EL DISCERNIMIENTO ESPIRITUAL

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CÁTEDRA INTERNACIONAL CLORIVIÈRE-CICÉ
EL DISCERNIMIENTO ESPIRITUAL
Elvia Fajardo-Comunidad Bogotá 72
Esta cátedra que tiene el nombre de nuestros fundadores, como ustedes lo han oído en
muchas ocasiones, pretende enriquecer nuestra academia con los aportes de ellos, de
manera que puedan iluminar la labor formativa con nuestros jóvenes.
Hoy voy a detenerme en un tema característico de la espiritualidad ignaciana, asumida por
nuestra congregación religiosa y que es de cotidiana aplicación para toda persona. Me
refiero al discernimiento, entendiendo éste como la búsqueda de la voluntad de Dios en una
determinada circunstancia. En la vida ordinaria, discernir es buscar entre dos alternativas
la mejor, o la que más nos conviene.
El discernimiento, entonces, es la pedagogía de la decisión, es un camino hacia la
verdadera libertad. Libertad que buscamos en todas nuestras acciones y compromisos. Por
lo tanto, el discernimiento debiera ser una actitud cotidiana puesto que todos los días nos
enfrentamos con la tarea de elegir, de tomar decisiones. Y aquí entran en juego nuestros
valores y principios.
Ante una elección o una decisión, con frecuencia creemos que lo que hay que tomar en
cuenta son los riesgos que asumiríamos o las ventajas que traería el escoger lo contrario.
El supuesto es falso. Muchas veces tomamos decisiones erradas porque no conocemos los
verdaderos móviles que nos hacen actuar o confundimos nuestras razones y aun nuestros
ideales con las impresiones causadas por emociones y sensibilidades superficiales.
Discernir es algo necesario, poder tomar una decisión correcta es elegir entre dos cosas
que se presentan con la mayor lucidez posible. No es necesario elegir entre una cosa buena
y una mala porque por lógica escogemos lo que creemos que es bueno.(Ej. Entre un sueldo
de 2 millones y uno de 10 millones, escojo el de 10 millones. Pero si elegir esto que parece
bueno, es empezar a negociar los principios, o a faltar a la verdad, o manejar cuestiones
con deshonestidad, o trabajar noches y festivos y descuidar a la familia, o enfermarse esta
elección que parece buena se convierte en mala).
Para poder discernir, es preciso tener actitudes humanas de discernimiento. Es tener la
actitud para poder escoger lo positivo, la felicidad y por principio, la vida. Esto nos parece
que se da por hecho… pero nada más ajeno a lo que en realidad pasa. A nivel de vivencias
interiores nos aliamos con lo que nos culpabiliza, nos disminuye o nos preocupa. Hay voces
internas que nos condenan y nos dejamos condenar y no tenemos lucidez para una buena
elección. Sin embargo, junto a esas voces está la voz de nuestra conciencia.
Discernir, humanamente, es dejar que la conciencia tome el control de nuestro interior y el
papel de parámetro de nuestras decisiones. En el fondo, todas las personas, por perversas
que sean sus actuaciones, tienen la felicidad como meta de su actuación, como su valor.
Solo que una felicidad mal entendida muchas veces.
La conciencia es la voz de nuestro ser que se expresa. La persona tiene siempre esa voz en lo
más profundo de sí. Es esa voz la que le va indicando cuando algo de lo que realiza se
acerca o no a su verdadera felicidad. La conciencia es el gran patrón para discernir. Coloca
lo que está en cuestión frente a esa voz que necesita de otros criterios para poder actuar.
Esos otros criterios son los valores.
Una conciencia lúcida se forma y se alimenta de valores. Pero también se informa por la
comunicación de distintos datos, de conocimientos, de adelantos científicos, de diversas
situaciones y de relaciones. La voz de la conciencia reconoce la propia valía y sabe aceptar
las responsabilidades e integrar la culpabilidad sana. Y digo culpabilidad sana porque hay
personalidades que se culpan sin una razón válida.
Voy a hablar de tres clases de discernimiento: humano, cristiano (espiritual) y el ignaciano.
El discernimiento humano tiene sus características y su metodología.
EL DISCERNIMIENTO HUMANO
En el discernimiento humano se parte del supuesto de que somos libres. Y como seres libres
nos enfrentamos a una realidad: tanto hombres como mujeres podemos equivocarnos en
las decisiones, pues muchas veces escogemos lo que nos daña y no lo que nos vivifica.
