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MICRORRELATOS
DE MEDIO AMBIENTE
Y NAVIDAD
Relatos más votados del concurso de Microrrelatos
navideños de Ambientum.com
1. Santa Claus y el hada de la naturaleza
Santa Claus había dispuesto que aquellas navidades fueran distintas. La magia de aquellas
fiestas sería conducida por el hada de la naturaleza. La situación así lo requería. El planeta se
hallaba en unas condiciones insostenibles: aire irrespirable; radiación solar dañina; animales
en cautiverio ante la falta de equilibrio del ecosistema…, y al final Santa había decidido actuar
ante las súplicas del hada. Los juguetes navideños por una vez serían aguas no contaminadas,
aire respirable y una atmósfera no dañina. Santa aún dudaba de si los niños apreciarían estos
regalos. Llenar de alegría los corazones era la máxima de la Navidad y cada año resultaba más
arduo debido a la fatalidad del entorno. Pero al obrar el milagro los niños por primera vez en
muchos años pudieron dejar atrás los respiradores artificiales y trajes protectores para jugar
felices en los lagos con sus barquitos de juguete, en los árboles con las cabañas de madera que
construyeron y en el campo paseando con sus bicis.
Autora: María Teresa Elizondo Armengol [Relato Ganador: Premio más votado]
2. Espera y verás...
-Espera y verás.
-Pero papá ¿dónde vamos?.¡Hace mucho frío y hoy viene Papá Noel!
-Ten paciencia.
-Pero es que se está haciendo de noche y el bosque está muy oscuro., Además, ¡tengo que
llegar pronto para ver los regalos!.
-Tranquilo. Un poco más y hemos llegado.
-Papá, ¿has escuchado eso?.
-Sólo es el viento, anda vamos, ya estamos llegando.
-Es que...¡hala, cuántos abetos!.Y ese de allí es el más bonito, ¿verdad?
-Vamos, acércate a él y dale un abrazo.
-Pero ¡qué dices papá!. ¿Cómo voy a darle un abrazo a un árbol?.
-Sabes, hace 30 años cuando terminaron las fiestas, vine aquí con una persona muy especial a
plantar mi árbol de navidad. ¿Sabes quién era?
-¿Quién era papá?.
- Esa persona me dijo que el espíritu del árbol estaría siempre conectado al suyo y, que cada
vez que viniera aquí, el estaría conmigo.
- ¡Ah, el abuelo!- dijo el niño abrazando al árbol.
-Sí, y nosotros vendremos también a plantar nuestro árbol para que siempre pueda estar a tu
lado.
Autora: Almudena Muñoz Babiano
3. Por unos minutos de gloria
Podía haber sido una castaña, un espumillón o, incluso, el mismísimo niño Jesús. Pero Esteban
eligió ser un pino: El Pino. Por lógica, sería uno de los protagonistas del teatro. El espumillón y
la castaña no tenían que hacer nada sólo estar ahí, pensó. Los papeles de María y José le
parecieron aburridos, ya que eran adultos. Lo de vestir con manto y corona y llevar el oro, la
mirra o el incienso le llamó más la atención aún así, dedujo, erróneamente, que los Reyes
Magos sólo tenían importancia el día que llegaban al portal de Belén. Así que desechó la idea.
Tampoco quería ser Herodes, el malo, ni ninguno de sus súbditos. Sin embargo, el pino estaba
presente durante todas las fiestas navideñas, rodeado de espumillón, luces y adornos que
colgaran de sus ramas. Siempre estaría acompañado, decorado, iluminado y, además, ¡lo
llenarían de regalos!
Esas mismas Navidades decidió que jamás pondría un pino natural en su hogar demasiado
sufrimiento por unos minutos de gloria…
Autora: Olaia Rueda Barriuso
4. Altos Vuelos
Observo desde el abrigo de mi tupido Abeto El Bosque descansa, respira despacio, tranquilo,
mientras se deja cubrir por un delicado manto de nieve.
