Documentación teórica U.N.E.D. Curso de Práctica Jurídica Derecho Mercantil II. LOS CONTRATOS DE COLABORACIÓN MERCANTIL I.- INTRODUCCIÓN. Con la expresión “contratos de colaboración mercantil” hacemos referencia a aquellos tipos contractuales, legalmente contemplados o no (contratos atípicos), en los que se gestionan intereses ajenos como medio para establecer y obtener la colaboración de un tercero en la realización de determinadas actividades mercantiles de cierta complejidad. En algunas figuras el objeto predominante es la mera realización de una actividad, en cuanto medio que puede dar lugar o no a un determinado resultado (es el caso del contrato de distribución o de la franquicia), bajo el esquema del arrendamiento de servicios, una veces mediante trabajo dependiente y subordinado a las directrices del empresario que contrata la colaboración, y otras mediante independiente. En otras figuras, por el contrario, destaca como objeto la consecución de un resultado concreto, bajo el esquema del contrato de obra (el contrato de comisión mercantil o de agencia, por ejemplo). En todo caso, nos hallamos ante contratos consensuales, esto es, perfeccionados con el mero concurso de oferta y aceptación, así como bilaterales o sinalagmáticos, que generan obligaciones para ambas partes de carácter recíproco, con la consiguiente aplicación del art. 1.124 del C. Cvil en caso de incumplimiento de cualquiera de las partes (cumplimiento o resolución, con indemnización de daños y perjuicios en ambos casos). -2Los contratos de colaboración mercantil más estudiados y conocidos son el “contrato de comisión”, en sus distintas modalidades, el “contrato de concesión o distribución comercial en exclusiva”, el “contrato de agencia”, el “contrato de franquicia” y, también, una figura muy afín a la comisión mercantil y a la agencia, atípica y largamente estudiada por la Jurisprudencia, como es el “contrato de mediación o corretaje”. Igualmente, podemos incluir dentro de este apartado de acuerdos mercantiles de colaboración otros supuestos, como el contrato de “factoring”, que estudiaremos con posterioridad en el apartado de “contratos mercantiles atípicos” o de nueva generación. II.- EL CONTRATO DE COMISIÓN. 1.- Concepto. El Código de Comercio vigente regula con especial detalle el contrato de comisión mercantil en los arts. 244 y siguientes, cuyos preceptos, además de regular supuestos concretos y diferentes modalidades de comisión, constituyen un cuerpo jurídico de aplicación supletoria a otros contratos de colaboración atípicos y generados por la práctica mercantil, provenientes, en su gran mayoría, del Derecho anglosajón (contrato de factoring, merchandising, outsourcing, patrocinio, etc.). El contrato equivalente a la comisión en el Derecho civil es el “mandato”, regulado en los arts. 1709 y siguientes del C. Civil, aplicables de manera supletoria al tipo contractual mercantil en todo lo no expresamente previsto por el C. Com. Como veremos, existen algunos supuestos concretos de aplicación de normas civiles sobre mandato a la comisión mercantil. -3No encontramos una definición legal de contrato de comisión, limitándose el art. 244 del C. Com a señalar cuando el mandato, que es la figura contractual propia del Derecho Civil, adquiere naturaleza mercantil. En todo caso, de este precepto cabe deducir las siguientes características esenciales de la comisión: a) Es un mandato, por el que un sujeto, que llamamos “comisionista”, se obliga a prestar algún servicio o hacer laguna cosa por cuenta o encargo de otra, “comitente”. b) El objeto de la comisión, como elemento diferenciador del mandato civil, es la realización, por el comisionista, de actos de comercio. En este sentido, debe distinguirse la comisión, propiamente dicha, de lo que es el acto o negocio jurídico que el comisionista debe realizar por encargo del comitente, generador de relaciones externas con terceros con las consecuencias y régimen jurídico que posteriormente veremos. c) Alguno de los sujetos que son parte del contrato ha de tener la condición de comerciante, ya sea el comitente o el comisionista. Como vemos, esta exigencia choca frontalmente con el carácter objetivo del concepto de “acto de comercio” que regula el art. 2 del C.Com. d) La relación interna que se establece entre comitente y comisionista no es duradera o de “tracto sucesivo”, sino instantánea o de “tracto único”, y se agota con la perfección y consumación del concreto acto de comercio objeto de comisión. e) Finalmente, cabe decir que nos hallamos ante un contracto consensual y sinalagmático, diferenciado, además, del mandato civil, en el hecho de que éste es gratuito, salvo pacto en contrario (art. 1.711 Código Civil), mientras que la -4comisión mercantil es naturalmente onerosa, salvo que las parte acuerden otra cosa (art. 277 C. Com). 2.- Las dos modalidades generales de comisión mercantil. El comisionista siempre actúa por cuenta ajena al ejecutar el encargo recibido, pero puede hacerlo de dos formas: a) Contratando con terceros en nombre propio, en cuyo caso no tiene que declarar quién sea su comitente, quedando obligado de un modo directo, como si el negocio fuese suyo. En las relaciones externas con los terceros con quienes contrate, quedará vinculado exclusivamente el comisionista, de modo que aquéllos no tendrán acción contra el comitente, ni éste contra aquéllos, con independencia, claro está, de las relaciones internas entre comitente y comisionista (art. 246 C. Com). b) Contratando en nombre de su comitente, en cuyo caso deberá manifestarlo, y si el contrato fuere por escrito, expresarlo en el mismo o en la atefirma, declarando el nombre, apellido y domicilio de dicho comitente. En tal caso, las relaciones externas con terceros se producen directamente entre el comitente y aquellos con quienes el comisionista contrate, quedando éste al margen, siempre que se admita o acredite la existencia de la comisión, en caso de que el comitente la negare, y con independencia de las relaciones internas entre comitente y comisionista (art. 247 C. Com.). 3.- Nacimiento del contrato. No nos hallamos ante un “contrato formal”, por lo que basta el mero concurso de oferta y aceptación para el nacimiento del contrato de comisión, aún de forma verbal. El consentimiento de ambas partes, en general, debe ser expreso, aunque se entiende tácitamente aceptada la comisión siempre que el -5comisionista efectúe alguna gestión, en el desempeño del encargo que le hizo el comitente, que no se limite a rechazar el mismo (art. 249 C. Com.). El comisionista, aun en el caso de que fuera un empresario dedicado específicamente a la actividad de la comisión, no tiene obligación de aceptar el encargo hecho por el comitente, pero si desea rechazarlo tiene la carga de comunicarlo al comitente por el medio más rápido posible y confirmarlo inmediatamente por correo, custodiando y conservando diligentemente los efectos recibidos del comitente, hasta ser sustituido o que los tribunales se hagan cargo de los mismos. Ello no significa, naturalmente, que si el comisionista no procede del modo anterior deba entenderse tácitamente celebrada la comisión, pues, como hemos dicho, sólo existe contrato con el consentimiento de ambas partes, y, por parte del comisionista, únicamente se entiende el mismo prestado cuando realice alguna gestión o actividad propia del encargo recibido del comitente. La única consecuencia de no verificar la carga anterior, impuesta en aras de la seguridad del tráfico mercantil, es responder de los daños y perjuicios que se originen al comitente (art. 248 C. Com.). 4.- Obligaciones del comisionista. Fundamentalmente, y con independencia de lo que las partes, con arreglo al principio de la autonomía de la voluntad, puedan añadir, son las que a continuación es detallan. 4.1.- Cumplimiento del encargo. La primera y esencial obligación del comisionista es, lógicamente, cumplir el encargo recibido del comitente, llevando a cabo el negocio jurídico objeto de ejecución o realización. Según el art. 252 del C. Com., la falta de -6cumplimiento del encargo determinará la obligación de indemnizar los daños y perjuicios provocados al comitente, salvo que hubiere causa legal que hubiere impedido la ejecución del negocio jurídico objeto de realización (pensemos, por ejemplo, en un falta de licencia administrativa). Debe destacarse que, debido el carácter “intuitu personae” del tipo de contrato estudiado, el encargo debe realizarse personalmente por el comisionista, sin perjuicio de la posibilidad de utilizar dependientes, para aspectos puntuales, con arreglo a la costumbre general del comercio (art. 261 C. Com.). Excepcionalmente, el comisionista puede delegar por completo en un tercero su actividad, siempre y cuando el comitente lo haya autorizado expresamente (“subcomisión”), en cuyo caso el comisionista responderá de la actuación del sustituto si quedó a su elección la designación del mismo (art. 262 C. Com.). La obligación de cumplir el encargo recibido del comitente puede quedar suspendida, a voluntad del comisionista, en los supuestos en que éste precise de una provisión de fondos, hasta que le sea efectuada (arts. 250, párrafo primero, y 251 del C. Com.); cuando haya invertido la recibida y el comitente rechace remitirle nuevos fondos, hasta que los reciba (art. 250, párrafo segundo, del C.Com.); cuando, aunque se haya pactado el anticipo o suplido de fondos por el comisionista, el comitente atraviese una situación de concurso (art. 251 C. Com.), y cuando el comisionista considere que, por accidente no previsto, sea arriesgado o perjudicial el cumplimiento de las instrucciones recibidas, en cuyo caso deberá comunicar al comitente en motivo de su conducta por el medio más rápido (art. 255, párrafo segundo, inciso 2º, del C. Com.). Por otra parte, el modo de cumplimiento del encargo encomendado por el comitente permite distinguir entre la comisión “imperativa”, la “indicativa” y la “facultativa”, en el siguiente sentido: -7- La comisión es “imperativa” cuando el comitente especifica al comisionista con detalle los términos del negocio jurídico de ejecución, en cuyo caso el comisionista deberá consultar al comitente todo aquello que no haya sido previsto y prescrito expresamente por éste, siempre y cuando la naturaleza del negocio jurídico lo permita (art. 255, párrafo primero, del C.Com.). Si no fuere posible la consulta, deberá proceder conforme a la prudencia y a los usos de comercio, cuidando del negocio como propio (art. 255, párrafo segundo, inciso primero, del C. Com.). En este tipo de comisión, si el comisionista se ajusta a las instrucciones recibidas, quedará exento de responsabilidad frente al comitente (art. 254 C. Com.). En caso de vulneración legal, ambos, comisionista y comitente, compartirán la responsabilidad que corresponda (art. 259 C. Com.). - La comisión es “indicativa” cuando el comitente determina algunos extremos del negocio de ejecución, dejando el resto a la prudencia del comisionista y a los usos de comercio, en cuyo caso éste deberá obrar como si se tratarse del negocio propio (art. 255, párrafo segundo, inciso 1º, del C. Com.). En todo caso, el comisionista nunca puede contradecir una instrucción expresa del comitente, so pena de responder de todos los daños y perjuicios que origine la desobediencia (art. 256, párrafo primero, del C. Com.), lo que también ocurrirá en caso de malicia (mala fe) o abandono del comisionista. - Finalmente, la comisión es “facultativa” cuando el comitente autoriza al comisionista para obrar a su arbitrio, ateniéndose a la -8prudencia y a los usos de comercio y cuidando del negocio como si fuese propio (art. 255, párrafo segundo, del C. Com.). En todo caso, con independencia del tipo de comisión de que se trate (imperativa, indicativa o facultativa), existen ciertas actividades vedadas al comisionista sin la autorización expresa del comitente, como son, en primer lugar, concertar una operación a precios o condiciones más onerosas que las corrientes en el lugar a la fecha en que se hizo, ni siquiera alegando que al mismo tiempo y en circunstancias similares hizo operaciones por su cuenta (art. 258 C.Com.); en segundo lugar, dar a los fondos recibidos del comitente un destino distinto del cumplimiento de la comisión o encargo recibido (art. 264 C. Com.), y, finalmente, prestar o vender a crédito o a plazos (art. 270 C. Com.). Asimismo, en el cumplimiento de su encargo, el comitente deberá recabar la autorización expresa de los tribunales ordinarios de justicia para vender aquellos efectos que sufriesen peligro de menoscabo, a fin de salvar parte de su valor (art. 269 del C. Com.). Este supuesto especial se halla procesalmente regulado, como expediente de jurisdicción voluntaria, en el art. 2.161 de la L.E.C. 1881, vigente, como sabemos, con carácter provisional, hasta que se apruebe la Ley de Jurisdicción Voluntaria a que alude la Disposición Final 18ª de la L.E.C. 1/2000. Igualmente, durante la ejecución del encargo recibido, el comisionista asume los riesgos del dinero que tenga en su poder por razón de la comisión (art. 257 C. Com.), así como de los efectos y mercaderías que recibiere, debiendo conservarlos en el estado en que los recibió, salvo que se pierdan o menoscaben por caso fortuito, fuerza mayor, transcurso de tiempo o vicio propio de la cosa o mercadería (arts. 265 y 266 del C. Com.). El comisionista deberá evitar, finalmente, la confusión entre los géneros de distintos comitentes que tuviere en su poder (art. 268 C. Com.), -9respondiendo de los perjuicios derivados de la omisión o demora en la cobranza de los créditos de su comitente (art. 273 C. Com.). 4.2.- Deber de información. Junto con el cumplimiento del encargo, otra obligación esencial del comisionista es informar al comitente sobre las noticias que interesen al buen éxito de la negociación, a fin de que pueda éste emitir las instrucciones adecuadas. En concreto, el comisionista debe participar al comitente de la celebración del contrato objeto de comisión, por el correo del mismo día o del siguiente a su celebración, con indicación de los nombres de los compradores en caso de que se trate de ventas a plazo debidamente autorizadas, bajo pena de entenderse venta al contado si no facilita esta información (arts. 260 y 271 C. Com.). 4.3.- Rendición de cuentas. Finalmente, el comisionista deberá rendir y liquidar las cuentas de las cantidades que haya recibido para la comisión, con relación a sus libros, de forma especificada y justificada, reintegrando al comitente el sobrante a su favor, en el plazo y forma que éste le prescriba. En caso de morosidad en el reintegro, el comisionista deberá abonar el interés legal, pero si se atiene a las instrucciones del comitente en la devolución, serán de cargo de éste el quebrando y el extravío que puedan sufrir los fondos sobrantes (art. 263 del C. Com.). - 10 5.