Para saber optar por lo que nos vivifica o nos da vida se debe tener cinco actitudes básicas,
las enumero y luego explico cada una:
1.
2.
3.
4.
5.
Trabajar equilibradamente, sabiendo descansar
Irradiar amor
Ser colibrí o abeja y no mosca
Ser capaz de dialogar
Tener un buen nivel de autoestima.
1. Trabajar equilibradamente, sabiendo descansar.
Vivimos en una sociedad que nos hace adictos al trabajo y a la actividad cronometrada.
Trabajar equilibradamente es la capacidad de poner sus fuerzas
de trabajo
responsablemente y descansar tanto en el aspecto físico, como en el psíquico y espiritual.
Frente a esta actitud algunos criterios de discernimiento, pueden ser:
Hago evaluación de mi trabajo?
Tengo un proyecto personal que reviso con frecuencia?
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Vivo con stress?
Cómo descanso a nivel corporal, psicológico y espiritual?
2. Una segunda actitud básica es irradiar amor.
Es poner todo lo que está de nuestra parte para que en nuestro entorno haya amor. Se da,
si la persona está en sintonía consigo misma y en solidaridad profunda con los demás.
Algunos criterios de discernimiento frente a esta actitud:
Cuáles son mis expresiones cotidianas de amor
Tengo amistades profundas y duraderas?
Cómo está mi capacidad de reír, de generar buen ambiente, de ser como un oasis para los
demás?
Me doy cuenta que es la vida y el cariño lo que debe estar siempre en juego en toda
decisión?
3. Ser colibríes o abejas y no moscas.
Esta tercera actitud que nos prepara para optar por la vida a través del discernimiento,
podríamos compararla con la actitud de mosca o la actitud de colibrí. Bien sabemos que
hablar de mosca es hablar de buscar lo sucio, lo repugnante, lo oscuro y lo negativo. En
cambio el colibrí nos sugiere la belleza, la sutileza, lo positivo, la alegría. El capta el mejor
néctar de las flores; la abeja nos sugiere el trabajo juicioso, organizado, extrae lo mejor de
la flor y produce la miel que es un alimento nutritivo y un remedio fundamental. Obramos
como moscas cuando nos detenemos en lo negativo, en lo que nos aparta del bien y de la
felicidad. Obramos como colibrí o abeja cuando sabemos superar las dificultades, buscando
siempre lo positivo, el bien, la verdad.
Algunos criterios de discernimiento frente a esta actitud:
Por principio ante una situación me inclino a ver lo negativo?
Cómo le saco ventaja a las cosas negativas que suceden?
Me juzgo por las cosas negativas que hago? O por las positivas?
Cómo hago para que las personas saquen lo mejor de sí mismas?
Me percato de que sólo si hago brotar lo mejor de las personas estoy en una actitud de
elegir y hacer el bien?
4. Ser capaz de dialogar.
Para dialogar se necesita tener una actitud abierta de escucha y de aceptación del
interlocutor. Los sentimientos de desprecio y de falta de perdón pueden impedir el diálogo.
Si alguien tiene actitud humana para dialogar, puede discernir.
Dialogar no es lo mismo que proponer ideas, discutirlas e imponerlas. Es ponerse en la piel
del otro, en su óptica, para ver desde su perspectiva y sentir lo que el otro siente.
La capacidad de perdonar es un aspecto muy importante del diálogo que prepara para
poder discernir y elegir humanamente.
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Puedo formularme algunas preguntas para saber si tengo la actitud del diálogo para el
discernimiento
Cuánto aprendo de los demás?
Sé ponerme en los zapatos de los demás?
Cómo me doy cuenta de que lo hago?
Cuál es la señal personal más característica de que no he perdonado todavía?
5. Tener un buen nivel de autoestima.
Es el fundamento de todas las anteriores y del poder optar por la vida. Es la voz interna que
me da la capacidad de reconocer los elementos positivos personales y saber integrar lo
negativo que tengo. Esto me hace capaz de reconocer lo bueno en los demás y saber
perdonar los errores de los otros.
Para superar la baja estimase necesita un conocimiento personal serio y por supuesto un
trabajo de sanación y curación de heridas
Estas son algunas preguntas que puedo formularme para saber qué nivel de estima tengo,
que favorezca mi actitud de discernimiento:
Me siento siempre mal conmigo mismo? Conmigo misma?
Me siento siempre atacado y tengo resentimiento?
Tengo miedo exagerado a equivocarme?
Siento deseo excesivo de complacer?
Hago cosas para que me quieran?
Me disgusta y me decepciona casi todo?
