XIV JORNADAS LATINOAMERICANAS DE DERECHO TRIBUTARIO LAS GARANTIAS CONSTITUCIONALES ANTE LA PRESION DEL CONJUNTO DE TRIBUTOS QUE RECAEN SOBRE EL SUJETO CONTRIBUYENTE PONENCIA DEL PERU LUIS HERNÁNDEZ BERENGUEL ENRIQUE VIDAL HENDERSON La presente Ponencia Nacional está dividida en ocho partes, las cuales contienen una descripción de nuestro Derecho positivo, así como comentarios, conclusiones y las recomendaciones que a los autores nos ha parecido importante sugerir para ser incluidas en el correspondiente debate. En el desarrollo de la Ponencia hemos tratado de ceñirnos, como fue solicitado, a las instrucciones preparadas por el Relator General del Tema, Profesor Héctor B. Villegas. No hemos podido cumplir con la extensión máxima acordada por los organizadores para este tipo de trabajos, pues ello nos hubiera impedido describir las normas pertinentes de nuestro Derecho positivo y, al mismo tiempo, exponer nuestros comentarios y aportes. Como se desprende de la denominación del Tema materia de análisis y de las correspondientes instrucciones, existen hasta tres premisas concurrentes. La primera de ellas significa considerar el total de tributos que en un momento dado recaen sobre la persona del contribuyente, lo que en definitiva implica tomar en cuenta el sistema tributario vigente en el Perú. La segunda premisa tiene que ver con la excesiva presión tributaria del sistema, que desborda la capacidad contributiva. La tercera y última premisa, supuestas las 91 dos primeras, implica el análisis de las garantías constitucionales que se ven afectadas por esa presión excesiva, y con los medios de defensa que el régimen jurídico del país concede al contribuyente. 1. GARANTIAS CONSTITUCIONALES COMPROMETIDAS CON LA PRESION EXCESIVA DEL SISTEMA TRIBUTARIO En el aspecto estrictamente tributario la Constitución Política del Perú contiene diversas garantías dirigidas al contribuyente, las mismas que están contenidas en los artículos 77°, 139°, 142°, 187° y 195°, que pasaremos a mencionar. El artículo 77° reposa en un concepto de equidad y, por lo tanto, está ligado a la capacidad contributiva de cada persona, cuando expresa que “Todos tienen el deber de pagar los tributos que les corresponden y de soportar equitativamente las cargas establecidas por la ley para el sostenimiento de los servicios públicos”. Debemos interpretar que la Constitución identifica la palabra “cargas” con “tributos”. Implícitamente este artículo alude también al principio de legalidad, como uno de los límites del poder tributario, al señalar que dichas cargas están establecidas por la ley. De otro lado, la expresión “soportar equitativamente” alude a la capacidad contributiva y, por ende, a la razonabilidad de los tributos. 92 Otra podría ser, sin embargo, la interpretación que puede darse a dicho artículo 77°, en lo que se refiere a negar la identificación de “cargas” y “tributos” concediéndole mayor extensión al primero de esos conceptos. Además, se podría señalar que al aludir a que las cargas están destinadas al sostenimiento de los servicios públicos, el artículo 77° sólo tiene por objetivo puntualizar que aún cuando la carga tenga un fin extrafiscal, lo que se recauda por concepto de ella siempre debe destinarse a un servicio público. Empero, es en el artículo 139° en que la Constitución peruana aborda en forma específica el tema de los principios de la tributación entendidos como verdaderos límites al poder impositivo del Estado, que éste no puede traspasar sin caer en la inconstitucionalidad de la norma que promulgue. Dicho artículo recoge en su segundo párrafo los principios de legalidad, uniformidad, justicia, publicidad, obligatoriedad, certeza, economía en la recaudación, no confiscatoriedad e inexistencia del privilegio personal. En cuanto al principio de legalidad, que en rigor supone que ningún tributo puede ser creado a no ser por ley expresa dada por el Parlamento que legisla en nombre del pueblo, en las legislaciones modernas viene sufriendo profundas alteraciones, que algunos califican como desviaciones, otros como una clara abdicación por el Parlamento de una de sus funciones específicas y finalmente un tercer grupo, cada vez más numeroso, como la aceptación de una realidad que exige desconocer, por diversas circunstancias, los alcances que el principio tuvo en su origen. Giuliani Fonrouge al respecto dice que “... es indudable que hay una crisis general del principio, y una prueba de ello está en el desvío del poder de tributar, en forma directa o por medios indirectos, como vimos al tratar ese tema y la delegación de facultades en el poder ejecutivo con ocasión del poder de eximir, que pone de manifiesto una inexplicable política parlamentaria de abdicación de sus derechos...”.1 Villegas alerta sobre el peligro de la tesis esbozada por modernos tratadistas italianos respecto a la amplitud del contenido de la ley tributaria, para quienes “... la ley es sólo la ‘base’ sobre la cual se ejerce la potestad tributaria. Para esos autores, basta con que la ley establezca algunos ‘principios fundamentales’, siendo luego ‘integrada’ por el Poder Ejecutivo mediante delegación de facultades...”.2 Sea como fuere, en nuestra Constitución se admite que el Poder Ejecutivo pueda crear tributos en los siguientes casos: a) mediante Decretos Legislativos, cuando el Congreso lo permite por ley autoritativa que señala las materias delegadas y el término de la delegación, conforme al artículo 188° de la Constitución a cuyo amparo se han aprobado en el Perú la mayor parte de las normas que han creado o modificado tributos durante el período en que está vigente dicha Constitución; b) mediante Decretos Supremos, con fuerza de ley, expedidos por el Presidente de la República, de acuerdo al artículo 211°, numeral 20 de la Constitución, que le permite dictar medidas extraordinarias en materia económica y financiera, cuando así lo requiere el interés nacional y con cargo a dar cuenta al Congreso, existiendo casi consenso, no respetado desgraciadamente, en cuanto a que esta facultad sólo puede ser ejercida cuando las Cámaras están en receso y frente a situaciones excepcionales de suma urgencia que sólo requieren medidas temporales; y, c) mediante Decretos Supremos destinados a regular las tarifas arancelarias, de acuerdo al numeral 22 del artículo 211° de nuestra Constitución. Adicionalmente, el propio artículo 139° de la Constitución, en su tercer y cuarto párrafos, permite la creación de tributos por los Gobiernos Regionales y Locales, en lo que nosotros consideramos como poder tributario delegado, pese a opiniones en contrario que sostienen que los Gobiernos Locales tienen poder tributario originario y sólo los Gobiernos Regionales poder tributario delegado. Los Gobiernos Regionales, que aún no están en funcionamiento, pueden crear, modificar y suprimir tributos o exonerar de ellos “con arreglo a las facultades que se les delegan por ley”, pero la ley respectiva establece que tal facultad sólo puede ser ejercida si está contemplada en la ley original de creación de la Región o en la ley autoritativa dada por el Congreso de la República, pero esta última debe contener todos los 93 elementos sustanciales del tributo con lo cual el Gobierno Regional se limita al acto de creación del tributo, habiéndose establecido, además, que los impuestos regionales son diversos y no paralelos de los impuestos nacionales y que una materia imponible no puede ser objeto de imposición regional cuando está gravada por ley nacional. Los Gobiernos Locales pueden crear, modificar y suprimir contribuciones, arbitrios y derechos -y no cualquier tributo-, “conforme a ley”, y ésta, que es la Ley Orgánica de Municipalidades No. 23853, ha efectuado ciertos recortes a dicha facultad. Hay dos casos claros de inconstitucionalidad, en lo que al principio de legalidad respecta. El primero de ellos, recogido en el Código Tributario, en cuanto permite que el Poder Ejecutivo pueda modificar, periódicamente, por Decreto Supremo, la cuantía de los tributos denominados en el Perú tasas, o en otras partes “derechos”. El