Las obras que están en el limbo

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AKOBE
Conservación / Restauración
Las obras que están en el limbo
Isabel Ortíz de Errazti
Ven, muerte, tan escondida, que no te sienta venir,
porque el placer del morir no me vuelva a dar la vida.
Calderón de la Barca
Ciertas cuestiones referentes a la perdurabilidad provisional que ofrecemos a las obras de arte
son la cara oculta de nuestra cotidianidad laboral.
D
esde los albores de la humanidad, se ha
contemplado la posibilidad de vivir una muerte
corta y sin grandes sufrimientos. Para referirnos
tanto al acortamiento voluntario de la vida como al
fin del sufrimiento de la persona enferma que solicita
dejar de recibir atención en el respeto a su dignidad y
su calidad de vida, empleamos la palabra eutanasia que
etimológicamente significa buena muerte. Sin embargo,
el uso de este termino ambiguo provoca posturas
antagónicas dependiendo de factores culturales,
religiosos y científicos. Para algunos es una ayuda asistida
al suicidio ya sea a petición propia, de los familiares
o los médicos; para otros es un homicidio. Desde la
Edad Media se castiga al suicida tanto frustrado como
consumado pues representa un desafío a la omnipotencia
divina. El cristianismo, como otros monoteísmos, critica
la autonomía moral de la persona y obvia su derecho a
decidir sobre su propio cuerpo. El clero decidía sobre la
absolución. El Código Penal español no hace mención
ni regula la eutanasia en ninguno de sus artículos y
considera homicidio a la muerte que se comete por
“compasión” o para evitar el dolor. La última reforma
legal sobre la asistencia al suicidio data de 1848. En su
artículo 409 la legislación establece penas mínimas de
seis años y máximas de veinte: «El que prestare auxilio o
induzca a otro para que se suicide será castigado con la
pena de prisión mayor; si se lo prestare hasta el punto de
ejecutar él mismo la muerte será castigado con la pena
de reclusión menor». Nuestras leyes tampoco admiten
el derecho a suicidarse. Sin embargo, el suicidio no se
considera delito porque si quien desea quitarse la vida
lo consigue, ya no hay a quien castigar; y si no lo logra,
la amenaza de la cárcel sólo serviría para agravar estos
deseos. Por lo tanto, actualmente la eutanasia solamente
se contempla si se medicaliza el asunto y la persona está
facultativamente desahuciada. Pero los avances médicos
posibilitan la prolongación artificial e indefinida de
la vida, con lo que el acontecimiento de la muerte ha
dejado de ser un asunto de la naturaleza, del azar o de
Dios y ha quedado supeditado a nuevas condiciones.
Ahora suele ser personal clínico quien decide sobre el
paciente condenado ante la imposibilidad de curación
ya sea por limitaciones técnicas o por la inexistencia o
desconocimiento de un remedio efectivo.
Hay otros campos en los que de facto, ya se aplican
estas formas de eutanasia. Así en el mundo de la
restauración, la buena muerte, también tiene su
pequeña proyección. Como en medicina, disciplina con
la que nos gusta compararnos, el principal objetivo de
cualquiera de nuestras intervenciones es detener los
daños, aplicar y prolongar el efecto de la terapéutica
y evitar la recidiva, aún aceptando la limitación de los
tratamientos suministrados. De hecho nuestra profesión
se fundamenta en ejercicios que tienden a alejar lo
más posible la destrucción del arte, prolongando por
medios ordinarios o extraordinarios la vida de una obra
incluso sin esperanza de recuperación. Esta práctica se
llama distanasia. Existen otros tres tipos de eutanasia.
La ortonasia que suprime los medios artificiales que
mantienen con vida a la persona en coma; la eutanasia
activa que consiste en acabar directa y artificialmente
con la vida de una persona enferma y la eutanasia pasiva
que radica en no actuar para alargar la vida.
El encarnizamiento terapéutico que ya no proporciona
beneficio, sólo sirve para prolongar la agonía y se
obstina en la continuación del tratamiento con medios
a menudo desproporcionados, debería cuestionarse.
Pero ¿quién decide que obra merece ser salvada y a qué
precio?
