispensable pour le dire-vrai de soi-même, a, ou plutôt doit avoir, pour être effectivement, pour être
efficacement le partenaire du dire-vrai sur soi, une certaine qualification. Et cette qualification n’est pas,
comme dans la culture chrétienne, avec le confesseur ou le directeur de conscience, une qualification
donnée par l’institution et se rapportant à la possession et à l’exercice de certains pouvoirs spirituels
spécifiques. Ce n’est pas non plus, comme dans la culture moderne, une qualification institutionnelle
garantissant un certain savoir psychologique, psychiatrique, psychanalytique. La qualification nécessaire
à ce personnage incertain, un peu brumeux et flottant, c’est une certaine pratique, une certaine manière
de dire qui es précisément appelée la parrêsia (le franc-parleur)».
622 Cf. GS. cit., p., 60. « (...), c’est que fait la parrêsia, c’est la introduction, l’irruption du discours vrai
détermine une situation ouverte, ou plutôt ouvre la situation et rend possible un certain nombre d’effets
qui précisément ne sont pas connus. La parrêsia ne produit pas un effet codé, elle ouvre un risque
indéterminé. Et ce risque indéterminé, il est évidemment fonction des éléments de la situation».
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es decir, cuestionando tienen que tentar y poner a prueba al ente mismo
respecto de su ser y su verdad 623.
El parrêsiastês, aquel que piensa la verdad públicamente, es esencialmente una
persona que actúa, que dice la verdad desde un punto de vista arriesgado 624
políticamente, ya que la producción de la verdad ocurre siempre del más pequeño hacia
su superior. Desde este punto de vista, la noción de parresía nos pone en contacto
directamente con la cuestión compuesta de tres elementos del poder y su función en el
juego entre el sujeto y la verdad. La parresía nos muestra también que el conflicto entre
la verdad y la política no puede ser solamente mediado por el ĕthos sin tener en cuenta
el valor supremo 625, la ética. En su momento, hemos visto en la introducción la defensa
que Vernant hacía del uso de la palabra en el espacio público griego y como solamente
el dominio del uso de las palabras podría ayudar que uno se torne influente y consiga
ejercer funciones políticas 626. La palabra tiene que ser el instrumento principal para la
623 Cf. Martin Heidegger, Nietzsche I. tr. Juan Luis Vermal. Edición Destino, Barcelona, 2000. p., 40.
624 Cf. GS. cit., 60. «Mais vous voyez, même s’il ne s’agit pas d’une situation aussi extrême que celle-ci,
(de ser muerto por una autoridad política (nuestro)même lorsqu’il ne s’agit pas d’un tyran que a
pouvoir de vie et de mort sur celui qui parle, ce qui va définir l’énoncé de la parrêsia, ce que va faire
précisément de l’énoncé de sa vérité dans la forme de la parrêsia quelque chose d’absolument singulier,
parmi les autres formes d’énoncés et parmi les autres formulations de la vérité, c’est que dans la parrêsia
il y a ouverture d’un risque. Dans le cheminement d’une démonstration qui se fait dans des conditions
neutres il n’y a pas parrêsia, bien qu’il y ait de la vérité, parce que celui qui énonce ainsi la vérité ne
prend aucun risque. L’énoncé de la vérité n’ouvre aucun risque si vous ne l’envisagez que comme un
élément dans une démarche démonstrative».
625 Cf. Heidegger Nietzsche II. p., 37. «El valor supremo es aquello que tiene que importar en todo ente
en la medida en que pretenda ser un ente».
626 Cf. El Gorgias, in introducción. p., 11.
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lucha política 627, para la resolución de los conflictos y de los problemas. Un pasaje de la
Ilíada lo ilustra muy bien:
Mientras revolvía estas dudas en la mente y en el ánimo y sacaba de la vaina la
gran espada, llegó Atenea del cielo; por delante la había enviado Hera, la
diosa de blancos brazos, que en su ánimo amaba y se cuidaba de ambos por
igual. Se detuvo detrás y cogió de la rubia cabellera al Pelida, a él solo
apareciéndose. De los demás nadie la veía. Quedó estupefacto Aquiles, giró y
al punto reconoció a Palas Atenea; terribles sus dos ojos refulgían. Y
dirigiéndose a ella, pronunció estas aladas palabras:
« ¿A qué vienes, ahora, vástago de Zeus, portador de la égida? ¿Acaso a ver el
ultraje del Atrida Agamenón? Más te voy a decir algo, y eso espero que se
cumplirá: por sus agravios pronto va a perder la vida.» Díjole, a su vez Atenea,
la ojizarca diosa:
«Para apaciguar tu furia, si obedeces, he venido del cielo y por delante me ha
enviado Hera, la diosa de blancos brazos que en su ánimo ama y se cuida de
ambos por igual. Ea, cesa la disputa y no desenvaines la espada con tu brazo.
Mas sí, injúrialo de palabra e indícale lo que sucederá […]» 628.
Aquí estamos ante la disputa de dos figuras importantes en donde uno de ellas
(Aquiles) quería solucionar todo con el uso de fuerza física 629. La intervención de
627 Cf. Nietzsche. Escritos sobre la retórica. Edición y trad. Luis Enrique de Santiago Guervós. Editora
Trotta. Madrid, 2000. p., 81. «Por regla general, el sentimiento de lo que es en sí verdadero está mucho
más desarrollado: la retórica se enraíza en un pueblo que todavía vive entre imágenes míticas y que no
conoce aún la necesidad de la fe histórica; ellos prefieren más bien ser persuadidos que instruidos.
Además, la necesidad que tiene el hombre de la elocuencia jurídica debe dar lugar al arte liberal. Por lo
tanto, es un arte esencialmente republicano: uno tiene que estar acostumbrado a soportar las opiniones y
los puntos de vista más extraños e incluso a sentir un cierto placer en la contradicción; hay que escuchar
con el mismo buen agrado que cuando uno mismo habla, y como oyente hay que ser capaz, más o menos,
de apreciar el arte aplicado. La formación del hombre antiguo culmina habitualmente en la retórica: es
la suprema actividad espiritual del hombre político bien formado, ¡una idea para nosotros muy
extraña!».
628 Cf. Homero, Ilíada, Canto I, 190-210.
629 Cf. Weil, Simone, La fuente griega. Editorial Trota, 2005. p., 15. «El verdadero héroe, el verdadero
tema, el centro de la Ilíada, es la fuerza. La fuerza manejada por los hombres, la fuerza que somete a los
hombres, la fuerza ante la que se retrae la carne de los hombres. El alma humana aparece sin cesar
modificada por sus relaciones con la fuerza, arrastrada, cegada por la fuerza de que cree disponer,
encorvada bajo la presión de la fuerza que sufre».
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Atenea le llevará a usar la palabra, porque esta va a ser el elemento principal para
solucionar 630 los problemas. La palabra podía utilizarse por lo tanto, para convencer 631,
para decir la verdad o para manipular. Era esta última situación la que preocupaba sobre
todo a los que defendían la eticidad en la ciudad 632. En los Recuerdos y en el Banquete
de Jenofonte, encontramos justamente un Sócrates que decía que eran más culpables los
que utilizaban sus palabras para manipular la conciencia de los adolescentes y acostarse
con ellos que los que usaban la fuerza. Las dos cosas eran condenables, siendo que la
primera aún más.
En lo que respecta a la cuestión de esta problemática entre el poder, el sujete y
verdad, la parresía va a estar en el centro del debate democrático, sobre todo desde el
punto de vista de la construcción del sujeto moral y de su actuación política ética.
Isócrates por ejemplo dirigirá duras críticas contra el régimen democrático que según él
Como vimos, la presencia de Atenas (Ilíada, I. 190-210) ven justamente constituir una especie de punto
de inflexión en este concepto de fuerza a presentada en esta cita de Weil. Atenas ordena a Aquiles que usa
la fuerza, pero no la fuerza física sino la de la palabra, de esta manera, el héroe no será apenas el que sabe
usar la fuerza más también el que sabe poner en uso su logos y esta tendencia seguiría creciendo, hasta
llegar a la fase que hemos visto con Vernant y con Detienne en donde ya no es la fuerza física que es
indispensable en la ciudad más si la palabra, la fuerza de la palabra, la palabra-diálogo como dice
Detienne.
630 En el Prometeo encadenado, 180-215 de Esquilo, encontramos planteamiento similar protagonizado
por Prometeo en su intento en convencer los Titanes a emprender una lucha a través de la palabra en lugar
de violencia física.
631 Cf. Nietzsche. Escritos sobre la retórica. cit., p., 82. Schopenhauer. A, Samtliche Weke, III, ed. de A.
Hubscher, Brockhaus, Wiesbaden, 1972, p. 129 (Die Welt als Wille und Vorstellung, 2º Bd.; c. 11: Zur
Rhetorik). «La elocuencia es la facultad de hacer participar a los otros de nuestras opiniones y de
nuestra manera de pensar en las cosas, de comunicarles nuestros propios sentimientos, por consiguiente
de ponerlos en sintonía (sympathie) con nosotros. Y nosotros debemos llegar a este resultado, haciendo
penetrar nuestros pensamientos en sus cabezas por medio de las palabras, con una fuerza tal que sus
propios pensamientos lleguen de su dirección primitiva para seguir los nuestros, que les arrastrarán en
su flujo. Esta obra maestra será tanto más perfecta, cuanto mayor sea la divergencia entre la dirección
natural de sus ideas y las de las nuestras».
632 Cf, Ibid, p., 84. «La polémica de Platón contra la retórica se dirige en primer lugar contra los fines
perniciosos de la retórica popular, luego contra la preparación completamiento ruda, insuficiente y no
filosófica del orador. Sólo le otorga un cierto valor cuando se basa en una formación filosófica y se
aplica a fines justos, es decir, a los fines de la filosofía».
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no permite ni la diferenciación ética ni tampoco protege los espacios de la emergencia
de la verdad. Por ello, la parresía va obligar a una especie de veridificación en el interior
de la palabra política, en el interior de los actos vividos cada día por el candidato a la
actividad política. Hemos visto el planteamiento que Eurípides hacía justamente a este
respecto, al proponer que los nobles podrían perder los derechos de la parresía se algo
en su vida cotidiana no corresponde o ultraja la moralidad. Todo este proceso de
constatar, de ver se.., es un proceso de veridificación.; solo que la veridificación aquí no
está al lado del poder, esto es, no es el poder que va a usar de la veridificación para
controlar el sujeto a través del saber o a partir de la invocación del saber o a través de
las relaciones entre las personas. Aquí, la veridificación estará direccionada sobre todo y
tendrá en cuenta sobre todo, la cuestión de las complejas relaciones entre elementos
distintos, pero que sin embargo constituyen el corpus de la parresía 633.
Para que estos elementos constitutivos de la parresía sean reconocibles como
parresiásticas, tienen que tener en cuenta sobre todo el hecho de “tout dire”, Parrêsiatês,
es decir, el pan rêma. Esto es, el reto principal del parresiásta en el momento que decide
hacer de su vida la producción de la verdad y la comunicación de la verdad. La movida
de esto reto implica para el parresiásta que puede correr peligro con su vida 634, pero
aun así, él tiene que correr este peligro en nombre de sus convicciones. Demóstenes en
estas líneas nos lo muestra claramente.
633 Cf. CV. cit. p., 10. «Il s’agit, au contraire, de l’analyse des relations complexes entre trois éléments
distincts, qui ne se réduisent pas les uns aux autres, que ne s’absorbent pas les uns les autres, mais dont
les rapports sont constitutifs les uns des autres. Ces trois éléments sont: les savoirs, étudiés dans la
spécificité de leur veridificación; les relations des pouvoirs étudiés non pas comme une émanation d’un
pouvoir substantiel et envahissant, mais dans les procédures par lesquelles la conduite des hommes est
gouvernées ; et enfin les modes de constitution du sujet à travers les pratiques de soi. C’est en opérant ce
triple déplacement théorique - du thème de la connaissance vers celui de la veridificación, du thème de la
domination vers celui de la gouvernementalité, du thème de l’individu vers celui des pratiques de soi –
que l’on peut, me semble-t-il, étudier, sans jamais les réduire les uns aux autres, les rapports entre vérité,
pouvoir et sujet».
634 Cf. Esquilo, Prometeo encadenado, 230-245.
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Yo, varones atenienses, en primer lugar, cuando algunos trataban de
convenceros a raíz de la conmoción política de Eubea, para que ayudarais a
Plutarco y arrastrarais una guerra sin gloria y costosa, fui el primero y el
único que pasé a la tribuna y me opuse, y poco me faltó 635 para ser
descuartizado a manos de quienes os aconsejaron cometer números y serios
errores a cambio de escasas ganancias; y cuando hubo pasado breve tiempo,
tras haber hecho recaer sobre vosotros la vergüenza y haber sufrido un trato
que jamás ningún ser del género humano ha sufrido nunca por parte de
aquellos a quienes ayudar, todos vosotros reconocisteis la maldad de los que os
aconsejaron esas medidas y que yo había sido el que había expuesto las
mejores sugerencias 636.
La apología de la parresía implica también la defensa del uso de la palabra en un
buen sentido. Es decir, la palabra no tiene que ser simplemente por parte del poder un
instrumento de mando y de coerción y tampoco tiene que ser por parte del orador una
vía para conquistar la influencia y el espacio público ignorando la moral 637. A partir de
ahora en su actividad política, la palabra tiene que estar mano a mano con el logos. En
esta cita de Marcel Detienne que sigue vemos que el planteamiento del uso de la palabra
anterior a Sócrates era simplemente un planteamiento retórico que tenía por centro el
combate en torno a la persuasión, a los sistemas que posibilitan al suceso y a las
influencias sociales. La emancipación de la palabra-dialogo contra la palabra mágicareligiosa, no ha cumplido fielmente las recomendaciones de esta última, es decir, no ha
tenido la eticidad en el centro del uso del lenguaje o de palabra.
Desde ahora en adelante la palabra-diálogo la aventajará. Con el
advenimiento de la ciudad 638, pasa a ocupar el primer puesto. Es el «útil
635 Cf. Una posición muy parecida con la de Sócrates en la Apología.
636 Cf. Demóstenes, Sobre la paz, I, V, 5-6. In Discursos políticos I. intr. Trad y notas de A. López Eire.
Madrid, Gredos, 1980.
637 C Nietzsche. Escritos sobre la retórica. cit., p., 83. «A Platón le desagradaba profundamente la
retórica; la define como una habilidad, Ἐ μπειρία χάριστός τινος καì ἡ δονῆ ς ἀ πργασίας [experiencia de
una cierta gracia y agradable en expresión], y la subordina al mismo nivel que el arte culinario ψοπικήò,
el arte de la cosmética, κομμωτική, y la sofística de la κολακεία [halago] (Gorgias, 463b)».
638 Se recomienda aquí el comentario de Mas Torres sobre el concepto de la noción de pólis en el libro
ya citado aquí en este trabajo.
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político por excelencia», instrumento privilegiado de las relaciones sociales.
Por ella los hombres obran en el seno de las asambleas por ella gobiernan,
ejercen su dominio sobre el otro. La palabra no está prendida ya en una red
simbólico-religiosa 639, accede a la autonomía, constituye su mundo propio en el
juego del diálogo que define una suerte de espacio, un campo cerrado donde se
enfrentan los dos discursos. Mediante su función política el logos se convierte
en una realidad autónoma, sometida a sus propias leyes. Una reflexión sobre el
lenguaje puede elaborarse tomando dos grandes direcciones: por una parte,
sobre el logos, como instrumento de las relaciones sociales; por otra, sobre
logos tomando como medio de conocimiento de lo real. La retórica y la
sofistica exploran la primera de las vías forjando técnicas de la persuasión
desarrollando el análisis gramatical y estilístico del nuevo instrumento. La otra
vía es el objeto de una parte de la reflexión filosófica: ¿Es la palabra lo real?,
¿todo lo real? 640.
La parresía se presentará por eso como el simbolismo del uso adecuado de la
autonomía de la palabra de que habla esta cita de Detienne. El parresiásta, en cuanto
aquel que tiene a su disposición la capacidad o el instrumento de “tout dire”, es
confrontado con resistencias internas que tiene que ver con la adecuación de su “dire
vrai”. En su “tout dire” tiene que saber lo que hay que decir y lo que no, esto es, en la
publicitación de su verdad tiene que tener en cuenta los elementos éticos, políticos y
ónticos de su discurso para evitar que no solamente su actitud sino también que el reto
de la verdad caiga en el ridículo. En el Fedro y en el Ión, Sócrates usará justamente la
figura del orador y del poeta para mostrar cómo se puede caer en la parresía negativa.
Normalmente los adversarios de la parresía suelen usar estos errores de la
parresía negativa para atacar y criticar el reto de la parresía positiva 641. En la misma
639 Se asume con eso la distancia con la palabra mágico-religiosa.
640 Cf. Detienne, Los maestros de la verdad. Cit. pp., 106-107.
641 Cf. CV. cit., p., 11. «Employée avec une valeur péjorative, la parrêsia consiste bien à dire tout, en ce
sens que l’on dit n’importe quoi (n’importe quoi de ce qui passe dans l’esprit, n’importe quoi pouvant
être utile à la cause qu’on défend, n’importe quoi pouvant servir la passion ou l’intérêt qui anime celui
qui parle). Le parrèsiaste devient et apparaît alors comme le bavard impénitent, comme celui qui ne sait
pas se retenir ou, en tout cas, comme celui qui n’est pas capable d’indexer son discours à un principe de
rationalité et à un principe de vérité».
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línea Isócrates también formula una crítica al parresiásta que corrompe el sentido último
de la parresía y su ataque aquí es justamente dirigido contra el poeta.
Pero tú Polícrates, no te preocupaste para nada de la verdad, sino que seguiste
las maledicencias de los poetas, que muestran a los descendientes de los dioses
haciendo y sufriendo cosas peores que los hombres más impíos, y que han
dicho de los mismos dioses palabras que nadie se atrevería a decir de los
enemigos; pues no sólo les echaron en cara robos, adulterios y ser mercenarios
de los hombres, sino que también inventaron contra ellos que devoraban a sus
hijos, castraban a sus padres, encadenaban a sus madres y muchas otras
maldades 642.
Este ataque de Isócrates a la parresía negativa muestra que la función de aquel
que dice todo, la función de aquel que produce la parresía tiene que estar lejos de la
disimulación, tiene que estar disociada de la disimulación, del engaño y debe estar
orientada exclusivamente para la verdad. Foucault muestra con los ejemplos de la (la
República VIII, 557a-b y ss.; Demóstenes, Seconde Philippique, in Harangues, t. II,
32643), como los verdaderos productores de la parresía tienen preocupación por la
verdad y por la ética en el momento de producir la verdad 644. Tiene que haber una
simbiosis, una fusión entre el parresiástas y el acto parresiástico.
“[…], mais la parrêsia est toujours une sorte de formulation de la vérité à deux
niveaux: un premier niveau qui es celui de l’énoncé de la vérité elle-même (á ce
moment-là comme dans le performatif, on dit la chose, un point c’est tout) ; et
puis un second niveau de l’acte parrèsiatique, de l’énonciation parrèsiatique
qui est l’affirmation que ce vrai que l’on dit, on le pense, on l’estime, et on le
considère effectivement soi-même authentiquement comme authentiquement
642 Cf. Isócrates, Busiris, 38-39 in Discursos I. Intr. Trad y notas de Juan Manuel Guzmán Hermida.
Gredos, Madrid, 1979.
643 Cf. CV, p., 12; Démosthène, Seconde Philippique, in Harangues, t. II, 32. «vous savez, ces fameuses
disputes où on dit n’importe quoi, pourvu que ça puisse desservir l’adversaire et être utile à sa propre
couse».
644 Cf. CV, p., 12; Démosthène, Première Philippique, 31. «Ah! je vais vous parler à cœur ouvert, car,
j’en atteste les dieux, je ne veux rien dissimuler (egô nê tous theous talêthê meta parrêsias erô pros
humas kai ouk apokrupsômai)».
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vrai. Je dis vrai, et je pense vraiment que c’est vrai, et je pense vraiment que je
dis vrai au moment où je le dis 645”.
La parresía es incompatible con la ausencia del coraje y es incompatible con el
miedo. Sócrates demostró eso claramente en la Apología, al abordar los papeles de los
francs-parleurs en la justicia, en la toma de posición para juzgar un acto. Lo que ha
intentado demostrar es que en dos ocasiones él ha hecho frente a la falsa parresía de los
falsos francs-parleurs sin temer por su vida (Apología, 32a8-e). Los que presuntamente
deberían decir la verdad no la han dicho a pesar de que estaban bajo juramento para
hacerlo en nombre de la justicia. En este mismo diálogo dirá que siempre ha estado
enseñando en la plaza en la mirada de todos y en la Ética a Nicómaco (IV, 1124b 2629), Aristóteles dirá que solamente se esconde el que tiene miedo, pero el parresiásta no
es el que tiene miedo, porque justamente a él le preocupa mucho más la verdad que la
opinión, por eso mismo, actúa a la luz del día utilizando su “franc-parleur” para
combatir todo que es oscuro. El combate al oscuro también tiene que ver con el hecho
que al interior del enunciado parresiástico existe un pacto entre el sujeto que habla y la
verdad que produce.
Autrement dit, je crois qu’il y a, à l’intérieur de l’énoncé parrèsistique, quelque
chose que l’on pourrait appeler un pacte : le pacte du sujet parlant avec luimême. Pacte qui a lui-même deux niveaux : le niveau de l’acte d’énonciation et
puis [celui], implicite ou explicite, par lequel le sujet se lie á l’énoncé qu’il
vient de de dire, mais se lie aussi à l’énonciation. Et c’est en cela que le pacte
est double. D’une part le sujet dans la parrêsia dit : Voilà la vérité. Il dit qu’il
pense effectivement cette vérité, et en cela il se lie lui-même à l’énoncé et au
contenu de l’énoncé. Mais il fait pacte aussi en ceci qu’il dit : Je suis celui qui a
dit cette vérité; je me lie donc à l’énonciation et je prends le risque de toutes ses
645 Cf. GS. p., 62. «el parresiástas es siempre una especie de formulación de la verdad en dos niveles: el
primer nivel, el del enunciado de la propia verdad (tal cual como en el performativo, se dice la cosa, y
punto); después hay un segundo nivel del acto parresiástico, del enunciado parresiástico que es la
afirmación de que esta verdad que decimos, también la pensamos, también la estimamos y en este aspecto
uno se considera efectivamente a sí mismo auténticamente como auténticamente verdadero. Yo digo lo
cierto, y pienso verdaderamente que es lo correcto en el momento que lo digo».
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conséquences. La parrêsia [comprend] donc l’énoncé de la vérité, puis, audessus de cet énoncé, un élément implicite qu’on pourrait appeler le pacte
parrèsistique du sujet à lui-même, par lequel il se lie et au contenu de l’énoncé
et à l’acte même de l’énoncé: Je suis celui qui aura dit cela. Et [à travers] la
joute, le défi, la grande scène de l’homme se levant devant le tyran, et, aux yeux
de toute la cour, aux oreilles de toute la cour, disant la vérité, eh bien c’est ce
pacte-là qui est manifesté 646.
El combate con lo oscuro tiene que ser una convicción, hace parte de la regla
fundamental para que se dé el acto parresiástico porque ya no basta que la opinión que
él emite sea verdadera, es necesario que él viva esta opinión, es necesario que la dicho
opinión salga del corazón a partir del pacto que él hace consigo mismo. Eso nos
recuerda la Carta VII de Platón en su confronto con el tirano 647, pero también nos hace
volver a Eurípides y su defensa por la transparencia en lo vivido. Como sabemos, él
exigía una compatibilidad entre lo dicho y lo vivido, en otras palabras, entre lo
pronunciado y lo que sale del corazón; en este sentido, la convicción tiene que ser
expresada en los actos de cada día y tiene que tener una inmanencia que muestre que
mis actos son mis pensamientos.
646 Cf. Ibid., pp., 62-63. «Dito de otra manera, creo que existe en el interior del enunciado parresiástico,
algo que podríamos llamar un pacto: el pacto del sujeto hablante consigo mismo. El pacto que contiene
en sí mismo dos niveles: el nivel del acto del enunciado y después [aquel], implícito o explicito, a partir
del cual el sujeto se relaciona con el enunciado que acaba de decir, y se relaciona también con su
presentación. Y es en esto que el pacto es doble. De un lado el sujeto en la parresía dice: Aquí está la
verdad. Dice que piensa efectivamente esta verdad, y con esto establece una relación con el enunciado y
el contenido del enunciado. Más también hace pacto cuando dice: Yo soy el que ha dicho esta verdad; yo
me asocio al enunciado y tomo el riesgo de todas sus consecuencias. La parresía [incluye] por lo tanto el
enunciado de la verdad, y encima de este enunciado un elemento implícito que podemos llamar el pacto
parresiástico del sujeto consigo mismo, a través del cual establece vínculo con el contenido del
enunciado y al acto mismo del enunciando: Yo soy aquel que habrá dicho esto. Y [a través] de una actitud
desafiante aparece la grande escena del hombre que se levanta delante del tirano, y en la mirada de toda
la corte, al oído de toda la corte, diciendo la verdad, pues, este es el pacto que se manifiesta».
647 Cf. Ibid., p., 63. «C’est que caractérise l’énoncé parrèsistique, c’est justement, en dehors du statut et
de tout ce qui pourrait coder et déterminer la situation, le parrèsiaste c’est celui que fait valoir sa propre
liberté d’individu que parle. […], il n’y a parrêsia que lorsqu’il y a liberté dans l’énonciation de la
vérité, liberté de l’acte par lequel le sujet dit la vérité, et liberté aussi de ce pacte par lequel le sujet que
parle se lie à l’énoncé et à l’énonciation de la vérité. Et dans cette mesure-là, au cœur de la parrêsia, on
ne trouve pas le statut social, institutionnel du sujet, on y trouve son courage».
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Esta relación y conexión entre los actos, lo vivido y el pensamiento tiene que ser
algo a través de lo cual el parresiásta se hará conocer y ser reconocido. Tiene que
obligar a sí mismo a estar vinculado a este entorno de la verdad, dice Foucault. Este
entorno será su sello, su identificación con la autenticidad. Pero aun así, es decir, a pesar
de todo, el cuidado que pueda tener con su entorno y con el lugar de la producción de la
verdad, puede no ser suficiente. Al fin y acabo añade Foucault, el profesor, el geómetra,
el gramático (…), pueden pronunciarse sobre la verdad que enseñan, sobre lo que ellos
creen sobre la gramática, sobre la geometría, sin embargo sus pronunciamientos no
pueden ser considerados como parresía. Solamente habría parresía se el profesor, el
gramático o el geómetra corriesen los riesgos en sus opiniones y además de ocurrir
riesgos, la parresía sólo existiría en el caso que tomasen sus opiniones como sus
creencias. Los riesgos de la parresía implican causar molestia en el otro, irritar el otro,
provocar comportamientos que pueden conducirle a una violencia contra el parresiásta
por el dolor que provoca su verdad. El parresiásta se presenta como aquel que es
verdaderamente verídico y el que tiene en sí la ética de decir verdad “en su acto
arriesgado y libre 648”.
Podremos decir que Foucault parafrasea explicativamente a Sócrates en el pasaje
de la Apología 23ª y siguientes. Sócrates explica que las cosas han llegado al estadio en
donde están porque él ha optado por decir la verdad, solo la verdad. Su parresía ha
implicado por ello el riesgo de la vida pública. Esto es, perder la vida, ser condenado a
la muerte. Además, Sócrates explica que la condena solo ha llegado ahora, en este
momento, porque solo ahora él ha entrado en política, por decirlo así (Apología, 31d6 y
s).]. Presenta por lo tanto la parresía, la verdad como dolor de todas las partes. El dolor
648 Cf. Ibid., p., 64.
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del que pronuncia la parresía, la verdad, porque se torna enemigo de todos y el dolor de
aquel que escucha la verdad porque se siente herido por el “franc-parleur”. Pero a pesar
de todo este dolor, Sócrates presenta la parresía como una oposición noble a la parresía
negativa de la mayoría (Apología, 31d10). La verdad parresiástica es siempre una
verdad acompañada con el riesgo de la violencia porque implica una acción de meta
parrêsias, esto es, de la franqueza.
El riesgo de la franqueza juega aquí no solamente el papel de mediador entre el
éthos y el poder, sino que se presenta también como elemento de liberación y de
libertad. La franqueza toma el papel de libertad no solamente para dar palabra a los que
no la tienen sino también para recordar a través del parresiásta, que en lo que se refiere a
la verdad, todos están sometidos a la tarea de hacer que sea una realidad. La libertad
también se da gracias a este acto a partir del límite que el propio parresiásta impone al
hablar. Por ello, la mediación desde este punto de vista es hecha en nombre de
convicción, en nombre de la verdad que sólo aparece después de una actuación ética del
parresiásta. Esta actuación es acompañada no solamente por el coraje del parresiásta
sino también por el uso de la técnica para sacar adelante la verdad, pero esta técnica es
diferente de las técnicas de la oratoria, de la adulación y de la erística. Sin embargo en
la parresía como lo subraya Gabilondo:
Su sentido fundamental era el de establecer el vínculo entre el sujeto y la
verdad, un enlace tan sólido como fuera posible y que había de permitir al
sujeto disponer de discursos verdaderos que el sujeto debería tener a mano y
conservar, a fin de acudir a ellos como auxilio, en caso de necesidad, de sí
mismo y del otro. En ello la parresía desempeña un papel fundamental, ya que
comporta la necesidad de hablar de tal modo que el tipo de discurso no quiere
una dependencia, como ocurre, por ejemplo, con la adulación, sino que se
dirige al otro de tal manera que esto otro va a poder constituir una relación
consigo mismo que sea una relación autónoma, independiente, plena y
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satisfactoria. Es de tal forma verdadera que permite una forma de
subjetivación, garantiza la autonomía del otro, de quien recibe la palabra 649.
Aquí, la parresía toma una función terapéutica y del cuidado ya no solamente de
sí mismo sino también del otro a lo cual ayuda a tornarse independiente y a constituirse
como sujeto ético capaz de emprender un diálogo con la verdad, ya no a la luz de la
voluntad de la verdad 650 sino del deseo de la verdad por la verdad, deseo de la verdad
para adquirir la libertad derrumbando asimismo todas las limitaciones y las técnicas de
exclusiones. Ante la democracia, este derrumbamiento de las
limitaciones
institucionales constituye una amenaza a la luz de dos conceptos importantísimos en el
lenguaje democrático: el concepto de isêgoria y el concepto de isonomia, con estos dos
conceptos, el parresiásta, en último caso, pone en causa la propia posibilidad de
existencia de la democracia y aparece a luz de ellos como una especie de guía y
autoridad a través del uso de palabra arriesgada con la intención de producir únicamente
la verdad 651.
649 Cf. Discurso y verdad. cit., p., 25.
650 Cf. El orden del discurso. cit., pp., 46-47. «Me pregunto si algunos temas de la filosofía no surgieron
para responder a estos juegos de limitaciones y exclusiones, y quizá también para reforzarlos.
Para responder, primero, proporcionando una verdad ideal como ley del discurso y una racionalidad
inmanente como principio de sus desarrollos, acompañándolos también de una ética del conocimiento
que no promete la verdad más que al deseo de la verdad misma y al solo poder de pensarla.
Después, para reforzarlos por medio de una denegación que estriba esta vez en la realidad específica del
discurso en general.
Desde que fueron excluidos los sofistas, desde que se ha amordazado, con mayor o menor seguridad, sus
paradojas, parece que el pensamiento occidental haya velado por que en el discurso haya el menor
espacio posible entre el pensamiento y el habla; parece que haya velado porque el discurso aparezca
únicamente como un aporte entre el pensamiento y el habla; se trataría de un pensamiento revestido de
sus signos y hecho visible por las palabras, o a la inversa».
651 Véase la actitud de Solón contra Pisistratos en la asamblea.
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Como hemos referido en su momento en la crítica que Isócrates652 hace a las
instituciones democráticas, estos dos conceptos salen profundamente dañados desde el
punto de vista de la crítica de Isócrates a través de los postulados de la ausencia de la
protección de los lugares de la emergencia de la verdad y la ausencia de la
diferenciación ética. Es decir, la isêgoria como el lugar de la libertad de expresión, de
derecho igual al uso de la palabra a través de la producción de la verdad en el interior de
estos lugar, es cuestionada cuanto la posibilidad de la existencia de su sentido último.
En otras palabras, Isócrates cuestiona la legitimidad del tipo de verdad que es producida
por la isêgoria, en su la libertad de expresión, y en el uso de su derecho de tomar
palabra en el espacio público.
Para Isócrates la gente que las instituciones democráticas dan palabra, el derecho
de hablar públicamente son en su mayoría los borrachos, gente que no tiene dominio
sobre ellos mismos. A esta gente lo que les interesa es dilapidar la fortuna del Estado
(36) y lo peor para Isócrates, es que a esta gente, los atenienses les escucha con
complacencia y admiración. La preocupación de Isócrates es de que con isêgoria todo el
mundo puede hablar: los buenos y los malos oradores, las opiniones verdaderas y falsas,
interesantes y prejudiciales de modo que todas las opiniones se justa ponen en la ciudad
(36). Isócrates alerta también para el peligro de la parresía democrática. La parresía aquí
no es solamente peligrosa para aquel que habla sino también para la propia ciudad y en
eso su visión es muy cercana a Platón 653.
Por su vez la isonomia es cuestionada cuanto a su capacidad de administrar
correctamente la existencia de la diferenciación ética entre los miembros de la
652 Cf. Isócrates, Discursos sobre la paz, 13.
653 Cf. La República, VII, 557b.
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comunidad democrática. Isócrates muestra que el afán por la igualdad impide o
imposibilita la actualización de la diferenciación ética en el espacio democrático, los
valores desaparecen y la gente se ve solamente a la luz de la igualdad o de
“igualizacion” de condiciones en el sentido tocqueviliano de expresión. La ausencia de
la moral, la falta de la verdad en la retórica, esto es, la parresía negativa ya no será un
asunto grave desde el momento en que no apunta a la desestabilización del orden
político e institucional.
Es por eso que la primera acusación de Meleto contra Sócrates no ha tenido
mucho peso, pero la segunda sí. Esto es, más que ser condenado por haber proclamado
un ateísmo o por ser impío, Sócrates ha sido condenado por desorden público, al inducir
y corromper a la juventud y consecuentemente, el orden público.
En la Apología, Sócrates presenta un primer paso del encuentro entre la verdad,
el coraje de la verdad y la ética de la verdad. Sin embargo es en Critón donde hace una
explicación más detallada del encuentro de estos dos principios fundamentales para la
parresía, sea ella política o ética. En el Critón, muestra que el franc-parleur tiene que
ser consecuente con su acto de hablar, de decir la verdad. La ética se presenta por lo
tanto, como la prueba, el ejemplo de su consecuencia, el marco de su fidelidad a la
verdad y a los valores que rigen la verdad (Critón, 46b-d). Para Isócrates, será
justamente esto que faltará en el espacio democrático, razones por lo tanto para que
formule duras críticas a las instituciones democráticas. Sócrates hará lo mismo en la
Apología al decir que sus acusadores hablaban bien, pero que sin embargo no decían
nada de verdad:
No sé atenienses, la sensación que habéis experimentado por las palabras de
mis acusadores. Ciertamente, bajo su efecto, incluso yo mismo he estado a
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punto de no reconocerme; tan persuasivamente hablaban. Sin embargo, por así
decirlo, no han dicho nada verdadero 654.
Aquí, la crítica no es solamente en relación a las instituciones sino que también
muestra que el verdadero acto parresiástico implica el olvido de uno mismo, implica la
ausencia del reconocimiento de uno mismo porque en el acto parresiástico estamos
volcados para la verdad y por la verdad. El “franc-parleur” cuando produce la verdad no
piensa en sí sino en la verdad que está produciendo, no piensa en las consecuencias
porque su actitud asume estas mismas consecuencias. Esto ocurre por ejemplo con
Platón en su encuentro con Dionisio de Siracusa en Cecilia como está narrado en la
Carta VII. Pero lo que se ve en este episodio de la Apología y de la Carta VII es el
olvido de sí mismo por parte del parresiásta. Platón sabía que el rey le quería matar por
pronunciar continuamente las verdades que a él le hacía daño, pero aun así no ha
hesitado en decirle la verdad, no ha reservado su vida.
La parrêsia risque donc non seulement la relation établie entre celui qui parle
et celui auquel est adressée la vérité, mais, à la limite, elle risque l’existence
même de celui qui parle, si du moins son interlocuteur a un pouvoir sur lui et
s’il ne peut pas supporter la vérité qu’on lui dit. Ce lien entre la parrêsia et le
courage est fort bien indiqué par Aristote lorsque, dans l’Étique à Nicomaque,
il lie ce qu’il appelle la megalopsukhia (la grandeur d’âme) à la pratique de la
parrêsia 655.
Esta grandeza del alma de que habla Aristóteles tiene que ver con lo llamado
juegos de parresía, o mejor, con lo que Foucault designa por juegos de la parresía que
consiste simplemente por parte del receptor en aceptar, en acoger la parresía, la verdad
654 Cf. La Apología, 17a-2-5.
655 Cf. CV. cit., p., 13. «La parresía pone en causa no apenas la relación establecida entre aquel que
habla y aquel sobre cual la verdad es dicha, sino que arriesga en límite, la existencia de aquel que habla,
por lo menos cuando su interlocutor tiene poder sobre él y cuando éste no puede suportar la verdad que
escucha. Esta ligación entre la parresía e el coraje está resaltada de forma clara por Aristóteles en la
EN, allí él relaciona la megalopsukhia (la grandeza del alma) con la práctica de la parresía».
