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Los musulmanes como estrategia electoral
Article by Diana Mata, Diálogo Atlántico, Instituto Franklin-UAH (Madrid)
Un musulmán no debería ser presidente de Estados Unidos. Es lo que piensa el neurocirujano
metido a político, Ben Carson, que considera que ser musulmán excluye a una persona como
candidata a la presidencia de su país.
Rezar a Alá en vez de a Dios o a Buda, es algo que lo convierte en incompatible con el Despacho
Oval. Igual que en su momento, ser negro era incompatible con votar, con sentarse con los blancos
en el autobús o con ser libre.
Ahora es, precisamente, un hombre de raza negra el que incapacita como presidentes del país a los
musulmanes. Además de la cuestión xenófoba que plantea esa afirmación, si tenemos en cuenta que
no hay ningún musulmán aspirando a ser presidente de los Estados Unidos en las próximas
elecciones, es incluso innecesario afirmar algo así. Se trata de un escenario que no va a darse a corto
o medio plazo.
¿Por qué, entonces, decide Carson meterse en un jardín tan espinoso? ¿Acaso ha decidido seguir el
sendero de Donald Trump de ‘cuanto más ruido, mejor’?
Sus palabras llegan después de que el magnate declarara que un problema que tiene Estados Unidos
son los musulmanes. Algunos musulmanes. Podría haber especificado que también algunos
protestantes, algunos ateos, algunos negros, algunos blancos son un problema. En todos y cada uno
de los colectivos étnicos y religiosos existentes en el mundo, hay personas honradas, hay terroristas
y hay criminales. ¿Por qué estigmatizar, en este caso, a los musulmanes?
Trump no hace más que alimentar aún más la polémica en la que parece basar su campaña electoral,
ocupando portadas día a día.
El objeto de uno de sus ataques más recientes es, precisamente, un grupo muy concreto de
musulmanes: los refugiados sirios. Cuando la comunidad internacional no ha tenido más remedio
que despertar a la grave crisis humanitaria provocada por la guerra en Siria y otros conflictos en
Oriente Próximo, cuando ante la ONU llegan, al fin, propuestas para afrontar este problema de
forma global, Trump apuesta por criminalizar a esos millones de personas que huyen de las bombas.
El magnate lanza al electorado la teoría de que se trata de un ejército que ISIS está infiltrando en
Europa. Trump sustenta su afirmación en que “son todo hombres”. Guerreros dispuestos a formar
un ejército de terroristas durmientes, esperando para sembrar el pánico una vez estén asentados en
Occidente. No le importa a Trump que las cifras reales desmientan completamente esa afirmación.
De los más de 4 millones de refugiados que han tenido que huir de Siria, un poco más de la mitad
son mujeres, según los datos de ACNUR. En cuanto a que todo son hombres fuertes (en edad de
combatir, quiere decir Trump), de nuevo, es una afirmación falsa. Tan sólo el 21% de los refugiados
sirios son hombres entre 18 y 59 años. Hay incluso más varones menores de edad, que suponen un
26,3% de estos refugiados.
Si, además, tenemos en cuenta que en Estados Unidos, tan sólo el 2% de la población es
musulmana, y que el número de refugiados sirios que el gobierno piensa acoger en un año es de
10.000 (para un país de 318 millones de habitantes), se puede concluir que las declaraciones de
Trump no hacen más que alimentar innecesariamente el discurso del miedo.
¿Es una estrategia política acertada? Mientras la carrera esté limitada tan sólo al Partido
Republicano, tal vez sí. Según un estudio del Arab American Institute, el 63% de los votantes
republicanos tienen una opinión desfavorable sobre los musulmanes.
Así que, tal vez Trump tenga razón y haya un problema con los musulmanes: que a algunos
republicanos les conviene usarlos como arma electoral.
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