- Obligaciones del comitente. Por su parte, el comitente tiene a su cargo las siguientes obligaciones: a) Efectuar provisión de fondos al comisionista (ya sea de dinero o mercaderías, según los casos), como obligación previa a que éste inicie el desempeño de la comisión, así como reponerla cuando se hayan invertido los fondos entregados (art. 250 C.Com.). Si no cumple esta obligación, como hemos dicho, el comisionista podrá suspender el desempeño de la comisión, salvo que haya pactado anticipar o suplir los fondos (art. 251 C. Com.). b) Igualmente, el comitente deberá abonar al comisionista la retribución o premio contractualmente pactado, salvo que la comisión sea expresamente gratuita (art. 277, párrafo primero, del C.Com.). La retribución suele consistir, en la práctica, en un determinado porcentaje sobre los fondos obtenidos en la ejecución de la operación objeto de comisión. No parece que nos hallemos, en todo caso, ante un elemento esencial del contrato, cuya ausencia determine su nulidad o ineficacia, ya que, a falta de acuerdo expreso sobre este punto, el art. 277 del C.Com. establece que el premio de la comisión deberá fijarse con arreglo al uso y práctica mercantil de la “plaza” (lugar) donde se ejecute la comisión. Es importante señalar que el derecho a la retribución del comisionista nace cuando se realiza la operación o negocio jurídico objeto de comisión, no bastando, por tanto, el mero perfeccionamiento del contrato, sino que también es necesaria su consumación. Por ello, es frecuente incluir la cláusula “salvo buen fin” en los contratos de comisión, a la hora de regular el pago de la comisión, sin perjuicio de que, con arreglo a reiterada Jurisprudencia, la falta de consumación del acto encomendado no puede frustrar el derecho del comisionista a recibir su - 11 retribución, si es imputable al incumplimiento o actuación negligente del comitente. c) Asimismo, el comitente deberá reembolsar al comisionista los gastos y desembolsos que hubiere efectuado, al contado y según la cuenta justificada que le presente, con el interés legal desde que los hiciese hasta el reintegro (art. 278 C. Com.). Así lo ha señalado reiterada Jurisprudencia, como es el caso de las SSTS, Sala 1ª, de 19 de febrero de 1976, 28 de septiembre de 1981, 21 de junio de 1991, 1 de octubre de 1996, etc. d) Finalmente, el comitente deberá asumir los efectos del contrato celebrado por el comisionista con el tercero, a salvo del derecho de repetir contra el comisionista por faltas u omisiones al cumplir la comisión (art. 253 del C. Com.). Se trata de una obligación del comitente frente al comisionista, perteneciente a la esfera interna del contrato e independiente de que el comisionista haya actuado en nombre y representación de aquél o en nombre propio. 6.- Privilegios del comisionista. El art. 276 del C. Com. reconoce al comisionista dos especiales privilegios: a) En primer lugar, el derecho a retener los efectos que se le hayan entregado, afectándolos al pago de su comisión, anticipos y gastos efectuados, sin que se le pueda desposeer de los mismos hasta abonarle tales conceptos. Se trata de un “derecho de retención” que también contempla el C. Civil para el mandato en su art. 1.730. b) En segundo lugar, el derecho de preferencia o prelación para que esas cantidades le sean pagadas con el producto de dichos géneros, mientras que - 12 estén en su poder o a su disposición, con prevalencia sobre los demás acreedores del comitente, salvo el crédito del porteador por el precio del transporte de esos efectos y gastos hasta su entrega (art. 375 C.Com.), frente al que no existe es preferencia. 7.- Extinción del contrato de comisión. Además de las causas ordinarias de extinción de los contratos, la comisión mercantil se extingue por la muerte o inhabilitación del comisionista, pero no por las del comitente, en razón del carácter “intuitu personae” de este contrato respecto de aquél (art. 280 C. Com.). Asimismo, la comisión es libremente revocable por el comitente, en cualquier estado del negocio, comunicando al comisionista la revocación y sin que sus efectos alcancen las actuaciones anteriores a tal comunicación (art. 279 del C. Com.). No obstante, la Jurisprudencia admite el pacto de irrevocabilidad de la comisión durante un determinado plazo (al igual que ocurre con el mandato), entendiéndose que, con independencia del pacto establecido entre las partes, la comisión es irrevocable en todo caso cuando se haya establecido en interés común de comitente y comisionista o, en general, cuando exista justa causa para ello. Por el contrario, a diferencia de lo que ocurre con el mandato civil (art. 1.732.1º C. Civ), el comisionista no puede denunciar la comisión o abandonarla unilateralmente una vez aceptada (art. 252 C. Com.), respondiendo de los daños y perjuicios que genere en caso de proceder indebidamente de este modo (art. 256 C. Com.). - 13 8.- Supuestos especiales de comisión. 8.1.- Comisión de compra y venta. Aunque la comisión mercantil puede tener por objeto la realización por cuenta ajena de cualquier clase de actos u operaciones de comercio, la mayor parte de los preceptos que el C. Com. dedica a la comisión, se refieren a la que tiene por objeto la celebración de compras y ventas, bien sea de bienes muebles o inmuebles. Con independencia de las especialidades legales que posteriormente veremos, el problema fundamental que plantea este tipo de comisión es la forma en que la propiedad se transmite, en aquellos casos en los que el comisionista contrata por cuenta ajena pero en nombre propio (si contrata en nombre del comitente no se plantea problema alguno en este sentido, como es obvio), ya que una interpretación literal del art. 264 del C. Com. podría llevarnos a pensar que es necesario que el comisionista adquiriese la propiedad de las mercaderías a vender (comisión de venta) y que igualmente adquiriese la propiedad de las que compra en cumplimiento de la comisión (comisión de compra), generándose, así, una doble transmisión de la propiedad. Sin embargo, la Doctrina, en su inmensa mayoría (GUILLERMO J. JIMÉNEZ SÁNCHEZ, RODRIGO URÍA, etc.)., rechaza esta interpretación, porque contradice los intereses reales que subyacen al contrato, según los cuales el comisionista no adquiere para sí, sino para el comitente. Por ello, se entiende que se produce una sola transmisión de la propiedad del comitente y al tercero y viceversa. Sin perjuicio de ello, debemos tener en cuenta que la comisión de compra o venta se somete expresamente al siguiente régimen de prohibiciones: - 14 a) En primer lugar, está proscrita la llamada “autoentrada” del comisionista sin la autorización expresa del comitente, con arreglo a lo dispuesto en el art. 267, párrafo primero, del C. Com. (a ello nos referiremos posteriormente). b) Igualmente, el comisionista no puede alterar las marcas de los efectos comprados o vendidos por cuenta ajena (art. 267, párrafo segundo del C. Com.). c) Tampoco puede el comisionista vender a plazos o al fiado sin la autorización del comitente. Si media esa autorización, el comisionista tendrá la obligación de comunicar al comitente los nombres de los compradores, bajo pena de que la venta se entienda al contado (arts. 270 y 271 C. Com.). 8.2.- Comisión de garantía. Por regla general, el comisionista no responde del incumplimiento del contrato de ejecución de la comisión por parte del tercero, aunque dependa de ello el derecho a cobrar su retribución, como hemos señalado (es necesario tanto la perfección como la consumación del contrato objeto de comisión). Sin embargo, puede ocurrir que, cuando la comisión tenga por objeto la venta de mercaderías, el comisionista perciba, además de su comisión ordinaria, otra llamada “de garantía”, en cuyo caso correrán de su cuenta los riesgos del cumplimiento de la venta, quedando obligado a satisfacer al comitente el producto de la venta en los mismos plazos pactados con el comprador (art. 272 C. Com.). El precepto anterior viene expresamente referido a la comisión de venta, pero ello no significa que pueda ser aplicable a cualquier otro tipo de comisión si así lo pactan las partes. Un precepto paralelo al anteriormente citado existe en el caso de los operadores por cuenta ajena en mercados de valores, los cuales - 15 responden ante su comitente de la entrega de los valores y del pago del precio (art. 41 de la Ley de Mercado de Valores). En la llamada “comisión de garantía”, el comisionista no puede oponer al comitente el beneficio de la división y excusión, pero sí las excepciones personales que tuviere el tercero, habiendo admitido la Jurisprudencia la condena conjunta y solidaria de comisionista y tercero en caso de incumplimiento de este último. En todo caso, si el comisionista de garantía ha actuado en nombre del comitente y, como consecuencia del incumplimiento del tercero o comprador, tiene que atender a la garantía, queda automáticamente subrogado en la posición del comitente para poder repetir frente al tercero, lo cual ni siquiera es necesario cuando haya actuado en nombre propio. 8.3.- la “autoentrada” o “autocontratación” del comisionista. Como sabemos, la figura de la “autocontratación” está expresamente admitida en nuestro ordenamiento jurídico tanto por la Doctrina como por la Jurisprudencia, excepto en aquellos supuestos en los que puede existir conflicto de intereses o pueden perjudicarse intereses de terceros. En este sentido, se prohíbe, con carácter general, la llamada “autoentrada” de comisionista, es decir, que éste compre para sí lo que se la haya mandado vender, o que venda para sí lo que se le haya mandado comprar, sin la autorización expresa del comitente. Igualmente, queda vedada la llamada “aplicación” de comisiones de compra y venta cruzadas que el mismo comisionista tuviese recibidas, de forma que, sin la autorización del comitente, tampoco podrá aquél comprar o vender para otro lo que se le hubiere encargado vender o comprar (art. 267 del C. Com.). En todo caso, debemos tener en cuenta que, aunque tenga lugar la “autoentrada” o la “aplicación” de comisiones de compra y venta cruzadas sin la - 16 autorización expresa del comitente, las mismas pueden ser objeto de posterior ratificación expresa o tácita, con arreglo a lo dispuesto en el art. 1.727, párrafo 2º, del Código Civil, o convalidadas por haberse obtenido en condiciones más favorables para el comitente que las señaladas por éste (art. 1.715 del Código Civil). Finalmente, y a pesar de las dudas que se han planteado al respecto, la práctica unanimidad de la Doctrina entiende actualmente que, en los casos de “autoentrada” o “aplicación” autorizadas, ratificadas o convalidadas por el comitente, el comisionista mantiene el derecho a cobrar su comisión o premio (cuando el contrato objeto de comisión se haya consumado), puesto que de ese modo habrá cumplido la comisión realizando el negocio objeto del encargo. 8.4.- Comisión de transporte. La comisión de transporte es aquella en la que tiene por objeto la celebración, por el comisionista, de un contrato de transporte por cuenta de su comitente. Este tipo de comisión ha sido objeto de especial atención por el legislador dada su frecuente utilización, siendo actualmente una actividad profesionalmente asumida por las agencias de viaje o comisionistas de transporte. El comisionista de transporte ha de contratar cumpliendo las obligaciones propias del cargador en el transporte terrestre o marítimo y, si actúa en nombre propio, responderá de ellas frente al porteador (art. 275 C. Com.). Cuando la comisión incluya, además de la contratación del transporte de los efectos, la contratación de su seguro, el comisionista será responsable de los riesgos que sobrevengan si, disponiendo de provisión de fondos o habiéndose comprometido a anticiparlos, no concierta el seguro, ni avisa inmediatamente al comitente de la imposibilidad de contratarlo (art. 274 del C. Com.). - 17 En todo caso, debemos distinguir el supuesto de que la contratación del transporte y, eventualmente, del seguro, sea un pacto complementario o accesorio de otra comisión (de venta, de compra o de cualquier otra clase) por la que el comisionista tenga que remitir a otro punto los efectos puestos a su disposición, del caso en el que el contrato de transporte constituya el contenido principal de la comisión. En el primer supuesto (transporte accesorio), la Jurisprudencia ha señalado reiteradamente que el comisionista únicamente estará obligado a contratar el transporte, pero sin asumir la garantía de la ejecución, mientras que, en segundo caso (transporte como objeto principal de comisión), verdadera “comisión de transporte”, serán de aplicación los arts. 378 y 379 del C. Com., de tal forma que el comisionista estará obligado a llevar un registro especial, con determinadas formalidades, subrogándose en las obligaciones, responsabilidades y derechos del porteador. El régimen jurídico correspondiente a la verdadera “comisión de transporte” (transporte como objeto principal del encargo recibido por el comitente) es el aplicable a las llamadas “agencias de viaje” o “comisionistas de transporte”, dedicados profesionalmente a esta actividad, que actúan generalmente por cuenta de los transportistas o viajeros. III.- EL CONTRATO DE AGENCIA. 1.- Concepto y regulación legal. Figura muy cercana al contrato de comisión, aunque con las diferencias y características especiales que estudiaremos, es el llamado “contrato de agencia”, de frecuente utilización en la práctica y de carácter atípico hasta la aprobación de la norma jurídica especial que lo regula, la Ley 12/1992, de 27 de mayo, creada y sancionada, en su momento, para trasponer al ordenamiento jurídico - 18 español la Directiva 86/653/CEE, de 18 de diciembre, sobre agentes comerciales independientes. Debe destacarse el carácter imperativo de todos los preceptos que regulan este tipo contractual, salvo disposición expresa en contrario, como se desprende de lo dispuesto en el art. 3 de la Ley 12/1992. Esta norma es aplicable a todo tipo de contrato de agencia, a excepción de la actividad desarrollada por los agentes mediadores que actúen en mercados secundarios oficiales o reglamentados de valores, que se rigen por la normativa especial establecida en la Ley de Mercado de Valores. El art. 1 de la mencionada Ley 12/1992, define esta figura como aquél contrato por el que “una persona natural o jurídica, denominada agente, se obliga frente a otra de manera continuada o estable a cambio de una remuneración, a promover actos u operaciones de comercio por cuenta ajena, o a promoverlos y concluirlos por cuenta y en nombre ajenos, como intermediario independiente, sin asumir, salvo en contrario, el riego y ventura de tales operaciones”. La función económica de este contrato es, por tanto, cubrir la necesidad de ampliar con carácter permanente la clientela del empresario, evitando la carga que supone el sueldo fijo de un empleado situado en un emplazamiento distinto de la empresa. Con este fin, se establece una colaboración estable con el agente, de carácter indefinido o por tiempo determinado. Se trata, por tanto, de un contrato “consensual”, nacido del mero acuerdo de voluntades, oneroso, ya que los servicios del agente son siempre remunerados y, además, sinalagmático o generador de obligaciones recíprocas. - 19 2.