En mi último viaje a los salvajes parajes de Finlandia, conocí al gran Bubo Scandiacus, un níveo
sabio de penetrante mirada. Me contó historias sobre la ciudad, sobre personas que
enloquecen cuando llega la Navidad, que compran, que venden, que se estresan. Si tuviera la
oportunidad, invitaría a todas y cada una de esas personas a mi Bosque, para que se
acomodaran en mi nido, cerraran los ojos y sintieran en su piel la verdadera pureza de la Vida y
las cosas sencillas.
Diciembre está al caer, y debo preparar mi ruta. Si alguna vez me veis, no dudéis en alzar el
vuelo y acompañarme en mi viaje, prometo descubriros un Mundo diferente…
Firmado,
Asio Otus
Autora: Sofía Capellán Morata
5. Reflejos del ayer
Pese al nerviosismo y la ilusión que me impedían dormir fui pronto a la cama.
Pasaban las horas, se oyó un ruido que me hizo medio abrir los ojos. Los cerré rápido ante el
miedo que me viesen despierta. La siguiente vez que los abrí ya era de día. Fui corriendo a la
cocina y allí vi los 5 regalos. Uno para cada miembro de la familia.
Abrí rápidamente el paquete envuelto con hojas de periódico y apareció la muñeca de trapo
que tanto esperaba.
Hoy veo a mis biznietos con sus regalos de reyes, montones de paquetes para cada uno y bien
envueltos en bonitos papeles llenos de colorido. Regalos innecesarios que los hace disfrutar
tan sólo en el momento de abrirlos y que tras usarlos una vez, la mayoría de ellos, quedan
abandonados.
Cada año, recuerdo aquella navidad de 1923, en el que la muñeca tan esperada llegó, y sonrío
viéndola en la vitrina mientas la familia abre sus regalos. Alegre por ellos, no dejo de pensar en
cómo han cambiado los tiempos.
Autora: Elisa Uruel Casabán
6. Esos chicos tan especiales
En el almacén del centro, entre pijamas, chandals, batas y cajas con calzado sanitario y
deportivo, esperan empaquetados: seis pelotas hechas con los globos rotos del último
carnaval; cinco muñecas confeccionadas con faldas, pantalones y jerseys viejos; sesenta
tetrabriks de leche, tomate y sopa, transformados en máquinas y vagones de trenes; cien
pasadores de pelo, que nacieron de las cápsulas de café, con formas de ositos, nenúfares y
caramelos; cincuenta prendedores y broches, del plástico de botellas, que brotaron de los
dedos de educadores y técnicos como flores en primavera; y muchos camiones, coches y
casitas que salieron de los cartones de las cajas de embalaje. Los trabajadores cosieron capas
con forros de abrigos desechados, recortaron y pegaron cartulinas que acabaron en coronas, y
realizaron las barbas con el algodón de enfermería. En Navidad, reciben en sus tronos a los
chicos de ojos rasgados y lenguas torpes. Llevan en sus manos las cartas a los Reyes Magos.
Autora: Lola Sanabria García
7. Lluvia en los cristales
“Hacía mucho que no llovía”, pensó mientras se recreaba en la transparencia perfecta de las
gotas de lluvia en el cristal. A través de ellas, veía desdibujadas las bombillas navideñas de los
árboles. Absorto, cogió su gabardina y salió a pasear. No le hacía falta mirar hacia arriba para
ver las luces; abetos y formas geométricas se reflejaban en los charcos y en el pavimento
mojado. Observando a los transeúntes cargados de bolsas, apresurados, recordó lo distintas
que eran las navidades de su niñez, cuando vivían con tan poco, cuando había menos prisas en
las calles y más sonrisas en los rostros.
Se sentó en un banco, sin importarle que lloviera. Las gotas de agua cubrían sus gafas,
haciendo difusas por igual las luces de Navidad y de escaparates. “Tal vez esta lluvia haga
renacer la hierba en los campos”, se dijo mientras sentía surgir un sentimiento inspirador que
al fin le devolvía la creatividad perdida. Se quitó las gafas y, entonces, el viejo pintor ya sólo
podía ver BELLEZA.
Autora: Marina Carretero Sancho
8. ...recordó sus primeros días...
