“El significante tutor será dividido en una serie de cortos fragmentos contiguos que aquí llamaremos lexias, puesto que son unidades de lectura. Es necesario advertir que esta división será a todas luces arbitraria; no implicará ninguna responsabilidad metodológica, puesto que recaerá sobre el significante, mientras que el análisis propuesto recae únicamente sobre el significado. La lexia comprenderá unas veces unas pocas palabras y otras algunas frases, será cuestión de comodidad: bastará con que sea el mejor espacio posible donde se puedan observar los sentidos; su dimensión, determinada empíricamente a ojo, dependerá de la densidad de las connotaciones, que es variable según los momentos del texto”. Roland Barthes: S/Z La fotografía se pone en movimiento “… la fama Muybridge se basó más bien en sus estudios de movimiento, que comenzó en 1872 al tratar de fijar en la imagen el galope de un caballo. Continuó sus experimentos en 1877, colocando esta vez doce cámaras, una junto a la otra, con el propósito de fijar todas las fases del movimiento del animal al galope. Las obras Locomoción Animal y El cuerpo humano en movimiento fueron publicadas todavía en vida de él. Pegadas una a contiinuación de la otra, y observadas a través de un cilindro estroboscópico, las fotografías semejaban, por primera vez, imágenes animadas. El mismo Muybridge proyectó sus imágenes sobre una tela a través de aparatos de este tipo, razón por la cual es considerado como uno de los precursores de la cinematografía.” Museo Ludwig Colonia: La fotografía del siglo XX. Austria, Benedikt Taschen, 1997. p. 456 El dispositivo “Un multimillonario californiano, Leland Stanford, enriquecido por el comercio y los ferrocarriles, había hecho una apuesta sobre la andadura y las actitudes del caballo al galope, tal como las había descrito en 1868 el sabio francés Marey. Este excéntrico gastó una fortuna para que Muybridge pudiera construir el extraordinario dispositivo siguiente: a lo largo de una pista por la que corrían unos caballos estaban situadas veinticuatro cabinas, cámaras oscuras en las que veinticuatro operadores preparaban a toque de silbato, veinticuatro placas de colodión húmedo; porque en este procedimiento las placas dejan de ser sensibles al cabo de unos minutos, en cuanto se secan. Cargados los veinticuatro aparatos, se lanzaba a la pista los caballos, que se fotografiaban a sí mismos al romper unos bramantes colocados en su recorrido. Se necesitaron varios años (1872-1878) para poner a punto este dispositivo. Se tropezó con errores pintorescos, como el de bramantes demasiado fuertes que no se rompían y arrastraban en una caída común cabinas, aparatos, placas y operadores. A partir de 1878 se publicaron en todas partes las fotografías tomadas en California. Provocaron el entusiasmo de los investigadores científicos y la indignación de los artistas académicos, quienes pretendieron que la fotografía veía mal”. Georges Sadoul: Historia del cine mundial. Desde los orígenes hasta nuestros días. México, Siglo XXI, 1987. p. 7 Edward Muybridge: Descendiendo las escaleras, 1884 – 1885. “Hay una clase de juguete que tiende a multiplicarse desde hace algún tiempo, y del que no hablaré ni bien ni mal. Me refiero al juguete científico. El principal defecto de esos juguetes es el de ser caros. Pero pueden entretener durante mucho tiempo y desarrollar en el cerebro del niño el gusto por lo efectos maravillosos y sorprendentes. El estereoscopio, que da en relieve una imagen plana, pertenece a ese grupo. Tiene ya varios años. El fenakitiscopio, más antiguo, es menos conocido. Imaginen un movimiento cualquiera, por ejemplo un ejercicio de bailarín o malabarista, dividido y descompuesto en un cierto número de movimientos; imaginen que cada uno de esos movimientos –hasta el número de veinte, si quieren- esté representado por una figura entera de malabarista o de bailarín, y que todos estén dibujados en torno a un circulo de cartón. Ajuste ese círculo, e igualmente