FILOSOFÍA - T6. Guillermo de Ockham y el nominalismo

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La filosofía medieval
Historia de la Filosofía
Bloque II: La filosofía medieval
Tema 6| Guillermo de Ockham y
el nominalismo
Debemos a Ockham el mérito haber allanado el camino que liberaría a la razón de toda
tutela y servidumbre. Su famosa navaja, cortó definitivamente el cordón umbilical que unía
a la filosofía y la ciencia con la metafísica y la teología.
Tenemos escasos datos de la biografía de Guillermo de Ockham. Sabemos que nació en
Ockham, Surrey (Sur de Londres) a finales del siglo XIII, probablemente en 1296. Entró
en la orden de los franciscanos y, más tarde estudió en la Universidad de Merton, Oxford,
teniendo a Duns Scoto por maestro.
En torno a 1320, siendo ya profesor de la Universidad de París, escribe varios
comentarios, uno a las Sentencias de Pedro Lombardo y otros a ciertas obras de lógica
de Aristóteles y Porfirio.
Porfirio Sin embargo, pronto comienzan los problemas; su interés por la
política, y su postura abiertamente crítica frente a las interferencias del poder papal en los
asuntos del Imperio, así como su actitud reformista inspirada por los franciscanos, llevaron
a Ockham a enfrentarse a una acusación de herejía, proceso que llevó a cabo el antiguo
canciller de Oxford en la sede papal (Aviñón) y de la que nuestro filósofo pudo zafarse
huyendo a Pisa y Munich, refugiándose en la corte de Luis de Baviera, momento en los
que escribió la mayoría de sus obras políticas a favor del emperador y en contra del
Papa: Compendio de los errores del Papa Juan XXII (1335-38); Diálogo entre el maestro
y el discípulo sobre la potestad de los emperadores y papas (1334-1339).
Sin apenas datos acerca de sus últimas relaciones con el papado, Ockham murió
aproximadamente en 1350, en Munich.
Poco sistemático y enormemente crítico, la filosofía de Ockham se inserta dentro de la
crisis y decadencia de la Escolástica,
Escolástica producida en el siglo XIV, e iniciada por su maestro
Duns Escoto. La separación entre el poder espiritual y temporal suponía también la
desligazón entre dos ámbitos de conocimiento radicalmente heterogéneos, razón y fe, que
habían intentado ser armonizados por los filósofos de la Edad Media, y cuyo máximo
artífice fue Tomás de Aquino.
Aquino Ockham no sólo rehusó realizar síntesis alguna entre religión
(revelación) y filosofía, sino que estimó que ambas forzosamente debían recorrer caminos
radicalmente distintos que no se tocaban en ningún punto, ni siquiera en aquella zona de
confluencia afirmada por Tomás de Aquino: los preámbulos de la fe.
La teología ha de independizarse de todo andamiaje filosófico y racional, lo que a la larga
allanó el camino para una verdadera autonomía de la razón que liberó a la propia
filosofía de ser una sierva (ancilla) de la teología. Aún más, sólo desde esta divergencia de
ámbitos pudo la ciencia despegar definitivamente.
Para reformar la filosofía, Ockham aboga por un método o un principio de economía que
le permita simplificar al máximo los conceptos abstractos y obtusos de esta disciplina. La
María Hernández García (2º Bach.)
Jesús y María (HH. Carmelitas de la Caridad)
famosa navaja de Ockham consiste precisamente en esto. Postulado anteriormente por
Odón Rigaud en la famosa fórmula "Entia non sunt multiplicanda praeter necessitatem" (El
número de entes no debe ser multiplicado sin necesidad), y que Ockham recoge con estas
palabras: "Frusta fit per plura quod potest fieri per pauciora" o "Pluralitas non est
ponenda sine necesítate".
Según este principio se ha de eliminar de toda investigación todo aquello que sea
superfluo o que duplique las explicaciones sin necesidad alguna. Para Ockham sólo lo
individual existe, es decir, la realidad extramental es, siempre y sin excepciones, concreta y
singular. Las únicas substancias que existen son las cosas particulares y sus propiedades
("Omnis res positiva extra animam eo ipso est singularis").
