Los deberes conyugales

Anuncio
Los deberes conyugales (Ef 5:21-33)
por Pedro Puigvert
Reemprendemos hoy el tramo que nos faltaba de esta carta para completar la parte práctica que trata acerca
de los deberes en la familia o en el hogar, siendo el primero el de los esposos, el segundo el de padres e hijos
y el tercero de los amos y siervos.
1. La sumisión mutua (v. 21)
Es importante considerar primero este versículo porque describe las consecuencias de la plenitud del
Espíritu. Además de hablar, cantar, alabar y dar gracias debemos añadir someter. Se trata de un
versículo de transición que hace de puente entre dos secciones. Esta noción de sumisión está siendo
contestada fuertemente en nuestros días porque se opone a las actitudes actuales permisivas.
¿Cómo debemos reaccionar frente a esta corriente moderna? Los que creemos en Cristo debemos
reconocer que en la historia de la Iglesia ha habido épocas en que se ha ayudado a perpetuar algunas
formas de opresión humana, pero en el texto que hemos leído no hay nada que resulte inconsistente
con la verdadera liberación, puesto que Jesucristo fue el primero que honró a las mujeres, los niños y
los siervos en contra de la manera que eran tratados en su tiempo y no debemos pensar que el apóstol
Pablo escriba de manera contraria a las actitudes fundamentales de Jesús.
Así, pues, a la luz de la enseñanza de Jesús y los apóstoles podemos afirmar tres verdades
importantes:
a) la dignidad de la mujer, los niños y los siervos,
b) la igualdad ante Dios de todos los seres humanos sin distinción de etnia, rango, clase, cultura, sexo
y edad porque todos hemos sido hechos a su imagen;
c) la unidad de todos los cristianos, como miembros de la familia de Dios.
La sumisión de la que habla Pablo no significa inferioridad. Debemos captar la diferencia entre las
personas por un lado y su papel o función, por el otro. Esposos y esposas, padres e hijos, amos y
siervos tienen la misma dignidad como seres humanos, pero ejercen funciones diferentes dadas por
Dios. El Señor ha establecido un ordenamiento de la vida humana en el que hay algunas funciones de
autoridad o liderazgo. Se trata de una autoridad delegada por Dios porque la palabra griega traducida
por “someter” incluye el término orden.
La sumisión es el reconocimiento humilde del ordenamiento divino de la sociedad y tiene su aplicación
también en la iglesia. En ésta como creyentes todos debemos someternos unos a otros, pero en cuanto
a la función de autoridad están los ancianos a los que nos sometemos siempre que sus decisiones
estén fundamentadas en la Palabra de Dios porque tiene que haber orden y no anarquía.
De la misma manera se dice a las esposas que se sometan a los esposos como al Señor que es el que
tiene la autoridad, a los hijos que obedezcan a sus padres en el Señor y a los siervos que sean
obedientes a sus amos terrenales como a Cristo. O sea, detrás del esposo, los padres, y los amos
deben discernir al mismo Señor que les ha dado su autoridad. Lo mismo sucede con la sumisión mutua
de todos los cristianos ya que es en el temor de Cristo (Dios en RV) que debemos someternos unos a
otros, ya que es él quien ostenta la autoridad como Señor, pero también se humilló como siervo.
Ahora bien, esta autoridad no significa obediencia incondicional o ilimitada. Cuando se utiliza mal,
ordenando lo que Dios prohíbe o prohibiendo lo que Dios ordena, entonces nuestro deber es rehusar la
obediencia porque estaríamos desobedeciendo a Dios.
2. El deber de las esposas (vv. 22-24)
Encontramos dos razones para la sumisión de la esposa, la primera surge de la creación y se refiere a
que el esposo es “cabeza” de la esposa y la segunda de la redención y se refiere a Cristo como
cabeza de la iglesia.
2.1. Estar sujetas a sus maridos como al Señor (v. 22,23).
Pablo no expone aquí el origen de la autoridad, ya que para eso debemos ver otros pasajes (1
Co. 11:3-12 y 1 Ti. 2:11-13). Ambos pasajes nos remiten a la narración de Gn. 2 y señala que
la mujer fue hecha después del hombre, pero añade que el hombre también nace de la mujer
de manera que ambos son dependientes el uno del otro. Pero como Pablo basa su argumento
sobre la autoridad del hombre en el relato de la creación tiene validez permanente y universal.
