James G. Garrick, MD y Ralph K. Requa, MPH Consecuencias negativas de los deportes y de las actividades para mantenerse en forma James G. Garrick, MD y Ralph K. Requa, MPH Resumen La práctica de deportes y de actividades para mantenerse en forma (fitness) es saludable a cualquier edad, fundamentalmente para combatir la obesidad y la osteoporosis, y para mejorar el estado de salud cardiovascular. Sin embargo, también pueden producir lesiones musculoesqueléticas en la infancia y adolescencia. Dichas lesiones pueden causar problemas en épocas posteriores de la vida, como movilidad dolorosa o imposibilidad de participar en actividades para estar en forma. Los avances terapéuticos actuales permiten que muchos deportistas puedan volver a sus actividades físicas tras lesionarse. Sin embargo, ni siquiera los tratamientos precoces de las roturas meniscales y del ligamento cruzado anterior evitarán la artrosis secundaria. La práctica intensa de deportes y de actividades para estar en forma durante la infancia y adolescencia aumenta el riesgo de artrosis, incluso sin que haya habido lesiones. Resulta curiosa la importancia que se otorga a los avances terapéuticos que permiten a los deportistas lesionados volver a su actividad intensiva frente a la poca atención que se ha dedicado a las complicaciones que la práctica deportiva provoca a largo plazo. El conocimiento de las consecuencias que el deporte intensivo y de las actividades para mantenerse en forma tienen a largo plazo nos permitirá ayudar a nuestros pacientes a decidir qué tipo y nivel de actividad física deben realizar. J Am Acad Orthop Surg (Ed Esp) 2003;3:67-71 J Am Acad Orthop Surg 2003;11:439-443 Desde que O’Donoghue publicó hace 40 años su libro Treatment of Injuries in Athletes,1 se ha reconocido el importante lugar que ocupan el diagnóstico y el tratamiento de las lesiones deportivas en la práctica diaria del cirujano ortopédico. En Estados Unidos, el número de personas que realiza deportes y actividades para estar en forma aumenta cada año. Entre 1988 y 1996, la práctica del fútbol aumentó casi 10 veces con respecto a la tasa de crecimiento de la población (60% frente a 6,9%).2,3 El baloncesto femenino tuvo un 65% más de participantes en 1996 que en 1988. Entre 1988 y 1996, el ejercicio de caminar aumentó casi un 62% y el footing un 27% (en personas mayores de 55 años).2,3 Existen pocas pruebas de que la participación en deportes y actividades para estar en forma incremente la tasa de lesiones. Aunque sabemos 81 que las roturas meniscales y del ligamento cruzado anterior (LCA) no ocurren sólo por practicar deportes, el aumento del número de participantes hace que las lesiones deportivas sean una parte importante de la práctica diaria del cirujano ortopédico. Además del diagnóstico y del tratamiento inicial, el principal objetivo que suele plantearse ante tales lesiones es volver a la actividad deportiva previa. La vuelta al deporte ha sido la forma más importante de valorar la respuesta terapéutica. Muchas lesiones ocurren por participar en deportes de equipo, sobre todo en la escuela y en la universidad. Por eso, el éxito terapéutico se ha medido fundamentalmente por las posibilidades de concluir una carrera deportiva tras una lesión. Sin embargo, aunque la vuelta al deporte tras la lesión es un objetivo importante, no es sufi- Vol 3, N.o 1, Enero/Febrero 2004 ciente como medida de éxito del tratamiento. La posibilidad de seguir haciendo una vida activa, a veces incluso deportiva, es esencial para una vida sana y duradera. Tenemos que preocuparnos por las posibles consecuencias negativas que la práctica de deportes tiene a largo plazo. La práctica deportiva y de actividades para estar en forma puede favorecer el tratamiento de enfermedades habituales del adulto, como la obesidad, las enfermedades cardiovasculares, la diabetes, la osteoporosis y la depresión. Para participar en dichas