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parresiásta. En su momento veremos con más claridad como eso ocurre en el Laques,
cuando uno de los interlocutores del diálogo al ver Sócrates, se vira para Nicias y
Laques y les dice,... este Sócrates que ven ahí no le dejéis escapar, es él que nos puede
decir lo cierto sobre este tema que estamos a tratar. La interpretación que Foucault hace
es que el gesto de Melesias es el gesto de reconocimiento de autoridad de alguien, de la
parresía de alguien sobre un determinado asunto, en este caso, es un reconocimiento de
que Sócrates es un parresiásta, tiene la verdad sobre el asunto que está a tratar. Como
sabemos por la crítica de Isócrates y por análisis que Foucault hace de esta crítica, este
reconocimiento no es posible en el entorno democrático de la parresía porque
justamente dice Isócrates, la democracia no respecta el honor de la verdad y la relación
y el ambiente entre el pueblo y los oradores se asemilla a un barco sin rumbo 656. Esto
es, en este ambiente nadie conduce a nadie.
Ya hemos visto que en su opinión, los que representan el pueblo son en su
mayoría los borrachos y los dilapidadores del erario públicos, asimismo, es imposible
que sepan conducir al pueblo. La crítica de Isócrates muestra justamente que el
planteamiento democrático no es un planteamiento parresiástico, porque los oradores
solamente dicen al pueblo aquello que él quiere oír, le cubre de elogios y de lisonja.
Naturalmente en este ambiente, los oradores de la parresía positiva no pueden
tener aceptación, no son escuchados y no son tenidos en cuenta y peor, por causa de su
parresía pueden correr el riesgo de muerte porque son considerados como enemigos del
pueblo y su coraje y su opción por la verdad termina case siempre conduciéndoles al
enfrentamiento con las instituciones. Desde este punto de vista dice Foucault, la noción
de parresía produce una ruptura en mitad.
656 Cf. La República, VI, 488a-489ª.
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De un lado está la noción de la parresía como latitud concedida a todos dentro de
la ciudad. La cuestión de la isêgoria que hemos abordado en su momento. Esta noción
de latitud permite a todos de producir sus opiniones, sus verdades dentro de la ciudad.
Por otro lado tenemos la noción tradicional de la parresía, esto es, la parresía como el
coraje peligrosa de decir la verdad generosamente con el riesgo de la propia vida657.
Como sabemos, este será sobre todo el argumento de Sócrates en el Critón.
Prefiere morir por la verdad en lugar de huir de la prisión y ser un delincuente de
las leyes y por las ciudades por donde pueda caminar y sobre todo, ser un subversor de
las leyes 658. Esta actitud de la determinación del parresiásta hace que Foucault diga
que con la parresía la democracia juega un juego dicotómico: porque por un lado si la
parresía deja existir en la ciudad la libertad se presentará como un peligro 659, pero por
otro lado, la parresía se presenta como el acto noble y peligroso de decir la verdad, por
eso esto acto parresiásta deja de tener lugar en la democracia (Foucault, 2009, 38). Esta
paradoja quiere mostrar simplemente que los principios democráticos de la isêgoria y
de la isonomia son incompatibles con la parresía positiva. En estos principios como
hemos vistos no hay ni la protección de los lugares de la emergencia de la verdad y ni
hay principio de la diferenciación ética. Todo mundo es igual y nadie puede ser mejor
que nadie. Para Isócrates era muy importante la cuestión de la diferenciación ética,
asimismo lo manifiesta en sus admoniciones A Nicocles:
Preocúpate del pueblo y procura en todo mandarles con afecto, pues sabes que
de las oligarquías y de las demás formas del gobierno duran más tiempo las
657 Cf. CV. cit., p., 38.
658 Se recomienda aquí consultar el estudio citado en este trabajo de De Romilly, Jacqueline, La Grecia
antigua contra la violencia. El análisis que hace de la relación entre la violencia y las leyes el respecto
por las leyes.
659 Ver el Libro VIII de la República, el análisis sobre la eleutheria democrática y ver la final del diálogo
Alcibíades.
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que mejor cuidan al pueblo. Te atraerás bien al pueblo, si no permites que se
desborde ni dejas que sea violentado, sino que procuras que los mejores tengan
honores, y los demás no sean objeto de injusticia; porque estos principios son
los primeros y los más importantes de un buen gobierno 660.
El principio de isonomia no podía en ningún caso, para Isócrates suplantar las
cuestiones éticas y las cuestiones de gobernabilidad. Y será eso mismo dice Foucault lo
que dirá Heráclito antes de marcharse de la ciudad de Éfeso, “me voy porque no queréis
que nadie sepa más que vosotros” (Foucault, 2009, 18). La marcha de Heráclito de la
ciudad pone en manifiesto no solamente la incompatibilidad del acto parresiástico con el
principio de isêgoria que en este caso le ha sido denegado, sino que también pone en
manifiesto una incompatibilidad con el principio de isonomia 661 esta preocupación
también ya estaba presente en Eurípides en el Ión y en el discurso de Pericles. Es para
mostrar su desagrado con esta isonomia que Heráclito decide marcharse, porque la
ciudad no admite alguien diferente, alguien que sepa más que los otros. En definitiva, la
ciudad no admite esto que Isócrates recomienda a un gobernante: constancia en la
educación y la sana competición entre los inferiores y sus superiores.
Piensa, por el contrario, que la educación y el estudio es lo que más puede
beneficiar nuestra naturaleza; sea ésta tu forma de pensar: trata con los más
prudentes de los que te acompañan y de los ajenos haz venir a los que puedas;
no creas que has de desconocer a ningún poeta ni sofista bien reputado, antes
bien, oye a unos y sé discípulo de otros; dispone a ser juez de tus inferiores y
competidor de tus superiores. Gracias a estas prácticas, rápidamente puedes
alcanzar la categoría de lo que, según pensamos, ha de ser un rey perfecto y un
gobernante de la ciudad como es debido. Tú serás tú mejor colaborador si
660 Cf. Isócrates, Discursos I. cit. Nicocles (II), 16-17.
661 Cf. GS. cit., pp., 276-277. «Ion évoquait l’envie du peuple, l’envie de la majorité, l’envie des plus
nombreux à l’égard de ceux qui exercent leur ascendant. Il évoquait aussi la jalousie des rivaux qui ne
supportent pas que l’un d’entre eux s’avance et prenne l’ascendant sur les autres. Et Périclès évoquait,
au début de son grand discours aux Athéniens, ce qui pouvait être l’échec d’Athènes. Et il demandait que
l’on soit aussi solidaire de lui dans l’insuccès qu’on serait solidaire de lui dans la victoire».
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consideras vergonzoso 662 que los peores manden a los mejores y los más
ignorantes estén al frente de los más inteligentes; pues cuanto más deprecies la
ignorancia ajena, tanto más ejercitarás tu propia inteligencia 663.
El planteamiento de Isócrates es un planteamiento que pretende hacer del
espacio público, el desempeño de la actividad pública una cuestión de mérito y no una
cuestión con base en la igualdad como es planteado por la democracia. La expresión
“vergonzoso” también ya había sido aludida en su momento en Eurípides en donde se
dice que los nobles perderían sus derechos de parresía se, si puede probar que en su
actividad cotidiana se comportara de forma vergonzosa. Tanto en Eurípides como aquí
en Isócrates, se ve que el poder no puede ser constituido por las personas que tienen en
su historial una marca vergonzosa de la eticidad. En Eurípides la interdicción de estas
personas tiene que ver con el uso de la palabra, el derecho de usar de la palabra en
cuanto elemento político 664 de la ciudad. En Isócrates, la interdicción tiene que ver con
el ejercicio concreto de una actividad política. La parresía tiene en cuenta por lo tanto, a
la cuestión de la diferenciación ética. Este planteamiento será aún más aclarativo en la
Carta VII, en el confronto de Platón con Dionisio.
No obstante, aquí hay que centrarse en el elogio que Isócrates hace de la
palabra 665, la buena palabra. Esto es importante, justamente porque el concepto de
buena palabra isocrático difiere mucho del concepto socrático-platónico. El concepto
662 Cf. En el Panegírico (IV), 75-82, Isócrates aborda con firmeza y claridad este tema incluso llega a
decir en el 77 que los antiguos atenienses se avergonzaban más por las faltas cometidas a los asuntos
públicos que los cometidos en las cuestiones particulares. Isócrates pronunciará también la palabra
vergonzosa en condiciones semejante el a Nicocles (III), 38-39, al decir que sería vergonzoso que los
reyes que tienen un honor mejor que los ciudadanos particulares no consigan ser mejores que éstos en la
práctica de la virtud.
663 Cf. Ibid, 12-14.
664 Elemento político que debe ser otorgado al individuo después que éste haya demostrado la eticidad.
665 Cf. Isócrates, Discursos I. cit. Nicocles (III), 1-9 s.
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isocrático de la buena palabra, la palabra-aretê, es un concepto materialista y en cierta
medida, es igual al de los sofistas. La buena palabra, la palabra-aretê tiene, como fruto,
o como bienes, el éxito y el bienestar burgués. Para la tradición socrático-platónica, la
aretê y la buena palabra estarán ligadas a lo que hemos llamado en su momento la
cuestión socrática, esto es, la preocupación ético-política. Y la incompatibilidad
justamente con Isócrates, se encuentra aquí porque Isócrates en este Tercero discurso a
Nicocles (en donde también hace un elogio a Dionisio (23), el tirano de Siracusa que
tiene un enfrentamiento político con Platón en la Carta VII), afirma que el discurso más
importante es el político, y también sabemos que, para Platón, la política es, entre todas
las actividades, la más importante que se pueda pedir a un hombre en la pólis.
Pero, como hemos señalado, para Isócrates, la política, la aretê, se debe limitar y
reflejarse en el éxito 666 y en el bienestar burgués. Ésta no será, naturalmente, la visión
platónica de la política, y el propio Isócrates de Nicocles (III) se muestra contradictorio
con el Isócrates de Contra los sofistas (XIII), ya que en Nicocles (III) dirá que no se
puede reprochar a la retórica la inmoralidad de los oradores. Sabemos que este será
justamente el punto de enfrentamiento entre Sócrates, y Gorgias, así como entre
Sócrates y Protágoras. Pero también será el origen de la deriva de la política ateniense.
Cuando Sócrates le pregunta a Protágoras cuál era su profesión y éste le contesta
que era profesional de aretē, esto es, aquel que enseña la virtud, Sócrates toma la actitud
de incredulidad, y dice claramente que no cree que la virtud sea algo enseñable:
Por ejemplo, Pericles, el padre de estos muchachos de aquí, les ha educado
notablemente bien en cosas que dependían de maestros, pero en las que él
666 Cf. P.B. Grenet. cit., p., 202. «Quintiliano nos dice que, siendo vejo Isócrates, se encargó a
Aristóteles de un curso de tarde sobre el arte oratoria, y que éste decía, parodiando un verso de
Eurípides: [Es vergonzoso callarse y dejar hablar a Isócrates]. Esta frase es señal de una oposición
fundamental que acabó por estallar en una disputa (…)».
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personalmente es sabio, ni él les enseña ni lo confía a ningún otro, sino que
ellos, dando vueltas, triscan a su antojo, como reses sueltas, por si acaso
espontáneamente alcanzan por su cuenta la virtud. Por si prefieres otro caso, a
Clínias, el hermano más joven de Alcibíades, al que aquí ves, para quien hacía
de tutor el mismo varón, Pericles, éste, por temor de que no se corrompiera con
el ejemplo de Alcibíades lo separó de él y lo confió para su educación a
Arifrón. Antes de que pasaran seis meses, éste lo devolvió no sabiendo qué
hacer con él. Y otros muchísimos puedo citarte, que, a pesar de ser ellos
buenos, jamás lograran hacer mejor a ninguno ni de los propios ni de los
ajenos. Así que yo, Protágoras, atendiendo a estos ejemplos, creo que no es
enseñable la virtud 667.
A primera vista, la actitud de Sócrates parece ser una “démarche” individual,
pero en realidad es la percepción que todo griego tenia tenía sobre la cuestión de la
virtud en su sentido ético (hacer mejor a uno) y no político (publicitación, éxito y
dominio del espacio público). Los atenienses creían en este último, el aretē como suceso
político y social, la virtud como el uso de la capacidad de influencia. En el Gorgias y el
Hipias Mayor aparece más de una vez la idea de que lo que cuenta no es decir la verdad,
sino lo que se parece a la verdad, lo que puede confundir a la gente.
Por eso, no es de extrañar que Isócrates diga que no se puede culpar a la retórica
de la ausencia de la moralidad 668 en el espacio público como tampoco es de extrañar la
introducción por Sócrates de un nuevo concepto de aretê en el espacio público y su
escepticismo en relación a si la virtud es o no enseñable. Ya se sabe que al final del
667 Cf. El Protágoras, 319e2-320b5.
668 Cf. P. B. Grenet, cit., p., 203. «Año 362: Grilo, hijo mayor de Jenofonte, es herido mortalmente
durante un combate de caballería antes de la batalla de Mantinea. Esta muerte fue el pretexto de
numerosos elogios tan vacíos como brillantes. Isócrates mismo participa con su elocuencia. Indignado
por esta explotación publicitaria de la muerte de un joven, Aristóteles publica con el título Grilo o De la
Retórica, un proceso severo de la retórica isocrática, llegando a negarle el nombre de arte.
Alrededor del 353: Isócrates publica la Antídosis, que contiene un ataque directo contra Dión, el joven
protegido de Platón, y unas respuestas, discretas a los reproches del Grilo (cf. Ross, Fragmenta Selecta,
p. 26).
Es entonces cuando, sin que pueda precisarse la relación cronológica entre las dos obras, Aristóteles
publica su Discurso exhortativo (= Protréptico), en el que opone al isocratismo el ideal de la verdadera
filosofía: contemplación desinteresada y no aprendizaje de procedimientos prácticos».
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diálogo es Sócrates quien asumirá la posición de Protágoras de que la virtud es
enseñable, pero la virtud de que habla él será distinta de aquella de Protágoras. La virtud
de Protágoras (la virtud ateniense) se define por las habilidades (technē) sociales,
mientras que la virtud socrático-platónica se define como algo que está anhelado en el
ser y que necesita un trabajo, un askêsis continuado para hacerle ver la luz en uno
mismo. Es por eso también que sólo la démarche parresiástica puede permitir afrontar
los retos de esta nueva virtud.
De momento añadir que el acto parresiástico también se inscribe en la línea de la
tragedia, y la tragedia de Edipo puede ser indicada en este caso como el primero acto
parresiástico en el marco de las prácticas judiciarias, en el marco de las búsquedas
jurídicas de la verdad en la antigua Grecia, dice Foucault. Pero para comprender esta
búsqueda, su origen, hay que remontarse curiosamente a Homero. Este Homero, que
justamente Platón no puede ver por la frente, sin embargo es a él al que hay que
remontarse para encontrar los primeros testigos de la búsqueda de la verdad en los
procesos jurídicos. Este primer proceso de la buscada de la verdad en el campo jurídico
está referido en el Canto XXIII (262-652) de Ilíada, en el confrontamiento entre
Menelao y Antíloco , sobre todo a partir de los nº 565-590.
En causa estaba que Antíloco había hecho trampas a las reglas del juego, y
gracias a sus trampas iba a recibir el premio de vencedor en un juego en el que
legítimamente, no habría ganado. Menelao le ha visto; también hay otro testigo (ïστωρ)
que le ha visto pero, curiosamente, a la hora del juicio, este testigo no ha sido citado
para ser oído y declarar su versión de los hechos. Enfrentado a esta situación de trampa,
Antíloco no asume haber hecho trampas. Entonces, Menelao le pide que haga un
juramento en nombre de Zeus si efectivamente está seguro de no haber hecho nada
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ilegitimo. Antíloco, al oír el nombre de Zeus, desiste del engaño y reconoce haber hecho
trampas y, por lo tanto, devuelve el premio.
En esta historia hay que destacar dos cosas:
El espacio de la veridificación es omitido. El famoso testigo no ha sido llamado
a declarar en el proceso judiciario. Y, por lo tanto, no hay manera de probar la
implicación de Antíloco en la trampa. Era la palabra de Antíloco contra la palabra de
Menelao.
No existían reglas jurídicas de resolución de conflictos y ha sido el propio
Menelao quien se ha decidido a improvisar el juicio.
A pesar de las dificultades para configurar la verdad, hay que destacar sin
embargo que el acto de exteriorizarla es anterior al espacio jurídico, a las reglas
jurídicas que la sofística crearán más tarde. No obstante, Foucault señala en el análisis
de este “conto” que el hecho de que no se hiciera pasar al testigo no era banal. El testigo
ha sido simplemente sustituido por el juego de prueba, que consistía en lanzar un
desafío a un adversario. Cuando uno lanza este desafío, el otro debe, o aceptar el desafío
corriendo el riesgo de perder su vida o su prestigio, o entonces tiene que desistir; y es
eso lo que le ha pasado a Antíloco. Él ha desistido porque, si hubiera jurado habiendo
hecho trampas, la sentencia no habría sido dada por Menelao, sino por Zeus. Zeus
puniría la mentira de aquel que ha hecho las trampas, que ha jurado falso, y la verdad
sería conocida.
En el caso de Edipo, ya no está en vigor la cuestión del juego de prueba, sino el
de la verdad del oráculo, la predicción del futuro, el decir de la palabra mágicoreligiosa. Este decir también marginaliza el elemento de veridificación, esto es, al
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testigo, el elemento de confrontación. Para el planteamiento socrático-platónico, este
elemento será muy importante justamente para limpiar la verdad- no –verdad. Pero en el
tiempo de Homero todavía no es importante, y seguirá sin ser importante también para
la sofistica. La parresía está vinculada a la actualidad presente a través de una lectura
del pasado, es el testigo del pasado, independientemente de cómo sea el pasado. Ella es
una verdad presente y no futura, una verdad presencial y no profética. En Edipo rey669,
tal como en Ilíada, tenemos toda la verdad, pero no el “testigo”, por lo que le sigue
faltando a esta verdad su dimensión del presente670.
On a toute la vérité, mais sous la forme prescriptive et prophétique qui es
caractéristique à la fois de l’oracle et du divin. A cette vérité, qui d’une
certaine façon, est complète, totale, où tout a été dit, il manque cependant
quelque chose qui est la dimension du présent, de l’actualité, de la désignation
de quelqu’un. Il manque le témoignage de ce qui s’est réellement passé.
Curieusement, toute cette vielle histoire est formulée par le divin et par le dieu
sous la forme du futur. Nous avons besoins maintenant du présent et du
témoignage du passé : le témoignage présent de ce qui est réellement
arrivé 671.
Habíamos dicho que también en el caso de Edipo faltaba el testigo. Sí, faltaba el
testigo hasta que Yocasta ha entrado en la cena. Ella sirve de testigo en un intento para
aclarar la situación presente, y su declaración va permitir dilucidar la verdad sobre el sí
mismo que se busca. La declaración de Yocasta va avivar la memoria de Edipo, y él se
669 Cf. Sófocles, Édipo rey, 642-648.
670 La ausencia de la dimensión del presente que aquí referimos tiene que ver con la continuidad de la
palabra mágico-religiosa que en su momento hemos visto desaparecer con Detienne y que aquí vemos
volver o todavía existir. La dimensión del presente se opone, por lo tanto, a la presencia de la revelación y
de la profecía.
671 Cf. DE, I. nº 139. La vérité et les formes juridiques. p., 1426. «Tenemos toda la verdad, pero en
forma prescriptiva y profética que es al mismo tiempo característico del oráculo y del divino. A esta
verdad, que de cierta manera, es completa, total, en donde todo ha sido dicho, no obstante falta alguna
cosa que es la dimensión del presente, de la actualidad, de la designación de alguien. Falta el testigo de
lo que ha verdaderamente ocurrido. Curiosamente, toda esta vieja historia es formulada por el divino y
por dios en forma del futuro. En este momento precisamos del presente y del testigo del pasado: el testigo
presente de lo que ha ocurrido realmente».
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recordará que alguien murió en un cruce de los caminos. Lo importante aquí es ver
cómo ni Antíloco ni Edipo se han callado en su verdad aún en falta de testigos; al
contrario, ellos mismos han dicho la verdad sobre sus actos. En los dos casos
encontramos el acto parresiástico. Antíloco se queda sin el premio, y ello le conduce al
dolor de verse privado de aquello que había sido suyo, aunque ilegítimamente. Se queda
no solamente con el dolor del perdedor, sino también con el dolor del humillado por
haber querido apropiarse de algo que no le pertenecía.
En el caso de Edipo, el dolor de la parresía está sobre todo representado por su
madre, que estaba convencida de que al final Edipo no había cometido el regicidio, e
incluso llegó a decir a éste, «ve como los dioses también se equivocan», la profecía
había dicho que ha muerto el rey, pero el rey ha sido muerto en el cruce de tres caminos,
al parecer a manos de varios hombres. Sabemos que la invocación del cruce de los tres
caminos hace que Edipo recobre la memoria, y es a partir de ahí que la verdad saldrá a
luz. La luz que trae la verdad también traerá el dolor parresiástico. El dolor de la madre
que ve acercarse una tragedia en la vida familiar.
El dolor de Yocasta representa directamente una acción sobre el alma, el dolor
parresiástico. En Gorgias encontramos este tipo de influencia directa sobre las almas de
las personas, el gobierno de los otros, y en este aspecto la parresía se presenta como una
psicopedagogía, dice Foucault. La relación con la psicopedagogía tiene que ver con la
conducción de las almas672, del espíritu, la conducción del maestro al discípulo, la
conducción del destino de muchos. Ya no es solamente un asunto político o filosófico,
672 Nietzsche. Escritos sobre la retórica. p., 84. « ῥ ετορικóς como διδaκτικóς. La segunda meta es, sin
embargo, mucho más alta; pero no es necesario que se excluya toda aplicación de la retórica. No
obstante, ¡ no puede convertirse en una ocupación seria en la vida! En el Político, 304d, separa la διδαχή
de la retórica y asigna a ésta la tarea de persuadir a las πλῆ θς [multitudes]».
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es un asunto pedagógico. Es en eso también en lo tocante a la psicopedagogía que la
parresía platónica se diferencia de la parresía cínica, como tendremos la oportunidad de
ver en su momento.
En todo caso, aquí, interesa señalar que la parresía, en el texto de Gorgias, será
distinta de la que hemos visto en el texto del Fedro. En el Fedro, la “conflictualidad” se
da entre la parresía filosófica y la retórica, y la relación entre ellas de exclusión, es una
relación de incompatibilidad. En el Gorgias al contrario, la relación será de
compatibilidad, de inclusión, del maestro al discípulo, una relación pedagógica y erótica
dice Foucault (2008; 325). En los dos textos, lo que se pide a los interlocutores es la
veridificación sobre lo dicho y lo escrito. La veridificación se presenta, por lo tanto,
como el lugar del rigor parresiástico.
Parresía, una palabra polisémica. Libertad de palabra, tanto en el sentido
isonómico como en el sentido de veridificación, valentía, asumir los riesgos en el decir,
decirlo todo o todo decir. La parresía puede ser política, religiosa, filosófica,
pedagógica o retórica. Ella se presenta como el lugar de la dimensión crítica del espacio
público. En este apartado hemos intentado mostrar como las demás formas de parresía
deberían estar vinculadas sobre todo a la parresía filosófica. La parresía filosófica,
además de su amplio sentido gnoseológico, también se preocupa muchísimo con la
cuestión ética y vimos que en Platón, la cuestión ética juega un papel preponderante en
el campo político. Por ello mismo será recomendado en el libro de X de la República
que los modelos de la sociedad, de la pólis sea un modelo filosófico, la educación
filosófica que a su vez tendía también que hacer llegar a los demás la excelencia
educativa en la pólis.
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Por esta razón la parresía filosófica juega un papel muy importante. Deshabilita
la parresía política vista apenas desde el punto de vista de la retórica y del juego de
palabra y da un lugar destacado a la parresía psicopedagógico en cuanto a lugar de
implementación del buen saber recibido gracia a la ayuda de la parresía filosófica.
5.
LA CUESTIÓN DE LA “VÉRIDICTION”.
Hemos visto en su momento como la cuestión de la veridificación era no
solamente importante para el planteamiento de la filosofía socrático-platónica, sino que
también ha sido fatal para la propia existencia de Sócrates.
En efecto, conocéis sin duda a Querofonte. Éste era amigo mío desde la
juventud y adepto al partido democrático, fue al destierro y regresó con
vosotros. Y ya sabéis cómo era Querofonte, qué vehemente para lo que
emprendía. Pues bien, una vez fue a Delfos y tuvo la audacia de preguntar al
oráculo esto –pero como he dicho, no protestéis, atenienses-, preguntó si había
alguno más sabio que yo. La Pitia le respondió que nadie era más sabio.
Acerca de esto os dará testimonio esto hermano suyo, puesto que él ha muerto.
(…). Así pues, tras oír yo estas palabras reflexionaba así: «¿Qué dice
realmente el dios y qué indica el enigma? Yo tengo consciencia de que no soy
sabio, ni poco ni mucho. ¿Qué es lo que realmente dice al afirmar que yo soy
muy sabio? sin duda, no miente; no le es lícito» 673.
Fue su intento de verificar la certeza de lo dicho, lo cierto de lo pronunciado que
lo que le condujo a su muerte. Y todo comienza, como él mismo lo dice en Ap. cuando
decide ayudar al dios a hacer su trabajo, cuando decide ver si el dios tenía razón en lo
que decía de él (sobre Sócrates). Desde aquí, la veridificación estará también presente
en lo que Foucault ha dado en llamar el momento clave “del nacimiento de la
racionalidad Occidental”. El planteamiento, desde un punto de vista de la duda, de la
673 Cf. La Apología 20e9-21b6.
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conciencia del límites dirá, Strauss 674, abrirá el camino no solamente para
desenmascarar el falso saber de los adivinos, sino también el de los sofistas. La
veridificación es la primera etapa del planteamiento de elenchos.
Con la veridificación, Sócrates abre un camino sutil 675 para cuestionar ya no
solamente el saber en cuanto elemento propiciante de la autoridad de alguien en materia
pública, (acceso a funciones públicas, sino también el orden y el estilo ético vigente
hasta entonces. Alguien “marginal” osa cuestionar instituciones y personalidades
públicas atenienses. Y en eso consiste la ligación o la relación entre la veridificación y
la parresía. El parresiásta utiliza la veridificación como elemento concreto para relatar
lo que debería ser hecho y no lo está, lo que debería ser dicho y no lo está. Vimos
justamente como Isócrates utiliza dos expresiones para mostrar la falta de parresía o la
parresía negativa: la falta de la protección de los lugares de emergencia de la verdad, y
la ausencia de la diferenciación ética en el espacio democrático, en el espacio político.
Como sabemos, en el tiempo de Platón, este espacio político estaba dominado sobre
todo por el arte, particularmente por el arte en cuanto saber, “le savoir faire”, en cuanto
capacidad de influencia, y sobre todo, arte en cuanto escritura, prosa y poesía. La
cuestión platónica en este dominio se centrará sobre todo en criticar la ausencia de
capacidad de análisis en el interior de todo este trabajo artístico. Es decir, Platón llevará
al cuestionamiento del saber artístico dominio ético-político, lo que por a vez le obligará
674 Cf. Strauss, Leo. Estudios de filosofía política platónica. Tr. Amelia Aguado. Amorrortu Editores 1ª
edición. Buenos Aires-Madrid 2008.
675 Cf. Heidegger. cit., pp., 164-165. «Lo que en ellas se trata, después de más de dos mil años de
tradición y de acostumbramiento del pensar y el representar, no son para nosotros casi más que lugares
comunes. Pero visto desde la época de Platón, todo ello es un descubrimiento primero y un decir que da
una medida». En esta explicación por parte de Heidegger del debate entre la verdad y el arte en cuanto
imagen e imitación de lo real, captamos como de facto el trabajo o la tarea platónica era una innovación
fracturante en el pensamiento griego. Dice Heidegger, para nosotros hoy todo eso forma parte de los
lugares comunes, pero para Platón o para la época platónica, todo eso era un descubrimiento, esto es, un
desvelar algo oculto. En Fedro podremos leer este algo oculto y por qué se oculta, por qué se tapa.
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al planteamiento del mismo desde un punto de vista de la parresía política y ética,
desde el punto de vista de la “existencialidad” de su verdad, como lo subraya
Heidegger.
Así pues, si se quiere decir que Platón pregunta aquí por el arte de modo
político, esto sólo puede significar que evalúa el arte respecto de su puesto en
el estado en referencia a la esencia y fundamento que sostiene a este último, es
decir al saber de la «verdad» 676.
Es un planteamiento que muestra además de una búsqueda del rigor epistémico
del que dice, de aquel que hace arte, también una preocupación por todo aquello que
constituye la clave social y la clave política: la verdad. Como le ha dejado claro
Heidegger, la crítica platónica del arte es una crítica política. Sin embargo, la esencia de
la verdad que Platón plantea no sólo apenas una verdad política; es justamente contra
esta verdad que él toma distancia. Como ya ha sido referido, la verdad política en el
tiempo de Platón corresponde tan solo esencialmente a la capacidad de influencia, la
capacidad de publicitación y a los mecanismos para conseguir el éxito, de modo que la
verdad la tienen los que poseen éxito, los que saben hablar, los que saben imitar a los
que escriben y declaman bien sus textos. Éste es el marco donde se desarrolla la verdad,
y esta es también el origen de la legitimidad de la verdad en el espacio donde Sócrates
produce sus discursos desconcertantes contra la línea tradicional, ya no solamente
contra la epistemología, sino también contra la moral. La tarea de Sócrates de
veridificación era una tarea ingrata, ridícula, como lo ha hecho ver el Gorgias y el
Hipias Mayor. Los dos le han formulado la misma pregunta en situaciones y ocasiones
diferentes para saber, ¿qué haría él, que enseña a la gente la filosofía, la buena filosofía,
si se encontrara en apuros? ¿De qué le serviría su filosofía si no es para ayudarle, no
676 Cf. Ibid. p., 162.
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tanto en sentido ético, sino en el sentido utilitarista? Ya sabemos que los atenienses no
creían que la virtud pueda ser enseñada, incluso Sócrates lo ha dudado en un primer
momento677. Se puede desde aquí ver cómo sería entonces difícil establecer un punto
de diálogo con base en la cuestión de veridificación en el medio de una sociedad que no
cree que la virtud pueda ser enseñada, no ya como técnica de habilidades, sino como el
elemento generador de la “sanidad pública”, de la política humana. Si lo justo desde el
punto de vista ético no es indispensable para la ciudad, entonces ¿cómo se formará esta
ciudad? Sabemos que esto es un problema que atraviesa todo el platonismo, y que
incluso le costará la vida a Sócrates. Pero ¿por qué tanto este hincapié que incluso
termina en la tragedia individual? La respuesta parece estar en la preocupación de
Sócrates por enseñarle a la gente la cuestión de la verdad, una verdad adquirida por
medio de conocimiento.
Sólo en el conocimiento, por medio de él y para él, se fija lo verdadero como
tal. La verdad pertenece al ámbito del conocimiento; allí se decide sobre lo
verdadero y lo no verdadero 678.
La veridificación, como ha sido señalado, será una primera etapa de elenchos y
el elenchos será esta instancia en donde Sócrates inquiere sobre lo conocido o lo que
uno pretende conocer. En la veridificación, lo que se intenta hacer es desmontar los
conceptos históricos de los contenidos tales como verdad, moral, ética o política. La
intención es desmantelar y redefinir la noción de verdad y las formas que constituyen el
espacio falsificable del aparecimiento de la verdad. Tendremos que socorrernos de
Heidegger para aclarar lo expuesto.
677 Resta sin embargo saber si esta duda es una duda antropológica o si es simplemente psicopedagógica.
678 Cf. Heidegger, cit., Nietzsche II. p., 147.
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Siempre que tratemos de obtener claridad sobre palabras fundamentales tales
como verdad, belleza, ser, arte, conocimiento, historia, libertad, tenemos que
tener en cuenta dos cosas:
El hecho de que sea necesaria una aclaración tiene su fundamento en el
ocultamiento de la esencia de lo que se nombra con tales palabras […]. Las
palabras fundamentales son históricas. Eso no quiere decir sólo: tienen
diferentes significados en las diferentes épocas de su pasado que podemos
recorrer historiográficamente, sino: son ahora y en el futuro, fundadoras de
historia, dependiendo de la interpretación que en ellas se vuelve dominante. La
historia así entendida de las palabras fundamentales es lo primero que es
necesario tener en cuenta al reflexionar sobre ellas.
Lo otro se refiere al modo en que tales palabras fundamentales tienen
significados diferentes. Se dan aquí vías principales, dentro de las cuales
oscilan a su vez los significados (...). Cuando Hegel o Goethe dicen la palabra
«cultura» y cuando la dice una persona culta de los años noventa del siglo
pasado, no sólo el contenido formal del significado de la palabra es diferente,
sino que también difiere, aunque no carezca de relación en el decir. Cuando
Goethe dice «naturaleza» y cuando Hölderlin nombra esa palabra, imperan
mundos diferentes 679.
La tarea de Platón (Sócrates) va a ser, justamente, desde esta perspectiva
heideggeriana a partir de la veridificación, indagar lo que hay de diferente, por qué a la
misma palabra se la dan significados diferentes dependiendo del rango social y cultural
del hablante. Y aquí hay que añadir que Sócrates realizará esta labor a partir de un punto
de vista crítico con el saber homérico. En la República lo dice con una cierta ironía:
“[…] aunque un cierto amor y respeto que tengo desde niño por Homero se
opone a que hable 680”.
Es importante aquí ver la expresión “se opone”, porque nos lleva justamente a
algo velado, a algo prohibido de contrariar por su naturaleza social, política, cultural o
histórica. Lo que Homero dice no se puede cuestionar. Pero lo velado aquí también tiene
que ver con algo tapado, escondido, vergonzoso, restringido a un cierto círculo a partir
679 Cf. Ibid. pp., 142-143.
680 Cf. La República X 595b9-10.
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de los signos lingüísticos usados por estos círculos, tal como lo decía Heidegger hace un
rato. La misma palabra dicha por Goethe y Hölderlin tiene una captación diferente;
primero, porque hay diferencia substancial entre aquellos que la dicen, y segundo
porque los signos del círculo de su uso son también diferentes. En el análisis socrático,
interesa, sobre todo, la cuestión de la veracidad de la palabra, de lo dicho,
independientemente de los registros y signos lingüísticos de los círculos en donde se ha
producido la palabra o lo dicho. La interpretación de la palabra en este caso está
condicionada a la realidad palpable que produce, y esto lo hace ver claramente Sócrates
al inicio del libro X de la República en su diálogo o discusión con la poesía o con los
poetas; pero también lo hace ver en el Crátilo. La exoneración o exclusión de aquellos
que no adecuan la palabra a la realidad que la República necesita, es para Sócrates una
señal de que efectivamente el Estado había sido fundado o creado de un modo
enteramente correcto (cf. X 95a) porque los fundadores, los creadores del Estado se han
dado el trabajo no solamente de “veridificar” los lugares de la emergencia de verdad,
sino también de crear mecanismos o instrumentos para proteger estos lugares. Eso
quiere decir que Platón ha tenido en cuenta:
■
que la propia necesidad de aclaración revelaba la existencia de algo oculto
sobre las palabras fundamentales que revestían el espacio político y moral
ateniense. El Fedro se presenta aquí como un ejemplo aclarador sobre eso. La
vergüenza, el ocultar el discurso de Lisis debajo de un manto es interpretado
por Sócrates como alguien que insiste en decir lo que no debe, lo que no
conoce, pero que se presenta sin embargo públicamente como conocedor de
este algo sobre lo cual centra su decir.
El segundo intento por parte de Sócrates consiste justamente en intentar impedir
que estas palabras fundamentales funden la historia futura como lo subrayaba
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Heidegger. Por ello dirá Sócrates que a pesar de todo el amor y el respeto que tiene por
Homero, claro irónicamente, a él le cabe honrar más la verdad que a un hombre. Por lo
tanto, aquí la veridificación rompe con lo tradicional, rompe con lo institucional, y pone
la verdad en el mismo rango que la eticidad.
“[…] aunque un cierto amor y respecto que tengo desde niño por Homero se
opone a que hable. Parece, en efecto, que éste se ha convertido en el primer
maestro y guía de todos estos nobles poetas trágicos. Pero como no se debe
honrar más a un hombre que a la verdad, entonces pienso que debo
decírtelo 681”.
“Pienso que debo decírtelo”: aquí está la expresión clave de la vocación
parresiástica. No esconder lo cierto por más arriesgado que resulte el decirlo. Estar en
desacuerdo con Homero implicaría para Sócrates incurrir en el ridículo, implicaría
protagonizar una figura ridícula en términos de la epísteme, significaría presentarse
como un verdadero ignorante. Como dice Vernant, todo lo que un griego necesitaba
saber era la historia, y esa historia estaba sobre todo basada en la epopeya homérica.
Sócrates, al decir que era preferible honrar más la verdad que a un hombre (Homero), se
presenta no solamente como un ignorante, sino también como un desconcertante682. La
veridificación, desde este sentido, se presenta también como una des-concertación. Uno
se siente desubicado de su sitio. Es lo que ha pasado a la moral de los sofistas con la
llegada del planteamiento socrático-platónico, lo que a su vez constituye una violencia a
las instituciones por parte de Platón.
El Eutifrón, el Gorgias, el Alcibíades y el Fedro reflejan el carácter violento y
provocador del nuevo orden de la veridificación de los conceptos que Platón quiere
681 Cf. Ibid. X 595b9-c3.
682 Cf. Esta cuestión del desconcierto ha sido desarrollada en el capítulo dedicado a Alcibíades,
concretamente en el tratamiento de las aporías.
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instaurar. Esta violencia viene sobre todo del hecho de que Platón propone nuevas
definiciones que están al margen de la tradición. Entre estas definiciones encontramos el
sentido de la parresía verdadera como una oposición a la retórica. La política y el
discurso político dejan de ser el derecho del más fuerte, como lo concebía la retórica de
Gorgias, 470d, 479d y 525d, para dar lugar al espacio de una vida justa. Una vida justa
que Platón no puede imaginar fuera del ámbito de la moralidad. Por ejemplo, en el
Sofista, su posición es clara, porque está tomada desde el punto de vista de la definición
y de su ontología. Así mismo, desde este prisma, él compara al sofista con un cazador y
un pescador. Pues para él, mientras que el pescador actúa en el mar, el sofista actúa en
la tierra con la misma finalidad que el pescador, utilizando instrumentos propios que
tienen que ver con el actuar para convencer, pero no para decir la verdad.
