la obligacion de reparar y la responsabilidad fiduciaria

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LA OBLIGACION DE REPARAR Y LA RESPONSABILIDAD FIDUCIARIA 1
1. REFLEXIÓN INICIAL
¿Por qué en un evento académico, dedicado a la forma contemporánea más
dinámica de actuar colectivamente, esto es, a la compañía y en concreto por
qué dentro del segmento dedicado al mercado de capitales, incluir un tema
sobre Responsabilidad Fiduciaria?
Sin duda alguna porque la suerte de la compañía, en su propio desarrollo y en
sus relaciones con los terceros está íntima y directamente ligada a la calidad
de su gestión. Y porque en relación con sus accionistas y la comunidad toda, a
través de la participación particular en el mercado de capitales, se descubre
como soporte fundamental la especial confianza que unos y otros depositan en
quien adelanta la gestión.
Pues bien, si fiducia es confianza ello explica la especial responsabilidad de
quienes, con base en ella, realizan actividades por cuenta e interés de
terceros.
2. EL DERECHO ANGLONORTEAMERICANO Y EL DE ORIGEN ROMANO.
Si uno quiere detenerse a pensar sobre lo que significa una responsabilidad
fiduciaria, esto es, la derivada de negocios donde la confianza juega un papel
particular,
tiene
que
hacer
una
forzosa
referencia
al
sistema
Anglo-
norteamericano en el cual se ha desarrollado de manera particular la noción
1
Conferencia presentada por el autor en el Seminario Internacional: “Ecuador, mercados y
oportunidades” celebrado en conmemoración de los 40 años de la Superintendencia de Compañías
del Ecuador, en el mes de abril de 2004 en la ciudad de Quito.
del Trust como mecanismo particularmente complejo, lleno de matices y de
enorme profundidad en la cultura Anglosajona y, naturalmente, en las
manifestaciones que en los países del llamado derecho civil, como los nuestros,
se establecen sobre el particular.
En relación con la influencia Anglo-norteamericana hay que comenzar por
advertir que la noción de Responsabilidad Fiduciaria excede, de lejos, la que se
asigna exclusivamente a la persona que maneja el Trust, esto es, al Trustee
que sería el equivalente en nuestros sistemas al fiduciario.
En efecto, en el sistema Anglo-norteamericano la noción se aplica a todas
aquellas relaciones en las cuales una persona deposita en otra una particular
confianza de manera que se crea o puede reconocerse una natural relación de
dependencia. Y esa dependencia, en virtud de la cual una persona se coloca,
digámoslo coloquialmente, en manos de la otra, genera posibilidades de
potencial abuso o exceso que conducen a que se mire con especial severidad
su actuación.
Estamos hablando de relaciones como las que pueden existir
entre el pupilo y su tutor, entre el beneficiario del fideicomiso y el fiduciario,
entre el mandatario y el mandante, entre el cliente y su abogado, entre los
accionistas y los gerentes de la sociedad y entre los inversionistas del mercado
y los administradores de los fondos de inversión. Hay allí una forma de
otorgarle a alguien facultades administrativas o dispositivas que se suponen
han de ser ejercidas de manera cabal, por la confianza que ese tercero
merece, o que la ley le exige por virtud de su posición.
Ahora bien, ese principio resulta ser general y aplicable como concepto a todas
las hipótesis en donde se diesen elementos similares en el derecho Anglosajón.
En cambio en nuestras legislaciones, más que ese principio general que
naturalmente puede construirse y de hecho ha sido construido por la doctrina y
la jurisprudencia, existen referencias específicas en los distintos tipos de
contratos o relaciones jurídicas que tanto el derecho civil como el comercial
han regulado en casos como los que vengo de citar.
Al respecto basta repasar las disposiciones sobre guardas, negocios de gestión,
estatuto de la abogacía o regímenes del fideicomiso para evidenciarlo.
3. PARALELO ENTRE LAS DOS FORMAS DE REGULACIÓN.
Pero como la manifestación más
hacer
un
pequeño
paralelo
representativa es la del Trust, quisiéramos
entre
lo
que
ha
sido
la
posición
anglo-
norteamericana sobre el particular y la forma como nosotros hemos venido
regulando en nuestras legislaciones y en nuestra experiencia, la aplicación de
estos principios en las distintas actividades y, particularmente, desde luego,
en el fideicomiso.
3.1.
Noción del Trust.
Recordemos ante todo que de conformidad con el “Restatement of the law of
Trust” este es “una relación fiduciaria con respecto a determinados bienes por
la cual la persona que los posee denominado Trustee está obligado en equidad
a manejarlos en beneficio de un tercero” 2 . No me detengo, porque el tiempo lo
haría absolutamente imposible, a estudiar los antecedentes históricos de esta
figura en la Gran Bretaña que llevaron a distinguir entre el derecho en equidad
y el derecho común. Podemos pasarlos por alto con los fines prácticos de esta
exposición.
En el sistema Anglosajón el Trust puede nacer por una decisión unilateral, por
un acuerdo entre las partes, por ministerio de la ley o por calificación del juez.
2
Restatement of the Law, Trusts Second. American Law Institute, St. Paul, Minn. 1959, p. 6.
En nuestro sistema la noción equivalente es la del fideicomiso mercantil que
consiste en un negocio jurídico que habilita al fiduciario y lo compromete a
cumplir la finalidad prevista en su constitución, “bien a favor del propio
constituyente o de un tercero llamado beneficiario” (L.M.V. art.109) 3 .
