22 NEGOCIOS CULTURAL INTERNACIONALES ROBERT HUGHES y las cosas que no sabía Por Liliana Checa P robablemente el crítico de arte más renombrado, prestigioso, controvertido e irreverente del siglo XX sea el australiano Robert Hughes. Nacido en 1938 de una familia de ascendencia irlandesa católica, con una formación en arquitectura en Sydney, Hughes incursiona en el mundo de la crítica de arte involuntariamente, cuando de caricaturista de El Observador, una revista quincenal de opinión política, pasa repentina e inesperadamente a reemplazar al recientemente despedido crítico de arte de la publicación. Hughes es autor de una novela sobre la colonización de Australia, La Costa Fatal (1987), y de dos de los libros más trascendentes en materia artística: A toda crítica (1990) y El choque de lo nuevo (1981), entre otros libros. Este último nació a partir de un programa de televisión que preparó para la BBC y por el que, a lo largo de tres años, recorrió lugares remotos y distantes para narrarnos su percepción del arte de nuestro tiempo. Después de haber vivido largos años entre Londres e Italia central, Hughes se instala en Nueva York en 1970 y se convierte en el crítico de arte de la revista Time. Luego de jubilarse no ha sido menos prolífico, publicando Barcelona (2003), donde combina historia, crítica de arte y arquitectura, matizadas con su opinión del pueblo catalán, y Goya (2006), libro que recoge no solo la vida atormentada del gran artista español, sino una visión objetiva y realista de la convulsionada España de fines del siglo XVIII y principios del XIX. Hughes acaba de publicar recientemente su autobiografía, Las cosas que yo no sabía (2006), un recuento de su vida y de su percepción de la realidad, matizado por las impresiones y huellas profundas que ciertos artistas han dejado en él. El libro comienza con el relato conmovedor de un accidente de auto en Australia del que sobrevive milagrosamente, para cambiar su apreciación de la vida y llegar a la triste conclusión, después de un burocrático juicio, de que, en Australia, se penaliza el éxito. A través de los recuerdos de su padre, héroe de la Primera Guerra Mundial, percibimos su rechazo a la violencia y el modo como las guerras acaban por marcar a las personas que participan en ellas. Hughes relata con maestría su apreciación del arte, para finalmente convertirse en un crítico que crece emocionalmente en la medida en que se va nutriendo de distintas experiencias artísticas. Su partida de Australia, necesaria para su desarrollo espiritual y profesional, lo lleva a Londres, donde se desempeña como corresponsal y crítico, para luego viajar a Italia en busca de sí mismo. Coincidentemente, se instala en Porto Ercole, península al norte de Roma, lugar en el que en 1610 había muerto uno de los más grandes pintores de todos los tiempos, Caravaggio, huyendo de sus poderosos enemigos, sin haber logrado su objetivo de volver a Roma, de la que había sido desterrado en 1606. A través de sus recorridos por la Italia central (San Gimignano, Siena, Arezzo), Hughes expresa los sentimientos que suscitan en él los maestros del gótico tardío y del Renacimiento temprano, como Giovanni Pisano, Duccio di Buonasegna y Piero Della Francesca. En Madrid, Velázquez y Goya lo marcarán para siempre, del mismo modo que otros artistas cuya visión queda para siempre enriquecida a través de sus palabras. Quizás el capítulo más conmovedor del libro es el que dedica a Florencia. En él manifiesta su admiración por los artistas que consolidaron el renacer del arte: Brunelleschi, Donatello, Miguel Ángel y Leonardo; además de hacer una crónica su viaje, enriquecida por su experiencia de vida y su conocimiento profundo de la historia y las vivencias personales de los artistas que cita. El libro finaliza con su último viaje a Italia antes de partir hacia Nueva York para asumir su nuevo cargo en Time, el mismo que mantendría por tres décadas y cuyas experiencias aún le quedan por contar en la segunda y prometida parte de sus memorias.