Conferencia para la Constelación de Roma de la Unión Internacional de Superioras Generales 14 de enero de 2010 UN LIDERAZGO FUNDAMENTADO EN LA FE : AUTORIDAD, COMPROMISO Y DAR CUENTA Christine Anderson, FCJ Introducción Al comenzar esta conferencia quisiera detenerme unos instantes en el título. Las palabras no cayeron del cielo sino más bien son palabras con las cuales me encuentro continuamente al trabajar con numerosas congregaciones de hombres y de mujeres de todo el mundo. ¿Por qué esas palabras son tan importantes en nuestro tiempo? ¿Qué tienen que decirnos que pueda ayudar a salir de la confusión o de la parálisis a las congregaciones religiosas apostólicas de hoy, y a que estén, cada vez más, adaptadas y sean significativas para nosotras y para el contexto más amplio de la sociedad? Mi propósito no es presentar una tesis sobre cada uno de los términos sino proponer algunas reflexiones para el diálogo y el discernimiento en vistas a la acción, y mostrar la inter-conexión entre estos temas. La terminología Primeramente, el liderazgo fundamentado en la fe – Es el liderazgo que a todas nos gustaría tener en el centro de nuestra vida, como líderes y como miembros, un liderazgo lleno de fe, inspirado en la fe, guiado por el celo y el entusiasmo en el trabajo apostólico por el reino, y que se encuentra en el corazón de Dios. Este tipo de liderazgo no se ejerce aisladamente, sino en el contexto de hoy, en el mundo, en la Iglesia y en nuestras congregaciones. Vuestro liderazgo como superioras generales está específicamente orientado a vuestras congregaciones, pero todos los miembros, incluidas vosotras, están llamados al liderazgo en la sociedad y en el mundo, sabiendo que se expresa de maneras diferentes. Las preguntas claves para toda congregación son: ¿cómo trabaja Dios, a través de mi congregación, para cambiar algo en los contextos en que vivimos y trabajamos? Como equipos internacionales de líderes, ¿qué influencia tenemos en el contexto internacional del mundo? ¿De qué manera interpelamos al pueblo de Dios, lo formamos, lo sostenemos en su propio ministerio? En otras palabras, ¿nos comprometemos en el mundo a través de un liderazgo fundamentado en la fe, o bien nos atrincheramos en nuestros asuntos y en nuestras preocupaciones? En segundo lugar tomaré la expresión dar cuenta – expresión impopular e incluso negativa, hoy, tanto en el campo religioso como en el mundo de los negocios. A pesar de que lleva consigo una gran parte de trabajo administrativo, una congregación religiosa no es una simple Sociedad, es una empresa de fe. En este contexto, ¿qué significa la expresión dar cuenta? Veremos esto juntas. 1 Autoridad – Hablaré de la autoridad en relación a nuestro papel en la congregación y a la misión, y trataré de deslindarla de la perspectiva estrecha que considera que está únicamente ligada a las superioras o a los líderes en las comunidades, y a todas las proyecciones que conlleva. Compromiso: es lo que nos hace avanzar, lo que hace la unión entre la fe, la autoridad y el dar cuenta, y ayuda a dar un sentido y un fin a nuestra vida, a través de nuestros diversos ministerios. Liderazgo fundamentado en la fe, en un tiempo de discontinuidad Los modelos habituales de liderazgo, que provienen del mundo de la administración, no coinciden exactamente con la experiencia de la vida consagrada apostólica aunque pueden aportarle una ayuda limitada. El liderazgo fundamentado en la fe es una cosa totalmente diferente porque nos interpela en el corazón mismo de nuestro compromiso con Cristo. En este momento de nuestra historia, se trata de manera muy particular de un liderazgo marcado por la discontinuidad. Con esto quiero decir que una buena parte de lo que hemos conocido y amado en el pasado está desapareciendo, y la novedad aparece muy incierta. De esta manera, formamos parte de la gente de hoy, que cotidianamente se ve confrontada a la incertidumbre respecto a su trabajo y a sus relaciones, a la estabilidad financiera, a su seguridad frente a la guerra, al terrorismo y a su