236 MEMORIAS DEL PRIMER CONGRESO (2) El hombre, para formarse idea de lo ignorado, instintivamente establece comparación con los objetos que le son más familiares y conocidos. Por eso la Morfología busca en la figura geométrica la expresión más gráfica y sencilla de las formas orgánicas, ya que cuanto á ella puede reducirse se concibe al punto sin el menor esfuerzo. Mas para evitar confusión ó error, es preciso que se tenga de las figuras geométricas una idea matemática. Desgraciadamente los botánicos no suelen estar muy fuertes en la ciencia de Euclides y confunden con harta frecuencia no sólo figuras esencialmente distintas, sino que aplican á simples superficies físicas los nombres de figuras estereométricas y viceversa. La elipse, el óvalo y el huevo, por ejemplo, tienen bien definida su forma en la geometría plana; y sin embargo no debía tener idea muy clara de estas figuras el eximio botánico que juzgaba la elipse procedente de la sección oblicua del cilindro (entiéndase de revolución), y el huevo, de la sección oblicua del cono, cuando ambas secciones dan idéntica figura, la elipse. Cierto que no existe entre la elipse y el óvalo una diferencia esencial, puesto que el óvalo no es más que una elipse poco excéntrica, trazada á compás y por lo mismo compuesta de arcos de círculo. De aquí resulta que en Botánica sólo debe usarse la palabra oval ú ovalado para expresar órganos de forma elíptica, cuya longitud no exceda el doble de la anchura. Así se dirá con propiedad que las hojas del Hypericum tetrapterum Fr. son ovaladas y que son elípticas las del Poligonatum vulgare Desf. Esta distinción hállase perfectamente establecida en el Prodromus, pues al describir el Hypericum perforatum L . dice con matemática exactitud: foliis elliptico-ovalibus. Pero si merece alguna disculpa la confusión de la elipse con el óvalo, en manera alguna puede tolerarse que estas formas se confundan con el huevo, figura plana resultante de la proyección ortogonal del cuerpo de este mismo nombre, sobre un plano. Se trata aquí de dos figuras esencialmente distintas, cuya exacta aplicación basta para caracterizar especies muy afines, como ocurre con el Potamogetón fluitans Roth. y el P. natans L , de hojas respectivamente elípticas y aovadas. No incurre en semejante error el clásico Willkomm, pues al describir el Hypericum montanum dice con mucho acierto en el Prodromus: foliis ovalibus vel ovatis. Pero no son pocos los autores que usan la palabra oval como sinónima, indistintamente, de ovalado y de aovado, á pesar de entrañar un concepto tan distinto. Y como si no fuera bastante error confundir entre sí diferentes figuras planas, se confunden también frecuéntemete éstas con otras del es-