Ita Ius Esto «Defensa de la hipoteca abierta desde el ordenamiento argentino» Gabriel de Reina Tartière I. CONCEPTO Y TIPOS DE HIPOTECA ABIERTA.- II. LA HIPOTECA ABIERTA FRENTE A LA HIPOTECA DE CUENTA CORRIENTE.- III. LOS REPAROS HACIA EL INSTITUTO.- IV. LOS CONTRAARGUMENTOS EN SU DEFENSA. I. CONCEPTO Y TIPOS DE HIPOTECA ABIERTA Sin duda, una de las tendencias más acusadas que logran observarse en el tráfico comercial de las últimas décadas es aquella que propende a una genérica determinación de la cobertura asegurada. En tal sentido, las garantías globales, como la fianza general, la prenda o la hipoteca abiertas, se postulan como instrumentos de especial consideración tratándose, principalmente, de relaciones de crédito continuadas. A la respetable reducción de costos que traerían consigo se habrían de sumar otras ventajas como la flexibilidad de la garantía ante las prórrogas o novaciones que se convinieran —pensando fundamentalmente en el caso de la fianza 1 — o la inmunidad que proporcionaran al acreedor frente a eventuales contingencias 2 . Por ejemplo, la garantía que con tal alcance otorgara una sociedad mercantil con respecto a las obligaciones que contrajera alguna de sus filiales le evitarían al acreedor tener que acreditar, en caso de Doctor por la Universidad de Ov iedo. Pro fesor de Derecho Civil e Investigador con dedicación especial, Pontificia Universidad Católica Argentina. 1 Téngase en cuenta, en este punto, el art ículo 803 del Código Civ il argentino (en adelante, simp lemente, CC), que con motivo de la novación de la obliga ción principal reputa ext intos sus accesorios, previendo, no obstante, la subsistencia de los privilegios e hipotecas del antiguo crédito cuando el acreedor hiciera reserva expresa al efecto. Sólo se necesitaría el consentimiento del hipotecante cuando él no fuera el propio deudor (cfr. art. 804 CC). Fíjese, en camb io, en el art ículo 2046 CC que determina la extinción de la fianza siemp re que el fiador no consienta la prórroga que el acreedor pueda conceder al deudor; también, en el artículo 2047 CC por cuanto la novación de la obligación supondrá la extinción de la fian za, aunque el acreedor haga reserva de sus derechos frente al fiador. 2 Co mo ha destacado CARRASCO PERERA (cfr. «La fianza general», en Estudios de Derecho Civil en Homenaje al Pro fesor Dr. José Luis Lacruz Berdejo, II, Barcelona, Bosch, 1993, pp. 1056 y ss.). IIE 110 Defensa de la hipoteca abierta desde el ordenamiento argentino conflicto, el vínculo entre ambas; igualmente, que uno de los cónyuges saliera garante de las operaciones emprendidas por el otro prescindiría de que el acreedor no se perjudicara por una desviación fraudulenta posterior (cfr. arts. 1358 y 1807 CC) o, así también, por la carga de probar la condición ganancial del bien implicado. En este marco, la hipoteca abierta puede definirse específicamente como la convenida en garantía de un número ilimitado de obligaciones, no determinadas a priori, pero determinables luego por el criterio o criterios de integración detallados en su título de constitución3 . En la práctica, según la amplitud con que se diseñe la cobertura, se distinguen dos tipos: la hipoteca que asegure el cumplimiento de las obligaciones que lleguen a surgir conforme a las distintas relaciones contractuales que se especifican en la escritura, obligaciones que podrán nacer o no según las circunstancias (“hipoteca entreabierta”) 4 ; y aquella otra que simple y genéricamente establece la extensión de la garantía sobre cualesquiera obligaciones que contraiga el deudor, sin reparar ni detallar las fuentes contractuales de las que tales obligaciones acaben procediendo (“hipoteca muy abierta”) 5 . En ambos supuestos, obsérvese, lo que existe es una única hipoteca en garantía de una pluralidad, más o menos, acotada, de créditos, indeterminados en su existencia y cuantía 6 . 