¿Por qué son incomodas las instituciones antiguas? Dr. Silvino Vergara Nava “La principal preocupación de la sociedad de consumidores no es la creación de nuevas necesidades. Lo que mantiene con vida a la economía de consumo y Al consumismo es el menoscabo y la minimización de las necesidades de ayer y la ridiculización de sus objetivos.” Zygumnd Bauman Pocas son las instituciones jurídicas que aun subsisten en la pos modernidad que han sido heredadas de un mundo previo a la edad media, es decir, de los tiempos antiguos, que debido a los cambios de paradigma, tienden las políticas de los actuales Estados, incluyendo los organismos internacionales, las denominadas ONG´s, y las empresas transnacionales –debe recordarse que en el marco mundial de la actualidad los Estados ya no están solos- a incentivar su desaparición, sin embargo, cabría preguntarse: ¿Por qué son incomodas las instituciones antiguas?, primero, habría que considerar que esas instituciones antiguas, buscaban la solidaridad entre los miembros de la comunidad que se encontraban habitando en las aldeas y pequeñas poblaciones, atendiendo a una serie de temores generalizados, como son los despojos, las invasiones, robos, y sobre todo la incertidumbre del futuro que requería afrontarlo con la fuerza de toda la población. Solidaridad, que demandaba una serie de ideales y propósitos comunes, hoy esa antigua solidaridad se ha modificado por el consumismo, que para su total eficacia se requiere del individualismo, esto es, la intrascendencia total con los demás. Así, si los tres verbos que resumían las actividades del ser humano del medievo; orar, arar y guerrear, (CLAVERO, Bartolomé, “Geografía Jurídica de América Latina” Siglo XXI, México, 2008) han sido sustituidos por dos simples verbos: producir y consumir. El ser humano de la actualidad esta permanentemente consumiendo, o bien, incesantemente produciendo, ambos requieren propiamente de la hiperindividualización, y por ello, la solidaridad se ha vuelto algo incomodo, no pueden existir tiempos libres sin consumismo, ni tiempos formativos sin producir. Por ello es que, estas instituciones antiguas resultan incomodas en épocas globalizadas, pues si fomentan la solidaridad de las comunidades, las políticas de unos años atrás a la fecha han buscado abolirlas o por lo menos contenerlas, citaba en la década de los ochenta en Inglaterra Margaret Tatcher, -quien disminuyó las políticas públicas del Estado de bienestar o social de derecho-: “No existe la así llamada sociedad… Solo hay individuos y familias”. En ese mismo país, en principios del siglo XX, en la novela futurista de Aldous Huxley, “Un mundo feliz”, citó: “El mundo es estable ahora. Las personas son felices… no están cargados de padres, ni madres, no tienen esposas, ni amantes que les causen emociones… prácticamente no pueden dejar de comportarse como deben”. En resumen, pareciera que estas políticas mundiales son, acabar con esas instituciones antiguas, que en gran parte han conformado el contrapeso de la actual denominada “sociedad del consumo” o bien, la “sociedad del riesgo”, tanto en los medios de comunicación, como en sus regulación jurídicas, hoy contamos con estados denominados laicos, -artículo 40 de la Constitución de los Estados Unidos Mexicanos - entendidos como; “la organización estatal, se halla perfectamente separada de cualquier estructura institucional religiosa” (SANCHIEZ, Prieto, Luís, “El constitucionalismo de los derechos” Editorial Trotta, Madrid, 2013) y por ello, es que se debe de regular por el Estado todo, dentro de ese todo, a estas instituciones antiguas contenerlas implementando medidas jurídicas, como las existentes: llevar de manera electrónica un registro analítico de todas sus operaciones, llevar contabilidad electrónica a partir del 1 de septiembre de 2014, expedir comprobantes fiscales digitales, todo esto es una pequeña muestra que se requiere de medidas jurídicas que antes de acabar con estas antigüedades, se sujetan. Cita al respecto el sociólogo polaco, Zygmunt Bauman: “Una sociedad pulverizada hasta quedar reducida a individuos solitarios y a familias en franco desmoronamiento… no se hubiera conseguido sin desmembrar el autogobierno local, sino hubiese convertido muchas expresiones de solidaridad desinteresada en un delito… individuos suspicaces que compiten a la manera de ¡sálvese quien pueda¡” (“Vida de consumo” Fondo de Cultura Económica, México, 2013) Hoy, el mundo no esta para esas antigüedades que fomentan en los sistemas jurídicos la solidaridad, ayuda, caridad, misericordia, altruismo, sino simplemente el consumo, al grado de confundir el consumo con la donación: “Se causará Impuesto al Valor Agregado correspondiente por las donaciones que se hagan a éstas cuando las mismas se realicen por empresas” (oficio 2800 de fecha 8 de mayo de 2014, emitido por la Administración Central de Normatividad de Impuestos Internos del Servicio de Administración Tributaria) pues bien, faltó precisar en estas líneas, cuales son estas instituciones antiguas que fomentan la solidaridad, ayuda, caridad, misericordia, altruismo entre las personas, y que por ser contrarias al consumismo global, se pretenden contener antes de abolir: Las Iglesias.