Los fideicomisos se han regulado en América Latina a partir de la experiencia
mexicana que se inició en los años veinte, o sea que lleva ya alrededor de
ochenta años. Lo que hemos logrado al adoptar esta figura de rancia estirpe
anglo-sajona, en la que, sin embargo, el derecho romano jugó un papel
importante, en mi sentir, es que nos hayamos centrado en crear un negocio en
el cual la transferencia temporal de bienes está destinada a que el fiduciario o
Trustee cumpla una finalidad determinada. Desde ese punto de vista y lo
pongo simplemente como una referencia simplísima, hablo de una estructura
tripartita, con una advertencia forzosa, ni en el sistema anglo-norteamericano,
ni en el nuestro, puede entenderse que para el perfeccionamiento del Trust o
del fideicomiso mercantil se requieran tres partes.
De hecho, en el sistema anglo-norteamericano puede ocurrir que una persona,
por ejemplo, se designe así misma Trustee de unos bienes para una
determinada finalidad, para beneficio de un tercero, para una obra caritativa,
piensen
ustedes.
Y
puede
suceder
también
en
el
sistema
anglo-
norteamericano, que se transfieran los bienes, se determine claramente la
finalidad y no se designe Trustee, esto es, no se designe fiduciario y que sea
entonces el juez, el que llene ese vacío. Y a su turno en nuestros sistemas, hay
que advertir como en la formación del negocio jurídico, causa principal del
nacimiento de los negocios de fiducia, el contrato se perfecciona por acuerdo
entre el fideicomitente o fiduciante y el fiduciario, y el beneficiario no tiene que
existir, ni intervenir, ni participar en ese negocio, si bien, lo hará más adelante
en la medida que acepte las estipulaciones que sean definidas a su favor.
3
Ley No. 107 de 1998 (Ley del Mercado de Valores de Ecuador).
Pero desde el punto de vista funcional, dejando de lado esta precisión, hay que
entender que la forma primigenia, la forma más sencilla de mirar ambos
negocios en paralelo, es concebir una estructura tripartita en la que un
constituyente transfiere unos bienes para que el fiduciario cumpla con ellos, a
través de su administración o enajenación, una determinada finalidad, en
beneficio de un tercero que podría ser el mismo constituyente.
3.2
Obligaciones Especiales del Trustee
Ahora bien, sin detenernos en nuestras propias legislaciones y hay una
cercanía estrechísima entre la ley Ecuatoriana y la Colombiana en esta
materia, sólo quiero destacar, partiendo de la literatura anglo-norteamericana,
las que se han considerado obligaciones fundamentales del Trustee, para que
ustedes vean, a su turno, como estamos de próximos en la formulación.
3.2.1. Revisar el acto constitutivo de la fiducia y cualquier acuerdo adicional
como típica manifestación del deber de diligencia
En
primer
lugar
se
ha
dicho
que
el
Trustee
o
fiduciario,
utilizando
indistintamente las expresiones, está obligado a revisar el acto constitutivo de
la fiducia y cualquier acuerdo adicional como típica manifestación del deber de
diligencia.
Es decir, un Trustee que acepta un encargo, tiene que hacerlo si
puedo utilizar esta expresión sencilla, con los ojos abiertos, tiene que saber
que le encomiendan, tiene que saber que
bienes le entregan, tiene que
evaluar si está en condiciones y capacidad de cumplir su encargo.
Y decimos, como típica manifestación del deber de diligencia, comenzando por
hacer esta afirmación: que el fiduciario, como el Trustee, debe actuar, a voces
de viejo mandato de derecho civil que conserva toda su vigencia, de manera
prudente y diligente. Y vean ustedes que en esta proposición tan sencilla hay
que reconocer una posición antinómica. El gestor profesional, el fiduciario,
tiene que actuar diligentemente, ¿esto qué significa? Que tiene que hacer todo
aquello que sea necesario, para cumplir cabalmente con la finalidad que le han
encomendado; pero tiene que hacerlo prudentemente, tiene que hacerlo con
cautela. Tiene que actuar, no puede dejar de hacerlo, pero no puede actuar en
forma precipitada o audaz.
Si omite cualquier paso fundamental que se suponga deba trasegar, podrá ser
responsable, pero igualmente lo será si los da precipitadamente. Y en ese
delicado equilibrio entre ser diligente y prudente, al mismo tiempo, hay una de
las cargas más delicadas en cabeza de este gestor.
3.2.2. Registrar los bienes a nombre suyo y velar porque los títulos de
propiedad estén bajo su control
En segundo lugar y esto parece sencillo pero la literatura anglo-norteamericana
lo ha dicho, es obligación del Trustee velar porque los bienes estén registrados
a nombre suyo, y porque los títulos de propiedad estén bajo su control.
Naturalmente, tendríamos que irnos un poco a la realidad de lo que es la
propiedad
mobiliaria e inmobiliaria de la Gran Bretaña para entender que
puede haber algunas diferencias, no todas secundarias, pero para los efectos
de la conferencia no es necesario hacerlo. Bástenos pensar que, esa es una
obligación que el fiduciario tiene a su cargo, para poder actuar como titular de
los bienes o del patrimonio especial que con ellos se constituye.
Aquí hay que recordar que la convención de la Haya sobre el Trust de 1985
parte de la base que el Trustee o fiduciario tiene derecho a que los bienes se
registren a su nombre, de manera que se revele la existencia del Trust.
