COLEGIO VIRGEN DE ATOCHA PP. DOMINICOS MADRID AV. CIUDAD DE BARCELONA, 1 28007 MADRID TELF. 91 552 48 04 FAX 91 552 96 43 http:// www.cvatocha.com ORIENTACIÓN ORIENTACIONES PARA RELACIONARSE CON LOS COMPAÑEROS. Para APRENDER en el colegio y relacionarse con los PROFESORES hace falta colaborar, cumplir normas y aceptar correcciones razonadas. Los padres y profesores valoran y fomentan estas habilidades directamente relacionadas con el aprendizaje y la eficacia académica. Hay otras habilidades sociales muy importantes que sirven para RELACIONARSE BIEN CON LOS COMPAÑEROS. Van a ser importantes para “el pleno desarrollo de la personalidad de cada niño” (LOE, art. 2) y para su vida futura. Todas las culturas cuidan a sus pequeños para integrarlos de forma satisfactoria y efectiva en la sociedad. Este proceso de socialización es fundamental para los individuos y para los grupos sociales en los que se organiza la convivencia. Muchos padres y profesores se preocupan de que todos los niños desarrollen estas habilidades, aunque no tengan relación directa con la eficacia académica. NIÑOS QUE SE RELACIONAN CON LOS COMPAÑEROS. La mayoría de los niños y las niñas se defienden bien en situaciones de interacción social con otros niños; se relacionan con los compañeros de aula. Están integrados en la clase. Participan. Siguen pautas de intervención, respetan el turno de los demás y aguantan el tiempo de espera sin olvidar qué quieren decir. Se ofrecen a contar historias a sus compañeros o aceptan la invitación del profesor para hacerlo. Hablan de sus experiencias. Aprenden canciones, poesías, adivinanzas, y las interpretan delante de los demás. Participan en dramatizaciones sencillas sin temor a quedar mal o hacer el ridículo. Intervienen en deportes y juegos de movimiento. Establecen relaciones positivas con otros durante las horas de recreo y deporte. Son comunicativos y abiertos. Se acercan a los compañeros, tratan de establecer contactos y ser acogidos. Aguantan los contratiempos, olvidan los disgustos y recomponen los lazos después de las fricciones. Tienen amigos. Hacen amistades y se relacionan. Comparten sus propiedades y virtudes. Piden favores, cuando lo necesitan. Cuentan en la vida del grupo: sus compañeros les conocen. Les gusta trabajar en equipo. NIÑOS QUE NO SE RELACIONAN CON LOS COMPAÑEROS. Algunos niños no han aprendido habilidades sociales para relacionarse con los compañeros. Estos chicos pueden colaborar con los adultos, obedecer y seguir instrucciones para realizar tareas. Cumplen normas de convivencia y saben entrar en clase, desplazarse por el colegio y respetar reglas. Se desenvuelven bien en situaciones controladas por los adultos, en momentos y espacios en que la presencia del profesor o de los padres da seguridad y control. Sin embargo, a pesar de tener habilidades para relacionarse con el trabajo, los padres y los profesores, se sienten confusos e indefensos en la relación directa con otros compañeros. Puede que les ocurra alguna de estas cosas. No participan. Rehuyen contar historias a sus compañeros. Les cuesta hablar de sus experiencias e interpretar canciones, poesías, adivinanzas y dramatizaciones sencillas delante de sus compañeros. Les disgustan los deportes y juegos de movimiento. No tienen amigos; no comparten ni piden favores, cuando lo necesitan. Pasan desapercibidos y sus compañeros no cuentan con ellos. Les cuesta trabajar en equipo. Poco comunicativos, tímidos y reservados, rehuyen el contacto y se aíslan. Demasiado sensibles ante los contratiempos, pueden desarrollar conductas de huida y evitación; acabar teniendo miedo a relacionarse. A los niños sobreprotegidos, les desconcierta la interacción con iguales cuando no hay adultos a la vista. Se sienten vulnerables en lugares en que se desplaza mucha gente: pasillos, escaleras y patios de recreo. No saben enfrentarse solos a los riesgos y adversidades corrientes del colegio ni defender sus derechos ante los compañeros que se acercan a ellos con actitudes agresivas. Piden ayuda llorando y mostrándose inválidos; se quejan excesivamente por motivos irrelevantes y solicitan demasiada intervención de los adultos ante sus compañeros. Ocasionalmente, pueden ser objeto de burlas y actitudes despectivas por sus fallos y errores; ser algo rechazados. No están integrados del todo en la clase. Hay otros niños con dificultades de relación más severas, de los que no vamos a tratar en estos folios. Son mandones y autoritarios con los compañeros. En los casos más