3 En torno al concepto que se mantiene de hipoteca abierta y sus diferentes acepciones, cfr., en la doctrina argentina: HIGHT ON, «La especialidad y accesoriedad de la hipoteca con p articular referencia a las hipotecas abiertas», en Jurisprudencia Argentina 1981-I, p. 728; id., Hipoteca: la especialidad en cuanto al crédito, Buenos Aires, Depalma, 1981, p. 166.; A LT ERINI , «Hipotecas abiertas», en Revista Notarial n° 868 (1983), p. 614; NUT A, A BELLA et al. «Las llamadas hipotecas abiertas», en NUT A, ROT ONDARO et. al, Derecho hipotecario, Buenos Aires, Abeledo-Perrot, 1993, pp. 80 y ss.; ZINNY, Casos notariales, Buenos Aires, Ad-Hoc, 2004, pp. 119 y ss.; BORETTO, Hipotecas abiertas, Santa Fe, Rubin zal-Culzoni, 2004, pp. 35 y ss. La identificación de la hipoteca abierta con la reserva de rango hipotecario introducida por la gran reforma de 1968 al Código Civil conviene no reproducirla aquí para evitar mayores confusiones (vid., con todo, M OLINARIO, «De la pretendida e inexistente „hipoteca abierta‟ en el Derecho positivo argentino», en Jurisprudencia Argentina, Doctrina [1972], pp. 1 y ss.). 4 Un ejemp lo de hipoteca entreabierta sería el convalidado por la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civ il, Sala H, con fecha 12 de abril de 2002 (in re «Aguas Danone c. Pensiero»), hipoteca prevista hasta un monto prefijado, por las deudas que se registraran y/o resultaren del sumin istro de mercaderías en las condiciones de plaza, las relativas a su financiación, los gastos que se devengaran por cobranza, así como por intereses, pagarés y letras de cambio. 5 Co mo la ad mit ida por la Cámara 1ª Civil y Co mercial de La Plata, Sala I, en fallo de 15 de octubre de 1981, donde se discutió sobre la cláusula por la que “en garantía de todas las deudas, obligaciones y compromisos de cualquier tipo y naturaleza, contraídos o que contraigan en el futuro con la entidad… [acreedora], dentro del plazo de cinco años y sin perjuicio de responder con sus demás bienes y por la suma de cien millones de pesos”, ambos cónyuges hipotecaban un inmueble de su pertenencia (en El Derecho 99 [1982], pp. 507 y ss.). O también la que rechazara el Superior Tribunal de Justicia mendocino en el leading case «Pirelli», emp resa que se había hecho garantizar con hipoteca todas y cada una de las deudas contraídas o por contraer por uno de sus clientes, cualquiera fuera “el carácter de aquéllas, así devenguen de facturas por venta de mercaderías, débitos emergentes de tales operaciones, saldos de cuenta corriente, documentados o no mediante cheques, letras y/o cualquier otra forma de instrumentación comercial, como así también los intereses, indexaciones y acrecidos de cualquier índole” que resultaran de dichos importes deudores, “todo ello hasta el importe máximo de 15.000 australes y por el plazo de diez años computados a partir de la fecha” (en Jurisprudencia Argentina 2000-IV, pp. 422 y ss.) 6 Co mo las calificara CAUSSE (cfr. « Garantías hipotecarias con indeterminación sustantiva», en El Derecho 85 [1980], pp. 851 y ss.). IIE Gabriel de Reina Tartière II. 111 LA HIPOTECA ABIERTA FRENTE A LA HIPOTECA DE CUENTA CORRIENTE Antes de profundizar en el estado de la cuestión acerca de la legalidad o no de la figura desde la experiencia argentina, corresponde, para un mejor entendimiento, relacionarla con otra modalidad hipotecaria con la que presenta importantes puntos de conexión. Se trata de la hipoteca en garantía de una cuenta corriente, o mejor dicho, de la apertura de crédito en cuenta corriente 7 . Pues bien, la proximidad que se comenta entre una y otra fórmula radica en lo siguiente: 1°) en que la hipoteca abierta es propia también del ámbito bancario y comercial, previéndose para ella un sistema de anotación contable de las obligaciones y créditos que se antoja ciertamente parecido al ré gimen de la cuenta corriente; 2°) en el dato de que, si la hipoteca abierta se caracteriza por reunir en una misma cobertura una pluralidad de obligaciones, la cuenta corriente refleja el negocio que se constituye precisamente para integrar en un esquema unitario una variedad de operaciones habituales en el tráfico mercantil; 3°) por último, aunque me adelante, siquiera para apuntarlo, en lo que concierne al siguiente epígrafe, en el efecto suscitado por una influyente línea jurisprudencial que al exigir la existencia de una relación jurídica existente al tiempo de constitución, de una “causa fuente”, para admitir la validez de la hipoteca abierta, ha generado que los interesados hayan recurrido, para evitar el reproche, a