Texto 2. La experiencia como principio del conocimiento “Y como la

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Texto 2.
La experiencia como principio del conocimiento
“Y como la ciencia del hombre es el único fundamento para las otras ciencias,
de este modo el único fundamento sólido que podemos dar a esta ciencia
misma debe residir en la experiencia y la observación. No es una reflexión
sorprendente considerar que la aplicación de la filosofía experimental a las
cuestiones morales venga después de la aplicación a las cuestiones naturales
aproximadamente a la distancia de un siglo, pues hallamos que de hecho hay
casi el mismo intervalo entre los orígenes de estas ciencias; y contando desde
Tales hasta Sócrates, el espacio de tiempo es casi igual al que hay entre Lord
Bacon y algunos filósofos modernos en Inglaterra (N. del Tr. : Locke,
Shaftesbury, Mandeville, Hutchinson, Butler), que han empezado a poner la
ciencia del hombre sobre una base nueva, y han atraído la atención y excitado
la curiosidad del público. Tan cierto es esto que, a pesar de que otras
naciones puedan rivalizar con nosotros en poesía y aventajarnos en algunas
otras artes, los progresos en la razón y la filosofía pueden solamente
pertenecer al país de la tolerancia y la libertad.
(...) Para mí es evidente que la esencia del espíritu, siendo igualmente
desconocida para nosotros que la de los cuerpos externos, debe ser
igualmente imposible formar ninguna noción de sus fuerzas y cualidades de
otro modo que por experimentos exactos y cuidadosos y por la observación de
los efectos particulares que resultan de sus diferentes circunstancias y
situaciones. Y, a pesar de que debemos intentar hacer todos nuestros
principios tan universales como sea posible, llevando nuestros experimentos
hasta el límite y explicando todos los efectos por sus más simples y mínimas
causas, es cierto que no podemos sobrepasar la experiencia; y cualquier
hipótesis que pretenda descubrir las últimas cualidades de la naturaleza
humana deberá, primeramente, rechazarse como presuntuosa y quimérica.
Cuando vemos que hemos llegado al límite de la razón humana descansamos
contentos, aunque estemos perfectamente convencidos de nuestra ignorancia
y percibamos que no podemos dar ninguna razón de nuestros más generales y
refinados principios, excepto de nuestra experiencia de su realidad, que es la
razón del simple vulgo, y que no requiere estudio alguno para descubrir el
más particular y extraordinario fenómeno.
Pero si la imposibilidad de explicar los últimos principios es estimada como un
defecto en la ciencia del hombre, me atrevería a afirmar que ése es un
defecto común a todas las ciencias y todas las artes a que podemos
dedicarnos, ya sean cultivadas en las escuelas de los filósofos o practicadas en
los talleres de los más humildes artesanos. Ninguno de ellos puede ir más allá
de la experiencia, o establecer principios que no estén fundados en esta
autoridad”.
HUME, David. Introducción al
Tratado de la Naturaleza humana. Tomo I.
Editora Nacional. Madrid, 1981, p.81.
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