conflictivos, tienen actitudes de distanciamiento e intolerancia con quienes no piensan igual, o no comparten sus gustos. No mantienen sus amistades con fidelidad y decepcionan a sus amigos. Usan la pelea física, el enfado y el insulto para resolver conflictos. Responden con dureza a las bromas o contratiempos. Chinchan y provocan. Se les atribuyen participación y responsabilidades en situaciones de conflicto en el aula o el patio. COMO SE APRENDEN ESTAS HABILIDADES SOCIALES. Los casos de niños salvajes, abandonados en el bosque al nacer y hallados después de pasar la infancia aislados, nos enseñan que para aprender a hablar y relacionarse son necesarias otras personas y que es difícil compensar o restituir lo que no se ha aprendido en esos primeros años. No son conductas innatas que aparecen natural y espontáneamente. Requieren un aprendizaje social y hay una época evolutiva en que las condiciones para el mismo son ideales. Muchas personas estudian a los niños pequeños en situaciones de interacción con iguales. Filman sus reacciones y analizan conductas de empatía, enfado, acercamiento, huída, apego, agresividad. Se han descubierto muchas cosas y se han propuesto actuaciones especializadas para desarrollar habilidades positivas. Un aspecto fundamental de este aprendizaje es la presencia de otros niños. Se desarrolla, sobre todo, en el medio habitual de los pequeños. Desde los primeros días de vida, comparten miradas, risas, palabras y caricias con padres, hermanos, primos o vecinos. Casi todos los niños tienen oportunidades de relación con iguales en contextos normales: el propio hogar, la casa del vecino, el pueblo de veraneo, la urbanización, el patio de la comunidad, el parque, el centro de educación infantil… Aunque los padres o los profesores pueden ayudar notablemente con sus decisiones, los niños aprenden estas habilidades, sobre todo, practicándolas, ejerciéndolas con otros. Los estímulos ambientales y las reacciones inmediatas de los compañeros –risa, grito, mirada, movimiento, sentimiento, palabra- enseñan y modelan las conductas adaptativas; corrigen y rectifican los comportamientos desafortunados e ineficaces. La propia situación de aprendizaje contiene estímulos, mensajes y refuerzos para consolidar poco a poco las destrezas convenientes y extinguir las conductas inadecuadas. En esa escuela de vida aprenden a acercarse, acariciar, enfadarse, compartir, ceder, defender los intereses propios, aguantar bromas y disgustos, atreverse, retirarse, ponerse en lugar de los demás, aplazar gratificaciones, pedir favores… Apenas cuentan las lecciones magistrales, las instrucciones escritas, los consejos verbales, las normas de manual. Si las cosas marchan bien espontáneamente, no hacen falta. Cuando son necesarias, tienen la función de completar, ajustar, modular o corregir aquello que ocurre en la relación empírica y real. Los niños pequeños aprenden por experiencia propia ayudada de mensajes breves y sencillos de los adultos. Los jóvenes pueden beneficiarse más de los consejos, las lecturas o las recomendaciones especializadas. Las habilidades para relacionarse con los compañeros se consolidan poco a poco. Cada paso se apoya en el anterior, desde los primeros años de la vida. Con el tiempo se aprenden los detalles, las discriminaciones finas y los modales más delicados. El círculo saludable se retroalimenta: buenas oportunidades de aprendizaje enseñan habilidades sociales positivas que proporcionan satisfacción y consolidan el comportamiento social. ¿DÓNDE PUEDE HABER ERRORES? Si los niños no tienen oportunidades de relación con iguales, tendrán reducidas sus posibilidades de aprendizaje. Si sólo se han relacionado con adultos, habrán aprendido habilidades para relacionarse con ellos, pero carecerán de habilidades específicas para tratar con iguales. Un niño puede quedar retrasado socialmente si el proceso no ha sido continuo y no ha consolidado los pasos necesarios. Algunas circunstancias pueden contribuir al retraso: traslados de vivienda o ciudad, cambio de colegio, enfermedades prolongadas que requieren hospitalización, entornos sociales sin redes de relación y convivencia, padres demasiado aislados o sobreprotectores… Los adultos sobreprotectores impiden que sus hijos o alumnos jueguen y se reúnan con otros chicos iguales por temor a que les hagan daño o sufran algún percance. O, si les permiten relación con iguales, se quedan cerca supervisando la situación e interviniendo en exceso en la interacción espontánea de