Extr. – Proclamar, en cambio, que se dan conferencias cuyo objeto es la virtud,
u recibir, por hacerlo, una suma de dinero como salario, es propio de un
género que tendría que recibir un nombre diferente.
Teet. - ¿ Y cómo no?
Extr. – Pero, ¿ cuál? Trata de decirlo.
Teet. – Me resulta evidente, pues creo que hemos encontrado al sofista. Y, al
decir esto, me parece que le damos el nombre que le corresponde.
Extr. – De acuerdo con la presente definición, Teeteto, según parece, la
sofística pertenece a la técnica apropiativa, adquisitiva, y viene a ser una
especie de caza que se ocupa de seres vivos, que caminan, terrestres,
domésticos, humanos en forma privada, por un salario, con intercambio de
dinero, con apariencia de enseñanza, y que se ejerce sobre jóvenes adinerados
y distinguidos 683.
Antes de este pasaje, Platón ya había intentado dejar claro la diferencia entre la
sofística y la política 684. Lo que quiere decir es que el verdadero dominio de la política
no puede realizarse con los métodos de la sofistica. En este razonamiento, Platón lleva
683 Cf. El Sofista, 233a2-b6.
684 Cf. Ibid.217a-8.
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de la mano dos tipos de parresía, la política y la parresía ética. Hay, por lo tanto, un
menosprecio hacia la sofística por parte de Platón al presentarla como un cazador. La
parresía política se opone en este pasaje concreto a la parresía ética. Ya no se trata sólo
de decir la verdad abiertamente, se trata también de cuidar de la verdad (cuidar del
futuro de las palabras fundamentales y de su historia en el sentido heideggeriano),
cuidar del hombre que la emite y del hombre que la recibe. Sólo quien es capaz de
cuidar de sí es capaz de llegar a la última verdad. Es por ello que el sofista no puede
producir ni la parresía política ni la parresía ética, la epimeleia (la preocupación de si y
de los demás), porque al utilizar las palabras que manipulan la verdad, se presenta como
alguien que utiliza la fuerza (de las palabras) para adueñarse de algo exterior a él. Algo
que dese la ética no sería capaz de conseguir. En este sentido, también la técnica de la
retórica se difiere del método socrático a partir de su intento de adueñarse de los
demás 685; la retórica se vuelca en la rigidez, mientras que el método socrático, o mejor,
el modo de su preguntar por el ser, como dice Heidegger, se iba desarrollando en la
medida que avanzaba en dirección al ser. La veridificación, en este aspecto, actúa en el
campo del ser, es la primera instancia de la confrontación con el ser de uno mismo ante
el ser del otro. Foucault presenta tres etapas como corporativas en este proceso de la
veridificación 686:
La segunda y la tercera etapa han sido objeto de una larga disertación en el
capítulo que hemos dedicado a Alcibíades. No obstante, la segunda también ha sido
desarrollada, o mejor, ha sido cuestión en este capítulo, sobre todo en los textos de
Isócrates Panegírico (IV) 75-82 y Nicocles (II) 12-14; 16-17 y Nicocles (III) 1-9; 12-14;
685 Cf. Esta cuestión de adueñarse del pensamiento de los demás ha sido desarrollada en Jenofonte de
una manera mucho más crítica que en Platón.
686 Cf. Le gouvernement de soi et des autres. p., 43.
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38-39.El centro de debate en esta fase es intentar mostrar cómo es que el individuo se
constituye como sujeto en la relación consigo mismo y en la relación con los otros. Y, la
tercera, a pesar de su desarrollo de forma más detenida en el capítulo de Alcibíades, es
sin duda el tema transversal que recoge toda nuestra investigación. De momento,
interesa ir cerrando ya el análisis que estamos haciendo sobre la cuestión de la
veridificación. Como hemos señalado, en el análisis platónico de la lectura de Foucault,
esta cuestión se presenta con una importancia capital porque no solamente se presenta
como una etapa precursora de elenchos, sino también generadora del desconcierto que
lleva uno mismo a preguntar sobre sí y sobre su saber. En este estado de veridificación
que desconcierta, Platón plantea en la República (X 597a ss.) una dicotomía entre la
creación y la imitación: la idea de la cama y la cama (la cama particular (597a), la idea
de la mesa y la mesa (la mesa particular). En el estado de la veridificación, Sócrates
previene que no hay que estar sorprendido, “Por consiguiente, no hemos de
asombrarnos si tal obra resulta algo oscuro en relación con la verdad 687”. Aquí
también se puede remitir al texto de Fedro y ver la actitud de Fedro en relación al
discurso de Lisis.
La distancia aquí (en la República y en el Fedro) con la verdad tiene que ver con
que el trabajo artístico o el saber artístico se sitúa en un tercer nivel: el artista es el
imitador del imitador, es decir, el artista es el imitador del artesano, que a su vez es
imitador en segundo grado de la idea del creador. Sócrates extiende esta cadena de la
imitación también al poeta, al poeta trágico que a su vez también se sitúa en el tercero
grado “contando a partir del rey y de la verdad por naturaleza, y lo mismo con todo los
687 Cf. La República X 597a12-13.
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demás imitadores688”. La expresión “del rey” puede presentar cierta ambigüedad,
como señala el traductor castellano, porque se puede estar aquí a referir a la posición
jerárquica del rey de Persia, aunque en Platón sea muy poco frecuente.
Como vimos en el Alcibíades, esta denominación es más común a Jenofonte
para referir al rey de Persia, aunque también es usada de vez en cuando por Isócrates.
Aquí compartimos la interpretación que da Adam 689 para quien la idea de cama está
directamente ligada a la idea del Bien como fuente de esta Idea de cama, una idea que
viene de Dios y que va siendo copiada por los seres inferiores. En su momento, cuando
abordamos la cuestión del nacimiento o de la fundación de la moral filosófica, hemos
visto justamente que la gran diferencia entre Sócrates y sus predecesores en este campo
residía en la idea del Bien, la idea de la moral filosófica ligada a la Idea del Bien En esto
también consistía la justicia para Platón y, como sabemos, siempre que estaba en causa
la cuestión de la justicia, ella tenía una doble dimensión: la ciudad y el alma del
individuo se puede a este propósito ver la parte final del texto de Alcibíades I. No
obstante, en lo que se refiere a la cuestión de la oposición de Sócrates contra los artistas
o poetas en lo que se refiere a la cuestión de la creación y de la imitación, nos parece
que hay que sentenciarla con esta conclusión heideggeriana según cual:
En la jerarquía de los diferentes modos de presencia del ente y por lo tanto del
ser, el arte está, para la metafísica de Platón, muy por detrás de la verdad. Nos
encontramos aquí ante una distancia. Pero una distancia no es una
discrepancia, y sobre todo no lo es si el arte es puesto –tal como lo quiere
Platón- bajo la dirección de la filosofía en cuanto saber de la esencia del
ente 690.
688Cf. Ibid. X 597e6-9.
689Cf. J. Adam, The Republic of Plato 2 vols. 2a ed., Introd. de D.A Rees, Cambridge 1963.
690 Cf. Heidegger, Nietzsche I. cit., p., 179.
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El análisis de Heidegger va al encuentro de una posición asumida por Sócrates
en la República X 599b11 ss. Ahí insiste Sócrates que de otra cosa no pedirá cuentas a
Homero ni a ningún otro poeta; no les preguntará si son médicos para hablar de
medicina, no les pedirá el comprobante de los saberes médicos que reflejen sus
discursos. Pero la cosa cambia cuando se trata del asunto del gobierno, de la educación
de los hombres, y cuando se trata de la política. Ahí dice Sócrates:
Pero en cuanto a los asuntos más bellos e importantes de los que Homero se
propone hablar, lo relativo a la guerra y al oficio del general, al gobierno de
los Estados y a la educación del hombre, tal vez sea justo preguntarle
inquisitivamente: «Querido Homero, si no es cierto que respecto a la
excelencia seas el tercero contando a partir de la verdad (…). Dinos: ¿cuál
Estado fue mejor gobernado gracias a ti, como Lacedemonia gracias a Licurgo,
y, gracias a muchos otros, numerosos Estados grandes y pequeños? ¿Qué
Estado te atribuye ser buen legislador en su beneficio, como lo atribuyen Italia
y Sicilia a Carondas y nosotros a Solón? ¿Y a ti cuál Estado? ¿Puedes
mencionar uno? » 691.
Interesa señalar aquí que para Platón el arte está lejos de la verdad (la República
X 598b), y que la distancia entre la verdad y el trabajo artístico es grande (el tercer nivel
contando a partir de la verdad, X 599d2). Pero esta conclusión sólo es posible gracias al
trabajo de la veridificación. En el Fedro se ve de forma clara como precisamente la
veridificación anula los espacios aleatorios de construcción de la verdad.
La veridificación como el lugar de la parresía, también es el lugar de la
enemistad. En la veridificación el parresiásta decide realizar su misión en cuanto sujeto
que produce no sólo el todo decir sino también el decir cierto, el decir verdadero. En la
veridificación uno hace del lenguaje la verdadera casa del ser en el sentido
heideggeriano y en el sentido socrático-platónico del Crátilo. Sólo la veridificación
691 Cf. La República X 599c8-e4. Como se sabe, estas duras críticas de Sócrates a la poesía ha
desencadenado una respuesta también dura contra esta misma crítica. La poética de Aristóteles es una de
ellas.
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parresiástica permite que el hombre habite el lenguaje. En el apartado siguiente veremos
justamente dos formas disimétricas de habitar el ser a través del lenguaje y a través de
las actitudes.
6.
PARRESÍA PLATÓNICA Y PARRESÍA CÍNICA. PARRESÍA COMO UNA PRÁCTICA
FILOSÓFICA
Hay una diferencia profunda entre la parresía platónica y la parresía cínica. La
parresía cínica es la más extraña forma parresiástica. El cínico parece, a primera vista,
que no tiene como objetivo decir la verdad, alertar por la verdad, sino ante todo, llamar
atención sobre sí mismo, sobre sus actividades, y de modo particular sobre su modo de
vida.
Este posicionamiento en lugar de acercarle a las personas, produce un efecto
inverso, y hace que las personas se distancien de él. No obstante, el cínico se presenta
como alguien innovador o, por lo menos, como alguien que quiere innovar, que quiere
romper con las normas sociales basadas particularmente en las apariencias y en la
construcción de imágenes de poder y de capacidad de influencia. En este aspecto, el
planteamiento cínico está próximo al planteamiento platónico. Pero se distancian mucho
en lo que toca al aspecto ético de la parresía, en su preocupación por que en el acto de
la parresía también esté presente y patente el elemento formativo y pedagógico. La
parresía cínica no tiene en cuenta este elemento, cosa que hará el.
En lo que respecta al cinismo, su obstinada búsqueda de la libertad parece
ponerle a veces en el límite de lo aceptable del buen comportamiento. Veamos por
ejemplo el encuentro de Diógenes con Alexandre, su actitud no solamente de
insubordinación, sino sobre todo de mal comportamiento, de falta de respeto por las
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autoridades. Esto será lo opuesto de la parresía platónico. En la Apología y en el Critón
vemos justamente el respeto estricto hacia las autoridades a pesar de la producción con
toda libertad del acto parresiástico. Se muestra desacuerdo, se dice la verdad, y se
espera que el acto de decir la verdad sea una ocasión para educar al sujeto de mi verdad.
Sabemos por Diógenes Laercio que Diógenes se masturbaba en el Ágoras, y lo
hacía públicamente porque no le apetecía ocultarse para hacer lo que otros hacían en
privado o escondido 692. No quería ser hipócrita como los demás, no quería contribuir al
crecimiento de la hipocresía. Este tipo de decir, este tipo de “franc-parleur” no entra en
el marco socrático-platónico, aunque sea muy importante decir la verdad. Aquí no se
trata del precio de la verdad: no, la diferencia entre el cínico y el platónico no es el
precio de la verdad, su diferencia está en las formas de decir la verdad, está en el modo
de decir.
Cuando Diógenes se masturba y hace sus necesidades en el Ágoras, confiere a su
verdad formas de engaño, esto es, ausencia de criterios, y se presenta a sí mismo como
alguien que no tiene dominio sobre sí. Sabemos que el mal (pecado) en el acto sexual
para los griegos tiene precisamente que a ver con la ausencia del domino sobre uno
mismo. Lo malo no es con quien uno se va (aunque hay un desprecio por aquellos
(adultos) que utilizan la persuasión para convencer a los adolescentes para tener sexo
con ellos). El mal está justamente en la falta de control de uno mismo ante la necesidad
sexual, esta falta de control es diferente, por ejemplo, de que encontraremos en el
sentido cristiano de la continencia. Aquí, la falta de control tiene que ver con el uso
desmedido del acto sexual.
692 Tucídides, II 53, repara en ello y destaca que la pérdida de la moralidad hace que a partir de ahora (en
el momento de la crisis moral) la gente tenga algunas actitudes en público que antes sólo solía acontecer
en la esfera privada.
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SECCIÓN SEGUNDA
El cínico tampoco no podría ser considerado sabio ni productor de la parresía
desde el punto de vista estoico, ya que, ni es sociable, ni persigue en su trato la
benevolencia y la amistad, principios necesarios para que uno participe de la sabiduría.
El bueno, el sabio, que es sociable, hábil, persuasivo y persigue en su trato la
benevolencia y la amistad, es lo más armonioso que pueda darse para con la
multitud de los hombres, y por esto es también amable, agradable, convincente,
y aún astuto, certero, oportuno, ingenioso, llano, no rebuscado, sencillo y
sincero; 693.
Como hemos referido, la parresía cínica no es oportuna toda vez que no tiene en
cuenta el desarrollo del hombre de forma equilibrada, es decir, no tiene en cuenta las
cuestiones educativas, y su pretensión de una vida simple y sencilla es contradictoria
con sus actos exhibicionismo ético. Aquí se ve, por ejemplo, que el fin último del
askêsis tiene como función y como fin establecer una ligación entre el sujeto y su
verdad. Precisamente, para producir el buen discurso, el discurso verdadero que escapa
a la fenomenología cínica. La askêsis se presenta para ayudar uno a tener controlo sobre
sí, sobre su verdad, sobre el discurso que debe tener siempre consigo en la mano y en la
mente y hacer uso de él cuándo sea necesario. La parresía cínica se limita
principalmente al ámbito político, no experimenta la evolución que ha tenido la parresía
platónica que, además de ser política, se ha dirigido también para la parresía filosófica,
la parresía como modo de vida.
Le parrèsiaste qui apparaît maintenant, ce n’est plus l’homme qui, en tant que
citoyen, détient les mêmes droits que tout le monde, que tous les autres citoyens,
c’est-à-dire le droit de parler, mais avec quelque chose en plus qui est
l’ascendant au nom duquel il peut prendre la parole et entreprendre de
conduire des autres. Le parrèsiaste, c’est, maintenant quelqu’un d’autre, c’est
un autre profil, c’est un autre personnage. Ce n’est plus simplement, c’est ne
plus seulement, ce n’est plus exactement ce citoyen parmi les autres et un peu
693 Cf. Estobeo, Selecciones, II, 7, 11m.; Martín Sevilla Rodríguez, Antología de los primeros estoicos
griegos. Akal/Clásica. Madrid, 1991., p., 123.
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en avant des autres. C’est un citoyen […], parle le langage de tout le monde,
mais qui se tient pourtant, d’une certaine manière à côté des autres 694.
Este estar de una cierta maniera al lado de los demás y al margen de los demás
es diferente del estar cínico 695, es diferente de la llamada de atención cínica. Es estar
como educador, como guía y como reflejo de la ciudad y para la ciudad. Aquí, en esta
cita, lo que vemos es que el parresiásta es al mismo tiempo ciudadano político a través
los demás, delante de los demás, y es filósofo al margen de los demás, separado de los
otros, a pesar de hablar sus lenguas o idiomas.
Este encuentro de dos parresía (la política y la ciudadana) en la misma persona
va a permitir poco a poco el nacimiento de la parresía filosófica, dice Foucault, va a
permitir tener al filósofo como referencia de la ciudad, y va también a hacer aumentar la
diferencia con la parresía política que tanta importancia había tenido en la democracia
(recordar aquí a Isócrates). También, insiste Foucault, la desaparición de las estructuras
democráticas ayudaran en la superación de la parresía filosófica sobre la parresía
política (2008; 314). La parresía filosófica que supera la política no es la filosofía en
694 Cf. GS. p., 313. «El parresiásta que ahora aparece, ya no es el hombre que, en cuanto ciudadano,
tiene los mismos derechos que todo el mundo, que los demás ciudadanos, es decir, el derecho de hablar,
pero tiene algo más, un ascendiente en nombre de lo cual él puede tomar palabra y conducir a los otros.
El parresiásta es ahora otro alguien, es un otro perfil, es un otro personaje. Ya no es apenas, ya no es
exactamente éste ciudadano como los otros y que está un poco delante de los otros. Él es un ciudadano
[…], habla la lengua de todo el mundo, pero, está al margen de todo el mundo».
695 Cf. Hay sin embargo que hacer o introducir un punto de inflexión que en Epíteto (22.III) en relación a
la parresía cínica.
«Mais le Cynique, au lieu de toutes ces protections, doit s’abriter derrière sa réserve [le mot traduit par
«réserve», c’est aidôs: c’est cette espèce de rapport à lui-même para lequel l’individu se respecte sans
avoir rien à cacher, et donc sans rien cacher de lui-même; l’aidôs n’est pas à comprendre comme une
réserve que serait de l’ordre de la pudeur, si vous voulez, telle que nous l’entendons, ça n’a rien à voir
non plus avec la honte; l’aidôs, c’est cette espèce de transparence par laquelle l’individu, du moment
qu’il n’a rien à cacher ne cache en effet rien, c’est cela l’aidôs; eh bien donc le cynique, lui, au lieu de
toutes ces protections – ces murs, ces serviteurs qui écartent les importuns, etc. –doit s’abriter derrière
son aidôs]». Cf. GS. p., 319.
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SECCIÓN SEGUNDA
cuanto tal, sino la filosofía como modo de vida, como coraje de decir la verdad, incluso
con el riesgo de la propia vida.
“[…], ce n’est pas la philosophie depuis son origine, ce n’est pas la philosophie
sous tous ses aspects, mais c’est la philosophie entendue comme libre courage
de dire la vérité et, en disant ainsi courageusement la vérité, de prendre
ascendant sur les autres pour les conduire comme il faut, et ceci dans un jeu qui
doit accepter, pour le parrèsiaste lui-même, le risque qui peut aller jusqu’à la
mort. La philosophie ainsi défini comme libre courage de dire la vérité pour
prendre l’ascendant sur les autres, les conduire comme il faut au risque même
de la mort, c’est cela, je crois, qui est fille de la parrêsia696”.
De una cierta forma, la parresía filosófica continúa el trabajo empezado por la
parresía política, solamente que a partir de ahora, estará orientada a educar a la gente.
Foucault propone cómo ejemplo del encuentro entre Aristipo y el tirano Dionisio
narrado por Laercio (II, 68). En una discusión el tirano escupe en la cara de Aristipo; y
el filósofo no reacciona con violencia, sino que toma con naturalidad la actitud innoble
del tirano y da como justificación el que uno, para pescar, ha de mojarse. Por lo tanto,
él, que quiere cazar una ballena ¿cómo no va a soportar el escupitajo del tirano?
Aristipo soporta todo porque su objetivo es educar al tirano, su fin es decir la verdad. Es
otra forma de parresía, dice Foucault, pero nunca podría ser la forma platónica de la
parresía. Platón no lo aceptará porque su dignidad no permitiría tolerar los insultos y las
injurias. Otra razón para que Platón no aceptara eso, estriba en que en esta forma de
parresía no hay encuentro entre la libertad y la verdad. La forma de la vida parresiástica
filosófica es una forma de purificación de la existencia, no en el sentido cristiano, sino
del ascetismo antiguo, esto es, como la manifestación de la verdad. Por lo tanto, aceptar
696Cf. Ibid., 314. «[…], no es la filosofía desde su origen, no es la filosofía en todos sus aspectos, pero
es la filosofía comprendida como el libre coraje de decir la verdad y, diciendo la verdad con coraje,
cogiendo primacía para conducir correctamente a los demás, y en el marco de un juego que debe ser
aceptado por el propio parresiásta, corriendo un riesgo que puede incluir su propia muerte. La filosofía
definida así como el libre coraje de decir la verdad para tener ascendente sobre los otros, conducirles
cómo debe de ser, incluso a riesgo de la muerte, creo que es esta filosofía que es hija de la parresía».
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SECCIÓN SEGUNDA
sin recriminarlo sería compatibilizar con la ausencia de la verdad, sería omitir la propia
vida como el lugar del testigo de la verdad y de la libertad.
On voit en tout cas que la parrêsia met en jeu une question philosophique
fondamentale, qui n’est ni plus ni moins que le lien que s’établit entre la liberté
et la vérité. Non pas [la question], que l’on connaît bien, de savoir jusqu’à quel
point la vérité borne, limite ou contraint l’exercice de la liberté, mais en
quelque sorte la question inverse : comment et dans quelle mesure l’obligation
de vérité – le «s’obliger à la vérité», le «s’obliger par la vérité et par le direvrai» -, dans quelle mesure cette obligation est-elle en même temps l’exercice
de la liberté, et l’exercice dangereux de la liberté ?Comment [le fait de]
s’obliger à la vérité (s’obliger à dire la vérité, s’obliger par la vérité, par le
contenu de ce qu’on dit et par le fait qu’on le dit) est-il effectivement l’exercice,
et l’exercice le plus haut, de liberté ? C’est sur le fond de cette question que, je
crois, il faut développer toute l’analyse de la parrêsia 697.
La parresía, cualquiera que ella sea, tiene y debe de tener en cuenta tres
elementos importantes: la ética de la escena las circunstancias), el tiempo (kairós) de la
situación y, finalmente, tiene que tener en cuenta la doctrina. La doctrina aquí, el fin de
todo, es siempre la verdad, la práctica de la verdad, en donde el filósofo tiene que ser
referencia de esta práctica de la verdad. La parresía filosófica se mezcla también con la
parresía como enseñanza. Al tornarse como referencia, se torna también como el
elemento orientador de la ciudad. El filósofo se convierte en una especia de luz que
clarea lo oscurecido. Podemos encontrar ejemplo de eso en Filistrato en la vida de
Apolínios de Tiana, (V, 27-37). Ahí se narra la preocupación que Vespasiano ha tenido
antes de lanzarse a la conquista del Imperio. Filistrato cuenta que Vespasiano ha
697 Cf. GS. cit., p., 64. «Vemos en todo caso, como la parresía pone en juego una cuestión filosófica
fundamental, que no es nada más y nada menos que esta relación que se establece entre la libertad y la
verdad. No es [esta cuestión], que conocemos bien, la cuestión de saber hasta qué punto la verdad
sobrepasa, y limita el ejercicio de la libertad, sino una cuestión opuesta : cómo y en qué medida la
obligación de la verdad – el «obligarse a la verdad», el «obligarse por la verdad y para el decir verdad»
-, en qué medida esta obligación es también el ejercicio de la libertad ?¿Cómo es que [el hecho de]
obligarse a la verdad (obligarse a decir la verdad, obligarse por la verdad, por el contenido de que
aquello que decimos y por el hecho de decirlo)será que es efectivamente un ejercicio y el ejercicio más
elevado, de libertad? Pienso que es sobre el fondo de esta cuestión que se debe desarrollar todo el
análisis de la parresía».
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SECCIÓN SEGUNDA
consultado a dos filósofos, siendo que uno de estos filósofos consultados era
precisamente Apolínios. Desde esta perspectiva, dice Foucault, la filosofía se presenta
como un oficio, como un trabajo, como una consultoría política, pero, sobre todo, como
un modo de vida y como una purificación de la existencia.
Esta purificación de la existencia también es contraria a la teoría cínica, en
donde el filósofo es aquel que vive en el gran día, aquel que vive a la luz del día. La
oposición es siempre desde el punto de vista ético y pedagógico. El cínico se dice de él
mismo y lo dice también Epíteto que el cínico es aquel que vive con libertad, con toda
libertad, porque no tiene nada que esconder; por eso vive en la verdad, una verdad que
puede ser contra- producente, como vemos a ver en la lectura platónica. El decir la
verdad no impide y no es incompatible con la preocupación de educar en la eticidad.
Epíteto, en su admiración por los cínicos, defenderá una posición contraria a la nuestra,
aunque también él sea muy platónico. Cree que el cínico es aquel que puede hablar con
todo el mundo (83-83), con el griego y con el romano. Su habla no será sobre los
recursos naturales o sobre la economía, sino sobre la felicidad y sobre la infelicidad,
sobre la libertad y sobre la esclavitud.
Para Foucault, esta posición de Epíteto será retomada después por el
cristianismo en el ámbito de la inscripción parresiástica, de la interpretación
parresiástica. El hecho de que en el cristianismo la parresía sea inscrita a luz de la
interpretación de las Escrituras y a la luz de la Revelación divina, ya no en el sentido del
cuidado de sí, sino de la renuncia de sí, va provocar un cambio profundo en el sistema o
en la economía del decir verdad. Este cambio va representar también un segundo estado
de transferencia de la actividad parresiástica. El primer momento de la transferencia se
hizo desde la parresía política hacia la parresía filosófica. Ahora, con la llegada del
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cristianismo, se hace una segunda transferencia desde la parresía filosófica hacia la
parresía pastoral, para la parresía cristiana.
En este tránsito, la parresía ya no será misma que en las Cartas VII y VIII, en
donde su relación era una relación con la política, una discusión con la política y con el
dirigente político. Ahora, la parresía estará sometida a la interpretación teológica y a la
jerarquía teocrática. Pero volveremos con más detalle cuando analicemos la parresía
religiosa y cristiana.
Aquí, importa en todo caso, aclarar otra cosa: el confrontamiento entre la
parresía y la política no era esencialmente un confrontamiento conflictiva. Ya sabemos
cómo la política y la epísteme eran importantes para Platón. El confrontamiento, su
conflictividad, residía en el discurso político, dicho de otro modo, residía en la retórica.
La retórica política era el objetivo principal en este enfrentamiento. Aquí la relación es
de oposición y de exclusión, dice Foucault. Eso lo hemos visto en el análisis del Fedro.
La relación de contradicción, de oposición, de polémica y de vergüenza está
representada por la ocultación del discurso de Lisis por parte de Fedro.
La existencia de la filosofía en cualquiera que sea el lugar, implica siempre una
relación con la política, dice Foucault. Por eso, la filosofía se ha definido en el Fedro
como una oposición no solamente a la retórica, sino también como su alternativa, como
la alternativa del decir retórico. El filósofo, como sabemos, ya no es sólo el ciudadano
parresiástico, sino que es, sobre todo a partir de ahora, el modelo de referencia para la
ciudad. En su momento vimos cómo, en efecto, el filósofo puede llegar a ser hombre
político y hombre filosófico. Hombre político en lo que toca su derecho al uso de la en
los espacios públicos como todo ciudadano; y hombre filosófico en la medida en que
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existe una distancia entre él y éstos que son ciudadanos como él, que tienen los mismos
derechos que él, pero que sin embargo no experimentan la vida que él lleva, la
purificación de uno mismo. Por eso, dice Foucault interpretando el Fedro, ahí donde
está el filósofo, el retórico tiene que ser rechazado, porque no tiene lugar para continuar
su existencia toda vez que la filosofía se presenta como oposición y alternativa al
pensamiento y a las actitudes retóricas. No hay posibilidad de coexistencia en el mismo
espacio entre el filósofo y el retórico, precisamente porque sus relaciones son de
exclusión y no de compatibilidad 698.
Et c’est à ce prix de la rupture avec la rhétorique que le discours
philosophique, dans cette opération même d’expulsion de la rhétorique, va
pouvoir se constituer et s’affirmer comme un rapport constant et permanant à
la vérité. […], c’est ce qu’on avait vu dans le Fedre lorsque, dans l’expulsion
de la rhétorique, dans la disqualification de la rhétorique, ce qui apparaissait
ce n’était pas du tout l’éloge d’un logocentrisme qui ferait de l’éloge de la
forme propre à la philosophie, mais l’affirmation d’un lien constant – que sa
forme soit écrit ou orale, peu importe – du discours philosophique à la vérité,
sous la double forme de la dialectique et de la pédagogie. La philosophie ne
peut donc exister qu’au prix du sacrifice de la rhétorique. Mais, dans ce
sacrifice, la philosophie manifeste, affirme et constitue son lien permanent à la
vérité 699.
La parresía y la eticidad cínica son dos formas extrañas de manifestación. La
forma ruda y despreciable que el cínico utiliza para abordar a sus interlocutores,
compromete luego a partida su intención de criticar, de reclamar o de contestar, e
impide además que el cínico pueda establecer una relación de confianza con la gente.
698 Cf. GS., cit., 324.
699 Cf. ibid., p., 324. «Y es a este precio de la ruptura con la retórica incluso en esta operación de
expulsión de la retórica que el discurso filosófico, va poder constituirse y afirmarse como una relación
constante y permanente a la verdad. […], es esto lo que hemos visto en el Fedro cuando, con la expulsión
de la retórica, con la descalificación de la retórica, lo que aparecía no era en absoluto un elogio de un
logocentrismo que haría halago de la forma propia de la filosofía, sino más bien la afirmación de una
ligación constante – que su forma sea escrita u oral poco importa– del discurso filosófico a la verdad,
bajo la doble forma de la dialéctica y de la pedagogía. La filosofía no puede existir sino en la medida en
que la retórica sea sacrificada. Mas, en este sacrificio, la filosofía, afirma y constituye su ligación
permanente con la verdad».
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No obstante, el cínico ataca la construcción de la imagen social, así como remete
también contra el poder social y su capacidad de influencia. En este sentido, el cínico y
Platón parecía recorrer los mismos caminos, pero sólo en este sentido, porque después
sus caminos se distancian y divergen en cuanto a la forma de abordar la cuestión ética.
Platón tiene en cuenta la pedagogía como un campo indispensable para el rescate del
hombre individual y el hombre colectivo, lo que no ocurrirá con el cínico.
CAPÍTULO II: “EL DISCURSO DE LA VERDAD EN EL ÁMBITO POLÍTICO
Y RELIGIOSO
1.
EL DIRIGENTE Y LA PARRESÍA. EL ALMA DEL PRÍNCIPE.
La cuestión de la verdad es una cuestión crucial en la relación del príncipe, con
sus súbditos, y consiste esencialmente en saber cómo plantear, cómo iniciar un diálogo
franco con el poder, ¿cómo decir la verdad al príncipe y al gobernante? ¿Cómo dirigirse
al príncipe? Y sobre todo, ¿cómo tocarle el alma con mi decir, con mis consejos?
¿Quién puede ser consejero del príncipe?
En su momento tratamos la cuestión de la noción de isêgoria, esa práctica
política efectiva, como lo llama Foucault, una especie de derecho constitucional
consagrado a todos los individuos para hacer uso libremente de sus opiniones, es decir,
el derecho de usar la palabra públicamente. Hemos visto también en su momento la
relación conflictual entre la parresía filosófica y la retórica, la relación de exclusión y de
incompatibilidad. Aquí el debate será justamente entre la parresía y la isêgoria,el
intentará justamente demostrar que la isêgoria es insuficiente en lo que respeta a dar
consejo al príncipe. Insuficiente, por qué? Pues porque le falta el espíritu de la verdad,
el coraje de la verdad que encontramos en la parresía. La existencia del coraje en la
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parresía constituye en sí mismo un problema añadido, para el príncipe. Él tiene que
relacionarse con alguien cuja frontera nunca podrá ser marcada o impuesta desde el
punto de vista de la perspectiva del miedo, toda vez que el decir corajoso es su fin, su
trabajo y su misión, y eso no lo encontramos en la isêgoria.
La parresía, en relación a la isêgoria, no se apunta solamente a la cuestión de la
distribución de la palabra a tiempos iguales entre los participantes, como ocurre en el
marco “isonómico” de la democracia. En la parresía la cuestión estará ligada al
instrumento de la verdad, al juego de la verdad. De modo que la cuestión central será: tú
quieres tomar palabra, pero ¿para qué? El objetivo ya no es tomara la palabra para
ejercer derecho al uso de la misma sino quiero tomar palabra para decir la verdad. Esta
especificidad no está presente o no se tiene en cuenta en la isêgoria. El espacio
“isegórico” es un espacio retórico, por lo tanto, persuasivo y no axiológico; ni siquiera
es un espacio de igualdad, como lo demuestra Isócrates 700 en su crítica contra la
asamblea que ha deliberado sobre la de decisión de declarar la guerra al Peloponeso.
.Isócrates muestra justamente que no hubo trato igual entre las personas que participaran
en esta asamblea. Y esa falta de igualdad es una incoherencia desde el punto de vista de
la igualdad democrática, y además de esconder la falta de verdad en esta asamblea.
Isócrates recuerda que entre las personas que han participado en esta asamblea, algunas
de ellas han sido bien recibidas otras no, y otras incluso han sido expulsas o se las ha
impedido de hablar. Isócrates se pregunta por qué razón se impide a la gente hablar si la
isêgoria quiere decir derecho de palabra para todos, un derecho consagrado por la ley.
Lo que Isócrates quiere mostrar es que el principio de isêgoria no incluye el principio
de franqueza. La explicación puede ser encontrada por ejemplo, en la República, VIII
700 Cf. Discursos, t. III. Sobre la paz., cit.
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557a-b, donde Platón explica el origen de la democracia. Pero, también podemos
encontrar la explicación en este texto de Foucault, justamente comentado el pasaje de la
República que hemos mencionado.
Il s’agit de ce qu’il appelle l’ «ex isou metadôsi politeias kai arkhôn» : le
partage, par égalité, de la politeia (de la constitution, de la citoyenneté et des
droits qui son afférents) et puis des arkhôn (des magistratures). Vous avez bien
là exactement là définition de cette fameuse égalité démocratique dont les textes
favorables à la démocratie ont toujours dit qu’elle était au fondement même de
la cité démocratique. On est dans l’isonomie, on est dans l’isêgoria qui
caractérise la démocratie. Mais, alors que les définition positives de la
démocratie donnent cette égalité comme une sorte de structure fondamentale
qui a été conférée à la cité par un nomothète, par un législateur, ou en tout cas
par une législation qui a fait régner la paix dans la cité, là au contraire, cette
égalité démocratique non seulement est obtenue par la guerre mais continue à
porter en elle la trace et la marque de cette guerre et de ce conflit, puisque c’est
après leurs victoire et ayant exilé les oligarques que ceux qui restent se
partagent, comme des dépouilles, le gouvernement et les magistratures. Egalité,
par conséquent, qui repose sur cette guerre et sur ce rapport de forces. En tout
cas voilà cette isonomia établie, établie dans de mauvaises conditions mais
établie tout de même. De cette isonomia, que va-t-al résulter? 701.
Este planteamiento no muestra sólo los límites de la isonomia y de la isêgoria
referente a los canales de comunicación que van desde el ciudadano al gobernador, la
consejería del príncipe; muestra también el silenciamiento en relación a los lugares de
emergencia de la de verdad. Esto, como sabemos, es incompatible con la tarea
parresiástica y es con los buenos consejos que se quieren dar al príncipe. En el
701 Cf. GS., p., 182. «se trata de aquello que denomina’ «ex isou metadôsi politeias kai arkhôn»: el
compartir/dividir por la igualdad de la politeia (de la constitución, de la ciudadanía y de los derechos
otorgados) y después los arkhôn (los magistraturas). Aquí tenéis exactamente la definición de esta
famosa igualdad democrática, cuyos textos favorables a la democracia han dicho siempre que estuvo en
el fundamento de la ciudad democrática. Estamos en isonomia, estamos en isêgoria que caracteriza la
democracia. Pero, mientras que las definiciones positivas de la democracia dan esta igualdad como una
especie de estructura fundamental que ha sido conferida a la ciudad por un nomoteta, por un legislador,
o por lo menos por una legislación que ha hecho reinar la paz en la ciudad, aquí, al contrario, esta
igualdad democrática no ha sido conseguida sólo con la guerra sino que continua a ostentar en ella la
señal y la marca de esta guerra y de este conflicto, ya que es después de su victoria y después de haber
exilado a los oligarcas, que aquellos que quedan dividen, como si se tratara de restos, el gobierno y las
magistraturas. Esta igualdad por lo tanto, está basada en esta guerra y sobre esta relación de fuerzas. En
todo caso la isonomia está establecida, está establecida en malas condiciones, pero aun así está
establecida. ¿Qué sucederá con esta isonomia?».
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planteamiento de Isócrates, la asamblea debe de escuchar con atención a los que tienen,
y ostentar opiniones contrarias a ella, y no tanto a los que comparten totalmente sus
orientaciones u opiniones. Esto mismo se le pide al hombre político que quiere gobernar
bien, sea demócrata o tirano. Debe escuchar no sólo a los que le caen bien, sino también
a los que manifiestan opiniones que pueden incluso resultar molestas.
Tratar con esta opinión que molesta es un acto propio del cuidado de sí 702,
porque implica que uno es capaz de ejercer el poder de control sobre sí mismo. En su
momento hemos visto como Nicocles invoca la cuestión de la monogamia como un
ejemplo de alguien que tiene control sobre sí mismo. Él, que era rey y que podía tener
todas las mujeres que quisiera, ha optado por tener sólo una para mostrar su fidelidad.
Este planteamiento muestra que el príncipe también tiene que tener una
disposición favorable para que el acto parresiástico se de en él, se realice en él. Por
ejemplo, no encontraremos eso en el tirano de Siracusa en su encuentro con Platón. No
obstante, hay que insistir sobre el riesgo corrido por Platón por decir la verdad al rey a
través de buenos consejos. Los consejos de Platón en la Carta VII de pronto se
transformarán para el rey en una amenaza para su dignidad y para su trono 703. El
702 Cf. GS. p., 277 «Les souverains comme le people ont besoin de la parrêsia. Et les bons souverains
(exemples de Cyrus chez Xénophon, chez Platón, exemple de Nicoclès chez Isocrate) doivent faire place à
ce dire-vrai de leurs conseillers, tout comme les peuples sages écoutent comme il faut ceux qui, devant
eux, usent de la parrêsia».