Mientras se secaba poco a poco recordó sus primeros días, aquellos en los que tan solo era un
pequeño brote en el bosque. De aquello hacía más de 30 años. Unos meses antes se había
sentido invencible, rodeado de nieve y vida, alto y poderoso… sin embargo, mientras
rememoraba su vida se sentía incompleto, estaba incompleto.
Recordó aquel espantoso día en el que cortaron parte de sus raíces y tras arrancarlo de la
tierra donde había crecido le metieron en una pequeña maceta. Así no podía estar feliz, a cada
momento sentía hambre y sed, mucha sed.
Ahora estaba en un lugar desconocido, sin viento, ni lluvia, ni nieve. Las ardillas, nidos e
insectos que antes adornaban su cuerpo habían sido sustituidos por luces que calentaban sus
ramas y secaban su vida. Las flores que antes tenía a sus pies eran ahora regalos que ningún
sentido tenían en su mundo.
Sabía que no podría aguantar mucho así, ya había empezado a despojarse de su vestido de
agujas verdes, dentro de poco solo quedaría su esqueleto.
Autora: Isabel Vicente Sánchez [Relato Ganador: Premio Ambientum.com]
9. El Árbol de Navidad
¡Por fin! Ha llegado el día. Vamos a poner el árbol de Navidad. Este año es especial porque nos
ayuda Lucas. Tiene cuatro años, es su primera vez y lleva desde las ocho de la mañana
preguntando a qué hora salimos. Llueve y hace frío, pero no importa, al volver nos tomaremos
un chocolate caliente.
Nos preparamos, nos abrigamos y cogemos todo el material que necesitamos. Otto ya está en
la puerta moviendo la cola de alegría. Allá vamos. Monte arriba.
Hoy, como cada veintidós de diciembre desde hace quince años, vamos al monte y plantamos
nuestro árbol de Navidad. Y ya empieza a quedarse pequeña la parcela.
Esta vez es un castaño. A Lucas le encantan las castañas, y eso será un motivo para que vuelva
el año próximo a ver su primer árbol de Navidad.
Autora: Fátima Carballo Touriño
10. Madre Tierra
Aún tengo esperanza en el ser humano, dijo Madre Tierra.
¿Estás segura?, dijo Sol acostumbrado a verlo todo, ¿estás segura?, repitió,… mira que son
ellos los que contaminan tus océanos, manchan tus ríos, ensucian tu atmósfera, talan tus
árboles y lo que es peor, se destruyen a veces entre ellos.
Sin embargo, dijo Madre Tierra, seguiré creyendo en ellos mientras haya un sólo ser humano
que actúe desde el corazón. Estas navidades, algo comenzará a cambiar, intuyo el mañana será
diferente...
¿Por qué?, dijo Sol intrigado.
Mira: ves ahí abajo…, en la plaza…, una madre con su hijo,…
Escucha: … ¿qué pedirás a los reyes magos este año? (preguntó la madre), el niño mirando a su
alrededor, dijo ¡para mí nada!, todo lo que necesito es que la gente sea más feliz, este es mi
deseo, para el mundo y la humanidad.
11. Mamá...
Mamá, hoy, en el colegio, hemos aprendido qué es el medio ambiente, lo que ocurre cuando
se cortan los árboles, por qué hay contaminación y lo importante que es ahorrar agua. Me he
enterado que el Sol puede producir electricidad y que si cierro el grifo cuando me lavo los
dientes, habrá personas que podrán usar el agua que yo no tire.
Mamá, ¿sabes que si tiramos las botellas al contenedor verde, ese vidrio se puede utilizar de
nuevo?
Me han hablado de una capa que nos protege del Sol, pero que se está destruyendo…
Mamá, ya sé qué le voy a pedir a los Reyes Magos. Lo he pensado bien, me tienes que ayudar a
escribir la carta, para que no se equivoquen.
Mamá, quiero que me traigan una varita mágica, a ver si puedo arreglar lo del cambio
climático y todo lo demás…
Autora: Eva Braojos Moya
12. Renacer
Era viernes, ocho grados de temperatura y niebla, todo parecía triste. ¿Qué culpa tenía el día,
si como cualquier otro estaba aquí?, yo y mi sucio cristal desenfocado, ni la lluvia, ni la niebla.