actividades, hay que tener una columna vertebral y unas extremidades relativamente libres de problemas musculoesqueléticos. Sin embargo, eso es poco probable en personas con historia deportiva. Los ancianos activos pueden superar los efectos de las lesiones deportivas y adaptarse a ellas mediante la práctica continuada de actividades para estar en forma. Lesiones deportivas Es lógico pensar que la gravedad de las lesiones deportivas debe estar El Dr. Garrick es Director, Center for Sports Medicine, Saint Francis Memorial Hospital, San Francisco, California. El Sr. Requa es Research Director, Center for Sports Medicine, Saint Francis Memorial Hospital Ninguno de los autores de este artículo ni los departamentos asociados con ellos han recibido ayudas ni poseen acciones en empresas u organismos relacionados directa o indirectamente con el tema de este artículo. Copyright 2003 by the American Academy of Orthopaedic Surgeons 67 Consecuencias negativas de los deportes y de las actividades para mantenerse en forma directamente relacionada con sus complicaciones a largo plazo. Las lesiones más graves suelen obligar a los pacientes a ir al médico, por lo que suele haber historias clínicas de ellos. Por eso, si queremos conocer la eficacia de un tratamiento, habrá que incluir en dichas historias clínicas parámetros para valorar los resultados. Sin embargo, la evaluación de resultados en las lesiones deportivas suele considerarse en el contexto de un determinado deporte. Por ejemplo, la capacidad de volver a jugar al fútbol como antes de la lesión normalmente se considera un resultado satisfactorio, aunque no suele investigarse de qué modo quedan afectadas las actividades físicas después de que la carrera deportiva llega a su fin. Los estudios referentes a las complicaciones a largo plazo suelen hacerse en los jugadores veteranos (con décadas de participación), y no en los que jugaron sólo en el instituto o la universidad.4 Una de las razones para la falta de seguimiento a largo plazo reside en la dificultad de encontrar a los deportistas una vez dejan sus equipos. Mientras están en ellos, es fácil localizarlos, registrar sus historias clínicas y después analizarlas. Sin embargo, pocos entrenadores o médicos tienen contacto con los componentes de sus equipos después de 5 años. Cuando tomamos como indicador fundamental de éxito la vuelta al deporte, en la mayoría de los deportistas los resultados son satisfactorios. Desde hace poco tiempo, se ha empezado a valorar el nivel de juego tras la lesión, por lo que es muy raro que haya documentación al respecto. Andrews y Timmerman5 realizaron un estudio de cirugía de codo en jugadores profesionales de baseball, observando que 47 de 59 pacientes «volvieron a jugar al baseball profesional», que 4 compitieron por debajo del nivel previo a la lesión y que 43 volvieron al mismo o lo mejoraron. Lo que no se suele valorar en estos estudios es de qué forma se afectan las actividades físicas generales tras dejar un deporte. Las lesiones de rodilla que afectan al LCA y/o al menisco son una ex- 68 cepción al comentario hecho previamente. Tapper y Hoover6 publicaron en 1969 los efectos que la meniscectomía ocasiona a largo plazo. Estudiaron 213 pacientes durante un período de 10 a 30 años, tras haberles realizado meniscectomía parcial o total por roturas aisladas de menisco. En el 85% de los pacientes, observaron alteraciones radiográficas evidentes en el lado de la meniscectomía. Aunque un 68% de éstos tuvieron resultados clínicos satisfactorios, sólo un 45% de los hombres y un 10% de las mujeres estaban asintomáticos. Además, los que habían sido operados cuando tenían menos de 20 años tuvieron peores resultados que los que habían sido operados con 21 años o más (diferencia estadísticamente significativa, p <0,01). Higuchi y cols.7 publicaron un estudio similar de 67 pacientes con meniscectomía artroscópica parcial aislada, con un