703 Cf. Ibid. p., 278. «(..) si dans la parrêsia dire vrai constitue un risque, s’il y a effectivement danger à
parler, à parler vrai, que ce soit devant le peuple ou devant le souverain, si le peuple et le souverain ne
savent pas se mesurer suffisamment pour ne pas effrayer ceux qui veulent dire vrai, s’ils menacent trop
ceux qui prétendent dire vrai, s’ils se fâchent au-delà de toute limite et de toute mesure contre ceux qui
disent vrai, s’ils ne sont pas capables de cette mesure à l’égard des parrèsiastes qui se présent devant
eux, eh bien tout le monde se taira, car tout le monde aura peur. Ce sera la loi du silence, silence devant
le peuple ou silence devant le souverain. Ou plutôt ce silence sera peuplé, peuplé d’un discours, mais
d’un discours qui sera un discours faussé, que sera comme la mimêsis (l’imitation), la mauvaise mimêsis
de la parrêsia. C’est-à-dire que l’on fera semblant de dire au souverain ou au peuple ce qu’on présentera
comme étant vrai, mais celui qui parlera sait très bien que ce qu’il dit n’est pas vrai. Il sait simplement
que ce qu’il dit est exactement conforme à ce que pense le peuple ou le souverain, ou à ce que le peuple
ou le souverain voudrait entendre».
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espacio parresiástico en donde Platón emite su parresía es un espacio constituido
políticamente, y por lo tanto, la parresía platónico se emite sobre la institución y sobre
los mandatarios de la institución.
En esto también constituirá la importancia de la parresía, en ver si el parresiásta
consigue o no ejercer una influencia sobre el sujeto de su parresía (2008; 176), ver o no
si su mensaje consigue tener el impacto que la verdad provoca.
En tout cas, si on dit vrai, c’est bien pour exercer un certain ascendant, que ce
soit sur l’Assemblée ou sur le Prince peu importe, un ascendant que aurai
effectivement une influence sur la manière dont les décisions seront prises, dont
la cité ou dont l’État seront gouvernés. […], enfin : c’est le risque pris, c’est-àdire le fait que le chef, le responsable, celui qui a parlé, pourra, soit par le
peuple soit par le prince, être récompensé ou sanctionné selon le succès de
l’entreprise, selon que son dire-vrai aura conduit à tel ou tel résultat, ou selon
tout simplement l’humeur, soit de l’Assemblée soit du Prince 704.
Aquí se ve que, en último caso, el juicio sobre la verdad, el juicio sobre la
parresía, sobre el acto parresiástico, será siempre dependiente de la buena voluntad, del
humor del príncipe y de su capacidad de aceptar la crítica o no. A su vez también, se
introduce un problema político importante, el problema del halagador, el problema del
deturpador de la verdad. Es un problema que aparece en Gorgias 463a, en Fedro 240b y
Cuando la gente, empieza a hacer eso, es decir, cuando empieza a decir lo que no debe decir y lo dice por
miedo, revela justamente que el espacio de la verdad está corrompido. Eso obliga a una práctica anti
parresiástica. El que hace eso ya no es un parresiásta, es un halagador y un adulterador de la verdad.
704 Cf. GS., p., 176. «En todo caso, si decimos verdad, lo decimos sobre todo para ejercer una influencia
o sobre la Asamblea o sobre el Príncipe poco importa, una ascendiente que tendrá efectivamente una
influencia sobre la manera en que las decisiones serán tomadas, la manera en como la ciudad o el Estado
serán gobernados. […], en fin: es un riesgo asumido, esto es, el hecho que el jefe, el responsable, aquel
que ha hablado, podrá o a través el pueble o a través del Príncipe, ser recompensado o sancionado
mediante lo sucedido, mediante que su decir verdad ha conducido a este o aquel resultado, o simplemente
según el humor de la Asamblea o del Príncipe».
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en Plutarco 705. Este problema aparece, como ya ha sido referido, porque el espacio de
emergencia de la verdad está vedado a un decir verdadero- naturalmente, el halagador
no es un parresiásta, y a él no le compensa correr riesgo alguno.
Pero todo eso no impide que la parresía siga siendo una práctica necesaria, a la
vez que una práctica peligrosa como ya hemos tenido ocasión de decir en su momento.
En la Carta VII, la parresía no tiene como componente de diálogo la eticidad en la
democracia, como ocurrirá por ejemplo en Ión de Eurípides; por eso también el estilo y
el lenguaje será diferente en el abordaje parresiástico. En este caso, en la democracia, la
parresía o corre siempre el riesgo de ser negativa como ya se ha dicho. Lo hemos visto
con Isócrates, lo hemos visto en varios textos platónicos cuando inquiere a sus
interlocutores y también se puede ver en el Ión de Eurípides.
Con la parresía negativa, el lenguaje aparece como el lugar de la apariencia,
pero en su peor sentido, porque puede ser utilizado engañosamente para lograr un fin, o
el deseo de quien lo utiliza. El Ión de Eurípides puede ser presentado como ejemplo
paradigmático de esta parresía negativa. Juto, tras ser informado por Apolo de que Ión
era su hijo, pero aun sabiendo que éste no lo era, propone llevarlo a Atenas para que le
suceda como rey. Ión le pregunta cómo ha podido saber que era su si es así, quién es
entonces su madre; y, sobre todo, quiere saber si su madre es ateniense [como ya ha
sido referido en la nota preliminar y en la introducción], condición indispensable para
que Ión pueda usar legalmente de la palabra en el plan isegórico, y sin la cual no podría
ejercer el derecho de la parresía.
705 Cf. Plutarco, Comment distinguer le flatteur de l’ami, in Œuvres morales, t. I-2, trad. A. Philippon,
Paris, Les Belles Lettres, 1989.
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Pero la cuestión es que, al no ser la madre de Ión de ateniense, él no podría usar
libremente de la palabra, y si lo consigue hacer, será a riesgo de provocar risas y celos
de políticos e intelectuales. Por eso, para evitarlo, Juto propone presentarlo como su
huésped, mientras busca las condiciones para presentarle a todos como un ateniense, y
sobre todo como su heredero 706.
Presentar a Ión como su huésped es un acto de parresía política negativa
políticamente, esto es, esconder la verdad y utilizar el lenguaje del demos, hablando
para agradar pero no para decir lo cierto. Esto demuestra hasta qué punto el lenguaje, en
lugar de ser un vehículo de la verdad puede terminar siendo un lugar de la apariencia y
de la manipulación política 707. Desde este punto de vista, la intervención de Ión puede
ser considerada como una crítica a la parresía política de la democracia que estaba
vigente en la Grecia del siglo V-IV en donde lo importante era hablar, decir todo,
aunque lo dicho no constituyera la verdad 708. Esta preocupación de Ión será largamente
retomada por Platón y por los críticos de la democracia. Pero será retomada sobre todo
en dos aspectos: el ámbito del discurso político como dramaturgia del discurso
verdadero y de la gobernabilidad, y el ámbito de la figura del crítico que utiliza el
706 Cf. Eurípides, Bacantes; Ion; Las troyanas; Hipólito; Suplicantes; Fenicias, en Tragedias.
Introducciones, traducciones y notas de Alberto Medina González y Juan Antonio López Pérez (Vol. 1),
José Luis Calvo Martínez (Vol. 2), Carlos García Gual y Luis Alberto de Cuenca Prado (Vol. 3). Madrid,
Gredos, 1977-1979 (Ion 542-675).
707 Se puede a este respecto ver en las Ranas, 889 y en Las tesmoforias, 451 como Aristófanes da un
papel preponderante al lenguaje malévolo usado por Sócrates y por Eurípides. Sócrates, que hace del
lenguaje la única divinidad digna de este nombre, y Eurípides, que convence a toda gente de que no hay
divinidad.
708 Cf. La acusación contra Sócrates se sostiene justamente en base a la parresía negativa. El derecho de
hablar y decir todo abiertamente, ha permitido que Meleto pudiera formular su acusación falsa contra
Sócrates.
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discurso político para decir la verdad parresiástica y para educar, ya no sólo a los
políticos, a los que quieren conquistar la ciudad, sino a todo el mundo 709.
No obstante, volviendo a Eurípides (Ión), éste ofrece también otro tipo de
parresía positiva que contrasta con aquella comúnmente aceptada por la sociedad griega
de los siglos V-IV, a.C. La posición de Creúsa revela una parresía positiva porque se
dice la verdad a sí misma, pero de una manera pública, al manifestar el amor que siente
por Hipólito, a pesar de estar casada con Juto y, sobre todo, al revelar públicamente el
mal comportamiento de Apolo. Aquí la parresía, a pesar de aparecer en un contexto que
parece ser el de la revelación de las relaciones amorosas mal solucionadas (CreúsaApolo), revelación de los sentimientos presentes (Creúsa-Hipólito), es sin embargo una
parresía autocrática, ya no es democrática, no es política y ni siquiera es filosófica, es
simplemente autocrática.
En esta línea, la parresía de Ión se asimeja en su autocracia (en este caso el poder
de sí mismo pero visto a la luz de las instituciones o de las personas institucionalizadas)
a la parresía de Dionisio, el tirano de Siracusa. Se asemeja también a la parresía de
Pericles en el sentido de que es la institución la que tiene que pronunciarse sobre ella
misma. Es Pericles quien, después de haber escuchado a la asamblea, tiene que decir
algo, tomar una decisión; es Creúsa quien, después de haber escuchado y después de
709 Cf. GS. p., 279. «(…) transformation qu’on avait vue se dessiner dans ces textes du début du IVe
siècle, c’est en gros, le dédoublement de la parrêsia, sa dénivellation, dans la mesure où la parrêsia –
celle que voulait exercer Ion en rentrant à Athènes, celles que Périclès exerçait devant le peuple athénien
– était une manière de donner librement son avis sur des questions concernant l’organisation de la cité, le
gouvernement de la cité, le choix entre la guerre et la paix, etc. La parrêsia s’exerçait donc à l’égard de
la cité tout entière et dans un champ qui était directement un champ politique. Or à travers les textes de
Xénophon, d’Isocrate et surtout de Platon, on voit que la parrêsia se donne une double tâche en ce
qu’elle doit s’adresser au moins autant aux individus qu’à la collectivité, à la polis, etc. Et il s’agit pour
la parrêsia d’entreprendre une tâche qui consiste à montrer aux individus comment, pour gouverner
comme il faut la cité, [qu’il s’agisse] de citoyen qui ont à donner leur opinion ou [d] un souverain qui a à
imposer ses décisions (…) les uns et les autres, les uns et l’autre [doivent] se gouverner. Et la parrêsia,
au lieu d’être simplement un avis qui est donné à la cité pour qu’elle se gouverne comme il faut, apparaît
maintenant comme une activité qui consiste à s’adresser à l’âme de ceux qui doivent gouverner…».
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SECCIÓN SEGUNDA
haber visto la maniobras de Juto, tiene que revelar sus verdaderos sentimientos y
enfadarse con Apolo 710 acusándole públicamente 711, la maldición pública, dice
Foucault; y finalmente es el tirano de Siracusa quien, después de haber escuchado a
Platón, decide librarse de él y atentar contra su vida. Por lo tanto, estamos aquí ante el
habla de las instituciones. En una cierta forma, estamos ante las respuestas de las
710 Cf. Eurípides, Ión 860-905. «Alma mía, ¿cómo voy a seguir callada? Pero entonces, ¿cómo voy a
revelar mis oscuros amores y verme privada del honor? Mas…, qué impedimento me estorba? ¿Por qué
competir en virtud cuando mi marido ha resultado un traidor? ¿no me veré privada de casa, privada de
hijos, no diré adiós a las esperanzas –que no he podido cumplir por más que he querido- aunque calle mi
unión, aunque calle mi parto en que tanto lloré? Mas no –por el asiento de Zeus rodeado de estrellas, por
la diosa que reina en mis rocas, por la soberana ribera de la laguna de Tritón - . Ya no ocultaré por más
tiempo mi unión, pues me sentiré aliviada arrojando este peso de mi espalda. Mis ojos manan lágrimas,
mi alma el dolor de verse traicionada por hombres y dioses, mas los pondré en evidencia como traidores
e ingratos en sus mares.
¡Oh tú, que haces vibrar la voz de siete sonidos de la cítara cuando en los agrestes cuernos sin vida
haces sonar el agradable eco de los himnos de las Musas! A ti, hijo de Leto, haré llegar mis reproches a
la luz del día. Viniste a mí con tu pelo brillante de oro, cuando en mi regazo ponía los pétalos de azafrán
cortados para adornar mi pelo con áureo resplandor.
Me tomaste de la blancas muñecas de mis manos gritando: «¡madre!», tú, seductor, dando gusto a Cipris
con tu desvergüenza. Y yo –la desdichada-, te parí un niño que por miedo a mi madre arrojé en tu propia
cama, en la que pusiste mí –desventurada- el yugo de una triste unión.
¡Ay de mí! Ahora se ha ido arrebatado por las aves para su festín mi hijo y el tuyo, ¡desgraciado! ¡Y tú
tocando la cítara y cantando el peán!».
Algunas cosas de esta cita merecen ser comentadas. La parresía es casi siempre una manifestación de odio
hacia lo que es incorrecto. No obstante, la parresía de Creúsa en este aspecto transmite o revela otro tipo
de odio. Ya no es sólo el odio de hacia que es incorrecto, injusto, sin ética, sino su propio resentimiento
con la situación. Su conciencia de haber sido despresada y des respetada, por eso apela al derecho de
venganza contra aquellos que le hacen sufrir y el primero en la lista es desde luego su marido Juto. « ¿por
qué competir en virtud cuando mi esposo ha resultado un traidor?». Esta visión parresiástica es distinta
de la de Sócrates. Aquí, en esta actitud de Creúsa, estamos ante un ajuste de cuentas, y no ante una
parresía ética. Después, dice Creúsa refiriéndose a Apolo: «Ya no ocultaré por más tiempo mis
sentimientos». Una revelación parresiástica tras la cual sigue en otro verso diciendo: «A ti hijo de Leto,
haré llegar mis reproches a la luz del día», esto es, digo públicamente a todos lo que has estado
escondiendo, disimulando, metiendo. Y Creúsa va a usar contra él una acusación a través de una
expresión muy fuerte en el campo de la eticidad griega. «Tú, seductor», o sea, tú criminal, tú engañador,
aprovechador, mentiroso, mal intencionado. En el Alcibíades hemos visto justamente cuál era el concepto
de la seducción para los griegos. Sabemos por Jenofonte que Sócrates piensa que un seductor es más
criminal que aquel que viola físicamente, porque el seductor no viola sólo el cuerpo sino incluso la miente
de aquel que es indefenso. También emplea la expresión desvergüenza, que además de referir la falta de
eticidad, también se indica a la falta de dominio sobre uno mismo.
711 Nietzsche en El pensamiento trágico de los griegos (121-122) entre muchas alusiones que se hace ahí
de Apolo, una merece destaque en este espacio concreto de nuestra investigación. Se trata justamente de
la figura de Apolo como el dios de la representación y como la máxima figura onírica. Sabemos que una
de las acusaciones que Creúsa hará contra él en el Ión de Eurípides es justamente el hecho de la haber
seducido con apariencia y de la haber adormecido y dejarla inconsciente.
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SECCIÓN SEGUNDA
instituciones de cara a la parresía que les ha sido dirigida. Desde este punto de vista,
dice Foucault:
C’est un acte politique. Mais d’un autre côté, la parrêsia – ça apparaît
clairement dans le texte de Plutarque – est aussi un acte, une manière de parler
qui s’adresse à un individu, à l’âme d’un individu, et qui concerne la manière
dont cette âme va être formée. La formation de l’âme du Prince, le rôle que
ceux qui entourent le Prince auront à jouer, non pas directement dans la sphère
politique, ceci montre que la parrêsia en quelque sorte se décroche de sa
fonction strictement politique, et qu’à la parrêsia politique vient s’ajouter une
parrêsia que l’on peut dire psychagogique, puisqu’il s’agira de mener et de
guide l’âme des individus 712.
La parresía aquí toma la misma dirección progresiva que también ha tomado en
su momento el arte del cuidado de sí, como vimos en el Alcibíades. Ella se transforma
en la problematización de la verdad. Deja de ser una actividad política exclusiva de la
democracia para pasar a ser una actividad de todos los regímenes. Deja de ser restricto
sólo para algunos y pasa a ser una recomendación para todos 713. Pasa de ser una
712 Cf. GS. 178. «Es un acto político. Pero por otro lado, la parresía – esto aparece claramente en el
texto de Plutarco –también es un acto, una manera de hablar que es dirigida a un individuo, al alma de
un individuo, y que concierne a la forma en como esta alma va a ser formada. La formación del alma del
Príncipe, el papel que deben desarrollar los colaboradores del Príncipe, no directamente en la esfera
política, y esto muestra que la parresía se distancia de su función estrictamente política, y que a la
parresía política se añade la parresía que podemos llamar psicagogico, ya que se trata de guiar y
conducir el alma del individuo».
713 Cf. Ibid., pp., 68-69. Hay que tener en cuenta a esta advertencia o esta actualización importante que
Foucault hace sobre el uso del término parresía desde el punto de vista de su lectura diacrónica. Según
esta interpretación, no estaríamos totalmente ante una ruptura con lo que hemos dicho hasta ahora. No
obstante, solo una parte de aquello que hemos dicho (la parresía euripidiana, el estatuto social y político
de los nobles) aparecerá en este planteamiento de la parresía en su sentido clásico, lo que no compromete
en absoluto lo expuesto hasta ahora.
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actividad para conquistar la ciudad y para a ser un procedimiento dirigido al hombre
interior o a lo interior del hombre. En todo este proceso, el filósofo se presentará como
aquel que conducirá la gente, no desde el punto de vista político, sino a partir de un
actuar psicopedagógico. Por eso será fácil para Platón construir una ciudad ideal, porque
en teoría los que deben ser responsables de la ciudad son aquellos que precisamente
tienen las condiciones apuntadas, aquellos que experimentaran la parresía política, la
parresía filosófica, y que actúan desde un punto de vista psicopedagógico.
En esta ciudad no habrá el problema de saber si existirá o no una parresía
negativa, ya que está fundada sobre el principio de la parresía positiva. Los que han
fundado la ciudad le han hecho desde la luz de la verdad. Por eso, Platón no dudará en
expulsar los poetas de la ciudad (La República X. 607b). Con esta expulsión se abre la
cuestión de saber si sería mejor dejar el uso de la palabra a todo el mundo en la ciudad,
sobre todo a los que piensan que pueden y tienen algo para decir para el beneficio de la
ciudad o, al contrario, hay que poner toda la confianza a la sabiduría del príncipe y de
sus consejeros. Esta será, por lo tanto, el nuevo debate en torno a la parresía y a la
ciudad, dice Foucault.
«Mais enfin, il ne faut pas tout de même pas oublier que lorsqu’on reprend alors l’histoire diachronique
de la notion de parrêsia, elle n’a pas du tout, dans les textes classiques, dans les textes du IVe siècle le
sens que Plutarque le donne, le sens dans lequel il l‘utilise à propos de Dion. L’usage du mot parresía
dans les textes classiques est un peu plus complexe, et assez différent. (…). Premièrement, alors que dans
le texte de Plutarque – et d’ailleurs en fonction même de ce que je vous ai dit quand j’ai essayé d’élucider
cette notion – la parrêsia semble liée à une vertu, a une qualité personnelle, à un courage (c’est le
courage dans la liberté du dire-vrai), le mot parrêsia tel que vous le trouvez employé á l’époque classique
ne comporte pas, du moins ne comporte pas premièrement, fondamentalement et essentiellement, cette
dimension du courage personnel, mais c’est beaucoup plutôt un concept qui se rapport à deux choses :
d’une part, une certaine structure politique qui caractérise la cité ; et deuxièmement, le statut social et
politique de certains individus à l’intérieur de cette cité. Premièrement, la parrêsia comme structure
politique. Juste référence, qui n’est d’ailleurs pas du IVe siècle puisqu’elle est de Polybe, mais qui situe
un peu le problème. Dans le texte de Polybe (livre II, chapitre 38, paragraphe 6 (Histoires, nuestro)), le
régime des Achéens [est défini] par trois grandes caractéristiques. Il dit que, chez les Achéens, on a des
cités dans lesquelles on trouve : dêmokratia (la démocratie) ; deuxièmement, la isêgoria ; troisièmement
parrêsia».
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Je crois que c’est là un des trait capitaux qu’il faut retenir, à savoir que le
grand débat politique dans la pensée antique, entre la démocratie et la
monarchie, [ce] débat n’est pas simplement entre démocratie et pouvoir
autocratique. Mais la confrontation est entre deux couples : le couple [avec]
une démocratie où des gens se lèvent pour dire la vérité (par conséquent, si
vous voulez : démocratie et orateur, démocratie et citoyen qui a le droit de
parler et l’exerce), l’autre couple étant constitué par le Prince et son conseiller.
Et c’est l’affrontement entre ces deux couples, c’est la comparaison entre ces
deux couples que est, je crois, au cœur d’une des grandes problématiques de la
pensée politique dans l’Antiquité 714.
Es también en esta problemática que va a desarrollarse la cuestión de saber cómo
llegar al Príncipe, cómo tocar su alma y cómo aconsejarle. Esta misma cuestión será
aplicable o planteada a la democracia. A partir de ahora habrá una preocupación por
saber cómo serán aquellos que el sistema forma, aquellos que la sociedad “isonómica”
e- “isegórica” forma para ser en el futuro, responsables políticos. Se plantea entonces la
cuestión de saber cómo será esta gente, estos responsables que tienen que tomar la
palabra y las decisiones para guiar y orientar a los demás. Es un planteamiento
pedagógico y, por lo tanto, estamos ante una cuestión que ya no se limita al simple uso
de la palabra, sino que también tiene que ver con la calidad del uso de la palabra. A eso
se añade la preocupación por saber efectivamente, quiénes son aquellos que en verdad
pueden hacer uso de la parresía.
“[…], cette parrêsia, ce dire-vrai nécessaire pour conduire l’âme des citoyens
ou l’âme des Prince, qui est capable de le tenir ? qui est capable d’être
l’artisan de la parrêsia? Quel es le savoir, ou quel est la tekhnê, quelle est la
théorie ou quelle est la pratique, quelle est la connaissance mais quel est aussi
l’exercice, quelle est la mathêsis et quelle est l’askêsis qui vont permettre de
714 Cf. Ibid., pp., 179-180. «Yo creo que este es uno de los rasgos capitales que es necesario guardar, a
saber, que el gran debate político en el pensamiento antiguo entre la democracia y la monarquía, [este]
debate no es simplemente entre la democracia y el poder autocrático. La confrontación es entre dos
parejas: la pareja [con] la democracia en donde la gente se levanta para decir la verdad (por
consiguiente, si queréis: democracia y oratoria, democracia y ciudadano que tiene derecho de hablar y
ejerce este derecho), la otra pareja es constituido por el Príncipe y sus consejero. La confrontación entre
estas dos parejas, la composición entre estas dos parejas es, creo yo, al centro de una de las grandes
problemáticas en el pensamiento Antiguo».
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SECCIÓN SEGUNDA
tenir cette parrêsia ? Est-ce que c’est la rhétorique ou est-ce que c’est la
philosophie 715?”.
Ya hemos visto que la retórica no lo puede ser. Entonces tendrá que ser la
filosofía, pero la filosofía como modo de vida, como purificación de la existencia y,
sobre todo, como una estética de la existencia. A todo este re-direccionamiento de la
parresía, Foucault le da el nombre del “Carrefour” platónico 716, esto es, el momento en
que Platón va recoger todos los problemas políticos, lingüísticos, éticos, morales y
filosóficos existentes en Grecia para ponerlo en un único problema: el cuidado del
hombre, tal como será manifestado claramente en Eutifrón y en el Alcibíades. El
problema del hombre y el problema de la verdad, que será transversal a toda la obra
platónica.
También es en este carrefour platónico donde será planteado en Platón por
primera vez la cuestión de la parresía a partir de la eleutheria 717, esto es, a partir de la
libertad:
¿No sucede que son primeramente libres los ciudadanos, y que en el Estado
abunda la libertad, particularmente la libertad de palabra y la libertad de
hacer en el Estado lo que a cada uno le da la gana?718.
715 Cf. Ibid., p. 180. «[…], esta parresía, este decir la verdad necesaria para conducir el alma de los
ciudadanos o alma del Príncipe, ¿quién puede tenerla? ¿quién es capaz de ser artesano de la parresía?
Cuál es el saber, o cuál es la tekhnê, cuál es la teoría o cuál es la práctica, cuál es el conocimiento y cuál
es también el ejercicio, cuál es la mathêsis y cuál es el askêsis que van a permitir tener esta parresía?
¿Será la retórica o será la filosofía?».
716Cf. Ibid., p., 181. «Se replacer au carrefour platonicien, là où on voit la critique de la mauvaise
parrêsia, celle de la démocratie et des orateurs, de la rhétorique, se déplacer vers la problématique de la
bonne parrêsia, celle du sage conseiller, celle du philosophe; en fait beaucoup de textes de Platon
pourrait être mise en perspective à partir du problème du dire-vrai dans le champ des structures
politiques et n fonction de l’alternative philosophie/rhétorique. Puisqu’il s’agit ici de généalogie de l’art
de gouverner et de la formation de la thématique du conseiller du prince, je passerai rapidement à
travers Platon en relevant quelques textes où se rencontre l’usage effectif du mot parrêsia».
717Cf. Ibid., 191. «N’est-il pas vrai que tout d’abord on est libre dans un tel État, et que partout y règne
la liberté (eleutheria), le franc-parleur (parrêsia), la licence de faire ce que l’on veut».
718Cf. La República, 557b5-8.
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SECCIÓN SEGUNDA
La libertad de hacer lo que uno quiere, lo que le da la gana. Esta libertad es
propia del sistema democrático, dice Aristóteles (en la Política), y esta libertad dificulta
su gobernabilidad, porque no es una libertad para la verdad. Además, en esta libertad, en
esta eleutheria, cada uno puede constituirse como una especie de Estado, pudiendo por
eso decir lo que le da la gana y hacer lo que quiere, como señala Platón en la República.
Así, pues: no tener obligación alguna de gobernar en este Estado, ni aun
cuando seas capaz de hacerlo, ni de obedecer si no quieres, ni entrar en guerra
cuando los demás están en guerra, ni guardar la paz cuando los demás la
guardan, si no lo deseas; a su vez, aun cuando una ley te prohíba gobernar y
ser juez no por eso dejar de gobernar y ser juez. 719.
Aquí podemos ver claramente porque Foucault mencionaba una preocupación
que ya no es solamente referente a la autocracia (poder de sí mismo), sino una
preocupación por saber quién debe tener el poder y cómo debe de tenerlo. Hemos visto
que el debate estaba, por un lado, en saber si se debe permitir que todo el mundo
participe de este poder a través de la isêgoria, y ahora también a través de la eleutheria;
y, por otro, saber si el poder debía estar sólo en el Príncipe y en sus consejeros, que a su
vez, tendrán la tarea de educar a la multitud y, por consiguiente, también a los futuros
gobernantes, que sólo podrán salir de entre los filósofos. La cita de la República (557e28) nos permite ver precisamente como, de hecho, el problema de la eleutheria puede
también, a su vez ser incompatible con la parresía, ya que en nombre de la libertad uno
puede negarse a hacer algo para la ciudad, y estará justamente en su derecho de hacerlo.
Podrá incluso, en lugar de decir la verdad y hablar francamente (franc-parleur), hacer
uso de la palabra para halagar a quien ostenta el poder.
719Cf. La República, VIII, 557e2-8.
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Esta tolerancia que existe en la democracia, esta despreocupación por nuestras
minucias, ese desdén hacia los principios que pronunciamos solemnemente
cuando fundamos el Estado, como el de que, salvo que un hombre cuente con
una naturaleza excepcional, jamás llegará a ser bueno si desde la tierna
infancia no ha jugado con cosas valiosas ni se ha ocupado con todo lo de esa
índole; la soberbia con que se pisotean todos esos principios, sin preocuparse
por cuáles estudios se encamina un hombre hacia la política, sino rindiendo
honores a alguien con sólo que diga que es amigo del pueblo 720.
En el capítulo de Alcibíades vimos esta cuestión de la preocupación y
preparación política. No obstante, continuamos estando en el marco en donde lo que hay
que cuidar con mayor atención para lograr mantener un Estado estable será la toma del
poder por un príncipe, que este príncipe sea aconsejado por los sabios, y que estos
sabios den educación a los futuros gobernantes desde su infancia. Alcibíades toma
precisamente ejemplo de los persas, para quienes la educación de los futuros
gobernantes empieza a partir de los cuatro años. Esta formación, esta preparación,
permite que en el futuro haya un logos alêthês, esto es, que exista el discurso de la
verdad (558d-561b), dice Foucault. La ausencia de este discurso de la verdad tendrá
como consecuencia agradar más la disimetría entre el alma democrática y el alma
filosófica. En esta situación, nunca se podrá hablar con sinceridad a un príncipe, nunca
se le podrá decir lo que debe hacer, y ni siquiera el sistema democrático podrá
enfrentarse al príncipe a través de la parrêsia.
El sistema democrático, en este sentido, está será asimilable al sistema religioso
(que veremos en el apartado siguiente), al espacio de obediencia. En la democracia, la
eleutheria, la isêgoria, limita la actuación parresiástica. En la religión, la obediencia a
las instituciones, la negación de uno mismo, y el miedo de perder la eternidad
conducirán a un rechazo de la parresía.
720Cf. Ibid., 558b-c1.
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SECCIÓN SEGUNDA
En el discurso del príncipe hay que vetar de modo permanente la cuestión del
halagador. Es lo que hemos visto en este apartado Naturalmente, ahí, la isêgoria se
muestra insuficiente, no tiene las condiciones para impedir que eso suceda, porque a ella
no le interesa los confrontamientos que surgen por causa de la verdad, y porque la
isêgoria, no implica el uso valeroso de la verdad tal como aparece en la parresía.
En la toma de palabra parresiástica hay siempre un planteamiento de
confrontamiento, una especie de “quiero tomar palabra para decir verdad”. Y por eso,
cuando se trata de decidir acerca de la enseñanza que se le debe ofrecer al príncipe
desde el punto de vista filosófico y psicopedagógico, siempre estará presente la
preocupación por evitar que el príncipe sea asesorado por halagadores. Hay que vetar el
camino que les conduce a la ciudad, a la política.
2.
LA PARRESÍA EN EL AMBIENTE RELIGIOSO CRISTIANO.
Nos centraremos en este apartado en analizar principalmente la parresía en el
entorno cristiano, su semejanza y su ruptura con el mundo grecorromano. Como
decimos en la nota preliminar, la parresía evangélica y paulina es muy parecida a la
parresía grecorromana. El Evangelio, la buena nueva, su anunciación (el kerigma), no
estaba exenta de riesgo, toda vez que viene instaurar precisamente una doctrina a
cambio de otra y por eso, se presenta como concurrente de la doctrina tradicional, la ley
antigua. El que anuncia, el que práctica kerigma, es un emisario, y por eso desempeña el
papel del parresiásta, de aquel que destaca entre los demás. Y destaca no por su
vanagloria o por mostrarse competitivo, sino como alguien que se pone al servicio de
los demás y se hace a sí mismo el más pequeño entre todos 721. De este alguien se exige
721 Cf. Mat, 11 25.
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coraje y ausencia de ambigüedad 722. Esta postura hace recordar la posición de Sócrates
en la Apología, el Sócrates benevolente para con la ciudad de Atenas, el que no estaba
obstinado con las cosas mundanas que interesaba a todo el mundo, sino con cosas que
eran indispensables para uno mismo, la autenticidad del uno mismo, el cuidado de uno
mismo.
En este sentido, el anuncio de la buena nueva desempeña la función de parresía,
y el apóstol o el discípulo anunciador es un parresiásta que ejerce en su parresía la
libertad, no en el sentido de la isêgoria (la libertad constitucional), sino en el sentido
puramente parresiástico, la libertad dentro de la verdad, libertad en Cristo 723, como dirá
Pablo en Gálatas 724, con la verdad y por la verdad. Pablo habla a este respecto de la
722 Cf. Gal 2 11-14. «Pero, cuando vino Cefas a Antioquía, me enfrenté a él, porque su actitud era
censurable. Resulta que antes que llegaran algunos de parte de Santiago, comía en compañía de los
gentiles; pero una vez que aquéllos llegaron, empezó a evitarlos y a apartarse de ellos por miedo a los
circuncisos. Y los demás judíos disimularon como él, hasta el punto de que el mismo Barnabé se vio
arrastrado a la simulación.
Pero en cuanto vi que no procedían rectamente, conforme a la verdad del Evangelio, dijo a Cefas en
presencia de todos: «Si tú, siendo judío, vives como gentil y no como judío, ¿cómo fuerzas a los gentiles a
que vivan como judíos?».
Es muy interesante la argumentación de Pablo. Opone dos conceptos claves en la parresía: la verdad y la
disimulación. La disimulación, aquí, es la vergüenza de revelar, de asumir algo. Sin embargo, esta
vergüenza es distinta de aquella que hemos visto en el Fedro o en los clásicos griegos. En ellos, y en el
Fedro en particular, la vergüenza estaba ligada a la mentira. Fedro sabía que el escrito que traía era un
fraude; no obstante, él quiso asemejarse a este escrito, a presentarse mediante éste escrito como alguien
que domina el tema propuesto. Por lo tanto, la vergüenza de Fedro está ligada a su consciencia del saber
su falsedad. Se avergüenza porque sabe que aquello que quiere ofrecer como saber es un saber falso. En
cambio, Pedro, (Cefas), se avergüenza porque está intimidado por el peso de la autoridad histórica, de la
autoridad tradicional, que aun estando entre aquellos que no tienen este poder tradicional, esta autoridad
sigue estando presente, los judíos circuncisos, que se creen superior a los no circuncisos, a los gentiles,
porque así ha sido desde siempre. Pedro y Barnabé cederán a este poder tradicional y con esto no estarán
practicando la parresía ni frente a los convertidos judíos ni tampoco frente a los gentiles. Estarán
practicando justamente lo opuesto de la parresía, la simulación, el hallazgo. Por eso es importante la
actitud de Pablo y su precisión (me enfrenté a él porque su actitud era censurable), algunas tradiciones
dirán: (le he llamado hipócrita), esto es, el opuesto del parresiásta.
723 Cf. Lc 4 18-19; Jn 8 36.
724 Cf. Gal 5 1ss.
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SECCIÓN SEGUNDA
libertad de los hijos de Dios 725, y asume en otro texto que su actividad, su parresía
puede ser considerada como una actividad política 726 en la medida en que ya no habla
sólo en nombre de una religiosidad, sino también de un pueblo 727, una nación santa y
particular. No será una particularidad paulina, sino también del propio cristianismo en
cuanto ruptura contradictoria 728. El judaísmo es una religión particular y un pueblo
725 Cf. Rm. 8 14-15. «En efecto, todos los que se dejan guiar por el Espíritu de Dios son hijos de Dios. Y
vosotros no habéis recibido un espíritu de esclavos para recaer en el temor; antes bien, habéis recibido
un espíritu de hijos adoptivos que nos hace exclamar: ¡Abbá, Padre».
En Eurípides vimos la oposición entre el esclavo y el hombre libre, el ciudadano, el que puede producir la
palabra porque tiene instrumento de la palabra y el que no la puede producir incluso cuando le hacen
extrañamente ciudadano. En la tradición bíblica y cristiana en particular, la recepción del espíritu aparece
como el momento de la autenticación del kerigma. Así lo vemos en los sinópticos (Mt 28, 18s; Mc 13, 9s;
15, 15s y Lc. 24, 49s) y en Juan 16, 5s. Pero aquí queremos sobre todo destacar esta analogía que Pablo
hace entre el esclavo y el temor. Queremos destacarla justamente porque nos hace retornar a algo que
hemos visto en Aristóteles en la EN (IV, 1124b 26-29). Para Aristóteles, sólo se esconde el que tiene
miedo, pero el que dice la verdad, no debe tener miedo, al contrario, debe correr el riesgo por la verdad.
Lo mismo pasa aquí con Pablo, los que han recibido el espíritu de Dios ya no son esclavos del miedo, y
por eso mismo no pueden tener miedo de anunciar la buena nueva, la verdad.
726 Cf. Libros google.. www.clailatino.org, Néstor O. Míguez, Lenguaje bíblico y lenguaje político. «
En 1 Ts 2,2 Pablo recuerda como, pese a la persecución de que fue objeto en Filipos, expusimos
libremente en Dios, hablando el Evangelio de Dios. El verbo parresiázomai (exponer libremente), es
propio del lenguaje político. Indica el derecho del ciudadano de hablar libremente en la ekklesía. En el
transcurso del uso de este vocablo significó cierto candor, franqueza para expresarse abiertamente y más
aún la valentía de exponer la propia causa a pesar de obstáculos y persecución. Juntamente con ello, la
condición moral superior del que tiene la libertad de expresarse con verdad.
Pablo apela a este verbo para justificar su libertad para expresarse pese a la persecución. Esta libertad
le es dada por su pertenencia al pueblo de Dios. Su expresión ha sido cortada por el poder político en
Filipos, pero ello no lo inhibe. Siguiendo probablemente un uso de la versión de los LXX, destaca que en
Dios encuentra el derecho de seguir hablando este evangelio. Dios es la garantía de un derecho político
que le es conculcado. El confronta ese poder censurador con la fuerza del Evangelio.
De esa manera Pablo recurre a una expresión de origen político para mostrar la naturaleza de su misión
apostólica. Predicar el evangelio es ejercer el derecho político de dirigirse a la asamblea en defensa de
la verdad. En este contexto adquiere también significación la palabra euaggélion. Pues también ésta
surge de la vida política».