segundo, previsto por la Ley Orgánica de Municipalidades, en cuanto excediendo los alcances de la norma constitucional permite a los Gobiernos Locales la creación de “licencias”, definiéndolas de manera distinta a las contribuciones, arbitrios y derechos. Pero el principio de legalidad no está limitado a la creación del tributo, sino que se extiende a su modificación o supresión y a la concesión de exoneraciones y otros beneficios tributarios, conforme lo indica el primer párrafo del artículo 139° de la Cons- 94 titución, y a la regulación de los demás elementos sustanciales del tributo -fijación de los distintos aspectos del hecho imponible, por ejemplo-, debiendo ser entendida en ese sentido la mención que hace el segundo párrafo del citado artículo 139° al principio de legalidad, en armonía con el contenido que la doctrina otorga a dicho principio y que la norma IV del Título Preliminar del Código Tributario recoge. Sobre el tema del principio de legalidad han formulado opiniones autores nacionales como Medrano,3 Hernández,4 Luque,5 Vidal Henderson6 y Zolezzi7, entre otros. Los principios de publicidad, obligatoriedad, certeza, economía en la recaudación y no privilegio personal, no tienen que ver específicamente con el tema que venimos analizando. En efecto, la violación de estas garantías constitucionales no puede implicar que por tal razón el sistema tributario desborde la capacidad contributiva del contribuyente. Esta situación de desborde no se va a producir porque dichas normas no hayan recibido la suficiente publicidad, o no sean respetadas por los sujetos pasivos o por la Administración, o porque no sean muy claras y den lugar a confusiones en su interpretación y a inseguridad jurídica, o resulten inoportunas por generar al Estado mayores gastos que los ingresos que por la vía del tributo obtiene, ni porque concedan privilegios personales. En cambio, el sistema tributario puede desbordar la capacidad contributiva del sujeto contribuyente debido a la violación del principio de legalidad, cuyos alcances en nuestro sistema ya hemos analizado brevemente, o de los principios de uniformidad, justicia y no confiscatoriedad que pasaremos brevemente a explicar, y en todo caso necesariamente tal violación conduce a la confiscatoriedad. El no cumplimiento del principio de legalidad propicia la dación de normas creadoras o modificadoras de tributos dadas por el Poder Ejecutivo con un fin puramente recaudatario, para solucionar los problemas de caja fiscal que son tan frecuentes en países como los nuestros, sin pensar en la verdadera capacidad contributiva de los sujetos pasivos a los que se dirige e incrementando la presión tributaria sobre éstos. Como brevemente expondremos, la terminología usada por nuestra Constitución, en cuanto a los principios de la tributación, no es la misma a que alude mayoritariamente la doctrina. Así, por ejemplo, Villegas8 se refiere a los principios de legalidad, capacidad contributiva, generalidad, igualdad, proporcionalidad y no confiscatoriedad, definiéndolos de la manera que sigue: a) al principio de legalidad, en el sentido que no puede haber tributo sin ley previa que lo establezca; b) al principio de capacidad contributiva, como el límite material en cuanto al contenido de la norma tributaria, garantizando su justicia y razonabilidad; c) al principio de generalidad, que significa que cuando una persona física o ideal se halla en las condiciones que marcan, según la ley, la aparición del deber de contribuir, este deber tiene que ser cumplido, cualquiera que sea el carácter del sujeto, categoría social, sexo, nacionalidad, edad o estructura; d) al principio de igualdad, que se refiere a asegurar el mismo tratamiento a quienes están en análogas situaciones, con exclusión de todo distingo arbitrario, injusto u hostil contra determinadas personas o categorías de personas; e) al principio de proporcionalidad, que exige que la fijación de los tributos sea “proporción” a sus singulares manifestaciones de capacidad contributiva, pues lo deseable es que el aporte de los contribuyentes no sea desproporcionado en relación a tal capacidad, lo que nada tiene que ver con la prohibición de progresividad en el tributo; y, f) al principio de no confiscatoriedad, en virtud del cual se pretende que la tributación no haga ilusorias las garantías constitucionales de la propiedad privada, de su libre uso y de su libre disposición, de donde surge la jurisprudencia de los tribunales argentinos en el sentido que un tributo es confiscatorio cuando absorbe una parte sustancial de la propiedad o de la renta. Giuliani Fonrouge, en cambio, menciona los principios de legalidad, igualdad ante el impuesto y las cargas públicas, del cual deriva la exigencia de generalidad de la tributación, y de no confiscación.9 Flores Zavala formula una interesante descripción de los cuatro principios de Adam Smith (justicia, certidumbre, comodidad y economía), de los principios de Adolfo Wagner (principios de política financiera -sufi- 95 ciencia y elasticidad de la imposición-, principios de economía pública -elección de buenas fuentes de impuestos y elección de las clases de impuestos-, principios de equidad o de repartición equitativa de los impuestos -generalidad y uniformidad-, y principios de administración fiscal o de lógica en materia de imposición -fijeza, comodidad y tendencia a la reducción de los gastos de recaudación de los impuestos-, para acto seguido efectuar el análisis de los principios reconocidos por la Constitución General de la República y por la organización política de los Estados Unidos Mexicanos).10 En definitiva, interesa destacar que no existe unanimidad de criterios en cuanto al reconocimiento de los principios de la tributación. Sobre el principio de no confiscatoriedad pensamos que es violado cada vez que la detracción de la propiedad que implica el pago de todo tributo resulta excesiva en cuanto a su monto o no está legitimada debido a que la norma transgrede uno o más de algunos de los principios de la tributación reconocidos por la Constitución, y vulnera o amenaza los derechos fundamentales de la persona humana que recoge nuestra Carta Magna. Hay tal transgresión, además, cuando existe una desproporción entre el sistema tributario vigente y la correcta aplicación de los recursos que el Estado obtiene como consecuencia de dicho sistema, con lo cual resulta que no existe razonabilidad en el mismo. García Belsunce entiende la razonabilidad11 “... como la adecuada 96 proporción entre el fin perseguido y los medios elegidos para alcanzarlo,...”, agregando, al referirse a la facultad de reglamentar la Constitución argentina en cuanto a los derechos individuales que ésta reconoce, que es la razonabilidad de esta reglamentación “... la que debe darnos el límite de su constitucionalidad o inconstitucionalidad; en otras palabras, que cuando esa reglamentación altera, conculca o anula los derechos individuales en función de valoraciones no suficientemente superiores ni fundadas en el bienestar general o bien común, excepcional y transitorio, o que de otra manera se evidencia una desproporción o falta de relación adecuada, lógica, entre el fin perseguido por la norma y el medio elegido para concretarlo, esa alteración es inconstitucional y cae bajo la sanción del artículo 28°, en cuanto por la instancia reglamentaria se está modificando inválidamente la Constitución”.12 Pensamos que no hay tampoco razonabilidad si los recursos obtenidos para alcanzar determinados fines son utilizados en fines distintos y que no se traducen en beneficios para la colectividad. Creemos que cuando el artículo 139° de nuestra Constitución menciona los principios de uniformidad y justicia, está involucrando los principios de capacidad contributiva, igualdad y proporcionalidad a que se refiere Villegas. En consecuencia, si el sistema tributario peruano desborda la capacidad contributiva -que por lo demás, como ya se dijo, está implícita dentro del concepto de equidad a que alude el artículo 77° de la Constitución-, está violando