las responsabilidades legales en materia de seguridad y salud en la

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LAS RESPONSABILIDADES LEGALES EN MATERIA DE SEGURIDAD Y SALUD EN
LA CONSTRUCCIÓN.
CARLOS ARÉVALO SARRATE
Ingeniería y Prevención de Riesgos S.L.
RESUMEN
El presente artículo analiza las responsabilidades legales que, en materia de seguridad y salud, ostentan los
diferentes agentes participantes en las obras de construcción. Así mismo, estudia cual es la situación actual en esta
materia recogiendo tanto extractos y referencias a la todavía escasa jurisprudencia existente como las principales
iniciativas emprendidas al respecto por parte del Ministerio Fiscal. Todo ello configura un panorama ciertamente
preocupante que ya está desembocando en la criminalización de la actuación de los técnicos intervinientes en la obra
sin atender, en muchos casos, a su grado de participación en el accidente en cuestión. Si a ello unimos la habitual
falta de rigor técnico y jurídico con la que los letrados, fiscales y jueces abordan esta cuestión y la elevada
relevancia social e, incluso, política de la materia es fácil concluir que la situación empieza a exigir una actuación
coordinada de defensa de los intereses legítimos de los técnicos implicados en la ejecución de las obras.
1.- PUNTO DE PARTIDA.
Si bien el problema de los accidentes de trabajo en la construcción y las repercusiones legales
que acarrean los mismos no resultan, desgraciadamente, una novedad en el sector, no es menos
cierto que la situación se ha visto agravada de manera acuciante en los últimos años. Con el
objetivo de analizar dicha situación, sus condicionantes técnicos y jurídicos y rescatar la todavía
escasa jurisprudencia existente al respecto se redacta la presente comunicación.
A lo largo de la misma, se tratará de profundizar en un problema que, de manera progresiva, está
afectando a todos los técnicos que ejercen su labor profesional alrededor de una obra de
construcción (representantes del promotor, directores de obra, coordinadores de seguridad y
salud, jefes de obra y producción, técnicos de seguridad y representantes de empresas
contratistas y subcontratistas), y cuya virulencia no hace sino crecer de manera desmesurada
en los últimos años.
Y todo ello considerando como premisa básica y absolutamente irrenunciable el derecho de
los trabajadores a unas condiciones de trabajo seguras y admitiendo, como no pudiera ser de
otra forma, lo precario de nuestras obras en una materia regulada modernamente por un conjunto
de normas dictadas en la década de los noventa y que, aún hoy, se caracteriza por unos niveles de
siniestralidad inadmisibles para una sociedad moderna. Si bien las causas de dicha situación y las
vías de mejora de la misma se antojan como cuestiones de muy necesario análisis y
consideración no serán objeto del presente documento. Por el contrario, y admitiendo el déficit
de nuestras obras y proyectos en esta materia, el análisis y reflexiones incluidas en el presente
1
documento se limitan al objeto que le da título, es decir, a las consecuencias legales
(principalmente en el orden penal), que los accidentes y situaciones de riesgo acarrean (y
pueden acarrear en un futuro), a los ingenieros involucrados en el proceso de diseño,
ejecución y explotación de una obra de construcción.
Así mismo, es preciso aclarar en este primer apartado que, a diferencia de lo que vienen
entendiendo y aplicando los jueces y fiscales en los últimos tiempos, el hecho de admitir que la
situación preventiva de las obras de construcción exige, aún hoy, una mejora considerable no
implica el admitir ni justificar de manera automática (y, a menudo, poco o nada razonada), la
creciente criminalización que se viene realizando en los últimos años de la actuación
profesional que los técnicos ejercen en el ámbito de las obras de construcción.
Por último, y antes de comenzar el análisis en profundidad del asunto que nos ocupa, se
considera imprescindible constatar que la aproximación que se va a realizar a esta materia no
pretende, en absoluto, justificar todas las actuaciones que se efectúan por parte de los técnicos en
las obras y proyectos pues, se reitera, se considera que buena parte de ellas precisan una evidente
mejora en lo que se refiere a su claridad, justificación, entidad y contundencia preventiva. Por el
contrario, el presente documento pretende incorporar ciertas reflexiones de índole técnicojurídico sobre aspectos tales como la rigurosidad jurídica de las actuaciones emprendidas a la
hora de imputar responsabilidades a los técnicos actuantes en una obra de construcción, la
proporcionalidad de las condenas y sanciones propuestas y, a menudo, impuestas y, sobre todo,
sobre la utilidad y consecuencias que ya están teniendo las actuaciones emprendidas,
principalmente, por la Fiscalía General del Estado a este respecto.
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2.- ANÁLISIS TÉCNICO- JURÍDICO DE LA NORMATIVA VIGENTE.
OBLIGACIONES LEGALES DE LOS AGENTES.
A la hora de analizar de manera concreta las posibles responsabilidades de los diferentes
agentes intervinientes en una obra de construcción hay que comenzar por admitir que
éstos únicamente podrán resultar responsables cuando incumplan de manera
manifiesta alguna de sus obligaciones legales en la materia. Por lo tanto, y como
embrión del problema de las responsabilidades, se debe comenzar por analizar las
obligaciones legales en materia de seguridad y salud en la construcción sin perjuicio,
claro está, de que las responsabilidades a imputar dependerán, en buen grado, de las
particularidades específicas del orden en el que se juzgue el presunto ilícito.
Así mismo, se debe tener muy en cuenta que las obligaciones en esta materia pueden
tener o bien un carácter explícito (cuando son definidas de manera positiva en una
norma preventiva), o bien un carácter implícito (cuando se deducen a través de las
responsabilidades establecidas al respecto en la normativa vigente). Así, por ejemplo, el
promotor tendrá la responsabilidad explícita de designar un coordinador de seguridad y
salud cuando concurran las condiciones que le obliguen a ello, siendo responsable de
manera implícita de que dicho coordinador reúna los requisitos formativos y
académicos exigibles para dicho cargo.
Una vez realizados los apuntes precedentes, es el momento de concretar las
obligaciones legales en materia preventiva recordando, claro está, que las
responsabilidades legales imputables a los diferentes agentes intervinientes en la
construcción nacerán, de manera obligada, del incumplimiento de alguna de ellas en las
condiciones y con los resultados que procedan en cada caso.
2.1.- Obligaciones legales del promotor de la obra.