Me siento muchas veces deprimida? O deprimido?
Hasta ahora hemos hablado del discernimiento humano que es base para el discernimiento
cristiano, que es el discernimiento espiritual.
EL DISCERNIMIENTO CRISTIANO
Este discernimiento consiste básicamente en la búsqueda de la voluntad de Dios en mi vida,
a fin de obrar según la fe y los principios cristianos.
Para poder discernir es necesario tener una experiencia básica de oración. El hábito de
oración se convierte en requisito clave para el discernimiento espiritual.
El discernimiento es como un hilar más fino sobre una experiencia. Es poder discernir en
todas las ocasiones. Es lo que san Ignacio llamó, encontrar a Dios en todas las cosas.
El discernimiento tiene una regla básica que es identificar qué se experimenta? Gozo, paz,
alegría o lo contrario. Identificada la experiencia, debo preguntarme qué consecuencias
tiene o a dónde me lleva esto que estoy discerniendo. Si son de Dios, estos sentimientos,
deseos, ideas, imágenes me llevarán a asumir alguna de estas opciones:
4
1.
2.
3.
4.
Obras de justicia solidaria
Alegre misericordia
Incomprensión y persecución
Amor de sí mismo.
Primera opción: Lleva a las obras de justicia solidaria
El significado más frecuente es el afán de sacar adelante los derechos del pobre y del
desvalido, es decir, los derechos de aquél que no tiene de por sí medios para salir adelante.
Se trata de verificar si algo que experimento, si algo que siento, si las ideas que se me
ocurren, me llevan a ser solidario con la persona necesitada.
El servicio a todos ellos, se vuelve criterio para conocer si algo viene o no de Dios.
Segunda opción: El discernimiento que viene de Dios me lleva a una alegre misericordia
Esta opción nos habla de la confianza, del abandono en Dios, del perdón encontrado en
Dios.
El texto clave para entender el mandato de Jesús es precisamente la parábola del hijo
pródigo, o mejor del padre misericordioso. Allí se dibujan todas las características de lo que
significa misericordia. Es recuperar a alguien desde lo más bajo a donde ha podido caer.
Es estar dispuesto a dar siempre. La misericordia es un abrazo largo y profundo. Está
revestida de fiesta y de felicidad.
La misericordia como opción, nos lleva a la capacidad de entrar en el proceso del perdón.
Tercera opción: Mis acciones desde Dios pueden generar incomprensión y persecución.
En algunas situaciones, a ejemplo de Jesús, el actuar trae incomprensión y hasta la muerte.
El padre de la parábola, es mal aceptado e incomprendido por el hijo mayor. Esta
incomprensión a veces se convierte en la cruz. Hay que darle a la palabra cruz su
verdadero significado. Cruz es lo que nos ganamos por ser fieles al mensaje evangélico que
descubrimos mediante el discernimiento, pero este sufrimiento nos conduce a sentirnos
vivos, a sentirnos felices. (Es lo que pasa si uno es fiel a los principios cristianos, lo van a
perseguir. El que es honesto no puede quedarse en un puesto donde prima la corrupción).
Cuarta opción: Al amor de sí mismos.
El obrar según la voluntad de Dios, nos lleva a desterrar todo lo que produce muerte en
nosotros y en los demás. Si algo viene de Dios y nos hace acoger su voluntad, tendrá que
convertirnos también en solidarios con nuestras debilidades. Más aún, la misericordia de
nuestro Padre Dios, la tenemos que ejercitar con nosotros mismos, teniendo esperanza en
nuestra posibilidad de cambio, estando a gusto con nosotros mismos y dando testimonio de
las obras que Dios hace en nosotros, así como lo hizo la virgen María que exclamó: “salta
de gozo mi corazón en Dios que me salva… en adelante me van a llamar la dichosa”.
Si actuamos de acuerdo con las anteriores opciones, podemos decir que ha sido un buen
discernimiento que nos ha llevado a acoger la voluntad de Dios y como consecuencia,
tendremos la experiencia de una realización que nos causa gozo y paz.
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EL DISCERNIMIENTO IGNACIANO
Ya dijimos qué es el discernimiento y cómo hay diferentes clases. : Este se hace para
asuntos muy importantes o menos importantes. Y puede durar horas, días y hasta años,
dependiendo de la importancia de la elección o de la decisión que se debe tomar.
Ahora bien, el discernimiento ignaciano es un discernimiento espiritual cristiano con una
metodología muy concreta, validada y aceptada por la Iglesia.