articular el mecanismo de la cuenta corriente como complemento superficial para la gestión de la cobertura hipotecaria. Y digo superficial porque es aquí donde se halla el núcleo diferencial entre una y otra clase de hipoteca: que exista una auténtica novación de las obligaciones y créditos registrados en la cuenta, supeditándose su exigencia al saldo final que resulte al darse por concluido el contrato 8 . En la hipoteca de cuenta corriente no hay, pues, una pluralidad de ob ligaciones, sino sólo la que eventualmente provenga de la liquidación final de la cuenta 9 . En cambio, en la hipoteca abierta, la mera anotación contable no produce la mutación de las obligaciones que se vayan incorporando, que se harán exigibles y continua rán siéndolo con independencia. Además, y precisamente, por esto, en la hipoteca abierta el acreedor no se obliga a 7 Sobre la hipoteca de cuenta corriente, vid. RI VERA, «Contratos bancarios con garantía real», en La Ley 1980-B, pp. 859 y ss.; HIGHT ON, Hipoteca…, cit., pp. 152 y ss.; SILVEST RE , Crédito hipotecario, Buenos Aires, Hammurab i, 1989, pp. 107 y ss.; BORETTO, ob. cit., pp. 61 y ss. PAPAÑO, KIPER, et. al. Derechos reales, Buenos Aires, Astrea, 2004, pp. 210 y ss.; también, los fallos de la Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, Sala C, de 18 de abril de 2002 (en Revista del Notariado n° 870 [2002], pp. 175 y ss.); Sala H, de 14 de agosto de 2003 (idem n° 876 [2004], pp. 213 y ss,); y Sala B, de 19 de agosto de 2004 (idem, n° 878 [2004], pp. 174 y ss.). Se advierte al querido lector peruano que los textos tanto a la Revista del Notariado (Colegio de Escribanos de la Capital Federal) co mo a la Revista Notarial (Colegio de Escribanos de la Provincia de Buenos Aires), pueden obtenerse directamente a través de las páginas de cada una de esas corporaciones. 8 Téngase en cuenta, en este aspecto, el artículo 775 del Cód igo de Co mercio argentino (en adelante, CCo) que, en referencia a la cuenta corriente ordinaria o mercantil, exp lica que la ad misión en ella de valores precedentemente debidos por uno de los contratantes al otro, ac arrea novación, que se producirá “tamb ién, en todo crédito del uno contra el otro, por cualquier título y época que sea, si el crédito pasa a la cuenta corriente”. 9 Según declara el artícu lo 786 CCo, cuando dice que podrá ser garantido con hipoteca, fian za, prenda el respectivo saldo, y no ya la cuenta corriente, y menos las operaciones que vayan acreditándose. IIE 112 Defensa de la hipoteca abierta desde el ordenamiento argentino conceder crédito, lo cual resulte inherente si de la apertura de crédito en una cuenta corriente se trata 10 . III. LOS REPAROS HACIA EL INSTITUTO En apretada síntesis, tres son los aspectos en que se han centrado las críticas contra la hipoteca abierta. En primer lugar, se señala que a través del expediente se vulneraría el principio de accesoriedad, por cuanto la realización efectiva de la garant ía hipotecaria sólo se plantea concebible por razón de una obligación en concreto, al margen de que sea presente, condicional, eventual o futura, a la que se adscribe funcionalmente 11 . No cabrían, entonces, hipotecas independientes o en abstracto, aunque fuera por un tope máximo de responsabilidad, ni tampoco —lo cual surge implícito— que una sola hipoteca garantice una variedad, siquiera discriminada, de obligaciones. Por esta vía, han de prohibirse las garantías que aseguren cualesquiera obligaciones del deudor, o las que determine luego y a su arbitrio el acreedor; de igual forma, la hipoteca no podría utilizarse para asegurar un crédito distinto al originariamente indicado, no siendo aceptable una sucesiva o paulatina sustitución en el crédito tutelado. No cabría amalgamar “a modo de escudo superponible” distintas obligaciones, por sólo tener en común la coincidencia personal de titularidades 12 . La apuntada se trataría de la dimensión sustantiva de la accesoriedad en materia de hipotecas, única a la que con el principio se remite. En la que sería su vertiente formal, la problemática de la accesoriedad caería más propiamente en el campo del otro principio, el de especialidad, que se trae a colación al respecto. Según éste, en el título, además