La imposición sobre la riqueza en el sistema fiscal español Alejandro Esteller-Moré Profesor agregado Institut d’Economia de Barcelona (IEB) Universitat de Barcelona Enero, 2013 1. Introducción 2 2. Visión general de la imposición sobre la riqueza en España: Suficiencia estática y dinámica 2 3. ¿De qué nos informa la literatura teórica? 5 4. Análisis del caso español 7 4.1 Impuestos sobre la riqueza: el caso de las CCAA 7 i. Impuesto sobre el patrimonio 7 ii. Impuesto sobre sucesiones y donaciones 8 iii. Impuesto sobre transmisiones patrimoniales y actos jurídicos documentados 10 4.2 Impuestos sobre la riqueza: el caso de los ayuntamientos 5. 11 iv. Impuesto sobre bienes inmuebles 11 v. Impuesto sobre vehículos de tracción mecánica 12 vi. Impuesto sobre el incremento de valor de los terrenos de naturaleza urbana 12 Conclusiones 12 6. Bibliografía 13 1. Introducción En el sistema fiscal español (SFE), están presentes los siguientes impuestos que gravan la riqueza, ya sea su propiedad (general o particular), su transmisión (lucrativa mortis causa o lucrativa intervivos, u onerosa), o incluso su revalorización (del valor del suelo de una unidad urbana, producida a raíz de su venta, aparte del tratamiento fiscal a que también da lugar esta operación en el Impuesto sobre la renta de las personas físicas (IRPF)): Impuesto sobre el patrimonio (IP), Impuesto sobre sucesiones y donaciones (ISD), Impuesto sobre transmisiones patrimoniales y actos jurídicos documentados (ITPAJD), Impuesto sobre bienes inmuebles (IBI), Impuesto sobre vehículos de tracción mecánica (IVTM) e Impuesto sobre el incremento de valor de los terrenos de naturaleza urbana (IIVTNU). Todos ellos tienen una característica en común, y es que son impuestos subcentrales1, siendo en este sentido paradigmático el caso de los tres últimos, que representan algo más del 80% del total de ingresos impositivos de los municipios (véase Tabla1, más abajo). Como veremos en este Capítulo, en relación a la imposición sobre la riqueza, se propone básicamente una reforma consistente en la eliminación del IP y del IIVTNU, y en cambios en la estructura legal del resto de figuras impositivas y se propone en algún caso (IVTM) la asignación a un nivel de gobierno superior. El IIVTNU es un impuesto potestativo de los gobiernos locales, de manera que éstos podrían compensar la pérdida de recaudación a través de incrementar la presión fiscal en el IBI acercando la importancia de éste a la que tiene en los países anglosajones (Vilalta et al. 2011, pág. 55). En el caso del IP, se podría dejar la potestad de que las CCAA ocuparan ese espacio fiscal si así lo desearan, mientras que si se transfiriera el IVTM a un nivel de gobierno superior (autonómico), los gobiernos locales deberían ser convenientemente compensados financieramente. El resto del Capítulo se estructura como sigue. En la sección 2, analizaremos en detalle la importancia recaudatoria que supone cada uno de estos impuestos así como su volatilidad a lo largo del ciclo económico. A pesar de la pléyade de impuestos que gravan la riqueza en España, en la sección 3, intentaremos agrupar los principales argumentos que nos ofrece la literatura económica para justificar el gravamen sobre la riqueza. En la sección 4, analizaremos cada uno de los seis impuestos tal y como están configurados legalmente en nuestro sistema fiscal. Por último, en la sección 5, concluiremos. 2. Visión general de la imposición sobre la riqueza en España: Suficiencia estática y dinámica Los impuestos cumplen básicamente tres funciones, o también llamados “principios impositivos”: suficiencia recaudatoria, equidad y estabilización. Además, se supone que deben interferir lo mínimo posible en las decisiones de los agentes privados (eficiencia impositiva) y su configuración legal – y estructura y organización de 1 Es por ello que, aunque no es el objetivo de este Capítulo, deberemos tratar cuestiones relacionadas con la asignación de impuestos en un sistema descentralizado de gobierno. la administración tributaria2 – debe ser tal que se minimicen los costes de gestión y de cumplimiento fiscal. No obstante, en la práctica, no existe ningún impuesto que cumpla todos estos principios de manera simultánea3. Teniendo en cuenta esta restricción, será a la luz de estos principios que analizaremos en la sección 4 la imposición sobre la riqueza en España. Sin embargo, debido a su importancia, ya en esta sección, intentaremos constatar en qué medida los impuestos que gravan la riqueza en España consiguen garantizar una recaudación suficiente para el sector público, tanto desde un punto de vista estático (esto es, para un año en concreto) como dinámico (a lo largo del ciclo económico). En parte, como veremos, esta última característica está relacionada con la función estabilizadora del presupuesto público. En la Tabla 1, se muestran algunas características relevantes de cada uno de estos seis impuestos, así como su potencia recaudatoria4. A partir de éste, se observa que estamos hablando de unos impuestos que, en el año 2010 (último para el cual se dispone de cifras liquidadas de los presupuestos de CCAA y municipios), representaban algo más del 13% del total de ingresos impositivos del SFE (sin contar con las contribuciones al sistema de la Seguridad Social, teniéndolas en cuenta, esa importancia pasa a ser del 10,63%). Por tanto, tomados en su conjunto, sin llegar a ser un pilar de nuestro SFE, se trata de una cifra no desdeñable, sobre todo, si se relativiza su importancia al nivel subcentral5,6. 2 La estructura institucional y organización interna de la administración tributaria en España será tratada en otro capítulo del informe. 3 Véase, por ejemplo, Costa et al. (2005). 4 Véase Durán-Cabré y Esteller-Moré (2011a) donde se ofrecen datos sobre la importancia decreciente a lo largo del tiempo de esta forma de imposición en los países de la OCDE. 5 En Durán-Cabré y Esteller-Moré (2011b), se realiza una simulación de, ante una eliminación del ISD, en cuánto deberían incrementarse los tipos marginales del primer tramo de la tarifa del IRPF. El resultado es que éstos deberían hacerlo entre un 0,6% (después de la reforma en Cataluña que atenúa el gravamen de este impuesto) y un 0,87% (antes de dicha reforma). 6 Ciertamente, y ésta es una cuestión sobre la cual desafortunadamente no se dispone de datos, la recaudación líquida que aparece en los presupuestos no incorpora las diferencias de cumplimiento fiscal en un impuesto y en otro (lo cual de facto hace incomparable la potencia recaudatoria de cada impuesto) ni tampoco disponemos de cifras sobre el coste de gestionar un 1€ obtenido por cada impuesto. Es decir, recaudar un 1€ en el IBI no tiene el mismo coste que recaudarlo vía ISD, que se supone superior. En consecuencia, un reto del SFE, también aplicable a la imposición sobre la riqueza, es tener información sobre el fraude fiscal por impuesto y así saber su potencial recaudatorio real; y relacionado en parte con lo anterior, conocer los costes de administración (y de cumplimiento) de cada impuesto para así saber su verdadera “productividad recaudatoria” neta. Esto es especialmente relevante en la imposición de la riqueza por ser de carácter sub-central. Siendo así, potencialmente cada Comunidad Autónoma (CA) o municipio puede realizar un esfuerzo distinto de inspección y/o establecer criterios de valoración (por ejemplo, en el caso de ISD) diferentes. En definitiva, las comparaciones de recaudación entre CCAA y la agregación al nivel nacional no sólo dependen de la capacidad fiscal de cada región, sino también de los diferentes esfuerzos en gestionar tales impuestos. 2 4 Tabla 1. Visión general de la imposición sobre la riqueza en el SFE Naturaleza Nivel de gobierno % Rec. s/ el total impuestos del nivel de gobierno responsable (2010) % Rec. sobre total impuestos del SFE(3) (2010) Impuesto sobre el patrimonio (IP) Directa Central, cedido a las CCAA 2,76%(1) 1,72% Impuesto sobre sucesiones y donaciones (ISD) Directa Central, cedido a las CCAA 3,35%(1) 1,10% Impuesto sobre transmisiones patrimoniales y actos jurídicos documentados (ITPAJD) Indirecta Central, cedido a las CCAA 11,53%(1) 3,80% Impuesto sobre bienes inmuebles (IBI) Directa Municipal 60,50%(2) 4,97% Impuesto sobre vehículos de tracción mecánica (IVTM) Directa Municipal 13,58%(2) 1,11% Impuesto sobre el incremento de valor de los terrenos de naturaleza urbana (IIVTNU) Directa Municipal (potestativo) 7,22%(2) 0,59% Total -.