preocupación ante los efectos del cambio climático. El liderazgo fundamentado en la fe es, pues, el liderazgo que ejercemos cuando Dios interviene de una manera sorprendente en la vida de nuestras congregaciones, tanto en el interior de la congregación como en los contextos en los que nuestros miembros viven y realizan el ministerio. Se trata del liderazgo que ejercemos como estilo de vida, como camino de discernimiento, cuando lo conocido llega a ser lo desconocido, cuando la historia sagrada que conocemos se convierte en un misterio que no conocemos, mientras que los senderos batidos desaparecen, o bien nos parecen extraños o extranjeros, y nos encontramos en la encrucijada de los caminos. Esto es verdad para todos los líderes, como para quienes están presentes hoy, aquí, y para todo liderazgo ejercido por los miembros en sus respectivos ministerios, al interior de nuestras congregaciones; un liderazgo ejercido en una época en que el horizonte de nuestro programa y de nuestra estrategia se acerca, cada vez más, a nuestra acción en lo cotidiano; donde hacer planes para un futuro imprevisible llega a ser imposible. Los proyectos establecidos durante un Capítulo general pueden parecer anticuados y a veces irrelevantes cuando llega el siguiente Capítulo. La rapidez del cambio se acelera porque son los acontecimientos del mundo los que lo conducen, un mundo donde Dios está presente y actuando. Examinemos juntas cuáles son las implicaciones de todo esto a través de la manera como ejercemos la fe. Empleo a propósito la expresión ejercer la fe porque es lo que estamos llamadas a hacer a través de la oración, del diálogo, del discernimiento y del ministerio en este tiempo del no saber. El discernimiento es un camino de vida, no es solamente algo que hacemos cuando tenemos que tomar una decisión. Hoy, los líderes 2 son llamados a ser hombres y mujeres “de fe”, llenos de fe, no por voluntad propia sino por don. Reconocer y reclamar este don de Dios para cada una de nosotras, líderes y miembros, es una base esencial para el liderazgo. Reclamamos el don rezando por obtenerlo, poniéndolo en acción, y no solamente afirmando que lo tenemos. ¿Es profético? ¡Sí! ¿Es valiente ? ¡Sí! ¿Es lo que pide la gente? ¡Sí! ¿Es lo que nos ayudará a cambiar alguna cosa en el mundo y a trabajar por el Reino de Dios? Si llegamos a encontrar un lenguaje portador de sentido para expresarnos, entonces, sí, ¡por supuesto! ¿Puede haber algo más profético que colaborar en la encarnación de la Palabra de Dios en nuestro tiempo? La gente con la cual estamos comprometidas en nuestro contexto – social, político, cultural, económico – espera esta palabra y se queda perpleja ante la manera como vivimos cuando no tenemos el valor o el lenguaje para decir una palabra de fe que surge del fondo de nuestro corazón y de nuestra contemplación vivida. Sin embargo, en el conjunto, nosotras, mujeres consagradas de vida apostólica, tenemos un problema de integración y de compromiso colectivo en las sociedades o contextos en los cuales actuamos, porque con frecuencia el lenguaje que utilizamos abarca sólo a un número muy limitado de personas, y no a aquéllas que están comprometidas en la vida cívica, económica y política; esta palabra les llega como una palabra piadosa o un lenguaje moralizante, por lo que es urgente buscar un nuevo lenguaje que permita a la gente encontrar un sentido a su vida. A pesar de mi interés por las palabras que utilizamos hoy en día, hay otra dimensión que se necesita tomar en cuenta: el lenguaje que nos da el Espíritu Santo en un momento dado, que se filtra por nuestros poros debido a la pasión, al fuego del amor que habita en nuestro corazón y que da vida y sentido a las personas con quienes nos comprometemos, y también a nuestros propios miembros y a las personas con quienes trabajamos. ¿Vemos que Dios está haciendo algo nuevo en este tiempo que es el nuestro? ¿Qué es lo nuevo que Dios está haciendo en medio de nosotras? ¿Lo vemos? Quizás no lo comprendemos pero hay signos seguros: la vida consagrada