No hay tema más central en la espiritualidad ignaciana que el del discernimiento espiritual.
El discernimiento ignaciano fue fruto de largos años de oración y reflexión y luchas
personales, buscando cuál era la voluntad de Dios sobre diversas situaciones que San
Ignacio vivía.
El se dio cuenta de que no es solo el mundo exterior el escenario donde acontecen dramas y
tragedias, triunfos y derrotas. También dentro de sí hay vida, humores cambiantes, ideas
que le vienen sin saber muy bien de dónde, emociones que le transforman… Ignacio se
volvió hacia dentro. Y comenzó a intuir que Dios no habla sólo con las cosas que pasan
fuera, sino también con las que acontecen en el interior de cada uno. A veces se sentía
confundido por sus estados de ánimo cambiantes. Se daba cuenta de que sus aspiraciones
de triunfo en el mundo y sus ideales de santidad eran contradictorios. Y se preguntaba,
perplejo, cómo puede ser que esté tan confuso, que desee con tanta pasión alcanzar dos
metas tan diferentes. Se desesperaba al no encontrar la respuesta, Y así se le iban las
semanas, recobrando lentamente las fuerzas, sacudido por esos deseos opuestos que se
sucedían tercamente.
Una tarde cuando estaba sentado meditando sobre estas ideas, desesperado por no
entender qué le ocurría, todo parece encajar de golpe. ¿Por qué unos sueños le dejaban
contento por largo tiempo, mientras otros se convertían, de la noche a la mañana, en
pesadilla? “Dios me está hablando”, se decía. Al principio se asustaba de su temeridad.
Tenía miedo de decirlo en voz alta. Pero lo sentía con absoluta certeza. Es Dios el que
ponía en su corazón el propósito de seguirle, de hacer el bien… y en cambio no es de Dios
toda esa otra vanidad que al final le dejaba vacío. Las cosas de Dios duran de otro modo,
permanecen, te llenan de consuelo. El resto es artificio, una quimera engañosa, un
espejismo. Esta comprensión le dejó extrañamente sereno. Se recogió en una oración
silenciosa, con el sentimiento de quien ha descubierto un mundo. Intuyó que la vida interior
también crece, también se cuida, que es importante discernir lo que pasa dentro, poner
nombre a lo que te sucede, reconocer la voluntad de Dios y las tentaciones del mundo, en las
emociones y los disgustos.
Toda esta experiencia le sirvió de base a san Ignacio para elaborar su propuesta
metodológica de discernimiento.
San Ignacio de Loyola tuvo una experiencia particular de Dios en su vida, que le marcó
definitivamente. Esa experiencia espiritual generó en él una manera de ver a Dios, al
mundo, a la vida, a la sociedad, a las personas. Es lo que suele denominarse la visión
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ignaciana. Visión expresada en los Ejercicios Espirituales los cuales son un proceso
pedagógicamente dirigido para llevar a quien hace la experiencia, a comprender el plan de
Dios sobre su vida personal y a ordenar su vida alrededor de ese plan de Dios. Se podría
afirmar que esta visión ignaciana es como la clave desde la cual se puede leer el evangelio y
genera un estilo de vida que posee características específicas y distintivas. Se ha llamado
con razón el “camino ignaciano”.
Por otra parte, cuando Ignacio de Loyola y sus primeros compañeros fundan la Compañía
de Jesús, toda su vida, su acción apostólica y su estilo de gobierno, se fundamentan en esa
visión o clave para ver la realidad y dirigir todas sus acciones. Al mirar la realidad son
muchos los espacios y los acontecimientos en los cuales puede vivenciarse el discernimiento.
El mismo Ignacio de Loyola, una vez elegido general de la Compañía, llevó el discernimiento
para modelar el estilo de su liderazgo durante los 16 años que estuvo en el gobierno de la
Compañía. Es muy significativo estudiar a través de sus cartas, sus orientaciones, sus
comportamientos, cómo su liderazgo se fue configurando y aclarando hasta llegar a ser un
modelo hoy para quienes desean seguir este camino ignaciano.
Los aspectos fundamentales de ese liderazgo, fruto de discernimiento, pueden sintetizarse
en los siguientes rasgos:
1-El conocimiento, amor y seguimiento a la persona de Jesucristo. De allí brotaba aquel
lema director de toda su vida: “en todo amar y servir” y en consecuencia el haber
aprendido a ver a Dios en todas las cosas.
2-El amor a la persona de Jesús suponía una gran disponibilidad para servirle en
cualquier parte del mundo y para vivir desapegado de todo aquello que pudiera impedir
un servicio auténtico y efectivo.
