leer - Facultad de Agronomía - Universidad de Buenos Aires

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CATEDRA LIBRE DE SOBERANIA
ALIMENTARIA (CaLiSA)
Facultad de Agronomía-Universidad de Buenos Aires
SISTEMA AGROALIMENTARIO ARGENTINO (SAA) y
SOBERANIA ALIMENTARIA
INTI, Obra citada
Programa “POLITICAS AGRARIAS Y ALIMENTARIAS COMPARADAS”
Documento de Trabajo Nº 1
Buenos Aires, agosto 2012
1
INDICE
1.- Introducción
2.- Marco de referencia
2.1.- El Sistema Agroalimentario Mundial-SAM
2.2.- La moderna producción de alimentos
2.3.- Sistemas, Complejos y Cadenas Agroalimentarias
3.- El Sistema Agroalimentario Argentino-SAA
3.1.- Las cadenas agroalimentarias argentinas
3.2.-Los principales eslabones de las cadenas
3.3.-Agregado de Valor de las cadenas
3.4.- Localización y concentración geográfica de las cadenas
3.5.- El empleo en las cadenas
3.6.- Inserción internacional de las cadenas.
4.- Conclusiones
5.-Bibliografía
_____________________________________________________________________
1.- Introducción
Es habitual escuchar o hablar de la “cadena” o “complejo” de tal o cual producto
agropecuario, reconociendo el hecho evidente de que la producción primaria es una
etapa o eslabón relacionado con la industria y el comercio que permite su llegada a los
usuarios o consumidores. La “cadena de la carne” permite que la producción ganadera
bovina en pie, llegue a los lugares de venta de los cortes o productos elaborados –
hamburguesas, chorizos, carnes preparadas- a partir de la esa “materia prima”. No es
novedad tampoco que mucho de lo que pasa con la “cadena de la carne”, o de la leche,
en Argentina, tiene que ver con la expansión del cultivo de la soja, proceso impulsado
por sus elevados precios en los mercados internacionales.
No se puede comprender lo que pasa en una producción particular en el “campo”, sin
relacionarlo con el resto de las actividades que en él se realizan -en cada explotación
agropecuaria, en cada agroecosistema, en cada territorio- compitiendo por el uso del
suelo y el agua, del equipamiento, de los recursos económicos, del trabajo humano. A
la vez, lo que pasa con cada una de esas producciones –el qué se produce, quién lo
produce, cómo, dónde- depende de la posibilidad y condiciones para venderlo,
determinadas por “el o los mercados”; éstos a veces son locales, otras de carácter
nacional y/o mundial y buscan atender demandas de los consumidores que son resultado
de sus ingresos, cultura, educación, información. Por eso decimos que lo ocurre en el
país con las producciones primarias, su manufactura, comercialización y consumo
constituyen un sistema, el Sistema Agroalimentario y Agroindustrial Argentino,
profundamente interrelacionado con el Sistema Agroalimentario y Agroindustrial
Mundial.
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El proceso de globalización que se está atravesando en esta etapa de la evolución del
capitalismo convierte al mundo cada vez más en un único mercado para todo tipo de
productos, los alimentos entre ellos. Si hay una actividad o “negocio” que tiene el futuro
garantizado, este es el de la alimentación, sin que ello implique necesariamente que en
algunos momentos se produzcan “crisis”, que –a lo largo de la historia- han tenido
diverso tipo de causas y consecuencias en el mundo y en Argentina.
La “crisis alimentaria” que afecta al menos a ochocientos millones de personas y
entusiasma a especuladores financieros y traficantes de alimentos, forma parte de un
inédito proceso en que la misma se superpone con otras tres crisis: financiera,
energética y climática global, que algunos consideran como señales de una “crisis
civilizatoria”. Argentina no está ausente, como no lo estuvo antes tampoco, en la
conformación y transformación del Sistema Alimentario Mundial – SAM, ya que su
producción estuvo históricamente articulada a los mercados mundiales.
Este “Documento de Trabajo Nº 1” constituye un avance que se inscribe en el Programa
“Políticas agrarias y alimentarias comparadas” impulsada por la Cátedra Libre de
Soberanía Alimentaria-CaLiSA de la FAUBA, y constituye el paso inicial para
comprender la estructura, dinámica, actores, políticas y tendencias del Sistema
Agroalimentario Argentino-SAA y sus principales subsistemas o complejos que lo
componen. Partimos de qué, sin un adecuado conocimiento del SAA Agroalimentario y
su interrelación con el Sistema Agroalimentario Mundial, será imposible diseñar
políticas adecuadas para avanzar hacia la Soberanía Alimentaria de nuestro pueblo y
de los pueblos del mundo, haciendo real el derecho a una alimentación adecuada.
La investigación introductoria que presentamos, reconoce numerosos antecedentes
internacionales y de Argentina, que consideramos básicos para el análisis del presente,
ya que enmarcan teóricamente la descripción de la situación actual. A pesar de sus
diferentes marcos de análisis, objetivos y metodologías utilizadas, nos permiten
aproximarnos al conocimiento del Sistema y sus principales complejos. Por
lo
actualizado, especialmente, se presentan algunos resultados y conclusiones del trabajo
de la CEPAL “Cambios estructurales en las actividades agropecuarios. De lo primario
a las cadenas globales de valor”; del mismo se toman datos que posibilitan estimar la
importancia de las 31 principales cadenas agroalimentarias de Argentina, a través de las
cuatro variables consideradas: Valor Bruto de la Producción, Valor Agregado,
Exportaciones y Empleo; El mismo expone una “foto instantánea” que caracteriza un
momento particular, el año 2007, en el que no se detalla el rol de los actores, las
interrelaciones en cada etapa o eslabón de cada cadena, entre las mismas, de las
cadenas con el resto del Sistema, los notorios procesos de concentración y
extranjerización en curso, tendencias, etc. de lo que sí nos hablan otros autores tomados
como referencia. De esta forma se logra una aproxima valiosa a un universo
heterogéneo y complejo, cuya compresión es clave para el crecimiento y desarrollo
nacional.
Ese es el marco del diagnóstico en que nos planteamos la transición hacia un modelo de
sociedad más equitativo, donde todos los pueblos puedan decidir sobre su alimentación,
alcanzando la soberanía alimentaria.
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2.- Marco de referencia
2.1.- El Sistema Agroalimentario Mundial-SAM
En la creciente internacionalización financiera, industrial y comercial que se observa a
nivel global y también en la Argentina, no participan por igual todos los países ni todas
las empresas, sino que está comandada por las grandes corporaciones o empresas
transnacionales-ET, vinculadas en algunos casos a Estados nacionales, capaces de
incorporar la profunda revolución tecnológica que se aprecia en los transportes,
comunicaciones e informática.
En la transnacionalización y globalización de la agricultura, la transformación y
comercio de los alimentos, como “insumos” en algunos casos -trigo, maíz, soja, leche,
azúcar- o como “productos finales” en otros -carnes frescas acondicionadas, fideos,
productos lácteos, bebidas- no escapan a la dinámica global promovida por los tratados,
instituciones y políticas del libre comercio, desregulación y privatización económica.
En la mayor parte de los estudios se destaca el hecho de que simultáneamente con la
concentración y centralización del capital, se avanza en la integración vertical del agro
y de los demás componentes de la agroindustria, a las decisiones que de ellas surgen.
La expansión mundial del gran capital va acompañado por acuerdos estratégicos que
involucran a diversos actores económicos, sociales y políticos, lo que le permite incidir
mediante distintos mecanismos en las diversas etapas que atraviesan los bienes de
origen agropecuario desde su producción al consumo. Ello hace que la producción,
distribución y consumo de alimentos incluya en la actualidad a un conjunto de
empresas y agentes ubicados en diversos sectores económicos –y del mundo- que
abarcan desde las industrias proveedoras de insumos, equipos y servicios para la
producción primaria, hasta las diversas formas de consumo. El rol de los Estados no fue
neutro, en los ’80 y ‘90
“… hubo un desmantelamiento generalizado de todas las compañías y agencias
estatales y paraestatales que, por lo menos en teoría, equilibraban los intereses
de los agricultores y la población urbana. Las juntas internacionales de manejo
de mercancías, que tenían intenciones semejantes, fueron desmanteladas
durante estos años. Entretanto, con la creación de la Organización Mundial del
Comercio-OMC y luego con los tratados bilaterales de comercio e inversión, se
impuso un amplio paquete de reglas neoliberales a todos los países del mundo,
lo que instauró una etapa de enorme incremento de la inversión extranjera en
las agroempresas y la globalización de los sistemas alimentarios. El resultado
neto de este proceso fue la concentración de un enorme poder en manos de las
corporaciones transnacionales del agronegocio”. (GRAIN, 26)
En los países del Sur, Argentina incluida, esta oleada de control corporativo implicó:
-que la producción de mercancías agrícolas –alimentos por ejemplo- de grandes
volúmenes, se desplaza a países y zonas donde los costos de producción son
bajos y el apoyo del sector público es importante;
-que los supermercados (Wal-Mart, Carrefour y otros), las compañías de
alimentos elaborados (McDonald’s, KFC), y las procesadoras de alimentos
(Nestlé, Unilever), todos del Norte, se expandieran en los sistemas alimentarios
nacionales y locales;
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-que las transnacionales alimentarias y agroempresariales, con sus cadenas
globales de abastecimiento de comida y de alimentos para animales,
reemplazaron los mercados y los sistemas de producción alimentaria locales
(GRAIN, 27)
“….el poder corporativo en el sistema alimentario ha crecido tanto, acapara tantas
relaciones y segmentos de la cadena alimentaria, que hoy son las corporaciones
quienes fijan las reglas globales mientras los gobiernos y la investigación pública sigue
sus directrices. …” (GRAIN, 27). Aunque las tendencias sean claras y los indicadores
contundentes, el problema enunciado es sumamente complejo, porque se trata de un
conjunto articulado de actividades, desarrolladas por unidades económicas
aparentemente independientes entre sí –pero con coordinaciones o control dado por
diversas formas de capital o la tecnología- en lugares geográficamente distantes,
incluso de distintos países de más de un continente.