las garantías contenidas en dicho artículo 77° y los principios de uniformidad y justicia que menciona el artículo 139° de nuestra Constitución, así como el principio de no confiscatoriedad enunciado por este último artículo que sólo está referido en nuestra Constitución a los impuestos y no a todos los tributos. Ahora bien, hemos dado por supuesto que el sistema tributario puede desbordar la capacidad contributiva del contribuyente. Resulta evidente que un solo tributo puede desbordar tal capacidad. Con mayor razón puede hacerlo el conjunto de tributos que se aplican en un determinado momento en un país dado. La política fiscal de todo Gobierno tiene que tomar en consideración todas estas garantías constitucionales que en el fondo constituyen límites efectivos e imperativos al poder tributario. Lamentablemente, en nuestro país asistimos a una evidente descomposición en este aspecto y, por lo tanto, a un esquema en que se prescinde de la armonización del conjunto de tributos que componen el sistema y de la observancia de las garantías constitucionales que pretenden preservar esa armonización. El artículo 142° de nuestra Constitución señala que la tributación, el gasto y el endeudamiento público guardan proporción con el producto bruto interno, de acuerdo a ley. Si bien, en lo que a materia tributaria se refiere, dicho artículo reconoce la existencia del concepto de “presión tributaria”, se limita a establecer un índice de medición de la misma que nos parece obsoleto -considerado por sí solo-, pues puede ocurrir que -desde un punto de vista general- dicha presión guarde proporción aceptable en teoría respecto del producto bruto interno, pero en cambio resulte en desmedro de la capacidad contributiva de uno o muchos contribuyentes, con lo cual la presión tributaria puede resultar excesiva para uno o más de ellos. Sobre presión fiscal resulta muy ilustrativa la posición esbozada por Cosciani, para quien la presión fiscal, medida relacionando los impuestos exigidos y la renta nacional a precios de mercado, “... no es plenamente satisfactoria, por lo que se ha intentado integrarla con otros elementos...”.13 Agrega que “... en una segunda aproximación, para evidenciar mejor la influencia de los impuestos sobre el sacrificio y, sobre todo, para efectuar comparaciones en el tiempo, cuando la renta per cápita cambia o para proceder a comparaciones entre países de tenor de vida distinto, se puede deducir de la renta nacional aquel importe que es absolutamente indispensable para satisfacer las exigencias fisiológicas de la colectividad y para mantener la producción invariada...”.14 Finalmente, estima que hay que pensar en los posibles destinos de la exacción, pues “... El Presupuesto Público puede destinar los tributos recaudados a gastos totalmente inútiles a juicio de la colectividad o 97 que en todo caso no van a aumentar su bienestar material (por ejemplo, debe pagar al extranjero indemnizaciones por una guerra perdida, mantiene una burocracia inoperante, etc.), o puede producir bienes que aumentan en el futuro la renta nacional o satisfacen actualmente necesidades verdaderamente sentidas por la colectividad...”.15 Finalmente, hay que tener presente lo que disponen los artículos 187° y 195° de la Constitución peruana, referidos ambos a la vigencia de la ley tributaria en el tiempo, en cuanto reconoce, el primero, el principio de irretroactividad de la ley, y sólo como excepción, permite la retroactividad cuando es benigna para el reo, trabajador o contribuyente, en materia penal, laboral o tributaria, respectivamente, y el segundo, que determina que las leyes rigen a partir del decimosexto día de su publicación, y para el caso de tributos de periodicidad anual, rigen sólo a partir del primer día del siguiente año calendario. El tema de la vigencia de la ley tributaria en el tiempo, en nuestra opinión, tiene vinculación con la garantía de la propiedad privada que recoge nuestra Constitución, como corolario del principio de legalidad. En efecto, complementando ambos se requiere no sólo de ley, sino de “ley previa” al hecho gravado, lo que deriva en la certeza del contribuyente de conocer, cuando realiza un hecho, los tributos que lo afectan, evitándose así gravar capacidades contributivas pasadas. 98 2. EXAMEN DEL ORDENAMIENTO TRIBUTARIO PERUANO La Constitución Política peruana consagra en su artículo 1° que la persona humana es el fin supremo de la sociedad y del Estado, y que todos tienen la obligación de respetarla y protegerla. En sus artículos 2°, 3° y 4° se refiere a los derechos fundamentales de la persona, recogiendo -entre otros muchos-, el de igualdad ante la ley, el de elegir y ejercer libremente su trabajo, el derecho a la propiedad y a la herencia, el de alcanzar un nivel de vida que le permita asegurar su bienestar y el de su familia, y el derecho a la libertad y a la seguridad personales. Es dentro de este contexto que debe ser explicado e interpretado el conjunto de principios de la tributación que la Constitución expresamente recoge y a los que hemos hecho mención en el punto 1 de esta ponencia. Cuando el conjunto de los tributos, o uno o varios de ellos, tratan a las personas en forma desigual, o impiden el libre ejercicio del trabajo, o el derecho a la propiedad y a la herencia, o no permiten alcanzar un nivel de vida que asegure el bienestar personal o el familiar, o atentan contra la libertad y seguridad personales, estamos frente a normas violatorias de los derechos humanos y claramente inconstitucionales. Cuando nuestra Constitución establece que las cargas deben ser soportadas por todos equitativamente, pero el sistema tributario contiene disposiciones que tratan desigualmente a los iguales, se esta violando un derecho humano reconocido constitucionalmente, que es el derecho a la igualdad ante la ley. Cuando dicho sistema incurre en tales desigualdades, se está violando el principio de justicia recogido por nuestra Constitución. Cuando el sistema otorga privilegios personales, se vulnera el principio tributario que reconoce que no hay privilegio personal en materia tributaria y, asimismo, el derecho fundamental de igualdad ante la ley. Si el conjunto de los tributos, o uno o varios de ellos, son excesivos en cuanto a su monto, o carecen de legitimidad porque no están destinados al sostenimiento de los servicios públicos o porque se aplican a quienes no tienen capacidad contributiva o p o r q u e tr a ta n d e s ig u a lme n te a los iguales -o por otras muchas razones-, estamos frente a casos de confiscación de la propiedad de los contribuyentes, lo que atenta contra el correspondiente principio de la tributación recogido por nuestra Constitución y, consecuentemente, contra el derecho a la propiedad o a la herencia o contra el derecho al bienestar personal o familiar, aún cuando en tal caso el sistema tributario no necesariamente desborde la capacidad contributiva del sujeto contribuyente. Sostenemos la tesis de que los principios de la tributación, entendidos como limitaciones al legítimo poder tributario del Estado, tienen por objeto lograr el respeto de los derechos fundamentales del hombre. Dentro de este contexto, el principio de no confiscatoriedad debe ser entendido como la limitación que la Constitución impone al Estado para que uno o varios tributos, o el conjunto de ellos, no impidan el derecho a la propiedad o a la herencia ni la satisfacción de las necesidades del ser humano y de su familia que se concretan en ese concepto que nuestra Constitución llama “bienestar”. Opinamos, en consecuencia, que el conjunto de principios de la tributación recogidos por nuestra Constitución Política tiene no solamente el fin inmediato de limitar el legítimo poder tributario del Estado sino, además, y por sobre todo, garantizar los derechos fundamentales del hombre. Dentro de este orden de ideas, la cuestión relativa a la existencia de un sistema tributario que desborda la capacidad contributiva de los sujetos contribuyentes, no es un mero aspecto de política fiscal, sino fundamentalmente una cuestión de derechos humanos que el Estado pretende asegurar. En tal virtud, nuestra Constitución tenía que otorgar, como en efecto lo hace y tal como lo veremos más adelante, un conjunto de acciones para permitir a los ciudadanos, y no solamente a los contribuyentes afectados, defenderse de un sistema tributario que adolece de una presión excesiva, y por lo tanto intolerable, para obtener la reforma o modificación de tal sistema, al igual que si la violación procede solamente de un tributo o de varios tributos. 