Cartilla N° 265 Febrero de 2008 La comunidad un lugar de pertenencia “Ustedes son miembros de la familia de Dios” (Efesios 2,19) P. Ricardo E. Facci Somos miembros de la familia de Dios, la Iglesia. La Iglesia toda es nuestra comunidad, que se concreta en la comunidad diocesana, parroquial, del colegio, o de un movimiento. Pero, es fundamental que aterricemos la realidad comunitaria en pequeños grupos. Las realidades antes mencionadas, todavía, son muy amplias. Cada comunidad de Hogares Nuevos apunta a esto. Desea ser un ámbito en el que se pierda el anonimato para sentirse miembro concreto de la familia de Dios; un espacio en el que lo teórico pueda desarrollarse en lo práctico; un lugar con el que nos identificamos y experimentamos la pertenencia a la Iglesia toda, a la diócesis, a la parroquia como comunidad de comunidades, al colegio o al movimiento. Estamos llamados a pertenecer, no sólo a creer. Dijo Dios: “No es bueno que el hombre esté solo” (Gén 2,18). Nos creó para vivir en comunidad, para la comunión y para tener una familia. No podemos cumplir la voluntad de Dios por sí solos. Aunque nuestra relación con Cristo es personal, la intención de Dios no es que sea privada. En la familia de Dios, la Iglesia, estamos conectados con todos los demás creyentes, y nos pertenecemos mutuamente por la eternidad. Ser miembro de la Iglesia significa ser un órgano vital de un cuerpo con vida. La Iglesia es un cuerpo, no un edificio; es un organismo, no una organización, aunque los edificios y la organización sean necesarios. Fuera del cuerpo, los órganos se secan y mueren. No pueden sobrevivir solos; nosotros tampoco. Desvinculados y sin la fuente de vida que brinda la comunidad, la vida espiritual se marchita y deja de existir. Cuando alguien comienza a separarse de la comunidad, su vida espiritual comienza a debilitarse, su compromiso a desaparecer, su conversión tiende a quedarse como una linda anécdota. Es sintomático. El enfriamiento espiritual comienza cuando la presencia en la comunidad es irregular o nula. Cuando se descuida la comunión, todo lo demás también se va a pique. Un cristiano sin comunidad es como un órgano sin cuerpo, una oveja sin rebaño, o un niño sin familia. Construir comunidad permite identificarse como cristiano. Ser comunidad aparta del egocentrismo. Es el laboratorio donde se practica el amor comprensivo y sin egoísmo, donde se aprende a interesarse por los demás. Es el ámbito en el que tenemos la oportunidad de encontrar la exigencia del crecimiento. Además, la comunidad brinda la posibilidad del enriquecimiento mutuo porque se conoce y comparte la experiencia de otros. Ser comunidad ayuda a mantenerse espiritualmente y perseverar. El Nuevo Testamento utiliza, varias veces, las expresiones “unos a otros” o “unos con otros”, subrayando la relación que posibilita la experiencia de: amar, orar, alentar, amonestar, corregir, saludar, servir, enseñar, aceptar, honrar, llevar las cargas, perdonar, someterse, comprometerse. La verdadera madurez se demuestra en las relaciones con los demás. La comunidad necesita la presencia y el aporte de cada uno. Todos los miembros de una comunidad tienen mucho para aportar a la vida comunitaria y al enriquecimiento mutuo. En la comunidad hay garantías de vida cristiana. Dios llama a construir comunidades, y desde ellas, envía a multiplicar los miembros de las comunidades y la generación de otras comunidades, a través de la Palabra, y por sobre todo, del testimonio sustentado en el “miren cómo se aman”. Es por esto, que en la comunidad se comparte la misión de Cristo en el mundo. La comunidad evita que uno se aparte del camino de Jesús. Es importante recordarnos siempre que nadie es inmune a la tentación. Es muy importante saber y querer cuidarnos mutuamente. Hay gente que suelen decir: “No te metas en mi vida”. No es una frase que un cristiano debiera decir. La vida comunitaria es expresión de la posibilidad de compartir con otros nuestras necesidades, problemas, tristezas, sinsabores de la vida, también, alegrías, logros, objetivos alcanzados. Cuánto se soluciona en el simple hecho de compartirlo. ¡Qué hermoso es poder contar con una comunidad! La comunidad es un don inmenso. Por esto, los líderes, los coordinadores de las comunidades, no deben escatimar esfuerzos por guardar, proteger, defender y velar por el rebaño, que Dios les ha confiado. El primer compromiso debe ser siempre de un coordinador, de un líder de comunidad. El coordinador debe saber que al maligno le interesan los cristianos desarraigados, desconectados, aislados, porque están indefensos ante sus tácticas. La diferencia entre un asistente a la comunidad, y un verdadero miembro de ella es el compromiso. Los asistentes son consumidores, los miembros contribuyentes. Quien es parte de la comunidad contribuye con sus dones y talentos que Dios le ha regalado. Por esto, es imprescindible no esperar que todos los que uno desea se integren en comunidad, lo harán quienes entienden el sentido cristiano de la misma. Jamás mirar el número, lo que importa es que entre los miembros reine Cristo y se palpe en el amor mutuo. La comunidad hace que se pueda hacer concreto, no sólo teórico, el amor a los hermanos. La comunidad es el compromiso con los hermanos a vivir la salvación en Cristo. Oración Señor Jesús, fuimos creados para el amor, para la vida comunitaria, en la que tenemos la oportunidad de vivir contigo en medio, experimentando el amor fraterno, entre quienes te seguimos y amamos. Te pedimos, que cada uno de nosotros pueda brindarse plenamente, en la construcción de comunidades, reflejo de tu esposa, la Iglesia. Que en nuestra comunidad demos testimonio de tu presencia, en el amor, la concordia, la fraternidad, la corrección fraterna, el perdón, el cariño, el apoyo mutuo, la sinceridad y la verdad. Señor, ¡ven a ser el Rey de nuestra comunidad! Amén. Trabajo Alianza 1.- ¿Somos conscientes de la importancia de la comunidad? ¿Qué significa para nosotros pertenecer a ella? 2.- ¿Cómo nos calificaríamos: consumidores o comprometidos? 3.- ¿Qué nos proponemos para hacer crecer nuestra comunidad? Trabajo Bastón 1.- ¿Nos damos cuenta de que sin comunidad es muy difícil vivir la fe? 2.- Enumerar las diferencias entre un consumidor de la comunidad con un verdadero miembro contribuyente. 3.- ¿Respondemos a las exigencias de la vida comunitaria o esperamos que otros respondan como excusa para no realizar nuestro compromiso? 4.-Si el matrimonio coordinador de la comunidad está presente: destacar su entrega y generosidad detallando todo lo positivo de su liderazgo y, de cara al futuro, qué esperan de él. 5.- El matrimonio coordinador expresa ante la comunidad, lo que experimenta al saber que es quien guarda, protege, defiende y vela por la comunidad. Retiro para laicos (abierto a toda persona deseosa de vivir una profunda renovación interior, inclusive personas que no pertenecen a Hogares Nuevos) Sábado 3 y Domingo 4 de mayo 2008 Lugar: Virrey del Pino (Bs. As) – Cupos limitados Predica: Padre Ricardo E. Facci Inscripción: 02202 494026; 011 1561337627, secretarí[email protected] (Hno Adrian)