- -.- 17,64% (CCAA) // 81,3% (Municipios) 13,29% (1): Página WEB del Ministerio de Hacienda y Administraciones Públicas (MINHAP) (http://serviciosweb.meh.es/apps/publicacionliquidacion/aspx/menuInicio.aspx), recaudación líquida para el último año disponible (Capítulo I +II), 2010, con la excepción de IP, que es para el año 2008, último año para el cual hubo liquidación antes de su reinstauración en 2011; (2): Página WEB del MINHAP (http://serviciosweb.meh.es/apps/entidadeslocales/), recaudación líquida para el último año disponible (Cap. I+II), 2010; (3) Los datos de recaudación de cada impuesto son los mismos que los utilizados en (1) y en (2), mientras que para obtener la recaudación total del SFE a los datos obtenidos en los dos anteriores enlaces, se ha añadido la recaudación líquida obtenida por la AEAT para el Estado (Cap. I+II), que está disponible en http://www.agenciatributaria.es/AEAT.internet/Inicio_es_ES/La_Agencia_Tributaria/Memorias_y_estadisticas_tributarias/Estadisticas_tributarias/Informes_estadisticos/Informes_Anuales_de_R ecaudacion_Tributaria/Ejercicio_2010/Ejercicio_2010.shtml Así por ejemplo para los municipios estos impuestos representan el 81,3% de sus ingresos impositivos, principalmente por el impacto del IBI. Las cifras que aparecen en cursiva se deben a que la recaudación de IP se corresponde con la del año 2008, último año de liquidación antes de su reinstauración en el SFE en 2011. Por tanto, las cifras de este último impuesto no son directamente comparables con las del resto, pues se enmarcan éstas en un momento distinto del ciclo económico. En la Tabla 2, se muestra la presión fiscal (recaudación entre el PIB) de las principales figuras que gravan la riqueza para el conjunto de países de la UE(15). En la tabla, se ordenan los países según la importancia (de mayor a menor) que tiene este tipo de imposición. Se observa que en España la imposición sobre la riqueza es más importante que en la media de países de la UE(15). De hecho, su posición en la ordenación pasa a ser la tercera si no se tiene en cuenta el IBI. Tabla 2. La imposición sobre la riqueza en la UE (15) IBI IP ISD TOTAL Reino Unido 4.20% 0.00% 0.18% 4.38% Francia 3.65% 0.00% 0.40% 4.05% Bélgica 2.98% 0.00% 0.65% 3.62% Luxemburgo 2.66% 0.00% 0.13% 2.78% España 2.05% 0.13% 0.23% 2.40% Dinamarca 1.92% 0.00% 0.22% 2.13% Italia 2.05% 0.00% 0.03% 2.08% 3 4 UE (15) 1.89% 0.01% 0.19% 2.08% OCDE 1.77% 0.02% 0.12% 1.91% Holanda 1.47% 0.00% 0.29% 1.76% Irlanda 1.54% 0.00% 0.15% 1.69% Finlandia 1.17% 0.00% 0.22% 1.38% Portugal 1.16% 0.00% 0.05% 1.21% Suecia 1.10% 0.00% 0.00% 1.10% Grecia 0.98% 0.00% 0.07% 1.05% Alemania 0.84% 0.00% 0.18% 1.02% Austria 0.54% 0.00% 0.01% 0.56% Fuente: OECD Statistics. Tal y como nos muestra la Figura 1, es igualmente importante conocer la evolución de la recaudación – medida a través de la presión fiscal – a lo largo del ciclo económico. Por un lado, el ITPAJD, que en la Tabla 1 aparece como el más importante con diferencia para las CCAA, es también el más volátil de los seis impuestos (coeficiente de variación del período de 34,81%). Por otro lado, en la Figura 1, se observa una característica relevante a la hora de comparar ITPAJD e IBI. Mientras que la recaudación de ITPAJD depende del volumen de transacciones, básicamente de viviendas de segunda mano, y del precio de mercado de las mismas, el IBI depende del stock de viviendas (posesión) y de un precio de la vivienda calculado administrativamente, el valor catastral. Figura 1. Evolución de la presión fiscal de la imposición sobre la riqueza 1.80% 1.60% 1.40% IBI 1.20% IVTM 1.00% IIVTNU 0.80% ISD 0.60% ITPAJD IP 0.40% 0.20% 0.00% 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 Fuente: véase Tabla 1. La presión fiscal se define como el ratio entre la recaudación de cada impuesto y el PIB nacional. La serie del PIB se ha obtenido a partir de la Contabilidad Nacional Trimestral del INE. Dejando de lado el efecto del ciclo económico sobre el volumen de transacciones inmobiliarias, en la medida en que la valoración administrativa se aleja de las fluctuaciones producidas por el ciclo económico sobre el precio de mercado, resulta que durante la época de recesión la presión fiscal por el IBI ha ido aumentando (i.e., el numerador del ratio de presión fiscal crece, aunque sólo sea por la actualización anual de los valores catastrales por la inflación, mientras que el denominador disminuye a consecuencia de la crisis 4 4 económica). Sin duda, esto es algo sorprendente, y tiene que ver con la valoración de la vivienda en el IBI. Más adelante, en la sección 4, al analizar el IBI, volveremos a la cuestión del criterio administrativo de valoración. Dejando de lado esta peculiaridad del IBI (evolución anti-cíclica) y la volatilidad del ITPAJD, la evolución del resto de impuestos es muy estable a lo largo del ciclo económico. Siguiendo con el caso del ITPAJD, éste se muestra como un estabilizador automático, especialmente a raíz de la burbuja inmobiliaria que se ha observado en España a lo largo del período 1995-2007. Es decir, su evolución temporal es pro-cíclica: aumenta su recaudación más que proporcionalmente cuando la economía crece. Este comportamiento dinámico – acorde, en cualquier caso, con la función estabilizadora del sector público – recomienda una gestión pública prudente de los ingresos, es decir, sin considerar que el nivel de recaudación en la época de expansión sea significativo de su nivel en el largo plazo (Durán-Cabré y Esteller-Moré, 2010). En otro caso, puede generar problemas de sostenibilidad financiera a las administraciones públicas en la medida en que en la época de expansión económica se contraigan obligaciones de gasto interpretando que el nivel de ingreso por este impuesto se mantendrá en el largo plazo. En definitiva, los impuestos sobre la riqueza en España son impuestos subcentrales, y especialmente relevantes para los municipios7. En general, son impuestos bastante estables a lo largo del ciclo económico, con la excepción de ITPAJD. En este último caso, por tanto, se requiere una planificación financiera a largo plazo que tome en consideración esa volatilidad. Todas estas cuestiones básicas deberán ser tenidas en cuenta a la hora de proponer reformas sobre la imposición sobre la riqueza en España, que es el objetivo último de este Capítulo. 3. ¿De qué nos informa la literatura teórica? Como dijimos en la anterior sección, la equidad es uno de los principios impositivos, probablemente el más importante, pues en otro caso los impuestos podrían ser, por ejemplo, de capitación y no se generarían problemas ni de eficiencia ni costes de cumplimiento, mientras que su nivel podría ajustarse a lo largo del ciclo económico para adecuarse a la función estabilizadora del sector público. De acuerdo con el principio de equidad, la carga tributaria debe distribuirse de manera justa entre todos los contribuyentes. Sin embargo, la definición de “justicia impositiva” tiene dos acepciones: 1) que paguen más aquéllos que tienen más capacidad económica o de consumo (principio de la capacidad económica); y 2) 7 En términos de asignación impositiva, este hecho es lógico en la medida en que los gastos de los ayuntamientos tienen un impacto directo sobre el valor de la propiedad inmueble (García-Montalvo, 2005). Además, el stock de viviendas (edificación y suelo) construido es inmóvil y, por tanto, inelástico, con lo cual es una base imponible ideal para descentralizar en la medida en que se evitan problemas de competencia impositiva. Por ejemplo, esto contrasta claramente con el IVTM. que paguen más aquéllos que se benefician en mayor medida de los bienes y servicios públicos (principio del beneficio). El primero de ambos – probablemente el menos intuitivo y que, implícitamente, incorpora la noción de igualitarismo – está fundamentado en la economía del bienestar, e implica que