99 3. TITULARIDAD DE LA ACCION Las acciones que establece nuestra legislación son de dos tipos, a saber, administrativas y judiciales. Las acciones administrativas están previstas en el denominado “Código Tributario-Principios Generales”. Las acciones judiciales surgen de las normas constitucionales y han sido reguladas por ley. El ejercicio de las acciones administrativas presupone la determinación de la obligación por parte del Estado, a través del Organo Administrador del Tributo, ya sea porque no se está frente a tributos auto-liquidables sino determinables de oficio, o porque el deudor determinó su obligación de manera tal que no produce fe y el Organo Administrador rechaza tal auto-determinación, o porque el deudor no cumplió en su caso- con la obligación consistente en determinar la obligación tributaria. En cualquiera de estas tres hipótesis, la determinación hecha por el Estado se traduce en un documento que es notificado al deudor, sea contribuyente o responsable, quien, por regla general, tiene en nuestro sistema el derecho a interponer recurso de reclamación sin el pago previo de la deuda impugnada, iniciándose en esta forma el procedimiento contencioso-tributario en su fase administrativa de doble instancia y, excepcionalmente -cuando quien resuelve en primera instancia está * sometido a jerarquía-, de triple instancia. Expedida y notificada la resolución de última instancia administrativa, bajo ciertos requisitos, el deudor puede interponer recurso de revisión ante la Segunda Sala de la Corte Suprema de la República, previo pago de la deuda impugnada u otorgamiento de una fianza bancaria, sustanciándose el procedimiento sin que sea posible actuar prueba alguna, concediendo las normas respectivas el doble derecho, tanto al interesado que interpuso el recurso como al representante del Estado o del Organo Administrador del Tributo, de formular un alegato escrito y de hacer uso de la palabra mediante informe oral. En materia de tributos internos, y en base a la norma del artículo 233° de la Constitución que exige instancia plural en los procedimientos ante el Poder Judicial, en un caso concreto se concedió recurso de apelación de la resolución expedida por dicha Sala, elevando los autos a la Primera Sala de la Corte Suprema, pese a que el Código Tributario no lo establecía. En materia de tributos aduaneros, este criterio ha sido expresamente recogido por la reciente Ley de Aduanas. Las únicas personas que pueden iniciar el procedimiento administrativo descrito en el párrafo anterior e interponer en su momento el recurso de revisión ante la Corte Suprema de la República, son el contribuyente y el responsable.* Es decir, únicamente los Por excepción, la nueva Ley General de Aduanas, en materia de tributos aduaneros, permite que la Contraloría General de la República ejerza la facultad de interponer recurso de revisión ante la Corte Suprema de la República cuando en la vía administrativa la última resolución expedida favorece al reclamante. 100 sujetos pasivos a quienes se dirige la determinación de la obligación tributaria hecha por el Estado. Tales acciones no pueden ser intentadas por terceros, entendiendo por éstos a quienes no son contribuyentes ni responsables involucrados en el acto de determinación, aún cuando tengan interés legítimo, personal y directo que ha sido afectado por el acto administrativo, o interés actual comprometido.16 En consecuencia, en el caso de los tributos trasladables, no es posible que la acción sea iniciada por el contribuyente de facto, pues éste nunca será el sujeto contra el que se dirige la determinación de la obligación tributaria por parte del Estado. Las otras acciones, que son cuatro, están previstas en los artículos 295° al 305° de la Constitución Política, en el Título V denominado “Garantías Constitucionales”. La primera de las garantías constitucionales está prevista por el artículo 295° de la Constitución, bajo el nombre de acción de “habeas corpus”, que se puede interponer cuando por acción u omisión de cualquier autoridad, funcionario o persona, se vulnera o amenaza la libertad individual. Ha sido reglamentada por la Ley No. 23506. La acción puede ser interpuesta por la persona perjudicada o por cualquier otra en su nombre, Sin necesidad de poder, boleta de litigante, derecho de pago, firma de letrado o formalidad alguna. Esta acción podría tener vinculación con materia tributaria cuando se vulnera o amenaza la libertad individual por razones de carácter tributario. Sería, por ejemplo, el caso del nacional o extranjero que interpone acción de “habeas corpus” porque se le impide salir del territorio nacional, en razón de tener deudas tributarias y no por los tres únicos motivos legalmente permitidos, que son mandato judicial, aplicación de la Ley de Extranjería y aplicación de la Ley de Sanidad. Ya se ha dado el caso en nuestro país, de un juez que acogió un recurso de “habeas corpus” interpuesto por un extranjero que había sido impedido de viajar fuera del Perú porque el Organo Administrador de un tributo estimó que tal prohibición resultaba pertinente al adeudar dicho tributo la persona en cuestión. En rigor, conceptuamos que la interposición de esta acción no sería posible si se invoca como fundamento que el sistema tributario desborda la capacidad contributiva del sujeto contribuyente. La segunda de las garantías constitucionales está prevista por el mismo artículo 295° de la Constitución y se denomina acción de “amparo”, la misma que cautela los demás derechos reconocidos por la Constitución que sean vulnerados o amenazados por cualquier autoridad, funcionario o persona. Entre estos derechos, están comprendidos el de libertad de contratación, el de libertad de trabajo, el de propiedad y herencia, el de exoneraciones tributarias a favor de las universidades, centros 101 educativos y culturales -entidades a las que la Constitución les otorga inmunidad en materia tributaria- y, en general, los derechos fundamentales que consagra la Constitución. Ya hemos visto como, en nuestro concepto, estos derechos son violados cuando se desconocen los principios de la tributación recogidos por la Constitución y a través de tal violación se puede configurar un sistema tributario que desborda la capacidad contributiva de los sujetos contribuyentes. La acción de amparo sólo puede ser promovida por el afectado, su representante o el representante de la entidad afectada. Sin embargo, por excepción, la ley plantea el caso de imposibilidad física para interponer la acción, sea por atentado concurrente contra la libertad individual, por hallarse ausente del lugar o por cualquier otra causa análoga. En estos casos de excepción, la acción de amparo puede ser interpuesta por tercera persona, sin necesidad de poder expreso, en cuyo caso el afectado, una vez que se halle en posibilidad de hacerlo, se ratificará en la acción. Por lo tanto, si el sistema tributario desborda la capacidad contributiva del sujeto contribuyente, éste -directamente o a través de su representante- debe interponer la acción de amparo si es persona natural, o hacerlo mediante su representante, si se trata de una entidad, pero tendría que identificar en qué momento tal capacidad es rebasada por la realización de uno o más hechos imponibles, en cuyo caso será amparado respecto de los tributos aplicables en razón de esos 102 hechos y sólo por las obligaciones tributarias que éstos han originado. En los casos de excepción ya señalados podría interponerla cualquier otra persona. La tercera garantía es la que concede la acción de