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Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC)
LA REALIDAD DE LA FICCIÓN
Cambio de órbita
Héctor
Castañeda
(IAC)
No hay arte como el cinematográfico, capaz de crear
nuevos mundos alternativos, sólo limitado por la
imaginación de sus creadores. Pero, tal como dijo Pablo
Picasso, «el arte es la mentira que nos hace comprender
la verdad». La intención de esta sección es llamar la
atención sobre aquellos momentos en que una buena
recreación de la realidad nos provee, de manera
inadvertida, de un mayor conocimiento científico.
El 1 de febrero de 1954, Estados Unidos efectuó, en el atolón de las islas
Bikini, la llamada «Prueba Bravo», su mayor explosión nuclear en la
atmósfera . Un error de cálculo provocó una detonación tres veces mayor
que la originalmente calculada, llegando al orden de 15 megatones de
TNT, mil veces mayor que la bomba atómica arrojada sobre Hiroshima.
Aunque impresionante, su efecto quedó empequeñecido cuando la entonces
Unión Soviética diseñó el dispositivo llamado «Rey de las Bombas», una
bomba capaz de liberar una energía de 100 megatones, aunque la versión
probada en octubre de 1961 solo llegaría a liberar la mitad de esa energía.
Inspirada en ese clima político que no brindaba precisamente paz a los
espíritus, la película inglesa El día que la Tierra se incendió (The Day the
Earth Caught Fire, 1962) planteaba una intrigante premisa. En las primeras
escenas, contra las imágenes de un Londres desierto como una versión infernal
del verano, el reportero de un periódico comenzaba a dictar su crónica:
«Dentro de unas pocas horas, el mundo conocerá si este es el final, u otro
comienzo; el renacimiento del hombre, o su obituario final». Poco a poco,
la película nos explicaba qué ocurría. Estados Unidos y la Unión Soviética
habían detonado en ambos polos dispositivos nucleares en pruebas casi
simultáneas. Los cambios climáticos observados sugerían que se había
cambiado la orientación del eje de rotación de la Tierra, pero pronto se
descubre algo mucho peor. La Tierra había alterado su órbita y estaba cayendo
hacia el Sol. La única esperanza era lograr que otra serie de detonaciones
cuidadosamente programadas retornara a la Tierra a su
órbita natural.
¿Podría ocurrir esto en realidad? Para mover la Tierra
hacia el Sol, se debería expulsar en la dirección opuesta
al Sol a mayor velocidad que la de escape (11,2 km/s).
Haciendo unos simples cálculos podemos ver que el efecto
sobre el movimiento de la Tierra sería casi imperceptible.
Por ejemplo, si la explosión de la Reina de las Bombas
expulsara cien millones de toneladas de material a la
velocidad de escape terrestre, movería a la Tierra en la
dirección opuesta a una velocidad de 6 mm/año, nada por
lo cual ponerse nervioso a corto plazo. Ha habido
explosiones de la misma naturaleza más energéticas sin
efectos aparentes. Por ejemplo, la famosa erupción del Krakatoa el 26 de
agosto de 1883 expulsó una energía de 150 megatones, sin ocasionar un cambio
apreciable en la inclinación del eje de rotación o de la órbita terrestre,
aunque sí grandes efectos climáticos debido al polvo esparcido sobre todo el
globo. Y el cuerpo que impactó contra la Tierra hace 65 millones de años,
posible causa de la extinción de los dinosaurios, pudo provocar una explosión
de 50 millones de megatones, sin afectar prácticamente a nuestra órbita.
¿Pero qué pasaría si la distancia
entre la Tierra y el Sol realmente
cambiara? A decir verdad, eso lo
hace todo el año. La órbita de la
Tierra es excéntrica (es decir, con
for ma de elipse en lugar de
circular). La distancia promedio
entre la Tierra y el Sol es de 150
millones de kilómetros (la llamada
Unidad Astronómica), pero cambia
durante el año entre 152 y 147
millones, sin afectar el desarrollo
de la vida en nuestro planeta. El
cambio en la distancia hace oscilar
el valor de la radiación que cae
del Sol en valores del orden del
7%. Sin embargo, la distancia entre
la Tierra y el Sol es posiblemente
el factor menos crítico en relación
con la temperatura promedio de la
Tierra (más importante son
consecuencias como el efecto
invernadero, que mantiene la
Tierra a temperatura habitable, o
bien la actividad volcánica, que
regula la cantidad de polvo en la
atmósfera).
Aún más sorprendente es
descubrir que también ha
cambiado la distancia entre la
Tierra y el Sol durante la historia
del Sistema Solar. Al disminuir la
velocidad de rotación del Sol, por
las leyes de conser vación de
momento angular la Tierra se
mueve más rápidamente y se aleja
del Sol con el tiempo. El período
de una rotación del Sol ha pasado
de dos meses (cuando el Sol tenía
una edad de mil millones de años)
a un mes, pero la órbita terrestre
sólo ha cambiado en centímetros.
¿Pueden salvar a nuestro mundo
esas explosiones provocadas?
¿Habrá esperanza para la
humanidad? Dejo a los lectores que
lo descubran por sí mismos cuando
vean la película. Como buenos
periodistas, en las escenas finales
los operarios de la imprenta del
periódico tienen dos posibles
titulares ya preparados para
imprimir. En uno de ellos leemos
“La Tierra, salvada”, en el otro...
“La Tierra, condenada”.
IAC NOTICIAS, 1-2003. Pág. 91
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