a todos los individuos les ha de suponer el mismo esfuerzo (i.e., pérdida de utilidad o de felicidad) pagar impuestos8. Por un lado, los individuos que tienen una mayor capacidad económica disfrutan de un mayor nivel de utilidad al disponer de mayores posibilidades de consumo. Por otro lado, como es habitual en la literatura, podemos suponer que mayores posibilidades de consumo generan incrementos de utilidad pero a una tasa decreciente9. A partir de estos dos factores, es inmediato concluir que la reducción en las posibilidades de consumo a través de los impuestos debiera ser mayor para los individuos con una mayor capacidad económica10. Ésta es la teoría. No obstante, en la práctica, es imposible conocer la capacidad económica de cada individuo, pues es inobservable. Puede que un individuo sea muy feliz no consumiendo apenas bienes y servicios materiales a pesar de que su capacidad productiva (i.e., capacidad de generar renta) sea muy elevada. En cambio, otro individuo con una mayor capacidad productiva puede que sea igualmente feliz, pero trabajando muchas más horas. Como no sabemos si el primero de ambos es productivo o no, no podemos hacer pagar a ambos por igual, lo cual sería inmediatamente deseable a partir del principio de capacidad económica, pues ambos gozan del mismo nivel de utilidad. Por ello, en la práctica, se utiliza una “proxy” de la capacidad económica, como es la renta. Siendo así, fijémonos que es inmediato justificar la imposición sobre las herencias o donaciones. En ambos casos, se trata de una renta obtenida por el individuo, en este caso, de manera gratuita y, como tal renta, debería ser gravada en el IRPF. No obstante, para atender las peculiaridades de este hecho imponible (renta irregular: Seligman, 1931, págs. 133.134; y tratamiento bonificado en las transferencias entre familiares directos: mismo autor y año, pág. 129), esa renta se grava en el ISD. Es por ello que se dice que el ISD es un impuesto complementario con el IRPF. Por tanto, no es necesario recurrir a cuestiones ideológicas para justificar la imposición de las herencias y donaciones. Además, en principio, luego ya matizaremos esta afirmación, no se produce doble imposición, pues quien debe contribuir es el heredero o donatario, y no aquél que generó la riqueza (causante o donante, respectivamente). 8 El origen de este principio impositivo reside en los escritos del filósofo John Stuart Mill. Así, en su tratado de 1848, este autor afirma: “As a government ought to make no distinction of persons or classes in the strength of their claims on it, whatever sacrifices it requires from them should be made to bear as nearly as possible with the same pressure upon all... Equality of taxation, therefore, as a maxim of politics, means equality of sacrifice”, p. 169, en Principles of Political Economy, Edición de 1994, Colección World’s Classics, Oxford University Press, Oxford. 9 En términos técnicos, la utilidad marginal de la renta es decreciente. 10 Lo cual no implica necesariamente que los impuestos deban ser progresivos (Samuelson, 1947). 5 Siguiendo con el principio de la capacidad económica, la posesión de riqueza le produce a un individuo rendimientos monetarios (del capital mobiliario y del inmobiliario) que ya son gravados en el IRPF en la medida en que aumentan sus posibilidades de consumo material. No obstante, además, la mera posesión le genera utilidad: la riqueza puede interpretarse como un seguro, como una señal del status social o de poder, o simplemente como una fuente de placer artístico (derivado de la contemplación de una obra de arte). Siendo así, aquéllos que disponen de más riqueza y, repito, independientemente de su rentabilidad financiera, están consumiendo los “servicios” que les ofrece su riqueza y, por tanto, en la medida en que son más felices que el resto, de acuerdo con este enfoque basado en la economía del bienestar, ese consumo debería ser también gravado. Ciertamente, esto puede costar de entender, pero sensu contrario, ¿por qué ciertos individuos mantienen ciertos activos que no les reportan rentabilidad financiera? Dada la dificultad de cuantificar monetariamente para cada activo los servicios que consume su propietario, el IP grava la mera posesión. Desde este punto de vista, se justifica, entre otros motivos, la existencia del IP en el sistema fiscal11. En todo caso, si consideramos que ciertos activos son bienes de primera necesidad – básicamente, la vivienda habitual, pero también un determinado importe de ahorro en depósitos como un seguro personal ante posibles contingencias futuras –, esa motivación implica que se debería establecer un mínimo exento suficientemente elevado para gravar sólo a los contribuyentes más acaudalados. Si aquellos individuos que disponen de más riqueza son los que también generan más renta, lo cual parece razonable, además de ser justo el gravamen de la riqueza desde el punto de vista de la capacidad de pago, éste también conseguirá una distribución más igualitaria de la renta. En la medida en que ése sea un objetivo en sí mismo, se refuerza por tanto el papel del IP en el sistema fiscal12. No obstante, por un lado, a la hora de alcanzar ese objetivo, es más eficiente utilizar directamente el IRPF13. En todo caso, si el objetivo es conseguir una distribución más igualitaria de la riqueza a través del IP, éste debería gravar los patrimonios realmente elevados – como ya se sugirió anteriormente – y establecer una transferencia de capital para los miembros menos opulentos de la sociedad (Le Grand, 11 Obsérvese, dicho sea de paso, que en España, el IRPF ya grava la renta imputada por el beneficio de segundas y ulteriores residencias. 12 Téngase en cuenta que la distribución de la riqueza es más desigual que la de la renta. Por ejemplo, en el caso español, el 1% de la población más rica tiene casi el 20% de la riqueza total (Durán-Cabré y Esteller-Moré, 2010). 13 El IRPF es el mejor instrumento para aproximar la capacidad económica, pues no en vano la riqueza acumulada y gravada en el IP se deriva de rentas generadas en el pasado. No obstante, también puede ser generada por las herencias. En ese caso, si por el motivo que sea las herencias no se gravan, el IP deviene un complemento natural del IRPF y, por tanto, su existencia en el sistema fiscal queda abalada desde el punto de vista de gravar una capacidad económica que, en otro caso, quedaría exenta (Cremer et al., 2003). Sin duda, éste es un buen ejemplo de a la hora de realizar cambios en cualquier impuesto, se debe considerar su impacto sobre el sistema fiscal. 2006), lo cual, dicho sea de paso, generaría unos desincentivos claros a la acumulación de ahorro. Aparte, Boadway et al. (2010) sugieren que un análisis coste (asegurar el cumplimiento fiscal, garantizar unos criterios de valoración lo más aproximados posible a la realidad y, simplemente, gestionar el impuesto)beneficio (reducción de la desigualdad) es negativa, básicamente por el escaso éxito de este impuesto en la reducción de la concentración de la riqueza. Similares argumentos se pueden utilizar en relación al ISD como instrumento de redistribución. No obstante, en este caso, los beneficios tienden a ser mayores que los del IP (véase, por ejemplo, Cagetti y De Nardi, 2009), pues a pesar de sus potenciales efectos negativos sobre la acumulación de riqueza y, en último lugar, sobre el crecimiento económico, las herencias son uno de los principales orígenes de la desigualdad en la distribución de la riqueza (véase el trabajo recopilatorio de Cagetti y De Nardi, 2008, y también los artículos allí citados). Relacionado con ese aspecto, aunque fuera también del ámbito de la teoría de la economía del bienestar, en la medida en que mitiga (más que corrige) la aparición de desigualdad no basada estrictamente en las capacidades y el esfuerzo de cada individuo, la presencia del ISD en el sistema fiscal se puede justificar como garante de la igualdad de oportunidades14, esto es, que todos los individuos tengan las mismas posibilidades, en función de su capacidad productiva y no de la de su familia. Para acabar con las argumentaciones basadas en la capacidad de pago, la herencia que recibe