El promotor de la obra, definido como el agente por cuenta del cual se ejecuta la misma,
comienza a ser considerado como agente activo en la materia a partir de la
promulgación y entrada en vigor del RD 1627/97 de seguridad en la construcción
(anteriormente sólo aparecía de manera difusa en el derogado RD 555/86). A partir de
dicho momento, el promotor (que hasta entonces era totalmente ajeno a la gestión
preventiva de las obras), pasa a estar legalmente obligado a cumplir una serie de deberes
concretos. Dichos deberes iniciales se concretan en los siguientes:
1.- Redactar un estudio de seguridad y salud (básico o completo), dentro del
proyecto de construcción. Dicho Estudio, como verdadero proyecto de seguridad,
deberá ser redactado por parte de un técnico competente e incluirá las previsiones y
prescripciones preventivas básicas que sirvan para marcar los márgenes de la futura
acción preventiva del empresario. Además, el contenido del estudio deberá ser
suficiente y ajustarse a lo normado tipificándose como responsabilidad grave en la
vía administrativa (Art. 12.24 del Real Decreto Legislativo 5/2000, de 4 de agosto,
por el que se aprueba el texto refundido de la Ley sobre Infracciones y Sanciones en
el Orden Social, en adelante TRLISOS), el que el Estudio del promotor no cumpla
dichas condiciones. Así mismo, el citado artículo responsabiliza al promotor cuando
“tales estudios presenten deficiencias o carencias significativas y graves en relación
con la seguridad y la salud en la obra”. De esta manera, el promotor ostenta la
obligación explícita de redactar un estudio de seguridad (art. 5 RD 1627/97), y la
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obligación implícita de que su contenido sea el adecuado. Además. Cabe destacar
que la actual redacción de la infracción (que vincula la existencia de la misma a
posibles carencias en la seguridad de la obra), dificulta enormemente el papel del
promotor a este respecto pues, habitualmente, resulta inviable prever en el Estudio
todos los aspectos preventivos a considerar en la futura obra (aún cuando dicho
documento se modifique a lo largo de la misma).
2.- Designar un coordinador de seguridad y salud en fase de proyecto y en fase
de ejecución cuando se den los supuestos indicados en el RD 1627/97 (concurrencia
de más de un proyectista en la fase de proyecto y de más de un empresario o
trabajador autónomo en la fase de ejecución). Pero el TRLISOS va todavía más allá y
responsabiliza directamente al promotor cuando dichos coordinadores no
cumplan con sus obligaciones legales como consecuencia de “su falta de
presencia, dedicación o actividad en la obra”. Por lo tanto, el promotor ostenta la
obligación implícita de asegurarse del cumplimiento que el coordinador hace de
sus obligaciones legales. De nuevo parece tratarse de una obligación excesiva pues,
entre otros motivos, el promotor no tiene porque ser un experto en prevención. Sin
duda esta obligación, y su correlativa responsabilidad, obligan de facto a los
promotores a poner en práctica actuaciones complementarias a las habituales para
evitar su incumplimiento.
3.- Además de las obligaciones de carácter administrativo (redactar el Aviso Previo y
habilitar el Libro de Incidencias en las obras públicas), se impone en el Art. 12.24 del
TRLISOS una última obligación implícita al responsabilizarse de que los
empresarios no “reciban la información y las instrucciones adecuadas sobre los
riesgos y las medidas de protección prevención y emergencia”. Como se verá más
adelante, se trata de una obligación redundante con las dos anteriores (ya que se
concreta en la corrección del estudio y en la adecuada actuación del coordinador).
Por lo tanto, el promotor ya no puede limitar su actuación (como abundaba en los
primeros tiempos de vigencia de la nueva normativa preventiva), a efectuar un
cumplimiento meramente formal de sus obligaciones y conformarse con elaborar un
estudio genérico o designar a un coordinador y olvidarse de su actuación considerando
que sus funciones y actuaciones le resultan ajenas. En contra de dichos
comportamientos, la Ley 54/03 de reforma del marco normativa tipificó, mediante la
modificación operada en el TRLISOS, las infracciones anteriormente citadas y, de
manera simultánea, cargó al promotor con una serie de obligaciones implícitas que,
como se puede comprender, van mucho más allá de sus obligaciones explícitas.
Pero las obligaciones del promotor no se limitan a lo establecido en el RD 1627/97, por
el contrario el legislador ha proseguido en su exigencia continua a este agente y en un
Real Decreto del año 2004, en concreto el RD 171/04 de4 coordinación de actividades
empresariales, se le asignan nuevas y sorprendentes funciones en la gestión de la obra.
Dicho Real Decreto, a partir de lo establecido en sus artículos 2, 7, 8 y, principalmente,
su disposición adicional primera, identifica al promotor de la obra en todos los casos y
sin salvedad alguna con la compleja figura del empresario titular del centro de
trabajo de la misma.
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OBLIGACIONES LEGALES DEL
PROMOTOR
EXPLÍCITAS (RD 1627/97)
IMPLÍCITAS (TRLISOS)
1.- Redactar el Estudio de
Seguridad y Salud.
1.- Asegurar contenido
Estudio de Seguridad.
del
2.- Designar a los coordinadores
de proyecto y de obra.
2.- Asegurar que la labor de los
coordinadores es correcta.
3.- Aviso Previo y Libro de
Incidencias
3.- Información e instrucción
preventiva a los empresarios.
Sin entrar en el estudio detallado de esta resolución, se debe afirmar (tal y como recoge
la Abogacía del Estado en sendos dictámenes referenciados en este artículo), que dicha
identificación resulta forzada y poco o nada justificada en algunos casos como son las
obras públicas contratadas para la construcción de infraestructuras. El problema radica
en que, una vez más, la situación legal del promotor y sus representantes se complica
algo más con dicha identificación pues, en definitiva, se responsabiliza al promotor de
buena parte de la gestión preventiva de la obra cuando, en principio y en aplicación
de la legislación vigente, dicha responsabilidad debería corresponder al empresario
contratista principal de la obra.
Todo ello, no ha hecho si no dificultar la posición legal del promotor y sus
representantes en las obras pues se le está exigiendo (y ya desde el ámbito de la
responsabilidad penal como veremos más adelante), que su actuación en la obra vaya
más allá del mero cumplimiento de sus obligaciones propias e, incluso, naturales y
lógicas (mucho más aún si consideramos la coherencia de estas obligaciones con lo
establecido al respecto, por ejemplo, en la normativa de contratación de obras públicas).
2.2.- Obligaciones legales de empresarios contratistas y subcontratistas.