los niños. En situaciones de conflicto, reto y rivalidad, están a su lado. Responden por él y defienden sus derechos sin permitirle que lo haga él mismo. Justifican o explican sus fallos. Les sacan las castañas del fuego. Los niños no aprenden habilidades importantes para relacionarse, aguantar bromas y resolver conflictos corrientes. O aprenden a depender de otros. En situaciones imprevistas en las que no estén presenten los adultos sobreprotectores, se sentirán solos, sin recursos, desamparados. Si los compañeros les gastan bromas porque son cobardes y siempre tienen que defenderlos los papás o los profesores, sentirán vergüenza y tendrán, finalmente, mala imagen de sí mismos. También pueden influir experiencias traumáticas concretas: accidentes, abuso, maltrato entre iguales… Para algunos padres, la convivencia espontánea de niños pequeños resulta un medio poco educativo en sí mismo, donde se aprenden malos modos, peleas, lenguaje inconveniente y poca educación. No se dan cuenta de que por evitar estos riesgos hipotéticos impiden que sus hijos disfruten y ejerciten habilidades muy importantes para la vida. Algunos niños son torpes en sus relaciones sociales desde los primeros años. Resultan conflictivos para sus amigos de parque, jardín de infancia o de vecindad. Los padres de los compañeros se quejan y les hacen el vacío. Los padres de estos niños pueden aceptar, finalmente, que su hijo o hija no puede estar tranquilo con los demás y reducir contactos con la finalidad de evitar ocasiones de conflicto y desencuentro. Si por estas u otras circunstancias, no se produce un aprendizaje continuado y acumulativo de habilidades; si no se corrigen a tiempo las desviaciones, brechas o desfases, un niño puede quedar enredado en dificultades y retrasos. No ha aprendido destrezas importantes para manejar situaciones de relación cada vez más complicadas. La inhibición social y la torpeza propician, a su vez, experiencias desagradables. Si los nuevos intentos incluyen frustración, desajuste y tensión, uno puede desarrollar respuestas de evitación y huída. En el peor de los casos, puede tener miedo a encontrarse con otros niños. El círculo peligroso se retroalimenta. Pocas oportunidades de relación en los primeros años retrasan el aprendizaje de habilidades saludables. Este retraso da lugar a experiencias tensas. La ansiedad de estos encuentros indispone para nuevos ensayos, propicia aislamiento y puede generar miedo. Si uno rehuye estar con otros, cada vez será más difícil la recuperación. ORIENTACIONES PARA ACTUAR Si queremos ayudar a un niño para que se relacione con los compañeros, elegiremos medidas adecuadas para cada caso. Hay MEDIDAS DE CARÁCTER GENERAL importantes en todas las edades, cualquiera que sea la gravedad del problema y el ámbito de trabajo. Buscar oportunidades de encuentro y relación. Procurar que las ocasiones de relación sean atractivas, motivadoras y serenas; que faciliten acogida y buen clima. Intentar que la relación se desarrolle con la mayor autonomía e independencia posible; que sean los propios niños quienes interactúen y manejen la situación. Intervenir a distancia y con discreción. Evitar la intervención sobreprotectora. Frenar la tentación de mediar ante conflictos normales. Controlar el uso de mensajes verbales y consejos, especialmente en niños pequeños. Usarlos con mesura y prudencia. Con niños mayores y si son necesarias, incorporar instrucciones, que poco a poco puedan convertirse en automensajes. Los adolescentes y jóvenes que quieran mejorar sus habilidades sociales pueden encontrar ayuda en libros y personas especializadas. Valorar la relación con los compañeros. Hablar de los beneficios y alegrías que proporciona. Centrar la atención en los aspectos positivos. Fomentar actitudes de apertura. Verbalizar y comentar las cosas que van bien. Crear una atmósfera favorable a las oportunidades. Aprovechar los refuerzos inherentes en la misma relación para consolidar el contacto y la apertura a otros: alegría, relajación, compañía, atención de otras personas, diversión, ejercicio físico, juego… Reforzar las conductas positivas. Dirigirnos al niño después de que se acerque, haga nuevos contactos, aguante un disgusto o disfrute con los amigos. Informar al niño o la niña de sus progresos. Hacerle ver que los adultos están contentos del cambio conseguido, de su esfuerzo y de lo que va consiguiendo al enfrentarse a situaciones más difíciles. La satisfacción manifiesta de los adultos ante los progresos del niño