19 de diciembre

Anuncio
[10]
—Alemania
acaba
de
perder
a
uno
de
sus
más
notables
jurisconsultos. El célebre Blüntschli cayó muerto días atrás en una
calle de Karlsruhe, de un ataque de apoplejía, al dirigirse al palacio
del gran duque. M. Blüntschli nació en Zurich (Suiza), [en] el año
1808. Siguió la carrera de derecho en Suiza y Alemania, y alcanzó en
1831 un premio de la Academia de ciencias de Berlín por su Tratado
sobre la sucesión según el Derecho romano. De regreso a Suiza,
tomó una parte activa desde las columnas de los periódicos liberales
de Zurich, en las luchas políticas que dividían a su país. Fue
nombrado miembro del Gran Consejo, consejero de Estado y
miembro del directorio federal. Continuó sus trabajos literarios y
publicó la Historia de la villa y del país del Zurich, bajo el aspecto
político y jurídico; los Sistemas modernos de los jurisconsultos
alemanes, y el Derecho político general. En 1861 abandonó a su
patria y aceptó una cátedra de derecho público en la Universidad de
Heidelberg. Desde entonces permaneció en Alemania. Entre otras
obras ha publicado una Historia del Derecho político general, el
Derecho de guerra moderno, el Derecho moderno de los pueblos y
una Teoría del Estado moderno.
—El dinero es anónimo: no hay rastro en él de las lágrimas que ha
hecho derramar ni de la sangre que ha costado.
—El gobierno japonés se halla actualmente con una dificultad
extraña y grotesca, aunque muy grave en el fondo. Los indígenas de
la provincia de Ryūkyū practican desde tiempo inmemorial el uso de
exhumar y lavar los esqueletos de sus muertos, a los tres años de su
defunción. En tiempo ordinario no ofrece ningún inconveniente grave
este piadoso jabonado, que se celebra en día fijo, a la vista de la
policía y por millares de cráneos a la vez. El espectáculo de esta
fiesta original sublevaría las delicadas conciencias americanas y
europeas, porque cada colección de osamentas es cuidadosamente
cepillada con agua caliente y jabón. Este trabajo está reservado a las
mujeres, que llevan con frecuencia su celo funerario hasta pulimentar
y encerar los cráneos de sus abuelos. Para la generalidad de los
cadáveres, se opera la cocción o preparación de los huesos en unas
inmensas calderas, que unos empresarios particulares ponen a
disposición del público. En cuanto a la aristocracia, se lleva a cabo la
preparación en unas brillantes marmitas de familia, adornadas para la
circunstancia con guirnaldas de flores. Es el caso, que al terminar
este año tendrán que exhumar los piadosos habitantes de Ryūkyū
todas las víctimas del cólera de 1879, y como el lavado tradicional
pudiera hacer renacer la epidemia, el gobierno del Mikado ha
intentado disuadir a sus súbditos. Muchos altos dignatarios han ido a
aquella comarca, exhortando al pueblo a que renuncie, siquiera por
una vez, a la limpieza de los huesos, pero los habitantes de Ryūkyū
prefieren la toilette de sus muertos a la salud pública, y han recibido
a los comisionados a pedradas. Por tanto, el cocimiento funerario de
Ryūkyū se efectuará como siempre; solamente que este año se le
rodeará de más cuidados y honores. ¡En cuanto a las consecuencias…
sabe Dios lo que resultará!
—Acaba de verse en Londres una causa muy extraña y que si no
prueba pone al menos en duda la eficacia justicieramente reparadora
de los Jurados que, como humanos, son falibles. El caso es el
siguiente.—Tres años ha, una señorita que se hacía llamar miss
Mabel Wilberforce trabó conocimiento con un médico octogenario que
la presentó e introdujo en el seno de su familia. Miss Wilberforce
parecía contar como unos veinte años, y ésta era en efecto su edad,
según las propias declaraciones. Cuando se le interrogaba sobre su
pasado, decía haberse dedicado desde muy joven al servicio de los
hospitales y al de los heridos en diversas guerras, citando, a
propósito del último particular, la batalla y hospitales de Plewna en
donde
había
conocido
y
tratado
mucho
a
Osmán-Pachá.
No
encontrando la cosa muy verosímil el hijo del médico, trató de
informarse y de sus averiguaciones resultaron indicios suficientes
para expulsar de la casa a la joven desconocida. Miss Wilberforce
denunció entonces de calumnia a su enemigo, pero perdió el proceso,
sin que le valiese protestar bajo juramento de que no tenía cuarenta
y un años, como suponía el calumniador, ni era mujer legítima de
ningún individuo llamado Trenefide, ni madre de dos hijos, ni había
estado nunca en América. Terminado el asunto, el hijo del médico
denunció a la joven por el delito de juramento falso. Por desgracia
hubo testigos que declararon haberla conocido en otro tiempo bajo el
nombre de Mme. Trenefide; apareció un médico dando testimonio de
asistencia a un parto de la acusada en Douvres, y por el año de
1862; y trájose al tribunal la fe de bautismo de una niña registrada
en dicha época, al pie de cuya acta figuraba la firma de Amy
Evangeline Trenefide, condesa de Speneflis.—El jurado después de
largas vacilaciones, condenó a la pobre joven, que no representa
ahora sino veinte y tres años, pero a la cual se atribuyen cuarenta y
un años, a nueve meses de reclusión y trabajos forzados.
La Opinión Nacional. Caracas, 19 de diciembre de 1881
[Mf. en CEM]
Descargar