máticas vienen «de fuera», de la realidad, de nuevas disciplinas). Y

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máticas vienen «de fuera», de la realidad, de nuevas disciplinas). Y,
por último, lo que en la práctica parece que es más costoso en atención
y tiempo, es superar las costumbres que la «academia» ha creado en
cada uno/a de nosotros/as, conseguir adaptar hábitos teóricos, metodológicos, organizativos y de horarios con colegas provenientes de otros
departamentos con marcos conceptuales, metodologías y problemáticas particulares. A veces, estos últimos aspectos, a pesar de que pueden
parecer los más superfluos, son los que mayor resistencia ofrecen.
A todo ello habría que añadir la transdisciplinariedad como aquellos constructos que emanan de la confluencia de las distintas disciplinas y que transciende a cada una de ellas. Aplicar esta metodología
transdisciplinar es totalmente adecuada, ya que las realidades de la paz
—digámoslo de nuevo— no son simples, en cualquier caso nosotros
las «simplificamos» para poder abordarla, pero en el mismo proceso la
falseamos. Aunque estos pasos previos hayan sido, y sean, necesarios
para el paulatino acercamiento al significado de la paz y los derechos
humanos, en esta búsqueda hay que continuar con un trabajo transdicisciplinar, absolutamente necesario para abordar la complejidad de
los fenómenos contemporáneos, que presupone la multi y la interdisciplinariedad y todas sus problemáticas, las cuales deben ser superadas
con propuestas fecundas, beneficiosas para el propio campo de la Paz
y para las relaciones inter y trans que establezcan.
Como enunció la declaración del Congreso celebrado en Locarno
(Suiza, 1997) ¿Qué Universidad para el mañana? Hacia una evolución
transdisciplinar de la Universidad»: El reparto universal de los conocimientos no podrá tener lugar sin la emergencia de una nueva tolerancia fundada sobre la actitud transdisciplinar, la cual cosa implica
la puesta en práctica de la visión transcultural, transreligiosa, transpolítica y transnacional. De aquí la relación directa e ineludible entre paz
y transdisciplinariedad.
5.5. UNA MATRIZ COMPRENSIVA E INTEGRADORA DEL CAMPO
TRANSDISCIPLINAR DE LA PAZ Y LOS DERECHOS HUMANOS
Es evidente que la Investigación para la Paz, por su propia dedicación, tiene que hacer un esfuerzo por abarcar una matriz comprensiva, que aspire a comprender, explicar y dar alternativas, e integradora, que considere las relaciones entre los diversos fenómenos desde una
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perspectiva transcultural, plurimetodológica y transdisciplinar , es lo
que lo hemos dado en llamar campo transdisciplinar. Nosotros propusimos cinco ejes sobre los cuales se podría debatir esta matriz: una
teoría general de los conflictos; pensar desde un paz imperfecta; descontruir la violencia; discernir las mediaciones e interacciones estructurales entre conflictos, paz y violencia; y el empoderamiento pacifista
a través de la noviolencia. Estos ejes deben ser transculturales y transdisciplinares y han de tener capacidad de proyectarse hacia un futuro
deseable, perdurable, justo, pacífico e imperfecto y de relacionarse con
el resto de saberes, conocimientos, disciplinas y ciencias.
Contamos con grandes ventajas, camino recorrido, encuentros diversos para poder avanzar en este camino, que debemos reconocer y
potenciar, pero también tenemos obstáculos que hay que desconstruir
e inmovilizar. Reivindicar la complejidad de los derechos humanos
conlleva, pues, una crítica de los presupuestos racionales que, al ser
hurtados al contexto cultural y a los intereses de poder, se presentan
como lo universal, es decir, lo no situado, lo no diferente, lo no
histórico. En nuestro afán por construir nuevas formas de resistencia,
tanto teóricas como prácticas, pensamos que a los derechos humanos
hay que acercarse situándolos en el espacio, en la pluralidad y en el
tiempo. Pero para llegar a esto y presentar la metodología necesaria a
tales fines, hay que desmarcarse de la tendencia ideológica liberal a
presentar sus postulados como el resultado de un proceso natural e
inmodificable.
La razón liberal se presenta bajo la forma de «fuerza compulsiva
de los hechos». Nada ni nadie puede cuestionar una serie de presupuestos básicos que se consideran «naturales» tales como: anteponer
los derechos a la lucha por los bienes (se ve posible y deseable realizar
los más diversos bienes en el marco de un ordenamiento globalmente
neutro); lo valioso de la vida se encuentra en lo privado; la acción
política es un medio para llevar adelante fines económicos que no se
someten a debate; y que la ciudadanía se reduce al goce de determinadas garantías dentro del Estado Nación, por lo que hay un rechazo
implícito a politizar la sociedad y a admitir una acción política al
margen del Estado. Propuestas ideológicas, ficciones, que se reifican
y se convierten en procesos naturales irreversibles. Se ontologiza la
acción y se la separa de los contextos concretos en los que se desarrolla la vida de las personas.
