PAUL PRESTON: `Lo contrario del olvido no es la memoria , sino la

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PAUL PRESTON: ‘Lo contrario del olvido
no es la memoria , sino la verdad’
Extracto de la Conferencia de Paul Preston
en las Jornadas ‘Dos siglos de imagen en
Andalucía, que se celebran en Sevilla
Tras la presentación de Alfonso Yerga – Director
Gerente del Centro de Estudios Andaluces -, el
hispanista Paul Preston desgranó con exactitud y
un buen número de ejemplos uno de los principales
aspectos de su conferencia: el panorama del
latifundio español y las raíces de la represión de las
columnas del ejército africanista con la financiación de los grandes
terratenientes andaluces y extremeños.
Desde el trienio bolchevique a la guerra
Preston se remontó al llamado trienio bolchevique (1918-1921) para explicar el
nacimiento del odio entre jornaleros y campesinos de un lado, frente a
terratenientes y militares por otro, un odio que apenas contó con frágiles
treguas hasta el advenimiento de la República en 1931 que llegaba con una
nueva legislación sobre la reforma agraria. Las relaciones semifeudales del
campo andaluz y la voluntad de los terratenientes por mantener esta estructura
provocó enconados odios e incidentes, y originó una peculiar ‘campaña’ entre
los poderosos latifundistas : ‘Comed república’, un completo boicot que
persiguió como objetivo esencial la destrucción de la red sindicalista
establecida en el campo andaluz.
Los contínuos incidentes como los de Castilblanco de los Arroyos o La Puebla
de Don Fadrique, las reiteradas y constantes infracciones de la legislación
laboral provocó en el verano de 1934 una huelga general en el campo andaluz.
El Ministro de la Gobernación, Rafael Salazar, declaró la cosecha de interés
nacional para acabar con la huelga y ordenó un gran número de detenciones
para quebrantar la resistencia del campo andaluz.
La terrible sequía que sufrió el sur de España en 1935 y una tasa de paro rural
superior al 40 por ciento llenó las calles y los campos de mendigos, y avivó aún
más el odio y la difícil convivencia entre las clases pudientes y los necesitados.
El miedo y el resentimiento, así como la enorme distancia, de las clases
sociales fue una barrera más en la desigualdad del campo andaluz.
En este período Preston reseña como clave la alianza entre militares y
latifundistas, una clave que ilustra con Luis Alarcón de la Lastra – diputado de
la CEDA por la provincia de Sevilla -, personaje que se opuso de modo radical
a una ley, promulgada por el Ministro Manuel Giménez Fernández, que ofrecía
la posibilidad a los arrendatarios de adquirir tierras en propiedad. Alarcón, que
también organizó los bombardeos de pueblos de Sevilla y Badajoz, y que
participó en la represión con el general Yagüe, fue con posterioridad Ministro
de Industria y Comercio en la dictadura franquista.
Mientras el general Sanjurjo negaba la mayor – ‘No hay problema agrario, es
invención de algunos en Madrid – la situación en el agro andaluz se
intensificaba con el estallido de la guerra civil en 1936. En algunas zonas, como
Jaén, los grandes terratenientes sufren un serio revés: muchos de ellos mueren
y pierden sus tierras en proyectos de colectivización.
En el resto de Andalucía militares y terratenientes, con la colaboración de las
clases sociales poderosas, establecen coaliciones que generan columnas
mixtas financiadas por el capital andaluz. Los discursos oficialistas hablan de
una ‘justicia sumaria: muerte a los rebeldes’, de devolver a los latifundistas a
sus privilegios casi medievales. En Cádiz – con los generales López Pinto y
Varela – y en Sevilla – la columna de Ramón de carranza – reconquistan los
municipios y tierras, ejecutan a miles de campesinos y siembran el terror en el
campo andaluz. La columna de Castrejón, tras ‘limpiar de rebeldes’ el barrio de
Triana, moviliza considerables contingentes de artillería y utiliza tácticas de
guerra propias de los legionarios y de las campañas africanistas en la provincia
de Sevilla: Alcalá de Guadaira, El Arahal, Morón, estepa, Osuna, y se
extienden hasta La Palma del Condado (Huelva) y las fronteras cordobesas por
el norte.
La simbiosis entre africanistas y latifundistas
Aclara Preston que las columnas africanistas, con los medios y el apoyo
económico de los terratenientes, fueron un instrumento perfecto para desatar el
odio al proletariado con una represión feroz. Las líneas ideológicas del discurso
represor son reveladoras: identifican al proletariado con los rebeldes africanos
de las colonias, las escaramuzas con las campañas de 1921 en Marruecos
aplastadas del mismo modo por regulares y legionarios.
La violencia desatada y deliberada provoca una campaña de terror con
saqueos, pillaje, violaciones, y el deseo de aniquilar a cualquier elemento
levemente vinculado con los izquierdistas o el Frente Popular, un ‘ deliberado
didacticismo por el terror, enterrar las aspiraciones de colectivización con la
excusa del terror rojo’.
El ficticio enemigo del proletariado se asimila a la población colonial, los
escenarios de las batallas africanistas se ‘trasladan’ al campo andaluz y
extremeño para justificar una campaña con instrucciones concretas de
violencia, cárcel y castigos ejemplares para rebeldes y huelguistas con técnicas
de batalla utilizadas por la Legión y las tropas españolas en los campos de
Marruecos: ‘Yo os autorizo a matar como a un perro a cualquiera’, el bracero,
tratado como un ser infrahumano, es un objeto que debe ser castigado y
aniquilado si se atreve a revelarse.
Paul Preston reitera la perfecta simbiosis de africanistas y terratenientes que se
puso de relieve desde las primeras semanas de la guerra para crear el terror,
un terror entrevisto en la represiones de octubre de 1934 en Asturias y
superado de un modo desmedido. La Guerra fue un salto, un desmedido
incremento en la ferocidad empleada contra la clase rural, reflejo de la actitud
nacionalista hacia la clase obrera y campesina, una visión colonialista desde
una perspectiva patológica que produjo los tristes resultados conocidos.
La colaboración económica de los terratenientes – más de un millón de pesetas
en Alcalá de Guadaira y Dos Hermanas para las tropas de Queipo de Llano -,
la aportación humana de empleados y simpatizantes – ‘Policía Montada de
Voluntarios’ y ‘Escuadrón de caballistas de Lucena’ – creó auténticos
escuadrones de la muerte dedicados al pillaje y a los crímenes sexuales en un
panorama dantesco que recogen los cronistas extranjeros de la época: ‘
....trajeron consigo el hedor peculiar de la carroña y del animal’
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