Si como hemos visto el promotor de la obra ha ido adquiriendo obligaciones y
responsabilidades en materia preventiva en los últimos tiempos, podemos afirmar que el
empresario siempre las tuvo y que, si acaso, ha aprovechado tal hecho para tratar de
difuminar sus obligaciones en la materia. Sin perjuicio de ello, las obligaciones, y
consecuentes responsabilidades del empresario en esta materia siguen siendo amplias y
muy claras. De hecho parten, en un enunciado quizás excesivo, de la obligación de
garantizar la seguridad de los trabajadores a su cargo previendo, incluso, las
imprudencias no temerarias de los mismos (artículos 14.2 y 15.4 de la Ley de
Prevención). Para cumplir con esta compleja obligación principal, el legislador obliga al
empresario a atender e implementar los siguientes deberes preventivos:
1.- Debe planificar su acción preventiva alrededor de un plan de prevención de
riesgos laborales que, en las obras de construcción con proyecto, se configura como
un plan de seguridad y salud (art. 7 RD 1627/97). Dicho plan debe garantizar la
integración de la prevención en la obra y articular y definir todos los procedimientos
5
y prácticas preventivas a desarrollar en la obra incluyendo, claro está, aquellos
destinados al cumplimiento de todos sus deberes preventivos enunciados en este
epígrafe. Así mismo, el citado plan de prevención del empresario principal en la obra
debe respetar los condicionantes establecidos por el promotor con carácter mínimo
en el estudio de seguridad y salud. De esta manera, y dentro del plan de seguridad, el
empresario principal debe definir cuales serán las funciones y responsables de
cumplir con sus obligaciones legales.
2.- Todo empresario principal (entendido como aquel que subcontrata tareas de su
propia actividad), debe no sólo cumplir las obligaciones legales de este apartado sino
también, cumplir y hacer cumplir a los trabajadores subcontratados el
cumplimiento de las mismas. Ello hace que el empresario contratista principal esté
exigido a vigilar y hacer cumplir de manera continua la normativa legal y de
manera más concreta, el plan de seguridad, a todos los trabajadores de la obra. Se
trata del llamado deber de vigilancia que, en definitiva, no hace sino concretar el ya
aludido deber de garantizar la seguridad de los trabajadores asignados a su cargo. Así
mismo, es la base de la responsabilidad solidaria que, como se verá más adelante,
responsabiliza al empresario principal de todo lo que ocurra en la obra (pues, en
definitiva, está subcontratando trabajos que forman parte de su propia actividad
empresarial).
3.- Debe llevar a cabo una labor eficaz de formación e información de sus
trabajadores en materia preventiva. De esta forma, todos ellos deben conocer los
riesgos específicos a los que están sometidos y cuales son las medidas técnicopreventivas a aplicar al respecto.
4.- Debe coordinar su actuación preventiva con el resto de empresarios
participantes en las obras. Para ello, deberá poner en práctica una serie de funciones
y protocolos orientados a evitar las interferencias y afecciones mutuas entre
trabajadores de diferentes empresas. Así, todos los empresarios, contratistas y
subcontratistas, presentes en la obra deberán participar de manera activa en dichas
labores de coordinación.
5.- Debe de vigilar la salud de sus trabajadores, efectuando para ello los controles e
inspecciones de condiciones de trabajo pertinentes.
6.- Debe llevar a cabo un control de la subcontratación efectuada en la obra, de
forma que cada empresa comitente vigile que la empresa subcontratada cumple los
requisitos legalmente establecidos en la Ley 32/06 reguladora de la subcontratación
en la construcción y su desarrollo reglamentario (RD 1109/07). Así mismo, no debe
exceder los niveles de subcontratación establecidos en dichas normas.
7.- Por último, cada empresario, debe disponer en la obra los medios y recursos
precisos para garantizar su actuación preventiva en la obra conformando lo que se
denomina organización preventiva de la obra. Dicha organización estará
encabezada por un técnico de seguridad como máximo exponente de la acción
preventiva en la obra y que contará, según la envergadura de la misma, con técnicos
o encargados que colaboren en la planificación preventiva y, sobre todo, en la
vigilancia y comprobación de la eficacia de las medidas previstas disponiendo,
además, de la presencia de los recursos preventivos en las actividades con riesgos
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especiales (anexo II RD 1627/97). Dicha organización se verá completada por los
encargados y responsables de seguridad de las empresas subcontratistas que deberán
hacer cumplir lo prescrito por su empresario principal a la vez que coordinan su
actuación con el resto de empresarios presentes en la obra.
Por lo tanto, y en base al deber general de prevención que ostenta todo empresario en
relación con sus trabajadores, el contratista deberá definir una serie de procedimientos y
responsables para cumplir con sus obligaciones en el ámbito concreto de la obra. Todo
ello, claro está, deberá quedar definido en el plan de seguridad y salud que deberá
elaborar cada empresario contratista o, en el caso de la obra pública, el empresario
contratista principal de las obras.
OBLIGACIONES LEGALES DEL EMPRESARIO
CONTRATISTA PRINCIPAL
1.- GARANTIZAR LA SEGURIDAD DE LOS TRABAJADORES
2.- PLANIFICACIÓN DE LA PREVENCIÓN: PLAN DE SEGURIDAD.
3.- FORMACIÓN E INFORMACIÓN DE LOS TRABAJDORES
4.- COORDINACIÓN DE ACTIVIDADES EMPRESARIALES
5.- VIGILANCIA DE LA SALUD
6.- CONTROL DE LA SUBCONTRATACIÓN
7.- ORGANIZACIÓN PREVENTIVA EN LA OBRA
De esta manera, las obligaciones citadas anteriormente, complementadas con las
establecidas con carácter particular en la normativa técnica de prevención (RD 1215/97
de seguridad en la utilización de equipos de trabajo, RD 614/01 de riesgo eléctrico…..),
configuran un vasto marco de obligaciones para cumplir y hacer cumplir en el ámbito de
la obra de construcción.
En cuanto a las obligaciones preventivas de los empresarios subcontratistas, éstas
quedan igualmente definidas en el apartado anterior con la particularidad de que, en este
caso, sus obligaciones en relación con el plan de seguridad se limitarán a exigir y vigilar
su cumplimiento no siendo responsables de su contenido. Así mismo, las labores de
vigilancia se ceñirán a sus trabajadores propios y a los de las empresas subcontratadas
por los mismos.
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3.- ESTUDIO DE LAS RESPONSABILIDADES LEGALES EN LA MATERIA.
ANÁLISIS ESPECÍFICO DE LA RESPONSABILIDAD PENAL.