apostólica está cambiando de manera radical y Dios espera de nosotras algo nuevo. La gente dice que se trata de una crisis numérica, pero es más bien una crisis de fe debida a nuestra incapacidad para reconocer a Dios entre nosotras y para discernir estos signos nuevos que nos interpelan, pues nos despojan de toda forma de poder, de control, de luz distinta, de certeza, para que no dependamos más que del Dios vivo y lo dejemos trazar nuestro camino. Necesitamos nuestro pleno compromiso, nuestra fe y nuestra confianza para escuchar y esperar pacientemente esta nueva Palabra que Dios dirige a nuestro tiempo. Necesitamos, también, esperanza y animarnos unas a otras para afianzar nuestra fe. Al mismo tiempo, con frecuencia me llaman la atención las lamentaciones que escucho en las congregaciones religiosas hoy en día, o las quejas constantes en relación al trabajo, a la pérdida de sentido, e incluso a la desesperanza de la cual soy testigo. ¿Qué ha pasado con nuestra alegría? ¿Nuestra meta? ¿No nos haría falta ver los signos de los tiempos y dejar de poner nuestras energías en las soluciones de ayer, en lugar de ser creativas y comprometernos con la realidad nueva que se manifiesta en torno a nosotras? Estamos muy preocupadas por las vocaciones y por “asegurar la continuidad 3 de nuestro carisma”. No necesitamos un gran número para cumplir la misión, necesitamos miembros cuyo corazón esté lleno de entusiasmo, de fuego, de fe y de pasión, que quieran y sean capaces de mirar hacia adelante y de discernir la forma de esta nueva realidad que estamos viviendo. ¿Qué deben hacer los líderes, hoy, para permitir a Dios encender este fuego en nuestro corazón a fin de que la congregación lo acoja desde dentro y sea liberada para explorar la nueva realidad? ¿Las estructuras perfectas lo harán por nosotras? No, no son más que instrumentos que permiten introducir el carisma en el contexto. ¿Un Capítulo general que suscite la inspiración, puede hacerlo en nuestro lugar? Quizás, si la inspiración conduce a la acción y no simplemente a reuniones suplementarias, a una más fuerte resistencia al cambio, a una mayor búsqueda de sí misma, y que en consecuencia se viertan recursos más importantes sobre el pequeño número, mientras que el resto del mundo sufre hambre de diversas maneras. No es que quiera criticar estas actividades, esto es lo que hago para vivir-, pero a pesar de todo el trabajo, las reuniones, los cambios exteriores, el corazón de la congregación permanece seco y sin nutrir porque los líderes y los miembros han perdido su determinación. La integración de nuestros cambios y de nuestros esfuerzos en una relectura profunda de la Palabra de Dios para nuestro tiempo es indispensable, pues es Dios quien toca los corazones y no nosotras; y es Dios quien hace crecer. Y esto es duro para las congregaciones que están muriendo porque parece que Dios las ha olvidado, y sin embargo, este momento es un momento de gracia. Líderes para hoy y no para ayer: la necesidad de una autoridad clara Primeramente llamo la atención sobre el hecho de que esta fe es la esencia de nuestra vida, antes de adentrarme en ciertos temas que interpelan y en cuestiones internas a las cuales se ven enfrentados los líderes y los miembros –líderes y miembros porque si los miembros no autorizan a sus líderes a guiarlos, no hay liderazgo. Uno de los signos de disfuncionamiento de una organización es la falta de autoridad clara y, desgraciadamente, esto se da en numerosas congregaciones hoy, en las que los líderes no son libres para cumplir su rol o no se sienten autorizados para guiar, porque algunos miembros no tienen claro lo que significa la participación. Tanto los líderes como los miembros no saben muy bien cuál es la distinción entre la participación a través de la consultación y el discernimiento necesario para tomar decisiones, y quién tiene la autoridad para tomar las decisiones. Esto quiere decir que en ciertos casos las decisiones críticas no se toman porque no se puede llegar a un consenso. Hay otro aspecto que se