- Características esenciales y diferencias con el contrato de comisión. De la definición o concepto legal de “contrato de agencia”, podemos extraer cuáles son sus características propias o esenciales, y sus diferencias con la cercana figura del “mandato mercantil”: a) En primer lugar, debe destacarse que el agente es un intermediario que actúa, promoviendo operaciones de comercio o, además, concluyéndolas, de manera independiente. En este sentido, cualquier nota de “dependencia” excluye la calificación del contrato como “agencia” y la aplicación de su ley especial, cuyo art. 2.1 establece que “no se considerarán agentes los representantes y viajantes de comercio dependientes ni, en general, las personas que se encuentren vinculadas por una relación laboral, sea común o especial, con el empresario por cuya cuenta actúan”. Como señala el art. 5.1 de la Ley 12/1992, el agente debe realizar el encargo recibido “por sí mismo o por medio de sus dependientes”, pudiendo, incluso, actuar por medio de “subagentes”, aunque con la autorización expresa del empresario y respondiendo en todo momento de su gestión (art. 5.2 de la Ley 12/1992). La “independencia” del agente radica, según se desprende del art. 2.2 de la Ley 12/1992, en la capacidad del agente de organizar su actividad profesional “conforme a sus propios criterios”, esto es, en su capacidad de autoorganización, utilizando recursos humanos y materiales propios, sin perjuicio de posibles instrucciones del empresario que afecten a su independencia. b) Por otra parte, la actividad del agente es, en principio, meramente negociadora o de promoción de actos u operaciones de comercio, pudiendo sólo asumir su conclusión (perfección del contrato) en nombre y representación del empresario, cuando expresamente haya sido autorizado por éste. - 20 Esta característica diferencia al “agente” del “comisionista”, ya que, como hemos visto anteriormente, este último no sólo debía asumir la obligación de promover los actos encomendados, sino, incluso, de perfeccionarlos. c) Por otra parte, el agente comercial no actúa por cuenta propia, sino ajena (ya sea para uno o varios empresarios), promoviendo o concluyendo los actos u operaciones encomendados siempre en nombre del empresario principal. Recordemos que, en el contrato de “comisión”, el comisionista podía actuar tanto en nombre propio como en el del “comitente” (aunque siempre por cuenta de éste), lo, que como vemos, no ocurre con el “agente”, que debe siempre actuar en el tráfico en nombre del empresario que lo contrato. d) Asimismo, otra característica esencial de este tipo de contrato es su vocación de durar en el tiempo como relación estable entre el “agente” y el empresario principal. Esta es, quizás, la nota más clara que diferencia el contrato de agencia del de comisión, ya que, en este último, la colaboración mercantil es esporádica y aislada, agotándose con la realización del acto o actos de comercio concretos y determinados que el comitente haya encomendado. Como dice la Exposición de Motivos de la Ley 12/1992, “a la colaboración aislada y esporádica para contratar, característica del comisionista, se opone la colaboración estable o duradera propia del agente, merced a la cual promueve o promueve y concluye éste en nombre y por cuenta del principal contratos de la más variada naturaleza”. Como veremos, la vocación de duración de este tipo de contrato se refleja en las especialidades legales sobre su plazo de duración y extinción, que posteriormente analizaremos. - 21 e) Finalmente, la última nota característica del contrato de agencia es su carácter oneroso o retribuido a favor del “agente”, hasta el punto de que si las partes no han pactado nada a este respecto, no debe concluirse que el contrato es “gratuito” o “nulo” por falta de elementos esenciales, sino que debe fijarse la remuneración con arreglo a los usos comerciales. Posteriormente veremos los sistemas legales de remuneración del agente así como sus características, regulación y efectos. 3.- Elementos del contrato. 3.1.- Elementos subjetivos. Como se desprende de lo ya señalado, son dos: el empresario, por un lado, y el “agente”, persona natural o jurídica contratada de manera estable por aquél, para promover y, en su caso, concluir, actos u operaciones de comercio en su nombre y por cuenta del mismo, a cambio de retribución. En principio, ninguno de los intervinientes en este contrato requiere cualidad alguna especial para su validez (a salvo su condición de comerciantes o empresarios, a efectos de calificación del contrato), que no depende de que el agente deba inscribirse o no en algún registro administrativo o corporativo, debido a que cualquier empresario puede realizar libremente esta función, como ya tuvo ocasión de señalar, entre otras, la Sentencia del Tribunal de Justicia de las Comunidades Europeas de 13 de julio de 2000 (TJCE 2000\176). 3.2.- Elementos objetivos. Como elementos objetivos de este contrato debe destacarse, en primer lugar, el propio ejercicio de la agencia, con las especialidades relativas a posibles pactos de exclusiva o de garantía, y, también, su remuneración o pago - 22 de los servicios del “agente”, con las especialidades que seguidamente analizamos. 3.2.1.-Ejercicio de la agencia. 3.2.1.1.- Obligación de medios, ejercitada de manera independiente y sobre los actos u operaciones encomendados. Como ya hemos señalado anteriormente, la función principal del agente es la de promover por cuenta ajena o, además, concluir actos u operaciones de comercio en nombre y por cuenta del empresario que lo contrató, de manera estable e independiente, a cambio de remuneración y sin asumir, salvo pacto en contrario, el riesgo y ventura de las operaciones. Ya hemos analizado anteriormente la necesidad imperativa de que el agente actúe de manera independiente, así como los elementos que definen esa “independencia” respecto del empresario principal; en otro caso, no nos encontraremos ante un verdadero “contrato de agencia”. A este respecto, nos remitimos a lo ya señalado con anterioridad. Debemos destacar que la promoción o conclusión continua y estable de actos de comercio por cuenta y/o en nombre del empresario principal, representa claramente una obligación de medios y no de resultado, ya que, según el art. 9.2. a) de la Ley 12/1992, el agente debe ocuparse con la diligencia de un ordenado empresario de la promoción y, en su caso, conclusión de las operaciones encomendadas, por lo que, con independencia de cuál sea el resultado, su misión consiste en poner con diligencia todos los medios a su disposición para cumplir con las expectativas de su colaboración empresarial estable. - 23 En definitiva, con independencia de que la comisión del agente sólo se devengue, como veremos, cuando el acto u operación de comercio se ejecute por completo o debiera ejecutarse por el empresario principal, éste no puede rehusar el pago de ninguna comisión sobre la base de considerar que el agente no ha obtenido un determinado resultado de ventas o conclusión de operaciones encomendadas, siempre y cuando éste hubiera actuado con diligencia. Por ello, la semejanza del contrato de agencia con el esquema del “arrendamiento de obra”, como contrato de resultado, sólo tiene lugar en lo que se refiere al nacimiento y exigibilidad de la retribución variable (comisión) del “agente”, anudada a la conclusión y posterior ejecución del acto de comercio objeto de agencia, pero sin que ello signifique que el empresario pueda negar el pago de la cantidad fija o de la comisión devengada por entender que el agente no ha alcanzado el resultado esperado. Aun así la Jurisprudencia admite para otro tipo de contratos de colaboración claramente incluidos en el esquema de “arrendamiento de servicios”, como contrato de medios (así ocurre, por ejemplo, en el caso del contrato de distribución), la posibilidad de que las partes fijen un objetivo mínimo cuya vulneración faculte al principal para la resolución unilateral del contrato. Por otra parte, la expresión “actos u operaciones de comercio” que contiene el art. 1 de la Ley 12/1992, como objeto del ejercicio de la agencia, no debe interpretarse en el sentido estricto de “acto de comercio” recogido en el art. 2 del C. Com., según ha señalado reiteradamente la Doctrina. Las posibilidades, en este punto, son infinitas, y tanto puede tratarse de operaciones de comercio reguladas en el propio Código de Comercio o análogas, como otras no contempladas legalmente y que, en teoría, podrían formar parte de este tipo de contrato. - 24 Lo más usual en la práctica es la llamada “agencia inmobiliaria”, esto es, aquél contrato en el que se encomienda al “agente” la promoción y, en su caso, conclusiones de compraventas de bienes inmuebles urbanizados por el empresario principal, pero también existen otras agencias cuyo objeto es la compraventa de muebles o mercaderías, o, incluso, la celebración de contratos de arrendamiento. En todo caso es importante señalar que, como se desprende del art. 5.1 de la Ley de Contrato de Agencia, el agente debe limitarse a promover y, en su caso, concluir el tipo de actos u operaciones que expresamente se le hubieren encomendado, sin actuar fuera del área geográfica concedida por el empresario. 3.2.1.2.- Uso de dependientes y subagentes. Por otra parte, el agente puede servirse, en el desempeño de su actividad, tanto de dependientes o empleados suyos, como, también, de “subagentes”, siempre que, en este último caso, mediare autorización expresa y previa del empresario, respondiendo el agente, en todo caso, de su gestión (art. 5.2 de la Ley de Contrato de Agencia). La nota diferencial entre el “dependiente”, para cuyo uso el agente no requiere requisito alguno, y el “subagente”, que debe ser expresamente autorizado por el empresario, es, nuevamente, la independencia. Mientras el “dependiente” es un mero empleado del agente, con el que mantiene una relación laboral, el “subagente” es un empresario independiente de aquél, con el que se concierta un nuevo contrato de agencia o “subcontrato de agencia”, sometido a la misma regulación y normativa que la relación establecida entre el agente y el empresario principal. - 25 3.2.1.3.- Modalidades de agencia: con y sin representación. Como ya hemos señalado anteriormente, a falta de pacto, el agente se limita a la promoción de los actos u operaciones encomendados, en nombre propio y por cuenta del empresario principal (art. 6 de la Ley 12/1992). Sin embargo, las partes pueden pactar expresamente que el agente, además, se ocupe de concluir los actos encomendados, esto es, de perfeccionar con terceros los contratos objeto de agencia, para lo cual es necesario que el empresario le otorgue su representación, a fin de que el agente actúe en su nombre y por cuenta del mismo. La diferencia entre ambos tipos de agencia es, simplemente, el modo de prestar el consentimiento contractual para la perfección del acto encomendado. En este sentido, la labor de promoción del agente, que debe identificarse siempre en el tráfico jurídico como tal y actuar por cuenta y en nombre del empresario individual, no sólo se limita a buscar terceros contratantes para la perfección del acto u operación comercial de que se trate, sino, también, a concertar con ellos los términos del contrato, con arreglo a las instrucciones del empresario. Lo que ocurre es que, si el “agente” no tiene poder de representación, no puede obligar con su firma al principal, de manera que faltará el mero consentimiento de éste para el perfeccionamiento. En todo caso, debemos tener en cuenta que la falta de representación del agente o el exceso en los límites del poder conferido al mismo, no supone la ineficacia automática del contrato celebrado por éste con un tercero, en nombre del empresario principal. La Doctrina señala que, en este caso, resulta aplicable por analogía lo dispuesto en el art. 247, párrafo 2º, del C. Com., de forma que el agente quedaría obligado directamente con el tercero, sin responsabilidad alguna para el principal, en los casos en que éste niegue la representación y aquél no consiga acreditarla. - 26 - Por último, como veremos, independientemente de que el “agente” tenga o no atribuida la representación del empresario, su actividad no se agota con la mera promoción y, en su caso, perfección de los actos encomendados, sino que, además, asume otro tipo de obligaciones relacionadas con su ejecución o consumación, tales como la entrega de bienes, cuando lo promovido sea una compraventa, o la realización de gestiones de cobro o asunción de reclamaciones de terceros, en los términos que posteriormente veremos. 3.2.1.4.- Exclusiva. Con carácter general, podemos diferenciar dos tipos de exclusiva en el contrato de agencia: “exclusiva a favor del empresario” y “exclusiva a favor del agente”. a) Exclusiva a favor del empresario. Normalmente, el agente puede actuar por cuenta de uno o de varios empresarios, a través de varios contratos de agencia, salvo que ello implique el desempeño de una actividad relacionada con bienes o servicios que sean de igual o análoga naturaleza y que concurran o compitan con aquéllos cuya contratación se hubiera obligado a promover (art. 7 de la Ley 12/1992). Sin embargo, el legislador permite el pacto en contrario, esto es, la exclusividad a favor del “empresario”, que obligue al “agente” a no contratar con ningún tercero la promoción y, en su caso, conclusión de actos u operaciones de comercio, competitivos y concurrentes o no con los que se ha obligado a promover y/o concluir. A mi entender, es necesario que este pacto de exclusiva se limite a un área geográfica determinada o aun concreto grupo de personas, dado que, de lo contrario, podríamos encontrarnos ante un acuerdo nulo por ser claramente restrictivo de la competencia. - 27 b) Exclusiva a favor del “agente”. Igualmente, las partes pueden acordar que el empresario se obligue a no contratar otro agente distinto para la promoción de actos u operaciones idénticos o similares a los ya encomendados, evitando, así, que el agente inicialmente contratado tenga que competir con terceros en su actividad profesional. Es igualmente necesario, según mi opinión, que este pacto de exclusiva se limite a un área geográfica determinada y/o a un grupo determinado de clientes, tanto por razones de defensa de la competencia como, también, por el hecho de que así se desprende literalmente de lo dispuesto por el art. 12.2 de la Ley de Contrato de Agencia. Como veremos posteriormente, la existencia de este pacto de exclusiva tiene una consecuencia jurídica específica en lo que al nacimiento del derecho de retribución variable (comisión) del agente se refiere. c) Extensión de la exclusiva a favor del empresario tras la finalización del contrato (pacto de no competencia). Finalmente, debemos hacer mención expresa de la posibilidad de extender la exclusiva a favor del empresario, en los términos anteriormente señalados, tras la finalización del contrato, estableciendo de común acuerdo un pacto de limitación de la competencia “post – contrato”, en los términos y condiciones establecidos por los arts. 20 y 21 de la Ley 12/1992 de Contrato de Agencia. De estos preceptos se deduce que, en primer lugar, la limitación de competencia no podrá tener una duración superior a dos años desde la extinción del contrato, o a uno, si el contrato hubiere tenido una duración - 28 inferior, debiendo formalizarse por escrito y limitarse a una zona geográfica concreta, o a ésta y un grupo de personas determinado, sin que pueda afectar a más bienes o servicios que aquéllos que hubieren sido objeto de los actos u operaciones promovidos o concluidos por el agente. 3.2.1.5.- Pacto de garantía. Como ya hemos señalado anteriormente, el “agente”, pese a que sólo puede exigir su retribución cuando el acto u operación de comercio haya sido totalmente ejecutado o debiera haberlo sido por el empresario, no asume el riesgo y ventura de las operaciones objeto de agencia (art. 1 de la Ley 12/1992). En definitiva, el “agente” no responde del buen fin de la operación ni de las vicisitudes que tuvieren lugar en su ejecución o de los posibles incumplimientos del contrato promovido o concluido. Por tanto, el “agente” queda exento de responsabilidad en caso de incumplimiento del tercero, ni puede dirigirse el empresario contra él en tal caso, ni se obliga a satisfacer el precio de la venta, por ejemplo, en caso de que sea la compraventa lo encomendado al “agente”, ni, en general, garantiza o afianza ninguna cuestión relativa a la ejecución del contrato. Sin embargo, el legislador permite el pacto en contrario, dando pie a que las partes estipulen la llamada “cláusula o pacto de garantía”, con arreglo al cual el “agente” sí responde del buen fin de la operación, garantizando, con su patrimonio, el cumplimiento y correcta ejecución por el tercero del contrato celebrado o promovido en el ejercicio de la agencia. Este pacto, plenamente lícito, debe constar por escrito, como se desprende de lo dispuesto en el art. 19 de la Ley 12/1992, especificando la comisión “extra” o “especial” que el “agente” recibe por la asunción de esta responsabilidad. - 29 Finalmente, resulta plenamente aplicable lo señalado anteriormente para la llamada “comisión de garantía” (art. 272 del C. Com.), en el sentido de que, al igual que el comisionista, el agente “con garantía” no podría oponer al empresario el beneficio de la división y excusión, pero sí las excepciones personales que tuviere el tercero, siendo éste responsable solidariamente junto con aquél en caso de incumplimiento, sin perjuicio de la posibilidad que tenga el agente de dirigirse con posterioridad frente al tercero, subrogándose en la posición contractual del empresario. 