El sentido cristiano del sufrimiento humano

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Sentido del
sufrimiento humano
Centro San Camilo A.C.
Guadalajara, Jal. - México
1. Origen del sufrimiento
1. Nuestra conformación corpórea y vivir en
una naturaleza con sus leyes
2. Libertad humana y sus decisiones:
imprudencia, maldad, descuido …
2. La voluntad de Dios
Es necesario distinguir en Dios el
“querer” (y el “mandar” o “enviar”) del
“permitir”.
Dios no “quiere” y no nos “envía” el
mal, pero lo “permite”, porque respeta
nuestra libertad.
Además Dios respeta las leyes de la
naturaleza que Él creó y continúa “creando”
(creación continua).
Nos toca a nosotros comprender estas
leyes y tomar decisiones responsables que
no afecten la vida, la salud y la dignidad de
los demás y de las futuras generaciones.
“Dios lo permite todo”:
así puede desarrollarse la dinámica de la respuesta
humana al amor de Dios en la libertad.
Dios nos ayuda a enfrentar las «desgracias»:
nos comunica fuerza y luz.
La voluntad de Dios es que seamos hijos de
Dios y por lo tanto hermanos entre nosotros.
La voluntad de Dios es el amor hacia Él y el
prójimo.
El Señor nos invita a hacer su voluntad en
todas las situaciones existenciales
y también en el tiempo del sufrimiento
3. Sentido humano
Lo que nos enseña el sufrimiento
- A valorar la vida y las relaciones
positivas
- A dar importancia a las cosas
pequeñas
- A apreciar a los demás
- La relativización de las cosas
- Realismo frente a la vida
- La humanización
- La solidaridad
- A descubrir nuevos valores
- Es ocasión de reflexión
- Es tiempo de cambio
- Es “escuela de madurez”
Vicktor Frankl
Tres diferentes tipos de valores:
- los valores de acción o de creación;
- los valores de asimilación, de aprecio;
- los valores de actitud, o también llamados de
soporte (para “aguantar”). Serían éstos
los que podrían cambiar de signo el
sufrimiento. La persona advierte la propia
responsabilidad para con los valores, y
haría emerger la dimensión específica
del ser humano, es decir, la propia
conciencia y responsabilidad.
La actitud más importante no es la de ir buscando
las causas (¿por qué?) o los culpables, ni de mirar
hacia adelante esperando la liberación (¿hasta
cuándo?)
Las preguntas fundamentales son “cómo” y “para
qué”: cuál reto, cuál fin, cuál objetivo puedo
realmente perseguir en las situaciones dadas y
concretas? ¿Cómo vivir esta situación? ¿Cuáles
actitudes desarrollar y cuáles comportamientos
seguir?
4. Sentido cristiano del
sufrimiento
Jesucristo nos invita a luchar
contra el sufrimiento, como hizo
Él, y a valorar la vida (con sus
relaciones afectivas) como bien
precioso y frágil, en tal forma que
podamos cumplir nuestro rol en la
sociedad humana y en la Iglesia.
Jesús no explicó el sufrimiento,
tampoco lo eliminó.
Lo vació de su absurdidad,
de su no-sentido, lo desvirtuó;
el sufrimiento permanece en la vida
de los hombres, pero ya está vencido;
Jesús mostró que el sufrimiento,
el fracaso y la muerte
no son la última palabra,
mostró que se pueden vivir
con fe y esperanza,
mostró que pueden brotar
en la resurrección.
Con su actitud de entrega
confiada, de auto-donación,
permaneciendo fiel a sus
principios y valores, Jesús
trasformó el sufrimiento y la
muerte.
Los sufrimientos y la muerte de
cada persona pueden asumir un
sentido, a condición de que
estén injertos en Cristo:
fidelidad a la propia vocación,
amor, espíritu de oración.
“¿Cómo puedo vivir esta
situación?”.
Cómo puedo vivirla de manera
humana y significativa,
de manera cristiana,
como discípulo de Jesús.
¿Cuál amor puedo expresar
en estas situaciones?
Si la vida cristiana es
un “vivir con Cristo”,
o un “ser con Cristo”
o un “ser en Cristo”,
o “Cristo que vive en mí”,
esto vale en manera singular
cuando estamos más semejantes
a Él Crucificado.
Jesús está presente
en nosotros, cuando sufrimos.
Con Él es posible
entregar (“inyectar”)
sentido a nuestro sufrimiento.
Jesús ciertamente no padeció todos los
sufrimientos de orden material, físico y
psicológico que sufren los hombres.