del monto total que cubra la garantía, al menos a tanto alzado, se habrá de hacer ajustada especificación no ya del crédito —que nada impide, repito, que no exista al tiempo de convenirse— sino de su causa fuente 13 , entendiéndose por tal el negocio, la 10 En la hipoteca de cuenta corriente, a lo sumo, podrá calificarse de abierto el crédito, pero no la garantía. Co mo precedente, según hacen notar CAPÓN FILAS y BARBERO (cfr. «Hipoteca constituida en garantía de obligaciones eventuales», en Jurisprudencia Argentina 22 [1974], p. 560), se postularía el artículo 80 de la ley belga de 1851, relat ivo a las hipotecas constituidas “en seguridad de un créd ito abierto hasta la concurrencia de una suma determinada” que se esté en obligación de suministrar, hipotecas que habrían de tomar rango desde la fecha de su inscripción, sin consideración a las épocas sucesivas en que se libraran los fondos, pudiendo comprobarse este extremo, el de su efectivo lib ramiento, por todos los medios legales. 11 Cfr. HI GHT ON, «La especialidad…», cit ., p. 730; id., Hipoteca…, cit., pp. 168-169 y 172; M ARIANI DE VIDAL, Curso de derechos reales, 3, Buenos Aires, Zavalía, 2004, p. 202. 12 GARCÍA-A RANGO, «Patología actual de la hipoteca de máximo», en Revista Crítica de Derecho Inmobiliario, n° 593 (1989), p. 1144. Á VILA NAVARRO sostiene idéntica opinión: la única forma de garantizar con una sola hipoteca una pluralidad de obligacion es —afirma— “es hacer, precisamente, que dejen de ser una pluralidad, a través de un acuerdo novatorio”; y si se quiere un título ejecutivo hábil, la mejor manera de llegar a esa novación, tratándose de entidades de crédito, sería “acudir a la cuenta corriente de crédito. Algunas entidades rehúyen esta solución, porque la novación extintiva que supone el ingreso en cuenta de una obligación singular implica la pérd ida de otras garantías o acciones, como la fian za o la acción cambiaria, y porque la apertura de crédito, aunque no sea utilizado, puede suponer obligaciones contables o disciplinarias por la totalidad” (« La h ipoteca en garantía de cuenta corriente», en Revista Jurídica de Catalunya n° 3 [1995], p. 725). 13 Co mo se terminara reco mendando en las VII Jornadas Nacionales de Derecho Civil (Buenos Aires, 1979), “el carácter de especialidad de la hipoteca en lo que respecta al crédito no se limita al deber IIE Gabriel de Reina Tartière 113 plataforma mayormente contractual de la que se derive, ésta sí existente cuando se formaliza la hipoteca (cfr. art. 3131, inc. 2°) 14 . Se aspira a proteger con ello, de un lado, a los terceros que contraten luego con el deudor, a quienes debe facilitarse, en la medida de lo posible, que conozcan la exposición al riesgo al que ya se encuentra sometido el obligado; de otro, al mismo deudor, frente a una eventual conducta abusiva del acreedor, que podría consumir en un solo acto su capacidad de endeudamiento 15 . En tercer y último lugar, se recuerda el sistema de rango progresivo que rige en la legislación argentina 16 . Así se ha dicho que “no parece arbitrario afirmar que la expresión „deudas que actualmente tengan contraídas o contraigan en el futuro‟ no está referida sólo a la cuenta corriente sino a todas las deudas que por cualquier razón llegue a tener el deudor con el acreedor; esta es, justamente, la cláusula que impide el rango de avance y que compromete indefinidamente el inmueble del deudor” 17 . O, igualmente, que “la garantía sobre una serie de créditos indeterminados, sólo identificados de un modo vago e impreciso, no procede, pues de esa manera la cancelación del crédito que efectuara el deudor, nunca se reflejaría en la concomitante cancelación de la hipoteca — de modo que el accesorio siga la suerte del principal— pues siempre sería posible que garantía se vea realimentada por nuevas operaciones no especificadas con ningún acto jurídico concreto y particularmente establecido. Adviértase que a partir de la implementación de esta práctica se estaría consagrando la hipoteca como un derecho autónomo, desvinculado del crédito que garantiza, y dotada de un rango fijo, alterando de manera sustancial, tanto la naturaleza del derecho real de garantía, como el principio de expresarla en una suma