3.2.2.- Remuneración del agente. 3.2.2.1.- Carácter oneroso del contrato de agencia y sistemas de remuneración. El art. 11.1 de la Ley 12/1992 establece, de forma imperativa, el carácter oneroso del tipo de contrato que ahora analizamos, de forma que, a falta de pacto entre las partes, la retribución del agente debe fijarse de acuerdo con los usos de comercio del lugar donde el agente ejerza su actividad y, si estos no existieran, con arreglo al criterio razonado del órgano judicial, en cada caso, teniendo en cuenta las circunstancias que hayan concurrido en la operación de que se trate. Son dos los sistemas de remuneración del agente que el legislador contempla: el pago de una cantidad alzada o fija, con una determinada periodicidad, y/o el pago de una comisión o porcentaje sobre el precio obtenido en la ejecución de las operaciones o actos cuya promoción y, en su caso, conclusión haya llevado a cabo el agente, variable en función del número de operaciones realizadas con éxito y el precio o contraprestación recibida por cada una de ellas. El legislador permite expresamente la combinación de los dos sistemas anteriores, bastante usual en la práctica, de tal forma que el “agente” recibe, - 30 periódicamente, una cantidad fija, y, además, una comisión consistente en un determinado porcentaje sobre lo recibido por cada una de las operaciones o actos de comercio ejecutados o que el empresario debiere haber ejecutado. 3.2.2.2.- Régimen especial de nacimiento y exigibilidad de la “comisión”, como sistema de retribución variable del agente. En el caso de que las partes hubieran acordado una “comisión” a favor del agente como sistema de remuneración, debe tenerse en cuenta el régimen especial establecido en los arts. 12 a 17 de la Ley de Contrato de Agencia, que nos obligan a distinguir entre los conceptos de “nacimiento” y “exigibilidad” del derecho del agente a recibir su comisión. El “nacimiento” de la obligación es la primera fase o estadio relativo al pago de la comisión, pero puede ocurrir que, pese a la existencia en el tráfico jurídico del derecho de crédito del agente, su pago no resulte “exigible”, por no haberse cumplido las condiciones legalmente establecidas para el devengo. Consecuentemente, el “nacimiento” y “exigibilidad” de la comisión no surgen de manera coetánea, con la sola la excepción establecida en el art. 10.3 de la Ley 12/1992 para los supuestos de agencia sin representación en los que el empresario no acepte la operación ofrecida por el agente ni comunice a éste su decisión de rechazarla en el plazo de quince días naturales siguientes a la fecha en que aquél le hubiere comunicado la posibilidad de concertar la operación. En estos casos, por tanto, el derecho a la comisión del agente nace, pese a la falta de conclusión de la operación de comercio, y, además, es exigible desde su nacimiento. Veamos, pues, el régimen jurídico de ambos conceptos, “nacimiento” y “exigibilidad”. - 31 3.2.2.3.- El nacimiento del derecho a la comisión. En lo que a esta cuestión se refiere, debemos tener en cuenta que el derecho a la “comisión” puede surgir respecto de actos u operaciones concluidas o perfeccionadas tanto antes como después de la vigencia del contrato, existiendo, incluso, la posibilidad de que ese derecho nazca aun cuando la operación no haya sido concluida, en los supuestos de agencia sin representación, si el empresario no acepta el contrato promovido por el agente sin comunicar a éste su decisión dentro del plazo de quince días siguientes a aquél en que hubiere sido requerido para perfeccionar una operación obtenida por el agente (art. 10.3 de la Ley de Contrato de Agencia). Respecto de los actos u operaciones concluidos durante la vigencia del contrato, el “agente” tendrá derecho a la comisión por los concluidos como consecuencia de su intervención (art. 12.1. a de la Ley 12/1992), o con un cliente previamente conseguido por el mismo (art. 12.1. b de la Ley 12/1992). Es importante tener en cuenta, a este respecto, que si el agente tuviere concedida la exclusiva para un área geográfica determinada y/o para un grupo determinado de clientes, el derecho a la comisión nace automáticamente por todas las operaciones concluidas durante la vigencia del contrato dentro de los límites anteriores (área territorial y/o personal), con independencia de que el agente hubiere intervenido en su promoción y, en su caso, conclusión (art. 12.2 Ley 12/1992). Respecto de los actos u operaciones concluidos con posterioridad a la vigencia del contrato, el agente tiene derecho a la comisión por los que se deban principalmente a la actividad desarrollada por el mismo durante la vigencia del contrato, siempre que se hubieran concluido dentro de los tres meses siguientes a partir de la extinción del contrato (art. 13.1. a Ley 12/1992), y, también, por aquellos cuyo encargo o pedido hubiere recibido antes de la extinción del - 32 contrato de agencia, siempre que el agente hubiere tenido derecho a percibir la comisión de haberse concluido durante la vigencia del contrato. Finalmente, debemos hacer mención de los supuestos en los que la conclusión del acto u operación comercial se debe a la intervención de dos agentes, cuando el inicial ha sido sustituido por un posterior. La regla básica, en este caso, es la “no duplicidad” en la comisión. Es decir, cuando existen dudas sobre la atribución de una operación a un agente u otro, en caso de sustitución, el empresario solamente está obligado a pagar una comisión, y serán los agentes los que, en su caso, deberá repartírsela de forma equitativa, atendiendo a la intervención o influencia de cada uno de ellos en la perfección del contrato u operación mercantil (art. 13.2 Ley 12/1992). 3.2.2.4.- La exigibilidad del derecho a la comisión. Con independencia de que el derecho del agente al cobro de la comisión haya nacido al mundo jurídico, la misma sólo será exigible cuando se devengue, según el régimen establecido en los arts. 14 y 17 de la Ley de Contrato de Agencia. Con arreglo a una interpretación lógica y conjunta de ambos preceptos, debemos distinguir entre el devengo “inicial” y “definitivo” de la comisión. En esta línea, la comisión ya es exigible en el momento en que el acto u operación concluida se hubiere ejecutado o debido ejecutar por el empresario, pero este devengo debe calificarse de “inicial” o “provisional”, ya que puede ocurrir que, pese a haber cumplido el empresario las obligaciones propias del contrato perfeccionado, el mismo no llegue a consumarse del todo por causas no imputables al mismo, como sería el incumplimiento del tercero, en cuyo caso, pese a que la comisión se habría devengado inicialmente, el agente - 33 perdería, en este caso, su derecho al pago de la misma, debiendo restituirla inmediatamente al empresario en caso de que éste ya la hubiere abonado. De esta forma, el devengo de la comisión sólo puede calificarse de “definitivo” cuando el contrato hubiere sido totalmente consumado o ejecutado por el tercero y, asimismo, hubiere sido o debiere haber sido cumplido por el empresario. Igualmente, recordemos que también cabe hablar de “devengo definitivo” y, además, “instantáneo” del derecho a la comisión en los supuestos de agencia sin representación, cuando, como ya hemos señalado, el empresario no acepte el contrato promovido por el agente sin comunicar a éste su decisión dentro del plazo de quince días siguientes a aquél en que hubiere sido requerido para perfeccionar una operación obtenida por el mismo (art. 10.3 de la Ley de Contrato de Agencia). 3.2.2.5.- El pago de la comisión. La Ley de Contrato de Agencia establece en sus arts. 15 y 16 un sistema de pago aplazado de la comisión, una vez devengada, aún de forma “inicial”, reforzado con un deber de información del empresario y la facultad de comprobación del agente. Así, el empresario debe entregar al agente una relación justificada y razonada de comisiones devengadas por cada acto u operación, el último día del mes siguiente al trimestre natural en que se hubieren devengado, aún de forma inicial, salvo que se establezca un plazo inferior, teniendo derecho el agente a exigir la exhibición de la contabilidad del empresario y cualesquiera otros datos que fueren de utilidad para verificar esta información. Coincidiendo con el momento de entrega de la información anterior, esto es, antes del último día del mes siguiente al trimestre natural en que las comisiones se hubieren devengado, o en el plazo inferior pactado, el agente - 34 deberá satisfacer las comisiones devengadas, aun “inicialmente” (esto es, sin perjuicio de que posteriormente se pierda el derecho a la comisión por causas no imputables al empresario). 3.2.2.6.- El reembolso de los gastos del agente. En principio, dado que el agente actúa como empresario autónomo e independiente, debe asumir los gastos que le hubiera originado el desempeño de su actividad, salvo que se hubiere pactado lo contrario, en cuyo caso tendrá derecho a su reembolso, en la forma y con los límites que las partes hayan pactado (art. 18 Ley 12/1992). 3.3.- Elementos formales. Podemos decir que el contrato de agencia se encuentra a caballo entre los contratos enteramente libres en cuanto a su forma y los llamados “contratos formales”, cuya validez depende de que se cumplan ciertos requisitos imperativos relativos al contenido o formalización del contrato. En principio, la forma debe ser escrita, pero con mero carácter “ad probationem”; esto es, el contrato nace con el mero acuerdo de voluntad de las partes o concurso de oferta y aceptación sobre sus elementos esenciales, aún de forma verbal, sin perjuicio del derecho de cada una de ellas exigir a la otra la forma escrita (art. 22 Ley 12/1992). Aún así, existen determinados pactos, propios del contrato de agencia, que sí pueden calificarse de estrictamente formales, dependiendo, por tanto, su validez y eficacia de que se cumplan los requisitos establecidos por el legislador. Tal es el caso del pacto de garantía, por el que agente responde del buen fin de la operación (art. 19 Ley 12/1992) o el pacto de limitación de competencia tras la finalización del contrato (art. 21 Ley 12/1992), los cuales - 35 deben imperativamente constar por escrito, so pena de inexistencia, nulidad o falta de validez de los mismos. 4.- Obligaciones esenciales de las partes. 4.1.- Obligaciones del agente. La obligación general del agente, según el art. 9.1 de la Ley 12/1992, es ejercer su actividad de forma leal y con buena fe, velando en todo momento por los intereses del empresario o empresarios por cuya cuenta actúe. Con ello, el legislador traslada al ámbito de la agencia el principio de buena fe en el cumplimiento de los contratos que, con carácter general, proclaman los arts. 7.1 y 1.258 del C. Civil. En particular, el agente debe asumir el cumplimiento de los siguientes deberes contractuales: a) Ocuparse con la diligencia de un ordenado comerciante de la promoción y, en su caso, conclusión de los actos u operaciones que se le hubieren encomendado (art. 9.2. a Ley 12/1992), en los términos y con las posibles especialidades que ya hemos visto anteriormente. b) Comunicar al empresario toda la información de que disponga, cuando sea necesaria para la buena gestión de los actos u operaciones cuya promoción y, en su caso, conclusión, se le hubiere encomendado, así como, en particular, la relativa a la solvencia de los terceros con los que existan operaciones pendientes de conclusión o ejecución (art. 9.2. b Ley 12/1992). c) Desarrollar su actividad con arreglo a las instrucciones razonables recibidas del empresario, siempre que no afecten a su independencia (art. 9.2. c Ley 12/1992). - 36 - d) Recibir en nombre del empresario cualquier clase de reclamaciones de terceros sobre defectos o vicios de calidad o cantidad de los bienes vendidos y de los servicios prestados como consecuencia de las operaciones promovidas, aunque no la hubiera concluido (art. 9.2 d Ley 12/1992). Al respecto de esta obligación, deben hacerse dos precisiones: - En primer lugar, como es lógico, el agente no sólo debe recibir las reclamaciones de terceros en nombre del empresario sino, también, comunicárselas. - Por otra parte, el hecho de que el empresario deba recibir las reclamaciones de terceros por defectos de calidad de los bienes entregados o servicios prestados, no quiere decir que deba o pueda decidir sobre la posible devolución del precio recibido, cuestión ésta que, obviamente, queda reservada al empresario, salvo que aquél tenga concedida expresamente esta facultad. e) Llevar una contabilidad independiente de los actos u operaciones relativos a cada empresario por cuya cuenta actúe (art. 9.2. e Ley 12/1992). f) Gestionar el cobro del precio de cada operación o acto concluido frente a los terceros contratantes. En principio, el agente sólo podrá y deberá asumir esta obligación si así se pacta expresamente, aun en el caso de que se le hubiera concedido la representación para concluir las operaciones en nombre del empresario. En todo caso, si el agente recibiera del tercero el dinero en concepto de precio de la operación sin tener representación ni facultad especial otorgada al - 37 efecto, debie entenderse que el dinero ha sido entregado al agente en concepto de mandatario tácito y verbal del tercero, a fin de que lo remita al empresario principal. g) Asimismo, en los supuestos de agencia cuyo objeto es la celebración de actos u operaciones relativas a la venta u otro tipo de entrega de bienes (arrendamiento, cesión de uso, etc.), el agente estará obligado a gestionar su entrega a los terceros, si las partes lo han pactado expresamente, siendo de aplicación analógica, en este caso, según señala la Doctrina, la responsabilidad de comisionista sobre los efectos o bienes suministrados para su entrega al tercero (art. 265 C. Com.). En estos casos, el art. 8 de la Ley de Contrato de Agencia otorga dos facultades al agente, cuales son, en primer lugar, exigir al tercero, en el acto de la entrega, el reconocimiento de la mercancía o bienes entregados (el precepto alude literalmente a “bienes vendidos”, pero la Doctrina entiende que también es aplicable en los supuestos de arrendamiento, cesión de uso, etc.), y, en segundo lugar, promover el depósito judicial de los mismos, a través del correspondiente expediente de jurisdicción voluntaria, en el caso de que el tercero rechazara o se demorara en la recepción de la mercancía. h) Finalmente, el agente deberá respetar el pacto de no competencia que las partes hayan establecido tras la finalización del contrato, con arreglo a lo dispuesto en los arts. 20 y 21 de la Ley de Contrato de Agencia. 4.2.