inconstitucionalidad, prevista por el artículo 298°, numeral 1, de la Constitución, que sólo puede ser interpuesta ante el Tribunal de Garantías Constitucionales, cuando por la forma o por el fondo resultan inconstitucionales las leyes, los decretos legislativos -expedidos por el Poder Ejecutivo en base a una ley autoritativa dada por el Congreso y que tienen el carácter y fuerza de leyes-, las normas regionales de carácter general -expedidas por los Gobiernos Regionales que aún no están en funcionamiento-, y las ordenanzas municipales -expedidas por los Gobiernos Locales-, exclusivamente. La acción puede ser interpuesta solamente por el Presidente de la República, veinte Senadores, sesenta Diputados, la Corte Suprema de Justicia, el Fiscal de la Nación o cincuenta mil ciudadanos con firmas comprobadas por el Jurado Nacional de Elecciones, y a través de ella se solicita que se declare la inconstitucionalidad de la norma. Esta acción ha sido reglamentada por la Ley No. 23385. En cuanto el sistema tributario desborda la capacidad contributiva del sujeto contribuyente, esta violando los principios de la tributación y determinados derechos fundamentales recogidos por la Constitución Política peruana. Si la violación procede de leyes, decretos legislativos, normas regionales de carácter general y ordenanzas municipales, resulta pertinente interponer la acción de inconstitucionalidad, pero respecto del tema en análisis tal cosa sólo sería posible si la norma es inconstitucional por la forma o por el fondo y, en consecuencia, la acción sólo estaría referida a dicha norma y no al sistema. La cuarta garantía es concedida a través de la acción popular, prevista también por el artículo 295° de la Constitución y reglamentada por la Ley No. 24968, y que procede por infracción de la Constitución o la ley, contra los reglamentos y normas administrativas y contra las resoluciones y decretos de carácter general que expiden el Poder Ejecutivo -dentro de los que están incluidos los Decretos Supremos con fuerza de ley dictados al amparo del inciso 20 del artículo 211° de nuestra Constitución-, los Gobiernos Regionales y Locales y demás personas de derecho público. La acción popular puede ser interpuesta por los ciudadanos peruanos en el ejercicio pleno de sus derechos, por los ciudadanos extranjeros residentes en el Perú, por las personas jurídicas constituidas o establecidas en el Perú -debiendo hacerlo a través de sus representantes legales-, y por el Ministerio Público. Estando a lo expuesto, la acción popular podría ser interpuesta también contra las normas ya mencionadas en cuanto ellas resultan siendo responsables de un sistema tributario que desborde la capacidad contributiva del sujeto contribuyente, especialmente en el caso de los Decretos Supremos con fuerza de ley antes citados, pero al igual que en el caso de la acción de inconstitucionalidad, solamente se obtendría protección respecto de la norma que origina la acción. No hay, pues, procedimiento específico que permita accionar contra el sistema tributario existente. 4. VIAS PROCESALES IMPUGNATIVAS DISPONIBLES EN EL DERECHO POSITIVO Como ya se ha dicho, las vías procesales disponibles en el derecho positivo peruano son administrativas y judiciales. Las judiciales consisten en las acciones de habeas corpus, de amparo, de inconstitucionalidad y popular. La vía administrativa sólo permite que la resolución que se expida al término del procedimiento proteja en el caso concreto a quien la inició, aún cuando quienes estuvieran en la misma situación podrían invocar a su favor, como antecedente, dicha resolución. La existencia de una resolución favorable, que después es cambiada por el propio órgano que la expidió, permitiría que todos aquellos que se encuentran en el mismo caso puedan invocar la dualidad de criterio para quedar exceptuados del pago del tributo reajustado por inflación y de las sanciones -estas últimas en nuestro sistema son llamadas recargos y multas-, así como -aun cuando por 103 evidente omisión nuestro Código Tributario no lo diga expresamente- de los intereses aplicables a quienes deben pagar sus tributos en moneda extranjera, quedando solamente obligados todos ellos al pago del monto original del tributo. La acción de habeas corpus debe ser promovida por escrito o verbalmente y, en este último caso, levantando Acta ante el Juez o Secretario, sin más exigencia que la de suministrar una sucinta relación de los hechos. El juez debe disponer la libertad inmediata de aquél que ha sido detenido arbitrariamente. Tal acción sólo podría promoverse en materia tributaria, si por efecto de una deuda tributaria se impide a alguien salir del territorio nacional o, de cualquier otra manera, se atenta contra su libertad individual. La acción de amparo se interpone ante el Juez de Primera Instancia en lo Civil de turno en la fecha del acto violatorio del derecho constitucional, en el lugar donde se afectó el derecho, o donde tiene su domicilio el afectado, o donde tiene su domicilio el autor de la infracción, a elección del demandante. Anteriormente el Juez podía amparar de inmediato al demandante mediante un auto precautelatorio que dictaba en el mismo día de interposición de la acción, ordenando la suspensión del acto que dio lugar al reclamo, pero actualmente esta suspensión sólo puede ser dictada después de un procedimiento que sin lugar a dudas ha alterado la naturaleza y los efectos de la acción y que se 104 ha dictado en razón del abuso en el ejercicio de la acción y en la expedición de los autos precautelatorios de amparo. El ejercicio de esta acción caduca a los sesenta días hábiles de producida la afectación del derecho, siempre que el interesado se hubiese hallado en aquella fecha en la posibilidad de interponer la acción, pues de lo contrario el plazo se computa desde el momento de la remoción del impedimento. En cuanto al plazo, si la acción se interpone en razón de que el sistema tributario desborda la capacidad contributiva del contribuyente, tendría que ser contado desde que éste resulta afectado en tal forma por el sistema. La acción de inconstitucionalidad termina con la sentencia que declara la inconstitucionalidad de la norma contra la que se ha promovido la acción y tiene la calidad de cosa juzgada, excepto en materia penal, laboral o tributaria, cuando se trata de retroactividad benigna en favor del reo, trabajador o contribuyente, respectivamente; o con la sentencia denegatoria de inconstitucionalidad. Si la sentencia se refiere a una ley dada por el Congreso o a un decreto legislativo dado por el Poder Ejecutivo, el Tribunal de Garantías Constitucionales comunica la sentencia al Presidente del Congreso, para que el Congreso, mediante ley, derogue la norma inconstitucional, y si ello no ocurre dentro de los cuarenta y cinco días calendario se considera derogada la norma inconstitucional, ordenando dicho Tribunal la publicación de la sentencia en el diario oficial. Si el Tribunal declara la inconstitucionalidad de normas regionales o municipales, ordena la publicación de la sentencia en el diario oficial y en el diario donde se publican los avisos judiciales de la respectiva circunscripción, y si este último diario no existe, la sentencia se da a conocer, además del diario oficial, mediante bandos y carteles fijados en lugares públicos, produciendo efecto la sentencia al día siguiente de la publicación oficial. Ningún juez puede dejar de aplicar la norma cuya inconstitucionalidad ha sido desestimada por el Tribunal. De otro lado, la sentencia que declara la inconstitucionalidad de una norma, declara igualmente la de aquellos otros preceptos de la misma norma a los que debe extenderse por conexión o consecuencia y que haya sido materia de la causa. La acción popular se interpone ante la Sala de turno de la Corte Superior del Distrito Judicial al que pertenece el órgano que ha emitido la norma de carácter regional o local que es objeto de la acción, o en la Sala correspondiente de la Corte Superior de Lima, en todos los demás casos. Esta acción inclusive procede contra las