La gran diferencia a favor de nuestras conciencias
para seguir con tratamientos próximos a la distanasia
es que la obra de arte literalmente no siente dolor físico
ni espiritual. Con frecuencia nuestras intervenciones son
sólo tratamientos paliativos para prolongar la vida de la
obra un poco más, tratando, cuidando y preservando
los objetos y obras de arte cuya producción ha sido, es
y será abundante. Muchas de estas creaciones, y sobre
todo determinadas piezas de procedencia arqueológica,
desaparecen más o menos completamente por la acción
continuada del tiempo y la combinación de diversos
factores del medio que no voy a enumerar en este
artículo por conocidos. Se trata de algo parecido a la
darwiniana selección natural de las especies. Pero ¿qué
pasa con el resto de obras?
La imposibilidad de abarcar la conservación de la
totalidad del patrimonio y el desinterés coyuntural por
ciertas creaciones nos obliga a aplicar un “laisser passer”
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Conservación / Restauración
a muchas obras. Se trataría en este caso de una eutanasia
por omisión, es decir pasiva.
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obras perecederas, sobre todo obras contemporáneas
donde la trascendencia que presuponemos acompaña
a la creación de toda obra puede ser rechazada
inicialmente por el artista. La preservación no es siempre
algo deseado. Se ha discutido largo y tendido sobre la
mortalidad e inmortalidad del arte, sobre conceptos
como creación, iconoclasia. De hecho, cuando a una
obra de arte es prácticamente imposible resucitarla o
mantener sus constantes vitales, podemos considerar
que reúne las características para ser declarada
sentenciada. ¡Está desahuciada! Pero, ¿Dónde
está escondido el resto de esas obras
uestra
relegadas? ¿Qué fue de ellas? ¿Cómo y
profesión
cuándo se decide que sean apartadas?
Los principios de la conservación son antagónicos a
una sociedad consumista que rechaza lo duradero, pero
¿cómo tildar la obcecación de conservar lo imposible,
el mantenimiento a toda costa de la vida sentenciada?
Estas teorías son habitualmente censuradas desde
nuestra óptica porque, si la norma general fuese la de
limitarnos únicamente a asistir a la decadencia del
patrimonio, a la romántica contemplación de
la ruina del arte, nuestra profesión sería un
sinsentido. Y sobre todo ¿qué quedaría del
legado antiguo? ¿Qué cultura mermada
transmitiríamos?
se fundamenta en ejercicios
La escultura “caja metafísica” de Jorge
La obra nace, crece y muere como
que tienden a alejar lo más
Oteiza, perteneciente al museo Artium
cualquier vida y no podemos sino
posible la destrucción del
de Vitoria-Gasteiz, es un buen ejemplo.
limitarnos a aceptar esta realidad. La
La obra actualmente expuesta es una
preservación a perpetuidad es una arte, prolongando por medios
replica en acero corten y con las mismas
quimera. Algunos críticos rechazaban ordinarios o extraordinarios la
dimensiones del proyecto original del
por eso las restauraciones que vida de una obra incluso
artista. Este es un acto que podemos
pretenden paliar la degradación
calificar de eutanasia activa. ¿Se trata
sin esperanza de recuperación.
inevitable del patrimonio. Destacan
de
una restauración conceptual? ¿De
Esta práctica se llama
las teorías de John Ruskin dentro de
la recuperación de la esencia? ¿De la
esta línea que opinaba que la asunción
conservación de la idea? Algo parecido
del inclemente paso del tiempo como
sucederá con la reproducción la escultura
historia vital de cualquier creación humana
de la virgen Blanca. La réplica sustituirá a la
es a veces necesaria. Como el ser humano
obra original pero la escultura primigenia será
anciano, la ruina en sí tiene su propia dignidad,
restaurada y expuesta al abrigo de la intemperie.
un gran contenido informativo y un innegable
¡Habrá que conservar dos obras! La “unicidad”, las
valor estético.
series limitadas o la producción/reproducción ilimitada
condicionan la actual toma de decisiones a la hora
La producción de arte no tiene límite y cada vez se
de decidir qué se conserva y que no. Las prioridades
innova con materiales y técnicas pero el patrimonio
evolucionan y cambian por eso no podemos prever cuál
antiguo está acotado y es finito; muchas son las obras
será nuestra percepción sobre el arte y su conservación
que perecen. Otras son transformadas, readaptadas,
en el futuro. Por eso, a veces, parafraseando a Cicerón,
reutilizadas. Algunas pasan de moda, caen en el olvido y
una muerte honrosa, una despedida a tiempo, es el
desaparecen. Los motivos por lo tanto pueden ser muy
legado benévolo que puede glorificar aún la vida innoble
dispares y, aunque el estado de conservación suele ir
de ciertas obras.
relacionado con el demérito de la obra, hay muchas otras
razones a tener en cuenta. Así ocurre por ejemplo con
N
distanasia
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