BOLETÍN La ley de la veneración.—La juventud descuidada.—El

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BOLETÍN
La ley de la veneración.—La juventud descuidada.—El Liceo
Hidalgo.—Prieto y Ramírez.
Ejemplo de novicios, báculo de principiantes, orgullo de la patria, y motivo de
culto y veneración: tanto es, y aun esto es poco, la canosa ancianidad.
Mal que pese a la rebelde juventud, la veneración es una ley; busca el
humano espíritu algo que lo fortifique y lo consuele; cobra ánimo para lo
venidero por lo que en lo pasado tuvieron ánimo los otros; tiene el ser de
hombre dos activas fuerzas, de las que nacen el propio mejoramiento y la
ajena estima:—el respeto y el amor.
Vagabundo y como sin objeto anda el ser vivo por la tierra si no tiene, en
cada encuentro rudo, para su frente sudorosa y herida, asilo en algún seno de
mujer; como desorientado y triste se anda, como sin todo el calor que habría
menester y que quisiera, sin memorias consoladoras y abundantes de quien
con sano consejo, ejemplo puro, canas paternales y enamorado corazón, guió
por camino honrado al indeciso ánimo naciente.
¡Oh, cana cabellera, vida tan cierta por ser el punto y cabo de esta vida,
imagen de lo perpetuo y de lo eterno que vas hacia lo que es llamado muerte
vertiendo dones que fortalezcan al que aún tiene este pesado y necesario
trabajo de vivir! ¡Oh, hombres ancianos, regocijo del espíritu, gusto de los ojos,
orgullo para los que nacemos, y gala y lustre rica de las copiosas
remembranzas de la patria!
Así se piensa y se ama, cuando de un cuerpo viejo y abrumado, se ve brotar
ciencia gustosa por los labios trémulos, confianza en las miradas vivas,
entusiasmo consolador en los ojos perpetuamente juveniles. Rejuvenece esa
vejez; nace algo en esos cuerpos que van ya camino del yacer aparente del
sepulcro.
No se siente completo el ánimo sin algo que respetar y venerar: no es que se
explique con razones: es que se siente, con afectos: es que se tiene la
necesidad de algo inerrable y puro: de algo claro, luminoso, sano e infalible. Es
una forma del ansia perpetua: se necesita lo intachable: se desconfía de
hallarlo en lo que viene, vuélvense los ojos a lo pasado en demanda de lo que
se quisiera encontrar. ¡Y es tan bello poner lo puro de espíritu en lo que excita
a los ojos a amor y a respeto! ¡Hablan tan bien las cabelleras blancas! ¡Miran
con tanto cariño los ojos de los ancianos! Dilátase el espíritu en contento:
intégrase el ser con esta vida ajena; como que se vierte uno de sí mismo en
una atmósfera de extraña alegría:—al fin en irse de sí mismo consistirá en su
día todo el vivir.
———
Escasísimas de gente se celebran las sesiones del que no por lo olvidado es
menos valioso y meritorio Liceo Hidalgo. Como que huye esta generación
naciente de toda instrucción sólida y adelantamiento laborioso: como que lo
ligero la fascina por lo fácil, y lo imaginativo por lo fastuoso y lo brillante. No
han de asentarse sobre idealidades, en pocos sublimes y en casi todos frívolas,
las venturas y progresos de la patria: no es el progreso político término de toda
aspiración: es cimiento necesario, pero no es más que buen cimiento: ello es
sólido, pero no es más que el asentar y principiar. Dícese, con decir progreso,
que ha echado de sí la patria vestiduras que la sofocaban y oprimían: verdad
es que así termina el señorío del dueño: pero aún queda el vasallaje que la
preocupación, la frivolidad y la holganza ponen en el ánimo. Al fin, de la
esclavitud brotan los héroes; pero de la infructífera libertad brotan solamente
los inútiles. Buena sombra da a la tierra el árbol vigoroso de la libertad: mas no
la da para que sus hijos duerman descuidadamente bajo las ramas protectoras:
muérese todo árbol sin cuidado y sin riego, y este más que otro alguno quiere
que sus hombres constantemente fortifiquen y robustezcan su savia. Triste
suerte la de los pueblos que duermen descuidados a su sombra: abatidas las
ramas, el tronco seco, extenuadas y perezosas las raíces,—vacilará el árbol,
dormirán los hombres, la tierra abandonada no tendrá fuerza para sujetar el
tronco, y caerá con estrépito tremendo sobre los viles babilonios el que en
cambio de labor honrada habríales dado perpetuamente sombra y robustez.
———
Enojoso espíritu el de este pobre Orestes, que en vano quiere sujetar a una
idea práctica lo que en él hay de sueño, de pensamiento doloroso y de afán
vago. Oía hablar ayer a un hombre en quien sorprenden el vigor inacabable y el
entusiasmo elocuentísimo: dolíase con él Guillermo Prieto de que asistiese
menguada concurrencia al Liceo Hidalgo,—y querer hablar de estas cosas
sencillísimas, ha llevado a Orestes a decir cómo son venerables los ancianos
que trabajan, y cómo excitan a tener pena de ellos los jóvenes, más que a
estudio fructífero, dados a vano empleo y a futilezas.