normas formalmente aprobadas que aún no han sido publicadas oficialmente, siempre que exista un conocimiento extraoficial de las mismas que permita inferir que lesionan o amenazan con lesionar el orden constitucional y/o legal o contravenir el principio de jerarquía normativa. La sentencia que ampara la acción popular, a partir de la fecha en que quedó consentida o ejecutoriada, determina la inaplicación total o parcial según corresponda, de la norma cuya inconstitucionalidad o ilegalidad ha sido declarada. Igualmente esta sentencia deberá declarar la inconstitucionalidad o ilegalidad de otros preceptos a los que deba extenderse por conexión o consecuencia. No hay que olvidar, además de todo lo expuesto, los siguientes tres aspectos. El primero de ellos, en cuanto el Tribunal de Garantías Constitucionales actúa también como tribunal de casación de las resoluciones denegatorias de las acciones de habeas corpus o de amparo, a cuyo efecto la parte interesada o el Ministerio Público pueden interponer un recurso extraordinario. El segundo aspecto está vinculado a la norma contenida en el artículo 305° de la Constitución Política, según la cual, agotada la jurisdicción interna, quien se considere lesionado en los derechos que la Constitución reconoce, puede recurrir a los tribunales u organismos internacionales constituidos según tratados de los que es parte el Perú. Tienen esta condición, según el articulo 39° de la Ley No. 23506, el Comité de Derechos Humanos de las Naciones Unidas, la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la Organización de Estados Americanos y aquellos otros que se constituyan en el futuro y que sean aprobados por tratados que obliguen al Perú y que tengan la categoría de tratados relativos a los derechos humanos. 105 El tercer aspecto está vinculado con las normas contenidas en los artículos 87° y 236° de la Constitución. Según el primero de dichos artículos, la Constitución prevalece sobre toda otra norma legal; la ley, sobre toda otra norma de inferior jerarquía, y así sucesivamente de acuerdo a su jerarquía jurídica, debiendo nosotros agregar que el Tribunal Fiscal que es la última instancia administrativa en nuestro procedimiento contencioso de tributos internos, tiene la obligación al resolver, de preferir la norma de mayor jerarquía. De otro lado, el artículo 236° señala que en caso de incompatibilidad entre una norma legal constitucional y una legal ordinaria, el juez prefiere la primera; igualmente, prefiere la norma legal sobre toda otra norma subalterna. 5. VIAS PROCESALES CUANDO LA PRESION OBJETADA PROVIENE DE GRAVAMENES ORIGINADOS EN DIFERENTES NIVELES DE GOBIERNO Ya hemos visto las vías procesales a las que se puede recurrir, cualquiera que sea el nivel de Gobierno en que se origina la norma violatoria. Nos resta reiterar que los tributos, en el Derecho positivo peruano, pueden ser creados por el Congreso o por el Poder Ejecutivo, así como por los Gobiernos Regionales y por los Gobiernos Locales. Empero, sin olvidar que, como lo dispone el artículo 79° de nuestra Constitución, el Perú tiene un gobierno unitario, representativo y descentralizado. En tal sentido, los 106 Gobiernos Regionales y Locales, en cuanto a través de normas expedidas por ellos tiendan a favorecer la existencia de un sistema tributario que desborde la capacidad contributiva del sujeto contribuyente o violen la Constitución, no se sustraen a las vías procesales antes descritas ni determinan la aplicación de normas procesales especiales. 6. COMENTARIOS ADICIONALES SOBRE EL PRINCIPIO DE NO CONFISCACION Es la finalidad de este punto de la ponencia el centrar nuestra posición con respecto a lo que consideramos el aspecto más importante del tema en estudio, es decir, el análisis del principio de no confiscación entendido como un tope al quantum del tributo, lo que limita el ejercicio del poder de imposición fiscal del Estado. Para determinar en qué consiste el principio de no confiscación es necesario establecer previamente qué entendemos por “confiscación”. Consideramos que confiscación “es la transferencia obligada de los bienes o rentas de una persona al Estado, por decisión unilateral de este último, sin derivarse derecho ni compensación alguna al propietario de los bienes”.17 La referida definición contiene diversos elementos como son la transferencia de bienes o rentas, es decir que hay un cambio de propietario, que dicho cambio es producto de la voluntad unilateral del Estado y que se aplica obligatoriamente sin que se desprenda de la transferencia ningún derecho ni compensación alguna por parte del Estado hacia la persona de la que se obtiene el bien o renta confiscado; finalmente las características citadas dependen de una última, que constituye el fundamento del principio de no confiscación, cual es la existencia de la propiedad privada, pues de no existir ésta, no existiría tampoco confiscación por parte del Estado. De lo anterior se desprende que el principio de no confiscación protege el derecho de propiedad, garantía fundamental en todo estado democrático, lo que se deriva de la libertad, que es uno de los pilares que sirve de base a la democracia. La definición antes expuesta llevada al campo tributario para delimitar la aplicación del principio de no confiscación, nos lleva a sostener que habría confiscación cuando el Estado se apropia de los bienes de los contribuyentes al aplicar una disposición tributaria, entendiendo que hay confiscación sólo cuando tal aplicación, en lo que al monto del tributo se refiere, llega a extremos insoportables por lo exagerado de su quantum, desbordando así la capacidad contributiva de la persona y vulnerando por esa vía indirecta la propiedad privada. Además, habría confiscación cuando se dictan normas tributarias sustantivas que violan los principios de legalidad, uniformidad y justicia, pues en estos casos la exacción sería ilegítima. Justamente la virtud del principio de no confiscación es la de vincular la imposición tributaria con la propiedad, resultando de ello que el monto del tributo debe mantenerse dentro de limites razonables para no lesionar la propiedad individual, los que se consideran la vulneran, cuando el peso del quantum del tributo resulta excesivo con relación al bien o renta gravada. Tanto cuando el peso del monto es excesivo con relación al bien como cuando es excesivo con relación a la renta gravada, es que se viola la propiedad, ya que al absorberla sustancialmente la convierte en “nuda propiedad”, haciéndola perder uno de sus atributos, el “jus fruendi”, lo que significa que si se le grava en forma excesiva deja de tener frutos, destruyendo para el propietario su valor como si se le confiscase. El destacado tributarista paraguayo Carlos A. Mersán18 define al impuesto confiscatorio como aquél que absorbe la totalidad o la mayor parte del capital o de la renta imponible, señalando además que debe entenderse como confiscatorio el acto en virtud del cual una obligación fiscal determinó una injusta transferencia patrimonial del contribuyente al Fisco, injusticia que radica en el monto excesivo del tributo. En virtud de lo expresado, es que opinamos que la confiscación fiscal casi nunca constituye una confiscación total y directa por parte del Fisco, pero si puede originar en razón de lo excesivo del monto del tributo o del sistema tributario, que al contribuyente, pese a no habérsele privado directamente de 107 sus bienes, la tributación lo coloque en la necesidad económica de desprenderse de ellos para cumplir con la obligación creada por la ley tributaria, lo que constituye una confiscación indirecta, que también contraría al principio constitucional que protege el derecho de propiedad. Resulta por lo anterior fundamental que la garantía de la no confiscación en el campo fiscal esté reconocida por la Constitución, para así lograr que los mecanismos que la Carta Magna prevé para los actos inconstitucionales le sean también de aplicación cuando se vulnera el principio de no confiscación, garantizando su vigencia efectiva. Para determinar si un sistema