CREACIÓ DE LA COMISSIÓ NACIONAL DELS MERCATS I DE LA COMPETÈNCIA PROJECTE DE LLEI Ple del Senat 22 de maig de 2013 El señor MONTILLA AGUILERA: Señora presidenta, señorías, el proyecto de ley de creación de la comisión nacional de los mercados y de la competencia propone una reforma que modifica de forma abrupta la arquitectura institucional de la regulación de los mercados en España desde hace ya unas décadas con unos objetivos que nada tienen que ver con la afirmación realizada por el señor ministro de Economía y Competitividad con motivo de su presentación en el Congreso de los Diputados. Decía el señor ministro: “Esta reforma supone mercados más eficientes y competitivos”. Nada de la lectura del proyecto de ley que hoy examinamos hace prever esa conclusión, más bien al contrario. Es una ley que se ha realizado sin el diálogo previo y necesario con los sectores afectados y tampoco con los reguladores concernidos. El Gobierno se ha limitado a los informes preceptivos y no vinculantes previstos en las legislaciones sectoriales. Como ustedes saben, el proyecto agrupa en un mismo organismo a la autoridad de la competencia, hasta ahora denominada Comisión Nacional de la Competencia, con los tres reguladores sectoriales que venían funcionando hasta la fecha, la CMT, la CNE y la Comisión Nacional del Sector Postal, reasignando una buena parte de sus competencias a diversos ministerios, con lo que en la práctica nos encontramos con una regubernamentalización de competencias ubicadas hasta ahora en los reguladores independientes. Adicionalmente se reasignan a la Comisión Nacional del Mercado de Comunicaciones las funciones de tres organismos creados en 2011 pero que aún no han entrado en funcionamiento, el comité de regulación ferroviaria, la comisión de regulación aeroportuaria y el consejo estatal de medios audiovisuales que, recordemos, suponen hoy para el erario público cero gastos. Solo se salvan de este proceso de concentración de reguladores sectoriales algunos singulares, como la Comisión Nacional del Mercado de Valores y otros todavía más singulares, como la Agencia de Protección de Datos o el Consejo de Seguridad Nuclear. El texto del proyecto deja fuera, además, todo lo referido a la estructura interna, organización y concreción de subsedes, caso de la actual sede de la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones en Barcelona, a la que me referiré después, remitiendo a un estatuto orgánico que sería aprobado por el Gobierno mediante real decreto. El proyecto de ley nace sobre una serie de premisas falsas. Se nos dice que un objetivo es garantizar la seguridad jurídica y la confianza institucional. La premisa es falsa porque no solo se genera una situación de inestabilidad institucional en el corto plazo, sino que a la vista de la normativa comunitaria establece cauces procedimentales distintos de los que el derecho comunitario promueve. Las razones hay que buscarlas, entre otras, en la naturaleza distinta de los organismos reguladores, por un lado, y de las autoridades horizontales de competencia, por otro, teniendo en cuenta que no abogan a favor de la integración de las llamadas autoridades nacionales reguladoras y la autoridad de competencia bajo un único organismo. Tampoco lo refrenda la experiencia internacional, puesto que en los países de la Unión Europea, ambas actividades, la regulación sectorial y la supervisión horizontal de todos los mercados, están directamente separadas, con las excepciones que señalaba el señor Guillot. Esto mismo ocurre también, con carácter general, a nivel internacional. Es absolutamente falsa, por tanto, la afirmación de que existe una tendencia a la integración de regulaciones sectoriales y de competencia en un solo organismo. No solo no existen, sino que la tendencia es la contraria. El modelo de integración total solo existe dentro de la Unión Europea en Estonia y fuera de la Unión Europea en Nueva Zelanda. En el caso de Holanda, que también se ha citado, se han integrado competencia y telecomunicaciones -por cierto, el que era presidente de telecomunicaciones ha pasado a ser el presidente del nuevo organismo regulador-, pero en nada se parece tampoco al sistema que promueve esta ley. El otro gran referente del proyecto es Alemania, donde los reguladores están en un gran organismo, como nos decía el señor Guillot, con más