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Los Derechos Humanos quedan reducidos, desde el punto de vista
de esta racionalidad, a derechos de propietarios que se piensan a partir
del mercado. Los sujetos están instalados en la relación mercantil vista
como el ámbito de la libertad natural, lugar desde el que se abomina
de toda planificación e intervencionismo. Por esta razón, pueden justificarse las agresiones a los derechos humanos llevadas a cabo bajo
la denominación de Planes de Ajuste Estructural: apertura a los capitales extranjeros, por encima de las necesidades reales de los pueblos;
profundización en la nueva fase de acumulación del capital apoyada
en las privatizaciones y ventas a los grandes consorcios de los espacios públicos de producción y de democracia; desregulaciones normativas que favorezcan los intereses de los poderosos y las consiguientes
anulaciones de derechos laborales, de seguridad social, de protección
y promoción a la salud, la educación, el medio ambiente. Esta es la
única política realista, el único ámbito donde poder situar los derechos, el lugar físico, naturalizado. El único espacio de certezas desde
el que convencionalmente se cree que podemos realizar una defensa
de los derechos. Mundo de certezas aparente. Sólo con no descifrar su
enigma, sólo con pensar desde sus mismas premisas, tendremos la
derrota asegurada.
Tal y como defendía por los años setenta y ochenta el neocontractualista Buchanan, hay que saber y poder calcular el coste económico
que supone reconocer derechos y garantías constitucionales a los ciudadanos. Desde hace como mínimo tres décadas venimos asistiendo a
una entrega de los derechos humanos a la lógica de la competitividad
y, en palabras de Franz Hinkelammert23, a la eliminación de lo que en
el lenguaje economicista del neoliberalismo se denominan «las distorsiones del mercado». ¡Qué mayor distorsión que la reivindicación de
los Derechos Humanos, no del propietario, sino del ser humano corporal que padece y siente necesidades!. Bajo los presupuestos teóricos
e ideológicos de las teorías de los property rights y de la public choice,
toda reivindicación de derechos contraria, o resistente a, los cálculos
del mercado debe ser suprimida del debate. El mercado se identifica
con la democracia, con la familia, con la amistad, e, incluso, con la
propia economía impidiendo con ello cualquier ámbito alternativo de
acción económica o social. Los derechos del mercado son los derechos
23. HINKELAMMERT, Franz (1995) pp. 309- 328.
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humanos. Cualquier otra reivindicación es una «distorsión de los
mercados» que hay que evitar. Este es el proceso. Esto es lo que se
presenta como realismo. Naturalizando el proceso, se impide cualquier
otra visión, se anatematiza, se desplaza al nivel de lo irracional. En
definitiva, nos han robado los derechos y nosotros seguimos empeñados en buscarlos iluminados por la retórica y la ideología de los
ladrones.
Debemos resistirnos a esa pretendida «fuerza compulsiva de los
hechos» y plantear una alternativa que rechace todo tipo de naturalismo a favor de una concepción histórica y contextualizada de la realidad de los Derechos Humanos. Esta alternativa debe pasar por los
siguientes pasos: recuperar la acción política de seres humanos corporales; la formulación de una filosofía impura de los derechos; y la
recuperación de una metodología relacional.
Como estamos viendo, son tantas las preocupaciones asociadas a
la Paz y los Derechos Humanos, tantas las escalas, las variables culturales, las propuestas teóricas, que a veces podríamos sentirnos turbados e incluso desanimados ante tan inmenso campo. Pero este sentimiento puede atemperarse adoptando otro enfoque: en primer lugar
comprender que esto ocurre por la propia la complejidad de la especie
humana, en cualquiera de sus manifestaciones; en segundo lugar que
esto es fruto de la propia riqueza cultural humana en la que las normas
y comportamientos propiciatorios de la paz son mayoría; y en tercer
lugar que estas situaciones sólo pueden ser abordadas desde métodos
cooperativos que sean capaces de confluir en espacios culturales y
científicos donde cada aportación particular adquiera mayor sentido.
En cualquier caso, un desafío que la investigación para la Paz y los
Derechos Humanos debe abordar es dotar de una matriz comprensiva
(que aspire a comprender, explicar y dar alternativas) e integradora
(que considere las relaciones entre las diversos fenómenos desde una
perspectiva transcultural, plurimetodológica y transdisciplinar). Claro
está que esto no se consigue sólo con desearlo, pero sí debe de ser una
línea de trabajo a la que dediquemos parte de nuestros esfuerzos. En
esta línea proponemos los siguientes ejes unitarios de articulación de
la Investigación para la Paz y los Derechos Humanos:
a) Una Teoría General del Conflicto, que tenga capacidad explicativa de las diferentes entidades humanas (personas, grupos y especie), en las diversas culturas, espacios geográficos y momentos
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históricos. Esto implica conseguir una definición de conflicto
suficientemente amplia como para dar cabida a los fenómenos
que tengan lugar en los distintos espacios humanos de actuación.