- Obligaciones del empresario. Junto a la obligación genérica y esencial de actuar como empresario legal y con buena fe (art. 10.1 Ley 12/1992), deben señalarse, en concreto, los siguientes deberes contractuales: - 38 a) Poner a disposición el agente, con antelación suficiente y en cantidad apropiada, los muestrarios, catálogos, tarifas y demás documentos necesarios para el ejercicio de su actividad profesional (art. 10.2 a Ley 12/1992). En esta obligación de entrega o suministro, deberíamos incluir las mercaderías o bienes objeto de venta, arrendamiento o cesión de uso a terceros, para el caso de que se hubiere concedido al agente la facultad de entregarlos tras la perfección o conclusión de los actos u operaciones de comercio correspondientes. b) Procurar al agente todas las informaciones necesarias para la ejecución del contrato de agencia y, en particular, advertirle, desde que tenga noticia de ello, cuando prevea que el volumen de los actos u operaciones va a ser sensiblemente inferior al que el agente hubiera podido esperar (art. 10.2 b Ley 12/1992). Entre las “informaciones necesarias” a que alude el legislador, debemos incluir, como se deduce de lo ya expuesto, dos supuestos concretos: - En primer lugar, en el caso de agencia sin representación, el empresario tiene obligación de comunicar al agente si acepta o rechaza la operación que le haya comunicado, en un plazo de quince días naturales (art. 10.3 Ley 12/1992). - Igualmente, el empresario debe informar al agente de forma justificada y razonada sobre las comisiones que se hubieren devengado, el último día del mes siguiente al trimestre natural en que ese devengo se hubiese producido o en el plazo inferior que las partes hayan establecido (art. 15.1 Ley 12/1992). - 39 Debe destacarse, al respecto del deber de información a cargo del empresario, cómo puede apreciarse en este punto el carácter de mera obligación de medios que tiene la actividad del agente, ya que, como hemos visto, el legislador no considera que exista incumplimiento de contrato por el hecho de que el mismo no haya obtenido el resultado esperado por el empresario, sino que únicamente le faculta y le obliga a comunicar esta incidencia al agente, de cara a la posible apreciación futura de negligencia en el desempeño de su función. Por tanto, con independencia de que el nacimiento y devengo de la comisión de agente dependan de la consecución de un resultado, el desempeño de su actividad no puede quedar incumplido por no alcanzar un determinado resultado, sino por prestar la diligencia debida, como ya hemos dicho con anterioridad. c) Finalmente, el empresario deberá satisfacer la retribución del agente, en el modo y condiciones que ya hemos analizado con anterioridad (art. 10.2 c Ley 12/1992). 5.- Extinción del contrato: supuestos y consecuencias jurídicas. 5.1.- Duración. El contrato de agencia puede se de duración determinada o indefinida, entendiéndose, a falta de pacto expreso, que el contrato ha sido pactado por tiempo indefinido (art. 23 Ley 12/1992). En todo caso, el contrato inicialmente pactado por tiempo concreto y determinado, se convierte o transforma automáticamente en indefinido si, tras el vencimiento pactado, las partes continúan su desarrollo y ejecución (art. 24.2 Ley 12/1992). - 40 5.2.- Supuestos de extinción. Junto a las causas generales de extinción de las obligaciones y contratos, debemos señalar las específicamente previstas para el tipo de contrato que nos ocupa. De esta forma, el contrato de agencia se extingue: a) Por expiración el término, en caso de que se hubiere pactado por plazo determinado, salvo que, como hemos visto, las partes continúen la ejecución del contrato tras el vencimiento (art. 24 Ley 12/1992). b) Por muerte o declaración de fallecimiento del agente (art. 27 Ley 12/1992). c) Por denuncia unilateral y escrita de cualquiera de las partes, si el contrato es de duración indefinida o ha sido transformado en tal, con un preaviso o antelación a la fecha de expiración (que deberá ser el último día del mes, salvo pacto en contrario) de un mes si el contrato hubiere estado vigente por tiempo inferior a un año, o de un mes para cada año de vigencia del contrato en caso de que se hubiere mantenido en vigor uno o más años, con un máximo de seis meses (art. 25 Ley 12/1992). d) Por resolución o desistimiento unilateral de cualquiera de las partes, tanto en contratos de duración indeterminada como indefinida, sin necesidad de preaviso, cuando la otra parte hubiere incumplido, en todo o en parte, sus obligaciones legales o contractuales, o cuando hubiere sido declarada en situación de concurso (art. 26 Ley 12/1992). - 41 5.3.- Derechos indemnizatorios de las partes a la extinción del contrato. En este apartado debemos distinguir el supuesto de “extinción por incumplimiento”, por un lado, y los casos de “extinción por incumplimiento u otras causas”, por otro. 5.3.1.- Extinción por incumplimiento. Si el contrato de agencia se hubiere extinguido por el desistimiento unilateral de una de las partes fundado en el incumplimiento de la otra, el contratante “in bonis” o cumplidor tendrá derecho a exigir al otro la indemnización de todos los daños y perjuicios que consiguiere acreditar, siempre y cuando el incumplimiento de que se trate haya sido esencial o haya frustrado la finalidad del contrato. Así se desprende de lo dispuesto en el art. 1.124 del C. Civ., plenamente aplicable al contrato de agencia al encontrarnos ante una figura o tipo contractual de carácter sinalagmático o recíproco, como hemos señalado anteriormente. 5.3.2.- Extinción por incumplimiento u otras causas. Sin perjuicio de lo anterior y con independencia de la causa por la que el contrato de agencia se haya extinguido (salvo determinados casos legalmente excluidos, como veremos), el legislador concede al agente dos derechos indemnizatorios especiales, cuyas acciones para ejercitarlos prescriben en el plazo de un año (art. 31 Ley 12/1992): la “indemnización por clientela”, regulada en el art. 28 de la Ley de Contrato de Agencia, y la indemnización que podríamos llamar “por falta de amortización”, regulada en el art. 29 del mencionado texto legal. - 42 5.3.2.1.- Indemnización por clientela (art. 28 L.C.A.). A la extinción del contrato de agencia, sea por tiempo indefinido o determinado, el agente que hubiese aportado nuevos clientes al empresario o incrementado sensiblemente las operaciones con la clientela preexistente, tiene derecho a una indemnización compensatoria si el empresario tiene la posibilidad de seguir obteniendo ventaja o provecho del logro del agente y así resulta equitativo, especialmente en el caso de que exista un pacto de limitación de competencia “post – contrato”, pérdida de comisiones u otras circunstancias que así lo revelen. El legislador establece, así, una especie de derecho compensatorio a favor del agente en atención al enriquecimiento injusto que se produciría si el empresario se aprovechara de toda la clientela obtenida por el agente o de todo su esfuerzo en el desempeño de su actividad por la simple extinción del contrato, especialmente si el agente deja de percibir comisiones que normalmente hubiera percibido de continuar el contrato o si, por ejemplo, éste ve limitada sus posibilidades de competir tras la finalización del contrato con el empresario. Este derecho se devenga, en las condiciones anteriores, con independencia de cuál sea la causa de extinción del negocio jurídico (incumplimiento o cualquier otra), salvo que el contrato se hubiere extinguido por los siguientes motivos (art. 30 Ley 12/1992): a) Desistimiento unilateral del empresario fundado en el incumplimiento de las obligaciones del agente. b) Denuncia unilateral del agente sin causa en el incumplimiento del empresario o sin fundarse en la avanzada edad, invalidad o enfermedad de - 43 aquél, que le hiciera razonablemente imposible o extraordinariamente gravoso la continuación de su actividad. c) Extinción por cesión de los derechos y obligaciones del agente a un tercero con consentimiento del empresario. Finalmente, en lo que a la cuantía de esta indemnización se refiere, el legislador no excluye la posibilidad de pacto entre las partes ni determina con carácter imperativo su cálculo, limitándose a establecer un máximo que bajo ningún concepto puede rebasarse, consistente en el importe medio anual de las remuneraciones percibidas por el agente durante los últimos cinco años o, durante todo el período de duración del contrato, si éste fuese inferior (art. 28.3 Ley 12/1992). 5.3.2.2.- Indemnización por falta de amortización (art. 29 L.C.A.). Finalmente, es posible que el agente, a la extinción del contrato, haya asumido determinados gastos para la adquisición de activos afectos a su actividad, que no haya podido amortizar como consecuencia de la terminación del contrato. En este caso, el legislador concede al agente un derecho indemnizatorio, cuando la extinción haya tenido lugar mediante denuncia unilateral del empresario, aunque, si la terminación se funda en el incumplimiento de éste, también podrá exigirse esta indemnización, como es obvio, al amparo de la norma general establecida art. 1.124 del C.C. En todo caso, es importante tener en cuenta que este derecho indemnizatorio o de reembolso por falta de amortización requiere dos requisitos “sine qua non”: - 44 a) En primer lugar, que se acredite la falta de amortización y su cuantía, lo cual deberá tener su base en la contabilidad debidamente contrastada del agente. b) En segundo lugar, los únicos gastos que generan, por falta de amortización, este derecho indemnizatorio, son aquellos en los que el agente haya incurrido siguiendo instrucciones expresas del empresario, ya que, en principio, como hemos dicho, y salvo pacto en contrario, el agente debe asumir en general todos los gastos que el desempeño de su actividad origine. IV.- EL CONTRATO DE MEDIACIÓN O CORRETAJE COMO FIGURA CERCANA A LA COMISIÓN Y A LA AGENCIA. 1.- Concepto y características. A caballo entre la “comisión mercantil” y el “contrato de agencia” se halla el llamado “contrato de mediación o corretaje”, de carácter atípico, por falta de regulación legal y muy extendido en la práctica, especialmente en el ámbito de las operaciones inmobiliarias. Esta figura contractual ha sido objeto de tratamiento reiterado por nuestra Jurisprudencia, definiéndola como aquél contrato innominado, “facio ut des”, de carácter consensual y sinalagmático, por el que una de las partes, que llamamos “corredor”, se obliga frente a otra, “comitente” o “principal”, a indicarle la oportunidad de celebrar o perfeccionar un negocio jurídico con un tercero, o a promover su celebración o perfección realizando labores de mediación o negociación, a cambio de retribución (ver, entre otras, SSTS Sala 1ª de 10 de octubre y 22 de diciembre de 1992, 4 de julio de 1994 o 10 de noviembre de 2004). - 45 Las características esenciales de esta figura contractual, que lo diferencian frente a las figuras afines de la comisión mercantil o del contrato de agencia, son las siguientes: a) En primer lugar, se trata de un contrato de “tracto único”; esto es, el “corredor” recibe un encargo concreto relativo a la promoción de una operación o conjunto de operaciones concretas y determinadas (suele tratarse de compraventas de bienes inmuebles, pero cabe la posibilidad de que el objeto del contrato sean otro tipo de operaciones), tras cuya perfección se agota. Esta característica diferencia claramente este tipo de contrato de la “agencia”, en la que se establece una relación de colaboración empresarial estable y duradera entre “empresario” y “agente”, para un conjunto indeterminado de actos u operaciones. b) Asimismo, debemos tener en cuenta que, salvo pacto en contrario, la labor del corredor o mediador se limita a la mera promoción del acto u operación de que se trate, actuando siempre en nombre y por cuenta del “comitente”; esto es, su obligación consiste en procurar que se perfeccione el contrato con el tercero, indicando al “comitente” la posibilidad de su celebración o mediando para que ello tengo lugar, pero, salvo que las partes pacten otra cosa, su obligación no se extiende a la perfección o celebración propiamente dicha, que tiene lugar entre el “comitente” y el tercero. Esta nota diferencia claramente esta figura contractual del contrato de comisión, ya que, con arreglo a la normativa del C. Com. que regula el mismo, el comisionista tiene la obligación de perfeccionar el contrato objeto de comisión, actuando en nombre del “comitente” o, incluso, en nombre propio. c) Finalmente, debemos tener en cuenta que el derecho del “corredor” a su retribución, que normalmente consiste en un porcentaje fijo sobre el precio de la - 46 operación celebrada con el tercero, se devenga y es exigible en el momento en que se perfeccione o celebre el contrato con el tercero, con independencia de que el mismo se llegue posteriormente a consumar, salvo que las partes pacten otra cosa. Esta nota diferencia también este contrato de las figuras de la comisión o de la agencia, en las cuales el derecho a la retribución del comisionista o del agente sólo se devenga con la consumación del contrato con el tercero, salvo que la misma no tuviere lugar por causa imputable al “comitente” o al empresario. 2.- Elementos del contrato. Los “elementos subjetivos” de este contrato son, como se desprende de lo dicho, el “comitente” o “principal”, por un lado, y el “corredor”, que es contratado por aquél para promover la celebración de un acto u operación concreta y determinada. Ninguna cualidad especial requieren los sujetos intervinientes en esta figura contractual (ni siquiera es necesaria su condición de empresarios, salvo para la mera calificación del contrato como civil o mercantil, con las consecuencias que ello acarree). Los “elementos objetivos” del contrato son el acto u operación concreta cuya promoción se haya encomendado al “comisionista” y, asimismo, la retribución pactada que, como hemos dicho, se devenga en el momento de la perfección del contrato con el tercero, salvo pacto en contrario, siempre que la conclusión de la operación encomendada se deba a la intervención mediadora del “corredor”, que este deberá acreditar. A este respecto, la Jurisprudencia ha admitido que el “principal” conceda al “corredor” la exclusiva para la conclusión de los actos u operaciones concretos que quiera concluir. - 47 Finalmente, la “forma” del contrato que nos ocupa es enteramente libre y se somete al principio general de libertad de forma establecido en el art. 1.278 del C.Civ. 3.- Obligaciones de las partes. Por parte del “corredor”, la obligación esencial es promover o mediar para la celebración y perfección con terceros del acto o conjunto concreto de actos u operaciones encomendadas por el “comitente”. En este punto, debemos señalar que, con independencia de que la comisión del “corredor” no se devengue ni sea exigible hasta que la operación se perfeccione o nazca al mundo jurídico, su obligación es de medios y no de resultado, de tal forma que el incumplimiento de la misma no radica en que obtenga éxito en su cometido con arreglo a un objetivo prefijado, sino en que no preste la diligencia suficiente para ello, con arreglo a las circunstancias de tiempo y de lugar (art. 1.104 C.Civ.). Por parte del “comitente”, sus obligaciones esenciales son las de no interferir en las labores de mediación del “corredor” y, asimismo, abonarle su retribución una vez que la misma sea exigible. 4.- Extinción. Junto a las causas generales de extinción de las obligaciones y contratos, el tipo contractual que nos ocupa expira o termina, fundamentalmente, cuando el “corredor” agota su obligación y obtiene la celebración o perfección del acto o conjunto concreto de actos encomendados por el “comitente”. Una vez ello tiene lugar, el contrato concluye, debido su carácter de “tracto único”, limitado a la colaboración esporádica y concreta entre las partes para la promoción de determinadas operaciones. - 48 V.- EL CONTRATO DE DISTRIBUCIÓN EN EXCLUSIVA O CONCESIÓN MERCANIL. 1.- Concepto y caracteres. El contrato de distribución en exclusiva o concesión mercantil puede definirse como aquél vínculo de colaboración empresarial, con vocación de durar en el tiempo, consensual y sinalagmático, por virtud del cual un empresario que llamamos “concedente”, a cambio de precio cierto, entrega o vende en exclusiva a otro, que llamamos “concesionario”, determinados productos o mercaderías a fin de que éste los revenda o distribuya en el mercado, dentro de un área geográfica determinada, a terceros empresarios o al consumidor final. El sistema de colaboración empresarial establecido mediante este contrato consiste, básicamente, en lo que la Doctrina suele llamar “cadena de distribución”, cuyos eslabones se enlazan de la siguiente manera: el “concedente” vende o suministra determinados productos al “concesinario”, a cambio de un precio cierto, fijo y/o variable, y éste, a su vez, se lucra con la reventa o venta de tales productos en el mercado, bien a otros empresarios o bien al consumidor final. Tanto Doctrina como Jurisprudencia coinciden en señalar que este tipo de contrato contiene dos notas características esenciales: a) En primer lugar, la exclusiva concedida al “concesionario” para un área geográfica determinada, que significa que en la misma el “concedente” se obliga a no contratar ningún tercero para distribuir sus productos en régimen de competencia con aquél, dentro del área territorial determinada por las partes (limitación geográfica que ha de establecerse por obvias exigencias del principio de libre competencia). - 49 - b) En segundo lugar, la independencia y autonomía con que actúa el “concesionario”, que interviene frente a terceros en nombre propio, organizando su actividad empresarial por su cuenta y riesgo, y con sus propios medios humanos y materiales. 