3.1.- Tipos de responsabilidad en la materia.
El incumplimiento de las obligaciones legales en materia de prevención de riesgos
laborales y, más concretamente, de seguridad y salud en las obras de construcción, por
los legalmente obligados, generará, con carácter general, responsabilidades de los
siguientes tres tipos:
•
•
•
Responsabilidad Administrativa: su fin es la defensa de la ley como garantía
de un medio de trabajo seguro y saludable. Por lo tanto, en este orden, la
Inspección de Trabajo y Seguridad Social, como órgano con potestad en la
materia, propondrá las sanciones que correspondan por el mero incumplimiento
de una norma siendo el resultado del mismo únicamente considerando para
graduar la sanción económica correspondiente.
Responsabilidad Civil: que pretende indemnizar los daños y perjuicios
causados por el incumplimiento de las obligaciones legales. Generalmente, este
tipo de responsabilidad suele ir de la mano de la penal en su condición de
responsabilidad subsidiaria obligando a los responsables penales a resarcir los
daños causados. Su exigencia de manera aislada no es tan frecuente en los
accidentes de trabajo pues no goza del carácter amenazador de la
responsabilidad penal.
Responsabilidad Penal: que trata de proteger como bien jurídico la salud e
integridad de los trabajadores. Para articular esta vía, como se verá más adelante,
es preciso poner en peligro grave la seguridad de los trabajadores como
consecuencia del incumplimiento de una norma preventiva. Como bien es
sabido, este tipo de responsabilidad puede traer aparejada la privación de
libertad de los considerados como responsables de la situación de riesgo.
Una vez esbozados los tres tipos de responsabilidad existente, y tal y como se ha
señalado anteriormente, se va a limitar el análisis de las dos primeras a sus aspectos más
trascendentes para pasar a continuación al análisis pormenorizado de la responsabilidad
penal.
En cuanto a la responsabilidad administrativa tan sólo cabe añadir que la sanción
correspondiente se concreta en una multa económica que es propuesta por parte de
la Inspección de Trabajo (debido a una actuación propia o de un técnico habilitado),
que recae, de manera obligada, en la persona jurídica que ha incumplido su obligación
legal. A este respecto cabe señalar que la escasa dotación y especialización de
inspectores en nuestro país hace que la presunta función preventiva de la Inspección
de Trabajo haya desaparecido casi de manera absoluta dejando paso a una mera
actuación punitiva tras lo que, en mayor parte de los casos, son accidentes e incidentes.
Por todo ello, no se puede pretender exigir a este tipo de responsabilidad eficacia
preventiva alguna pues lo único que aporta es la propuesta de una sanción económica
que se lleva a cabo, generalmente, después el acaecimiento del accidente. Además, cabe
destacar la insuficiencia, a juicio del autor de esta comunicación, de las sanciones
previstas en el TRLISOS pues, en buena parte de los casos, se trata de cantidades e
importes en absoluto relevantes para obras de medianas y grandes dimensiones.
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Todo ello, no hace sino poner en duda la utilidad de esta responsabilidad que, en la
práctica, sirve de germen para la posterior imputación de responsabilidades penales
paralizándose, entonces, la vía administrativa debido a la aplicación del principio “non
bis in idem” que se analizará en detalle más adelante.
En cuanto a las responsabilidad civil, en sus dos modalidades (contractual y
extracontractual), se trata de una responsabilidad que actúa como resultado bien de una
denuncia presentada en dicho orden, o bien como consecuencia de la imposición de una
condena en el orden penal (responsabilidad civil subsidiaria), en ambos casos el
perjuicio que podrá causar sobre el técnico responsabilizado se limitará a los casos en
los que exista una posible ausencia o insuficiencia del seguro de responsabilidad
civil asociado a su actuación profesional.
3.2.- Análisis de la responsabilidad penal en las obras de construcción: El delito
contra la seguridad de los trabajadores.
Este tipo de responsabilidad aparece regulada en el nuevo Código Penal, aprobado por
Ley 10/95, de 23 de noviembre, en los artículos 316, 317 y 318, fundamentalmente.
Para imputar esta responsabilidad no es preciso que exista dolo directo, esto es, no es
necesario que se persiga un resultado nocivo, bastando el dolo eventual, es decir, aquel
que persigue un comportamiento irregular, pero no su resultado. El sujeto conoce que
existe la posibilidad de una situación de peligro y la existencia de una norma de
seguridad y, a pesar de ello, mantiene la decisión de no adoptar la medida de seguridad
que evitaría el riesgo.
En este sentido el art. 316 del Código Penal responsabiliza a:
“los que con infracción de las normas de prevención de riesgos laborales y,
estando legalmente obligados, no faciliten los medios necesarios para que los
trabajadores desempeñan su actividad con las medidas de seguridad e higiene
adecuadas, de forma que pongan así en peligro grave su vida, salud o integridad
física,....”
Estamos pues, ante un delito caracterizado por los siguientes rasgos:
1. Se trata de un delito penal blanco, pues para ser aplicado es preciso referirlo a
otras normas (las de Prevención de Riesgos Laborales), no sólo al Código Penal.
Esta es la principal característica del mismo y, a la vez, la que dificulta
enormemente la posible justificación de las acciones emprendidas en este ámbito.
Así, resulta frecuente que, tras un accidente, se imputen este tipo de
responsabilidades de manera indiscriminada cuando, por desgracia, ninguno
de los agentes implicados (ni la parte acusadora, ni el fiscal, ni el juez instructor
del sumario ni siquiera los presuntos acusados), conocen en detalle las normas
preventivas que, obligatoriamente, deben haber sido contravenidas para poder
reclamar este tipo de responsabilidad.
Todo ello, como se verá más adelante, está llevando a jueces y fiscales a tomar
como verdad absoluta lo establecido al respecto de los posibles
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incumplimientos acaecidos en el acta de infracción o informe redactado a tal
efecto por el inspector actuante cuando, a menudo, tal documento tiene otra
motivación y es redactada por agentes que apenas conocen ni la realidad
constructiva de las obras ni, incluso, la aplicación práctica de ciertas normas
técnicas de prevención.
2. El peligro lo causa una conducta por omisión y, esa omisión debe ser “de los
legalmente obligados”. Así, no debería admitirse que la inicial imputación de
responsabilidades se realice de manera indiscriminada contra todos los técnicos
intervinientes en la obra, pues ésta debería exigir la comprobación previa de una
omisión concreta de un deber por parte un agente legalmente obligado.
