En cada Estado hay tres clases de poderes: el legislativo, el

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En cada Estado hay tres clases de poderes: el legislativo, el ejecutivo de las cosas
pertenecientes al derecho de gentes, y el ejecutivo de las que pertenecen al civil. Por el
primero, el príncipe o magistrado hace las leyes para cierto tiempo o para siempre, y
corrige o deroga las que están hechas. Por el segundo, hace la paz o la guerra, envía o
recibe embajadores, establece la seguridad y previene las invasiones; y por el tercero,
castiga los crímenes o decide las contiendas de los particulares. Este último se llama
poder judicial; y el otro, simplemente, poder ejecutivo del Estado (…)
Cuando los poderes legislativo y ejecutivo se hallan reunidos en la misma persona o
corporación, entonces no hay libertad, porque es de temer que el monarca o el senado
hagan leyes tiránicas para ejecutarlas del mismo modo.
Así también sucede cuando el poder judicial no está separado del poder legislativo y
del ejecutivo. Estando unido al primero, el imperio sobre la vida y la libertad de los
ciudadanos sería arbitrario, por ser uno mismo el juez y el legislador, y estando unido al
segundo, sería tiránico, por cuanto gozaría el juez de la fuerza misma que un agresor”
1. PRESENTACIÓN Y CLASIFICACIÓN: El presente texto es un fragmento del
ensayo “El Espíritu de las Leyes”, de Montesquieu, pensador y jurista francés que se
enmarca dentro de la corriente crítica de la Ilustración francesa. El ensayo fue publicado
en 1748, durante la época del Antiguo Régimen en Francia, reinando Luís XV. Se trata
de un texto de naturaleza histórico-literaria, primaria y directa, ya que el autor nos
presenta en él su teoría sociológica del gobierno y del derecho, como una crítica de la
forma de gobierno de la época en la que vivió. La obra tuvo una enorme repercusión en
su tiempo y fue traducida a numerosos idiomas, ejerciendo una gran influencia sobre los
liberales que protagonizaron la Revolución francesa de 1789 y la posterior construcción
de regímenes constitucionales en toda Europa, convirtiéndose en un dogma del Derecho
Constitucional que ha llegado hasta nuestros días.
2. ANÁLISIS DEL TEXTO: La idea principal del texto alude a que el Estado está
constituido por tres clases de poderes (Legislativo, Ejecutivo y Judicial); el autor
especifica las funciones de cada uno de ellos a lo largo del primer párrafo del texto.
Esta idea-fuerza le sirve a Montesquieu para establecer lo que él considera condición
necesaria para la “libertad política de un ciudadano”, esto es: la existencia de seguridad
y de libertad. El autor cuestiona con esta afirmación la naturaleza de la monarquía
absoluta, un sistema de gobierno donde todo el poder estaba concentrado en una misma
persona o institución, el rey, que podía actuar de forma arbitraria y sin ningún tipo de
limitación o freno legal; esta ausencia de limitaciones al poder del rey era una fuente de
intranquilidad y de inseguridad, ya que el gobierno descansaba en el temor de los
súbditos, no sobre su libertad. La libertad y la seguridad son pues, para el autor, la clave
de cualquier sistema de gobierno que pretenda garantizar la igualdad legal de todos los
ciudadanos. Es en el segundo párrafo del texto donde el autor hace esta afirmación.
En el tercer y último párrafo Montesquieu desarrolla la tesis principal de su ensayo: la
necesidad de separar los tres poderes del Estado, de manera que no recaigan en una sola
persona o institución; sólo esta separación puede garantizar la libertad de los ciudadanos
y, lo que es fundamento ideológico de su tesis, la ausencia de despotismo o tiranía. En
su análisis el autor argumenta con claridad que la concentración o la suma de varios
poderes sólo puede conducir a la opresión y a la arbitrariedad. La frase que mejor
concreta esta afirmación es la que dice: “Todo estaría perdido si el mismo hombre, el
mismo cuerpo de personas principales, de los nobles o del pueblo, ejerciera los tres
poderes (...).” Con esta tesis pone en cuestión uno de los pilares fundamentales del
antiguo régimen, la monarquía absoluta, a la que acusa de arbitraria y despótica, en la
medida en que el rey es la única institución soberana (“El Estado soy yo”) y de él
emanan todos los poderes. Lo que Montesquieu propondrá será un sistema donde la
voluntad del rey, poseedora del poder ejecutivo, se vea limitada y contrapesada por un
poder legislativo de carácter representativo y un poder judicial independiente que se
limite a hacer cumplir las leyes. El modelo en el que se inspirará será el de la monarquía
británica, donde una Parlamento representativo actuaba como contrapeso del poder real
y compartía con él la soberanía y el gobierno.
3. CONCLUSIONES: En definitiva, este ensayo fue una obra capital del pensamiento
político de la Ilustración y su crítica del despotismo que representaba la monarquía
absoluta de origen divino en Francia y en todo el continente europeo. Sus múltiples
ediciones lo convertirán en uno de los puntales ideológicos del liberalismo político y de
los regímenes constitucionales.
El primer estado que fue capaz de llevar a la práctica los postulados de Montesquieu
fue la joven república de los EEUU, que en su Constitución proclamaba la separación
de poderes como condición necesaria para la libertad y la felicidad de los ciudadanos.
En su propio país, Francia, los políticos que llevaron a cabo la revolución a partir de
1789 se inspiraron directamente en él. La posterior construcción de regímenes
constitucionales en toda Europa, lo convirtieron en un dogma del Derecho
Constitucional que ha llegado hasta nuestros días.
Pero, junto a este componente innovador, no puede olvidarse el carácter conservador
de la monarquía limitada que proponía Montesquieu, en la que procuró salvaguardar el
declinante poder de los grupos privilegiados (como la nobleza, a la que él mismo
pertenecía), aconsejando, por ejemplo, su representación exclusiva en una de las dos
cámaras del Parlamento. Aún así, su legado sigue siendo fundamental para entender el
delicado sistema de equilibrios y contrapoderes que constituyen la esencia de las
democracias contemporáneas.
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