Lo característico de lo singular es que ha de ser aprehendido por nuestra mente de una
forma inmediata, es decir, a través de una intuición, que consiste en la experiencia directa
de la cosa concreta y que no permite dilucidar si una cosa existe o no. Ahora bien, de lo
que no cabe duda es de la inexistencia de las ideas, las formas o las esencias comunes a
muchos individuos, como las postuladas por Platón, Aristóteles, Santo Tomás,
Tomás etcétera. En
palabras de Ockham "El conocimiento intuitivo es aquél en virtud del cual sabemos que
una cosa es, cuando es, y que no es, cuando no es". Por lo tanto, el conocimiento intuitivo
se opone al conocimiento abstracto, que no permite realizar juicios de existencia.
Por todo ello considera Ockham que la observación directa y la experiencia es el único
criterio de verdad posible, postura que favorecerá el método experimental e inductivo
desarrollado posteriormente por las ciencias a partir del Renacimiento.
Esta postura gnoseológica de Ockham está estrechamente vinculada a la cuestión de los
conceptos universales.
universales Si sólo existen los individuos o cosas concretas ¿qué tipo de
existencia ha de dársele al universal, es decir, a los conceptos generales que se aplican a
un conjunto de individuos? ("hombre" se aplica a Sócrates, a Cristóbal y a Elena). Este
problema fue ampliamente tratado por numerosos filósofos de la antigüedad que,
dependiendo de sus posturas, generaron dos corrientes distintas: el realismo y el
antirrealismo o nominalismo.
nominalismo
Para los realistas, los universales son entidades reales, cosas (res) que se encuentran o
inherentes a las cosas mismas o fuera de las cosas. Concretamente, dentro del realismo
podrían darse las siguientes opciones: 1) Que el universal exista antes de que existan las
cosas (ante rem), ya sea en un mundo separado y absolutamente trascendente (Platón) o
en la mente divina (San Agustín); 2) Que el universal existe en la cosa (in re), siendo ésta
su forma o su esencia, como postuló Aristóteles en su teoría hilemórfica; o 3) Que el
universal exista exclusivamente en la mente, siendo producto de una abstracción (post
rem o in anima), opción mantenida por Tomás de Aquino.
Para los antirrealistas o nominalistas los universales carecen de entidad real;
real no son
cosas, ni substancias, ni esencias separadas o inherentes a las cosas mismas. Los
universales son palabras o nombres (nomen), términos utilizados en las proposiciones que
ocupan el lugar o hacen las veces de las cosas (supponunt pro rebus). Esta postura fue
defendida por Pedro Abelardo y Guillermo de Ockham. El nominalismo de este último ha
sido denominado también terminismo, porque afirma que el universal es tan solo un
término que sustituye (suppositio) a un conjunto de individuos semejantes, conocidos de un
modo confuso ("hombre" aplicado indistintamente a Cristóbal y a Elena designa a ambos
de una manera confusa y, evidentemente, más imperfecta de lo que lo haría una intuición).
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La piedra angular de la teología ockhamista es el voluntarismo,
voluntarismo que postula la primacía de
la voluntad divina sobre la inteligencia. Dios no está determinado a obrar por ningún
motivo ni tampoco por ninguna razón; su voluntad es absolutamente libre, es omnipotente,
lo que implica que el mundo y la racionalidad de éste es absolutamente contingente: todo
puede o podría en un futuro ser de otra manera y no hay nada que nos permita anticipar
que lo que sucedió en el pasado sucederá igualmente en el futuro. La ciencia opera por
inducción: suponemos que un hecho singular captado por la intuición producirá en un
futuro idénticos efectos, y que éstos se ajustarán a unos estrictos e inmutables principios
racionales pero, en rigor, nada puede decirse sobre lo venidero, ya que la omnipotencia
divina podría hacer que mañana los círculos fueran cuadrados o que el vicio fuese una
virtud. Nada hay absolutamente imposible.
Estos mismos principios son esgrimidos para realizar una dura crítica a la metafísica y
allanar el camino a la separación definitiva entre los ámbitos de la razón y la fe. Al no
haber experiencia alguna de ninguna entidad postulada por la metafísica y la teología
(existencia de Dios, inmortalidad del alma, etc.), éstas no serán dominios de la razón, ya
que sólo puede ser conocido lo intuido. Los principios de la teología no son demostrables
racionalmente, perteneciendo su ámbito exclusivamente a la fe y a la revelación.
Por todo lo dicho hasta ahora, Ockham se convirtió en una figura bastante incómoda en
su tiempo, aunque habría que reconocerle el mérito de haber liberado a la razón de
todas las servidumbres metafísicas y teológicas, favoreciendo el despegue definitivo de la
ciencia moderna.
(Apuntes de: http://cibernous.com/autores/ockham/index.html)
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