tributario desborda la capacidad contributiva, estimamos que no deben considerarse a todos los tributos que lo componen, para a través de la suma de ellos determinar si se trata o no de un sistema confiscatorio, por lo excesivo de la presión tributaria. Es nuestra idea que hay que establecer, en primer término, si todos los tipos de tributos deben computarse para tal fin, o si sólo los impuestos son los que deben tomarse en cuenta para ello. En nuestra opinión deben excluirse las contribuciones y las tasas, porque conceptuamos que el monto exagerado de unas u otras tienen como efecto no el convertirlas en confiscatorias sino el cambiarles su condición de tasa o de contribución. En efecto, si el monto de la tasa resulta exageradamente elevado, por 108 superar la contraprestación que la origina, sostenemos que no estamos frente a una tasa confiscatoria sino frente a un impuesto. De la misma forma si la contribución es de monto superior al que corresponde, consideramos que también estamos ante un caso no de una contribución confiscatoria sino de un impuesto, debido a que en el caso del impuesto no existe vinculación entre el sujeto obligado al pago y la realización de una determinada actividad estatal. Admitimos también que cabe sostener, que en los casos indicados, frente a un mismo pago, se produce una coexistencia entre una contribución y un impuesto o una tasa y un impuesto, pero en ningún caso podemos referirnos a una contribución o a una tasa confiscatoria, en razón a lo elevado de su monto. Por lo expuesto consideramos que los impuestos son el único tipo de tributo que debe considerarse para evaluar si un sistema tributario desborda o no la capacidad del contribuyente. Ahora bien, no todos los impuestos tienen que tomarse en cuenta para efectuar la mencionada evaluación. En nuestro criterio, no admite duda que los impuestos directos, como los que gravan la renta y los que afectan el patrimonio, deben, pues, considerarse para determinar si el sistema tributario desborda o no la capacidad del contribuyente. Consideramos distinto el caso de los impuestos indirectos y los que afectan la importación de bienes, en razón a que en ambos no se puede producir la confiscación a la que hemos hecho referencia anteriormente, debido a que el monto que abone el contribuyente es trasladado al adquirente al momento de vender el bien, recuperando por la vía del precio tales impuestos, resultando económicamente afectado con los mismos quien adquiere el bien, que como ya se ha señalado, no tiene titularidad como incidido económico del impuesto, para recurrir a las vías correspondientes, a efecto de reclamar por lo confiscatorio del impuesto que se le ha trasladado. Además, en el caso de los derechos aduaneros que afectan la importación, muchas veces lo elevado de su monto obedece a razones extrafiscales, generalmente la protección de la industria nacional, lo que constituye una razón adicional para no incluirlos dentro de los impuestos computables para determinar si el sistema es confiscatorio o no. naturaleza y origen se trata de impuestos a la renta. Por tal virtud consideramos que los impuestos a la exportación deben considerarse para establecer si un sistema tributario es confiscatorio. El caso de los tributos que afectan la exportación de bienes es distinto, pues no son trasladables, debido a que los precios de los mercados internacionales se fijan sin tener en cuenta la existencia de estos impuestos. En realidad su naturaleza es distinta a la de los que gravan la importación, tratándose en la mayoría de los casos, de impuestos que se establecen cuando el precio del mercado internacional se eleva sustancialmente, con la finalidad de afectar con tributación la sobre utilidad que el mayor precio origina al exportador, lo que significa que por su Similar situación se da en la denominada “indexación del tributo insoluto”, esto es, el reajuste del valor nominal del tributo, en base a la variación mensual del índice de precios que publica el Instituto Nacional de Estadística, como consecuencia de la falta de pago oportuno del tributo. * Un caso importante de mencionar es el referido a las sanciones por mora, a efecto de determinar si deben tomarse en cuenta para establecer si el sistema tributario es confiscatorio; es decir, si resulta posible acumular el impuesto más la sanción por mora, y la suma de ambos elementos considerarse para evaluar si en conjunto son confiscatorios. Se trata de dos elementos de naturaleza distinta, pues la sanción por mora cumple una función punitiva en el sistema tributario, por lo que a nuestro criterio no es razonable acumular dos elementos de naturaleza distinta para el fin indicado. Consideramos que tampoco deben acumularse el impuesto y el monto de la “indexación”, para los fines antes señalados, pese a que la indexación en nuestra legislación tiene la naturaleza de tributo,* pues la medición de lo Recientemente, el Decreto Supremo N° 118-89-EF de 6 de julio de 1989, ha señalado en su artículo 3°, a nuestro juicio transgrediendo lo que establece la ley, que el reajuste del tributo no forma parte de éste. 109 excesivo o no del monto de la indexación es un problema distinto al de la condición de confiscatorio o no del tributo o del sistema tributario. La valoración de la indexación tiene que ver con las inequidades que pueden existir en el régimen vigente, las que se dan en nuestro país, pues la contabilidad, los valores tributarios de ejercicios anteriores como pueden ser las pérdidas arrastrables y los créditos tributarios por pagos en exceso, entre otros, no se indexan como el tributo insoluto, sino que se aplican a su valor nominal. En realidad en este caso conceptuamos que si bien la indexación resulta insoportable, ello obedece a que no se permite ajustar los otros valores que integran el sistema tributario. Consecuentemente, no es procedente el acumular al monto de los impuestos el de la indexación para los fines de evaluación del sistema tributario bajo análisis. De lo expuesto en este apartado fluye, que resulta posible determinar si un sistema tributario desborda la capacidad del contribuyente, acumulando los impuestos a la renta, al patrimonio y a la exportación -sin considerar por tanto, ninguno de los otros tributos existentes-, por tratarse de impuestos que miden la capacidad contributiva en forma directa. Ello permite determinar, respecto de cada contribuyente en forma individual, si el sistema tributario desborda o no su capacidad contributiva, lo que sucede 110 cuando la acumulación de tales impuestos afecta una parte sustancial de su propiedad y la convierte en “nuda propiedad”, violando así un derecho fundamental de la persona humana, reconocido por nuestra Constitución Política, como es el de la propiedad privada, haciéndola perder uno de sus atributos innatos, el de generar frutos. 7. CONCLUSIONES PRIMERA: Los principios de la tributación constituyen verdaderas limitaciones al legítimo poder tributario del Estado y, dentro del contexto de nuestra Constitución Política que considera a la persona humana como el fin supremo de la sociedad y del Estado, persiguen que se respeten los derechos fundamentales de cada persona. En tal sentido, una correcta interpretación de dichos principios tiene que tomar en consideración su conexión con los derechos humanos, y entre éstos el derecho a la igualdad ante la ley, el derecho al libre ejercicio del trabajo, el derecho a la propiedad y a la herencia, el derecho a alcanzar un nivel de vida que asegure el bienestar personal y el familiar, el derecho a la libertad y seguridad personales. SEGUNDA: Nuestra Constitución reconoce expresamente en su artículo 139° los principios de legalidad, uniformidad, justicia, publicidad, obligatoriedad, certeza, economía en la recaudación, no confiscatoriedad e inexistencia de privilegios personales. A su vez, en su artículo 77° implícitamente se refiere a la capacidad contributiva y en los artículos 142°, 187° y 195° recoge el concepto de presión tributaria, el de retroactividad benigna en materia tributaria y el de