Algunos ejemplos pueden acercarnos a la comprensión de esta problemática: el sector
semillero, el comercio de granos y la leche. El de la carne bovina, otro alimento básico,
se expone detalladamente en “La enorme industria de la carne crece en el Sur”
(GRAIN, 68)
La industria de las semillas experimentó profundas transformaciones en las últimas dos
décadas, de ser
“… una industria con pequeñas compañías semilleras y programas públicos,
pasó a ser una industria dominada por un puñado de corporaciones
transnacionales. Hoy, apenas diez corporaciones controlan cerca de la mitad
del mercado global de semillas comerciales. La mayor parte de estas
corporaciones son productores de agrotóxicos que impulsan cultivos
modificados genéticamente que pueden aguantar una agricultura con insumos
químicos intensivos…El enorme control corporativo sobre las semillas se centra
en cultivos como la soja, la canola y el maíz…Monsanto controla más del 90 %
del mercado de semillas de soja”. “…La expansión del sector semillero
corporativo es inseparable de la expansión corporativa en los procesos
agropecuarios, los grandes mercados mundiales y las formas de consumo. El
ejemplo más explosivo es el crecimiento de la soja transgénica que desde
1996 acompañó la expansión de este cultivo (en el Cono Sur de América Latina,
y particularmente) en Argentina y Brasil”. (GRAIN, 79)
El control corporativo de las semillas, está profundamente relacionado con los cambios
experimentados en el proceso de labranza y cultivo; al igual que ocurrió en la
Revolución Verde de los ’60-70, en esta 2ª Revolución Verde o Revolución Biológica,
buena parte del control sobre la agricultura y sobre los agricultores vino de la mano de
las semillas, pues los híbridos y los materiales genéticamente modificados son parte de
un “paquete tecnológico” que incluye fertilizantes y plaguicidas químicos y también una
forma distinta de laboreo del suelo.
Lo observado con las semillas o con la soja, es aún más claro con el comercio de
granos. Cargill, Continental CGC, Archer Daniels Midland (ADM), Luois Dreyfus,
André y Bunge y Born, seis empresas transnacionales- (ET) dominan el mercado de los
principales granos, pero no sólo se dedican a ello, sino que son parte de conglomerados
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que intervienen también en la producción de etanol o biodiesel, productos farmacéuticos
y químicos y un sinnúmero de otras actividades.
Los lácteos suman sus particularidades a este análisis. “El control corporativo sobre el
abastecimiento mundial de leche se ha acelerado en años recientes, junto con la
globalización de la industria. Las veinte compañías lecheras más grandes –entre las
que se encuentran también cinco grandes cooperativas- controlan ahora más de la
mitad del mercado lácteo global (“organizado”) y procesan un cuarto de la producción
global de leche” (GRAIN, 33). Tan solo Nestlé –que no es productora de leche, ni
posee vacas, sino compradora de materia prima- controlaba en 2009 aproximadamente
el 5 % del mercado global, con ventas anuales del orden de los 26.000 mill. De dólares.
A pesar de ello,”… casi todos los mercados de lácteos que sirven a los pobres son
abastecidos por vendedores en pequeña escala que colectan leche de campesinos que
son dueños de unos cuantos animales lecheros” (GRAIN, 29). Lo mismo sucede con las
semillas, ya que los pobres tratan de mantener el control de su patrimonio genético
enfrentando la presión de las ET.
En todos estos cambios, la evolución de la integración vertical desempeña un rol clave.
Entre los ’60 y ’80 “…la tendencia entre las corporaciones globales de alimentos fue
apartarse de la producción directa. En gran medida el capital decidió entrar a la
agricultura por el lado de los insumos…”, controlando la venta de material genético
vegetal y animal, agroquímicos, fertilizantes, maquinaria. Más recientemente y a fin de
asegurarse una oferta continua, con el menor costo y de la calidad requerida,
“…incorporan en sus procesos grandes segmentos de la cadena alimentaria o toda ella
–del diseño y la experimentación para producir semillas, la producción de
agroquímicos, la siembra, el cultivo, la cosecha, el transporte, la transformación, el
empaquetado, la refinación, la producción de mercancías alimentarias procesadas, a
la distribución y venta al menudeo de productos muy lejanos del producto original.
Esta integración, que queda bajo control directo, se logra sobre todo mediante
contratos” (GRAIN, 28)
Una consecuencia de la integración vertical es el surgimiento de los megaempresarios
o agroempresarios corporativos. Estos son en realidad compañías, algunas veces
familiares, o mezcla de inversionistas y/o accionistas que emprenden operaciones en
gran escala, en diferentes partes de un país o múltiples países. En Argentina, 30 grupos
y familias son propietarios de más de 1,5 millones de hectáreas en la Región Pampeana,
seguramente con contratos favorables con los proveedores de insumos y las
corporaciones compradoras de los productos. (Azcuy Ameghino, 2007)
Más recientemente, otras fuerzas impulsan el accionar de las ET; la convergencia de
la crisis financiera, energética y alimentaria del 2008 y la falta de negocios seguros y
rentables, disparó una ola de inversiones en la producción alimentaria y en tierras
agrícolas en el Sur, en la que también participan empresas públicas y gobiernos de
distintos países. El ascenso del precio de los combustibles fósiles, revitalizó la
importancia sustitutiva de los agrocombustibles, e introdujo a otras ET en el mundo
del cultivo agropecuario, con prácticas de monocultivo en grandes extensiones- lo que
hace que el “alimento para los automóviles” compita con el “alimento para las
personas”. “La mayor área agrícola monocultivada a nivel mundial tiene que ver con
la soja, plantaciones de madera, maíz y caña de azúcar, sembrados mayormente con
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fines industriales: sobre todo agrocombustibles y alimentos para los animales.”
(GRAIN, 27-28)
“…toda la maquinaria de las corporaciones agropecuarias se ha vuelto
inseparable del sector financiero global. Estos últimos veinte años de
globalización han sido, sobre todo, años de concentración de riqueza y
poder…Hoy los operadores financieros mueven a diario billones de dólares por
todo el mundo, en busca del modo más rápido de obtener los máximos
dividendos. Más y más de este dinero fluye hacia…las agroempresas y a la
especulación con mercancías de exportación…El acceso a grandes capitales
impulsa la expansión de las agroempresas, lo que brinda a las compañías los
recursos financieros para apoderarse de firmas más pequeñas o para instalar
nuevas operaciones…en años recientes el monto de capital especulativo que
mueve mercancías agrícolas se ha disparado y esto, combinado con el control
corporativa a todos los niveles de la cadena alimentaria, significa que los
precios poco tienen que ver con la oferta y la demanda y que la distribución de
la comida ya se desconectó totalmente de la necesidad…” (GRAIN, 27-28)
A pesar de lo expuesto, la cadena industrial alimentaria sólo aporta el 30 % de la
producción mundial de alimentos; el resto, con dificultades crecientes, sigue en manos
de cientos de millones de agricultores familiares, “huerteros” urbanos-periurbanos,
cazadores- recolectores: 50 %, 8 % y 12 % respectivamente. (GRAIN, 27)
Ahora bien, ¿puede decirse que este tipo de transformaciones mejoran la vida en el
Planeta? Dos indicadores sintetizan la respuesta: el número absoluto de pobres es cada
vez mayor; la distribución del ingreso cada vez se concentra más, tal como lo indican la
FAO y el informe de la Organización de las Naciones Unidas-ONU. Esta informa
anualmente sobre la distribución mundial del ingreso, que gráficamente es reconocido
como “la Copa de Champagne”; la población mundial se divide en cinco quintiles, con
más de 1.300 millones de personas cada una, a los que se le asigna el porcentaje
correspondiente a la riqueza global.
Figura Nº 1.- Distribución mundial del ingreso
Fuente: Capalbo, L, en INTI, Obra citada
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El quintil más rico dispone del 87 % de las riquezas y el más pobre, el 0,9 % de las
mismas”…solo 250 personas…concentraban tanta renta combinada como los 44 países
de menores recursos económicos, y como los 2500 millones de personas más pobres del
mundo”, y esa concentración iba en aumento. “En modo alguno suscribimos a la idea
de que todo se mide y resuelve con dinero, que el problema humano se reduce a la
pobreza material, y mucho menos que ésta sea la única o principal pobreza. Sabemos
de otras pobrezas…” (Capalbo, 43-47). Relacionando estos valores con los de
Argentina, puede apreciarse que la situación es sustancialmente más equitativa en
nuestro país, aunque la concentración de la riqueza es importante y sigue en aumento.
Fuente: Consulta Preparatória Pre-Jornada
Soberanía Alimentaria (Obra citada)
Fuente: José Mujica, (Obra citada).