de dinero cierta y determinada o, en su caso, manifestar el valor estimat iv o en el acto de constitución del gravamen, sino que requiere la constancia de la causa (origen o fuente), entidad (objeto de la prestación) y magnitud (medida del objeto) de la obligación garantizada”. Vid., asimismo, el cuerpo de la ponencias presentadas en aquel foro por ADROGUÉ (cfr. «Las cláusulas de estabilización y el principio de especialidad de la hipoteca», en La Ley 1979-C, pp. 899 y ss.) y A NDORNO (cfr. « El principio de especialidad en cuanto al crédito», en Estudios de Derecho Civil en homenaje a Luis Moisset de Espanés, Buenos Aires, Universidad, 1980, pp. 31 y ss.). 14 “En los supuestos de créditos futuros o eventuales, es necesario distinguir la obligación actual y la causa fuente de la mis ma; la obligación puede ser futura o eventual, pero lo que debe inexorab lemente existir a la época de la constitución de la hipoteca, es el contrato u otra causa fuente de obligaciones, a través de una descripción detallada en el acto constitutivo” (Superior Tribunal de Justicia de Mendoza, Sala I, 27 de mayo de 1983, en El Derecho 122 [1987], p. 662). “El contrato del que emana el crédito a garantizar med iante hipoteca, es decir, la causa de la relación jurídica, debe ser anterior o simultánea a la constitución de la hipoteca, de manera de consignarse en el instrumento, de tal suerte que ambos — crédito y causa— sean publicados (mis mo Tribunal y Sala, 23 de mayo de 1983, en El Derecho 107 [1984], pp 93 y ss.). “La sola circunstancia de que el artículo 3109 CC autorice la constitución de hipotecas para garantizar obligaciones eventuales, no alcanza a modificar el concepto de especialidad, es decir que, si bien por obligación eventual puede entenderse cualquier obligación futura, al tiempo de la constitución de la hipoteca debe existir la causa fuente de la cual pueda emanar esa obligación, y esa causa fuente debe estar —precisamente— descripta en el acto constitutivo del derecho real, conforme lo exige el art ículo 3131, inc. 2° CC” (Cámara Nacional de Apelaciones en lo Civil, Sala B, 19 de agosto de 2004, en Revista del Notariado n° 878 [2004], pp. 174 y ss.) En la doctrina, vid. RIVERA, ob. cit., p. 857; HOOFT , «Hipotecas abiertas», en Revista Notarial n° 867 (1983), p. 378. 15 Cfr. SALVAT , ob. cit, p. 446; CAMMAROTA, Tratado de Derecho hipotecario, Buenos Aires, EDIA R, 1942, p. 170; A LTERINI , «Las cláusulas de estabilización y el princip io de especialidad de la hipoteca», en El Derecho 84 (1979), p. 801. 16 Acerca de los sistemas de rango y la recepción del de avance en el Derecho argentino, cfr. DE REINA TARTIÈRE, Manual de Derecho registral inmobiliario, Buenos Aires, La Ley, 2003, pp. 77 y ss. 17 En el citado fallo «Pirelli» de la Corte de Mendoza, cuya ponente fuera la Dra. KEMELMAJER DE CARLUCCI . IIE 114 Defensa de la hipoteca abierta desde el ordenamiento argentino de rango de avance”18 . Y es que, como se enfatiza, “no existiendo rango fijo, un acreedor no puede sustituir su crédito, haciendo entrar a otro en el lugar del primero, en perjuicio de segundos acreedores (salvo el caso de novación)” 19 . IV. LOS CONTRAARGUMENTOS EN SU DEFENSA La conjugación de los factores reseñados ha generado un ambiente de considerable rechazo hacia las hipotecas abiertas. Es cierto que tanto la doctrina como la jurisprudencia se muestran divididas, y que se vislumbra cada día más acentuada la tendencia favorable al instituto. Sin embargo, ante la disparidad de pronunciamientos, se está muy lejos de asegurar que una hipoteca pactada con ese contenido no quede finalmente desvirtuada llegada la ejecución o el concurso. Valgan los siguientes fundamentos como un aporte más en defensa de la categoría y, a su través, de la hipoteca en cuanto modelo 20 . En la labor propuesta el primer interrogante que se plantea radica en averiguar hasta qué extremo es cierto que la accesoriedad veta que se constituya un tipo abierto de hipoteca. No obstante, si se recuerda el significado primordial de la accesoriedad en materia de garantías reales, la respuesta no parece difícil. Alcanza con que se vincule la hipoteca con el crédito, al que se subordinará en su régimen, y este recaudo mínimo 18 Del voto del Dr. GI GENA BASOMBRÍO, en el fallo del Superior Tribunal de Justicia de Neuquén, de 30 septiembre 2003, en El Derecho 206 (2004), pp. 544, con nota de WETZLER M ALBRÁN. 