Turismo Sexual

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TURISMO SEXUAL
Lic. Julia C. Gerlero (*)
Facultad de Turismo
Universidad Nacional del Comahue
Buenos Aires 1400
(8300) NEUQUÉN
ARGENTINA
Email: [email protected]
(*) Licenciada en Turismo. Magíster en Teorías y Políticas de la Recreación. Prof. Adjunto área
Ocio y Tiempo Libre. Departamento de Servicios Turísticos. Facultad de Turismo. Universidad
Nacional del Comahue. Cátedras: Técnicas de Recreación; Programación de la Recreación Social.
El ensayo sobre “Turismo Sexual” forma parte de los requisitos de aprobación del Seminario “El
malestar de la Subjetividad Contemporánea” correspondiente a la Especialización “Filosofía y
Crítica de la Cultura” dictada en la Facultad de Humanidades - Universidad Nacional del
Comahue - cursada por la autora.
Resumen
El ensayo orienta inicialmente el análisis del “turismo sexual” desde los mismos
parámetros considerados para analizar otras prácticas turísticas pero lleva a reflexionar sobre la
génesis y pervivencia del mismo a partir del uso de los cuerpos en el desarrollo progresivo de la
biotecnología y en las interacciones cotidianas en términos de mercancías, por demás, sostenido y
fundamentado en la subjetividad devenida en la modernidad tardía.
Palabras Claves: Turismo – Subjetividad – Cuerpo – Placer – Ajenidad - Consumo.
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INTRODUCCIÓN
El traslado -condición de la existencia del turismo-, cambia el escenario habitual
de acción de los cuerpos y los sitúa en un espacio social diferenciado. La <ajenidad> y la
predisposición personal al disfrute y el placer aparecen como características distintivas
del hecho turístico.
En la modernidad tardía la existencia de una movilidad acelerada de los cuerpos
en el espacio promueve constantemente la configuración de nuevos escenarios turísticos
en los que prevalece una valorización estética diversificada, vinculada a aspectos
paisajísticos y culturales de espectacularidad o aquellos definidos por las prácticas que
los propios turistas puedan desempeñar poniendo sus cuerpos en movimiento en
actividades como playa, trekking, wind surf, montañismo, entre otras tantas.
La combinación de <ajenidad> y <búsqueda de disfrute> es -quizás en última
instancia- la que determina las formas de vinculación que el turista logra en dichos
escenarios;
consumo
indiscriminado
de
productos,
distancia
espectacular
o
protagonismo en el paisaje y la cultura visitados. De entre las diferentes formas del
turismo que se han caracterizado a partir de tal combinación –turismo cultural;
ecológico; rural; etc, - en la actualidad se recorta una reconocida socialmente, la que se
podría identificar con la apropiación de los propios cuerpos en el lugar de destino para
alcanzar una de las formas más primarias del placer, denominada <turismo sexual>.
Las prácticas de <turismo sexual> explicitan el desplazamiento del <deseo sexual> al
<consumo de sexo> a partir de la discapacidad evidenciada por el individuo de la modernidad
tardía de proveerse satisfacción y placer fuera de los parámetros del consumo.
Esta es la tesis que se pretende desarrollar en este trabajo, para lo que se
procederá a caracterizar el turismo sexual en una primera parte, luego describir el uso
del cuerpo y la construcción del <cuerpo como producto turístico> mediante la
prostitución, para finalmente sugerir el devenir del deseo en las sociedades de la
modernidad tardía.
Turismo sexual
Según la Organización Mundial del Turismo (OMT), de los 700 millones de
turistas que viajan cada año, el 20% reconoce buscar sexo, es decir que 140 millones de
personas por año realizan turismo sexual. “El turismo sexual en el Extremo Oriente tiene
su origen en el aprovisionamiento de prostitutas para las tropas estadounidenses
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durante las guerras de Corea y Vietnam. Se construyeron centros de <descanso y recreo>
en Tailandia, Filipinas, Vietnam, Corea y Taiwán”1, de los cuales Tailandia se ofrece hoy
como el <paraíso del sexo> fundamentalmente para la demanda de hombres
provenientes de Europa, Estados Unidos y Japón.
