algunos problemas que deben enfrentar las pymes

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ALGUNOS PROBLEMAS QUE DEBEN ENFRENTAR LAS PYMES
ALGUNOS PROBLEMAS QUE DEBEN ENFRENTAR LAS PYMES
El presenta artículo comenta algunos de los problemas que deben enfrentar hoy las
empresas de tamaño pequeño, que frenan o imposibilitan su crecimiento. No todos estos
problemas son nuevos, o son irracionales, pero en definitiva son problemas que impiden
su desarrollo.
Esta limitación en su capacidad de acción debido a su tamaño no necesariamente se da
en el aspecto tecnológico, o en la capacidad de management, sino fundamentalmente en
los aspectos económico-financieros, tratamiento impositivo y antecedentes demostrables.
Creo interesante exponer algunas de las dificultades por las que habitualmente transita
una empresa de ingeniería como la que integro.
La nuestra es una empresa de ingeniería y provisión de instalaciones, pequeña pero con
un muy importante background en desmineralización, principalmente por intercambio
iónico, aunque también por ósmosis inversa. También es bueno decir que en los últimos
años hemos efectuado obras importantes en el campo mencionado, todas ellas
desarrolladas y concluidas en forma impecable desde el punto de vista técnico y de la
satisfacción del cliente. Estas obras se ganaron, además, en competencia con empresas
de primera línea a nivel internacional. El grupo humano que dirige nuestra empresa tiene
una vasta experiencia, en el país y en el extranjero, donde han manejado proyectos de
varias decenas de millones de dólares. Sin embargo, esta capacidad técnica no es ni
remotamente suficiente para poder encarar trabajos de mucha menor envergadura, que
serían perfectamente realizables por esta empresa.
Los antecedentes demostrables son un problema pues por lo general no se admiten los de
los integrantes de la empresa, sino que se requieren trabajos realizados por la propia
empresa. Si estos trabajos no existen, solo queda asociarse a alguna otra empresa, por lo
general del exterior, que en la mayoría de los casos solo aporta eso: los antecedentes.
Nuestra empresa tiene sobrados antecedentes en desmineralización, pero no en
tratamiento de efluentes. Y aquí se da una especie de realimentación positiva, pues como
los antecedentes no se tienen, resulta cada vez mas difícil acceder a trabajos que podrían
aportarlos.
Otro de los problemas harto conocidos que se presentan para las empresas pequeñas es
el econ—mico-financiero. Con obras con equipamiento comprado localmente, con un
adelanto lógico, de alrededor del 20 %, se puede encarar una obra sin mayores problemas.
Sin embargo, cuando el monto de la obra es grande el problema puede llegar a ser algo
aparentemente tan simple como caucionar el anticipo.
Si una parte importante de los suministros de la obra son importados, esto provoca un
problema adicional. En efecto, las importaciones deben ser pagadas prácticamente por
adelantado, pues aunque se trabaje con cartas de crédito, los bancos exigen un depósito
previo, o bien reducen la capacidad de crédito de la empresa, lo que en definitiva es
prácticamente lo mismo.
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A veces es posible negociar con el cliente para que sea él en forma directa el que abra
algunas cartas de crédito, lo que reduce el monto del contrato local y permite disminuir
las necesidades de financiamiento y cauciones. Sin embargo, no siempre los clientes son
propensos a aceptar esta modalidad.
En la actualidad a todo esto se suma la aparición del leasing. Esta es una forma de
acceder al equipamiento industrial que se ha ido afianzando en los últimos años. La
explicación de por que una empresa “alquila” una planta en lugar de comprarla hay que
buscarla fundamentalmente por el lado impositivo. En efecto, una empresa de producción
grande que necesita una planta está siempre en condiciones de conseguir créditos mas
fácilmente y a menores tasas que una empresa de ingeniería. Esta última, entre otras
cosas, debe amortizar la planta durante el período del contrato, normalmente del orden de
los cinco años. Además debe obtener alguna ganancia.
Esto plantea un interrogante: si la empresa de producción compra la planta y la opera
normalmente (estamos hablando hoy de empresas privadas), con créditos mas baratos
que los que podría conseguir una empresa de ingeniería, debería pagar mensualmente
menos dinero que el alquiler que finalmente paga. Sin embargo, la inversión implica un
incremento del capital y no resulta deducible de ganancias sino solo en la medida de la
amortización a lo largo de muchos años. En cambio, el alquiler o leasing es un costo puro
totalmente deducible, y no existe incremento del capital.