3.2.3. Dar informes periódicos
Esta obligación que hace parte de la noción amplia de rendición de cuentas,
propia de los gestores de intereses de terceros y que se predica en general de
los profesionales, en la noción contemporánea con que se les mira en las
legislaciones que han consagrado estatutos de protección al consumidor, está
ligada con el informe periódico, oportuno y suficiente sobre la suerte y el
resultado de las gestiones que le han sido encomendadas y naturalmente con
las perturbaciones, vicisitudes o dificultades que hayan surgido durante el
periodo.
Se entiende que es obligación pre-contractual, y nace, por ello, antes del
perfeccionamiento del negocio con su cliente. Debe enterarlo y advertirle de los
alcances del negocio que va a celebrarse. Y aquí cabe una prevención. Uno
encuentra en los procesos de venta de productos, un área comercial que es la
que cuenta la versión rosa de la vida. Como no haber oído a un vendedor de
una póliza de seguros o un plan de pensiones o un fondo que no le diga todo lo
bueno que el seguro o el plan o la inversión tienen. Y eso parece razonable,
casi que sería el anti-mercadeo comenzar diciéndoles lo que no funciona del
producto. Pero para lograr un necesario equilibrio hay que contar lo bueno,
desde luego, pero hay una obligación de advertir si el producto entraña ciertos
riesgos, que ese potencial cliente deba conocer para tomar una buena decisión.
Y esta obligación que comienza antes del contrato, pervive a lo largo de su
desarrollo y en el caso, por ejemplo, de los mercados bursátiles es fundamento
de la obligación de poner en conocimiento de las autoridades y los mercados,
hechos relevantes que sobrevienen durante la vida de una emisión, que
pueden tener incidencia en la valoración del papel, para poner un ejemplo
sencillo.
3.2.4. Colocar debidamente el dinero y los bienes en su poder
Manejar cuidadosamente los bienes es noción insita en la función del Trustee.
Debe colocarlos en forma debida siguiendo las instrucciones o de la manera
cauta a que nos referiremos más adelante.
Pensemos, por ejemplo, en el dinero. Hay numerosísimas posibilidades en el
mundo de la administración de recursos de terceros que llevarían a soluciones
distintas. De hecho cuando se trata de administración de portafolios, es decir,
de manejo colectivo de recursos de terceros, las posibilidades son diferentes a
las limitaciones. Hay una magnifica obra del doctor Juan Carlos Varón dilecto
amigo y distinguido jurista colombiano quien intervino en la sesión, sobre los
portafolios de inversión cuya lectura recomiendo, donde se podría analizar en
detalle este tema 4 . Pero para decirlo de manera sencilla, si uno mira la
posición de la jurisprudencia anglo-norteamericana advierte que la colocación
de los
dineros en poder del Trustee debe hacerse de la manera más
cuidadosa, de tal forma que produzca, porque dejarlo sin producir sería
contrario a su obligación de gestión, a su diligencia, pero de manera segura y
ahí aparece de nuevo la prudencia; lo que descarta, por definición, hacer
inversiones especulativas.
Pero bueno, si el Trustee inglés tiene en su poder un millón de libras, el juez
inglés no entendería que las hubiese empleado en todo o en parte haciendo
operaciones especulativas u operaciones de largo plazo que no pueda liquidar
razonablemente cuando lo requieran los beneficiarios.
3.2.5. Conservar los bienes y protegerlos frente a ataques de terceros
4
Varón Palomino, Juan Carlos. “Portafolios de inversión: la norma y el negocio”. Asociación de
Fiduciarias, Universidad de los Andes, 1994.
Desde luego como titular jurídico de los mismos, debe velar por su
conservación tanto física como jurídica, en este caso protegiéndolos frente a
los ataques que puedan recibir.
En la normatividad colombiana, por ejemplo, se llega al extremo de advertir
que la defensa se extiende contra actos “… aún del mismo constituyente” (art.
1234, 4 C.Co.)
3.2.6. No delegar, esto es, ejercer directamente las facultades que se asignan
La gestión directa que se ha traducido tradicionalmente en la restricción o
prohibición de delegar, supone el ejercicio por él mismo de las facultades
derivadas de su condición.
Este es un tema particularmente complejo porque evidentemente el Trustee no
es persona que de suyo tenga que ser conocedor de todas las actividades, ni
estar dotado con una capacidad omnifuncional que le permita ocuparse
eficientemente de todos los negocios que se le encomienden por variados que
sean.
Desde luego el tema es más marcado en la Gran Bretaña donde el
Trustee o fiduciario puede ser cualquier persona y con mucha frecuencia se
escoge en condición, más a la especial confianza que merece al constituyente o
settlor que a sus capacidades o conocimientos. El tema es diferente cuando se
trata de un fiduciario profesional como sucedería en nuestros países y lo
veremos enseguida porque allí se supone que justamente tiene la organización
empresarial suficiente para saber que puede gestionar los negocios que acepta.
Para ello requiere personal y auxiliares que laboren bajo su responsabilidad
pero puede precisar de profesionales externos que le apoyen y entonces el
tema de la delegación cobra importancia.
Hemos sostenido que la delegación acumulativa debería ser de recibo y es
interesante destacar como en la Gran Bretaña el Trust Act del año 2000 se
ocupa precisamente de señalar cómo y
en qué medida el Trustee puede
delegar o utilizar mejor, si se quiere, auxiliares expertos para el cumplimiento
de su encargo.
3.2.7. Transmitir los bienes a la finalización de su encargo
Una nota fundamental del Trust que replica nuestro sistema de fideicomiso es
su temporalidad como elemento característico. Esto significa que el Trustee si
bien figura como propietario legal en el sistema inglés, detenta sus facultades
en relación con los bienes única y exclusivamente para el cumplimiento de las
finalidades y tiene la obligación de transferir los bienes a quienes estén
destinados a la finalización de su cargo.