refiere a la autoridad clara, y esto concierne a la acción tomada por la persona que ocupa el cargo para servir a la misión y la finalidad de la congregación. Debemos reconocer que en toda organización, y la congregación es una de ellas, hay papeles diferentes y complementarios y es necesario autorizarse mutuamente para cumplir el ministerio inherente a cada rol en nombre de toda la congregación. Esto puede ser una fuente de gran libertad y de energía para el amor por la misión. El nuevo contexto mundial El contexto de la crisis económica mundial nos indica que el significado de líder ha llegado a ser un poco ambiguo. La corrupción y la traición en el sector económico y en el mundo de los negocios nos ha llevado a todos/as a examinar nuestra propia corrupción y nuestra complicidad con estos sistemas. La autoridad en estas operaciones 4 ha estado puesta al desnudo y mucha gente se ha desilusionado y encolerizado frente a las fallas que ha descubierto. Nadie sabe exactamente a quién hay que culpar. Particularmente en una época en que las estructuras organizativas tienden a ser más horizontales que jerárquicas, es una exigencia resolver las complejidades de las relaciones interdependientes (quiero subrayar con esto que cada uno de los componentes de la congregación está ligado a otro componente y al conjunto) - la provincia a la congregación, el miembro a la comunidad, la comunidad a la provincia, las provincias entre ellas, las comunidades unas con otras, los líderes y los miembros unos con otros. La autonomía y la independencia de una parte de una organización es un concepto caduco en un mundo de redes y de globalización. Una relación de confianza y de intercambio mutuo se impone entre las diferentes partes; instaurarla es la tarea de los líderes y de los miembros. Parece importante difundir las ideas que se desprenden de esto, es decir: que los miembros participen en la autoridad de los líderes más que tener una autoridad interna propia, ligada al voto que han hecho de vivir la vida de la congregación en la tarea o el ministerio al cual han sido, por supuesto, enviados por esta congregación y del cual deben responder. El voto de obediencia debe comprenderse en este contexto. Al mismo tiempo que hay una crisis de liderazgo, los miembros continúan, a través de su ministerio, con frecuencia de manera muy escondida, realizando cambios significativos, sintiendo, a la vez, que sus contribuciones no son más que una gota de agua en el océano, y que a veces están lejanas del punto de reflexión al cual han llegado los líderes. Liderazgo cósmico Sacar sabias enseñanzas de lo que pasa en el contexto de los ministerios ejercidos en común por los miembros y los líderes, forma parte de la manera de apropiarse del material sobre el cual se ha reflexionado y orado para discernir sobre la manera como Dios nos hace avanzar. Hoy podemos aprender mucho gracias a nuestra nueva manera de comprender la naturaleza evolutiva de nuestro cosmos. Cada elemento no es más que un paso hacia la plenitud del ser. Las decisiones forman parte de este proceso evolutivo, no son una nueva realidad determinante. Esto puede ser una experiencia constructiva y liberadora para quienes están en posición de autoridad y encuentran que la toma de decisiones es algo difícil. Como para el cosmos, la tarea de acrecentar nuestra conciencia pide siempre esfuerzo y paciencia, y lo que nosotras consideramos aquí es lo que necesitamos hacer en nuestras congregaciones para no contentarnos con sobrevivir, sino para evolucionar y ser transformadas; no en términos de cifras o de estructuras, sino en términos de finalidad. ¿Cómo nuestra congregación se está comprometiendo en su dinámica al lado de la gente, en un contexto particular, para cumplir su misión y para extender esta misión de maneras nuevas y creativas a fin de que también nosotras formemos parte de una nueva creación? De la misma manera que el cosmos es interdependiente, así también los líderes, los miembros, la congregación y el contexto están estrechamente ligados y están continuamente informándose unos a otros para que todos estén comprometidos en un aprendizaje y en perspectivas nuevas. De hecho, es lo que realizáis en un encuentro como éste, a través de vuestro diálogo, del compartir y de la interconexión de unas con otras. El reto es vivir esto en la nueva realidad cósmica de la cual no somos más que una parte infinitesimal. 