Quiere cada ramo estudio peculiar, y la lucha en que se cobra fama necesita
del combate diario y del estímulo; no es vergonzoso caer vencido en la liza de
hoy, cuando esto aviva la inteligencia, exalta el ánimo, y lleva a vencer con
más brillo en el combate de mañana. El que cae luchando es tan valeroso como
el que lo vence, si el que cae dio muestras en la lid de esfuerzos briosos. ¿Por
qué está desierta la sala del Liceo, allí donde unas veces se dilucidan
cuestiones graves actuales, y otras se departe amigablemente de agradables
materias literarias? Hay un individualismo pernicioso en la juventud dada en
México, no al cultivo, sino a la brotación de la literatura; porque, con
excepciones muy escasas, déjase aquí crecer el ingenio a su sabor y voluntad,
sin cuidarse de encaminarlo y dirigirlo: gallardísima es la palma y habla amores
con la brisa y con el cielo,—y se ven palmas innúmeras con el tallo doblado y
torcido y las ramas raquíticas y escasas.
La sociabilidad es una ley, y de ella nace esta otra hermosa de la concordia.
Los que se ven todos los días, se ven luego con cariño. Los que discuten
frecuentemente, se temen primero, se estiman luego y quiérense después con
imborrable y buen afecto. Andan nuestros jóvenes inteligentes como
esquivándose de lo que los reúna en común, y recatándose los unos de los
otros: son como plantas aisladas, ellos que diariamente encomian las
venturanzas de la fraternidad. No se buscan, no se quieren, no se aman: ellos
no quieren saber cuántas cosas dulcísimas encierra esta comunidad de los
nacidos para gemir, mirar al cielo, cantar y soñar.
La amistad es tan hermosa como el amor: es el amor mismo, desprovisto de
las encantadoras volubilidades de la mujer.
¿Que no ven nuestros jóvenes cómo se quieren los que en otros tiempos
anduvieron juntos en empeñadas y muy reñidas lides literarias? ¿Que no ven
con cuánto cariño hablan los vivos de aquellos contendientes suyos que ya han
muerto? Es la ternura hermosa consecuencia del hogar, y todos esos altos y
celosos espíritus tuvieron en sus buenos días hogar común. Crecieron todos a
una: alimentábanse con sus derrotas y victorias mutuas: es buena la lucha
literaria: es muy hermosa la vida dentro de ella: es muy duradera y muy pura
la amistad que de ella nace.
El Liceo Hidalgo vive, merced a los esfuerzos de los que sinceramente aman
el buen nombre de las perezosas letras patrias. Allí están siempre dispuestos a
la discusión Ramírez y Prieto; allí está siempre con ellos el muy erudito
Pimentel: a ellos están casi por completo encomendadas las discusiones del
Liceo. Es Guillermo Prieto poeta fecundísimo, y a vueltas con la constancia y el
estudio, economista claro en el decir, y en la exposición y deducción, mesurado
y sensato: esto es más repetido que creído, y en verdad que no ha de tener
dificultad para asentarlo quien sepa algo de cosas económicas y hable luego de
ellas, siquiera sea someramente, con el desaliñado Fidel, que así dirige huelgas
como peina las canas de México en sus charlas, y así conoce a Chevalier como
vierte sabrosísimas letrillas, cuando algún fraile malhadado olvida por las
revueltas y las iras, lo celestial y lo evangélico. Envidiable es de veras el poeta
mexicano: vienen por lo común frialdades con los años, y desalientos y
desengañadas quietudes con la edad: él se levanta con las del alba cada día, y
entre suculentas sopas de chocolate y abundantes sorbos de agua, da a las
mientes fáciles ameno empleo, y al papel carga agradable, con versos, como
de Prieto, fluidos, abundantes y sonoros.
Y ¿no excita a nuestros jóvenes a quererse, ver cómo aún se quieren Prieto y
Ramírez? Más diría del Nigromante Orestes si lo conociera mejor, por más que
para sí le baste con saber cuánto hay en él de conocimiento en la literatura,
aliñado lenguaje y gracia ática. Parece que en esa naturaleza inteligente, ha
habido un choque luminoso: otra vez se dijo en la Revista y es verdad: han
hecho en Ramírez extraño consorcio lo nuevo de esta inteligencia creadora
americana, obrando sobre las escolásticas tradiciones, y trato diario y asiduo
con la literatura e historia clásicas, reflejo de naturaleza y carácter en un todo
distintos de los nuestros.
Y acábase el espacio, cuando tanto gozaría Orestes ahora diciendo bien de
los demás. De veras se siente uno mejor haciendo justicia y venerando. Daba
pena el domingo leer en un periódico extraviado, lo que escribió una mano
juvenil, que no conoce, en malhora para ella, los placeres de la veneración y
del respeto.
ORESTES
Revista Universal. México, 12 de agosto de 1875.
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