El milagro de Anne Sullivan - estrategiasdecomunicacionalumnosucm

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Teresa Abellas Lodares
“El milagro de Anne Sullivan”
“Todo lo que el hombre piensa, siente y sabe lo expresa con palabras, y ellas
disipan las tinieblas… Y yo sé, estoy segura, de que con una palabra
conseguiría poner el mundo en tus manos. Y bien sabe Dios que no me
conformaré con menos.”
Fragmento de la película El milagro de Anne Sullivan.
“El milagro de Anne Sullivan” es una película americana filmada en el año 1962, la cual
fue dirigida por Arthur Penn. Esta obra tuvo mucho éxito en su día, incluso las dos actrices
principales obtuvieron un óscar por sus papeles en la película.
El film narra la historia de cómo Anne Sullivan, una mujer que padeció ceguera durante
los primeros años de su vida, pero que tras algunas operaciones consiguió ver
parcialmente, consiguió ayudar a una niña de 7 años con problemas similares. Esta niña,
Hellen Keller, por culpa de una enfermedad quedó ciega y sorda a los 19 meses, y no
pudo desarrollar su infancia con normalidad. La señorita Sullivan, mediante la disciplina,
exigencia y firmeza consiguió enseñar a la niña a comprender el mundo exterior, mediante
el lenguaje de signos a través del tacto.
Los motivos que empujan a Anne Sullivan a aceptar el reto de educar a una niña con
semejantes problemas (a los cuales se añade el del libre albedrío que sus padres, por
compasión y desesperanza, le han dado) vienen fundados por un sentimiento de
culpabilidad que la persigue desde niña. Durante su infancia vivió en un Colegio para
Ciegos con su hermano, el cual tenía problemas para andar. El chico murió allí, y ella no
pudo superar su pérdida.
A su llegada, Anne se encuentra con una niña que vive en un mundo interior ajeno al
real, que comprende vagamente lo que le rodea pero sin poder asociar conceptos. La
familia Keller consideró a Hellen una pobre criatura desgraciada y sin solución, por lo que
no había intentado comunicarse con ella. Esta desconexión hacía que la niña se
comportase más como un animal salvaje que como una persona. Observaban que Hellen
era capaz de imitar lo que percibía por sus limitados (aunque más desarrollados)
sentidos, pero no habían potenciado ese descubrimiento.
Es en este punto donde entra en juego la necesidad del lenguaje. La lengua es
necesaria para comunicarnos con otras personas, por lo que debe existir un código
común y aceptado por todos para que se dé el entendimiento. El lenguaje no aparece de
forma innata en el ser humano, se aprende mediante el contacto con otros individuos.
Este aprendizaje se da usualmente durante la infancia, a base de oír a los demás. Por
ello, una persona sorda no puede obtener de un modo corriente el conocimiento del
lenguaje. A Hellen Keller se le añadía el problema de ser ciega, pues no sólo necesita un
sistema especial de comunicación, sino que la comprensión del mismo es más difícil.
Un ser humano que crece en ausencia de otras personas, sobrevivirá imitando los
comportamientos de los seres vivos con los que convive. Esto se observa en los casos de
los niños salvajes. En el caso que ahora nos acontece, no sucede exactamente esto.
Hellen vivía con su familia, pero sus discapacidades le impedían comportarse del mismo
modo que los demás. Lo máximo que podía hacer la niña era imitar lo que con su sentido
del tacto captaba, pero no comprendía. La señorita Sullivan supo convertir estas
imitaciones sin sentido en el botón de arranque de la maquinaria que es el aprendizaje.
El lenguaje que la niña debía aprender a utilizar es el creado mediante el alfabeto de
sordomudos (ver imagen), adaptado a su incapacidad visual. La pedagoga realizaba con
su mano la letra y la pupila, palpándola, podía imitar posteriormente el caracter.
Un lenguaje se construye gracias al ensayo y error,
determinando qué estructuras son útiles y funcionales y
desechando las que causan problemas de comprensión.
Hellen desconocía todos los tipos de lengua, pero
basaba su comportamiento en este mismo proceso. Su
aprendizaje hasta el momento se había basado en la
intuición y la actitud según la respuesta.
En una escena de la película se muestra cómo Hellen
comía a su antojo de los platos de los demás miembros
de la familia, actitud totalmente fuera de lugar según las normas cívicas de la sociedad. El
modo de actuación de la niña nunca había sido reprobado por sus progenitores, por lo
que al no haber habido castigo, no había necesidad de modificar la actitud. Esto implicaba
que para Hellen, hacer lo que le venía en gana era la forma correcta de hacer las cosas,
pues nunca le habían impuesto normas. De hecho, si se la reprochaba aunque fuera
levemente, sabía por la experiencia que con sus rabietas acababa consiguiendo lo que
quisiera. Anne Sullivan, al observar esta patética escena, expone que hay que diferenciar
entre los comportamientos que implican sus deficiencias y los que se dan por la pasividad
y negligencia de los padres. La sobreprotección y la desilusión dificultan la labor de la
pedagoga, aunque ella no pierde la esperanza en ningún momento. Con la constancia y
decisiones firmes, consigue ir más allá de contentarse con logros a corto plazo (no como
la madre, que queda embaucada con cuatro “trucos”) y acaba logrando que Hellen
conecte con el mundo real.