2.- Modalidades de distribución o concesión mercantil. Como se desprende de lo señalado en el apartado anterior, el “contrato de distribución” genera dos relaciones jurídicas escalonadas y distintas: por un lado la inicial, entre “concesionario” y “concedente”, y otra posterior, entre “concesionario” y los terceros a los cuáles este venda, a cambio de precio cierto, los bienes o productos del “concedente”. En función de la naturaleza jurídica de la relación “inicial”, entre “concedente” y “concesionario”, la Doctrina distingue dos modalidades de distribución: a) Distribución en régimen venta. En este tipo de contrato de concesión, el “concesionario” compra y adquiere en firme las mercaderías y productos objeto de distribución al “concedente”, de tal forma que, posteriormente, los revende en el mercado lucrándose con la diferencia entre la venta inicial y la reventa. Esta modalidad es la que constituye el “contrato de distribución” en sentido más estricto y el más usual en la práctica. b) Distribución en régimen de depósito. En este tipo de contrato de concesión, el “concesionario” no compra ni adquiere las mercaderías y productos objeto de distribución, sino que los recibe del “concedente” en régimen de depósito o suministro, abonando a éste el precio pactado, vendiéndolos posteriormente en el mercado a terceros. - 50 3.- Elementos de contrato. 3.1.- Elementos subjetivos. Como ya hemos señalado, dos son las partes de este contrato: el “concedente” o dueño de los productos, bienes o mercaderías que quiere comercializar en el mercado y el “concesionario” o empresario al que aquél vende o suministra en exclusiva sus productos, a cambio de precio cierto, para distribuirlos, en régimen de venta o reventa, en el mercado. Debemos destacar que, al igual que ocurre en otros contratos de colaboración mercantil como el de “franquicia”, ambas partes son empresarios que actúan de forma independiente y en nombre propio, asumiendo cada uno sus obligaciones y los riesgos de su propia actividad. 3.2.- Elementos objetivos. Los elementos objetivos esenciales que debe reunir el contrato de distribución son tres: a) En primer lugar, el precio o contraprestación que el “concesionario” debe abonar al “concedente” por la entrega de sus productos o mercaderías. En este sentido, si la distribución se concierta en régimen de venta, la contraprestación consistirá en el precio que el “concesionario” deba abonar por la compra de los productos del “concedente” para su reventa posterior en el mercado. En caso de distribución en régimen de “suministro” o “depósito”, dependerá de lo que las partes pacten. b) En segundo lugar, la comercialización de los productos del “concedente”, los cuales deberán reunir todas las características necesarias, de - 51 carácter administrativo y legal (licencias, etiquetado, garantía, etc.), para su distribución o comercialización. c) Finalmente, el pacto de exclusiva, como propio y característico de este tipo de contrato, con arreglo al cual el “concedente” se compromete a no contratar un “concesionario” tercero para distribuir sus productos en el área geográfica para la que haya concedido la distribución de sus productos. 3.3.- Elementos formales. Nos hallamos ante un contrato sin ninguna formalidad especial, al que resulta de plena aplicación el principio de libertad de forma establecido en el art. 1.278 del Código Civil. El contrato nace, por tanto, con el simple concurso de oferta y aceptación sobre sus elementos esenciales, aún de forma verbal, con independencia de que, en la práctica, debido a la complejidad que suelen presentar este tipo de contratos, su celebración tenga lugar por escrito, en documento privado y por duplicado ejemplar, uno para “concesionario” y otro para “concedente”. 4.- Obligaciones de las partes. 4.1.- Deberes contractuales del “concesionario”. 4.2.1.- Distribución o comercialización de los productos del concedente. La obligación fundamental del distribuidor o concesionario en exclusiva es la comercialización o distribución de los productos del concedente. Debemos destacar que nos encontramos ante una obligación de medios y no de resultado; esto es, el concesionario debe poner todos los medios humanos y materiales a su disposición, con la diligencia propia de un ordenado empresario, para comercializar con éxito los productos del concedente, dentro - 52 del área geográfica para el que se le ha otorgado la exclusiva, pero no está obligado a obtener un resultado determinado. Por regla general, suele pactarse la obligación del concesionario de seguir las instrucciones del concedente en la promoción y comercialización de los productos objeto de contrato, relativas a publicidad, contabilidad, marketing, etc. En todo caso, es importante destacar que existen determinadas imposiciones que pueden ser consideradas restrictivas de la competencia, como por ejemplo la imposición de precios de reventa (a salvo la mera recomendación o la imposición de máximos), o la limitación de los clientes o terceros a los que el distribuidor puede vender los productos del concedente (así se desprende de lo dispuesto en el art. 4 del Reglamento comunitario 2790/1999, de 22 de diciembre). Finalmente, pese a encontrarnos ante una obligación de medios y no de resultado, en ocasiones las partes establecen objetivos mínimos de comercialización o ventas de los productos del concedente. En este caso, la Jurisprudencia ha admitido la posibilidad de resolución unilateral del contrato de concesión por incumplimiento del objetivo fijado por las partes, como es el caso, entre otras, de la Sentencia de la Sala Primera del Tribunal Supremo de 23 de julio de 1993. Integrando el deber de comercialización de los productos del “concedente”, suelen pactarse en este tipo de contratos determinadas obligaciones de no hacer o deberes de abstención, como son, por ejemplo, la obligación de no interferir en la labor de terceros distribuidores de otras áreas geográficas, estableciendo la prohibición de comercializar o revender los productos contratados fuera del área territorial designada, o, también, la exclusiva de aprovisionamiento o prohibición de revender o comercializar productos de otros concedentes en el área geográfica determinada por las partes. - 53 - El incumplimiento de cualquiera de los “non facere” anteriores, podría ser causa de resolución unilateral del contrato por el concedente, con arreglo a Jurisprudencia reiterada (entre otras, SSTS, Sala 1ª, de 30 de junio de 1987, 4 de octubre y 31 de mayo de 1983, 28 de febrero y 26 de octubre de 1986). Finalmente, suele imponerse al “concesionario”, en este tipo de contratos, la obligación de constituir y conservar un almacén de recambios o piezas de repuesto y el mantenimiento de un servicio técnico o “post – venta” que atienda las averías o deterioros que puedan producirse en los productos objeto de comercialización. 4.2.2.- Precio o contraprestación. La otra obligación esencial del “concesionario” es, evidentemente, pagar el precio o contraprestación pactada con el “concedente” por la distribución en exclusiva. Como ya hemos señalado, si nos encontramos ante una distribución en régimen de venta, la contraprestación vendrá dada por el pago del precio de los productos que adquiera en firme el “concesionario” para su posterior reventa, y si, por el contrario, nos encontramos ante una distribución en régimen de depósito, la contraprestación, fija y/o variable, dependerá de lo que las partes pacten en cada caso. 4.2.- Deberes contractuales del “concedente”. 4.2.1.- Suministro o venta de los productos objeto de comercialización. En primer lugar, el “concedente” tiene la obligación de vender o suministrar al “concesionario” (dependiendo de que la distribución sea en régimen de venta o de depósito) los productos objeto de comercialización, con - 54 las formalidades administrativas y calidades necesarias para que los mismos puedan ser objeto de distribución. Es de aplicación aquí lo dispuesto en el Código Civil sobre la obligación de saneamiento de la cosa vendida, en lo supuestos de distribución en régimen de venta (arts. 1474 y siguientes del C. Civil). 4.2.2.- Garantía de la exclusiva de distribución. Quizás, la obligación más esencial del “concedente” es la de respetar la exclusiva territorial concedida al “concesionario” para un área geográfica determinada, cuya validez ha sido reconocida por la Jurisprudencia de manera repetida, a través de pronunciamientos como las SSTS, Sala 1ª, de 6 de febrero de 1985, 2 de abril de 1994 o 25 de enero de 1996. Debe tenerse en cuenta a este respecto que, en determinados supuestos, el Tribunal Supremo ha llegado a reconocer la posibilidad de determinar la existencia de un pacto de exclusiva, mediante la interpretación del contrato, pese a no existir acuerdo expreso al respecto, si se llega a la conclusión de que esta era la intención evidente de los contratantes, con independencia de los términos literales del contrato. Así lo señala, entre otras, la Sentencia de la Sala Primera del Tribunal Supremo de 11 de marzo de 1996. Asimismo, debe señalarse que, en relación con estos pactos de exclusiva para áreas geográficas determinadas, la Doctrina suele distinguir entre “territorialidad simple” y “reforzada”. En principio, el concedente se obliga a no contratar otros concesionarios terceros para el espacio territorial pactado (“territorialidad simple”), pero, sin embargo, puede darse la circunstancia de que un tercer distribuidor, pese a tener otra área geográfica designada, invada la establecida para otro, en cuyo caso las partes pueden pactar, no sólo que el concedente no contrate terceros para el área determinada sino que, además, se - 55 obligue a imponer este territorio al resto de concesionarios con los que haya contratado (“territorialidad reforzada”). Finalmente, cabe señalar que, según reiterada Jurisprudencia, el incumplimiento del pacto de exclusiva es causa de resolución del contrato, al amparo de lo dispuesto en el art. 1.124 del C.Civ., con derecho del “concesionario” a la indemnización de aquéllos daños y perjuicios que sean probados. 5.- Extinción del contrato. Con independencia de las causas generales de extinción de las obligaciones y contratos, existen dos supuestos especiales de terminación del contrato de franquicia que merecen destacarse: a) En primer lugar, suele ser objeto de pacto entre las partes la facultad de desistimiento unilateral, también llamada revocación “ad nutum”, en aquellos supuestos en los que el contrato es duración indefinida, como suele ocurrir, ya que nos encontramos ante un negocio jurídico con vocación de durar en el tiempo. Es importante, en todo caso, que el desistimiento unilateral cumpla el preaviso pactado, o, a falta de pacto al respecto o de preaviso, se base en una “justa causa”, esto es, en el incumplimiento esencial de la otra parte. En caso contrario, tanto la Jurisprudencia como la Doctrina admiten que, con independencia de que el contrato concluya, el contratante receptor de la decisión de desistimiento pueda exigir al que ha desistido la indemnización de todos los daños y perjuicios que consiga acreditar y hayan sido provocados por la decisión unilateral del otro contratante. - 56 Integrado en el derecho indemnizatorio anterior, la Jurisprudencia también ha admitido expresamente la “indemnización por clientela” que el “franquiciado” haya obtenido y de la que el “franquiciador” pueda aprovecharse tras el ejercicio de la facultad de desistimiento unilateral (salvo que el mismo se haya realizado con el preaviso pactado o con justa causa), aplicando por analogía, en lo que a su cuantificación se refiere, lo dispuesto en el art. 28.3 de la Ley de Contrato de Agencia. b) Por otra parte, al encontrarnos ante contratos recíprocos o sinalagmáticos, es aplicable lo dispuesto en el art. 1.124 del Código Civil en caso de incumplimiento de una de las partes, pudiendo al otra promover la resolución del contrato, más la indemnización de los daños y perjuicios. A este respecto, debemos tener en cuenta que la Jurisprudencia exige, como requisito material de aplicación de la facultad de resolución aludida, que el incumplimiento sea “esencial” o frustre la finalidad esencial del contrato. En todo caso, suelen establecerse en este tipo de contratos cuáles son aquellos incumplimientos o contravenciones contractuales que se consideran por las partes esenciales y son, por tanto, causas de resolución del contrato. VI.- EL CONTRATO DE FRANQUICIA. 1.- Concepto y regulación legal. El contrato de franquicia (“franchising”) es una modalidad de concesión comercial, de origen norteamericano y creciente auge, en la que la actividad de distribución propiamente dicha se complementa con un pacto de exclusiva y con el derecho y la obligación del “franquiciado” (“franchisee”) de utilizar los signos distintitos y las técnicas comerciales del “franquiciador” (“franchisor”), quien le prestará, a tal fin, instrucciones detalladas sobre el modo de - 57 comercialización de los productos, percibiendo por ello una compensación económica. En definitiva, el “franquiciado” quiere asegurarse el éxito comercial en el desempeño de su actividad profesional y, para ello, elige servirse del reconocido prestigio que ya ha obtenido previamente otro empresario, mediante la utilización de unas técnicas comerciales determinadas y de éxito contrastado (“know how”), junto con unas marcas o signos distintivos de renombre propios del “franquiciador”, integrándose en su “red de franquicia” o red de comercialización, para poder ofrecer sus productos a los consumidores, bajo sus signos distintos, con sus técnicas comerciales, bajo sus instrucciones escritas sobre publicidad, técnicas de marketing, intercambio de información, control de gastos y costes, política de precios, contabilidad, etc., y con su asistencia técnica, a cambio de lo cual abona al “franquiciador” una determinada cantidad. En definitiva, el “franquiciado”, mediante el pago de la contraprestación pactada, puede comercializar los productos o servicios del franquiciador “bajo lo signos distintivos y con las modalidades o técnicas de comercialización del concedente” (DOMÍNGUEZ GARCÍA. “El contrato de franquicia”, en BERCOVITZ, Contratos Mercantiles. Ed. Aranzadi, 2001; pág. 296). Pese a la inicial atipicidad de la figura contractual objeto de estudio, han sido aprobadas determinadas normas jurídicas que regulan los elementos esenciales de la misma, aunque, según la Doctrina, no conforman una regulación uniforme y completa de tal modalidad. Tales normas son: - El Reglamento (CE) 2790/1999, de 22 de diciembre. - El art. 62 de la Ley 7/1996, de Ordenación del Comercio Minorista. - 58 - El Real Decreto 2485/1998, de 13 de noviembre, por el que se desarrolla el precepto antes citado, relativo a la regulación del régimen de franquicia, y se crea el “Registro de Franquiciadores”. Entre los textos anteriores, es destacable el citado art. 62 de la Ley de Ordenación del Comercio Minorista, cuyo apartado 1º define la actividad comercial en régimen de franquicia como aquélla que se lleva a efecto en virtud de un acuerdo o contrato por el que una empresa, denominada “franquiciadora”, cede a otra, denominada “franquiciada”, el derecho a la explotación de un sistema propio de comercialización de productos o servicios. Este precepto ha sido desarrollado por el Real Decreto 2485/1998, de 13 de noviembre, antes citado, relativo a la regulación del régimen de franquicia y creación del Registro de Franquiciadores. Su art. 2 señala cuáles son aquellos elementos esenciales que se exigen para la calificación de un contrato como “franquicia”, cuales son: a) El uso de una denominación o rótulo común y una presentación uniforme de los locales o de los medios de transporte objeto del contrato. b) La comunicación por el “franquiciador” al “franquiciado” de un “saber hacer” o “know – how”, esto es, de un conjunto de técnicas empresariales relativas al marketing o a otros elementos tecnológicos, de carácter inmaterial, que han proporcionado al “franquiciador” éxito contrastado por una experiencia dilatada y conforman un bien inmaterial objeto de protección jurídica individual, estrictamente secreto o confidencial. El “know – how” no incluye, por tanto, la patente, la marca u otro signo distintivo propio del “franquiciador”, ni tampoco su fondo de comercio o cartera de clientes, sino aquellas técnicas secretas que el mismo ha utilizado y le han - 59 propinado su éxito comercial y consolidación en el mercado a través de una determinada “red de franquicia”. c) La prestación continua por el “franquiciador” al “franquiciado” de asistencia comercial o técnica durante la vigencia del contrato. 