2.2- La moderna producción de alimentos
La actual configuración de la producción de alimentos es el resultado de la
incorporación de la producción agropecuaria a la dinámica del capital industrial: “…a
partir del siglo XIX se incorporan innovaciones, resultantes de la revolución industrial
que tuvieron amplio impacto en la producción y comercio del siglo XX. Pero es recién
con posterioridad a la Segunda Guerra Mundial, cuando se expande la producción de
alimentos y otros productos de origen agrícola, en la que participaron masivamente
insumos y equipos de origen industrial, lo que lleva a hablar de “industrialización de la
agricultura”. Por ello se afirma que si bien la “internacionalización de la producción”
ya era notable en el siglo XIX, la “internacionalización de las firmas alimenticias” es
reciente. (Pagliettini y Carballo: 27-40).
La moderna producción de alimentos dista mucho de parecerse a la prevaleciente en la
época preindustrial, cuando el productor era al mismo tiempo el principal responsable
de la actividad agropecuaria, de la provisión de semillas, insumos e implementos
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agrícolas necesarios para llevarla a cabo, y de la producción de algunos alimentos a
través de procesos artesanales de transformación/conservación. La unidad o
explotación agropecuaria-EAP pasa rápidamente de una posición de relativa autonomía
a otra de interdependencia cada vez mayor con otros sectores de la economía, que
condiciona la producción a obtener y la tecnología a emplear; quién, qué, cómo y para
quién produce depende cada vez menos de los productores agropecuarios.
“…los alimentos son el resultado de la actividad interrelacionada e
interdependiente de un heterogéneo conjunto de actores que operan en las
distintas etapas productivas, industriales, comerciales, de servicios, de
transporte, y de distribución; con la participación de agentes públicos y
privados; instituciones y organizaciones; realizadas en mercados locales,
nacionales, regionales e internacionales. El sector agropecuario, si bien
conserva su rol de proveedor de la principal materia prima para la elaboración
de alimentos no puede, a partir de los procesos que ocurren en el interior de la
explotación, explicar la totalidad de la dinámica de producción de estos bienes”
(Anilló, et. al: 12)
La creciente diferenciación de funciones y capacidades intra y entre las explotaciones
agropecuarias- EAPs, la profundización de la división del trabajo impulsada por el
cambio tecnológico, y la externalización de procesos y funciones, modifican
profundamente las relaciones agroindustriales y agrocomerciales, conduciendo a una
proporción creciente de los bienes obtenidos en el agro en materia prima para las
industrias, en lugar de bienes finales para el consumo de la población. Los insumos y
bienes de capital de origen industrial, participan en proporciones cada vez mayores en
la estructura de los costos de producción agropecuaria; basta comparar el costo de
cualquier actividad productiva ahora y 20-30 años atrás para verificar la afirmación.
Las producciones biológicas –alimentos, fibras, madera, etc.- parten de actividades
primarias realizadas en determinadas condiciones ecológicas que implican un alto
nivel de riesgo. Si bien, el control por parte del hombre sobre los ciclos de producción
ha ido aumentando, a diferencia de los procesos industriales -donde existe un mayor
control humano-, en las producciones biológicas son muy importantes las condiciones y
capacidades locales, cuya modificación requiere tiempos, conocimientos y
características particulares.
La producción agraria siempre constituyó un “problema” para la industria, tanto por su
carácter biológico –y por lo tanto inestable supeditado a variables que hacen irregular la
cantidad y calidad del producto- como por su carácter social: presencia en la producción
de sectores campesinos y familiares capitalizados cuyas lógicas condicionan el
desarrollo del capitalismo en el campo. Por eso ¿cómo dirigir la producción agraria de
acuerdo a la necesidad actual y potencial de la gran industria?
Garantizar el aprovisionamiento de materia prima no solo implica promover cambios
en la producción primaria, sino también a lo largo de la cadena, pues si algo falla, la
totalidad de la cadena pierde eficiencia. Producir alimentos no es lo mismos que
producir por ejemplo automóviles o computadoras; en estos últimos casos, las grandes
fábricas cuentan con proveedores que le aseguran la provisión en tiempo y forma de
piezas o insumos cuya cantidad y características fueron previamente acordadas
mediante un contrato. Esto permite a las terminales plantificar a mediano plazo, a fin de
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responder a las demandas de determinados mercados, pero no es tan sencillo para las
empresas elaboradoras o comercializadoras de alimentos, cuya materia prima, además,
es perecedera.
Para alcanzar un grado razonable de eficiencia, es necesario coordinar los distintos
procesos que integran la cadena de cada complejo agroindustrial, teniendo en cuenta
que participan múltiples actores, cuyas relaciones y articulaciones están determinadas
por el poder que cada uno puede ejercer. Que la leche, por ejemplo, sea obtenida y
llegue en el momento y con las condiciones adecuadas a una determinada planta
elaboradora, depende de un numeroso conjunto de factores; si todos ellos no están
coordinados y no cumplen satisfactoriamente su rol, el producto final no podrá llegar al
consumidor en tiempo y forma, afectando el abastecimiento familiar y las posibilidades
competitivas de la empresa en ese mercado.
En buena medida, el producto final depende de la calidad de la materia prima pero si
bien existen técnicas que permiten en la fase industrial modificar esa calidad, ellas son
costosas e imperfectas. Tratándose, como ocurre en general, de producciones biológicas
realizadas a cielo abierto, la cantidad, calidad, homogeneidad y continuidad,
constituyen un problema clave para la actividad industrial y/o acondicionadora, lo que
fuerza la realización de contratos de aprovisionamiento en los que se fijan pautas
referidas, por ejemplo, a la calidad y cantidad de la materia prima. Más aún, dada la
variabilidad del proceso biológico, es crecientemente habitual establecer acuerdos sobre
condiciones básicas de la producción agraria, a partir de determinados paquetes
tecnológicos.
La coordinación requiere la participación de diversos actores y se expresa mediante
distinto tipo de mecanismos y acciones, entre los que destacamos: los protocolos de
compra de las empresas; el rol normativo, de regulación y control de los organismos
públicos; las demandas de los consumidores, a través de las que se expresan aspectos
culturales específicos, nivel de ingresos, la historia previa y la localización territorial,
“En la producción biológica, los bienes naturales disponibles, los productos
finales y los procesos técnicos adoptados poseen una alta variabilidad, con lo
cual, la definición del producto estándar, las normas de calidad, inocuidad y
sanitarias son claves en la determinación del producto que “transita” al interior
de la cadena, clúster o encadenamiento. La definición del “producto” –un
alimento básico en muchos casos-consiste en un acuerdo y/o imposición del
comprador acerca de las características morfológicas, químicas y estéticas que
debe reunir”. (Anilló et.al:12)
Desde el punto de vista de la especificidad agroalimentaria, la posesión de tierras
abundantes y climas benignos alude a un grado de diferenciación natural de los
capitales; en cambio, la diferenciación creciente a través de innovaciones se produce a
medida que la empresa/productor/país logra controlar activos críticos de conocimiento
que le permiten captar rentas económicas (es decir, como en los casos de las semillas
transgénicas ó en la comercialización de productos diferenciados por marca).
Sintetizando la tendencia y los cambios más recientes en el Sistema Agroalimentario:
- el comercio mundial muestra una mayor presencia de bienes semi-elaborados y
productos finales; en un escenario crecientemente globalizado, las empresas se
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desverticalizan y “deslocalizan” sus producciones en territorios y países incluso
distantes; las cadenas globales de valor-CGV tienden a constituirse en la organización
que sustenta esta forma de comercio; lentamente, las estructuras de mercado van
pasando de un modelo “ofertista” –vendo lo que produzco- a otro más orientado por
“demandas segmentadas”.
-la separación entre la etapa agrícola de producción primaria, la post-cosecha, la
transformación de la materia prima, la distribución, el comercio mayorista, minorista y
el consumo final, pasa a ser mucho más difusa, ya que aparecieron “avances” de las
diversas etapas y modalidades de coordinación: el productor que almacena en su propia
explotación, las cadenas de supermercado que producen -vía terceros- con marcas
participando además en el comercio minorista; las industrias que se autoabastecen con
su propia producción primaria; etc.
-cada una de estas etapas, ya no se relaciona con la/s siguiente/s a través de mercados,
donde múltiples oferentes y demandantes pujaban entre sí sobre la base de productos
mínimamente estandarizados; estos actores cada vez se vinculan más entre sí a través
de relaciones contractuales que establecen especificaciones cada vez más precisas.
-el agro dejó de ser un “proveedor” de alimentos -o insumos para la producción de los
mismos, pasando a ser un proveedor de recursos renovables de origen biológico para la
industria alimenticia, para la producción de agrocombustibles –de maíz, soja, caña de
azúcar- y de biomasa para otras actividades industriales. No solo eso, ampliando e
integrando la mirada, se comienza a reconocer la multiplicidad de servicios
ecosistémicos aportados o que podría aportar, su capacidad de generar trabajo digno y
también su contribución a modelos de desarrollo más inclusivos y democráticos.
Fuente: INTI, Obra citada
-los avances tecnológicos atenuaron restricciones que tenía el sector primario como
consecuencia de las condiciones ecológicas y estructurales, pero también parte de su
grado de libertad, que se manifestaba a través del poder de decisión acerca de qué y
cómo producir. La unidad de explotación pasa a constituir un eslabón más de una
cadena productiva que decide de acuerdo a los intereses de sus núcleos decisorios,
generalmente situados en la etapa industrial, de exportación y/o los supermercados.