Naturalmente ello no excluye hipótesis llamémoslo así de perpetuidad pero las
mismas son excepcionales y se vinculan con Trust dedicados a
fines
caritativos o de beneficencia.
Este
esquema
corresponde
en
lo
fundamental
al
consagrado
en
las
legislaciones de Ecuador y Colombia, para limitarnos a ellas.
3.3.
Responsabilidad
Ahora bien, ¿qué ocurre si frente a las obligaciones asumidas se produce un
incumplimiento por acción u omisión, si se da lo que en el sistema anglosajón
se denomina el “breach of Trust” o el rompimiento del Trust? Que
naturalmente y en la medida en que el beneficiario se sienta perjudicado podrá
generarse una responsabilidad a cargo del Trustee. Y es justamente en la
forma como los jueces aprecian esa responsabilidad que resulta interesante
revisar el tema.
Cuando comenzamos por recordar cuales son las obligaciones fundamentales
del
Trustee,
lo
hacemos
por
una
razón
elemental,
todo
debate
de
responsabilidad suele partir de una valoración de conducta y cuando la
conducta esperada, puede ser cotejada contra una lista de obligaciones a cargo
de un sujeto de derecho, la primera hipótesis de incumplimiento, deriva de la
desarmonía entre su conducta y la obligación asumida. Ese es el principal
fundamento de lo que sería la teoría general de la responsabilidad contractual
y en ese panorama para seguir con el tema inglés uno encuentra lo que yo he
llamado para los efectos de esta charla, en forma palmaria faltas groseras, es
decir incumplimientos, en donde salta a la vista lo que se llama “breach of
Trust” o rompimiento del Trust.
3.3.1
3.3.1.1.
Por faltas groseras
Invertir los fondos en operaciones no autorizadas
Desde luego, si se invierten los fondos contra las instrucciones hay un claro
incumplimiento. Aquí no hay novedad alguna.
Pero es más interesante analizar ¿qué ocurre cuando no se ha previsto
específicamente o se le ha dado una relativa amplitud? En ese caso su
conducta va a medirse finalmente en función de su buen juicio. En el sistema
anglo-americano, para comenzar, se le va a juzgar con especial severidad. En
general se supone que las inversiones tienen que hacerse de forma
particularmente segura.
Ello ha significado en el pasado que sólo puedan
hacerse en bonos o papeles del gobierno o en operaciones garantizadas con
hipoteca de primer grado y con margen razonable de cobertura.
Por esta vía se han excluido,
desde siempre,
no sólo inversiones
especulativas sino, incluso, depósitos en bancos, inversiones a largo plazo y
préstamos librados a la sola firma del deudor, para poner algunos ejemplos.
Aquí aparecen interesantes restricciones en el sistema de derecho civil que
regula las guardas en Colombia y que permite, analógicamente, identificar
criterios legales en el manejo de bienes de terceros.
En general se ha distinguido entre los actos meramente administrativos y los
de disposición estableciéndose para estos últimos la necesidad de cumplir
requisitos previos, particularmente la autorización del juez. Entre los primeros
está el empleo de los capitales ociosos. Entre los segundos la dación en pago
de bienes raíces, el empeño de bienes preciosos o que tengan valor de
afección, el gravamen de bienes inmuebles, la repudiación de donaciones, las
donaciones en dinero y otros bienes muebles y los arrendamientos a largo
plazo para citar algunos ejemplos.
Por otro lado se le prohíben expresamente donar bienes raíces, remitir
gratuitamente un derecho, ser fiador o comprar y arrendar bienes raíces del
pupilo por el mismo guardador.
Ya en el campo del derecho comercial tratándose de fideicomisos de inversión,
es decir, aquellos que están constituidos o cuyo objeto es una suma de dinero
colocada en manos del fiduciario, está prohibido por disposición de la
Superintendencia Bancaria, en un reglamento externo que tiene fuerza de ley,
dejarle libertad al fiduciario para invertir los recursos de conformidad con su
simple criterio.
Es forzoso que el fideicomitente le dé instrucciones
sobre la manera como
debe hacer la inversión, y eso, lo encuentro de alguna manera
práctico,
porque para el fiduciario es más confortable tener unas claras instrucciones de
su cliente que asumir la enorme responsabilidad de colocar eso a su criterio.
Cuando de él depende ninguna rentabilidad será buena para su cliente,
siempre habrá alguna posibilidad que le cuestionen porque lo hizo en este
papel o porque invirtió en aquel otro.
3.3.1.2. No inscribir los bienes a su nombre
Uno puede pensar que es una hipótesis un poco tonta.
Pero no sólo la
literatura inglesa trae ejemplos, sino que en Colombia tuvimos un caso en el
cual, transferidos los bienes inmuebles por escritura pública a una fiduciaria,
ésta no la registró en la oficina pública correspondiente. Como en el sistema
registral colombiano jurídicamente sólo hay tradición de un inmueble cuando
esa inscripción en el libro se produce, se incumplió claramente esta obligación.