3. Se trata de delitos de peligro concreto (poner en peligro grave la salud, vida e
integridad física de los trabajadores). Este peligro debe tener su causa en la
conducta por omisión del sujeto activo. Por ello:
• Si existe peligro, pero éste es producto de la conducta de los trabajadores,
habiendo puesto los legalmente obligados los medios que exige la ley para
combatir los riesgos, no podrá imputarse el delito a estos últimos.
• El peligro debe ser grave, ya por el resultado o, por el simple peligro. Lo que
lleva a admitir que la imputación de responsabilidades en este ámbito se
puede realizar, como de hecho está sucediendo, tras la constatación de
situaciones de riesgo grave independientemente de que, finalmente, exista un
accidente.
El artículo 317 se refiere al mismo ilícito, pero matizándolo: “cuando el delito se
cometa por imprudencia grave” (esto es, por imprudencia temeraria, que es la
situación generada por quien desconoce la existencia del riesgo, pero debería conocerla
de haber aplicado la diligencia debida). Como se puede entender, el precepto va dirigido
fundamentalmente a quien ejerce funciones de mando.
La diferencia entre el 316 y 317 se basa en que en el primero se incrimina sólo la
modalidad dolosa o intencionada y, en el 317 se extiende a la imprudencia. Esta última
es la que se presume más operativa, pues probar el dolo requiere que se demuestre
ƒ Que el sujeto activo del delito conocía la normativa existente, la omisión
producida y, que ésta estaba creando peligro.
ƒ La voluntad o intención de realizarlo.
Es muy importante que el ilícito se canalice por el 317, pues las penas se reducen
notablemente, ya que mientras en el 316 las sanciones son de prisión de seis meses a
tres años y multa de seis a doce meses, en el 317, las sanciones son de tres a seis
meses de prisión y de tres a seis meses de multa. Por desgracia, la práctica habitual en
estos casos es que la parte acusadora o, incluso, el fiscal comiencen por acometer sus
imputaciones en base al art. 316 (que debería exigir la existencia de dolo), aún cuando
no se haya demostrado de manera alguna tal condicionante. Por si esto fuera poco, y tal
y como se analizará más adelante, existe la tendencia cada vez más extendida de
compatibilizar, vía concurso ideal, estos presuntos delitos con los de homicidio o
lesiones imprudentes con lo que ello conlleva en términos de aumento de la pena
exigida.
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Por lo tanto, se puede concluir de manera concreta para las personas físicas (ya que los
art. 316 y 317 estarán siempre referidos a personas físicas: el Director de la obra, el
jefe de obra, el coordinador, el técnico de seguridad, el recurso preventivo, el
encargado…), que los tipos existentes en el actual Código Penal para penar conductas
de incumplimiento de las obligaciones anteriormente analizadas resultan, cuando
menos, amenazantes.
C. PENAL: Art. 316 y 317
“ Por infracción de las
normas de prevención, ...,
poniendo en peligro la
vida, salud o integridad
física de los trabajadores”
DELITO DE
RIESGO
DELITO EN BLANCO
Cuando el presunto ilícito se achaque, además, a una entidad jurídica legalmente
obligada (el promotor, el empresario contratista o el empresario subcontratista), lo cual
resulta no sólo compatible con la exigencia de responsabilidades personales sino que
además es bastante habitual, se deberá atender a lo establecido en el art. 318, que
determina que:
“cuando los hechos previstos en los artículos anteriores se atribuyan a personas
jurídicas, se impondrán las penas señaladas a los administradores o encargados
de servicio que hayan sido responsables de los mismos y, a quienes
conociéndolos y pudiéndolos remediar no hubieran adoptado las medidas para
ello”.
Por lo tanto, en el caso en el que el incumplimiento de obligaciones (realizar una
correcta acción preventiva, redactar un estudio de seguridad adecuado y similares),
recaiga en entidades jurídicas, serán sus representantes legales o administradores los
que deban responder en aplicación del art. 318. Hay que destacar que este delito, que
sigue siendo de riesgo, en blanco y por omisión, se suele imputar de manera
complementaria a las entidades jurídicas implicadas en la obra en base al
incumplimiento de las obligaciones que competen a cada una de las citadas entidades
(como, por ejemplo, imputar al promotor por redactar un estudio insuficiente o no
asegurarse de la correcta actuación del coordinador o al empresario contratista
principal por incumplimiento de sus deberes preventivos ya señalados).
Conviene indicar que la determinación de quienes sean en concreto las personas que,
como encargados de servicio se impute el deber de seguridad, no se rige por criterios
formales (denominación del cargo, posición jerárquica del cargo,...) y, si, por criterios
fácticos, atendiendo a quienes realmente ejercen el poder de dirección o de mando, ya
se trate de mandos superiores, intermedios o subalternos, con tal que, por sí, pudiesen y
debiesen acordar la adopción de medidas de seguridad cuya carencia da origen al
accidente.
Por lo tanto, en la mayor parte de los accidentes e, incluso, en algunos incidentes y
situaciones de riesgo, el panorama inicial previo a la instrucción resulta desesperanzador
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pues se produce, a menudo, la imputación indiscriminada de los técnicos que ejercen
funciones en la obra (jefe de obra, encargado, director de obra, coordinador…), y, a la
vez, de los representantes legales de las empresas y del propio promotor y todo ello,
de manera poco o nada justificada.
3.3.- El problema del concurso ideal de delitos.
El problema se agrava de manera cierta cuando, además, se tiene en cuenta el llamado
concurso ideal de delitos. Así, y según se analizará más adelante, cuando el resultado de
la situación de riesgo sea, únicamente, uno de los posibles, y, sobre todo, haya varios
trabajadores expuestos al mismo riesgo y el resultado se haya limitado al accidente de
uno de ellos, se suele articular el citado concurso ideal. Dicho concurso ideal lleva a
imputar, de manera simultánea, los delitos del peligro (ya analizados en el epígrafe
anterior bajo el título de delitos contra la seguridad de los trabajadores), y de resultado
(homicidio o lesiones imprudentes). Ello significa que, en la práctica cuando existen
accidentados, se estén considerando de manera complementaria los delitos y penas de
poner en peligro la seguridad de los trabajadores con los delitos de resultado (homicidio
o lesiones imprudentes).
Por lo tanto, esta sería la solución aplicable a aquellos supuestos en los que, además del
resultado lesivo para una persona, existen otros sujetos pasivos a quienes también se
ha puesto en peligro su vida, salud o integridad física. En tales situaciones, se suele
exigir la aplicación del concurso ideal de delitos, entre el de peligro concreto y el de
resultado, aplicando el art. 77 del Código Penal.