19 HIGHT ON, Hipoteca…, cit., p. 169. A LTERINI había apuntado antes la ruptura del princip io de rango de avance por las hipotecas abiertas o globales, aludiendo al supuesto muy gráficamente: porque si se tiene “la expectativa de subir en el rango, pero resulta que el primer acreedor es un monstruo que nunca se satisface”, que se convertirá en “un barril sin fondo” que seguirá llenándose de crédito, la hipoteca de segundo grado nunca pasará al primero («Hipotecas…», cit., p. 618). De idéntica opinión, M ARIANI DE VIDAL, ob. cit., p. 205. 20 Se seguirán, principalmente, en estas líneas las conclusiones adoptadas por CORDERO LOBAT O en su monografía sobre el tema (La hipoteca global. La determinabilidad del crédito garantizado, Madrid, Centro de Estudios Registrales, 1997), en la que es, sin duda, las más acabada de las aproximaciones en lengua castellana sobre el particular. En este contexto, no está demás advertir que su trabajo es una respuesta avanzada a la restricción con que la Dirección General de los Registros y del Notariado española se ha aplicado sobre estas hipotecas, con base en análogos fundamentos a los que se han vertido para el ordenamiento argentino. Desde ya, se anticipa que la tesis de la autora, habiendo logrado una gran repercusión, todavía no ha calado mayoritariamente (sobre el status quaestionis, vid.; PEÑA BERNALDO DE QUIRÓS, Derechos reales. Derecho hipotecario, II, Madrid, Centro de Estudios Registrales, 2001, pp. 301 y ss.; A RJONA GUAJARDO-FAJARDO, La ‘hipoteca global’: valoración y crítica. Estudio de la obligación garantizada, su singularidad o pluralidad, y su determinación , Sevilla, Universidad de Sevilla, 2004). Con todo, el legislador ha to mado cartas en el asunto, encontrándose en tramitación a la fecha de cierre de este trabajo, y junto a un instituto tan novedoso como la hipoteca revertida, un proyecto de ley al objeto de introducir en la Ley Hipotecaria un artículo 153 bis que reconozca la fórmu la, limitada, no obstante, a las relaciones que se contraigan con Bancos u otras entidades similares, y sin necesidad de que se pacte la novación o reunión de las diversas obligaciones para que sea válida; será suficient e que se especifiquen en la escritura de constitución de la hipoteca y se hagan constar en la inscripción de la mis ma: su denominación y, si fuera p reciso, la descripción general de los actos jurídicos básicos de los que deriven o puedan derivar en el futuro las obligaciones garantizadas; la cantidad máxima de que responde la finca; el plazo de duración de la hipoteca, y la forma de cálculo del saldo final líquido garantizado. A este respecto, podrá convenirse en el título que la cantidad exig ible en caso d e ejecución sea la resultante de la liquidación efectuada por la entidad financiera acreedora en la forma convenida por las partes en la escritura IIE Gabriel de Reina Tartière 115 difícilmente puede objetarse con respecto a tal clase de hipotecas. Cuestión distinta es que quepa una única cobertura para una pluralidad de obligaciones. Si nos fijamos, la singularidad crediticia late en la literalidad normativa a partir del mismo concepto que se brinda de hipoteca (cfr. arts. 524 y 3108 CC). Inconscientemente, los textos legales parecieran fundarse en el adagio «una hipoteca, una sola obligación garantizada». Ahora bien, ¿bastaría la falta de una previsión expresa para la proscripción de la hipótesis que nos interesa? Desde luego ha de juzgarse una interpretación demasiado estricta 21 . Eso sí, la compatibilidad del supuesto con la accesoriedad hipotecaria, hace que la máxima tome como lógico punto de referencia todas y cada una de las obligaciones que puedan integrarse en la garantía, sin que se compruebe una sustitución entre ellas cuando en el título ninguna se prevé como primera o principal, y todas, por igual, se previenen, para el caso en que vean la luz, aseguradas. Es decir: merced al mecanismo de globalización que se diseña, todas las obligaciones quedarán garantizadas, “de forma tal que si alguna se extingue no es