-también en el comercio se establecen variaciones; antes operaba sobre todo como
nexo entre la producción primaria y las etapas industriales, pero las nuevas tecnologías
de post cosecha –frío, “silos bolsa”- y modalidades operativas -mercado de futuros,
por ejemplo- establecen en algunos casos una relación más fluida entre la producción y
los otros eslabones de la cadena.
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-la universalización de los alimentos sobre la base de un número acotado de bienes,
cuyos parámetros productivos se han extendido en las últimas décadas; casos
paradigmáticos de estas tendencias son las cadenas de comidas rápidas, con menús
uniformes en una amplia gama de países, de culturas y sistemas productivos. Ejemplo
de lo expuesto es: el reconocimiento de marcas universales para algunos productos
(galletitas, gaseosas, hamburguesas, salchichas, etc.); demanda diferenciada por
segmentos de ingresos, cultura y/o demandas ligadas a la salud, ajustando la oferta a
gustos locales y/o la tendencia, para segmentos más sofisticados.
-el sistema de comercialización tradicional con ganancias asociadas al poder de
negociación, es desplazado por la lógica que imponen las grandes cadenas comerciales,
que desarrollan productos propios, marcas específicas, alquilan espacios de venta,
importan o exportan alimentos según las circunstancias y articulan con proveedores
localizados en distintos lugares del país y del mundo mundiales, a fin de asegurarse
aprovisionamiento continuo, de calidad uniforme y al menor costo.
-los patrones de consumo también se modificaron: el modelo de “cocinar y comer en
casa” –compartiendo la mesa familiar- sobre la base de alimentos semi-elaborados, va
siendo reemplazado por alimentos pre elaborados, comidas rápidas, sistemas masivos
de abastecimiento a los que se asocian otros importantes cambios culturales.
Paralelamente se incrementan nuevas demandas segmentadas: alimentos saludables,
orgánicos, funcionales, para diabéticos, para celíacos, comidas étnicas, etc. Resultaría
muy ilustrativo profundizar en el conocimiento de “¿qué comen, los que comen?”, tal
como lo trata Patricia Aguirre en su trabajo de “Caras y Caretas” (2008, Obra citada).
-la disponibilidad de tierra y agua y la generalizada y crítica problemática ambiental
tienden a tenerse en cuenta: a) en los agro-negocios, por ejemplo: a través de
regulaciones tendientes a incorporar de las externalidades ambientales a los costos de
producción −bonos de carbono, agricultura certificada, etc. o mediante la
“autoconvocatoria” a la Responsabilidad Social Empresaria. b) a través de las
exigencias de los consumidores, “huella de carbono” y otros. La reciente cumbre de
“Río +20” (junio 2012) fue testigo de un amplio debate que hizo evidente la
contraposición de intereses, y por lo tanto de propuestas a escala planetaria.
2.3. Sistemas, Complejos y Cadenas Agroalimentarias
La nueva dinámica económica en la producción y circulación de alimentos requiere de
un enfoque superador de los análisis por sector de la economía -primario, secundario y
terciario- capaz de: presentar las articulaciones e interdependencias productivas y
tecnológicas y las asimetrías económicas que se presentan entre los agentes; tomar en
cuenta el contexto regulatorio institucional y organizativo en que se desenvuelven las
actividades de la industria alimentaria: En un sentido amplio, la misma abarca los
procesos de transformación, distribución y venta minorista, incluyendo al sector
productor de alimentos industrializados y también su preparación doméstica.
Comprender la lógica del funcionamiento de este tipo de procesos hizo que distintos
autores desarrollaran conceptos posteriormente adoptados en su análisis: agroindustria;
complejo agroindustrial (CAI); Sistema Agro Alimentario -SAA o Agroindustrial- SAI,
se encuentran entre los más difundidos. Su correlato a nivel de Argentina, son el
Sistema Agroalimentario Argentino y los Complejos Agroindustriales que lo componen.
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Siguiendo a Barraclough (citado por Teubal y Rodríguez, 2002) se entiende como
Sistema Agroalimentario, “…el espacio socioeconómico que incluye la producción
agropecuaria y la comercialización, procesamiento industrial y distribución final de
alimentos”; o bien sucintamente: “la red de relaciones que se gestan en torno a la
producción y el acceso a la alimentación”. Este espacio abarca en su totalidad el
proceso de transformación técnica de los productos agropecuarios, desde la semilla y
oros insumos a la mesa del consumidor, así como “el conjunto de agentes económicos
y sociales y las relaciones de éstos en cada una de las etapas del proceso de
transformación, articulándose entre s su y/o con agentes que participan en otras etapas
del sistema…los sistemas de soporte o infraestructura” (Teubal y Rodríguez, 2002)
entre los que se destacan: el educativo; el científico –tecnológico, el financiamiento
(bancario o no), los mecanismos e instrumentos de regulación de la comercialización,
del trabajo, de las exportaciones e importaciones.
“…se trata de un concepto más abarcativo en el que ya no solo nos referimos a
la cadena de un producto o de un conjunto de productos, sino al conjunto de la
actividad agropecuaria, su comercialización, transformación y distribución. Se
refiere a las relaciones “intersectoriales”, entre los “sectores” que componen el
sistema...”El sistema agroalimentario o agroindustrial hace referencia a la
totalidad del sector agropecuario a la industria alimentaria y/o elaboradora de
materias primas de origen agropecuario, a las industrias proveedoras de
insumos para la producción primaria y a cierta proporción del sistema de
transporte, comunicaciones, bancario, de comercialización, seguros, etc. que
tradicionalmente se consideran como parte del sector terciario de la
economía… Corta transversalmente y abarca parte de los diversos sectores en
que se trata la economía, sin dejar de tener en cuenta el momento de la
globalización, ni sus particularidades a nivel nacional y local en cada momento
concreto, ni la historia previa”.”(Pagliettini y Carballo: 27-40).
El Complejo comprende el ciclo de etapas y características del sistema referidos a un
producto o conjunto de productos claramente determinados: maíz, leche, tomates,
manzanas, azúcar, etc. “El complejo configura el subsistema de un sistema más amplio.
Por consiguiente, también se puede visualizar el conjunto de los complejos
agroindustriales como conformando la totalidad del sistema agroalimentario” (Teubal
y Rodríguez, 2010: 57). Cuando la referencia es a alimentos –incluyendo pesca- se trata
de un “Complejo Agroalimentario” -CAA, cuando considera a todas las producciones
de origen agrario, la denominación pasa a ser “Complejo Agroindustrial”-CAI , ya que
además de alimentos incluye fibras, cueros, maderas, etc. y sus manufacturas.
El SAM y por lo tanto también los Sistemas Agroalimentarios –SA- propios de cada
país, incluyen una amplia variedad de actividades, tanto por los productos generados,
como por la forma en que son obtenidos: desde productos artesanales a otros resultantes
de la aplicación de paquetes tecnológicos “de punta”; desde producciones extensivas
para la exportación, hasta otras intensivas para el mercado interno; desde productos con
mínimo grado de transformación hasta alimentos con profundas alteraciones
industriales. A ello se agregan diferencias sectoriales y regionales, entre los complejos,
y entre las etapas y actores que conforman cada uno de ellos.
13
Por lo tanto, tratar a todos y cada uno de los Complejos como si fueran una unidad
homogénea, implicaría asumir una similitud de objetivos e intereses entre sus
integrantes que no se corresponde en absoluto con la diversidad e incluso conflictividad
existente entre actores de las distintas etapas e incluso de la misma etapa.
“En el análisis de los CAI existen etapas principales y etapas accesorias; las
articulaciones entre las diversas partes del complejo pueden depender de la
existencia de estructuras monopólicas u oligopólicas en sectores clave del
complejo con poder de determinación, siendo el “núcleo”, en el caso de que éste
exista, el de mayor poder de determinación. El poder se podrá ejercer
controlando el acceso: al capital productivo, a las condiciones de realización de
la producción o al financiamiento necesario para adquirir los recursos físicos
y/o vender el producto…(la)…mayor coordinación por parte de la empresa
industrial contribuye a una maximización de sus ganancias; cuanto mayor es la
integración vertical, consideran a ésta como parte de un proceso, mayor será la
generación y apropiación de excedentes económicos en el interior del complejo
por parte de su “núcleo”. Para ello el núcleo debe introducir una serie de
mecanismos de articulación que coadyuvan a lograr aquella coordinación e
integración vertical tan necesitada” (Teubal y Rodríguez, 2002)
Al igual que en otras actividades, los alimentos van configurando tramas o entramados
de cobertura global (analizados bajo diversos conceptos: redes, cadenas, cluster),
optándose en nuestro caso por una generalización simplificadora del análisis:
consideramos a las “cadenas” como forma prevaleciente de organización de cada
complejo, donde cada eslabón se asimila a una etapa en el proceso que organiza
desde la producción de materia prima hasta el consumo familiar.
La cadena es la categoría analítica más sencilla para aproximarnos a la comprensión de
la dinámica agroindustrial. Si bien no permite captar las consecuencias de las distintas
modalidades de coordinación y comportamientos cooperativos entre etapas, posibilita
describir la estructura general –y de cada eslabón- y el proceso que los relaciona; por
ese motivo en este Documento emplearemos indistintamente los conceptos “Complejo”
y “Cadena” “La adopción del concepto de cadena global de valor-CGV como objetivo
de estudio, en reemplazo de la noción de mercado y/o empresa integrada…apunta a
identificar los principales aspectos que deberían guiar los estudios que tengan por
objetivo conocer la estructura y funcionamiento de estas formas de organizar la
producción y el intercambio” (Anilló et al.: 23)
Enfrentando nuevas demandas, la etapa industrial no sólo transforma, sino que
desarrolla una amplia logística en sus relaciones con la producción primaria y la
comercialización. Complementariamente, las grandes cadenas internacionales de
comercialización irrumpen, en algunas actividades, como el articulador de redes
internacionales de aprovisionamiento y consumo. En el otro extremo, el consumidor
tiende a preferir productos frescos, segmentados por calidad y mediados, en algunos
casos, por nuevos agentes económicos; esto da como resultado innovaciones de
producto y sus respectivos servicios asociados.