727 Cf. 1Ts, 7-8.
728 Cf. Mt 10 34-38. «No penséis que he venido a traer paz a la tierra. No he venido a traer paz, sino
espada. Sí, he venido a enfrentar al hombre con su padre, a la hija con su madre, a la nuera con su
suegra; y los enemigos del hombre serán los de su propia familia.
El que ama a su padre o a su madre más que a mí, no es digno de mí; el que ama a su hijo o a su hija más
que a mí, no es digno de mí».
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elegido. También el cristianismo se presenta por medio de una figura particular, Jesús, y
con un pueblo 729 elegido fundado en su muerte 730 resurrección.
Entonces Pilato entró de nuevo al pretorio, llamó a Jesús y le preguntó: «
¿Eres tú el rey de los judíos¿» Respondió Jesús:«¿Dices eso por tu cuenta, o es
que otros te lo han dicho de mí?» Pilato contestó: « ¿Acaso soy yo judío? Tu
pueblo y los sumos sacerdotes te han entregado a mí. ¿Qué has hecho?»
Respondió Jesús:
«Mi Reino no es de este mundo 731. Si mi Reino fuese de este mundo, mi gente
habría combatido para que no fuese entregado a los judíos; pero mi Reino no
es de aquí.» Entonces Pilatos le dice: «¿Luego tú eres rey?» Respondió Jesús:
«Sí, como dices, soy rey.
Yo para esto he nacido y para esto he venido al mundo: para dar testimonio de
la verdad 732».
Siguiendo a los Evangelios, particularmente el de Juan (4, 19ss;), este pueblo,
este nuevo reino, ya no tendrá sólo una caracterización judía, sino universal, y esta
universalidad reside en la recepción del espíritu de la verdad para adorar al Padre, no en
729 Cf. Jn. 17 14-16. «Yo les he dado tu palabra, pero el mundo los ha odiado, porque no son del mundo,
como yo no soy del mundo. No te pido que los retires del mundo, sino que los guardes del Maligno. Ellos
no son del mundo».
730 Cf. Duque, Félix, El Cristo-muerto hegeliano, (ensayo inédito). p., 3. «En el mundo griego no es
posible la muerte del Yo en cuanto yo, este singular. Aquí, agua y fuego no están todavía enfrentados en
lucha fratricida: y cuando disolvemos la bella apariencia en el ácido corrosivo de la comedia romana,
bien podemos decir que, ahora, todo da igual.
Frente a ello, el Cristo nos trae un mensaje exquisita, obsesivamente judaico; él no ha venido a traer la
paz sino la espada, a separar la madre del hijo (dando ejemplo de ello, para empezar, con su propia
vida)».
731 Cf.www.clailatino.org. Lenguaje bíblico y lenguaje político. Néstor O. Míguez. cit., «Sin embargo,
esta dispersión geográfica y carencia de patria propia no impide una identificación a partir de la patria
temporaria, del lugar concreto de residencia y misión. Por el contrario, la promueve. Es, como el pueblo
de Israel, por su vocación e invocación, asamblea de Dios. La dimensión que este nuevo pueblo adquiere
lo hace continuador de la dinámica salvífica que YHVH había impreso en la historia de Israel. Pero
también es “ekklesía ton thessalonikêon”. como la entidad política del demos de Tesalónica. Ambas han
quedado reunidas en una, que no coincide, a su vez, con ninguna de las dos.
Pero esta dinámica identificación-ruptura se adquiere a partir de un nuevo dato: la pasión terrenal y el
señorío universal de Cristo. El término ekklesía se usa en 2,14 en el contexto de la persecución. Allí falta
el kyrios en la mención de Jesús. Aparecerá en el versículo siguiente, el 15, al hablar de la muerte de
Jesús. Jesús es el kyrios de esta asamblea en virtud de haber sufrido lo mismo que los congregados y
haber, sin embargo, triunfado (1 Ts 4,14).
Al plantear así la cosa resulta todavía más claro el sentido político que tiene ser ekklesía en Cristô Iesoû.
La Iglesia es una entidad política porque participa de la suerte política (histórica) de su Señor».
732 Cf. Jn. 18 35-37.
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un lugar físico concreto, sino en cualquier parte del mundo en donde uno esté. Pablo
tendrá el mismo discurso ante el Areópago. Después de la recepción del espíritu 733 va a
anunciar a los gentiles lo que ellos adoran sin haberlo conocido:
Pablo, de pie en medios del Areópago 734 comienza así¨: [Atenienses, veo que
vosotros sois, por todos los conceptos, los más respetuosos de la divinidad.
Pues al pasar y contemplar vuestros monumentos sagrados, he encontrado
también un altar en el que estaba grabada esta inscripción: ʻ Al Dios
desconocido. Pues bien, vengo anunciaros lo que adoráis sin conocer 735].
El intento de la universalización de la buena nueva, implica un confrontamiento
con todo el pensamiento antagónico 736, a ésta buena nueva, confrontamiento que puede
implicar las cadenas y arriesgar la propia vida. Pero aun así, esto no ha impedido a
Pablo seguir adelante con su misión, y lo dirá del modo siguiente en su carta a los
filipenses:
Quiero que sepáis, hermanos, que lo que me ha sucedido ha contribuido más
bien al progreso del Evangelio, pues se ha hecho público, en todo el Pretorio y
entre todos los demás, que me encuentro encarcelado por Cristo.
733 Conviene señalarr aquí que Pablo, después de su encuentro con el Cristo-Luz (Cristo en forma de luz,
de claridad, la voz que ha interceptado a Pablo en el comino de Damasco) ha tenido un tiempo de espera.
No ha ido enseguida a anunciar el Evangelio. Este tiempo de espera es también un tiempo teológicopedagógico porque ha permitido que los otros discípulos y apóstoles ganaran la confianza de Pablo, y
Pablo la de ellos. Y es un tiempo teológico porque la voz le ha dicho, «ahora levántate y entra en la
ciudad. Allí se te dirá lo que tienes que hacer». Pablo por lo tanto, se entrega, se ofrece obedientemente a
esta voz y a este este tiempo de espera.
734 No hace falta decir aquí que Pablo ha sido burlado en el Areópago al invocar la cuestión de
resurrección de los muertos sus interlocutores le han contestado con expresión tipo: «sobre esto te
escucharemos en otra ocasión».
735 Cf. Hch. 17 22-23.
736 Cf. Duque, cit. p., 4 «Un relato de Plutarco, (De defectu oraculorum, XVII) recogido por Schelling
(Philosophie der Offenbarung. 34ste. Vorl. (vol. 2; Darmstadt 1990, p. 239 s.), nos habla del griterío
universal suscitado por la muerte del Gran Pan, simultánea a la Venida del Cristo. Con el cristianismo y
sólo con él ha nacido el paganismo. La naturaleza va ahora al fondo, en el fondo inocente, limpia de toda
culpa por ser incapaz también de todo mal, ahora adscrito a la libertad del hombre (y hombre significa
desde ahora, tout court, cristiano), entendida como potestad del bien y del mal. Esta desacralización,
esta profanación de la naturaleza, implica la entrega de ésta, como fondo disponible de provisión, sólo
limitadamente resistente a la expansión planetaria del trabajo y la técnica humanas».
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Así, la mayor parte de los hermanos, alentados en el Señor por mis cadenas,
tienen mayor intrepidez en anunciar sin temor la palabra737.
El parresiásta mismo, cuando está fuera del mundo libre, incluso cuando está
encadenado, no pierde de vista su misión principal, la verdad y sólo la verdad. Pablo
constata que al final, su encadenamiento 738 ha servido de aliento para muchos 739 de sus
hermanos, para que estos hermanos anuncien la palabra sin temor, para que ellos no
tengan vergüenza de anunciar su verdad, como dirá en los versos siguientes. Pablo irá
todavía más lejos en su determinación en cuanto parresiásta en esta misma carta al decir
“pues para mí la vida es Cristo, y el morir, una ganancia 740”. Estamos, por lo tanto, en
una fase en donde la parresía tiene el mismo significado que tenía para los antiguos en
Grecia. Aquí la parresía no aparece sólo como libertad de palabra, sino también como
737Cf. Filp. 1 12-15.
738 Cf. Duque. cit., p., 4. «En el cristianismo se han conjugado, pues, el dolor infinito y el infinito amor.
Por un lado, el dolor del saber de sí del individuo como espíritu significa que él sabe de su mismidad
como siendo Dios y que sabe a la vez que él, el individuo, nunca lo será: que morirá en el empeño, o
mejor, que ese empeño por auparse a Dios es la muerte). Por el otro, el infinito amor que es Dios. Él sabe
que su existencia es la comunidad de los fieles y que inmora en el alma del creyente: el amor es
justamente esta relevancia del otro, a saber: que Dios puede encontrarse consigo sólo en él (V. 5: 60; 3:
59). Y esta fusión del dolor y el amor se prueba en la aparición de aquello que es el signo característico,
el schibboleth del cristianismo: que Dios se hace Hombre para morir, mas no como en otras
determinaciones finitas de la religión (pensemos en Mitra, Orfeo, Osiris, etc.) en las que el dios muerto
torna a la naturaleza madre para, con su sacrificio, volverla a revestir del perdido carácter sagrado,
sino, muy al contrario, para despojar a la Madre de todo misterio y, en esta emergencia de lo oculto
(Offenbarung der Tiefe), (Phä. G: 43334; Roces, 473) desaparecer como este hombre singular y
difuminarse como Espíritu en la autoconciencia de la comunidad».
739 Encontramos la postura similar en la Ap. 39d, en donde Sócrates alerta del hecho de que ninguna
violencia puede llegar a impedir al hombre recto caminar o seguir en la verdad, en este caso, seguir
haciendo mejor a los otros.
«Pues, si pensáis que matando a la gente vais a impedir que se os reproche que no vivís rectamente, no
pensáis bien. Este medio de evitarlo ni es muy eficaz, ni es honrado. El más honrado y el más sencillo no
es reprimir a los demás, sino prepararse para ser lo mejor posible. Hechas estas predicaciones a quienes
me han condenado les digo adiós».
740 Cf. Filp. 1 21. Es una actitud que encontraremos en la Apología, aunque en la Ap., la muerte no es
presentada como una ganancia. En la Ap. estábamos en un conflicto entre el ideal del hombre justo ante
las leyes injustas de la ciudad a las cuales tiene que obedecer y aquí en la carta a los Filipenses, estamos
ante la convicción de alguien que cree que será recompensado por una promesa. En la Ap. 29b-c, como lo
subraya Reale no hay esta fe, no existe una creencia en la cual el propio Sócrates parece estar
completamente convencido, esto es, su acto final no está condicionado a la existencia o a la realización de
una creencia.
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eticidad y como valentía 741, el coraje para emprender algo ético 742 pero censurado
institucionalmente.
Jesús comenzó a enseñarles que el Hijo del hombre debía sufrir mucho y ser
reprobado por los ancianos, los sumos sacerdotes y los escribas; que le
matarían y que resucitaría a los tres días 743.
La parresía aparece también en los textos neo testamentarios 744 como la
ausencia de ambigüedad, tal y como hemos encontrado en algunos de los textos clásicos
citados. No obstante, como señalamos en la nota preliminar, la parresía aparece también
en los textos bíblicos pre-cristianos y muchas veces con significados diferentes del que
encontramos en los textos neo testamentarios, particularmente en los evangelios y las
cartas paulinas. Pero hay que hacer una precisión aquí. Aunque el planteamiento de la
parresía sea diferente (en los textos pre-cristianos y en los textos cristianos), el mensaje
de fondo sigue igual y se presenta en el ámbito de las oposiciones, libertad y
741 Cf. Hch. 9 26-29. «Cuando llegó a Jerusalén, intento ponerse en contacto con los discípulos, pero
todos le tenían miedo, pues no creían que fuese discípulo. Entonces Barnabé lo tomó y lo presentó a los
apósteles, y les contó cómo había visto al Señor en el camino, cómo le había hablado y cómo había
predicado con valentía en Damasco en el nombre de Jesús. Saulo empezó a andar con ellos por
Jerusalén, predicando con valentía en el nombre del Señor. También hablaba y discutía con helenistas,
aunque éstos intentaban matarlo».
En el comentario de Foucault a esta cita se destaca sobre todo la cuestión de meta-parresía (con valentía
en Damasco en el nombre de Jesús). La versión francesa que Foucault utiliza habla de “assurance”, lo
que coloca a la parresía como una virtud apostólica muy cercana a la parresía en el sentido clásico de los
griegos y la hace aparecer también como una forma de confianza de los cristianos y entre los cristianos.
742 Cf. Duque, cit. p., 7. «el estado, el mundo de la vida ética (Vorl. Phil. Geschichte, Allg. Einl. II, 3, a.
Tr. Gaos. Madrid 1974, p. 104.), constituye la conditio sine qua non de la comunidad de los creyentes, y
ha de tener como paradigma un sacrificio brusco y súbito, cuya repetición simbólica en el rito cree la
propia cotidianidad y otorgue sentido al trabajo».
743 Cf. Mc 8 31.
744 Cf. Mt 5 37; www. caminohaciadios.com. «La parresía implica claridad, ya que no se puede hablar
libremente ni con valentía si no se es directo, si no se tiene claro aquello que se anuncia y defiende. La
claridad es una característica de la simplicidad, y lo esencial no es confuso ni complicado sino simple,
“de una pieza”. Jesús mismo nos dice: «Sea vuestro lenguaje: ‘Sí, sí’; ‘no, no’, que lo que pasa de aquí
viene del Maligno».
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esclavitud 745, sabiduría y arrogancia 746, la parresía como libertad de corazón, como
revelación, y la parresía como poder 747. Hack habla del momento de la novedad en el
Antiguo Testamento en relación a la parresía cuando se habla de la parresía hacia Dios o
la parresía de Dios hacia el hombre. Esto será también la interpretación de Filón de
Alexandria en el libro de Job. No obstante aquí Hack cita el salmo 93 (94) como
momento clave de la revelación parresiástica de Dios hacia al hombre. Es una parresía
completamente diferente del que conoceremos en el Nuevo Testamento. En el salmo ya
referido se trata de la revelación de Dios al hombre como ausencia del comienzo (desde
la eternidad existes tú) y como lugar de poder y de realeza.
Reina Yahvé, vestido de majestad,
Yahvé, vestido y ceñido de poder,
y así el orbe está seguro, no vacila.
Tu trono está firme desde antaño,
desde la eternidad existes tú.
745 Cf. Lv. 26 13. «Yo soy Yahvé, vuestro Dios, que os saqué del país de Egipto, para que no fueseis sus
esclavos; rompí las coyundas de vuestro yugo y os hice andar con la cabeza bien alta».
746 Pr. 1 20s. «La sabiduría pregona por las calles en las plazas alza su voz; grita por encima del
tumulto, ante las puertas de la ciudad lanza sus pregones: ¿Hasta cuándo, inexpertos, amaréis la
inexperiencia y vosotros, arrogantes, disfrutareis con la arrogancia y vosotros necios, odiareis el
saber?».
Para más explicitación de la expresión parresía en el Antiguo Testamento, se recomienda el estudio ya
citado de Viviana Hack. No obstante Foucault hace el siguiente comentario a propósito de esta cita:
«Le cri de la sagesse dans les rues, c’est, cela qui est appelé la parrêsia. Et, vous voyez, à ce moment-là,
la parrêsia est parrêsia de la sagesse elle-même. C’est la parrêsia de Dieu, la présence débordante de
Dieu, c’est ça présence en quelque sorte pléthorique que est désignée par la parrêsia». Cf. CV, cit., p.,
299.
747 Cf. Si. 25 25-26. «Por la mujer empezó el pecado y por su culpa todos morimos. No des salida al
agua, ni libertad de palabra a la mujer malvada; si no se comporta según tu voluntad, apártala de tu
lado».
Aquí la parresía no aparece apenas en el sentido negativo, la prohibición de libertad de palabra, sino
también como consolidación institucional del poder masculino otorgado por la parresía institucional.
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SECCIÓN SEGUNDA
Levantan los ríos, Yahvé,
levantan los ríos su voz,
los ríos levantan su bramido;
más que el ruido de aguas caudalosas,
más imponente que las olas del mar,
es imponente Yahvé en las alturas.
Son firmes del todo tus dictámenes,
la santidad es el ornato de tu casa,
oh Yahvé, por días sin término 748.
En el Nuevo Testamento, en cambio, la parresía tendrá casi siempre la
connotación de decir y enseñar 749 y sus riesgos, según los textos ya citados en esta
investigación. En el campo polisémico del Antiguo Testamento, el parresiásta es aquel
que acepta la verdad de Dios a través de la revelación (darse a conocer) y a través de la
lucha contra el orgullo y la apropiación. Él no es necesariamente el que anuncia
corriendo el riesgo 750 de perder su propia vida, como será manifiestamente asumido en
el Nuevo Testamento 751 por muchos de los discípulos 752 de Jesús.
748 Cf. Sal 93 1-5.
749 Cf. Hch. 28 30-31. «Pablo permaneció dos años enteros en una casa que había alquilado, y recibía a
todos los que acudían a él. Predicaba el Reino de Dios y enseñaba lo referente al Señor Jesucristo con
toda valentía, sin estorbo alguno».
750 Decir aquí que cuando decimos que el parresiásta del Antiguo Testamento no corre riesgos como el
del Nuevo Testamento, no queremos con eso decir en absoluto que no había riesgos para ellos: sí que lo
hay, y muchos textos son pruebas de ello. El propio Jesucristo, en su apostrofía a Jerusalén, dirá le
siguiente:
«Jerusalén, Jerusalén, la que asesina a los profetas y apedrea a los que le son enviados! ¡Cuántas veces
he querido reunir a tus hijos, como una gallina reúne a sus pollos bajo las alas, y no habéis querido!
Pues bien, se os va a dejar desierta vuestra casa. Porque digo que ya no me volveréis a ver hasta que
digáis: ¡Bendito el que viene en nombre del Señor!».
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Con la llegada de la patrística, este estilo de parresía cambiará de rumbo.
Recibirá una connotación de insolencia, lo que, permitirá el desarrollo de un foco
antiparresiástico cuyo centro será la formulación de la crítica que atacará directamente
al conocimiento de sí proporcionado por la parresía, la “connaissance supçonneuse de
soi”, nos dice Foucault.
La desconfianza hacia este conocimiento de sí tiene su origen en el hecho de que
la nueva parresía es una forma de relación vertical con dios, no una relación como la
abordada anteriormente. Dios que se revela en una forma de epifanía ante el hombre, o
el hombre que anuncia a Dios valientemente. Tampoco será en su ámbito horizontal
(forma grecorromana) en donde se establece la relación entre los individuos, esto es, de
individuo a individuo. En la patrística, la verticalidad de la relación ignorará la
capacidad de uno mismo, no sólo de tener diálogo franco con dios, sino también de
Lo que queremos señalar es que este riesgo es atenuado en comparación con el Nuevo Testamento. En el
Antiguo Testamento el profeta habla en la mayoría de los casos para su religión, para dentro de su
religión. En el Nuevo Testamento pasa lo contrario, el apóstol o discípulo es justamente una ruptura con
la unicidad religiosa, geográfica y política, y en la persona de Jesús esta nueva ruptura se presenta como
una abominación ante la tradición judía y de la Toráh, porque se hace llamar Hijo de Dios, Dios, y se dice
de sí mismo capaz de perdonar los pecados. Todos estos postulados hacen que el parresiásta sea más
vulnerable en el Nuevo Testamento que en el Antiguo.
751 Cf. Hch 4 29-31. «Y ahora, Señor, ten en cuenta sus amenazas y concede a tus siervos proclamar tu
palabra con toda valentía. Extiende tu mano para realizar curaciones, signos y prodigios por el nombre
de tu santo siervo Jesús». [Acabada su oración, retumbó el lugar donde estaban reunidos: todos
quedaran llenos del Espíritu Santo y proclamaban la palabra de Dios con valentía]». Cf también Hack
para otras citas del mismo género.
752 También tenemos muchos relatos de gentes que seguía a Jesús y que, sin embargo, tenían miedo de
hablar de él abiertamente por temor a los judíos, como es señalado en el evangelio de Juan, 7 13.
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SECCIÓN SEGUNDA
conocerse a sí mismo; de ahí la razón por la que Foucault habla de este “connaissance
supçonneuse de soi 753”.
La parresía ya no será esta apertura del alma hacia Dios Ahora no se puede
llegar sólo con verdad, se requiere ayuda de la institución. La patrística rechaza así la
posibilidad de la parresía en cuanto el don de Dios, como lo manifiesta Filón. Puede
que uno tenga un don de dios, pero nunca puede ser a través de la parresía. El verdadero
don de dios es aquel fiscalizado por la autoridad, y la parresía en cuanto libertad es una
paradoja, antípoda de la autoridad que fiscaliza y controla la subjetividad de uno mismo
y su recepción directa del saber. La interpretación filoniana de la parresía también
ofrece otra posibilidad que la parresía patrística no tiene en cuenta. En la edición de los
Setenta y en Filón, uno puede intimar con dios 754, pedir que le haga justicia o que
venga en su auxilio. En la patrística, esta vía será denegada o completamente limitada
toda vez que lo justo, sólo lo sabe la institución. En este caso, la obediencia que uno
753 La patrística, por ejemplo, no hará la interpretación que Filón planteará. Para Filón, aquel que es
capaz de rezar, de orar, es capaz de la parresía (Cf. Filón de Alexandria, De specialibus legibus, I, § 203,
trad. S. Daniel Paris, Ed du Cerf (coll. «Oeuvre de Filón de Alexandria» 24), 1975, p. 131; 203). El
planteamiento de Filón supone desde luego que la oración es el espacio de construcción de verdad entre
aquel que ora y el orado, y supone también una posibilidad del conocimiento de sí por parte del que ora.
La oración es por lo tanto sinónimo de la verdad.
Ahora bien, no será ésta la interpretación de la patrística, como tampoco fue ésta la interpretación para
judíos, incluso, en el tiempo de Jesús. El conocimiento de dios y los actos realizados en nombre de dios
pasan siempre por el sello de la autoridad. Los sinópticos por ejemplo narran esta escena de Jesús con los
diez leprosos (Mt 8 4; Mc 1 44, Lc, 5 14, 17 11-16). Esta escena o esta recomendación también está
prescrita en el Número 19 6-8; en Sal 51 9 y en el Levítico 14 1-32.
«Yahvé habló a Moisés en estos términos: [Ésta es la ley que ha de aplicarse al leproso el día de su
purificación. Será llevado al sacerdote, que saldrá fuera del campamento. Si, tras de haberlo examinado,
comprueba que el leproso está ya curado de su lepra, el sacerdote mandará traer para el que ha de ser
purificado dos pájaros vistos vivos y puros, madera de cedro, purpura escarlata e hisopo]».
La autentificación de la purificación y del encuentro con dios es siempre dada por la autoridad y no por
uno mismo. Pero la interpretación parresiástica de Filón rompe con eso o por lo menos intenta romper con
eso. A uno se le da la posibilidad de conocer directamente por sí, sin la intermediación y sin la
recomendación.
754 Cf. LV. p., 299. «C’est á l’intérieur de ce rapport ontologique de face-à face, de vis-à-vis de l’homme
et de Dieu, que la parrêsia tend, jusqu’à un certain point, à se déplacer. C’est ne plus le courage de
l’homme solitaire en face des autres qui se trompent, c’est la béatitude, c’est la félicité de l’homme ver
Lui, par l’expression, la manifestation de Sa bonté ou de Sa puissance».
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otorga a la institución es más saludable que su propia libertad de espíritu y de iniciativa.
Desde este punto de vista, también la parresía patrística choca con la parresía neo
testamentaria en donde funciona, sobre todo, como un modo de vida, una forma de ser y
la manera de dirigirse a este pueblo nuevo no sólo con palabras sino también con una
actitud y con confianza hacia Dios:
Os he escrito estas cosas a los que creéis en el Hijo de Dios, para que os deis
cuenta de que tenéis Vida eterna.
Ésta es la confianza en él: que si le pedimos algo conforme a su voluntad
seguro que nos escucha 755.
Es muy interesante esta cita porque nos hace volver a la tercera digresión del
Alcibíades. En Juan estamos ante las prescripciones que garantizan la vida eterna, y en
el Alcibíades 134d5-e, estamos ante una actuación con la mirada puesta en la
luminosidad divina; la idea es reconocer la parte humana que es semejante a esta
luminosidad divina; porque es ahí en donde reside el cuidado de uno mismo. Para Juan,
la actitud parresiástica está en la confianza en cuanto hijos de Dios, y en el Alcibíades la
actuación parresiástica estará justamente en la negación de la eleutheria, la libertad
indisciplinada y anárquica. Para Juan, la confianza y la esperanza en cuanto parresía, se
realizan en la escatología, mientras que para Alcibíades, la escatología acontece en cada
momento en que la eleutheria gana espacio en la vida del individuo y de la ciudad.
755 Cf, 1 Jn. 5 13-14. Foucault en el CV, p., 300 hace el siguiente comentario a esta cita:
«Vous voyez, il est donc bien souligné ici que ceux auxquels s’adresse Jean croient au nom du Fils de
Dieu. Ce sont des croyants, ce sont des chrétiens, et, en tant que tels, ils savent qu’ils ont, et dès
maintenant, la vie éternelle. […]. C’est le terme parrêsia qui est traduit ici. Nous avons cette assurance
(parrêsia) que si nous demandons quelque chose selon Sa volonté, Il nous écoute. La parrêsia se situe
donc dans le contexte suivant. D’une part, le chrétien, comme tel, qui croit au nom du Fils de Dieu, sait
qu’il a la vie éternelle. Deuxièmement, il s’adresse à Dieu, pour lui demander quoi? Rien d’autre que ce
que Dieu veut. Et dans cette mesure-là, la prière ou la volonté de l`homme n’est pas rien d’autre que la
réduplication ou le renvoi à Dieu de Sa propre volonté. Principe d’obéissance».
Es importante ver aquí como la obediencia es transformada en la última instancia de la parresía. Es
también desde este planteamiento que la patrística (la versión de la teocracia absoluta de la patrística)
hará su interpretación, pero ya de una manera menos tolerante y menos dialogante.
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SECCIÓN SEGUNDA
En efecto, mi querido Alcibíades, si hay libertad para hacer lo que se quiere,
pero sin tener razón, ¿qué le ocurrirá lógicamente al individuo o a la ciudad?
Es como si un hombre enfermo tuviera libertad de hacer lo que le viniera en
gana sin poseer la razón capaz de curar, actuando como un tirano hasta el
punto de que en nada se le puede reprender: ¿qué puede ser de él? ¿No es lo
más probable que arruine su cuerpo? 756.
La parresía es por lo tanto también una cuestión de orden. No una cuestión de
orden en el sentido jurisdiccional, sino más bien en el sentido ontológico. Es un orden
en donde la eleutheria se contrapone a andreia. En donde la falsa libertad se contrapone
al coraje de uno mismo para decir la verdad sobre sí. Es este estado de espíritu lo que
permite la realización de la parresía en el sentido que le da Juan Crisóstomo:
Tandis que personne n’est là pour guider le troupeau, les brebis elles-mêmes
faisant l’office de pasteurs, les soldats celui de chef, grâce à leur confiance
audace (parrêsia) et à leur courage (andreias), et tous, avec la ferveur, le zèle,
la retenue qui conviennent, n’es-tu pas frappé de stupeur et plein d’admiration
des actes de vertu dont les événements ont été causé?757.
La cita de Juan Crisóstomo aquí supra y que Foucault menciona, hace alusión a
la situación a los mártires cristianos durante la persecución. Su coraje y perseverancia
también ha contaminado a otros, a los hombres vigilantes, como dirá él en otro
pasaje 758. Crisóstomo y Jerónimo 759 entran en el marco de la patrística que todavía
756 El Alcibíades, 134e8-135a2.
757 Cf. Jean Chrysostome, Sur la providence de Dieu, XIX, 11, éd et trad. A.-M. Malingrey. Ed. du Cerf,
1961, p. 241. «»
758 Cf. Ibid., XXII, 5, p. 259.
759 Foucault hace alusión a la comparación que San Jerónimo ha hecho entre el coraje de Sócrates y el
coraje de los mártires (nosotros no hemos podido averiguar esta comparación, porque Foucault no ha
citado su fuente y, tan poco estaba seguro si era o no San Jerónimo). Dice él, la diferencia entre el coraje
de Sócrates o el de Diógenes y el de los mártires está en el hecho de que en los primeros se trata sólo del
coraje de un hombre dirigiéndose a otros hombres, mientras que el coraje de los mártires tiene otra fuente,
su confianza en Dios. Cf, CV, p., 303. En todo caso, lo interesante aquí es ver el origen disimétrico de la
parresía. Uno actúa en nombre de la libertad puramente humana, la libertad como pensamiento, como
encajamiento del ser y como el lenguaje del hombre porque en cuanto hombre también quiere el bien del
hombre, en el sentido socrático-heideggeriano.
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acepta la parresía a la manera tradicional 760. Su planteamiento aquí es igual al que
Sócrates hizo en la Apología,y es igual al que Pablo hizo también en Filipos.
El grande cambio en la parresía patrística consistirá en la nueva visión de la
parresía, la parresía ya no es apenas la confianza en dios sino la obediencia a dios y el
temor a dios 761. Y la obediencia aquí ya no es directamente a dios sino a aquellos que le
representan. Este planteamiento no impide sólo la posibilidad de que el individuo pueda
establecer una relación íntima con Dios, sino que también le niega la libertad y la
«El pensar solo actúa en la medida en que piensa. Este actuar es, seguramente, el más simple, pero
también el más elevado, porque atañe a la relación del ser con el hombre. Pero todo obrar reside en el
ser y se orienta a lo ente. Por el contrario, el pensar se deja reclamar por el ser para decir la verdad del
ser. El pensar lleva a cabo ese dejar. Pensar es: l’engagement par l’’Être». Cf. Heidegger, Carta sobre el
humanismo, 313-314, p., 13. Versión de Helena Cortés y Arturo Leyte. Alianza editorial, 2004.
Mientras que el mártir actúa por una recomendación y, a partir de esta recomendación, muchas veces
acaba por definir el hombre ya no desde su punto de vista filosófico-universal, sino desde el punto de
vista particular.
«El cristiano ve la humanidad del ser humano, la humanitas del homo, en la delimitación frente a la
deitas. Desde la perspectiva de la historia de la redención, el hombre es hombre en cuanto «hijo de Dios»
que oye en Cristo el reclamo del Padre y lo asume. El hombre no es de este mundo desde el momento en
que el «mundo», pensado de modo teórico-platónico, es solamente un tránsito pasajero hacia el más
allá». Cf. Ibid, 319-320. p., 21.
760 Cf. Reale, Giovanni, Historia de filosofía II, la patrística e escolástica, p., 41. Justino, «Diálogo con
Trifón», en Padres apologistas griegos, s. II., Introd., trad. y notas de D. Ruiz Bueno, Madrid, BAC,
2
1979. «Cuando aún era discípulo de Platón, escuchaba las acusaciones que se formulaban contra los
cristianos, pero al verlos llenos de intrepidez ante la muerte y ante lo que más temen los hombres,
comprendí que era imposible que viviesen en el mal».
761Esta nueva concepción será diferente de aquella que ya había defendido Clemente de Alejandría,
también él padre de la Iglesia. En Clemente, la parresía aparece como el logos, el logos universal y
pedagógico. Este logos es pacífico, amoroso, no suscita ningún temor, y en eso opuesto al logos del
Antiguo Testamento. La parresía de Clemente está inscrita también un profundo marco de epimeleia ton
allôn y de la universalización justamente de esta nueva pedagogía y estilo de vida.
«El logos habla a todos los hombres, considerados como niños, como jóvenes que tienen necesidad de ser
educados, para enseñarles el camino de salvación, que no está reservado a unos pocos, sino abierto a
todos y cuyo fundamento no es el temor, como en el Antiguo Testamento, sino el amor». Cf. Guerrero,
Rafael Ramón, Historia de la filosofía medieval. Akal, Madrid, 1996. p., 24; Clemente de Alejandría,
Pédagogue I, 1, 1, 4.
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subjetividad 762. Desde esta perspectiva, cualquier intento de inscribirse subjetivamente
puede ser considerado como arrogancia o como presunción 763.
Hay una interpretación, según Foucault, que ha podido llevar al cristianismo a
este punto. Foucault piensa que el desarrollo de las estructuras de autoridad en el siglo
V y VI no ha podido o no ha querido adaptar convenientemente el ascetismo, obligando
a éste a incorporarse pura y simplemente a las nuevas instituciones. Es también en esta
dinámica que se fundamentará la obediencia. El individuo ya no puede hacer el camino
solitario de la fe, y sobre todo, en ningún caso se puede salvar sin la institución, se trate
de un monje, cura, obispo. La salvación a partir de ahora depende de la institución,
depende de la Iglesia. De esta lógica, la institución no enseña sólo que uno no puede
llegar a dios sin ella, sino que también, que ha d desconfiar de sí mismo.
762 Cf. CV, p., 306; Dorothée de Gaza, Œuvres spirituelles, Instructions, IV, 52, 1665A, Paris, Éd. du
Cerf, 1963, p., 233. «Nous chassons loin de nous la crainte de Dieu […] en ne pensant pas à la mort ni
au châtiment, en ne prenant pas garde à nous-mêmes, en n’examinant pas notre conduite, en vivant
n’importe comment et en fréquentant n’importe qui. En somme, en nous abandonnant à la parrêsia, ce
qui est le pire de tout, et ce qui est la ruine achevée».
Hemos subrayado aquí los rasgos visibles de los elementos anti parresiástico en esta fase de la patrística.
Para el griego era importante que uno se ocupara de sí mismo (el cuidado de sí), era importante que uno
examinara su conducta. Le hemos visto en el proceso de Delfos, con en Proclo en su interpretación de
Alcibíades, y lo hemos visto en el Prosochès. También hemos visto que una de las críticas que se hace a
Alcibíades era justamente su grupo de amigos, la frecuentación indiscriminada a cualquier persona. Ahora
bien, todo esto que para el griego era malo, parece tener cabida en este texto de Dorothée y por
consiguiente, este texto se presenta como una apología a la anti parresía. En otro paso, él presenta la
parresía como principio contra la castidad porque, según él, siendo la parresía multiforme, permite la
libertad de hablar, de mirarse, de tocarse, y todo eso hace que la gente, el parresiásta tenga malos
discursos y se atreva a hablar de cosas mundanas (§ 53., p., 235).
763 Clemente se presentó a este respecto más cauteloso, incluso muy favorable a la manera griega de ver
las cosas, de educar el hombre. Hay que educar el hombre primero, antes de enseñarle la fe, dice él.
«Se dio perfecta cuenta de que el Cristianismo debía enfrentarse con la sabiduría griega si quería
cumplir con su misión universal. Desarrolló la idea del Logos, que se hace pedagogo para educar al
hombre antes de instruirlo: trata de dar al hombre un método para dirigir su vida. Y el educador, el
verdadero pedagogo, no es otro que el Logos, el mismo Logos que había exhortado a los hombres a
convertirse al cristianismo: [Pero es siempre el mismo Logos, el que arranca al hombre de sus
costumbres naturales y mundanas, y el que como pedagogo, lo conduce a la única salvación de la fe en
Dios.]». Cf. Guerrero, Historia de la filosofía medieval, p., 24; Pedagogo, cit.
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Esta desconfianza en sí en que pide la institución a la gente, es completamente
diferente de aquella vigente en la Grecia de Sócrates, la de los clásicos, y de las
recomendaciones délficas. En la Grecia socrática la desconfianza de uno mismo sobre sí
es un planteamiento para llevar al desarrollo de la subjetividad. En el cristianismo de los
siglos V y VI la desconfianza de sí es una forma de decirle al hombre “tú eres incapaz,
eres incorregible y no puedes nada”. Ya no es “tú no puedes nada sin Dios” sino “tú no
puedes nada sin la Iglesia, sin la institución”. Por lo tanto, el miedo de sí ya no es
necesariamente el temor de Dios, el miedo de cometer culpa contra él, sino sobre todo,
el miedo de pecar contra sus santos, sus ungidos, sus elegidos. Lo que se ve aquí es que
la parresía vuelve la vista a la Grecia y Roma, pero en su sentido negativo, la parresía
institucional negativa. La parresía de Pisistratos en la asamblea, como parresía de
Pericles en la asamblea (de acuerdo con la crítica de Isócrates), la parresía de Yocasta
en la turbulencia de Edipo, la parresía de Dionisio el tirano de Siracusa.
Al llevar al el individuo a un estado de miedo, la institución le dice
implícitamente, “tú no debes pensar. No te atrevas a pensar”. No obstante, hay que ver
esta polémica, esta interpretación parresiástica, el rechazo de la parresía, a la luz del
conflicto que el cristianismo, de modo particular, los padres de la Iglesia, vivían con las
teorías gnósticas, muchas de ellas cristianas o de confesión cristiana.
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SECCIÓN SEGUNDA
Los padres de la Iglesia parecían estar más preocupados en delimitar una
frontera entre lo que era pagano y lo que era cristiano 764, mientras que la gnosis era
sobre todo la mezcla de todo eso, la combinación de elementos helénicos, orientales y
cristianos 765. Nos parece que Foucault no tiene en cuenta a este pormenor o por lo
menos no le ha dejado explicitado.