un individuo de un familiar directo le pone a éste ciertamente en una situación ventajosa respecto del resto de la sociedad, lo cual se puede valorar como injusto en la medida en que no se garantiza la igualdad de oportunidades. No obstante, la duda que surge, y la cual antes ha sido ya sugerida, es si este hecho constituye o no doble imposición. Si se trata de una herencia recibida de un familiar directo (por ejemplo, de uno de los progenitores), y estableciendo una analogía con la elección de la unidad contribuyente en el IRPF, a pesar de que legamente el patrimonio estuviera a nombre del causante, desde un punto de vista económico, pudiéramos llegar a concluir que la acumulación de ese ahorro se generó dentro de la familia (con los costes que ese proceso pudo suponer para esta unidad) y, por consiguiente, de facto no se produce una transmisión, sino simplemente un cambio legal de titularidad. En ese sentido, estaría justificada la exención – para evitar una doble imposición implícita – de las transmisiones entre familiares directos, lo cual ya entronca con Seligman (1931) o, incluso, con la postura del filósofo Jeremy Bentham en el S. XVIII. La otra acepción de justicia impositiva es el principio del beneficio. Precisamente, ésta es la principal justificación 14 De nuevo, en palabras de John Stuart Mill, “It is not the fortunes which are earned, but those which are unearned, that it is for the public good to place under limitation… Its impartiality between competitors would consist in endeavouring that they should all start fair, and not in hanging a weight upon the swift to diminish the distance between them and the slow”, en Principles of Political Economy, 1848, op. cit., pág. 174. 6 de la existencia del IBI, y más en concreto, de su asignación a los niveles locales de gobierno (véase nota al pie 7). En concreto, ello supone que el valor de la propiedad está directamente relacionado con la prestación de bienes y servicios públicos locales (entre otros, alcantarillado, pavimentado, alumbrado, limpieza o seguridad local). Si la provisión de tales servicios se capitalizara realmente en un mayor valor de la propiedad, el impacto del residuo fiscal (IBI menos gasto público) sobre el precio de la vivienda debería tender a ser nulo. No obstante, por ejemplo, Borge y Rattso (2011) obtienen evidencia empírica para el caso noruego de que los impuestos se capitalizan en un menor precio de la vivienda. De hecho, este resultado tiende a ser habitual también para otros contextos como sugiere la revisión de esos autores, o la conclusión a la cual llegan Boadway et al. (2010), págs. 803-4. Sin duda, tal circunstancia debilita la justificación de este impuesto en base a una concepción de justicia impositiva, pero su existencia sigue siendo válida en términos de eficiencia (inmovilidad de la base imponible) y sencillez de gestión para los gobiernos locales. Por estos motivos, y por su importancia recaudatoria, es un impuesto que juega un papel relevante en cualquier sistema fiscal. En cualquier caso, fijémonos que este impuesto pretende gravar implícitamente el consumo de “servicios de vivienda” en la medida en que éstos dependen positivamente de las políticas de gasto público (local)15. Por tanto, en cierta medida, grava un hecho imponible que pretende gravar el IP, y que ya grava el IRPF (véase también la nota al pie 11), eso sí, en ambos casos justificándose desde el punto de vista de la capacidad de pago. Por último, literatura teórica sobre impuestos sobre transmisiones onerosas de activos fuera del tráfico habitual de una empresa o realizado por un particular (en lenguaje anglosajón, “stamp duties”) es escasa. Ciertamente, la justificación recaudatoria siempre está presente, y por ejemplo, en el caso español, hemos podido comprobar cómo, después del IBI, en términos de recaudación, es el impuesto más importante que grava la riqueza (Tabla1). Por otro lado, su existencia se puede justificar en la medida en que haya un gravamen de las transmisiones lucrativas. Existiendo éste, si no existiera un gravamen sobre las onerosas, el mecanismo para eludir el gravamen en ISD sería sencillo o, en todo caso, requeriría por parte de la administración un control tributario especial. No obstante, en el debe de este impuesto, cabe destacar el hecho de que incrementa el coste de uso del capital (especialmente la vivienda, pues es el principal activo, de segunda mano, que queda sujeto a este impuesto), lo cual hay autores que han demostrado que reduce la movilidad residencial (Hilber y Lyytikäinen, 2012) e, incluso, puede llegar a afectar el funcionamiento del mercado de trabajo en la medida en que constituye un coste de transacción más de ese mercado. En general, es un gravamen que lo que hace es desincentivar la realización de ciertas transacciones y, por tanto, afectar directamente el 15 En el contexto del diseño de una política de vivienda que fomente la oferta de stock nuevo de vivienda y el mercado de alquiler - por tanto, por motivos diferentes a uno de diseño del sistema fiscal -, López-García (2010) propone dar más importancia a la renta imputada (incluyendo la vivienda alquilada) en el IRPF como alternativa al IBI (pág. 172). funcionamiento del mercado de vivienda16. No obstante, siendo en el medio plazo elástica la oferta de stock de nueva vivienda, López-García (2010) demuestra que, paradójicamente, una reducción en el gravamen de las transmisiones de vivienda de segunda mano – manteniendo invariado el IVA, que grava las nuevas – lo que haría es convertirse en un incentivo negativo a la inversión nueva y, por tanto, en último término, en un incremento en el precio del stock de vivienda, que es precisamente lo que se quiere evitar. De nuevo, dicho sea de paso, éste es un ejemplo de que las modificaciones fiscales – en este caso, IVA-ITPAJD en relación a su impacto sobre el mercado de vivienda – deben valorarse y proponerse teniendo en cuenta sus efectos sobre el sistema fiscal. En definitiva la teoría de la imposición justifica la existencia del IP y del ISD en base al principio de la capacidad de pago, mientras que el IBI se basa en el principio del beneficio. En el caso del ISD, además de la capacidad económica y sin olvidar que la acumulación de ahorro se produce dentro de la unidad familiar, éste juega un papel relevante como instrumento redistributivo (mucho más efectivo que el IP) y como igualador de oportunidades. Sin duda, estas dos últimas circunstancias se separan de la argumentación basada en la economía del bienestar y, por tanto, están sujetas a un posicionamiento ideológico. Por último, el ITPAJD es un impuesto que históricamente se ha justificado por dar fuerza legal a las compra-ventas privadas (de ahí, el nombre de “stamp” que se estampaba en los contratos), pero actualmente tal justificación carece de sentido. En todo caso, sí parece que tenga sentido su existencia como complemento del ISD o incluso como una fuente importante de recursos pero, en todo caso, su diseño debe estar muy vinculado al del resto de impuestos (básicamente, IVA e IBI) que recaen sobre el principal activo gravado por ese impuesto, la vivienda, y así evitar un mal funcionamiento de ese mercado. 4. Análisis del caso español Dado que, como vimos en la sección 2, los impuestos que gravan la riqueza en España están asignados a los niveles de gobierno subcentral y, por tanto, cualquier reforma afectará de manera directa a las finanzas de las CCAA o de los ayuntamientos, el análisis lo haremos por niveles de gobierno. 4.1. Impuestos sobre la riqueza: el caso de las CCAA Seguidamente, analizaremos cada uno de los impuestos autonómicos que gravan la riqueza: (i) Impuesto sobre el patrimonio: este impuesto fue introducido en nuestro SFE en 1977 a través de la Ley 50/1977, de 14 de Noviembre, de Medidas Urgentes de Reforma Fiscal, con carácter excepcional y transitorio. Esta excepcionalidad y transitoriedad duró nada menos que 14 años, hasta la promulgación de la Ley 19/1991, de 6 de Junio. Con diversos cambios normativos 16 El propio Stuart Mill es muy crítico con este impuesto en tanto en cuanto distorsiona el funcionamiento de los mercados (págs. 230-233, op cit.). 