La convención de la Haya sobre el Trust, firmada en 1985 y que hoy tiene
cinco países adherentes, ha previsto que la legislación interna debe permitir
al Trustee o fiduciario, registrar los bienes a su nombre indicando que hacen
parte de un fideicomiso. Esto, en el caso de Ecuador o Colombia parece poco
novedoso, porque dado que manejamos un negocio eminentemente mercantil
y profesional, suena elemental, pero es que recuerden que en el sistema
anglo-norteamericano y en el de la convención de la Haya, puede ser fiduciario
cualquier persona, natural o jurídica, mientras en el caso de entidades como
las administradoras de
fondos de pensiones y de fideicomisos, toda una
normatividad incluso contable permite reflejar o casi obliga a reflejar de
inmediato en sus operaciones la constitución del negocio. En el caso de una
persona natural, ello tiene que hacerse ostensible por un medio que lo
posibilite para evitar que los terceros ignoren que esos bienes forman parte del
Trust.
3.3.1.3
No actuar imparcialmente
Este es un tema en el que vale la pena detenerse. Hemos dicho, que si el
fideicomiso quiere conocer un verdadero desarrollo en América Latina debe
proteger y permitir que el fiduciario juegue el papel de “fiel de la balanza”, es
decir, ser la persona que por su intervención y equilibrio pueda garantizar los
intereses legítimos de las distintas partes involucradas en el negocio. Y desde
ese punto de vista hemos reivindicado la importancia de la disposición
colombiana, según la cual, el fiduciario debe proteger los bienes contra
ataques de terceros y aún del mismo fideicomitente, para decir por esa vía,
que lo que hay que proteger es el fideicomiso y sus finalidades.
Esto resulta muy interesante en materia de derecho de compañías. En el caso
Colombiano, a partir de la ley 222 de 1995, se ha repetido un principio
tradicionalmente acogido, al decir que los administradores de las Sociedades o
Compañías tendrán que proteger equilibradamente los intereses de los socios,
esto es, darles un trato equitativo. Y no se le escapa a un auditorio calificado
como este, la importancia que tal principio tiene en todo el negocio de las
compañías y en sus estructuras accionarias porque, por ejemplo, obliga al
administrador a actuar con absoluto equilibrio frente a los accionistas
minoritarios. Los mayoritarios ejercerán sus facultades en las asambleas, en la
definición de la composición de los cuerpos directivos y en todas aquellas
oportunidades en que su decisión tenga el peso suficiente para incidir en la
vida social, pero agotado su ejercicio, no deben tener un trato diferencial o
privilegiado frente al que tiene el accionista minoritario.
desde luego,
De este solo tema,
podríamos hacer no sólo el de una conferencia sino del de un
seminario por la complejidad y extensión que reviste.
Igual podría decirse de la actuación en conflicto de interés cuando al tomar una
decisión ella puede beneficiar a una persona distinta de su cliente o lo que es
más grave aún, al propio fiduciario. Allí por aplicación del principio que hemos
denominado de lealtad, el conflicto tiene que resolverse a favor de los
intereses del cliente y si se quiere mejor, como lo hemos observado, del
fideicomiso a voces del artículo 1234 del Código de Comercio. La ley
Colombiana sobre Compañías o Sociedades que así las llamamos, incluye entre
las obligaciones específicas de los administradores la de “abstenerse de
participar por sí o por interpuesta persona en interés personal o de terceros en
actividades que impliquen competencia con la sociedad o en actos respecto de
los cuales exista conflicto de intereses salvo autorización expresa de la Junta
de Socios o Asamblea General de Accionistas” 5 .
Dice a su turno el “Restatement of the law“, “es deber de un fiduciario actuar
con miras a salvaguardar el interés de todos sus beneficiarios” 6 .
Así, donde
existe un conflicto entre los intereses de los beneficiarios, el fiduciario, con
miras
al interés general, debe actuar imparcialmente ante ellos, así su
decisión afecte a alguno.
Uno se encuentra con frecuencia con que hay una participación de un número
plural de personas, en relaciones jurídicas de diversa naturaleza, con derechos
distintos y frecuentemente contrapuestos, frente a los cuales el mecanismo
fiduciario se convierte en una especie de hilo conductor o de punto de amarre
de todos ellos. La importancia de que el fiduciario exista, es que uno pueda
hacer un negocio en el cual, sin garantizar que no haya conflictos, porque los
hay siempre, cuente con un profesional que, de alguna manera, pueda jugar el
papel de ser el fiel de la balanza, que sea la parte equilibrada que pueda
5
6
Artículo 23 de la Ley 222 de 1995, “deberes de los administradores”.
Op. cit., p. 364 y ss.
realmente proteger, de la manera más eficaz los intereses legítimos de todas
las partes intervinientes. No importa si esos intereses son distintos, pues es
comprensible que lo sean, y aunque haya una contraposición de ellos, es ideal
que el fiduciario pueda jugar ese papel. Es como si uno celebrara un negocio
en el cual tuviese un amigable componedor permanente, y eso sería lo ideal en
materia del fiduciario.
Este tema adquiere importancia luego de oír al Superintendente de Valores de
Colombia, cuando se inquieta porque las compañías no se abren al mercado de
capitales y no emiten acciones. La situación es paradójica, porque aparecen
dos temores que a veces se conjugan. Es cierto, a veces la compañía de
estructura familiar no tiene muchos deseos de salir al mercado, de compartir la
administración, teme perder el poder, no le gusta mostrar sus libros, sus
papeles y sus balances. Pero de otro lado, también, hay que saber que el
pequeño inversionista, al que se le invita a colocar parte de sus ahorros en
papeles, en acciones de una sociedad, llega con cierto temor diciéndose:
bueno, yo invierto allí, hay un control del Estado, pero y, ¿si la administración
no es eficiente, si la administración privilegia a los dueños, si la administración
no tiene este principio de imparcialidad realmente interiorizado?, ¿qué puede
pasarme? Y es que no sé cuántos casos podemos contar en donde eso ha
ocurrido, de manera pues que creo que este es un principio sumamente rico en
consecuencias y cuando no se actúa de conformidad con él, hay una falta a sus
obligaciones.