De esta forma, tienden a configurarse cadenas globales de valor -CGV en las cuales se
insertan las actividades productivas, tanto de insumos para alimentos, como de
alimentos terminados, y/o insumos industriales de origen biológico. A grandes rasgos,
14
la suerte de cada eslabón local (grandes o pequeños productores; proveedores de
insumos, industrias, etc.) depende no sólo de sus conductas individuales (y locales),
sino también de la evolución del conjunto de tales redes (por lo general, de cobertura
nacional e internacional).
3.- El Sistema Agroalimentario Argentino-SAA
Como se ha señalado, es intenso el vínculo entre el Sistema Agroalimentario ArgentinoSAA y el Sistema Agroalimentario Mundial-SAM. Del “granero del mundo” a
principios del Siglo XX, a la “república de la soja” en la actualidad, las
transformaciones fueron profundas y los vínculos con los mercados internacionales se
profundizaron. Desde los mediados de la década del ’70 y simultáneamente con el
constante crecimiento de la producción de granos, se produjo un proceso de
“desindustrialización” que destruyó buena parte de la capacidad productiva del país,
generando una notable caída del salario real y niveles de desempleo sin precedentes.
Salvo la excepción de algunas ramas -aceitera y automotriz- en la gran mayoría de las
restantes, la producción industrial cayó en relación al PBI, situación que se agrava
debido a las políticas neoliberales de los ’90.
En esa década se produjo un intenso proceso de concentración, centralización y
transnacionalización que también alcanzó a la industria alimentaria en todas las
regiones del país; al igual que lo observado en el sector primario, se evidencia que ante
el tipo de cambio tecnológico incorporado –nuevos procesos de gran escala - las
pequeñas y medianas empresas no pudieron subsistir.
Las asimetrías que el modelo económico global acentuó en el SAA abarcaron a actores
de todas las etapas de los complejos, unidades de producciones agrarias, industriales y
comerciales, en lo que tuvo que ver su discriminación negativa en cuanto al acceso al
financiamiento y su menor poder de negociación en los mercados de insumos y
productos. No es de extrañar entonces que estas pequeñas y medianas unidades hayan
sido absorbidas –adquisiciones, fusiones, joint ventures, estrategias de mercado
favorables a la concentración- por otras mayores, muchas de ellas extranjeras; nada
distinto por otra parte a lo que ocurrió en otros lugares del mundo.
La rápida difusión de semillas genéticamente modificadas (GM), con su “paquete
tecnológico” asociado han reconfigurando la actividad en gran parte del territorio
argentino, y habilitado la entrada de nuevos agentes económicos provenientes del
mundo industrial, comercial, financiero, de los servicios e, incluso, de los ámbitos
científicos. Así, el límite entre lo que se define como actividad primaria, industrial o de
servicios, se torna cada vez más difuso, a la par que los contratos (que involucran
precios, calidades, procesos y rutinas de funcionamiento) se convierten en el eje de las
relaciones económicas entre los diversos eslabones., en reemplazo de las operaciones
abiertas de mercado.
La Figura Nº 2 permite visualizar rápidamente la notable expansión que experimentó
el cultivo de soja en el país, partiendo de una etapa experimental para transformarse en
el principal de Argentina, una expansión sin límite aparente todavía.
15
Figura Nº 2.- Expansión histórica de la soja en Argentina. 1 punto 350 ha.
Fuente: Carreño y Viglizo, 2007. En Viglizzo y Jobbágy, Obra Citada
En el caso de la Argentina las modificaciones a nivel de producción primaria tienen
como epicentro el desarrollo de la agricultura permanente, con uso masivo de semillas
modificadas genéticamente; a ello se suma el desarrollo de nuevas técnicas de cultivo,
una agricultura con alta subcontratación, cada vez mayor escala, intensiva en capital y
extensiva en trabajo, demandante de tecnologías de proceso, información y
comunicación cada vez más sofisticadas. Se trata de un nuevo “paquete tecnológico”
con elevado impacto económico, social y ambiental.
Aunque la mayoría de los análisis están centrados en las producciones pampeanas,
algunas ahora expandidas a otras zonas del país, las transformaciones alcanzaron
también a todos los complejos base de las producciones “regionales”.
“Al observar el proceso en todo el agro vemos como la devaluación (del año 2002)
consolidó la posición relativa de los capitales más concentrados de la agricultura,
generalmente asociados con la exportación. Esta tendencia se vio reflejada en la
acentuada brecha generada con los productores medianos empobrecidos y pequeños no
capitalizados y referida a la presencia creciente de capitales financieros ajenos al
quehacer agrario tradicional…Si a estas conclusiones le agregamos los datos de los
CNP (Censos Nacionales de Producción ) de 1999 y 2001, se evidencia una caída en
la ocupación del sector de 430.000 personas y un aumento sensible de la pobreza y la
indigencia entre la población rural…Este panorama general tiene ejemplos destacados
en los circuitos del tabaco, vid, el algodón, el azúcar y el olivo” (Rofman et al.: 101102)
En términos relativos lo que sucedió con los productores primarios fue menos drástico
que lo ocurrido en otros sectores de la economía, pero no dejó de ser dramático: entre
1988 y 2002 el número de explotaciones disminuyó el 20, 4 % (pérdida de 85,4 miles),
siendo particularmente llamativo lo ocurrido en la Región Pampeana, donde la
16
expansión en la producción de granos fue acompañada por el incremento en la
superficie media y la disminución del 30,2 % en el total de EAPs.
Figura Nº 3.- Total de EAP y Superficie en el CNA 2002 y CNA 1988
Las dos caras del modelo quedan reflejadas por la persistencia de estructuras y políticas
que explican la continuidad de algunas tendencias, como lo manifiestan los datos
precedentes y por “boom sojero” que se manifiesta entre los años 2001 y 2008; este
último es calificado como “…extraordinario en lo referido al crecimiento de las
hectáreas sembradas, la producción y los aumentos de la rentabilidad global, aspectos
que contrastan con la mayor crisis económica y social de la historia de nuestro país,
manifestada en toda su dimensión entre los años 2001-2003…Al devaluar la moneda en
el año 2003, se triplicaron en un solo año los ingresos globales del sector…” (Pierri:
87)
“Las economías con niveles de industrialización medios y bajos presentan normalmente
una gran concentración de su aparato productivo. En el caso argentino…se observa
que la crisis de fines de la década del 90 tuvo un efecto concentrador muy grande”
(Queipo, 2011)). Sobre un total de 79.304 unidades de producción industrial existentes
en el 2003, el valor agregado por las 500 empresas más grandes del país (0,65 % del
total) experimenta un notable aumento, pasando del 15 % al 25 % su participación en el
agregado total de la economía. Este fuerte incremento, en el que participan también las
115 grandes empresas cuya actividad principal es “Alimentos, bebidas y tabaco” se
debe a “… dos efectos principales: la crisis del sector manufacturero PYME, generada
por las condiciones macroeconómicas vigentes hasta el año 2001, y con la devaluación
de 2002, el cambio del valor relativo de las ventas de la mayor parte de las grandes
empresas –fijados en términos internacionales- respecto de otras producciones,
típicamente PYMES mercado internistas, que pudieron reajustar sus ingresos en menor
medida” (Queipo, 2011).
En base a la Encuesta Nacional de Grandes Empresas-ENGE, realizada anualmente por
el INDEC, analiza el origen del capital de las 500 mayores empresas de todos los
17
sectores existentes en el país en 1993, el 56 % eran de capital extranjero, proporción
que pasa al 68 % en el 2008. De las 500 grandes empresas existente en 1993, 292
exportaban desde Argentina y de ellas el 51 % (148) eran de capital extranjero; en 2003
–post devaluación y cambio de las políticas macroeconómicas- el 70 % (351) de las
grandes empresas exportaban, y de ese total el 71 % era de capital extranjero. (Sánchez,
2011) El proceso de “extranjerización” de las tierras aptas para la producción agraria
fue, en términos relativos, menos intenso que el ocurrido a nivel de la industria y los
servicios. Esta apreciación sin embargo podría variar si se incluyen la totalidad de las
tierras del país, entre ellas las múltiples concesiones efectuadas a las ET mineras.
La Figura Nº 4.- expone la evolución de las Líneas de Pobreza e Indigencia en el Gran
Bs. Aires en las tres últimas décadas –indicador de lo sucedido en buena parte del país- ;
como se observa, fueron las políticas públicas las principales responsables de los
“picos”, aunque las tendencias revelan también la existencia de causas estructurales que
explican la persistencia de la pobreza con valores que parten del 10 % en los inicios de
las políticas neoliberales y poseen tendencia creciente hasta el 2002. La Indigencia
acompaña esta clara evolución, cuyas consecuencias en la vida social y en las
instituciones (la familia, la escuela, el trabajo) dejaron daños irreparables.