El turismo originado por <peregrinaciones>, <viajes de estudio de una elite> y
propósitos tan nobles como los de Thomas Cook, impulsor de los viajes organizados
para curas de alcoholismo, se enfrenta en la actualidad con la organización de <tours
sexuales> enmascarados en otras prácticas públicas placenteras o bien abiertamente
promocionados.
Nuevas profesiones turísticas, introducen en los albores de la actividad las bases
para prácticas de turismo en las que el sexo comienza a perfilar su oferta. Una muestra
de ello, son las “Lady-Guides” establecidas en la primera mitad del siglo XIX, señoritas
al servicio de Agencias de Viajes que acompañaban a los clientes tanto para la visita
turística como para compras, negocios, etc.
La ya antigua fórmula del club Mediterranee, conocida como las cuatro “S”2,
promocionaba la estada en sus resort con la promesa de <mar, sexo, arena y sol>
reconociendo e incorporando explícitamente en su oferta la posibilidad de sexo.
Inicialmente estas propuestas mantienen vigente el <deseo> en la posibilidad de las
prácticas sexuales; se ofrecen programas especiales para <solos y solas> en donde se
diseñan ambientes para favorecer el libre juego de seducción entre los viajeros. En estas
propuestas el individuo ejerce el protagonismo en su búsqueda particular del
compañero, entre viajeros que acuerdan interactuar en condiciones que enmarcan y
orientan la posibilidad del encuentro sexual.
Pero no toda práctica vinculada al sexo en el ámbito del turismo es definida como
<turismo sexual>. El <turismo sexual> se configura en la oferta de sexo mediante los
mecanismos de comercialización y consumo de los productos turísticos tradicionales en
forma más o menos explícita; se vale de la prostitución3 en ocasiones indirectamente
vinculada al servicio de alojamiento y en otras como oferta complementaria en centros
de espectáculos, casas de recreo, masajes, agencias particulares, etc.
Giddens Anthony. Sociología.Alianza Editorial.España, 1999. p.156.
<Sea, sand, sun and sex>
3 Prostitutas y/o prostitutos es una denominación generalmente rechazada. En Cuba, por ejemplo, prefieren
ser llamados <jinetera> o <jinetero> denominación que se emparenta más con la categoría de <luchadores>
o trabajadores sexuales en la cual se reconocen. Aquí se utiliza el término, en referencia al pago por favores
sexuales.
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Desde la dimensión del sujeto, el turismo sexual organizado –por la
intermediación de la prostitución como condición de su posibilidad de existencia- evita
la interacción con el otro, puesto que enmarca la práctica sexual en una transacción
comercial de acuerdo mutuo. Suprime la necesidad de acercamiento, seducción y
conquista entre los individuos, necesarios a las prácticas sexuales <ordinarias>,
formalidades que aparecen delegadas en las destrezas del marketing, la comercialización
y los canales de distribución de los cuerpos ofrecidos como verdaderas mercancías4. A su
vez, y como contrapartida, convalida la apropiación de los cuerpos desestimando
cualquier otra función que no sea la de proveerse placer sexual, reconociendo al
individuo con exclusividad en su corporalidad.
El cuerpo como producto turístico
Una diferencia –quizá en apariencia sutil- señala las transformaciones operadas
en el uso de los cuerpos a partir de las interacciones entre las personas. Desde la
esclavitud al empleo asalariado se ejemplifica la utilización del cuerpo en función de la
obtención de un producto del mismo: la apropiación de la fuerza de trabajo y de su
producto final. El trabajo doméstico -sin atender a las especificidades de sus diferentes
etapas- ha sido otra forma en la que se establece un intercambio de lo producido por el
cuerpo de unos a favor de otros. Pero también en el trabajo doméstico –según la
referencia tomada de Veblen- se muestra la transformación que aquí queremos remarcar.