3.3.2
Faltas frente a sus obligaciones generales de conducta.
Conductas que no son tan evidentes de primera mano, pero que puedan
entrañar una forma de incumplimiento del contrato.
Hemos dicho en términos generales que el fiduciario debe actuar en forma
prudente,
diligente
y
tiene
una
obligación
de
informarse
e
informar
especialmente. Está obligado a actuar con lealtad como consecuencia del
principio fundamental de buena fe.
En
general todas las glosas que pueden formularse al cumplimiento de sus
obligaciones lo serán cuando no realiza lo que debe hacer, o cuando actúa
incorrectamente en todo o en parte, porque las obligaciones se entienden
incumplidas cuando no se cumplen o cuando se atienden
imperfectamente.
De manera que allí hay un amplio campo de hipótesis que tendrá que valorar
el juez en cada caso concreto para saber si, por ejemplo y para tomar una de
las obligaciones que más ha trabajado la doctrina, la obligación del profesional
y
obviamente
del
fiduciario
de
informar,
¿qué
oportunamente los informes?, ¿qué sucede si los
ocurre
si
no
envía
informes no tienen el
contenido sustancial que los mismos requieren?, ¿qué sucede sí teniéndolos no
se brindan con la oportunidad que demanda el tercero?, ¿qué sucede si no
toma a tiempo medidas conservatorias?. ¿Qué ocurre si no hace efectivas las
órdenes y por la tardanza se pierden?
En todas esas hipótesis se abre un
espacio en donde puede generase una responsabilidad a cargo del fiduciario.
La literatura inglesa señala interesantes ejemplos 7 como el del caso R. Brogden
(1888) 38 ChD 546 (Chd, North J; CA, Cotton, Fry and Lopes LJJ).
En su
testamento, entre otras cosas, el señor Brodgen estableció el pago de diez mil
libras
dentro del acuerdo matrimonial de su hija, obligación que debía ser
cumplida
por el fiduciario señor Budgett. El tiempo pasó y la Compañía
familiar de la cual debía provenir el pago del dinero, administrada por un hijo
del testador, casado, a su turno, con una hermana del fiduciario, cayó en
quiebra. El juez estableció que el señor Budgett
fiduciario era responsable
frente a la señora Billing, hija del señor Brogden, puesto que no había seguido
7
Tomados de Burn E. H. Trust and Trustees. Cases and Materials. Maudsley & Burn´s, 3a ed.
todos los pasos posibles y necesarios para obtener el pago de
las diez mil
libras. El análisis del juez es sumamente juicioso para mostrar como el señor
Budgett fue de alguna manera complaciente y amplio con los deudores, pues
no le bastaba haber enviado cartas cobrando, sino haber tomado todas las
acciones legales necesarias, pues aun cuando aceptó garantías de pago no lo
obtuvo. Es deber de diligencia de un fiduciario llevar a cabo los procedimientos
necesarios (por medio de una acción legal si fuera necesario). Y si el fiduciario
se exonera de responsabilidad a pesar de no haberlo hecho, es porque ha
demostrado que, a pesar de haber ejercido tales procedimientos, no pudo
obtener el pago.
Pero en el caso estudiado, el señor Budgett comenzó a tomar un riesgo cuando
en vez de exigir el pago, concedió plazos aceptando la firma de la compañía,
como si ella constituyera realmente una garantía mayor.
Adicionalmente, el fallo lleva implícito un aporte sobre el tema del conflicto de
interés. El juez dice: no hay ninguna evidencia en este proceso que diga que el
señor Budgett actuó por razones personales, pero el hecho de que la compañía
estuviera gerenciada por su cuñado, lo obligaba a ser más cuidadoso. La
decisión tenía que privilegiar el cumplimiento de su encargo pero seguramente
se encontró con una variable subjetiva que podía perturbar su decisión. No se
estableció que así hubiese ocurrido, pero eso lo obligaba a ser más celoso que
nunca. En últimas, dice el juez inglés: el Trustee no es responsable por no
haber cobrado, porque hubiera sido posible que nunca hubiera podido cobrar,
pero es responsable por no haber hecho todo lo necesario para cobrar, porque
se limitó a buscar arreglos y no ejerció una acción seria que enderezaba a
cobrar.
Otro ejemplo es el RE LONDONDERRY´S SETTLEMENT (1965) Ch 918, (1964)
3 ALL ER 855 (CA, Harman, Danckwerts and Salmon LJJ) Con respecto a la
obligación de informar, hay un interesante caso, propio desde luego, del
sistema inglés. Se trataba de un Trust discrecional en el cual la transferencia
irrevocable de los bienes por parte del constituyente faculta de la manera más
amplia a los fiduciarios para administrarlos. Una de las herederas beneficiarias
insatisfecha por lo que había recibido exigió la totalidad de los documentos
incluyendo las actas de las reuniones celebradas por los fiduciarios en torno a
las decisiones tomadas y la correspondencia cruzada con sus abogados. Allí el
juez Harman consideró que los fiduciarios habían hecho bien al entregar sólo
las copias de la declaración de las asignaciones de capital y las copias de las
cuentas del fideicomiso, reservándose o negándose a entregar los demás
documentos, por estimar que ningún Trustee aceptaría un encargo discrecional
sí tuviera después que dar cuenta y rendir cuenta de las razones por los cuales
hizo una u otra cosa.