Dejando de lado algunas de las políticas de aquel extenso período, todavía en el primer
semestre del 2009 la distribución del ingreso en Argentina dejaba mucho que desear. El
20 % de la población más rica (8 millones de habitantes), se quedaba con el 53 % de los
ingresos, mientras que el quintil más pobre (32 mill. de habitantes) sólo participa con el
47 %; los primeros poseían un ingreso medio anual de 19.875 dól./hab./año, y los
segundos de 4.406 dól/hab./año. En el mismo período, la población pobre del país era
del 12 % (4,8 mill. de personas), o del 31, 4 % (12,4 mill. de personas) según se tomara
como referencia el INDEC o la Consultora Ecolatina, que evidentemente tomaron
criterios distintos para el análisis. (Sánchez, 2011).
Figura N 4.- Evolución de la pobreza y la indigencia (1974-2006)
Aglomerado: Gran Buenos Aires
Fuente: INTA. “La sostenibilidad del desarrollo argentino” (Obra citada)
El proceso de las dos últimas décadas muestra en Argentina un claro ejemplo de
cambio de paradigma tecnológico-productivo, aunque persisten –no sin grados
18
importantes de conflictividad y en todos los eslabones de las cadenas- actores con
distinta dotación de recursos, dinámicas y perspectivas.
Las luchas por permanecer o acceder a la tierra, al agua y a los servicios ligados a
modelos más respetuosos del ambiente y la vida; las múltiples experiencias de
producción y comercialización alternativa desarrollados por los distintos tipos de
agricultores familiares; las redes de producción-comercialización que acercan
productores directos y consumidores con criterios de “comercio justo”; las
agroindustrias asociativas, etc. son algunos ejemplos que cuestionan y proponen
alternativas a lo que constituye el modelo hegemónico de producción y consumo.
3.1.- Las cadenas agroalimentarias argentinas
En este punto se presenta una síntesis de los resultados obtenidos por la CEPAL para
las Cadenas Agro Alimentarias (CAA) analizadas, cuyos detalles -en términos de
actividades y variables -se presentan en el Anexo II de ese estudio. De acuerdo a la
metodología adoptada, se identificaron 31 cadenas agroalimentarias, calculando que en
total: generan un Valor Agregado (VA) mayor a $113.000 millones de pesos;
exportaciones por casi $27.000 millones de dólares y más de 1.800.000 puestos de
trabajo, 11 % de la PEA nacional (Cuadro 1). Estas cadenas de valor representan el 15%
del Producto Interno Bruto-PBI y explican el 48% de las exportaciones totales del país.
La disponibilidad de recursos naturales, tradicionalmente posicionó a Argentina como
productor mundial de alimentos de clima templado. En estos últimos años las
profundas modificaciones en los mercados, internacionales, los altos precios de las
“commodities”, los cambios tecnológicos y organizacionales en el orden interno y la
rápida expandió e la producción y las exportaciones han hecho revalorizar este rol del
país como importante proveedor mundial, integrante de una región que, como A. Latina
pareciera destinada a especializarse en estos productos.
Las transformaciones que se sucedieron en os ’90, han impactaron sobre todo el
territorio, reconfigurando el mapa agroalimentario y agroindustrial, por lo que es
necesario contar con un mapa actualizado para comprender la dinámica del sistema y de
cada uno de sus Complejos en la producción, el empleo y la inserción internacional.
“En la construcción de este mapa se deben tener en cuenta algunas cuestiones
de índole metodológica…. queda claro que la nueva realidad agropecuaria
amerita la utilización de unidades de análisis nuevas como redes, cadenas o
tramas. Esto tiene fuertes implicancias sobre los aspectos cuantitativos, ya que
el enfoque tradicional de las cuentas nacionales, si bien sigue siendo una
referencia importante, aparece como insuficiente cuando se desea profundizar
el análisis hacia el entramado productivo de las cadenas”. (Lódola et.al:64)
Por un lado la metodología de cadenas de valor implica romper la clasificación tipo
CIIU dado que a una cadena contribuyen distintos sectores y, a su vez, una misma
actividad económica compone diversas cadenas. Pero también hay que mencionar otras
limitaciones actuales de las cuentas nacionales como la desactualización del año base, la
escasa apertura sectorial y la prácticamente inexistente desagregación geográfica.
19
De todos modos no debe perderse de vista la necesidad de consistencia en la medición y
sus posibilidades de relativización. Esto hace que esta sección, si bien brinda una amplia
desagregación sectorial y geográfica a través de un corte transversal a la tradicional
CIIU, mantiene los principios del sistema de cuentas nacionales, de modo de poder
relativizar cada una de los resultados respecto al PIB.
Para cada una de las 31 principales cadenas agroalimentarias identificadas se
especifican los principales eslabones (actividades económicas) que las conforman,
brindando luego información complementaria acerca de la localización, concentración
geográfica y peso regional de cada una de las cadenas. También se presentan
mediciones de empleo por cadena y se efectúan consideraciones acerca de la inserción
internacional de las mismas a través de una cuantificación de las ventas externas.
De acuerdo a su VA se observa que las tres principales cadenas -Soja, Carne Bovina y
Leche- aportan la mitad de lo generado por todas las cadenas cuantificadas. Las dos
segundas, consideradas en conjunto, apenas alcanzan el aporte de la primera. Luego,
hay un segundo grupo con pesos de entre 4% y 5% del total: Trigo, Maíz, Uva, Cebada,
Pollo y Forestal. Este subconjunto de cadenas acumula el 80% del VA agroalimentario.
Analizando el VBP es posible contar con un dato más cercano al “volumen de negocio”
(facturación) que está detrás de cada una de las cadenas; a efectos de disminuir los
problemas de duplicación que contiene, se puede se consideran a nivel de los tres
principales eslabones de cada una: primario, manufacturero y servicios. Con este
esquema, es posible apreciar que del total de los ingresos brutos-IB generados en las
cadenas, la producción primaria aporta el 37% del total de los ingresos, valor que es
superado por 12 de las 31 CAA cuantificadas. Tanto Carne Bovina como Soja se
posicionan por encima de dicho promedio relativo; en Leche, el eslabón industrial es
el que genera la mayor proporción de los ingresos.
Entendiendo que el VA contempla la retribución a los diferentes factores productivos
que se emplean en la producción (como trabajo, capital y tierra), mientras que el VB de
producción hace referencia a los ingresos por venta, cuando se contempla la relación
entre valor agregado y valor bruto de producción, se puede tener una primera visión
sobre la forma de agregación de valor por unidad de producción de cada una de las
CAA identificadas (Gráfico 3) o sobre cuánto de los ingresos se emplean en el pago de
factores productivos. Respecto a este indicador, las diez CAA más intensivas en VA son
Miel, Caprino, Arroz, Maíz, Berries, Maní, Uva, Cebada, Papa y Limón. Ninguna de las
tres cadenas más importantes está en ese grupo.
20
21
3.2.- Los principales eslabones de las cadenas
“Las cadenas agroalimentarias están integradas por diversas actividades económicas
con diferente grado de interrelación entre sí.
A los efectos de este trabajo, siguiendo un criterio conservador, se ha decidido
considerar sólo las principales. En este sentido, se han cuantificado nueve actividades
económicas. Tres de ellas podrían considerarse como “madres” de las CAA: cultivos
agrícolas (cereales, oleaginosos y forrajeros), cría de animales y producción forestal
(producción primaria); una que constituye la elaboración de los productos primarios
(industria alimenticia); y un grupo de ramas fabricantes de insumos y servicios como:
producción de semillas, fabricación de agroquímicos y fertilizantes, servicios agrícolas,
servicios comerciales (empaque) y servicio de transporte de carga”.(Lódola et.al:65)
22
En términos de VA, las actividades primarias (las vinculadas con el “campo”, sean
agrícolas o pecuarias) son las que mayor volumen aportan con el 58,4% del total
estimado para las 31 cadenas, lo cual implica más de 66 mil millones de pesos en el año
2007. “En segundo lugar se posicionan las tareas industriales, que generan el 27,2%
del VA total. El transporte de carga se posiciona como tercera actividad en
importancia, a la hora de agregar valor en la cadena (4,3% del total); mientras que,
por su parte, las tres etapas proveedoras de insumos y servicios a la producción
primaria (servicios agrícolas, producción de semillas y agroquímicos) aportan, en
conjunto, el 8,2%. Por último, el empaque de frutas y hortalizas genera casi el 2% del
valor agregado total por las CAA.” ((Lódola, et al: 65). Los servicios de empaque se
destacan por su generación de puestos de trabajo, ya que aportan en ese rubro más del
doble (8,8%) de lo que participan en la facturación de las cadenas agroalimentarias.
A diferencia de lo evidenciado en la agregación de valor en la producción, en términos
del total exportado se observa que casi dos terceras partes (64,2%) de los productos
tienen algún grado de elaboración industrial.
3.3- Agregado de Valor de las cadenas
23
En la misma forma en la que se lo hizo para cada una de las cadenas, a través de la
relación VA y VBP, es posible contar con una aproximación a la generación de valor
de cada eslabón de la cadena. “Es así que mientras la industria alimenticia agrega 24
pesos por cada $100 de producción, la producción primaria, servicios agrícolas y
semillas incorporan 67, 74 y 79 por cada 100 de valor de producción. Ello es
equivalente a decir que, por cada $100 de ingresos, los servicios agropecuarios y las
semillas son las actividades que mayor proporción destinan a la retribución de factores
productivos, seguidos de cerca por la producción primaria.” (Lódola, et.al: 60)
De acuerdo a la incidencia de los distintos eslabones (primario, manufacturero o de
servicios), es posible clasificar a las CAA en tres grupos. Como el objetivo es siempre
tener un valor relativo, se utiliza el peso promedio de cada eslabón en el total de CAA
como referencia. De esta forma se identifica un primer grupo de CAA donde el aporte
del eslabón primario supera al promedio: allí se ubican las dos más importantes, Soja y
Carne Bovina; luego se ubican las CAA donde eslabón manufacturero tiene mayor peso
que en el promedio. Entre las tres más importantes se ubica Leche.