que la hipoteca pase ahora a garantizar otras, sino que las nuevas obligaciones que, al existir, serán garantizadas por la hipoteca”, lo estarán igualmente aunque no se hayan extinguido las más antiguas 22 . La fórmula no habilitaría, entonces, una extraña especie de novación continuada 23 , dado que, desde su constitución, la hipoteca estaría llamada a cubrir siempre las mismas obligaciones: todas y cada una de las que nazcan durante la vigencia de la garantía y sean incluibles en los términos de integración con que se haya perfilado 24 . En cuanto al principio de especialidad, a la precisa determinación del crédito susceptible de aseguramiento, se ha de partir, justamente, del infrascrito fundamento cautelar, en esa dimensión bifronte que lo caracteriza. Así, en relación con los demás acreedores, la existencia de una relación jurídica común, de una “causa fuente” al momento de pactarse la hipoteca, se muestra realmente inútil 25 . ¿Por qué ha de beneficiar a los terceros el conocer la existencia de la relación jurídica de la que provienen o provendrán las obligaciones garantizadas, si resulta que, por hipótesis, el Registro no va a publicar la cuantía en que se cifren las obligaciones que finalmente se 21 Aun HIGHT ON, quien localiza su reproche central contra la hipoteca abierta en el princip io de accesoriedad, admite el supuesto. Así, al proceder a la formu lación del principio, afirma que “la hipoteca es accesoria a uno o varios créditos; o dicho en otros términos, la hipoteca es inseparable del o los créditos a que accede” («La especialidad…», cit., p. 727). Similarmente, se ha expuesto que la accesoriedad se manifiesta siempre que la hipoteca se constituye para dar garantía de cumplimiento “a una o varias obligaciones”. De ser como se dice, si la hipoteca ha de cubrir varias obligaciones, no es indispensable individualizar cada una, “pues constando el monto total del gravamen, es suficiente determinar el género” al que pertenezcan (PÉREZ LASALA y M ARTÍNEZ VÁZQUEZ , «El principio de especialidad y la accesoriedad de la h ipoteca», en El Derecho 98 [1982], pp. 808-809). 22 CORDERO LOBATO, p. 129. 23 Co mo hacia la figura, despectivamente, habría sugerido GARCÍA-A RANGO (cfr. ob. cit. p. 1144) 24 Cfr. CORDERO LOBATO, p. 129. Por demás, cualquiera de los créditos integrados podría cederse sin mayores inconvenientes, con lo que se llegaría a una situación equivalente a la de la h ipoteca global constituida en favor de una manco munidad de acreedores. 25 Co mo se analiza, la problemática que incorpora la causa fuente como requerimiento pretendido para la hipoteca abierta concierne al princip io de determinación o especialidad. Su estudio no pertenece al de accesoriedad, por la sencilla razón de que la hipoteca sólo garantiza el cu mplimiento de créditos, más propiamente, de obligaciones, únicas que pueden ser líquidas y exigib les y, por tanto, aptas para proceder a una eventual ejecución. Decir que la h ipoteca garantiza un contrato, aunque sea, obviamente, aquel del que se deriven las obligaciones a cumplir, y por más que se insista, resulta técnicamente inexacto. IIE 116 Defensa de la hipoteca abierta desde el ordenamiento argentino contraigan al amparo de la relación requerida? Por demás, se trataría de una circunstancia ya presente, y admitida, para la hipoteca de cuenta corriente, donde los terceros sólo podrán informarse del máximo de responsabilidad anunciado, pero sin llegar a saber el grado de endeudamiento efectivo mientras tanto. La protección al deudor, en cambio, se torna más comprometida. Al respecto, desde que conviene la hipoteca global sobre su inmueble se produce una suerte de bloqueo patrimonial, que en la práctica le habrá de impedir acudir a otros oferentes de crédito poniendo el bien como garantía, por muy ventajosas que sean las condiciones de financiación que le ofrezcan, sacrificio agravado por el hecho de que en esta clase de hipoteca —al contrario de lo subyace a la de cuenta corriente— el acreedor no se encuentra obligado a la concesión de crédito. Sin embargo, desde una perspectiva puramente económica de la relación, si el deudor ha decidido anticipar el gravamen es porque piensa rentabilizar la oportunidad en el futuro, por