En la gnosis, Dios es el objeto específico del conocimiento y este conocimiento
también implica contactos o aberturas de puertas que conducen a la salvación del
hombre. Pero para llegar a tener estos conocimientos o para llegar a abrir estas puertas
de salvación, uno tiene que formular preguntas en el ámbito subjetivo, quiénes éramos y
en qué nos hemos convertido 766. Recordar aquí que para el griego la pregunta
importante no era tanto de donde hemos venido sino qué queremos hacer con nuestra
vida, con nuestra actualidad y creemos también que es justamente aquí que reside el
conflicto entre la gnosis y la patrística. Para la gnosis, la regencia de la actualidad tiene
que ser hecha a partir de los pneumáticos, “aquellos en los que predomina el
conocimiento y están destinados a la salvación 767” Ora bien, el conocimiento es un
poder, se constituye a sí mismo como referencia y como espacio de encuentro. ¿Qué
pasa entonces cuando este conocimiento auto referencial está en fase de una institución
764 El problema de la gnosis ha atravesado casi toda la patrística. Así mismo, también Clemente y
Orígenes han tenido en su momento que intervenir e interpretar sobre el movimiento gnóstico cuyo
diálogo resultaba cada vez más difícil a los cristianos. No obstante, para ellos, el cristianismo debía poder
tener una gnosis verdadera para hacer frente al gnosticismo falso, al gnosticismo que no conduce “a la
verdadera vida”. Orígenes defenderá un gnosticismo cristianos case hermenéutico (Contra Celso, I, 62),
el que se dedica a la interpretación de los textos de forma alegórica para arrojar la luz sobre aquello que
está obscurecido en el texto de la Sagrada Escritura. Pero Orígenes contrariamente a los padres
posteriores (algunos), piensa que no se podría hacer una interpretación correcta de los textos sagrados sin
la ayuda de la cultura pagana. Este planteamiento parece comprometer el llamado nuestra filosofía, o por
lo menos revela su insuficiencia cuando quiere cortar radicalmente con la filosofía griega.
765 Cf Reale, Giovanni. Historia de la filosofía II. de la antigüedad a la modernidad. 2. La patrística y
escolástica. Tra. Juan Andrés Iglesias, María Pons Irazazábal y Antoni Martínez Riu. Ed. Herder, 2010.
Barcelona. p., 36-37.
766 Cf. Ibid, p., 37.
767 Cf. Ibid, p., 37.
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que le quiere controlar todo? Naturalmente se da encuentro de incompatibilidad y de la
necesidad de la anulación de parte a parte. Por eso, no es extraño que la patrística en
este contexto vea en la parresía un principio de arrogancia e intento de presunción768.
La patrística tampoco podía estar indiferente a la interpretación gnóstica de la creación.
En efecto, los gnósticos defienden que este mundo no ha sido creado por dios sino por
un demiurgo malo (Reale, 2010, 38), y, según esta lógica, también el dios creador que
aparece en el Antiguo Testamento es un dios malo que es redimido por el dios benigno,
el dios de los evangelios de Cristo. No hace decir por lo tanto que estas interpretaciones
no pueden ser admitidas en el ámbito de la ortodoxia institucional cristiana.
En este apartado hemos puesto nuestra atención sobre todo en dos visiones de
parresía. La parresía positiva, la parresía interpretada como la apertura del corazón
hacia Dios, y representada principalmente por los textos precristianos, en particular, el
Antiguo Testamento. En esta parresía positiva también entran algunos textos del Nuevo
Testamento, los actos de Jesucristo, así como las cartas paulinas y de otros apósteles.
No obstante, esta línea positiva de la parresía será quebrada o este percurso positivo será
interrumpida a partir de la parresía patrística. Ahí, la parresía es presentada como
negligencia, como orgullo, como presunción, como elemento contrario a la obediencia.
Foucault presenta sólo la cuestión de la formación institucional como el motivo
principal para existencia de este espíritu anti parresiástico .Pero nosotros pensamos que
768 Cf. El comentario del versículo 1 del libro de Jonás in La Biblia Latinoamérica128a. Ed. San Pablo,
Madrid, 2006. « […] San Agustín (…) tomó a pie de la letra Marcos 16, 16 «El que no crea será
condenado». Por ende, se vio obligado a demostrar que todo lo que vemos de bueno en los no cristianos
es fruto de un orgullo secreto. En ellos no hay sino virtudes humanas, es decir, una perfección aparente
que no tiene valor a los ojos de Dios. Esta solución radical fogueaba en el entusiasmo de los bautizados y
la Iglesia no demoró en adoptarla.
Así fue como la Iglesia de Occidente se encarrilló en la posición de san Agustín y la apuntó con la
doctrina del pecado original de la que él había trazado las grandes líneas (véase el comentario de Gén 3
y de Rm 5, 12)».
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SECCIÓN SEGUNDA
el debate con las nuevas corrientes, que además juegan un papel de simbiosis entre la
cultura helénica y la cultura nueva, la cultura cristiana, ha condicionado
determinantemente y ha llevado a este desencuentro. Creemos que la teoría gnóstica era
el principal albo en este desencuentro, y para atacarla, la patrística no ha dudado en
ignorar todo que podía ser para desarrollo de lo gnóstico útil al desarrollo del hombre,
su intimidad con Dios, su subjetividad y, sobre todo, su libertad.
3.
¿DE
QUÉ HA SERVIDO ESTE ESTUDIO DE LA PARRESÍA?
¿QUÉ
NOS APORTA
HOY?
El estudio de la parresía parece aportar otra visión de la teoría política clásica, o
por lo menos, una visión complementaria. Normalmente, cuando hablamos de la teoría
política clásica, estamos acostumbrados a pensar casi exclusivamente en el debate que
los teóricos políticos clásicos desarrollaron para encontrar cuál era el mejor régimen
para la ciudad y para la política. El estudio de la parresía en su versión foucaultiana
abre otra perspectiva, nos dice Frédéric Gros 769.
La parresía muestra que el intento de encontrar el mejor régimen estaba
acompañado por la preocupación de la diferenciación ética en la construcción misma de
este mejor régimen. Este postulado no podía ser menos verdad, toda vez que los textos
que hemos vistos comproban justamente eso. Toda la preocupación de Isócrates, que en
parte viene retomar o recoger las andaduras de Solón en la asamblea en su
confrontamiento con Pisistratos, es testigo del intento de hacer reinar la diferenciación
ética en el interior de los regímenes que se proponen o se auto-proponen para gobernar
la ciudad.
769 Cf. CV. (Gros. Situation du cours). p., 316.
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La iniciativa de Heráclito al abandonar 770 la ciudad de Éfeso como represalia a
la actitud que los efesios habían tenido con Hermodoro, revela una preocupación ética,
revela particularmente la imprescindible presencia de la diferenciación ética en los
espacios de la emergencia de la verdad. Heráclito abandona la ciudad con esta
justificación, “me voy porque no queréis que nadie sepa más que vosotros”.
Es todo el sistema de igualdad democrática lo que es cuestionado en esta frase
de Heráclito, y con eso se abre la posibilidad del diálogo inter-subjetivo. ¿Es la igualdad
condición suficiente o indispensable para que la ciudad funcione? O quizá precisamente
el mejor régimen ha de ser aquel que tenga en cuenta, no sólo cuestiones de orden
físico, político, como era defendido por los sofistas, sino sobre todo aquel que tenga en
cuenta al hombre, desde su estado puro (de la naturaleza, como ha sido referido por
Sócrates en el Alcibíades) hasta su estado de la semejanza a lo divino, como ha sido
manifestado en el Teeteto y en el Alcibíades.
La cuestión planteada aquí es una cuestión conflictiva, porque en ella está
subyacente la introducción de cambios en el interior de un sistema que está convencido
de su perfección (cf. El Hipias Mayor y el Gorgias). La parresía intenta, justamente a
través de su espíritu valiente, tocar la herida de los regímenes, cual quiera que sean. En
la parresía no se busca la forma ideal del régimen, como lo vemos de forma general en
la República de Platón o en la Política de Aristóteles, sino sobre todo de hacer ver que
la excelencia política de los regímenes dependerá de la maniera en como los actores
políticos han podido constituirse como sujetos éticos 771. Sabemos que este ha sido el
planteamiento de Platón en el libro X de la República, donde ya no se preocupa sólo del
770 Cf. Laerce, Vie, doctrines et sentences des philosophes illustres, éd. et trad. R. Genaille, Paris,
Garnier-Flammarion, t. II, 1965, p. 163. ; CV, p., 18.
771 Cf. CV (Gros, Situation du cours). p., 316.
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SECCIÓN SEGUNDA
lugar del filósofo en la ciudad, sino también del papel del filósofo en cuanto tutor de
toda la esfera psicopedagógica de la ciudad. La ciudad de hoy que se ve a la luz de la
ciudad de ayer, y la ciudad de mañana que debe ser construida a partir del pensamiento
crítico de la ciudad de hoy.
Este planteamiento implica el desplazamiento de toda la estructura del poder. Ya
no es solo este desplazamiento del poder o del saber de Delfos para Atenas; no tiene que
ver con la fundación de una nueva ciudad cultural o intelectual, ni si quiera con la
fundación de una ciudad política. Este desplazamiento ahora quiere decir que el
verdadero poder es el poder de la verdad. Sólo el poder que tiene la verdad es el poder
legítimo, sólo el poder que cuida del hombre es el poder legítimo 772. Ya no basta aquí
una vida de tekhnê tou biou. La parresía supera, en este aspecto, las expectativas
inicialmente formuladas en el Alcibíades, esto es, hacer de la propia vida una estética de
la existencia. En la parresía, esta estética tiene que ser dramática y contradictoria a
partir de una combinación entre el Kallos, Agathon y Thanatos. Dramática porque,
naturalmente, el parresiásta siempre corre el peligro de ser devorado violentamente por
el poder que él crítica o ataca, y contradictorio porque su muerte no es una muerte
772 K. R. Popper en su crítica contra Platón en “Los enemigos de la sociedad abierta” ha hecho
justamente una lectura anacrónica al poner en el mismo nivel Platón y las tiranías. Creemos que en las
lecturas de Platón no había solo una preocupación con el hombre colectivo, sino también con el hombre
individual. El trabajo subjetivo es justamente un trabajo individual, un laboratorio de desconfianza y de
fiscalización para cualquier colectividad nefasta y cerrada.
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SECCIÓN SEGUNDA
suave 773, ni para él, ni para los que le asisten o le acompañan a la hora de la muerte (cf.
Los argumentos de Simmias y Cebes en Fedón).
En la parresía uno se encuentra ante el discurso irreductible de la verdad frente
al poder y frente al llamamiento de la eticidad. De acuerdo con este planteamiento,
Foucault hace un desplazamiento de la cuestión de la gobernabilidad en el mundo
antiguo. Para él, ya no se tratará de qué tipo de régimen es el mejor, sino de cuáles son
las condiciones necesarias para una gubernamentalización de los hombres. Pensando,
por ejemplo en la frase de Sócrates en el Eutifrón (mi problema es el hombre), o
pensando todavía en otra de Cavell sobre el Eutifrón, “donde hay problemas éticos hay
problemas de los hombres”, se puede por lo tanto decir que el planteamiento de
Foucault es correcto al trasladar o al interpretar el antiguo problema de los regímenes
como el problema de los hombres. A partir de ahora, primero hay que pensar en el
hombre, en la gubernamentalización de los hombres. Este planteamiento, como lo
subraya Gros, es un planteamiento socrático-platónico, en donde cualquier análisis del
poder debe tener en cuenta las cuestiones de la subjetividad y del saber, y en donde
también cualquier discurso sobre la verdad debe tener en cuenta su incidencia con el
gobierno de uno mismo y el gobierno de los otros.
El planteamiento parresiástico, en este sentido, va más allá de una simple
preocupación moral o política. Es un planteamiento profundamente ético y, por lo tanto,
773 En la mitología griega, Thanatos representaba una muerte dulce, suave y no violenta. Para nosotros,
en el parresiásta se realiza una situación opuesta a esta concepción. Justamente el tipo de muerte que
enfrenta no es una muerte dulce sino violenta y desconcertante. Su perseverancia desconcierta a su
entorno aunque él tenga que tomar la cicuta como ha sido el caso de Sócrates y aunque sea un Hijo de
Dios, “como ha sido el caso de Cristo”, que también tomó su cicuta particular en su invocación al Padre,
(Mt 27 46). Pero en la calma de la muerte, su entorno (el entorno del parresiásta) se queda asombrado
porque un hombre justo acepta morir por unas leyes injustas, por algo que no ha cometido y eso es el
desconcertó y eso es la violencia del espectador, del filósofo como dirá Simmias y es la violencia del
creyente como dirán los discípulos al camino del Emaús (Lc 24 13-25).
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SECCIÓN SEGUNDA
un planteamiento profundamente político en el sentido socrático-platónico toda vez que,
para Platón, la política sólo existe ahí donde hay ética. El planteamiento socráticoplatónico de la parresía, como ya hemos señalado, es diferente de aquel de Solón o de
Pericles, el de la parresía político-institucional, con sus juegos del poder en la
asamblea. El planteamiento socrático-platónico tiene su actividad en la calle, en los
lugares públicos 774 (Gros, situation des cours, CV, p., 319). Su función ahí es la de
examinar a los que se acercaban a él y de esta forma, la parresía toma también la
dirección del cuidado de sí al enseñar a sus oyentes a cuidar de ellos mismos.
Así, el estudio de la parresía hace de la invocación parresiástica, la actualidad de
la ética, o por lo menos, pretende demostrar la estricta relación entre la buena política y
la ética, no sólo en la teoría política de los clásicos, sino también en la actualidad.
Queremos con eso decir que no hay política ahí donde no hay ética, y así como tampoco
hay la verdadera religión ahí donde no hay eticidad. El fin último de la política es el
hombre ético. No obstante, la política, la buena política es aquella fundada, y gobernada
por el hombre ético. La inversión de este paradigma implica necesariamente la
inexistencia de la política en cuanto actividad que plantea las relaciones humanas
institucionalmente dentro de la ciudad. Las reglas que prohíbe que el poder de los
fuertes devore a los débiles también marcan e imprimen un carácter ético a la institución
política. Cuando no hay este carácter, la política pierde el sentido político de su
existencia y toma el rumbo de aquello que hemos visto en la Ilíada en las palabras de
Aquiles: “rey devorador de los pueblos porque reinas entre nulidades 775”. Como vimos
con Heráclito, el parresiásta se preocupa justamente por hacer que su espacio de
774 En la Apología 17c8, Sócrates habla de su actividad ejercida públicamente en el ágora y encima de la
mesa de los cambistas.
775 Cf. Ilíada, I, 230.
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SECCIÓN TERCERA
existencia no sea un espacio de nulidad, y por eso mismo, exige que existan la
diferenciación ética y los criterios suficientes para garantizar los espacios emergencia de
la verdad. Así lo hemos visto también con la incredulidad de Isócrates en su crítica al
régimen democrático.
En la parresía, uno retoma en el sentido heideggeriano, aquello que el hombre
(Occidental) 776 ha perdido: la pregunta sobre la cuestión que interroga por el ser. Dicho
de otra forma, en la parresía uno cuida de sí mismo.
SECCIÓN TERCERA
CAPÍTULO I: EUTIFRÓN Y EL CONFLICTO ÉTICO-PRÁCTICO. “LA
OBLIGACIÓN DE DEFENDER A SU PADRE Y LA DE DEFENDER LA VIDA
HUMANA”.
1.
POR QUÉ HEMOS ELEGIDO EL EUTIFRÓN
La inclusión del Eutifrón en el marco del estudio de las interpretaciones
platónicas de Michel Foucault puede parecer desubicada, una vez que, en comparación
con los diálogos Alcibíades y Laques, estudiados en esta nuestra investigación, Foucault
no dedica exhaustivamente ningún trabajo al Eutifrón. Sin embargo, al dedicarnos al
estudio del cuidado de sí a partir de las lecturas platónicas de Michel Foucault, creemos
haber encontrado una relación entre los textos del Alcibíades, del Laques y del Eutifrón,
tanto en el papel de lo divino con su relación con la política, como en el papel del
encuadramiento familiar en su relación con la responsabilidad individual ante la pólis.
776 Cf. Ilíada, I, 230.
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SECCIÓN TERCERA
Al final del Alcibíades hay un regreso explícito a la divinidad. El político es
invitado a hacer camino, a hacer su trabajo en colaboración sin dependencia con lo
divino (“tienes que decir «si dios quiere»” 777). Los motivos de esta invitación o de esta
necesidad de colaboración entre el político y lo divino tienen que ver con la dificultad
por parte del político de juzgar lo justo y lo injusto, y tienen también que ver con que el
terreno de lo político es un terreno pantanoso y que solamente con la ayuda de la
divinidad el político conseguirá ser perseverante en su labor. Este planteamiento se
repite también en el final de Menón 778 “en donde los políticos verdaderos deben ser
hombres inspirados y una especie de adivinos.”
En el Eutifrón se planteará la cuestión de saber de qué divinidad se habla cuando
uno tiene que invocar su ayuda en las decisiones políticas, en los juicios de la ciudad.
¿Desde qué punto de vista la divinidad puede ser una autoridad para la justicia en la
pólis? Lo divino que debe conducir y ser consejero del político no puede ser lo divino
de la interpretación popular, no puede ser de la mitología popular. También se prohíbe
que la plegaria del político y de cualquier ciudadano sea hecha sin verdaderos motivos
una vez que puede tener repercusiones negativas (Leyes 688b) 779.
En el Eutifrón se aclara el consejo formulado al político en la invocación a lo
divino ya en el final de Alcibíades, que servirá también como tema central del
777
Cf. 135d5. No se trata solamente de una expresión, de una forma de hablar. Se trata de la expresión de
una preocupación con una apelación a alguien o entidad capaz de solucionarlo todo. El último párrafo del
texto lo dice todo, o por lo menos expresa la preocupación sincera de Sócrates con la situación.
«Me gustaría que perseveraras, pero tengo un gran temor, no porque desconfíe de tu naturaleza, sino
porque veo la fortaleza de nuestra ciudad y temo que pueda conmigo y contigo».
778
Cf. Menón 99c ss.
779
Cf. Alcibíades II.
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Alcibíades II 780. Creemos también que hay una relación en el campo de la interpretación
del poder familiar: las dos figuras centrales de los diálogos se presentan en posición de
emancipado familiar. Alcibíades postula al cargo del consejero de los atenienses sin
recurrir a Pericles y en la denuncia de Eutifrón a su padre está subyacente la autonomía
individual frente al control paternal o familiar, aunque hay que señalar que esta actitud
recibirá críticas de Sócrates.
Los dos diálogos también tienen relación con el Laques en lo que se refiere a la
esfera familiar y a la educación para la vida en la pólis, la virtud que es indispensable
para la pólis. Los tres diálogos que hemos elegido dan una importancia particular tanto a
la cuestión del tiempo como a la del espacio del cuidado de uno mismo. En el Laques y
el Alcibíades, la ausencia de prisa permitirá que los interlocutores se encuentren a sí
mismos. El tiempo no es usado como un lugar de la huida de uno mismo, como un
espacio del escondrijo de uno mismo. Sin embargo, en el Eutifrón, el tiempo impedirá la
continuación del diálogo y consecuentemente, impedirá el cuidado de sí. Eutifrón no
responderá a la pregunta de Sócrates y usará como pretexto para eso la falta de tiempo.
Hay que señalar, no obstante, que el tiempo “eutifrónico” es distinto del tiempo
“protagórico 781”. La crítica de Sócrates al tiempo protagórico tiene que ver, según
780
Cf. Introducción al Alcibíades II. p., 89. «El tema es que no hay que elevar plegarias a la ligera, sino
después de una cuidadosa reflexión, ya que un hombre insensato corre el peligro de que sus plegarias
sean para él causa de males gravísimos (es la misma moral que en Leyes 688b). Es el riesgo a que se
expone el exaltado Alcibíades. La conclusión es que debe mantenerse tranquilo de momento, hasta que
sea debidamente instruido por su maestro (Sócrates),…».
La demanda de prudencia ha sido una constante por parte de Sócrates a Alcibíades y lo será también en
Eutifrón. Eutifrón será obligado a reflexionar sobre su posición, evaluar el bien que puede aportar a la
ciudad a partir de su planteamiento (14b ss.).
781
Cf. Vernant, Mythe et pensée chez les Grecs. Études de psychologie historique. Cit., p.268.
Conviene subrayar que según Vernant, Platón utiliza precisamente los argumentos de Protágoras para
hacer una crítica al régimen democrático con el cual estaba en desacuerdo. No le parecía adecuado que la
Asamblea acogiera con igual derecho la opinión de un zapatero que de un especialista en asuntos políticos
(Prot. 324c).
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Vernant, con el rechazo que Sócrates tiene al sistema democrático y a su concepción de
justicia, la igualdad de opiniones entre todos. El tiempo eutifrónico, al contrario, es un
tiempo de fuga de uno mismo en la irresolubilidad de sus problemas con consecuencias
graves para la ciudad.
Estas son, groso modo, las razones que nos han llevado a incluir el Eutifrón en
este estudio de las lecturas platónicas de la parresía y el cuidado de sí de Michel
Foucault.
2.
INTRODUCCIÓN Y NOTA SOBRE EL TEXTO
El Eutifrón tiene algo en común con otros dos diálogos de Platón: la Apología y
el Critón. Ambos diálogos coinciden sobre la circunstancia del proceso condenatorio de
Sócrates a pesar de la especificidad de cada uno de los diálogos. A nosotros nos interesa
aquí precisamente la especificidad del Eutifrón: la piedad, en cuanto elemento principal
sobre el cual se ha construido este diálogo. El diálogo ha sido elaborado a partir del
encuentro de Sócrates con Eutifrón en el Pórtico del arconte rey, lugar en donde eran
juzgados los asuntos o delitos religiosos, delitos relacionados con las prácticas del culto.
Este tribunal también tenía competencia sobre delitos de sangre. Eutifrón estaba ahí en
la calidad de acusador contra su padre.
El Eutifrón es habitualmente clasificado como una obra del periodo de juventud
de Platón, aunque su descripción sitúa a Sócrates ante su proceso condenatorio. El
Eutifrón, como muchos de los diálogos de la juventud de Platón, se ha centrado sobre
todo en las cuestiones de la definición: en este diálogo el centro es la cuestión sobre
eusebeia y σέβας. Lo pío o la piedad y la reverencia o el honor. El diálogo se desarrolla
por lo tanto alrededor de estos dos conceptos a partir de los cuales también se va
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llenando con otros matices importantes para comprender no sólo la cuestión de la
piedad y del honor, sino también el entorno en el que estos conceptos se incorporan.
Por eso, si es verdad que el diálogo está centrado en la eusebeia, no obstante, no
es menos verdad que este centro se va desviando poco a poco para dar lugar a su
relación con la justicia, esto es, para saber si efectivamente la piedad tiene alguna
relación directa con la justicia.
Eutifrón desea ser especialista en los asuntos de la piedad, y Sócrates estaba
justamente en el tribunal porque sobre él pendían acusaciones de prácticas de impiedad.
Sócrates era a los ojos de sus acusadores alguien injusto en relación a lo pío y Eutifrón,
por su parte, iba acusar a su padre por el mismo crimen. La primera pregunta que
Sócrates hará a Eutifrón después de saber sus motivos entabla una relación directa entre
la piedad y la justicia, esto es: Sócrates va a querer saber qué relación hay entre la
justicia y la práctica de la impiedad. Para él, había encontrado el momento ideal para
formular esta pregunta, primero porque estaba en un tribunal acusado de impiedad y
después porque estaba delante de un especialista sobre las cuestiones de la impiedad. En
cuanto a lo personal, en el Eutifrón Sócrates no parece por lo tanto revelar inquietud o
preocupación con la cercanía de la muerte, y este detalle nos interesará en lo que dice
respeto a la cuestión del cuidado de sí y de autodominio de uno mismo incluso cuando
tiene que enfrentar momentos difíciles, aunque eso no sea propiamente el caso en este
diálogo. Aquí en este estudio no es nuestro interés discutir la fecha de su composición
aunque es probable que el diálogo haya sido escrito entre 393-389 782. En cambio, nos
centraremos en sus problemas político-teológicos y ético-políticos. Esta obra, a pesar de
782
Cf. El Eutifrón, Introducción, nota 2, p.216.
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su similitud con las dos otras que hemos mencionado, (Apología y Critón) no representa
ningún dolor para Sócrates.
Como señala Emilio Lledó en la introducción del diálogo, el Eutifrón,
contrariamente al Critón, “no obliga a Sócrates a tomar una decisión definitiva de su
vida 783”, esto es, el Eutifrón, a pesar de la circunstancia coincidente del proceso
condenatorio de la muerte de Sócrates, no presenta para Platón la circunstancia de un
ambiente dramático como ha sido con otros diálogos que ya hemos referido aquí. No
obstante, existe una coincidencia en cuanto al contenido de los tres diálogos y el
Eutifrón parece encarnar, protagonizar y ofrecer respuesta a la acusación que pendía
sobre Sócrates: el Eutifrón intenta responder a la acusación sobre la impiedad. Decimos
que intenta, porque nos parece que la respuesta no está en el Eutifrón sino más bien en
la Apología. Sin embargo, es muy importante este intento de respuesta aquí en el
Eutifrón porque nos parece que con ella Platón plantea reclamar la legitimidad de las
creencias de Sócrates.
Sócrates es acusado de impiedad y Eutifrón va precisamente al tribunal para
presentar una acusación de impiedad contra su propio padre por haber muerto o por
haber dejado morir un jornalero 784. Por eso, la discusión de la obra será en torno a la
cuestión de la piedad. ¿Qué es la piedad?
A Sócrates, las definiciones de Eutifrón sobre la piedad no le convencen, y por
lo tanto, juntos, tienen que seguir intentando encontrar una mejor definicion sobre esta
expresión. Sin embargo, hay que señalar que en esta materia Platón presenta de forma
no desvelada a Sócrates como alumno de Eutifrón, como alguien que aun no teniéndolo
783
Cf. El Eutifrón, introducción, p., 215.
784
Acusación que él retirará después según escribe Laercio, pero volveremos a esto en su momento.
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completamente claro, no obstante, comparte la doctrina, comparte que la cuestión de
piedad es relevante en la materia del vivir humano y de modo particular, en la
formación y en la formulación de la comunidad política.
Sabemos que en el Teeteto y en las Leyes, una de sus formulaciones sobre la
piedad y sobre la divinidad será justamente crear una ruptura con el pensamiento
protagórico que defiende el hombre como la medida de todas las cosas 785. Para
Sócrates, la medida de todas las cosas no será el hombre, mas sí la divinidad. Una idea
constante de la consciencia del límite humano, no apenas en relación a las cosas
terrenales, sino también en relación a las cosas que han de venir, las que han de
acontecer, las que uno espera que acontezcan aunque puede que nunca acontezcan. El
hombre no es la medida de estas cosas pero la divinidad sí lo es. Por lo tanto, si él cree
que la divinidad puede ser esta medida, entonces, no puede ser un impío.
Esta será la visión de Eutifrón en el inicio del diálogo en relación a Sócrates.
Eutifrón no consigue argumentar muy bien qué es para él la impiedad, pero de momento
tiene claro que Sócrates no puede serlo de ninguna manera. En sus planteamientos abre
dos cuestiones importantes: la cuestión del espacio de la parresia que está en
confrontación con la erística de Meleto, y la cuestión del cuidado de sí que estará en la
propia justificación de Sócrates: “mi interés por los hombres”.
La piedad y la impiedad estarán en el centro del diálogo pero no estarán
direccionadas para justificar o para acusar a Meleto, como aclara Lledó. El papel de la
piedad y de la impiedad estará relacionado con la cuestión de consciencia que está
785
La Leyes, IV, 716c-6. « ¿Cuál es pues la acción que agrada y acompaña al dios? Y que tiene un
antiguo dicho, que lo semejante ama a lo semejante si es mesurado, pero las cosas que carecen de
medida no se aman entre sí ni a las mesuradas. Para nosotros, el dios debería ser la medida de todas las
cosas; mucho más aún que, como dicen algunos, un hombre». cf El Teeteto, 166d.
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protagonizada en la acusación del Eutifrón contra su propio padre de haber cometido un
homicidio y de haber sido un άδiκος.
La ortodoxia religiosa de Eutifrón parece estar en acuerdo con la de Sócrates y
Platón se basa implícitamente en Eutifrón para reclamar justamente la legitimidad de las
creencias socráticas como ya ha sido dicho. Sin embargo, hay que señalar que el
planteamiento del Eutifrón es chocante en todos sus aspectos éticos, o por lo menos,
doblemente chocante:
Chocante en lo que respeta a la actitud de Eutifrón en relación a su padre: un
hijo que presenta queja contra su padre por haber muerto a un jornalero. Eutifrón es
consciente de la novedad y de la incredibilidad que su actitud va a provocar, y por eso
dirá: “las personas pensarán que estoy loco”; pero en ningún momento se planteó la
cuestión de saber si Eutifrón estaría ψευδομαρτυρεω, lo que significa que Platón estaba
presentando un hecho real 786 o por lo menos algo que suele pasar en este ámbito laboral
y cultural.
La ortodoxia de Eutifrón también es chocante de cara al exterior, lo que le
coloca en una posición de herético marginal, como dice Burnet. Un hijo que presenta
una queja contra su padre con motivos religiosos por haber muerto un jornalero no
786
Cf. Eutifrón, introducción nota 2, p.216. «El anacronismo que supone el que en 399 hubiera que
juzgar en Atenas delitos cometidos en Naxos, ciudad que, como todos los súbditos de Atenas, quedó libre
en 404, autoriza más aún a pensar en que la acusación de Eutifrón contra su padre se produjo realmente.
Si se trata de algo imaginario, no sería necesario citar lugares ni datos precisos. Véase Guthrie, A
History of Greek Philosophy, IV, pág. 102».
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puede ser un ortodoxo; al revés, es un marginal, y en el lenguaje moral sofístico, es un
delincuente porque actúa contra los principios de la ley natural 787.
Es esencialmente esta doble acción de desconcierto que hace del Eutifrón una
obra o un diálogo sobre la impiedad: la impiedad para con los dioses y la impiedad para
con los hombres. Y sobre esto último, también se abre la cuestión de saber cuál podría
haber sido la actitud de Eutifrón, una vez que el propio acto de quejarse contra su padre
es en sí mismo un acto de impiedad contra un hombre desestructurado internamente no
solamente por el poder sino también por la ἀ κρασία, la ausencia del domino sobre sí
mismo.
Pero, ¿qué podía hacer Eutifrón, o qué debía hacer? También se puede preguntar
si el propio padre de Eutifrón había actuado de mala fe. En cuanto responsable de la
propiedad en donde se produjo la violencia mortífera, él ha castigado al homicida e iba
camino de la legalidad (había enviado a alguien a presentar denuncia del homicidio a un
juez 788) cuando se dio la muerte del jornalero que él había intentado castigar por haber
muerto a un esclavo suyo. No obstante, a pesar de todo eso, Eutifrón decide presentar
queja contra él 789. Y está aquí el núcleo del conflicto ético-practico 790.
787
Se ha de tener en cuenta que el propio concepto del principio de la ley natural defendido por la
sofística no es del todo homogéneo. Antifón por ejemplo se indignará con el hecho de que uno tiene que
respetar a sus padres, y el propio Aristófanes en su momento atendió particularmente a esta problemática
a través de una crítica dirigida a la escuela de Sócrates, el Pensadero de Sócrates a partir del
enfrentamiento entre Estrepsiádes y su hijo en las Nubes (1427-1428): los hijos pueden pegar a sus padres
porque los animales también lo hacen, dice el hijo a su padre.
788
Cf. Eutifrón, 4c 6.
789
En su momento veremos un análisis interesante de Nussbaum sobre el contexto y las razones que
empujaran a Eutifrón a tomar decisión que ha tomado.
790
Sabemos que Eutifrón no acepta la teoría de justicia universal, pero la actitud de su padre se inscribe
justamente en el ámbito de esta teoría en cuanto a las multitudes de las virtudes de acuerdo con la teoría
protagórica de la justicia. De acuerdo con esta teoría, la actuación del padre de Eutifrón no solamente es
virtuosa sino también sabia porque intenta frenar violencia a través justamente de un ejercicio correcto de
autoridad y por lo tanto, de la virtud.
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Eutifrón parece haber actuado bien según la ortodoxia moral tal como él
defiende en su primera definición de la impiedad. Para él una injusticia tiene siempre
que ser denunciada incluso que cuando viene de tu propio padre 791 o aunque haya sido
cometida por tu propio padre, porque al no hacerlo, se estaría incurriendo en impiedad,
se estaría siendo impío. Pero esta formulación también abre un problema ético-práctico.
Sabemos que para Platón nadie actúa voluntariamente para hacer el mal, sino “desde
efecto de ignorancia” 792. Vimos que la actitud del padre de Eutifrón se inscribía en el
marco de un intento de restituir la legalidad y la justicia aunque de forma inmoderada
pero no insensata 793, y por lo tanto, no sería una actitud de mala fe para con el jornalero
sino un intento de instaurar la legalidad perdida.
Todos estos matices ayudan a comprender por qué al final no hubo un
entendimiento sobre lo que es o no la impiedad entre los dos interlocutores. Ni Sócrates
ni Eutifrón dan por concluida la definicion sobre la impiedad, incluso el propio Eutifrón
reconocerá al final del diálogo de que efectivamente no han avanzado en nada sobre lo
«Protágoras entiende que las virtudes son múltiples como las partes de un rostro y que unos participan
de algunas de ellas y otros, de otras. Así por ejemplo alguien puede ser valiente pero injusto o justo pero
no sabio, de modo que de ningún modo le parece necesario que si alguien posee una virtud, por ello las
posea todas (329 e-330 a), aunque reconoce que la sabiduría es la más grande de todas las partes
(magiston he sophia ton morion) (330 a 2)». Cf. Bossi, Beatriz. Saber gozar. Estudios sobre el placer en
Platón. Editorial Trotta. Madrid, 2008, p.45.
791
Esta actitud de Eutifrón nos hace recordar la respuesta que Clitemnestra da a su hija Electra en la pieza
del mismo nombre. Electra, 1050.
792
Cf. Protágoras, 358d. Véase la nota 81. «Que nadie obra mal voluntariamente, sino a efectos de la
ignorancia es una de las tesis fundamentales de la ética socrática. Tanto en Jenofonte (en Mem. III 9, 4)
como Platón, repetidamente (en Menón 78a; Gorgias 468c, ect), atribuyen a Sócrates esta afirmación.
Cf. la larga discusión frente a Polo en el Gorgias 466-481b. Todavía en Leyes (689a y sigs.), vuelve el
viejo Platón a discutir el tema».
793
Cf. Bossi, cit., pp. 45-46. «La sabiduría es distinta de la moderación pero ocurre que ambas tienen
como contrario a la insensatez, por lo que no es verdad que la sabiduría y la moderación son distintas
como las partes de un rostro, sino que ambas son una (he eie he sophrosune kai he sophia: 333 b4-5), del
mismo modo como antes les pareció que la justicia y la piedad eran aprovechadamente lo mismo
(schedon ti tauton on, 333 b6)».
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que se habían puesto a definir, esto es, que no han podido definir efectivamente lo que
es la impiedad. Pero lo extraño de todo es que Eutifrón ni siquiera ha planteado
continuar el debate, y ha decidido marcharse porque según él ya se hacía tarde.
Se puede por lo tanto plantear la cuestión de saber -si efectivamente el problema
de la impiedad era tan importante para él-, por qué decide marcharse y sobre todo, por
qué no plantea continuar el debate, o cuál es el fin último del planteamiento de Platón
en relación a la actitud de Eutifrón. Algunos, como Burnet, han descrito o calificado a
Eutifrón como un voluntarista teológico por tener planteamiento de esta naturaleza, pero
nosotros pensamos que aquí más una vez, Platón pone en manifiesto el crisis del saber,
el límite del saber.
En efecto, Eutifrón es un especialista en la impiedad o de la impiedad, pero
resulta que el propio especialista de la materia no sabe sobre qué va su materia, por lo
tanto, no domina el arte de su especialización. Con eso Platón quiere mostrar que el
saber que ayuda al hombre es el saber que ha sido adquirido para una aplicación
práctica. Eutifrón no supo definir la impiedad, y sin embargo ha actuado piadosamente.
Este mismo planteamiento también estaba en el primero capitulo (el Alcibíades) que
hemos analizado en esta investigación en la disputa entre Sócrates y Hipias en Los
Recuerdos de Sócrates.
La pretensión de piedad de Eutifrón representa en realidad su ignorancia total,
pero es una ignorancia que le lleva a un comportamiento ético virtuoso como dice José
María Zamora Calvo 794. Eutifrón reconoce que no se ha avanzado en nada sobre la
piedad, y, por lo tanto, que no sabe nada sobre la piedad. Con esta actitud él da a sí
794
Cf. Conferencia inédita sobre el Eutifrón.
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mismo una oportunidad para cuidar de sí mismo o para que alguien le ayude a cuidar de
sí mismo. En este aspecto, su marcha no es una huida, sino el reconocimiento de su no
saber, el sentirse desapropiado, despojado de aquello que él pensaba que era su dominio,
la cuestión de la piedad y de la impiedad. Tomar consciencia de que esto no está bajo
control del todo, no está en su dominio, es conectarse con la realidad que estaba fuera de
su alcance, fuera de su concepción de lo real.
A partir de este planteamiento se puede ver cómo Platón intenta contestar o
refutar una de las acusaciones que pendían sobre Sócrates, la que dice que él intenta
transformar el argumento más débil en el más fuerte. La respuesta implícita que se
ofrece en el Eutifrón demuestra que es la racionalidad lo que conduce el
comportamiento de las personas en la pólis. Por lo tanto, “no se puede odiar a unos
simplemente porque producen esta racionalidad”.
El Eutifrón recusa por lo tanto el dogma de la ignorancia y de la acrasia. El
propio Eutifrón representa el virtuosismo de la ignorancia dogmática que se hunde
delante de Sócrates, mientras que su padre representa según él, el poder nefasto de la
acrasia. Uno y otro son movidos en el planteamiento socrático-platónico por el poder
de la ignorancia. Eutifrón por una doble ignorancia, la ignorancia que se ignora pero en
su aspecto positivo una vez que él consigue reconocer que al final no sabía nada de
piedad (porque asume que no han avanzado) y una doble ignorancia en el sentido
negativo, ignorancia política, ignorancia del poder representado aquí por su padre
porque no tiene consciencia de que ignora algo. Ignora, según Eutifrón, que su
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actuación es impía y que ni siquiera se inscribe en el ámbito de la sabiduría y de la
valentía de la justicia 795.