Lo cual nos permitiría establecer las interacciones causales entre
unos y otros espacios y, a la vez, tener una perspectiva abierta y
dialéctica del conflicto.
b) Pensar desde una Paz y Derechos Humanos Imperfectos. Si queremos la paz debemos prepararla (si vis pacem para pacem) con la
certeza de que va a ser un camino inacabado, ya que siempre
convivirá con los conflictos y con algunas propuestas de violencia. Por eso es necesario tener constantemente una cierta preocupación activa por el mantenimiento de la paz; lo que implica que
esta paz —además de ser el móvil ético y la directiva científica—
debe ser afrontada como la categoría analítica de un campo multi, pluri y, finalmente, transdiciplinar
c) Desconstruir la Violencia. Comprender la violencia lo mejor posible para orientar las acciones hacia la paz desde las raíces de la
misma, lo que complementariamente requiere estudiar la violencia como un fenómeno absolutamente humano y, por lo tanto,
con raíces en la propia evolución somático-cultural de los homínidos. Es necesario intentar dar, en este sentido, una explicación
unitaria de la violencia que incluya tanto sus aspectos estructurales como culturales, simbólicos y filogenéticos.
d) Utilizar metodologías trans (disciplinar, cultural, moderna, ...) para
desconstruir y reconstruir la realidad. Discernir las dialécticas y
las mediaciones entre conflictos, paz, derechos humanos y violencia. Estudiar los espacios —mediaciones— donde los conflictos se dinamizan hacia una vía de salida u otra, y las interacciones
que se producen entre conflictos, escalas, dinámicas y vías de
regulación. Y hacer nuevas propuestas de interpretación y acción.
e) Empoderamiento pacifista a través del reconocimiento de las experiencias de la paz —la regulación pacífica de los conflictos—,
cumplimiento de los derechos humanos y de la noviolencia —
como filosofía y metodología del cambio social— a lo largo de
toda la historia e intentar que ocupen el mayor espacio a todas
las escalas (personal, grupal y planetario) y esferas (privada, pública y política). El empoderamiento es un proceso basado en la
«praxis» que contempla una reflexión y acción permanente y un
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horizonte normativo para construir futuros más justos y pacíficos.24
Finalmente estos ejes deben ser transculturales y transdisciplinares
y con capacidad de proyectarse hacia un futuro deseable, perdurable,
justo, pacífico e imperfecto. Un futuro solidario con las generaciones
venideras, en el que prime la justicia y la equidad, en el que los
conflictos sean regulados por vías pacíficas y en el que los conflictos
—signo de nuestra condición «imperfecta»— nos den la posibilidad
de imaginar y crear nuevas situaciones deseables de acuerdo con nuestros
valores de paz. El futuro se convierte en la única propuesta posible de
interacción con la realidad, por ello es necesario pensarlo y trabajarlo
con las metodologías adecuadas.25
Como defendía Adorno, los conflictos y desigualdades se dan a
conocer, mejor que en sus manifestaciones institucionales, en las cicatrices y heridas que son la expresión de las ofensas producidas. No
podemos ser indiferentes a esas cicatrices y heridas. ¿No somos cómplices de todo aquello que nos produce indiferencia?
Los hechos, a pesar de la enormidad de sus efectos, pueden resumirse brevemente: la concentración del poder económico, político y
cultural en manos de organizaciones y entidades que pertenecen a un
quinto de la población mundial; la destrucción sistemática de conquistas sociales logradas con tanta y tanta sangre derramada; la situación
de abandono en la que sobreviven miles de millones de personas en
lugares del mundo que no entran en las agendas públicas de los países
enriquecidos. Estos hechos nos obligan a considerar la pretensión de
objetividad en el estudio y práctica de los derechos humanos y la paz
como esa mirada indiferente que constituye, en palabras de Eduardo
Galeano, el mito irresponsable de los privilegiados. Sobre todo, porque el análisis objetivo viene a ser sinónimo de especialización y
formalización; perspectivas que tienden a ver el objeto de investigación como si fuera autónomo y estuviera separado de la realidad
concreta en la que viven los teóricamente protegidos por las «formas».
24. Al empodermiento le dedicamos el próximo capitulo.
25. Cf.: BOULDING, Elise - BOULDING, Kenneth E. Op. cit. , 89ss. SÁNCHEZ, Jesús. - MUÑOZ, Francisco A. - JIMÉNEZ, Francisco. - RODRIGUEZ,
Javier (eds.) Paz y prospectiva. Problemas globales y futuro de la humanidad ,
Granada, (1995) Abundaremos sobre estas temáticas en el último capítulo.
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