Y en ese sentido las observaciones que hicieran sus propios libros o actas eran
para su propio dominio y no estarían al alcance de los fideicomitentes.
En conclusión, los fiduciarios deben suministrar información a los beneficiarios
del fideicomiso concerniente al estado del mismo. Para este propósito, es
conveniente
mantener un libro de minutas y un diario del fideicomiso en los
cuales se registren los eventos relevantes, partiendo de aquellos documentos
que hacen parte del fideicomiso.
Los documentos relacionados con el fideicomiso son de propiedad de los
beneficiarios, quienes tienen acceso libre a ellos. En el caso de fiduciarios que
ejercen poderes discrecionales (discretionary Trust) ellos no pueden ser
requeridos para revelar sus razones, pero cuando las razones son reveladas,
ellas pueden ser objetadas, y sí se evidencian como injustificadas, ellas pueden
ser objeto de una reclamación por los beneficiarios.
Tengo reservas sobre el fallo, relativamente reciente, de 1966, porque me
parece que una cosa es que el Trustee tenga amplísimas facultades para
colocar los recursos y otra que en el momento en que los haya colocado y yo
tenga como beneficiario una discrepancia, pueda revisar, su buen juicio.
Una cosa es que tenga facultades para invertir libremente y otra que invierta
mal. Pero bueno, lo que es interesante
es que en este fallo se hace un
excelente análisis sobre el tema de la obligación de información y aun cuando
la conclusión parezca contradictoria con lo que vengo a decir, en general se
sostiene que cualquier
beneficiario tiene derecho a acudir a los papeles del
Trust, salvo en este caso por considerarse que siendo discrecional hay algunos
documentos que por excepción quedan por fuera.
Un último caso, es colombiano y está en los estrados judiciales. Lo menciono
académicamente, pero lo hago con toda la reserva y la discreción porque
naturalmente no quiero hacer un juicio de valor, y quiero advertir además que
no se ha definido sino en primera instancia, de manera que está aún en
trámite y no conocemos la conclusión final. Pero el ejemplo si es muy
interesante y puede ser más cercano al nuestro.
Resulta que, una compañía, hizo una emisión de bonos por veinte mil millones
de pesos. Para hacerlo, de acuerdo con la legislación colombiana, fue preciso
que designara un representante de los tenedores de bonos. Al efecto designó
una Corporación Financiera con sección fiduciaria, lo que era posible en ese
entonces. El representante se nombra antes de la emisión, aun cuando parezca
paradójico,
porque la ley le asigna una serie de cargas y tareas que debe
cumplir en ese momento, cuando todavía no hay tenedores de bonos. Entre
otras debe velar por la regularidad de la emisión, porque si hay garantías se
hayan constituido debidamente, porque los soportes documentales existan etc.
Bueno
el
cuento
es
que
la
compañía
demandante,
es
una
caja
de
compensación sumamente conocida, hizo una inversión importante en la
emisión, y a los muy pocos meses, la compañía emisora cayó en falencia, cesó
pagos y naturalmente dejó de atender la obligación y entonces el inversionista
se preguntó ¿qué papel jugó ese representante de los tenedores? Y esto lo
podríamos extender a todos los casos que conocemos de revisores fiscales,
administradores de valores etc.
¿Cumplió su obligación? Porque si lo hizo y miró la compañía no pudo no
encontrar nada raro. Si habría que ver que las causas venían de muy atrás. Se
probó en el proceso, en primera instancia, la existencia de información
absolutamente relevante como, por ejemplo, que la compañía tenía varios
meses de mora con la Dirección de impuestos nacionales en el pago de sus
impuestos. Ello hubiese permitido a un representante de los tenedores si
cumple profesionalmente su misión, entender que allí había un riesgo. De
manera pues que en este proceso que está por resolverse en segunda
instancia ya se falló contra el fiduciario en la primera, diciéndole: usted tenía
una obligación de velar porque esa documentación fuese regular y porque esas
informaciones fueran de confianza.
3.4.
Consecuencias
Pero lo fundamental y lo que constituiría la conclusión de esta presentación es
saber cuál es el efecto de incumplir las obligaciones, esto es ¿qué sucede si se
incurre en una responsabilidad por parte del fiduciario, si se produce lo que en
el
sistema
rompimiento
anglo-norteamericano
del
Trust,
uno
se
diría,
denomina
como
rompimiento
de
breach
la
of
confianza?
Trust,
Que
naturalmente se produce un daño o una situación que deben ser reparadas.
En este punto,
sin duda alguna,
radica en mí sentir una de las diferencias
más sustanciales entre los regímenes de derecho civil, esto es de las
legislaciones Latinoamericanas inspiradas en el derecho Francés y el sistema
sancionatorio anglo-sajón comenzando por la Gran Bretaña. Porque, en efecto
uno diría que en ambos sistemas hay una comunidad de regulaciones a partir
del principio de que quien produce un daño debe repararlo. Y esto tiene toda
clase de ejemplos en los fallos de los jueces ingleses que acabamos de citar.
Pero donde conceptualmente hay en nuestro sentir la mayor novedad es en
aquellos casos en los cuales el monto del daño no se establece en función del
perjuicio de la victima sino del beneficio del victimario y este es el aspecto con
el que quisiera cerrar mi exposición.
En efecto, el principio tradicional que ha inspirado las legislaciones de origen
latino es el de que el daño debe ser simplemente reparado.