Los argumentos del Eutifrón como razones suficientes para presentar queja
contra su padre giran en torno a dos expresiones o en torno a dos contenidos: en un
primer momento habla de lo sagrado y lo consagrado a los dioses, lo pío y en un
segundo momento habla de la no relación con los ritos, las ofrendas que agradan a los
dioses y el deshonor a los dioses, lo impío. Pero como ya ha sido señalado, todo eso
Eutifrón lo ha hecho en un primer momento con base en su figura de especialista en los
asuntos de la piedad y de la impiedad, esto es, lo ha hecho mientras estaba en la
ignorancia total de su propia realidad de desconocedor de los asuntos de la piedad y de
la impiedad.
Al centrar el argumento del motivo principal para la acusación contra su padre
en la piedad y la divinidad de acuerdo con la tercera definicion que él da de la piedad,
obligará a Sócrates a preguntarle si la piedad es buena porque a los dioses les gustan los
hombres (y las cosas) piadosos o si al contrario, la piedad en sí misma es buena por eso
también a los dioses les gustan ser piadosos y los hombres piadosos. Sabemos que él no
contestará a esta pregunta, porque naturalmente esto exige primero de todo que él sepa
qué es verdaderamente la piedad.
795
Cf. Bossi, cit., p.46. «En el Menón (88 b-89) Platón ofrece el ejemplo de la relación entre valentía y
sabiduría –que también utiliza en la última parte del Protágoras- para señalar que cuando la valentía no
es sabiduría sino una clase de audacia sin intelección (aneu nou), el hombre que la posee resulta dañado
por ella, en cambio, cuando es acompañada por cierta intelección (sun noi) se benefia de ella. Todo lo
que el alma emprende y resiste, si está dirigido por la sabiduría, termina en felicidad, pero si está
dirigido por la ignorancia, termina en desgracia si la virtud es algo en el alma y debe ser beneficioso,
debe ser conocimiento, puesto que todas las cualidades del alma no son en sí mismas ni beneficiosas ni
dañinas, pero acompañadas de sabiduría o insensatez llegan a ser beneficiosas o dañinas. La virtud,
siendo algo beneficioso, debe ser una clase de sabiduría (phoronesis)».
Volveremos a este punto en la sección siguiente (en el Laques) dedicado a la cuestión del cuidado de sí en
su relación con la virtud en cuanto la educación distinta de la valentía.
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SECCIÓN TERCERA
No obstante, su actitud es una actitud de ruptura con gran parte de la idea
teológica vehiculada en su tiempo. En la fecha de la escritura del Eutifrón, existían
muchos otros escritos y opiniones que justamente defendían una posición contraria a la
de la obra de Platón 796. Los dioses no estaban propiamente muy bien vistos. No había
confianza en ellos ni siquiera en su existencia. Dios era en este momento sinónimo de
duda e incluso de tonterías.
Esta duda crece aún más cuando uno tiene que pensar que dios ha creado todo 797
y que sin embargo no sabe tomar cuenta de lo creado o no es capaz de proteger lo
creado. Este planteamiento será patente en el Eutifrón pese su apurado sentido teológico
y será también patente en la Hécuba de Eurípides, entre otros textos, incluso llevará al
rechazo 798 por Hécuba de todas las posibilidades de la existencia de un orden más allá
de lo que vivimos y vemos aquí en la tierra. Los pactos, los acuerdos entre los hombres
no pueden tener otro sentido que su vigencia entre los hombres. No se puede esperar
tener otro tipo de justicia que aquella vigente entre los hombres porque la justicia divina
no es de fiar, no es de confianza. Y esto, Eurípides lo dice de forma clara en este texto
de Helena:
En cuanto a si esto es dios, no es dios o es intermediario, ¿qué mortal
pretenderá saberlo al final de sus largas pesquisas cuando ve a los dioses
796
Cf. De Romilly, cit. Los grandes sofistas. p.131. «Es evidente que esta crisis no se debe a la sola
influencia de los sofistas y que pudieran haber influido en ello circunstancias muy dispares.
En primer lugar, estaba la guerra. Todos los años el Ática era invadida y lo seguirá siendo hasta 421;
más tarde, después de una tregua de varios años, se encontrará parcialmente ocupada. Todos los años
había muertos. Esto enseñaba a dudar de la justicia divina y a observar, entre los hombres el triunfo del
más fuerte. Una guerra tan larga y tan general no es nunca favorable al mantenimiento de los valores.
Tucídides lo describió muy bien: «La guerra […] es una maestra de conductas violentas y modela en la
situación las pasiones de la mayoría» (III, 82, 2)».
797
El propio Protágoras dudaba de la existencia de dios (B4) y llegó a ver sus propios libros quemados
públicamente, además de serle instaurado un proceso por la impiedad, según relata Plutarco.
798
Recuédese aquí que al inicio, Hécuba también daba crédito a los dioses y a la influencia que tienen
sobre las reglas no escritas, las costumbres y las tradiciones (799 y ss). La cosa cambia cuando, según su
interpretación, estos mismos dioses no logran impedir el asesinato de un niño.
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SECCIÓN TERCERA
dirigirse en un sentido, y después en otro, y cambiar otra vez con sobresaltos
contradictorios y golpes de destino inesperados? 799
Esto muestra efectivamente que, en este periodo, estábamos con problemas
serios 800 ya no sólo en el campo político-gnoseológico, en el campo ético 801-moral 802
sino también en el campo de la definición de la libertad hacia los dioses, el libre
albedrío. Si los dioses no son de fiar, entonces el hombre tenía que elegir su propio
destino fuera como fuese. Eurípides presentará las mismas dificultades que han tenido
Parménides o Protágoras en su momento.
En Platón el planteamiento será distinto: ahí veremos que ni siquiera la ausencia
de una posible recompensa del más allá puede y debe impedir al hombre practicar el
bien. En su enfrentamiento con Polo en el Gorgias y con el propio Gorgias, a Sócrates
le han formulado la pregunta sobre la utilidad de su filosofía, si con ella él no puede
presentar su defensa ante una acusación. El mismo argumento será usado en el Hipias
799
Cf. Helena, I. 137-I. 143; cf., de Romilly, cit., p.140.
800
Cf. De Romilly, Los grandes sofistas. p., 132. «Desde la primera parte de la guerra, Tucídides destacó
la influencia moral de este azote que, más adelante, alcanzará la propia Atenas. Le dedicó incluso un
análisis largo y brillante que evocaba los males inherentes a la naturaleza humana pero que agravan la
guerra y la guerra civil: entonces se ven rechazados los valores y las cualidades se convierten en
defectos: «Una audacia irreflexiva pasaba por valiente devoción al partido, una prudencia reservada por
cobardía desforzada, la sabiduría por la máscara de la pusilanimidad, la inteligencia en todo por una
inercia total; los impulsos precipitados se tomaban por una cualidad viril, y las deliberaciones
circunspectas por un bonito pretexto de evasión.» [Nada entonces, puede refrenar las pasiones]. «No
había ningún medio de aplacamiento, ni palabra segura, ni juramento terrible; siempre los más fuertes,
evaluando por cálculo la incertidumbre de las garantías, intentaban prevenirse antes de llegar a otorgar
su confianza» (III, 83, 2).
801
Cf. De Romilly, cit., Los grandes sofistas. pp., 131-2. «Todos se entregaban sin reparos a lo que antes
sólo hacían a escondidas: se veían demasiados giros bruscos a causa de los cuales hombres prósperos
morían de repente y hombres ayer sin recursos, heredaban inmediatamente sus bienes. La gente
necesitaba además satisfacciones rápidas, que les procurasen placer, ya que tanto sus personas como sus
bienes carecían de futuro a sus ojos […] La satisfacción inmediata, sea cual fuere su origen, y todo
cuanto pudiera contribuir a ella ventajosamente, pasó a reemplazar a lo bello y a lo útil. Ni el temor de
Dios ni la ley de los hombres amedrentaba» (II, 53).
802
. La gran novedad, como señala de Romilly, será la posición apenas asumida por Calicles y por
Trasímaco en relación a los asuntos de los dioses, en relación a la apreciación de la justicia. Sobre los
dioses Trasímaco dice lo siguiente: «Los dioses no ven los asuntos humanos; de lo contrario, no
descuidarían el mayor de los bienes humanos, la justicia: vemos en efecto que los hombres no la
practican» (B8).
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Mayor, y en el Fedón por Cebes y Simias. Estamos ante una argumentación en donde el
bien aparece con un sentido utilitarista y en este aspecto, Platón introducirá un gran
cambio.
El bien aparecerá como la propia necesidad ontológica del ser humano, el fin
para el que él existe. Es un planteamiento transversal a las obras platónicas pero
nosotros aquí nos dedicaremos de modo exhaustivo a analizar eso en el diálogo del
Eutifrón. El planteamiento del Eutifrón presenta de forma clara este corte realizado por
Platón a partir de un conflicto práctico-moral. Hay unas exigencias contrapuestas (la
obligación de respetar 803 a tu padre y la de la vida humana) 804, y Eutifrón tendrá que
tomar partido ante estas exigencias, pero su posición se escribirá desde su más profundo
anhelo. Es un hijo que decide presentar una queja contra su propio padre, por haber
muerto a un jornalero que por su vez ha matado a un esclavo que ni siquiera era persona
en la concepción griega, jurídicamente hablando. Nos interesa discutir aquí qué es lo
que movió a Eutifrón a tener la actitud que tuvo. ¿Es la piedad o es que a Platón le
interesaba presentar algo más allá que el simple aparato de la piedad y de la impiedad?
Y si es así, ¿qué será entonces este algo?
La preocupación de Eutifrón o el planteamiento del Eutifrón también puede
encontrar su similitud en el libro 8 de la Ética Nicomáquea de Aristóteles. Ahí
Aristóteles defiende que hay que ser justo con los dioses una vez que también ellos son
benevolentes y compasivos con los hombres. Pero el planteamiento de Eutifrón es
803
Jaeger Paideia (I, 29) muestra que la cuestión del respeto como fenómeno o incremento de la
educación no estaba sólo vinculada al ámbito paterno-filial sino también a tres dimensiones con carácter
institucional: los parientes, la divinidad y los extranjeros. Respetar al extranjero, honrar al padre y a la
madre y hacer culto a los dioses tenían los mismos valores semánticos y su práctica era el marco de una
persona educada y de valores.
804
Cf. Nussbaum, Martha. La fragilidad del bien. Fortuna y ética en la tragedia y la filosofía griega.
trad. Antonio Ballesteros. Machado libros. Madrid, 20042a, p., 61.
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verdaderamente un planteamiento obsesivamente teológico. En efecto, Eutifrón
defiende que no puede haber nada bueno que no venga de los dioses, de modo que
según él, un hombre sensato debería poder ser grato o mostrar esta gratitud para con
ellos. Pero Sócrates contrapone este argumento de Eutifrón con la idea de justicia
universal, la justicia cósmica, idea sobre cual Eutifrón no encontrará gracia y no
compartirá.
Eutifrón no consigue comprender cómo es que Sócrates puede pretender que la
justicia prima sobre la ley y en esta actitud encontramos la contradicción en el interior
mismo del diálogo: Eutifrón quiere justicia pero una justicia que está por debajo de la
ley. Pero lo que ni Sócrates ni Eutifrón aclaran es a qué ley se refiere Eutifrón porque al
ser la ley natural 805 él no tendría por qué quejarse de su padre.
Nos parece por lo tanto que Eutifrón como buen “hijo de su tiempo” no defiende
una doctrina teocrática, de ahí el núcleo de su contradicción. Quiere una justicia por la
impiedad pero al mismo tiempo esta justicia tiene que estar por debajo de las leyes
civiles y naturales. Así, no defiende ni una posición sofística para quienes la justicia es
sobre todo la aplicación de la ley natural 806, la defensa del interés del más fuerte según
805
Cf. Gorgias, 482e7-483a5. «En la mayor parte de los casos son contrarias ente sí la naturaleza y la
ley; así pues, si alguien por vergüenza no se atreve a decir lo que piensa, se ve obligado a contradecirse.
Sin duda, tú te has percatado de esta sutileza y obras de mala fe en las discusiones, y si habla de la
naturaleza, le preguntas sobre la ley».
806
Antifón por ejemplo piensa que una persona no puede declarar como testigo ante un tribunal a favor o
en contra porque perjudicaría a alguien que no le ha hecho mal. Para él la justicia es sobretodo no hacer
daño a quien no nos ha hecho mal, por eso, declarar como testigo en contra o a favor de alguien seria estar
haciendo daño a otra persona que no nos ha hecho daño. Seríamos injustos. Para él, como para gran parte
del pensamiento sofístico, obedecer a la justicia, obedecer a las leyes humanas es ir contra los propios
intereses, los intereses de uno mismo. Antifón cita como ejemplo el respeto por los padres (cf. col. 5; cf.
de Romilly, cit., p., 124).
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Calicles 807 y tampoco defiende totalmente una posición renovadora según la cual la
justicia es ante todo una cuestión ético-óntica 808.
La posición de Eutifrón es una posición de alguien que está absolutamente
obcecado por la justicia desde el punto de vista de la divinidad. Su principal reflexión
en la materia de la justicia está ligada a su idea de honor, a su idea del respeto por los
dioses y no tanto a la idea de la inviolabilidad del hombre en cuanto tal.
No obstante, hay un matiz muy importante que hay que tener en cuenta a la hora
de analizar la actitud de Eutifrón, a la hora de analizar e interpretar la actitud de la
piedad del Eutifrón: para Eutifrón como para muchos griegos que no comparten la
debacle moral de la sofística, la piedad no es sólo un rito individual, es un rito social del
Estado, como señala el profesor Emilio Crespo. Por eso mismo, para Platón y en nuestro
caso concreto, para Eutifrón, aquel que es impío estaba automáticamente atentando
contra el Estado y no solamente contra la religión 809. Es también en esto que se basaran
807
De Romilly señala que en el planteamiento de la justicia de Calicles, el cambio en el sentido de justicia
apenas es posible justamente porque Calicles es un individualista que no soporta la democracia, las leyes
y la regla ateniense en la que vive. No obstante, nos parece que el planteamiento de Calicles no es
diferente del planteamiento de Platón en el libro VIII de la República para explicar el origen de la
democracia y por qué la factibilidad de la justicia es un asunto de difícil solución en ésta. Parece por lo
tanto que no se trata del individualismo de Calicles, sino del sistema, una vez que todo el sistema
democrático en sí es un sistema individualista. Las personas prefieren su eleutheria personal en lugar de
obrar por el bien común.
808
Cf. La República. I, 345 d-e1. «Pues el arte del pastor no cuida sin duda de ninguna otra cosa que de
aquella con respeto a la cual está organizada, a fin de procurarle lo mejor, ya que, en cuanto a sí misma,
el arte del pastor ya está suficientemente provista mientras nada le falte para ser arte del pastor. Del
mismo modo estoy convencido de que es forzoso estar de acuerdo en que todo gobierno, en tanto
gobierno, no atiende a ninguna otra cosa que al sumo bien de aquel que es su gobernado y está a su
cuidado, trátese del gobierno del Estado o de ámbitos particulares».
809
Hay que añadir que no está en causa solamente el confronto de Eutifrón con el poder civil, su rechazo
en admitir la justicia universal; la actitud de Eutifrón también se puede leer en el ámbito de la limitación
de este mismo poder (poder civil) en facultar a los individuos una relación de tú a tú, de sí a sí. Esta
relación es casi siempre realizada a partir de una forma muy extraña al poder oficial. Por ejemplo, el
poder de su padre no tiene en cuenta la relación de sí a sí. Cf. Leme Câmara, José Luís. Pátria e infâmia –
os dois corpos de Peter de Peter Schlemihl, in Lei, Segurança e Disciplina. Trinta anos depois de vigiar e
punir de Michel Foucault. Edição de Centro de Filosofia das Ciências da Universidade de Lisboa. Lisboa,
2009. p., 187.
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los acusadores de Sócrates para intentar contra él un proceso no sólo de corrupción de la
moralidad sino también de intento de desestabilizar el orden público.
El intento por parte de Eutifrón de un proceso contra su propio padre por haber
muerto a un jornalero se explicaría no solamente desde el punto de vista de la estricta
ligazón y relación de Eutifrón con el sentimiento y manifestación por la divinidad (su
teologismo), sino que se explicaría también desde el punto de vista estatal-normativo y
consuetudinario (lo que Zeus hizo con su propio padre). Desde este punto de vista, su
padre es un verdadero impío, razón por la cual también en términos comparativo con
éste, nunca podrá entender porque alguien ha atrevido a acusar a Sócrates de un crimen
de impiedad.
Nuestra labor aquí en esta investigación se centrará en analizar la teoría del
cuidado de sí (ocuparse de sí) en este conflicto ético-práctico. En el inicio del texto, en
el 3a 2-5, Sócrates, hablando de Meleto, defiende que el cuidado de sí, este ocuparse de
sí que Meleto parece querer defender a través de su denuncia contra él, solamente puede
salir de los buenos principios y no de la actitud igual aquella que éste está
protagonizando.
Meleto es un peligro para la ciudad, dirá implícitamente Eutifrón, razón por la
cual no se puede esperar que el cuidado de sí, el ocuparse de sí que quiere protagonizar
traiga algo bueno para la ciudad y para sus habitantes. Eutifrón, en cuanto especialista
en los asuntos de la piedad, es partidario de que Sócrates continúe ejerciendo su labor de
educador de la ciudad.
Nuestras reflexiones en este apartado se han centrado a analizar los motivos
principales de la discusión entre Sócrates y Eutifrón en el tribunal. Hemos visto que el
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diálogo Eutifrón tal como todos los diálogos platónicos de la juventud, se ha centrado
en discutir una cuestión de definición, en este caso concreto, la definición de lo pio y de
lo impío. Esta discusión permitió ver que la piedad y la impiedad tienen una relación
muy fuerte con la justicia, con lo justo y lo injusto. No obstante, a lo largo de la
discusión, Platón nos presenta poco a poco una crítica que es transversal a todas sus
obras, particularmente a las de la juventud: la crítica de concepto del saber. En Eutifrón,
la crítica es dirigida al especialista de la piedad pero que no sabe qué es la piedad. Nos
parece que Platón quiere dejar claro que hay una crisis de saber entre los que tienen
fama de sabios. En este diálogo, Platón aprovecha también para reclamar la legitimidad
de la creencia de Sócrates y en eso se da un enfrentamiento entre la heurística de Meleto
y la parresía de Sócrates en la ciudad. La heurística de Meleto no puede en ningún
momento ofrecer a la ciudad una manera ejemplar del cuidado de sí.
3.
EUTIFRÓN Y “LA DESCUALIFICACIÓN DEL ÁMBITO”
Como hemos visto en la introducción, el trasfondo de la obra el Eutifrón es un
trasfondo marcadamente teológico y ético-político. En este apartado intentaremos verlo
mejor, intentaremos discutir su aportación metafísica en el marco de la realidad de su
tiempo y lo haremos usando el concepto de descalificación del ámbito en el espacio
griego según la interpretación de Marzoa.
Conviene señalar que la posición de Eutifrón es una posición de consistencia
según la doctrina platónica, porque apela a un más allá del momento presente. Un más
allá que se opone por su consistencia a la inconsistencia del momento presente. La
posición de Eutifrón es una posición que pretende superar los contenidos porque se
postula fuera de los ámbitos de la contingencia. Eutifrón cree ciegamente en los dioses,
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cree ciegamente en aquellos que según él tienen y son por su naturaleza misma, la
consistencia de todas las cosas a través de su justicia y a través de su concepto de
derecho.
Con esta posición él reitera que cualquier situación aquí en este momento
presente no pasa de una situación accidental y que la única situación “real” es el
veredicto del más allá, el juicio pronunciado por el más allá o en el más allá.
Es un postulado que naturalmente no rompe solamente con los ámbitos, no se
contenta solamente con su ruptura, sino que también forja su descualificación. Su
propio padre no tiene calidad y cualificación para hacer lo que ha hecho al jornalero,
incluso invocando que éste había muerto a un esclavo suyo en su propiedad. Al rechazar
esta posibilidad, esta justicia y este derecho a su padre, presenta como alternativa la
posibilidad de que la solución de este problema sea encontrado en un más allá, esto es,
en el terreno de la verdadera consistencia, no solamente de la justicia, sino sobre todo,
de lo que es en sí. El ser verdadero.
La queja contra su padre no expresa solamente la inconsistencia del momento
presente sino que también reconoce explícitamente la superioridad del momento que ha
de llegar sobre el momento presente. Es un postulado problemático, y por eso mismo
también es una explosión de conflicto ético-práctico. Además de presentar una queja
contra su padre, Eutifrón no acepta una idea de justicia universal en su sentido
socrático-euripidiano (la alianza entre el conocimiento, el saber y la ética en el vivir), no
admite la existencia de una justicia que no sea divina, postulado que naturalmente es
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inviable no solamente para la práctica de la justicia dentro de la pólis, sino que también
es inviable desde el punto de vista de la libertad “religiosa 810”.
No obstante, hay que señalar que la propia noción de libertad religiosa
(entendida aquí como la inconsistencia) se ha vuelto como una especie de piedra
angular en el seno de la cual brota la salvación. El proceso salvífico reside por lo tanto
en la aceptación de que el proceso de “la inconsistencia afecta a todo esto, a todo lo de
aquí”. Parece por lo tanto que desde este punto de vista el argumento de Eutifrón gana
fuerza: debe haber algo diferente de lo profano que pueda dar soluciones a los
problemas creados por lo profano, que éste no puede o no consigue solucionar.
Recuérdese justamente que él rechaza todas las soluciones que vienen de la vida
laica. La posibilidad de una justicia universal y de un derecho universal independiente
de la divinidad. En la introducción hemos visto que la posición de Eutifrón tiene algún
sentido una vez que en Platón y, sin ser un teócrata, o mejor, sin defender una posición
de un Estado teocrático, el culto también era una obligación estatal, tal vez razón por la
cual Eutifrón no ve claro en qué puede consistir esta idea de la justicia universal de la
cual Sócrates le habla, si efectivamente no hay un respeto por el culto.
El planteamiento de Sócrates es que la salvación sólo puede ocurrir cuando lo
“consistente comparezca en el seno y en el modo de lo inconsistente mismo, es decir en
810
Cf. Marzoa, Historia de la filosofía antigua. cit., pp.172-173. «La remisión a un consistente cuya
noción no es sino expresión de que la inconsistencia se haya vuelto principio general, eso es el concepto
de la “salvación”. Puesto que la inconsistencia afecta a todo “esto”, a todo lo de “aquí”, la salvación
habrá de residir en algo especial, diferenciado frente a lo profano; podemos decir esto mismo de otra
manera: “Dios” no significa sino la ausencia de lo divino, y que lo divino está ausente quiere decir que
sólo se puede hacer alusión a ello mediante operaciones específicas, distintas de la vida laica. Lo
digamos de una manera o de otra, se trata de acciones específicas, digamos de “culto”, de las que
forman parte creencias, y por lo mismo se trata también de una comunidad determinada. Todo esto, el
concepto de salvación, el culto, la creencia, la comunidad de adeptos, constituye el fenómeno “religión”,
que es un fenómeno característicamente helenístico».
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la figura de lo contingente 811”. Sabemos que él defiende la teoría de que no hay que ser
justo solamente porque la acción de ser justo aquí implica recompensa en la vida del
más allá, sino que el ideal de la justicia es un instrumento ontológico del vivir humano.
Desde esta perspectiva, la invocación platónica de los dioses, incluso la alusión de que
los dioses o la divinidad es la medida de todas las cosas, se puede y debe ser leída en el
marco de la referencia de la perfección que el hombre debe seguir: la divinidad como
ejemplo a seguir en materia de la perfección.
La posición de Sócrates muestra que el planteamiento de Eutifrón no puede tener
otra salida que la de incluir los elementos contingentes hasta aquí marginalizados. En
efecto, el tribunal en el que cree Eutifrón (su más allá) se posicionará sobre los
acontecimientos contingentes de aquí abajo y con eso, también Sócrates le quiere
mostrar que la condición de salvación, la verdadera condición de salvación depende de
la interpretación de lo contingente.
Por eso la metafísica defendida por Eutifrón no puede ser excluyente y su
“religión” tampoco. El planteamiento de Sócrates pretende mostrarle a Eutifrón
efectivamente que la tesis esencial y central ya no es la suya, sino su paradoja. Pretende
mostrarle que “el absurdo radical ya no solamente ocurre 812” sino que, a pesar de la
contradicción, se ha transformado en la tesis central gracias al
hecho de que se proclama que lo esencial, verdadero y consistente está presente
en la figura de algo determinado de carácter “histórico”, contingente,
accidental (…) 813.
811
Cf. Ibid, p.173.
812
Cf. Ibid, p.175.
813
Cf. Ibid, p.174.
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El rechazo de Eutifrón a continuar la conversación con Sócrates también está
vinculado a este descubrimiento, a la pérdida de la idea central de su metafísica en
detrimento de una idea terrenal. Eutifrón, que empieza con su actitud a descalificar los
ámbitos, esto es, a poner en causa aquello que es tradicional, se da cuenta de que su
propio ámbito no tiene suficiente justificación para continuar existiendo. Descubre a
través de aquel que se ha presentado como su alumno que al final la verdadera justicia
empieza en la esfera de lo contingente.
El rechazo de la posición de Sócrates por parte de Eutifrón no tiene solamente
que ver con su creencia religiosa, sino también con el grado de su eticidad y de su
implicación política, o mejor, con el entendimiento de su concepto de política en cuanto
a organización de la pólis. Desde este punto de vista, ninguna de estas tres perspectivas
puede aceptar o admitir que el orden presente prima sobre el orden futuro. Ninguna de
estas tres visiones puede admitir que la justicia universal de que habla Sócrates pueda
primar sobre el planteamiento ético, teológico y político que él defiende. Eutifrón se ve
por lo tanto desconcertado en la posición de Sócrates.
En el inicio del diálogo vimos que él era un defensor de Sócrates, de sus ideas e
incluso de su inocencia ante las acusaciones que pendían sobre él. Sin embargo no
sabemos lo que ha pensado Eutifrón en el momento que ha abandonado la discusión con
Sócrates. No consta que haya dicho, “me voy, tienes razón”, sino que, “no hemos
avanzada en nada”, o sea, Eutifrón no ha abandonado del todo su posición, su concepto
de piedad y de impiedad. No ha abandonado su concepto de justicia y de derecho y al no
hacerlo, uno de los dos tendría que estar muy próximo a la impiedad.
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SECCIÓN TERCERA
Y aquí estamos también ante un problema profundo de la subjetividad. ¿Qué
pensará Eutifrón de sí mismo o de Sócrates? ¿Por qué no ha dicho “volveremos a
hablar” o por qué no ha dado otra oportunidad no en el sentido que hemos hablado
antes, el del cuidado de sí, sino de un ahondamiento epistémico? Ya sabemos que los
diálogos platónicos terminan casi siempre así, con el interlocutor enfadado y que trata
de marcharse o al menos lo intenta (el Hipias Mayor, el Protágoras, el Gorgias, el
Banquete, la República…).
Pero el caso de Eutifrón parece un caso de singular importancia. Es un hijo que
presenta una queja contra su propio padre por haber muerto a un jornalero o por haber
dejado morir un jornalero. Hay que resaltar aquí que no queremos con eso quitar mérito
ni devaluar los otros diálogos. Tan solo nos interesa ver o comprender el planteamiento
de Platón una vez que la obra retrata una de las principales acusaciones que pesan sobre
Sócrates: la impiedad. ¿Qué quiso decir con la actitud de Eutifrón, con la partida de
Eutifrón?
¿Es que Sócrates, al plantearle a Eutifrón la posibilidad de la justicia cósmica en
lugar de la justicia divina defendida por Eutifrón quiere con eso decir que asume el
fracaso de la justicia metafísica? ¿O incluso su no-lugar? Y ¿cuál es el papel de Sócrates
creyente o Sócrates gnóstico en el Eutifrón?
No estaríamos en lo cierto si pensáramos eso. El inicio del diálogo muestra
claramente que la cuestión no está ahí, o mejor, que este planteamiento no tiene cabida
porque tanto Sócrates como Eutifrón han señalado claramente en su alusión a Meleto.
En 3a 6, Eutifrón manifiesta su preocupación en relación a los efectos que pueden tener
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SECCIÓN TERCERA
la acusación de Meleto contra Sócrates. Los efectos negativos contra la ciudad y por la
ciudad:
Así lo quisiera yo, Sócrates, pero me da miedo de que suceda lo contrario.
Sencillamente, creo que empieza a atacar en su mejor fundamento a la
ciudad 814 al intentar hacerte daño a ti 815.
Eutifrón no asume aquí solamente su fe en la inocencia de Sócrates sino también
el postulado de un cierto tipo de justicia; por lo menos el postulado de la justicia en la
cual Sócrates es inocente. Por lo tanto, de momento no está defendiendo que el
postulado de la justicia divina ha fallado. Tampoco en Sócrates encontraremos la
adhesión a este postulado.
Meleto no ha dicho que Sócrates fuese un ateo sino que creaba nuevos dioses y
no acreditaba en los antiguos (3b). Pero de momento a nosotros nos interesa la posición
de Eutifrón, el ángulo analítico de su preocupación en relación a la acusación contra
Sócrates.
Eutifrón coloca la ciudad en el centro de toda su preocupación: ¿qué sería de la
ciudad si las acusaciones como estas logren ganar protagonismo contra personas como
814
Cf. Duque, Raíces enfrentadas, cit., p.3. «En fin: el trasfondo del diálogo E. es la imposible salvación
de Atenas, la ciudad en el umbral, desgarrada ella también irremediablemente entre la posibilidad de un
mundo futuro bien distinto (quizá, por fortuna) al racionalmente calculado por un Platón mucho más
maduro y, por ende, más desengañado, con sus planes para erigir la ciudad ideal (presentada en Rep., y
reformulada por el Ateniense en Leyes), y otro mundo que se hunde en el pasado, en ese pasado (quizá
también él soñado) en el que al menos los sacerdotes creían que todo un pueblo creía en sus dioses y en
sus historias».
815
Cf. Eutifrón, 3a 6-10.
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SECCIÓN TERCERA
Sócrates 816? Al poner la ciudad en el centro de todas sus preocupaciones en esta primera
parte de su intervención, coloca automáticamente también en el centro al hombre que
vive en esta ciudad. Esto es, el planteamiento de Eutifrón incluye la pregunta de saber
qué tipo de hombres se están formando para la ciudad. Sabemos que su respuesta será
una respuesta teológica o mejor, él encontrará en la base de esta decadencia la falta de
piedad para con los dioses, mientras que, Sócrates dará una respuesta antropo-filosófica
y de la gnoseología jurídico-filosófica, sin por lo tanto excluir la parte divina de su
implicación 817.
Eutifrón habla de la ciudad que empieza a ser atacada en su mejor fundamento.
¿Y cuál es este mejor fundamento de la ciudad de que habla él?: la integridad, esto es, si
se ataca a las personas como tu “oh Sócrates”, si se ataca a las personas íntegras, ¿quién
estará entonces a salvo?
Eutifrón quiere recuperar o está preocupado con el ámbito que él mismo está
ayudando a descalificar. Pero él está del lado “de los buenos”, él “es el bueno” y por lo
tanto, en definitiva, su preocupación está ligada al intento de restituir la normalidad y la
legalidad perdida. Se plantea por lo tanto su postulado desde el punto de vista de que
algo tiene que, o debe de ser cuidado para evitar que la sociedad decaiga completamente
en la inmoralidad.
Pero aquí volveremos siempre a una cuestión peliaguda, una confrontación
ético-relativista. ¿Cuál es la legitimidad de la cuestión de Eutifrón y quién garantiza que
816
Cf. Duque, F. Raíces enfrentadas: Temor y sabiduría. Esbozo de una conferencia impartida y de un
artículo no escrito. p., 1. « la muerte de Sócrates, y la consecuente decadencia de la pólis que,
democráticamente, ha permitido esa ejecución, lo que despierta a Platón de su sueño de poeta trágico y
lo incita a dedicarse a la filosofía, con una clara intención política, que desde entonces no ha
abandonado a la filosofía, a saber: ¿cómo tendría que estar constituido el Estado para que cosas como
la condena legal de Sócrates resultaran radicalmente imposibles?».
817
Cf. Eutifrón, 3d2-e3.
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SECCIÓN TERCERA
su preocupación es la mejor que la ciudad necesita en este tiempo, en el tiempo de
Eutifrón? A través de su solidaridad con Sócrates, él defiende explícitamente que la
ciudad debe tener un principio, esto es, las personas que viven en la ciudad y que
quieren desempeñar una actividad para la ciudad deben tener y deben ser dotadas de
unos principios.
Pero ¿qué puede decir sobre los principios de la ciudad alguien que presenta una
denuncia contra su propio padre en favor de una persona que no es persona 818 en el
ámbito jurídico? ¿Qué puede decir sobre los principios de la ciudad alguien que al
presentar su queja sabe y tiene consciencia de que su labor es una locura para la ciudad,
es una vergüenza y un tremendo golpe para la imagen de la relación familiar que la
ciudad debe protagonizar para sus habitantes? Eutifrón no es la imagen del orgullo que
un padre puede tener de su hijo tampoco es el orgullo que un hijo puede sentir de su
padre 819. En definitiva, ¿cuál es la autoridad de Eutifrón en cuanto su posicionamiento
moral, ético y político para la ciudad?
Hemos visto en su momento que la marginalización de la divinidad también ha
ayudado en la implantación y en el despliegue del inmoralismo dentro de la ciudad.
Eutifrón es un “teólogo” o por lo menos eso parece, pero sus razones, además de
político-teológicas, también son de orden ético, su creencia en una cierta ética, en un
cierto tipo de postulado ético: el postulado de la ética como y en cuanto la expresión
ontológica de la libertad. El postulado de la ética como modo de vida comprometida con
la ciudad y con el hombre.
818
Alusión a la muerte del esclavo y no del jornalero.
819
Cf. Hécuba, 345-350 «Pues, ¿por qué debo vivir yo? Mi padre fue rey de todos los frigios. Ése fue el
principio de mi vida. Después fui creada con hermosas esperanzas como novia de reyes, ocasionando una
envidia no pequeña por mi boda: ¿de quién sería la casa y el hogar al que yo fuera a parar?».
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SECCIÓN TERCERA
Es desde este punto de vista que hay que ver ahora mismo la actitud de Eutifrón.
La existencia de uno mismo como el espacio del compromiso consigo mismo y con los
demás. Pero si decimos eso de Eutifrón, ¿en qué es que se diferencia con la de Sócrates?
¿Acaso Sócrates no defiende eso que decimos de Eutifrón?
Creemos que hay que analizar algunos matices para darse cuenta mejor de que la
posición de Eutifrón es sutilmente distinta con la de Sócrates. Claro que Sócrates
defiende el planteamiento del cuidado de sí, cuidado del otro y el cuidado de la ciudad
que encontramos en Eutifrón. Pero la posición de Sócrates se postula desde el punto de
vista de la salud, de la salud del alma y de la mente, se postula desde el punto de vista
de la acogida del hombre con su totalidad y en su totalidad. No es una posición
maniquea. No es una posición de nosotros los buenos y ellos los malos. Hemos visto
que esta posición no existe en el platonismo y al existir, estará siempre ligada a una
situación y a una cuestión de ignorancia, esto es, del mal en cuanto a un estado de
ignorancia.
El que se cuida verdaderamente de sí es alguien que no solo tiene el dominio
sobre sí mismo sino también que está apartado de la ignorancia. Pero hemos visto que
aunque la ignorancia de Eutifrón lo conduce a un “comportamiento virtuoso”, esto no
dirime en nada la situación de inicio que es justamente una situación de ignorancia. Esta
sería por lo tanto una primera diferencia entre la postura de Sócrates y la de Eutifrón. La
comprensión del otro por parte de Sócrates (con relación a Meleto) frente el fanatismo
intolerante por parte de Eutifrón. En los dos casos está la vida en juego: la vida de
Sócrates y la vida del jornalero, pese que éste ya estaba muerto, Eutifrón estaba en el
tribunal justamente para presentar una queja por abominar el proceso o la forma que ha
conducido a la muerte del jornalero.
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SECCIÓN TERCERA
Insistimos por lo tanto en la diferencia de dos modos de cuidado de sí: uno
auténtico, el de Sócrates; otro virtuoso 820, el de Eutifrón. La actitud que Sócrates está
teniendo con Meleto no es una actitud nueva, esto es, la comprensión por lo humano o
de lo humano, la búsqueda de la solución para lo humano perdido en la ignorancia y en
la falta de dominio de sí no es nueva. Es algo transversal a toda la obra platónica y así
mismo lo vemos por ejemplo en la República con Trasímaco como protagonista:
Al oírlo quedé azorado y lo contemplé con pavura; y creo que si no hubiese
sido que yo lo miré a él antes que él a mí, habría perdido el habla. Pero en el
momento en que comenzó a exasperarse por la conversación, yo había sido el
primero que lo contempló, de modo que luego me fue posible responderle, y le
dije, no sin un ligero temblor: (…) 821.
Estamos ante una actitud sana del cuidado del otro y de la mirada del otro. La
mirada que rescata y que penetra desde el planteamiento de la verdad. Sócrates no ha
comprendido apenas la posición de Trasímaco, sino que también ha ido al encuentro con
él en un tono psicopedagógico. «No seas duro con nosotros (…), has de saber que
erramos sin quererlo». Sócrates no usa una compasividad permisiva, sino
psicopedagógica y terapéutica. El sufrimiento con el otro pero desde la doble vertiente
de la verdad: la verdad de aquel que compadece del otro y la verdad del sufrimiento del
compadecido.
Es una posición tolerante, por eso mismo, de la verdadera libertad y es también
una posición de planteamiento mayeútico, que da la oportunidad al nacimiento del otro
en cuanto persona con posibilidad de ser integrada y acogida por la sociedad que
marginaliza y que “etiqueta”.
820
El intento del cuidado de sí de Eutifrón forma parte de un virtuosismo jurídico-teológico distinto del
de Sócrates, que es epistémico y vocacional. Eutifrón no está completamente convencido de lo que hace;
en cambio Sócrates sí que lo está.
821
Cf. República I, 336d5-e2.