3-El buscar siempre lo mejor lo lleva a un servicio realizado con excelencia. De allí
surgió tanto el Magis ignaciano como el lema de la Compañía de Jesús: Hacer todo a la
mayor gloria de Dios.
4-El servicio a Dios en el día a día implica una búsqueda constante de la voluntad de
Dios: qué quiere Dios de cada uno de nosotros, aquí y ahora?
5-La práctica apostólica muestra también la importancia de producir resultados. Hoy
diríamos informes de gestión, o evaluación.
6-El amor por los pobres como criterio preferencial. El conocimiento de Jesucristo
conlleva a identificarse con todo lo que El quiere y hace. Así este amor preferencial por
los pobres se convierte en algo constitutivo del ejercicio del liderazgo al estilo de
Ignacio de Loyola.
A partir de este conjunto de rasgos se fueron consolidando unos principios
orientadores de todo el quehacer de la Compañía de Jesús y de quienes participan de
la espiritualidad ignaciana.
Principios que se evidencian en la cultura
organizacional de sus obras y de los planes de mejoramiento hacia la excelencia.
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PEDRO JOSÉ DE CLORIVIÈRE
El fundador de nuestra congregación, el siervo de Dios, padre Pedro José de Clorivière, s.j.
introyectó y vivió toda la espiritualidad ignaciana.
Veamos algunos rasgos de esa experiencia de discernimiento en la vida cotidiana de
nuestro fundador.
En tiempos de la revolución francesa, dedicó varios años a discernir cómo podría dar una
respuesta a los graves problemas que se cernían en Francia. Igualmente que Ignacio de
Loyola, dedicaba mucho tiempo a la oración y al discernimiento.
Para quienes todavía no han oído hablar de nuestros fundadores Pedro José de Clorivière y
de María Adelaida de Cicé, voy a hacerles una pequeña reseña de sus vidas. (Y los que ya
lo han oído, san Ignacio recomienda la repetición).
El padre de Clorivière nació en San Maló, ciudad del norte de Francia, el 29 de junio de
1735.
A los 18 años sus parientes lo alistaron en la marina, que era entonces la gloria de su
ciudad natal, como también la de su familia materna. Uno de sus miembros mandaba en
esa época un navío de la poderosa Compañía de las Indias, cuya flota era a la vez militar y
mercante. La prueba no fue larga para Clorivière pero bastó para demostrar que no eran
esas sus aficiones. Después de casi un año de experiencia, y de varios viajes por mar, hizo el
discernimiento y renunció a la carrera marítima.
Varias empresas de comercio solicitaron sus servicios, pero todos los arreglos hechos en
este sentido fracasaron. Hizo otro discernimiento y se resolvió seguir en París la carrera de
Derecho. Tenía 19 años cuando fue a París con la cabeza llena de proyectos. El dice: Ahí
era donde me esperaba Dios.
Comenzó sus estudios de Derecho, pero su vida no fue como la de cualquier estudiante pues
empezó a llevar una vida de retiros y de oración. Y así comenzó un camino formal de
discernimiento. Era consciente de los sentimientos que experimentaba. De allí en adelante
quiso consagrarse enteramente sólo a Dios. Se sentía otra persona, encontraba gusto en la
oración y deseaba ardientemente recibir la sagrada comunión.
Su vocación religiosa comenzó también a aparecer. Se despertó en él el deseo del
sacerdocio y el de consagrar totalmente su vida al servicio de Dios. En esta época él
expresaba palabras como éstas:
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“Sentí la dulce y fuerte impresión de que Dios me llamaba al sacerdocio, lo que me
produjo sumo consuelo. Mi confesor no dudó en afirmarme que ese atractivo venía
de Dios y me advirtió que me preparara al estado eclesiástico. Desde ese momento
todos mis pensamientos se orientaron en este sentido”.
El P. de Clorivière reaccionaba con todo su ser ante los acontecimientos: los sentía
vivamente y los interpretaba tratando de discernir mejor a través de ellos la voluntad de
Dios.
Analizar los sentimientos y contar con la orientación de un acompañante, son requisitos
indispensables para hacer un discernimiento ignaciano.
Después de varias semanas de reflexión y oración, cesaron para Pedro José de Clorivière,
todas las incertidumbres e irresoluciones sobre la elección de estado y se apresuró a pedir
su admisión en el noviciado de la Compañía de Jesús, allí empezó un serio proceso de
discernimiento que llegó a ser su estilo de vida.