7 relevantes, el impuesto perduró en nuestro sistema fiscal hasta la Ley 4/2008, de 23 de Diciembre, en la que se suprime el gravamen – que no el impuesto – a través de una bonificación del 100% de la cuota. En la actualidad, desde la promulgación del RD-Ley 13/2011, de 16 de Junio, el impuesto ha vuelto a generar un gravamen para los ejercicios fiscales de 2011 y 2012. A su vez, se aprovechó este RD-Ley para aumentar de manera considerable el mínimo exento general y el que afecta a la vivienda habitual17. Después de esta, cuanto menos, azarosa existencia, es difícil predecir qué sucederá en el futuro, pero por el momento, el gravamen de este impuesto se ha vuelto a prorrogar para el ejercicio fiscal 201318. Como vimos en la sección 2 (Tabla1), este impuesto no llega a representar el 3% de los ingresos autonómicos (datos de 2008), mientras que su recaudación es relativamente estable a lo largo del tiempo. Por tanto, su importancia recaudatoria es más bien escasa. Si a eso añadimos el hecho de que existen potenciales problemas de control tributario (básicamente, en relación a los no declarantes) y de elusión fiscal (empresa familiar), podríamos decir que desde el punto de vista del principio de suficiencia impositiva no es un “buen” impuesto (Durán-Cabré y Esteller-Moré, 2011a). Como argumentamos en la anterior sección, es un impuesto razonable desde el punto de vista la capacidad económica. En ese caso, para evitar la complejidad administrativa de este impuesto que da lugar costes de control tributario y que, en último término, provoca problemas de elusión fiscal, una propuesta es eliminar este impuesto de la legislación estatal y que sólo se tribute por el consumo del principal activo de las familias españolas, que es la vivienda. En concreto, ello llevaría a que tributara la vivienda habitual y ulteriores como una renta imputada en el IRPF (independientemente de si está o no alquilada, y por tanto, si lo estuviera, se imputaría un alquiler presunto en la declaración de renta) y, por tanto, se eliminaría definitivamente de nuestra legislación el IP a no ser que las CCAA quisieran ocupar este espacio fiscal. Esta propuesta tiene varios matices: a) b) 17 Acorde con el principio de descentralización, aquellas CCAA que quisieran establecer y configurar su propio IP lo podrían hacer en la medida en que no gravarían un hecho imponible sobre el cual haya legislación central; El hecho de gravar la vivienda y ulteriores es una manera implícita de fomentar el uso productivo de ese activo. Es decir, si se quiere aumentar la oferta de stock de vivienda y en la medida en que haya viviendas desocupadas, sin tener que definir qué es Tales cambios legislativos no impiden que las CCAA de Régimen Común modifiquen al alza o a la baja esos importes, pues recordemos que se trata de impuestos cedidos a esas CCAA. Véase art. 47 de la Ley 22/2009, de 18 de diciembre, por la cual se regula el actual sistema de financiación de las CCAA de Régimen Común. 18 Véanse las medidas tributarias incluidas en el proyecto de presupuestos del Estado 2013 en http://www.lamoncloa.gob.es/ConsejodeMinistros/Referencias/ _2012/refc20120927.htm#Presupuestos. c) una vivienda desocupada, incentivaría a su puesta en el mercado; Relacionado parcialmente con el punto anterior, si se quiere fomentar – como un derecho reconocido por la Constitución – el acceso universal a la vivienda, se puede dejar exenta la vivienda habitual (de facto, con la anterior exención de 300.000 euros, ya está exenta en la gran mayoría de casos) tal y como de hecho sucede en el actual IRPF. En definitiva, la eliminación de este impuesto no supondría una grave pérdida recaudatoria, mientras que sus efectos sobre la progresividad son más bien dudosos por el efecto de las exenciones y bonificaciones existentes (Durán-Cabré y Esteller-Moré, 2012). Si además tenemos en cuenta que es un impuesto con elevados costes de gestión (control tributario), lo más sensato es eliminarlo de nuestro SFE tal y como han hecho la mayoría de nuestros países del entorno. Y si se quiere gravar la utilidad que genera el principal activo de las familias españolas, se puede hacer con más énfasis en el IRPF como una renta imputada. De hecho, esta línea argumental – gravamen de la renta imputada en el IRPF – es la que subyace bajo la propuesta de fiscalidad de la vivienda en López-García (2010). (ii) Impuesto sobre sucesiones y donaciones: la normativa vigente de este impuesto se encuentra en la Ley 29/1987, de 18 de Diciembre. No obstante, al igual que el IP, es un impuesto cedido a las CCAA, las cuales disponen de un amplio margen de capacidad normativa. En concreto, este margen viene legislado por la Ley 22/2009 (véase nota al pie 17), artículo 48. A diferencia del IP, cabe resaltar de manera explícita cuál es el margen de actuación de las CCAA por las consecuencias que la actuación legislativa dentro de tales márgenes (actuales, y los que ha habido desde 1997) ha tenido sobre el devenir reciente de este impuesto en el SFE. Según dicho artículo, en la actualidad, las CCAA de Régimen Común (i) pueden establecer reducciones de la base imponible, así como mejorar las establecidas por la normativa estatal; modificar (ii) la tarifa, (iii) las cuantías y coeficientes del patrimonio preexistente; y establecer (iv) deducciones y bonificaciones de la cuota. Por tanto, se trata de un margen normativa bastante amplio. En la práctica, éste ha sido el impuesto sobre el cual las CCAA han ejercido en mayor medida sus capacidades normativas, ya desde 1997 cuando les fueron asignadas – en ese momento, con limitaciones – tales capacidades (Durán-Cabré y Esteller-Moré, 2005). En la actualidad, de acuerdo con el último estudio del REAF (2012), la tributación mortis causa es simbólica para los parientes más cercanos (Grupos I y II) en todas las CCAA, con las excepciones de Andalucía, Aragón, Asturias, Extremadura, Galicia (tipos impositivos entre el 5% y el 18%) y Murcia. Esto es, ya sea debido a un proceso de mimetismo o a un proceso de competencia fiscal para no perder bases imponibles, lo que es evidente es que desde 1997, y de manera progresiva, la presión fiscal en este impuesto se ha reducido de manera drástica al no gravar las transmisiones más habituales, habiendo sucedido esto último 8 especialmente desde 2002 cuando la reforma del sistema de financiación autonómica amplió sus competencias normativas (Durán-Cabré y EstellerMoré, 2010). En la Figura 2, se observa cómo el máximo nivel de presión fiscal se produjo en 2006 (0,2606%). Dado que el principal origen de la recaudación por ISD se deriva Figura 2. ISD: el impacto de la descentralización normativa 0.27% 368,000 0.21% 358,000 0.19% 0.17% 348,000 Presión fiscal (%) 0.15% 338,000 0.13% 328,000 0.11% 318,000 0.09% 308,000 1986 1987 1988 1989 1990 1991 1992 1993 1994 1995 1996 1997 1998 1999 2000 2001 2002 2003 2004 2005 2006 2007 2008 2009 2010 Presión fiscal ISD (%) 0.23% 378,000 Defunciones Defunciones 0.25% 388,000 Fuente: para disponer de una serie de recaudación suficientemente larga, el criterio de recaudación es el de caja a diferencia del empleado en la sección 2, y se ha obtenido de BADESPE (http://www.estadief.meh.es/bancodedatos/creca.htm). El PIB y el número de defunciones se ha obtenido de la página web del INE de las transmisiones mortis causa19 y a pesar de que es un impuesto que grava las porciones hereditarias y no el caudal relicto, se relaciona en ese Figura la evolución de la presión con el número anual de defunciones. Como era de esperar, la relación es positiva. Que la relación no sea estrictamente lineal puede deberse a la pro-ciclicidad del impuesto (que la presión fiscal aumente en mayor proporción que el PIB en tanto se trata de un método de estimación directa y, por tanto, el valor unitario de los activos estará correlacionado con la evolución del PIB) y/o a cambios legales. En este sentido, cabe destacar varios cambios en la normativa legal y luego el propio proceso de descentralización fiscal, que da nombre a la Figura. El principal cambio normativo es la reducción en la base imponible del 95% de los bienes y derechos afectos al desarrollo de una actividad