seguimiento de 12,2 años. El 79% tuvo un resultado funcional satisfactorio, aunque un 48% presentó signos radiológicos de artrosis moderada. Fauno y Nielsen8 estudiaron 136 pacientes a los que se había realizado resección artroscópica de roturas meniscales aisladas, tras un seguimiento de 8,5 años. El 53% de los pacientes presentó en la rodilla operada por lo menos uno de los cambios de Fairbank, en comparación con el 22% en la rodilla no operada. Es difícil conocer la prevalencia de artrosis la tras meniscectomía. La razón fundamental es que los pacientes de los estudios con mayor seguimiento fueron operados mediante meniscectomía abierta, una técnica que no se utiliza ya hoy en día. Por otro lado, se han publicado diversas clasificaciones radiográficas de la degeneración articular. A pesar de todo, se admite que 10 años después de la meniscectomía, al menos la mitad de los pacientes tienen algún signo radiográfico de deterioro articular. El papel de las lesiones del LCA en la artrosis postraumática también es difícil de conocer, puesto que dicha lesión suele asociarse a daño meniscal. En un estudio sobre las consecuencias de las lesiones del LCA, Gillquist y Messner9 encontraron que «a los 10-20 años, un 70% de las rodillas con deficiencia del LCA tienen signos radiográficos de artrosis» y que «no se ha demostrado que la reconstrucción del LCA disminuya la tasa de artrosis». Dichos autores también vieron que la artrosis era más frecuente cuando había lesiones asociadas, sobre todo roturas de menisco o de otros ligamentos. Daniel y cols.10 llegaron a conclusiones similares tras un estudio de 292 pacientes, seguidos durante una media de 64 meses. Dichos autores, como la mayoría de los investigadores que estudian los resultados a largo plazo de las lesiones meniscales y de LCA, vieron que la incidencia de sintomatología y deterioro funcional es menor que la frecuencia de las alteraciones radiográficas. Aunque la mayoría de los estudios se centran en deportes concretos, Gelber y cols.11 investigaron las consecuencias a largo plazo de lesiones de rodilla y cadera de cualquier etiología en adultos jóvenes. Realizaron un seguimiento de 1.321 sujetos (edad media inicial 22 años) durante una media de 36 años. Vieron que en los que habían tenido una lesión de rodilla durante la adolescencia, el riesgo de artrosis a los 65 años era más del doble que el riesgo de los que no habían sufrido tal lesión (13,9% frente al 6%). Entre los que tuvieron una lesión de rodilla o cadera durante el estudio, el riesgo relativo de artrosis de rodilla fue de 5,17 en comparación con los que no tuvieron lesión de rodilla. Con respecto a la cadera, el riesgo fue de 3,5 en los que tuvieron lesión en comparación con los que no la tuvieron. Independientemente de los resultados a largo plazo, la importancia de estas lesiones desde el punto de vista de la salud pública reside en su frecuencia. Las estimaciones de la frecuencia se suelen basar en estudios relativamente pequeños, que reflejan la experiencia de un solo cirujano o una sola clínica. Después, dichas cifras suelen extrapolarse. Por ejemplo, se ha publicado que la frecuencia de cirugía meniscal es de 61 Journal of the American Academy of Orthopaedic Surgeons (Edición Española) 82 James G. Garrick, MD y Ralph K. Requa, MPH operaciones por cada 100.000 habitantes, es decir, 163.000 casos anuales en Estados Unidos.12 Se estima que en dicho país, la tasa de lesiones del LCA es de 33 por cada 100.000 habitantes,13 lo que supone 86.000 lesiones anuales. El total de ambas lesiones asociadas es de 250.000 por año. La tasa de lesión de LCA en Dinamarca es de 31 por cada 100.000 por año.14 Además de la incidencia anual de estas lesiones, debe preocuparnos la aparición de otras lesiones relacionadas debe preocuparnos. Shelbourne y Gray15 han publicado que un 2,6% de los pacientes (27 de 1.057) a los que se les había reconstruido el LCA