Hay un elemento que fue clave para la consecución de este éxito comunicativo, que
queda recogido en la película. Hellen era una niña de gran inteligencia, pues según
cuenta la madre en una escena, consiguió con sólo 6 meses balbucear la palabra “agua”,
y además asociándola al objeto que representa. Fue otros tantos meses después cuando
perdió los dos sentidos, por lo que no pudo desarrollar sus facultades. Pero este pequeño
detalle fue imprescindible para abrir las puertas de la correlación en la mente de Hellen,
ya que la escena final muestra cómo, en una especie de recordatorio intrínseco de su
infancia, vuelve a entender que “agua” es ese líquido que sacia su sed. Agitada, entiende
que los gestos que su maestra insistia en repetir en la palma de su mano al tomar esa
bebida es un modo de representarla. A partir de ese momento, puede asociar todas las
gesticulaciones que ha ido aprendiendo por imitación a los objetos que implican.
Queda por lo tanto determinado que el lenguaje es fruto del aprendizaje. Sin embargo,
el resto de animales se comunican mediante señales que poseen genéticamente. Hellen,
al no comunicarse con los demás seres humanos con normalidad, tenía inicialmente un
comportamiento más típico de un ser irracional, buscando únicamente la satisfacción de
sus necesidades vitales. La comunicación que mantenía con el entorno, por lo tanto, era
mínima. Podemos determinar, por lo tanto, que a diferencia de un niño que no haya
sufrido problemas en su desarrollo, su aprendizaje partió similar al de un animal que
aprende por estímulo – respuesta, mientras que tras la ayuda de la señorita Sullivan su
aprendizaje comenzó a ser comprensivo y no sólo imitativo.
Volviendo al tema del lenguaje especial (considerándolo así por no ser el convencional
o hablado), cabe recalcar la relación entre clase y aprendizaje. Más allá de la capacidad
intelectual del individuo para comprender un idioma, está la capacidad económica. La
señorita Sullivan enseñó el lenguaje dactilológico a la pequeña, y esto fue posible porque
los señores Keller eran una familia con recursos. Si Hellen hubiese nacido en un ambiente
menos pudiente, no habrían podido permitirse una maestra y no habría podido llegar a
comunicarse.
Por fortuna, este no fue el caso de Hellen, y aunque la película se detiene en el
momento de la comprensión, esto no es más que la punta del iceberg de su vida. A partir
de ese momento, la chica demostró su gran inteligencia, graduándose en 1904 con título
de honor en la Radcliffe College. Posteriormente, fue vicepresidenta de una importante
institución de ciegos en Reino Unido. Durante todo el tiempo mantuvo el contacto con la
persona que le había dado una nueva vida, Anne Sullivan.
Otro detalle importante que es posterior a la historia representada en el film es el hecho
de que Hellen escribiera un libro sobre su vida, titulado “The history of my life”. Empezó
conociendo el idioma para sordomudos, pero después aprendió a leer y escribir en Braille,
lo cual le permitió al fin poder expresarse totalmente. Gracias a este libro, podemos
conocer más de cerca casos tan fascinantes como el suyo, lo cual demuestra además que
nunca hay que darse por vencido ante situaciones que parecen irreparables (en este
caso, las minusvalías de Hellen).
En relación a los tipos de comunicación, hay que añadir que socialmente no hay que
superar únicamente la barrera del lenguaje, pues también existe una exclusión si el medio
por el que se transmite no es el habitual. Como ya dijimos anteriormente, la comunicación
se da cuando hay un entendimiento del lenguaje entre ambas partes, y aunque Hellen
conoce ahora un modo de comunicarse (dactiología y Braille), no todo el mundo lo
conoce. Personalmente, pienso que debería dedicarse un poco de tiempo en las escuelas
para enseñar estos gestos, pues siempre pueden llegar a ser útiles al conocer gente que
lo emplee, además de hacernos reflexionar sobre los diferentes modos de ver el mundo y
la comunicación del mismo. Quizás así llegaría a crearse una lengua que fundiera a la
perfección elementos sonoros y gestuales, haciendo que personas con deficiencias
auditivas se sintieran al cien por cien parte de la sociedad. ¿Pues acaso no es el lenguaje
una adaptación del cerebro humano, y a su vez éste una adaptación del lenguaje?
Para finalizar, simplemente añadir un aspecto audiovisual curioso sobre el film: el tema
que trata fue, por su novedad e interés, tan bien acogido por la gente que se llegaron a
crear versiones más recientes de la película (2000) e incluso una serie de dibujos
animados. Incluso antes de la película, la historia ya había sido llevada al teatro,
basándose en una novela publicada en 1959.
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