empresarial, esto es, de facto una exención del patrimonio empresarial. La reducción fue introducida por el RD-Ley 7/1996, de 7 de junio, sobre medidas urgentes de carácter fiscal y de fomento y liberalización de la actividad económica. Al inicio, se condicionaba a la aplicación de la exención empresarial en el IP del causante, pero posteriormente los requisitos exigidos se van haciendo más laxos. Igualmente, en este último 19 Por ejemplo, de los informes mensuales de recaudación de la Generalitat (http://www20.gencat.cat/portal/site/economia/menuitem.6135 b456613b7f9af813ae92b0c0e1a0/?vgnextoid=d01906853695c2 10VgnVCM1000008d0c1e0aRCRD&vgnextchannel=d01906853 695c210VgnVCM1000008d0c1e0aRCRD&vgnextfmt=default), de manera sistemática, la recaudación debida a las herencias sobre el total recaudado por ISD de casi un 90%. RD-Ley, se introduce el mismo porcentaje de reducción cuando se transmite la vivienda habitual. Por tanto, la evolución del ISD desde 1986 se ha visto afectada – además de por el ciclo económico – por cambios legales importantes (1996) y por un proceso de descentralización normativa muy relevante, especialmente desde 2003. Siendo así, es algo difícil interpretar el Figura 2. Para ayudar a su interpretación, cabe destacar que la correlación entre ambas series (presión fiscal y número de defunciones), como es de esperar, es positiva y muy elevada a lo largo de todo el período, en concreto, del 94%. No obstante, a partir de 1996 se reduce hasta el 72% lo cual ha de deberse a una combinación legal de los cambios legales relacionados con el patrimonio empresarial y la vivienda habitual. No obstante, y a pesar de que no es el objetivo de este Capítulo llevar a cabo un riguroso ejercicio empírico, pues la narrativa (progresiva exención de las transmisiones mortis causa entre parientes más cercanos) es obvia, se observa que cuando la correlación se ha reducido sobremanera es a partir del año 2002, 34%, mientras que durante el período donde sólo se daba el efecto de los cambios legales (19972001) la correlación fue del 47%. En definitiva, como ha sucedido ya en otros países federales (Durán-Cabré y Esteller-Moré, 2010b), la descentralización de esta base impositiva móvil y sobre la cual gran parte de la ciudadanía muestra ciertas reticencias ha hecho que se produzca de facto una progresiva disminución de su importancia en nuestro SFE, especialmente desde 2006. Ciertamente, tal circunstancia, como veremos seguidamente, no debe ser necesariamente valorada 9 como algo negativo desde el punto de vista económico a pesar de que, como destacan López Casasnovas y Durán-Sindreu (2008), desde el punto de vista legal, se eche en falta una actividad legislativa pro-activa por parte del gobierno central que formalmente certifique o no la “defunción” de este impuesto. Implícitamente, se puede estar produciendo un proceso de “votación con los pies” 20 (Tiebout, 1956) o bien un proceso de comparación relativa de políticas entre CCAA que sea conducente a una mejora del comportamiento de los políticos (Besley y Case, 1995). Alternativamente, podría deberse a un proceso de competencia fiscal a través de intentar atraer (o no perder) bases imponibles móviles (Wilson, 1986; Zodrow y Mieszkowski, 1986). Por tanto, conocer el origen de esa “carrera a la baja” es clave para valorarla desde un punto de vista normativo. Sólo en la medida en que esté basada en el segundo de esos tres motivos, debe ser valorada positivamente, pues en los otros dos casos normalmente los que pueden cambiar de residencia son los más acaudalados y, por tanto, son ellos quienes implícitamente deciden si se debe (o puede) redistribuir o no a través del ISD, lo cual es poco democrático. Sin duda, a la hora de acometer cualquier reforma sobre este impuesto, sería tremendamente útil conocer la opinión de la ciudadanía sobre el papel de este impuesto para, si es favorable, inferir que lo que se ha producido es un “voto con los pies” o un movilidad causada por un fenómeno de competencia fiscal21. López Casasnovas y Durán-Sindreu (2008) implícitamente atribuyen el origen de tal disminución de la importancia a un proceso de competencia fiscal, lo cual, como ya hemos dicho, cabe juzgar como negativo, e incluso en su caso estos autores van más allá a la hora de calificarlo como una vulneración de la igualdad de trato entre ciudadanos que propugna la Constitución española. Independientemente de esta última aseveración, se constata la necesidad de que se lleve a cabo un proceso de armonización fiscal22 en la medida en que este impuesto se considere útil para alcanzar ciertos objetivos como la redistribución (Barberán, 2006) o la igualdad de oportunidades, y en cualquier caso, es también necesario en la medida en que, si no se 20 Dado que las bases imponibles con una mayor movilidad son aquéllas de causantes con un elevado nivel de capacidad económica, es de esperar que la “votación con los pies” esté sesgada a favor de estos grupos de individuos y, por tanto, en contra de la redistribución que puede quererse que alcance este impuesto. 21 Desafortunadamente, hasta allí donde conozco, ni el Barómetro fiscal anual del Área de Sociología Tributaria del IEF ni la encuesta anual “Opinión pública y política fiscal” del CIS incluyen preguntas que, de forma explícita, pregunten sobre el papel del ISD en el sistema fiscal. En otro caso, se podría intentar correlacionar las opiniones a nivel subcentral con los procesos de reducción de la carga en cada CA y, si ésta es positiva, podríamos concluir – sujeto a los caveat estadísticos habituales de representatividad e identificación de una relación de causalidad - que el proceso va en la línea de mejorar el bienestar social. 22 De hecho, la necesidad de un proceso de armonización fiscal también se ha planteado en el seno de la Unión Europea para evitar, básicamente, la doble imposición de residentes de la UE, lo cual es probable que sea más frecuente en el futuro en tanto aumente la movilidad entre los países miembros. regula este proceso de competencia fiscal, puede tener efectos sobre otros impuestos del SFE (López Casasnovas y Durán-Sindreu, 2008, págs. 11-12). Si se decide prescindir del impacto de estas últimas distorsiones y del papel que este impuesto tiene como elemento redistributivo e igualador de oportunidades, se puede dejar que el proceso de competencia fiscal elimine del SFE este impuesto o, mejor aún, que el gobierno central actúe en ese sentido formalmente. En cambio, la propuesta que aquí se hace es la de que en nuestro sistema fiscal siga presente el ISD23. Para ello, se debería proceder a una armonización fiscal, dejando exentas las transmisiones de padres a hijos, y elevando el mínimo exento para acentuar su papel redistributivo. Por último, la exención del patrimonio empresarial familiar puede dar lugar a actividades de elusión fiscal, si bien, por otro lado, está justificado un tratamiento favorable de este tipo de patrimonio para incentivar la continuidad de la actividad empresarial (Brunetti, 2006). Dado que reducir el impacto de la elusión fiscal parece harto complicado, la opción más razonable es la de eliminar tal exención pero simultáneamente, a la vez que se eleva el mínimo exento, reducir la presión fiscal que emana de la tarifa impositiva (esto es, tipos marginales más bajos). (iii) Impuesto sobre transmisiones patrimoniales y actos jurídicos documentados: a diferencia de los dos anteriores, éste es un impuesto de naturaleza indirecta. La regulación de este impuesto viene dada por el texto refundido RD-Legislativo 1/1993, de 24 de Septiembre, mientras que las CCAA tienen una competencia normativa notable en relación a las transmisiones más habituales – nos vamos a centrar en este hecho imponible24 – pudiendo modificar el tipo impositivo y estableciendo bonificaciones y deducciones sobre la cuota íntegra (véase art. 49 de la Ley 22/2009). En relación a este impuesto (y hecho imponible), las propuestas que se hagan poco tienen que ver estrictamente con la teoría de la hacienda pública, pues, como ya sabemos, es un impuesto que encuentra poca justificación en la literatura más allá de cerrar el círculo del gravamen de las transmisiones que acaecen fuera del tráfico habitual empresarial en la medida en que se quieran gravan las gratuitas. Y dejando también de lado el componente recaudatorio, el cual – en todo caso – podría ser compensado por la vía de otros impuestos a los cuales tienen acceso las CCAA, típicamente IRPF. Siendo así, y dado que nuestra propuesta incluye el mantenimiento del ISD en el SFE, es conveniente plantearse la estructura actual del ITPAJD en su 23 La ley 18/1991, de 6 de Junio, del IRPF eliminó la tributación de las ganancias de capital derivadas del fallecimiento del sujeto pasivo (“plusvalía del muerto”). Dada la tendencia a la baja en la presión fiscal en ISD, eso da lugar a un incentivo por parte de los herederos a valorar al alza los bienes relictos. Tal circunstancia y, para evitar que las ganancias del capital no realizadas en vida del causante queden exentas, parecería razonable gravar la “plusvalía del muerto”. O, en su defecto, la existencia del ISD se podría justificar simplemente como un mecanismo de cierre del sistema fiscal. 