El consumo ostentoso como demostración de ocio vicario demanda la presencia de
<cuerpos de servidores domésticos> la más de las veces sin función significativa desde el
punto de vista de la producción. El contacto personal con los individuos contratados –
explica Veblen5- es desagradable, pero se tolera y se paga su presencia pues son parte del
consumo familiar. Es entonces la <presencia>, <el cuerpo mismo> del sirviente lo que se
paga como demostración pecuniaria en función de la obtención de prestigio. La
apropiación en este caso ya no es de un producto del cuerpo sino del <cuerpo> en su
totalidad.
Otra vertiente, la que posibilitó -ciencia mediante- mitigar los malestares del
cuerpo, muestra en su espiral evolutiva desde prótesis como aditamento normalizador
“Marx definió mercancía como producto que no se ha fabricado para el uso y el consumo directos, sino
para su venta en el mercado”. Bocock R. El consumo. Talasa, España 1993. p 57. La frase “estás muy
producida”, o “me produzco para una cita” de resonancia en el ámbito femenino, expresa el propio concepto
que la mujer tiene de sí misma como <mercancía>; su propio proceso de producción apoyado en la
biotecnología –desde cirugías hasta la cosmética cotidiana- arroja un producto al mercado de consumo: ella
misma.
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de un cuerpo mutilado o enfermo, pasando por el transplante de órganos – partes de un
cuerpo que se incorporan a un todo-, cirugías correctivas que hoy alcanzan el transplante
de rostro6 en lo que sugeriría transplantar también -en parte- la propia identidad que
otorga la fisonomía corpórea, hasta la clonación como perfecta reproducción de un
cuerpo en su totalidad.
La utilización de los cuerpos como productos totales atañe también y
singularmente a la función de intercambio que al cuerpo se le asigne. En consonancia con
el contexto en el cual se desarrollan los cuerpos se especializan en múltiples opciones. La
situación turística a partir del desarrollo tecnológico que acelera la movilidad de los
cuerpos en el espacio ha favorecido la irrupción de los mismos como productos turísticos
vinculados a la oferta sexual. El cuerpo como producto turístico en prácticas
heterosexuales u homosexuales explicita en escenarios turísticos que el propio cuerpo
que demanda o el propio cuerpo que se ofrece tienen ámbito de libertad adecuado para
la transacción por las condición de <ajenidad> que el turismo conlleva.
En numerosos casos, al mismo tiempo que el cuerpo como producto turístico se
comercializa en la oferta sexual, se lo prepara profesionalmente en otras lides;
<sofisticadas, reservadas y políglotas>7 son las estudiantes universitarias que en Buenos
Aires prestan servicios sexuales, enroladas en organizaciones totalmente ajustadas a las
leyes y tecnologías del mercado actual que las “desnuda” en el lobby de cualquier hotel 4
– 5 estrellas en revistas, folletos y popcards, ofreciendo “iguales servicios” con tarifas
diferenciadas según sea <visita>, día entero, o fin de semana completo en los que se
acompaña al turista a un destino inmediato.
La práctica del turismo sexual mediante la prostitución de niños8, práctica que
descarna la apropiación de los cuerpos en una inhabilitación total de la propia
subjetividad contenida en ese cuerpo-niño, denuncia la existencia de una demanda de
<apropiadores>, de compradores de sexo, quienes en busca de placer practican
Veblen Thorstein Teoría de la Clase Ociosa Fondo de Cultura Económica. México, 1963.
Rio Negro. 18-02-04. Transplante de rostro. París. Esperan definiciones legales para realizar la cirugía que
permita poner el rostro de un muerto a un vivo. La operación plantea cuestiones éticas ya que se prevé
cubrir el rostro del cadáver con una máscara durante las ceremonias funerarias. Agencia Reuter de noticias.