Sin embargo, no sólo se agrega valor a medida que el producto pasa de eslabón en
eslabón a lo largo de una cadena, sino que también se puede agregar valor en el mismo
eslabón; es decir que dentro de la etapa primaria transformar un producto, como por
ejemplo el Maíz, en otro, como puede ser la Carne Bovina, implica agregar valor dentro
del mismo eslabón sin pasar a otra etapa de la cadena.
3.4.-Localización y concentración geográfica de las cadenas
Uno de los aspectos donde más notorios han sido las transformaciones del SAM y del
SAA es en la localización de las actividades productivas, especialmente la primaria,
debido sobre todo al acelerado proceso de expansión de la producción de soja. Las
modificaciones experimentadas por las diversas cadenas en los últimos años abarcan
todas sus etapas, por lo que es necesario efectuar una lectura actualizada de la
estructura productiva de las provincias y regiones. Con ese propósito, Lódola, Brigo y
Morra (2010) estudian: a) la concentración geográfica de las cadenas y la localización
de del eslabón primario y manufacturero; b) la incidencia de las CAA en los productos
brutos geográficos-PBG de las provincias, para conocer el impacto de cada una.
La visualización de la concentración geográfica de las distintas cadenas se efectúa a
través del índice Herfindahl-Hirschman (IHH). “… que varía entre 0 y 1, cuanto más
cerca de cero, la cadena está más dispersa (se localiza en más provincias); mientras
que cuando se acerca a uno, indica mayor concentración… su interpretación sería que
a mayor distancia del centro, mayor es la dispersión; escala invertida).” (Lódola
et.al:70). Pueden observarse tres grupos de cadenas:
1.- Índice más bajo o grupo de menor concentración: en el Gráfico 8 va desde Sorgo
hasta Maíz, e incluye a Soja y Carne Bovina las dos principales cadenas
agroalimentarias: ambas poseen un importante peso en Bs. Aires, Santa Fe y Córdoba,
pero también se encuentran en otras provincias. La CAA Soja, por ejemplo, está en
otras provincias pampeanas -Entre Ríos y La Pampa- y tiene relevancia en Catamarca,
Chaco, Salta y Sgo. Del Estero donde resulta ser la que mayor valor agregado genera;
sin ser la principal cadena, pero aportando más del 10% del VA agroalimentario,
también está presente en Tucumán, San Luis y Formosa.
24
A su vez, la CAA Carne Bovina es la principal cadena en Corrientes, Formosa, La
Pampa y S. Luis, siendo también muy importante en Catamarca, Chaco y S. del Estero.
2.- Grupo de concentración media: se encuentra la tercer CAA en peso cuantitativo a
nivel del país (Leche), siendo Bs. Aires, Santa Fe y Córdoba las principales
generadoras de valor (43%, 30% y 21%, respectivamente). Es la cadena más relevante
en Capital, producto del procesamiento industrial realizado allí.
3.- Grupo de mayor concentración; reúne a las cadenas de las producciones
“regionales”, como Te y Yerba Mate (Misiones), Maní (Córdoba), Limón (Tucumán),
Ajo y Uva (Mendoza), Peras y Manzanas (Río Negro) y Azúcar (Tucumán). También se
incluyen en este grupo otras como Cebada (Santa Fe) y Colza (Buenos Aires). En todas
ellas, más del 60% del VA de la CAA se genera en una sola provincia.
Cuando se considera únicamente el eslabón o etapa manufacturera de las cadenas, el
grado de concentración es, en general, más alto, siendo dos ejemplos claros: el Tabaco,
producido en el norte y cuya industrialización se hace en Bs Aires; la Soja, en que el
90 % la etapa manufacturera se efectúa en Santa Fe. En relación a la distribución
territorial del Valor Agregado de las CAA:
-el 29 % del VA se genera en la Provincia de Bs. Aires, siguiéndole en importancia
Santa Fe, Córdoba, Entre Ríos, Mendoza y Tucumán. Estas seis provincias explican el
82% del VA agroalimentario de Argentina.
-analizando la diferencia la localización geográfica entre los eslabones primario e
industrial, la provincia de Bs. Aires continúa como la principal en ambas etapas; en
relación al eslabón vinculado a las actividades primarias, Córdoba es la que se ubica en
segundo orden, y Santa Fe queda en esa posición cuando se contempla el eslabón
industrial.
25
-cuando se contrasta el VA total generado por las CAA en cada provincia con el
respectivo PBG provincial, se obtiene el peso de las CAA en cada una de ellas.
-Entre Ríos es la provincia “más agroalimentaria” –relacionando el VA total generado
por las CAA con el respectivo PBG provincial- puesto que allí el 46% del PBG se
encuentra explicado sólo por las cadenas Soja y Pollo- que, en conjunto, participan en
casi la mitad del VA agroalimentario provincial. En segundo lugar se ubica La Pampa,
donde la cadena de Carne Bovina participa en el 40% del VA agroalimentario.
Por encima del total nacional, se encuentran Santa Fe y Córdoba, otras con tradición
agroalimentaria (Mendoza, Río Negro y Tucumán), y finalmente las provincias del
norte: Corrientes, Santiago del Estero, Chaco y Salta. En tercer lugar, se encuentran
provincias donde las CAA tienen poco peso en su PBG: en T. del Fuego, Santa Cruz y
Chubut, sólo tiene relevancia la cadena Ovina; en Neuquén Peras y Manzanas.
En esta mayor dispersión geográfica de la actividad agroalimentaria tiene mucha
influencia la producción de soja –y en menor grado la ganadería vacuna- cuyo actual
paquete tecnológico les permite obtener rentabilidad satisfactoria aún fuera de la región
pampeana. En el caso de los bovinos a Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba se agregan
La Pampa, San Luis, Santiago del Estero, Corrientes, Chaco y Formosa.
3.5.- El empleo en las cadenas
Las 31 CAA consideradas generan una demanda de empleo cercana a los 1,9 millones
de puestos de trabajo, el equivalente al 11% de la Población Económicamente ActivaPEA de Argentina en 2007; este valor es un tercio aproximadamente del calculado en
2003 por Llach el al, momento en que recién comenzaba el ciclo de crecimiento que el
país vivió entre 2003-2008. El volumen de empleo total generado por cada una de las
actividades productivas y en cada una de las etapas de las mismas, destacan
elementos fundamentales para planificar una estrategia de desarrollo nacional.
Según se puede observar, las cadenas que demandan mayores volúmenes de mano de
obra son: Carne Bovina, Soja Leche, Pollo, Peras y Manzanas, Uva, Forestal y Trigo.
Sólo ocho de las 31 cadenas consideradas requieren el 58% del total de mano de obra
y reúnen más del 70% del VA del total de las mismas. “Esta concentración resulta
razonable cuando se considera que el tamaño de cada una de las cadenas define el
volumen de demanda de mano de obra” (Lódola, Brigo y Morra……). El tipo de
estimación realizada no permite discernir qué proporción de los empleados de cada
cadena son permanentes o transitorios, ni tampoco el grado de cumplimiento de la
legislación laboral en las distintas categorías de trabajadores.
26
Relacionando demanda de empleo con la generación de VA para cada una de las CAA,
surge que la elasticidad-empleo del total de las CAA es de 0,69 (inferior a la registrada
para el promedio de la economía que se sitúa en 1,15); lo cual significa que por cada
incremento del 1% en el VA del total de los encadenamientos el empleo relacionado a
los mismos registra un aumento del 0,7%. En términos de los valores estimados para el
año 2007: un aumento del VA de $1.000 millones sería capaz de generar 13.000 puestos
de trabajo, es decir un puesto por cada 77.000 $ de Valor Agregado.
27
Cuando el nivel de intensidad laboral de las CAA se relaciona con el existente en otras
ramas de la economía, puede verse que, si bien las CAA poseen menor nivel que el
promedio de ésta, superan al conjunto de actividades productoras de bienes.
3.6.- Inserción internacional de las cadenas
Las exportaciones de las CAA alcanzaron en 2007 los US$ 26.700 millones, 48% del
total nacional. Al analizar las exportaciones según los diferentes eslabones, surge que
la parte primaria implica un 35% de las ventas externas totales de las cadenas, mientras
la industria manufacturera y el empaque representan el 65% restante, confirmando un
cierto grado de procesamiento industrial en las exportaciones de Argentina.
En el análisis de cualquier actividad económica, cuando se compara el volumen
exportado con el VBP, en realidad se pretende analizar la importancia del canal externo
en la generación de ingresos de esa actividad económica. De esta forma puede obtenerse
una idea del grado de inserción externa que esa actividad posee, lo cual puede ser de
ayuda a la hora de evaluar el impacto de diferentes shocks externos.