Más tarde siente la inspiración de ir a las misiones a América y allí tiene que hacer otro
discernimiento, donde ve finalmente que lo mejor es quedarse en Francia.
Cuando suprimen la Compañía en Francia, tiene oportunidad de hacer un nuevo
discernimiento para trasladarse a Bélgica.
En sus numerosos libros se encuentra no sólo su experiencia, sino muchas orientaciones
sobre cómo vivir el discernimiento adaptado a los tiempos y lugares.
Hoy al padre Pedro José de Clorivière, se le identifica como un maestro de discernimiento
espiritual y místico que conoció por experiencia las palabras interiores y, gracias al
discernimiento, no pudo engañarse sobre la naturaleza de la inspiración recibida el 19 de
julio de 1790 sobre la fundación primero de una comunidad religiosa para hombres y
después una para mujeres. Ambas con características diferentes que daban respuestas a
los graves problemas de la época, a causa de la revolución francesa. Fue así el origen de
nuestra comunidad religiosa, Sociedad Hijas del Corazón de María.
Con la inspiración de fundar estas dos comunidades, tiene que discernir en varios
momentos importantes, sobre su organización y sobre las personas que pondría a la cabeza
de ellas. En esos procesos de discernimiento comprende que su inspiración era la misma
inspiración que tenía Adelaida de Cicé y que se la venía consultando hacía algún tiempo.
En síntesis, la vida de Pedro José de Clorivière fue una continua experiencia de
discernimiento y de docilidad a la voluntad de Dios.
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ADELAIDA DE CICÉ
Adelaida de Cicé, cofundadora de la comunidad de las Hijas del Corazón de María, fue la
duodécima hija de una familia de antigua nobleza establecida en la región de Bretaña en
Francia. Cuando nació el 5 de noviembre de 1749, Rennes era una ciudad bretona muy
próspera.
En 1720 el centro de Rennes había sido destruido por un incendio, numerosos habitantes
perdieron todos sus bienes, quedando muy pobres. Allí su mamá la llevaba y fue donde
aprendió a querer y a apoyar a los pobres. Uno de cada cinco habitantes era tan pobre que
debía mendigar para seguir viviendo. Cuando la mendicidad fue prohibida, los desdichados
abandonaban a sus hijos, y los orfelinatos quedaron pequeños para acogerlos.
Desde muy pequeña, Adelaida, daba limosnas y en su corazón crecía el magis con el deseo
de hacer más. Ella decía: Yo quería cuidar a los pobres y a los enfermos. Esa fue poco a
poco la pasión de mi vida.
A partir de documentos escritos por su mano, tenemos informaciones sobre la personalidad
de Adelaida entre los 15 y los 22 años y cómo a esa edad comienza un camino de
discernimiento. El primer documento, contiene las resoluciones tomadas por la adolescente
al fin de un retiro.
Para un buen discernimiento, en algunas ocasiones se requiere de una persona de mayor
experiencia que la acompañe en sus reflexiones, así lo hizo Adelaida de Cicé.
El reglamento trazado al fin de sus resoluciones manifiesta la sólida piedad con la que
Adelaida se comprometió a vivir hasta el final. Y así dice : “Con la gracia de Dios... en
adelante quiero vivir y morir en estas resoluciones”.
Como una auténtica Cicé, Adelaida sabía lo que quería: consagrar su vida a Dios. La
manera no la tenía muy clara por eso hizo varias experiencias de discernimiento, guiada
por un acompañante espiritual. Uno de ellos, el abate Boursoul, quien juzgaba en su lugar y
luego mandaba. Las objeciones de Adelaida, fruto de su oración eran consideradas por su
director espiritual, como ilusiones e imaginaciones, ya que él creía que lo mejor para ella
era el convento, pero esta determinación no le producía ni paz, ni alegría a Adelaida.
Señales que anunciaban que el discernimiento no se había terminado.
Con la muerte del abate Boursoul, Adelaida perdió un acompañante y continuó orando
para esclarecer cómo orientar su vida. Ella decía a Dios:
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El santo que me ha hablado de tu parte, me dijo quince días antes de su muerte, que Dios
me quería toda de Él. Son sus palabras: “Él la quiere perfectamente de Él y le prepara en el
cielo un lugar distinguido” 1
Tu servidor... añadió que Dios mismo se encargaría de mi santificación, que su
divino Espíritu y su divino Corazón debían conducirme enteramente. Me aseguró de
tu parte, Dios mío, que me darías a conocer en el momento, lo que pides de mí, si soy
fiel a escuchar tu voz en el fondo de mi corazón.