2.- Elementos del contrato de franquicia. Con arreglo a lo afirmado por la Doctrina y la Jurisprudencia, en consonancia con la escasa normativa que regula este tipo de contrato, podemos analizar, brevemente, cuáles son sus elementos subjetivos, objetivos y formales. 2.1.- Elementos subjetivos. “Franquiciador” y “franquiciado” son empresarios jurídicamente independientes. Esta independencia se manifiesta en el ámbito interno, en el que el “franquiciado” gestiona, sin injerencia del “franquiciador”, su propia empresa, asumiendo, en solitario, las responsabilidades y consecuencias de su propia gestión, con independencia de la obligación de someterse a determinadas instrucciones de aquél en el modo de comercialización de los productos o servicios del “franquiciador”. Con arreglo al Código Deontológico Europeo de la Franquicia, aprobado por la Federación Europea de Franquicia y vigente desde el día 1 de enero de 1991, la nota de independencia anterior debe ser tanto “jurídica” como “financiera”, por lo que “franquiciador” y “franquiciado” deberán aparecer en el tráfico jurídico como personalidades diferentes, desde un punto de vista formal y, también, real, sin que exista entre ellas identidad o comunidad de intereses (a salvo la relación de franquicia) ni, sobre todo, confusión o permeabilidad patrimonial. - 60 2.2.- Elementos objetivos. 2.2.1.- Información precontractual obligatoria. En primer lugar, según dispone el art. 3 del Real Decreto 2485/1998, de 13 de noviembre, el “franquiciador” tiene la obligación de entregar por escrito al “franquiciado” una serie de información mínima, relevante para el contrato de franquicia, con una antelación de al menos 20 días a la firma del contrato o a la entrega por parte del futuro “franquiciado” de cualquier pago al “franquiciador”. A este respecto, no es suficiente que dicha información conste en una “página web”, por ejemplo, o sea proporcionada verbalmente, sino que, como hemos dicho, debe entregarse por escrito. En la práctica, esta obligación suele representar una entrega de información ciertamente voluminosa, integrada en lo que suele llamarse “manual operativo”. En concreto, el contenido de esta información mínima es el siguiente: a) Datos de identificación del “franquiciador”: nombre o razón social domicilio y datos de inscripción en el “Registro de Franquiciadores”. Si se trata de una compañía mercantil, debe informarse sobre su capital social, según el último balance, con expresión de si se halla totalmente desembolsado o en qué proporción, facilitando igualmente los datos de inscripción en el Registro Mercantil. b) Acreditación de tener concedido para España el título de propiedad o licencia de uso (con indicación de su plazo de duración) de la marca y signos distintivos que la entidad “franquiciadora” utilice, informando sobre los hipotéticos recursos administrativos que hubieren sido interpuestos contra su concesión. - 61 c) Descripción general del ramo de actividad objeto de la franquicia, con descripción de los datos más importantes del mismo. d) Experiencia de la empresa “franquiciadora”, que incluirá, entre otros datos, su fecha de creación, las principales etapas de su evolución y el desarrollo de la “red de franquicia”. e) Contenido y características de la franquicia y de su explotación, con explicación general del negocio objeto de la franquicia, las características del “saber hacer” y de la asistencia comercial o técnica permanente que el “franquiciador” suministrará a sus “franquiciados”, así como una estimación de las inversiones y gastos necesarios para la puesta en marcha e un negocio tipo. En el caso de que el “franquiciador” haga entrega al potencial “franquiciado” de previsiones de cifras de ventas o resultados de explotación del negocio, éstos deberán estar basados en experiencias o estudios, suficientemente fundamentados. f) Estructura y extensión de la “red de franquicia” en España, que incluirá su forma de organización y el número de establecimientos implantados en España, distinguiendo los explotados directamente por el “franquiciador” de los que operen bajo el régimen de cesión de franquicia, con indicación de la población en que se encuentren ubicados y el número de “franquicidos” que hayan dejado de pertenecer a la red en España en los dos últimos años, y si el cese se produjo por expiración del término contractual o por otras causas. g) Elementos esenciales del acuerdo de franquicia, con expresión de los derechos y obligaciones de las respectivas partes, duración del contrato, condiciones de resolución y, en su caso, de renovación del mismo, contraprestaciones económicas, pactos de exclusiva, y limitaciones a la libre disponibilidad del “franquiciado” respecto del negocio objeto de franquicia. - 62 En el contrato de franquicia conviene hacer constar que el “franquiciador” ha cumplido la obligación de entrega previa al “franquiciado” de la información anterior. 2.2.2.- Patentes y signos distintivos. La principal finalidad del contrato de franquicia consiste en la cesión o licencia de uso de dichos signos distintivos, para la completa identificación exterior del “franquiciado” con la imagen empresarial del “franquiciador”. A tal fin resulta imprescindible, según el caso, la licencia de patentes, marcas, nombre comercial y rótulo de establecimiento, cuyo uso constituye no sólo un derecho, sino también una obligación de la empresa “franquiciada”. 2.2.3.- El “know how” o saber hacer. Una de las principales características de la franquicia viene dada por la comunicación que de su “know – how” o de sus técnicas empresariales hace la empresa “franquiciadora” a la “franquiciada”, a través de un manual operativo elaborado al efecto, a fin de que ésta lo utilice, tanto en concepto de derecho como de obligación. Como hemos visto, el “know – how” forma parte del contenido mínimo de información que el “franquiciador” debe suministrar al “franquiciado”, incluso con anterioridad a la celebración o perfeccionamiento del acuerdo contractual. Ya hemos ofrecido con anterioridad un concepto de “know – how” o “saber hacer”, como objeto típico de transferencia en los contratos de franquicia. A este respecto, el Código Deontológico Europeo de la Franquicia, en su apartado 1.3.-, coincidiendo básicamente con la definición que establece el art. 1 f) del Reglamento (CE) nº2790/1999, de 22 de diciembre, ofrece una descripción bastante exacta del concepto, objeto y características de este bien - 63 inmaterial, señalando que el “saber hacer” es un “conjunto de informaciones prácticas, no patentadas, resultantes de la experiencia del Franquiciador y probadas por él” (esto es, comprobadas a través del éxito comercial obtenido con su utilización), siendo el mismo “secreto, sustancial e identificado”, en el siguiente sentido: a) “Secreto”, significa que el saber hacer “en su conjunto o en la configuración y el ajuste exacto de sus componentes, no es conocido en general, ni resulta fácilmente accesible; esto no se limita al sentido estricto de que cada componente individual del “saber hacer” deba ser totalmente desconocido o imposible de obtener fuera de la relaciones con el Franquiciador”. Precisamente, como veremos, debido al carácter secreto de esta información, el Real Decreto 2485/1998, de 13 de noviembre, en su art. 4, faculta al “franquiciador” para exigir al “franquiciado” un deber de confidencialidad sobre la información que éste haya recibido con ocasión de la celebración y desarrollo del contrato. b) “Sustancial”, en el sentido de que el “saber hacer” debe incluir una “información importante para la venta de productos o la prestación de servicios a los usuarios finales, y en particular, para la presentación de los productos de cara a su venta al público, la transformación de los productos en combinación con la prestación de servicios, las relaciones con la clientela y la gestión administrativa y financiera”. En definitiva, es importante que el “know – how” reporte utilidad al “franquiciado”, para mejorar su posición competitiva en la fecha de conclusión del acuerdo de franquicia. c) “Identificado”, en el sentido de que la información que se facilite al “franquiciado” sobre el “saber hacer” del “franquiciador”, sea lo suficientemente completa y permita verificar si reúne las condiciones de secreto y sustancialidad antes expuestas. Como hemos señalado anteriormente, esta información debe - 64 darse al franquiciado por escrito y, normalmente, se entrega en un documento separado llamado “manual operativo”. Además de lo anterior, es importante que el “franquiciador” garantice al “franquiciado” el uso de ese “saber hacer”, sin injerencias ni interferencias de terceros, asumiendo los riesgos y costes que las mismas, en su caso, originen. El “franquiciador”, pues, debe transmitir el “know – how” útil al “franquiciado” y, además, controlar su correcta aplicación. 2.2.5.- Asistencia comercial y técnica. La asistencia técnica del “franquiciador” al “franquiciado” ha de tener lugar durante toda la vigencia del contrato, y con la regularidad necesaria. Suele comprender las directrices sobre el diseño y decoración del establecimiento, comunicación de “stocks” mínimos según la plaza o lugar de comercialización, presentación de productos y escaparates, organización de publicidad, etc. Dentro del marco conceptual que implica el término “asistencia técnica”, podemos incluir todas aquellas instrucciones precisas y necesariamente escritas (entregadas antes de la celebración del contrato, como parte de la información mínima legalmente prescrita) que el “franquiciador” deba dar al “franquiciado” sobre la explotación del negocio, publicidad, contabilidad, posibles servicios post – venta, etc. 2.2.6.- El precio. Como señala el art. 2, párrafo segundo, del Real Decreto 2485/1998, el precio que deba abonar el “franquiciado” al “franquiciador”, según lo pactado entre las partes, debe consistir en una contraprestación económica, ya sea directa o indirecta. - 65 En la práctica suele ser de ambos tipos, ya que normalmente se pacta un “canon” o “royaltie” fijo, de pago periódico (contraprestación directa), más un porcentaje sobre los beneficios de explotación del franquiciado (contraprestación indirecta). 2.2.7.- Master franquicia. Finalmente, entre los posibles elementos objetivos del contrato, debemos mencionar expresamente el supuesto llamado “Master Franquicia”, corriente en aquéllas cadenas o redes comerciales de gran implantación a nivel internacional. Se trata de un tipo de contrato en el que el objeto no es la explotación comercial del sistema de comercialización del “franquiciador”, sino la celebración de nuevos contratos o “subcontratos” de franquicia con terceros. 2.3.- Elementos formales. El contrato de franquicia se rige por el principio general de la libertad de forma, por lo que, cualquiera que fuere la misma, verbal o escrita, se perfecciona por el mero acuerdo de voluntades. El “deber de información precontractual” en forma escrita y anticipada sobre el contenido esencial del contrato de franquicia que impone al “franquiciador” el art. 3 del RD 2485/1998, no convierte a la franquicia en un “contrato formal”, ya que el contrato es válido y eficaz aunque no se cumpla dicho deber, con independencia de la sanción administrativa que el incumplimiento de esta exigencia puede acarrear, con arreglo a lo dispuesto en los arts. 64 y 68.3 de la Ley de Ordenación del Comercio Minorista, y sin perjuicio, incluso, del ejercicio de una eventual acción de anulabilidad del contrato por vicio en el consentimiento derivado de un error esencial sobre el objeto (art. 1266 del C.C.). - 66 Por último, y también con relación a los elementos formales del contrato de franquicia, es necesario hacer una referencia al “deber de registro administrativo” previo al ejercicio de la actividad de franquicia en España. En desarrollo de las previsiones del art. 60.2 de la Ley de Ordenación del Comercio Minorista, los arts. 5 y siguientes del RD 2485/1998, crean y regulan el Registro de Franquiciadores, de naturaleza administrativa y carácter público, con la única finalidad de información y publicidad, en el cual deberán inscribirse, con carácter previo al inicio de la actividad de cesión de franquicia, los empresarios que pretendan desarrollar dicha actividad en España. Dicho Registro será el “autonómico” (para los franquiciadores que operen en una concreta Comunidad Autónoma) o el “nacional” (para los de ámbito de actuación trasautonómica o franquiciadores sin domicilio en España). En congruencia con la naturaleza jurídico – pública de la norma, el incumplimiento de la obligación de inscribirse en dicho Registro no producirá efectos privados de ínbdole alguna (el contrato de franquicia será válido y eficaz), sino meros efectos sancionadores de índole administrativa (arts. 65, 68, 89 y 70 de la Ley de Ordenación del Comercio Minorista). 3.- Obligaciones de las partes. 3.1.- Obligaciones del “franquiciado”. 3.1.1.- Obligación de pago. La primera y esencial obligación del “franquiciado” es el pago de la contraprestación económica, directa o indirecta, que las partes hayan pactado por la concesión de la franquicia, consistente en la práctica, como hemos dicho, en el pago de una cantidad fija y otra variable sobre los beneficios de explotación de “franquiciado”. - 67 Igualmente, es usual el establecimiento de cláusulas que obligan al “franquiciado” a asumir la obligación de participar o colaborar porcentualmente o por cuota en los gastos soportados por el “franquiciador” por su actividad centralizada, en beneficio propio y de la “red de franquicia”, en materia de publicidad, formación de personal, asistencia técnica y comercial, etc. 3.1.2.- Obligación de explotación del negocio licenciado. La otra obligación básica del “franquiciado” se centra en la explotación autónoma del negocio franquiciado, utilizando exclusivamente como rótulo del establecimiento, y en su caso en los medios de transporte, la marca o signo licenciado por el “franquiciador”, y haciendo público en todas las relaciones del tráfico, jurídicas o fácticas, su condición de empresario independiente. Como dice el apartado 2.1.