de 2000 funcionarios y defensa de la competencia. El regulador horizontal está aparte en otro organismo. Además, el modelo alemán está considerado anticuado y poco eficiente. La prueba es que no ha sido referente para otros países en el seno de la Unión Europea. La tendencia creciente y real en el mundo de hoy está marcada por los reguladores norteamericanos. No en vano es la cuna de la regulación. Así como por los modelos anglosajones. Los modelos modernos de regulación se comparan con estos modelos. Asimismo, hay otra tendencia mundial que este proyecto de ley contraviene, y es que, progresivamente, en la mayoría de los países, los organismos reguladores especializados no son la suma en competencias ex ante, sino también competencias ex post. El segundo gran objetivo que explicita el Gobierno en el proyecto de ley es aprovechar las economías de escala y generar ahorros de costes. Resulta igualmente falso. La tendencia occidental es alejar la regulación sectorial de órganos políticos y centrarla en organismos independientes. Los órganos reguladores van asumiendo más competencias, como defensa de los consumidores, fijación de tarifas, inspecciones, liquidaciones… y desde este punto de vista conviene poner de relieve que los reguladores sectoriales actualmente existentes en España tienen, incluso, menos competencia que la de otros países de nuestro entorno. Cuando se habla de adelgazar la administración pública, lo lógico sería pasar competencias y personal a organismos independientes, no que el Gobierno asuma más competencias. Un ejemplo. ¿Han calculado ustedes los funcionarios que necesitará el Ministerio de Industria para asumir las competencias que fija la disposición adicional octava de la ley y que hasta ahora son de la Comisión Nacional de la Energía? Son muchos. Se lo aseguro. Y de personal muy especializado. ¿De dónde saldrán? ¿Del personal laboral de la actual Comisión Nacional de la Energía? ¿Saben ustedes la distorsión que se provocará en el periodo transitorio? Francamente, lo que denota este proyecto es improvisación y un cierto desconocimiento. En otro organismo, como la Comisión del Mercado de las Telecomunicaciones, se transfieren al Ministerio de Industria, Energía y Turismo un amplio grupo de competencias en el ámbito del registro de operadores, de la resolución de conflictos y de la interconexión. Con ello, no se conseguirán las ventajas de escala que dice pretender el proyecto de ley en términos de mayor eficiencia y de ahorro por aprovechamientos de economía de escala. De hecho, puede suceder todo lo contrario. El riesgo más evidente, tanto en este caso como en el de la Comisión Nacional de la Energía, es la posible pérdida del conocimiento específico acumulado por estos reguladores en los últimos quince años, fruto de su experiencia en estas materias hasta la actualidad. Además, dificultará el cumplimiento de las funciones atribuidas en ambos campos a la nueva Comisión Nacional de los Mercados y la Competencia al privarle de herramientas necesarias para el cumplimiento de sus funciones. Otra cantinela recurrente es la del ahorro de costes y la contribución a la lucha contra el déficit de este proyecto de ley. Los reguladores sectoriales tienen sus propios ingresos y sus presupuestos no están integrados en los del Ejecutivo, no interfieren para nada en el déficit ni tienen efecto alguno sobre este. Sus ingresos provienen de las tasas que pagan los operadores y estos ingresos en ningún caso pueden dedicarse a financiar otras funciones u otros reguladores. A este respecto existe incluso jurisprudencia por parte del Tribunal de Justicia de la Unión Europea en torno a la Directiva 97/13 del Parlamento y del Consejo. Solo la actual Comisión Nacional de la Competencia depende para sus gastos de la transferencia que le realiza el Gobierno al no disponer de ingresos propios. En otro orden de cosas, también se pone de relieve por el Gobierno y el Grupo Parlamentario Popular el ahorro que supondrá la eliminación de cargos y consejeros. Es necesario decir que, siendo las funciones de los órganos reguladores muy especializadas, como también se ponía de relieve en la anterior intervención, no parece nada sensato que un consejero de un organismo unificado sea el responsable de opinar y de estudiar los temas relativos a las telecomunicaciones, la energía, el servicio