7 TXT Año 1, Nº 47. Buenos Aires, 2004.
8El Código Ético Mundial para el Turismo Promulgado por la Organización Mundial del Turismo –Santiago
de Chile 1999-, expresa: “La explotación de seres humanos, en cualquiera de sus formas, especialmente la
sexual, y en particular cuando afecta a los niños, vulnera los objetivos fundamentales del turismo y
constituye una negación de su esencia. Por lo tanto, conforme al derecho internacional, debe combatirse sin
reservas con la cooperación de todos los Estados interesados, y sancionarse con rigor en las legislaciones
nacionales de los países visitados y de los países de los autores de esos actos, incluso cuando se hayan
cometido en el extranjero.
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violaciones en escenarios de comercialización que parecieran desdibujar por tales, la
crudeza del hecho; de otro lado - las prácticas sexuales que en este artículo se intentan
caracterizar - no escapan al meollo anteriormente descrito, pero aquí, la comercialización
encubre, la imposibilidad de entrega y abandono necesarias al placer sexual si operara en
un ámbito cotidiano de gratuidad, encubre el malestar en el que están sumidos muchos y
denuncian silenciosamente mediante la sistemática compra-venta de cuerpos en un
ejercicio comercial en el que han sido socializados casi con exclusividad. Por tanto no
sería apropiado reducir el análisis a un solo tipo de relación –la sexual- sin antes
comprender que las prácticas del turismo sexual son consecuentes con los distintos
niveles de conciencia social y de la subjetividad de múltiples relaciones que se establecen
entre los individuos al interior del sistema capitalista en el cual han sido socializados.
La socialización9 se atraviesa con el cuerpo y se plasma en el cuerpo, de allí que se
pueda afirmar con Mauss10 que el cuerpo forma parte de la personalidad y está a cargo
de dimensiones importantes de la subjetividad; o reconocer tal lo fundamenta Bourdieu,
que el individuo o agente social se “modela” en habitus <conjunto de esquemas
mentales y corporales> que son los que organizan las estrategias de acción. El habitus es
-según este autor- “una subjetividad socializada”11. Los cuerpos de los agentes son los
que se impregnan de los esquemas de percepción y acción en el proceso de socialización
a lo largo de sus vidas; los cuerpos son los que expresan y exteriorizan o actúan las
impresiones, las emociones, los discursos y finalmente definen la presencia del individuo
en un espacio determinado.
Entre “el deseo o el goce” y “la gratuidad o el consumo”
Según explica Touraine, uno de los fragmentos de la modernidad es “la
revelación de deseos que escapan al control social”12. Para el caso que nos ocupa y según
estamos indagando, el deseo sexual aparece fuera de las instituciones tradicionales,
construyendo nuevos escenarios de satisfacción. ¿Porqué se produce la huída? ¿Qué
posibilidades brinda el turismo para albergar y satisfacer el deseo sexual? Sin abarcar la
temática del deseo en su totalidad, puesto que excede ampliamente las posibilidades de
este trabajo, se intentará mediante el diálogo establecido entre las dos novelas de Michel
Proceso de Socialización en términos de Berger y Luckmann.
<Cuerpos y clasificaciones> en Lash y Urry Economía de Signos y Espacio. Buenos Aires, Amorrortu 1998. pp
70 – 78.
11 García Inda Andrés en Bourdieu Pierre, Poder, Derecho y Clases Sociales . Editorial Desclée de Brouwer.
Bilbao. 2000. Introducción, p. 29.
12 Touraine Alain. Critica de la Modernidad. Fondo de Cultura Económica. 1998. p 145.
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Hoouellebecq, Partículas Elementales y Plataforma, dejar planteados algunos aspectos
que insinúen el devenir del deseo en consumo.