- del Código Deontológico Europeo de la Franquicia, “el franquiciador se asegurará de que el franquiciado, dé a conocer su naturaleza de empresario jurídicamente independiente, a través de una señalización adecuada”. Dentro de esta obligación se encuentra el deber de utilizar las patentes, marcas u otros signos distintivos licenciados por el “franquiciador”, aplicando igualmente las técnicas comerciales o “know – how” transmitido por éste y demás instrucciones para la explotación del negocio, comercialización de los productos o prestación de los servicios objeto de franquicia, con la diligencia de un ordenado empresario y con arreglo al principio de la buena fe, así como procurando respetar y guardar la imagen unitaria que la “red de franquicia” deba tener, con cumplimiento de todas las obligaciones fiscales, administrativas, laborales o mercantiles que el “franquiciado”, como empresario independiente, deba asumir. - 68 En definitiva, la condición de empresario le impone al “franquiciado” unas coordenadas de actuación profesionales de especial rigor, empleando en ello los imprescindibles medios materiales y personales. En concreto, con arreglo al Código Deontológico Europeo de la Franquicia, el “franquiciado” “estará obligado a colaborar con lealtad al éxito de la Red a que se ha adherido” (apartado 1.-, “la independencia jurídica y financiera entre las partes”) y, además, “dedicar sus máximos esfuerzos al desarrollo de la Red de Franquicia y al mantenimiento de su identidad común y de su reputación” (apartad. 2.3.-, letra a). Debe destacarse que la obligación del “franquiciado” es de “medios” y no de “resultado”, por lo que su incumplimiento depende o no de que el mismo actúe con la debida diligencia y poniendo todos los medios personales y materiales necesarios en el desempeño de una actividad, con independencia del resultado que obtenga. No deja de resultar curioso, sin embargo, que haya sido práctica habitual incluir en los contratos de franquicia cláusulas que, en principio, obligan al “franquiciado” a alcanzar determinados niveles de facturación mínima. Para algunos autores, como BERCOVITZ o DOMÍNGUEZ GARCÍA este tipo de pactos deben interpretarse como meras indicaciones, existiendo sólo incumplimiento cuando, con independencia de la facturación obtenida, el “franquiciado” no haya respetado el deber de diligencia exigible al mismo según las circunstancia de tiempo y lugar de explotación de la franquicia. Sin embargo, también podemos entender que la falta de obtención de la “facturación mínima” pactada puede ser causa de resolución unilateral del contrato por el “franquiciador”, aplicando la Jurisprudencia referida al contrato de distribución, en lo supuestos en que el “concesionario” se obliga a obtener un volumen mínimo de comercialización de los productos del “concedente” y no lo consigue. - 69 3.1.3.- Obligación de cumplir las instrucciones expresas del franquiciado y no interferir en su labor de asistencia técnica. Es esencial, también, que el “franquiciado”, sin perjuicio de su independencia jurídica y financiera, se someta a las instrucciones expresas que el “franquiciador” le entregue, bien por escrito y antes de la celebración del contrato, si forma parte de la “información mínima precontractual” a la que hemos hecho referencia, o bien en cualquier otra forma o momento de desarrollo del contrato, según las necesidades comerciales que en cada momento vaya teniendo el negocio y la red de franquicia. El contenido de las instrucciones, entre las cuales se incluye el “know – how” o saber hacer, puede ser de lo más variado, versando, por ejemplo, sobre acondicionamiento de los locales, modo de muestra de los productos o servicios, marketing, atención al público, horarios de apertura (dentro de los límites administrativamente impuestos por la entidad pública local o autonómica, según los casos), publicidad, contabilidad, utilización de signos distintivos, etc. En todo caso, es necesario tener en cuenta que todo acuerdo de franquicia, como “acuerdo vertical” o “práctica concertada” que es, resulta, en principio, restrictivo de la competencia, y pese a haber sido declarado exento de tal calificación, existen determinadas instrucciones o imposiciones al “franquiciado” que quedan vedadas por principio imperativo de defensa de la competencia, con arreglo a lo dispuesto en el art. 4 del Reglamento (CE) nº2790/1999, de la Comisión, de 22 de diciembre de 1999, de exención de determinadas categorías de acuerdos verticales y prácticas concertadas. De esta forma, el “franquiciador”: a) No puede imponer al “franquiciado” los precios de venta al público de los productos o servicios objeto de franquicia, sino meras indicaciones. - 70 Únicamente está permitida la imposición de precios de venta máximos que no equivalgan a un precio de venta fijo o mínimo como resultado de presiones o incentivos procedentes de cualquiera de las partes. b) Tampoco puede restringir o imponer el territorio en el que el “franquiciado” pueda vender los bienes o servicios contractuales, o el grupo de clientes a los que puedan venderlos, con determinadas excepciones. 3.1.4.- Obligación de información y de guardar secreto sobre el “know – how” o “saber hacer”. Como dice ALBERTO BERCOVITZ (Contratos Mercantiles. Ed. Aranzadi, 2001; pág. 317), “los deberes de información y de secreto constituyen una expresión concreta de los deberes generales de lealtad y protección contractual de los intereses del franquiciador …”. En primer lugar, es importante que el “franquiciado” informe suficientemente al “franquiciador”, de forma periódica o, en su caso, con la máxima celeridad posible, sobre todas aquellas circunstancias de las que tenga conocimiento derivado de la explotación del negocio, que sean relevantes o transcendentes para los intereses contractuales, como pueden ser la situación comercial, financiera, contable y técnica de su negocio, injerencias negativas o antijurídicas de terceros, aumento o disminución considerable del fondo de comercio del “franquiciador”, etc. Asimismo, el “franquiciado” debe guardar confidencialidad o secreto, durante toda la vigencia del contrato de franquicia e, incluso, con posterioridad, en relación con la “información precontracutal” recibida (art. 4 del RD 1998/2769, de 13 de noviembre) y, también, sobre la que el “franquiciador” le transmita durante el desarrollo del contrato, especialmente en lo relativo al “know – how” o “saber hacer”, anteriormente definido. - 71 Finalmente, a efectos de eximir de cualquier responsabilidad administrativa al “franquiciador” en relación con el tratamiento o cesión de datos de carácter personal, es importante hacer constar que el “franquiciado” cumpla estrictamente con todas las exigencias de la Ley Orgánica de aplicación a esta materia. 3.1.5.- Obligación de no competencia. Ha sido tradicional en el este tipo de contrato, y así lo menciona incluso el propio Código Deontológico Europeo de la Franquicia, imponer al “franquiciado” una obligación de no competencia tras la finalización del contrato, pero, sin embargo, la misma ha sido intensamente limitada en cuanto a su posible aplicación y, sobre todo duración, por el Reglamento (CE) nº2790/1999, de la Comisión, de 22 de diciembre de 1999, al considerarse restrictiva de la competencia. Por ello, el art. 5 de la mencionada norma comunitaria, considera contrarios a la libre competencia de mercado los siguientes pactos: a) “cualquier cláusula, directa o indirecta, de no competencia cuya duración sea indefinida o exceda de cinco años; una cláusula de no competencia que sea tácitamente renovable a partir de un período de cinco años será considerada como de duración indefinida”. b) “cualquier obligación directa o indirecta que prohíba al comprador” (“franquiciado”), “tras la expiración del acuerdo, fabricar, comprar, vender o revender bienes o servicios excepto cuando tal obligación se refiera a bienes o servicios que compitan con los bienes o servicios contractuales, se limite al local y terrenos desde los que el comprador haya operado durante el período contractual, y sea indispensable para proteger conocimientos técnicos transferidos por el proveedor” (“franquiciador”) “ al comprador” (“franquiciado”), “y siempre y cuando la duración de dicha cláusula de no competencia se limite a un período de un año tras la expiración del acuerdo”. - 72 3.2.- Obligaciones esenciales del “franquiciador”. 3.2.1.- Entrega escrita de la “información precontractual mínima”. En primer lugar, el “franquiciador” debe cumplir su obligación de entregar al “franquiciado”, con antelación a la celebración del contrato y por escrito, la información precontractual mínima a que hace referencia el art. 3 del RD 1998/2769, de 13 de noviembre), a la que antes hemos hecho referencia. Como veremos, el “franquiciador” también debe asumir deberes de actualización de la información anterior y prestación periódica de la misma durante la vigencia del contrato. 3.2.2.- Garantía de explotación pacífica del negocio. Asimismo, el “franquiciador” también debe garantizar al “franquiciado” la explotación pacífica del negocio objeto de concesión o franquicia, haciéndose cargo por su cuenta y riesgo de las injerencias o reclamaciones judiciales o extrajudiciales de terceros, así como de los problemas que puedan surgir derivados del incumplimiento de formalidades administrativas o legales que incumban específicamente al “franquiciador” (como hemos señalado, el “franquiciado” asume todas las obligaciones fiscales, laborales, administrativas o mercantiles del propio negocio de explotación, como empresario independiente de aquél). En función del tipo de actividad o negocio que el “franquiciador” conceda al “franquiciado”, la Doctrina mercantilista ha distinguido tradicionalmente tres modalidades básicas de contrato de franquicia: - 73 a) Franquicia de distribución. Por virtud de la misma el “franquiciador” comunica al “franquiciado” un modo o técnica de comercialización de un producto o gama de productos, de fabricación propia o ajena. b) Franquicia de servicios. Tiene por objeto la comunicación de un determinado modo de prestar un servicio. c) Franquicia industrial, en la que el “franquiciado” fabrica y revende productos distinguidos por la marca del “franquiciador”. Salvo la “franquicia industrial”, la mayoría de los contratos de este tipo tienen, en la práctica, elementos de la “franquicia de distribución” y de la “franquicia de servicios”. 3.2.3.- Asistencia técnica e información continuada. Otra obligación esencial del “franquiciador” es la relativa a la asistencia técnica y periódica al “franquiciado” para la resolución de todo tipo de problemas o vicisitudes relacionadas con la explotación del negocio concedido. En este sentido, el “franquiciador” no sólo se obliga a poner a disposición del “franquiciado” los bienes o servicios objeto de concesión, sino, también, a conservarlos de forma que sean aptos para la consecución de la finalidad de explotación empresarial de este tipo de contrato. Dentro del concepto de “asistencia técnica”, que puede incluir actividades de muy variada índole, destaca la “formación de personal” como cláusula normalmente incluida en las franquicias de distribución o de servicios, por medio de la cual el “franquiciador” se obliga a facilitar, al personal laboral del “franquiciado”, todo el conocimiento y experiencia necesaria para explotar el negocio con arreglo al nivel y unidad de imagen que requiere la red de - 74 franquicia y con cumplimiento de las instrucciones y requerimientos técnicos del “franquiciador”. Es importante, también, la obligación del “franquiciador” de información continuada, tanto en lo que alude al contenido de la información “mínima precontractual” legalmente prescrita como, también, en lo que respecta a todos aquellos datos que puedan ser relevantes en cada momento para la explotación del negocio objeto de franquicia. Esta obligación forma parte del deber general del “franquiciador” de promover el prestigio y progresión comercial de la “red de franquicia”, cuidando en todo momento de su imagen y aumentando su éxito comercial, lo que implica la necesidad de actualizar la información necesaria y las técnicas comerciales y empresariales aplicables para la consecución de ese fin, facilitando, a este respecto, una información continua y útil. 3.2.4.- Licencia de patentes y signos distintivos así como suministro de bienes objeto de explotación. A fin de mantener la unidad de imagen y el prestigio de la “red de franquicia”, y como obligación ineludible en el desarrollo de este tipo de contrato, el “franquiciador” debe conceder y garantizar al “franquiciado” frente a terceros el uso de las patentes que sean de su titularidad o tenga licenciadas, así como, especialmente, el rótulo de establecimiento, las marcas bajo las cuales actúa en el mercado y cualesquiera otros signos distintivos que lo identifiquen en el tráfico mercantil. El uso de los anteriores “bienes inmateriales” no sólo conforma una obligación del “franquiciado”, como “franquiciador”, en el sentido expuesto. hemos visto, sino también del - 75 Por otra parte, en las “franquicias de distribución”, es esencial que la empresa “franquiciadora” facilite y garantice al “franquiciador” el suministro de los productos suficientes para que el “franquiciado” pueda explotar el negocio concedido con arreglo a las prescripciones e instrucciones del “franquiciador”, al respecto de lo cual se suelen establecer en la práctica el mantenimiento de “stocks” mínimos de mercaderías y otros productos. 3.2.5.- Entrega de instrucciones necesarias y control de la explotación del negocio objeto de franquicia. El sometimiento a las instrucciones específicas del “franquiciador” así como el cumplimiento de las obligaciones administrativas, fiscales, mercantiles o laborales relacionadas con el negocio objeto de explotación, no sólo constituye una obligación del “franquiciado” sino también un deber del “franquiciador”. Ello tiene su fundamento en la tutela de la imagen y reputación de la “red de franquicia”, cuya promoción y progresión comercial representa un deber básico del “franquiciador”. En este sentido, el “franquiciador” debe llevar a cabo ese control en la forma necesaria y menos perjudicial o molesta para el “franquiciado”, y siempre y cuando no afecte a la libre competencia o a la necesaria autonomía e independencia de este último. 3.2.6.- Cumplimiento de la exclusiva concedida al “franquiciado”. Finalmente, en este tipo de contratos suele establecerse una exclusiva a favor del “franquiciado” territorialmente limitada, que, evidentemente, el “franquiciador” debe respetar. Normalmente, el incumplimiento de esta “exclusiva” suele pactarse expresamente como causa de resolución del contrato, con posibles penas indemnizatorias añadidas. - 76 4.- Extinción. Con independencia de las causas generales de extinción de las obligaciones y contratos, existen dos supuestos especiales de terminación del contrato de franquicia que merecen destacarse: a) En primer lugar, suele ser objeto de pacto entre las partes la facultad de desistimiento unilateral, también llamada revocación “ad nutum”, en aquellos supuestos en los que el contrato es duración indefinida, como suele ocurrir, ya que nos encontramos ante un negocio jurídico con vocación de durar en el tiempo. Resulta perfectamente trasladable aquí lo que hemos señalado con anterioridad respecto a la facultad de desistimiento unilateral en el contrato de concesión o distribución en exclusiva, por lo que nos remitimos ahora a lo señalado en ese momento, para evitar reiteraciones. b) Por otra parte, al encontrarnos ante contratos recíprocos o sinalagmáticas, es aplicable lo dispuesto en el art. 1.124 del Código Civil en caso de incumplimiento de una de las partes, pudiendo al otra promover la resolución del contrato, más la indemnización de los daños y perjuicios. Recordemos que la Jurisprudencia exige, como requisito material de aplicación de la facultad de resolución aludida, que el incumplimiento sea “esencial” o frustre la finalidad esencial del contrato. En todo caso, suelen establecerse en este tipo de contratos cuáles son aquellos incumplimientos o contravenciones contractuales que se consideran por las partes como esenciales y son, por tanto, causas de resolución del contrato.