es un reforzador de la conducta cambiante y contribuye a que el niño vaya creándose una autoimagen positiva y consiga estabilidad en su comportamiento y en su estado de ánimo. Enseñarles a reforzarse a sí mismos: aconsejarles, por ejemplo, que celebren para sus adentros cuando consigan salir bien de un reto o superar una dificultad. Que aprendan a decirse frases halagadoras: "Lo conseguí. Esto va bien. No era tan difícil". Preparar a los chicos para los conflictos y contratiempos inherentes a esta relación. Explicarles que los pequeños disgustos forman parte de cualquier relación entre personas. Ignorar pequeños incidentes y quejas sin fundamento. Quitar importancia a contrariedades pequeñas. Adoptar la actitud estratégica de "retirar atención a las conductas negativas" hasta donde sea posible sin perjuicio de los derechos de los niños o de su salud psicológica. Enseñarles a tomar los disgustos con calma: el humor y la calma suavizan los roces inevitables de la convivencia. Inculcar asertividad y conductas de defensa de los propios valores, ideas y derechos; a tener aprecio y respeto hacia uno mismo. Facilitar la expresión de sentimientos y pensamientos con gestos y con palabras; los sentimientos agradables y las sensaciones molestas. Les ayudará a conocerse mejor y los que viven a su lado podrán saber lo que les gusta y lo que les ofende. Enseñarles a afrontar situaciones difíciles y resolver conflictos. En caso de conductas de huída y miedo a la relación, hacer un plan de aproximación graduada a los compañeros comenzando por contactos suaves, familiares y poco tensos. Podemos comenzar, por ejemplo, buscando relación con primos, hermanos o compañeros pacíficos y amables. Probarnos a nosotros mismos: Podemos proponer a los niños que hagan una lista de cosas que les resultan difíciles en su relación con otras personas, que las ordenen y que las ensayen poco a poco comenzando por las más sencillas. En estos casos, proponer encuentros que el niño pueda aprovechar con las destrezas y recursos que tiene, preparando experiencias exitosas. Evitar situaciones, juegos o discusiones para los que todavía no está preparado; situaciones que le van a llevar a la derrota o la humillación. Cuando ya existan dentro del repertorio habitual del niño las habilidades suficientes, incorporar experiencias nuevas, más complejas y similares a las que encuentra habitualmente en la vida cotidiana. Respetar las preferencias de relación de cada niño. Aunque consideramos importante relacionarse, cada uno puede elegir muchos o pocos amigos, conversación o juegos movidos, tiempo destinado a los demás y tiempo reservado para uno mismo. Algunas medidas comprometen especialmente a los PADRES en el ÁMBITO FAMILIAR: Buscar oportunidades de juego y relación en el ámbito familiar cotidiano: hermanos, primos, vecinos. Visitar el parque, la calle, las tiendas y los espacios donde haya juegos y niños. Invitar a los amigos a la vivienda propia y acudir como invitado a la de los amigos y compañeros. Utilizar juegos sociales: puzzles, juegos de palabras, rompecabezas, parchís, cromos… Celebrar fiestas de cumpleaños y otras efemérides. Establecer relaciones con otros padres con niños de la misma edad. Compartir salidas: cine, campo, montaña, parque de atracciones, zoo. Aprovechar las posibilidades ofrecidas por clubs sociales o deportivos, asociaciones culturales, bibliotecas, ludotecas. Otras actividades pueden desarrollarse mejor por los PROFESORES en el COLEGIO. El colegio recoge este compromiso en su ideario: “Queremos alumnos abiertos a los demás, sensibles a sus necesidades, capaces de vivir y trabajar en grupo” (Carácter propio de los colegios de dominicos, art. 22). El colegio dispone del recurso más rico para enseñar habilidades de relación: los compañeros. Lo saben bien los profesores que continuamente trabajan esta faceta en los tiempos y espacios en que desarrollan formalmente la enseñanza. Sin embargo, a los niños y niñas de quienes hablamos les cuesta relacionarse con otros en espacios y tiempos informales: patios, escaleras, recreos, comedor, juegos… Por eso recomendamos las siguientes propuestas: Organizar tareas de modo que los alumnos compartan trabajo con un compañero o una compañera. Fomentar expresión de sentimientos, experiencias e ideas personales. Aprovechar actividades de expresión verbal, dramatización, canciones, preguntas. Propiciar el contacto corporal, visual y verbal con otros niños de su edad en actividades propuestas en el área de Educación