Todavía padeció el centro o el punto
común de todos los sufrimientos, es
decir, el sentido de injusticia, de
absurdidad, de abandono, de
soledad extrema
Jesús sufrió
1. Humanamente
2. Sin renunciar a su proyecto de vida
(una vida para los demás, con amor)
3. En relación con el Padre
El sufrimiento y la muerte
no tienen un sentido por sí mismos;
su valor viene de las actitudes
con las que son vividas:
fidelidad a la propia vocación,
amor, humanidad,
espíritu de oración.
Jesús mandó a sus discípulos para que
continuaran en el compromiso de luchar
contra todo sufrimiento / mal que ofende
la dignidad humana. Exigió que
maduraran actitudes de solidaridad y de
participación, que establecieran una
alianza con los que sufren
5. La enfermedad
y la muerte
en la visión católica
La enfermedad desde el punto de vista
religioso puede convertirse en un “lugar
pascual”: de encuentro con el Señor
resucitado.
La pregunta fundamental del hombre
bíblico no es tanto sobre los “por qué” del
sufrimiento, sino sobre su función, su
sentido, sobre los “para-qué” y sobre el
“cómo” podemos enfrentarlo.
En esta perspectiva, el sufrimiento es
considerado como
señal de los límites humanos,
como ocasión de purificación,
como “escuela de vida”,
como ocasión para desarrollar más fe y
confianza,
como sufrimiento “vicario”
(en lugar de otras personas).
En particular la experiencia de Jesús, que
sufrió y murió injusta e inocentemente, y a
través de esta experiencia nos ofrece la
salvación, entrega un sentido nuevo al
sufrimiento:
puede llegar a ser tiempo y
acontecimiento en los cuales podemos
hacer experiencia de su presencia, de
encuentro con Él.
Luz y significado del
Sacramento de la Unción de los Enfermos:
signo de la presencia orante de la comunidad
para exhortar al enfermo a la fe y ofrecerle la
gracia de santificación, a fin de que viva sus
sufrimientos como Cristo.
La virtud del sacramento consiste en conferir al
enfermo las gracias necesarias (el Espíritu
Santo) para confiar en el Dios de la salvación y
dominar en la fe su situación.
La muerte del cristiano
y la tarea de “darle sentido”
La perspectiva de la fe cristiana ilumina
también el evento de la muerte,
como “paso pascual” con Cristo
a la casa del Padre.
La muerte, que humanamente parece casi un
engaño o una broma de mal gusto frente a una
vida que se ha desarrollado en el curso de los
años y que ha madurado una vivencia única y
ahora “pierde” todo, se ilumina con nuevo
sentido en una perspectiva de fe.
Al mismo tiempo se tiene que subrayar que
la experiencia de Cristo frente a su muerte
no fue una actitud de aceptación resignada
o fatalista, ni de aceptación estoica o
“heroica” según los modelos mitológicos y
prometeicos:
Él vivió su muerte - como la mayoría de la
gente - con repugnancia, con miedo, de
manera plenamente humana, acompañada
de toda clase de emociones.
Lo que verdaderamente llama la atención – y
da un sentido nuevo a la muerte –, es que
Jesús la vive en fidelidad a su proyecto de
amor, de donación, de perdón,
sin cambios de actitud.
Así que la resurrección no es algo ajeno al
evento de su muerte; brota de manera natural,
espontánea: la muerte, una muerte así, tiene
en sí misma el germen de la resurrección.
El cristiano puede “morir como cristiano”.
La participación en los Sacramentos
de la Reconciliación
y de la Eucaristía en forma de Viático
pretende expresar
esta reconciliación con el pasado
y este alimento para el “gran viaje”,
más allá de la muerte.
Finalmente, la atención al cuerpo del difunto –
con los ritos, las oraciones individuales y
comunitarias, las exequias –; un acompañamiento
que sobrepasa la frontera de la muerte, en una
comunión de fe y amor que permanece más allá
de la muerte misma. Algunos gestos: el cuerpo es
rociado con agua bendita, la misma que se utiliza
en el sacramento del bautismo, por decir la
pertenencia a Cristo en la vida y en la muerte; el
cadáver es incensado, para expresar la dignidad
de cada ser humano, llamado a una vida sin fin.
Por último, la palabra “cementerio”, que significa
“dormitorio”: los muertos “descansan” en espera
de la resurrección.
El acompañamiento no termina aquí.
Los parientes tienen otras necesidades:
elaborar su duelo, recomenzar su vida.
También aquí la dimensión espiritual–
religiosa puede tener una importancia
determinante
para ofrecer alivio, valor,
gusto y ganas de seguir caminando en la
vida.
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