otro círculo agujeredao, a distancias iguales, por veinte ventanitas, a un pivote en el extremo de un mango que se sostenga lo mismo que se sostiene una pantalla ante el fuego. Las veinte figuritas, representando el movimiento descompuesto de una sola figura, se reflejan en un espejo situado frente a ustedes. Coloquen el ojo a la altura de las ventanitas, y hagan girar rápidamente los círculos. La rapidez de la rotación transforma las veinte aberturas en una sola circular, a través de la cual verán reflejarse en el espejo veinte figuras danzantes, exactamente iguales y ejecutando los mismos movimientos con una precisión fantástica. Cada figurita se ha beneficiado de las otras diecinueve. En el círculo, da vueltas, y su rapidez la hace invisible; en el espejo, vista a través de la ventana giratoria, está inmóvil, ejecutando en el sitio todos los movimientos distribuidos entre las veinte figuras. El número de cuadros que se pueden crear así es infinito.” Charles Baudelaire: Moral del juguete. En: Salones y otros escritos sobre arte. Madrid, Visor, 1999. pp. 194 – 195. La descomposición del movimiento “… las cronofotografías de Muybridge y Marey estaban en boga y en 1912 precisamente expusieron en París los futuristas, pero a pesar de una aparente coincidencia formal con estos últimos, más enfatizada que real, Duchamp no estaba interesado en producir sensaciones cinemáticas en el espectador, pues rechazaba todo proceso de impresión sensitiva. Sencillamente había procedido a descomponer las formas, no con un ansia de simultaneidad, sino con el fin de lograr una impresión absolutamente estática del movimiento, en cuanto a la relación de éste con una sucesión de láminas espaciales de dos dimensiones. De hecho, el paralelismo elemental, le liberaba, al apurarlo, de las servidumbres de un medio inmóvil de expresión, pues le proporcionaba la idea, tanto técnica como poética, de intersección instantánea. En este nuevo ámbito, el de una loncha del desnudo, por decirlo de algún modo, cualquier simbología por banal e ínfima que fuese, adquiría una máxima grandeza expresiva.” Gloria Moure: Marcel Duchamp. Barcelona, Ediciones Polígrafas, 1998. p. 13 Marcel Duchamp: Desnudo descendiendo la escalera, 1912 Des-vestir el cuerpo “Las partes revestidas prevalecen como absoluto allí donde se considera a la figura humana como esencialmente vestida, cuando se tiene la certeza de que el hombre se hace tal, y se distingue de los animales, precisamente por el hecho de estar vestido: la ropa es lo que confiere al hombre su identidad antropológica, social y religiosa, en una palabra, su ser. De ahí deriva que la desnudez sea percibida como una situación negativa, como privación, pérdida y expolio: los adjetivos “desnudo”, “desvestido”, “desnudado” cualifican cabalmente el estado de quien se halla privado de alguna cosa que debería tener. En el ámbito de una concepción de esta naturaleza, que se difundió ampliamente entre los pueblos del Próximo Oriente (egipcios, babilonios y judíos), el mero hecho de estar desvestido significa encontrarse en una condición envilecedora y vergonzosa, típica del cautiverio, la esclavitud, la prostitución, la demencia, la maldición y la iniquidad”. Mario Perniola: Entre vestido y desnudo. En: Michel Feher (ed.) Fragmentos para una historia del cuerpo humano. Madrid, Taurus, 1991. p. 237 Anónimo, h. 1890 Re-producción de abismos “La reproducción pone en juego seres discontinuos. Los seres que se reproducen son distintos unos de otros y los seres reproducidos son distintos entre ellos como son distintos de aquellos de los que salieron. Cada ser es distinto de todos los demás […] Entre un ser y otro, hay un abismo, hay una discontinuidad […] Este abismo, en cierto sentido, es la muerte y la muerte es vertiginosa, es fascinante”. Georges Bataille: El Erotismo. Barcelona, Tusquets, 1988. p. 25. anónimo, h. 1940 Todo cuadro pintado con sentido común y reflexión es, de seguro, obra de locos; cuanto más insensato (su autor), más