AL PROFESOR OSCAR MATEO DE ACOSTA EN EL ANIVERSARIO

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AL PROFESOR OSCAR MATEO DE ACOSTA EN EL ANIVERSARIO DE SU MUERTE
Querido Profe:
Hace un año que, con tristeza conducíamos sus restos mortales a la última morada. Nos
acompañaban los sentimientos propios de la situación, que transitan de la admiración al dolor; de la
reflexión al vacío. No era fácil imaginar el Instituto Nacional de Endocrinología sin su presencia; era más
difícil aceptar su pérdida.
Todos los que nos formamos bajo su gran capacidad de dirección, reconocimos en ud. los
valores del revolucionario que, procedente de la pequeña burguesía y con un codiciado certificado de la
clínica Joslin en el expediente, al tomar partido en 1959, votó por su pueblo y la revolución. Fue uno de
los pocos médicos que se quedó, fue fundador del Partido y en sus filas murió. También reconocimos en
Ud. la firmeza de sus convicciones, a veces defendidas con cierta cómica arrogancia, como cuando en
los años setenta seguía “de cuello y corbata” para, de forma poco Makarenka enseñar que igualdad no
tiene nada que ver con igualitarismo”.
Admiramos en Ud. su capacidad científica, docente y administrativa que obliga a que pase a los
anales de la historia como el padre de la Escuela de la Endocrinología en Cuba. ¿Cómo no respetar al
que –sin el miedo de los mediocres a que le hagan sombra- promovió el desarrollo de sus discípulos,
supo elegir cuál y dónde se preparaba en uno u otro campo? Pero siempre dejando bien claro que los
hombros no pueden ir por encima de la cabeza. ¿Quién como ud. para promover contradicciones
científicas entre sus médicos básicos y clínicos con el único fin de incitar al desarrollo? ¿Quién no le
escuchó repetir, una y otra vez, que el avance de la ciencia no radica en la tecnología, sino en el hombre
que la crea y utiliza. Así, con esa maestría que le caracterizaba, llevó nuestra institución a lugares
cimeros, cuando los institutos de investigación constituían las instituciones vanguardias del desarrollo
científico en el país.
Respetamos al jefe y compañero enérgico, exigente (¿autocrático? Sí, también) que no
escatimaba momentos para exigirnos el constante crecimiento profesional y reprocharnos la chapucería,
casi siempre con razón, pero con métodos tan poco aceptables como tirones de puerta y “palabrotas”,
que le criticábamos. Cuando UD. tendía la mano para ayudarnos a avanzar, siempre cuidaba de no
llegar a tomar la nuestra, exigía que nos empináremos. Pocas veces reconocía nuestros avances con
palabras; había que descubrirlo en la chispa de su mirada y corroborarlo en la entrega que nos hacía de
nuevos retos.
Y llegado a este punto, no faltará quiénes critiquen esta forma no tradicional de escribir sobre
una figura de mérito. Pero es que nosotros no estamos escribiendo sobre UD. profe, le estamos
escribiendo a UD. conscientes de que la muerte duele más que por la ausencia, por las cosas que quizá,
quedaron sin decir. No faltarán tribunas para dedicarle minutos de silencio, reflexionar sobre los rasgos
destacados de su vida y los reconocimientos por ellos recibidos. No harán falta muchos años para que
las generaciones venideras comiencen a idealizarlo.
Nosotras, las generaciones que tuvimos el privilegio de formarnos bajo su guía, lo queremos
respetar y recordar en toda la magnitud del hombre que UD. fue. Lo queremos a nuestro lado y por eso
seguimos escuchando los tirones de puerta ante lo mal hecho. Frases de Ingenieros, por UD. tan
repetidas como “El que aspira a parecer renuncia a ser”, “Si quieres ser águila vuela alto y mira lejos” y
otras tan suyas como “toquen, palpen, no olviden la clínica” y “bueno, hazlo como tú dices, pero procura
no equivocarte” van dentro de nosotros. Cuando se lee un resultado en el campo de la endocrinología en
Cuba, seguimos viendo con alegría el chispear de su mirada. Se hace realidad la frase de Martí, nuestro
héroe nacional por excelencia – “la muerte no es verdad cuando se ha cumplido bien la obra de la vida”.
GRACIAS PROFESOR por sus valores humanos, gracias por sus enseñanzas. Reciba a un año
de su muerte, nuestro compromiso de luchar, día a día, porque la huella de su obra sea una marca
indeleble en nuestra institución.
Los hombres y mujeres que durante más de 40 años Ud. formó.
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