sufrieron rotura traumática del injerto, tras una media de 2,5 años, con una incidencia media anual del 1%. Jomha y cols.16 constataton 3 reroturas en 59 pacientes seguidos durante 7 años (incidencia media anual de 1,2%). Oates y cols.17 publicaron una tasa de recidiva del 6,6% en un grupo de esquiadores a los que se reconstruyó el LCA, frente al 2,1% en las rodillas sanas, tras un seguimiento de 3 años. A pesar de las diferencias que existen entre las diversas publicaciones, cuando un paciente sufre una rotura de LCA, la probabilidad de tener otra rotura (del LCA reconstruido o del LCA del otro lado) aumenta considerablemente, de 1 por 3.000 a 1 por 50 anualmente.13,15,16 Curiosamente, la tasa de 1 en 50 es similar a la que se observa en mujeres deportistas (baloncesto y fútbol), cuya tasa de lesiones del LCA es importante. Los efectos que las lesiones tienen en los miembros inferiores son más fáciles de valorar que las de las extremidades superiores, puesto que las actividades para mantener la forma son más propensas a producir degeneración articular en los miembros inferiores. Teniendo en cuenta que las roturas meniscales y del LCA suelen requerir cirugía, sus consecuencias a largo plazo son más fáciles de estudiar que las de otras lesiones tratadas de forma conservadora. Las lesiones como esguinces o fracturas de tobillo y de otros ligamentos de la rodilla son importantes, aunque su tasa 83 de recidiva no se conoce bien, y de hecho, no se han publicado sus resultados a largo plazo. Participación en deportes Las complicaciones de la simple práctica deportiva o de actividades para estar en forma son menos evidentes que las de sus lesiones. La sobrecarga produce daño, aunque todavía no se ha publicado nada sobre los efectos a largo plazo de determinadas lesiones típicas por sobrecarga: disfunción femororrotuliana, síndrome de estrés tibial, golpeteo (impingement) del hombro y tendinitis de Aquiles. Todavía sabemos menos sobre las consecuencias de la carga repetida en las articulaciones, incluso en pacientes asintomáticos y sin lesión. Buckwalter y Lane18 estudiaron la relación entre atletismo y artrosis. Encontraron que, aunque muchos de los que participan en deportes no tienen una clara historia de lesión articular, ésta puede pasar desapercibida por falta de dolor o por no existir signos físicos o radiográficos. Ciertas actividades pueden ser más peligrosas, porque producen mayores impactos y cargas rotatorias. Por eso, algunas personas pueden ser más propensas a una degeneración articular en razón de la forma, congruencia y estabilidad articulares, y de la fuerza muscular y otras variables menos conocidas. Por desgracia, dichas variables pueden influir en el deporte elegido, por lo que la valoración de sus consecuencias a largo plazo será errónea. Los estudios referentes a los problemas musculoesqueléticos de las actividades deportivas y para mantenerse en forma son básicamente de dos tipos: los que estudian de forma prospectiva un grupo de participantes de una actividad concreta (normalmente correr), y los que comparan las actividades previas de sujetos que presentan artrosis evidente con las actividades de sujetos sin factores predisponentes obvios. Los estudios realizados en corredores parecen indicar que los niveles moderados de carrera, incluso du- Vol 3, N.o 1, Enero/Febrero 2004 rante varias décadas, no aumentan la frecuencia de artrosis de cadera o rodilla.19 Algunos estudios han mostrado que el riesgo de artrosis no parece aumentar incluso tras muchos años de carrera a alto nivel.20 Sin embargo, dichos estudios suelen perder pacientes durante el seguimiento a causa de la artrosis, y no identifican las cualidades físicas de los que lograron integrar con éxito este deporte. Los estudios de poblaciones con artrosis indican que los niveles previos de actividad física juegan un papel causal importante en dicha artrosis. En el estudio