En televisión, la prima de riesgo, encendí la radio, el rescate bancario y la crisis...¡estoy harto!.
Salí a la calle, 21 de diciembre “hoy se acababa el mundo”, que importaba haber perdido el
trabajo… ¡nada!, caminaba con furia,.., silencio.
Papá,…despierta…¡feliz navidad!, ¡mi niña!, respiré aliviado me asomé a la ventana: mi
pequeño huerto, mis gallinas y mi pozo, las eras del pueblo a lo lejos y los árboles del río en el
valle, mi vida, mi felicidad.
Muchos fuimos los que durante 2013, dimos el paso y volvimos a la naturaleza, a nuestra
esencia, a vivir con los nuestros, apoyándonos entre todos, cuidando de nuestro entorno, la
naturaleza que nos acogió una vez más en su regazo.
Leyendo anteriores publicaciones descubrí existieron “iluminados” que en lugar del “fin del
mundo”.
Autor: Juan Diego Prieto Pinto
13. La lamparita de cristal
Cuando el hombre abrió los ojos, deseó que nada hubiera cambiado. Dejó que la tenue luz
fuera abriéndose paso en su interior. Todo parecía seguir igual: la bandeja de los turrones
sobre la mesita, la alfombra persa que había comprado en su último viaje, la lamparita de
vidrio, regalo del vendedor que tanto había insistido en que aceptara, la novela de moda que
sus amigos le habían regalado, la estantería de aquellos viejos discos que había heredado, los
exámenes de paleografía egipcia que había estado corrigiendo y la carta a la Comisión europea
para que tomara medidas contra la emisión de los gases de efecto invernadero.
Parpadeó tres veces para comprobar que todo había sido un sueño y entonces descubrió que
la misteriosa plegaria, oculta en los arabescos de la alfombra, se había hecho realidad. Alargó
temeroso el brazo y notó el fino cristal.
Autora: Mª Inmaculada Prieto Pinto
14. Que no se pare el mundo!
Nunca antes había tenido esa sensación al despertar. Nunca había sentido que el tiempo se
detuviera, y comprendió que algo extraño estaba sucediendo. Puso el pié en el suelo. Un leve
cosquilleo recorrió su cuerpo. Corrió hacia la ventana y observó.
El sol había dejado de avanzar. Se había parado. Elsa sabía que era así, porque cuándo ella se
despertaba y miraba por la ventana, el sol iluminaba su rostro, le daba los buenos días, y la
invitaba a descubrir su mundo. Hoy no lo hacía.
Corrió al pié de su maravilloso árbol de Navidad, y vio que estaba muerto, se había
marchitado. Pero como si sólo hacía dos días que lo habían cortado? El mundo había decido
pararse, no podía resistir más la insensibilidad del ser humano. Elsa empezó a llorar. Sus
lágrimas llenaron la habitación, el agua llenó su casa y mientras intentaba agarrarse a algo que
la sostuviera, fue su árbol quién la mantuvo a flote. Entonces despertó. Sabía perfectamente lo
que haría con su mundo a partir de ahora.
Autora: Cristina Gandoy Vilardebó
15. Por la mañana
Está despierta, pero espera unos segundos a abrir los ojos. Debe organizar mentalmente los 10
minutos que le quedan antes de salir pitando de su cubículo y pisar el infernal asfalto, hasta
poder refugiarse en el interior de la estación. La nueva nave colectiva la llevará al centro de la
ciudad. 500 km. 5 minutos. Pero en su barrio aún no se ha construido la burbuja climatizada y
es un alto riesgo entrar en contacto directo con la atmósfera, así que tiene que moverse de
prisa. Recuerda la sensación de tocar el aire y sentir el calor del Sol (entonces, agradable).
Recuerda cuando su abuela le contaba cómo eran los continentes sumergidos y sus animales
extraños, parecidos a los que hay en el zoo-reserva del frío de Nueva Massachusetts. Llega
puntual al centro comercial. Se sienta en la sala de control y aprieta el botón. Baja la
temperatura. Los árboles de plástico de la sala se cubren de nieve salada. Suenan los
cascabeles y empieza la función. Hagan sus compras! Ya es Navidad!
Autora: Silvia Martín Fernández
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