Dice Michel –personaje de Partículas Elementales- en conversación con su
hermano Bruno: “...la sociedad erótico – publicitaria en la que vivimos se empeña en organizar
el deseo, en aumentar el deseo en proporciones inauditas, mientras mantiene la satisfacción en el
ámbito de lo privado. Para que la sociedad funcione, para que continúe la competencia, el deseo
tiene que crecer, extenderse y devorar la vida de los hombres.” 13 Del otro lado, responde <otro
Michel> desde su personaje en Plataforma, “... lo que los occidentales ya no saben hacer es
ofrecer su cuerpo como objeto agradable, dar placer de manera gratuita. Han perdido por completo
el sentido de la entrega. Por mucho que se esfuercen, no consiguen que el sexo sea algo <natural>.
No sólo se avergüenzan de su propio cuerpo que no está a la altura de las exigencias del porno,
sino que, por los mismos motivos, no sienten la menor atracción hacia el cuerpo de los demás. Es
imposible hacer el amor sin un cierto abandono, sin la aceptación, al menos temporal, de un cierto
estado de dependencia y de debilidad 14.
Desde una perspectiva psicoanalítica –y en términos de mera aproximación al
tema- encontramos que la idea de deseo encierra la incompletud, el saberse un ser
limitado. Tal lo reconoce <el otro Michel> es esa capacidad del desear la que se ha
perdido puesto que el desear se enmarca en la gratuidad y el desinterés. Para que exista
deseo el objeto deseado tiene que ser dificultosamente alcanzable, premisa que en el
consumo no es tal sino en el sentido de una promesa de satisfacción que queda atrapada
en el goce. La satisfacción sexual mediante la transacción comercial se ubica en el plano
del consumo -no ya del deseo-. El sujeto de deseo que busca la completud, en el consumo
queda atrapado como sujeto de goce, que no alcanza a conocer la insatisfacción de la
carencia y por eso mismo no puede ser satisfecho. La opulencia e infinidad de objetos de
que dispone el consumidor obturan la posibilidad de ser deseante. Para el consumidor
el goce se agota y renueva en el consumo y por tanto demanda renovación permanente a
favor de más consumo. Llevado el consumo al plano sexual que nos ocupa, reconocemos
que <el otro> que me proporciona placer sexual queda situado en el lugar del objeto de
consumo, lo que lo hace altamente obsolescente y por demás sustituible. Entonces, el
consumo sexual sólo es posible mediante la prostitución, requisito satisfecho en la
actualidad como parte del negocio del turismo. Ofrecerse como <cuerpo para el consumo
13
14
Houellebecq Michel. Las Partículas elementales. Anagrama. Barcelona, 1999. p 162.
Houellebecq Michel. Plataforma. Anagrama Barcelona, 2002. p 216.
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sexual> o ser un <cuerpo consumidor de sexo> forma parte de la lógica capitalista que
ha desnaturalizado el <deseo>.
En la actualidad se puede afirmar que la predisposición al consumo es parte
constitutiva del individuo; puesto que una vez que el individuo pasó a ser <mercancía>
al vender su fuerza de trabajo o al <venderse en el trabajo>, quedaron las condiciones
establecidas socialmente para que esta relación se reproduzca; finalmente, la
desnaturalización del deseo en el consumo logra que los propios individuos se <deseen>
como objetos, puesto que fueron conformados como tales en la diversidad de relaciones
mercantiles que se establecen en el mundo social y que los involucran desde su
nacimiento. Es así como la alteridad en el consumo no existe sino como parte de mi
propia satisfacción, no existe un <reconocimiento del otro> en tanto individuo sino se lo
identifica como “bien de uso” que se agota en su corporeidad, tal lo evidenciado en las
prácticas de turismo sexual.