DELITOS CONTRA LA SEGURIDAD
DE LOS TRABAJADORES
317
Penas y multa de 3 a 6 meses
316 Dolo
SANCIONES
Penas de 6 meses a 3 años y multa de 6 a 12 meses
DELITOS DE RESULTADO
Homicidio imprudente:
Penas de 1 a 4 años
Lesiones imprudente:
Penas de hasta 3 años
El Tribunal Supremo apuntó esta posibilidad en la sentencia de 12 de noviembre de
1998 (STS 1360/1998), y ha confirmado tal tesis en la sentencia de 14 de julio de 1999
(STS 1188/1999). Su fundamento jurídico 7º declara, en lo que aquí interesa, que:
«cuando como consecuencia de la infracción de normas de prevención de los riesgos
laborales se produzca el resultado que se pretendía evitar con ellas (la muerte o las
lesiones del trabajador), el delito de resultado absorberá al de peligro (art. 8.3 C.P.),
como una manifestación lógica de la progresión delictiva; mas cuando -como es el
12
caso de autos- el resultado producido (la muerte de uno de los trabajadores) constituye
solamente uno de los posibles resultados de la conducta omisiva del responsable de
las medidas de seguridad (ya que -como dice el Tribunal de instancia- en la misma
situación de peligro se encontraba trabajando la generalidad de los que desempañaban
sus funciones en la obra), debe estimarse correcta la tesis asumida por dicho Tribunal
de instancia al entender que ha existido un concurso ideal de delito». Posteriormente,
tal doctrina ha sido avalada en sentencias de 26 de julio y 19 de octubre de 2000 (SSTS
1355/2000 y 1611/2000).
Lo más problemático, más allá de la discusión doctrinal, radica en que lo habitual es que
los accidentes de trabajo se juzguen bajo el prisma del concurso ideal que supone un
aumento de penas pues, según el art. 77 del Código Penal se prevé la aplicación en su
mitad superior la pena prevista para la infracción más grave, sin que pueda
exceder de la que representa la suma de las que correspondería aplicar si se
penaran por separado ambos ilícitos penales.
3.4.- La concurrencia de responsabilidades.
Existe un último aspecto a considerar en relación con la responsabilidad penal y la
administrativa y que estriba en la improcedencia de castigar por ambas vías idénticos
comportamientos. Se rige esta cuestión por el principio “non bis in idem”. Se plantea
la cuestión de, si de un mismo ilícito se pueden o no derivar varias responsabilidades en
distintos órdenes, para ello se debe considerar que:
•
El art. 3 del Real Decreto Legislativo 5/2000, sobre Infracciones y Sanciones en
el orden social, habla del principio ya citado al decir que “no pueden
sancionarse como infracción laboral, los hechos que ya hayan sido
sancionados penal o administrativamente, en los casos de identidad de
sujeto, hecho y fundamento”.
•
Según esto, son incompatibles las sanciones administrativas entre sí y, las
sanciones penal y administrativa.; en cambio, son compatibles la
responsabilidad administrativa con el recargo de prestaciones económicas y, la
responsabilidad administrativa con la civil.
A este respecto hay doctrina que sostiene que hay identidad subjetiva para aplicar el
principio “non bis in idem”, cuando el empresario es una persona física, pero no la hay
en aquellos supuestos en los que el condenado por la infracción penal sea una persona
física y el sancionado por la infracción administrativa, sea una persona jurídica.
Para resolver el problema de la concurrencia en el orden jurisdiccional penal, el art. 3
del Real Decreto Legislativo dispone que:
“2.- En los supuestos en que las infracciones pudieran ser constitutivas de ilícito
penal, la Administración pasará el tanto de culpa al órgano judicial competente o al
Ministerio Fiscal y se abstendrá de seguir el procedimiento sancionador mientras la
autoridad judicial no dicte sentencia firme o resolución que ponga fin al
procedimiento o mientras el Ministerio Fiscal no comunique la improcedencia de
inicial o proseguir actuaciones.
13
3.- De no haberse estimado la existencia de ilícito penal, o en el caso de haberse
dictado resolución de otro tipo que ponga fin al procedimiento penal, la
Administración continuará el expediente sancionador en base a los hechos que los
Tribunales hayan considerado probados.
4.- La comunicación del tanto de culpa al órgano judicial o al Ministerio Fiscal o el
inicio de actuaciones por parte de estos, no afectará al inmediato cumplimiento de
las medidas de paralización de los trabajos adoptadas en los casos de riesgos graves
e inminentes para la seguridad y salud del trabajador, a la efectividad de los
requerimientos de subsanación formulados, ni a los expedientes sancionadores sin
conexión directa con los que sean objeto de las eventuales actuaciones
jurisdiccionales del orden penal”.
Por lo tanto, y como suele ser habitual, el comienzo de las actuaciones penales debe
paralizar el procedimiento sancionador en el orden administrativo. La forma de
articular esta paralización es sencilla: como se verá más adelante, la Inspección de
Trabajo remitirá a la fiscalía los informes o actas de aquellos accidentes o incidentes en
los que pueda existir responsabilidad penal (en la práctica, la gran mayoría de las actas
de infracción graves y muy graves), y ello obliga a la Inspección a paralizar el
procedimiento sancionador hasta que exista sentencia en firme en el orden penal.
14
4.REFLEXIONES
PERSONALES
EMPRENDIDAS EN LA MATERIA.
SOBRE
LAS
ACTUACIONES
Tras analizar en detalle el marco jurídico de obligaciones y responsabilidades que los
técnicos implicados en la gestión de una obra de construcción ostentan en materia de
seguridad y salud, tan sólo resta recoger de manera pormenorizada la secuencia y
justificación de las actuaciones que se suelen emprender a raíz de un accidente y sus
previsibles consecuencias.
En primer lugar hay que constatar que el trámite de la presunta infracción comienza con
la actuación de la Inspección de Trabajo y Seguridad Social. Tal y como se ha
señalado, la presencia de los inspectores en la mayor parte de las obras se circunscribe
al acaecimiento de accidentes de trabajo. En dichos casos, y especialmente en los
accidentes graves y mortales, el inspector suele realizar un análisis de las circunstancias
que rodean el accidente concluyendo, en buena parte de ellos, con la propuesta de una
sanción en materia de seguridad y salud. Ésta suele ser la piedra de toque del proceso
pues la Inspección de Trabajo remite, de manera automática, todas las infracciones
muy graves y buena parte de las graves a la fiscalía iniciando, de facto, el proceso
penal.