Ahora bien, cuando la unidad de análisis deja de ser una actividad económica per se,
para transformarse en la suma de actividades contempladas a nivel de una cadena, los
28
diferentes eslabonamientos que se producen entre las mismas comienzan a generar que,
además de la inserción externa que una cadena posee - en términos de exportación sobre
VBP-, sea también de relevancia la forma o calidad en la cual dicha inserción se
produce, considerando que no es lo mismo tener un alto grado de inserción externa por
exportar productos primarios que por hacer lo propio con productos de mayor valor
agregado, como los procedentes del procesamiento industrial de las materias primas.
Las exportaciones representan el 27% del valor de producción, es decir que unas dos
terceras partes de la inserción externa responde a los eslabonamientos industriales;
puede decirse que la inserción externa de las CAA tiene cierta generación de valor
agregado detrás, aunque seguramente se puede avanzar mucho en el tema.
Nueve CAA superan ese promedio general (27%), siendo las más expuestas a los
bruscos cambios –“volatibilidad” según algunos autores- del comercio mundial: Miel,
en primer lugar y con más alto grado de dependencia; Maíz, Te, Soja, Trigo, las cuales
destinan alrededor de la mitad de su producción al exterior; y por último, Maní, Olivos,
Sorgo y Ajo, que venden entre un 35% y 40% de su producción a otros países.
Analizando la forma de la inserción externa de cada una, en cinco de éstas, el eslabón
primario es el que determina el nivel de inserción. Para Miel y Sorgo en forma
exclusiva, mientras que para Maíz existe un mínimo aporte de la etapa industrial y en
Trigo y Maní la etapa primaria genera más del 80% de la inserción externa.
En cuatro de las CAA que superan al promedio general de inserción externa, el
entramado industrial o el acondicionamiento posterior a la cosecha es lo que, en mayor
medida, explica su vinculación al resto del mundo: Ajo, Ovinos y Te en forma
completa, mientras que la industrialización de Soja explica el 75% del nivel de inserción
externa. En el extremo opuesto, como cadenas poco integradas al mercado
internacional se encuentran Porcinos, Tomate, Algodón, Caprino, Yerba Mate, Pollo,
Leche, Cebada, Colza y Azúcar; cada una de estas cadenas exporta menos del 10% de
su valor de producción, lo que no le resta importancia pues permite diversificar y
estabilizar el funcionamiento de las mismas.
4.- Conclusiones
Continuar analizando alguna actividad productiva particular, o el sector primario, sin
tomar en cuenta las crecientes interrelaciones entre sí y con el resto de la economía
acarreará serios problemas que van a desembocar en la planificación de instrumentos
no adecuados para el desarrollo. El agro, además, dejó de ser exclusivamente un
“proveedor” de alimentos y pasó a serlo de recursos renovables de origen biológico:
para la industria alimenticia, la producción de agrocombustibles y de biomasa para
otras actividades industriales. La industrialización agraria iniciada a fines del ’40 e
intensificada en las últimas décadas, incorporó profundas transformaciones que
alcanzan a cada uno de los actores, etapas y procesos que involucran la producción y
comercio nacional y mundial.
La globalización hace notable y creciente el poder de las corporaciones transnacionalesET -y especialmente de sus núcleos más concentrados- en el Sistema Agroalimentario
Mundial y Argentino, sin embargo en el mundo la mayor parte de la población no se
alimenta a través de ese sistema concentrado y el 50 % de la producción total es
provista por sistemas basados en la producción familiar; siguen primando las culturas
29
locales y los circuitos cortos de producción-consumo, aún cuando son notables los
cambios en los patrones de consumo de aquellos sectores que tienen la posibilidad de
acceder a una alimentación adecuada. El modelo generalizado de elaboración de
comida en el hogar, sobre la base de alimentos semi-elaborados, se va reemplazando
por alimentos pre elaborado, comidas rápidas y sistemas masivos de abastecimiento. A
la vez, se incrementan nuevas demandas segmentadas
Sumado a ello, crece la influencia de las corporaciones sobre los ámbitos de decisión
política y científica de los Estados y la presión sobre los recursos naturales, como
consecuencia de la demanda (actual y futura) de alimentos y otras materias primas. La
“crisis civilizatoria” –climática global, financiera, alimentaria, energética- que está
atravesando el Planeta no es ajena al ejercicio de esos poderes, que inciden directa o
indirectamente en la alimentación, la vida y cultura de los pueblos.
La crisis alimentaria que “explota” a partir del 2008, hace evidente que el Sistema
Alimentario Mundial no está preocupado por la alimentación de todos. En forma
creciente el lucro de unos pocos se impone sobre las necesidades de las mayorías,
poniendo en riesgo la alimentación y la vida en el Planeta; más allá de las declaraciones
de propósitos, los alimentos constituyen una mercancía más. El 15 % de la población
mundial sufre hambre, cuando se producen alimentos suficientes para alimentar a todos;
simultáneamente avanza el acaparamiento de los bienes básicos para la producción –
tierra, agua, biodiversidad- conjuntamente con la concentración de los alimentos
obtenidos, su manufactura y comercio.
El último medio siglo de Argentina, tradicional exportador de alimentos, constituye un
acabado ejemplo de que producción y acceso a los alimentos no van de la mano, como
los indicadores y la experiencia cotidiana nos lo demuestra. La importante expansión
productiva - y de la agroindustria en general- señalan un cambio en el paradigma
tecnológico-productivo, aunque todavía conviven –con evidentes conflictos- las muy
diversas actividades que componen “lo agroindustrial”, tecnologías, formas de
organización del intercambio, empresas y rutinas de funcionamiento claramente
diferentes a las que primaban treinta años atrás.
El análisis realizado permite reconocer aspectos claves del dinámico proceso de
transformación que está atravesando los principales complejos –o subsistemas- del
Sistema Agroalimentario-Agroindustrial Argentino, en el marco de los cambios
experimentados por el SAM. La consideración de las Cadenas Agroalimentariasagroindustriales como unidad de análisis sectorial permite una mirada más integral y
abarcativa.
Si bien se consideran los valiosos antecedentes aportados por los estudios realizados
sobre todo desde los ’90, el Documento de Trabajo se sitúa –como una fotografía
instantánea- en el Sistema Agroalimentario Argentino-SAA en el año 2007, tomando
como referencia un trabajo de la Comisión Económica para América Latina y el CaribeCEPAL. El mismo considera los eslabones principales de las 31 cadenas estudiadas,
responsables del 11% de los puestos de trabajo, el 15% del producto interno bruto y el
48% de las exportaciones nacionales.
La Soja, aporta el 26% del valor agregado agroalimentario, proporción inferior a la
suma de las dos cadenas que le siguen en orden de importancia cuantitativa: Carne
30
Bovina y Leche, con el 14% y 12%, respectivamente. Si este cálculo además se
refiriera a la superficie destinada a cada actividad, la cadena de la leche, de algunas
producciones regionales, las de las frutas y hortalizas demostrarían un
considerablemente mayor valor agregado por unidad de superficie.
El agregado de valor en las cadenas se produce: “hacia adelante”, con la transformación
(manufactura) del producto primario; “hacia atrás” en la provisión de insumos y
servicios; “hacia los costados”, el transporte; ello puede darse, incluso, en el mismo
eslabón, de lo que la cadena del maíz constituye un ejemplo relevante.
Los cálculos realizados permiten contar con un mapa actualizado sobre la agregación
de valor a la producción primaria, provincia por provincia. Así, se observa que la
“pampeanización” en general del agro nacional y más específicamente su “sojización”,
hace difusos los límites entre lo “pampeano” y lo “extra pampeano”.
En relación al empleo, y a pesar de que el sector agroindustrial posee una intensidad
laboral menor que otras ramas de la economía, se generan más de 1,8 millones de
puestos de trabajo, ocupando al 11 % de la PEA; el 47 % de los puestos son aportados
por el eslabón primario, mientras que 28% se debe al manufacturero. Las actividades de
servicios y provisión de insumos, que participan con el 14% del valor agregado total,
aportan el 24% de los puestos de trabajo.
La demanda de trabajo varía considerablemente entre las distintas cadenas, que lo
cubren empleando trabajadores generalmente con elevado grado de informalidad y
precariedad, sobre todo en lo que hace a trabajo transitorio; la Carne Bovina es la
cadena que más puestos de trabajo genera (13% del total), siguiéndole Soja (10%) y
Leche (7%). Si se agruparan las cadenas hortícolas y frutícolas incluidas (tomate-papa
–ajo y peras-manzanas-limón-, respectivamente) se haría más notable todavía el
carácter intensivo en trabajo de las mismas, en relación con los granos.
El diagnóstico introductorio realizado destaca como variable relevante el claro proceso
de concentración-centralización e internacionalización del capital que se produce en
Argentina y en su Agroindustria, reconociendo pero sin tratar en este caso, por ejemplo:
las luchas para permanecer o acceder a la tierra, al agua y a los servicios ligados a
modelos más respetuosos del ambiente y la vida; las múltiples experiencias de
producción y comercialización alternativa desarrollados por los distintos tipos de
agricultores familiares; las consecuencias sobre la salud de la población de la calidad
de los alimentos y del modelo alimentario hegemónico; los aciertos y desaciertos de las
políticas públicas relacionadas con estos temas.
Esta comprensión de la realidad es la que compromete a pensar-actuar en la
construcción de otros modelos de sociedad más equitativos, donde los pueblos
movilicen sus capacidades para alcanzar el acceso a la alimentación adecuada, a la vida
y el trabajo digno, a un futuro con esperanza; la soberanía alimentaria se constituye así
en un paradigma alternativo.
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