5 Reconocer las interfaces que dan vida Guiar y administrar las congregaciones pide que haya límites –la frontera de la misión, evidentemente, en el sentido en que la misión es la que unifica, motiva y nos hace ver más claramente quiénes somos para nosotras mismas y para los demás, a partir de nuestra propia comprensión. En la misión común es en donde establecemos relaciones y tratamos de aportar algún cambio al contexto; pero es mucho más que esto. Las fronteras delimitan lo que se considera que debe estar en el interior de la organización y lo que debe permanecer al exterior. Si esto se comprende bien, estos límites no funcionan como barreras. Se pueden ver también, ahí, interfaces (puntos de contacto, puntos de enlace), lugares y momentos de contacto entre las diferentes partes y los diversos procesos de un sistema social complejo llamado congregación. La manera como estas partes se interconectan y captan la energía es muy significativa por el modo en que cada parte, e incluso cada persona, está ligada al conjunto. La inclusión de cada una atañe a la misión y a la manera como se realiza según el espíritu y el carisma de la congregación, y las necesidades de las personas en ese contexto. Una nueva matriz La naturaleza dinámica de cada organización es suscitada no solamente gracias a un líder consciente, sino también gracias al compromiso recíproco de los miembros, y por su ministerio al interior de la finalidad o de la misión de la congregación. En el centro de la organización –que no es controlada por ninguno- hay un proceso interactivo que no produce simplemente interacciones; este proceso crea un sistema social que tiene una cultura propia, y que a pesar de los mejores procedimientos que empleemos para pedir a los miembros que se comprometan en un ministerio particular y específico, los roles les son también atribuidos en el contexto y son aceptados por las personas que ahí se encuentran. La naturaleza de los roles depende, con frecuencia, de la capacidad de las personas para aceptar o rechazar lo que los otros le atribuyen en el contexto, además de lo que el líder le atribuye. Esto sucede a todo el mundo desde temprana edad, y la transformación de estos roles en sistemas exige un acceso directo a los procesos de transformación del sistema en su conjunto. El diálogo constante entre los miembros, incluyendo los líderes, forma parte de la conciencia creciente de sí mismo y de su evolución. Cuando la relación entre los líderes y los miembros es hostil a esta evolución, o la amenaza, se daña al planeta mismo pues formamos parte de la misma historia de la humanidad. La naturaleza cambiante de la autoridad Y llego ahora a la naturaleza de la autoridad en las congregaciones hoy. Porque los miembros tienen una mayor conciencia de ellos mismos, en el rol que asumen, porque el contexto es más complejo y exigente, porque la vida consagrada apostólica está en búsqueda de sentido en las culturas y en la sociedad, se da un movimiento muy neto entre los miembros que tienden a estar más implicados en sus propios procesos, y por lo tanto en el proceso de toma de decisiones en las congregaciones. Ya no es suficiente, aunque es fundamental, hacer distinciones claras entre el papel de los líderes y el de los miembros. Dado que los sistemas sociales son de tal manera interdependientes se necesita desarrollar una nueva matriz, que sea comprendida y vivida. La comunicación y el diálogo son la esencia misma del buen discernimiento. 