24 Históricamente, el hecho imponible AJD estaba contemplado dentro del denominado “Impuesto del Timbre”, mientras que TP (y operaciones societarias) se incluían dentro del “Impuesto de Derechos Reales”. 10 modalidad de TP. Como dijimos en la sección 3, en otros contextos, se ha encontrado evidencia empírica de que este gravamen puede afectar la movilidad residencial y acabar afectando el funcionamiento del mercado laboral y de la vivienda (véase, de nuevo, nota al pie 16). En este último caso, lo que sucede es que no hay una correspondencia entre la demanda (limitada por los costes de transacción que impone el impuesto) y la oferta (Glaeser and Luttmer, 2003). Así, para evitar esta circunstancia, por ejemplo, FEDEA (2009) promueve la eliminación del ITP. Aparentemente, ésta es una opción razonable. No obstante, un análisis dinámico revela que – en la medida en que el IVA siga gravando las viviendas de primera mano – lo que haría es crear una distorsión entre la oferta de nueva vivienda y el resto, en este caso, a favor de las segundas. Por consiguiente, los incentivos a inversión nueva se paralizarían, lo cual, paradójicamente afectaría de manera negativa el funcionamiento de este mercado. Esto es, disminuirá en el medio-largo plazo el stock de viviendas y el precio de las existentes aumentaría (López-García, 2010). De nuevo, éste es un ejemplo de que las reformas fiscales se han de hacer tomando en consideración el sistema fiscal en su conjunto. En la actualidad, el IVA que grava las nuevas viviendas es del 4%, mientras que el ITPAJD, que grava las viviendas de segunda mano, se sitúa, como máximo, pues recordemos que depende de las CCAA, en el 8%. Siguiendo, por tanto, con el argumento anterior, existe un incentivo positivo a la inversión. No obstante, el 1 de Enero de 2013, volveremos a tener un incentivo negativo sobre la inversión, pues la vivienda nueva tributará al tipo reducido del IVA, del 10%. Y ya sabemos que para que sea neutral, el tipo de ITPAJD debería situarse en el 10%, y para incentivar la vivienda, nueva situarse por encima de ese porcentaje. A día de hoy, y a diferencia del ISD, no se ha producido un proceso de competencia fiscal a la baja, sino más bien de emulación al alza desde el tipo del 6% (REAF, 2012). En consecuencia, en relación a este impuesto, no es necesario proponer un proceso de armonización. No obstante, para evitar un funcionamiento inadecuado del mercado de la vivienda, debería establecerse por ley que el tipo mínimo de las TP fuese igual al reducido en el IVA. Ciertamente, seguiría habiendo un coste de transacción, cuyos efectos no han sido cuantificados para el caso español, pero al menos no distorsionaría la oferta de nueva vivienda. Ésta es la reforma que proponemos respecto de esta figura impositiva. 4.2. Impuestos sobre la riqueza: el caso de los ayuntamientos (iv) Impuesto sobre bienes inmuebles: la regulación de este impuesto local, obligatorio, y de naturaleza directa se encuentra en los arts. 60-77 del RD Legislativo 2/2004, de 5 de Marzo, por el que se aprueba el texto refundido de la Ley Reguladora de Haciendas Locales (LHHLL). Ya dijimos en la sección 2 que se trata del impuesto más importante que grava la riqueza en España, y como tal, y al estar plenamente asentado en nuestro sistema fiscal, lo que proponemos en este caso son ciertos cambios normativos25. Probablemente, el más importante, y que también sugerimos en la sección 2, es la actualización anual, o en cualquier caso, periódica y, como mucho, decenal de los valores catastrales (Vilalta et al., 2011). Tal hecho aumentaría la transparencia, pues los ciudadanos sabrían si pagan un impuesto elevado porque el tipo en su municipio lo es, o bien porque su valor catastral lo es. Obviamente, las consecuencias de uno u otro hecho no son las mismas. Además, ello tiene consecuencias sobre otros impuestos (IRPF, IP o ISD) y, por tanto, no se puede dejar en manos de los ayuntamientos que decidan cuándo actualizar ese valor administrativo. Si a raíz de la homogeneización de los valores, se produjera un aumento sustancial del gravamen en ciertos municipios, se podría periodificar tal aumento a través de bonificaciones fiscales decrecientes a lo largo del tiempo, pero siempre partiendo de un valor catastral lo más ajustado al valor de mercado del inmueble de tal manera que el valor real de la base imponible sea perfectamente perceptible por parte de los contribuyentes. En relación a los tipos impositivos, económicamente, no parece de recibo que, por ejemplo, a diferencia de las CCAA en el ITPAJD, existan restricciones en el impuesto local más importante (entre 0,4%-1,3% para los inmuebles urbanos, cuyo gravamen conforma el grueso de la recaudación). Tal restricción limita la autonomía local, lo cual puede incentivar a los municipios a no actualizar sus valores catastrales pensando en un gravamen expresado en unidades monetarias, que sea una combinación del tipo (rígido) y del valor catastral (teóricamente también rígido, pero donde encuentran la flexibilidad que les impide el rango de tipos). Desde el punto de vista de la teoría del federalismo fiscal, es menos comprensible tal restricción en la medida en que se trata de un impuesto cuya principal justificación se basa, como ya sabemos, en el principio del beneficio (Musgrave, 1983). Por último, una de las recomendaciones para mejorar el funcionamiento en el mercado de vivienda es la de gravar con un recargo de hasta el 50% aquéllas urbanas que están desocupadas de manera permanente (art. 72.4, de la LHHLL). Este recargo debería ser un incentivo a aumentar la oferta de vivienda, lo cual debería tender a bajar el precio de la vivienda. No obstante, todavía no se ha desarrollado reglamentariamente el concepto de vivienda desocupada permanentemente. Ante esta dificultad, y tal y como argumentamos al analizar el IP, vale la pena plantearse el gravamen de la renta imputada en el IRPF de las viviendas independientemente de si están o no alquiladas como una manera de superar la dificultad de 25 A pesar de que, en el límite, como lo que se está gravando es parte del consumo de “servicios de vivienda” en la medida en qué estos dependen del gasto público local y, por tanto, se asemeja a un precio por ese gasto (principio del beneficio). Y, por tanto, podría ser gravado en el IRPF como renta imputada y establecer sobre esa renta un recargo que iría a parar directamente al municipio de residencia del sujeto pasivo. Este tipo de reforma, sin duda, serviría para hacer más explícito el gravamen total sobre la vivienda. 