El problema comienza por los habituales juicios de valor que incluye el Inspector en
su informe. Dichos juicios de valor, emitidos por un agente poco o nada especializado
en la construcción y que no suele contar con un criterio firme en cuanto a la aplicación
de la normativa preventiva, suelen conducir a actas de infracción en las que se
sancionan o valoran negativamente varias conductas de diferentes agentes. Así, abundan
en las actas dirigidas contra el empresario contratista o contra el promotor, numerosas
referencias al contenido del estudio de seguridad del promotor (incluso en los casos en
los que su contenido no merece la incoación de un acta de infracción específica), y las
actuaciones del técnico de seguridad, el director de obra o del coordinador de seguridad.
Todo ello, se convierte en un caldo de cultivo para la actuación del fiscal que recibe un
acta de infracción denunciando irregularidades en un caso que, generalmente, ha
terminado en accidente y en el que aparecen diversos sujetos aparentemente
responsables. El problema no consiste, si quiera, en que la fiscalía confíe
plenamente en el juicio del inspector actuante (agentes poco especializados y con un
campo de actuación inabarcable para su escaso número), sino en que el Ministerio
Fiscal convierte de manera directa lo que pueden ser infracciones administrativas
(incumplimiento de obligaciones), en delitos penales. En dicho tránsito el fiscal, a
menudo, no atiende al principio básico de la responsabilidad penal ya aludido el que
exista un nexo de causalidad entre la obligación omitida y el accidente.
De este modo resulta alarmantemente frecuente, el que el fiscal, al entender que los
agentes incluidos en el acta de infracción del inspector son los responsables directos del
accidente, impute a todos los agentes sin analizar si quiera si la posible actuación
negligente de los agentes intervinientes tiene o no relación directa con el accidente.
Nos estamos refiriendo a que, en la práctica, el mero hecho de haber redactado un
estudio o un plan de seguridad imperfecto o, a juicio del inspector, el haber incumplido
cualquier tipo de deber está, automáticamente, justificando la condición de imputados
de todos los técnicos. Esta situación, a entender del autor de esta comunicación, supone
una vulneración clara de los derechos de todo técnico (incluso de todo ciudadano),
15
pues sin demostrarse relación alguna entre el comportamiento analizado y el accidente
acaecido (en el que suelen concurrir muchas más variables y, a menudo, más
trascendentes), se pasa a la condición de imputado de la que, por desgracia, resulta
complejo librarse a lo largo de la instrucción previa.
Una vez comenzada la instrucción se suelen sumar a la misma las peticiones de las
condenas más duras posibles por parte de la acusación particular (resida ésta en los
damnificados o, retirados éstos, en las organizaciones sindicales). En esta situación
comienza el desarrollo de una instrucción en la que lamentablemente, se suele constatar
un desconocimiento alarmante en la materia por parte de jueces y fiscales lo que, sin
duda, aumenta la sensación de inseguridad jurídica de los técnicos imputados. Por si
ello fuera poco, se deben constatar las instrucciones que la fiscalía ha ido otorgando a
sus fiscales especializados en la materia y de las cuales se extractan los aspectos más
destacables:
Instrucción Fiscales especializados en siniestralidad laboral 1 :
Por ello, y salvo casos en que patentemente no haya existido negligencia alguna,
todas las imprudencias de orden laboral con resultado de muerte o lesiones deben
dar lugar a la incoación de diligencias previas, para la correcta investigación y
tipificación de los hechos acaecidos, con posible aplicación del art. 317 del Código
Penal.
(…) la prevención general y especial propia de toda sentencia condenatoria en el
orden penal, y la retribución que ello comporta, son también factores esenciales
para erradicar esa lacra.
Y es ahí donde los Sres. Fiscales deben extremar su celo para evitar que se repitan
conductas que cuestan tantas vidas y que provocan graves lesiones, muchas veces
eludibles si se adoptasen las debidas precauciones
La escasa frecuencia con que los delitos contra la seguridad de los trabajadores singularmente los tipificados en los arts. 316 a 318 del Código Penal- son aplicados,
y el hecho de que las faltas en esta materia resulten perseguibles tan sólo a instancia
del perjudicado, hacen que la intervención penal aparezca como infrautilizada,
provocando problemas de impunidad que se hace necesario evitar.
(…) Ordenar la remisión al Ministerio Fiscal de las actuaciones de la Inspección de
Trabajo en que la omisión de medidas de seguridad laboral lleven aparejada una
propuesta de sanción por infracción muy grave, al objeto de que los Sres. Fiscales
puedan evaluar la posible existencia de responsabilidad penal.
(…) De igual forma, resulta oportuno oficiar a la Policía Judicial para que remita a
las Fiscalías copia de las denuncias o atestados instruidos por hechos de esta
naturaleza
Si a ello se unen instrucciones similares en relación con la obligación de comenzar la
instrucción exigiendo, en todos los casos, el concurso ideal de delitos que, recordemos,
es el que lleva aparejadas mayores condenas, se puede comprender que el panorama
existente es cuando menos inquietante. Y todo ello, no por el hecho de que se persigan
judicialmente los presuntos delitos sino por la impresión, cada vez más confirmada por
la realidad, de que lo que existe es una persecución injustificada de los técnicos
1
www.fiscalia.org/doctdocu/docu/inst104-2001.pdf
16
(avalada y promocionada por las organizaciones sindicales) que, casi de manera
habitual, infravalora su actuación en esta materia para responsabilizarlos de manera
exclusiva del acaecimiento del accidente. Y todo ello en un sector como el de la
construcción en el que concurren una serie de condicionantes que merecen ser
considerados con mucho mayor detalle y rigurosidad.
Por si todo ello fuera insuficiente, se deben constatar tres aspectos jurídicos más: por un
lado el que la instrucción, y el posible juicio oral, suelen ir acompañados por
imputaciones realizadas a los técnicos en virtud del artículo 316 (que, paradójicamente,
exige la existencia de dolo), que además se acompañan del concurso ideal de delitos (a
veces de manera injustificada) y que, por último, se están registrando actuaciones
judiciales en los últimos tiempos que comienzan a juzgar, en idénticas condiciones de
inseguridad jurídica, los presuntos delitos de riesgo (sin necesidad de que éstos se
concreten en accidentes de trabajo).