Física: corros, ruedas, saltos, ejercicios con palos, aros, pelotas y cuerdas, juegos. Utilizar los recursos expresivos del cuerpo y del movimiento para comunicar sensaciones, ideas, estados de ánimo y comprender mensajes expresados de este modo. Aprovechar ejercicios de esquema corporal, lateralidad, orientación espacial. Utilizar las ocasiones que brindan los movimientos adaptados a lo que hacen los demás, los juegos populares y tradicionales, las estrategias de cooperación. Facilitar el contacto corporal, visual y verbal con niños de su edad en actividades propias del área de Educación Artística: recortes, pegados, murales, modelado, pintura, construcciones, dramatizaciones, canciones, ritmo, juegos infantiles, danzas, actividades relacionadas con el esquema corporal. Buscar algunos amigos/as entre los compañeros de clase, que compartan con estos niños diversión, juego y entretenimiento. Incorporar actividades específicas para fomentar relación social en la clase, si los profesores estiman conveniente. Aprovechar las posibilidades de los diferentes modos de agrupamiento en la clase: grupos pequeños, parejas, filas encontradas. Utilizar las oportunidades ofrecidas por las actividades extraescolares programadas en el colegio: danza, deporte, ajedrez, piscina, coro. Orientaciones para los NIÑOS MAYORES. Conforme crecen, los alumnos pueden hacerse dueños de sus actos y tomar decisiones personales. Un cuestionario contestado por niños de 14 años destaca las conductas y actitudes que suelen hacer compañeros admirados, queridos, buscados como amigos; las cualidades que producen proximidad, cercanía, liderazgo y amistad. Los párrafos siguientes aparecen ordenados, comenzando por los que describen actitudes más amistosas. No tiene validez técnica, pero da pistas sobre lo que uno puede hacer para relacionarse mejor: Estar cerca. Jugar juntos. Ser simpático, divertido y alegre. Pasarlo bien. Bromear. Reír. Ser compasivo. Comprender a los demás. Llevarte bien. Congeniar. Ser buena persona. Ser bondadoso. Tener un buen carácter. Ser amable, tranquilo y campechano. Ayudar en lo que puedas. Ser servicial. Estar disponible cuando a uno le necesitan. Animar a quien anda mal. Defender cuando otro es molestado. Compartir los trabajos de clase. Tener ideas claras. Decir lo que uno piensa. Ser sincero, estudioso, educado, formal, trabajador, serio. Compartir. Dejar las cosas que te piden. Ser generoso. Prestar cosas. Compartir aficiones y gustos. Ofrecer confianza. Escuchar. Ser abierto con los demás. Hablar de cosas comunes, aunque sean íntimas, y de problemas. Guardar secretos. La encuesta mencionada señala también aquellas actitudes que producen distancia, desinterés, rechazo, antipatía y enemistad; aquellas que uno debería evitar si busca relaciones saludables. Aparecen ordenadas, comenzando por las conductas menos amistosas: Molestar. Provocar a los demás. Buscar peleas. Reírse de los demás. Empujar. Pegar. Gastar bromas pesadas. No distinguir bromas de insultos. Gastar bromas de mal gusto. Abusar. No saber parar a tiempo. Poner motes. Insultar. Meterse con los compañeros. Vacilar. No respetar a los demás. Hacerse el chulo. Ser creído y vanidoso. Ir siempre de marca. Creerse el más "guai" de la clase. Querer destacar siempre. Presumir de ser el mejor. Ir de listillo. Querer tener siempre la razón. Intentar hacerse el gracioso sin serlo. Estar siempre haciendo tonterías y de guasa. Ser antipático. Tomarlo todo en broma y no saber parar. Estar sólo a las buenas. Ser falso e hipócrita. No atreverse a decir las cosas a la cara. Portarse con educación delante de los profesores y de otro modo a sus espaldas. Pelotear a los profesores. Ser chivato. Meterse en todo. Andar con secretitos. No cumplir con su palabra. Ser cotilla. Mentir. Ser egoísta. Pensar sólo en uno mismo. No dejar lo que le piden. Pasar de lo que les sucede a los demás. Ser persona interesada. Quererse sólo a sí mismo. No ayudar a la gente. Andar siempre solo. Marginarse. No dar conversación. Ser muy callado o demasiado serio. No relacionarse con la gente. No reírse. Ser poco sociable y un poco arisco. No saber jugar a ningún deporte. No saber escuchar y responder en una conversación coherente. Responder chillando, metiéndose con quien le habla o picándose. Ser demasiado cabezota. Ser muy vago y poco trabajador. No hacer lo que uno debe. No trabaja. Ser irresponsable. No querer aprender ni estudiar. Vicente Elustondo. Orientador. ENTREMANOS. Nº 47 y 48. Marzo y Mayo, 2007.