cuanto el acreedor, que, como se apunta, no está compelido a conceder crédito, estará más incentivado que ningún otro para concederlo, dado que la preexistencia de la garantía será la mejor invitación para hacerlo. En relación con esto, la delimitación temporal de la garantía aparece como parámetro muy común en este ámbito. La garantía suele abarcar, así, todas las deudas que se generen por la relación entre los interesados por uno, dos o los años que se convengan, o hasta tal día. Si, a tenor de lo expuesto, el acreedor se rehusara, después de todo, a la concesión efectiva de crédito, habría de facilitársele al deudor, en todo caso, la “redención” del gravamen. Y es que “el acreedor no tiene un interés legítimo que justifique la persistencia de la relación de aseguramiento. El plazo sólo sirve, en efecto, para „encadenar‟ al deudor, porque, a diferencia de lo que ocurre en un contrato de apertura de crédito, el acreedor no se obliga a nada durante el meritado plazo. En definitiva, el deudor que otorga una hipoteca anticipada lo hace para tener una razonable oportunidad de obtener crédito de forma continuada y al reducido coste que permite una financiación garantizada. Éste es el único interés que satisface la hipoteca global, interés que, además, el deudor realiza a costa de un sacrificio patrimonial anticipado, por lo que el deudor tiene que poder poner fin a la relación”, sin alegar causa alguna, y con efectos hacia el futuro, esto es, habiendo de satisfacer las deudas que a la fecha sí hubieran nacido 26 . Finalmente, existen sólidas razones para entender que la hipoteca abierta se adapta sin problemas al sistema del rango progresivo; serían las siguientes: a) todas las reglas para la determinación del rango parten del momento en que tomen contacto los respectivos títulos con el Registro y no de aquel en que efectivamente hayan de nacer las obligaciones respectivas; b) más específicamente, se habría de apuntar el tratamiento legal que se establece para la hipoteca por obligaciones condicionales, por el que gozan de “efecto retroactivo al día de la convención hipotecaria” (art. 3116 CC); c) el 26 CORDERO LOBAT O, ob. cit, pp. 118-119. Repárese en que la denuncia instada por el deudor para relación de aseguramiento —predicable se pacte ésta con carácter temporal o indefinido —, co mo declaración unilateral que supone, no podrá generar la cancelación registral de la hipoteca, la cual sólo cabe obtener presentando escritura pública donde conste el consentimiento expreso del acreedor o, en su defecto, resolución judicial pertinente. Esto dificultaría, dilataría enormemente, que el deudor pudiera ofrecer el bien en garantía a otros acreedores, a no ser que se estipule en la hipoteca un plazo de caducidad para el gravamen, transcurrido el cual, de no haberse anunciado en el Registro el in icio del oportuno procedimiento de ejecución (cfr. art. 538 del Código Procesal Civ il y Co mercial de la Nación), el deudor debería poder obtener la cancelación de la hipoteca por simple solicitud, para despejar cualquier tipo de duda y siendo que la caducidad opera automáticamente (idem, pp. 185 y ss.). IIE Gabriel de Reina Tartière 117 reconocimiento de la reserva de rango, instituto apto cuando ni el crédito ni la hipoteca anunciada existen todavía (cfr. art. 3135, párr. 2°), por lo que sorprendería que se permita la posposición a favor de una hipoteca de futura constitució n, negándose, a la par, la constitución inmediata de la hipoteca cuando se anticipe al nacimiento del crédito; d) tampoco se observa perjuicio para el resto de acreedores, a quienes, como antes se dijo, se les posibilitará un conocimiento mínimo de la situación antes de contratar su respectiva hipoteca con el deudor, así como del montante máximo implicado por la primera. Sobre el particular, no se pierda de vista que si el ordenamiento reconoce la posibilidad de que un acreedor reciba un trato privilegiado, por incurrir en alguna de las causas que tipifica (en nuestro caso, la constitución de hipoteca), el perjuicio que se le ocasione acreedores quirografarios o no convencionales (v. gr. damnificados por un hecho dañoso) resultará, después de todo, común por más cerrada que sea la hipoteca. IIE