Como conclusión de este apartado se deben señalar dos ideas clave: la primera que no
se está cuestionando la necesidad de que la justicia actúe en los casos en los que se
demuestre de manera fehaciente la existencia de irregularidades proporcionales a las
condenas que se están exigiendo y, en segundo lugar, que lo que sí debe ser objeto de
una exigencia corporativa es la inseguridad jurídica que está provocando la actuación de
inspectores, fiscales y jueces al no actuar, en absoluto, con la rigurosidad y
conocimientos específicos precisos.
17
5.- CONCLUSIONES Y PROPUESTAS DE ACTUACIÓN.
A lo largo del presente artículo se ha pretendido ofrecer una visión de la situación
existente en una materia, la de las responsabilidades legales de los técnicos y agentes
intervinientes en las obras de construcción, que se considera como alarmante. Tal y
como se señaló en el punto de partida de la comunicación, no se está poniendo en duda
con ello el hecho de que los niveles de siniestralidad en nuestras obras resultan
inaceptables y el que, a menudo, se registran en las mismas comportamientos y
actuaciones ciertamente inadecuadas y poco conformes a lo normado. Por el contrario,
lo que sí se está cuestionando es la actuación de una serie de órganos de la
Administración (Inspección de Trabajo, Ministerio Fiscal y magistratura), que en el
ejercicio de sus deberes y potestades legales deberían caracterizar sus actuaciones por
un conocimiento riguroso de lo normado y una aplicación proporcionada e igualmente
justificada de la normativa sancionadora vigente.
De este modo, poco o nada se avanzará en la lucha contra la siniestralidad laboral si la
actuación de los citados órganos se centra en la búsqueda continuada de “cabezas de
turco” a los que, de manera poco justificada, se les está haciendo responsables de delitos
que, a menudo, comportan condenas de privación de libertad (equiparándolos con
delincuentes de todo tipo). Todo ello no traerá sino un creciente desprestigio de la
actuación profesional de los técnicos y entidades intervinientes en las obras, un
temor injustificado a ejercer cualquier función relacionada con las mismas y, sobre
todo, un cumplimiento aún más formal de la normativa vigente en el que cada
agente buscará poner a buen recaudo sus responsabilidades sin atender a que el
cumplimiento de sus deberes debe tener, siempre, un efecto de mejora sobre el nivel
de seguridad de las obras. Y todo ello, aderezado con frecuentes actuaciones de
inspectores y fiscales que no hacen sino desacreditar a sus respectivos colectivos al
confundir la normativa vigente, transcribirla de manera errónea o, incluso, desconocer
aspectos tan básicos como a que agente se adscriben las actuaciones de los diferentes
técnicos intervinientes en una obra.
Sin duda alguna se debe aceptar como procedente la imputación de
responsabilidades en los casos extremos en los que existan serios y claros
incumplimientos de la normativa y, sobre todo, en aquellos casos en los que exista
una relación de causalidad directa suficientemente demostrada y fundamentada
entre la omisión de un deber y el acaecimiento del accidente. Así mismo, se debe
aceptar la necesidad de resarcimiento de los daños generados a los accidentados o a
sus familiares. Pero ni una ni otra razón pueden servir para justificar el estado actual en
el que las actuaciones de los órganos señalados están generando una situación de
inseguridad jurídica que caracteriza el proceso de criminalización del asunto.
Por último nos permitimos apuntar una serie de vías de actuación que, sin duda alguna,
no producirían el “efecto rebote” que ya están provocando la actuación de jueces y
fiscales. Nos estamos refiriendo, por ejemplo, a iniciativas encaminadas a dotar a las
actuaciones de la Inspección de Trabajo de mayor rigurosidad y especialización
técnica. Para ello no basta con aumentar de manera decidida su dotación sino que se
debe lograr una mayor especialización del órgano en cuestión y, sobre todo, dotarlo de
un reglamento sancionador verdaderamente disuasorio. Poco o nada se avanzará en la
actuación de los empresarios (principales responsables del “hecho preventivo”), si éstos
18
siguen percibiendo el problema de la prevención como algo ajeno (pues su repercusión
se suele limitar a los técnicos), y que afecta en poco o nada al resultado de sus obras.
Para ello se considera fundamental que las sanciones de la Inspección, previa
demostración rigurosa de su existencia y relevancia, se adapte también a la envergadura
de las obras pues su poder coercitivo resulta ciertamente escaso en obras de medianas y
grandes dimensiones.
También se entiende como imprescindible el que los promotores se hagan cargo de la
importancia de su actuación en la materia e integren la seguridad y salud en los
aspectos más esenciales a controlar y exigir en la ejecución de la obra. Por último,
se destaca sin entrar en mayor detalle, la necesidad de un mayor desarrollo e impulso de
actuaciones de carácter formativo y metodológico.
19
Referencias bibliográficas
(1) Arévalo Barroso, A. (2003), Seguridad y Salud en la Construcción. Visión Técnica del Problema. Ingeniería y
territorio (Revista del CICCP). Nº 64.
(2) Arévalo Sarrate, C. (2003): Aspectos Clave de la Coordinación en Materia de Seguridad y Salud en los
Proyectos y Obras de Construcción. Ingeniería y territorio (Revista del CICCP). Nº 64
(3) Castañeda García, R. Reflexiones sobre Seguridad y Salud en Obras Públicas Contratadas. Colegio de
Ingenieros de Caminos, Canales y Puertos. Colección Señor nº 34
(4) Garrido Hernández, A., (2005) La Seguridad Laboral en la Construcción, ¿una meta inalcanzable?, Leinfor Siglo
XXI..
(5) INSHT (2004); Guía Técnica para la Evaluación y Prevención de los Riesgos relativos las Obras de
Construcción.
(6) Jiménez Aparicio, E. Comentarios a la Legislación de Contratos de las Administraciones Públicas, Editorial
Aranzadi.
(7) Tolosa Tribiño, C., (2004) Prontuario de Seguridad y Salud Laboral en la construcción.
(8) Consejo General del Poder Judicial, (2006), Siniestralidad laboral y derecho penal.
(9) Informe elaborado por la Abogacía General del Estado el 21 de octubre de 2002, a instancias de esa Comisión
Nacional de Seguridad y Salud en el Trabajo, relativo al tema de la “titularidad del centro de trabajo” en las
obras de construcción y
(10) Dictamen de 23 de febrero de 2004 de la Abogacía del Estado en el Ministerio de Fomento sobre cuestiones
formuladas por el Director General de Carreteras acerca del mismo aspecto.
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