En
otras
palabras, que la indemnización de perjuicios a la que se condene a su causante
no puede exceder del monto probado de los daños materiales sufridos y
eventualmente de los daños morales que, usualmente, se cifran en partidas
sumamente modestas. Y aun cuando la jurisprudencia ha evolucionado en la
dirección de defender el resarcimiento pleno, esto es , la reparación total,
ello no va mas allá de poder tener en cuenta, bajo ciertas circunstancias, por
ejemplo,
expectativas económicas solidamente fundadas que hicieran de la
previsión de la utilidad,
digamos,
una certeza económica así no estuviese
cuantificada. Pero siempre sobre la idea, para plantearlo de otra manera, de
que la sentencia condenatoria no puede ser causa de enriquecimiento sino de
reparación de la victima.
La concepción anglosajona del Trust como ejemplo más apasionante, consagra
solución esencialmente distinta. Es cierto que si el Trustee incumple sus
obligaciones se dan muchos ejemplos en los cuales repara simplemente al
beneficiario a través de la recomposición del patrimonio.
Pero adicionalmente y esto es lo más interesante, el juez inglés ha llegado a
construir un andamiaje en el cual el monto del resarcimiento no está dado por
el daño probado de la victima sino por el enriquecimiento o ventaja indebida
obtenida por el victimario. Déjenme ponerles un ejemplo sencillo. Un
administrador de bienes de terceros toma indebidamente de los fondos
colocados en su poder un millón de dólares y con ellos realiza una inversión en
su propio interés que liquida a los 45 días. Percibida
esta situación por el
interesado legítimo, llamémoslo el beneficiario, puede reclamar por el uso
indebido de esos fondos durante los 45 días y bajo nuestro sistema ello deberá
conducir a reconocer a favor del cliente desde luego, el
derecho a la
recuperación del capital, si es que el agente abusivo no lo hubiera reintegrado
todavía y el pago de los intereses, como costo del dinero utilizado
indebidamente por el agente durante el tiempo dado.
Pero en el sistema inglés la situación es distinta. Si lo que se prueba es que
ese agente desleal tomó los recursos y con eso hizo una inversión en papeles
del mercado bursátil que mantuvo en su poder 45 días y liquidó al cabo de ese
tiempo
con una utilidad en virtud de la cual,
por decir cualquier cosa,
la
inversión se dobló, el juez inglés va a decirle: “la utilidad que usted obtuvo
con esa inversión era de su cliente y, por consiguiente, no bastará que
restituya el capital o que ya lo haya hecho, ni que pague unos intereses sino
tiene que trasladarle in integrum el resultado de la operación, al fondo de
donde lo sacó”. Pero es más, si hubiese hecho la operación con un tercero,
por ejemplo, colocándole los recursos y se probara que el tercero sabía que
esos formaban parte de un fondo administrado en interés de un cliente y que
el fiduciario no podía prestárselos,
en ese caso también estaría obligado el
tercero a transferir el resultado a través de lo que en el sistema inglés se
denomina un contructive Trust 8 , en virtud del cual el juez va a considerar al
tercero, que actuó en complicidad, como si fuera un Trustee, con las mismas
obligaciones de restituir el beneficio.
Por todo lo expuesto y a manera de reflexión queremos reiterar que, “para los
juristas latinos la acepción de relación fiduciaria es estrecha y restringida
frente a lo que en el derecho anglosajón se entiende por ella.
Hay relación
fiduciaria bajo la óptica particular de este último en todos aquellos casos en los
cuales dos partes se vinculan bajo un esquema de poder que implica la
dependencia o la especial confianza de una en otra. En esas hipótesis que son
innumerables
en
comportamientos
la
literatura
particularmente
anglosajona
los
tribunales
ejemplares,
cuyo
modelo
exigen
actuante
deberíamos imitar pues se trata de principios consagrados desde siempre en el
derecho civil.
En efecto, para los jueces ingleses la relación fiduciaria supone la aplicación de
claros principios de equidad e implica en la calificación de la gestión, velar
porque en ella haya habido imparcialidad, justicia, dedicación, fidelidad,
franqueza, lealtad y buena fe. Parece una larga y romántica enumeración de
conductas abandonadas pero en últimas es apenas la expresión de lo que una
comunidad esperaría del comportamiento de las gentes de bien y de gestores
profesionales especializados a quienes llegan a depositarles su confianza.
8
"Constructive trust o trust impuesto u obligatorio. Es aquel en el cual la corte ordena a una
persona que aparece como titular de un bien o interés, lo devuelva a un tercero a quien en equidad
realmente le corresponde la titularidad del mismo, por considerar que el primero lo obtuvo, o
violando un pacto o aprovechando una situación que la ley no protege. Este tipo de trust, conocido
también como "trust exmaleficio" (por basarse en una conducta indebida) o "ex-delictu"
(proveniente de una actividad delictiva) o "involuntary" o "trust in invitum" (por ser declarado contra
la voluntad de la persona a quien se le impone), lo crea la corte de equidad, no porque deduzca
una intención por parte del settlor, sino porque quiere evitar un enriquecimiento injusto por parte del
detentador y porque busca corregir un abuso que de otra manera podría resultar impune. Por ello
de esta modalidad se puede predicar que son creados y no declarados por la corte". Rengifo,
Ramiro. La Fiducia, Legislación nacional y derecho comparado. Colección Pequeño Foro 1984.
Pág. 131 y ss.
En la reafirmación de tales valores y en el equilibrado desarrollo de una
doctrina y jurisprudencia enriquecedora sobre la responsabilidad fiduciaria,
reposara sin duda, el futuro de las actividades que se fundan en la confianza” 9 .
9
Rodriguez Azuero, Sergio. La responsabilidad del Fiduciario, Biblioteca Jurídica Diké, 1997.
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