Luego estas líneas citadas con frecuencia que anuncian la vocación propia de Adelaida:
Me dijo también de tu parte, Dios mío, que yo estaba destinada a ser una madre de los
pobres, una esposa de Jesucristo y un serafín en este mundo.
Todas estas palabras fueron recogidas cuidadosamente por Adelaida y le sirvieron para
discernir antes de dar los pasos siguientes.
A partir de este momento ella le pedía insistentemente a Dios que pudiera encontrar un
guía. ( Sus palabras de petición eran como éstas:
Condúceme tú mismo, Dios mío, a los pies del ministro que debe conducirme
directamente, perfectamente a ti. Me abandono a ti, entrego mi alma en tus manos,
haz de mí lo que quieras. )
Adelaida resume el conjunto de sus disposiciones interiores al final de un retiro:
Quiero tender con todas mis fuerzas a la práctica fiel de esta máxima: “Todo para agradar
a Dios, nada para satisfacerme”.
En su proceso de búsqueda, después de su estadía en el Carmelo, fue a instalarse por un
tiempo en el hospital de los Incurables donde recogían a enfermos terminales que eran
dejados en el abandono. Pero las “Señoritas de los Incurables”, totalmente dedicadas a las
miserias más espantosas, no eran religiosas, formaban sólo una asociación y no hacían
votos. Adelaida atendía a los enfermos, pero no encontró allí lo que buscaba.
Luego en 1785 se instaló donde las Damas del Retiro, quienes habían abierto pequeñas
escuelas, tenían casas de retiro y se ocupaban de los pobres del barrio. Todo esto le
convenía perfectamente, atendía a los pobres, pero Adelaida quería estar desprendida de
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todo y practicar el voto de obediencia. Ese voto no existía, pues ellas eran una asociación
de beneficencia y no una congregación.
Todas estas precisiones ayudaban al discernimiento de Adelaida. Sin embargo, el cuidado
de los pobres al que se dedicó en estas experiencias, la había agotado. Su familia, y en
particular uno de sus hermanos, la enviaron a tomar un descanso en Dinán. Allí, hospedada
donde las religiosas ursulinas, se encontró por primera vez con el padre de Clorivière, en
septiembre de 1786, quien era el director del seminario episcopal de Dinán. Desde ese
momento se convirtió en el acompañante espiritual de Adelaida de Cicé. Su dirección estaba
caracterizada por la prudencia, el respeto a la persona y a la acción del Espíritu Santo.
El padre de Clorivière desarrolló este proceso de discernimiento con Adelaida:
-La madre Adelaida de Cicé abrió su conciencia al guía que presiente enviado por la
Providencia, y le da a conocer su Proyecto, ese proyecto fruto de una larga maduración y
que encierra a sus ojos “el plan de Dios sobre mí”.
-Con su gran experiencia el P. de Clorivière comprendió rápidamente a la persona que así se
abría a él, y presintió la alta calidad de la personalidad de Adelaida. Con la mayor atención
va a escucharla en repetidas ocasiones, supliendo por cartas las ausencias que sobrevenían
inevitablemente.
-Se dispuso a comprender lo que Adelaida quería discernir. Lo confrontó con ella misma.
“Trato de formarme una idea clara de sus planes y voy a decirle lo que comprendo
de ellos; usted me dirá si lo he comprendido bien. Sólo después de eso podré decirle
algo positivo.
(Usted quiere al mismo tiempo dedicarse a las obras de caridad siguiendo el
atractivo que le da el Señor por esa clase de obras, y gozar de las ventajas de la vida
religiosa. El objeto de su caridad no son precisamente los pobres que están en los
hospitales, porque le parece que ellos están suficientemente asistidos, sino los pobres
que están abandonados en sus casas, y que con frecuencia están en la mayor
miseria, y para estar en condiciones de asistirlos cree que debe conservar la
propiedad de sus bienes... Usted quiere además unir a esas obras de caridad, la
práctica de los votos de pobreza, castidad y obediencia, en la medida que esa
práctica sea compatible con el ejercicio de esas obras de caridad tal como acabo de
mencionarlas.”)
-El Padre de Clorivière comprendió perfectamente los dos puntos principales del Proyecto:
la vida religiosa y la vida de caridad apostólica. El continuó precisando en qué
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condiciones tendría que hacerse el ensayo, en una comunidad religiosa como lo deseaba
Adelaida. Sería “una especie de probación o de noviciado”.