postal, el sector audiovisual, el transporte. Y es que no se trata solo de opinar y de estudiar los temas, sino de estar en contacto permanente con los agentes de cada uno de estos sectores, y ello no lo soluciona la enmienda introducida en el debate llevado a cabo en el Congreso de los Diputados creando dos salas de la comisión. Además, no existen cincuenta consejeros, como a veces se nos dice por parte del Gobierno, sino veintiocho, porque hay organismos que no están en funcionamiento. Respecto al tercero de los objetivos gubernamentales, el proyecto de ley parte de la idea de que los reguladores son compartimentos estancos y que se da una situación de convergencia entre todos ellos. La pretensión real del proyecto de ley, en cambio, es fortalecer la regulación de competencia en defecto de la regulación sectorial, afirmando que los mercados ya son maduros, por lo que en una nueva vuelta de tuerca liberalizadora, aparentemente, solo sería necesaria la regulación ex post. Mercados como el audiovisual, las telecomunicaciones, la energía y otros no son lo suficientemente maduros para pensar que gozan de niveles de competencia óptimos que no necesitan de intervención del regulador. Es un error de planteamiento garrafal el enfoque que hace el proyecto de ley de dedicar el organismo fundamentalmente a tareas de control ex post. Regulación ex post es la vigilancia y medidas que se toman cuando en un mercado se han producido prácticas abusivas o contrarias a la competencia. Podríamos decir que es, de hecho, una competencia sancionadora. Y la regulación ex ante es la que se establece para garantizar que en un mercado concreto exista competencia y que no se establezcan monopolios u oligopolios. Por tanto, es una regulación preventiva e impulsora. La regulación ex post beneficiará a los operadores incumbentes, los antiguos monopolios, que contarán con un control menor y más tardío. Y la experiencia nos demuestra que la actual Comisión Nacional de la Competencia, organismo que se dedica fundamentalmente a la regulación ex post, ha venido tardando tres años de media en resolver los expedientes. De hecho, la tendencia internacional es que los reguladores sectoriales, básicamente ex ante, cada vez asuman más competencias ex post. Aquí haremos el proceso a la inversa, supeditaremos las regulaciones ex ante a la ex post para regocijo de algunos operadores. No es casualidad que el origen de este proyecto esté en un estudio de una consultora por encargo de uno de estos operadores dominantes. Solo hace falta analizar el estudio y el proyecto para constatar dónde está la paternidad. Esta es la primera razón del porqué de este proyecto, que el Gobierno no explica en la exposición de motivos. La segunda no es menos importante: las razones no son económicas o de modelo pero sí de concepción de nuestro sistema democrático. Tiene que ver con respetar las reglas del juego de la democracia. Ustedes cuando están en la oposición, si pueden, bloquean los nombramientos para que las mayorías no cambien. Durante la pasada legislatura lo hemos visto en el Tribunal Constitucional o en el Consejo General del Poder Judicial. Y cuando gobiernan, si no pueden cesar a los consejeros de los organismos reguladores actuales porque sería un cierto escándalo, se inventan una ley que los fusiona a la medida de los intereses de las grandes empresas y, además, así los cesan a todos y aplican su mayoría; una pésima práctica que no tiene parangón en Europa. Aprendan también en esto de sus socios conservadores de la Unión Europea. Ellos no lo harían. Ustedes lo quieren controlar todo, desde los reguladores a la Sala Segunda del Tribunal Supremo. Además - y con esto acabo porque ya me referiré a otros temas en el turno de portavoces - ustedes saben que, a pesar de las modificaciones introducidas en el Congreso por requerimiento de la Unión Europea, de la Comisión para ser más exactos, esta ley sigue sin cumplir con las directivas europeas. Claro que igual piensan que para cuando dentro de tres o cuatro años el Tribunal de Justicia de la Unión Europea lo haya decidido a saber dónde estamos; una lamentable aportación más que contribuirá a degradar un poco más esta democracia y a que todos —ustedes también por supuesto— seamos cada día un poco menos creíbles. Todavía, señores, señorías, están a tiempo, pueden corregirlo. Muchas gracias.