DECLARACIONES SACADAS DE SU CONTEXTO “Nunca debe enseñarse a los que aceptan al Salvador, aunque sean sinceros en su conversión, a decir o sentir que están salvados” Una mirada más de cerca de las advertencias de Elena G. de White respecto al tema, muestra que, en el contexto, no está hablando contra la certeza de un creyente en cuanto a su relación presente con Dios. Advierte contra la presunción de la enseñanza de eterna seguridad “una vez salvo, siempre salvo” –aquellos que dicen “soy salvo” mientras continúan transgrediendo la ley de Dios. A continuación aparece la declaración completa: “La caída de Pedro no fue instantánea, sino gradual. La confianza propia lo indujo a creer que estaba salvado, y dio paso tras paso en el camino descendente hasta que pudo negar a su Maestro. Nunca podemos con seguridad poner la confianza en el yo, ni tampoco, estando, como nos hallamos, fuera del cielo, hemos de sentir que nos encontramos seguros contra la tentación. Nunca debe enseñarse a los que aceptan al Salvador, aunque sean sinceros en su conversión, a decir o sentir que están salvados. Eso es engañoso. Debe enseñarse a todos a acariciar la esperanza y la fe; pero aun cuando nos entregamos a Cristo y sabemos que él nos acepta, no estamos fuera del alcance de la tentación. La Palabra de Dios declara: ‘Muchos serán limpios, y emblanquecidos, y purificados’ (Dan 12:10). Sólo el que soporte la prueba, ‘recibirá la corona de vida’ (Santiago 1:12)” (Palabras de vida del gran Maestro, pp. 119, 120, énfasis añadido). La siguiente declaración es una evidencia de que Elena G. de White comprendía la base apropiada para la verdadera seguridad del cristiano. Ésta fue hecha antes de la sesión de la Asociación General: “Cada uno debe conocer por sí mismo que tiene un Salvador viviente, que Él es su ayudador y su Dios. No necesita preguntarse ‘¿soy salvo’. ¿Cree en Cristo como su Salvador personal? Si es así, entonces regocíjese” (General Conference Bulletin [Boletín de la Asociación General], 10 de abril, 1901). Elena G. de White escribió a una mujer que luchaba con sus dudas: “El mensaje que Dios me dio para usted es ‘al que a mí viene, no lo echo fuera’ (Juan 6:37). No tiene nada más que suplicar al Señor sino esta promesa de su Señor y Salvador; tiene la seguridad de que nunca, nunca será rechazada. Puede parecerle que está dependiendo de una sola promesa, pero aprópiese de ella, y le abrirá los tesoros completos de las riquezas de la gracia de Cristo. Tómese de esta promesa y estará a salvo. ‘Al que a mí viene, no lo echo fuera’. Presente esta garantía a Jesús, y estará tan segura como si estuviera dentro de la ciudad de Dios” (Manuscript Releases [Manuscritos liberados], vol. 10, p. 175). “Dije que no pretendía ser profetisa” ¿Por qué cree la iglesia Adventista del Séptimo Día que Elena G. de White recibió el don de profecía cuando ella dice que no pretendía ser una profetisa? El mal uso que se hace a menudo de esta declaración de Elena G. de White es una ilustración de la importancia de tomar el contexto en forma apropiada. A continuación, en las propias palabras de Elena G. de White, está lo que ella quiso y no quiso decir con su declaración: “Algunos han tropezado en el hecho de que dije que no pretendía ser profetisa y han preguntado: ¿Por qué? “No he tenido otra pretensión sino la de que se me ha indicado que soy la mensajera del Señor; que él me llamó en mi juventud para ser su mensajera, para recibir su palabra y dar un mensaje claro y decidido en el nombre del Señor Jesús. “En mi temprana juventud se me preguntó varias veces: ¿Es Ud. profetisa? Siempre he respondido: Soy la mensajera del Señor. Sé que muchos me han llamado profetisa, pero no he pretendido ese título. Mi Salvador me declaró que era su mensajera "Tu obra -me indicó- es llevar mi palabra. Surgirán cosas extrañas, y en tu juventud te consagro para que lleves el mensaje a los errantes, para que lleves la palabra ante los incrédulos y, por la pluma y de viva voz, reproches al mundo las acciones que no son correctas. Exhorta usando la Palabra. Haré que mi Palabra te sea manifiesta. No será como un idioma extraño. En la verdadera elocuencia de la sencillez, con la voz y por la pluma, los mensajes que te doy se oirán de parte de alguien que nunca ha aprendido en las escuelas. Mi Espíritu y mi poder estarán contigo… “¿Por qué no he pretendido ser profetisa? Porque en estos días muchos que osadamente pretenden ser profetas son un baldón para la causa de Cristo, y porque mi obra incluye mucho más de lo que significa la palabra "profeta"… “Nunca he pretendido ser profetisa. Si otros me llaman así, no les discuto. Pero mi obra ha abarcado tantos aspectos, que no puedo llamarme sino mensajera, enviada para dar un mensaje del Señor a su pueblo y para ocuparme de cualquier actividad que él me señale. “La última vez que estuve en Battle Creek, dije delante de una gran congregación que no pretendía ser profetisa. Dos veces me referí a este asunto, con el propósito de hacer cada vez esta declaración: ‘No pretendo ser profetisa’. Si digo algo diferente a esto, entiendan todos ahora que lo que quería decir era que no pretendo el título de profeta o profetisa” (Review and Herald, 26 de julio, 1906, reimpreso en Mensajes selectos, vol. 1, pp. 36-39). “Durante el discurso dije que no pretendía ser profetisa. Algunos se sorprendieron ante esta declaración, y como mucho se está diciendo acerca de esto, daré una explicación. Otros me han llamado profetisa, pero nunca pretendí ese título. No he sentido que era mi deber designarme así. Los que osadamente pretenden que son profetas en éste nuestro día, son con frecuencia un baldón para la causa de Cristo. “Mi obra incluye mucho más de lo que significa ese nombre. Me considero a mí misma como una mensajera, a quien el Señor le ha confiado mensajes para su pueblo” (Carta 55, 1905; citado en Mensajes selectos, vol. 1, p. 40).