6 Incluso si el significado del rango formal y si los perfiles de las profesiones parecen estar en decadencia, por la manera como una persona se compromete en su rol, con el fin de cumplir la misión a través de su ministerio, es esencial una experiencia vibrante, una experiencia de fe para cada líder y para cada miembro. Encarnar un rol puede ser considerado como el hecho de dar la vida a algo que pertenece a la toda la congregación. Es por esto que en la manera en que nos conducimos en un rol se refleja, en cierto modo, la autoridad conferida a cada uno para actuar en nombre de otras personas en toda la congregación. El problema subyacente para las personas comprometidas es lo que esto significa en materia de dar cuenta. El dar cuenta ha llegado a ser una expresión incómoda Cuando hacemos una promesa o un voto somos conscientes de que tenemos que dar cuenta y nos comprometemos a mantener la palabra. Sin embargo, esta expresión es contraproducente para muchas personas en la vida religiosa, porque ha estado ligada a nuestra relación con la autoridad y con el líder, en lugar de estar ligada a la misión y al ministerio. Atañe mucho más a la persona y a la figura de la autoridad y concierne menos al rol de esta persona en relación con la misión de la congregación. El dar cuenta concierne al compromiso y a la implicación en el ministerio, y al estilo de vida al cual cada una de nosotras ha sido llamada o enviada en misión. A través del dar cuenta se comparten la sabiduría nueva y el conocimiento. Necesitamos una nueva manera de hablar del dar cuenta y del deber de responder a ello – una manera que reconoce y respeta lo que cada una hace, ahí donde está, líder o miembro, en nombre de toda la congregación. Ciertos consultores en organización dicen que setenta por ciento de iniciativas de cambio fracasan porque los líderes y los miembros no suscitan los procesos que conducen a dar cuenta, se dejan a la buena voluntad o bien se olvidan en una vida demasiado ocupada. Con frecuencia, no hay expectativas claras articuladas, y el dar cuenta evoca connotaciones negativas para una gran parte, pues las personas sienten el hecho de tener que dar cuenta como un ataque personal o una manera de controlar. Quisiera decir que el dar cuenta es más un proceso que una expresión. No es amenazante cuando es bien concebido, y concebido en colaboración. Puede promover el crecimiento, no el juicio, y vincularse de manera más estrecha no solamente con las necesidades de la congregación y su misión, sino también con el contexto de la persona encargada de un ministerio. En conclusión ¿Qué quiero decir como conclusión? Quiero decir que la manera como ejercemos la fe en el liderazgo pertenece a la esencia misma del líder, no es solamente un elemento. Que la autoridad no se refiere simplemente al género de relaciones que tienen los miembros con los superiores o los líderes, sino a la manera como cada uno vive su autoridad interior en relación con el ministerio que le ha sido confiado por la congregación; que nuestro compromiso está en función de la misión vivida en la cultura y en el contexto, y que el dar cuenta es esencial para mantener a toda la congregación disponible para el servicio. Os dejo con unas preguntas, que son cuestiones fundamentales para la vida consagrada apostólica hoy. ¿Qué es lo que vuestra congregación en su conjunto está cambiando en 7 el contexto internacional? En relación a esto, ¿qué habéis escuchado decir a las personas que os circundan? ¿Qué cambios están aportando en sus contextos los diferentes miembros de vuestra congregación? ¿Qué dicen a la gente de nuestro tiempo? ¿Qué decimos a través de nuestra vida, y qué dice el líder a propósito del cambio climático, de la pobreza, de la injusticia y del sufrimiento? Eric Hoffer, escritor social y filósofo, dijo una vez que “aquéllos que aprenden obtienen la tierra en herencia, mientras que los sabios se encuentran magníficamente equipados para ocuparse de un mundo que ya no existe”. Formamos parte de este mundo que ya no existe. Busquemos más bien descubrir una nueva manera de comprometernos en la sociedad, las culturas y la autoridad a través de un liderazgo fundamentado en la fe, una autoridad, un compromiso y un dar cuenta verdaderos. 8