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SECCIÓN TERCERA
La posición de tolerancia 822 se construye desde su situación de incertidumbre y
del rechazo de los absolutismos y es por lo tanto incompatible con el fanatismo de la
posición de certidumbre irreductible defendida por Eutifrón. Pero si decimos eso,
también continuamos en problemas, o mejor, abrimos otro problema. ¿Acaso la
posición de Sócrates sobre el hombre no es irreductible? Su defensa del hombre no es
irreductible? ¿No es un fanatismo?
Creemos que la cuestión no está en saber si era o no fanático, sino en saber
cuáles eran las posibilidades o salidas para una persona que se ofrece a defender con
toda profundidad la causa humana. Somos conscientes de las dificultades que supone
responder a este planteamiento una vez que también puede ser aplicado a Eutifrón y a
todos aquellos con quienes Sócrates ha dialogado sobre el hombre. Obviamente, se
partimos del principio de que también ellos están a defender la causa humana más
profunda. Pero hay un pero, que se encuentra justamente en la posición de cada uno de
los interlocutores de Sócrates y es desde ahí que hay que analizar quién estaba
realmente interesado en defender verdaderamente al hombre desde su sentido más
profundo sin ningún aprovechamiento y utilitarismos.
En el cómputo general de esta investigación ya discutimos suficientemente cómo
en definitiva para los interlocutores de Sócrates y para el pensamiento griego de modo
particular, el hombre no estaba en el centro, aunque ser hombre significaba estar en
sociedad con los otros. Pero este estar era un estar que es la antípoda de aquello que
Sócrates va defender. Desde este punto de vista, por lo tanto, no se puede comparar la
defensa del hombre por parte de Sócrates con la de sus interlocutores.
822
Ver a este respeto el estudio dirigido por Paolo Dordoni. Il dialogo socrático. Una sfida per un
pluralismo sostenible con scrito di Leonard Nelson, Gustav Heckmann y Minna Specht. Apegeo, Milano,
2009.
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SECCIÓN TERCERA
Hemos visto que Eutifrón ignora el propio objeto de su defensa. Acusa a su
padre por un delito que él no sabe explicar 823. Su padre es para él un, pero él no sabe
qué es este to anosion, ni tampoco sabe qué quiere decir su contrario. Y, aquí ya no
estamos apenas en la cuestión de las dificultades de las definiciones de los conceptos
sino del propio saber que uno cree poseer. Todos estos matices nos permiten ver que
efectivamente hay diferencias insalvables entre el planteamiento de Sócrates y el de sus
interlocutores 824.
Esta diferencia también está patente en el propio modo de planteamiento del
cuidado de sí y de los otros. La autenticidad de Sócrates choca con el virtuosismo de
Eutifrón. En Sócrates está la defensa de la ética, mientras que en Eutifrón está la
defensa de la moralidad, la defensa del aparato externo del sistema normativo y no tanto
de la persona.
Eutifrón no concibe el hombre como un puro estado de libertades, de
subjetividades, de autodeterminaciones, sino como un puro producto formal de las
divinidades, por lo tanto, de la normatividad exterior por eso no puede comprender la
pretensión socrática de una idea de justicia universal. La justicia para él es la divina, la
823
Cf. Duque, Raíces enfrentadas. cit., p.3. «no podemos ya creer en los dioses, pero los razonamientos
que empleamos para probar lo que, por otra parte y en el nivel de la calle, es ya un clamor silenciado,
esos razonamientos –digo- son puramente disolventes, sobre ellos no cabe construir nada. Son tan sólo
una obra de demolición pensante de lo que existencial y socialmente apenas si tiene ya sentido, junto con
el estupor de alguien a quien se le ha forzado a mirar en su propia vida y en sus propias convicciones:
Jen. Mem. IV 2, 39: EUTIDEMO acaba confesando lo que Eutifrón no se atreve a decir: “pienso que lo
mejor para mí será callar; pues me parece que no sé absolutamente nada».
824
Cf. Ibid, pp.3-4. « Sócrates – ser incapaz de silencio, máquina de hacer discursos que presuponen y
organizan sociedad. Por eso sabe que no sabe nada: no tiene nada dentro: es un molino de trituración.
Pero por ello mismo, y por este otro lado: Daímon: maligno, porque le hace vivir como si no viviera
(POR ESO ESTÁ SIEMPRE SOLO) – no quiere comunicar, sino decir: no es esto, no esto. no forma
sociedad: la destruye con el ácido de su palabra. Engendra solitarios (comunidad inconfesable). Griego
a medias, busca su interior (la voz de la conciencia): la palabra en que se dice la renuncia a hablar, para
siempre».
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SECCIÓN TERCERA
que él está reclamando por la muerte del jornalero, y la justicia para él es lo pío, el
cumplimiento de lo pío.
Así, la pretensión de Eutifrón de descalificar el ámbito se ve seriamente
comprometida a causa de sus limitaciones para definir y explicar sus definiciones. Ya
no son las personas que pensarán que él es loco, sino que incluso él mismo ya no
acredita incondicionalmente en su teología esto, a pesar de su fanatismo. Pero aun así, la
última palabra de Eutifrón no asume que no se ha podido cambiar los ámbitos sino que
efectivamente en relación a este asunto no se ha avanzado. En otra ocasión dice él: “en
otra ocasión volveremos a hablar de eso porque ahora tengo prisa 825”. La prisa de
Eutifrón no es otra cosa que su estado de consciencia de la imposibilidad de descalificar
el ámbito, la imposibilidad de cambiar el estado inconsistente, el momento contingente.
Así, en este apartado, hemos intentado discutir la propuesta de descalificación de
los ámbitos (en el sentido de corregir, reescribir) presentado por Eutifrón. Él quiere
superar los ámbitos pero desde un punto vista metafísico. En su planteamiento,
incompatibiliza y minimiza lo contingente, lo que hace de esta posición una posición no
dialogante, y por eso mismo, incompatible con los ideales de la ciudad y su pluralidad.
La ciudad tiene que funcionar con base en la libertad y la participación de todos. Platón
deja en el Eutifrón una crítica implícita al carácter dogmático y sectario que la ciudad
825
Ibid. p.4. « Sócrates, en Eutifrón, digámoslo de una vez, está hecho un lío. Él, el razonador, lo está
más que el pobre adivino, que Eutifrón, tan abrumado que no ve la ocasión de marcharse y lo hace
apresuradamente en cuanto puede, dejando a Sócrates literalmente con la palabra en la boca y pensando
quizá que, al cabo, no está tan mal que haya una acción pública contra ese sujeto que le deja a uno sin
convicciones. O casi. Sí, porque lo paradójico del caso “Eutifrón” estriba en que sus protagonistas
andan constantemente cruzando sus papeles por lo que respecta al contenido y a la forma. Si aceptamos,
de acuerdo con la interpretación que Hegel en su Phä hace del Edipo y la Antígona, que también aquí la
ley de la sangre, de la noche y de la familia se enfrenta (más cómica que trágicamente, a decir verdad) a
la ley de la ciudad, del día y de la ley, entonces deberemos reconocer que, al contrario de lo que ocurre
en esas tragedias, aquí los protagonistas están enfrentados, no sólo entre sí, sino que lo están dentro de
ellos mismos, en sus entrañas, al menos si utlizamos como criterio esa distinción entre la sangre y la
razón ilustrada y dialogante».
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SECCIÓN TERCERA
estaba tomando, una crítica que tiene que ver precisamente con la manera como
Sócrates ha sido acusado y condenado a la muerte. Por lo tanto, la pretensión de
Eutifrón de revisar los ámbitos, no pasa precisamente de una crítica velada contra las
reglas de saber, de la piedad y de impiedad.
4.
LA SANTIDAD ABSOLUTA Y LA PLURALIDAD DE LOS DIOSES .
En el apartado anterior hemos visto cómo la creencia de Eutifrón constituye en sí
misma o podía consistir en sí misma un problema para la ciudad, para la diversidad y la
multiplicidad de los dioses en la ciudad. Su absolutismo religioso no sólo rechazaba la
existencia de otro tipo de religiosidad, sino también de otro tipo de leyes 826 pues aunque
él mismo ha tenido que ir a un tribunal humano, civil, aun así, la ley para él era sobre
todo la ley divina y no humana.
Este cerrarse en sí mismo, este hacer de la propia posición una verdad
innegociable constituía en sí mismo una incompatibilidad para la existencia de los otros
dioses en la ciudad. La santidad absoluta que él defiende “es incompatible con la
pluralidad de los dioses” en la ciudad. Eutifrón sabe que su planteamiento es
826
Ibid., pp.4-5. « En efecto, si desde el punto de vista formal es indudablemente Sócrates el hombre de la
pólis y de la razón, que nada quiere saber de mitos, de historias, e incluso de cuanto suceda fuera de los
muros de Atenas, y menos si se trata de una mezcolanza de lo natural y de lo mitológico, el adivino se nos
muestra entregado en cambio a la noche y hasta a las tinieblas del mito, en posesión de un montón de
cosas y de historias, a cual más asombrosa, sin percatarse de que el verdadero estupor acaece cuando
uno se estrella contra los derrados escuadrones de la lógica y de la argumentación, cuando ha de
reconocer que ya no sabe ni lo que se dice y anda dándole vueltas a los argumentos sin darse cuenta de
que se repite y cae en nuevas contradicciones y defectos lógicos, a pesar de que él, Eutifrón, dice lo que
hay que decir (y lo que todavía, mutatis mutandis, diría cualquier buen sacerdote, en el fondo: que él está
para que la gente se asombre y maraville de cosas y hechos sobrehumanos, y para que ese asombro
permita la continuidad de las familias y la convivencia dentro del Estado: para permitir en suma el bien
común. Y es que el servicio que presta nuestro adivino tiene como efecto colateral –pues el primero es el
de cuidar de lo divino, aunque no sepa bien para qué- nada menos que esto, que tò hósion: sozei … toús
te idíous oikous kaì tà koinà tôn póleon (“salva las casas particulares y la comunidad de las ciudades”)
14 b, mientras que lo contrario acaba destruyéndolo todo. Así que formalmente hablando, por cargo y
vocación representa Eutifrón claramente el estamento sacerdotal: si queremos, el mundo de las
tradiciones escritas, sí, mas no en leyes, sino en historias sagradas, fantásticas, prodigiosas y llenas de
colorines».
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SECCIÓN TERCERA
incompatible con la ciudad, y sin embargo no está dispuesto a hacer marcha atrás; al
revés, invoca en su favor que las divinidades, confrontadas con problemas similares,
han tenido el mismo gesto que él.
Pues bien, digo que lo pío es lo que ahora yo hago, acusar al que comete delito
y peca, sea por homicidio, sea por robo de templos o por otra cosa de este tipo,
aunque se trate precisamente del padre, de la madre o de otro cualquiera; no
acusarle es impío. Pues observa, Sócrates qué gran prueba te voy a decir que
es así la ley. Es lo que ya he dicho también a otros que sería correcto que
sucediera así: no ceder ante el impío, quienquiera que él sea. En efecto, los
mismos hombres que creen firmemente que Zeus es el mejor y el más justo de
los dioses reconocen que encadenó a su propio padre, y que éste, a su vez,
mutiló al suyo por causa semejantes. En cambio, esos mismos se irritan contra
mí porque acuso a mi padre, que ha cometido injusticia, y de este modo se
contradicen a sí mismos respeto a los dioses y respecto a mí 827.
Es así la ley, dice Eutifrón, y añade que sus críticos se contradicen a sí mismos
respecto a los dioses y respecto a él mismo. Está sumamente convencido de estar en lo
cierto, convicción que además no va a permitir que establezca un diálogo negativo con
la ciudad una vez que para él es la ciudad la que no está en lo correcto. Para defender
que efectivamente su estado es lo correcto, afirma que lo pío es lo que él está haciendo
al acusar al que comete el delito independientemente de quien sea el que ha cometido el
delito. Desde una primera mirada apresurada podemos decir que él tiene un
planteamiento absolutamente ético porque pone la justicia por encima de cualquier otra
cosa. Pero eso sería sólo una mirada apresurada de la justicia, de lo justo según
Eutifrón.
Su principal argumento en este momento consiste en decirnos que los dioses se
ponen siempre de acuerdo en materia de la santidad de una acción. Pero todavía hay
problema: todavía no se ha definido qué es verdaderamente santo o pío, qué entiende él
827
Cf. Eutifrón, 5 d8-6 a4.
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SECCIÓN TERCERA
por pío. Hasta ahora hemos visto apenas que lo pío es lo que él está haciendo, acusar al
que comete delito y peca (5 d8 ss.). Esta es su primera definición de la piedad. Pero
también hemos visto que a partir de esta definición él infiere que los dioses se ponen
siempre de acuerdo en materia de la santidad de una acción, y eso será justamente un
problema. ¿Es verdad que los dioses se ponen de acuerdo en materia de la santidad de
una acción?
Sabemos que admite la existencia de luchas terribles entre los dioses, e “incluso
cosas aún más asombrosas”, añade él (6 b5). ¿Qué es entonces lo que está en el origen
de estas luchas y de estas cosas aún más asombrosas cuyo cuales él habla?
La pregunta que acabamos de formular es la pregunta que obligará a Eutifrón a
definir el carácter intrínseco de lo pío, lo que hace que un acto sea o no designado por
pío o impío. Este acto sobre cual afirma que merece acuerdo de todos los dioses. Lo pío
como medida de las cosas no sólo entre los dioses sino también entre los hombres es lo
que Sócrates va a pedirle que exponga.
Expónme, pues, cuál es realmente ese carácter, a fin de que, dirigiendo la vista
a él y sirviéndome de él como medida, pueda yo decir que es pío un acto de esta
clase que realices tú u otra persona, y si no es de esta clase, diga que no es
pío 828.
Sócrates está pidiendo a Eutifrón que trace una frontera, que establezca un
límite. En suma, le está pidiendo que deje los mitos aparte y que personalice o que
muestre la asequibilidad de su narración en el momento presente, y le recuerda a
Eutifrón que él apenas quiere un aclaración y no problemas sobre cómo debe ser
interpretado.
828
Cf. Eutifrón, 6 e1-6.
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SECCIÓN TERCERA
¿Acaso no es por esto, Eutifrón, por lo que yo soy acusado, porque cuando
alguien dice estas cosas de los dioses las recibo con indignación? A causa de lo
cual, según parece, alguno dirá que cometo falta. Ahora, si también estás de
acuerdo tú que conoces bien estas cosas, es necesario, según parece, que
también nosotros lo aceptemos. En efecto, ¿qué vamos a decir nosotros, los que
admitimos que no sabemos nada de estos temas? Pero dime, por el dios de la
amistad, ¿tú de verdad crees que esto ha sucedido así? 829.
«¿Tú estás seguro de que esto ha sucedido así, que esto ha pasado tal como lo
dices 830?». Sócrates apela aquí a la instancia de verificación. ¿Cómo puedo saber qué
me dices la verdad aun sabiendo que eres el gran especialista de esta materia? En su
momento hemos dicho que en ningún momento se había planteado la cuestión de saber
si Eutifrón estaba o no levantando falsos testimonios (ψευδομαρτυρεω) y efectivamente,
nada ha cuestionado esta posibilidad. Él es el único que establece diálogo en cuanto tal
con Eutifrón. Los demás lo ven simplemente como un loco, esto es, alguien con quien
no se puede o no se debe discutir. Pero la locura de que habla Eutifrón es justamente el
grado de indignación que provoca su actitud moralmente hablando en los demás.
Sócrates en cambio, no entra en este perjuicio moral, sino que le cuestiona directamente
a través de elenchos y de verificación. “¿qué es lo pío?
829
Cf. Ibid, 6a5-b4.
830
Cf. Duque, F. Raíces enfrentadas. cit., p.5. « Pues bien, desde el punto de vista del contenido, las
tornas se cambian absolutamente. Aquí es Eutifrón el “progresista”, diríamos hoy-: el hombre de la pólis
y la ley, que quiere se haga justicia con independencia de todo vínculo familiar, adelantándose así al
dictum posiblemente estoico: fiat justitia et pereat mundus, de tanto éxito en la modernidad (de
Melanchton en sus Loci communi, el primero que lo cita, a Fernando I de Austria, y en fin a Kant en
Hacia la paz perpetua). Y en cambio, Sócrates es el “conservador”, asombrado de que un hijo pretenda
presentar una querella criminal contra su propio padre, y buscando habilidosamente las vueltas, a veces
de manera claramente retórica y hasta tramposa, para volver del revés el ideal que guía a E.: realizar tò
hósion y eliminar la mancha, el miasma que infecta a su familia por el asesinato, es verdad que por
omisión, de un vecino de su propiedad en Naxos, acabe difamando al entero oikòs. Volverlo, digo, del
revés para que la acción de E. acabe apareciendo a sus propios ojos como justamente lo contrario de lo
que él creía al principio: como algo anósion, como un crimen contra el padre. Por eso no es extraño que
el buen E. se extrañe de que S. tome abiertamente partido por la familia, y deje entrever que también el
tribunal lo hará».
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SECCIÓN TERCERA
Eutifrón contesta de forma categórica con la expresión “he dicho la verdad,
Sócrates” (6 d4), y después da una segunda definición de lo pío.
Es, ciertamente, pío lo que agrada a los dioses, y lo que no les agrada es
impío 831.
Ya tenemos una definición de lo pío. Lo pío ya no es apenas “esto que estoy
haciendo” como había dicho en el 5 d. Ahora lo pío es “lo que agrada a los dioses”. Pero
esta definición también coloca problema de cara al absolutismo de lo santo, de lo pío, lo
que quiere decir que todavía seguimos con problemas, y el problema es todavía mayor
cuando pensamos que ni siquiera hemos encontrado aún las razones que hacen que de
un lado los dioses entren en disputa entre sí, formen partidos y tengan entre ellos
enemistades (7 b2 ss.) y del otro lado, los hombres disputen entre sí o con los dioses.
Por lo tanto, hay que saberlo o por lo menos hay que preguntarse.
¿Sobre qué asuntos produce enemistad e irritación la disputa? Examinémoslo.
¿Acaso si tú y yo disputamos acerca de cuál de dos números es mayor, la
discusión sobre esto nos hace a nosotros enemigos y nos irrita uno contra otro,
o bien recurriendo al cálculo nos pondríamos rápidamente de acuerdo832 sobre
estos asuntos? 833.
831
Cf. Eutifrón, 6e9-7 a.
832
Cf. Cavell, Stanley. Reivindicaciones de la razón. Wittgenstein, escepticismo, moralidad y tragedia.
Tra. Diego Ribes Nicolás. Editorial Síntesis, Madrid, 2003. pp., 343-4. « ¿Qué hemos de aprender del
hecho de que los argumentos morales difieren de esta forma de los argumentos de la ciencia y las
matemáticas? Pienso que muchos moralistas, quizá la mayoría –ciertamente la mayoría de aquellos que
se han comprometido con el empirismo y consideran que la lógica y las ciencias físicas les proporcionan
sus imágenes de racionalidad- han aprendido la lección de que esta diferencia consiste en que los
argumentos morales a menudo, tal vez normalmente, no son susceptibles de ser dirimidos racionalmente.
Pero semejante sugerencia descansa sobre dos supuestos que la racionalidad de un argumento depende
de que conduzca desde premisas que todas las partes aceptan, mediante pasos que todos pueden seguir, a
un acuerdo sobre una conclusión que han de aceptar todos. El segundo es que la meta de un argumento
moral consiste en el acuerdo sobre alguna conclusión, en particular, sobre una conclusión concerniente a
lo que debería hacerse».
833
Cf. El Eutifrón, 7 e-e6.
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SECCIÓN TERCERA
¿Qué implicación tiene efectivamente la cuestión de la santidad absoluta para la
ciudad y para los dioses? Como hemos señalado, la santidad absoluta no da lugar a duda
sino más bien a la certeza y por lo tanto, a la intolerancia con los que no son santos o
que no practican acciones que llevan o conducen a la santidad. Es por ejemplo lo que ha
pasado al padre de Eutifrón: su actuación está fuera del marco de la santidad necesaria
para la ciudad en cuanto espacio público y fuera del marco individual, en cuanto lugar
de nacimiento de la ética pública.
Parece por lo tanto que el planteamiento de Eutifrón no es sólo un planteamiento
que se encierra en sí sino también que “este en sí” es un “en sí” irreductible en su
aspecto teológico-moral. Vimos que es un planteamiento que puede llegar a contribuir a
un estado de intolerancia moral e ideológico dentro de la ciudad a partir del momento en
que los ciudadanos buenos pueden pasar a ser solamente los que son religiosos o los que
respetan la piedad, los que son piadosos. Pero también hemos visto que en la óptica de
Eutifrón, el actuar religioso es inseparable de la ortodoxia política. El culto es un
elemento del Estado, es una obligación estatal.
Hay por lo tanto que tener todo eso en cuenta a la hora de analizar la pregunta
formulada por Sócrates a Eutifrón. “¿Sobre qué asuntos produce enemistad e irritación
la disputa?». Pero también hay que preguntarse si son los asuntos los que producen la
enemistad e irritaciones o si al revés, son la enemistad i irritaciones los fundamentos de
estos mismos asuntos. ¿Es la piedad o es lo piadoso en cuanto acto lo que provoca la
enemistad e irritación? Ya sabemos que en la contra argumentación de Sócrates él hace
ver a Eutifrón que los asuntos de piedad son complicados de definir (7 b1-4) una vez
que los propios dioses también entran en disputa entre sí, tienen partidos y pueden ser
ellos mismos corruptos. Por lo tanto, Eutifrón no lo tiene difícil solamente para explicar
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SECCIÓN TERCERA
qué es lo piadoso sino también por qué los dioses tienen partido, entran en disputas y
pueden ser corrompidos por los mortales. Los planteamientos de Sócrates son
planteamientos compartidos por muchos de su tiempo.
En la República (362 b ss.), Adiamanto hace una defensa vigorosa y extensa de
la preferencia de ser injusto en lugar de ser justo partiendo justamente de la idea de que
los dioses no son de fiar (ya hemos visto que Eurípides también comparte esta opinión
en Helena) porque ellos mismos son injustos y son corruptibles con las oraciones y las
ofertas de los hombres injustos, y da este a su argumentación una historicidad eficiente
citando entre otros a Homero, Hesíodo y Esquilo, intentando demostrar que incluso
éstos en su defensa por la justicia y por los dioses no han conseguido probar que es más
conveniente ser justo que injusto en lo que se refiere a los dioses.
Hemos planteado la cuestión de saber si es lo pío aquello que hace que los dioses
por un lado y los hombres del otro entren en disputa y en enemistad, o si es más bien la
interpretación del acto piadoso lo que provoca todas estas divergencias. Pero en su
búsqueda de la respuesta, Sócrates va más lejos y plantea a Eutifrón tres atributos y sus
contrarios: habla de lo justo y lo injusto, de lo bello y lo feo, de lo bueno y lo malo
(Eutif 7 d1-2). Eutifrón admite que este es el punto de disputa y de discordia y es
también el punto de disputa entre los dioses porque las mismas cosas son amadas por
unos y odiadas por otros y por lo tanto, las mismas cosas serían pías e impías (8 a ss.) lo
que deja todavía más difícil la probable definición de lo pio y de lo impío. Sócrates
muestra con este argumento que incluso en la concepción de la piedad de Eutifrón, está
inherente un acto de impiedad.
- Luego no respondiste a lo que yo te preguntaba, mi buen amigo; en efecto, yo
no preguntaba qué es lo que, al mismo tiempo, es pío e impío. Según parece, lo
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que es agradable a los dioses es también odioso para los dioses. De esta
manera, Eutifrón, si llevas a cabo lo que ahora vas a hacer intentado castigar a
tu padre, no es nada extraño que hagas algo agradable para Zeus, pero odioso
para Crono y Urano, agradable para Hefesto, y odioso para Hera, y si algún
otro dios difiere de otro sobre este punto también éste estará en la misma
situación 834.
Eutifrón no tiene por lo tanto ninguna garantía de que su acto de piedad no sea
un acto injusto ya no solamente de cara a los hombres, sus conciudadanos, sino también
de cara a los dioses a quienes él quiere prestar servicio con su acto de rebeldía y de
piedad. Aquí, con ayuda de la República, podemos formular otra pregunta en relación a
la actitud de Eutifrón. ¿Es la piedad o es la tradición la que mueve a Eutifrón en su
lucha por piedad? La República, a partir de los argumentos de Adimanto, nos ofrece de
momento otra salida que no está contemplada en el Eutifrón; desde la perspectiva de la
República, la educación y la tradición se presentan como ejes que mueven el actuar de
Eutifrón.
Los padres dicen y exhortan a sus hijos cuán necesario es ser justo –y todos
quienes velan por alguien-, aunque no es por sí misma que alaban la justicia,
sino por la buena reputación que de ella se deriva, con el fin de que, al parecer
que se es justo, se obtengan cargos, casamientos convenientes y todo lo que
Glaucón acaba de describir, cosas que corresponden al justo por su buena
reputación. Y en cuestión de fama, van más lejos en sus argumentaciones.
Afirman, en efecto, que, al gozar de buena reputación ante los dioses, cuentan
con los abundantes bienes que, según dicen, los dioses confieren a los que los
reverencian. Así el noble Hesíodo habla como Homero 835.
Se plantea por lo tanto la cuestión de discutir si efectivamente la actitud de
Eutifrón a la luz de esta interpretación de la República puede seguir siendo considerada
una actitud óntica. «Los padres dicen y exhortan a sus hijos cuán necesario es ser justo –
y todos quienes velan por alguien-, aunque no es por sí misma que alaban la justicia,
834
Cf. Eutifrón 8 a11-b6.
835
Cf. República II, 362 e5-363 a11.
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sino por la buena reputación que de ella se deriva». La interpretación de Adimanto
muestra que a nadie le interesa la justicia en sí, sino los efectos que uno puede ganar de
ella, los privilegios y ventajas que uno puede ganar al parecerse justo.
Ahora bien, nuestro análisis aquí está sobre todo dedicado a interpretar la actitud
de Eutifrón en relación al cuidado de sí, y de acuerdo con la opinión de Adimanto no
estaría vinculado a un acto de cuidado de sí sino más bien a una lógica tradicional
pervertida, una vez que la preocupación no es para con lo justo sino con el efecto de la
apariencia de lo justo. Adimanto muestra que incluso entre los clásicos que en su
momento han defendido la primacía de lo justo, nadie de ellos se ha interesado
verdaderamente por lo justo en cuanto atributo ético, sino por lo justo en cuanto
fenómeno de privilegio social. La relación entre la justicia y la divinidad que aparecen
en Homero (Od. XIX 1909-113) y en Hesíodo (Los trabajos y los días 232-234) no
constituyen razones suficientes para que uno crea efectivamente que a los dioses les
interesan los hombres justos o que a los hombres les interesa ser genuinamente justos.
Desde esta perspectiva encontramos que el problema de la piedad y de la
impiedad no está solamente en la cuestión de la dificultad de Eutifrón en definir la
impiedad, sino que está sobre todo en la relación entre lo pío y lo justo no a partir de un
punto de vista formal-normativo, sino desde el sentido genuino ético de envolvimiento
de uno mismo en cuanto elemento proporcionador de la subjetividad en la ciudad y de la
creación del espacio de la verdad en la misma.
En esta línea de reflexión, el problema no es solamente con Eutifrón sino
también con su padre. A la luz de la interpretación de Adimanto sobre la justicia, ¿cómo
interpretaríamos no solamente la actitud de Eutifrón sino también la del propio padre, el
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castigo que ha infligido al jornalero? Del lado del padre el actuar se inscribe en el
ámbito normativo-jurídico, en Eutifrón lo actuar se inscribe en el ámbito normativo
jurídico-teológico. En ninguno de los dos casos hay una preocupación óntica. Eutifrón
falla por lo tanto su intento de descalificar los ámbitos a través de su rebeldía no
solamente contra su padre, sino también contra las instituciones.
En su momento, en el inicio de esta reflexión admitimos de propósito
(juntamente con Sócrates y con él propio Eutifrón) que Eutifrón tenía una actitud óntica
(en el sentido de la verdad con relación a la cosa, la verdad con relación a su actuación)
de cara al problema que iba a presentar en el tribunal. Hemos visto justamente el elogio
que Sócrates hace a éste por su valentía en presentar una queja contra su propio padre.
Pero el texto ha ido creciendo y los argumentos de Eutifrón han ido disminuyendo, y la
disminución de los argumentos de Eutifrón ha ido también aumentando las dificultades
sobre la cuestión del cuidado de sí en su sentido óntico-socrático.
El virtuosismo de Eutifrón se opone al cuidado de sí, porque su virtud es
comparada o puede ser comparada a una borrachera eterna, una borrachera igual a
aquella que experimentan los santos, aquellos que creen en los dioses, aquellos que no
se dan cuenta de que la propia creencia es creada por los dioses para mantenerlos
cautivos a través de la borrachera virtuosa (Rep 363 d ss.)
No obstante, lo que pasa con Eutifrón no se trata de que él esté siendo engañado
por su creencia, sino por la propia tradición. Son los mecanismos tradicionales los que
encierran la mayor parte de su desarrollo subjetivo. Él apenas se preocupa en ponerlos
en marcha y no en analizarlos o cuestionarlos. No se preocupa en analizar a sí mismo o
en cuestionar a sí mismo. Culpa implícitamente a su padre de ser intemperante e injusto,
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pero él mismo es un intemperante, su actitud es una intemperancia incluso cuando es
analizada ya fuera del marco de la moralidad sofística.
Sin embargo, la acción intemperante de Eutifrón está relacionada con su primera
convicción sobre el estatuto de la impiedad. La defensa de lo pío, el amor por lo pío es
desproporcional con el dominio de sí mismo que él necesitaba. Eutifrón como cualquier
persona tiene derecho a indignarse ante una muerte, un asesinato. Pero no era la muerte
del jornalero lo que le indigna; más bien él estaba preocupado en saber cómo funciona
el proceso de la muerte injusta de cara a la divinidad, de cara a la piedad, por lo tanto,
de cara a la defensa pública de un acto justo o injusto. Esto es, su acción es justamente
aquella que Adimanto nos dice que es la que mueve el concepto de justicia en la ciudad
o entre los hombres.
La defensa de la piedad por parte de Eutifrón también coloca otro problema de
cara a la disminución de la responsabilidad. Eutifrón no acusa al jornalero por haber
muerto al esclavo propiedad de su padre, muerto en los terrenos de éste; sin embargo,
acusa a su padre de haber dejado morir al jornalero. Esta actuación pone de manifiesto
no solamente que hay dos vidas distintas, sino que también una de ellas merece ser
protegida y la otra no, lo que también fragiliza la propia defensa que él quiere hacer de
la piedad, a menos que la muerte del esclavo aparezca simplemente como una vida
marginal, vida sacrificable, sujeta justamente al sacrificio, sea por la demanda de los
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dioses, sea por los caprichos de los dueños (dueños del esclavo sacrificable) 836. Pero al
ser así, Eutifrón no tendría ningún motivo para presentar queja contra su padre, y al no
ser así, tampoco su queja podría dar pie a la luz de la justificación de la impiedad,
porque como hemos visto, los motivos de la disputa entre los hombres y entre los dioses
son siempre provocados por lo justo y lo injusto, lo bello y lo feo y lo bueno y lo malo;
la muerte, cualquiera que sea, se inscribe en este marco de lo injusto, de lo feo y de lo
malo. En la acusación de Eutifrón hay una mentira, un ocultamiento. El ocultamiento de
la vida del esclavo, el asesinato del esclavo, y como sabemos en la República (383 e910), lo propio de Dios y lo divino es en todo sentido ajeno a la mentira.
Así, la santidad de Eutifrón no ignora solamente la existencia de una posibilidad
de pluralidad de los dioses dentro de la ciudad, sino que también transforma un
problema familiar en un problema de la ciudad. La vida sacrificable deja de ser un
capricho de los dueños y pasa a ser algo que interesa la ciudad en cuanto elemento
normativo no solamente del espacio común sino también en cuanto a espacio común
que extiende su influencia dentro de lo privado a través de la presencia del poder.
Para concluir este apartado, diremos que el carácter innegociable de las
creencias de Eutifrón constituye una incompatibilidad en lo que dice respeto a otros
planteamientos religiosos y políticos en la ciudad, una vez que su santidad absoluta se
vuelve cerrada de cara no solamente a otros dioses de la ciudad, sino también a otras
prácticas consuetudinarias, por ejemplo, no tener en cuenta la actitud de su padre no
836
Señalar que el propio Eutifrón se indigna cuando Sócrates le pregunta si lo muerto que está en el
origen de la queja contra su padre era su familiar (4 b5 ss); Duque, F. Raíces enfrentadas. cit., 5. «Eu.: Es
ridículo (Geloîon), Sócrates, que creas que existe alguna diferencia entre que el muerto sea un extraño o
pariente, y en cambio no te parezca necesario observar solamente esto: si cuando mataba lo hacía
(ktéinas) con justicia (en díkhi) o si no; y, si lo hacía con justicia, entonces dejarlo pasar, pero si no [4 c]
hay que entablarle un juicio aun cuando el asesino sea tu huésped y coma en tu propia mesa (synéstios).
Porque la mancha MÍASMA (la impureza, el crimen) será la misma si, sabiendo de su crimen, convives
(syneidôs) con un hombre tal y no te purificas a ti mismo y también a aquel entablándole un juicio.”.
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solamente con relación a las prácticas de culto, sino también con relación a las leyes de
la ciudad.
Pero para él, son sus críticos quienes no están en lo cierto una vez que lo que él
está haciendo, esto es, el hecho de acusar a su padre, no debería extrañar a sus críticos,
ya que también el dios (Zeus) en su momento, no ha dudado en castigar a su propio
padre. Por lo tanto, él, al imitar a los dioses acusando a su propio padre, está con eso
practicando lo pío. No obstante, Sócrates insistirá que la manera piadosa del hablar es
un accidente y no una esencia, de modo que va a pedirle a Eutifrón qué tiene que ver
con la esencia de lo pío. En el intento de definir la piedad, descubre que ni siquiera hay
garantía por parte de los dioses de que su acto sea visto como piadoso ya que para unos
su actitud puede ser pía, pero no lo será para otros.
5.
“EL CONFLICTO ENTRE LA CIUDAD Y LA FAMILIA”
Hemos terminado el ítem anterior cuestionando la posibilidad de la impiedad
originaria en el acto de Eutifrón, así como cuestionando su silencio en relación a la
muerte del esclavo. Cabe ahora retomar eso un poco, pero solamente a la luz de la
aclaración en el marco de la contextualización histórico-cultural.
Al comienzo del libro III de la República (386 a ss.), Sócrates retoma algo que
ya hemos mencionado en esta investigación citando a Jaeger. Sócrates pone en el mismo
rango el respeto por los dioses y el respeto por los padres, y establece con quiénes se
debe tener la amistad y con quiénes no.
-En lo tocante a los dioses –proseguí -, me parece que esta índole de cosas es la
que debemos permitir o prohibir que, ya desde niños, oigan quienes hayan de
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honrar a los dioses y a sus propios padres, así como quienes no hayan a tener
en poco la amistad entre sí 837.
Esto no confirma solamente lo que decíamos sobre el condicionamiento de la
tradición en la formación de la subjetividad, sino que también confirma las críticas de
Adimanto en materia de justicia y de la divinidad, así como también condiciona el trato
con los otros. Desde esta perspectiva, se puede también leer la defensa de la vida del
jornalero por Eutifrón, y no de la vida del esclavo. Su ética normativa y conservadora
no le permite establecer el trato a este nivel. La vida del esclavo es insalvable no
solamente desde el punto de vista de la moral tradicional, sino también desde el punto
de vista de la creencia personal de Eutifrón. El propio Eutifrón sigue ligado a la
tradición a la que supuestamente intenta llevar a juicio al presentar queja contra su
padre.
Y cabe por lo tanto aquí analizar cuál sería la intención de Platón al enfrentar la
vida privada y la vida pública a través de la queja formulada por Eutifrón contra su
padre en un tribunal. ¿Se tratará todavía del intento filosófico de cambiar los ámbitos o
existe un mensaje político subyacente?
Como señala Arlene W. Saxonhouse 838, el momento de tensión en la vida
política se da siempre cuando hay un enfrentamiento entre lo universal y lo privado. Lo
837
Cf. Ibid, III, 386 a-5
838
Cf. Saxonhouse, Arlene, W. The philosophy of the particular and the universality of the city Socrates'
Education of Euthyphro. Political theory, Vol. 16N o. 2, May 1988, 281-299. 1988 Sage Publications,
p.281.
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universal 839 exige como principio de su funcionamiento la imparcialidad entre sus
miembros, mientras que lo particular está más ligado a la conservación y a la unión de
sus miembros, estén ellos en lo cierto o no. Esta formulación no correspondería
exactamente a las pretensiones de Eutifrón. Conviene recordar aquí que él no acepta la
idea de una justicia universal invocada por Sócrates, no admite la supremacía de la
justicia sobre los derechos y eso da al diálogo un carácter atípico, una casi
“inconciliabilidad” con los ideales de la ciudad.
Pero este carácter atípico no es el único en este diálogo porque al parecer Platón
retoma una vieja preocupación socrática, un viejo conflicto ético-práctico: el filósofo y
la familia 840, el interés y el deseo de cuidar de la ciudad y su consecuente implicación
en la vida familiar. Es una preocupación muy recurrente en la discusión ético-política de
Platón. Aquí en el Eutifrón la reacción sale de la casa hacia la ciudad, pero en el Laques
por ejemplo pasará al revés, Laques intentará equilibrar el olvido que la ciudad ha
provocado en su hogar, “nuestros padres han cuidado de las cosas de los otros (públicas)
pero se han olvidado de nosotros”. Los múltiples ejemplos sobre el conflicto familiaciudad, muestran cómo efectivamente la idea de la ciudad era importante para Platón.
No obstante, hay que ver en cada ejemplo de qué tipo de ciudad se habla y el papel del
839
Cf. Ibid, p.282. «We find in this dialogue (as well as in the Apology to which I shall refer briefly at the
end of this article) a Socrates to introduce into political life the sort of care present in the family;
however, such care for the particular does com
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