Por otra parte, en ciertos procesos la empresa que alquila tiene la opción, al finalizar el
período del contrato, de efectuar un nuevo leasing con procesos diferentes, nuevo
equipamiento, etc.
En nuestro medio esto plantea dos problemas. Uno lo constituye el hecho de que como
toda modalidad incipiente, no está asegurada la continuidad del negocio. Así, una planta
debe ser amortizada totalmente en el relativamente breve período del contrato, pues no
existe una razonable seguridad de que esa planta pueda ser nuevamente alquilada a la
misma o a otra empresa. Esto, obviamente nos pone en dificultades frente a empresas
internacionales dedicadas a este negocio, cuyo mercado es el mundo. Una planta que deja
de usarse en alguna parte siempre se puede ubicar en otro lugar. Esto lleva a que los
períodos de amortización puedan ser mucho mas largos, y por lo tanto el valor del leasing
mas bajo. Esto se magnifica aún mas por los intereses generalmente mas bajos que se
pagan por los créditos.
En nuestro medio, prácticamente es imposible para una empresa pequeña encarar este
tipo de negocios, a menos que exista algún tipo de asociación con un grupo financiero. Si
bien existen organizaciones que se dedican a este negocio, financiando casi cualquier
cosa susceptible de leasing, como estas organizaciones no están en el rubro específico
exigen garantías económicas y de operación sobre las plantas muy superiores a las que
exigiría el cliente si comprara la instalación, razón adicional por la que las pequeñas
empresas quedan fuera de posibilidades. Además, aún en caso de poder hacerse, el valor
del leasing depende mucho mas de cuanto quiera ganar la parte financiera que de los
esfuerzos técnicos por lograr una planta barata y de operación eficiente.
El tratamiento impositivo es en algunos casos otra factor que atenta contra el desarrollo
de las empresas pequeñas.
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En la actualidad podemos leer frecuentemente artículos económicos donde se advierte
sobre el problema del desequilibrio en la balanza de pagos del comercio exterior. Las
importaciones han crecido sensiblemente, pero las exportaciones no lo han hecho en la
misma medida, con lo cual el país gasta en el exterior mas de lo que factura, con el
consiguiente problema que no es necesario explicar.
En estos artículos se menciona, por supuesto, la necesidad imperiosa de aumentar
nuestras exportaciones para tratar de corregir la situación. Por supuesto que el estado es
el primer interesado en que esto ocurra, y así se declama desde el gobierno sobre la
necesidad de aumentar las exportaciones, de los esfuerzos que hace el estado para apoyar
la industria, etc.
Sin embargo, la realidad es muchas veces totalmente distinta, y desde el gobierno no solo
no se promueve, sino que incluso se penaliza a las pequeñas empresas que tienen la
oportunidad de efectuar ocasionales exportaciones. En efecto, cuando se exporta una
instalación no se cobra el IVA, pero se debe pagar este tributo a los distintos proveedores
locales. En teoría, el estado debería reintegrar esta diferencia. Sin embargo, la experiencia
muestra que en obras puntuales es casi imposible lograrlo. Si consideramos que alrededor
de la mitad del precio de venta de una obra corresponde a costos de bienes y servicios
gravados por el IVA, el monto que se debiera recuperar es de alrededor del 10 % del precio
de venta. Este monto termina indefectiblemente como un crédito fiscal con escasísimas
posibilidades de ser recuperado.
Como normalmente las obras e instalaciones se venden a empresas importantes, que son
agentes de retención y por lo tanto retienen en el mejor de los casos el 50 % del impuesto,
aún trabajando dentro del país el balance del IVA hace que raramente se deba efectivizar
un pago, excepto que el margen de ganancia sea alto, lo que es hoy incompatible con la
venta. En definitiva, el IVA termina siendo un préstamo al estado, sin interés y por un plazo
indefinido.
Como puede verse, en estos casos el IVA pasa a constituirse inevitablemente en un costo
que es necesario cubrir de alguna manera, aunque a muchos burócratas les cueste
aceptarlo. El problema es que si se lo considera un costo, este está en el orden del 10 %
respecto al precio de venta, y este incremento, con los márgenes con que se trabaja hoy
en día, dejan la oferta fuera de competencia. Por otra parte, la mayoría de las empresas
luego de analizar las ofertas terminan en un pseudo remate, o a lo sumo le dan la
oportunidad a la mejor oferta técnica, o al oferente elegido por cualquier otra razón, de
bajar su precio al nivel del mas bajo. Finalmente se vende, pero del beneficio esperado
mas de la mitad se lo queda el estado, un socio no deseado que sin ninguna inversión ni
riesgo se lleva la mejor tajada del posible beneficio.