Framingham, Felson y cols.21 observaron que la actividad física aumenta el riesgo de artrosis de rodilla en los pacientes del percentil más alto (cociente de probabilidades = 3,3). En un estudio de 5.818 mujeres ancianas, Lane y cols.22 evidenciaron artrosis de cadera sintomática (cociente de probabilidades = 2) y signos radiológicos moderados o intensos de artrosis de cadera (cociente de probabilidades = 1,7) en las que estaban en el percentil más alto para cualquier tipo de actividad física, realizada entre los 13 a los 19 años de edad. En un estudio sobre hombres y mujeres de Suecia a los que se había implantado una prótesis de rodilla por artrosis, se apreció que «en los hombres expuestos a deportes más intensos» el riesgo relativo de necesitar una prótesis de rodilla era de 2,9.23 Dicho riesgo coincide con el publicado por Vingård y cols.,24 para quienes el riesgo relativo de artrosis de cadera en hombres que practican deportes de todo tipo es 4,5 veces mayor que el de los que no lo practican. Pocos pacientes de dicho estudio habían sido deportistas de élite. La mayoría habían participado en deportes durante los primeros años de su vida, pero se habían vuelto más sedentarios después. La mayor parte de los autores que estudian las consecuencias de los deportes y las actividades para estar en forma destacan sus efectos positivos, como el control del peso, la mejora del estado cardiovascular y el freno a la progresión de la osteoporosis.25 Aunque algunos autores niegan las 69 Consecuencias negativas de los deportes y de las actividades para mantenerse en forma secuelas musculoesqueléticas de la práctica deportiva, casi ninguno ha indicado que dicha práctica prevengan la artrosis. Discusión Aunque los términos «deporte» y «actividad para estar en forma (fitness)» se usan indistintamente como si fueran sinónimos, en realidad no lo son. Las ventajas de las actividades para estar en forma de los adultos (p. ej., menor riesgo de enfermedad cardiovascular) no deben aplicarse a los deportistas infantiles o adolescentes. A pesar de los beneficios que la práctica deportiva tiene para los jóvenes, es preciso identificar y minimizar los factores que pueden causar problemas a largo plazo, y no sólo tratar las lesiones para que vuelvan a su actividad deportiva previa. Las lesiones deportivas se tratan ahora mejor que hace 2-3 décadas. Sin embargo, no es lo mismo curar la lesión que tratar al paciente. Hay que valorar si es apropiado o no reconstruir una rotura de LCA, para que el paciente vuelva a una activi- dad que implica un gran riesgo de sufrir otra lesión de ligamentos. Además, también existe un alto riesgo de artrosis tras cada nueva lesión de rodilla. La mayoría de las lesiones de rodilla tienen lugar durante la segunda y tercera décadas de la vida. En la tercera y cuarta décadas, es muy probable que los deportistas tengan artrosis sintomática. La mayoría de los especialistas probablemente aconsejarían a las personas de 45 años, con signos radiográficos de degeneración articular precoz, que evitaran actividades de impactos intensos (carrera, fútbol, baloncesto). Es lógico animar a los jóvenes de 13 a 19 años que tras una lesión vuelvan a las actividades previas, aunque se les debería informar que tienen >50% de probabilidades de sufrir cambios radiográficos artrósicos antes de los 35 años.9 Tal vez debamos estudiar las consecuencias que nuestras propias recomendaciones (p. ej., animar a hacer más ejercicio) y actuaciones (p. ej., tratar las lesiones de forma agresiva) tienen a largo plazo. Aunque hoy en día la prevención tiene un papel importante, pasarán muchos años hasta que su impacto sea significativo. Hasta entonces, habrá que investigar cuáles son los factores de riesgo de la artrosis postraumática y de la artrosis idiopática agravada por la práctica de actividades físicas habituales e intensas. 8. 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