-El Padre de Clorivière, preocupado por conocer mejor a su nueva dirigida, le propuso que
participara en el retiro que él iba a predicar a las Hijas de la Cruz en San Servan.
-Le ayudó a vencer sus angustias y a liberarse de ejercicios de piedad demasiado estrictos.
-La orientó sobre el estilo de oración, partiendo de la oración afectiva, como ella la hacía.
Se precisa una gran libertad – le decía-. Haga de manera que la oración le sea no solamente
fácil, sino agradable. No se aflija buscando lo que debe decir a Dios. Un niño no se inquieta
para hablar a su padre, ni una esposa para hablar a su esposo, ni un pobre, un enfermo,
para exponer sus necesidades. Poco a poco su oración se simplificará, sus afectos, ahora
múltiples, se reducirán a uno o dos; su acción será más suave y menos sensible. Usted
actuará menos y Dios actuará más.
-Le enseñó a hacer el examen de conciencia, de manera que no se centrara sobre ella
misma, y no alimentara una relación angustiosa con Dios.
-Le aprobó hacer una experiencia de formación religiosa en la casa de las Hijas de la Cruz.
-Adelaida se puso bajo la conducción de la superiora de esa casa para comenzar la
experiencia diseñada por el padre de Clorivière. (Se vistió con un vestido de lana negra, muy
común, hecho de la manera más simple, como el que llevaban las personas de la clase
obrera. Así atendía, en el locutorio de esa comunidad, a todos los desdichados que
reclamaban su atención. Cuando no podían venir, o ella temía que el caminar pudiera
perjudicar su curación, ella se trasladaba a su pobre choza, donde los encontraba con
frecuencia en el suelo o sobre un puñado de paja podrida; ella volvía a buscar paja, leña,
caldo y todo lo que sus recursos podían proporcionarle. Adelaida de Cicé llevó ese género de
vida y de buenas obras hasta uno o dos meses antes que las hermanas de la Cruz
abandonaran su casa por la evacuación de las comunidades ordenada por la ley
revolucionaria.)
-El padre estaba informado de todo lo que le iba sucediendo a Adelaida. Ella le comunicaba
su preocupación por la aplicación de un proyecto para mujeres que debería responder a las
circunstancias particulares de la iglesia en Francia.
-A solicitud del padre, ella escribió cómo se imaginaba el proyecto.
-El padre visualizó un proyecto universal que sobrepasó todas las expectativas de Adelaida.
Se consagrarían enteramente a Dios por los votos religiosos perpetuos. Llevarían una vida
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de oración. No llevarían vestido uniforme. Para poder remediar las miserias de este tiempo,
todas estarían dispuestas a hacer toda clase de servicios. Cada una seguiría su propio
talento.
-El padre le dio diversas y variadas orientaciones para discernir en la vida ordinaria
"¿cómo estar en el mundo?", a cuál servicio dedicarse. Desde entonces hasta nuestro tiempo
las HCM están presentes en múltiples ambientes de misión, nuestros Anales hasta dan
testimonio de ello.
Como fruto de la experiencia de discernimiento, encontramos hoy:
Hijas del Corazón de María viviendo en su familia por deberes imperiosos, llamadas a
"edificar" su ambiente de vida.
- Hijas del Corazón de María profesionales, que tienen la ocasión de ejercer un apostolado
directo o indirecto en una profesión en la que deben cumplir los deberes y compartir las
solidaridades;
- Hijas del Corazón de María comprometidas en obras (sostenidas o no por la congregación),
sea de enseñanza y de educación, tan especialmente recomendadas por el P. de Clorivière, sea
de alcance espiritual más directo: catecismo, retiros, EE; sea de naturaleza caritativa o social.
- Hijas del Corazón de María en actividades "de punta", a las que conviene su forma especial
de vida religiosa: agrupaciones universitarias, culturales, movimientos internacionales.
Una relación detallada de las obras, actividades y profesiones ejercidas por las Hijas del
Corazón de María desde su fundación, y esto en los diferentes países, ilustraría de manera
significativa la coherencia entre las realizaciones de la comunidad y el carisma de los
fundadores.
Ojalá que al término de estas palabras ustedes experimenten la necesidad de tomar distancia,
de reflexionar, de evidenciar las formas de discernimiento que ustedes viven, de recogerse
para captar la vida de la comunidad en su conjunto, de constatar que participan de nuestro
carisma y de nuestra espiritualidad ignaciana, más de lo que ustedes mismos se proponen. Y
ESO NOS ALEGRA PROFUNDAMENTE.
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