Como ejemplo de algunas de las cuestiones mencionadas, nuestra empresa hizo un
importante esfuerzo para cotizar una planta de desmineralización en una refinería de
petróleo en Chile, donde se debió competir con empresas internacionales de primera línea.
Finalmente se ganó la obra, fundamentalmente por que la empresa estadounidense que
actuaba como consultora de la refinería aconsejó adjudicar a nuestro proyecto, a pesar de
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no ser el mas barato, por considerarlo tecnológicamente mas logrado, y por que la
diferencia en el precio con el segundo se pagaba en menos de un año con el menor costo
operativo.
A la alegría inicial de la adjudicación siguió el drama de como caucionar el anticipo que
nos darían. Esto obligó a estudiar rápidamente alternativas que nos permitieran sortear
este obstáculo.
En primer lugar se decidió construir y revestir los recipientes en Chile. Esto nos permitió
por un lado mejorar algo el costo, y fundamentalmente lograr que la refinería pagara
directamente en Chile al taller que suministraba los recipientes con lo que se disminuyó
el monto a pagar en la Argentina, y por lo tanto el monto del anticipo a caucionar. Esta
disminución permitió que alcanzáramos la capacidad de caución requerida e iniciar la
obra.
El proyecto se desarrolló normalmente, sin problemas ni sobresaltos, hasta el último envío
de equipos y materiales, cosa que ocurrió a fines de 1996. El problema de la aduana
paralela y la “falta de firma” nos demoró un mes y medio la salida de este último
embarque. Como es conocida la seriedad del mercado chileno, continuamente enviábamos
al cliente diarios y revistas con artículos y comentarios sobre la situación aduanera
tratando de que comprendieran que el problema del atraso nos era ajeno y
fundamentalmente inmanejable.
El cliente, felizmente se atrasó en las obras civiles a su cargo, por lo que no llegamos a
tener problemas de multas. La planta se puso en marcha en marzo de 1997, con un
resultado impecable. Al cumplirse el año de la recepción provisoria, la refinería de motu
propio nos devolvió las pólizas por la garantía, lo que implica de hecho la recepción
definitiva de la obra.
Desde el punto de vista técnico y de management es una obra importante, para
enorgullecerse. Sin embargo, desde el punto de vista económico no dejó prácticamente
ningún beneficio. En efecto, casi todo el beneficio de la obra había quedado en manos del
estado como crédito fiscal!
Se consultaron varios estudios contables, y todos nos aconsejaron no avanzar con el
pedido del reintegro del IVA con el argumento de que la DGI está interesada solo en
recaudar, y no en devolver. Por lo tanto, si insistíamos en el reclamo lo mas seguro sería
que nos hicieran alguna investigación a fondo, donde seguramente encontrarían algún
detalle por el cual no solo no nos devolverían el IVA sino que además nos cobrarían alguna
multa.
Dado que nuestra empresa es relativamente nueva, y solo hemos trabajado con clientes
grandes, donde nunca han existido manejos en negro ni cosa parecida, ante la necesidad
de recuperar algo hicimos caso omiso de las recomendaciones e iniciamos el trámite
correspondiente ante la DGI.
Tal como nos lo habían advertido, fuimos auditados a fondo, pero por las razones
mencionadas anteriormente no nos encontraron ningún problema y fuimos aprobados.
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Sin embargo, la misma DGI nos dice que si bien corresponde, carecen de los medios para
reintegrar el IVA retenido. Finalmente, todo lo que se logró fue un certificado, válido por
dos meses, para que en ese período nuestros clientes no nos efectuaran retenciones
sobre el IVA.
Un simple cálculo permite ver que lo que se puede recuperar de este modo es ínfimo. El
estado terminó apropiándose de un dinero que no le pertenece, y que en el mejor de los
casos devolverá sin ningún interés a lo largo de varios años.
Mientras tanto, la pequeña empresa que aceptó el desafío de exportar una planta de alta
tecnología, realizó el esfuerzo y concluyó satisfactoriamente la obra, se quedó sin el
beneficio. Por si esto fuera poco, la DGI pretende además que se le efectúe por separado
el pago del impuesto a las ganancias, pues argumenta que solo los créditos fiscales por
retenciones del IVA son aplicables al pago de ese gravamen.
(*) El Ing. Ricardo E. Pauer es Ingeniero Químico, de la U.N.L. Especializado en el tratamiento de
aguas y efluentes. Forma parte de Consultora de Aguas y Devre Internacional SA.
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