Iglesia Evangélica de Hermanos, avd. Mistral 85,87-Barcelona
www.iglesiamistral.org/index2
Pág. 1
Los deberes conyugales (Ef 5:21-33)
por Pedro Puigvert
La nueva creación en Cristo nos libra de la distorsión de las relaciones entre sexos causada por
la caída, pero establece la intención original de la creación.
Fue a este comienzo al que Jesús apeló cuando habló acerca del matrimonio. Evidentemente,
hombres y mujeres somos iguales ante Dios, pero no idénticos. Dios ha creado al ser humano
masculino y femenino a su semejanza, así que ambos llevan su imagen, pero cada una
complementa la otra. De ahí que podemos sostener la igualdad y complementariedad a la vez
de ambos. ¿Cuál es, pues, la distinción?
La respuesta es que Dios ha dado al hombre (y especialmente al esposo en la relación
matrimonial) una cierta autoridad y que la esposa se encontrará a sí misma y descubrirá su
verdadera función dada por Dios, no en la rebelión contra él o a su mandato, sino en la
sumisión voluntaria y gozosa.
2.2. Estar sujetas como la iglesia a Cristo (v. 24).
Para entender lo que es el gobierno del esposo en la nueva sociedad que Dios ha inaugurado,
necesitamos mirar a Cristo. Porque el Señor es la referencia a la que Pablo señala al utilizar
las palabras “cabeza” y sumisión”. El hecho de que Cristo es la cabeza de la iglesia ya lo
vimos en 4:15-16 y es partir de ahí que el cuerpo deriva su salud y crece hacia la madurez. Su
autoridad expresa cuidado más que control, responsabilidad más que gobierno.
Esta verdad se ve apoyada por la frase final del v. 23: “y él es su Salvador”. El que el esposo
sea cabeza de la mujer es semejante a que Cristo lo sea de la iglesia, entonces la sumisión de
la esposa es similar a la de la iglesia (v. 24). No hay nada vejatorio en esto, porque la
sumisión no es una obediencia ciega a sus reglas, sino una aceptación agradecida de su
cuidado.
Dice Markus Barth: “La sumisión y el respeto que se exhorta a la esposa específicamente a
tener por el esposo…… no es de manera alguna la sumisión de un gatito, o la de un perro
temeroso….. Pablo está pensando en un vínculo voluntario, libre, gozoso, como lo muestra la
analogía de la relación de la iglesia con Cristo”.
3. El deber de los esposos (vv. 25-33)
Si la palabra que caracteriza el deber de la esposa es “sumisión”, la que caracteriza el deber del
esposo es “amor”. Mientras los estoicos de la época de Pablo enseñaban a los esposos a “amar”
utilizando el verbo “phileo” (amor de amistad), el apóstol usa el “amor-agape”, fuerte, sacrificial, en el
matrimonio. Pablo utiliza dos analogías para ilustrar el cuidado amoroso que el esposo debe tener por
su esposa.
3.1. El esposo debe amar a la esposa como Cristo amó a la iglesia (vv.25-27).
El apóstol usa cinco verbos para indicar los pasos sucesivos del compromiso de Cristo con la
iglesia: “la amó, se entregó a sí mismo por ella, para santificarla, la purificó (sin mancha ni
arruga), para presentársela a sí mismo”. No puedo detenerme en cada uno de estos aspectos
que merecerían otro mensaje. Lo que sí debemos ver son las consecuencias prácticas: Cristo
como cabeza no somete a la iglesia ni la aplasta, sino que se sacrifica por ella para servirla a
fin de que ella pueda llegar a ser lo que él desea. Así también el esposo nunca debería usar su
autoridad para anular a su esposa.
3.2. El esposo debe amar a la esposa como a su mismo cuerpo (vv.28-30).
Da la impresión que Pablo desciende a un nivel más mundano del amor hacia uno mismo, pero
la razón es que es realista. La verdad es que nadie aborreció a su propia carne, sino que la
sustenta y la cuida. Esta exhortación es coherente no sólo con el cuidado y sustento, sino
porque también han llegado a ser una sola carne, expresión de unión total.
Conclusión. Este pasaje nos enseña que la sumisión es un deber cristiano general. La instrucción no es
“casadas someteos, esposos dirigid”, sino “casadas someteos, maridos amad”. Lo que el apóstol enfatiza no es
la autoridad sobre la esposa sino su amor por ella. La cabeza envuelve un grado de iniciativa e implica
sacrificio un darse por amor.
Iglesia Evangélica de Hermanos, avd. Mistral 85,87-Barcelona
www.iglesiamistral.org/index2
Pág. 2
Descargar