vigencia futura de las leyes tributarias. TERCERA: Así como uno o varios tributos pueden desbordar la capacidad contributiva del sujeto contribuyente, al mismo resultado puede conducir todo el sistema tributario, ocurriendo ello necesariamente por el excesivo monto de los tributos vigentes, y a veces debido a la violación de los principios constitucionales de legalidad, uniformidad, justicia y no confiscación y, consecuentemente, de derechos fundamentales de la persona humana, lo que finalmente se traduce en un excesivo monto de los tributos. Visto de otra manera, también puede ocurrir que el sistema tributario resulte confiscatorio sin desbordar dicha capacidad contributiva, en cuanto las normas violan los principios de legalidad, uniformidad o justicia y los derechos fundamentales de la persona humana, o que, por el excesivo monto de los tributos vigentes, no solamente tal sistema resulte confiscatorio sino que, además y necesariamente, produzca el referido desborde. En todos estos casos, la Constitución tiene que otorgar a la persona las correspondientes garantías. CUARTA: La violación de los principios de legalidad, uniformidad, justicia y no confiscatoriedad, produce confiscación y puede provocar que el sistema tributario desborde la capacidad contributiva del sujeto contribuyente. En cambio, creemos que a dichos resultados no se llegaría por la violación de los principios de publicidad, obligatoriedad, certeza, economía en la recaudación y no privilegio personal, a pesar de que tal violación determinaría la existencia de normas inconstitucionales. QUINTA: Nuestro Derecho positivo concede al sujeto afectado por violaciones constitucionales en materia tributaria, acciones administrativas y acciones constitucionales. SEXTA: Las acciones administrativas sólo pueden ser intentadas por el contribuyente o por el responsable, y únicamente el primero, con ocasión del cobro de una deuda por un tributo determinado, podría iniciar el correspondiente procedimiento contencioso-tributario, en su fase administrativa y luego en su fase judicial, invocando que el sistema tributario desborda su capacidad contributiva, aún cuando como consecuencia de dicho procedimiento sólo podría obtener un resultado favorable respecto del tributo y hecho imponible en cuestión. Tanto el contribuyente como el responsable podrían invocar, en cambio, si fuera el caso, frente al cobro de un determinado tributo, que el sistema es confiscatorio, pero el resultado favorable sólo sería de aplicación respecto de dicho tributo y del hecho imponible que lo originó. SETIMA: Las garantías constitucionales proveen al sujeto afectado de la posibilidad de interponer la acción 111 de habeas-corpus, la acción de amparo, la acción de inconstitucionalidad y la acción popular. Cuando el sistema tributario desborda la capacidad contributiva y por ello es confiscatorio, en principio el contribuyente sólo podría hacer uso de la acción de amparo. OCTAVA: En teoría, el sistema tributario podría desbordar la capacidad contributiva de todos los sujetos contribuyentes, o ser confiscatorio para todos ellos. Sin embargo, lo usual será que tal desborde o la confiscación afecte a uno o más contribuyentes, pero no a todos, salvo que esta última provenga de la violación de los principios constitucionales de legalidad, uniformidad y justicia. NOVENA: Cuando el sistema tributario desborda la capacidad contributiva de un determinado contribuyente, o éste es afectado por un tributo confiscatorio que no llega a producir tal desborde, lo procedente sería que éste interponga la acción de amparo, acreditando el momento en que su capacidad contributiva ha quedado rebasada por la verificación de uno o más hechos imponibles. En tal caso, sólo quedará amparado respecto de los tributos que son aplicables en razón de tales hechos y sólo por las obligaciones tributarias que éstos han originado. DECIMA: Agotada la jurisdicción interna, quien se considere lesionado en los derechos que la Constitución reconoce, puede recurrir a los tribunales u organismos internacionales constituidos 112 según tratados de los que es parte el Perú. UNDECIMA: Es posible evaluar si un sistema tributario desborda o no la capacidad del contribuyente, para lo cual deben excluirse las contribuciones especiales y las tasas, tomándose en cuenta para ello sólo los impuestos directos y no los indirectos, pues estos últimos al trasladarse no pueden ser confiscatorios, siendo recuperados por el contribuyente vía precio. DUODECIMA: Las sanciones por mora y la indexación del tributo insoluto no deben acumularse a los impuestos directos para efectuar la evaluación del sistema tributario frente al principio de no confiscación. 8. RECOMENDACIONES PRIMERA: Que en la Constitución Política de los países se recoja, en forma expresa, el derecho de accionar cuando uno o más tributos o el sistema tributario desborde la capacidad contributiva del contribuyente. SEGUNDA: Que la legislación que reglamente dicha acción, contemple en forma específica el procedimiento respectivo, señalando los efectos de la sentencia que se expida como consecuencia de la iniciación del mismo. TERCERA: Que la acción sea promovida cuando la capacidad contributiva de un determinado contribuyente es desbordada por la verificación, en un momento dado, de uno o más hechos imponibles. CUARTA: Que el efecto de la sentencia, sólo ampare al contribuyente accionante respecto de los tributos aplicables en razón del hecho o hechos imponibles que motivaron la acción y sólo por las obligaciones tributarias que tales hechos han originado. NOTAS BIBLIOGRAFICAS 1 GIULIANI FONROUGE, Carlos M., Derecho Financiero, Ediciones Depalma, Buenos Aires, 1977, 3a. ed., Vol. I, p. 302. 2 VILLEGAS, Héctor B., Curso de Finanzas, Derecho Financiero y Tributario, Ediciones Depalma, Buenos Aires, 1984, 3a. ed., t. I, pp. 182 y 183. 3 MEDRANO CORNEJO, Humberto, Acerca del principio de legalidad en el Derecho Tributario Peruano, en “Revista del Instituto Peruano de Derecho Tributario”, Industrial Gráfica S.A., Lima, junio 1987, Vol. 12, pp. 3 a 28. 4 HERNANDEZ BERENGUEL, Luis, El principio de legalidad y las medidas extraordinarias que se pueden dictar mediante Decreto Supremo en materia Económica y Financiera, en “Cuadernos Tributarios”, Revista publicada por Asociación Fiscal Internacional (IFA) Grupo Peruano, Industrial Gráfica SA., Lima, octubre 1986, Vol. 1, pp. 7 a 21. 5 LUQUE BUSTAMANTE, Javier, El Impuesto al Patrimonio Neto Personal y los principios constitucionales de imposición fiscal, en “El Impuesto al Patrimonio Neto Personal”, publicado por el Instituto Peruano de Derecho Tributario, Lima, noviembre 1988, pp. 1 a 36. 6 VIDAL HENDERSON, Enrique, El Impuesto al Patrimonio Neto Personal, en “El Impuesto al Patrimonio Neto Personal”, publicación del Instituto Peruano de Derecho Tributario, Lima, noviembre 1988. 7 ZOLEZI MOLLER, Armando, El inciso 20 del artículo 211 de la Constitución y la Tributación, en “Revista del Instituto Peruano de Derecho Tributario,” Industrial Gráfica S.A., Lima, junio 1986, Vol. 10, pp. 15 a 29. 8 VILLEGAS, Héctor B., ob. cit, pp. 179 a 192. 9 GIULIANI FONROUGE, Carlos M., ob. cit., pp. 300 a 309. 10 FLORES ZAVALA, Ernesto, Elementos de Finanzas Públicas Mexicanas, Editorial Porrúa S.A., México, 1978, 20a. ed., pp. 133 a 248. 113 11 GARCIA BELSUNCE, Horacio A., Garantías Constitucionales, Ediciones Depalma, Buenos Aires, 1984, p. 77. 12 GARCIA BELSUNCE, Horacio A., ob. cit., p. 102. 13 COSCIANI, Cesare, Hacienda Pública, Editoriales de Derecho Reunidas, Madrid, 1980, 8a. ed., p. 260. 14 COSCIANI, Cesare, ob. cit., p. 261. 15 COSCIANI, Cesare, ob. cit., p. 262. 16 HERNANDEZ BERENGUEL, Luis, Reclamación al Poder Judicial, en “Cuadernos Tributarios”, Revista publicada por Asociación Fiscal Internacional (IFA) Grupo Peruano, Industrial Gráfica S.A., Lima, julio 1987, Vol. 3, pp. 7 a 17. 17 VIDAL HENDERSON, Enrique, Los Principios Tributarios y la Constitución, Tesis de Bachiller en Derecho, 1972, Perú, p. 163. 18 MERSAN, Carlos A., Derecho Tributario, Paraguay, p. 55. 114