bendito es su lápiz; y borrachos, siempre pintan mejor. Son incapaces de expresarse como Rafael, Fuseli o Blake: si no pueden ver un contorno ¿cómo podrían trazarlo? Si los hombres trazan contornos, comienza por reír: los locos son quienes ven contornos y en consecuencia los dibujan. William Blake: Poemas del manuscrito de Dante Gabriel Rossetti (II). En: Poesía completa. Madrid, Hyspamérica, 1986. pp. 175- 176. William Blake: La escalera de Jacob, 1799 – 1800 La verosimilitud del abandono de la perspectiva “… Los Prerrafaelistas combinan una técnica dibujística muy perfecta -capaz de reproducir los objetos con una gran dosis de verosimilitud- con un espacio antirretiniano, en tanto que evitan concientemente la perspectiva lineal y aérea, de tal forma que cada fragmento parece estar enfocado independientemente del otro, como si agrupasen distintas microvisiones, cada una de ellas individualmente real, pero que no llegan a funcionar como conjunto, porque el resultado es una visión demasiado atómica de la realidad. En segundo lugar, los Prerrafaelistas, para obtener mejor los detalles, volvieron a utilizar la antigua técnica del temple que exigía pintar sobre la superficie del aparejo todavía fresco; pero como tardaban excesivamente en terminar una zona del cuadro (pues su intención era pintar cada una de las hojas de hierba natural) preparaban solo aquellas partes del lienzo que sabían podían concluir a tiempo, es decir, antes de que se secara. El resultado más que real, era surreal”. Tonia Raquejo: Ruskinismo, Prerrafaelismo y Decadentismo. En: Valeriano Bozal (ed.): Historia de las ideas estéticas y de las teorías artísticas contemporáneas. Madrid, Visor, 1996. Volumen I, p. 406. Edward Burne-Jones: Las escaleras doradas, 1866 – 80. La simulación hiperreal “Hoy en día, la abstracción ya no es la del mapa, la del doble, la del espejo o la del concepto. La simulación no corresponde a un territorio, a una referencia, a una sustancia, sino que es la generación por modelos de algo real sin origen ni realidad: lo hiperreal. El territorio ya no precede al mapa ni le sobrevive. En adelante será el mapa el que preceda al territorio —PRECESIÓN DE LOS SIMULACROS— y el que lo engendre, y si fuera preciso retomar la fábula [de Borges], hoy serían los jirones del territorio los que se pudrirían lentamente sobre la superficie del mapa. Son los vestigios de lo real, no los del mapa, los que todavía subsisten esparcidos por unos desiertos que ya no son los del Imperio, sino nuestros desiertos. El propio desierto de lo real.” Jean Baudrillard: Cultura y simulacro. Barcelona, Kairós, 2001. pp. 9 – 10. Gerhard Richter: Desnudo en la escalera, 1966 El desplazamiento metafísico Metafísica de las vestiduras y metafísica de la desnudez coinciden en atribuir a la verosimilitud –aunque sean pensadas y experimentadas de modo auténtico- una dimensión absoluta […] Heidegger muestra cómo el concepto griego de […] [alethehia] tiene un significado originario que sobrepasa el concepto teórico de exactitud de la mirada. Según el pensador alemán, la palabra […] [aletheia] denota tanto una ocultación como un desvelamiento: se caracteriza de hecho por una […] [alpha] privativa que modifica algo que permanece oculto, esto es, encerrado, puesto bajo custodia, enmascarado, recubierto, velado, falsificado…Heidegger propone traducirla con el término Unverborgenheit, imposibilidad de ocultamiento, precisamente porque la dimensión de ocultar es un componente esencial de su significado. Tal significación, “entendida como un esconderse, domina la esencia del Ser y determina de este modo al ser existente en su presencia y en ser acesible”. Entonces la […] [aletheia] griega no implicaría la primacía de la desnudez, sino un tránsito entre esconder y desvelar irreductible a la concepción platónica de una clarificación e iluminación puras y completas. Mario Perniola: Entre vestido y desnudo. Loc. cit. pp. 242 – 243. Gerhard Richter: Mujer descendiendo la escalera, 1965