El segundo problema destacable a nivel universitario es la gran

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Problemas, retos y posibilidades de la universidad ecuatoriana desde la perspectiva de una docente
El presente ensayo es un extracto del documento evaluatorio final que -en mi calidad de
maestrante- fuera presentado para la materia Fundamentos Teóricos y políticas de la Educación
Superior (también de mi autoría). El reciente texto tiene por objetivo señalar –por un lado- la falta
de campo laboral para los egresados de centros superiores; y por otro lado, profundizar en las
posibles dificultades que afrontan los entes educativos universitarios y los docentes de dichos
institutos, al recibir un colectivo estudiantil desconectado de la preparación superior.
En la actualidad, todos los entes que formamos parte de la comunidad universitaria
ecuatoriana estamos atravesando desafíos. En primer lugar, existe el problema del subempleo en
nuestros estudiantes y graduados. En igual medida, el desempleo de los ilustrados es una realidad
que va en aumento de ciertas carreras. No resulta extraño observar en las calles a taxistas con
títulos de economistas; o a digitadores y empleados de Call Centers pagando su ingeniería e
incluso su maestría. En tales condiciones, muchos de ellos se preguntan ¿Para qué?
Es que si vemos las cosas en un plano objetivo, ¿de qué les sirvieron a estos hombres y
mujeres los cuatro o cinco años de estudio; la inversión en libros, fotocopias, y hasta el rechazo a
oportunidades laborales porque sencillamente se les cruzaba con el horario de la “U” (1)? El tener
un título universitario implica una fuerte inversión económica y temporal, sea en una universidad
privada o pública. Además, representa un esfuerzo adicional en el caso de tener un trabajo a
medio tiempo y cargas familiares. Al graduarse estos alumnos, en el mejor de los casos, sólo
encuentran un trabajo que pague el sueldo básico más beneficios sociales porque “No tienen
experiencia”. Si no cuentan con esa suerte, deben recurrir a buscar dinero, ya sea “taxeando” (2) o
trabajando en otras áreas fuera de su especialización profesional. Es por esto que los docentes
debemos fomentar que nuestros estudiantes se apropien y amen su carrera, generando
profesionales que sean recíprocos con la sociedad, aplicando todo su saber en el área que
realmente se instruyeron.
El segundo problema destacable a nivel universitario es la gran brecha que separa la
educación secundaria y la superior. En la mayoría de los casos, se escucha una larga cadena de
culpabilidades, que el nivel superior atribuye al bachillerato; a su vez, la responsabilidad es
trasladada del último nivel mencionado a la educación general básica. Esta cadena interminable
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Jerga de Universidad
Derivación morfológica de taxi. Neologismo
de responsabilidades se apoya en el criterio de que los nuevos alumnos vienen con “vacíos”
académicos, e incluso falta de valores humanos. Esta queja constante nos impide aceptar que
estamos atravesando un gran cambio pedagógico y visionario propio de una novel generación. Los
nuevos alumnos universitarios no van a tener las mismas competencias y habilidades para resolver
un problema matemático siguiendo una fórmula específica; más bien, ellos tratarán de buscar la
respuesta a este ejercicio de otra forma completamente diferente y asegurándose que no sea la
tradicional. “Señal de rebeldía o inmadurez” dirán algunos; pero yo creo que los prospectos de
alumnos que vemos en los cursos -antes denominados Preuniversitarios y ahora llamados Cursos
de nivelación- tienen mayores conocimientos que nosotros. Estos jóvenes manejan otro tipo de
herramientas y habilidades que estarán completamente fuera de nuestro alcance. Es decir, los
alumnos no ingresan a la universidad con vacíos, más bien, vienen recargados de información y
con una gran habilidad para obtener información que aún desconocen. Por eso, es nuestra misión
como docentes el saber llegar a ellos, a fin de que sepan manejar todo lo que poseen de una
manera adecuada, y sepan administrar la información a fin de convertirla en una verdadera arma
poderosa.
Como docentes tenemos muchas inquietudes y retos con las generaciones que están
atravesando los primeros años de universidad y los que están por venir. Considero –a nivel
personal- que tengo dos por afrontar: las nuevas dimensiones pedagógicas, y la tolerancia a las
nuevas subculturas derivadas del presente orden económico y social. Es imperante estar dispuesto
a desaprender. Gracias a esta postura (el desaprender) he reciclado ideas, estándares, e incluso
contenidos de nuestras clases. La predisposición a receptar una innovación pedagógica debe ser la
misma que se da al momento de comprar un nuevo celular: debemos leer el manual y saber el uso
de todas las teclas, o al menos de las que vamos a usar con mayor frecuencia. De la misma forma,
debemos estar prestos a informarnos, y buscar las herramientas necesarias para que nuestra clase
tenga éxito.
Desde ahora en adelante, estamos en la responsabilidad de leer, investigar, escuchar y
crear nuevas estrategias que lleguen a todos y cada uno de nuestros alumnos. Pero realizar este
trabajo no será una tarea fácil, y mucho menos con un grupo de jóvenes que no se parecen en
nada a nosotros cuando estudiábamos en la universidad. Esta nueva ola de subculturas tiende a
confundir el rol del docente, algunos con interpretaciones negativas… incluso algunos ven en el
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maestro al amigo o compañero que no tienen en casa. Los docentes nos enfocamos en su
apariencia y en su habilidad para hacer dos o tres cosas al mismo tiempo; pero a veces olvidamos
que son humanos llenos de inquietudes y miedos ante el desafío de la educación universitaria.
Como docente he llegado a pensar que ese alumno capaz de hacer dos o tres cosas en clase no me
ha prestado atención, para luego descubrir que estaba completamente equivocada. El grupo
generacional que estamos enfrentando es un grupo que ya sabe donde conseguir la teoría;
nuestra misión como educadores es enseñar el saber del saber hacer, ir más allá de la teoría y la
técnica. Los alumnos deben dominar el saber de sí mismos como identidad cultural y social. Ellos
deben saber el para qué les servirán nuestras clases, para juntos buscar la aplicación en los
contextos que parten de la realidad de nuestros estudiantes.
La universidad ecuatoriana actual atraviesa muchos retos; pero la buena noticia es que
ahora sí estamos conscientes de aquello. Este despertar ha generado una apertura hacia un nuevo
camino de cambios, empezando por la mentalidad de docentes y autoridades, comprometidos a
desaprender y crear nuevas herramientas para el bienestar de nuestros alumnos. Gracias a estos
cambios se busca evitar que los alumnos sigan afrontando incomprensión dentro de las aulas, sea
por su atuendo extravagante o por el vacío académico que traen de la secundaria. Es imperante
lograr "que los alumnos descubran el gusto por saber, que disfruten, y que lo hagan con rigor, que
desarrollen la capacidad de pensar por sí mismos y, además, que se relacionen bien con sus
compañeros" (Morin).
Como docentes tenemos la ardua labor de inculcar el amor al
conocimiento y el saber del saber hacer como herramientas primordiales de poder. Yo creo
firmemente que la educación representa una garantía de prosperidad y como educadora debo
fomentar la continua búsqueda de la prosperidad y ascenso de mis estudiantes.
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