11 identificar las desocupadas. Esto debería suponer un incentivo relevante – modulando de manera adecuada la presión fiscal – a poner en el mercado las que efectivamente están desocupadas (López-García, 2010). (v) Impuesto sobre vehículos de tracción mecánica: éste es un impuesto obligatorio y de naturaleza directa, conocido como el “impuesto de circulación”, el cual viene regulado por los arts. 92-99 de la LHHLL. Al igual que el IBI, es un impuesto que grava un activo en particular, como son los vehículos de tracción mecánica. Eso sí, a diferencia del IBI, dada la configuración del punto de conexión (municipio donde consta el permiso de circulación del vehículo), el activo es móvil, lo cual puede generar procesos de competencia fiscal sobre todo en relación a las flotas de vehículos de algunas empresas (véanse los ejemplos identificados por Vilalta et al., 2011, nota al pie 39). Tal movilidad desaconseja la asignación del impuesto al nivel local y, por ejemplo, en su lugar, asignarlo al nivel autonómico, o alternativamente debería armonizarse al menos para los casos de flotas de coches de empresa, allí donde el proceso de competencia es más pernicioso. Dejando de lado ese aspecto, cabe preguntarse por la justificación de dicho impuesto. La principal justificación de tal impuesto podría ser la medioambiental, en tanto en cuanto la capacidad económica de poseer un vehículo ya queda gravada, si es el caso, en el IP. En cambio, si el IP se eliminara y se considerara la posesión de un vehículo como un indicador de la capacidad de pago, se debería establecer el hecho imponible en función del valor del vehículo, y estableciendo un mínimo exento relativamente elevado, pues al fin y al cabo en muchos casos, en tanto en cuanto medio de transporte, se trata de un bien de primera necesidad. En relación al objetivo medioambiental, lo natural sería modificar el cálculo de la cuota tributaria para que ésta reflejara de manera explícita el nivel de contaminación – emisión de CO2 a la atmósfera – tal y como, por otra parte, ya sucede con el impuesto de matriculación. En todo caso, si se potencia, como parece deseable el componente medioambiental, existen dudas de que el nivel de gobierno adecuado para fijar la presión fiscal sean los municipios en tanto en que la contaminación no es un bien público local, sino que sus efectos desbordan el municipio correspondiente. Si, además, volvemos a retomar el argumento de los problemas de competencia fiscal, parecería más conveniente asignarlo al nivel de las CCAA o incluso al central, compensando financieramente, claro está, a los municipios. (vi) Impuesto sobre el incremento de valor de los terrenos de naturaleza urbana: éste, a diferencia de los dos anteriores, es un impuesto potestativo, es directo y su desarrollo legislativo se encuentra en los arts. 104110 de la LHHLL. Se trata éste – conocido como la “plusvalía municipal” – de un impuesto anacrónico y que grava un hecho imponible ya gravado en el IRPF (o en el impuesto sobre sociedades si el transmitente es una persona jurídica), como son las ganancias del capital. Además, tal y como está configurado, el sujeto pasivo legal (propietario que vende un activo) puede estar soportando un tipo marginal superior al 100%, puesto que se calcula como la revalorización del valor del suelo entre el momento de adquisición y el de venta. Dado que el valor catastral se actualiza, como mínimo, por el efecto de la inflación, esa diferencia siempre será estrictamente positiva, mientras que en épocas de caída generalizada de los precios de la vivienda (incluyendo el suelo) es muy posible que haya propietarios que sufran una pérdida patrimonial y aun así deban de tributar por este impuesto. Esto último, por tanto, va claramente en contra del principio de no-confiscatoriedad que consagra claramente la Constitución española en su artículo 31.1. Además, es inconsistente con el hecho de que en el IPRF las ganancias del capital se calculan a precios de mercado. Como hemos dicho, éste es un impuesto potestativo para los municipios, pero que puede ser especialmente gravoso, de manera que acaba suponiendo, en promedio, el 7,22% de los ingresos impositivos municipales (Tabla1). Independientemente del impacto que sobre las finanzas públicas tendría su eliminación, ciertamente las políticas de los municipios pueden tener un impacto, a priori positivo, sobre el valor de los bienes inmuebles (incluyendo el suelo). Por ese motivo, y para que su eliminación fuese neutral financieramente para los municipios, una opción es que éstos pudiesen establecer un recargo (que podría ser nulo) sobre el importe de las ganancias del capital derivadas de la enajenación del inmueble en el IRPF. Alternativamente, la opción más sencilla sería que los ayuntamientos que así lo desearan compensaran esa pérdida de recaudación a través de incrementar la presión fiscal en el IBI. Ambas opciones son similares en la medida en que el valor catastral se ajuste al criterio de precio de mercado como también hemos propuesto en este Capítulo. Bajo esta última circunstancia, la diferencia básica reside en que gravar ese hecho imponible a través del IBI hace que el sector público local avance la recaudación al momento de la enajenación. 5. Conclusiones Ante la pléyade de impuestos que gravan la riqueza en España, nos hemos planteado, en primer lugar, hasta qué punto la existencia de cada uno de ellos está justificada, ya sea en base a un ejercicio de análisis coste-beneficio (ACB) narrativo o bien en base al solapamiento de hechos imponibles. En segundo lugar, y de manera tangencial o indirecta, pues no era el objetivo del Capítulo, pero dado que son impuestos subcentrales, hemos concluido en que, en algunos casos, existe la necesidad de cierta armonización fiscal (ISD) o incluso la de plantearse la asignación a un nivel de gobierno superior (IVTM). En relación al primer punto, de un sencillo ACB, se concluye que el IP debería desaparecer de nuestro sistema fiscal, y si se quiere gravar el consumo de servicios del principal activo, la vivienda, se debería potenciar su papel en el IRPF como renta imputada, lo cual tendría efectos indirectos positivos como es el de potenciar la ocupación de viviendas actualmente desocupadas. Igual de radical es la propuesta en relación al IIVTNU, el cual podría quedar subsumido por el IRPF (ganancias de capital), por lo que, para que la reforma fuese financieramente neutral, los municipios pudieran tener derecho a un recargo sobre ese rendimiento en el IRPF (siendo el punto de conexión el de localización 12 del inmueble), o bien que éstos aumentaran la presión fiscal en el IBI. Que ambas propuestas sean cuanto menos similares depende de si, como también se recomienda en este Capítulo, se actualicen de manera periódica los valores catastrales. Respecto del resto de impuestos, la propuesta consiste en mantenerlos en el SFE sujetos a ciertos cambios normativos. El ISD cumple un papel – además de gravar la capacidad económica – de redistribución y de igualación de oportunidades, que creemos importante. No obstante, al igual que en el caso del IVTM, se debería establecer algún sistema de armonización entre CCAA para evitar procesos de competencia fiscal perniciosos. Por lo que hace referencia concreta al IVTM, proponemos que guarde una relación más clara con su objetivo medioambiental. Por último, en relación al ITPAJD, lo que se propone básicamente es también llevar a cabo un proceso de armonización, pero, en este caso, no entre gobiernos, sino dentro del propio sistema fiscal. Para garantizar un correcto funcionamiento – o, al menos, sin distorsiones impositivas – el tipo que grava las transmisiones onerosas debería coincidir con el tipo impositivo reducido del IVA. Y en la medida que la capacidad normativa en ITPAJD está descentralizada, esto no es seguro que así suceda. Bibliografía Barberán, M. A. (2006): “Redistribución y progresividad en el Impuesto sobre Sucesiones y Donaciones; un análisis con datos de panel”, Hacienda Pública Española / Revista de Economía Pública, 177, 25-55. Besley, T., A. Case (1995): “Incumbent Behavior: Vote Seeking, Tax Setting and Yardstick Competition”, American Economic Review, 85, 25-45. Boadway, R., E. Chamberlain, C. Emmerson (2010): “Taxation of Wealth and Wealth Transfers”, Chapter 8, Mirlees Review, Institute for Fiscal Studies, 737-836. Borge, L.-E., J. Rattso (2011): “Capitalization of property taxes in Norway”, mimeo. Brunetti, M. J. (2006): “The estate tax and the demise of the family business”, Journal of Public Economics, 90, 1975-1993. Cagetti, M. M. De Nardi (2008): “Wealth inequality: data and models", Macroeconomic Dynamics, 12, 285-313. Cagetti, M. M. 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