Porqué el auge del turismo sexual? Podríamos arriesgar que la subjetividad
sostenida por una exacerbación del deseo –y muy específicamente del deseo sexualfrente a la incapacidad de dar respuesta y la socialización en las relaciones sociales
mediadas por el consumo conforman los impulsos básicos que presionan en términos de
demanda y oferta respectivamente. Por otra parte, la <prostitución> que se puede
encontrar en el turismo difiere en cuanto a su composición y pertenencia a un sector
social, a la prostitución que el turista encontraría en su lugar de residencia habitual; la
misma tenderá a mimetizarse con la condición social del turista. Finalmente el turismo
por su condición de <traslado> conlleva una ruptura con lo cotidiano, lo que se entiende
como <ajenidad> y la ilusión vinculada a la ajenidad en los escenarios de tiempo libre, es
aquella que promete placer en libertad.
La división geográfico-política establecida entre demanda y oferta de sexo en el
turismo pareciera respetar los esquemas tradicionales de dominación. Los países del
norte –además de Australia y Japón- constituyen la demanda para los países del sur
fundamentalmente países de Asia y América Latina15. Repite el esquema de
<explotación> ejercida históricamente sobre los países pobres, para un producto –el
sexo- que no necesita mucho más que <la materia prima> para ser consumido. A su vez,
quienes ofrecen sus cuerpos para el placer sexual, en parte por haber sido socializados en
el consumo también son cuerpos deseantes de bienes que el propio sistema de
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explotación en el que están inmersos no les permite alcanzar, por tanto encuentran en la
venta de sexo una posibilidad cierta, rápida y redituable de posicionarse como
consumidores en razón de acceder al modelo de felicidad que les presenta el mismo
esquema de dominación.
Conclusión
Subsisten formas legales e ilegales de transacciones corporales vinculadas al
placer, pero más allá de la legalidad o ilegalidad las prácticas revelan la legitimación en
una subjetividad social que admite a partir de una construcción histórica, que los
cuerpos han pasado a ser mercancía de consumo, para el transplante de órganos, para la
portación de embarazos, para el espectáculo de cuerpos transvertidos, para el
contrabando de niños o la prostitución infantil; para la estética entre otras tantas. En este
orden de transacciones se inscriben las prácticas del turismo sexual.
Tales transacciones demuestran avalar el reconocimiento del cuerpo como un
producto capaz de mitigar los impulsos más vitales del ser humano, los más perversos,
los más obscenos o los más inofensivos y pasatistas.
El diálogo propuesto entre las dos novelas de Houellebecq a partir de los párrafos
presentados, expone una realidad de nuestro tiempo: la exacerbación del deseo en la
sociedad capitalista pero desnaturalizada en su propia condición puesto que el sujeto
deseante ha perdido o no logra constituirse en otro aspecto, el de la capacidad de
satisfacer su deseo sino mediante el consumo.
El escenario turístico es la representación del placer en libertad a partir de la
<ajenidad> que instala el traslado de los cuerpos, y favorece por tanto el ejercicio del
sexo como práctica de consumo. El turismo sexual descarna -como ninguna otra
actividad- la eficacia del capitalismo al haber llegado a legitimar –convalidar
socialmente- la interacción de los cuerpos como mercancía en una de las funciones más
primarias y vitales de la especie.
Para el caso particular de América Latina, resulta por demás interesante analizar las primeras relaciones
sexuales establecidas entre los conquistadores españoles y las “indias”, en Herren Ricardo La Conquista
erótica de las Indias. Editorial Planeta, España, 1991.
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Bibliografía
- Bocock Robert . El Consumo. Talasa. España. 1993.
- Lash y Urry, Economía de Signos y Espacio. Buenos Aires, Amorrortu 1998.
- García Inda Andrés en Bourdieu Pierre, Poder, Derecho y Clases Sociales. Editorial
Desclée de Brouwer. Bilbao. 2000.
- Giddens Anthony, Sociología. Alianza Editorial. España, 1999.
- Herren Ricardo. La Conquista erótica de las Indias. Editorial Planeta, España 1991.
- Touraine Alain. Crítica de la Modernidad. Fondo de Cultura Económica. México 1998.
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